Revista Coroto 2

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jados a su suerte en las casillas, y ese hecho es como la escena primitiva de la narración; pero lo que pasa más tarde es tan intenso y amontonado —un palimpsesto de viñetas tortuosas— que su nexo con el arranque se deslíe. Queda la imagen de aquellos círculos francos, sin leyes ni censura, quizá iconografías de un Japón desalmado o hueco, como toda nación. En todo caso, nada en el texto nos asegura la relevancia de esa interpretación. Tengo la impresión de que, justamente, esos puntos son como la correspondencia topográfica de la obra de Ryu Murakami. Sus novelas y cuentos asumen la fisionomía de un paraje atroz donde la literatura ensaya sus posibilidades más cruentas y pone en entredicho toda pulsión didáctica. Hay mucho de entelequia infernal en sus anécdotas, como ficciones que se bastan a sí mismas para sobrevivir. La propia idea de lectura placentera queda desbancada por la potencia sádica, alevosa de lo relatado. Sólo haciéndole lugar a esos libros en nuestro canon particular de la literatura japonesa podemos contar con un panorama más completo de lo que allá se escribe.

[corototeca]

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125 el lugar del otro murakami Luis Moreno Villamediana

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