Bonsái, número 5

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BonsĂĄi Literatura mĂ­nima

cinco


Directorio Editores Miréia Anieva Herson Barona

Consejo editorial Belinda Ortiz Graciela Romero Jezreel Salazar Rafael Zamudio

Bonsái. Literatura mínima. Año 1. Número 5. Noviembre 2011. México.

Asesores Alberto Chimal Cristina Rivera Garza Blanca Rodríguez Gaona Liliana Weinberg

Bonsái es una publicación electrónica independiente de periodicidad mensual sin fines de lucro. El contenido de esta publicación puede ser distribuido y compartido libremente siempre que se reconozcan los créditos del autor y de la revista.

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Hay palabras que tienen sombra de รกrbol. Vicente Huidobro


Contenido CUENTO

TUITS

A punto, 7 Ana Barrera Identidad, 14 Líneas, 15 Antonio Sonora

El tiempo y sus lugares geométricos, 12 Iraí G. Hernández

Yo soy, 23 Hilda Acevedo

lo que quieres es que

recuerde al tigre,

Marcos Jávega

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La venganza de un coro, 38 Gabriel Rodríguez Liceaga Escaleras abajo, 46 Eleazar Martínez

Nada, 34 Aleida Belem Salazar


ENSAYO

POESÍA

Microensayos II, 19 Jezreel Salazar

Éste

es el

S eré

los

Primer Libro escrito desde el Futuro, 31 Utopía, 32 Megatemplo, 33 Alan Mills

coyotes

irrumpen de noche,

Acá

POESÍA Visión, 10 Reflexión, 11 Pedro Poitevin La máquina autobiográfica (fragmentos), 16 Googlearla años después (new spleen), 17 Daniel Saldaña París

donde

que

40 llueve, acá

abajo, en la corriente de este riachuelo fino,

42 Despertamos tan lejos, 44 Bernardo Gamboa Sánchez

Guerra, 52 Michel Yammine



CUENTO

Ana Barrera

A punto Quien dijo que no, nos había mentido: el ombligo era el centro del mundo. No sólo el centro sino el inicio. Después de él, estaba tu cuerpo expandiéndose sin cuidado alguno hasta formarte. En un primer momento parecías eso —pregúntaselo a tu padre— un ombligo; pronto te convertiste en otra cosa, algo no muy reconocible, un desacato que provocaba mantener los puños cerrados y el pecho a punto de estallar. A punto. Nunca pasaba nada. La vida era la espera de que tomaras alguna decisión, alguna apuesta, algún sentido, religión, dios, alguna forma.

Había veces que te encendías terriblemente y tu padre

se acobardaba y corría pero antes de esconderse ya te habías colapsado, desaparecido, cual agujero negro, y volvías a ser un ombligo flotante, muy callado, pueril, agradable. El mejor adorno de la casa, porque en torno a ti se olvidaba uno de cualquier cosa, hasta de sí mismo, y así, alrededor tuyo uno podía bailar, dormirse; al despertar tú ya te habías movido de sitio. Nos fuimos acostumbrando a esa mediocridad, luego resultaste imprescindible, pero tomaste el mal hábito de irte haciendo pequeño como los niños, luego callado y por último

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CUENTO

invisible.

Olía a ti. Siempre. Toda la casa era tu olor y por eso

sabíamos si estabas en la cocina, en la sala, si regresabas de clases. Por momentos a tu padre y a mí nos encendía la angustia, temblábamos, nos mirábamos. Entonces, sin haber dicho una palabra, nos dábamos cuenta que estabas ahí, oloroso, vuelto hacia ti, y nos apresurábamos a echarnos al piso y dormir para hacer lo propio. Pero nunca pudimos volver a la calma de tu desidia y ahí estaba tu peste, sin movimiento

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e insignificante. Nosotros olíamos, ensanchábamos nuestros pulmones de tu negligencia y por primera vez te odiamos.

Con el odio aún empuñado y fresco incendiamos la

casa y no saliste, te esperamos afuera mientras veíamos cruzar remolinos de fuego en las habitaciones de la casa. Ni el calor te hizo hablar. Supimos de ti por el humo, era tu olor limen, como de ninguna cosa. Tu padre dijo que la casa así, quemándose, se parecía mucho a ti cuando te encendías para luego abstraerte en un movimiento pequeño que él y yo nunca entendimos. Seguro pensó que era el mejor momento para bailar sin acordarse de ti, ni de nosotros; yo lo pensé. Pero


CUENTO

ninguno lo intentó. Había calma: te habíamos perdonado. En lo que a nosotros respectaba, eras un santo, aunque sabíamos que significarte era la mejor manera de matarte.

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POESÍA

Pedro Poitevin

Visión Una navaja, un sobre y una carta, un aguijón y un óvalo en el pecho, la convulsión de un pez fuera del agua, un hombre derrumbado sobre el lecho. Una ventana, una mujer morena, el filo de sus ojos tras el vidrio, un tren a punto de partir, la escena efímera de un rayo entre los lirios.

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Una sonrisa, un sable entre las nubes, la luna verdadera en la montaña, la ráfaga que viene de la cumbre, la hierba y el fulgor de la guadaña.


POESÍA

Reflexión Un espejo de tiempo es la membrana que siempre nos separa y nos congrega: es una simetría en que el abismo se dobla contemplándose a sí mismo, y un plano en que la luz que no nos llega se escapa cual cruzando una ventana.

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TUITS

Iraí G. Hernández @_manchas_

El tiempo y sus lugares geométricos 1. A estas alturas me pregunto, ¿a qué distancia estará el abismo? 2. Tocar fondo para tener los pies bien puestos sobre la tierra. 3. Perdí mi tiempo y lo encontré en un libro. 4. Contar historias para matar las horas que no cuentan. 5. Tan lejos estás que si huyera de ti, nos acercaríamos. 6. En las pupilas no, porque me dilato. 7. Combinar mis palabras en como sonidos. Sonidos que son ondas. Ondas que interfieren. Interferencia destructiva. Palabras anuladas. Silencio.

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8. Sostengo un silencio con la punta de la lengua. 9. Voy a hablar mucho para que nadie sospeche lo que callo. 10. Las palabras son los nombres de las cosas. 11. Los sonidos son silencios que se visten. 12. Dudar de todo: ser frontera de certezas. 13. Mis dudas son un simulacro de deseos. 14. Aspirar a estar a pesar de ser. Ser, muy a mi pesar. 15. Conozco a la que buscas. Me gustaría hablarle de ti mientras me peina en su reflejo y nos ignora. 16. Abrir y cerrar los ojos para hacer a la vida intermitente. 17. Caminar al azar para nunca perder el rumbo.


TUITS

18. Haré hasta lo imposible, pero nada más. 19. No lloro porque ya llovió y sería redundante. 20. Quemar las naves, estando abordo. 21. Quiero escribir, pero me salen sumas. 22. El problema de los triángulos amorosos es que no son equiláteros. 23. Descubrir con la métrica de una sonrisa, otra geometría del espacio. 24. Vista desde el pasado, la línea parece punto. 25. Tanta física por todos lados y con un poco de química nos conformamos. 26. La luz no se crea ni se destruye, solamente se hace sombra. 27. Culposiénteme, placerízame, afirmámame, gozamíname, pervertirízame, ámame. 28. ¿Qué pueden saber ustedes de energía si se crean, se destruyen y nunca se transforman? 29. Sé lo que piensa el espejo cuando veo sus reflexiones. 30. Vine a callarme y todos escucharon.

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CUENTO

Antonio Sonora

Identidad Ninguna ciudad cuenta con un mapa de sí misma. No hay tiendas, ayuntamientos, oficinas de turismo que ofrezcan una publicación donde los ciudadanos puedan ver la fiel localización de sus plazas, calles, jardines y cementerios. En cambio, proliferan detallados mapas de otras ciudades lejanas, las más de las veces inalcanzables.

Una interpretación de esta regla dice que el verdadero

mapa de la ciudad se lleva en el corazón de cada hombre que la habita, por ello para todos es única y distinta: la ciudad se

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transforma en los ojos de quien la mira y la recorre. El mapa de la ciudad debe ser una hoja en blanco o, al menos, una página lista para escribir sobre ella y hacer que los lugares aparezcan.


CUENTO

Líneas Las líneas de una mano pensaron que sería maravilloso escapar de la palma y confundirse en el mundo. Una de las más profundas brincó en la playa y se convirtió en un trazo del agua, en la marca de un barco, en la cicatriz de un pescador. Otra, larga y casi invisible, gustó de cubrir los cristales desde donde la gente mira caer la lluvia, las sábanas de los dormitorios, las arrugas que deja el insomnio.

Algunas más, innumerables y pequeñas, salieron a las

calles y cubrieron las aceras, los parquímetros durmientes, los puentes donde camina la tarde. Algunas, crueles y violentas, fueron una línea de sangre, la frase final de una nota suicida, la sombra en el rostro de un asesino.

Cuando el hombre abrió sus manos, vio que en ellas

no había marcas. Antes de que pudiera gritar de espanto, una línea furtiva le cubrió los labios con un hilo de silencio.

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POESÍA

Daniel Saldaña París

La máquina autobiográfica (fragmentos) Guardo en mi escritorio las velitas de un cumpleaños fallido. No fallido en el sentido de que la festejada haya escapado al paso inexorable de los días, sino en otro sentido, que de pronto me da pereza precisar. No hay por qué llevar las cosas hasta el final en un poema. A veces basta con dejar caer las frases como quien filtra un rumor incómodo en un universo cerrado. Unas velitas manchadas de pastel al fondo de un cajón. Una risa de mujer enfrentándose a otra risa de mujer durante un paso de baile. Alguien que mira desde una ven-

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tana en un cuarto piso. Y nada más eso, de momento. § A veces me da miedo pensar que todo lo que nos queda en común son unas cuantas palabras y el consumo paralelo de benzodiazepinas. Y sin embargo, por esas pocas palabras valdría la pena aprender a hablar otra vez desde el principio. Larva, pupa y ninfa son estados del desarrollo de una plaga.


CUENTO

Googlearla años después (new spleen) Ella en una animación de stop motion, fumando con una boquilla que más que elegancia le confiere perversidad. Ella, nuevamente animada, sobre un suelo de baldosas que podría ser el suelo de baldosas del departamento donde mi abuelo conoció el prurito del sexo, y de hecho es ese mismo suelo de baldosas, ahora lo sé. Su pelo tiene basura y resplandor a partes iguales, como sucede con todas las cosas que en un primer momento parecen llamadas a estar siempre al alcance de la mano. Un texto de ella en donde aboga por la educación no formal, de carácter filosófico, y propone un campamento de verano en el que se anime a los niños a: 1) grabar sus experiencias en audio mediante el uso de una “cassette”, 2) emprender recorridos por el campo y jugar con mapas, 3) convertirse en “expertos del cuerpo”. El último punto me parece el menos claro, pero en todos detecto, o quiero detectar, huellas o indicios de la persona con la que viví durante dos años (nada me asegura que efectivamente se trate de la misma). Ella en lo que parece ser un concierto de rock, pero vestida a la usanza folclórica y dando alaridos por el escenario; se cae. Su nombre en listas aleatorias: de

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POESÍA

estudiantes, de participantes en una asamblea popular, de firmantes de una carta en contra de la reubicación de una librería que alguna vez visitamos juntos y que a mí ha dejado de importarme hace ya tiempo. Su nombre con el orden erróneo en los apellidos. Su nombre en las listas electorales de un distrito de Texas. Su nombre entre las concursantes de un certamen hípico en Pomona. Su nombre con modificaciones o en contextos imposibles conforme pasan y pasan más páginas de resultados. Finalmente, otros nombres.

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ENSAYO

Jezreel Salazar

Microensayos II Tímpanos sin música Las megalópolis cancelan la regeneración de ciertos mitos. Por ejemplo, en la Ciudad de México. Cada vez que llueve demasiado y el DF recupera su origen lacustre y los autos semejan navíos atascados en medio de su frenesí, ellas, desde sus islotes hogareños, recobran las escamas, desvarían, liberan sus cuerpos voluptuosos y entonan cantos de reminiscencias marinas (que se confunden con el bullicio del estruendoso aguacero), mientras ellos se sientan tras el volante, con sus oídos aturdidos, en espera de que escampe para poder meter primera y llegar a casa, donde no hay un solo ser mitológico que aún los haga delirar.

Contra los rezos Creemos tomar decisiones en función de nuestros anhelos y

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ENSAYO

de los límites que el mundo les impone, en función de nuestras convicciones y el contexto que las hace posibles. No obstante, rara vez esto ocurre realmente, pues no consideramos que el mundo todo el tiempo se agiganta o se estrecha, como si fuese un mapa cuyas fronteras estuviesen en constante disputa. Esto, por supuesto, reduce o amplía la posibilidad de cada uno de nuestros actos —¿para bien o para mal?— pero eso es algo que no tomamos en cuenta: cuando hemos señalado una meta, no hay excusa que detenga nuestro afán de

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alcanzarla. Así, resulta contradictorio que cada vez que los límites de la realidad se reducen, sigamos sosteniendo los propios deseos en contra de su realización posible. Se trata de un velo minúsculo que se expande hasta tapiarnos los ojos. Este mecanismo, que algunos han llamado ‘negación’, consiste en multiplicar las ambiciones de manera inversamente proporcional a la efectividad de sus resultados. Por ello Óscar Wilde escribió que “cuando los dioses desean castigarnos, responden a nuestras oraciones”. En esta paradoja se enfrentan la esperanza y la impotencia cotidianas, es ahí donde se juegan las frustraciones y las utopías que la vida nos prepara


ENSAYO

a diario. Todo esto, por supuesto, no lo explica ningún manual de autoayuda.

No hacemos lo que amamos Me la he pasado fuera todo el día, pero he llamado a casa múltiples veces, pensando en cómo me encantan los espacios interiores. En mi mente, los recuerdos de mi cuarto se multiplican. La calidez de las sábanas, el pulso del control remoto, aquella mancha que habita un rincón de la pared. También he pensado mucho en mis gatos: sus juegos solitarios con la nada, las horas que pasan en estado hipnótico, los sueños que tienen cuando no duermen. Al encontrarme a otros, les he preguntado por sus casas, sus vergüenzas, sus íntimas convicciones. Sentado al volante, he pensado en el resguardo que trae consigo el automóvil, el aislamiento que nos otorga frente a los otros, la cápsula de acero que nos retiene dentro y

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ENSAYO

nos defiende del peligroso exterior. Así, me ha atacado un ansia súbita por llegar al espacio más espiritual que poseo: mi diario, con todas esas palabras que me resguardan y ocultan, todo ese material de la memoria que, acumulado, ya no me dice quien soy. Me encanta mi hogar. Tengo mucho tiempo sin habitarlo.

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TUITS

Hilda Acevedo @MerlinaAcevedo

Yo soy 1 Como la lluvia escribe en la hierba y el viento erosiona la piedra; tu voz me sabe. Soy hoja suelta ondulando en el aire. 2 Lo que late en mi pecho es tu voz. Es el viento que lleva la hojarasca, el agua que se sale de su cauce, la seda de mis pĂŠtalos abiertos. 3 Quiero cantar con las piedras del rĂ­o, hacer nidos con el eco del agua y dejarme crecer las aves. 4 Soy este viento y su rumor de rĂ­o agitado contra las piedras:

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TUITS

agua que ondula y se desborda, y tierna calma. 5 Estoy parada frente a mí en la orilla. El agua corre sobre mi reflejo. Soy un puente que flota en el río. 6

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Yo solo existo cuando ella me mira en el espejo. 7 Los árboles más viejos han visto nacer al viento de las alas de un pájaro. 8 Árboles verdes


TUITS

los vasos capilares del azul hondo. 9 Late la piedra bajo la piel del río. Corren los peces. 10 Un tren cruza la noche por la orilla del aire, llenando de sueños los insomnios. 11 El silencio está lleno de pequeñas voces que aún no alcanzan el timbre. 12 No sé si yo pongo palabras en tu boca o tú en mi cabeza.

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TUITS

13 Un día voy a cerrar los ojos y te voy a dejar afuera. 14 Me cuesta mucho esconderte de mí. 15 Una hoja en blanco es el espejo de la voz.

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16 Necesito que me mires para salir del espejo. 17 Necesito un sueño del que no te caigas cuando me levanto. 18 Un poema es la medida de las posibilidades.


CUENTO

Marcos Jávega

Tú lo que quieres es que recuerde al tigre Que ya esté en marcha el acto y que yo llegue apresurado y tenga que abrir la puerta del auditorio con cierto miedo a entrar de cara al público me resulta algo tan habitual que hace tiempo aprendí a reírme de esa angustia, de ahí que entre mi risa absurda y mi miedo auténtico me estuviera columpiando como cuando de niño daba toques a una pelota de papel de plata convencido de que no había tanta diferencia entre el envoltorio de mi bocadillo y el balón oficial del Barça, sin pensar ni un segundo en lo desconocido ni en la miseria, ni en la miseria de lo desconocido ni en lo desconocido de la miseria, en el momento en que abrí la puerta del auditorio, si bien es cierto que al público no alcancé a verlo por culpa de la ducha de luces blancas, rojas y azules con la que me rociaron los focos, era consciente de su presencia, incapaz de determinar su número pero sí su expectación ante la escena, un antiguo jefe o profesor de una vieja asignatura totalmente borrada de mis recuerdos me pasó su mano de lija por el sudor de mi nuca, yo sentí una grima eléctrica y él me formuló una pregunta a través de un micrófono que llevaba sujeto de la oreja a la boca: «¿Recuerdas cuando te

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CUENTO

llevaron a ver el tigre?», yo no recordaba haber visto nunca un tigre, ni siquiera sentir el más mínimo interés por los safaris, la zoología de fieras en cautiverio, ni nada parecido a los tigres reales, de ahí que enseguida pensara en los tigres de la literatura, así fue, tigres de libro que en principio me llevaron a descartar a los tigres de cine que también venían a mí tamborileando sus garras en el parquet del auditorio pero que desaparecían justo al atravesar el campo de luces azules, rojas y blancas, supongo que porque llegaban arrastran-

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do tras ellos su mundo-circo, y la verdad es que desde la infancia ya desconfiaba de las gentes del circo, de sus pieles agrietadas al sol cuando los veías fuera de la carpa, sí, era ese tipo de niño, siempre excediéndome en los límites de la percepción, sospechando incluso que aquella vieja expresión lingüística, tan horrenda, que viene a evocar la mala suerte a través de un empresario circense cuyos enanos asalariados cometieron la osadía de crecer, no era más que una prosaica metáfora sobre una hinchazón en los testículos del maldito emprendedor al que se le hundió el negocio así que sí, pensé en los tigres de la literatura, que si el tigre domésti-


CUENTO

co de Cortázar, que si los tigres azules de Borges, que si los tigres de Malasia de Salgari, que si Crouching Tiger, Hidden Dragon, sí, sí, sí, debo insistir en que los tigres de celuloide también venían a mí aunque nunca llegaran a rebasar el negativo fotográfico, «Recuerdo que me llevaron al cine», le dije al presentador de la mano de lija, que se apresuró a replicarme: «Pequeño desalmado», «Pero oiga...», intenté reprenderle sin éxito pues yo carecía del poder del micro, «Pequeño desalmado –subió el volumen, pero no se cómo, tal vez aquel rufián era de los que saben mover las orejas–, ¿tú dónde encuentras consuelo, en la ficción, que es mentira, O EN LA VIDA?», el tipo casi quema los altavoces con el grito que dio y yo aproveché el estruendo para echar la vista atrás, no simbólicamente sino literalmente mirando lo que había a mi espalda y comprobé que había dejado entreabierta la puerta de la entrada, que bien podía ser de salida, de modo que corrí, corrí igual que una liebre y otra vez la risa y el miedo bailando en mi cerebro su vals de bodorrio, de cogorza y de pánico imaginando en plena escapada la fábula de la liebre y el tigre, que no sé si existe pero yo la

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CUENTO

veía posible, y así fue como pude escapar de tanta pregunta incómoda, microfonada y áspera y luego ya en pleno confort la encargada de la biblioteca me susurró que la conferencia que yo buscaba no se impartía en el auditorio sino en una sala pequeña, al fondo, a la izquierda, «entre, entre, si apenas vinieron asistentes».

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POESÍA

Alan Mills

Éste es el Primer Libro escrito desde el Futuro Va reventar como las olas adentro de tus sueños, No será el mar sino apenas la memoria De lo que ya no vendrá más. Y menciono a las olas porque Estas Páginas Se mueven ahora entre tus manos: Son como peces anunciando el final de una enfermedad Que jamás sufriste. El Futuro es parecido al mar pero con hojas, Toda nuestra materia corresponde al símbolo negro Que ahora toca tus dedos, Una letra besando a otra letra que besa a la otra, Hasta formar la idea de lo que va a venir. Nos da miedo, pero ha llegado el momento De leer este Libro Primero.

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POESÍA

Utopía Éste es el poema que me pediste que no te escribiera: Es verdad que habría sido más fácil Dejar a la perfección actuando como un espejo Frente a tu rostro, Pero ahora lo estoy escribiendo, Y sólo me queda pedirte que lo olvides Cuando llegues al punto final, Es más hermoso lo que no se podrá ver, A esto algunos le dicen Utopía,

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Una palabra altisonante cuando no se sabe usar, O cuando se aparece como una estrella apagada, En medio de otros versos que desearían brillar Como la luz del sueño donde estamos juntos, Leyendo un poema invisible.


POESÍA

Megatemplo Una iglesia es una tumba del cielo. Nuestros vínculos, un accidente, La historia de lo que vemos, ¿Qué es ahora o qué fue?, Repetidas redes del hallazgo, Se desdibujan al iluminarnos, Que es lo mismo que mirarse Y ser de frente un ser sin velos, O con la cera de una vela interior, Esplendiendo desde la pantalla Donde se escriben restos de historia, El deseo del recuerdo no vivido. El cielo es un jardín que se evapora.

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TUITS

Aleida Belem Salazar @aleida_belem

Nada 1. Para escribir nada se necesitan sólo unas cuanta palabras. Que digan nada. De nada. De ti. 2. Escribir nada sería un asunto de abismos que se alzan en un cuarto sin ventanas y de puertas abiertas. 3. Pensar en las posibilidades que no van a ocurrir porque de nada sirve que en estas manos se escriba si no las van a sostener. 4. Un lugar en ningún sitio. Quedarse inmóvil. Decir: nada. Y el viento amortiguando el vuelo del ave.

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5. Esperar todo cuando terminamos siempre con las manos atascadas de nada. 6. No saber qué se va a escribir desde el inicio. No saber nada: un puñado de letras que están por significar. Quizás todo, quizás nada. 7. Y entonces, cuando por fin ocurra lo que está por ocurrir, se abrirá un espacio entre la palabra ajena y la propia, le llamarán: La Nada. 8. Abrir la palabra nada: destriparla, despellejarla, hacerla nada. Que sea un eco conteniendo lo que siempre quiso decir.


TUITS

9. Aun cuando no seamos capaces de pronunciar palabra, eso, lo que no está, hablará por nosotros. De cuerpo a cuerpo. De nada a nada. 10. Una vez encontrado qué decir nos quedaremos con la nada haciéndonos mella en la boca. 11. Esa palabra de cuerpo entero que rasga y que al mismo tiempo cava profundo; de ropas viejas, de modales discretos, de nada. 12. Hasta este punto no se ha dicho todavía ni parte de lo que nada se quiere decir. 13. Incluso podríamos escribir que no hay nada que escribir porque se nos han vaciado las manos. Porque la lengua nos la han castrado. 14. Guardar en una caja la voz. Enterrarla para que no hable recuerdos. Hacer de cuenta que se ha marchado siguiendo a aquél que nos dejó nada. 15. Llegar a punto, estar a casi, y aquí exactamente descubrir lo que no hay y no habrá: nada. 16. Pero para entonces ya habríamos recorrido kilómetros, recortado puentes, desgastado el tiempo, y sin nada…

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TUITS

17. …nos miraríamos asustados al espejo. Acobardados. Llenos del miedo que se siente por uno mismo. Ensuciados por nada. 18. El hastío que simula ser nada todo el tiempo. 19. Es este instante donde empezamos por escribirle a la trágica Nada. 20. Usted va a terminar de darse cuenta que las palabras que lee hasta ahora no tienen ningún sentido. Que no hay nada.

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21. Al morir, cuántos no desearán que su epitafio diga: “Aquí yace lo que nada existió”. 22. La noche está poblada de lo que nada pasó por el día. Por eso el insomne no duerme, porque intenta construir los hubiera. 23. Y si quisiéramos inventar una palabra que exprese la quietud del árbol mientras duerme, escribiríamos “nada” en el tronco. 24. No porque no haya nada significa que no existan las palabras para desperdiciar ciento cuarenta caracteres. 25. Del mudo hay que aprender que nada está dicho.


TUITS

26. La espera es sentarse a ver cómo nada aparentemente transcurre. Las horas líquidas absorbidas por el tiempo. Así como si nada. 27. Para viajar sólo necesitamos de la existencia, de una maleta vacía y de un libro que no tenga nada escrito. 28. El desierto es una enorme hoja polvorienta donde la Nada es siempre el inicio de la historia. 29. Estas palabras dirán: “Aquí no ocurrió absolutamente nada”. Y se van a ir como dejando partecitas de ellas. 30. Como dejando piedras para regresar por donde vinieron. De la nada.

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CUENTO

Gabriel Rodríguez Liceaga

La venganza de un coro El Rey es un estrafalario. Ordenó que sembraran árboles en cada una de las naves de su flota para que las raíces beban mar y en las ramas les nazcan frutos de agua. También ha decretado que cualquier alma con la mano ducha para el dibujo debe enfocar el total de sus esfuerzos en reproducir al papel cada una de las formas que adoptan las nubes. Mandó castrar —no sólo de los testículos, como es costumbre, sino del miembro en su totalidad— a los varones nacidos en día de Saturno. Yo formo parte de ese experimental coro de cas-

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trados. Mi voz es la de un bendito. Mi condena es cantar para un monarca insatisfecho y despiadado. Su majestad utiliza los perfumes más dulces y perdurables para aromatizar los ataúdes de sus amantes, por él asesinadas. Su secta de soñadores pierde integrantes cada vez que es amenazado por la pesadilla en que se le caen las muelas. La lista de excentricidades es extensa y vigente.

Hace poco llegaron dos sastres al imperio. Le han

confeccionado un traje hecho con tela invisible. Contento, se pasea por todo el castillo exhibiendo sus grotescas e hinchadas carnes. Los castrados apretamos los dientes y


CUENTO

conspiramos en su contra mientras observamos su miembro; siempre erecto, poderoso y saciado. Aparece el emperador y lloramos amargas lágrimas tan invisibles como el paño mágico.

Nunca perderá los dientes el Rey. Nunca. Sonriendo

será recordado. No existen los frutos de agua ni tampoco hay en el firmamento una nube con la forma de su rostro y la naturaleza de los cadáveres es heder. ¡Demonios! Tampoco existe tela invisible alguna.

Los castrados jamás tendremos nuestra venganza.

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POESÍA

Bernardo Gamboa Sánchez

Seré los coyotes que irrumpen de noche me dejaré llevar por el silencio me dejaré arrastrar por el viento y en pleno torbellino iniciaré una batalla me afirmaré en la negación me dejaré seducir por los irracionales y me pegaré un tiro me cabalgaré el corazón en pleno incendio y dejaré de podarme las hierbas convertiré en vaciadero mi cuerpo

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confundiré a propósito las intermitencias galoparé y tiraré de mis ojos camuflaré al sol con estos destellos y decididamente desterraré al pánico de mis lagunas seré el cadáver que siempre has buscado seré los coyotes que irrumpen de noche y en medio del terremoto te plantaré un beso me dejaré vencer por los jardines y cuando pase la oscuridad y todo amanezca regado por los pasillos


POESÍA

y las paredes se llenen de grietas y no quede rastro de sangre y nadie se acuerde de nada me dejaré arrastrar por el viento seré el nómada que siempre he sido

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POESÍA

Acá donde llueve, acá abajo, en la corriente de este riachuelo fino moriremos de una forma terrible lo sé lo vislumbré la otra noche moriremos de ausencia y eso nos embeberá como un falso fondo quiero decir nos chupará la sangre habrá un derrumbe súbito y un desamor insoportable

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los libros no sabrán explicarlo abriremos los ojos y enseguida nos acosará la rabia nos hallaremos imbéciles los caminos se llenarán de animales que guardarán cierto [parecido con los venados nos guiaremos sin instrumentos brillará el plancton sobre la superficie y no quedará otra cosa que el grito el grito de un gallo quieto desesperantemente quieto


POESÍA

atado por la pata derecha a uno de esos postes que son sólo postes y que no sostienen absolutamente nada

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POESÍA

Despertamos tan lejos despertamos tan lejos insoportablemente indolentes ávidos de hundimientos y con poquísimas ganas de que nos quieran que no nos quieran no nos gusta nada no queda nada de donde sujetarse despertamos de milagro

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en estado salvaje solitarios en las cavernas rugiendo escupiendo un poquito de un algo sangrando por todas partes en la podredumbre putrefactos mandíbulas apretadas y el corazón endurecido despertamos donde se pueda con quien se pueda


POESÍA

abismados profundamente abismados despertamos apenas tan de a poquito que casi ni lo notamos despertamos enfurecidos sin referentes de cómo ha sido díos mío que hemos llegado hasta aquí despertamos malditos claro con las heridas abiertas directamente en la pesadilla

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CUENTO

Eleazar Martínez

Escaleras abajo Manuel pasó a la barra y pidió una cerveza, luego se instaló a la mitad del pasillo principal. A pesar del denso humo que había, se podían observar, también por el pasillo, las escaleras que subían hacia la entrada y la iluminación amarillenta del exterior.

El antro se llamaba El Sótano. Había llegado ahí de la

misma forma en que semanas antes había llegado a la ciudad: solo y preguntando. Venía de Matehuala a San Luis Potosí exclusivamente a trabajar. Ésta había sido su primera sema-

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na como obrero en una construcción. Era viernes y recién le habían pagado, por lo que decidió salir un rato.

Lanzó una mirada a la pista, las mesas y sus bancos de

madera desgastados. Todo ocupado. No esperaba a nadie, así que sin demorar llevó el líquido directo a la garganta. Una gota oscura le recorrió la comisura del labio y la recogió con el dorso de la mano.

Gente había mucha. Mujeres, sobre todo. En la pista

había parejas moviéndose y bailando. Las luces de colores trepidaban y los reflectores apuntaban a un lado y a otro.

La muchacha de la barra que lo había atendido lucía


CUENTO

despeinada y con sudor. La miró de lejos. Le estaba pasando un par de caguamas a una chica de jeans, tacones muy altos y una blusa de tirantes que dejaba notar lo que apenas eran sus senos: un par de prominencias mínimas, escasas. Más abajo, el bulto del estómago se escurría por encima del botón del pantalón.

La chica pagó las cervezas y cruzó frente a Manuel sin

mirarlo. Se detuvo a dos mesas con un grupo de amigas que rondaban la misma edad de él, 23, 25 años. A excepción de una que se veía mayor; rubia, cabello chino y de 40 años cuando menos. La chica con blusa de tirantes le pasó una botella a una compañera y la otra la conservó, sólo para darle un trago y dársela a otra muchacha. La compañera hizo lo mismo.

La música pasó de norteñas a boleros y algunas parejas

dejaron la pista para sentarse en la mesa que estaba entre el grupo de muchachas y él. Miró alrededor y luego se colocó en una mesa a la derecha. Puso la cerveza sobre una servilleta y se sentó en un banco de madera que temblaba. Tenía una pata más corta que las otras.

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CUENTO

Al fondo del pasillo no llegaban del todo las luces de

colores. Entre penumbras, dos chicos delgados con playeras muy ajustadas se acariciaban, luego parecían discutir, alzaban la voz y gesticulaban. Después se volvían a acariciar. Uno de ellos derramó la cerveza. Ambos rieron y se besaron. Tambaleantes, dejaron la mesa y se perdieron entre el gentío.

Un hombre se le acercó, y con aliento alcohólico y

mirada lenta le puso una mano en el hombro.

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—Te gusta mi amiguita, ¿verdad?

Manuel no supo qué responder. El hombre vestía una

camisa de cuadros rojos con grises a medio abotonar. En el hueco que se dilucidaba del pecho, entre vellos retorcidos y la piel oscura, le escurría una delgada gota de sudor. Se le aproximó aún más.

—Te la voy a presentar. Nomás para que la conozcas,

te la voy a presentar. ‘Ira, ven.

El desconocido enfiló al baño, al fondo del pasillo, tras

la mesa donde había estado la pareja de chicos. Al abrir la puerta, una luz color rojo se asomó y le iluminó brevemente el rostro descompuesto y arrugado.


CUENTO

Manuel dio otro largo trago y dejó en la mesa la botella

vacía. Jugaba con la servilleta húmeda y con la etiqueta de la botella hecha trizas sobre la madera barata y raída de la mesa. Miró alrededor. Movía el pie derecho en el aire. El banco seguía temblando.

Se puso de pie para ir a la barra. Esquivaba a quienes

bailaban en la pista cuando se encontró de frente con la muchacha de cabello chino, la mayor de su grupo, quien traía dos caguamas. A lo lejos parecía más alta y más rubia. En el fondo del cabello se empezaba a notar la raíz negra.

La chica entrecerró los ojos y habló arrastrando las

palabras.

—Estoy a una chela de que me la metas en el baño.

Manuel siguió de largo y en la barra pidió una Indio

que bebió apenas se la dieron. Había rozado el cuerpo de la muchacha. Sus senos eran grandes y caídos. También sudaba. Parte del brazo de él estaba húmedo.

Levantó la mirada. En la pista, parejas de hombres y

mujeres bailoteaban estrellándose entre ellos. Ya no sonaban boleros, sino cumbias. Una canción hablaba de parques

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CUENTO

llenos de niños y de viajes en veleros; cosas buenas, decía. Manuel notó que la chica ya no estaba entre la gente, y desde la barra no podía ver la mesa de sus amigas.

Cuando regresó a su mesa, ya había dos parejas

ocupándola. Parecían bromear, se reían y manoteaban. Uno de los hombres puso su botella a altura de la entrepierna y le hizo una señal al otro. Las mujeres rieron otra vez, unas risas largas y chillantes.

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Se recargó en el muro del pasillo y bebió. En la mesa

de al lado, la mujer estaba sentada en el banco, con las manos en el aire y moviendo los hombros a la par de la música. El hombre, frente a ella, le acariciaba los muslos.

A mesas de distancia, la muchacha de cabello chino los

miraba. Cuando los reflectores de colores le daban en la cara, su frente y sus pómulos salientes brillaban con el sudor. Sus hombros, trémulos, subían y bajaban con la música, aunque de vez en cuando se detenía para beber. Luego desviaba los ojos a otro lugar, al suelo, a la mesa o a la pista, donde sus cuatro amigas bailaban en brazos de cuatro hombres que se apuntaban y reían entre sí. La muchacha los veía. Tomaba


CUENTO

de su cerveza y los volvía a mirar. Luego se movía al ritmo de la cumbia.

Manuel los observó y también miró a la de cabello

chino. Ella lo vio. Sus miradas chocaron un segundo. Ella le dijo algo a un mesero y le señaló la mesa y las botellas. El mesero se sentó en uno de los bancos y cruzó los brazos. Manuel apuró la cerveza y dejó la botella en el piso.

La muchacha, entre el pasillo lleno de humo y luces

trémulas, caminó hasta el fondo, rumbo al baño de mujeres. Cuando llegó, sintió la mano de Manuel en la ancha y flácida cintura. La mano se abrió por completo y la apretó. Al abrir la puerta del baño, una brillante luz carmín les iluminó las caras descompuestas y sudadas.

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POESÍA

Michel Yammine

Guerra Parques a medias con niños visibles; echados. Hora de dormir imprevista, inapelable. Al columpio sólo le queda el viento manco para volver a las oscilaciones. Los recreos nunca fueron tan inmóviles. Se pensaría que están todos dormidos

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sino fuese por las calles con pegotes, es helado de mora derretido, todos llevamos cuatro litros dentro. Insensibilidad que trasciende patrias e invade cuerpos tranquilos para dejarlos más tranquilos que nunca con ataques que son magia. Qué habilidad la de volver a madres que corren por miedo en cuerpos inanimados.


POESÍA

Las balas fueron los pinceles que pintaron el pavimento. Cuando el lienzo es gris la obra es funesta, el rojo nunca resaltó tanto. Pintura de rencor, enemiga de la tinta. La revolución pálida en entrañas, la de las hojas en blanco; no sirvió.

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Colaboradores Hilda Acevedo

México, DF, 1970. Su obra es un collage de las actividades que ha desarrollado a lo largo de su vida: música , ajedrez, pintura y obra gráfica. Ha participado en numerosas exposiciones en México, Nueva York, Miami, Boston, Munich, etc. En 2008 representó a México en Beijing, en el Primer Campeonato Mundial de deportes mentales. En 2010 estudió un semestre en SMFA (School of the Museum of Fine Arts) en Boston, MA, con exposiciones colectivas. Asistió a la olimpiada de Ajedrez en noviembre de 2010, como capitán del equipo femenil en Khanty Mansyisk, Rusia. Actualmente se encuentra estudiando y trabajando principalmente en obra gráfica, combinando fotografía, impresión digital y grabado en la Ciudad de México.

Ana Barrera

Guadalajara, México, 1988. Es egresada de la U. de G. de la licenciatura en Sociología, actualmente trabaja como investigadora. Su trabajo literario puede visitarse en: labernardina.blogspot.com

Bernardo Gamboa Sánchez

México, DF, 1981. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana

y cursó un posgrado en Estudios Literarios en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Dirigió el proyecto digital Cantártica, revista de creación. Ha realizado ponencias, lecturas e intervenciones literarias en diferentes centros culturales. Actualmente trabaja en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Iraí G. Hernández

Puebla, México, 1984. Estudió Física en la tres veces heroica Facultad de Ciencias de la UNAM. Da clases y a veces tuitea. Busca el sentido de la vida mientras estudia cómo crecen las películas delgadas de silicio en los fullerenos. Ama a los gatos. No se enamora fácilmente. Algún día será filósofa.

Marcos Jávega

Mallorca, España, 1980. Escritor y periodista. Ha publicado relatos en revistas literarias como Bonsái (México) y La Bolsa de Pipas (España), así como en varios fanzines underground de Barcelona. Es el autor de Escribidor, blog de narración breve (marcosjavega.blogspot.com). Como periodista, dirigió y presentó el programa cultural “Radiocassette”, en IB3 Radio. Como diletante, creó la banda de collage musical Rayuela dj’s.

Reside en Barcelona donde, tras licenciarse en Filología y Periodismo, cursa un Máster de creación literaria en la Universidad Pompeu Fabra y escribe su primera novela.

Eleazar Martínez

Monterrey, México, 1983. Publicista e hiperrealista pop. Cursi de clóset. Rockstar de regadera. Actualmente reside en la Ciudad de México, donde cursa el Diplomado en Creación Literaria Xavier Villaurrutia, del INBA. A veces escribe en comoquierano.tumblr.com. A veces no.

Alan Mills

Guatemala, 1979. Ha publicado 5 libros de poesía y su micronovela lírica, Síncopes, fue lanzada por la editorial francesa Rouge Inside, en el 2010. Parte de su obra ha sido traducida al francés, inglés, portugués, alemán, checo; y aparece en antologías como Cuerpo plural, de la editorial Pre-textos, España. Textos suyos pueden leerse en revistas como Humboldt, o Letras Libres y en antologías de ensayo como Konfliktkulturen. Texte zu Politik, Gesellschaft, Alltag und Kunst, de la editorial Steidl, en Alemania.

Pedro Poitevin

Freiburg, Alemania, 1973. Guatemalteco en tránsito.


Doctor en lógica matemática y profesor universitario en Salem State University, Massachusetts. Sus poemas en inglés han aparecido en Boston Literary Magazine y The Shit Creek Review, entre otras publicaciones, y su libro de palíndromos Eco Da Eco De Doce A Doce fue publicado por Ediciones La Galera en México, D.F. Su cuenta de Twitter es @poitevin

Gabriel Rodríguez Liceaga

Tepito, México, 1980. Ha escrito el libro de cuentos El Demonio Perfecto (BUAP, 2008) y la novela Balas en los Ojos (Ediciones B, 2011).

Aleida Belem Salazar

Torreón, México, 1989. Estudió un diplomado de Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la Laguna y a la vez está por terminar la Lic. en Administración. Ha publicado en revistas locales, una colombiana y recientemente en una Antología compartida. Es parte del equipo de la revista/fanzine literario Palabracadabra. Es muchas mujeres; una de ellas con ojos de mar que nació en el desierto. Aún no sabe qué hacer con su vida pero tal parece que nunca lo sabrá.

Jezreel Salazar

México, DF, 1976. Es ensayista

y cronista. Su último libro, titulado Sentido de fuga, obtuvo el Premio Nacional de Crónica Urbana “Manuel Gutiérrez Nájera”. Mantiene el blog http://jezsalazar.blogspot.com y la cuenta de Twitter @jezsalazar

Daniel Saldaña París

México DF, 1984. Es autor del libro de poemas Esa pura materia (UACM, 2008). Ha colaborado en revistas como Galleta china, Tierra Adentro, Luvina, Nerivela, Literal: Latin American Voices y Gatopardo, entre otras. Participó en el Primer Encuentro Internacional de Poesía de Trinidad y Tobago y en el 6º Foro de Arte Público organizado por la Sala de Arte Público Siqueiros. Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Poemas suyos han aparecido en Divino tesoro. Muestra de nueva poesía mexicana (Casa Vecina, 2008), antologado por Luis Felipe Fabre; Anuario de poesía mexicana 2007 (FCE), y Los más lindos poemas (Mantarraya, 2011). Un ensayo suyo sobre la obra de Gerardo Deniz fue compliado en Deniz a mansalva (FETA, 2008). Actualmente tiene una columna virtual en la página de Letras Libres.

Antonio Sonora

Monclova, México, 1979. Autor de los libros de cuentos El diario de los lienzos (ICOCULT, 1999), Piezas para un anticuario (ICOCULT, 2003), Adiós a Rocamadour (Atemporia/MBP, 2011) y Souvenirs (UA de C, 2011). Premio nacional de cuento corto 2011 de la DGEST. Textos suyos han aparecido en diversos medios entre los que destacan El Norte, La Jornada Semanal, la revista Punto de Partida y el periódico cultural La Manzana. Divide su tiempo entre el trabajo universitario, la lectura, su familia y la escritura de una novela sobre orquídeas.

Michel Yammine

Valencia, Venezuela, 1989. Se considera de boca callada y de tinta habladora. Por fuera es empresario y abogado egresado de la Universidad de Carabobo. Ha estado en 7 cursos de idiomas, pero siente que todavía no domina el castellano. Por dentro es escritor de ensayos, poemas y narraciones. No abandona la psicología ni la filosofía. Ve a través de la literatura. Se manifiesta con sus letras de vez en cuando en: lucubremos.blogspot.com y asiduamente en su cuenta de Twitter: @micheldice.


BonsĂĄi Literatura mĂ­nima

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