Ex-Libris 145: "Ciudad y Memoria"

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Ex~libris: Cultura Editada / ciudad y memoria / MAYO 2013 / www.revistaexlibris.com

NĂşmero 145


26a

/ FILBogota

@FILBOGOTA


dirección general

Sara Trejos

sara.trejos@revistaexlibris.com

Carolina Alarcón

carolina.alarcon @revistaexlibiris.com editores

Carolina Patiño Cuéllar Andrés Gulla-Van

redaccion@revistaexlibris.com

Jefe de redacción Jefferson Mejía dirección de arte

Geison Castañeda

dir.arte@revistaexlibris.com

dirección de fotografía

Daniel Lara Cardona

dirección de diseño & diagramación

Sandra leal Mónica Vásquez

dir.grafica@revistaexlibris.com

portada

Camila Villegas contínuo

J J Ortega

info@revistaexlibris.com año

21

impreso en

escala sa

Editorial Por: Carolina Patiño Cuellar / caro.p.cuellar@gmail.com Ilustración: Zamir Bermeo / tamirdg@gmail.com

Creamos nuestro cuerpo. Todo cuerpo pesa. Todo cuerpo ocupa un lugar en el espacio. Ahí nos preguntamos, ¿cuál es nuestro espacio? Cada carácter diagramado destila Bogotá. Y si somos cuerpo en el espacio entonces, ¿tenemos un tiempo? Remitirnos al presente es jugar con lo inaprensible; pensar el futuro, recurrir a lo posible. En esta edición nos quedamos con el pasado, no para estancarnos sino más bien para reconfigurar por donde es que vamos. Así llegamos a ciudad y memoria. Presentamos aquí el cúmulo de nuestro capital, el único que tenemos, el humano. Siempre nos renovamos, estamos dispuestos al cambio. Esta generación de espíritus exlibris resistió cada sábado en los acogedores salones de La Tadeo, y así, de a poco, este número 145 se fue formando. Lector: tiene en sus manos un mapa. Las convenciones son sencillas, para cada sección y en el siguiente orden: camine y busque, lea y conjeture. Revise el catálogo que le obsequiamos para no dejarse asaltar. Según el gusto, escoja entre edificación modelo mil novecientos en la Calle del Sol o

edificación modelo autonomía arquitectónica criolla, en cualquiera de esas calles que son completos arcoíris; conozca, escuche inmoralmente y reconozca. Si le anochece vea un poco de Chaplin, Keaton o Tati; luego imagine ciudades y enciérrelas en forma de libro, en su mesita de noche, antes de dormir. Si le dio frío (mal necesario) sumérjase en el sopor barranquillero. Remítase al pasado de la urbe en recuerdos retratados, luego materialícela y, dado el límite de la masa, conviértala escultura. Nosotros creemos que cada transeúnte podría ser el protagonista de cada creación textual. Reflexione: ¿Esa noche, dónde dejó las instantáneas de su memoria? ¿Cuántas calles y carreras se le han perdido entre la niebla? ¿Qué lugar de esta ciudad se le convirtió en un recuerdo sempiterno? Volvemos a casa, tuvimos dos hijos y cambiamos el look. Como las todas las m ­ amás, sabemos la Feria del Libro Internacional de Bogotá siempre nos recibirá, con un stand para escondernos bajo la lluvia eterna de abril. Usted, ¿hacia dónde caminará?


Índice 10 8y9

RECOMENDADOS Un abrebocas de lo que puede hacer en esta ciudad, en apariencia gris pero en esencia muy colorida.

Physis ›

Cine Libros

Animación Videojuego

arquitectura

Lugar Música

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Logos › 24

PERFIL RETRATANDO RECUERDOS: Los gustos y pasiones de una mujer del otro lado del mundo en la que confluyen diferentes ciudades, conozca a la fotógrafa Metta Anderson.

4 ~ 5

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RECONOCER Ocho instantes en que se cruzan “gatos como perros, helados derretidos, bolardos asesinos y quintetos de harpías”, narrados desde la particular arquitectura de dos manzanas en las calles de Bogotá.

CASAS QUE SON CASOS Un pequeño pero intenso tour por las cuadras de barrios populares que conforman gran parte de la ciudad.

CRÓNICA LE VOY A PRENDÉ UNA VELA, Y A ZAMPARLE UN TRAGO E’ RON: Un viaje a las calles calientes de una ciudad construida con ritmo y cerveza.

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ENTREVISTA ESPACIO, CIUDAD Y MEMORIA: Una discusión entre concepto y materia en el taller tridimensional de Germán Botero.


Diagramación 145

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¿UN MONASTERIO, UN CONVENTO O UNA IGLESIA? Una edificación en el corazón de la Candelaria, transformada por el paso de los años, escenario de algunas historias que traemos para usted.

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literatura

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CUENTO SEMPITERNO La memoria puede ser caprichosa y muchas veces estar compuesta por objetos, olores, texturas y lugares que reemplazan a las personas. He aquí una de ellas.

La diagramación de este número cayó en manos de este equipo: Alejandra Anderson

música

Cristine Villamil / cristine_v@hotmail.com

Diana Paola Abadía Zapata / dipao28@gmail.com

Julián Osorio / julianosorio.dg@live.com

Lina Paola Gil / lina_lp8906@hotmail.com Mateo Buitrago / dmateobuitrago@gmail.com

Mónica Vásquez Vargas / coneseyzeta@gmail.com

cine

EL DESCENSO A LAS CIUDADES IMAGINADAS El tiquete para este viaje lo consigue en su biblioteca más cercana, lo invitamos a un recorrido por las ciudades “que siempre creímos imaginadas”

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/ ligara120@hotmail.com

PASEO INMORAL Tristeza, ritmo y movimiento son los ejes de tres seres que se expresan por medio de la música, a pesar del ruido y la indiferencia de los transeúntes, en diferentes calles de Bogotá.

18

Sandra Leal / sandra.lealrubio@gmail.com

EL CINE DE GAGS Y LA CIUDAD Un corto repaso más que útil y agradable por la obra de maestros del cine en los que la figura del hombre y la ciudad son punto de origen para algo único: la risa.

CUENTO / CRÓNICA MEMORIA ATROPELLADA III: Un cuento o una crónica sobre todos esos recuerdos que se almacenan sin sentido.

‹ Eros › 38 CUENTO INSTANTÁNEAS ¿Un cuento crónico o una crónica que es puro cuento?

44

42 CUENTO NIEBLA Una versión de la muerte y las sombras que la preceden, en una de las calles bogotanas.

POEMA BOGOTÁ 2013 Poema dedicado a María Mercedes Carranza, a diez años de su muerte.

4 ~ 5


FUNDACIÓN JD IPS SUMINISTROS MÉDICOS Promovemos y coordinamos proyectos destinados al desarrollo social y de salud en los departamentos Tolima, Quindío, Huila y en Bogotá. Como elemento primario damos apoyo a las familias de pacientes hemofílicos, poblaciones con déficit nutricional, Contibuimos a la construcción de hábitos saludables.

www.fundacionjdhemofilia.com

Contacto: servicios@fundacionjdhemofilia.com JD Suministros Médicos Carrera 3 N°39-21 Barrio La Castellana Ibagué – Tolima Teléfono (098) 2703143


01

Physis Todo lo que podemos considerar real y está a nuestro alcance. Estamos compartiendo lo que creemos que debe conocer: como peatón, literato, cinéfilo, arquitecto, músico o como cualquier lector (ese es nuestro único requisito) que esté tentado a sumergirse en la naturaleza dinámica de la urbe. Fotografía: Daniel Lara Cardona / vanjerono@gmail.com


physis • recomendados

R

LITERATURA

EL DÍA DEL ODIO, RETRATO DE UNA POLIS DESCONOCIDA. Una sociedad expuesta, frágil, caótica e incluso fragmentada, regida por fenómenos sociales como la división de clases, la violencia y la pobreza que dificultan el vivir en la urbe. Éste es el contexto en el que se desarrolla la historia de Tránsito, una forastera que tiene como pecado su inocencia y como enemiga la polis que la absorbe y la rapta para siempre. Todo enmarcado en una ciudad que crece a pasos agigantados, que cambia a partir de un hecho trascendental: el asesinato del líder político del momento y la posterior arremetida de un pueblo enardecido contra la urbe, lleno de cólera, que clama y busca justicia. Por: Sebastián Briceño Cervantes / bric.sebastian@gmail.com

02

VIDEO JUEGO

L.A. NOIRE 01. LUGAR

BOGOTÁ EN UN ÁLBUM FAMILIAR

8 ~ 9

Mirando hacia al techo del Archivo de Bogotá podrá encontrar un mural permanente hecho con más de 20 fotografías de todos los tamaños, unas a color y otras a blanco y negro, donadas por capitalinos que han contribuido a la memoria histórica de la ciudad. Las fotografías reflejan los momentos familiares más comunes de la vida: la foto del cumpleaños de la tía, la foto con el primer balón o la del matrimonio de los papás. Lo invito a darse una pasadita por el Archivo de Bogotá, ver las fotos en las exposiciones itinerantes o en las estaciones de TransMilenio. Si usted quiere ser parte de esta memoria fotográfica, esté atento a las próximas convocatorias.

06

Desarrollado por RockstarGames, L.A. Noire es un thriller policiaco disponible para la Xbox 360, PlayStation3 y PC. La idea es, aparentemente, sencilla: un detective cumple misiones para ascender haciendo únicamente lo que es correcto. Pero la cosa va más allá; éste es un juego estrictamente basado en hechos reales. Se hizo un duro trabajo de recreación de la ciudad con nombres, fotografías y casos policiales de archivo para reflejar la ciudad en los años 1940. Basta con tomar un paseo a lo largo de la ciudad para darse cuenta de que L.A. Noire es combinación frenética con el trabajo detective para ofrecer una experiencia interactiva sin precedentes. Por: Jefferson Mejía / nadie.mejia@hotmail.com

TOP 10

del PEATÓN

1.

Coma arepas de choclo hechas en hornitos ambulantes

2.

Hay una Casa Gaitán a medio construir

3.

Agáchese, para comprar libros

4.

Perciba Arte para todos y todas en cualquier esquina

5.

Enterarse de que en el cinema de la Avenida Chile, hay cine arte

6.

Pase del bullicio de un trancón a la tranquilidad de un parque

7.

Conozca calles de ópticas, de motores, de pijamas, de postres, de todo…

8.

Compréle a vendedores informales, son como arroz

9.

Ríase de los extranjeros que se extrañan por los minutos a celular

10. Sepa que Roma, Egipto, Venecia, Palermo, Normandía… son barrios. Por: Diego Andrés Coral / diegocoral@gmail.com

Por: Paula Viviana Soto Delgado / vivisoto63@gmail.com


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Ríos fantasma recogiendo sus pasos ]

03 CINE

LA SOMBRA DEL CAMINANTE Navegar por las espesas calles a las que todos nos hemos tenido que enfrentar alguna vez, ahora en blanco y negro, en calidad de espectadores. Esas calles no estratificadas, donde caminan ejecutivos, artistas, niños, hombres sin hogar y sin zapatos de esta mal llamada Atenas de América. Ciro Guerra, el director, se apropia de ese espacio que se quedó suspendido en el tiempo —a pesar de su devenir característico de corazón de ciudad— para suspender una realidad. Es ahí donde se encuentran Mañe y El Caminante, en una relación desinteresada de ayuda mutua. Los protagonistas, al igual que los eternos transeúntes de la séptima, comparten un pasado, la memoria de este país doliente y desalmado, desangrado. Por: Carolina Patiño Cuéllar / caro.p.cuellar@gmail.com

MÚSICA

04

BANDAS EMERGENTES DE ROCK BOGOTANO, UNA TRANSFORMACIÓN SONORA. Así como las tendencias y los paradigmas cambian con el transcurrir del tiempo, la música se transforma. Se adhieren nuevos matices sonoros con el objetivo de traer un sonido fresco e innovador, que enganche a un público ávido de nuevas sensaciones. Éste es el caso del rock bogotano, que ha presentado múltiples cambios a lo largo del tiempo. Dicha evolución se da gracias a la incursión de bandas emergentes como Purple Zippers, Those, Telebit, Árbol de Ojos y Diamante Eléctrico, caracterizadas por implementar sonidos electrónicos, permeando de tal forma la cultura capitalina y convirtiéndose en abanderados del ámbito local en esta nueva etapa por la que irrumpe el rock bogotano. Por: Sebastián Briceño Cervantes / bric.sebastian@gmail.com

05

ANIMACIÓN

VIAJE EN GRISES. EL PASAJERO DE LA NOCHE El artista Carlos Santa ha recreado una historia sobre la nocturna ciudad contemporánea, donde Isaak Ink, cargando con su muerto, busca un lugar tranquilo donde poder ir a enterrarlo, pero solamente se topa con una ciudad llena de edificios, criaturas formadas como hombres contemporáneos oprimidos con la técnica, la ciencia y la información. Es una efectiva crítica a la pérdida

de valores tradicionales, del respeto por la vida misma y la naturaleza. Carlos Santa acudió a la pintura sobre vidrio y tela, al acrílico sobre tela, al carboncillo, la tinta china, la acuarela, la arena y plastilina sobre vidrio, pintura directa sobre película, papel recortado y dibujo en computador para realizar esta fascinante y reflexiva historia. Por: Silvia Lucía Camargo / zilbiacurd@hotmail.com

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physis • arquitectura

Reconocer (Acontecimientos de ocho cuadras) Por: Carlos Bernal / spawnmaul@gmail.com Fotos: Paula López / criks25@gmail.com Steven Sanchez / npss_90@hotmail.com

1. Diego acaba de salir de la panadería de la esquina, ha comprado un helado con la plata que le sobró de su hora y media de internet. No se aguanta las ganas y se sienta en el andén del frente a disfrutar su manjar, el cual se ha venido derritiendo a una velocidad extraordinaria y, sin que él se dé cuenta, le ha manchado la camisa.

2. Juan cruza la calle a toda prisa rumbo a la caseta del celador, sin percatarse de que la llamada que ha estado esperando desde el día anterior está a un timbre de ser conocida con el apellido de perdida.

3. Daniel llora por el dolor que le produce el golpe que se acaba de dar en la espinilla con un bolardo. La verdad es que su llanto es producto de una mezcla entre vergüenza y rabia, sobre todo al darse cuenta que su infortunio ha ocurrido justo en frente de Manuela y sus amigas.

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4. Sebastián está seguro de que la mejor forma de dar un paseo con su gato es llevándolo con collar. El felino sabe que algo anda mal, pero también es consciente de su afición a dejarse llevar por el momento, tanto así que decide que levantará su pata trasera para orinar el próximo poste que encuentre.


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Palabras ignoradas ]

5. Cinco amigas se ríen ofensivamente (mientras toman fotos y graban videos con sus smartphones) de un compañero de clase, del cual ignoran su nombre, mientras él llora frente a ellas. Manuela en el fondo cree que lo que están presenciando no es gracioso, es más, le cuesta saber qué sí lo es, pero sin entender muy bien por qué, deja que sus secuaces decidan por ella.

6. Vivian y Johanna concuerdan, en medio de su discusión con aire de quejas sin sentido, en que algo anda mal. El celador de la cuadra, que desde su refugio oye la airada charla, piensa que lo que verdaderamente está mal es que ellas simplemente se limiten a decirlo, sin hacer nada para cambiarlo.

7. Santiago busca desesperadamente en su navegador la página donde podrá darle un “me gusta” al último álbum de fotos y videos, el cual acaba de ser subido a la red por las cinco chicas más populares del colegio. Dicho material audiovisual ha sido titulado como ¡Sobáte marico! Luego de calmar sus ansias, busca en la alacena algo para mecatear y se da cuenta de que el pan que se acaba de llevar a la boca parece un ladrillo.

8. Luis, un hombre trastornado por las guerras de otros (como muchos), acaba de llegar al barrio. Aparentemente lo más extraño que se ve son gatos como perros, helados derretidos, bolardos asesinos y quintetos de harpías. Él está seguro que en esas cuadras realmente puede sentirse libre. No conoce a nadie ahí, no le importa. Simplemente adora con

fanatismo ese par de tesoros que encontró casualmente en el mapa de la ciudad: dos

manzanas en forma de esvástica entre las carreras 22 y 28, y las calles 85A y 86A de la capital colombiana.

10 ~ 11


physis • arquitectura

CASAS QUE SON

CASOS Por: Jefferson Mejía / nadie.mejia@hotmail.com Fotos: David Barliza / davidbarlizard@gmail.com

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Para comenzar, deje de lado arquitectos renombrados (solo por un momento), la uniformidad de los ambientes, los edificios (y cuando decimos edificio nos referimos a cualquier construcción mayor a cinco pisos, sin contar la probable terraza), descarte de paso centros comerciales, grandes parques, conjuntos residenciales y avenidas, imán de afluencias en lo cotidiano, en cualquier barrio de la ciudad. Fíjese en las casas, las casitas, las casotas de barrio en las que están instaladas la farmacia de “Pase su mano rozando la cuadra, las latonerías cada vez cada una de ellas” más escasas, la miscelánea de cositas varias y las que sencillamente no tienen un local y son apenas un hogar. Aprecie las formas, las texturas, los colores, el estilo. Escoja primero la cuadra a inspeccionar, transversalmente, de esquina a esquina: las cajas asimétricas de

tonos varios, adornadas por los tendederos con la ropa colgando cual si fuese una bandera familiar, los cables jamás tensos en los que se posan las palomas, cometas de algún viejo agosto y cierto par de zapatillas que nunca tocarán el suelo; las ventanas (más de una busca cegarlo para que vea que ella, la ventana, está limpiecita y refleja de lo más bonito), blanco de balones de microfútbol, que se excusan con cortinas, si no persianas o telas bordadas con flores, sabanas delatoras de más de una mancha de la noche anterior; los tanques de agua negros o blancos, las tejas siempre cual olas de mar y los faros flacos, postes de la luz, abrazados, o quizás acorralados, por bolsas de basura que dan origen a las malas caras en cada esquina por causa del olor. Pase su mano rozando la pared de cada una de ellas. En lo que atraviesa la cuadra, sus dedos sentirán un braille indescifrable de granito en las paredes como piedras de un río, paredes y puertas demacradas de colores chillones, desde el azul cielitolindo hasta el amarillo verde patrullero, algunas con gajos de pintura arrancados, o adornados por intentos de grafitis que bien pueden ser la orina simbólica de hinchas deportivos o cualquier otra clase de desocupado que marca su imaginario territorio. Las casas de barrio no están inspiradas en movimientos arquitectónicos de vanguardia, la mayoría son las básicas en obra negra (que de negro


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Filas enteras de gusanos rojos ]

no tienen nada porque son grises por el cemento), de ladrillos con tonalidades diferentes, entre uno y otro, factor común al que algunos le agregan capas infinitas de laca para que brille mejor. Si puede chismosear por una o dos ventanas, la cosa es aún más interesante; veneciano iluminado por bombillos amarillos y muebles familiares ajados de herencia en herencia entre mil y un historias en las que solo usted, entrando en cada casa, puede ahondar.

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physis • arquitectura

¿Un monasterio, un convento o una iglesia? Por: Paula Viviana Soto Delgado / vivisoto63@gmail.com Fotos: Angélica Conde / angelicacondeg@gmail.com

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Se preguntan los transeúntes que pasan y observan la edificación ubicada en la Cll 12 con 3a, en el centro histórico de la ciudad, La Candelaria. Pero ni lo uno, ni lo otro. Esta construcción, hecha en piedra y ladrillo, alberga actualmente 71 apartamentos dúplex que rodean una alfombra verde triangular, un salón comunal, lavandería, dos plantas de parqueaderos y tiene dos entradas, una sobre la calle y otra sobre la carrera. La actual edificación con matices neogóticos ha sobrevivido al igual que los capitalinos, a todas las peripecias del tiempo como el Bogotazo, los curas y las monjas, y los trabajadores del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), que después se convirtió en el DAS. En sus inicios, la construcción hecha por el arzobispo Herrera Restrepo junto con los misioneros Montfortianos (1917), se realizó con el fin de albergar un seminario de franceses; pero como nunca fue terminada, se utilizó como convento de religiosas Clarisas. “Las almas en pena rodean los pasillos en las noches”, dice un residente del conjunto. No es para menos pues, finalizada la construcción del edificio, éste pasó de albergar monjas a presos; las oficinas y calabozos del SIC se instalaron allí. Por eso, se dice que en su interior se ejecutaron masivas torturas y muertes, y que las almas rondan entre los pasillos y parqueaderos del Conjunto Residencial Calle del Sol. En el año 1980, el Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura) compró el predio con la intención de transformar sus largos y oscu“Las almas en pena, ros pasillos en el Archivo General rodean los pasillos de la Nación, pero el proyecto fue abandonado un año después de en las noches” comprado el terreno. Años más tarde, tras su abandono, un grupo de inversionistas se ocupó de la construcción de las 71 viviendas conservando, eso sí, su fachada y su historia. “Los sensores de las luces se prenden y se apagan constantemente, ya es cuestión de convivir con los fantasmas”, afirma un vigilante del conjunto. Pero los mitos en torno a esta edificación no paran ahí. En un local perteneciente al conjunto, sobre la Calle 12, está el Restaurante La Bruja, llamado así, pues hay una historia sobre una madre que intentaba acceder al edificio (en la época del SIC) para visitar a su hijo que presuntamente estaba preso. Ella conquistaba a los guardianes de la cárcel con sus mágicas recetas

de comida; cuando por fin se le permitió el acceso, la mujer nunca encontró a su hijo; se dice que el alma de aquella madre sigue rondando estos pasillos. Después de disfrutar de una buena comida en la Bruja, desde la terraza del edificio se puede observar no solo el interior de éste, sino además las construcciones aledañas del centro, pues está ubicado en medio de bibliotecas, cafés y restaurantes que lo convierten en un cómodo lugar para vivir.

Los apartamentos… * Todos tienen como característica en su interior, una hamaca y una chimenea. * La sala tiene forma de punta. * Algunos tienen patio trasero, (otros, delantero) y los esquineros no poseen patio. * La segunda planta tiene forma de altillo (según las modificaciones hechas por cada residente). * Poseen solo una habitación, con modificaciones, hasta tres. * Tienen una barra al estilo de “cocina americana”.


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Un beso... dos besos ]

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physis • literatura

El descenso a las

ciudades imaginadas Por: Karen Sánchez M. / karen.sanc@hotmail.com Ilustración: Diego Jaramillo / diegojaramillo888@hotmail.com

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Y si ahora mismo decidiéramos emprender un viaje, ¿a dónde ir?, ¿qué llevar?, ¿acompañarnos por quién?, ¿cuánto dinero nos costaría?, suelen ser las preguntas más comunes que nos hacemos. El viaje al que me refiero aquí no es otro más que el de la literatura. ¿Qué se lleva para un viaje al centro de la tierra?, ¿qué decirle a un compañero obsesionado con la idea de ser un caballero andante? Y si el viaje es hacia el Hades, ¿estará Tiresias libre para encabezar la marcha? Si se trata de destinos, los escritores latinoamericanos ofrecen los lugares más diversos. Ninguna agencia de viajes será capaz de asegurar nunca su bienestar o su cordura en Cómala, pero de estarlo, le diría que la casa de doña Eduviges Diada es, entre toda la región, el mejor lugar para pasar la noche. Ni qué decir… y si lo que prefiere son los lugares más cálidos, un ambiente mucho más festivo, personas más vitales, un viaje en tren hasta Macondo le haría olvidar todas sus penas, entre muchas otras cosas. Pero si prefiere una ciudad portuaria, el tren hace una necesaria parada en Santa María. ¡Anímese! A lo mejor le toca de compañeros el viejo Marco Polo y Kublai Kan. Ahora, es verdad que en ninguna de esas “¿Qué se lleva para un viaje al centro de la tierra?, ¿qué decirle a un compañero obsesio- paradas la vista se concentra en nado con la idea de ser un caballero andante? grandes rascacieY si el viaje es hacia el Hades, ¿estará Tiresias los, en calles llenas de transeúntes, libre para encabezar la marcha?” poetas sin aureola. Las ciudades imaginadas por los escritores latinoamericanas se parecen mucho más a pueblos, en contraste, por ejemplo, a la ciudad evocada por los escritores simbolistas del siglo XIX. Francia se convirtió entonces en el centro de todos los acontecimientos de la época. Arte y política, todos fenómenos que respondían a la idea de progreso y de modernidad. En Latinoamérica las condiciones fueron bastante distintas. No es posible hablar de una modernidad ni remotamente parecida a la europea. Buena parte de esa literatura latinoamericana, de las ciudades imaginadas por Rulfo o García Márquez, volvían al mito como forma de origen. Había en esas obras un intento de recuperar parte de la historia perdida, la historia de la comarca, la intrahistoria, es decir, la historia contada por los vencidos, por los de abajo. Con esto no quiero decir que haya un sacrificio de la forma estética, por el contrario, hay toda una recuperación del mito, de los arquetipos literarios y de la oralidad para mostrar una propia visión del lenguaje. De atreverse, el tren partirá ahora. Abundio lo estará esperando para iniciar el descenso, el viaje iniciático a las ciudades que siempre creímos imaginadas.


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Una fotógrafa que baila en medio de la calle ]

PASEO

INMORAL

Por: J.J.Ortega / jota.ortega@gmail.com Fotos: Mauricio Mejía Muñoz / mauriciomejia90@hotmail.com

Tristeza

Ritmo La encontré por la cincuenta y tres entre las ventas callejeras de Galerías. Usa sombreros de lana y abrigos de paño. Tras los mechones retorcidos de su pelo se esconde una minúscula sonrisa que brilla cuando las monedas rebotan en el estuche de su violín. De las cuerdas surge algo lento que se va transformando en un jazz bailable. El auditorio marca los ritmos con pies y manos. Algo de surrealismo pinta la escena. Los transeúntes se contagian de un sonido extraño, lleno de color. Un desconocido pregona que la violinista quiere llegar a Londres. Las colaboraciones no se hacen esperar y de la música nace una repentina atmósfera positiva, una solidaridad manifiesta que contagia por un instante. La damita termina con una reverencia a Vivaldi y otra al público. Los aplausos resuenan y desaparecen mientras la ciudad se reconfigura. La calle vuelve a ser la misma de antes.

Se escucha a Roberto Laserie por la séptima y es imposible ignorarlo. La voz de quien lo interpreta está llena de nostalgia. Algunas personas se detienen por un instante, otras se agachan para depositar unas monedas y siguen de largo. Este Laserie tiene los zapatos tan deshilachados como el resto de sus ropas. Se ayuda de un parlante y un micrófono viejos. Su voz es melancolía pura. La voz del bolero tallada en los andares de la vida con todas sus alegrías y tristezas, del amante solitario, del desengaño, del que apuesta, fracasa y se ríe a carcajadas. La mirada de los asistentes se pierde en la profundidad de la calle. Hay un inevitable regreso al ayer, a los buenos y malos recuerdos, a rostros de gente que ya no está, a risas, desdichas e ilusiones olvidadas. Una lluvia lenta espanta a los presentes y sirve de telón de fondo. El espectáculo ha terminado.

Movimiento

“Una comunión misteriosa entre la percusión y la voz se materializa. Una transmutación instantánea de sonido y movimiento.”

Las claves sacuden el banquito de madera. En la otra mano, el mulato ciego sostiene una gorra donde recoge las gratitudes voluntarias. De su garganta se desprende cadencia y mestizaje. El espacio es reducido y el auditorio cambia constantemente mientras la imagen del sonero del puente de la ochenta y cinco permanece inamovible, tatuada en la piel de la ciudad. Una comunión misteriosa entre la percusión y la voz se materializa. Una transmutación instantánea de sonido y movimiento. El sonero se despoja totalmente y cada extensión de su cuerpo actúa como un instrumento más. En medio del insoportable bullicio citadino, el fuego de un son irrumpe sin complejos, fuerte y lleno de vida. Los pasos adquieren sentido y nace un ritual de danza espontánea al tiempo que una voz de leño ardiendo pregona: ¡Tuna se quemó, Tuna se quemó!

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physis • cine

El cine de gags

y la ciudad

Por: Gina Sánchez M. / gina.1092@hotmail.com Ilustración: Juan Camilo Arrieta / jarrieta300@gmail.com

18 ~ 19

La ciudad inaugura nuevos tipos de relaciones, dinámicas y experiencias que únicamente son posibles en este espacio en que el hombre debe pensarse y pensar de una nueva manera. Ciudad, enormísima quimera. La vida en lo urbano, despojados todos de nuestras aureolas, nos deja a la merced de estas fortalezas de hierro. Vertiginosa caída al mundo de todos y de nadie. Construida la ciudad y nuestra vida inherente a ella, cada aspecto de lo humano y de lo social se transforma. La técnica y el arte, caminando

juntos, algunas veces trastabillando, otras al galope, expresan esta nueva forma de habitar. De esta manera, el cine, hijo de la técnica, pero fruto optativo del arte, no ha dejado de reflexionar sobre la ciudad y el hombre inmerso en ella. Charles Chaplin (El circo, Tiempos modernos), uno de los grandes directores de hoy y siempre, recrea en varias de sus películas una ciudad enrarecida por la presencia de máquinas monstruosas. El hombre aquí, imposibilitado para identificarse con la ciudad y sus invenciones, aparece como un engranaje más. La ciudad en continua marcha, como maquina engrasada, invisibiliza lo humano. Los ojos demasiados grandes, el característico bombín, simbolizan las contradicciones de la sociedad que ha dejado que el individuo sea en tanto su productividad. Buster Keaton (El moderno Sherlock Holmes, La ley de la hospitalidad), otro grande del cine de gags, muestra la ciudad como lugar donde conver-


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Gente sola ]

“El individuo, a merced de los dispositivos electrónicos, se encuentra en una constante disputa con un mundo al que encuentra como el natural pero que ya no le pertenece y uno sombrío, que ya ha empezado a alienarlo”

ge lo antiguo y lo moderno. Espacio de constantes cambios y contrastes. El humano permanece entonces en conflicto con su pasado y el progreso. Unas veces quien se alza es el hombre, otras lo artificioso de la máquina y la técnica. Jacques Tati (Mi tío, Playtime), director francés, heredero del cine mudo y el humor físico, recrea una ciudad en la que ya ha hecho implosión el sonido. De nuevo, lo urbano alude a la sincronía de tiempos. El individuo, a merced de los dispositivos electrónicos, se encuentra en una constante disputa entre un mundo al que encuentra como el natural pero que ya no le pertenece, y uno sombrío que ya ha empezado a alienarlo. Lo

que vemos es, entonces, cómo el cine, manteniendo un constante diálogo con la historia, en un proceso de desarrollo que se hermana con el de las ciudades y el de un nuevo hombre abocado a ellas, problematiza sobre el ser y estar de este nuevo individuo. Proceso y progreso que no puede pasar inadvertido pues delimita claramente quiénes somos y de qué manera vivimos.

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physis • invitados

Pregunta:

¿Cuál es la mejor forma de moverse por la ciudad? Los ilustradores responden.

CAMILO OTÁLORA URL:

be.net/Camilo_ Otalora

20 ~ 21 Juan Sebastián Rubiano URL:

be.net/ sebastianrubiano


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Arterias colapsadas a punto de estallar ]

Milena Vargas AKA: Muysua URL:

cargocollective.com/ muysua

CAMILO JOSÉ URL:

camilojose.tumblr. com/

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Cynthia Reyes AKA: Fanel Sahara URL:

faanel.blogspot.com/


LUVINA es mucho más que una librería.

LUVINA es la esquina cultural de la Macarena en Bogotá. Desde hace varios años se ha convertido en el lugar de reunión de intelectuales, poetas, novelistas, pintores, cineastas y artistas, quienes encuentran un sitio con una excelnte selección de libros de literatura, ensayo, filosofía, historia y arte; además de buen café, vino y comidas ligeras. Es también un ambiente para conversar, leer y trabajar. Luvina es un espacio cultural múltiple de dos pisos que permite el intercambio de lecturas, el buen café, la exposición de arte, la presentación de libros, tertulias, cine, talleres, recitales de poesía y música. Cra. 5 No. 26C-06 Bogotá Tel: 2844157

www.luvina.com.co luvinacultural@yahoo.es


02

Logos Logos es una sección que le apuesta a hacer periodismo cultural de calidad. Encontrará un perfil con gafas, una entrevista hecha a mano y una crónica caliente. Un periodismo profundo sin ser extenso, serio sin ser cuadriculado, elegante sin ser arrogante, porque no somos de esos que creen que hacer periodismo es mostrar lo que “se tiene que saber” (o eso creemos). Foto: Mauricio Mejía Muñoz / mauriciomejia90@hotmail.com


logos • perfil

Retratando recuerdos Confluencia de gustos, pasiones y ciudades. Una imagen de la vida de Metta Anderson, su estudio y su hogar. Por: Andrea Martínez Junca / johannaandreamartinez@gmail.com Fotos: Daniel Lara Cardona / vanjerono@gmail.com

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Ella entra al cuarto y pone a reproducir música que, de inmediato, llena de imágenes su cabeza. Todo se ve rojo. A medida que se aísla del mundo, las sensaciones empiezan a hacerse cargo de ella. Sujetadas a cordeles que rondan el lugar, las fotografías a blanco y negro se van secando. Ampliaba un par de ellas mientras llegaba a su fin un concierto para piano de Tchaikovski. Un orgasmo se apoderó de su cuerpo, de su mente y otra vez de su cuerpo. Para ella, Tchaikovski tuvo unas extraordinarias fantasías sexuales que únicamente se permitió componer porque no había modo de expresarlo en la Moscú del siglo XIX. Vio figuras, colores, todo era sexual. Bailó. Esa libertad no se la da AdobePhotoshop. La mayoría del tiempo, la mujer de brillante cabello grisáceo sonríe. Habla despacio y conserva su acento a pesar de haber vivido en Colombia por varias décadas. Vio a The Beatles en el 64 y a Queen en el 74, escucha Led Zeppelin y desearía escuchar en vivo a Rod Stewart. Siente profunda admiración hacia Picasso. Enseña cuando puede. Y también hace muecas. Cuando Metta Anderson captura realidades lleva consigo una cámara de 1.7kg, una Mamiya C330s de formato mediano, de las últimas que se produjeron en los 70s, de esas escasas, de las que “están construidas como un barco de guerra”.

Llegó a Colombia en los 60s a formarse culturalmente, porque el país estaba muy europeizado. Llegó a Bogotá cuando el idioma preferido era el francés, cuando los cines, teatros, exposiciones e incluso los magazines dominicales respiraban Europa. “Bogotá es una ciudad muy similar a París: la preservación del centro y la conexión de los Ministerios a éste, su peatonalización, las plazas…”. Algo que inició por gusto se volvió histórico, porque esas fotos que tomó hace más de 30 años de Bogotá ahora son recuerdos retratados. De alguna forma, intentó acercarse a una de sus más grandes influencias: el francés Gustave Caillebotte y su ambición por retratar París a través de la pintura, pero heredando el legado fotográfico de su padre, Martial. Metta también pinta, y cuando su abuelo Ransom, fundador de Oldsmobil en EE. UU., descubrió la fotografía, se volvió fanático de ella. Igual que su hijo, el padre de Metta. Vive en un apartamento en La Candelaria en cuya fachada, y prendida a una pequeña ventana, se encuentra una tarjeta de presentación: La pequeña galería dominical, Metta Anderson (Sáb. A Dom. 10am – 4pm). “Llevo 4 años viviendo aquí, en el centro, pero espero que sea para siempre”.

Metta Anderson Lugar y fecha de nacimiento: 5 de junio de 1945. Míchigan, EE.UU. Profesión: Licenciada en Fotografía de la Universidad de Michigan Es: Fotógrafa y artista por herencia.

“Añoro los viejos teatros de la ciudad donde podíamos fumar, como el Aladino o el Metro Riviera.” (Hoy el primero es una sede de Panamericana -en Chapinero- y el segundo Theatron, la discoteca)


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Le voy a prendé una vela, y a zamparle un trago e’ ron Por: Pablo Convers / pablusconvers@gmail.com Ilustración: Geison Castañeda / promitica@yahoo.com.co

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Tomamos un taxi en la vía a Puerto Colombia, muy cerca del nuevo apartamento de Ricardo, un dupléx en un décimo piso con vista al mar. Salimos camino al Romelio Martínez, el coliseo de Barranquilla donde se coronaba a la Reina del Carnaval. En todo evento, más cuando hay entrada gratuita, hay que hacer filas de dos o tres horas. Pero Ricardo no podía esperar todo ese tiempo bajo el sol de Barranquilla, ni siquiera el sol que cae en la tarde, no sólo por su frágil genio en temperaturas altas, sino por su columna, intervenida en tres ocasiones para tratar varias hernias que había desarrollado por sus incontables amoríos y trasteos, dos cosas intrínsecamente relacionadas. Después de parar un taxi, negoció con el conductor el precio de la carrera con su mejor imitación de acento costeño “eche pero si todavía no es carnaval”. Logró un descuento de dos mil pesos. El taxista se rió, probablemente por la mala imitación de Ricardo y dijo que llevaban en Carnaval desde principios de enero, pero accedió a la rebaja, “porque en Barranquilla nadie pelea”. O por el contrario como dice el famoso vallenato, “todo el mundo pelea”. El taxi que tomamos venía de Cartagena, había llevado dos gringos como de la edad de Ricardo (alrededor de unos sesenta años) para que recogieran dos mulatas buenonas y querendonas. Contó que los gringos invitaron a las “chicas” a unos tragos, para luego ir a Puerto Colombia. En el viaje caí en cuenta que montar en taxi implica una inmersión, la Virgen María sobre la guantera, el perrito con cuello articulado, las charlas con los


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Un punkero pateando charcos ]

taxistas, y como no, sí señor, la luciérnaga. La cuestión es que en el taxi se alcanza a preservar aquella burbuja de privacidad que intentamos mantener para olvidar el mundo. Este intento resulta completamente infructífero en un bus y por eso, montar en uno puede ser revelador. A la mañana siguiente confirmé esta impresión. Decidimos tomar un bus para ir a la Batalla de Flores, pues era preferible que aventurarse a conseguir un taxi. La mayoría están ocupados y aprovechan la invasión de extranjeros: el precio de la carrera se negocia según el marrano, si el pasajero no lo define antes de subir, el taxista parte la lechona. Entonces, tomamos un bus con trompa larga, carrocería y motor vetusto, chasis nuevo; un “cebollero” de esos que paran donde se les da la gana. El interior estaba decorado de colores vivos, donde predominaba el rojo del cuero de la cabina del conductor. Al fondo algunos pasajeros se encontraban mamando ron pa’ calentar motores y llegar bien entonados. Logramos sentarnos. En el radio del bus, porque buen bus tiene radio a todo volumen, sonaba El Garabato de Coronell “Cuando Emiliano se muera, Yo voy a cargá el cajón, Le voy a prendé’ una vela, Y a zamparle’ un trago e’ ron”. No demoró mucho en llenarse y aquel vehículo se convirtió en un baño turco. Al llegar a nuestro destino, nos abrimos paso sobre la “...montar en taxi implica una inmersión, la Virmateria blanda de los cuerpos apachurrados y salimos, gen María sobre la guantera, el perrito con de la de prisión de calor, al fuego vivo de las calles. Como buenos cachacos nos escurríamos hábilmente entre las cuello articulado, las charlas con los taxissombras de árboles y muros hasta que dimos con la avetas, y como no, sí señor, la luciérnaga.” nida donde se encontraba pasando la Batalla de Flores. Me desilusioné. Cuando había oído acerca de los palcos, jamás me imaginé que estos ocuparan toda la avenida por donde pasaba el carnaval, no se veía un carajo. Me acabé de derrumbar cuando los revendedores no bajaban las entradas de 100 mil pesos, “me los pagan cuando entren” decían para dar confianza sobre la autenticidad de la boleta. Intentamos llegar al palco 33 donde estaba un amigo, pero era imposible transitar detrás de los palcos que dejaban un reducido espacio peatonal, lleno a reventar de personas tratando de ver el desfile a través de los espacios entre bancas y piernas de la gente. Las personas se convertían en un obstáculo infranqueable, era una masa sólida esperando ver un pedazo de pluma o lentejuela. Mi viaje no fue exclusivamente para conocer el Carnaval, quería visitar a Ricardo a quien no veía desde hacía dos meses. El pobre hombre había terminado con su novia de Ba-

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¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Una planta que se retuerce de placer ]

rranquilla y aunque nunca lo mencionó era claro para mí que se sentía sólo. Todos sus hijos se encontraban en Bogotá, y él como cachaco converso, está completamente enamorado de la costa. Creo que lo entiendo, debe ser algo en el aire, en el clima, en las mujeres, en las noches cálidas con el pasar de la brisa del mar por su ventana. Algo en todo eso le hacía bien a sus huesos y a su alma, algo que no lo hacía sentir viejo, que alivianaba su carga. La primera impresión del Carnaval no fue la mejor. La imagen de las personas subidas a los árboles, muros y bolardos, las masas tratando de colar su vista para ver las comparsas y las carrozas, me decía, esto está mal. Es una fiesta excluyente, el Carnaval es más que el desfile de comparsas, es poder interactuar con ellas, “el que la vive es el que la goza” no el que la ve pasar en un palco, o el que se queda por fuera trepado para verlo. Se me ocurrió que de pronto estaba en el lugar equivocado. Decidimos probar suerte más tarde en el desfile de la 43 que empezaba en la tarde. Vimos la Batalla de Flores por Tele Caribe, comiendo una Punta de Anca de carne sinuana, con patacón y suero costeño. Qué delicia. Quizá de haber venido con amigos estaría, para ese punto, en un palco completamente borracho al son de una parranda vallenata y sin mayor conciencia sobre lo que pasaba en el desfile. Después fuimos a la 43 y mi sospecha se fue revelando como cierta. Era el Carnaval que había imaginado, sin palcos, con la gente en la calle entrando en las comparsas para bailar con ellas, todos tomando, ron, cerveza. Ricardo se dio cuenta que ya no estaba viendo el Carnaval: era parte de él y lo estaba viviendo. Mientras recobraba fuerzas tomé la cámara y me volví uno con ella, sin tener la menor idea de fotografía o de cómo manejarla, tomé y tomé fotos. Dentro de las comparsas, a los lados, desde arriba de los andenes sobredimensionados a prueba de los arroyos, de las personas, incluso de los policías que apartaban a la gente. Tomé cuanta degustación de trago me dieron. Dejé la cámara de lado y terminé tumbado en el andén hasta ver pasar las últimas comparsas. Cuando cayó el sol, cansado, algo borracho y sin arrepentimiento alguno, nos devolvimos a Puerto Colombia para retomar fuerzas. ¿Y después? Me la pegué con todos los juguetes por dos días hasta enterrarla disfrazado de Mono cuco. Con la muerte de Joselito, después de dos meses consagrados a la celebración y una cumbre de cuatro días de rumba desenfrenada, el ritual de renovación se encontraba completo. La ciudad despertó para el miércoles de ceniza y por arte de magia la cruz en la frente borró toda la culpa de los cristianos.

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Espacio, Ciudad y Memoria Germán Botero Un recorrido de la historia de su vida y la capital a través de su interdisciplinariedad. Por: Silvia Lucía Camargo / zilbiacurd@hotmail.com Fotos: Daniel Lara Cardona / vanjerono@gmail.com

Es arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Actualmente, escultor de tiempo completo.

Con tan solo 8 años llegó a Bogotá, procedente de la violencia del Norte del Tolima. Hoy en día Germán Botero, madruga a su taller ubicado en el barrio la Macarena. Allí delibera sobre las formas tridimensionales, su relación con el espacio y las posibilidades que éstas le brindan para crear. Como profesor se desempeñó en 3 áreas: Arquitectura y Artes en Medellín, Diseño Industrial en la Universidad Nacional, sede Bogotá; reflexionando siempre a partir de lo indisoluble entre concepto y materia, problema fundamental en la escultura. A través de una de nuestra herramienta, la palabra, compartimos con ustedes la entrevista que nos concedió.

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¿Qué opina del arte respecto al pensum de la educación media colombiana? Aunque hay espacios para la educación artística en los colegios, los profesores no tienen una preparación estética sólida o una pedagogía correcta, la mayoría de se queda en un concepto de manualidad u oficio. Los jóvenes acceden al arte por una búsqueda personal, através de los nuevos medios de comunicación y expresión.

Cada semilla tiene tallada una cara. En conjunto, componen un coro.

¿Cómo fue su tránsito de la arquitectura al arte? ¿Qué color y qué olor le recuerdan la ciudad? Viviendo en Bogotá, de joven, percibía la humedad. Recuerdo el color brillante y el olor neutro de la escarcha y el granizo (muy habitual en la montaña).

¿Cómo percibe a Bogotá? En un modelo de 3 zonas: el centro, administrativo y referente de la ciudad; el sur, donde se produce; el norte, donde se consume. Por mi oficio recorro el sur con sus innumerables talleres de trabajo en metales, madera, vidrio, arcilla, fundiciones, depósitos de chatarra; acumulación de objetos que cumplieron su función y adoptan nuevos significados; es ésta la ciudad que me inspira e interesa.

¿Cómo ve a Bogotá en 10 años?

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La ciudad es un organismo expansivo y absorbente. Bogotá no es la excepción de ciudad contemporánea: se extenderá sobre el verde e involucrará en su metabolismo a los municipios cercanos, Chía, Cota, Soacha (así como se apropió de Fontibón, Usaquén y Suba) En el actual sistema consumista, un desarrollo armónico entre naturaleza y cultura no es posible, el fenómeno de la conurbación es irreversible.

Cuando estudié arquitectura no sabía del arte. La arquitectura era lo más parecido a lo que venía realizando desde pequeño: un afán constructivo, en el que relacionaba mano y mente. Así desarrollé la capacidad para realizar un proyecto a través de modelos. Últimamente invierto el proceso: producir lo arquitectónico desde la mirada del escultor.

¿Cuál es la relación entre escultura y ciudad? Se debe pensar la ciudad como una gran escultura ambiental. Una sociedad más justa y equilibrada generaría espacios proporcionales entre lo natural y lo artificial, lo productivo y el ocio, lo privado y lo público. La máxima rentabilidad aplicada al suelo y al espacio urbano genera asimetrías que descomponen el tejido social. No debemos claudicar en pensar la ciudad como una obra de arte. La escultura se establece en la ciudad tradicional como elemento referente de una historia oficial; en la modernidad, se instala en la funcionalidad urbana, como marca o símbolo, ayuda a ubicar y memorizar espacios. Lo interesante de las nuevas propuestas es la mezcla entre arquitectura y escultura, el nuevo Museo de Bilbao del arquitecto Gehry es un buen ejemplo.

Dada la mutación del mundo análogo al mundo digital que vivimos hoy ¿en qué lugar queda la escultura? Es un proceso global y totalizante que afecta toda la producción simbólica. Yo trato de recorrer un camino cauteloso con la inmate-


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Una piel de smog que se derrite ]

Su material favorito es la madera de Santa Marta

rialidad; la cultura que viene de la piedra, el mármol, el bronce, a los nuevos materiales: aluminio, vidrio, acero; está en un proceso de inmaterialidad, producimos más espacio y energía con menos materia.

¿Cuál ha sido el cambio más notorio que ha tenido el arte en Colombia, desde que empezó su proceso hasta el presente? Ha sido un proceso internacional. A partir del arte minimal se desplaza lo sensible a la idea; el primer plano que tenía el oficio se traslada y, genera un producto enfocado en el plano de lo inteligente. Con este giro lo textual estará en el foco, los críticos y curadores (especialistas en el discurso) tendrán más poder, inclusive más presencia que el artista mismo. En mi caso no es lo ‘inteligente’ lo que más interesa, trato de moverme en el campo de lo invisible y sensible de la materia.

¿Cómo cree que se fortalecería el arte joven en Colombia? El artista joven debería recorrer dos caminos: si terminó sus estudios, moverse fuera del país. El otro camino sería sumergirse en la Colombia profunda, el Pacífico, Amazonas, el Caribe, etc. Los estímulos del gobierno y las escuelas de arte deberían propiciar todas las posibilidades. Hay que advertir que el nuevo mercado de Arte está agarrando al artista y si él no vislumbra el camino verdadero, lo ancla en la estructura comercial.

¿Cómo ve el espacio de las galerías en Colombia?

Son un fenómeno reciente, incipiente e informal. Un mal necesario que puede darle soporte financiero al artista. Una cosa es el mercado de arte y otra, el arte. En el mercado internacional con las subastas y poderosos coleccionistas, inflan precios y manipulan artistas, como en la especulación mercantil. ¿Por qué surge su gran atracción por la región Caribe? Soy un ser andino. Nací y he vivido la mayor parte del tiempo entre las montañas: Fresno, Manizales, Medellín, Bogotá. Ahora busco el horizonte del mar en el Caribe, una de las regiones con más diversidad étnica y biológica. La singular cercanía del mar a los picos nevados de la Sierra Nevada de Santa Marta origina un territorio particular.

¿En qué proyectos se encuentra trabajando actualmente? Desarrollo trabajos de Arte Ambiental en la región Caribe. Inicié ese proyecto en el Museo Lía Bermúdez Maracaibo, en la V Bienal barro de América (2004). Realizó en Cartagena el proyecto Jardín de Medusas, una escultura ambiental que será sumergida en el mar en la Isla Barú, para convertirse en Arrecife de coral. En abril se realiza en Ciudad de Panamá la primera Bienal del Sur, fui seleccionado con la instalación palafito; escultura arquitectónica y ambiental de gran formato; que será instalada en una ciénaga a la que puede acceder el público para observar vida acuática.

Es así como la disciplina y la pasión por la escultura lo ha llevado por diferentes caminos, que convergen en el hecho de nunca parar de crear, amar su oficio que lo lleva hasta donde él quiere. La conciencia de espacio y sociedad se insertan en el pensamiento de Botero como una frecuente intriga, llevándolo a resolver inquietudes desde su predilección: el arte.

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Acracia Proyecto de Investigación Editorial Tiene el agrado de invitarle a la presentación del testimonio novelado

Hablarán de mí Fabiola Calvo Ocampo

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Presenta Hollman Morris

Lunes 29 de abril de 2013 26 Feria Internacional del Libro de Bogotá Sala José María Vargas Vila, Corferias 15:00 – 16:30 p.m.

Hablarán de mí

es un testimonio novelado con tintes algo surrealistas. Está escrito a partir de hechos y lugares reales; nombres reales y ficticios; en lugares y paisajes de Colombia y Madrid, donde entran en escena la memoria y su juego de dimensiones. El recuerdo adquiere vida en un continuo diálogo entre pasado y futuro, un juego ente la vivencia cotidiana con el discurso político, motivo por el que aparecen documentos de archivo que evidencian dos importantes momentos de la memoria política en Colombia. La narración inicia cuando Amalia, una periodista vinculada a la izquierda en actividades políticas clandestinas, intenta relacionar dos hechos en un mismo lugar pero en diferentes tiempos históricos. Desde ese momento, los acontecimientos se suceden: es asesinado su hermano Oscar William, experimenta una extraña situación en la que, al tiempo que asiste al reconocimiento y entierro de su ser querido, sigue compartiendo tiempo y espacio con su recuerdo. Desde la memoria presente y palpitante, su hermano

pide que se le organice una fiesta de despedida...en medio de la rumba Oscar William se esfuma tras la neblina. Desde entonces, la vida de Amalia transcurre entre la realidad y la ensoñación, en un juego continuo de tiempo y espacio. Las circunstancias la obligan al exilio en España. Luego, un impulso la lleva a regresar a sus raíces. Se reencuentra con su pasado y un momento inesperado la devuelve al espacio intermedio que conoció tras la muerte de Oscar William, donde conviven los vivos y los muertos. Este libro es escrito por Fabiola Calvo Ocampo, doctora en Ciencias políticas y sociología. Investigadora de los fenómenos sociales y políticos de Colombia, docente y consultora, así como reportera y corresponsal internacional. Actualmente es coordinadora de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género y dirige el programa Ni Reinas ni Cenicientas en el Canal Capital de Bogotá. El prólogo del libro lo realizó el conocido periodista Hollman Morris, el que presentará el libro el día del evento. Asimismo, la ilustración de portada y contraportada fueron hechas por la artista Manuela Calleguerrero.


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Eros La pasada edición cortamos pelos gruesos y rizados, depilamos axilas y bigotes y, sacamos uñas encarnadas. Porque lo que está en la carne, eso interno que llaman pasión, es el motor creativo del artista. Eros es la explotación de la imaginación y el recuerdo. La palabra como herramienta de la narración. Lo que nos cuentan y queda en la memoria. Fotografía: Nicolás Correa / nico-correa@hotmail.com


eros • entrevista

Sempiterno Por: María José González / mariaj.baez@hotmail.com Foto: Angélica Conde / angelicacondeg@gmail.com

es dije que me marcharía a las 3 p.m. porque no quería soportar TransMilenio en horas pico. Ya saben: los apretujones, pedir perdón al subir, como si estuviera cometiendo un crimen, y estar pendiente de que no me robaran cuanta chuchería cargo en el bolso. Les dije que me tomaba un café y me marchaba, pero el café se alargó. —¡Cinco de la tarde, el TransMilenio está repleto!— grité. Repartí sendos besos y me fui. Caminaba por la 60 hacia la Caracas, cuando el goterón que me cayó en la coronilla anunció el aguacero. En dos minutos, los transeúntes y yo nos transformamos: éramos hormigas con antenas y tres pares de patas que corrían hacia la estación de la Calle 63. No nos distinguíamos. Íbamos uno tras otro esquivando charcos, apurando al semáforo para que se pusiera en rojo, y luego, haciendo fila para comprar el tiquete. En la estación tuve que decirle al montón de hormigas aglutinadas en los cristales aquellas palabras odiosas para subir: “Perdón, ¿me deja pasar?”. Adentro, en medio de una docena de insectos, hallé un rinconcito entre la puerta y una muchacha sonriente que no dejaba de revisar su celular.

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“Su cuerpo no estuvo solo de paso; el camino que trazó su sangre inscribió en el asfalto su nombre para la posteridad” Un hombre a mi lado me dio un codazo, como diciéndome que me quedara quieta. Miré a los demás pasajeros y los detesté. ¿Qué podríamos tener en común? En ese infierno gris éramos bultos de ropa que se esforzaban por no incomodar al otro con la respiración. Debía bajarme en la estación de Las Aguas, pero me violentaba continuar en un lugar que no me pertenecía. Entonces, abandoné el bus en la estación de la Av. Jiménez. Quise calmar la sensación de desarraigo. Encendí un cigarrillo y caminé presurosa. Cuando llegué a la Séptima recordé a Juan Roa: Creía que él era su dueño, por lo menos desde la calle 16 hasta la Plaza de Bolívar, porque, a diferencia de las demás personas, su cuerpo no estuvo solo de paso; el camino que trazó su sangre inscribió en el asfalto su nombre para la posteridad. En cambio, yo era una simple hormiga que caminaba sin saber muy bien hacia dónde me dirigía, que dudaba, incluso, de la dirección exacta de mi casa.

Si me ahogara en Los espejos de agua—pensé— sería su dueña. Pero ni eran espejos, ni contenían agua; apenas orines y basura. Una mano que se extendió me alejó de mis pensamientos suicidas. El anciano recostado en el portón de la Librería Lerner pedía con voz trémula una monedita para un pan. Desde que salí del café nadie me había hablado, por eso me incliné y le di $500. Al ponerme de pie, sonreí como aquella muchacha del TransMilenio. Reconocí en esa esquina el vestigio de un encuentro y supe que no era necesaria una muerte para reconocerme en algún lugar. “Puedo vivir aquí, encima de unos cartoncitos si te quedas conmigo”— me había dicho Marco Andrés el día que nos cuadramos, justo ahí, a la entrada de la Lerner. Ya no estábamos juntos, es cierto, pero éramos un recuerdo anónimo, habitante sempiterno de ese trozo de ciudad.

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Instantáneas Por: J.J Ortega / jota.ortega@gmail.com Ilustración: Laura Catalina Mendoza / kukumalu_32@hotmail.com

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l dedo de Dios escupe una brisa colérica y penetrante que se filtra entre los montones de libros olvidados y jamás leídos sobre el borde de la ventana. Una densa nube de humo domina la parte alta de la habitación y las sombras en el suelo me dicen que todavía es de día. La brisa se diluye en la nube como el río que muere en la boca del mar. Todo es desorden. La extensión en pleno del lugar está llena de discos viejos, basura y películas piratas. La música me ha agotado y tengo la necesidad de escapar del mutismo que se apodera de mis fines de semana y dejarme tocar por el sol, hablar con alguien de esto y aquello, sentir. El televisor se estremece con la idea de mi partida y me seduce con su pose triple A, mientras me prostituyo entre las tetas y culos de la parrilla satelital. Camino. Un gamín me pide plata en la diecisiete y le contesto de la peor manera mientras el pecho se me infla de orgullo por mi reacción de chico rudo, más aun cuando se me cruza una loca musculosa que me recuerda lo que jamás quisiera ser, y libero toda mi actitud masculoide hasta en el más mínimo movimiento como efecto colateral de mi negación inconsciente que me grita al oído: —Usted no es eso, huevón. Respiro. Una nata de smog adorna el pañuelo con el que me limpio la nariz. El sol se rinde ante la columna de alquitrán que se adueña del cielo bogotano. Estoy en el Parque Nacional y los seres que la ciudad nos acostumbra a ignorar comienzan a salir de sus madrigueras. Observo las sombras desplazándose de aquí para allá mientras enciendo un cigarrillo que consumo en tres

cuadros fulminantes de ansiedad prematura y me dirijo determinante a la boca de la caverna. Es la hora. Entro. Atrás no solo quedaron los rezagos de polución y gente danzante en las calles, de gritos ahogados en medio del caos vehicular, de puestos de cigarrillos en las esquinas, atendidos por matronas escondidas bajo tres capas de ruanas. Atrás también quedó mi vida conocida. Esa de la que todos creen saber y que todos desconocen. Aquí soy yo, o por lo menos una parte de mí lo es. Aquí soy solo carne. Lo que queda expuesto cuando todas las máscaras de la vida cotidiana han terminado su acto. Avanzo. Me deslizo entre oscuros corredores, cortinas desleídas y miradas inquietantes. Algunas manos salen de la nada y se acercan. A veces demasiado. Esta es la droga que me reduce y me hipnotiza con sus piernas abiertas y ante la cual cedo sin vacilaciones conociendo bien las consecuencias. Termino en un mezzanine a plena luz con filas enteras de casilleros, una toalla en la mano y una llave en la otra. Por los corredores que se dibujan al fondo fluctúan rudas siluetas ausentes de prenda alguna, clandestinas, expectantes. Son los murciélagos que esperan en la profundidad de la caverna con los ojos brillantes y los sentidos abiertos. Todos ellos buscan algo. Todos estamos aquí por la misma razón. Un halo de vergüenza se me atora en la garganta y se va diluyendo a medida que asumo mi rol. Me entrego al personaje que no soy mas que yo mismo. Me despojo de mis ropas con una naturalidad que a veces me asusta. En una esquina un tipo también revela sus formas y no deja de mirarme… —hola.


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ entrevista ]

Aquí soy solo carne. Lo que queda expuesto cuando todas las máscaras de la vida cotidiana han terminado su acto.

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La memoria atropellada III

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Por: Andrés Gulla-Ván / fabian.gulla@gmail.com Foto: Daniel Lara Cardona / vanjerono@gmail.com


¿Qué se esconde bajo la lluvia? [ Dos amigos jugando frisbee ]

ecuerdo haber pasado las noches caminando de arriba abajo las mismas 4 avenidas que atravesaban la ciudad, haber desgastado piel en largas jornadas. Recuerdo haber visto una gran pirámide blanca en medio de árboles y un enrejado, cuando mi padre me dejaba en la habitación mientras él estudiaba; y haber pasado el tiempo en el tercer piso de esa casa, en cuyo primer piso había una tienda y al frente un parque, jugando con mis cartas de pokemón. Recuerdo cuando me encerraba en el cuarto para alejarme de las 13 almas con las que viví por un tiempo, y me encerraba para fumar marihuana y masturbarme y salir días después, cuando la noche ya no aguantaba su peso y se hacía de día. Recuerdo gastar cientos de miles en libros y música y trago barato y haber armado fiestas en 10mts², y despertar 14 horas después con una ceja menos y brownie embadurnado en las paredes. Y escribir con mi semen en esas mismas paredes “váyase”, cuando decidí no vivir más en ese lugar. Recuerdo conocer muchos Carlos, y Jairos, y Javieres y Marías y Andreas y Carolinas y Saras y Danieles y Diegos. Recuerdo haber dejado los vicios, las carnes y el sexo impuro, haber rezado y cantado los sagrados nombres. Recuerdo haber escrito odas obscenas en algunas puertas, haber clavado el bisturí en maderas y pieles para tallar alguna palabra desjuiciada. Recuerdo conocer santos y demonios con solo caminar 15mts en la candelaria. Y con nostalgia haber encontrado la pirámide blanca 12 años después, el mismo día que conocí Suba. Recuerdo haber caminado sin una idea clara, ser asaltado en la calle 53 cuando un bien vestido pidió un minuto de escucha. Haber golpeado caras y costillas ajenas, intentado imaginar el rostro de ese personaje a quien quise culpar de varias desgracias, pero no todas. Y recuerdo haber sembrado árboles, escrito páginas y páginas, haber abortado, así sea imaginariamente, un puñado de hijos. Y viajar 15 horas en bus, para regresar a la casa que de todas formas abandonaría. Y haber follado en una piscina, en el baño de un bar, en el suelo frío de cerámica, y en otras ciudades borrachas, drogadas; haberle quitado la virginidad a 4 muchachas, una solo porque nunca lo había hecho con hombres. Haber seducido con la palabra embustera, con el manualito impostor bajo el brazo, jalar y ceder hasta conseguir la mujer de ese momento. Recuerdo haber caminado sobre el puente de guadua, y haber besado y tocado allí.

Recuerdo haber visto la misma arma apuntarme dos veces (en la misma noche) y pensar en todas las escenas de acción que he visto y no haber hecho nada, tan solo ofrecer un trago de ron con coca-cola, haber disuadido al matón para que confirmara que nadie fumaba marihuana. Y haber sentido el metal frio en mi espalda, rehusarme a entregar el celular, y aun así, después de eso, seguir caminando a las 3am, con un destornillador en la mochila, y ser abordado por un tipo en un twingo rojo, quien me ofrecía llevarme a casa, con la intensión de sodomizarme. También recuerdo haber nacido y crecido en una ciudad donde no manda nadie, donde el diablo camina de noche y los duendes tienen su casa. Haber distinguido el amor y perderlo cuando el perico y los ácidos marcaron una línea de cientos de kilómetros. Y haber salido con bisexuales que luego prefirieron el carisma femenino, no las culpo, yo también lo prefiero. No sé si fue cierto que, como me contaron, alguna vez estudié una carrera, que luego cambié por otra y otra más, hasta dedicarme a traficar letras y tipos con exagerada paciencia, hasta que estallaron las neuronas y empecé a vivir con artistas; que de vez en cuando escuchaba a mis compañeros de apartamento follar 2 y 3 veces al día con 2 y 3 personas distintas. Y haber leído a Proust, y haberme tirado ese curso, porque me quedé en el misterio de la madeleine, e intentar darle un gancho derecho al Ulises, y haber fracasado. Y cruzado líneas imaginarias, que llaman paralelos y meridianos, y regresar sin una camiseta de I LOVE NY. Alguien dijo que he subido a la torre Colpatria. Que desde allí he lanzado monedas de $100 con la esperanza de que atravesaran el cráneo de alguien. Que he hecho teatro, que he escrito poemas y novelas, y lo más difícil, cuentos. Que he bailado y caído ebrio sobre la carrera séptima al pie de un semáforo. Y desayunar tamal en el norte, en Alcalá. Y recuerdo limpiar mis lentes, y ver hacia el cielo, y ver como los motores de un avión expelían humo negro y luego estallaban. Haber roto la piel de mi codo, como papel de bajo gramaje, y ver asomarse tan virgen y limpio el hueso blanco. Y recuerdo haber rodado por unos montículos de pasto, mientras en el cielo estallaba la pirotecnia de algún festival. Y escribir sobre el fin de Bogotá por una bomba nuclear. Y recuerdo que muchas cosas, por verosímiles que suenen, jamás ocurrieron. También haber escrito esto con una intención que ya no vale.

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Niebla Por: Cristian Garzón / garzonortizk@hotmail.com Iluastración: Juan Camilo Monroy / anloyra@gmail.com

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abía caminado sin saberlo durante más de cuatro horas, ya no existía sudor que pudiera salir por sus poros. Las calles largas de la ciudad se le hacían interminables, ajenas a esa tierra donde pasó su infancia, lejos del bullicio de los autos, lejos de los hombres indiferentes a su sufrimiento, al cansancio filoso que se clavaba entre su carne. Falta poco, susurró el hombre que lo acompañaba. Él sin responder se limitó a mirarlo de reojo, pensando quizá, en lo que habría sido su vida si esos pasos que estaba dando nunca los hubiera dado, si ese miedo que avanzaba por sus músculos no lo estuviera consumiendo, impidiéndole correr con toda su fuerza por la avenida, a través del zumbido de los autos, a través del tiempo. Se detuvo volviendo la mi-

rada sobre las huellas inexistentes de sus pasos y una densa niebla negra, mortuoria, se extendió dentro de sus ojos oscuros. Sacudió la cabeza con fuerza buscando recuperarse, intentó dar un paso hacia adelante y se desplomó justo en medio de la avenida, sobre el asfalto indiferente, apuntando con la mirada hacia el pasado, dando la espalda al hombre que intentaba levantarlo. El aire se había hecho grueso, su nariz dilatada resonaba suplicando por un respiro, las gargantas confundidas pedían ayuda, sin siquiera saber de quién podrían recibirla. La sombra de la tarde dibujada por los edificios cercanos se arrastraba sobre la acera en busca de su cuerpo que, tumbado en el suelo, torcía el cuello hacia el cielo en busca de aire. Miró, sin quererlo, porque la vista y la vida se lo permitieron por un momento, al


hombre que estaba de pie frente a él llorando. había hecho sobre la ciudad, las manos de los médicos bombeaban con desgano aire hacia Quiso voltear en busca de las manos que emsu pecho, la brisa fuerte de la noche revolvía pujaban sobre su cuerpo obligándolo a ressu pelo con rudeza como si buscara encontrar pirar pero la oscuridad lo cegó nuevamente. su carne para proporcionarle alivio. El último ¿Dónde estuve todo este tiempo?, quizá eso aliento entró por sus labios abiertos, su pepensó, entregándose ya al desgano de la vida cho ya frío se congeló que se reconoce vencireconociendo el últida, queriendo recordar “y una densa niebla negra, mo respiro; y la niebla el calor del cuerpo de su mortuoria, se extendió dentro negra se regó por su madre, el palpitar de su de sus ojos oscuros” cuerpo. robusto corazón dentro de su pecho tranquilo El quince de en un día en que nada podía importarles, en agosto del año dos mil doce, en las calles de que nadie fue feliz a costa suya. Bogotá, murió un caballo sin nombre, sin Una tranquilidad extraña se regó por dueño y sin abrigo, tumbado en la intersecsus venas conteniendo de a poco el correr de ción de la calle 72 con carrera 7, desconocienla sangre por su cuerpo, dejó caer por comdo el dolor y sufrimiento que lo empujó hasta pleto su cabeza sobre el suelo. Ya la noche se la muerte.

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eros • eros

Bogotá 20 1 Por: Jeferson Mejía / nadie.mejia@hotmail.com Ilustración: María Paula Clavijo Duarte / mapolalola@hotmail.com

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Ciudad que amo porque no conozco otra; cuna no de acordeones sino de nostalgias, esperanzas, anhelos mecidos por la mano macabra de un tiempo que nunca fue ni será mejor. Jardín de iglesias, multitud de voces, barrios desordenados de casas apiladas una sobre otra cual piedra sobre piedra sobre piedra y sobre piedra, piedra, todas, a punto de derrumbase, entre otras, por tantas fiestas con aguardiente. Terreno baldío donde duermen reminiscencias que me atacan hasta conmoverme el azúcar desaparecida de la taza de tinto caliente del Café Automático que alguien que no era yo, bebió; puertas de un Palacio por las que entraron hombres de corbata, soldados y tanques, puertas de las que salió únicamente la muerte. Laberinto empinado de mi dolor. Calles rotas de miradas turbias, donde huelen a mierda las esquinas, las palabras, los zapatos y los gestos, el rencor. Luperca, loba desubicada que recibe y amamanta gentes que amo y odio con el alma. Criados con sangre y sudor y miedo, cuchillos de la indiferente mirada de quien mira sin ver a nadie de frente. Lástima y silencio y recelo caritativo que viaja en autobús. Grises las sonrisas, las palomas y las flores. Mudas las estatuas, las costumbres y los sueños: a veces, por las ventanas, los balcones y los ojos si no se pueden ver los cerros se puede ver el sol. Esta ciudad, mancha de aceite y humo, es como mi vida, nos movemos entre chiste y chanza dopados, acostumbrados y cansados de la violencia (la vida y las costumbres), nos escribimos cartas, bailamos como locos, cantamos desgracias, lloramos la vida y hacemos el amor.

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