La Voz De Dios, Cindy Jacobs

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56 mucha ira por el rico de la historia y exclamó: «Vive Jehová, que quien tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la Cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia» (vv. 5, 6). Después de esto el profeta Natán manifestó un fuerte juicio y David fue profundamente convicto de su pecado. ¿Por qué era tan fuerte la convicción? Una razón podría ser porque era redentora aunque incluyera el juicio. El profeta habló de lo bueno en la vida de David, de su sentido de justicia, del bien y del mal. Habló de su destino, en Dios, como gobernante. Esta clase de profecía redentora o correctiva es una estrategia importante en el aprendizaje de la profecía y se discutirá más en posteriores capítulos.

Proclamas redentoras Otro ejemplo de mensaje profético redentor se da a través del ángel Gabriel a María, la futura madre de Jesús. Ella se debió asombrar del anuncio: «Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS» (Lucas 1.31), algo resonó dentro de ella que le decía que esta proclama era verdadera. He hablado de que cuando cada niña del tiempo de María alcanzaba la pubertad se le proclamaba: «¡Quizá seas tú!» ¿De quién hablaban? Claro, de la madre del Mesías, por supuesto. Es posible que los pensamientos de María giraran rápidamente hacia las profecías acerca de que el Mesías era de la casa y del linaje de David. Ella era descendiente de David, así como José, su desposado marido. Para confirmar más que venía de Dios lo que Gabriel decía, él le dio algunas interesantes noticias: «Tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril» (v. 36). ¿Recuerda que dije que a Dios no le importa confirmar su mensaje? Las preguntas que María hizo al ángel fueron respondidas de tal manera que resonaron en ella y fuera de su corazón, y prorrumpió en llanto: « He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra» (v. 38). El Señor, en su misericordiosa manera redentora, sabía que lo que la pequeña María enfrentaría era monumental en su cultura (dije «la pequeña María» porque las ninas eran generalmente desposadas después de la pubertad, alrededor de los catorce años más o menos). Una consecuencia de embarazo fuera del matrimonio era la muerte por apedreamiento. Sin embargo, el Padre celestial de María tenía un refugio para ella que protegería, fortalecería y confirmaría lo que dijo el ángel: el hogar de su prima Elisabet. ¿Recuerda cómo el ángel Gabriel dijo a María que su anteriormente estéril prima iba a tener un hijo? ¡Si yo fuera María, desesperadamente habría querido ver a Elisabet y averiguar si estaba embarazada, para no pensar que había tenido alucinaciones angelicales! No creo que Dios quisiera que María tuviera que esperar un segundo más de lo necesario para esta confirmación. En el momento en que dio la salutación a Elisabet sucedió algo emocionante: La criatura saltó en su vientre y ella empezó a profetizar a voz en cuello: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parle del Señor (vv. 42-45, cursivas añadidas).


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