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BUENOS AIRES, MIERCOLES 13 de junio de 2012

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El estigma del mal alumno Las etiquetas dentro del aula encasillan a los estudiantes y repercuten en sus aprendizajes. Cuáles son las consecuencias de rotular el “fracaso” en la escuela. Qué pueden hacer los docentes para evitarlo. Páginas 2 a 5

Nunca es tarde para la ópera Personas de todas las edades y diversas situaciones sociales se reúnen cada fin de semana para aprender canto lírico. Ahora muestran su arte en las tablas. Pág. 8

Africanos en aulas argentinas Pág. 7


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>> informe para docentes y padres getty images

El dedo señalador del adulto sobre los “malos” alumnos genera un rótulo que bloquea al estudiante y le hace internalizar categorías de fracaso: de esa manera, el chico pierde confianza en sí mismo. El docente es responsable de evitar estas etiquetas en clase.

El peligro de encasillar entre buenos y malos Esos rótulos son repetidos por los alumnos y, a veces, también por los docentes y directivos del colegio. Perjudican al estudiante señalado y al resto del grupo. Qué hacer para evitarlo. Leila Mesyngier

Especial para Clarín

Profesor, a mí no me da la cabeza”, “No soy buena para las matemáticas”, “La universidad no es para mí”, “Soy un repetidor, igual que mi hermano”, “Con él no trabajo porque se porta mal”. Estas frases suelen oírse en la boca de niños, niñas y adolescentes que han sufrido un encasillamiento bajo el rótulo de “mal alumno”. Se trata de estudiantes que escucharon, en reiteradas oportunidades durante toda su trayectoria académica, que no tienen las capacidades suficientes para atravesar, de manera exitosa, el proceso de aprendizaje. Cuando ese estigma es repetido por los adultos tantas veces, termina siendo aceptado y apropiado por el alumno y sus compañeros. “Para el sentido común un mal

alumno es alguien que no tiene las capacidades cognitivas para aprender lo que la escuela enseña. Pero de acuerdo a diversas investigaciones, tener éxito es más aprender reglas de funcionamiento interno de la escuela que ser competente desde el punto de vista cognitivo”, explica Gabriela Fairstein, profesora de Psicología Educacional en la Universidad de Buenos Aires y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y vicepresidenta de la Organización para la Educación Preescolar. Esto quiere decir que existe un “oficio de alumno” para el que se necesita aprender las habilidades propias de su rol en la escuela: quedarse quieto, levantar la mano para hablar, hacer lo que dice el docente y no lo que uno quiere, aprender a comportarse en grupo. El mal alumno es aquel que no logra aprender esas destrezas, concluye Fairstein.

El niño rotulado como “mal alumno” se siente menos que los otros y no confía en su capacidad de aprender

Detrás ese rótulo también se esconden otros atributos que no sólo tienen que ver con la supuesta falta de capacidad o inteligencia, sino también con el mal comportamiento, el desafío reiterado a la autoridad, el origen social y has-

ta ciertos atributos físicos que se equiparan a la identidad total de ese estudiante como la gordura, la altura, el color de la piel, las facciones... En este caso, “el estigma funciona atribuyendo una cualidad a toda la identidad y eso resulta vergonzante”, sostiene Carina Kaplan, doctora en Educación, profesora de la UBA y de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora del CONICET. De acuerdo con Graciela Gómez, docente de Geografía e Instrucción Ciudadana en cuatro escuelas de zona norte, el estigma no funciona sólo en relación al rendimiento académico: “Hay que tener en cuenta que no pasa solamente por si aprueba o no materias, sino que también hay que ver si ese alumno tiene compañeros que lo apoyan o está solo, si es ignorado por los demás, y eso dificulta que se concentre, se integre y aproveche sus capacidades” en el aula.

Por eso las especialistas y docentes consultadas acuerdan en que la etiqueta del mal alumno es perjudicial para el que la recibe y para todo el grupo, que se pierde de las opiniones y saberes del chico estigmatizado. Además, afirman que siempre es responsabilidad de los adultos ayudar a esos estudiantes a romper con ese rótulo. “El mal alumno es un síntoma de que algo no está funcionando bien, de que debemos hacernos cargo los adultos de buscar una solución y no cargar las tintas sobre la supuesta falta de capacidad o déficit de inteligencia o talento del niño o del joven –dice Carina–. Ya tienen suficiente los niños o jóvenes con el hecho de colgarles el cartel de mal alumno que, en general, opera como un estigma. Este rótulo provoca que los estudiantes así clasificados internalicen categorías de fracaso, vayan formándose una autoimagen negativa sobre


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>> CONSEJOS PARA PADRES

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No someterse ni violentarse por los estigmas que reciben los niños. En lugar de pelearse con la escuela o sus autoridades, lo ideal es conversar con el docente y con todos los referentes escolares que sean necesarios. Siempre el diálogo es el mejor camino para empezar a encontrar las soluciones.

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También se pueden buscar otras voces fuera de la escuela. Puede ser alguna institución del barrio, otros interlocutores, o incluso otros padres.

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Es importante tomar la situación con la mayor seriedad posible para poder entender por qué ocurre y salir de esa estigmatización.

Ricardo Braginski

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Colaborar en la mejora de la autoestima de los hijos en el hogar ayuda a que enfrenten mejor el oficio de alumno en la escuela. Demostrar que uno cree en sus aptitudes.

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Conversar con el niño o adolescente que está atravesando una situación de estigmatización, escuchar lo que le

rbraginski@clarin.com

pasa, lo que piensa. Establecer espacios y momentos de diálogo en el hogar.

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Involucrarse con las actividades escolares y la tarea que los niños y adolescentes traen a casa. Estar al tanto de sus tareas cotidianas es otra forma de mostrar interés en sus asuntos.

fernando de la orden

TESTIMONIO 1 Graciela Gómez 8 años de docencia Docente en los institutos Winter Garden (Victoria), Marcelo T. de Alvear, José Hernández (Don Torcuato) y Riverside (Acassuso) e Hablar de “mal alumno” es jus-

tamente categorizar un problema que va más allá del desempeño de un chico en el aula. Cuando comenzás a profundizar sobre la situación socio-familiar y económica, encontrás aristas que forman parte de la personalidad del alumno y se manifiestan en clase. e Los problemas son muy varia-

das: desde violencia familiar, autoestima muy baja, dificultades cognitivas, ausencia de padres en el acompañamiento escolar, falta de preparación del docente, tiempo madurativo diferente al resto de los compañeros, elitismo entre los alumnos, etcétera.

graciela

e El trabajo docente necesita del

apoyo de la familia y, a veces, del departamento psicopedagógico. La mejor forma que tenemos de ayudar es escuchar a los chicos.

Graciela Gómez señala que muchas veces la categoría de “mal alumno” encubre otros problemas del chico.

sus posibilidades para aprender y tiendan a sentirse menos que los otros”. Asimismo, mientras exista esa etiqueta significa que hay otra que señala y destaca a un estudiante como “bueno” o modelo. Sin embargo, la escuela es el lugar para desafiar las diferencias y potenciar las oportunidades bajo condiciones sociales y pedagógicas comunes para todos. No hay niños que nacen para aprender y otros para fracasar, aseguran los académicos, pero ¿cómo va a creer un estudiante que puede aprender si percibe que los adultos no confían en sus capacidades y potencialidades? ¿Quién es responsable de que el chico suba su autoestima, que aprenda las habilidades del oficio de alumno, que sienta que tiene oportunidad de tomar sus decisiones una vez que termine su escolaridad?

Responsables mayores de edad Cuando el estigma funciona, y el estudiante se cree que es efectivamente un mal alumno, es probable que muchos adultos consideren que es responsabilidad del ese niño, niña o adolescente cambiar el rumbo de su proceso de aprendizaje o, incluso, de su entorno familiar. Otras corrientes advierten que es la escuela la que debe traducir los códigos a todos los alumnos. “El etiquetamiento conduce casi sin mediaciones al fracaso escolar. Las escuelas están pensadas para ser uniformes; si bien se pueden contemplar caminos remediales para quien no puede seguir el ritmo impuesto, no dejan de ser remediales, como por ejemplo la necesidad de una maestra particular”, explica Gabriela Fairstein. Por otra parte, también la familia debe estar atenta a no generar o reproducir estas etiquetas. En la

El docente siempre debe creer en las posibilidades de sus alumnos y ayudarlos a salir de las etiquetas

experiencia de Lucía Rodríguez Virasoro, psicopedagoga y docente de institutos de educación superior de la provincia de Santa Fe, hay varias razones que llevan a un alumno a ser estigmatizado. Pero lo que más marca esa ten-

dencia es la “triangulación que se genera entre el niño, su familia y el entorno educativo; el tipo de mensaje que los adultos le transmiten a través de las palabras, de lo actuado, su propia experiencia de vida en relación con la escuela y las expectativas puestas en él por sus padres”, asegura. Además, resulta fundamental plantear una mirada crítica acerca de cuál es el parámetro que se utiliza para clasificar entre “los buenos” y “los malos”. “¿No nos estaremos perdiendo la posibilidad de ver otros atributos o virtudes de los alumnos si tan sólo nos dedicamos a encasillarlos en esta categoría? ¿Por qué empobrecer la mirada sobre los alumnos?”, se pregunta Carina Kaplan. Según Verónica Lozano, integrante del equipo de apoyo del área de Ciencias del Colegio Sarmiento, de Recoleta, “el estigma es destructivo: no sólo es

No cualquiera sale de esos rótulos La historia es conocida, pero conviene recordarla una vez más. Luiz Inácio Lula da Silva se presentó por primera vez como candidato a presidente del Brasil en 1989, pero no pudo con el muy establecido Fernando Collor de Mello. Volvió a intentarlo en 1994, y fue derrotado, casi por paliza, por Fernando Cardoso. Una vez más lo intentó en el 98. Finalmente ganó en el año 2002, con la mayor cantidad de votos presidenciales en la historia de ese país. Hoy es un líder indiscutido de la política mundial. ¿Qué hubiera pasado si ante las primeras derrotas Lula hubiera asumido la etiqueta de fracasado? ¿Hasta qué punto esa estigmatización hubiera derivado en un proceso de “profecía autocumplida”? Lula logró sobreponerse al rótulo de “mal candidato” y siguió adelante con su carrera. Pero en la escuela y la educación es distinto: los chicos que caen bajo la trama del estigma del “mal alumno” difícilmente logren salir de ese lugar. En esta nota de Clarín Educación, especialistas y docentes reflexionan sobre esta cuestión de enorme relevancia para cualquier proceso de enseñanza. Y nos dan claves para ir desarmando los estigmas. Desde prepararse para acompañar los ritmos de cada alumno, hasta pedir ayuda cuando la situación lo amerita, buscar que no sean siempre los mismos quienes participan, o armar actividades en grupos pequeños y diversos. Aunque nada será más importante que demostrarles a los chicos –con palabras y actitudes– que uno cree en ellos y confía en sus capacidades. No hay mejor institución que la escuela para hacer más igualitario el acceso a las oportunidades sociales. No dejemos que las etiquetas le pongan límites a la gran cantidad de Lulas que hoy pueblan las aulas argentinas.

Consejo Asesor Tres especialistas contribuyen a definir los temas y el enfoque de las notas en Clarín Educación. Rebeca Anijovich

Especialista y Magister en Formación de Formadores (UBA). Docente en UBA y Univ. San Andrés. Asesora en escuelas argentinas y latinoamericanas.

Guillermo Jaim Etcheverry

Médico y doctor en Medicina (UBA) Ex rector de la UBA. Miembro de la Academia Nacional de Educación

Juan José Llach

Licenciado en Sociología (UCA) y en Economía (UBA). Ex ministro de Educación de la Nación.


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>> informe para docentes y padres estrategias para el aula 1. La maestra que se equivoca puede ser un buen ejemplo

2. Acompañar el ritmo de cada niño

3. El dialogo, un buen recurso contra la discriminación

Animarse a aceptar errores delante de los alumnos puede ayudar a librar a los niños y adolescentes de la responsabilidades de no equivocarse. Ver que el maestro también se equivoca y puede salir del error sin trauma es un buen punto de partida para que los chicos aprendan a admitir los errores propios.

No todos los alumnos tienen el mismo ritmo de aprendizaje. Para acompañar los diferentes tiempos de los chicos, el docente debe prepararse bien. Y, si es necesario, no dudar en pedir ayuda.

Cuando surgen comentarios que estigmatizan a un alumno por una supuesta incapacidad intelectual, origen social, idioma, religión, sexualidad o su aspecto físico, puede ser beneficioso para el grupo frenar la actividad y abordar la discusión. Con dialogo es posible borrar etiquetas.

néstor garcía

víctima el estigmatizado, sino todo el grupo que pierde el gran potencial del aprendizaje colectivo”. Alejandra Masgoret, docente de Biología y compañera de Veronica en el Colegio Sarmiento, añade que esos estudiantes “vienen muy golpeados. Vos les explicás y dicen: No entiendo porque soy bruto. Revertirlo es un trabajo de hormiga, individual, y muy difícil”.

testimonio 2 Alejandra Masgoret y Verónica Lozano 5 años de docencia. Docentes de Biología y de Ciencias en el Colegio Sarmiento, de barrio norte. e El estigma del mal alumno

está dado por nosotros frente a un alumno que no responde. La categorización circula entre los docentes y el chico lo asume como propio, se lo termina creyendo. e Salir de eso es un trabajo cons-

tante y de hormiga, pero cuando vos demostrás al alumno que no es que él no entendía sino que vos no le sabías explicar, puede cambiar. e En el aula a veces se potencian

estigmas que están en la calle y en la tele, y el docente no sabe qué hacer. No tiene que ver con nuestra formación docente sino con nuestra formación humana.

verónica alejandra Alejandra y Verónica subrayan que los chicos necesitan ser escuchados.

¿Callejón sin salida? Las tácticas para salir de las etiquetas de los malos alumnos son variadas y, así como muchas veces fueron iniciadas por los adultos, son ellos también los responsables de proponer soluciones. En primer lugar, las instituciones y los docentes deben permitirse reflexionar sobre la mirada que construyen respecto a los estudiantes. “Ciertos estigmas funcionan con fuerza porque están naturalizados. El primer paso, entonces, es visibilizarlos. Las instancias de formación docente y de capacitación colectiva son una herramienta importante”, indica

Kaplan. Por otra parte, muchas veces se observan adjetivaciones peyorativas en los informes grupales o individuales. Y lo cierto es que esos diagnósticos “son fotografías de momentos precisos de la trayectoria escolar y sirven para retroalimentar las estrategias de enseñanza. Pero no deben transformarse en un veredicto condenatorio. Es decir, todos clasificamos a los otros. La cuestión es cuando esa clasificación que rotula al mal alumno se transforma en una sentencia o veredicto escolar”, continúa Kaplan. Otra forma de ayudar a ese estudiante es “no encasillarlo según los rótulos que le hemos puesto. Esto nos permitirá tomar cada nueva actividad como una oportunidad para que dé lo mejor de sí, para desafiar sus posibilidades traspasando los límites de lo que sabemos que puede hasta ese momento”, propone Lucía Rodríguez Virasoro, docente hace diez años. Para las profesoras del Sarmiento, en tanto, “el docente tiene que creer, tiene que poder valorar las


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4. Armar grupos con el acento 5. Discriminación puesto en la diversidad

6. Los docentes deben combatir sus prejuicios

Incluir a otras voces, para que no sean siempre los mismos alumnos los que participan. Es muy importante indagar qué piensan los que no se animar a hablar en voz alta. Y cuando se trabaja en grupo, mezclar en una misma mesa de trabajo a estudiantes con saberes diferenciados.

Discutir y reflexionar con otros colegas la mirada que se construye en la escuela sobre cada alumno. Los estigmas circulan por los pasillos del colegio tan rápido como el viento y una de las formas efectivas de combatirlos es hacerlos visibles para los propios adultos.

distintas capacidades, los diferentes intereses. Hay que trabajar la construcción colectiva del conocimiento, crear una dinámica dentro del aula que valore y empodere la diversidad. Hay que trabajar desde lo grupal y fortalecerlo con el uno a uno. Un adulto que demuestra que cree en vos, es un adulto que deconstruye la estigmatización y genera un punto de inflexión”. Por último, están las interacciones subjetivas entre adultos y niños o jóvenes. “A veces hay cosas que no manejamos, como las relaciones entre dos seres humanos, donde pasan cosas. Puede ocurrir que un alumno nos cae mejor, nos recuerda cuando éramos chicos o lo que no pudimos ser. Hay que tener cuidado de manejarlo de manera profesional”, advierte Fairstein. De todos modos, la especialista asegura que muchísimas escuelas “están trabajando cada vez mejor estos temas, cada vez más docentes se plantan de manera distinta. Hay que tener coraje, entender que el poder de la palabra es muy grande y los niños reciben lo que los adultos dicen en estado de indefensión”. En este sentido, Kaplan concluye: “La escuela abre un espacio de posibilidad simbólica inigualable en nuestra sociedad: abre el mundo de las letras, abre la ventana para vivir juntos con otros diferentes y de diversas generaciones”.

su opinión ¿Cómo evitar y combatir las etiquetas dentro del aula? ¿Es posible revertirlas después de que un alumno ha padecido años de estigmatización? Invitamos a los lectores de Clarín Educación a enviar sus opiniones y compartir sus experiencias sobre este tema a nuestra dirección de correo: educacion@clarin.com

Cuando se da una situación de estigmatización, es mejor trabajar sobre la dinámica de la discriminación en general y no sobre el caso de un alumno en particular.

testimonio 3 Lucía Rodríguez Virasoro 10 años de docencia. PROF. de Psicología educativa en el Inst. SupUERIOR PartICULAR IncorpORADO Nº 4001, Santa Fe

LIBROS

Buenos y malos alumnos. Descripciones que predicen. Carina Kaplan. Aique. $55. Cómo la etiqueta de “mal alumno” y la percepción del docente influyen en los comportamientos y rendimientos de los estudiantes.

e El sentido más compartido dice

lucía

que un “mal” alumno es aquel que no cumple con las expectativas de sus docentes, la institución educativa y sus padres. Lo académico puede estar acompañado por comportamientos sociales disfuncionales: desinterés, agresividad para con sus compañeros, etc. e Una forma de ayudar a ese

alumno es no encasillarlo según los rótulos que le hemos puesto. Esto permite tomar cada día, cada nueva actividad como una oportunidad para que dé lo mejor de sí. e El alumno debe comprender que

“La escuela es el lugar para equivocarse y aprender del error”, dice Lucía.

uno o más fracasos no determinan su valor como persona.

¡Qué niño más lento! Lucía Serrano. Fondo de Cultura Económica. $46 Un niño que hace los ejercicios a un ritmo diferente. Es feliz hasta que pierde su armonía interior.


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AGENDA

> ecos

Una reflexión grupal sobre el colegio A partir de una nota de Clarín Educación, un docente impulsó debates en clase.

J

uan Ignacio Murtagh, psicólogo y docente de Psicología en el Colegio Sagrado Corazón, de Venado Tuerto, escribió a Clarín Educación para compartir una experiencia que impulsó dentro del aula a partir de la lectura de una nota del suplemento. Con sus estudiantes de 2° año, de quienes es tutor, Juan Ignacio trabajó en clase a partir de la nota “Cómo combatir el aburrimiento”, publicada en marzo, sobre la motivación en la escuela. El docente cuenta: “Les propuse leer en grupos el artículo, mirando y apuntalando las ideas principales y dando una opinión formada sobre lo escrito. En el posterior diálogo, dimos con la siguiente conclusión: en el texto faltaban consejos para los alumnos. Si bien había ‘Ideas para docentes’ y ‘Consejos para padres’, faltaban propuestas o ideas para ellos, los verdaderos actores, los adolescentes”. Acto seguido, los chicos pusieron manos a la obra: entre todos

Discutir sobre temas importantes de la actualidad. e Fortalecer los vínculos para mejorar el ambiente. e Proponer encuentros académicos y/o deportivos. e Añadir información y recortes periodísticos sobre el tema desarrollado en clase. e Ser responsable, generar más confianza en el profesor. e Utilizar el laboratorio, salones de música, biblioteca. e Realizar convivencias para conocerse y comunicarse. e Ver películas o documentales relacionados con los temas. e Aprender “jugando”, que no todo sea pregunta y respuesta. e Tratar de aceptar al profesor sin importar las diferencias. La lista sintetiza los consejos que los chicos se darían a sí mismos para motivarse y combatir el aburrimiento en clase. Juan Ignacio agrega una clave fundamental para los adultos: despertar la pasión en los chicos, para que el aprendizaje sea una verdadera aventura. e

Los chicos de 2° año con su tutor, Juan Ignacio Murtagh, en el aula.

armaron una lista de consejos para que los estudiantes tengan en cuenta dentro del aula. Algunas de sus propuestas: e Poner más esfuerzo. e Aclarar todas las dudas con los profesores. e Tratar de confiar en los padres y profesores. e Ayudarse con los demás.

Formar un grupo unido en el que se pueda confiar. e Mejorar el vocabulario. e Ver lo positivo de la educación. e Cumplir las responsabilidades. e Comprometerse más. e Respetar a los profesores. e Formar grupos de trabajo que sean ordenados y que trabajen efectivamente durante la clase. e

Oportunidad para mostrar proyectos Estudiantes, graduados, profesores, investigadores y emprendedores de todas las disciplinas de la UBA que tengan algún proyecto innovador tienen tiempo hasta el 23 de junio para presentarlo en Expo UBA. La universidad hará una selección que se exhibirá en Tecnópolis 2012. Más info en productouba@rec.uba.ar.

Empresas que buscan talentos Mañana, de 16 a 19, se llevará a cabo la feria ExpoEmpleos. Organizada por la Universidad CAECE, busca acercar las propuestas laborales de más de 70 empresas a jóvenes, estudiantes y profesionales. Entrada libre y gratuita, en Avenida de Mayo 866.


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> álbum de fotos

Afroargentinos en la educación Las escuelas públicas argentinas de fines del siglo XIX incluyeron, entre tantos otros, a chicos de grupos étnicos cuyos ancestros provenían del África. Un documento inédito al que accedió Clarín Educación.

Abel Alexander

HISTORIADOR DE LA FOTOGRAFÍA. Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía.

L

a recuperación de nuestro pasado fotográfico, que se inicia con fuerza hacia la década de 1980, ha cobrado un arrollador impulso con la irrupción de las nuevas tecnologías. Fruto de esta tendencia es la creación –a lo largo y ancho del país– de numerosas Fototecas, tanto públicas como privadas. Sumergirnos en esta marea de cientos de miles de imágenes del ayer es una de las aventuras más fascinantes, un sorprendente e imprevisible viaje hacia nuestros orígenes como nación. Gracias al legado del historiador Eduardo I. Munzón se ha creado recientemente la Fototeca de la Biblioteca de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Entre las tres mil imágenes de los siglos XIX y XX, llama la atención una serie de antiguos registros escolares del ciclo primario con alumnos de raza negra; en todos los casos pocos niños morenos destacándose entre tantos rostros blancos. La presencia de grupos étnicos africanos en nuestro país se remonta ya a las primeras décadas del siglo XVI; el historiador Romualdo Lafuente indica: “...con Pedro de Mendoza vino a Buenos Aires un negro esclavo a su servicio de nombre Juan Galán. Cuando el Adelantado regresó a España, en abril de 1537, llevaba varios esclavos para servir en el monasterio de Barrameda...”. A partir de esa fecha, la corriente de esclavos provenientes del África fue incesante. Durante siglos, ejercieron al servicio de sus amos variados oficios; realidad infame que se modificó a partir de los postulados de Mayo sobre la abolición de la esclavitud. El advenimiento de la fotografía produjo una nueva realidad, la invisibilidad de los negros se empieza a registrar hacia fines del siglo XIX, en los retratos fotográficos grupales de las escuelas comunes impulsadas por Sarmiento. Prestar atención hoy a estos rostros morenos en nuestra antigua fotografía es reconocer que, en los orígenes de nuestra nacionalidad se encuentran la confluencia de tres grandes corrientes: los diversos pueblos originarios, los europeos y aquellos esclavos africanos allende el Atlántico.

Fotógrafo no identificado. Sor Camila Rolón (1842-1913) Fundadora de la Congregación de Hermanas Pobres Bonaerenses. Rodeada de alumnos huérfanos. Circa 1895. Fototeca UNGS.

Fotógrafo no identificado. Retrato grupal de alumnos de la Escuela Nº 3. Bella Vista. Buenos Aires. Año 1923. Fototeca UNGS.


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> EXPERIENCIAS Juan Manuel Foglia

Los estudiantes de la ópera Los alumnos de canto en pleno ensayo previo a la muestra. Abajo a la derecha, junto a la docente Adriana Segal.

Un muy diverso grupo de personas, de todas las edades y situaciones sociales, se reúnen los fines de semana para aprender canto lírico. Ahora se subieron a escena para mostrar sus talentos.

antiago Garrido tiene 38 años y un oficio: es matricero en una fábrica. Apenas dos años atrás, el canto lírico le parecía algo imposible de escuchar a este hombre de Boedo. Hoy comparte escenario, junto a otras cuarenta voces como las de él, que aún se sorprenden de su repentina vocación por la ópera. Hay oficinistas, arquitectos, abogados, jubilados, amas de casa. Van de los 18 hasta los 85 años, y con historias y presentes de los más diversos. Pero cuando el reloj marca las 19 de cada viernes (o las 14.30 del sábado), ellos se juntan en el Centro Cultural Viggianello, en el barrio porteño del Abasto, convocados por la música, la actuación y las ganas de aprender. Detrás del milagro está Adriana Segal, soprano y directora de la Compañía Lírica Giuseppe Verdi, la docente que –semana tras semana– fue inyectando en estos alum-

nos esa pasión por la música. Los integrantes del grupo, que hoy muestran sus virtudes sobre las tablas, llegaron convocados por el canto, sin imaginar que la ópera los iba a conquistar. Le pasó a Ana Perona, arquitecta de 63 años, oriunda de Mataderos. Un día, hace dos años, se acercó simplemente para ver de qué se trataban las clases. Pero luego notó tantos cambios en su propia voz, que se fue entusiasmando y ahora es la jefa del equipo de producción de la compañía. “Lo que buscamos es recuperar el espíritu original de la ópera, es decir, que vuelva a pertenecer a la gente. Queremos que el género lírico no sea sólo para pocos conocedores”, explica Adriana Segal a Clarín Educación. Y agrega: “acá la gente aprende a cantar, bailar y actuar. Y con algunos meses de práctica se anima a subir al escenario y a disfrutar del logro. Sostenemos el proyecto con el entusiasmo y el aporte de todos. Esta es la quinta ópera que hacemos con los alumnos.”

EL PRÓXIMO

El miércoles que viene, en Clarín Educación, un informe sobre la educación técnica en Argentina. Las experiencias de diferentes escuelas que siguen apostando por una formación técnica y tecnológica, sin por eso renunciar a una formación integral. Claves para docentes y la voz de los especialistas.

Verónica Maguitman Especial para Clarín

S

Esa asignatura pendiente Muchos llegan cantando, como ya preparándose para lo que vendrá. Vienen desde los distintos barrios de Capital y el Gran Buenos Aires. Todos buscan aprobar una de sus asignaturas pendientes. “No voy a poder. No estoy a la altura”, es una de las primeras frases que escucha Adriana. Pero la docente tiene antídotos frente a la sensación de impotencia: primero les pide a los alumnos más avanzados que cuenten cómo empezaron; luego aplica una buena dosis de humor. Con esto calma ansiedades y los ayuda a arrancar. Para participar de las clases se puede llamar al 4797-9842 o ir a www. verdilirica.jimdo.com

Adriana se refiere a La vie Parisienne (La vida en París) de Jacques Offenbach, obra que desde el sábado pasado –y durante el resto de los sábados de junio– la compañía pone en escena en el Teatro del Globo, de la ciudad de Buenos Aires, con el auspicio de la secretaría de Cultura del gobierno porteño y con entradas a 60 pesos. Estrenada en París en 1866, La vie Parisienne es una ópera bouffe: comedia romántica y disparatada donde todos se reconcilian y siempre termina con un final feliz. Pero esto es Buenos Aires. Y el año es el 2012. ¿Cómo motivar y entusiasmar, entonces, a gente que termina su larga semana de trabajo y se vuelca al canto? “Uso mucho el humor, lo lúdico, lo corporal y los ejemplos de la vida cotidiana –cuenta Adriana–. Por ejemplo, para enseñar dónde está el apoyo de la voz, no explico la anatomía del diafragma: les hago exclamar algo imperativo, para que lo encuentren en su propio cuerpo. Para impostar, no explico el mecanismo de las cuerdas

vocales: les recuerdo el sonido de una locomotora. También les pido que dirijan al compañero, para que puedan ponerse en el lugar del otro y ver lo difícil que es.” La experiencia muestra que hacer es aprender. Y mucho más si se lo hace en forma colaborativa. A los estudiantes de la Verdi se le suma una orquesta con veinte músicos, más seis bailarines profesionales. Mientras que otros estudiantes –del Taller de Escenografía del Teatro Colón y de las Carreras de Caracterización y Diseño de Iluminación del Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA)– realizan allí mismo sus prácticas. Todos aprenden de todos. “Lo positivo de un trabajo como éste es que todos podemos opinar, porque estamos aprendiendo. En los proyectos profesionales ni siquiera ves a los cantantes. Acá interactuamos porque somos pares, todos somos estudiantes”, dice Laura, una de las alumnas de iluminación. Una de las tantas que quiere mostrar lo aprendido, cuando se abra el telón.


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