Politicas De La Postmodernidad.

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El paria y el ciudadano

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tes interpretaciones de Maquiavelo, el agudo contraste de Arendt entre democracia y república sigue siendo extremadamente perspicaz. Esto se hace particularmente evidente cuando consideramos lo que no implica este contraste. Por ejemplo, tiene muy poco que ver con el significado técnico del término «democracia»: para ella, tanto la monarquía británica como la República francesa son democracias. Segundo, al distinguir «república» de «democracia», Arendt no aborda el problema central de la teoría liberal: el dilema de la libertad «positiva» y «negativa». Para Arendt, toda libertad que sea puramente negativa es forzosamente una mera fase momentánea de la «liberación», que debe dar paso a su establecimiento en una forma más positiva o a la tiranía. Además, según su comprensión, ni la república ni la democracia deben ser interpretadas en los términos de la lectura tocquevilliana de la democracia en América (sobre la cual, en cambio, se basa toda la teoría de Aron), que tiene en su centro el concepto clave de «igualdad». De hecho, en cuanto a la centralidad de la libertad se refiere, el republicanismo de Arendt es intransigente, de forma que las diferencias que separan incluso un sistema pluralista problemático del totalitarismo no pueden reducirse a meras diferencias en el grado de la inmersión administrativa del Estado en la sociedad, como es el caso, por ejemplo, de la teoría de Aron. Finalmente, la «república» o «democracia» alternativa constituyen el anverso exacto de las famosas posiciones de Montesquieu y Rousseau. Este último otorgaba un valor inequívocamente positivo a la «democracia» y no a la «república», pero para ambos, y en particular para Rousseau, un sistema democrático parecía viable sólo en un cuerpo político pequeño y virtuoso. ¿Cuáles son, pues, los rasgos de la democracia que tiene en cuenta Arendt en sus desconfianzas hacia ella? Es, en primer lugar, la regla del consenso (o mejor dicho, la que lleva, al menos tendencialmente, hacia el consenso) y para Arendt ese objetivo es inevitablemente tiránico. Lejos de ser consensual, las opiniones son irreductiblemente pluralísticas, y se debe dar voz a todas las opiniones en una comunidad política libre. Además, el consenso puede originarse sólo mediante la regla de la mayoría, un principio opresivo que no ha de confundirse con el simple instrumento técnico de todos los procedimientos políticos en un tiempo limitado: la


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