Liahona Agosto 2010

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La forma de llegar a la unidad es conocer la voluntad del Señor y hacerla… El poder que tenga la Iglesia para bien en el mundo depende del grado hasta el cual nosotros, sus miembros, observemos ese principio.

La puntuación y el uso de las mayúsculas se han actualizado.

Izquierda: ilustración fotográfica por Welden C. ANDERSEN.

procura saber la voluntad del Señor y hacerla; más bien, trata de resolver sus dificultades con su propia sabiduría y a su propia manera. En la sección 1 de Doctrina y Convenios, que el Señor reveló como prefacio del libro de Sus mandamientos, Él indicó esto y lo señaló como una de las causas de las calamidades que veía venir sobre los habitantes de la tierra. Escuchen estas resonantes palabras: “Porque se han desviado de mis ordenanzas y han violado mi convenio sempiterno. “No buscan al Señor para establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino…” (D. y C. 1:15–16). Hermanos y hermanas, no dependan del consejo del hombre ni confíen en el brazo de la carne (véase D. y C. 1:19), sino busquen al Señor para establecer Su justicia (véase D. y C. 1:16).

Si nosotros, los de esta Iglesia, logramos una comprensión más clara de los principios del Evangelio y llegamos a la unidad de interpretación de las condiciones y tendencias del mundo actual, podemos llegar a tener una unidad que nos brindará una fortaleza tal como nunca antes hayamos disfrutado. Y nos es posible lograrlo por medio del estudio de la palabra del Señor con oración, incluso la que nos da a través del profeta viviente. Esa es la forma de llegar a la unidad. Si estudiamos la palabra del Señor tal como la recibimos de los libros canónicos y de las instrucciones del profeta viviente y no endurecemos el corazón; si lo hacemos con humildad y con un gran deseo de comprender la forma de aplicarlo a nosotros mismos, en nuestras circunstancias particulares; y si luego pedimos al Señor con fe, creyendo que recibiremos (véase D. y C. 18:18), al mismo tiempo que somos diligentes en guardar los mandamientos del Señor, sin duda se nos dará a conocer el sendero que debemos seguir y seremos capaces de enfrentar al mundo como una unidad sólida. Sin duda, en esta época en que vivimos, necesitamos esa unión y esa fortaleza. Tenemos la gran oportunidad de elevarnos hacia lo celestial, de lograr el espíritu del Evangelio como nunca lo hemos disfrutado antes. Y lo haremos si desarrollamos entre nosotros esa unidad que requieren las leyes del reino celestial… Tengo la convicción de que, puesto que estamos embarcados en la obra del Señor, nos es posible lograr todo lo que Él requiera de nosotros con sólo ser unidos. ◼


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