Liahona Mayo 2010

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libre. Cada persona que llegaba podía ver en sus ojos amor y sentimientos de bienvenida como los habían visto cuando se sentaba en el estrado como su obispo. Su influencia nos animaba y nos elevaba porque teníamos algo de conocimiento acerca del precio que pagaba por servir. Su tarea como obispo había concluido, pero su servicio en el sacerdocio no había terminado. Ustedes han visto ejemplos así de grandes siervos en el sacerdocio. Esta noche intentaré contarles qué he aprendido de ellos. Todo comienza cuando aprenden al servicio de quién se encuentran y con qué fin. Cuando eso les llega al corazón, ya nada es igual. Primero, hablaré directamente a los hombres jóvenes del Sacerdocio Aarónico. Ustedes llegarán a ser más diligentes cuando sientan la magnitud de la confianza que Dios ha depositado en ustedes. En el librito Mi Deber a Dios, hay un mensaje de la Primera Presidencia para ustedes: “Nuestro Padre Celestial tiene gran confianza en ti, cuenta contigo y tiene una importante misión para que cumplas; te ayudará si acudes a Él en oración, escuchas los susurros del Espíritu, obedeces los mandamientos y guardas los convenios que has hecho”3. Juan el Bautista regresó a la tierra para restaurar el sacerdocio que ustedes, jóvenes, poseen. Él contaba con las llaves del Sacerdocio Aarónico. Fue a Juan a quien Jesús acudió para ser bautizado. Juan sabía quién lo había llamado. Él le dijo al Señor: “Yo necesito ser bautizado por ti”4. Juan sabía que el Sacerdocio Aarónico “tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados” cuando el Señor lo mandó ordenar a José Smith y a Oliver Cowdery el 15 de mayo de 18295. Él sabía quién lo había llamado y para qué glorioso propósito había sido enviado. El sacerdocio les permite repartir los emblemas de la Santa Cena del Señor a los miembros de Su Iglesia hoy en día. Ése es el mismo privilegio que el Salvador les concedió a Sus

Doce Apóstoles durante Su ministerio terrenal, y volvió a hacerlo al llamar doce discípulos después de Su resurrección para dirigir Su Iglesia. El Señor mismo, como se describe en el Libro de Mormón, proveyó los emblemas de Su sacrificio infinito y los administró a la gente. Piensen en Él y en cómo Él los honra cuando llevan a cabo su servicio en el sacerdocio. Al recordarlo, tendrán la determinación de efectuar ese servicio sagrado, de la manera más similar posible y tan bien y fielmente como Él lo hizo6. Esto podría llegar a ser un modelo en la vida de ustedes, el cual aumentará su poder para ser diligentes en cada servicio del sacerdocio para el cual el Señor los esté preparando y al cual los llame. Esa determinación los ayudará a prepararse para recibir el Sacerdocio de Melquisedec, que en la antigüedad se llamaba el “Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios”7. Ahora deseo hablarles a quienes han sido llamados a prestar servicio en el Sacerdocio de Melquisedec y que tienen el honor de hacerlo. Al igual que el Sacerdocio Aarónico, el Sacerdocio de Melquisedec implica más que el encargo de hacer lo que el Señor haría. Es una invitación a llegar a

ser como Él es. Su promesa es la siguiente: “Porque quienes son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los cuales he hablado, y magnifican su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos. “Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la iglesia y reino, y los elegidos de Dios. “Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor; “porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; “y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre; “y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado”8. Hay un modelo por el cual todos los poseedores del sacerdocio llegan a ser merecedores de esa bendición gloriosa. La sección 107 de Doctrina y Convenios es uno de los pasajes de las Escrituras donde el Señor nos da ese modelo: “Por tanto, aprenda todo varón su deber, así como a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado. Mayo de 2010

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