Liahona Noviembre 2004

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(4) Familias: Los hijos y nietos de los misioneros mayores serán bendecidos debido a su servicio. El Señor brindó esta promesa a un misionero: “He aquí, te han sobrevenido muchas aflicciones a causa de tu familia; sin embargo, te bendeciré a ti y a tu familia, sí, a tus pequeñitos; y viene el día en que creerán y conocerán la verdad, y serán uno contigo en mi iglesia” (D. y C. 31:2). Cuando esos “pequeñitos” oran por sus padres misioneros, se acercarán al Señor así como a los padres o abuelos. 6. Carta personal, fechada el 29 de junio de 2004. 7. Carta personal, fechada el 28 de junio de 2004. 8. Carta personal, fechada el 1 de julio de 2004. 9. Carta dirigida al élder Dallin H. Oaks por el doctor Brent Petersen y su esposa Carol Petersen, fechada el 27 de junio de 2004. 10. En Conference Report, octubre de 1925, pág. 10. 11. “A los obispos de la Iglesia”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 19 de junio de 2004, págs. 24–28; véase también Gordon B. Hinckley, “Pasajes de discursos recientes del presidente Gordon B. Hinckley”, Ensign, abril de 1996, pág. 72. 12. Las categorías incluyen la obra de liderazgo y con los miembros; la historia familiar y el servicio en el templo; los servicios médicos, humanitarios y de bienestar; el trabajar en los centros de visitantes, para los asuntos públicos o como el personal de oficina en un área o misión, con las finanzas y los registros, con propiedades, para el Sistema Educativo de la Iglesia, con el Fondo Perpetuo para la Educación o como apoyo para otros esfuerzos educativos. Están disponibles otras oportunidades donde encajan las aptitudes propias de los futuros misioneros. Véase Giles H. Florence, hijo, “So Many Kinds of Missions”, Ensign, febrero de 1990, págs. 6–11. 13. Para los detalles con respecto a los requisitos y la preparación para los misioneros mayores, véase David B. Haight, “Los matrimonios misioneros—‘Un recurso maravilloso’”, Liahona, octubre de 1997, págs. 26–33; Vaughn J. Featherstone, “Couple Missionaries: ‘Too Wonderful for Me’”, Ensign, septiembre de 1998, págs. 14–17; “There Is Work for Us to Do”, Ensign, octubre de 1993, págs. 36–41; “The Impact of Couple Missionaries”, Ensign, abril de 2003, págs. 60–63; John L. Hart, “Working Miracles in Mission Field”, Church News, 22 de diciembre de 1990, págs. 3, 7. 14. D. y C. 4:2–3; cursiva agregada. 15. D. y C. 4:5. 16. Se puede encontrar información adicional en el sitio web de la Iglesia (www.lds.org), bajo el título “Service Opportunities for Senior Missionaries” (haga clic en “Other Resources” en la portada y después en “Church Service Missionary Opportunities”). 17. Véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Evangelios”, págs. 70–75. 18. 3 Nefi 27:13–14. 19. 3 Nefi 27:21. 20. Véase D. y C. 33:6–12; 39:6. 21. D. y C. 107:23.

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Las mujeres en nuestra vida PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

Cuán agradecido estoy, cuán agradecidos debemos estar todos, por las mujeres en nuestra vida.

M

is amados hermanos y hermanas, para dar comienzo a mis palabras, quisiera hacer uso de un privilegio personal. Hace seis meses, en mi discurso final de nuestra conferencia, mencioné que mi amada compañera de 67 años de casados se encontraba muy enferma. Ella falleció dos días después, el 6 de abril, una fecha significativa para todos los miembros de la Iglesia. Quiero agradecer públicamente a los dedicados médicos y a las maravillosas enfermeras que la atendieron durante su enfermedad final. Mis hijos y yo estuvimos a su lado cuando ella plácidamente entró en la eternidad. Confieso que al sostener su mano y ver cómo la vida mortal iba alejándose de ella, me sentí sobrecogido. Antes de casarnos, ella era la mujercita de mis sueños, como decía

la letra de una canción muy popular en aquellos años. Fue mi amada compañera por más de dos tercios de siglo, igual que yo ante el Señor, aunque en realidad superior a mí, y ahora, en mi ancianidad, vuelve a ser la mujercita de mis sueños. Inmediatamente después de su fallecimiento, recibimos enormes manifestaciones de amor de todas partes del mundo por medio de hermosas ofrendas florales, grandes contribuciones hechas en su nombre al Fondo Perpetuo para la Educación y a sectores académicos que ella promovía en la Universidad Brigham Young. Recibimos, literalmente, cientos de cartas; tenemos cajas llenas de ellas, procedentes de muchas personas conocidas y otras a quienes no conocemos. Todas expresan admiración por ella, así como pesar y amor por nosotros, a quienes ella dejó atrás. Lamentamos no haber podido responder en forma individual a esas muchas expresiones personales, así que ahora aprovecho esta oportunidad para agradecerles a todos y a cada uno su gran bondad hacia nosotros. Muchísimas gracias y por favor perdónennos por no haber podido contestar, pero nos habría resultado imposible hacerlo. Sepan, sin embargo, que tales manifestaciones han sido de gran consuelo en momentos de tanto dolor. Estoy agradecido por poder decir que, en nuestra larga vida juntos, no recuerdo ningún altercado grave.


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