Liahona Noviembre 2004

Page 53

entender la magnitud de Su sacrificio y servicio por nosotros, en forma individual y colectiva, no hay nada más que sea de mayor importancia o se compare con lo que Él significa en nuestra vida. Para la mayoría de nosotros, ese entendimiento no viene de golpe y es probable que no sea así durante nuestra travesía terrenal. Sin embargo, sí sabemos que a medida que aprendamos línea por línea, nuestro aprecio por las aportaciones del Salvador aumentará y nuestro conocimiento y seguridad de la veracidad de éstas crecerá. El apóstol Pablo fue contundente y franco en gran parte de su enseñanza y prédica. Escuchen estas palabras conocidas que quizá nos describan a la mayoría de nosotros en nuestros esfuerzos y progreso, y que, no obstante, nos brindan el consuelo, el ánimo y el testimonio que necesitamos tanto: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:11–12). Hace muchos años, el presidente James E. Faust dio este consejo a quienes todavía luchan por llegar a estar totalmente convencidos en sus testimonios de Jesucristo, de Su sagrada misión y de sus promesas. Dijo él: “Para quienes tengan dudas sinceras, oigamos lo que dijeron acerca de Jesús de Nazaret los testigos presenciales. Los antiguos apóstoles estuvieron allí y lo vieron todo; formaron parte de ello; no hay nadie más digno de crédito que ellos. Pedro dijo: ‘Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad’ (2 Pedro 1:16). Juan registró lo que dijeron los samaritanos: ‘…porque

nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo’ (Juan 4:42). Los testigos modernos, José Smith y Sydney Rigdon, declararon: ‘Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre’ (D. y C. 76:23)” (“A Personal Relationship with the Savior”, Ensign, noviembre de 1976, pág. 59). En nuestros días, se nos ha prometido que el Señor tiene muchos dones reservados para quienes “[lo] aman y guardan todos [sus] mandamientos”, y también para “los que procuran hacerlo…” (D. y C. 46:9). Aunque no se promete cada uno de los dones de Dios a cada persona, se nos ha asegurado que “a toda [persona] le es dado un don por el Espíritu de Dios” (D. y C. 46:11). Escuchen las palabras de la sección 46 de Doctrina y Convenios que tratan la pregunta sobre el asunto o el don de más importancia que cualquier otro: “A algunos el Espíritu Santo da a saber que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que fue crucificado por los pecados del mundo; “a otros les es dado creer en las palabras de aquéllos, para que también tengan vida eterna, si continúan

fieles” (D. y C. 46:13–14). Es este conocimiento y testimonio del Cristo viviente que nos permite recibir continuamente el asesoramiento y el consejo de Pedro, quien dijo que debemos “…[estar] siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que [nos] demande razón de la esperanza que hay en [nosotros]…” (1 Pedro 3:15). Cuando empezamos a sentir de verdad que esta esperanza es real y que en efecto se centra en Jesús, que se hace posible debido a Su amor por nosotros y especialmente por Su amor por Su Padre, entonces podemos con gratitud y en forma individual proclamar, empleando las palabras de himnos favoritos: “Asombro me da el amor que me da Jesús” (“Asombro me da”, Himnos, Nº 118). Asimismo, cuando nuestro entendimiento se desarrolla, se nos lleva a exclamar: “Mi alma canta a mi Señor y Dios: ¡Grande eres Tú! ¡Grande eres Tú!” (“¡Grande eres Tú!”, Himnos, Nº 41). Cuán agradecido estoy, en estos tiempos peligrosos, por la protección y la guía que se nos brinda mediante la sagrada convicción de que Jesucristo vive hoy. En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

L I A H O N A NOVIEMBRE DE 2004

51


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.