Liahona Noviembre 2004

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servir a los demás en nuestros llamamientos de la Iglesia, sin duda nos estamos esforzando por “soltar las cargas de opresión” de otras personas. Si ayunamos y oramos pidiendo la ayuda del Señor en nuestros esfuerzos misionales, de cierto tenemos el deseo de “dejar ir libres a los quebrantados”. Si el propósito de nuestro ayuno es aumentar el amor por nuestro prójimo y vencer nuestro egoísmo, nuestro orgullo y el tener nuestros corazones puestos en las cosas del mundo, indudablemente estamos procurando “[romper] todo yugo”. El Señor continúa describiendo el ayuno apropiado: “¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Isaías 58:7). Es verdaderamente admirable que mediante nuestras ofrendas de ayuno podamos alimentar al hambriento, dar albergue a las personas sin hogar y vestir al desnudo. Si ayunamos de la debida forma, el Señor promete: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti… “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí… “y si diereis tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma… y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan” (Isaías 58:8–11). Es mi oración que mejoremos nuestros ayunos, a fin de disfrutar de esas hermosas bendiciones prometidas. Doy testimonio de que, si nos “[allegamos]” al Señor mediante nuestros ayunos y oraciones, Él se “[allegará]” a nosotros (véase D. y C. 88:63). Testifico que Él vive, que nos ama y que desea allegarse a nosotros. En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

Tiempos peligrosos É L D E R C E C I L O. S A M U E L S O N J R . De los Setenta

Cuán agradecido estoy, en estos tiempos peligrosos, por la protección y la guía que se nos brinda mediante la sagrada convicción de que Jesucristo vive hoy.

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ermanos, es a la vez consolador y potencialmente preocupante saber que vivimos en una época y en un tiempo que no sólo fueron previstos por los profetas de dispensaciones anteriores, sino que a la vez era claramente el punto focal de sus inquietudes y aspiraciones. El apóstol Pablo dijo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1), y después siguió catalogando y describiendo con admirable exactitud mucho de lo que vemos en la actualidad en los medios de comunicación, en los avisos de entretenimiento y en casi todo lugar en el mundo que nos rodea. A pesar de ser tan cuidadosos, como debemos serlo, el evitar en forma absoluta mucho del

peligro que aparentemente nos envuelve es, a lo más, difícil y a menudo casi imposible. Felizmente, no nos hemos quedado sin esperanza ni sin apoyo espiritual al esforzarnos, en forma individual y como familias, por lograr los sagrados propósitos de la vida terrenal para lo cual vinimos a esta probación terrenal. Cada una de nuestras circunstancias es única. Venimos literalmente de los cuatro cabos de la tierra y también venimos de familias, circunstancias, desafíos, oportunidades, experiencias y triunfos sumamente diferentes. De igual modo, en común con toda la familia humana, cada cual siendo la progenie de nuestro amoroso Padre Celestial, compartimos una vasta congruencia en nuestro ADN o composición genética física, así como las bendiciones y las características universalmente posibles y prometidas que distinguen nuestro origen y potencial divinos. Esta mezcla especial de nuestros orígenes y características comunes, y también de nuestros atributos, experiencias y desafíos especiales y únicos hacen que cada uno de nosotros sea quién es y lo que es. Aunque tengamos diferencias en lo que constituyen los peligros especiales para nosotros en forma individual, compartimos mucho que establece la acertada descripción de “tiempos peligrosos” para todos. L I A H O N A NOVIEMBRE DE 2004

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