Liahona Noviembre 2004

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entrar. Nuestro segundo recurso de protección se revela en la explicación inspirada de esa parábola: “Porque aquellos que son prudentes y han recibido la verdad, y han tomado al Santo Espíritu por guía, y no han sido engañados, de cierto os digo que éstos no serán talados ni echados al fuego, sino que aguantarán el día” (D. y C. 45:57). A la otra mitad se les negará la entrada por no estar preparados. No es suficiente con haber recibido la verdad, sino que también tenemos que haber “tomado al Santo Espíritu por guía, y no [haber] sido engañados”. ¿Cómo tomamos “al Santo Espíritu por guía”? Debemos arrepentirnos de nuestros pecados todas las semanas y renovar nuestros convenios tomando la Santa Cena con manos limpias y corazón puro, como se nos manda (véase D. y C. 59:8–9, 12). Sólo de esa manera se cumplirá la divina promesa de que siempre podamos “tener su

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Espíritu” con nosotros (véase D. y C. 20:77). Ese Espíritu es el Espíritu Santo, cuya misión es enseñarnos, guiarnos a la verdad y testificarnos del Padre y del Hijo (véase Juan 14:26; 15:26; 16:13; 3 Nefi 11:32, 36). Para evitar ser engañados, también es preciso que sigamos las impresiones de ese Espíritu. El Señor enseñó ese principio en la sección 46 de Doctrina y Convenios: “…lo que el Espíritu os testifique, eso quisiera yo que hicieseis con toda santidad de corazón, andando rectamente ante mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malos, ni por doctrinas de demonios, ni por los mandamientos de los hombres… “Por tanto, cuidaos a fin de que no os engañen; y para que no seáis engañados, buscad diligentemente los mejores dones, recordando siempre para

qué son dados” (vers. 7–8). El Espíritu Santo nos protegerá de ser engañados, pero a fin de recibir esa maravillosa bendición, siempre debemos hacer lo necesario para retener ese Espíritu. Debemos guardar los mandamientos, orar pidiendo guía, asistir a la Iglesia y tomar la Santa Cena todos los domingos. Y nunca debemos hacer nada que aleje al Espíritu. En particular, tenemos que eludir la pornografía, el alcohol, el tabaco y las drogas, y evitar siempre, siempre, las violaciones de la ley de castidad. Nunca debemos tomar en nuestro cuerpo ni hacer con él nada que aleje al Espíritu del Señor y nos deje sin protección espiritual del engaño. Para concluir, describiré otra forma sutil de engaño: el concepto de que es suficiente escuchar y creer sin llevar a la acción esa creencia. Muchos profetas han enseñado sobre ese engaño. El apóstol Santiago escribió: “…sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). El rey Benjamín enseñó: “…y ahora bien, si creéis todas estas cosas, mirad que las hagáis” (Mosíah 4:10). Y en la revelación moderna, el Señor dice: “pues si queréis que os dé un lugar en el mundo celestial, es preciso que os preparéis, haciendo lo que os he mandado y requerido” (D. y C. 78:7). No es suficiente saber que Dios vive, que Jesucristo es nuestro Salvador y que el Evangelio es verdadero; debemos seguir el camino más elevado llevando a la acción ese conocimiento. No es suficiente saber que el presidente Gordon B. Hinckley es el profeta de Dios; debemos poner en práctica sus enseñanzas. No es suficiente tener un llamamiento; debemos cumplir nuestras responsabilidades. Lo que se nos ha enseñado en esta conferencia no es sólo para llenarnos la mente, sino para motivar y guiar nuestras acciones. Testifico que estas cosas son verdaderas, y ruego que hagamos todo lo necesario para evitar los engaños del diablo, en el nombre de Jesucristo. Amén. ■


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