Entomología Forense

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5A 1 LA ENTOMOLOGIA FORENSE EN LA INTERPRETACION DEL TIEMPO DE MUERTE Lic. Ginna Paola Camacho Cortés

En términos generales, la entomología tiene dentro de sus objetivos principales estudiar el ciclo vital, variabilidad biológica y comportamiento de los insectos (dieta, hábitos, distribución geográfica, entre otras). Esta rama de la zoología aplicada a la criminalística es de gran utilidad en contextos forenses, es decir como apoyo a la investigación de las muertes, especialmente por el amplio potencial de información que se puede extraer de los insectos encontrados sobre, alrededor y al interior del cadáver al momento de su hallazgo.

Existen varias definiciones de entomología forense, pero las más aceptadas coinciden en el uso de los insectos y otros artrópodos como herramienta y evidencia en asuntos legales [1, 2, 3].

En 1986, Lord y Stevenson identificaron tres categorías de entomología forense: urbana, de productos almacenados, y médico legal o médico forense que es ahora normalmente conocida como entomología médico criminal [4]. Sin embargo, esta última es la que reviste mayor interés porque tiene una valiosa aplicación médico forense, principalmente, en la estimación del tiempo de muerte dentro de la investigación de homicidio, suicidio, accidentes y delitos sexuales asociados a homicidio, así como en casos que involucran tóxicos y traslado de cuerpos de un lugar a otro, indicando así, si se trata de una escena primaria o secundaria. De cualquier forma la entomología forense está indisolublemente unida con los campos científicos más amplios de entomología médica, antropología, taxonomía y patología forense [5, 6].

Sus objetivos principales son identificar los insectos atraídos por el cadáver y analizar los datos entomológicos obtenidos para integrarlos con otros hallazgos de Coordinadora Laboratorio de Entomología Forense - División de Investigación Científica Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. E-mail ginnascoli@hotmail.com


escena, investigación y necropsia médico legal, para la determinación del tiempo, causa, manera, mecanismo y lugar de la muerte, lo cual es de suma importancia para la resolución de casos criminales.

El cuerpo progresa a través de una secuencia reconocida de estados de descomposición, desde el momento inicial, en fresco hasta su esqueletización, durante la cual ocurren cambios físicos, biológicos y químicos. Cada uno de los estados de descomposición es atractivo para diferentes grupos de artrópodos, principalmente insectos, que son usualmente los primeros organismos en detectar un cadáver después de la muerte, frecuentemente a los pocos minutos, colonizando en una secuencia predecible [7, 8]. Algunos son atraídos directamente por el cuerpo, el cual es usado como alimento o medio de ovoposición, mientras que otras especies son atraídas por la gran agregación de otros insectos que usan como recurso de comida [3].

Si bien la secuencia básica de descomposición es predecible, la velocidad de descomposición también varía con la temperatura, época del año, microclima y otros factores ambientales o regionales, tanto como si el cadáver está a la luz o a la sombra. La recolección cuidadosa de datos en el terreno, acompañada por conocimientos biológicos de los insectos colectados, permite tanto la reconstrucción de los hechos a ser incluidos durante la investigación, como la estimación del tiempo de muerte [9, 10].

Mientras una extensa variedad de especies de insectos son atraídas y juegan un papel activo en el proceso de descomposición, dos grupos, Diptera y Coleoptera, son los más importantes y útiles en la mayoría de las circunstancias, específicamente, las familias Calliphoridae y Sarcophagidae [2]. La razón básica para utilizar estos insectos durante las investigaciones criminales reside en el hecho de que son unos de los primeros grupos en detectar y encontrar un cadáver, están presentes en todos los estados de descomposición y algunas especies son específicas para ciertas áreas y estaciones [11].


5A 2 EVOLUCIÓN DE LA ENTOMOLOGÍA FORENSE

La ubicuidad de las moscas está documentada en escritos tempranos como la “Tabla 14”, de las series Harra-Hubulla, que es una lista sistemática de los animales salvajes terrestres de la época de Hammurabi, hace unos 3.600 años, y está basada en listas sumerias aún más antiguas, en escritura cuneiforme sobre tabletas de arcilla; es el libro de zoología más antiguo conocido. Aquí se mencionan por primera vez la “mosca verde” (Phaenicia) y la “mosca azul” (Calliphora), tan comunes en casos forenses [12].

En las civilizaciones antiguas, las moscas y escarabajos aparecen como amuletos (Babilonia, Egipto), en sellos cilíndricos (Mesopotamia), como un dios (Belcebú, rey de las moscas), y como una de las plagas de la bíblica historia del Éxodo. Pero este conocimiento giraba en torno al orden religioso y económico, hasta que Aristóteles (384-322 A.C.) aportó datos anatómicos y biológicos que describió y clasificó dentro del orden científico; posteriormente le siguieron los naturalistas de la antigüedad, como Cayo Cecilio Plinio (siglo II D.C.), Claudio Eliano (siglo III D.C.) y San Alberto Magno (siglo XIII) [9].

Probablemente el nacimiento de la entomología médico criminal se dio en siglo XIII, en China, cuando en 1235, Sung Tz’u, escribió un libro titulado Instrucciones a los Jueces en el que se detalla la ciencia forense conocida hasta el momento y la resolución de un asesinato en la comunidad campesina [2, 3, 8, 9, 12].

Se dieron otros aportes del jesuita José de Acosta, en el siglo XVI, del naturalista suizo Conrado Gesner, de los italianos Marcelo Malphigi y Francesco Redi (1668) quienes no sólo demostraron el método científico sino que contribuyeron a la entomología, refutando la hipótesis de la “generación espontánea” de la vida. Más tarde Linneo en su Sistema natural (1758) determinó las bases fundamentales de la clasificación zoológica, estableciendo las clases de insectos en 7 órdenes, pero fue Titulo original: Hsi Yüan Lu. Versión 1843, compilado por Tung Lien


hasta mediados del siglo XIX, en Francia cuando la ciencia surgió como tal. Orfila (1848), patólogo, listó 30 insectos y otros artrópodos que colonizaron un cuerpo, sus observaciones pueden ser las primeras en sistematizar el conocimiento de la sucesión de artrópodos; aunque a Bergeret (1855) se le da el crédito de aplicar este conocimiento a un caso criminal, por evaluación de la fauna de insectos, determinó (quizás incorrectamente) el intervalo post mortem [12]. A pesar de esos errores, este caso representa la primera aplicación de sucesión de insectos en entomología forense y abrió el camino para otros estudios como los de Keh (1985) [13], Smith (1986), Catts y Goff (1992), entre otros. Por otro lado, J.P. Mégnin amplió y sistematizó los estudios publicando la fauna de las tumbas (1887) y la fauna de los cadáveres (1894), identificando ocho etapas de descomposición humana. Aunque su obra ha sido objeto de críticas porque la duración del ciclo de vida de los insectos está sujeta, entre otras a las condiciones meteorológicas del lugar, los estados de descomposición descritos fueron seguidos por Leclercq (1969), Easton y Smith (1970) [3].

La ecología y el comportamiento general de las moscas de importancia forense fueron tratados extensamente por Greenberg (1973), Putman (1983) y Hanski y Rautatiekatu (1987) y la sucesión de fauna fue estudiada en varias regiones en cadáveres no humanos, desde lagartos hasta cerdos, entregando información en la estructura de la comunidad, orden de colonización, estacionalidad y preferencias de ovoposición de moscas de carroña [9].

Pero, como concluyen correctamente Schoenly y Reid (1987) hay excesivo énfasis en separar las etapas de putrefacción en modelos de representación gráfica de los cambios de especies, puesto que el número y los límites de las etapas pueden variar con el investigador, tipo de estructura corporal y tamaño, estación, microclima, sol y sombra, clase de sustrato, y complejidad y abundancia de la fauna local [9].

Con estudios diversos se concluyó que la aplicación de la temperatura al desarrollo de los insectos, especialmente, moscas, es determinante en la estimación del


intervalo post mortem. En el laboratorio se empezaron a criar especies de importancia forense a temperatura constante (Kamal, 1958) [3], pero Greenberg (1991) demostró que existen algunos fenómenos que pueden alterar el régimen de temperatura, como los efectos de las masas larvales.

Por otro lado, los resultados no pueden extrapolarse de uno a otro experimento ni en relación con los casos humanos de investigación criminal dado que los cadáveres de animales pequeños tales como lagartos, sapos, ratones y otros roedores se caracterizan por su descomposición rápida; así que el tipo de cuerpo y su tamaño pueden tener un efecto en la tasa de descomposición y en la sucesión de insectos.

El modelo animal más aproximado para la investigación forense relacionada con los fenómenos de descomposición cadavérica y la entomofauna relacionada con éstos, es el cerdo blanco desnudo (Sus scrofa); éste modelo es adecuado para este tipo de estudio porque se asemeja al ser humano en cantidad de vello, tamaño del torso, fauna intestinal, hábitos alimenticios y procesos de descomposición [7, 14, 15]. En cuanto al tamaño, los cerdos de 22-23 Kg. han sido recomendados como modelos convenientes para la descomposición [4, 7, 16] porque son aproximadamente equivalentes al torso de un humano adulto (Figura 1).

Figura 1. Cerdo blanco adulto (Sus scrofa) de 22 Kg.


Aunque una variedad amplia de sustratos de comida ha sido utilizada para esta clase de investigaciones, especialmente carne o hígado de cerdo o pequeños animales, la última aplicación médico criminal es el tejido humano. En el estudio realizado por Rodríguez y Bass (1983) se investigó la colonización de insectos y la sucesión en cuerpos humanos, y se validó el uso de cadáveres de cerdo como sustitutos en otras áreas, donde la investigación en cuerpos humanos es ilegal [3].

La entomología médico criminal entró en una fase de rápido crecimiento y desarrollo a partir de las reseñas de Leclercq (1978), Nourteva (1977) y Smith (1986), y se convirtió en una disciplina exacta referida a la teoría y práctica forenses. Los precursores han sabido conjugar entomología y ciencia forense, y los criminólogos han rescatado muchos detalles hasta obtener conclusiones útiles y una visión holística del tema [9].

5A 3 ENTOMOLOGÍA FORENSE EN COLOMBIA

En la última década ha aumentado en Colombia el interés por la aplicación de la entomología en las investigaciones médico legales y en la criminología.

El primer trabajo de entomología forense en Colombia se registra en Cali con un estudio sucesional en dos cánidos [17, 18]. Posteriormente en Bogotá, se desarrolló un estudio que indicó la presencia de Lucilia sericata como primera especie colonizadora de hígado humano [19]. Así mismo en Medellín se realizó un trabajo de sucesión de insectos carroñeros en cerdo blanco (Sus scrofa) [20].

Otros trabajos desarrollados en Cali, Medellín y Bogotá indican la predominancia de las familias de los ordenes Diptera y Coleoptera tanto en cadáveres humanos [21, 22] como en cerdo blanco Sus scrofa [23, 24, 25] y en hígado humano [19, 26].

Por otro lado, en el municipio de Tunja [27] se realizó un trabajo de sucesión de entomofauna asociada a la descomposición cadavérica empleando cerdo Sus scrofa


y en la ciudad de Medellín se realizó un estudio toxicológico para detectar Parathion en insectos de importancia legal [28].

El grupo de entomología forense de la División de Investigación Científica del Instituto Nacional de Medicina Legal y CF - Universidad Distrital, realizó diversos estudios en: sucesión de fauna cadavérica y ciclo de vida de las primeras especies colonizadoras en cerdo blanco Sus scrofa [29], efecto de cianuro y barbitúricos en dípteros colonizadores de hígado humano [30] e incidencia de sol y sombra en dos cuerpos de cerdo blanco Sus scrofa en descomposición [31].

Durante los estudios adelantados en la Sabana de Bogotá, se ha utilizado el cerdo blanco (Sus scrofa) y se han caracterizado diferentes estados de descomposición, en cuanto a la duración de cada uno de ellos y en cuanto a las especies de insectos representativas que han aparecido en los cadáveres; luego, se han elaborado gráficas de abundancia de las familias de importancia forense para observar su comportamiento a lo largo del tiempo y tablas de probabilidad de aparición de los principales grupos de insectos durante la sucesión, en condiciones naturales de temperatura y humedad [29] y en condiciones de sol y sombra [31].

En otras experiencias, se han elaborado curvas de crecimiento y desarrollo de dípteros colonizadores (Figuras 2 y 3) utilizando como biomodelo el hígado humano mantenido bajo condiciones naturales dentro de la sede Bogotá del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses [19] e hígado contaminado con cianuro y barbitúricos [30]. Estas estimas se realizaron por medio de un diseño experimental de medidas repetidas, según Potthoff y Roy (1964) [32] basado en una generalización del análisis multivariado de varianza [26]. Además, se construyó un modelo ajustado para el crecimiento larval, utilizando un análisis multivariado de varianza y procedimientos de cómputos máximos de probabilidad con medidas repetidas, aplicando el algoritmo EM [33].


Curva de crecimiento para la variable largo en Lucilia sericata 10 9 8

Longitud (mm)

7 6 5 4 3 2 1 0

0

2

4

6

8

10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 Tiempo (Dias) Largo

Menor

Mayor

Figura 2. Curva de crecimiento y desarrollo para la variable largo en Lucilia sericata. Tomado de UsaquĂŠn y Camacho, 2000 Curva de crecimiento para la variable ancho en Lucilia sericata 4.00

3.50

3.00

Ancho (mm)

2.50

2.00

1.50

1.00

0.50

0.00 0

2

4

6

8

10

12

14

16

18

20

22

24

26

28

30

32

34

36

38

Tiempo (Dias) ancho

Menor

Mayor

Figura 3. Curva de crecimiento y desarrollo para la variable ancho en Lucilia sericata Tomado de UsaquĂŠn y Camacho, 2000


Todos estos estudios constituyen un gran avance para la aplicación pericial de la entomología forense, específicamente en la aproximación al cálculo del tiempo de muerte en Bogotá y como modelo en el resto del país.

Actualmente se está implementando el Laboratorio de Entomología Forense de la División de Investigación Científica del INML y CF3, y se adelantan otros proyectos de investigación.

Dentro de la línea de investigación “Sistemática Molecular” se destaca el estudio “Análisis de los genes COI, COII y tRNA Leu, del ADN Mitocondrial en insectos de la Familia Calliphoridae de la Región Central Andina Colombiana y su aplicación forense”, el cual permitirá construir bases de datos con las secuencias de ADN Mt de poblaciones de insectos de importancia forense en diferentes zonas del país útiles para la definición de especie. Este tipo de análisis se apoya en herramientas bioinformáticas que generarán mayores niveles de certeza con respecto al estudio taxonómico tradicional. Así mismo, se obtendrán árboles filogenéticos con alto nivel de significancia que contribuirán a enriquecer el conocimiento de la sistemática molecular de especies neotropicales.

5A 4 CATEGORÍAS ECOLÓGICAS DE ARTRÓPODOS EN LA DESCOMPOSICIÓN CADAVÉRICA Un cadáver puede ser colonizado por un número variable de artrópodos pertenecientes a diferentes taxa que proporcionan elementos útiles durante la investigación forense. Sin embargo, es importante recordar que no todos los insectos se alimentan realmente de tejidos en descomposición. Solo unas pocas especies participan activamente acelerando la velocidad de descomposición del cadáver [8]. Hay esencialmente dos órdenes de insectos de estricto interés forense: Diptera y Coleoptera. Otros artrópodos, tales como Lepidoptera, Hymenoptera, Arachnida y Nematoda, pueden ser incidentales o depredadores de especies necrófagas. De 3

http://asp.medicinalegal.gov.co/medicina


cualquier forma, todas las especies asociadas con restos humanos deben ser colectadas, identificadas y preservadas de acuerdo con su tiempo de colonización [16].

El estudio de la microfauna cadavérica permite distinguir ecológicamente 4 categorías principales [4, 8, 9,16]:

Especies necrófagas: se alimentan sólo de tejido en descomposición y constituyen la categoría más importante en establecer el tiempo de muerte. Diptera: Calliphoridae (Figura 4) y Sarcophagidae (Figura 5) son dominantes en este grupo seguidas por Coleoptera: Silphidae (en parte) y Dermestidae. Los insectos necrófagos aparecen después de comenzada la autólisis y la putrefacción, dependiendo de la época del año y del estado del cadáver, su actividad acelera la putrefacción y la desintegración de ésta.

Figura 4. Adulto de la Familia Calliphoridae (Calliphora).

Figura 5. Adulto de la Familia Sarcophagidae


Predadores y parásitos de las especies necrófagas: es la segunda categoría forense más importante. Incluye esencialmente Coleoptera: Silphidae (Figura 6) (en parte) y Staphylinidae (Figura 7), Diptera: Calliphoridae y Stratiomyidae, e Hymenoptera como parásitos de larvas y pupas de Diptera. Algunas larvas de Diptera se vuelven depredadoras en las últimas fases de su desarrollo, como Chrysomya (Calliphoridae), Ophyra e Hydrotaea (Muscidae).

Figura 6. Larva de la Familia Silphidae. Predadoras de las larvas de Diptera

Figura 7. Adulto de la Familia Staphylinidae

Especies omnívoras: avispas, hormigas y algunos escarabajos se pueden alimentar tanto del cuerpo como de los artrópodos asociados. Las poblaciones grandes de esos insectos pueden retardar la velocidad de descomposición del cadáver por agotar las poblaciones de especies necrófagas.

Especies incidentales: usan el cuerpo como una extensión de su hábitat y parte de su ambiente. Se encuentran algunos ácaros, arañas, ciempiés, colémbolos,


pseudoescorpiones (Figura 8) y mariposas. Pueden ocasionalmente volverse predadoras de especies necrófagas.

Figura 8. Adulto de la Familia Cheliferidae (Orden: Pseudoescorpiones)

Otras especies pueden llegar accidentalmente, buscando la humedad o simplemente un lugar de descanso [8]. 5A 5 LA ENTOMOLOGIA FORENSE Y LA ESTIMACIÓN DEL TIEMPO DE MUERTE La mayor contribución hecha por los entomólogos forenses en la investigación de la muerte es una estimación de la duración del intervalo post mortem. Existen varias definiciones, las más aceptadas coinciden en el período transcurrido desde la muerte hasta el hallazgo del cadáver [2,3].

Sin embargo, desde el punto de vista médico forense, en la estimación del tiempo de muerte, juega papel importante la “ventana de muerte”, que es el concepto que permite definir los límites de tiempo en los cuales debió ocurrir la muerte de un sujeto, y se define como el tiempo transcurrido entre el momento último en el cual el sujeto fue visto con vida y el momento en el que el cadáver es encontrado, así que la


muerte solo puede haber ocurrido en ese lapso [34]. Este rango en ocasiones es muy grande, así que la entomología forense es utilizada como una de las herramientas que permite obtener intervalos más cortos y aproximados a la realidad.

Determinar el tiempo de muerte es importante desde el punto de vista legal, para establecer culpabilidad o para identificar a la persona desaparecida [35]. Uno de los métodos para determinarlo es la observación externa del cadáver, que incluye factores como temperatura corporal, livideces cadavéricas, rigidez, signos de deshidratación, lesiones externas, acción por animales e invasión de insectos [36]. En cadáveres humanos es estimado por varios métodos: histológico, químico y zoológico [8]. Sin embargo, transcurridas 72 horas, la entomología forense es usualmente el mejor método y en muchos casos el único para establecer el tiempo de muerte [7, 36].

Desde el punto de vista de la entomología forense, existen dos aproximaciones para determinar el tiempo transcurrido desde la muerte usando la evidencia entomológica. La primera se basa en la estimación de la edad de las larvas y la tasa de desarrollo. La segunda utiliza la sucesión de insectos en la descomposición de un cadáver. Ambas aproximaciones se pueden utilizar por separado o conjuntamente, dependiendo del tipo de restos encontrados. En general, en las primeras fases de la descomposición, las estimaciones se basan en el estudio del crecimiento de una o dos especies de insectos, particularmente dípteros, mientras que en las fases más avanzadas de la descomposición, se utiliza la composición y grado de crecimiento de la comunidad de artrópodos encontrada en el cadáver y se compara con patrones conocidos de sucesión de fauna para el hábitat y las condiciones más próximas [36].

Los cambios post mortem presentes en un cadáver dependen de múltiples factores y el tiempo de muerte puede ser altamente complejo de determinar [3]. Dependiendo de las especies de insectos y las condiciones en la escena, el grado de desarrollo puede indicar un tiempo de muerte de menos de un día o más de un mes [8]. Frente a la necesidad de estimar el tiempo de muerte a partir de datos entomológicos, el


investigador puede seleccionar un modelo de desarrollo de insectos o sucesión. Esto puede incluir una comparación con otras investigaciones, o datos experimentales pueden ser generados posteriormente para igualar un caso [4], pero son más frecuentes los datos experimentales consultados.

5A 5.1 ESTIMACIÓN DEL TIEMPO DE MUERTE UTILIZANDO CURVAS DE CRECIMIENTO Y DESARROLLO DE DÍPTEROS COLONIZADORES En casi todos los casos, una muestra de los insectos colectados es sacrificada y preservada antes de comenzar a utilizarla en la estimación del tiempo de muerte, mientras otros de la muestra son criados hasta el estado adulto para su identificación. El momento de la preservación es el punto en el tiempo a partir del cual se calcula el tiempo de muerte.

Las circunstancias de cada investigación son únicas, y las condiciones en la escena junto con la calidad de los datos entomológicos varían ampliamente. Si el modelo de referencia para el desarrollo de especies es una curva de crecimiento, la mejor estimación de edad para una larva es el valor correspondiente a su tamaño en la curva. Las curvas de crecimiento larval pueden tener la forma de una “S”, con un lento crecimiento durante los primeros dos instares larvales y una lenta disminución en tamaño entre los estadios de prepupa y pupa [3].

Aunque muchos estudios desarrollados emplearon constantes de temperatura, las condiciones térmicas en la escena ciertamente fluctúan en alguna magnitud. Los datos de crecimiento en temperatura constantes pueden ser utilizados, en algunas situaciones, para dividir el período de tiempo bajo consideración en intervalos cortos, y luego aplicar un modelo de desarrollo, que sea más cercano a la temperatura media durante cada período (Williams, 1984). Sin embargo, esto no es un efecto universal y el desarrollo de las temperaturas fluctuando puede ser acelerado o retardado [3].


Algunos estudios de desarrollo han incluido fluctuaciones de temperatura diseñadas para imitar un ciclo diurno típico [37, 38, 39]. Otras aproximaciones consisten en un modelo de desarrollo en términos de grado horas y grado días acumulados, proceso conocido como sumación térmica y método empleado para crear modelos computacionales de crecimiento de insectos [3].

Así mismo, Oman y Wax (1984) dice que se pueden realizar intervalos de confianza y utilizar datos de desarrollo multivariado para construir un intervalo de la predicción de la edad.

5A 5.2 ESTIMACIÓN DEL TIEMPO DE MUERTE UTILIZANDO ESTADOS DE SUCESIÓN DE INSECTOS Utilizando la sucesión de insectos, es necesario tener en cuenta que la muerte de un ser vivo lleva consigo una serie de cambios y transformaciones físico químicas que hacen de este cuerpo sin vida un ecosistema dinámico y único al que van asociados una serie de organismos necrófagos, depredadores, omnívoros y oportunistas que se van sucediendo en el tiempo dependiendo del estado de descomposición del cadáver.

El número de especies de artrópodos colectadas en un cuerpo pueden llegar a centenares y el número de individuos de las especies más comunes puede llegar fácilmente a diez mil. Además, muchas de ellas pueden ser ecológicamente incidentales, y otras pueden visitar y salir del cuerpo muchas veces, siendo considerados indicadores, relativamente pobres, del tiempo de muerte [40].

Schoenly (1992) introdujo el concepto de “matriz de ocurrencia”, en este sistema unas especies o estados se conocen por estar presentes o ausentes en un punto dado del tiempo de muerte. Utilizando este sistema, la reunión de especies colectadas de la víctima es comparada con la matriz de ocurrencia, y esas estimaciones de intervalos post mortem para las cuales se encontraría la reunión son identificadas.


La sucesión de carroña es un asunto clásico en ecología y muchos de los recientes trabajos han tenido un objetivo forense. La mayoría de la información publicada que involucra insectos en descomposición humana, viene del estudio de casos [5, 8]. Por consiguiente, las investigaciones normalmente utilizan cadáveres no humanos para realizar réplicas y estudios de sucesión [7, 15, 20, 22, 23, 29, 31, 36, 41, 42].

5A 6 CONSIDERACIONES ESTADÍSTICAS

Los problemas técnicos envueltos en la estimación del tiempo de muerte y la construcción de intervalos de confianza son diferentes al tratar con datos de desarrollo y sucesión. Dentro de los estados de vida, el desarrollo sucede fácil y continuamente con la edad, mientras el conjunto de especies presentes es categórico y cambia discretamente con el tiempo. Esas diferencias corresponden a conjuntos diferentes de procedimientos estadísticos, medidas cuantitativas, continuas y categóricas. A pesar de esas diferencias fundamentales, la razón subyacente es la misma en ambos casos [3].

5A

7

PROCEDIMIENTO

PARA

LA

RECOLECCION,

PRESERVACION

Y

EMBALAJE DE MUESTRAS ENTOMOLOGICAS EN CASOS FORENSES

Teniendo en cuenta que las ciencias criminalísticas deben tener protocolos de trabajo, manuales de procedimiento y cadena de custodia para su aplicación y validez en las investigaciones criminales, en especial durante el Sistema Acusatorio, donde la prueba pericial adquiere un enorme valor probatorio; dado que la entomofauna cadavérica en sus diferentes estados de desarrollo constituye un elemento material de prueba, que no existen manuales de procedimiento para ser utilizados por la policía judicial en el lugar de los hechos ni por el médico forense durante la realización de la necropsia al momento de hallar material entomológico, se ha propuesto la elaboración de un manual para el manejo de muestras entomológicas de interés forense, el cual se constituye en un aporte técnico – científico al Sistema de Justicia.


Este manual de procedimiento es un punto indispensable para la validación de métodos entomológicos forenses y estandarización de procesos y procedimientos en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y en otras instituciones interesadas en la implementación de esta ciencia.

Para obtener información valiosa a partir de muestras entomológicas se debe realizar una recolección, preservación y embalaje adecuados, en el lugar de los hechos y durante la necropsia. Las muestras deben ser representativas, cualitativa y cuantitativamente [43], deben ser mantenidas en condiciones óptimas para su estudio, pues la determinación taxonómica de los ejemplares requiere la integridad de sus caracteres morfológicos.

Manejo de muestras entomológicas en el lugar de los hechos

Desde el mismo momento en que se protege y preserva el lugar de los hechos se deben asegurar todos los elementos materiales de prueba (EMP), en forma íntegra para garantizar el buen manejo de la información durante la investigación criminal. Las muestras entomológicas no son la excepción, la manipulación de las mismas comienza durante la inspección al lugar de los hechos y al cadáver y debe hacerse adecuadamente para evitar su deterioro y por ende la pérdida de datos valiosos.

Cuando se realiza la inspección judicial son muy importantes las observaciones iniciales con respecto a las condiciones biogeográficas del lugar en donde se encuentra el cadáver, así como la fijación fotográfica y topográfica del lugar de los hechos, del cadáver y de las muestras entomológicas presentes. También es necesario describir: la posición y orientación del cadáver, las prendas de vestir, los fenómenos cadavéricos, los signos de violencia y cualquier otro acontecimiento que pueda alterar la descomposición, como la intervención de otros animales carroñeros, como perros, gatos, ratas, aves, entre otros.


Así mismo es necesario documentar las zonas y lugares en el cadáver donde se hallan la mayoría de muestras entomológicas, especificando su estado de desarrollo, como son: huevos, larvas, pupas y adultos (Figuras 9, 10, 11 y 12)

Figura 9. Huevos de la familia Calliphoridae (Lucilia sericata). A las 24 horas de la ovoposición eclosionan los primeros huevos de esta especie en condiciones ambientales de Bogotá.

Figura 10. Larvas de diferentes edades de la familia Calliphoridae (Calliphora). Durante los estudios realizados en Bogotá, a una temperatura ambiental promedio de 18.2 C, el ciclo larval de esta especie tiene una duración promedio de 8 días. Las larvas pasan por 3 estados diferentes de desarrollo, conocidos como ínstar 1, ínstar 2 e ínstar 3. Durante este período las larvas se encuentran en un período de gran alimentación.


a.

b.

Figura 11. Pupas de la familia Calliphoridae. a. Lucilia sericata, b. Calliphora. Este periodo se caracteriza por la quietud de las pupas, pero en realidad es un periodo de mucha actividad porque se completan todos los sistemas del adulto. La duración promedio en este estadio para Lucilia sericata es de 13 días.

Figura 12. Adultos de la familia Calliphoridae (Lucilia sericata). En promedio el ciclo completo desde huevo hasta adulto para esta especie en las condiciones ambientales de Bogotá, a 18.2 C es de 35 días.


Materiales

Equipo de Bioseguridad Jama o red entomológica Termómetro Higrómetro Pinzas de punta fina Pinceles Frascos pequeños con etanol al 70% (o en su defecto alcohol antiséptico) Frascos de compota para cultivo Sustrato alimenticio Pala para muestras de suelo y hojarasca Rótulos de papel Lápiz de grafito Nevera de icopor

Metodología

Registro de datos ambientales: de ser posible se tomarán los siguientes datos:

Temperatura ambiente y humedad relativa, siempre en las inmediaciones donde se encuentra el cadáver. Temperatura de la superficie (suelo, agua) donde se encuentra el cadáver. Temperatura de la superficie del cadáver. Temperatura bajo el cadáver. Temperaturas interiores, en caso de lugares cerrados


Recolección de muestras en ambientes abiertos

Básicamente se pueden colectar tres tipos de muestras entomológicas, estas son: insectos voladores, insectos caminadores y estados inmaduros (huevos, larvas, prepupas, pupas).

Inicialmente, antes de la remoción del cadáver, se colectan los insectos que se vean con facilidad y que estén sobrevolando el cuerpo o se encuentren posados sobre él, para lo cual se utiliza una jama o red entomológica (Figura 13). Los insectos caminadores y los estados inmaduros que se encuentran alrededor del cadáver, sobre él y en las cavidades naturales del cuerpo se colectan con pinzas o pinceles humedecidos.

Figura 13. Recolección de insectos mediante jama entomológica

Una vez realizado el levantamiento del cadáver se toman muestras de suelo, tanto debajo del cadáver como de los alrededores y se remiten debidamente embaladas, según los procedimientos técnicos y de cadena de custodia.


Recolección de muestras en ambientes cerrados

Si el cadáver se encuentra en un lugar cerrado (edificación, vehículo) es necesario realizar una búsqueda exhaustiva para no dejar de colectar evidencia importante. Inicialmente se realiza la recolección habitual de insectos alrededor del lugar y en seguida se procede a la recolección de muestras alrededor, sobre y debajo del cadáver.

Si se trata de una habitación cerrada es conveniente buscar en los bordes y esquinas de las paredes, debajo de las alfombras, en los armarios, registros eléctricos y calefacción.

Si es un automóvil que se encuentra cerrado es posible encontrar muestras entomológicas en las tapicerías, debajo de los asientos, en el motor y en el baúl, principalmente.

Recolección de muestras en ambientes acuáticos

Los ecosistemas acuáticos continentales están habitados por varios grupos de macroinvertebrados, incluyendo insectos, éstos viven sobre el fondo de ríos y lagos, o enterrados en el fango y la arena; adheridos a los troncos, vegetación sumergida y rocas; o nadando activamente dentro del agua o sobre la superficie de la misma [44].

Aunque en Colombia aún no hay publicaciones de estudios realizados que indiquen la entomofauna asociada a cadáveres sumergidos, es necesario colectar todos los insectos visibles cuando se encuentra un cadáver sumergido total o parcialmente, puesto que estas muestras pueden corresponder al ambiente acuático en el que se encuentra o ser de un ambiente terrestre.


Recolección de muestras de restos enterrados

Cuando se encuentren restos enterrados es necesario recolectar muestras de suelo, a diferentes profundidades, según vayan apareciendo insectos en sus distintos estados de desarrollo (Figura 14). Estos se pueden colectar con un embudo Berlese, con pinceles empapados en alcohol y con pinzas delgadas.

Figura 14. Pupas y puparios presentes en cráneo. Fotografía de César Sanabria Medina (Antropólogo Forense INMLCF).

Recolección de muestras entomológicas durante la necropsia

Hay que tener en cuenta que la mayoría de muestras entomológicas es colectada durante el procedimiento de necropsia, por lo cual es de suma importancia contar con la colaboración del médico forense.

En primer lugar se debe revisar la bolsa en la que ha sido transportado el cadáver porque la superficie externa e interna puede contener insectos en diferentes estados de desarrollo (huevos, larvas, prepupas, pupas, adultos). Así mismo se debe revisar


la ropa del cadáver, en especial en las costuras y zonas humedecidas por fluidos corporales (Figura 15).

Figura 15. Lugares donde se debe buscar fauna cadavérica antes del procedimiento de necropsia. Bolsa plástica que envuelve la cabeza y el cuerpo, cobija y prendas humedecidas por la sangre. Fotografía de Yolanda Clavijo (Fotógrafa INMLCF)

Ya durante el procedimiento de necropsia se debe buscar la entomofauna cadavérica en: pelo, cráneo, orificios naturales, tracto respiratorio y digestivo, axilas, área genital y anal, lesiones y/o heridas presentes (Figura 16).

Figura 16. Larvas presentes en pelo, cuello y espalda. Fotografía de Yolanda Clavijo (Laboratorio Fotografía del INMLCF)


Se fotografían las zonas corporales que presentan mayor actividad de insectos y se colectan las muestras con pinceles o pinzas delgadas.

Preservación de muestras entomológicas

Adultos. Todas las muestras de insectos adultos se preservan en frascos pequeños con etanol al 70% (Figura 17)

Figura 17. Larvas preservadas en frasco pequeño de vidrio con etanol al 70% (o en su defecto alcohol antiséptico)

Huevos y larvas. Una parte de los huevos y larvas recolectadas se colocan en agua hirviendo por 3 minutos y luego se pasan a un frasco con etanol al 70%. La otra parte de las muestras se mantiene viva y se remite al laboratorio con sustrato alimenticio (hígado humano, carne de cerdo, carne de res) para que puedan ser cultivadas.

Cultivo de huevos y larvas

Se toma una parte de los huevos o larvas vivas (sin haberlas pasado por alcohol), se colocan en un trozo de sustrato alimenticio (aprox. 4cm. x 4cm. x 2cm.) y se envuelven en papel aluminio para evitar la deshidratación del tejido; de esta manera se introduce en un frasco de vidrio de boca ancha que contiene 2 cm. de arena en el


fondo, se tapa con muselina y una banda de caucho o con un tapón de algodón envuelto en gasa (Figura 18).

Figura 18. Frasco de cultivo de larvas. Las larvas se encuentran en el hígado que está envuelto en papel aluminio. Los frascos están tapados con muselina y bandas de caucho.

Nota: En todos los casos, una parte de las muestras debería ser fijada en etanol al 70% y la otra parte debería ser cultivada hasta el estado adulto, con el fin de realizar una determinación taxonómica adecuada y una aproximación al tiempo de muerte más precisa.

Embalaje de muestras entomológicas

Cada una de las muestras recolectadas y preservadas, ya sea en etanol al 70% o en frasco para cultivo deben ser debidamente etiquetadas mediante un rótulo de papel, el cual se escribirá con lápiz de grafito (nunca con esfero, micro punta o marcador porque se puede correr la tinta y dañar los datos). El rótulo se introducirá en el frasco con alcohol o se colocará en el exterior del frasco de cultivo y el duplicado irá en la bolsa de embalaje con los siguientes datos u otros más que sean relevantes para la investigación del caso:


Fecha y hora de recolección No. Acta de Levantamiento o Inspección Judicial Localidad y lugar de la recolección No. del EMP ó muestra entomológica Sitio del cadáver de donde se tomó la muestra Descripción de la muestra Nombre del colector con su número de identificación

Todas las muestras se transportan en una nevera de icopor y deben hacerse llegar al Laboratorio de Entomología Forense del INML-CF lo más pronto posible para evitar su deterioro y garantizar su estudio. 5A 8 FESTÍN DE PRUEBAS - INSECTOS AL SERVICIO FORENSE Por considerarlo de utilidad y como complemento al presente capítulo, se transcribe el artículo “Festín de Pruebas - Insectos al Servicio Forense”, escrito por el Profesor M. Lee Goff. Consideramos que el estilo de su contenido y la presentación de situaciones reales permitirán al lector comprender de manera sencilla, ejemplificada y en lenguaje muy claro el aporte de la entomología a la investigación médico-legal de las muertes.

La búsqueda, emprendida por amigos y familiares de la mujer asesinada, terminó a finales de una mañana cuando su cuerpo, envuelto en sábanas, fue descubierto en la playa norte de la isla de Oahu. La policía de Honolulu fue notificada, y al poco tiempo se presentaron varios detectives de homicidios, en compañía del forense y alguien más, no asociado tradicionalmente con asuntos tan desagradables: un entomólogo.

Por M. Lee Goff (conferencia), publicado en las Memorias del Taller de la Academia Americana de Ciencias Forenses, Reunión Anual de la AAFS, 16 de febrero de 1993, Boston, Massachussets, traducido al español por la Dra. Mary Luz Morales Rodríguez, Jefe Nacional de la División de Tanatología del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, Bogotá - Colombia y posteriormente publicado en el Informe Científico Patología Forense, Boletín Nº 4, 2001


A medida que los detectives se ocupaban en rastrear la escena en busca de pistas, el entomólogo medía la temperatura ambiental y, fiel a su nombre, recolectaba insectos del área. A medida que el cadáver era desenvuelto, el iba recuperando moscas, con diferentes grados de madurez, primero de las superficies externas de las sabanas, después de las capas internas y finalmente del cuerpo en sí: adultos; gusanos o larvas; y pupas, los insectos de madurez intermedia, cada uno alojado en cubiertas rígidas de protección.

Una vez capturados, los insectos fueron clasificados por especies y llevados al Laboratorio De Entomología Forense de la Universidad de Hawai en Manoa. Allí cada colección fue subdividida - parte con el fin de almacenarla para referencias futuras y parte, los insectos inmaduros, para ser criados a la temperatura constante, óptima para su crecimiento-. Mientras tanto, se solicitaron datos de temperatura y pluviosidad del mes anterior, a una estación climatológica de la región costera donde el cuerpo de la mujer había sido encontrado. A la temperatura constante de 26 ºC, en el laboratorio, les tomó a las moscas inmaduras 8.9 días para alcanzar el mismo estadio de desarrollo que las pupas tomadas del cadáver (las mediciones se detuvieron en el estado pupal, ya que no había forma de saber si las moscas adultas encontradas en el cuerpo habían madurado allí o venido de algún otro lugar). Luego, un modelo computarizado hizo ajustes para las condiciones del lugar del descubrimiento, lo que modificó el resultado a un mínimo de diez días y medio. Posteriormente los entomólogos y sus colegas llegaron a la conclusión de que, ya que el cuerpo había estado envuelto en sábanas y no expuesto directamente al aire, la llegada de las moscas podía haberse retrasado. Para probar su corazonada, los investigadores envolvieron un cerdo muerto en sábanas y lo dejaron en el exterior, en condiciones similares a las que prevalecían en el lugar donde el cuerpo había sido recuperado. Resultó

que pasaron dos días y medio antes de que las moscas

pudieran penetrar las envolturas y desovar en la carroña de cerdo. Este hallazgo, sumado al intervalo ya calculado, indicaba que habían pasado al menos 13 días entre el asesinato de la mujer y la aparición de pupas en el cadáver.


Esta aproximación final tenía mucho sentido: la víctima había sido vista con vida por última vez una tarde, 14 días antes de que su cuerpo fuera descubierto. Finalmente, los resultados de este y otros experimentos alternativos, tediosos y desagradables, hechos en la universidad, fueron presentados como evidencia durante el juicio llevado a cabo en Honolulu en el otoño de 1989. Cuando el veredicto fue pronunciado, el acusado, el enajenado esposo de la víctima, fue declarado culpable de asesinato. La entomología forense - el análisis de insectos como evidencia en la investigación criminal -, está adquiriendo cada vez mayor reconocimiento por su poder como herramienta de los detectives. Los insectos, particularmente las blowflies, suelen ser los primeros “testigos” en llegar a la escena de un asesinato. Las moscas descienden sobre el cadáver para alimentarse de la sangre, moco, orina, heces líquidas y otros fluidos, y allí ponen sus huevos. A medida que la descomposición continúa, otras clases de insectos, tales como los escarabajos, visitan el cuerpo, también para alimentarse y desovar. Para un lugar y época del año dados, las especies de insectos y otros artrópodos-, tales como arañas, ácaros y ciempiés - que explotan un cadáver en descomposición, son relativamente constantes y sus patrones de desarrollo son predecibles. Entendiendo estos patrones, el entomólogo forense puede, tal como en el caso de Oahu, dar al forense y a los oficiales de la ley un tiempo de muerte aproximado. Pero hacer la estimación de intervalos post mortem no es de ninguna manera la única aplicación de la evidencia entomológica en la corte. Investigaciones recientes han sido útiles en casos de abuso infantil y negligencia con personas de la tercera edad, en la detección de drogas y toxinas, en demostrar que los cuerpos fueron transportados después de la muerte y en documentar movimientos de personas de una región a otra. Todas estas aplicaciones requieren un conocimiento extenso de la taxonomía, fisiología y ciclos vitales de un grupo especializado de artrópodos, y prueban que los coleccionistas de insectos, a pesar de su imagen folklórica, pueden ser algo más que singulares excéntricos con redecillas.


Si bien ha habido un resurgimiento del interés en la entomología forense durante la última década, el campo difícilmente podría ser considerado nuevo. Un registro temprano de la aplicación de la entomología en el cumplimiento de la ley puede ser encontrado en los escritos del magistrado Sung Tz’us, en la China del siglo XIII.

Según nos cuenta Sung, un pueblerino había sido asesinado en un verano, en una comunidad granjera; la apariencia de las heridas sugería que el arma homicida era una hoz. El magistrado local ordenó a las personas del pueblo reunirse y colocar sus hoces en el suelo, frente a ellos. Bajo el ardiente sol veraniego las moscas comenzaron a congregarse sobre el instrumento que todavía tenía trazas de sangre de la víctima. Al ser confrontado con la evidencia, el propietario del implemento ofensor confesó ser el asesino.

Menos dramáticos, pero tal vez más fáciles de evaluar científicamente, son los hechos registrados en la literatura científica europea de mediados del siglo XIX. Uno de los primeros casos en que la evidencia entomológica fue admitida en una Corte Legislativa occidental fue juzgado en Francia, en 1850. Un hombre y su esposa fueron acusados del asesinato de un infante cuyos restos momificados habían sido descubiertos detrás de una repisa en la chimenea de su hogar. Sin embargo, tras examinar los ácaros y cascarones pupales vacíos de las moscas presentes en el cadáver, un entomólogo de nombre M. Bergeret, concluyó que el cuerpo había sido escondido tiempo antes de que los acusados se mudaran a la vivienda. Así pues, la sospecha recayó sobre los ocupantes anteriores.

El uso de insectos y otros artrópodos en la determinación de intervalos post mortem se basa en el concepto ecológico de sucesión. El concepto fue promovido por primera vez, con propósitos forenses, por el entomólogo francés Pierre Megnin en 1894. Los insectos invasores que se alimentan de un cadáver expuesto, vienen en una secuencia de olas. La primera ola de carroñeros trae cambios al cadáver al remover tejidos suaves, haciéndolo a su vez más atractivo para la siguiente ola de invasores, que prefieren piel seca y cartílago. Las sucesivas llegadas y salidas de los


insectos son predecibles y, al ser comprendidas, permiten estimar el intervalo entre el tiempo de muerte y el descubrimiento del cuerpo. Pero hay más en la sucesión que el simple devorar un cuerpo. Junto a estos insectos que se alimentan directamente del cadáver, vienen insectos que explotan la carroña en otras formas: algunos son depredadores de los insectos que ya se alimentan en el cadáver;

otros

son

parásitos;

y

algunos

son

omnívoros:

se

alimentan

indiscriminadamente tanto del cadáver como de los otros insectos. Los insectos de cada uno de los tres grupos llegan con precisión cronométrica de otros lugares, específicamente para interactuar con el cadáver y los insectos a su alrededor.

Finalmente, otro conjunto de insectos toma su lugar en el tráfico: los que inadvertidamente resultan deambulando sobre el cadáver. Puesto que tales especies no tienen relación con el cadáver (usualmente son comedores de plantas, que no se alimentan con el cadáver ni con los otros insectos presentes) y no siguen un patrón de llegada y salida, carecen de utilidad en la estimación del intervalo post mortem pero proveen información valiosa en otros sentidos. Por ejemplo, si un insecto normalmente presente sólo en ambientes urbanos fuera encontrado en un cuerpo descubierto en un maizal, los investigadores criminalistas harían bien en considerar la posibilidad de que el cuerpo fue transportado después de su muerte. En conjunto, el número total de insectos en un cadáver puede ser bastante alto.

En el curso de sus estudios clásicos sobre descomposición porcina realizados en el sur de Carolina, en los años 60, el entomólogo Jerry A. Payne, en ese momento estudiante de la Universidad de Clemson, quien ahora trabaja con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, en Byron, Georgia-, recuperó más de 500 especies animales asociadas de alguna manera con la descomposición. De estas, más de un 85% eran insectos. En su estudio de 1894, Megnin distinguió ocho olas de artrópodos que sucesivamente invadían el cadáver en un período de tres años. Desde la época de Megnin, sin embargo, el número de fases reconocidas en el proceso de


descomposición ha variado según la localidad estudiada, las especies animales observadas y, lo que resulta poco sorprendente, los investigadores encargados de la observación. De hecho, las fases identificadas son en su mayor parte artificiales: la descomposición, claro está, es un proceso continuo, y ningún conjunto individual de insectos y circunstancias físicas existe en la naturaleza. Pero las divisiones sirven como puntos de referencia convenientes, ayudando a simplificar y definir lo que de otras formas sería una serie bastante compleja de interrelaciones. Para nuestro trabajo en Hawai mis colegas y yo hemos definido una secuencia de cinco etapas de descomposición, la cual parece aplicarse también en otras áreas geográficas. La primera, etapa en fresco, comienza en el momento de la muerte y finaliza cuando se empieza a observar hinchazón del cadáver; en Hawai ese período es generalmente de sólo un día o dos. Los primeros organismos en visitar el cuerpo son las moscas azules y moscas de la carne, que pueden llegar en los 10 minutos siguientes a la muerte, cuando el cuerpo está expuesto al aire. Las moscas depositan huevos o larvas alrededor de las aberturas naturales del cuerpo, principalmente aquellas de la cabeza - ojos, oídos, nariz y boca-. Las heridas y la sangre son de interés secundario para las especies de mosca azul en Hawai, aunque en otros lugares del mundo y para otras especies de mosca, las heridas son la atracción principal. Al segundo estadío de la descomposición lo llamamos estado enfisematoso o “hinchado”. Los gases generados por la actividad metabólica de las bacterias que viven en el ambiente poco oxigenado del cuerpo hacen que este se dilate y pueden eventualmente darle al cuerpo una apariencia distendida, como de globo. La temperatura interna del cadáver se eleva, pues se produce calor tanto por los procesos de putrefacción -degeneración asociada básicamente con bacterias-, como por las actividades metabólicas y físicas de los gusanos. Durante esta fase los gusanos o larvas y las moscas adultas son los organismos asociados con el cadáver de manera predominante.


La tercera, o fase de reducción, es la única cuyo comienzo está marcado por un evento físico: la piel del cadáver se rompe a medida que los gusanos se alimentan, permitiendo que los gases acumulados se escapen y el cadáver se deshinche. La reducción está acompañada de fuertes, distintivos y desagradables olores - y probablemente no es una coincidencia que haya una alta correlación entre el comienzo de la putrefacción y el aumento de solicitudes de vacaciones por parte de nuestros asistentes de pregrado -. Los gusanos son la característica más obvia de esta etapa pues forman grandes núcleos de masas de alimentación dentro del cadáver, al igual que en su superficie. Para cuando termina el periodo de putrefacción, dichos insectos han completado su desarrollo larval y han dejado el cadáver para desarrollarse como pupas en el suelo. Al mismo tiempo, varias especies de escarabajos comienzan a llegar. Algunos de ellos se alimentan directamente del cuerpo, mientras otros, actúan como depredadores de las larvas y otros insectos disponibles. Para cuando se completa la fase de putrefacción, virtualmente toda la carne ha sido removida del cadáver y solo permanecen piel, cartílago y hueso. En la cuarta etapa de la descomposición, que hemos llamado post - reducción, las moscas y larvas son superadas en número por los escarabajos que se incrementan tanto en número como en diversidad. La piel restante y el cartílago son consumidos, alcanzando así la etapa final, la de restos. En este punto el cuerpo se halla reducido a huesos y cabello y los insectos generalmente asociados con la carroña, están ausentes. Si bien la secuencia básica de la descomposición es predecible, la duración de cada etapa y las especies exactas que se hallan presentes varían según el lugar y la época del año. Por esto, el entomólogo forense debe determinar una secuencia básica, a partir de datos empíricos, para cada lugar y temporada de relevancia potencial en la investigación de un crimen.


En Hawai nuestra primera tarea fue determinar, con la invaluable ayuda de los agentes de la ley, el tipo

de

ambientes - playas, bosques, pantanos y demás -,

donde históricamente se habían hallado restos humanos en descomposición. Para cada ambiente, experimentamos con un cerdo muerto, cronometrando las etapas de descomposición y caracterizando los insectos asociados con cada etapa. A partir de estos estudios construimos una base de datos que, desde entonces, nos ha ayudado a estimar intervalos post mortem en varias circunstancias sospechosas. Incluso variaciones menores en la localización de un cadáver pueden provocar diferencias significativas en las poblaciones de insectos encontradas sobre y adentro del cuerpo.

Uno de nuestros primeros casos ilustra bien el por qué cada investigación es única. Nueve especies de insectos en diferentes estados de desarrollo, desde huevos hasta adultos, fueron recolectados del cuerpo de una mujer encontrado en un área industrial de Honolulu. Los especímenes de insectos tomados parecerían indicar, considerados aisladamente, la presencia no de uno sino de dos cuerpos - uno muerto hacía 9 días y el otro hacía 19 -. Mientras revisábamos el asunto con más detalle, pusimos especial atención a la posición del cuerpo en el sitio de descubrimiento: el cadáver yacía sobre una zanja y la espalda estaba parcialmente sumergida en agua; el frente del cuerpo, que había permanecido sobre el agua, se hallaba totalmente seco. La inmersión parcial de la espalda había mantenido la carne húmeda y suave permitiendo a los gusanos continuar alimentándose allí por un periodo mayor de lo usual (los gusanos o larvas no se pueden alimentar de tejidos secos). Así pudimos entonces conciliar

nuestros datos entomológicos con la

presencia de un cuerpo muerto aproximadamente 19 días antes. Ese estimado encajaba bastante bien en las circunstancias del crimen: la víctima había sido vista con vida por última vez, 20 días antes del descubrimiento de su cuerpo. Un sospechoso, visto con la mujer en esa época, fue posteriormente condenado por su asesinato. ¿Cómo operan en la práctica las etapas de nuestro esquema de clasificación? En los estadios tempranos de la descomposición frecuentemente se puede estimar el intervalo post mortem a partir del ciclo vital de los primeros insectos en la escena: las


enormes moscas azules (moscarda coronida). Aproximadamente doce horas después de que las moscas desovan sobre el cadáver, nacen las larvas. Al poco tiempo dichos gusanos se agrupan en masas de alimentación y migran a través del cuerpo.

Al alcanzar su tamaño completo, el comportamiento de los gusanos cambia: cesan de alimentarse, vacían sus buches (el extremo anterior de su sistema digestivo) y abandonan el cadáver. Una vez se encuentran solos, usualmente en el suelo, se vuelven inactivos y entran en estado pupal: un duro cascarón se forma alrededor de cada insecto, protegiéndolo mientras sufre un proceso de reorganización para emerger como mosca adulta.

El análisis de las características físicas de larvas de moscas recuperadas de un cadáver, combinado con un conocimiento de la biología, ecología y distribución de los especímenes de mosca y un entendimiento de las condiciones ambientales a las que los gusanos han estado sometidos, permiten al entomólogo forense estimar el intervalo post mortem.

Los ciclos vitales de la mosca azul fueron la clave para nuestra investigación de la muerte de un hombre de 37 años, encontrado por un grupo de deportistas que trotaban en un pantano, en el lodo de barlovento de la isla Oahu. El cuerpo estaba infestado con gusanos de dos especies de mosca azul (blowfly). Nuestro análisis de las larvas, comparado con los datos de crecimiento obtenidos en el laboratorio y el resultado de los estudios de descomposición, sugerían que la víctima había muerto aproximadamente 120 horas antes. Dicha conclusión fue corroborada por información obtenida independientemente por la policía de Honolulu: la víctima había sido vista por última vez 123 horas antes del descubrimiento del cadáver, y había dejado de reportarse a su trabajo 121 horas antes de que su cuerpo fuera encontrado. Nuestra estimación ayudó a ubicar a la víctima en compañía de un sospechoso, que fue posteriormente condenado por el asesinato.


Una vez que las moscas azules dejan un cuerpo, los entomólogos forenses deben recurrir a una sucesión de organismos diferentes. El cuerpo de un hombre, aparentemente en el estado post - reducción de la descomposición fue encontrado en un pajar cerca a la costa norte de Oahu. Diez especies de insectos, representantes de tres familias de escarabajos y cuatro familias de moscas, fueron recolectadas del cuerpo; los especímenes se encontraban en diferentes niveles de desarrollo, desde larvas hasta pupas y adultos. Una comparación de las especies y sus estados de desarrollo con los resultados de otros estudios acerca de la descomposición llevados a cabo en hábitats similares, mostró que tal combinación de insectos solamente podría ocurrir entre 34 y 36 días después de la muerte. Resultó que la víctima había sido vista con vida por última vez 37 días antes del descubrimiento del cadáver. Los dos casos citados ilustran una restricción básica de tipo práctico de la evidencia entomológica: Entre más largo sea al tiempo que ha pasado desde la muerte, menos precisa podemos hacer la estimación del intervalo post mortem. Pero parece ser posible ir más allá de los límites de la entomología forense investigando los cambios en la composición de la fauna del suelo asociada con las etapas tardías de descomposición. Dicha fauna fue útil en el estudio de los restos, prácticamente reducidos a esqueleto, de un niño de 30 meses encontrado en una tumba a ras de tierra cerca a Koko Head, en la punta sudeste de Oahu. En un estudio preliminar de los restos el médico forense recolectó los cascarones pupales vacíos de una especie de mosca azul. Posteriormente un entomólogo examinó el cadáver y muestras de suelo de la tumba y descubrió las larvas de una mosca scenopínidae y escarabajos histéridos y cléridos adultos, provenientes del cadáver; pieles larvales abandonadas de un escarabajo derméstido y representantes de cinco familias de ácaros, provenientes del suelo. La longitud de las larvas scenopínidas, la condición de las pieles larvales vacías y la densidad de población de los ácaros, en conjunto, sugerían que el infante había fallecido aproximadamente 52 días antes, de que sus restos fueran desenterrados. El padre de la víctima finalmente


se confesó culpable del asesinato, que según él tuvo lugar en la mañana, 53 días antes del descubrimiento del cuerpo. El fue condenado por una corte de Honolulu. Aunque tales casos demuestran como la entomología forense puede ser exitosamente aplicada a la investigación de un crimen, la relación entre la ciencia y la solución de crímenes no es siempre tan clara. Un gran número de variables puede complicar la situación. Por ejemplo, en algunas ocasiones una especie de insectos típicamente asociada con un área geográfica o hábitat es encontrada sobre los restos descubiertos en una localidad diferente. Pero esa complicación puede de hecho dar información bastante útil sobre la historia del cuerpo. En un intrigante caso, el entomólogo finlandés Pekka O. Nourteba, de la Universidad de Helsinki, fue confrontado con el cuerpo extensamente descompuesto de la víctima de un homicidio, una mujer no identificada. Es un hecho conocido por todos que el área donde el cuerpo fue encontrado es una región altamente contaminada por mercurio. Sin embargo, cuando Nourteba analizó las moscas tomadas del cadáver de la mujer, determinó que los insectos se habían desarrollado en tejidos libres de mercurio. El conocimiento de este dato ayudó a los investigadores a determinar que la mujer había vivido en otro lugar del país donde la influencia del mercurio es mínima. Otros factores que complican la entomología forense son las substancias extrañas usualmente drogas y toxinas-, presentes en el tejido en descomposición, que pueden afectar a los insectos que se alimentan del cadáver. Pero nuevamente la evidencia entomológica puede revelar más de lo que oculta.

El entomólogo italiano Francesco Introna, de la Universidad de Parma, ha demostrado que la heroína puede ser detectada en cuerpos descompuestos analizando los gusanos que se alimentan de sus tejidos. En nuestro laboratorio de la Universidad de Hawai, hemos duplicado los resultados de Introna, tanto para heroína como para cocaína. También hemos mostrado que la presencia de estas substancias y sus metabolitos en tejidos en descomposición, afecta la tasa de desarrollo de los


gusanos que allí se alimentan. Ese efecto, claro está, es crucial al realizar una estimación precisa del intervalo post mortem. Si bien la entomología forense se ha preocupado en la mayoría de ocasiones por las circunstancias de la muerte, también ha sido aplicada a los vivos. En su revisión de la entomología forense, publicada hace dos años por The Prosecutor, periódico de la Asociación Nacional de Fiscales de Distrito, Wayne D. Lord, un agente especial de FBI, y William D. Rodríguez III, antropólogo forense del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas en Washington -AFIP-, describieron un caso en que la evidencia entomológica ayudó a probar negligencia hacia un infante. Un niño pequeño fue llevado a la sala de emergencia de un hospital sufriendo de extenso salpullido y desnutrición. El examen físico halló gusanos en las áreas anal y genital del niño; el análisis entomológico indicó que habían estado presentes por 4 a 5 días - el período mínimo transcurrido desde el último cambio de pañales -. Investigamos un caso relativamente parecido en Oahu. Un menor fue descubierto, al borde de la muerte, en un dique sobre el lago Wilson. Había larvas de mosca azul presentes en el pañal del niño, alimentándose de tejidos del área anal y genital. Esa especie de mosca es comúnmente encontrada en cadáveres en Hawai; también ha sido implicada en una condición llamada miasis, la alimentación de larvas de mosca con tejido vivo. Las moscas adultas que habían sido atraídas por las heces del pañal le habían colocado sus huevos sobre los pantalones. Las larvas se alimentaron inicialmente de heces y después se movieron al recto y los genitales. Con base en el estado de desarrollo de los gusanos, se calculó que el niño había estado expuesto por lo menos durante 27 horas en la orilla del lago. Su madre fue condenada por intento de homicidio.

En ciertos casos las actividades del sospechoso, y no sólo las de la víctima, pueden ser deducidas de la evidencia entomológica. James P. Webb, un entomólogo forense de Distrito de Control de Vectores del Condado de Orange, en California, y sus asociados, tuvieron gran parte de la responsabilidad de ubicar a un sospechoso en la escena de un homicidio. El cadáver de una mujer de 24 años fue descubierto en un


camino destapado en un área rural en las afueras de Thousand Oaks, un pueblo cercano a los Ángeles. Durante la investigación del sitio, 20 de 23 voluntarios del equipo local de búsqueda de rescate y un sargento de policía fueron atacados por niguas (trombicula alfred dugesi). Subsecuentemente, al ver fotos del cateo de los sospechosos desnudos, el sargento vio lo que parecían ser lesiones similares en uno de ellos. Cuando Webb estudió la situación, encontró que los ataques de este ácaro eran inusuales en el área donde el cuerpo de la mujer fue descubierto. Una mirada más de cerca al sitio del descubrimiento mostró que el punto donde se había encontrado el cadáver era virtualmente el único lugar en la vecindad donde había la posibilidad de localizar la especie de nigua en cuestión. El fiscal presentó esta evidencia ante la corte y el sospechoso fue declarado culpable de homicidio. Como los casos presentados han hecho claro, la entomología forense ofrece un buen número de herramientas valiosas para el cumplimiento de la ley. Aún así, su potencial no ha sido de ninguna manera explotado a cabalidad: para todos los propósitos prácticos esta joven ciencia está aún lejos de ser adecuadamente incorporada a las disciplinas forenses. La mayoría de la gente en este campo - y tan sólo unos 15 lo practican en los Estados Unidos -, trabajan principalmente en otras áreas de la entomología, haciendo trabajo forense únicamente cuando, según el juicio de los investigadores, parece haber suficiente evidencia entomológica para llamarlos a participar en un caso.

Desdichadamente, en muchos casos la presencia de tal evidencia puede no ser obvia para el inexperto. Una aproximación más práctica sería insistir en que la entomología sea rutinariamente incorporada en las investigaciones forenses y entrenar a los científicos forenses, en técnicas entomológicas básicas. Otro plan de acción puede ser incrementar la participación de entomólogos en la investigación de la escena del crimen. Ciertamente el interés existe.


En reuniones recientes de la Academia Americana de Ciencias Forenses y la Sociedad Entomológica de América, las presentaciones que resaltan las ventajas de la entomología forense han sido extremadamente populares. Cuando ofrezco talleres a profesionales en el cumplimiento de la ley, una de mis sugerencias más comunes es que, tan pronto como sea posible dentro sus investigaciones, visiten una universidad en el área y contacten un entomólogo. Si bien los ejemplos que he citado aquí provienen de casos en que mi campo de pericia fue utilizado para establecer la culpabilidad, es importante recordar que la entomología forense es una ciencia, no un ardid para la corte. Sus técnicas pueden reivindicar al inocente al igual que incriminar al culpable. Tales técnicas deben ser aplicadas con enorme cuidado y sin ningún fin en mente diferente de la verdad.

Agradecimientos

A Cesar Sanabria, Antropólogo Forense del INMLCF y de la Asociación Colombiana de Antropología Forense, autor del presente libro, por darme la oportunidad de escribir este capítulo.

A William Usaquén Martínez, Biólogo Especialista en Estadística por ser el impulsor del laboratorio de entomología forense de la División de Investigación Científica del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y por sus generosos aportes académicos y personales.

A la Dra. María Dolores García, Entomóloga Forense de la Universidad de Murcia y al Dr. Nelson Téllez, Patólogo Forense del INMLCF, por los valiosos apuntes y recomendaciones académicas.


LITERATURA CITADA

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