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Ya iba á recibir la muerte, cuando unos gritos penetrantes suspenden mi suplicio : miro, y veo un espectro medio desnudo, pálido , sangriento, haciendo esfuerzos para penetrar por entre la tropa que me rodeaba. D. Fernando era quien esclamó: a amigos, gracia «por un inocente: yo solo soy el «culpado y quien merece la muérete; yo quise seducir su esposa: «el me ha castigado justamente, y «vosotros seréis unos bárbaros, si «os atrevéis á quitarle la vida." El gete del regimiento se llega á Don Fernando, y sosteniéndole , le habla y le muestra la ley que me condena por haber puesto la mano en mi oficial. «Ya no lo era, «replicó D. Fernando, pues yo le «había dado su libertad: aquí es-