PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

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HOMILIA CON MOTIVO DEL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2010 PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO AÑO A “Vamos alegres a la casa del Señor” (Salmo 121) Con la alegría a la que nos invitaba el Salmo hemos venido en este Domingo para abrir la puerta de un nuevo año litúrgico, el año A centrado en el Evangelista San Mateo. Con la alegría de abrir un nuevo tiempo litúrgico, el Adviento, que nos irá preparando para celebrar el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hecho clave en la historia de nuestra salvación. Con la alegría de renovar la virtud de la esperanza tan necesaria en estos tiempos difíciles en los que vivimos donde la desesperanza campa a sus anchas por el ánimo de muchos. Con la alegría de saber que todos estos medios son ayudas que nuestra madre Iglesia pone a nuestro alcance para que así podamos mantenernos fieles y firmes en la fe. Con la fiesta de Cristo Rey del Universo del domingo pasado poníamos fin a todo un año litúrgico vivido y compartido en nuestra comunidad parroquial. Al entrar en nuestro templo, los mismos signos litúrgicos ya nos hablan de una novedad. La corona de adviento con sus cuatro cirios, pregona sin hablar que son cuatro las semanas que nos quedan para la Navidad. El color morado de las vestiduras que nos invitan a la vigilancia, a espabilarnos como decía San Pablo, a preparar la ansiada venida del Mesías. La imagen de María, la Virgen Inmaculada, mujer pura sin mancha de pecado. Seno limpísimo donde se hizo la Palabra carne para habitar entre nosotros. Si todo es novedad, si hay un cambio profundo externo, la llamada es clara entonces. Tiene que haber novedad y transformación interna. Tenemos que renovar y refrescar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. No podemos estancarnos, no podemos quedarnos siempre en el mismo lugar sin avanzar, sin crecer, porque entonces se apodera de nosotros la rutina, el aburrimiento, el cansancio y la desidia. Cuando esto ocurre no es ya que no avanzamos sino peor aún, es que estamos retrocediendo, empequeñeciéndonos.


Tanto en Isaías, como San Pablo en su carta a los romanos como el recién estrenado evangelio de San Mateo nos dan las claves para ese cambio, las claves de la renovación: Caminemos a la luz del Señor. Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Estad en vela Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. Todas estas actitudes implican en cada uno de nosotros y en nuestra comunidad parroquial, en los grupos y asociaciones, en las familias: Implica una actitud activa, vigilante. Con tiempo para reflexionar, evaluar, con capacidad de autocrítica. Implica una determinación clara y sin ambages frente al relativismo actual, el pasotismo y la indiferencia ante todo. Implica una actitud de esperanza y combativa frente a visiones negativas, grises, pesimistas que reducen a la persona al lamento y la desesperanza sin soluciones. Implica una actitud de fe en la Palabra, en lo que Dios puede hacer con nosotros, en la providencia y amor de Dios que nunca nos abandona a nuestra suerte. Implica una lucha sin cuartel contra el mal. Primero el que nos afecta a cada uno de nosotros pero también al mal estructural que se manifiesta en tantas injusticias de mayor o menor intensidad que quedan impunes. Queridos hermanos, es Adviento, es un tiempo de espera como la vida misma, un tránsito, no lo definitivo. Porque lo definitivo es el Día del Señor, el día de su venida para siempre donde se cumplirá la visión idílica de Isaías, “todos confluirán al monte de la Casa del Señor” y ya no habrá armas, ni guerras, ni injusticias, ni dolor. Comencemos a construir este mundo nuevo, esta civilización nueva que tiene que estar marcada por el amor y que no será posible si borramos las huellas de Dios a base de silencios, incoherencias o indiferencias. María, la Madre de Dios, la Virgen del Adviento es la que mejor nos enseña a vivir estas actitudes. Aprendamos de Ella y pidámosle intercesión por nosotros, por la Iglesia y por el mundo. Que así sea.


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