Los recuerdos del porvenir

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de la tierra llena de luces y de olores, ajena a sus El coronel Justo Corona a galope tendido 10 segu de lejos Isabel y Gregoria los vieron pasar. La jove con los ojos al caballo de su amante corriendo ba dorada de octubre. -Va huyendo -y se dejo caer sobre una piedra. conocida del Hotel Jardin que Ie habia abrochado tenia razon: la habia enganado. -Si nina, va huyendo. .. Gregoria se acomodo Isabel y lloro con la dulzura de los que conocen l cha y la aceptan. Se ensimismo en sus lagrimas, sin Isabel, perdida en una soledad sin llanto. No solo a los Moncada: una desdicha encadenaba a otr cha, y pocas veces Gregoria tenia tiempo de recor llorarlas. XV

El sol se levanto con fuerza y el campo se lleno de c cigarras y zumbidos de viboras. Ya tarde, despue terrar a los fusilados, los soldados regresaron al En el camino hallaron a las dos mujeres sentada piedras y al reconocer a Isabel se alejaron de pri goria fue en su busca. Queria saber 10 que habia s en el cementerio. Volvio con Isabel y la joven Ie miedo: se vela muy extrana vestida con su traje rojo sentada en la mitad del campo. Nose atrev cirle 10 que Ie habfan contado los soldados. La mi rato. ~En que pensaba esa ultima invitada de la f Ixtepec, cubierta de sedas rojas? De la noche ilu con luces de bengala solo quedaba el traje rajo se al sol sobre las piedras.

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