Palabrería 5

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...sobre Cultura y otras Curiosidades

Una mirada torcida de los derechos humanos

Año 2 Núm.5 Abril de 2012

Derechos de los niños La dictadura de la imagen Izquierdos civiles El País donde no pasa nada Ai Weiwei y su derecho a discutir



Declaración Universal de los Derechos Humanos Artículo 22. Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad. Gracias a Nicola Mariani, Marianna Salvioli, Jenny Rodríguez, Juan Vargas, Claudia García Moctezuma, Ramón Corona, Revista Newrona, Brand Inc. y a todos aquellos que ayudan tanto en contenido como en difusión de esta revista. A Mar por existir. Gracias papá, te extraño. Algunos Links relacionados: http://www.un.org/es/documents/udhr/ http://www.humanrightslogo.net/ http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/desobediencia/desobediencia.html



Los izquierdos civiles que también tienen derechos Es sobre los que siempre, por una condición u otra, son relegados por la sociedad, alguna vez hemos sido discriminados y hemos discriminado... Pequeñas frases, dichos, actitudes y acciones de nuestro cotidiano que nos hacen reflejar que estamos muy muy lejos de los "derechos e izquierdos civiles".

Claudia García Moctezuma


La dictadura de la imagen por Nicola Mariani

Que el famoso dicho “vale más una imagen que mil palabras” sea, además de uno de los lugares comunes retóricos más abusados de nuestros tiempos, una gran falsedad es de sobra conocido. Bien lo ha expresado Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), hablando de fotografía: «Mientras consideremos que una fotografía vale más que mil palabras y esas pamplinas, en el fondo seremos prisioneros de una supuesta superioridad de la imagen que en realidad no es tal, y que nos deja a expensas de una ingenuidad absoluta en relación a la administración de sentido en la fotografía» (Joan Fontcuberta habla con Cristina Zelich, p.29). Quizás la expresión utilizada por Fontcuberta - «prisioneros» - deje de ser más pronto de lo que imaginemos una locución meramente simbólica para convertirse en algo cada vez más real. Me refiero a las importantes implicaciones psicológicas, sociales y de otra naturaleza, que derivan de la aceptacióm pasiva y a-crítica de ese paradigma demagógico que pone en primer término el poder de la imagen y de la facultad del “ver” en detrimento de los demás sentidos y de las demás capacidades del ser humano. Se trata de un paradigma dominante que evoca continuamente la supuesta superioridad de la imagen audiovisual (no sólo de la fotográfica) sobre la palabra y que se encuentra aplicado muy a Joan Fontcuberta, Retrat oficial d'Ivan Istochnikov, 1997. © Joan Fontcuberta.


menudo en esas clases de discursos públicos – mediáticos, publicitarios y políticos – en los que la simplificación populista de la realidad a través de imágenes “oficiales” y “totalitarias” es más recurrente. Un paradigma que podríamos definir, en este sentido, como el paradigma de la dictadura de la imagen. El paradigma de la dictadura de la imagen está afectando directamente a nuestra capacidad de «administración de sentido» (para utilizar otra expresión de Fontcuberta), ya que condiciona muy profundamente nuestra manera de percibir la realidad, con repercusiones importantes en nuestros habitos y comportamientos concretos; en nuestra manera de relacionarnos tanto con otros sujetos como con las instituciones; en nuestra relación con los órganos del poder y, finalmente, en nuestro modo de percibir y ejercer nuestros mismos derechos civiles en tanto que ciudadanos de Estados o de entidades sovranacionales (como por ejemplo la Unión Europea entre otras). En su polémico ensayo Homo videns (1997) el politólogo italiano Giovanni Sartori (Firenze, 1924) trazó una lúcida y extremadamente sintética radiografía de esa revolución multimedia en la que, según el autor, estaríamos plenamente sumergidos en la actualidad. En el libro mencionado, Sartori expone una tesis muy sencilla, pero de gran impacto: el vídeo estaría transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen. Según sostiene Sartori, el homo sapiens debe todo su saber a su capacidad de abstracción, puesto que las palabras articulan el lenguaje humano a través de símbolos que evocan representaciones que llevan a la mente tanto figuras e imágenes vistas como conceptos que representan entidades invisibles para el ojo desnudo (como, por ejemplo, “libertad”, “amor”, “enfermedad”, “democracia”, “respeto” etc.). En cambio, en el homo videns el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto), cuyas imágenes anulan los conceptos y atrofian la capacidad de abstracción típica del homo sapiens. Y, junto con ella, su capacidad de entender. Escribe Sartori: «La palabra es un “símbolo” que se resuelve en lo que significa, en lo que nos


hace entender. Y entendemos la palabra sólo si podemos, es decir, si conocemos la lengua a la que pertenece; en caso contrario, es letra muerta, un signo o un sonido cualquiera. Por el contrario, la imagen es pura y simple representación visual. La imagen se ve y eso es suficiente; y para verla basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos. La imagen no se ve en chino, árabe o inglés; como ya he dicho, se ve y es suficiente» (p. 39). Para Sartori la primacía de la imagen, es decir la preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, nos estaría llevando a un “ver sin entender”, cuyas consecuencias son de una trascendencia inédita y de un impacto inconmensurable, puesto que estaríamos perdiendo el lenguaje abstracto y la relativa capacidad de abstracción sobre la cual se han fundado por siglos nuestro conocimiento y nuestro entendimiento. Al perder la capacidad de abstracción, estaríamos perdiendo también nuestro sentido crítico y la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. El acto de percibir el mundo casi exclusivamente a través de imágenes (Sartori hace especial hincapié en el acto de “tele-ver”, pero se refiere también a las así llamadas tecnologías “multimedia”) estaría llevando a cabo un auténtico cambio genético que modifica la misma naturaleza del hombre. En este sentido, según la teoría de Sartori, ya nos encontraríamos en una nueva edad del género humano: la «edad del postpensamiento», caracterizada por la deconstrucción irreversible del yo y del concepto de identidad. Esto tiene, evidentemente, importantes implicaciones a nivel individual, social y, por ende, político, ya que conllevaría una, más o menos conciente, reducción del ámbito democrático y un recorte factual de derechos civiles. En su libro Sartori expone muchos ejemplos relacionados con temas de gran actualidad y que hacen reflexionar muy atentamente sobre nuestra actual situación de ciudadanos y sobre nuestra esfera de intereses y derechos: temas como la vídeo-política; la formación y el control de la opinión pública; la política vídeo-plasmada; el gobierno de los sondeos; el demos debilitado etc. La tesis radical de Sartori ha sido atacada por muchas partes. Entre otras, cabe mencionar la crítica de Javier Marzal Felici, el cual, en su libro Cómo se lee una fotografía (2007), acusa a Sartori de mantener una


posición apocalíptica, reavivando la antigua disputa entre apocalípticos e integrados ya planteada por Umberto Eco en su célebre recopilación de ensayos de 1965. Felici denuncia también una «manifiesta falta de perspectiva histórica» en el análisis de Sartori, ya que ignoraría la importancia que han tenido históricamente los medios de comunicación de masas para construir el cuerpo social, y su importante papel como Joan Fontcuberta, Miracle de la feminitat ,2002. soportes para la difusión © Joan Fontcuberta. cultural hasta los espacios más marginales de la sociedad y las clases sociales más desfavorecidas. Por su parte, en el Prefacio a la segunda edicción italiana de su libro (1998), Sartori respondió a estas acusaciones con las siguientes palabras: «Es lógico que se me acuse también de ser apocalíptico, pero ésta es una crítica de rigor que no me impresiona. Si las cosas van mal, digo sin demasiado “salomonismo” que van mal; tal vez exagero un poco, pero es porque la mía quiere ser una profecía que se autodestruye, lo suficientemente pesimista como para asustar e inducir a la cautela» (p.17). Como a menudo occurre, puede ser que la verdad se encuentre en el medio de los extremos. De hecho, si por un lado bien es cierto que las tesis de Sartori, por muy verosimiles que sean, resultan efectivamente cargadas de un pesimismo polémico sobre una inevitable involución del ser humano hacia una condición final de infra-humanidad, en la que una multitud de seres post-pensantes se hallarían prisioneros de su propia ingenuidad y privados de su conciencia identitaria; que sólo perciben la realidad a través de imágenes que no son en grado de descifrar ni


interpretar pues le falta un personal sentido crítico y la capacidad de discernir lo verdadero del falso. Por otro lado, sin embargo, también es innegable que las consideraciones del politólogo italiano se fundan sobre un análisis muy riguroso de la realidad y ponen a la atención de los ciudadanos de todo el mundo problemas reales de los que no se suele hablar muy abiertamente en los debates de la opinión pública. Problemas que son, en realidad, de una importancia crucial con respecto a la percepción, el ejercicio concreto y las posibles evoluciones (o involuciones) de nuestros derechos civiles. La sensación de que todos, independientemente de nuestro País de origen, nos estaríamos convirtiendo lentamente en “sub-ciudadanos” (o ciudadanos de segunda categoría) parece ser una sensación cada vez más difundida. Como explica Sartori, el sub-ciudadano sería esa especie de ciudadano degradado al que ni siquiera le interesa su ciudad y que se expresa en una opinión de masas (que no “pública” en el sentido tradicional) y que se encuentra más cercano a la condición de “súbdito” que a la de “ciudadano”. «Será verdad que la ciudadanía de la era electrónica se caracteriza por la posibilidad de acceder a informaciones infinitas. Pero decir esto es como decir que la ciudadanía en el capitalismo permite a todos convertirse en capitalistas» (p.166) Más allá de las justas críticas que se le pueden dirigir por su exceso de determinismo teleológico, las teorías de Sartori mantienen sin duda un gran valor desde el punto de vista crítico-metodológico, puesto que nos obligan a mirar a la realidad de una manera más desincantada, lúcida y autorreflexiva. En otras palabras, nos inducen a poner en duda tanto nuestros propios mecanismos de percepción como las narraciones visuales dominantes, a las cuales nos encontramos constantemente sometidos. A partir de estas premisas, efectivamente, nuestras “visiones” cotidianas pueden resultar enriquecidas por la conciencia de que nuestro especial sistema cognitivo de seres humanos se funda sobre dos piernas, ambas necesarias y complementarias entre sí: por un lado, la capacidad de abstracción, es decir: nuestra capacidad de manejar y crear conceptos, de construir discursos lógicos, relatos lingüisticos y proyecciones imaginatvas a través de la palabra; por otro lado la capacidad de sintetizar el sentido a través de imágenes, que comunican en forma directa, simbólica y analógica.


Joan Fontcuberta, Miracle of Cryofloration, Type C-print, 2002. © Joan Fontcuberta. Courtesy: lensculture.com, 2012.

En este sentido, merece la pena concluir con las palabras del mismo Sartori, el cual hablando explícitamente de la relación entre imágenes y palabras, llama a colación el falso dicho que recordábamos al comienzo de estas líneas: «Es cierto que una imagen puede valer más que mil palabras. Pero también es verdad que un millón de imágenes no dan un solo concepto. Resumo en tres puntos. Primero: ver no es conocer. Segundo: el conocer puede ser ayudado por el ver. Tercero: esto no quita para que el conocer por conceptos (el conocer en sentido fuerte) se despliegue por entero más allá de lo visible. Lo siento por el tele-ver, pero es así». (p.193). Bibliografia: -ECO, Umberto, Apocalípticos e integrados, DeBolsillo, Barcelona, 2004. -FELICI, Javier Marzal, Cómo se lee una fotografía, Cátedra, Madrid, 2007. -FONTCUBERTA, Joan, Joan Fontcuberta habla con Cristina Zelich, La Fábrica, Madrid, 2001. -McQUAIL, Denis, Mass Comunication Theory, Sage Publications Ltd., 1983. -SARTORI, Giovanni, Homo videns, Santillana E.G., Madrid, 2008.


Ai Weiwei y su derecho a discutir por Marianna Salvioli

La notoriedad artística y social de Ai Weiwei parece irse desarrollando paralelamente. Entre 2010 y 2011 expuso una de las mejores instalaciones in-situ para el pasillo de turbinas del Tate Modern en Londres, pero, por otro lado, fue arrestado por las autoridades del Gobierno chino por supuestos “crímenes económicos”, versión que pocos días después fue cambiada a “irregularidades en su pasaporte”. Ante los presuntos ataques del Gobierno, Ai Weiwei reconoce haberse convertido en una marca “del pensamiento liberal y el individualismo”. Sin embargo, no deja de manifestar su preocupación ante la posibilidad de que las próximas generaciones sufran los mismos atropellos. Como consecuencia de su detención, varios compañeros nacionales e internacionales hicieron pública su preocupación. El dúo Gao Brothers aseguró que varios artistas disidentes estaban sufriendo abusos similares, propagándose el miedo entre la población: “Con la detención de Weiwei, el Gobierno manda un mensaje a todos los críticos: demuestra que pueden hacer con ellos lo que quieran”. Weibo, uno de las redes sociales chinas, fue espacio de crítica y comentarios como “El futuro ha desaparecido, el futuro está en prisión”. Este tipo de mensajes fue posteriormente rastreado y eliminado por la censura china. Por su parte, alrededor de trescientos artistas y pensadores, liderados por algunas de las instituciones y museos más importantes del mundo (el Guggenheim, el MOMA, la AAMD, el Tate, etc.), firmaron una carta reclamando el arresto y temporal desaparición del artista y arquitecto chino. La Galería Lisson, donde se estaba llevando a cabo una de sus exposiciones al momento de su aprisionamiento, se convirtió casi en un lugar de peregrinaje y protesta.


Tras su liberación, se le ordenó pagar alrededor de 1,76 millones de euros; el artista recibió en calidad de préstamo los envíos otorgados por sus seguidores, envíos que no solo incluyeron transferencias bancarias y giros postales, sino también aviones de billetes que le lanzaban desde la calle hacia su jardín. El respeto genuino de sus fans viene dado tanto por la empatía que genera por su trabajo como por su posición como catalizador social. La revista Time, en efecto, lo incluyó en la lista de los cien hombres más influyentes del año. Ai Weiwei nació en Pekín en 1957, siendo su padre el poeta Ai Quing. La persecución de este último por parte del Gobierno condenó a la familia al ostracismo social; por ello, Weiwei prefirió cursar sus estudios en Nueva York, donde desarrolló una especial admiración por los trabajos de Duchamp, Jasper Johns y Warhol. De esa experiencia confiesa: “Aprendí a ser un artista inteligente, no un artista únicamente con habilidades visuales o técnicas. Estas hacen falta, pero únicamente como herramienta para representar tu idea”. Weiwei solo decidió residenciarse de nuevo en China cuando su padre, poco antes de morir, le aconsejó que recuperara su nacionalidad oriental. Pocos años después, el artista fue merecedor de reconocimiento internacional gracias a su éxito en Documenta de Kassel 2007 y el diseño del Estadio Olímpico. Motivado por esta visibilidad, concentró su trabajo en comunicar su apoyo al Nobel de la Paz Liu Xiaobo, así como su postura contraria al autoritarismo que impone el Gobierno chino; acusó, por ejemplo, a las Olimpiadas de show propagandístico en vez de espacio para compartir valores. Una de sus posturas críticas más fuertes fue contra la corrupción del Gobierno, cuya mala administración y organización pudo haber ocasionado la muerte de más de cinco mil niños durante el terremoto de Sichuan en 2008. Después de varios inconvenientes, finalmente pudo realizar una obra en honor de esos niños al cubrir la fachada del Haus der Kunst (Munich) con nueve mil mochilas de colores que deletreaban en caracteres chinos la frase de una de las madres de las víctimas: “Ella vivió feliz en este mundo durante siete años”. Fueron todas


estas acusaciones contra el Gobierno las que desencadenaron una serie de medidas como el cierre del blog de su blog en el 2009, la demolición de su estudio, presiones para cancelar sus exposiciones y su comentada detención en 2011. La directora del documental “Ai Never Sorry”, Alison Klayman, asegura: “él (Weiwei) trabaja como respuesta a las condiciones sociales”. Afirma también que uno de los factores más impactantes e irónicos al realizar su film fue la instalación por parte de las autoridades chinas de cámaras de vigilancia en la casa de un artista que se expone a través de las redes sociales: “En realidad, de alguna manera, esa exposición tan abierta es una forma de protegerse. La mejor manera de prevenir que el Gobierno use sus secretos en su contra es no tener secretos”. El discurso artístico de Weiwei inevitablemente se relaciona con los valores que defiende. Ha utilizado, por ejemplo, imágenes y sonidos de su aprisionamiento, autorretratos de sus lesiones y de su dedo medio en gesto de indignación. Si bien muchos de sus trabajos tienden hacia el conceptualismo, las luces de neón o los videos que confiesan “Fuck You, Motherland” son mucho más directos. En Sunflower Seeds (2010-2011), en cambio, buscaba resaltar el valor del trabajo individual, artesanal y legendario de la cultura oriental, repitiendo el mensaje de su famosa serie Tirando al suelo una urna de la dinastía Han (1995), de la cual comentó “representa una liberación espiritual, destinada a desembarazarnos de la lucha clásica de identidad cultural e interpretaciones históricas. Es un gesto y una declaración para dignificar las acciones personales”. El arte de Weiwei, por lo tanto, normalmente gira sobre la iconografía cultural de los objetos chinos en oposición a su devaluación. Los cien millones de “semillas” de porcelana que componían Sunflower Seeds parecían idénticas, mas habían sido manufacturadas una por una durante casi dos años y medio por unos mil seiscientas artesanos de Jingdezhen, provincia relacionada con las vasijas de porcelana. El


concepto asociado a la exposición era el doble discurso de la tradición china versus la globalización consumista de la marca industrial “Made in China”, del pasado versus el futuro, y de la relación entre la unidad y la masificación. No se escapa de esta exposición la simbología histórica, cultural y comercial de la semilla de girasol: durante la infancia del artista, la flor fue imagen de autoritarismo de Mao Zedong mientras que la semilla se relacionó con el único placer disponible para los más pobres. Este año se plantea una gran exposición de las obras de Weiwei en Washington y el ICP (International Center of Photography) acaba de anunciar que le será otorgado en Cornell Capa Award. Siendo la red uno de sus medios predilectos, recomendamos visitar su sitio oficial http://www.aiweiwei.com/ y los espacios donde insiste en este principio: “Exijo mi derecho a discutir abiertamente y dar mi opinión sobre la cultura, la sociedad y la política”.


www.origamirecords.com



Una mirada torcida de los derechos humanos. Por Juan J. Vargas

La fiesta estaba en su punto máximo, Irene bailaba al ritmo de reguetón, movía su cadera de una forma bárbara y al subir y bajar de su blusa se asomaba esa mariposa de color azul turquesa que adornaba su cadera, era extraño verle tan familiar ese tatuaje, ya me había acostumbrado; su hermano Rene llevaba también un tatuaje en el brazo derecho, recuerdo que cuando conocí a Rene iba bien vestido, su traje no denotaba que le gustaran los tatuajes, era un joven talentoso, educado y muy profesional en su trabajo, su amabilidad lo caracterizaba dentro de la empresa. El día que me invito a su casa era cumpleaños de su hermana Irene, el se veía muy diferente, usaba jeans y una camisa corta con diseños juveniles, en su brazo derecho descubrí un gran toro tatuado, al verlo me desconcerté, pero él sin pena alguna me sonrío y señalando el tatuaje dijo; está padrísimo ¿verdad?, es un símbolo a mi afición taurina, entonces me extendió la mano me saludo tan amablemente como siempre y llamo a su hermana Irene para presentármela. Un día después de la fiesta, comencé a reflexionar sobre la personalidad de Rene, era un hecho que el tatuaje produjo una fuerte controversia en mi forma de pensar sobre Rene, sin embargo era un hecho que su personalidad era la misma, una persona llena de valores y sobre todo muy honesto, con el tatuaje o sin el, era la misma persona. Me dí cuenta que mi idea de los tatuajes, era un arquetipo que estaba bastante torcido por mi idiosincrasia, en donde significaba algo malo, los etiquetaba como preferencias de gente sin educación, sin cultura, al menos así se entiende en la sociedad Mexicana. Esta idea, me hizo pensar en los derechos que violentamos cuando etiquetamos a las personas por su aspecto, y como el concepto de bueno o malo, se puede trasladar con solo ver las preferencias y gustos de las personas, un concepto bastante aterrador pues si bien algunos comportamientos y gustos son propios de ciertos sectores y grupos humanos, me parece trágico corromper el derecho que todos tenemos a la libertad del ser humano, principalmente cuando a través de esta práctica no se daña, no se violenta otro derecho humano. Los antecedentes de los derechos humanos se remontan a la antigua Grecia, y se edificaron con el derecho natural de los hombres, sin embargo la primera manifestación explícita de los derechos humanos y de su reconocimiento público es el antiguo texto legal hindú conocido como Código de Manú o Código de las diez libertades humanas esenciales y controles o virtudes necesarias para la vida buena. No obstante el Cristianismo fue el que sentó las bases para el reconocimiento de la igualdad radical de todos los seres humanos, por ser todos hijos de Dios. Sin embargo la iglesia tardó mucho en adoptar enteramente esta doctrina de los derechos humanos. Durante la edad media no se favoreció la idea de los


derechos humanos, fue una época que estuvo sometida por la influencia de la filosofía aristotélica; la esclavitud fue el principal ejemplo de que no se buscaba situar la personalidad humana en el centro de las preocupaciones del derecho y la vida social. La declaración de independencia de los Estados unidos (1776) contiene un breve párrafo en el que por primera vez, un poder, en este caso constituyente, asume obligaciones que supone el reconocimiento de los derechos del ciudadano; en donde se considera que todos los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, entre los que se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Es justamente este punto, el más importante, dentro del marco de los derechos humanos, pues la búsqueda de la felicidad es un camino que implica decisiones, elecciones, gustos y la libertad de vivir la vida de acuerdo a sus propios orígenes culturales. Para entender lo anterior, la filosofía nos ayudará a comprender los derechos humanos partiendo de la definición de lo que es la persona, la cual es la expresión de la esencia misma del ser humano, la cual no sólo se circunscribe a la ontología y a la lógica, si no que abarca también la ética, la axiología y la filosofía social. Al mismo tiempo nos da la idea del ser humano en sus relaciones consigo mismo, con el otro y con el mundo. La filosofía define la persona como ente racional, dotado de lo/gos (logos) = palabra, lenguaje, discurso arraigado en la moral y en la relaciones de zoo = animal político que produce mercancías y que interactúa a diferentes niveles con el mundo y con los demás en un mundo de normas. Sin embargo hay una diferencia perceptible entre la concepción filosófica de la persona y la que se puede encontrar en lo jurídico; pues, aquí será entendida como una categoría genérica importante para la vida práctica, y sus raíces se encuentran en el derecho romano; ósea, para el que hacer jurídico, no implica tanto la autentica realidad humana. El derecho ve a la persona como un sujeto destinatario de norma legalmente establecida, presupuesto y fundamento de la justicia y de la ley, término clave de relación jurídica, y final de imputación normativa, ser capaz de adquirir derechos y contraer obligaciones. En este adjetivo radica la importancia para la vida moderna del individuo, la sociedad civil y el estado desde la modernidad, en donde los derechos humanos están sustentados sobre la libertad, igualdad, dignidad y la seguridad y justicia de la persona, pero desafortunadamente no abarca completamente a toda la persona, si no a partir de lo que se pretende defender, estando así sujeta a fluctuaciones que no corresponden con el ser y la divinidad misma del ser humano. Es una realidad que así como juzgue a Rene, muy a menudo la sociedad violenta de alguna manera algún derecho de las personas, si bien los derechos se han segmentado tratando de encontrar un punto de equilibrio para solucionar estas violaciones, se han enfocado mas en la norma y el juicio, que en el verdadero acto del derecho natural con el que nacemos, el cual esta impregnado principalmente con un toque de amor a la vida misma y la libertad del espíritu humano.




El País donde no pasa nada‌ por Tonatiuh Tenopala


Acaba de empezar la carrera electoral -aunque ya llevamos varios meses invadidos de publicidad electoral, y digo publicidad porque TODOS los candidatos se exponen como meros productos y carecen de propuestas-, y las cosas no pintan nada bien por lo menos para un futuro próximo (me pueden llamar pesimista, pero la realidad no se puede cambiar, o mejor dicho no la queremos cambiar) hundidos en una violencia de tal complejidad -tal pareciera que el asesor de Calderón fuese Quentin Tarantino- que a la actual administración se le fue de las manos, y será el mayor problema que heredará al que "escojamos" y si también lo pongo entre comillas, porque desde mi punto de vista el Instituto Federal Electoral, ha dejado de ser funcional en términos democráticos para convertirse en tapadera de los partidos políticos. Y es que en esta carrera por "La Silla del Águila", nos siguen mostrando la forma de como se manejan las cosas en México, donde una y otra vez los derechos civiles se ven atropellados. Por dar algunos ejemplos, tenemos como el IFE está por encima de la Constitución, al mostrar su postura ante la postulación como candidato independiente de Manuel Clouthier, otro ejemplo es como se ha manejado el caso de Florence Cassez (independientemente de si es inocente o culpable), donde la credibilidad del sistema de justicia simplemente es nula. Y días más recientes el caso que envuelve a la candidata Josefina Vázquez Mota y el espionaje telefónico, esto sólo por nombrar algunos. Es así el México de hoy donde tanta gente convive con la corrupción y violación de derechos y simplemente voltea a otro lado porque vive en el país donde no pasa nada, hasta que te pasa.



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