Descartes

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes

DESCARTES

1.

BIOGRAFÍA Y OBRAS DE DESCARTES.

René Descartes nació en La Haye (región de Tours) el 31 de Marzo de 1596 en el seno de una familia de la pequeña burguesía provinciana francesa (su padre era consejero del parlamento de la Bretagne). A los diez años (1606) ingresa en el selecto colegio de los jesuitas de La Fleche, donde permanecerá hasta los 16 años. Como él mismo reconoce en su obra “El Discurso del Método” (sus primeras páginas constituyen la mejor autobiografía intelectual del filósofo), todo el conjunto de saberes que allí estudió con avidez no lograron satisfacer un espíritu inquieto y necesitado de soluciones:

Descartes en un retrato de Frans Hals. Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna

“Fui alimentado en las letras desde mi infancia y, como me aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo lo que es útil para la vida, tenía un deseo extremado por aprenderlas. Pero tan pronto como hube acabado el ciclo de estudios a cuyo término se acostumbraba a ser recibido en el rango de los doctos, cambié enteramente de opinión, pues me encontraba embarazado por tantas dudas y errores que me parecía no haber obtenido otro provecho, al tratar de instruirme, que el de haber descubierto más y más mi ignorancia. Y, sin embargo, estaba en una de las más célebres escuelas de Europa.”

En esas mismas páginas Descartes da un repaso a todas las ciencias y artes de la época de las cuales él adquirió un profundo conocimiento: en ninguna de ellas encontró la fuente de la verdad. Especialmente desilusionado se mostró con la filosofía:

“Viendo que ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que han existido desde hace varios siglos, y que, sin embargo, no hay todavía en ella cosa alguna que no se le dispute, y, por consiguiente, que no sea dudosa, no tenía bastante presunción para esperar tener más suerte que los demás en este terreno” En 1614, a la edad de 18 años, Descartes abandona el colegio de La Fléche resuelto buscar la verdad “en el gran libro del mundo”, ya que en los libros de letras jamás aprendió “a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en la vida” . Comienza así una etapa en la que el filósofo complementa su educación con la vida social, la equitación, la esgrima, etc. En 1616 se licencia en Derecho en Poitiers y en 1618 opta por la carrera militar al incorporarse como voluntario a los ejércitos de Maurice de Nassau en Holanda, lo que le permitiría “viajar, ver cortes, frecuentar gentes de distintos talantes y condiciones, recoger experiencias y ponerme a mí mismo a prueba en las ocasiones que la fortuna me deparase”. Su carrera militar le lleva a participar en la Guerra de los 30 años. Fue precisamente la noche del 10 de Noviembre de 1619,acuartelado en Alemania con el ejército del Duque de Baviera, cuando, sentado junto a una estufa, y quizás por “no encontrar conversación alguna que me divirtiera y no teniendo, por otra parte, felizmente, cuidados ni pasiones que me turbasen” , Descartes cree tener una especie de revelación o descubrimiento que le orientará hacia la actividad filosófica: intuye, más o menos repentinamente, que el método matemático puede ser generalizado y puesto como modelo de toda investigación. De ese modo podría desterrar de su mente todas las opiniones que había adquirido de otros y dedicarse a reconstruir todo el edificio de su saber sobre bases sólidamente racionales:

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“En lo que atañe a las opiniones que hasta entonces había yo admitido en mi creencia, pensé que no podía hacer cosa mejor que intentar por una vez suprimirlas todos, a fin de colocar después en su lugar, bien otras mejores, o bien las misma una vez ajustadas al nivel de la razón. Y creí firmemente que por este medio lograría conducir mi vida mucho mejor que si no edificaba más que sobre viejos cimientos y no me apoyaba más que en los principios que me había dejado inculcar en mi juventud, sin haber examinado nunca si eran verdadero”.

Oficiales de la compañía de San Jorge, del pintor holandés Frans Hals (1627). Aunque la idea tópica que tenemos de Descartes es la de un filósofo francés, hubo épocas en las que se dedicó a las armas, no a la filosofía (estuvo en el ejército de Holanda, en el bávaro, en el francés...), y pasó la mitad de su vida fuera de Francia (sobre todo en Holanda, pero también en Alemania, Italia, Suecia...) Descartes fue un europeo en la primera guerra europea: la de los 30 años

La tarea le parecía tan ingente y atractiva que abandona el ejército e inicia un largo viaje por Italia. En 1625 regresa a París, no encuentra el ambiente adecuado para su nueva actividad y marcha a Holanda en 1628, donde residirá hasta 1649. Es en ese año de 1649 cuando es invitado por Cristina de Suecia a Estocolmo. Cuatro meses después, el 11 de Febrero de 1650, moría como consecuencia de una pulmonía. Contaba 54 años de edad.

Obras más representativas1      

Reglas para la dirección de la mente (1628) Tratado acerca del Mundo (1634) Discurso del Método (1637) Meditaciones Metafísicas (1641) Principios de Filosofía (1644) Las pasiones del alma (1649)

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La obra capital para el estudio de Descartes sigue siendo la edición de Adam y Tannery “Vie et ouvres de Descartes”, 12 vol. París, 1897-1910

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2. EL PROPÓSITO DE LA FILOSOFÍA CARTESIANA: RAZÓN Y MÉTODO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL SABER UNIVERSAL. En el Discurso del Método, Descartes propone una significativa comparación entre la filosofía (que el considera “el saber”) y la arquitectura. Para él la filosofía es comparable a un viejo edificio falto de unidad e inservible, en el que muchos arquitectos (los filósofos) han levantado muros y pisos sin ni siquiera comprobar la firmeza de los cimientos. Al no responder a un proyecto unitario, este edificio es sospechoso de ruina. En vez de con la verdad, dice Descartes, contamos con una simple suma de opiniones, la mayor parte de ellas contradictorias, que han conducido a la confusión, la duda, el error y a no pocos enfrentamientos. Ahora bien, dado que la razón humana es una y la misma para todos, y ha demostrado dar resultados satisfactorios (como probaban los avances científicos de la época), entonces, ¿cuál había sido el motivo de los errores de los sistemas filosóficos? ¿Por qué progresa la ciencia y no la filosofía? A juicio de Descartes, el fracaso de los filósofos se ha debido a la carencia de un método adecuado para el descubrimiento de la verdad. De ahí que el objetivo fundamental, preocupante y obsesivo para Descartes, sea la búsqueda de un método capaz de hacer viable la construcción de un sistema filosófico firme, indubitable y seguro. Sus investigaciones sobre el método se encuentran recogidas en dos obras fundamentales: el Discurso del Método (1637) y las Reglas para la dirección de la mente , publicadas en 1701, cincuenta años después de que fueran escritas por Descartes. La fascinación sentida por el rigor deductivo y la solidez de los principios y los procedimientos de la matemática, llevó a Descartes a proponer un método, condensado en pocas reglas (según él muy ciertas y fáciles de seguir), inspiradas en la forma de proceder de aquella ciencia, y que tenía el propósito de posibilitar el descubrimiento de verdades, por muy complejas y extrañas que fueran, en cualquier terreno2 : 

Para Descartes era inconcebible que, siendo la razón la misma en todos los casos, las ciencias progresasen mientras la filosofía permanecía estancada en la solución de unos problemas eternamente planteados y nunca resueltos. La explicación a este hecho la encuentra en la falta de un método riguroso de investigación en filosofía

Primera regla (regla de la evidencia). No admitir como verdadero nada más que lo que se presente a nuestro entendimiento como absolutamente evidente

Segunda regla (regla del análisis). Desmenuzar cualquier cuestión compleja hasta los límites de sus elementos básicos, evidentes

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Tercera regla (regla de la síntesis o deducción).

Ver “árbol del conocimiento” en glosario de términos (pag. 82)

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes El análisis nos permite desmembrar y descomponer los conocimientos en ideas simples e intuitivas, pero, ulteriormente, es necesario establecer relaciones lógicas entre ellas para deducir3 ordenadamente consecuencias que se deriven necesariamente de ellas.

Cuarta regla (regla de la comprobación)

Puesto que es la evidencia intuitiva lo que garantiza la verdad de nuestros conocimientos, Descartes exige que se hagan frecuentes comprobaciones del análisis y revisiones del proceso deductivo, de modo que se pueda abarcar todo el conjunto de un solo golpe de vista y se pueda poseer una total evidencia intuitiva del mismo. Con este ideal metódico es consecuencia necesaria que Descartes sea un racionalista; racionalismo y admiración por las Matemáticas suelen ir unidos. También aparece en Descartes, es lógico, el desprecio por lo experimental, ya que recurriendo a los datos de los sentidos no podremos probar ninguna verdad. La verdad sólo será alcanzable si renunciamos a lo que los sentidos nos muestran, si prescindimos de lo “sensible” y nos sumergimos en lo “inteligible”. En esta cuestión es determinante: sólo el entendimiento es capaz de alcanzar la verdad; por lo que nunca, si queremos evitar el error, debemos confiar en el testimonio fluctuante de los sentidos.

3. LA ESTRUCTURA CARTESIANA DE LA REALIDAD: LA TEORÍA DE LAS TRES SUSTANCIAS. La duda.

Siguiendo una larguísima tradición que arranca en Parménides y continúa con Platón, Descartes también piensa que en la investigación filosófica el testimonio de los sentidos es siempre engañoso y conduce a errores y disputas. En la imagen, un típico truco fotográfico basado en cierto uso de la perspectiva

Ya hemos visto como, según Descartes, la reconstrucción del nuevo edificio de la filosofía debe partir del descubrimiento de alguna o algunas verdades indudables a partir de las cuales la razón pueda seguir deduciendo conocimientos. Llegar a este punto es imposible si no se comienza haciendo tabula rasa de todo lo admitido hasta el momento, poniendo en duda la veracidad de los conocimientos que hasta ahora se poseían, por muy elementales y verdaderos que a simple vista que éstos pudieran parecer.

Descartes comienza su proceso dudando de todo lo que no es evidente. No se trata, obviamente, de una duda escéptica, sino más bien de una duda metodológica, cuya aspiración y objetivo radica en la consecución de verdades inconmovibles, capaces de resistir a los más duros ataques provenientes de los escépticos, de manera que puedan ser tomadas como sólidos pilares del nuevo edificio del saber humano. La duda es, por lo tanto, un medio para llegar a la verdad y un instrumento para elaborar una sabiduría sólidamente construida. En modo alguno ha de interpretarse la duda cartesiana como el resultado final de un proceso, sino como el punto de 3

La deducción es, junto con la intuición, uno de los dos únicos modos verdaderos de conocer que existen : entre unas ideas y otras existen conexiones que la razón puede descubrir, a partir de las cuales se pueden extraer nuevas y más complejas ideas que, así derivadas de los axiomas del razonamiento, resultan ser igualmente indubitables que ellos. La deducción, por más que se prolongue en largas cadenas de razonamientos, no es, en último término, sino una intuición sucesiva de ideas y de las conexiones entre ellas.

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes partida de la indagación de la verdad, tal y como queda expresado en la primera regla del método. Descartes realiza así una crítica radical de todo el saber, fundamentada en las siguientes razones

En primer lugar, hay que desconfiar de todos nuestros conocimientos derivados de la experiencia, ya que los sentidos nos engañan con demasiada frecuencia y a menudo no nos muestran las cosas tal y como

son. Alguien podría objetar que es altamente improbable que todo lo que capto a través de los sentidos resulte ser falso…pero “probabilidad” no es sinónimo de “certeza”. Se duda, pues, en este primer nivel, de la apariencia de las cosas del mundo físico (quizás las cosas no sean como las veo, oigo, huelo...)

En segundo lugar, hay que desconfiar de cualquier conocimiento producto de un razonamiento, puesto que es constatable que hasta los humanos más inteligentes se equivocan, en alguna ocasión, (por precipitación, por descuido, etc.) en los más sencillos. Hasta que no sean descubiertos los axiomas básicos del razonamiento correcto y observado el método con precisión, es lícito poner en tela de juicio cualquier conocimiento anteriormente establecido de forma deductiva.

 Sin embargo, se podría argumentar que aunque los sentidos presentasen una realidad falseada, sería imposible dudar de la existencia de las cosas que percibimos : quizás no sean como los sentidos nos las muestran. Por otro lado, es posible admitir que todos mis razonamientos acerca de las cosas sean falsos, pero ¿acaso puedo dudar de que las cosas existan, de que haya un mundo exterior e independiente de mi mente?. Descartes añade una tercera razón más radical para dudar : ¿no podría suceder que estuviésemos viviendo un sueño permanente ? Realmente no hay razones poderosas para distinguir la vigilia del sueño, y muy bien podría ocurrir que el mundo percibido durante la vigilia tuviese la misma consistencia y realidad que las imágenes que aparecen en nuestros sueños. Por supuesto, es altamente improbable que vivamos sumidos en un sueño continuo…pero probabilidad no es sinónimo de certeza. Se duda pues, en este tercer nivel, de la propia existencia del mundo físico. “¿Qué es la realidad? ¿Lo que ves, lo que sientes, lo que hueles? Entonces, bien pudiera ser la realidad una respuesta cerebral a señales eléctricas producidas por un ordenador” Esta reflexión de uno de los protagonistas de la película Matrix, nos sitúa ante la suposición cartesiana: puede que eso que llamamos “la realidad” sea una imagen onírica y, dado que puede que estemos viviendo un sueño permanente, sería imposible distinguirla como tal, puesto que en los sueños también se siente y se razona.

Las anteriores hipótesis, por muy radicales que sean, no nos impiden aceptar la verdad de ciertos conocimientos matemáticos: incluso en sueños los ángulos de un triángulo suman 180º y se cumple el principio de no-contradicción. Descartes plantea la razón más radical de todas para dudar: tal vez exista un genio maligno, todopoderoso e inteligente, que me nos haya creado de tal modo que nos equivoquemos justamente cuando más claro tenemos acertar. Por supuesto, es altamente improbable que exista un ser con semejante mala leche…pero probabilidad no es sinónimo de certeza. El extraño

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes recurso al genio maligno4 equivale a afirmar la falibilidad del poder cognoscitivo del ser humano, a sospechar que, por nuestra propia constitución, somos incapaces de discernir la verdad de la falsedad, y eleva la duda al máximo grado de universalidad y radicalidad, hasta el punto de impedirnos admitir la veracidad de cualquier conocimiento.

La sustancia pensante (la mente). El riguroso examen llevado a cabo por Descartes tropieza, no obstante, con una verdad de la que es imposible dudar: la conciencia simultánea del hecho de la actividad de pensar y de la propia existencia. Es posible, en efecto, – dice Descartes – que me equivoque siempre, que mis conocimientos sean falsos, que siempre piense erróneamente; pero también es indudable que, para pensar erróneamente, tengo que existir. Dicho de otro modo, puedo dudar de todo menos de que yo dudo. Descartes ha encontrado la primera verdad, tan ansiosamente buscada: “pienso, luego existo” (cogito, ergo sum). Mi existencia, pues, como sujeto que piensa es absolutamente cierta y está exenta de todo error posible y de toda duda posible. Esta primera verdad evidente es establecida por Descartes como criterio de certeza según el cual todo lo que se perciba con igual claridad y distinción podrá ser tomado por verdadero, y pone de manifiesto la existencia de un tipo de sustancias espirituales (las mentes) cuya esencia es el pensamiento. En este momento lo único que Descartes sabe con certeza acerca de la configuración de la realidad es la existencia de un yo que piensa. Todo lo demás, desde la existencia del propio cuerpo hasta la existencia de cualquier otra realidad material, es algo que no se puede afirmar.

La sustancia infinita (Dios).

“Pienso, luego existo”. Esta es la única verdad que ninguna duda puede conmover. El conocimiento de mi propia existencia y de la actividad de mi pensamiento no es fruto de una impresión sensorial ni de un razonamiento, sino de una intuición intelectual evidente, clara, inconcusa

La duda metódica y universal ha llevado a Descartes a asegurarse de la realidad incustionable de un yo pensante, es decir, de una sustancia que piensa, una “cosa” (res) no material cuya esencia es el pensamiento (razonar, imaginar, sentir, juzgar... idear); en otras palabras, Descartes acaba de garantizar la existencia de una mente (la suya). Aparte de la mente, la existencia de otras realidades sigue siendo dudosa: tanto de mi propio cuerpo como de la realidad que me rodea tendo información procedente de los sentidos, y los sentidos no son fiables. De lo único que no puedo dudar es de la existencia de mis pensamientos, de mis ideas. ¿Son éstas reflejo fiel de la realidad? El pensamiento contiene muchas ideas (de hecho pensar significa para Descartes “idear” : la actividad intelectual recae directamente sobre las ideas y no sobre las cosas), pero todas ellas se pueden clasificar, atendiendo a su origen, en tres clases :

Adventicias o adquiridas o procedentes de la experiencia (por ejemplo, “árbol”, “perro”, “mesa”). Estas ideas fácilmente pueden resultar erróneas, puesto que han sido construidas a partir de informaciones sensoriales.

Ficticias o fabricadas por el sujeto a partir de las adventicias (por ejemplo “centauro”, “quimera”). Estas ideas son producto de nuestra imaginación. Por tanto, hay que considerarlas falsas.

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La hipótesis del genio maligno es introducida por Descartes en otra de su obras fundamentales : las Meditaciones Metafísicas

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 Innatas o naturales, es decir, ni adventicias ni ficticias. Son ideas que nuestra mente capta en sí misma y que no puede modificar en nada. La idea de Dios es la más eminente de las ideas innatas; también son ideas innatas la de causa, sustancia (cosa) y número. Del conjunto de ideas que posee mi mente, sobresale una muy especial, una idea que me permite afirmar, sin lugar a dudas, que existe una realidad distinta de mi Yo, una realidad que existe fuera de mi mente. Esta idea privilegiada es la idea de Dios. La demostración de la existencia de Dios a partir de la idea de infinitud o suma perfección, es una pieza clave del sistema cartesiano: demostrar que Dios (el Ser Todopoderoso, Bueno y Veraz del cristianismo) existe supone dos cosas:

a)

saber que mi mente no es la única realidad existente y que fuera de ella existe otra realidad.

b) Garantizar que aquellas ideas claras cuya veracidad no podía admitir porque suponía que un genio poderosísimo me engañaba, son verdaderas y representan realidades que Dios ha puesto en el mundo. El ser Todopoderoso, Bondadoso y Veraz, no puede permitir que mis ideas claras y distintas sean un engaño. Este refuerzo del criterio de certeza hace que Descartes continúe su proceso deductivo con plena seguridad. En sus argumentos a favor de la existencia de Dios, Descartes introduce uno que ya había sido utilizado en el siglo XI por San Anselmo bajo el nombre de “argumento del insensato”. Es el llamado “argumento ontológico”. El argumento ontológico. Al igual que San Anselmo, Descartes pretende hacernos ver que es una contradicción (una “insensatez”) afirmar que poseemos la idea de infinitud (algo evidente, como ya hemos dicho) y, al mismo tiempo, negar la existencia de un ser infinito: poseemos la idea de un ser infinito, dotado de todas las perfecciones posibles. Es obvio que la existencia es una perfección, de manera que existir en la realidad es más perfecto que existir sólo en la mente. Por consiguiente, el ser infinito ha de existir necesariamente, ya que, de lo contrario, no sería el ser perfecto. La existencia pertenece necesariamente a la esencia o idea de Dios, lo mismo que a la esencia del triángulo la equivalencia de su ángulos a dos rectos.

La sustancia extensa (el mundo físico) La duda ha permitido a Descartes demostrar la existencia de una primera realidad, la mente. A su vez, la mente pensante descubre una segunda sustancia, Dios, ser con todas las perfecciones posibles, incluida la veracidad. ¿Y el mundo exterior? ¿Y las realidades físicas entre las que se incluye mi propio cuerpo? ¿Puedo hablar de ellas con certeza?

¿Piensan los animales? Según Descartes, no. Los animales son autómatas muy complejos (han sido fabricados por Dios empleando materiales biológicos), pero ninguna de sus habilidades nos hace pensar en la existencia de una mente detrás del entramado mecánico de huesos, músculos y nervios que constituye su cuerpo. Esta afirmación relega a los animales a una categoría u orden inferior.

“(entre las ideas innatas se encuentra) esa cantidad que los filósofos llaman vulgarmente cantidad continua, o la extensión en la longitud, latitud y profundidad, que hay en esa cantidad, o más bien en la cosa a la que se le atribuye. Además, puedo enumerar en ella varias partes diversas y atribuir a cada una de esas partes toda clase de magnitudes, figuras, situaciones y movimientos; y en fin, puedo

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes asignar a cada uno de esos movimientos toda suerte de duraciones (…). Cuando comienzo a descubrir estas cosas, no me parece que aprendo nada nuevo, sino más bien que recuerdo lo que ya sabía antes, es decir, que me apercibo de cosas que ya estaban en mi espíritu, aún cuando no había dirigido todavía mi pensamiento hacia ellas” (Meditaciones Metafísicas, V). Según podemos apreciar en el fragmento anterior, mi mente tiene plena conciencia de la realidad física, cuyo atributo esencial es la extensión. Puesto que he demostrado que Dios existe, y que es sumamente veraz, puedo estar seguro de que no me engaño cuando, haciendo uso de mi razón, afirmo la existencia de las cosas materiales. Así, además de la sustancia pensante (es decir, de mi mente), existe otro tipo de sustancia finita y creada: la realidad física o material (cualquier realidad física o material, incluido mi propio cuerpo) cuya característica esencial es la extensión. El yo pensante y la materia son realidades independientes y sin ninguna relación entre sí. Las realidades físicas (los animales, las plantas, mi propio cuerpo) son mecanismos automáticos, conjuntos de piezas articuladas, sujetos a las leyes físicas del movimiento que, por definición, ni piensan ni tienen voluntad. La mente, por el contrario, es una realidad no material (no extensa) y, por tanto, no sujeta a ley física alguna

El problema de la incomunicabilidad de las sustancias. La consideración Es imposible encontrar a cartesiana de la mente como algún filósofo al que no se le haya escapado alguna realidad radicalmente distinta vez una majadería. La de de la materia lleva a Descartes a mantener que la Descartes fue afirmar que tenemos una glándula en realidad consta de dos el cerebro a través de la regiones incomunicables, la cual interactúan dos de lo material (a la que sustancias de por sí pertenecería todo lo físico) y absolutamente diferentes: la de lo espiritual (a la que la mente y el cuerpo. En la pertenecerían las mentes imagen, la idea cartesiana humanas y Dios). Este de la visión según un dualismo es mucho más grabado de las Opera radical que el sostenido por la philosophica de Descartes tradición aristotélico-medieval (1692). El impulso nervioso pues ésta aceptaba que las pasa desde el ojo hasta la criaturas físicas participaban glándula pineal, y así el del mundo de lo espiritual, alma recibe la información por ejemplo al considerar que y da órdenes a los las plantas y animales músculos también gozaban de actividades vitales, aunque elementales, y por lo tanto de un alma o principio inmaterial. Sin embargo, Descartes considera que fuera de las mentes humanas no hay nada que sea capaz de actividades psíquicas, ni siquiera entre los animales. Para él la vida no es consecuencia de un principio inmaterial (Aristóteles) y se puede explicar en términos puramente materiales y mecánicos (de física y química). Para Descartes lo espiritual no se relaciona con la vida sino con el pensamiento y la consciencia. Los cuerpos son radicalmente distintos a las mentes o almas pues son sustancias realmente distintas con atributos necesariamente distintos. Los cuerpos son pura extensión, correspondiéndoles por ello propiedades como el movimiento, la figura o el peso. Las mentes son pensamiento, correspondiéndoles la consciencia, los sentimientos, los deseos, los actos de la voluntad, las emociones y los recuerdos. En este sentido, Descartes podría indicar que así como los pensamientos no pesan ni ocupan lugar, puesto que sólo a lo corpóreo le corresponden estas propiedades, los cuerpos no pueden tener emociones, ni pensamientos ni recuerdos, ya que estas propiedades son propiedades del alma. Una conclusión llamativa de este punto de vista es que,

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes propiamente hablando, los cerebros no piensan, ni en ellos se guardan los recuerdos, ni en ellos se generan las emociones, ya que sólo el alma – algo inmaterial – es el sujeto de pensamientos y recuerdos. No obstante, la incomunicabilidad de las sustancias se torna, en el caso del ser humano, un problema para el pensamiento cartesiano: Descartes se ve obligado a admitir que el alma y el cuerpo se relacionan causalmente (cambios en el cuerpo producen cambios en el alma, cambios en el alma producen cambios en el cuerpo) e intenta explicar el hecho afirmando que el alma se “extiende” por todo el cuerpo (situación pintoresca para algo esencialmente inextenso), existiendo un lugar privilegiado en donde parece “concentrarse” el alma e interactuar con el cuerpo: el cerebro y particularmente la glándula pineal.

Libertad y mecanicismo

¿Hay algo detrás del cerebro? Para los modernos materialismos, lo que antes se llamaba “mente”, “alma” o “espíritu”no es más que materia altamente organizada. Todas las funciones “superiores” (memoria, pensamiento, emociones, voluntad...) residen en este órgano. La especie humana es, por tanto, una especie animal más. Su complejidad se explica como resultado de un proceso de selección natural que la ha configurado tal y como hoy es

¿Por qué razones Descartes reactiva el dualismo antropológico platónico y renuncia a la concepción unitaria del ser humano propia de Aristóteles? La razón principal sería la defensa de la libertad humana. El cuerpo, como toda cosa extensa, está sometido a las férreas leyes de la física, como está determinada una maquinaria de relojería. En la materia, no hay sorpresas; el comportamiento de cualquier cuerpo es absolutamente predecible.

Si la mente no fuese una sustancia completamente separada y desligada del cuerpo, no habría lugar para la libertad y nuestro comportamiento sería siempre explicable en términos de física y de química, cosa que de ninguna manera quería aceptar Descartes. La libertad es un bien que Descartes proclamó. Por tanto, la mente es una sustancia que de ninguna manera puede someterse a las leyes mecánicas y deterministas que rigen el cuerpo. El mecanicismo que se desprende de este dualismo antropológico (según el cual la mente es libre y el cuerpo está determinado por leyes mecánicas) tuvo repercusiones positivas para la ciencia médica: si el cuerpo es una máquina compuesta por piezas, la máquina se puede desmontar, diseccionar y conocer hasta sus últimos rincones. Por otro lado, y muy a pesar del propio Descartes, su dualismo abrió las puertas a los modernos materialismos (filosofías que consideran que todo lo que existe es pura materia – incluido el pensamiento, los sentimientos, las emociones...reducidos desde entonces a impulsos electromagnéticos, niveles de sustancias químicas en el organismo, conexiones neuronales, etc. ).

4. GLOSARIO DE TÉRMINOS Fuente: Javier Echegoyen Olleta. Historia de la Filosofía (Vocabulario y ejercicios). Vol. II. Madrid, Edinumen, 1997 ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO Metáfora utilizada por Descartes para mostrar su idea de la unidad del saber humano y la dependencia de todos los conocimientos respecto a la metafísica.

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La sabiduría humana es el conjunto de todas las ciencias, conjunto que Descartes concibe como un sistema orgánico: es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física o filosofía natural y las ramas las otras ciencias, principalmente la medicina, la mecánica y la moral. Todas las ciencias son consecuencia del uso de la razón, que es una y la misma con independencia del campo en que se aplique. El conocimiento es siempre y en todo momento conocimiento cierto y evidente, en caso contrario no es conocimiento. Esta evidencia se obtiene mediante las dos “acciones” legítimas del entendimiento: la intuición y la deducción. La intuición para el descubrimiento de las primeras verdades, que serán precisamente las raíces del árbol del conocimiento; la deducción para la fundamentación del resto de las verdades. Con la metáfora del árbol del conocimiento Descartes quiere señalar también la primacía de la filosofía respecto de las otras ciencias pues sin ella los conocimientos no adquieren una fundamentación última. Esta primacía le lleva a considerar que hasta la propia física extrae sus principios básicos de la metafísica, puesto que en el terreno de la ciencia natural contamos siempre con unos conocimientos previos muy básicos acerca del comportamiento y constitución de la realidad. CLARIDAD Junto con la distinción, uno de los rasgos principales de la evidencia. Como ejemplos de claridad y distinción, y de sus opuestos, oscuridad y confusión, cabe poner ejemplos tomados de la percepción. Cuando decimos “el gato está encima de la cama” mi conocimiento es “claro” si estoy viendo al gato encima de la cama; es “oscuro” si Descartes haciendo una demostración, detalle del cuadro Cristina de hago dicho juicio sin tener delante Suecia y su corte. Una biografía apócrifa de Descartes afirma que la de mí al gato. Si miro por la ventana pulmonía que lo condujo a la tumba fue consecuencia de la precaria al último árbol del jardín, las ramas salud del filósofo… comprometido en satisfacer las enormes exigencias que tiene se me presentan de forma sexuales de la reina “confusa”, ya que no soy capaz de ver con precisión cada una de ellas, las percibo mezcladas unas con otras, no veo con distinción los límites de cada una de ellas. Si bajo a la calle, me acerco al árbol y veo cada rama con cuidado, distinguiendo sus partes, los límites y distancias que les separan del resto, entonces tengo un conocimiento “distinto”. El ejemplo anterior describe la claridad y la distinción en el caso de la percepción, pero lo peculiar del punto de vista cartesiano es que también cabe claridad y distinción respecto de conocimientos no perceptuales, intelectuales. Descartes llama intuición a todo acto mental que capta una realidad con claridad y distinción. El error aparece cuando nuestra voluntad nos lleva a asentir proposiciones que no se muestran con claridad ante nuestra mente. Si sólo aceptásemos como verdadero lo evidente, nunca nos equivocaríamos. Las demostraciones geométricas son ciertas porque se fundan sólo sobre la evidencia, sobre la claridad. Tenemos evidencia plena de las nociones comunes (verdades eternas que descansan en nuestra propia razón): “de la nada no puede hacerse algo”, “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”, “el que piensa no puede dejar de existir o de ser mientras piensa”

SUSTANCIA Aquello que no necesita de otra cosa para existir

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes Descartes define la sustancia como “una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir” – causa sui – (Principios de filosofía, I) y considera que existen dos tipos de sustancia:

La sustancia infinita (Dios), a quien corresponde propiamente el término de sustancia ya que es la única realmente independiente, es decir, la única que se puede considerar causa de su propia existencia o ser por sí. Todas las demás cosas necesitan de ella para existir.

Las sustancias finitas (la mente y la materia), que son independientes entre sí y de cualquier accidente pero El sueño de la razón dependientes de Dios. produce monstruos, una de las estampas clave de Esa es la tesis dualista que defiende Descartes Los Caprichos de Goya. Una copia que se conserva respecto al ser humano, tesis que rompe con la en la Biblioteca Nacional concepción monista de la dice: “Cuando los hombres no oyen el grito sustancia defendida por de la razón, todo se vuelve la tradición aristotélicovisiones”. Una versión medieval para la cual genial del temor que toda sustancia es un descartes tenía a la compuesto indisociable confusión entre la realidad de materia (hylé) y de y los sueños forma sustancial (morphé). Cada sustancia se determina por un atributo o rasgo único que expresa su esencia o naturaleza: así, el pensamiento es el atributo del alma (res cogitans), la extensión lo es del cuerpo (res extensa) y la infinitud o suma perfección lo es de Dios ( res infinita). Todas las demás propiedades de las sustancias son modificaciones (modos) no esenciales de este rasgo fundamental (la figura y el movimiento de los cuerpos; los diferentes modos de pensar como la imaginación, el sentimiento y la voluntad, de las mentes o almas). En Dios no podemos hablar de “modos” puesto que todas sus propiedades las posee en grado sumo y esencialmente; son, por tanto, atributos. Todos ellos son importantes de un modo u otro en la filosofía cartesiana:

la independencia: puesto que Dios es propiamente la sustancia, es el concepto límite en el grado de la sustancia.

el pensamiento: porque también a nosotros nos corresponde como res cogitans, lo que demuestra el parentesco que guardamos con Dios.

el de ser necesario: porque lo utilizará en la prueba de la demostración de la existencia de Dios.

la bondad: pues le servirá como garantía del conocimiento humano y para la superación de la duda metódica. YO

Res cogitans o mente. La sustancia pensante del cartesianismo Descartes llega al descubrimiento del yo tras la aplicación de la duda metódica a todos los conocimientos que posee. El yo no es otra cosa que la mente, el alma o el espíritu (aunque a Descartes no le gusta del todo emplear estos dos conceptos, “alma” porque sugiere algún tipo de unión con un cuerpo y “espíritu” porque es

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes una palabra que ha perdido toda su precisión e incluso se llega a aplicar a cosas materiales como el viento o algunos licores – bebidas “espirituosas” – ). El yo es una sustancia cuyo atributo o rasgo esencial es el pensamiento. Todas las propiedades que encontramos en la “res cogitans” no son sino diferentes modos de pensar: la imaginación, el sentimiento y la voluntad, dependen de tal modo de una cosa que piensa, que no podemos concebirlos sin ella. Pero, en realidad, con “pensar” no se refiere aquí Descartes al raciocinio en un sentido estricto sino propiamente a la consciencia; por eso, como nos dice en las Meditaciones, “una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”. La consideración cartesiana de la mente como entidad radicalmente distinta de la materia lleva a Descartes a mantener que la realidad consta de dos regiones incomunicables, la de lo material (a la que pertenecería todo lo físico) y la de lo espiritual (a la Tan famosas como sus ideas filosóficas fueron las que pertenecerían las mentes humanas y Dios). Este contribuciones que Descartes hizo a la matemática, dualismo es mucho más radical que el sostenido por concretamente a la geometría. En la imagen, sistema la tradición aristotélico-medieval pues ésta aceptaba de coordenadas cartesianas. Con él se puede definir la que las criaturas físicas participaban del mundo de lo posición de un punto P cualquiera en un plano, dando espiritual, por ejemplo al considerar que las plantas sus distancias respecto a dos ejes perpendiculares. y animales también gozaban de actividades vitales, aunque elementales, y por lo tanto de un alma o principio inmaterial. Sin embargo, Descartes considera que fuera de las mentes humanas no hay nada que sea capaz de actividades psíquicas, ni siquiera entre los animales. Para él la vida no es consecuencia de un principio inmaterial (Aristóteles) y se puede explicar en términos puramente materiales y mecánicos (de física y química). Para Descartes lo espiritual no se relaciona con la vida sino con el pensamiento y la consciencia. Los cuerpos son radicalmente distintos a las mentes o almas pues son sustancias realmente distintas con atributos y propiedades (modos) necesariamente distintos. Los cuerpos son pura extensión, correspondiéndoles por ello propiedades como el movimiento, la figura o el peso. Las mentes son pensamiento, correspondiéndoles la consciencia y modificaciones de ésta como los sentimientos, los deseos, los actos de la voluntad, las emociones y los recuerdos. En este sentido, Descartes podría indicar que así como los pensamientos no pesan ni ocupan lugar, puesto que sólo a lo corpóreo le corresponden estas propiedades, los cuerpos no pueden tener emociones, ni pensamientos ni recuerdos, ya que estas propiedades son propiedades del alma. Una conclusión llamativa de este punto de vista es que, propiamente hablando, los cerebros no piensan, ni en ellos se guardan los recuerdos, ni en ellos se generan las emociones, ya que sólo el alma – algo inmaterial – es el sujeto de pensamientos y recuerdos. Otra consecuencia de este punto de vista es que nuestras explicaciones del mundo físico no pueden ser iguales a nuestras explicaciones de la realidad psíquica. El comportamiento de los cuerpos se puede explicar en términos mecanicistas, sin apelar a causas finales, ni a la libertad, y empleando la matemática. La vida psíquica no se puede explicar en los mismos términos, pues necesitamos referirnos a finalidades y a la libertad. En términos actuales diríamos que, para Descartes, de la conducta que depende del alma sólo caben explicaciones mentalistas y de la conducta que depende de los meros cuerpos explicaciones materialistas y mecanicistas.

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5. TEXTOS DE DESCARTES “DISCURSO DEL MÉTODO, II Y IV”

LA OBRA Fuente: J. Manuel Navarro Cordón/Tomás Calvo Martínez. Historia de la Filosofía (Andalucía). Madrid, Anaya, 1996 El fragmento propuesto para su análisis forma parte del “Discurso del Método”, obra capital de Descartes en la que se encuentra ya, aunque solo sea esbozado, todo lo importante de su pensamiento – lo que después alcanzará cumplido desarrollo en obras como las “Meditaciones metafísicas” (1641) o los “Principios de Filosofía” (1644) -. En ella René Descartes nos cuenta con un estilo llano y coloquial “cosas de su vida”. Es cierto que el relato se reduce a las vicisitudes de su pensamiento, lo que nos demuestra que para el autor galo la filosofía era sin duda la razón fundamental de su vivir. Decidido a dedicar su vida a la búsqueda de la verdad (“Lo que yo deseaba siempre extremadamente era aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver más claro en mis acciones y caminar con seguridad en la vida” – DM, I –), Descartes nos narra, pues, las cosas que se le fueron ocurriendo para el cumplimiento de su propósito de la manera más eficaz, y en ellas vemos emerger la figura de un auténtico filósofo moderno: preocupación por el ser humano, orgullo de serlo, confianza desmedida en el poder iluminador de la razón y decisión de servirse de ella con independencia de la fe, las tradiciones o las enseñanzas de los doctos. El Discurso del Método se publicó en 1637 – tenía Descartes cuarenta y un años – formando un solo volumen con la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría. Y apareció en lengua vulgar, en francés, cosa completamente inusitada, ya que, como es sabido, la lengua culta y, por así decirlo, “oficial” de la filosofía era hasta entonces el latín. Esta novedad es altamente significativa: denuncia la actitud desconfiada de Descartes ante el saber tradicional (“aprendí a no creer demasiado firmemente en nada de lo que me hubiese persuadido sólo por el ejemplo y la costumbre” – DM, I –) y, al mismo tiempo, es un signo de esa nueva fe racionalista – la fe de la modernidad – que él mismo se encarga de inaugurar con las primeras palabras del Discurso: “El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo…”. Quizás por ser consciente de que lo que presenta al público supone una ruptura – una auténtica revolución –, y para evitar el rechazo institucional que pueda sufrir, Descartes adopta en la obra un tono de humildad impropio de un orgulloso espíritu moderno: en todo momento habla en primera persona e insiste en que no quiere ganar adeptos para su filosofía, ni presentar ésta como una verdad inconmovible ( “puede ocurrir que yo me engañe y que no sea mas que un poco de cobre y de vidrio lo que yo tomo por diamantes” ); solamente trata de “representar mi vida como en un cuadro, a fin de que cada cual pueda juzgar de ella” (DM, I). El propio Descartes explica así el contenido de la obra y de cada una de las partes que la integran:

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“Si este discurso parece demasiado largo para ser leído de una vez, se le podrá dividir en seis partes. 1) en la primera, se encontrarán diversas consideraciones acerca de las ciencias; 2) en la segunda, las principales reglas del método que el autor ha encontrado; 3) en la tercera, algunas reglas de la moral que ha sacado de este método; 4) en la cuarta, las razones por las cuales prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica; 5) en la quinta, el orden de las cuestiones de física que ha investigado, algunas dificultades que pertenecen a la medicina, así como también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales; 6) y en la última, las cosas que cree que se requieren para avanzar en la investigación de la naturaleza más allá de donde él ha llegado, y qué razones le han movido a escribir este discurso.” FRAGMENTOS

“Me encontraba entonces en Alemania, donde me había embarcado en unas guerras que aún no han terminado; y volviendo de la coronación del emperador, me retuvo el comienzo del invierno en un cuartel donde, no encontrando conversación alguna que me distrajese y no teniendo, de otra parte, por fortuna, preocupaciones ni pasiones que me turbasen, permanecía todo el día encerrado solo junto a una estufa, donde disponía de todo el tiempo libre para entregarme a mis pensamientos. Uno de los primeros fue ponerme a considerar que frecuentemente no hay tanta perfección en las obras compuestas de varias piezas y realizadas por la mano de distintos maestros como las que han sido elaboradas por uno solo. Así se observa que los edificios iniciados y terminados por un solo arquitecto suelen ser más bellos que aquellos que varios han intentado restaurar sirviéndose de viejos muros que habían sido construidos para otros fines(...) De este modo pensaba que las ciencias de los libros, al menos aquellas cuyas razones no son más que probables y carecen de demostración, al haber sido formadas y acrecentadas poco a poco por las opiniones de muchas personas diferentes, no están tan próximas a la verdad como los simples razonamientos que puede hacer naturalmente un hombre de buen sentido. Por tanto, pensaba que, dado que todos hemos sido niños antes que hombres, y habiendo sido menester el ser gobernados durante mucho tiempo por nuestros apetitos y

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes por nuestros preceptores, con frecuencia contrarios los unos a los otros, y que tal vez no siempre unos y otros nos aconsejaban lo mejor, es casi imposible que nuestros juicios sean tan puros y tan sólidos como habrían sido si hubiésemos dispuesto del completo uso de nuestra razón desde el momento de nacer, y no hubiésemos sido guiados mas que por ella. Es verdad que no vemos que se derriben todas las casas de una ciudad con el único propósito de rehacerlas de otro modo, pero muchos se ven obligados a ello cuando los edificios están en peligro de caerse porque los cimientos no son muy firmes(...) (Por analogía con ello me persuadí de que) respecto de todas las opiniones que hasta entonces había aceptado en mi convicción, no podía hacer nada mejor que emprender de una vez su supresión, a fin de sustituirlas por otras mejores o por las mismas cuando las hubiese sometido al nivel de la razón . Y creí firmemente que, por este medio, lograría conducir mi vida mucho mejor que si edificase sobre cimientos viejos y me apoyase solamente en principios que me había dejado inculcar en mi juventud, sin haber examinado nunca si eran verdaderos(...) Pero, del mismo modo que un hombre que anda solo y en tinieblas, resolví caminar tan lentamente y emplear tanta prudencia en todas las cosas que, aun a riesgo de avanzar muy poco, me preservase muy bien por lo menos de caer” ……………………………………………………………………………………………………………… “ Y como la multitud de leyes sirve a menudo de excusa para los vicios, de forma que un Estado está mucho mejor regido cuando, teniendo pocas, son muy estrictamente observadas; así, en lugar de un gran número de preceptos, creí que tendría suficiente con los cuatro siguientes, siempre que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez. El primero consistiría en no admitir cosa alguna por verdadera como no supiese con evidencia que era tal; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación; y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda. El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como requiriese para resolverlas mejor. El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos; y suponiendo incluso un orden entre los que no se preceden naturalmente unos a otros. Y el último, en realizar en todo enumeraciones tan completas y unas revisiones tan generales que estuviese seguro de no omitir nada. Esas largas cadenas de razonamientos, tan simples y fáciles, de que los geómetras tienen la costumbre de servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento humano se encadenan de la misma manera y que, mientras que uno no se abstenga de admitir por verdadera ninguna que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna tan alejada, a la cual no se llegue finalmente, ni tan oculta que no se la descubra (...) Pero lo que más me satisfacía de este método era que, mediante él, estaba seguro de usar toda mi razón, si no perfectamente, al menos lo mejor que fuese posible; además, yo sentía, al practicarlo, que mi espíritu se iba acostumbrando poco a poco a concebir más clara y distintamente sus objetos, y que, no habiéndolo sometido a ninguna materia particular, me prometía aplicarla a las demás ciencias como lo había hecho con las del álgebra. No por eso aprendía a analizar inmediatamente todas las dificultades que se me presentaran, pues esto mismo habría sido contrario al orden que el método prescribe. Pero, habiéndome prevenido de que los principios de todas las ciencias debían estar basados en su totalidad en la filosofía (metafísica), en la que todavía no hallaba ninguno cierto, pensaba que era menester, ante todo, establecerlos en ella.” ……………………………………………………………………………………………………………… “No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice, pues son tan metafísicas y fuera de lo común que acaso no sean del gusto de todo el mundo. Sin embargo, me siento obligado, en cierto modo, a hablar de ellas para que se pueda juzgar si los fundamentos que he adoptado son lo bastante sólidos. Largo tiempo hacía que había advertido que en lo que se refiere a las costumbres es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables. Pero, deseando yo en esta ocasión tan solo buscar la verdad, pensé que debía hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, para ver si, después de hecho esto, no me quedaban en mis creencias algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan a veces, quise suponer que

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Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO VII: Descartes no hay cosa alguna que sea tal como ellos nos la hacen imaginar. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, aun acerca de las más sencillas cuestiones de geometría y cometen paralogismos, juzgué que estaba yo tan expuesto a errar como cualquier otro y rechacé como falsos todos los razonamientos que antes había tomado por demostraciones. Finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en tal caso sea ninguno verdadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más ciertas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí enseguida que aun queriendo pensar , de este modo, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y al advertir que esta verdad - pienso, luego soy - era tan firme y segura que las suposiciones más extravagantes de los escépticos no eran capaces de conmoverla, juzgué que podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba. Al examinar después atentamente lo que yo era y ver que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que me encontrase, pero no podía fingir por ello que yo no fuese, sino al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas se seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que con sólo dejar de pensar, aunque todo lo demás que hubiese imaginado hubiera sido verdad, no tenía ya razón para creer que yo fuese, conocí por ello que yo era una sustancia cuya total esencia o naturaleza es pensar y que no necesita para ser de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material. De manera que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta es más fácil de conocer que él, y aunque el cuerpo no fuese el alma no dejaría de ser cuanto es. Después de esto consideré, en general, lo que se requiere para que una proposición sea verdadera y cierta; pues ya que acababa de encontrar una que sabía que lo era, pensé que debía saber también en qué consistía su certeza. Y habiendo notado que en la proposición pienso, luego soy, no hay nada que me asegure que digo la verdad, sino que veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgué que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas”.

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