EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO

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sentidos secretos, lo que nos sucede es sumamente extraño, un equivalente

casi

incomunicable

a

estar

ciego

o

sordo.

Si

la

propriocepción queda absolutamente bloqueada, el cuerpo pasa a ser, digamos, ciego y sordo a sí mismo... y (como indica el significado de la raíz latina proprius) deja de «poseerse», de sentirse (ver «La dama desencarnada» del capítulo tres). El anciano se quedó de pronto muy concentrado, las cejas fruncidas, los labios apretados. Se quedó inmóvil, pensando, ensimismado, ofreciendo un cuadro que me encanta: un paciente en el preciso instante en que descubre (medio intrigado, medio asombrado), en que se da cuenta por primera vez de cuál es exactamente el problema y, al mismo tiempo, qué es exactamente lo que hay que hacer. Ése es el momento terapéutico. —Déjeme pensar, déjeme pensar —murmuró, medio para sí, frunciendo aun más las cejas y subrayando cada punto con unas manos fuertes y nudosas—. Déjeme pensar. Piense usted conmigo... ¡tiene que haber una solución! Yo me inclino hacia un lado y no puedo darme cuenta de que lo hago ¿no? Tendría que tener alguna sensación, una señal clara, pero no la hay, ¿verdad? ¿no? Hizo una pausa y luego continuó. —Yo fui carpintero —dijo, y se le iluminó la cara—. Utilizábamos siempre un nivel de burbuja para saber si una cosa estaba a nivel o no, o si estaba vertical o no lo estaba. ¿Hay algo así como un nivel de burbuja en el cerebro? Asentí. —¿Puede estropearlo la enfermedad de Parkinson? Asentí otra vez. —¿Es eso lo que me ha pasado a mí? Asentí por tercera vez y le dije: —Sí. Sí. Sí. Al hablar de un nivel de burbuja, el señor MacGregor había dado con una analogía fundamental, una metáfora para un sistema básico de


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