OBITUARIO #21

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Charles Chaplin 1889-1977


I CAN SEE NOW Para J.

«Hay algo tan inevitable como la muerte, y es la vida». Charles Chaplin

Querido Charlie: No sé, en realidad, cómo dirigirme a ti. Había pensado en escribir Querido Charlot, porque así es como conquistaste al mundo, así es como conseguiste que nos rindiéramos a ti, al Charles Chaplin que había detrás, al genio. Me dirijo a ti como Charlie porque es un nombre que forma parte ya de mi familia, de mi biografía. He aprendido a quererte, ¿sabes? No es un hecho excepcional; tienes algo que revoluciona la vida del que te observa. Empecé a quererte cuando vi el brillo en los ojos de mi mujer cuando hablaba de ti, cuando su voz representaba tus escenas, cuando sus manos me hablaban de aquel Londres proletario del que hasta Dios se había olvidado. En aquel Londres, en aquella Kennington Road, un nuevo Dios estaba intentando sobrevivir. El Dios que crearía a uno de los personajes más emblemáticos y mágicos de la historia, el personaje, el cómico, el actor, el niño, el hombre, que crearía el cine: Charles Spencer Chaplin. Ay, Charlie. Fui queriéndote poco a poco, porque sabía que tú y tu tramp erais un abismo del que no se podía salir. Sabía que una vez caes en el universo Chaplin ya no hay marcha atrás. Y menos mal, porque construiste una casa en la que muchos nos sentimos a salvo. Aprendí a admirarte. Fui guiada y educada en tu arte, en la forma tan soberbiamente espectacular en la que muestras los sentimientos y levantas pasiones. La primera -


película que vi, Luces de la ciudad. Charlie, ¿cómo lo hacías? ¿Cómo es posible que de un cuerpo tan pequeño nazca la historia? Esa película contiene, probablemente, las escenas más bellas que he contemplado jamás en la gran pantalla. La vida se compone de detalles; no somos una sucesión de historias, sino una sucesión de pequeñas cosas, que adherimos unas con otras, a veces buscándoles el significado y otras veces intentando solapar las emociones; Luces de la ciudad es un milagro, es literatura en estado puro. Tú lo sabías, sabías que los detalles son los que terminan por dar(nos) sentido. Sabías que sí que se podía construir castillos en el aire. O, mejor dicho, sabías que tú podías. Captaste la emoción como sólo un Dios sabe hacerlo; esa escena final, esa flor sobre tu boca, esa sonrisa que aún debe descubrir la felicidad o la miseria... Es difícil hablar de una escena que sólo puede ser observada, contemplada y admirada. Ahí fue donde me conquistaste; fue en ese preciso instante, cuando tu mirada se debatía entre la ternura y el pavor más absolutos, cuando caí a tus pies y entendí a mi mujer. Todo lo que visioné después, Tiempos modernos, El gran dictador, El circo, El niño, Monsier Verdoux, La quimera del oro, sólo confirmó que si existe Dios se llama Charlie Chaplin. Y que la magia se llama Charlot.

«El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto». Encontrar al amor de tu vida es tan difícil como buscar debajo de una mesa, justo antes de la ceremonia de una boda, un sandwich perdido. Tú buscaste el amor insaciablemente. Pese a todos los palos, pese al dolor, sabías que Oona te esperaba en algún lugar. Sé lo que es eso, Charlie. Sé lo que es armarse de valor y seguir adelante, no desistir, porque sabes que esos labios, esos labios que llevas esperando todas tus horas y minutos, están justo -


antes de la renuncia. Qué vértigo, ¿verdad? Cuando la has encontrado. Somos funámbulos: nos encaramamos a una cuerda, dejamos la cobardía atrás, y nos lanzamos (casi) al vacío. Somos como Charlot en El circo, como Charlot en La quimera del oro: en lo más alto intentando vencer al precipicio o en el lugar más inhóspito y frío de la tierra, en el que lo único que nos rodea es la nieve y la desesperación, buscamos una persona que sea un hogar. Buscamos el calor, la complicidad, una especie de salvación, el nudo de marinero final. Todos somos Charlot. Todos intentamos encontrar el sentido a esta vida a través de los ojos y las manos y los labios y los brazos y el escalofrío y las piernas y la calidez y el temblor y los dedos y la fiebre y la poesía y... de esa persona. La dulzura conquista lo inconquistable. Tú eres prueba de ello. Charlie, yo lo que quiero es darte las gracias por algo tan fácil, y tan difícil al mismo tiempo, como existir. No puedo imaginar un mundo en el que no podamos ver a Charlot dominando el mundo mientras desmaya a su secretaria con su aliento. No puedo imaginar un mundo en el que no podamos ver a Charlot esperando, con una manta sobre sus hombros, a que desaparezca el glaciar en su interior al entender que ella no va a volver; que el nuevo año ha llegado y que comienza igual que el anterior: con la desilusión. No quisiera habitar en un mundo donde no pueda saltar de la felicidad a la tristeza al ver a Charlot desayunando una torre de tortitas con el niño y llorando porque las autoridades se lo arrebatan pocos minutos después. No hay mundo, en realidad, sin un Charlot que le ajusta los botones de la falda a una mujer mientras intenta sobrevivir a la industrialización. No podría vivir en un mundo en el que, como tú mismo dijiste, «pensamos demasiado y sentimos muy poco». Tú le das equilibrio al mundo, como J. se lo da al mío. Pero, sobre todo, quería darte las gracias por lo que veo en J. cuando me habla de ti. Veo la vida, siento la vida, y eso es tan difícil... Emocionas sus entrañas, ronroneas su sangre, la salvas cuando ya no puede más. Me la rescatas de alguna cueva y vuelve a mí llena .


de vida, repleta de sí misma. Y son dos vidas, dos momentos, las que salvas: a ella y, en consecuencia directa, a mí. Tengo sobre la mesilla tu autobiografía. Tengo pendiente de ver Candilejas. No quiero dar con el final de Charlot, aunque Charlot no tenga final. No quiero ver el The End en la pantalla. No quiero una despedida que se repita una y otra vez; no quiero volver a empezar, quiero seguir, rodar y rodar como ese gran enjambre de ruecas de Tiempos modernos. Quiero, junto a ella, seguir con el vicio, con la adicción. Eres una droga fabulosa, querido Chaplin. Charlie, ojos azul oscuro, gracias por ser un ancla, un faro, por ser la vida, la emoción, el amor. Gracias por recordarnos la piel de gallina, la revolución de la sangre, las lágrimas. Gracias por llevarnos hasta la extenuación del sentimiento, hasta el desgarro y la felicidad más bestias. Gracias por sacudirnos, por sacarnos del letargo, por insuflarnos calidez. Gracias por ser la lluvia, los charcos sobre los que saltamos, el recuerdo tierno e inocente de algo que vivimos y que habíamos olvidado. Gracias por haber existido, por los milagros, por hacer que te queramos. Gracias por ese andar, gracias por esa mirada tuya. Por las sonrisas. Gracias por las huellas de felicidad en el rostro de mi mujer y por haber llenado su infancia de risas. Gracias por el Cine y por la Literatura que escribiste.

Ainize Salaberri




CUENTO DEL VAGABUNDO Era el perfecto vagabundo: mudo. Además, les hacía reír con sus disparatadas aventuras al margen de la buena sociedad: sus andanzas con un niño huérfano, sus intentos de hacerse rico con el oro del Yukón, su trabajo en el circo, sus amoríos con una ciega. Qué perfecta distracción para todos. Sin embargo, el vagabundo empezó a dar signos de no estar conforme con su situación. El muy ingrato tenía cosas que decir. Que alertara de la deshumanización capitalista ya molestó a muchos, pero que hablara de pacifismo fue el colmo. ¿Qué nación puede basar su prosperidad en la paz y la solidaridad? Lo expulsaron del país, la única manera de obligarlo a ser de nuevo un vagabundo. Veinte años después, le permitieron regresar para recibir un homenaje. Ahora que ya no era una amenaza y su fin estaba cerca. «Ah, qué recuerdos de cuando nos hacías reír, vagabundo», le dijeron. «Éramos todos tan jóvenes, tan inocentes».

Gabriel Noguera


Lucía Marpez


¡SHHH…! No cambies nunca, mantente callado, no abras la boca; no dudo que lo que salga sea bonito, pero no para un chiquillo. En el sueño del silencio y la narración sin palabras el universo se transforma en un parpadeo, resistiendo al tiempo y sus bondades, el inmovilismo. Un diálogo crucial, que en lugar de oírse se ve, descubre al héroe y la víctima. La realidad ahora es acuciante y el pathos se hace esencial: cambiar para que todo siga igual, Lampedusiano.

La mudez no era minusvalía, un idioma de luces y sombras —cuando las imágenes eran la voz— que desterraban la lengua para disfrutar las sombras proyectadas en una caverna.


La vida es tan trágica como cómica. Un elegantísimo vagabundo se convierte en mártir y bufón, justo lo que todos somos; se hace a un lado la soledad y la felicidad deja de ser mera ilusión. No hables, si lo haces será como si una hoja cayera al suelo produciendo un estruendo ensordecedor, verás que no eres el único testarudo, el transcurrir del tiempo también lo es. No digas nada ni una palabra. En la mudez dejamos de estar perdidos, yo prometo ante nosotros también guardar silencio.

Diego Mercado Villarroel


A単eta Martin


Basura Especial


DAME ALGO «Tenemos más de cinco mil ex alumnos durmiendo en los mejores cajeros de Europa». Así de orgulloso empieza sus conferencias el Sr. Spencer, director de Dame Algo, la escuela de alta mendicidad que está rompiendo esquemas en todo el continente. En un mundo dónde la demanda de indigentes sólo hace que subir, Dame Algo se ha propuesto formar a profesionales a la altura de las circunstancias. La escuela, a la que algunos ya conocen como el Harvard de la limosna, ofrece una formación de primera categoría para todo aquel que decida instruirse en el siempre en alza y complejo arte de mendigar. El centro garantiza que la totalidad de los alumnos finalizarán los ocho años de intenso estudio de los que se compone el curso con la mejor preparación posible, y con un dominio casi sobrenatural de los malabares. Solfeo aplicado a la pandereta. Interpretación neoclásica de cojera. Ortografía de la descomposición. Artesanía con latas de refresco. Estilismo de trinchera. Adiestramiento, uso y cuidado de cachorro de marca blanca a modo de tótem. Teoría avanzada del como orinar en la vía pública. Estas son sólo algunas de las rigurosas asignaturas con las que el alumno deberá lidiar si desea obtener el codiciado diploma que le acredita como un flamante licenciado reconocido por la International Homeless School. Pero no todo son luces en esta sofisticada escuela. Sus abusivas y desorbitadas cuotas la hacen completamente inaccesible para todo aquel que no posea una pequeña fortuna. Esto convierte el centro en, prácticamente, un gueto para los hijos de la élite económica, los cuales se pasan ocho años aprendiendo a pedir y pedir sin aportar nada a cambio, a hacer con harapos lo mismo que sus padres hacen con corbata.

Xavi Lázaro


Cristina Sรกnchez


Ă lvaro Gastmans


Chaplin XXL


ÂŤEl tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfectoÂť. Charles Chaplin


COLABORADORES Basura Especial Álvaro Gastmans Xavi Lázaro Lucía Marpez Añeta Martin Diego Mercado Villarroel Gabriel Noguera Paloma P. Ainize Salaberri Cristina Sánchez Chaplin XXL

DIRECCIÓN Sonia Marpez Gabriel Noguera

DISEÑO Y PORTADA Sonia Marpez

Obituario N.21 – Charles Chaplin Publicado el 25 de diciembre de 2014 obituariomag.blogspot.com



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