ELENA DE TROYA

Page 290

diminuto. Pero serviría cuando todo lo demás hubiese desaparecido. Los mamposteros, que esperaban detrás de los pinos, se adelantaron para colocar la piedra con argamasa en su lugar y sellar así a Menelao tras ella. Aquél era el palacio donde reinaría para toda la eternidad. Ahogando un sollozo, me volví. No podía soportar la idea de pensar que estaba allí. Pero, a decir verdad, no podía soportar la idea de que ninguno de nosotros estuviese contenido en la oscuridad de una urna. Mi madre, mi padre, mis hermanos, todos ellos no eran ya más que polvo. Y aquello llegaría también para mí. Aunque fuera cierto que yo era la hija de Zeus, la descendencia mortal debe morir. Aquiles, Sarpedón, Pentesilea, Memnón, todos descansaban en sus tumbas, a pesar de su origen divino. Zeus me había prometido lo contrario una vez. Pero había dejado de creer en aquella promesa inicial. Poco a poco, descendimos por el camino empinado, y dejamos atrás el glorioso edificio y su entorno. El viento nos dijo adiós, y los pinos nos hicieron reverencias con formalidad.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.