Junio de 2008 Liahona

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ILUSTRACIÓN FOTOGRÁFICA POR CHRISTINA SMITH.

jóvenes se esfuercen por lograrlo, anímenlos. Ellos lo recordarán después; tal vez no se acuerden de las palabras, pero sí de lo que hayan sentido al escucharlas”.

juegos sino también una serie de sucesos magníficos y llenos de gozo que les ayuden a progresar en sus años de juventud y a llegar a ser lo que se ha dispuesto que lleguen a ser”.

8. Recuerden que ustedes tienen derecho a

9. Pongan la responsabilidad también en el

recibir inspiración

hogar

Cuando el élder Ballard era un joven obispo, un niño pendenciero de nueve años era causa de gran inquietud para su maestra de la Primaria. Después de varias semanas, la maestra lo llevó a la oficina del élder Ballard y le dijo: “Obispo, aquí tiene a una de sus ovejas. Cuídela”. Él no estaba seguro de lo que debía hacer, pero en ese momento recibió una impresión: pedir al niño que todas las semanas fuera a informarle cómo había sido su comportamiento en la Primaria. El obispo Ballard presentó ese desafío, el cual cambió la actitud del muchachito al ver que tenía la posibilidad de actuar de otra manera. “No se me había ocurrido la idea de darle a él la responsabilidad hasta el momento en que lo vi en mi puerta”, comenta el élder Ballard. “Pero, por el poder del Espíritu, el Señor inspira al maestro o líder digno y recto para que sepa lo que debe hacer y decir a fin de sacar a luz lo mejor de cada persona, especialmente de los jóvenes y los niños”. Y a propósito, aquel niño de nueve años llegó a ser “fantástico”, comenta el élder Ballard. Cumplió una misión, se casó en el templo y se convirtió en un gran líder. El presidente Uchtdorf afirma que la preparación espiritual que se requiere para recibir inspiración exige un esfuerzo, pero es esencial. Él aprendió una lección similar durante su carrera de piloto. La responsabilidad de pilotear los aviones 747 era muy interesante, pero la preparación que se requería para despegarlos era muy intensa. “Para los maestros o los líderes, esa parte intensa consiste en la oración y en conocer las necesidades del joven en particular, sea varón o mujer. Además, los líderes deben cerciorarse de que el programa para los jóvenes no sea sólo diversión y

Después de todo, los líderes —y en particular el obispado— son responsables de aconsejar y enseñar apropiadamente a los padres sobre lo que esté sucediendo con los jóvenes del barrio. El obispo o el presidente de rama no deben traicionar asuntos personales y confidenciales, pero pueden enseñar colectivamente en cuanto a problemas generales. “Si fuera obispo en la actualidad”, comenta el élder Ballard, “creo que no vacilaría en aprovechar la reunión del quinto domingo del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro para hablar a los padres de algunas preocupaciones que tuviera con respecto a sus hijos. Les diría: ‘Lo que sé de sus jóvenes como resultado de las entrevistas que he tenido en estos años queda entre ellos y yo, y ellos saben que no traicionaré sus confidencias, pero en general existen problemas. Es preciso que ustedes lo sepan y hagan algo al respecto…’. Tal vez haya padres que tengan miedo de enfrentar la realidad, pero es necesario que la conozcan”.

A

unque es natural sentirse aprensivo frente a asignaciones nuevas, el élder Ballard dice que el cumplir con la asignación contribuye a que nos sobrepongamos a esa aprensión y nos da confianza para continuar.

10. Comprendan el potencial eterno de los jóvenes

“Hemos elevado los requisitos”, dice el élder Ballard, “no sólo para la juventud, sino también para los padres, que tienen la responsabilidad principal de enseñar principios a sus hijos; se han elevado para los líderes; se han elevado para los maestros. Es preciso que nos elevemos por encima de un mundo que se está deteriorando muy rápidamente. “Vemos que ellos aman al Señor”, continúa, “y recuerden que Él los ama. Dentro de ese jovencito al que ustedes enseñan hay un espíritu eterno. Estos jóvenes pertenecen a nuestro Padre Celestial y Él tiene gran interés en todos Sus hijos. Debemos mantener vivo en ellos el fuego de ese testimonio”. ■ L I A H O N A JUNIO DE 2008

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