La Escuela Moderna 04

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La Escuela Moderna nº4

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Barcelona 2008


4 # a n r e d o M la e u c La Es V

arios pensamientos se amontonan estos días en mi mente como si estuvieran esperando la apertura del Corte Inglés en el primer día de Rebajas. Siempre me pasa, los últimos días antes de acabar definitivamente el fanzine, cuando me doy cuenta de que… (golpeándome la frente con la palma de la mano) ¡Ahí va, la editorial! Así que, como cantaban los abstemios Gorilla Biscuits “Procrastinate it can wait. Let’s start today!”, iré soltando las ideas desordenadas que tengo en la cabezota y las ordenáis vosotros a vuestro libre albedrío. Si podéis. –IDEA I: Lo más horrible de tener un trabajo asalariado es la pérdida de tiempo que supone. A veces, ya os lo digo, es mejor no hacer muchos cálculos del total de tiempo vital que se nos escurre entre los dedos por culpa del ritmo mortífero de la cadena de producción, porque acabaríamos dementes perdidos. Este pensamiento me ronda desde que tengo uso de razón, pero el otro día se me aparecía cristalino, cristalino como una epifanía, mientras releía una historieta de Adrian Tomine titulada Liquid time y que va de algo así: Esto es un chaval que se llama Matt que se queja a una amiga de que siempre tiene cosas que hacer y muy poco tiempo para hacerlas. Ésta le lleva a casa de una señora vieja que le da la solución: Tiempo Líquido, una combinación de hierbas, vitaminas, raíces, azúcar y más cosas que hace el dormir innecesario. Matt se toma el mejunje y a partir de ese día deja de dormir, pero no a lo speedfreak inservible sino más bien como una especie de Obélix. El Tiempo Líquido es una poción mágica que le ha quitado la necesidad de dormir sin ningún riesgo para su salud. ¡Matt no tendrá que dormir nunca más! Ahora tiene tiempo de hacerlo todo: graba cintas a todos sus amigos, empieza a escribir la novela que nunca empezó, va a comprar comida sana cada día al mercado y la cocina él mismo, empieza a tocar en un grupo… ¡la hostia! Matt piensa “Tío, que guay. No había tenido tanto tiempo libre desde que era pequeño. No sólo estoy más relajado, puedo ser más creativo… y productivo. Ahora puedo hacer todas las cosas que me gustan y que el curro y la escuela me impiden hacer. Esto es vida… Que la gente prefiera perder su tiempo durmiendo es algo que se me escapa”. En este momento de la historieta la viñeta se deforma y distorsiona y vemos a un Matt barbudo y demacrado, el despertador sonando y él que se despierta de la cama diciendo “Mierda, otras seis horas a tomar por culo”. Todo había sido un sueño. Yo tengo los mismos pensamientos que el tal Matt unas cien veces por día, lo que pasa es que no sueño con una poción mágica como el Tiempo Líquido que me impida dormir (a mí me gusta dormir). Soy más realista. Me conformo con una jornada laboral de 3 o 4 horas.

–IDEA II: Me gusta leer Bureau of Public Secrets (http://www. bopsecrets.org), la página del filosituacionista americano Ken Knabb, en la que podemos encontrar de manera gratuita muchos de sus libros y artículos. He disfrutado sobretodo con algunos trozos de sus memorias (Confessions Of A Mild-mannered Enemy Of The State), y también cuando hace críticas de libros o responde a cartas o e-mails que le han enviado sus lectores en plan Elena Francis situacionista, o sea, cuando toca temas personales y muy subjetivos. No me atrae tanto cuando se pone académico o se pone a comentar exhaustivamente todas las incomprensibles películas de arte y ensayo que hizo Guy Debord. Me han gustado últimamente un par de respuestas que ha dado a algunos de sus preocupados lectores. La primera tiene que ver con muchos de los temas que traté en mi artículo sobre los luditas en el número 2 de La Escuela Moderna. En concreto responde a un anarcosindicalista que le había escrito preocupado por la creciente popularización en ambientes anarquistas de un fanático primitivismo. K.K. responde con su afilada pluma y su característica sagacidad encuadrando el problema en la tendencia que se da en ambientes libertarios de ser más papistas que el Papa. Literalmente dice: “Parte del problema, o el origen del problema, radica en el anarquismo en sí. La principal característica ideológica del anarquismo (una fijación en una maniquea oposición unidimensional entre conceptos absolutos como libertad contra autoridad, individualismo contra colectivismo, centralización contra descentralización, etc) ha hecho que el movimiento anarquista siempre haya estado repleto de “curanderismo y misticismo” de todo tipo. No quiero decir con ello que esas excentricidades siempre hayan sido malas (de hecho forman parte del potaje contracultural que, en muchos casos, de hecho ha sido mucho más significativo e innovador que el movimiento anarquista ortodoxo), pero desde que “ser anarquista”, por lo general, no ha requerido nada más que estar “a favor” de la “total libertad” y otras vaguedades por el estilo, prácticamente cualquier chiflado que quiera siempre ha sido capaz de auto proclamarse como tal. Mientras los anarquistas ortodoxos acepten este terreno ideológico (especialmente si es por temor a perturbar “la unidad anarquista”) es difícil para ellos que puedan enfrentarse a los diversos extremismos que surgen constantemente, ya que estos últimos siempre pueden acabar pareciendo más radicales, formas más auténticas de los “principios esenciales” del anarquismo (por ejemplo, si ser anarquista significa estar en contra de que el Estado esté por encima de todo, ¿qué podría ser más alejado del Estado que una sociedad de cazadores y recolectores?). Ésta es la razón por la que Marx y los situacionistas, de maneras diferentes, evitaron de manera explícita identificarse con ningún ideal que “debiera” ser realizado, aunque siempre poniendo énfasis en un continuo compromiso autocrítico con “el movimiento real, que consiste en la supresión de las condiciones existentes.” La segunda es la contestación que K.K. da a un lector tremendamente turbado por las contradicciones implícitas en el entusiasmo que uno pueda sentir al hacer actividades de ocio o placeres, las cuales el tío en concreto considera “insuficientemente críticas ya que tales actividades sirven para reforzar la aceptación por parte de la gente del sistema dominante”. A lo que añade: “si no queremos entrar en el espectáculo de la descomposición como una voz más que condena

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la sociedad dominante desde la abstracción mientras al mismo tiempo exalta uno u otro lugar de consumo, sin duda debemos ser críticos con nuestros propios placeres y los placeres de los demás. Debemos reconocer que todo el placer que es coherente con la persistencia de la sociedad espectacular es, con toda probabilidad, y al menos en parte, espectacular en su naturaleza, y, en ese espíritu, debemos buscar y exponer el origen alienado (o distorsionado) de los gustos en los que caemos con tanto placer”. Evidentemente el tío tiene un sentimiento de culpa de tanto haber leído a Debord, pero mucho de lo que dice es algo en lo que todos hemos pensado alguna vez (o pensamos a menudo en nuestro día a día): ¿Cómo puedo comerme este chuletón mientras cada minuto mueren tres niños? La réplica de K.K. es de traca: “Entiendo la postura que defiendes y estoy de acuerdo con ella en cierta medida. Pero creo que si te centras demasiado obsesivamente en estos temas no llegarás a nada más que a amargarte de manera inútil por todo lo que haces. En rigor, todas estas posturas se pueden aplicar a casi cualquier cosa - disfrutar de los alimentos y bebidas, hacer el amor, dar un paseo por el bosque, relajarte, bailar, tararear una melodía, jugar a algo, etc. Todas estas cosas son en realidad “permitidas por el actual sistema social” y se podría decir que lo “apoyan” o “refuerzan” en la medida en que ayudan a mantener la población física y mentalmente funcional, y ayudan a evitar que se vuelvan locos o se suiciden, hacen que la sociedad parezca un poco más tolerable, roban tiempo que podría dedicarse a actividades de corte radical, etc ¿Significa eso que cada vez que te sientes a comer con unos amigos debes recordarles que lo que están a punto de hacer no es revolucionario e instarles a protegerse contra la posibilidad de que el placer de la comida y de la socialización tienden a hacer que se sientan un poco menos cabreados y alienados? Cuando canto canciones folk con los amigos, sugieres que yo presente cada canción destacando el terrible hecho de que cantar es “compatible con la persistencia de la sociedad espectacular” y que “es, en parte, espectacular en la naturaleza? (…) Resumiendo, si de verdad te sientes OBLIGADO a expresar de manera gráfica las contradicciones o limitaciones implícitas en el desempeño de ésta o aquella actividad, de veras, hazlo. Pero personalmente pienso que la gente que se RECREA en este tipo de cosas raramente consiguen nada más que amargarse la propia vida y aburrir la de los demás” –IDEA III: El otro día estuve tomando unas cañas con un par de tíos que habían estado en la ocupación de la pista del aeropuerto del Prat ahora hace un año y medio. Quiero decir en la misma pista, no jodidos esperando un avión. No sé si alguien se acuerda del jaleo que se armó: resulta que un par de cientos de currantes de personal de tierra se metieron en medio de la pista de aterrizaje hasta que Iberia les diera garantías por escrito de que la empresa continuaría realizando el servicio de handling y que se mantendrían los puestos de trabajo, sin que ninguno de sus trabajadores fuera subrogado a otras empresas. Cerca de un millar de trabajadores abandonaron sus puestos de trabajo y dejaron de facturar el equipaje del pasaje que debía tomar algún vuelo. La protesta coincidió con uno de los días de mayor afluencia de público de la operación salida, ya que numerosos personas empezaban sus vacaciones ese día (28 de julio de 2006). En resumen, que se lió una buena, no hará falta que os lo diga. En los días siguientes se tachó a los participantes en esta acción de todo menos de guapos: delincuentes, vándalos, incívicos, hijosdelagranputa, etc. no sólo desde los medios de comunicación burgueses sino desde el Congreso y toda la hostia. La novia de uno de mis compinches circunstanciales de barra me confesaba que ella lo había pasado muy mal (trabaja cara al público en la zona alta de Barcelona) y que alguna clienta, sin saber de su relación con uno de los “vándalos”, le había dicho que en ocasiones como estas estaba a favor de “instaurar la pena de muerte”(!). Ésta

era un poco la opinión generalizada de la opinión pública, pero eso no nos afecta aquí porque como he leído hoy en un graffiti: “Hoy en día la conciencia social se parece cada vez más a un lavabo público”. Nadie podía aceptar que alguien se pudiera quedar sin sus vacaciones en el Caribe por culpa de unos muertos de hambre que hacían huelga en contra de toda la legislación laboral. Lo que pasó al final es que gracias a esta acción a la desesperada y sin apoyo de ningún sindicato mayoritario se salvaron muchísimos puestos de trabajo. Mientras escribo esto hay en Barcelona otra huelga, la de los autobuseros de TMB, reivindicando su derecho a dos días seguidos de descanso semanal. Para Hereu, el nuevo y flamante hijoputa tecnócrata heredero del puesto de Alcalde, el paro convocado por los sindicatos de los autobuseros, ha sido “un gran error” desde el punto de vista estratégico, ya que se ha planteado “en un lugar y en un momento que no tocaba” (estamos en plenas navidades). También añade, con su cara de viejo-joven de gran papada y pelo aceitoso que “La huelga ha sido un gran error de estrategia. Espero que se vaya reconduciendo con interlocutores más válidos” y que considera que este error es el que ha llevado a los huelguistas a entrar en “un callejón sin salida” que se ha traducido en múltiples sabotajes para impedir los servicios mínimos. “Se ha vulnerado el derecho de los ciudadanos a tener transporte a través de la agresión a los servicios mínimos, lo que no es más que la expresión de la impotencia”. ¿Y los derechos de los trabajadores qué, eh , Sr. Hereu?. Perdón por este rollo más propio de Solidaridad Obrera que de La Escuela Moderna, pero es que es algo que me saca de mis casillas y que hay que recordar de vez en cuando. Y es que desde que se reguló el derecho de huelga con la transición y con la bajada de pantalones que ello supuso, el número de huelgas se ha ido reduciendo de manera drástica tanto en cantidad como en efectividad. La huelga es la única herramienta de defensa de los trabajadores y es el único elemento de presión para arrancar derechos y conquistas a los explotadores, porque, aunque vivamos en una sociedad aparentemente modernizada (¿qué cojones querrá decir eso en el fondo?), este sistema económico sigue dividido entre explotadores y explotados. Y lo mismo vale para las manifestaciones: porque cuando cada 1 de Mayo por la tarde (de la mañana ya ni hablamos) se nos saca a la clase trabajadora a manifestarnos por ahí y nos hacen pasar un ratito por la Ronda de Sant Antoni para acabar todos en la Rambla del Raval tocando los bongos (y eso por no hablar que los que nos rodean van todos vestidos igual) lo único que hacen es que hagamos el más completo ridículo, protestando por calles sin tráfico rodado, ni público ajeno a la acción, ni importancia estratégica comercial, para que no molestemos demasiado y no entorpezcamos su maquinaria de consumo feroz. En resumen, y lo dejo ya, que cuando la legalidad está hecha para uso y disfrute de los de siempre ¡ignorémosla! Y yo digo: ¡Contra la alienación y la explotación brutal, huelga salvaje!

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–Y PARA ACABAR, EL FANZINE. Al fin llegamos a la parte que todos estabais esperando, el quinto número de La Escuela Moderna (hubo un número 0). ¿Y qué tenemos por aquí? Creo que tenéis en las manos el número que mejor nos ha salido, no voy a andarme con falsa modestia. Para empezar contamos con dos apetitosas entrevistas, cosa que jamás habíamos tenido antes, no sé muy bien por qué. La primera la que ha hecho vuestro humilde servidor con nuestros colegas de Pepitas de Calabaza. Por fin se desentrañan los misterios ocultos detrás de esta extraña sociedad secreta pero pública al mismo tiempo. La segunda es la primera parte de una extensa entrevista que mi querido hermanito mayor mantuvo con uno de nuestros escritores favoritos, el inspirador Jim Dodge, reciente y flamantemente traducido por partida doble al castellano. Se dicen cosas emocionantes y bonitas, hacedme caso. Kiko también nos ha hecho la segunda parte de su artículo sobre discos en el que se centra menos en sensaciones y más en cosas prácticas como almacenaje, búsqueda y captura, pinchajes, etc. Ojo a los preciosos dibujitos, ¡¡¡sin pagar derechos ni hostias, ya!!! También tenemos un artículo sobre ladrones, inspirado en la figura de Alexander M. Jacob y sus Trabajadores de la Noche por parte de Miqui Otero. Manolo Martínez acaba de poner a la publicidad y al márquetin donde se merecen en la que tenía que ser la parte final de su artículo pero que ¡alegría! amenaza con que no lo va a ser. Al tanto a la tercera que va de canto. Yo mismo he pasado un año en una comuna apestosa vistiendo pantalones de pata de elefante y con cintas y flores metidas en el pelo para intentar sacar algo en claro de la contracultura de los 60. ¡Y coño si he sacado! Creo que la cosa va a dar para dos o tres partes. Esto ya parece La Escuela Moderna por fascículos de RBA Editores. Y para terminar avisar que tenemos en plantilla a los dos hermanos Alonso, Carlos y Dani: el primero nos intenta explicar el porqué de esta obsesión con la seguridad, ya sea aérea o no, y el segundo nos hace partícipes del curro más asqueroso que ha tenido en su vida, sección que pasa a ser permanente y por la que va a ir pasando todo nuestro entorno filoterrorista. Y tenemos más cosas, pero no os digo más. Y ya como colofón y en un arranque de nihilismo yo os digo: ¡A la mierda La Escuela Moderna!

— La compasión hacia los tontos y los-que-no-entienden no es más que otra forma de condescendencia. Nuestra forma de mostrar el respeto que merecen es mandarlos directamente a la mierda. — La maldad y el schadenfreude son conceptos que, si bien no genéticos, acaban desarrollándose en algunos hombres de manera real. Uno debe estar preparado para localizarlos y neutralizarlos así aparezcan, tanto en uno mismo como en los demás. — La maldad no es disculpable ni con bagaje ni con entorno. La potestad para decidir ser un hijo de puta o un hombre puro existe en todas partes. Haber pasado por un mal momento jamás justifica ser un mierda o un aguafiestas. — El sentido del humor es uno de los atributos más altos que puede recibir un humano. Quién no lo posee está viviendo a medias. — Un grupo de afinidad debe construirse con la amistad como pilar principal. “Amigos. Nadie más. El resto es selva”, dijo Jorge Guillén. En La Escuela Moderna se escogen bien los compañeros de viaje. Una vez se han seleccionado, no se les traiciona ni abandona bajo ningún concepto. — La Escuela Moderna funciona como gang clásico. Salimos juntos, nos emborrachamos juntos, bailamos juntos y, si alguno de sus miembros es amenazado, se actua en consecuencia. — La violencia es útil. Solo indies, hippies e hipócritas condenan su uso. Una acción violenta, un abuso físico o emocional, debe ser respondido con iguales (o mucho mayores) armas. — Combatir al Estado y la autoridad es una obligación personal. — La empatía es primordial. Somos todos humanos a la deriva en un mundo injusto y confuso. En La Escuela Moderna no somos distintos al resto de los hombres. Pero estamos especialmente hambrientos de Verdad y Pasión. — El principio de Nosotros contra Ellos no puede, sin embargo, descartarse sin más. El tribalismo y pandillerismo es útil, siempre que finalmente se considere parte de Una Sola Conciencia y Un Solo Amor. — El deporte es inútil. La mortalidad, imparable. — La música de mierda existe. No es una cuestión de perspectiva. — El punto anterior puede aplicarse a cualquier disciplina artística o manifestación emocional. — Pelearse por música es razón de sobras para pelearse. — La música es la más alta de las manifestaciones emocionales del hombre. Nada supera su fuerza y valor, su capacidad de redimir al hombre, de levantarle cada vez que cae, de suturar sus heridas y lamer sus penurias, de celebrar la vida y el amor. — Mejor cien veces haber vivido sin leer que haber leído sin vivir. No obstante, mejor aún haber hecho ambas cosas simultaneamente. — Las verdades únicas existen. Hay cosas malas y buenas, verdaderas y falsas, despreciables y loables POR SÍ MISMAS. Muchas cosas no dependen del punto de vista con el que son analizadas para constituir una realidad. — La resignación es una forma amable de deshonestidad. — La resignación nunca funciona. — La gente no cambia. Sólo maquilla su personalidad con coloretes distintos. Dentro, uno siempre es lo mismo; mejor aceptarlo cuanto antes. — Hippies no. En general. — Dar rienda suelta a los impulsos más profundos de una personalidad es una necesidad, y no puede ser condenable a no ser que dañe a los que la rodean. — Bailar es uno de los gestos más liberadores y hermosos al que puede aspirar el ser humano. Somos animales bailadores. — Emborracharse es primordial. Abrir la puerta del subconsciente y desatarse de los lazos sociales impuestos a base de morapio es básico para la supervivencia del alma.

Uri Amat LA ESCUELA MODERNA Barcelona, Enero de 2008

El Axiomatismo tajante de Kiko Amat para LA ESCUELA MODERNA

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n este número 4 del fanzine, os regalo algunos axiomas filosóficos básicos personales para los pongáis en pegatinas de coche, camisetas rednecks, letras de canciones y pintadas callejeras. Algunos son propios, algunos vienen de bocas ajenas y se quedaron a pasar una temporadada en la mía. Sea lo que fuere, ya no me pertenecen. — Nada más bajo hay que la neutralidad. Quien pasa su vida sin tomar partido es peor que una pulga. Hay momentos en la vida en que uno debe dejar bien claro de qué lado está. — No somos elitistas; somos selectivos. La militancia abierta sólo lleva a una preponderancia de imbéciles y chivatos en el seno de un grupo. — Si existe la posibilidad de mezclarse con gente sabia e intensa y pura, ¿Para qué hacerlo con idiotas? — Casi todo puede ser tolerado, menos la estupidez. En La Escuela Moderna no damos oportunidad a los tontos. Como dicen los ingleses: We suffer no fools. — La imbecilidad existe. Algunos tontos no son redimibles.

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— El vino desata las lenguas, y hace que las conversaciones progresen en un sentido geométricamente ascendente o descendente; aunque exista la posibilidad de que acabe en completo caos, al menos con un bebedor uno sabe que nada termina como empezó. — Libertad de culto: Con los abstemios, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Pero que conste que su decisión nos intriga. Dijo W.C. Fields: ¿Cómo debe ser levantarse por la mañana y saber que eso es el máximo de bien que te vas a sentir en todo el día? — Si eres vegetariano, bien. Pero no vengas a sermonearnos. — No llevar desodorante no te hace revolucionario. No funciona así, en serio. — Una revolución empieza de veras en el momento en que los trabajadores toman el control de las fábricas y de la producción; éste es el modo clásico y probado científicamente. Haber pasado los diez años previos siendo vegano, viviendo en squats, negándote a aplicar productos de limpieza a tu piel o llevando zapatos de cáñamo hechos por indígenas del altiplano (acciones contra las que no tenemos nada, ojo) no acelera ni ralentiza el proceso revolucionario, ni prepara a la gente de una manera especialmente adecuada para EL MOMENTO. — Por el mismo axioma, si bien invertido: Que nos gusten los mocasines de falso cocodrilo, los caramelos Pez, los discos antiguos, los foulards de cachemira, el champán y que sepamos apreciar un peinado o un pantalón no nos hace decadentes o contrarevolucionarios. De nuevo, son las acciones que tienen lugar cuando se desarrolla EL MOMENTO las que determinan el éxito o el fracaso de las revoluciones, no los puntos acumulados previamente en un falso y estéril concurso de ascetismo “antisistema”. — Los santones de la revolución nos desagradan. Si uno quiere dejar de respirar, follar o comer por el futuro “triunfo de la lucha” es perfectamente libre de hacerlo, pero que no pretenda que los demás sigamos su ejemplo. Y, sobretodo, que esté preparado para que le llamemos pringao. — Las relaciones interhumanas de las comunidades electrónicas no son reales. Las comunidades electrónicas no construyen nada. El festival no puede hacerse en el cyberespacio. — Cybervivir no tiene nada que ver con vivir. La vida de las habitaciones iluminadas por pantallas y las identidades virtuales es, a pesar de pretender lo contrario, una existencia de espantosa soledad y esterilidad y absurdo. — Internet es, en un 90% de sus usos, un medio completamente inútil y prescindible. — “Qué radical eres” es una frase absurda. La única manera de existir es siendo radical. — Somos prisioneros de nuestra propia ciudad, Barcelona. Nos la han travestido, repintado y prostituido, reblandecido y diluido, la han convertido en un parque de atracciones para noreuropeos millonarios, y aún seguimos aquí. Eso demuestra nuestra testarudez y resistencia, pero también nuestra profunda e inocentona idiotez. — Los que venden su arte y pasión por dinero y publicidad no son mejores que perros, y tarde o temprano perecerán bajo la espada de los puros de corazón. — Si haces publicidad, estás fuera de la lista artística para siempre. Eres sólo otra puta en el gang-bang capitalista. — Nuestra moral es algo concreto y definible, pero no somos moralistas. Los humanos somos débiles. Comprender esta debilidad es comprender cada error y cada caída de nuestros semejantes como si fuesen nuestros. — La única finalidad del underground debe ser la victoria final y la superación del viejo régimen. La cobardía indie de terruño, el subterraneanismo como excusa para la falta de valor –o talento– es anatema para La Escuela Moderna.

— De algún modo, creemos que tenemos que vencer. — A los que se agazapan en el underground por la simple razón de que –tras intentarlo repetidas veces– no les dejaron participar en el mainstream, les tenemos calados. Sus caras timoratas son fácilmente identificables en algunos bloguitos y fanzines, como lo son sus equívocas palabras de más-papistas-que-el-Papa, pronunciadas con la sordera y la ineptitud y la cerrazón de miras del recientemente converso. Pretender pureza de principios y radicalidad indie cuando todo surge del más risible resentimiento o de la más espantosa –de nuevo– falta de talento... Bien, es algo muy triste. — La figura del quejica es despreciable. La cultura de la queja trivial es otra manifestación del egoísmo y el que-se-jodan-los-demás; por tanto, no existe ninguna razón para aceptarla. — Si pasas el día rodeado de imbéciles, escuchando imbecilidades, y yendo a sitios de imbécil, luego no te quejes si la gente te llama imbécil. — La pasión es obligatoria. La obsesión, comprensible. — La obsesión enferma. Hay que ir con cuidado con la obsesión. Pero mejor vivir dos días como una majestuosa águila obsesiva y morir como un hombre digno que pasar una vida entera como un roedor acobardado. — Enamorarse es glorioso. Desenamorarse, un asco. Pero ambas situaciones son esenciales para poder decir que se ha vivido. — Las mujeres son grandes y curiosas criaturas. — No hay excusa para la falta de educación. — Cuando la educación falla, pasar a los mamporros está plenamente justificado. — La elegancia es solo una manifestación más de la dignidad personal y el orgullo. Ser limpio y pulcro implica decir: “Me importa”. El desinterés por las cosas y por la apariencia de uno es criminal. — Viva La Escuela Moderna. Kiko Amat LA ESCUELA MODERNA Barcelona, Diciembre de 2007

EDITA: La Escuela Moderna (Kiko Amat + Uri Amat) DISSENY I MAQUETACIÓ: Uri Amat PORTADA: Dibuix deJoan Vilanova de L’angelet que no reia, Ed. Policrom (MCMLV) COL·LABORADORS EN AQUEST Nº: Carlos Alonso, Dani Alonso, Richard Hutt, Manolo Martínez, Miqui Otero, Roger Pelaez i Martí Sales. AGRAÏMENTS: Jim Dodge i Julián Lacalle. CONTACTE: laescuelamoderna@hotmail.com www.laescuelamoderna.blogspot.com No oblidis que LEM es gratuït i que no el pots vendre. Tanmateix, esperem que si t’ha agradat en facis copies i les reparteixis entre les teves amistats i familia natural o artificial. Moltes Gracies. No olvides que este fanzine es gratis y que no puedes cobrarle nada a nadie por él. Al mismo tiempo, esperamos de ti que si te ha gustado te encargues de hacer copias y repartirlas por ahí. Muchas gracias.

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– SUMARIO – el artículo sobre curros de mierda está en la 7

¡¡¡QUE TE METO DAREDEVIL!!! las editoriales están en la

¿Pero sabías que “al ladrón” está en la

página 8 ?

página 2

ya lo sé, calvito…y el sumario está en la página 6

¡Umpf! el cómic de Roger está en la

página 13! Lo que no sabe Daredevil es que “avui sentenciem” está en la página 14 y que “los discos” en la página 16

¡Cáspita!

“¿Está Ud. Seguro?” lo voy a encontrar en la

página 29!

y La entrevista a Pepitas de Calabaza en la

24! “Hippies contra punks” en la

página 32 Jim Dodge

en la página 46!

sí, y “El Márquetin” en la Página 43 ¡WOW!

¡Argh! Y, ya para acabar, “La columna del gentleman Moderno” en la página 53 y las Dedicatorias en la página 55

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por Dani Alonso Inauguramos esta nueva sección en la que varios personajes del entorno de LA ESCUELA MODERNA nos irán explicando cuál es el trabajo más penoso, humillante o asqueroso (shitjob, lo llaman los anglosajones) que han tenido en su triste vida. No os la perdáis, porque saber que todo el mundo ha tenido (o tiene) un curro de mierda hace sentir mucho más acompañado mientras no llega “la lucha final”. Esta sección se basa en una idea original de Marc Balfagón, componente/creador de Rosa Parks/Croatan y cuarto Nisei. Merci Marc!

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los resultados y nos daba a entender que en la religión de esa empresa eso estaba muy mal visto. Y yo, que siempre he sido un alma de cántaro pero estaba harto de sudar, empecé a abrazar el mal. Si aprovecho los cuestionarios que se me quedan a medio rellenar —maquinaba yo, Maquiavelo de opereta— me ahorro un montón de puertas. Hasta que me echen.

ue el último verano de aquellos de tres agostos. A partir de ahí todo fueron recuperaciones, prácticas, contratos de obra y demás desgracias. Por alguna razón se me metió en la cabeza que tenía que trabajar, que qué era eso de estarse tres meses sin hacer nada, que ya empezaba a estar mayorcito y así tendría unos dineros. En fin, que me volví gilipollas. Por lo menos no se me ocurrió apuntarme a una oenegé.

No tuvieron que echarme. No aguanté más de tres semanas. Para entonces ya habían despedido a mis tres amigos por haber mentido y por falsear, pero os puedo asegurar que la última semana no llamé a una sola puerta, aunque siempre aparecía al día siguiente a las 9 en la salita con mis dos encuestas pulcramente escritas. Un día no volví.

Fue cuando estaba esperando las notas de selectividad para ver si entraba en una carrera que no acabé. Dios mío, estaba perdidísimo. Estábamos, porque éramos cuatro amigos y los cuatro estábamos igual. Encontramos un anuncio en un periódico y nos dijimos: ¡éste! Imagináos. Se buscan chicos responsables para estudios de mercadotecnia, no hace falta coche, ni mayoría de edad, ni estudios ni idiomas. Oportunidad única. Gran proyección de futuro. Mucho dinero.

Así que no me vengan con que los estudios de mercado demuestran que tal marca tiene un grado de preferencia consumidor/ tiempo/uso mayor que esta otra o que Pepito le saca a Fulanito dos puntos de ventaja en los sondeos, que yo ya me estaré marchando. Y ahora, me marcho. ★

Al día siguiente subíamos los cuatro juntitos nuestra enorme proyección de futuro a un piso de la Av. Francesc Cambó. Lo primero que hicieron fue separarnos. Una mancha gris con forma de secretaria consiguió detectar nuestra presencia y nos metió a mí y a otro en una sala con otros veinte imberbes. A los otros dos no les volví a ver hasta el fin de semana. Entró un bigote de unos 90 kilos dando voces. ¡Venga! —dijo a modo de saludo. ¿Qué, tenéis ganas de trabajar? ¡Venga, os voy a explicar qué tenéis que hacer! Tardó un cuarto de hora en explicar lo que se dice en dos frases. Que se nos asignarían dos —y sólo dos—cuestionarios a cada uno, a realizar en una zona de Barcelona y que nos pagarían 900 pesetas por cada cuestionario que devolviésemos debidamente cumplimentado al día siguiente. Y que no mintiésemos porque hacían comprobaciones. No firmamos ningún contrato. Teníamos que presentarnos en la oficina a las 9. Nos asignaban un barrio y nos daban las 80 ó 90 pesetas que costaba el autobús entonces para ir para allà. A partir de aquí, búscate la vida. Desde que te abran la portería —¡Soy yo! o ¡Correo! era lo que mejor funcionaba— a que te abran la puerta de su casa para contestar un cuestionario inacabable de mierda. Saqué una estadística. De cada 30 puertas que llamas, una te abre. De cada 5 puertas que se abren, dos empiezan el cuestionario, pero solo una lo acaba. Lo normal si piensas en lo que es tener que estar veinte minutos dando tu opinión sobre detergentes a un anormal sudado en la puerta de tu casa. Resultado: de cinco a seis horas diarias para rellenar los folios. Cada día éramos menos a las 9 en la salita. El bigote nos explicaba que los que faltaban habían mentido, que habían falseado

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Tras los pasos de Alexandre M. Jacob y Los Trabajadores de la Noche: ladrones dandis, ladrones anarquistas, ladrones como nosotros.

隆Siga al

ladr贸n! 8


Cuando los ladrones se hayan multiplicado hasta el punto de ya no caber en las cárceles, los que no son legisladores ni criminales acabarán por percatarse de que se persigue y se encarcela a los que roban con una falsa llave, porque hacen lo mismo que los que roban por decreto El ladrón, de Georges Darien Si diez mil hombres de su temple hubieran desvalijado a su vez, imitando sus hazañas, a doscientos parásitos burgueses y hubieran dedicado por su parte hasta el último céntimo en dar combustible a la guerra social, mientras el enemigo se veía golpeado sin descanso en la cartera (su punto más sensible)… Ah, sí… Por qué he robado, de Alexandre M. Jacob

por Miqui Otero

Introducción: Los Trabajadores de la Noche - ¿Recuerdas aquella cita que ya usé para el artículo de El Prisionero? ¿El que hice para La Escuela Moderna? Sí, exacto, aquel en el que explicaba mis personajes favoritos sin venir a cuento. Qué buena memoria. Sí, aquella del primer relato de Arsenio Lupin... Cayó la noche hace rato, hay pinceladas malva en el cielo y turistas color pantera rosa a mi alrededor apostados sobre pizzas grandes como norias grasientas. Es agosto en esa zona del extrarradio de Berlín que es Mallorca. En una terraza, apuramos copas de vino y platos de pasta. Hace calor y estamos animados, con ese brío alegre, poco melancólico, que da el alcohol cuando no se trabaja al día siguiente. Unas horas antes habíamos visto El ladrón de París, la adaptación de El ladrón de Georges Darien, filmada por Louis Malle y protagonizada por un bigotudo con chistera y mucho knack: Jean Paul Belmondo. - Bien, pues, ¿recuerdas que prometí que ya no volvería a escribir más veces sobre Lupin? Sí, y que no usaría la puta frase de Brecht –en referencia a: “Qué es robar un banco comparado con fundarlo”-…. Pues nada, me va a ser imposible. ¿Por qué? Pues por todo, porque por fin he descubierto quién es Arsenio Lupin. Por fin puedo explicar por qué molan tanto Bonnie and Clyde y Robin Hood. Porque he conocido a… Los Trabajadores de la Noche (música épica de reinicio de Windows). Ya han traído la cuenta y el vino se agota como la conversación entre los matrimonios de turistas que nos rodean. - Sí, Los Trabajadores de la Noche. Suena a película, a metralla, adoquines y carmín. Sí, cierto, si fuera en femenino, Las trabajadoras de la noche, sería otra cosa muy diferente. Pero así suena a capa y a botines, a fuga y a licor. Los Trabajadores de la Noche es el grupo de ladrones que inventó el robo científico. La banda de pillos liderada por Alexandre M. Jacob, la persona real que inspiró el personaje de Lupin, y también al de El ladrón, de Georges Darien. El que dijo “Soy rebelde y vivo de mis robos”. Te explicaré un poco más… Esto lo digo ya arrastrando las sílabas como los pies y con unas erres babosas orgullosas de arrastrarse. Me duermo a media historia. Al cabo de un par de horas suena un sms en mi móvil. No es un mensaje traído en un carruaje de corceles blancos con un sobre dentro de un cofre que encierra esta invitación: “Miqui, somos Los Trabajadores de la Noche. Únete a nuestra banda”. No, es un sobre amarillo de unos milímetros en la pantalla de mi móvil que, al hundir el botón, revela una leyenda muy diferente: “La Caixa Protect. Alguien ha movido 1.000 euros de su cuenta para un billete de US Airways”. Mierda. (*) (*) Introducción basada fielmente en hechos reales.

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Now Ms. Parker, don’t you believe what you read in all the newspapers. That’s the law talkin’ there. They want us to look big so they gonna look big when they catch us. And they ain’t gonna catch us. ‘Cause I’m even better at runnin’ than I am at robbin’ banks! Shoot, if we’d done half that stuff they said we’d done in that paper, we’d be millionaires by now, wouldn’t we? Clyde Barrow en Bonnie and Clyde, Arthur Penn, 1967 I shoulda robbed people with my brain instead of a gun T-Dub en Thieves Like Us, de Robert Altman, 1974 Ray kissed them, Martha killed them. They turned a Lonely Hearts Club into a slaughterhouse The Honeymoon Killers, de Leonard Kastle, 1970 No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos. Es preciso “satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla Arsenio Lupin, el fantasista caballero que no opera sino en los castillos y los salones y que, una noche en que habia penetrado en casa del barón Schormann, se había marchado con las manos vacías, dejando su tarjeta ornada con esta fórmula: Arsenio Lupin, el ladrón caballero, volverá cuando los muebles de esta mansión sean auténticos La detención de Arsenio Lupin, de Maurice Leblanc. In short, the greater my guilt in your eyes, the more whole, the more totally assumed, the greater will be my freedom. The more perfect my solitude and uniqueness The Thief’s Journal, Jean Genet


¡Al ladrón, siga a ese hombre! Bien, como habéis descubierto, el mito fundacional de este artícuo, el making off de la cosa, la cocina de este texto, el entre bambalinas, el “érase una vez”, tiene, como todo lo importante en la vida, algo de metafórico, algo de romántico, algo de irónico y, sobre todo, mucho de patético. Las anécdotas absurdas son el único motor de la narración y de la vida, como cuando fue una Conejita de Playboy la que le descubrió Jacques Brel al afectado Scott Walter, por poner un ejemplo, o cuando el Ejército Rojo adiestró a perros bomba para que se metieran debajo de los tanques del enemigo y estos, con la sonrisa en la boca de quien hace un favor, dieron media vuelta a medio camino y se metieron debajo de los tanques de los que los habían adiestrado. La vida se resume en estas dos anécdotas. El hecho de que uno de esos camareros tan majos copiara mi número de tarjeta y me levantara un sueldo para viajar a Miami a ver un concierto de Gloria Stefan o a su hijo enfermo de tuberculosis no impidió que ahora esté picando este artículo. Ahora, como “herida de bolsillo no es mortal” –que dicen los buenos burgueses-, creo que puedo arremeter y romantizar el asunto. Proceder a retrataros la figura de Alexandre M. Jacob es la mejor forma de hacerlo. Un personaje que he alcanzado a la carrera siguiendo por páginas y pantallas a otros ladrones interesantes: siguiendo capas en el París decimonónico, monoplazas deportivos que destellaban en la curva, destartalados cachivaches por los caminos de los EE UU rurales. “Siento vergüenza de sentir vergüenza”, decía siempre Jacob. Ilegalista pacifista, este Robin Hood de la época de la Belle Epoque nació cuando todavía resonaban los últimos tiros que recibieron al lado de las lápidas del cementerio de la capital francesa los últimos rebeldes de la Comuna de París, ese corto mayo de la anarquía. Antes de que se hundiera el Titanic y también antes de la ráfaga de metralla cultural que fueron las vanguardias, en plena Belle Epoque de chauvinismo francés, nace Alexandre M. Jacob, bandido irónico y gracioso, intelectual straight edge y vividor sano. Días antes de suicidarse el 28 de agosto de 1954 –explica en

Por qué he robado? (Pepitas de Calabaza)– se dirigió a sus allegados: “Os dejo sin desesperación, con la sonrisa en los labios y la paz en el corazón. Sois demasiado jóvenes para poder apreciar el placer que proporciona irse gozando de excelente salud, burlándose de todas las enfermedades que acechan a la vejez. Allá están todas estas asquerosas reunidas, listas para devorarme. Pero voy a defraudarlas. Yo he vivido y ya puedo morir”. Pero, claro, ha vivido tanto que no puede morir. Es imposible que lo haga. Como con los zombis de George A. Romero, ya se le puede coser a balazos en plan gruyere… que no va a morir. Su vida, su obra, ya tenía ecos (-eco-eco-eco-eco) en personajes como el Arsenio Lupin de Maurice Leblanc, o el protagonista de El ladrón, de Georges Darien. “El viejo precepto: “No robarás” es excelente, pero exige hoy en día un corolario: “no dejarás que te roben”, se lee en esa novela. Y también: “La indignación es un proyecto de acción que, incluso cuando no se realiza, no se queda infecundo y provoca en el interior una resolución cualquiera, por más inesperada que sea”. Mi rapto de indignación vacacional con la piel (y no sólo la piel) quemada tras el robo, ha dejado esta modesta aportación a La Escuela Moderna.

Robarás al ladrón En realidad, todo esto ya está en el Nuevo Testamento de la Biblia. Nos mola más leerlo en una novela como la de Darien, pero está todo dicho mucho antes. En las páginas del mayor bestseller, y el peor leído, de la historia, se puede aprender que el robo no deja de serlo “cuando se hace sin violar la ley civil, cuando el ladrón es educado y popular, cuando al mismo tiempo se hacen buenas obras para compensar”. Es más, allí mismo se dice que no es robo cuando se toma por necesidad urgente y esencial (alimento, ropa, vivienda). Volvamos a Jacob. Quedaban cascotes de la Comuna de París. Ese gobierno de menos de un mes de 1871 en el que los parisinos tocaron poder y tanto suprimieron el trabajo nocturno de las panaderías como abolieron la guillotina. Ya sofocada antes de que acabara esa primavera, la Belle Epoque de las grandes exposiciones universales se irguió orgullosa. En ese contexto todo posicionamiento a la contra eran actitudes y acciones individuales de violencia, infrigidas sobre a gente adecuada: políticos, policías, magistrados, tiranos empresarios. En aquellos años de resaca idealista, Jacob era un aprendiz de marinero, incluso pasó unos años como pirata, hasta que se hartó de la crueldad de ese modo de vida. “Vi mundo y no es hermoso”, documentó. Bueno. Pronto se convertiría en un aprendiz de tipógrafo que asistía a reuniones anarquistas, donde se seguía pensando que en el fondo, “Sólo existen dos tipos de hombres: el ladrón y el policía. En cuanto al hombre de Estado, es un compuesto de los dos. También existe el artista, pero en nuestra sociedad actual es un monstruo” (en El ladrón). Muchos anarquistas fueron encarcelados. Entre ellos, Jacob, que a partir de entonces ya no volvió al redil y decidió organizar el grupo definitivo con nombre de banda de mod revival española o de camareros sindicados o de bebedores con sorna: Los Trabajadores de la Noche. Célula de robo científico y elegante, los trabajadores de la noche no eran carniceros que robaban a ciegas. “El asesinato es un procedimiento grosero y anacrónico que un verdadero ladrón debe repudiar con absoluta firmeza”, comenta el protagonista en

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la novela de Georges Darien. Y ellos pensaban lo mismo. Sólo se puede asesinar para proteger la vida o la captura de la policía, y una parte del dinero debía ser destinada a la causa anarquista. Igual que los jazzmen cool empezaron a vestirse como los blancos pijos para usar su lenguaje en la ropa y reutilizarlo en otro contexto, los trabajadores de la noche iban bien vestidos como lo va Belmondo en la película de Malle. Hablaban de recuperación individual y de la reapropiación social y si alguien les tildaba de cínicos, no tenían por qué defenderse como hacía el personaje de “El ladrón”: “Prefiero ser un cínico consciente de sus derechos que un autómata o una estatua”. No, Jacob les daba aún más base intelectual y moral para ganar en todas las ligas de discusión: “Que burgueses y ladrones consumen sin producir? Eso es verdad; pero lo importante es saber distinguir cómo y sobre quién consume cada uno de ellos. El burgués consume desvalijando el trabajo, es decir, a los obreros, mientras que el ladrón consume lanzando asaltos contra el capital, es decir, los burgueses. El primero roba millones, al calor de su hogar, con el apoyo y la protección de los gendarmes; el otro se rebela contra las leyes en empresas peligrosas, sigue pobre, y va a morir al presidio o en el cadalso. Así que no hay equivalencia entre ellos. El burgués es un parásito conservador. El ladrón es un parasito demoledor”. Los Trabajadores de la Noche sólo pueden robar a parásitos –empresarios, soldados, militares- y nunca a profesionales útiles. Así que yo, como periodista y plumilla, os digo que habría mantenido a buen recaudo mi cartera. Ante todo hay un método, una serie de trucos astutos que los distinguieron como banda del pillaje con guantes, del robo científico, sublime y artístico. Tácticas que luego empapan las páginas de los relatos de Arsenio Lupin y los episodios technicolor de de los dibujos animados de Lupin III, el verdadero inicio y razón por la que ahora mismo estoy escribiendo esto. Una de mis favoritos: entraban en apartamentos por el suelo desde el techo del piso inferior. Jacob metía un paraguas por un pequeño agujero del techo. Una vez dentro, el paraguas se abría para amortizar el sonido producido al romper del techo. También empezaron a meter trozos de papel bajo las puertas y volvían al día siguiente para ver si se habían movido y si había alguien en casa. Eran al gremio de los ladrones lo que Sherlock Holmes es, ha sido y será a la persecución de los criminales. Brillo y código bushido propio. Eran hombres seriotes que ni bebían ni siquiera comían carne por considerarlo excesos fofos de burgueses arrelanados en sus butacas. Jacob era una especie de versión abstemia de un Aramis o Porthos libertario, dicen algunos, en contraposición al vago que aparece, por ejemplo y de forma caricaturesca y real, en Los Tres Mosqueteros, de Dumas: ““El señor de Tréville había entrado osadamente en el gabinete del rey, y había encontrado a Su Majestad de muy mal humor, sentado en un sillón y golpeando sus botas con el mango de su fusta, cosa que no le había impedido pedirle con la mayor flema noticias de su salud. -Mala, señor, mala- respondió el rey-, me aburro. En efecto, era la peor enfermedad de Luis XIII, quien a menudo tomaba a uno de sus cortesanos, lo atraía a una ventana y le decía: señor tal, aburrámonos juntos”. Aun siendo una especie de Ian McKaye del robo abstemio, ni a él ni al resto de Trabajadores de la Noche les faltaba el humor. Se sabe que una vez, mientras se refugiaba en una posada en plena huida de la policía podía parar, escudriñar al perro del local y comentar su “pasmosa semejanza” con el presidente de la República. En 1903, un robo en Abbeville se torció y con él el destino de este héroe de folletín libertario, de tebeo anarquista. Este as del siseo fue capturado después de haber asesinado a un oficial de policía. Cientos de anarquistas fueron en masa para librarlo de la guillotina. En marzo de 1905 se enfrenta a la posibilidad de que la firma de una pena de muerte acabe con él sin él quererlo. Es entonces cuando, en ese panorama, dice: “He preferido conservar

Alexander M. Jacob

mi libertad, mi independencia, mi dignidad de hombre, antes que hacerme artífice de la fortuna de un amo. En términos más crudos, sin eufemismos, he preferido robar que ser robado”. Al final fue condenado a toda una vida de trabajos forzados en Cayenne, en la Guayana Francesa, donde estuvo un cuarto de siglo intentando escapar una y otra vez; una y otra vez hasta 17 veces. Cuando salió, volvió a la carga. “Podrá comprobarse así que, después de todo, quizá el ser humano no esté condenado a convertirse en un mono sabio o en un chucho complaciente”. Mono sabio o chucho complaciente. Mono sabio o chucho complaciente.

Después de media vida en la cárcel Después de más de dos décadas de trabajos forzados, sólo había una salida. Jacob no era como El Dioni, que años después de salir de la cárcel grabó un disco rumbero titulado Yo y mi fugón. No, Jacob había estado media vida deslomándose a cambio de nada, así que cuando regresó a París le esperaba una depresión de dinosaurio que duraría años. Pronto le presentaron al director del periódico Libertaire. Su hermano en la ficción, el ladrón de Darien, amparado en su papel de ingeniero –algo así como la dualidad Clark Kent y Superman-, fue más lejos: escribía artículos para La Revista Penitenciaria, que es lo más parecido a que Webster o Bill Cosby o Gil Scott-Heron escriban una columnita de opinión (con foto) para el boletín del ku-klux-klan. En la novela, un tipo bienintencionado le comenta durante una soiree: “Leí un artículo suyo intitulado: “La cleptomanía ante la máquina de coser”, donde desarrollaba opiniones muy atrevidas”. En contacto con gente como el líder de Libertaire, poco a poco el mejor trabajador de la noche recuperó el tono. Colaboraba con los fugitivos y se implicaba en debates públicos. Promovió una campaña contra la extradición de Durruti a España y antes ya había colaborado con los anarquistas catalanes para conseguir ar-

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dispersos. En anatomía, poco sistemáticos; en literatura sensacionalista y anales del crimen, excepcionales. Violinista, boxeador, maestro en esgrima, abogado y autoenvenenador a base de tabaco y cocaína. Y Holmes, con tanta razón como casi siempre, le responde: “Un hombre debe amueblar el pequeño ático de su cerebro con todos aquellos materiales que es probable vaya a utilizar, y el resto puede relegarlo a la biblioteca, que es una especie de trastero de cuyo contenido podrá siempre echar mano”. Jacob era de la misma opinión y el que esto firma –o sea, yo-, también. “Un tonto que sabe cinco idiomas, sabrá decir tonterías en cinco idiomas”, dijo en plan castizo Unamuno. Pues eso, que se lo apliquen muchos. Lupin, definido por Sartre como un Cyrano de los bajos fondos, tampoco murió cuando Leblanc dejó de publicar sus historias en 1941. Dos décadas después, el personaje –y con él los ecos de los robos de otra gente como Jacob y todos los ladrones de su estirpe- cogería una dimensión aún mayor con la serie de televisión protagonizada por Georges Descrières y con la sintonía compuesta por Jacques Dutronc. También en los 60 se empezó a publicar el tebeo manga ideado por Monkey Punch en Japón. Patilludo y con un concepto de la elegancia adaptado a los tiempos –del frac, la chistera y el monóculo a los botines, las corbatas estrechas, las americanas con aperturas laterales-, el cómic presentaba al nieto de Arsenio Lupin, que, por supuesto, tenía la misma habilidad con las ganzúas que con los corsés, con el siseo que con las mujeres. Y del cómic a la serie de dibujos sólo distaron otros diez años. Se estrenó en el 77, aunque yo lo descubrí en la tele cuando tenía que hacerlo, con unos 10 años. En esos largos desayunos delante de la Grundig color madera, podría haber empatizado con los glóbulos blancos de La Vida Es Así, caracterizados en esa serie sobre el cuerpo humano como gordinflones bienintencionados con porras y placas de policía; podría haber deseado ser una estrella del fútbol precoz pero con achacosa salud de abuelo como todos los niños de Oliver y Benji (que a los 9 años llenan estadios y sufren descalcificación); podría haberme decantado por Son Goku y mutar a la estética raver con el pelo platino cuando me enfadara o comiera una pastilla. Pero en realidad ahí ya elegí todo lo que quería: la fascinación por los snorkels –esos animales submarinos- daría en una obsesión por los documentales de Cousteau y aún más por Life Aquatic, de Wes Anderson; el picar espuelas y las espadas de Los tres mosqueperros llevaría a la lectura voraz de Dumas y a ese marciano código de honor, pero lo que más me impactó a todos los niveles fue ver a Lupin abrazando chicas, escapando de la policía, burlando mansiones con esa música Roy Ayers de fondo una y otra vez sin miedo a nada. Ay, amiguitos, ahí sí que vi “la belleza profunda” que advertía Jean Genet en los ladrones, despiadados y astutos. Eso sí, salvo pequeños hurtos simulados de pendientes y gargantillas maternos (siempre reemplazados al rato), la cosa no fue a mayores. El triunfo de Jacob reside, entre otras muchas cosas, en haber inspirado a un personaje así -con un código moral propio y distinto al que marca el sentido común- que acabaría en el televisor de un montón de casas. Y en anticipar acciones de robo simbólicas y colectivos varios que llegan hasta Yo Mango, la gente que desde hace años roba en España como acto de rebeldía y motivo de celebración. Tú mismo puedes animarte a seguir los pasos de Jacob. Y, por ejemplo, puedes robar este fanzine. Es gratis. ★

mas. Quizá, incluso, desfiló en aquella procesión triunfal: “Organizó, pues, una división propia, la columna Durruti, y marchó con ella al frente de Aragón. Yo estaba presente cuando ellos salieron desfilando por las callles de Barcelona. Fue algo realmente impresionante: un barullo de uniformes, voluntarios de todas partes del mundo, ropas multicolores y heterogéneas. Casi tenían algo de hippies, pero eran hippies con granadas de mano y ametralladoras”. Lo explica Jaume Miravitlles en el libro de Hans Magnus Enzensberger El corto verano de la anarquía (Anagrama, 98), un libro que debería estar encima de vuestra mesilla.... ¡ya!. Y así vivió Jacob hasta que, muertas ya su madre y su esposa, decidió pararse y dejar que el resto siguieran. Una sobredosis de morfina y una estufa hicieron el resto. Acompañaron con dulzura el corte de mangas sonriente y final.

Y al tercer día... resucitó Evidentemente, volvió como regresa Superman cundo luchó contra Doomsday. No podía irse del todo. Le sucedió lo mismo que a las modestas, poéticas y militantes películas del kitchen sink, que reaparecen una y otra vez en pequeñas grandes bandas como Comet Gain o The Bartlebees, pero también en las letras de bandas que llenan estadios como The Smiths, Pulp o incluso Arctic Monkeys. Sucedió que su espíritu ya estaba antes en Diario de un ladrón, de Genet, pero también perduraría en las películas de bandidos románticos que brillan en la huida, en la Coca-cola que toma Bonnie Parker y en el videoclip de la canción de Gainsbourg, en el aplauso reverencial a la maniobra de El Dioni, en las risas cuando Errol Flynn roba la pata de cordero al cura (y los habitantes de Sherwood lo celebran con un baile) en Robin Hood, en los episodios animados de Lupin III donde el noble arte de sisear alcanza su versión más divertida y con más swing. Como por una especie de lógica poéticamente compensatoria, el personaje de Lupin, el que creó Maurice Leblanc, nació justo cuando Jacob se enfundaba el traje de faena de los trabajos forzados. Fue entonces cuando el escritor aceptó el encargo de escribir relatos policíacos en la línea de los de Sherlock Holmes en las páginas de Je suis tout. Mientras el detective insistía, brillante y desganado y cogiendo la cocaína escondida en uno de los libros de su estudio, en que “l’homme c’est rien, l’ouvre c’est tout”, Lupin dice en un relato algo que firmaran muchos otros anarquistas, incluido Jacob: “Tanto mejor si no pueden decir jamás con entera certidubre: “He aquí a Arsenio Lupin”. Lo esencial es que se digan sin temor a equivocarse: “Arsenio Lupin ha hecho esto o aquello”. Evidentemente Leblanc pensaba que él estaba llamado a hacer obras de mayor envergadura, pero, como le sucedió al creador de Holmes, tuvo que apañárselas con el éxito brutal de su creación por encargo: el gentleman cambrioler, el ladrón de guante blanco. Como Sherlock, Lupin tiene un montón de conocimientos extraños con los que juega a su antojo. Sí, sabe latín, griego y prestidigitación, pero también boxeo, esgrima, gimnasia y jiu-jitsu. Este tipo de conocimiento más intuitito que académico, con lagunas increíbles y zonas de profundidad abisal, me recuerda a más gente. Por ejemplo a Sherlock Holmes cuando Watson, en el relato de “Las cinco pepitas de naranja” le lee la cartilla y le pone notas: “Recuerdo que en filosofía, astronomía y política le puse cero. En botánica, irregular; en geología, profundos conocimientos en lo que respecta a las manchas de barro de cualquier zona más próxima de cincuenta millas a Londres; en química, conocimientos

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per Roger

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Restaurants i bars de Barcelona units contra la gentrificació

avui sentenciem! per The (Real) Pluto Gang

Em sembla que tinc una crisi de fe. I és que encara que aquesta secció va néixer per reivindicar els bars i restaurants de tota la vida: barats, còmodes i lliures de modernitat, de vegades sembla que estem aconseguint l’objectiu oposat a allò que estàvem buscant. Suposo que us heu adonat que a LA ESCUELA MODERNA no som uns trend-setters, ni uns cool hunters, ni cap bajanada d’aquestes (com a molt, uns esnobs de merda), i que per molt que reivindiquem en aquesta secció un parell d’antres als quals anem sovint no començaran a pulular per allà modernets, dissenyadors fashion i “periodistes” de revistes de tendències, no?

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erò hi ha una cosa que em posa l’ai al cor. De sobte noto coses rares, fora del normal. Per exemple, en algun dels nostres bars habituals hi ha algun dijous que ja no s’hi cap. O hi començo a veure xavals amb pantalons elàstics de cul cagat. O samarretes del Primavera Sound. O, tot d’una, un dia estic parlant d’un bar amb algú que no és del meu entorn habitual i em diu “Ah, sí, ja el conec! Tots els meus amics hi van. Mola molt”. O molt pitjor encara, un dia obro una revista d’aquestes culturals i em trobo una ressenya d’un bar que ja hem tractat abans nosaltres en aquesta secció. Que sí, que sí, que això ja ha passat i no diré noms. Des que a l’últim número va sortir la ressenya d’un bar en concret on s’està molt bé però que no brilla ni per les seves tapes ni pels seus entrepans –i així us ho vem explicar nosaltres, amb el nostre afilat criteri i falta de llepa-culisme– l’hem pogut veure ressenyat a un altre pamflet. I en aquesta ressenya arribaven a dir que els entrepans d’aquest lloc eren –paraules textuals– boníssims, una cosa bastant allunyada de la realitat i que sap qualsevol persona amb un cert gust que hagi passat per aquell lloc. Com ja vaig dir en el seu moment allà s’hi va a fotre’s quintos i els bocates de marres, creieu-me, com a molt són passables i si algun dia n’hem menjat un era “per fer base”. Això és important perquè si comencem a exagerar les coses, aquesta secció no valdrà una merda. En resum, que això ens preocupa. Ens estaran copiant? O potser només s’estan “inspirant”? Estarem aconseguint el contrari del que volíem? Estarem posant de moda, i per tant gentrificant, llocs que l’únic que volíem era reivindicar i conservar e-xac-ta-ment com són? Això posar uns núvols molt negres en el sol radiant de la nostra missió. Però no patiu, agraïts lectors, que per ara aquesta missió seguirà. Perquè tal com deia una tia a un Punk Planet sobre la gent blanca de classe obrera americana que va a viure a barris de gent de color, també de classe treballadora, això no és gentrificar perquè… “On collons anem sinó?”. Sí senyors, aquesta missió seguirà, tant mitjançant aquesta secció com pel nostre happening psicogeogràfic anti-gentrificador: La Pentatló del Quinto, que organitzem de tant en tant i sense cap periodicitat. Però si un temible dia veiem que els nostres objectius, purs i cristal·lins, comencen a posar-se tèrbols per culpa de la nostra paraula o praxis això s’haurà d’aturar, i es farà de manera radical. Esteu avisats. Per ara, doncs, el que podeu fer és no creure el que llegiu fora de La Escuela Moderna i menys a revistes culturals. Som els

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únics que diem les veritats com punys. I si a un bar el lavabo fa pudor de caca, ho direm. I si els entrepans no maten, també. Aquesta secció va néixer com a reivindicació del bar, bodega, tasca o restaurant sense ínfules ni pretensions, no demaneu també que tinguin una cuina estupenda (en el cas dels bars) o que el cambrer et vingui a posar i treure la cadira i et faci una reverència quan marxes (en el cas dels restaurants). Pel que fa a llocs de beure i menjar feu cas a La Escuela Moderna i recordeu: don’t believe the hype. Tot seguit us deixem amb el parell de bars que hem trobat adients per continuar la nostra feina en aquest, ja cinquè número de La Escuela Moderna. Que vagi de gust.

Bar Resolís (Tordera 28-30 – Pça. Del Raspall, Gràcia, <M> Joanic) El Bar Resolís és un dels punts de reunió habituals dels gitanos de Gràcia i amb això ja ho tinc quasi tot dit. Suposo que ja us ho havíeu imaginat, perquè el Resolís es troba en mig de la Plaça del Raspall, punt neuràlgic d’aquesta comunitat (amb la veïna Plaça del Poble Romaní). Pel que no ho sàpiga els gitanos de Gràcia són una comunitat molt arrelada al barri i que durant els 170 anys que fa que s’hi van instal·lar s’han dedicat a trencar els tòpics més negatius sobre el seu estil de vida. Una cosa, però, sí que han conservat els gitanos graciencs: les males relacions amb les forces de l’ordre (?) públic. Un dia que sortíem de fer un homenatge al Kurt Vonnegut en un conegut pub musical de Gràcia ens vam quedar una estona a la Plaça del Diamant cantant rumbes catalanes amb uns gitanos molt simpàtics. Tot culpa d’en Cheb Palaies. La qüestió és que al cap d’un parell d’hores de Peret per aquí, Los Amaya per allà, van venir el temuts Mossos d’Esquadra i van començar a vacilarnos. I sabeu què va passar després? Que quan es van adonar que estàvem amb uns gitanos del barri, van murmurar quatre coses “blablabla…silenci…blablabla…veïns”, van girar cua i van marxar com si haguessin vist una aparició. Visca el gitanos de Gràcia i fora els porcs! Però tornant al tema Resolís, hi podeu menjar de menú, baratíssim, amb gaspatxet refrescant a l’estiu o un brou reconfortant a l’hivern o també podeu fer tapes si voleu o demanar el que us doni la reial gana, el Resolís és com a casa la iaia: li demanes el que vols i ells et diuen si t’ho poden fer i si n’hi ha. Així de fàcil. Famoses són les seves croquetes fetes a casa i les seves patates


S’ha de dir del Bar Suec que l’amo del bar és suec (encara que sembli una “perogrullada”), però és que corre el rumor que ja es deia així abans de que arribés ell, cosa que no ens acabem de creure, però que si és veritat seria fascinant. El suec en qüestió és un noi alt i corpulent, bastant vividor i que té un aire seriós bastant nòrdic. També té unes mans molt grans i és la versió en carn-i-os del Moliner Udolaire del llibre d’Arto Paasilinna. Al Suec sempre hi ha cambreres sueques, molt joves i bastant ben dotades, cosa que els farà el pes als latin lovers que encara no hagin superat la síndrome d’Alfredo Landa. Solen canviar cada mig any i no sé d’on collons deu treure el suec tantes “noietes jovenetes” sueques de divuit anys…un altre misteri dels de veritat. Per acabar, al Bar Suec només li posaria una pega més (apart de la foscor, és clar) que seria el peculiar sistema de cobrar a la terrassa. Aquest estrany sistema consisteix en anar treient tiquets de caixa per cada ronda, tots com molt antics i amb la tinta mig esborrada, i anar-los ajuntant tots en una safateta aguantats per una pinça d’estendre la roba. En dies de gran ingesta de líquid, moltes rondes diferents i molt d’anar i venir de gent, s’acaben acumulant molts tiquets i es crea un caos i una confusió a l’hora d’anar a pagar que ni als Fets de Maig del 37. El pitjor és que, quan això passa, i els comptes surten estranya i exageradament disparats i se’ns intenta fer pagar més del que hem consumit, l’amo del bar, molt adequadament i com la seva nacionalitat obliga, “es fa el suec”. Igual el bar es diu així per això. Vés a saber. ★

braves. Més que coneguts, mítics, són els seus “callos” d’intens sabor i perfecta textura i que, si ets aprensiu al picant, et faran suar pel nas com si fos una aixeta. En resum, que el Resolís és la millor opció per anar a dinar si esteu per Gràcia, teniu molta gana i les vostres butxaques no pesen gaire.

Bar Suec (c/ de l’Alzina, aprop de Pça. Virreina, Gràcia, <M> Fontana) El Bar Suec deu ser el bar més fosc de Barcelona, aquesta és una de les raons per les que, si no és estiu i no hi ha terrasseta, és millor no anar-hi si encara no s’ha fet de nit. Mai m’ha agradat la foscor, de fet vaig tenir una època en la que classificava les pel·lícules depenent de la seva il·luminació. Un exemple: Alien, el octavo pasajero? Fosca, sens dubte. El Mago de Oz? Lluminosa, amb molt de color cap al final. Per això penso que no és agradable passar una bonica tarda assolellada tancat en un bar ple de fum en el que no et veus ni la punta del nas, quan pots estar en una bonica terrassa amb el sol torrant la teva cara. Tot i així, quan es fa fosc, s’hi està bé. Apretadet, però bé. Una altra cosa és la terrassa on, a l’estiu, sí que s’està bé de veritat, perquè està en un carrer que no hi passa gaire gent ni gaires cotxes i, a més, quan tanquen el Costa Brava i baixes cap a la zona més “jotera” del barri ve de camí. A més, els preus no són tant esbudelladors com a les terrasses de la veïna Pça. de la Virreina, on si us ho podeu estalviar és millor no anar, a no ser que hagueu cobrat la paga extra fa poc.

Quin cony de Països Catalans és el que tan abrandadament reivindiqueu?

per Martí Sales

Aquesta arenga va ser dita en front a centenars d’indepes impacients per veure a Obrint Pas el dimecres 15 d’agost del 2007 al carrer Còrsega amb Jardinets, jo suat, tard, i sense samarreta, espitat, esverat i arrauxat. de la Lídia de Cadaqués, són en Dalí i en Lorca tocant-se gens dissimuladament el cul, és en Josep Pla pelant-se-la davant d’un plat de seques, és l’Aladi i la Santpere cantant a duet “El vestir d’en Pasqual”, és dur la Moreneta tatuada al pit i fer màgia negra, és mirar-se molt el melic i no netejar-se’l mai

Quin cony de Països Catalans és el que tan abrandadament reivindiqueu? L’avorriment i l’estultícia feta poble? On són la rialla i l’escatologia i el glamur que ens caracteritzaven? On és l’esperit de carrer del barri xino d’en Vallmitjana i d’en Casavella? I la picaresca de sota montjuïc, la salabror quinqui de la Barceloneta, l’alegria rumbera dels gitanos de Gràcia?

Però el més importants és: I on és que hem deixat els lluentons? ON SÓN ELS LLUENTONS QUE’NS FEIEN BRILLAR?

Si no tenim això, si ja no hi ha res d’això, si no som el que érem, si no som res (però fa de mal dir), fem-nos fora, deixem pas als altres, auto-exiliem-nos, fotem el camp: fora catalans dels Països Catalans!

Volem un país eufòric, un país amfetamínic, orat, eixelebrat, golafre, canalla, ocurrent, de llargues sobretaules i infinits vermuts, de festes majors de barri i res de macroespectacles, de taverna i sala de festes, d’ateneus populars i de sardinades a la platja, d’Einstein al carrer Canuda i de Miles Davis al Palau de la Música, del modernisme més passat per absenta i del romànic de la cara fosca del Pirineu, de les revoltes populars i del POUM, de la caputxinada i de les organitzacions secretes, de l’allioli i de la becada, del Delta lisèrgic i del Montseny satànic! Volem el país que va engendrar March i Budellam, Santos, Puigserver, Miró i Dioptria, Cassasses, Mompou i Peret, Jujol, Anarcoma i la mare que els va parir! Espitregats o amb corbata de seda, (res de caspa botiguera!), o els carrers o els palaus! De les barricades al cel (de neó del Paral·lel) ★

Preferim les picants espècies d’orient i les discoteques llatines on la gent es pega, sí, però almenys ballen! Preferim els sevillanos que parlen amb la zeta, preferim els avis que parlen i escriuen en català pre-fabrià! Preferim la pesadilla argentina i les màfies russes, les italianotes que refreguen les natges al passar per davant de la cazalla! Preferim els salats i els arrauxats d’arreu abans que la grisor menestral d’aquí, els mil d’accents de qualsevol poble que el fotut barceloní que malauradament parlem! Universal i ultra-local, la catalanitat és viatjar molt i dir que tot és una merda, és desitjar secretament fotre el camp però sempre tornar, és en Francesc Pujols fotent-li el dit a la xona

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LOS DISCOS Historia y práctica de un amor obsesivo Pt.2

por Kiko Amat

LOS CHICOS DE LOS DISCOS

este lío de los discos. Somos los que robamos para conseguirlos. Los que tuvimos ataques de asma entre cajones. Los que nos peleamos por ellos en bares. Puñetazos por los Jam no parece una tontería, ni siquiera hoy. Ni siquiera hoy. Lo que somos, es: somos los enterados de los discos. ¿Es esto tan importante como para que la gente nos admire? “La vida te da la posibilidad de escoger entre el vestido cool y el vestido sin gracia”, diría Tibor Fischer en su Voyage to the end of the room, “entre la música hecha por un músico inteligente y exigente y la hecha por un tontorrón con notas cansadas y robadas, y los que efectuamos la elección correcta deberíamos ser aplaudidos. Sin duda la vida es cribar las opciones correctas y ser aplaudidos por la gente correcta, ¿no?”. Sin duda. Somos los que grabamos cinta tras cinta a novias, amigos, amigas, desconocidos, futuras amantes. Cintas que reposan en cajas, en coches ajenos, cintas que se perdieron hace tiempo o son tarareadas aún en viajes a l’Empordà. Hicimos carátulas. Dedicatorias. Pusimos títulos absurdos e inventamos discográficas que no existían. Somos esos pobres locos, los que cada vez que conocieron a una mujer tenían automáticamente el dedo en el Rec de grabar, casi sin darse cuenta. Somos esos tíos penosos, sí. Pero su pena, sólo los discos la podían curar. Somos gente algo enferma, gente de ideas fijas y tradiciones largas, así que no nos vengas con MP3, CDs grabados, Ipods. Solo por respeto, no vengas. Esto significa algo, estamos aquí batallando por la belleza del sonido y el receptáculo que lo almacena, por las cosas que importan, no podemos perder tiempo. Estas cosas nos preocupan. Hay demasiado que almacenar, buscar, grabar, pinchar, demasiada gente que humillar con nuestro conocimiento, demasiados utilizadores de la palabra “pop-rock” que poner en su adecuado lugar con un par de definiciones exactas y certeras de un sonido. Tantos discos, tan poco tiempo, tanto que conocer, tanto espacio que usar. Esto somos: Somos los chicos que se van a divorciar. Los que olvidan los potitos pero saben todas las reediciones venideras. Los que tienen 17 años mentales y, encima, bajan a 14 cuando escuchan punk rock. Los que bailan a los Fleshtones en calzoncillos, aún. Los que ponen monedas encima de los brazos del tocadiscos. Los que saben qué disco va con cada cena, viaje, mañana, polvo, cumpleaños, fiesta, amigo, tía, resaca. Los que cantan las canciones con el salto de la aguja incorporado. Los que se

Somos los chicos de los discos. Somos los chicos de los pisos inclinados por el peso de todo ese vinilo mal distribuido. Somos los chicos de las Expedit llenas. Los de las peleas conyugales por espacio, los de las pilas de “nuevas entradas” que crecen hacia el horizonte, somos los que pedimos que nos falsifiquen el ticket de compra en las disquerías para que –a efectos maritales- parezca que hemos comprado menos. Somos los chicos de los ojos fijos y los dedos sucios. Somos los arqueólogos del LP. Los de la memoria fotográfica para años y sellos y miembros e instrumentos y portadas y números de serie. Somos los que podemos pasar dos horas, tres horas, cuatro horas, cinco horas, todas las horas, buscando en cajones de discos de Todo a 3 Euros con la esperanza de encontrar algo. Somos los que, cuando cinco horas más tarde aún no hemos encontrado nada, nos obligaremos a encontrar algo vagamente digno que justifique el tiempo empleado (Kid Creole, el All right de Christopher Cross, Nilsson barato, MOR no vomitivo, Kitchenware de segunda fila, algo de Creation mitad-de-los-90, 99 red balloons, el disco de Poison Idea que está en todas partes, Ned’s Atomic Dustbin, Cat Stevens, lo que sea). Somos los snobs de los discos. Sabemos lo que queremos, y vamos a conseguirlo. ¿Hablar con aficionados? ¿Hablar con no-creyentes? Para nosotros, esto es una religión. Y, como dice el Lermontov de Las zapatillas rojas, “a uno no le gusta ver su religión practicada... así”. Lo que somos, tiene valor. Lo que somos, implica una gran cantidad de horas, obsesión, sufrimiento, atención, dedicación, pasión extrema, búsqueda desesperante, investigación detectivesca, debate interminable y eterno sobre puntos e íes. Nuestra figura, tiene que ser reivindicada. Creo que era en el Head-On de Julian Cope donde se reivindicaba la figura del descubridor de discos, el turner on, el tipo que ilustró a otra gente en la existencia de determinados discos magníficos, cambia-vidas, línea-en-la-arena-y-una-vez-las-hascruzado-ya-está, discos gloriosos, catárticos. Ese tipo no tenía necesariamente que escribir en un fanzine o tocar en un grupo; el mero hecho de ir por el mundo haciendo que la gente prestara atención a los discos adecuados era suficiente marca de respeto y sabiduría y apasionamiento. Somos ese tipo. Somos los que dejamos de desayunar durante una semana para conseguir un disco. Tan solo ese gesto, por sí solo, define cuál es la implicación original –adolescente y obrera- en todo

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enamoran y graban cintas, y luego ven a la chica marchar con el deportista cenutrio, una y otra vez. Los que se enamoran y graban cintas, y de golpe funciona y la chica dice Esto es increíble, creo que te amo y, en efecto, nadie puede creerlo, nosotros mucho menos. Somos los del dolor del pasado y la angustia del futuro, y entremedio, discos. Discos para todo. Para mitigar la pena y potenciar la exhilaración. Discos para una boda. Discos para un entierro. Discos para nuestra cordura y también para nuestra locura. Si no te gustan los discos, ¿qué te gusta? Vamos a tu casa a escuchar discos, y a la mierda todo lo demás. Somos los chicos de los discos, hombre.

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A. ALMACENAJE

Empezamos con la poética (¡Son discos!), pero en el anterior número de La Escuela Moderna prometíamos práctica y técnica, y aquí está. Almacenaje significa que, por lógica pura, si uno compra discos y no es nihilista, aquellos discos acabaran acumulándose. Es lo que hacen los discos y las dudas y las facturas y los remordimientos y las ex-novias: acumularse. Dado que esto es así, y que no podemos mandarlos a un plano superior o a un planeta paralelo, habrá que enfrentarse al hecho de que hay que tenerlos ordenados de algún modo. A la vez, llegar a este punto implica que uno posee ya bastantes discos. La gente que tiene tan solo quince -o cincuenta- no necesita un orden; lo que necesita es una razón para vivir. Pero eso no viene a cuento ahora. Asumamos pues que la mejor forma de tener los discos es en una estantería (las Expedit de IKEA parecen hechas especialmente para este propósito), y colocados con los lomos hacia fuera. Es mentira, la mejor manera del mundo es tenerlos horizontalmente en racks, como en una tienda de discos, pero nadie tiene ese espacio de campo de golf en el propio comedor. Asumamos lo que hemos dicho, pues, y veamos las seis formas de ordenar los discos:

A.4)

A.5)

A.1) El método Lester Bangs: Está mamado, da un valor bastante alto en el cool-o-metro, y no requiere orden ni cuidado ni limpieza de ningún tipo. Se trata de tenerlos por todas partes, hechos una mierda, fuera de las fundas, algunos en pilas, algunos verticales, qué mas da, dejando que ellos se pongan al lado de quien quieran, con ceniza y restos de mostaza en las portadas. El nombre viene de una famosa foto del crítico norteamericano en la que puede contemplarse su colección de discos, despanzurrándose por aquí y allá como una catedral de escombros. Para este método hay que ser: a) un cerdo y b) soltero. Un cerdo soltero. Los que no cumplan ambos requisitos no deberían ponerlo en práctica, pues, o se volverán locos (los control-freaks) o les van a atizar tan fuerte con escobas y amasadores de pan que van a creer que nacieron con el cráneo violeta. A.2) Alfábetico: El más popular, y también el más square de todos. Resulta formidablemente práctico, siempre se encuentra todo lo que uno busca a la primera y, además, está al alcance de cualquiera; su único requerimiento es saberse el alfabeto. Aparte de algunos fans del Oi!, creo que nadie debería tener problemas con esto. Así que ahí los tienen: colocados en un espléndido A-Z autoexplicativo. ¿También ustedes ven lo que sucede, verdad? En

A.6)

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efecto, es aburridísimo, y pertenece más al mundo de los coleccionistas de sobrecitos de azúcar que al nuestro, al de los que tratamos con materia glorioso-emocional. Para colmo, no encaja. Algo mayor que todo lo enumerado falla. Los fanáticos del contexto y el contacto y la comparación preferirán antes un cólico miserere que tener a Close Lobsters al lado de Creation al lado de Comet Gain al lado de Capitols al lado de Colleen. ¿No ven? No tiene ningún sentido. Que todos empiecen por C no es razón suficiente para agrupar nada, a parte de en algunos estadios primigenios del parvulario. Con este método van a encontrarlo todo, pero están desordenando el equilibrio del cosmos. Y, además, están siendo muy poco cool. Por orden de adquisición: Por mucho que dijesen en Alta fidelidad, esto es un falso método, pues nadie los ha tenido almacenados así y nadie los tendrá jamás, exceptuando quizás en temporadas de impasse (un año viviendo en otro país, por ejemplo) o zonas concretas de la colección como las Nuevas Entradas, o en el caso de gente fenomenalmente enajenada. Como técnica, requiere un espantoso esfuerzo de memoria cada vez que se busca algo, pero a la vez (si hay que buscarle un lado bueno) la progresión de su almacenamiento se resuelve sola. Solo hay que ir poniendo los últimos tras los penúltimos. Chupaíto. Ahora, si cada vez que quieren sacar el disco de los Sorrows tienen que pensar si lo adquirieron en abril o mayo de 1986, vayan sacando el Diazepan. Y los Kleenex también, que los recuerdos nunca vienen solos. Por colores: Era broma. Espero. Si algún lector los tiene por orden cromático, que escriba de inmediato a La Escuela Moderna. Necesitas ayuda, tío. Por sellos: Una alternativa plausible, sobretodo para aquellos que coleccionan singles de northern soul o –especialmente- reggae y ska, no ya tanto para elepés, y menos para indie de una-sola-referencia, discos que jamás volverán a ver, encontrar y escuchar si clasifican con este selectivo sistema. El método Por Sellos da un registro razonablemente alto en el medidor de cool, y tendrán oportunidad de hacerse los listos en todas las conversaciones, pero luego estarán solos para capear con las desapariciones Rip Van Winkle de sus álbumes favoritos cuando tanto los necesitaban. Álbumes que reaparecerán 35 años después, cuando ya sea tarde. Para escucharlos y para muchas cosas más. Por estilos: Sin querer alardear –es el que utiliza un servidor- esta es una de las mejores formas de apretujar


B.1) Tiendas de discos: No vamos a entrar en detalles particulares ni nombres propios, pues es este un negocio extremadamente susceptible a la ofensa y el agravio, y se sabe de editores de fanzines que han sido amenazados y perseguidos por calles por cosas menores que ésas. Tampoco, por las mismas razones, vamos a perfilar los tipos de dueño/ dependiente porque –aunque el buen humor no reñido con el gusto está garantizado en La Escuela Moderna- los puñetazos los recibimos en el extremo editorial, no lector; una injusticia, si me preguntan. Les diremos tan sólo que una tienda de discos es un lugar donde adquirir material discográfico a cambio de dinero. Esos álbumes los encontrarán en secciones generalmente señalizadas engañosamente, o sin pista alguna de su contenido. No desesperen; es el trabajo que hemos escogido. Las secciones que sí exhiben nombre propio pueden dividirse básicamente en tres, y recomendamos visitarlas en el orden que seguidamente les proporcionamos:

LPs en estanterías. Admito que no sirve para colecciones astronómicas (las de 15.000 y 20.000 discos que tienen los DJs de hip hop, por ejemplo), pero como no es el caso de ninguno de ustedes, da igual. Con esta técnica tendrán el reggae con el reggae, el sixties punk con el sixties punk, negro con negro, todas las pandillas y sonidos agrupados por afinidad, sin choques de estilo ni descontextualización. El inconveniente reside en el orden preciso que decidan aplicar dentro de cada estilo; el mío, se lo digo ahora, es el rudo Barullator. Por tanto, a veces pasan algunos minutos hasta que le echo el guante a algo. Pero la espera lo vale, ojo. A Barullator también se le aplica en los abundantes singles que yacen en cajas de zapatos Clarks por todas partes, y cuyo único etiquetaje es la prosaica división Soul/ Club, Indie/Punk y 60’s escrito en cada una de ellas. Esto sí que es un embrollo cataclísmico y una invitación a la taquicardia (“¡Dios, lo he perdido! ¡Me lo dejé la última noche que pinché en el Heliogàbal!”) o al más endiablado mal humor, que aparece fielmente tras pasar más de media hora buscando una canción. Por otra parte, el juego “A ver qué coño sale ahora” puede proporcionar la chispa que una determinada velada sin fuelle estaba requiriendo a gritos.

B.1.a. A-Z Rock / A-Z Soul: Lo más parecido a una escudella que hay en el mundo del disquismo. En el A-Z entra todo, independientemente de si es la banda sonora de La mujer de rojo o el primer álbum de The Chesterfields. No olviden nunca que el resto del mundo no es como ustedes, y tengan siempre presente el conocimiento discográfico medio del rockero que trabaja en un establecimiento de este tipo. Bajo, por decirlo sutilmente. Las cosas pueden estar en cualquier parte (y a cualquier precio); tatúense esto en el dorso de la mano. Así, enfrentarse a un A-Z entero –no saltando de un a otro cajón como una liebrecilla perdida– es una de las pruebas básicas de pertenecer o no pertenecer al selecto grupo de los connoisseurs (ver definición del término al final del artículo). Un auténtico obsesivo-conocedor atacará las filas del Rock A-Z en estricto orden alfabético, y armado de una mezcla de paciencia Job-iana, desapego y esperanza bajo control. El equilibrio entre las tres cosas no debe desestabilizarse en ningún momento, o todo el proceso se antojará de golpe punitivamente absurdo. Demasiado desapego les aburrirá; demasiada esperanza va a llevarles a un chasco desesperante cuando hayan pasado por onceava vez una copia del So de Peter Gabriel. Calma: Flexionen los dedos, fliqueen velozmente y no aparten la vista del cajón. Aquel disco de new wave que tanto buscan puede perfectamente estar allí. Lo que pasa es que antes van a toparse con una cantidad tal de álbumes de los Eagles y Bros como para mandarles al sanatorio más cercano de por vida. B.1.b. Estilos: Una vez hayan acabado con el A-Z ya pueden ir a la zona donde los discos están (al menos teóricamente) separados por sonido. Aquí ya no valdrán lo que valían en el anterior –otra de las atracciones del A-Z– pero, claro, al menos sabrán a qué atenerse: Punk, hardcore, funk, garaje, 60’s (término amplio y, por tanto, comodinesco)... No tiene más secreto, pero no olviden que aquí también pueden estar colocados mal. O, como suele suceder, que algún listo –podría tranquilamente ser uno de ustedes, seguro- no llevaba dinero para tal álbum de Tim Hardin y decidió taimadamente esconderlo al final de la sección de Metal con la intención de volver por él algún

B. BÚSQUEDA Y CAPTURA

Escuchar en bares no es suficiente. Cualquiera que esté obsesionado con el asunto éste de las canciones hermosas acabará necesitando su posesión infernal. Algunos interrumpirán el saqueo de ciudades antes, otros continuarán haciéndolo toda una vida; algunos se contentarán con tener algunas muestras, otros sufrirán el tumor del completismo y se verán empujados a poseerlo todo, perdiendo por el camino empleos, mujeres y dignidades varias. ¿Quiénes somos nosotros para lanzar la primera piedra, o cualquiera de ellas?. Los discos, ya saben, van a encontrarlos en determinados lugares; no los regalan por la calle. Lo mínimo que podemos hacer es indicarles dónde. La faena posterior ya es sólo suya. Y menuda es.

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día con dinero suficiente. Un truco viejísimo que, sorprendentemente, aún funciona. B.1.c. Todo a 1 Euro: La jungla del vinilo. Solo los muy machos o muy dementes o muy jubilados se atreven a meter las falanges aquí, y por esa razón es justo lo que les encomendamos que hagan. Esto es el ghetto de la tienda de discos, el gran montón de basura, los discos que nadie ha amado jamás y, por supuesto, la zona con los cajones más sucios. A su lado, el A-Z es un Taj-Mahal de sofisticación y tesoros ocultos. En la zona de 1 Euro solo suele haber Cançó catalana, Zarzuelas, melódicos españoles, BSO inmundas, pésimos 12” de los 80’s, AOR del más bajo en la escala social y, por supuesto y con toda la lógica del mundo, heavy. Es altamente improbable que encuentren algo aquí, pero es que no se trataba de eso. Se trataba de demostrarle al mundo y al resto de gallinitas de la tienda que pueden pasar una hora viendo solo portadas de Manolo Escobar sin perder la compostura, a pesar del fulminante ataque de asma que les está aquejando desde los primeros discos. Repítanse a ustedes mismos: Ventolín, valor y victoria. B.2) Ferias: Básicamente son sólo tiendas de discos MUY grandes. Van a encontrar las mismas secciones que en una tienda, pero multiplicadas hasta el infinito y con muchos más álbumes. Una feria, a todos los efectos y si siguen nuestros consejos, va a convertirles en un über-conocedor, un Superviviente, un Dios Vinílico. Hay un antes y un después de hacerse entero el Todo a 3 Euros del holandés que cada año viene a la Feria del Disco de Barcelona. Estas cosas le cambian a uno. Decenas de cajones tamaño arca de Noé sin ningún orden ni señal representan, a efectos del buscador, como enfrentarse a la definitiva cima del connoisseur. Por tanto, no vayan a intentar coronarla armados solo de un poco de cordelito y una lata de alubias. Van a necesitar toda su paciencia, memoria, poder digital y conocimiento para culminar con éxito este reto; poca gente puede. Cuando terminen, independientemente de su éxito material (lo que se lleven pueden lanzarlo al contenedor al salir; esa no era la cuestión), recogerán la recompensa de ser uno de Los Elegidos. Y precisamente por ello podrán escupir a la masa que se amontona ante los cajones de los más caros dealers, suplicando como niñas por una rebaja a ese single de 200 libras que ustedes, si no decaen, tendrán por 3 euros algún día. B.3) Dealers: Todo acumulador de discos debería tener como mínimo un dealer propio. Es una de esas cosas que, como tener un sastre, o un barman que sabe exactamente lo que deseas tomar sólo olisquearte dos manzanas más allá, otorgan distinción y denotan buen gusto y maneras, y le hacen sentir a uno que pertenece. El dealer sabe exactamente lo que quieres y buscas y, si sabe hacer bien el trabajo encomendado y tiene el menor interés en ganar un centavo, sabrá contactarte cada vez que por su puerta entre esto o aquello. Por supuesto, uno no debe fiarse nunca del propio dealer; sería como encomendarle el cuidado de nuestra hija de seis meses al camello de MDMA. Cuando el dealer dice “Tengo algo que te va a encantar”, lo que en realidad está diciendo es “Tengo algo que nadie quiere ni regalado”. Cuando te dice “Te hago un precio por los tres, te salen casi a precio de coste”, implica obviamente que está consiguiendo una ganancia del 400%. Al dealer le va la vida y los garbanzos en que usted le crea y compre, así que suele tener pocos escrúpulos. Pero incluso dentro de su difamada profesión hay clases: algunos pretenden no distin-

guir entre las gradaciones “Buen estado” e “Inescuchable y lleno de mierda y más rayado que una uralita”, otros son más meticulosos. Algunos sobreprecian, otros no. Algunos nunca les tienen en la lista de prioritarios, y les mandan la lista cuando ya solo quedan las migas y las reediciones de Charly R&B. Y encima ponen rictus de sorprendidos y espetan un “Ah, pero, ¿ibas tras ése?” cuando acaban de venderle a cualquier mastuerzo el absoluto número 1 de su lista de Singles Buscados. Los dealers son, como decían de los productores teatrales en Eva al desnudo, “conejillos infelices”. Pero pese al corrupto submundo de su mente, pueden ofrecerles satisfacciones sin nombre; manténganles cerca. B.4) Ebay: El mercado de subastas de discos (y otras cosas) de Internet, claro. Daría para un artículo entero, pero resumiré. Ebay es peligroso como la cocaína más pura; les llenará momentáneamente de placer, pero los precios son demenciales, la novedad termina rápido y es muy adictivo. Además, la mayoría de señores con los que van a tratar en Ebay son dealers; no digo más. Para los que aún no han entrado en sus redes de perdición, un consejo: no traten de evitar el célebre Primer Mes del Despendole Monetario. Nos ha sucedido a todos, y no es una vergüenza. De hecho, es perfectamente humano. Se trata del mes en que han descubierto ese badulaque virtual y van a pujar y sobrepujar por todos los discos, sin reparar en los dañinos gastos de envío con los que luego van a ser golpeados (sí, en la Localización del Artículo que no leyeron ponía Djakarta), sin mirar detalles de vital importancia como “P/S Only” (no hay disco dentro; se han comprado una puta portada por 10 dólares, cretinos), sin miedo y, al final, también sin dinero. El soplamocos que les va a arrear la VISA va a ser de antología, así que recomiendo empezar a pensar excusas (“Era para la podadora de césped que queríamos, pero hubo algún error y me han mandado todos estos discos, cariño. ¿Qué hacemos?”). Ebay es un

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putiferio salvaje y todos mienten; pero como la Gomorra bíblica, qué de tentaciones.

los tiempos. Fans especialmente adolescentes, pero esta jodida manía nunca termina, a pesar de sus –repetimos– constantes demostraciones de falibilidad. La lista de mujeres que, después de recibir mi titubeante regalo en una TDK -con portada hecha a mano- se dieron la vuelta para introducir su lengua en la tráquea del cabeza-deyunque rugbista más cercano es casi infinita. Pero no me entiendan mal: No les guardo rencor. No todo el mundo tenía el gusto educado por aquel entonces para salir con enclenques narizotas peinados a lo Ronnie Lane. En el caso de la Cinta de Amor, todo lo que no ponga la piel de gallina debe ser desechado firmemente. Queremos HITS. Queremos Power pop exultante (Teenarama de The Records), punk emotivo con coros (como el Gabrielle de The Nips o el First time de The Boys) y soul de corazones llameantes. Buscamos emoción y producción de feromonas, y hay tipos de música que fueron concebidos especialmente para este propósito: para llevar a señoras guapas a desordenar camas. Pueden incluir piezas románticas, lentas y baladas pop, pero sin pasarse: No somos unos blandengues. Somos rebeldes con gusto; duros con alma. Cuidado también con el artwork de portada; su diseño tiene que estar entremedio del nonchalance “te lo hice ayer en un ratito, guapa” y el cuidadoso “he torturado mi cuerpo durante horas para conseguir esta obra maestra de la creación”. Ni una mierda con churretones que denote completa falta de interés por las futuras proezas sexuales de la homenajeada, ni tampoco una currada delirante con 7 rotuladores fosforescentes de colores distintos que le diga al mundo que no tenemos amigos ni nada mejor que hacer con nuestras tardes. El receptor/a de la cinta ya asume que somos unos freaks; no se lo pongamos más fácil. C.3) Egoísmo: No es incompatible con la amistad ni el amor, pero la cinta que se graba por esta razón surge de una intención primordial muy explícita: el evitar que la gente nos bombardee con su gusto apestoso en coches, cenas y estancias en casas rurales. Este tipo de cinta es un regalo bumerán: ustedes la están regalando, pero sólo para que las canciones que residen en ella regresen a sus oídos. Pueden incluso llegar a deslizarse hasta la completa desfachatez de grabarle a alguien sus novedades o últimas adquisiciones y experimentos para poder escucharlos seguidos en ese trayecto hacia L’Escala. Es algo innoble y bastante descarado, pero funciona. Por supuesto, de portaditas y zarandajas ni hablar. Un tracklist mal apañado en un pedazo de servilleta o papeleta electoral y avall.

C. CINTAS (GRABARLAS)

Las cintas, los recopilatorios de canciones grabados en cassettes de toda la vida, se confeccionan por tres razones, que yo llamo las Tres Es: Educar, Enamorar y Egoísmo. Y también para adelgazar; nadie puede imaginar el esfuerzo físico que conlleva hacer un recopilatorio de 90 minutos. Levanta, apunta, busca, pincha, (inevitablemente) baila, vuelve a buscar. Y luego se extrañan cuando nos subimos por las paredes cuando alguien nos recrimina que “sólo” hemos regalado una cinta para el cumpleaños de alguien. En esa cinta, señores, van dos horas de faena y 600 gramos de grasa y sudor. ¿Que no? Pero vayamos por las EEEs: C.1) Educar: Cuando uno graba para educar, de lo que se trata es de introducir a alguien en determinados grupos y sonidos. Esto no es un pasatiempo, y no se trata de que nadie lo pase bien: las cosas buenas se cimientan en castillos de lágrimas. Así que un recopilatorio de estas características buscará la rareza, la diversidad, la riqueza y la más pura gloria, pero no la pulpa fácilmente masticable ni la simpatía gratuita del oyente. Como dijo Albert Ayler: “Si no les gusta ahora, ya les gustará”, y ése debe ser nuestro lema. Se trata, al fin y al cabo, de que el receptor tenga que recogerse la mandíbula con grúa, y a la vez impresionar, compartir, celebrar y –con suerte- ayudar a alguien a comenzar una futura relación con la música pop hermosa. Se combinarán hits subterráneos con piezas duras de roer, baile con reposo, emoción con furia, local con visitante. Al final, la cinta será una obra de arte de corta-y-pega, una biografía del momento, una Polaroid para el futuro. Una cinta bien hecha tiene narrativa; está contando algo. No se lo tomen a la ligera, por favor. C.2) Enamorar: No sé por qué insistimos, si casi nunca funciona, pero es un clásico del fan enamorado de todos

Es innegable, sin embargo, que las cintas no son un formato diseñado siguiendo instrucciones del Altísimo. Se oyen bastante mal, sobreviven en un estado de completa filo-destrucción (difícilmente reparable, pero aun así es más fácil que reparar un maldito CD) y ya nadie posee soportes adecuados para escucharlas. ¿Para qué narices seguimos grabándolas, pues? Por nostalgia, porque son cucas, porque la gente aún tiene radiocassette en el coche y por lo fenomenalmente divertido que es confeccionarlas. Tírenlas tan solo recibirlas si quieren, porque lo que es yo, tengo planeado seguirlas grabando eternamente. Nota: La teoría de que la gente que se educó en el amor a los discos mediante cintas adquirió un mayor oído y una infinitamente mayor capacidad de absorción de nuevos sonidos que la siguiente generación de diskmans es cierta. La situación era ésta: Una cinta, un LP por cara y ese condenado FFWD que nunca chutaba y, cuando lo hacía, gastaba más pilas que un reactor de Boeing y, cuando no, nunca nos dejaba en el segmento deseado. Por todo ello, el escuchador de álbumes en K7 perdió la esperanza de avanzar o retroceder, y se abandonó estático a

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northern soul más competitivo: cubrir la galleta del disco para que no pueda identificarse el tema o artista), se hacen, corcho. Personalmente, considero que el público ideal para un pinchaje debería ser un 30% de ellos con blocs de notas al lado de la cabina (aplausos opcionales) y el restante 70% bailando o, en su defecto, prestando extrema atención a cada uno de los temas pinchados. Conversaciones vetadas, por supuesto, y tos condenable. Lo importante, siempre, son las canciones. Desgraciadamente, estas condiciones no se darán jamás. Lo normal para ustedes será pinchar en un antro con sonido de fosa abisal o cárcel turca, para gente intoxicada que habla a berridos (y que acabará derramando algo pegajoso en sus discos) y a la que le da igual si ponen Digable Planets o Michael Bolton. No se desanimen y denlo todo igualmente. Su sesión debe ser el mejor tipo de sesión posible, aunque no les mandaran a luchar contra los elementos. Y una sesión ideal debe ser:

los sonidos registrados en el orden deseado por el artista en cuestión, absorbiéndolo todo sin chistar, aprendiéndose los discos de memoria. O, como diría en otras palabras el amigo Jordi B-Core: “Vaya machaque les metíamos a esas cintas”.

D. PINCHAJES

Pinchar es educar. Pinchar es hacer bailar. Estos son los dos pilares que justifican y empujan un pinchaje. Ni se trata de sacar los discos a pasear, ni de atender a todas las peticiones de los parroquianos. De hecho –aunque sobre esto existen diversas teorías y posicionamientos-, lo mejor es nunca atender las peticiones. Si lo hacen, estarán sentando un precedente peligroso para que cualquier Erasmus pusilánime tenga la desfachatez de pedirles “American music” cuando están pinchando 60’s punk de Texas o Screaming Trees (caso real), o “música para bailar” cuando acaban de poner Boots For Dancing o northern soul (caso real) o que pongan White Stripes o Franz Ferdinand o cualquier otra imbecilidad supina cuando suenan Billy Childish o Orange Juice. Déjenme que les diga una cosa: Ustedes no son el chambelán de nadie. No son un mono de feria que dance al ritmo de los caprichos de una camada de estudiantes despistados. Ustedes están abriendo un ventanuco para que esa horda de desagradecidos asome las narices a una riquísima cultura subterránea, a la que tendrían prohibidísimo el acceso de otro modo. Están ofreciendo un servicio. Les están haciendo un favor a esos desgraciados, y no al revés. Exijan un respeto. Para rechazar las peticiones de plano y sin que dé pié a discusiones estériles con capullos, lo mejor es ser sinceros a bocajarro (“No acepto peticiones”, pero recomiendo aprenderla en inglés por si pinchan en territorio enemigo en algún club del centro: “I don’t do requests, sorry”) o soltar alguna fácil mentira blanca. “No he traído ese disco”, por ejemplo. Lo jodido de este último sistema es que puede eternizarse si se da el caso que el pedidor rehúse aceptar su derrota e insista en ir pidiendo cualquier desvarío que le venga a la cabeza. Sean educados y aparenten estar ocupadísimos con el sonido, aunque no tengan ni maldita la idea de qué significan los piturritos de Gain de la mesa de mezclas; esto acostumbra a hacerles desistir. Otra cosa que deben tener en mente, por cierto, es que la gente va a ir a la cabina del pinchadiscos. O sea, no hay forma de evitarlo. Esa maldita pecera es un imán de freakazos (aunque, muy de vez en cuando, también de tías jamonas, ojo), y mejor que se acostumbren si quieren ir por el mundo poniendo discos buenos. Alguna de esa gente será cortés, otra maleducada como si hubiese vivido en un establo toda su vida; algunos sabrán de qué hablan, otros no tendrán ni idea; muchos –esto es divertidísimo- pretenderán saber qué disco está sonando cuando es obvio que no les suena de nada, y darán mil rodeos para enterarse sin preguntarlo directamente y arriesgarse a perder puntos de cool. A éstos, pónganselo bien difícil; es muy posible que se trate de DJs-a-sueldo de algún club modernillo que pretenden capitalizar la rareza de sus discos sin haber pasado por los 20 años de arrastrarse como gusanos por anticuarios y casas de hombres muertos (ver punto b. Búsqueda y Captura). Al enemigo ni agua, amigos; además, ese tipo cobrará por su sesión 10 veces más que nosotros, no lo olviden. Y si hay que hacer cover-ups (un clásico del

D.1) Lúdica: No hay nada más imbécil que el tipo que dice “yo pincho para mí, no para la gente”. Un pinchadiscos está para hacer que la gente lo pase bien. Esencialmente y con muchos matices, de acuerdo, pero esa finalidad honorable no debería ignorarse. Plantificarle a la audiencia una sesión entera de dos horas de Faust o free jazz cacofónico puede parecer una gran idea, pero no lo es. Si buscamos comunión con un público, como todo tipo de arte tendría que buscar (y pinchar es un arte), hay que esgrimir un porcentaje razonable de empatía. Sin doblarnos ante la mediocridad ni poner en peligro nuestros principios, hemos de ir a buscar la comunicación con ese señor de la pista al que parece que le ha dado un ataque de epilepsia. Aunque no conozca ninguna canción, ese tipo debería estar bailando, sonriendo, pogueando, en la calle prendiendo fuego a sucursales bancarias o fornicando en el lavabo. Pero indiferente o aburrido, nunca. D.2) Rara: Estamos en la era del CD, de Internet y de la descarga. Cualquier peinado-con-patas puede poner Gang of Four, Kinks o Sex Pistols, así que esfuércense un poco. Estamos educando a una generación en los mejores discos del mundo. Salgan ahí fuera y demuestren qué frutos han dado estos años de soledad extrema y alergias gravísimas. Saquen las joyas de la corona. Pero no se pasen; miren bien el punto 3. D.3) Variada: Todo pinchaje monocromático y homogéneo –o basado exclusivamente en lo ignoto de las cancionestermina siendo tedioso. Da igual si es funk, o punk, o mod freakbeat; al final, cansa. Junten pues rarezas con algún semi-clásico, pero su propio estándar de clásico, no el del

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brillante... O sea, esto es mejor que el sexo. No hay nada en el mundo mejor que pinchar discos medio ebrio y fumeteando como un taxista de Shangai. Garantizado. Sólo una advertencia: Los Discjockeys, como ustedes ya saben, nunca pagan el alcohol que atolondradamente ingieren. Esto, que parece una bendición divina, es también una maldición. Pues la falta de moderación ante la gratuidad espirituosa es la verdadera enfermedad del DJ, mucho más común y mucho peor que el carpal tunnel syndrome que padecen los turntablistas. Por eso les recomiendo que no hagan el agonías con la bebida o acabarán por los suelos, perdiendo discos, metiéndolos todos en las carátulas equivocadas, cortando canciones a medias, derramando el contenido de botellas y quemando a gente con su desmadrada sucesión de pitillos encadenados. Rectifico: Intenten minimizar esa ansia. Lo que acabo de relatar va a pasarles igual tarde o temprano. De lo que se trata aquí, pues, es de reducir los famosos efectos destructivos de la situación There’s a drunken DJ in the house, también llamada (Pol Malone dixit) Last night a DJ wrecked my house.

mainstream; no pongan Aretha Franklin si están pinchando soul, ni el You really got me si están pinchando 60’s, etc. Para hacer cosas así ya está Radio 80, o un jukebox, o el peinado-con-patas del punto anterior. Mezclen también estilos a placer, y cambien de tempo de vez en cuando, sin recalar durante demasiado rato continuado en el trunkatrunkatrunka a 100ph ni el midtempo. Y, sobretodo, que la música que pongan sea: D.4) Bailonga: Más o menos. Quiero decir: no pongan baladas ni deprimente rock semi-gótico ni música ambiental. No pongan fuzz-freakouts de seis minutos de grupos de Seattle, por buenos que sean. Aunque Tuxedomoon sean gigantes, no son pinchables. Aunque Colleen sea una genio, sus canciones son narcóticas y parece que vayan a la velocidad incorrecta. Esto no tiene nada que ver con la calidad de las canciones; el deep soul, que es la música más hermosa que existe, la mayoría de las veces es inpinchable. Y no pasa nada; se escucha en casa felizmente. Una sesión debe ser relativamente energética, cantable a pesar de su dislocación, danzable a pesar de su extrañeza. Y una cosa más: La soledad del DJ de fondo es uno de los atributos colaterales más bonitos que posee este arte. Esa soledad, el estar acompañado tan sólo por las canciones de nuestra vida sin que haga falta nada más en el mundo, metidos en aquel acuario, tratando de ordenar un universo emocional en caos a base de música exultante... Eso es hermoso. Y el ir y regresar del club, bolsa en hombro, aquella sensación inexplicable de autonomía, de ser un pionero, un explorador, un viajero. Valen la pena por sí mismos, se lo juro. Pinchar con colectivo o a cuatro manos es, sin embargo, otra experiencia gratificante. Interactuar con otro par de manos, o unir esfuerzos en una progresión de sesiones igualmente inspiradoras, si bien distintas, puede ser altamente satisfactorio. Sólo dos puntualizaciones:

E. CONNOISSEURS Y AFICIONADOS

Un binomio la mar de simple, pero que conviene explicar antes de dejarles. El connoisseur es aquel para el cual los discos y el conocimiento (emocional, técnico e histórico) de ellos es una –si no la mayor- prioridad de su vida. Esto es así de sencillo. El connoisseur vive para los discos, y lo ha hecho toda la vida, y nada se puede comparar a la redención, promesa, felicidad, alivio, que éstos le prometen. Críticos musicales con colecciones de 500 CDs (regalados todos), gente a la que “le gusta la música”, cualquier persona que diga que algo es “pop-rock”, no son connoisseurs. Son otra cosa, y decimos esto sin afán de insultar. Connoisseurs somos nosotros, y bastante complicado y dañino es a veces llevar esta cruz para tener luego que soportar a auténticos advenedizos reclamando para ellos la Corona de Conocedor. No, no, no. Por otro lado, lo hermoso de los discos es que pueden gustarle a todo el mundo. Que cualquier humano puede encontrar en ellos pasiones e inspiraciones (y bailoteos desenfrenados) que no encontraría en otros lugares y artes. Esta gente, la gente que disfruta con algunas canciones pero no siente la obligación de saberlo todo, que bailan en clubs o mueven la cabeza cuando pinchamos pero no tienen el impulso de salir corriendo (tirando el taburete y la bebida y empujando a todo bicho viviente en el proceso) para preguntar qué canción está sonando… Esto son los aficionados. Muchos de los que leen este artículo lo son, y bien orgullosos. Con razón. Pues la simbiosis connoisseurs-aficionados es indispensable para el equilibrio del planeta. Cuando solo hay connoisseurs, las pinchadas y fiestas se convierten en la Central de los Nerds, con decenas de tíos feos intercambiando notitas. Cuando solo hay aficionados, la música es una basura. No debe haber conflicto entre ambos sectores, porque unos se necesitan a otros. Paz, hermanos. El único conflicto reside en cuando un aficionado tiene ínfulas de conocedor. Seguro que lo han visto alguna vez, especialmente en críticos, redactores de revistas de tendencias y gente que no les conoce de nada y no sabe a lo que se enfrenta. Pero, a estas alturas, y después de todo lo que les he contado, ya deberían saber como poner a este tipo de individuos en su lugar, ¿no? ★

1) No pinchen a cuatro manos con alguien de quien no conozcan al dedillo su colección de discos. Este método de pinchar sólo puede hacerse con almas gemelas. Si lo prueban con alguien que no lo sea van a acabar escuchando a los Chameleons, y encima pinchados tras su estupenda canción de The Zebras. Y, lo que es mucho peor, cuando suene esa porquería y todo el mundo mire a la cabina, muchos van a asumir que la han puesto ustedes. Eviten esta humillación y nunca compartan cabina con alguien que tiene discos de mierda. No vale la pena, y van a acabar a puñetazos. 2) Tengan siempre a un abstemio o a un control freak en su colectivo. Es el que cronometrará los tiempos de cada uno, establecerá los órdenes de pinchaje y la logística. Cuando todos los pinchadiscos son unos borrachos –algo que suele suceder a menudo- la cosa acaba en sindiós. El que cree que ha pinchado menos que los demás, el que quiere hacer el último set sin que le toque, el que no se acuerda de que efectivamente ha pinchado hace tan sólo media hora, el que se ha caído del escenario y fracturado una vértebra lumbar... Lidiar con todo esto es una brasa, pero a alguien le toca hacerlo. En el caso personal del colectivo de quien esto escribe, HUNGRY BEAT, la persona escogida es el pulcro y educado Miguel López. Un tesoro, aunque en las noches de autos nos caguemos en su estampa. Por cierto, cuando más arriba decía lo de que cuando uno pincha no necesita nada más en el mundo... Bien: era mentira. Hacen falta cosas. Bebida a mansalva, sin ir más lejos. Y cigarrillos, si esa es su particular debilidad. Fumar for england, beber como un energúmeno, poner canción brillante tras canción

Nota: Todas las ilustraciones que decoran este artículo pertenecen al libro de Fantagraphics The cat on a hot thin groove, que recopila el trabajo del ilustrador Gene Deitch para la revista de jazz Record Changer de 1945 al 51.

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HUNGRY BEAT es un colectivo de señores que tienen muchos discos, y que disfrutan pinchándolos en lugares públicos desde el año 2004. No es un colectivo de discjockeys, al menos no en su acepción actual de gilipollas-con-peinado-absurdo-y-dos-CD’s. HUNGRY BEAT es un colectivo que pincha discos raros y excepcionalmente buenos, y los pincha en vinilo; esto, además de por razones obvias –suenan mejor, es más divertido ponerlos- obedece a que ese es el formato en el que los discos que ponemos salieron a la calle. Discos que tenemos físicamente, por supuesto. HUNGRY BEAT es un colectivo de rastreadores de discos y de bibliotecarios del conocimiento sónico; en HUNGRY BEAT se celebra el contexto, el formato, el sonido, incluso las portadas. En HUNGRY BEAT no se ponen ni CDs quemados ni MP3, porque está feo. Aunque es posible ver alguna sesión de HUNGRY BEAT en ocasionales clubes establecidos, esto es raro; HUNGRY BEAT favorece el casal, el ateneu y el bar como puntos de encuentro y celebración, tanto por razones políticas como por autonomía, libertad de pinchaje y menor desembolso económico de sus fans. HUNGRY BEAT son Miguel López, José González, Jordi Geli, Uri Amat y Kiko Amat. En HUNGRY BEAT se pincha mucho y muy variopinto, sin concesiones: De psychobilly a indie pop ignoto, de freakbeat a hardcore, de northern soul a mod revival, de DIY punk a skinhead reggae. HUNGRY BEAT están disponibles para fiestas infantiles, bodas y festines de celebración tras haber tomado el Palacio de Invierno. Contactar con HUNGRY BEAT en laescuelamoderna@hotmail.com


U N A

E N T R E V I S T A

C O N

«MÁS ALLÁ DEL BIEN QUE DEL MAL»

“Calabaza, se acaba un nuevo día y como todas las tardes, quiero despedirme de ti. Quiero despedirme y darte las gracias por seguir aquí con nosotros. Tú que podías estar en la mesa de los ricos y los poderosos, has elegido el humilde bancal de un pobre viejo para dar ejemplo al mundo. Yo no puedo olvidar que en los momentos más difíciles de mi vida –cuando mi hermana se quedó preñada del negro, o cuando me caparon el hurón a mala leche– sólo tú prestabas oídos a mis quejas e iluminabas mi camino. Calabaza, yo te llevo en el corazón” Amanece que no es poco de José Luis Cuerda

por Uri Amat

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P

arece increíble que éste sea ya el quinto número de LA ESCUELA MODERNA y la que estás empezando a leer ahora sea la primera entrevista que publicamos. Supongo que algún psiquiatra freudiano diría que esto no es porque sí, que hay una razón para ello. Y probablemente estaría en lo cierto. Será que un buen día decidimos que ya había suficientes medios dedicados en cuerpo y alma a las reseñas de discos y entrevistas a grupos musicales que, en muchos de los casos, no tienen NADA que decir. No queríamos que LA ESCUELA MODERNA fuera un fanzine musical al uso, ni repetir todas esas tópicas secciones que estos parecen obligados a tener, sólo para llenar páginas. Pero, bien pensado, eso no es una razón para no hacer entrevistas, sino para intentar hacerlas mejor. Por tanto, e inaugurando esta nueva etapa de LA ESCUELA MODERNA –LA ESCUELA MODERNA CON ENTREVISTAS–, hemos querido escoger a alguien al que admiráramos y que, muy importante, tuviera cosas interesantes que decir. Que nosotros hayamos acertado con las preguntas ya es otra cuestión. Ese alguien es Julián Lacalle, de la editorial Pepitas de Calabaza que, a nuestro humilde parecer, no es sólo una de las mejores editoriales de la península sino que además comparte muchas cosas con LA ESCUELA MODERNA: una actitud, una manera de ver las cosas, los mismos referentes… De hecho muchos de sus libros han inspirado directamente múltiples artículos en este fanzine (el de los Luditas, sin ir más lejos, que está inspirado y bebe directamente de un libro de Christian Ferrer publicado por Pepitas o el de Alexander M. Jacob y los Trabajadores de la Noche, en este mismo número) y de rebote han influido en nuestras vidas. No creo que nadie con un cerebro y un corazón sea el mismo que antes después de leer El Anarquismo Individualista o Cómo Vivimos y Cómo Podríamos Vivir. Nos gusta Pepitas de Calabaza por varios motivos. Uno: porque hace unos libros pequeñitos y bonitos que dan ganas de tenerlos todos. Dos: porque lo que contienen tales libros es pura inspiración. Y esa inspiración viene de las reediciones de viejos libros anarquistas o libre-pensadores ya olvidados (Emile Armand o William Morris) que aún tienen la misma validez después de casi un siglo. O de los lúcidos análisis de esta sociedad que nos asfixia y que nos va a matar de miseria y aburrimiento (Os Cangaceiros, Miguel Amorós, el Grupo Surrealista de Madrid, Christian Ferrer, Alèssi Dell’Umbria,…), pasando por el resto de libros publicados cuyos temas van desde las memorias menos tópicas sobre la guerra civil, mucho Situacionismo, algo de Surrealismo, Dadá, muchísima Patafísica, y muchos libros inclasificables más. Y, por último, Tres: por sus campañas agit-prop que resumen en un solo slogan toda la filosofía de la editorial. Un ejemplo serían las pegatinas y posters de “¡¡Me cago en todo lo que estudiao!!”, que en una certera frase nos recuerdan por qué hay que seguir desaprendiendo día a día toda la propaganda que la tecnocracía nos metió en la cabeza de manera (in)disimulada en su momento. Y ya, lo dejo aquí. Seguidamente la primera entrevista de LA ESCUELA MODERNA de la historia. Espero que valga la pena. >>

¿Qué es el Proyecto Oxígeno y que relación tiene con la editorial Pepitas? ¿Sois la misma gente, compartís algún miembro o sencillamente colaboráis de alguna manera?

¿Cómo empezó Pepitas de Calabaza? ¿Cuándo fue el momento en que os dijisteis: “Tenemos que montar una editorial”? La verdad, es difícil de saber. Debe de ser algo que va en el ADN, o algo así. Tengo un amigo que lleva años haciendo una investigación sobre qué es lo que impulsa a determinados seres a editar libros, y no tengo claro que haya avanzado mucho en sus conclusiones.

Oxígeno es un grupo de chavales, bien majos por cierto, que impulsan una distribuidora de libros y de música; acercan a Logroño ese tipo de “materiales culturales” que son difíciles de encontrar. Al mismo tiempo distribuyen fuera de Logroño esos mismos materiales de producción local. A la vez gestionan un espacio que es en esencia un punto de encuentro en donde, en ocasiones, se realizan actividades que podríamos denominar “socio-culturales”. Todo hay que decirlo: no pasa mucha gente por el local, a pesar de estar abierto bastante regularmente; y digo esto porque estoy agotado del soniquete que cíclicamente habla de la necesidad de una okupación para no se qué fines culturales, en Logroño no faltan locales: faltan iniciativas reales. ¡Qué bonito y qué cómodo es tener un fin supremo y un enemigo gigante para espantar la responsabilidad de cada uno! Ser un militante es una cosa muy relajada (a pesar del estrés): no hace falta ni pensar ni nada parecido. Pepitas y Oxígeno tenemos un miembro de enlace: nuestra queridísima secretaria a media jornada Maria Dolores Pititaca, que trabaja de bombero en verano y haciendo riquísimas galletitas en invierno. Últimamente la actividad que más nos une con Oxígeno es ir a cenar a locales con hermosas camareras a las que piropear, pero a las que al final nunca les decimos nada. Una advertencia: no os dejéis engañar por el nombre, que no hace referencia a nada ecológico y limpio ni nada de eso. Se llaman Oxígeno, simple y llanamente, porque viven del aire. Años me ha costado descubrir toda la verdad que aquí muestro...

¿Por qué “Pepitas de calabaza”? ¿No es un nombre un poco raro para una editorial? Bautizar a un hijo nunca es fácil. En la época de la gestación sentíamos una gran devoción por Faulkner, perdón por Amanece que no es poco y, hablando con el amigo Javier (cuando aún éramos productores de humo blanco) surgió el nombre. Después hubo un tiempo en el que nos rondaban las dudas y pensamos en cambiar el nombre, el candidato que más posibilidades tenía para sustituir a Pepitas de calabaza era “Club de fans del hijo de Juanita Guerrricabeitia”. Pero al final, seguramente por el peso de la rutina, se quedó como estaba. Y nos ahorramos otro bautizo. Creo no haber leído por ahí nada de información sobre quién está detrás de vuestra editorial. Puedo imaginar qué tipo de gente sois por los libros que sacáis y por el estupendo material promocional que me mandásteis (“Me cago en to lo que estudiao”). Si se puede saber, ¿es Pepitas un colectivo, el proyecto de una sola persona o el producto de una sociedad secreta en la clandestinidad? Es una sociedad secreta, pero pública (para no llamar la atención) con una cabeza visible, pero sólo de cerca. Y más allá, es un estado de ánimo, una red y un camino en el que entretenerse. Todo esto combinado genera un riquísimo punto de encuentro; un gozoso foco de discusión e intercambio; una de tantas “internacionales del mal” que algún día confluirán en algo más amplio y rico; y si no es así pues nada, todos a casa: y que nos quiten lo bailao...

Yo me siento muy frustrado por perder 8 horas al día haciendo cosas que quizás no haría si no dependiera mi supervivencia de ello, así que es como una especie de obsesión que tengo el saber cómo se lo monta la gente que vive (o sobrevive) sin ejercer la prostitución que supone el trabajo asalariado. ¿Es éste vuestro caso? ¿Es Pepitas vuestro sustento vital o trabajáis de otras cosas? Si es así, cómo compagináis las dos cosas.

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Otra cosa es que para cada uno hay un momento clave. Aunque es verdad que empezamos a tener cierto favoritismo por los que menos suerte han tenido a la hora de encontrar lectores. Esto debe de ser el amor especial que se profesa al hijo que anda un poco retrasado, pero en el que confías en que tarde o temprano levantará el vuelo y se valdrá por sí mismo.

Cierto: nosotros también íbamos para aristócratas, pero no parece que de momento nos vayan a dar el título. La gran mayoría de la gente vivimos en las condiciones que tú describes, no eres el único. Ahí está uno de los triunfos de la dictadura del valor: ha conseguido hacer agachar la cabeza a gentes de toda condición. Si uno piensa -por poner un ejemplo de lo más mítico- en los ladrones verá claramente que ellos sufren como nadie las condiciones de explotación y la precariedad en el trabajo aunque no hablen de ello. Bien es cierto que hay muchos niveles de prostitución, pero prostitución al fin y al cabo; siempre está ese punto sobre la mesa. Lo ideal es caminar hacia una sociedad del intercambio -que parece ser es lo que fundamenta la humanidad- pero en unas condiciones de igualdad y de gusto por lo que se hace. Los que trabajamos a diario en Pepitas no cobramos ni una cala. Pero que nadie piense que nos dedicamos a esto por ningún tipo de filantropía sofisticada. Es una cuestión simple y llanamente de que no queremos convertir algo que nos divierte y estimula en unas bonitas cadenas. Por lo demás para ganarnos la vida, en mi caso trabajo de grafista. Aunque espero que se me muera algún tío-abuelo rico y que me deje la herencia, claro. El único problema es que no tengo ninguno.

Vuestros libros destacan de entre toda la miríada de editoriales críticas con el sistema o de orientación libertaria por su cuidadísima edición, tanto de diseño, como en maquetación, papel, formato, acabados finales, etc. De hecho algunas de ellas sacan unos libros al mercado interesantísimos pero de edición bastante menos cuidada, y no me refiero sólo a los acabados, que comportan más desembolse de dinero, sino a portadas feas, maquetación descuidada, incluso múltiples erratas y faltas de ortografías en algunos de los casos. ¿Fue éste un factor que tuvisteis muy en cuenta a la hora de empezar Pepitas o es que sencillamente “os sale así”? William Morris es una persona que ha influido mucho en nuestra manera de ver el mundo. En algunos casos sus teorías y puntos de vista no han sido “superados” (o mejorados, como prefieras). Si has leído a este grandioso barbudo entenderás de sobra nuestro modo de proceder. Además cuesta casi lo mismo hacer las cosas bien que mal. Ojo que no quiero decir que hagamos las cosas bien, que tenemos que mejorar mucho, pero lo que está claro es que a lo que hacemos le ponemos todas las ganas del mundo.

En Pepitas parece haber una línea editorial totalmente política a la vez que súper-variada. Habéis editado desde clásicos del pensamiento anarquista-libertario-socialista utópico, pasando por situacionismo, surrealismo, dadaísmo, patafísica, mordientes críticas del sistema actual en el que vivimos pasando por reediciones de autores desconocidos aquí, más algunas cosas más personales. ¿Tenéis algún criterio especial a la hora de seleccionar lo que va a ser publicado o sencillamente todo lo que os gusta tiene cabida en Pepitas?

Cuando busco libros en las librerías normalmente miro el lomo, me fijo en el logo de la editorial y de las que me gustan ya me pongo a mirar el autor o el título. Los de Pepitas suelen destacar porque son pequeñitos, de papel mate y/o rugoso y por ese logo tan extraño. ¿Qué se supone que es esa maquinita que usáis como logo? ¿Es algún tipo de sacacorchos pre-industrial?

La línea política es clara: destruir la política y todo lo que la recuerde. Y como criterio no hay ninguno escrito, ni razonado. Sólo publicar los libros que nos gustan (y que nos gustaría que leyera más gente) y que aporten combustible al desarrollo del pensamiento crítico; pero sin corsés de ningún tipo. ¿Cuales son vuestros libros favoritos de entre todos los que habéis editado?

No es nada de eso, el logo que aparece en el lomo de los libros responde a una broma que hacíamos con una librería local (es un viejo artefacto para embutir chorizo). Pero esto me sugiere una buena idea: hace falta un sacacorchos industrial de bolsillo, que creo que todavía no existe.

Todos. Claro está que cada uno responde a diferentes cuestiones, diferentes momentos del debate y diferentes estados de ánimo.

Por lo cuidado de vuestros libros y algunos de los enlaces de vuestra web (1001 Fonts, la mítica Stealworks de John Yates,

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que lo de la suscripción se basa en que alguien que disfrute de uno de vuestros libros puede hacerlo con cualquiera de ellos?

etc.) imagino que entre vosotros hay algún diseñador gráfico. Ahora que todo el mundo lleva gafas de pasta y es diseñador, ¿creéis que queda algún rastro de honestidad en un oficio que, aunque básicamente sirve (como dice Yates) “para que las cosas tengan mejor pinta”), se ha convertido en una herramienta para hacer que la gente consuma productos o comodidades que no necesita, o peor, para hacer que crean que detrás de un logo corporativo hay una especie de estilo de vida?

Aunque sin pensarlo demasiado, creímos que habría gente a la que le interesaba lo que hacíamos, y que gustosamente leerían todas nuestras publicaciones. Y poco a poco, así va ocurriendo. Yo hago un fanzine por ordenador y trabajo 8 horas como maquetador, también por ordenador. Pero soy bastante anti-progreso tecnológico. Vosotros habéis editado bastantes libros en los que se defiende a los luditas pero supongo que todo lo maquetáis/diseñáis por medio de ordenadores. ¿Os crea eso, como a mí, algún cargo de conciencia? ¿Qué pensáis del progreso tecnológico? ¿Creéis que es lícito que uno se cague en el progreso y al mismo tiempo use coches, ordenadores, etc.? (Y ya sé que es una pregunta retórica, pero me gustaría saber vuestra opinión para quedarme más tranquilo… Mi opinión, si os interesa es que “Sí, es lícito”).

Para contestarte a esta pregunta me viene que ni al pelo la canción de Jorge Martínez (Ilegales) en la que dice aquello de “si tu estudias diseño, yo fontanero nuclear”. No queda nada de honestidad en esa profesión, solo tienes que ver el producto de su trabajo. Toda su dedicación es dotar de fetichismo a la mercancía. Pocas son las vocaciones salvables dentro de la profesión. Por otro lado –y esto es extensible a la mayoría de los productores del mundo de la imagen- creo que viven de un glamour que no tienen, y lo tienen que fabricar para contentarse a sí mismos y poderse mirar al espejo cada mañana. Si conoces en qué consiste el trabajo de la mayoría de los seres de esta especie, no puedes nada más que reírte cuando los ves hacerse los interesantes. Por otro lado, cada vez que entro en un recinto cerrado y veo más de tres gafas de pasta juntas, me entran unos retortijones... que me hacen salir corriendo.

No creo que sea una cuestión de licitud. Aunque no me es ajeno el esquizofrénico debate entre el odio al mundo en que vivimos y el soportarlo sin ser un eremita (además los eremitas viven bajo las mismas condiciones que los no-eremitas). El debate sobre la tecnología es complicado y amplio, pero en ciertos aspectos es muy sencillo: no podemos permitir (o como mínimo lo hemos de denunciar) que la tecnología se autonomice, y que sirva simplemente a los intereses de una economía ya autónoma (sin contacto real con las necesidades, sólo en relación con la reproducción del capital) y más allá de esto no podemos permitir que lo que realmente se convierta en una máquina sea el hombre. Creo que realmente éste es el problema, no otro: no somos máquinas al servicio de ningún fin supremo (ni dios, ni la patria, ni la producción, ni el dinero, ni el consumo, ni el progreso, ni...).1 El hombre ha hecho uso de la tecnología desde que es hombre (o eso parece), lo que no puede ser es que se inviertan los términos, como está sucediendo, y que sea el hombre el que es usado por la tecnología. La cuestión ahora es si la tecnología es una herramienta o un fin en sí mismo, y si la función para la que sirve es necesaria o responde simplemente a la reproducción de capitales, con el consiguiente coste de alienación humana. Lo que está claro es que la vieja idea (la cual los anarquistas no dejaron de atizar) de que las máquinas nos ahorrarían trabajo ha resultado ser mera propaganda: como era de esperar el desarrollo

Ahora que soy mayor de 30 años me ha sucedido algo que creía que nunca me pasaría: me empieza a hacer mucha más ilusión comprar libros que discos (salvo en algunos casos). Creo que con Pepitas habéis conseguido que “coleccione” vuestros libros y que espere vuestros nuevos libros con unas ganas como sólo hacía con algunas discográficas de cuyo criterio me fío mucho. ¿Sois conscientes de que vuestros libros pueden provocar este tipo de adicción/admiración? Somos unos inconscientes patológicos, la verdad. En Pepitas habéis inaugurado una manera (a mi parecer) un poco novedosa de intentar cuadrar los números como son las suscripciones, que normalmente suele ser el medio de mantenerse de revistas y/o periódicos. Literalmente decís en vuestra web que “Una editorial de estas características sólo puede mantenerse con el apoyo de distintas y dispersas voluntades que garanticen así su continuidad, hasta que nos hartemos, ni más ni menos.” En la misma onda: ¿creéis

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¿Somos la tribu de los que dicen ni?


Además luego vas a hacer el recado en cuestión, ves a los amigos, te emborrachas y ya se te olvida a qué ibas, y te pasas una semana mareándola, lo cual es fantástico. Problema solucionado. Logroño es el sitio en que nos parieron y de momento, salvo las temporadas en que emigramos a otras ciudades, es el sitio que nos ha tocado en suerte. No es ni mejor ni peor, partiendo de la base de que no hay dónde huir, y que allá donde vayas te llevarás contigo lo que eres. Por otro lado, Logroño es una puta mierda de ciudad. No hay duda. Y gran parte de sus habitantes son aldeanos pagados de si mismos que no ven más allá del corcho de la botella de vino que acaban de abrir. Pero sin embargo, hay un buen puñado de personas por las cuales realmente es una gozada vivir aquí. Gente que te alegra el día con solo tropezártela por la calle. Además Logroño, como todas las ciudades pequeñas, tiene una cosa muy positiva, y es que estás más cerca de gente con puntos de vista muy variados, en otras palabras, en las ciudades grandes es fácil encajonarte en un guetto y esto nubla mucho la visión de las cosas.

tecnológico no ha servido nada más que para incrementar la producción y generar nuevas necesidades del todo estériles. Toda esta discusión puede ser muy larga y tener muchos matices y ramificaciones (la sensibilidad atacada por la tecnología, la neutralidad de la técnica, las tecnologías positivas y negativas, etc.), pero en esencia creo que la idea estriba en lo expuesto. Lo que ocurre es que algunas ideologías como el primitivismo han llevado el debate a donde nunca tendría que haberse asomado: a una cuestión religiosa absurda, con sus sentimientos de culpa, sus códigos de conducta y cosas por el estilo. Es sorprendente que discursos que no valen nada (salvo en el plano cómico) calen en la gente enturbiando debates realmente interesantes y necesarios. Por lo demás, todavía no conozco a ningún crítico de la tecnología que no haga uso de ella. Insisto: a ninguno. Con el centralismo imperante en esta península a veces da la impresión que todo se haga desde Madrid o Barcelona. Es reconfortante ver una editorial como la vuestra con sede en una ciudad como Logroño ¿Os supone un problema no vivir en una ciudad más grande o, por el contrario, es una ventaja?

Y para acabar: se ve claramente que tenéis muchas luces, pero ¿de verdad “tenéis menos proyección que un Cinexín”?

Hombre, para algunas cosas es un problema, y siempre tenemos que andar con la cantinela de “tengo que bajar a Madrid a...”, “tengo que ir a Barcelona a...” lo cual siempre es un engorro.

Un xiste

La verdad, no lo sé. ★

per Roger

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¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

por Carlos Alonso

Una exageración

Simultáneamente, mi mujer demuestra a una señora cuya lamentable historia personal la ha llevado a ser Subencargada de Seguridad Aeroportuaria que los fluidos que llevamos son alimentos infantiles y no cloratita mezclada con sodio en una proporción de tres partes a una. La leche en polvo no es heroína, queda demostrado. El puré de plátano y manzana no es pasta base para la elaboración de blanca pura. Ajá, ajá, dice la Subencargada de Seguridad Aeroportuaria mientras imagino que la lámpara se desprende y cae sobre su cabeza. “Muere cerda”, susurro. ¿Qué? Dice mi mujer. Nada, cariño.

La exageración es, con frecuencia, la mejor manera de explicar el presente. Una viñeta de Miguel Brieva muestra una sala de espera en un aeropuerto con una larga cola de pasajeros desnudos y con una bolsa en la cabeza. Se les convoca con la siguiente llamada: “sospechosos con destino Bangkok pueden embarcar por la puerta…”. El gag se entiende de inmediato. Quienes hemos viajado con asiduidad sabemos de qué se trata. Nuestra sonrisa demuestra que comprendemos. Vaya si comprendemos. Pero dejemos las explicaciones para el final y vayamos a la actualidad más inmediata. De este modo comprendamos la magnitud de una verdadera exageración.

París

Barcelona

En París la cosa no mejora. De hecho, empeora. Empeora mucho. No nos dejan bajar del avión. Dos gendarmes aguardan en el otro extremo del finger y hacen que la cola se extienda a los pasillos del avión. De nuevo, quieren comprobar que Carlos Alonso es Carlos Alonso y no Sayid Ben Hamed, de Fatah Al Islam. También quieren cerciorarse que mi intención no es dinamitar un Airbus 340 en pleno vuelo mientras recito una fatwa contra la miseria moral de occidente. Para ello me miran de arriba abajo y en un castellano de vergüenza ajena, tantean mi circunstancia: ¿es su hegmana? Pregunta el gendarme tonto acerca de mi hija. ¿Viajan guntos? Sí, señor. Me abstengo de matizar que hasta donde sé, un niño de 18 meses a duras penas chapurrea cien palabras y no emprende por sí mismo vuelos intercontinentales… La cola nos lleva aproximadamente tres cuartos de hora, por lo que toca correr para no quedarse en París. A continuación, se repite el consabido proceso dos veces más: monedas, chicle, reloj, tabaco, cinturón, empastes y placa. Y nuevamente pip. Minidetector, pip, pip, y argollas de los zapatos. Luego, pasaporte. Carlos Alonso es Carlos Alonso. Confirmado. Puede pasar. Antes de entrar en el avión, aunque parezca mentira, se repite todo de nuevo. Otra maldita vez. Cuando alcanzamos el interior del 747 en donde permaneceremos como encurtidos unas 400 personas durante nueve horas, me han asaltado unas ganas formidables de aprender árabe para recitar fatwas contra la imbecilidad securitaria. Y me pregunto si de una crema de verduras mezclada con un colado de plátano podría obtener una mezcla combustible. Salimos de París, nuestro segundo vuelo, y hago el recuento: he pasado seis detectores de metales y ocho controles de seguridad. He enseñado el pasaporte doce veces. Todo el mundo ha quedado bastante convencido de que Carlos Alonso es, a su pesar, Carlos Alonso. De forma clara e innegable. Unos días más tarde me entero de que, a esa misma hora, mis inocentes progenitores habían sido detenidos en el aeropuerto de Los Angeles y que mi santa madre fue interrogada durante dos horas por tres zotes agentes de seguridad que pretendían estar tratando con una falsificadora internacional de tarjetas de crédito. Por supuesto, les pregunto por la paranoia de los controles y los detectores. Contestan que allí aún peor. Se descalzaron todas las veces.

La actualidad más inmediata, por ejemplo, es aquella en la que quien escribe esto acaba de regresar de un vuelo internacional Barcelona-Caracas via París. Lo primero sucede en la misma Barcelona, donde tras esperar una hora y media en una cola desestructurada –ríanse de los canalones de Santi Santamaria- para facturar, le hacen a uno quitarse el cinturón, desprenderse de un paquete de chicles (cuando llevan forro de papel de aluminio también suenan), las monedas, el reloj, los piercings y, casi casi, los empastes y la plaquita del menisco. Por lo que veo, las aventureras que llevan tacones y los macarras que usan camperas deben descalzarse y exhibir los huecos en sus calcetines, como Wolfowitz. Acto seguido pasa uno el detector de terroristas con los ojos bien abiertos, no sea que quede algún miligramo de alguna aleación ferruginosa en el largo de su atuendo. Y pip, sí, siempre pip, así sea por las diminutas arandelas en los zapatos que dejan pasar los cordones. Así que otro encargado de seguridad pasa un minidetector por todo tu cuerpo y te cachea el interior de los muslos. Hmmm. Una vez los de facturación han comprobado que Carlos Alonso, efectivamente, es el portador y titular del billete y el pasaporte que llevan su mismo nombre, que se llama Carlos Alonso como él mismo asegura y que, además, la imagen de la foto coincide de forma muy fiel con el lamentable jeto que luce Carlos Alonso a las seis de la mañana, otro policía le reclama la tarjeta de embarque y el pasaporte. Adentro, policías que no se fían de los policías que ya me han revisado vuelven a solicitar pasaportes y tarjetas de embarque. Me miran con cara de a-mí-no-me-la-cuelas, pero no tengo nada que colarles. Son las seis de la mañana y llevo a una niña en brazos. De todos modos, si cualquiera quisiera colársela, se la colaría bien colada, pues no son necios ni nada los muy cerdos. Más adelante, en la puerta de embarque, un nuevo arco detector de metales y otra vez el mismo proceso: monedas, chicle, reloj, tabaco, cinturón, empastes y placa. Y nuevamente pip. Minidetector, pip, pip, y argollas de los zapatos. También otra vez, Carlos Alonso demuestra que, efectivamente y sin el menor rastro de dudas, es Carlos Alonso en todo su volumen y conciencia, y que además tiene una tarjeta de embarque para viajar hasta París, hacia donde se dirige con absoluta determinación.

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¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

debe mostrar en todo momento que posee el control, que está al mando. Como el patriarca de un clan. Como Shawari, un chimpancé macho que vive en el zoo de San Diego. En ese sentido, la política securitaria es una formidable expresión de autoafirmación. Significa: estoy aquí, conozco el problema y hago algo al respecto (huelga decir que algo inútil). Es el golpe en el pecho de Shawari. En segundo lugar, los ataques al Estado –sus infraestructuras, sus puestos de mando- son tomados por las élites como oportunidades perfectas para el refuerzo del control. Ello explica porqué los famosos “onces” y demás acrósticos representaron auténticos “desafíos” para los fabricantes de opinión pública (recuerden los titulares “No podrán con nosotros”, “Aplastadlos!” o, “Dos años después, Madrid no olvida”). Estaban construyéndose una realidad conveniente. Finalmente, esta propensión a extender tentáculos y crecer frente a la adversidad se produce durante la retirada del Estado en su mayor frente, el económico-social, lo cual ayuda a que toda su reacción deba circunscribirse a lo securitario. Más policía, más identificación y más cacheo. Más pasma, en definitiva. Pese a toda esta circunstancia, no hay ninguna explicación histórica plenamente satisfactoria. Antes del 11S la escalada securitaria y la paranoia del control ya existía. El 11S sólo aceleró el proceso de totalización paranoica. Llevamos siglos inmersos en esta mierda, y nunca ha habido Estado alguno sin demencia policíaca. No podemos ser tan ingenuos de creer que esto ha llegado de repente, después del día 32 del mes 16 a las 9:15 de la mañana. Mike Davis se pronuncia también en este sentido: que todo esto no es nada nuevo. Sin embargo, y como todos nosotros, sí encuentra pujante la gravedad de la situación: “Indiscutiblemente, hay también una importante dimensión, quizás efímera, de la histeria de toda la vida. Cuando el alcalde de Chicago tiene que asegurar por televisión a la ciudadanía que un pegote de guacamole sobre una acera no es ninguna variedad andromedana letal, entonces estamos de nuevo en el ámbito de los pánicos familiares al estilo de los marcianos radiados por Wells en Nueva Jersey o del «bombardeo» japonés de Los Ángeles en el período inmediatamente posterior a Pearl Harbour. Pero cuando la histeria se apague, es probable que lo siniestro persista, tal y como explica Gampel, «no [como] síntoma, comportamiento u organización neurótica», sino como «experiencia vivida»: un presentimiento permanente acerca del espacio urbano como Ground Zero potencial”. Y lo único que nos queda, en el último apartado, es evidenciar lo imbécil de la teoría que justifica esta completa exageración securitaria.

El aeropuerto como exageración Como dije al inicio del texto, la exageración es una de las mejores fórmulas para el entendimiento de una situación, y el aeropuerto es, sin lugar a dudas, el lugar en donde la paranoia securitaria se muestra en toda su grandeza. Un aeropuerto es, en lo que se refiere a control, una verdadera exageración. Elefantiasis del sistema de dominación. Descubrir la fórmula aeroportuaria es entrar de lleno en los nuevos modelos de organización social que se nos han impuesto. Si entendemos bien un nodo aeroportuario podemos trasladar su sistema al exterior, a nuestras nuevas ciudades donde sólo se transita entre comercios y cámaras de vigilancia. Un aeropuerto: un espacio policial, filmado, aséptico, cuyas gentes permanecen confinadas y esperando. Las únicas actividades que se despliegan son el consumo y el trasteo de gadgets electrónicos. Como se ve, el espacio urbano que reconocemos es cada vez más parecido al espacio aeroportuario. De ahí que la antropología moderna haya quedado ensimismada con el auge de los No Lugares. La comparación Ciudad-Aeropuerto es sumamente explicativa. Algunos sostienen que si se traslada el modelo ciudad a un espacio cerrado que lo que nos queda es un aeropuerto. Yo digo que no, que el traslado es en sentido inverso. Los aeropuertos poseían estos rasgos desde antes que las ciudades y los aeropuertos son, en lo que a seguridad y control se refiere (dominación, en definitiva), verdaderos laboratorios sociales. Además, la sensación de anonimato, otro rasgo distintivo de los aeropuertos, (sensación, insisto, pues se revisa veinte veces tu identidad) y la ausencia de vínculos sociales, ha devenido rasgo esencial de nuestras modernas ciudades. En un Aeropuerto no se vive, se está de paso, se circula. Y también esta forma se traslada con urgencia a la ciudad. El aeropuerto es la exageración de nuestro modelo de organización social, y hacia él tendemos.

Qué ha sucedido Vale la pena detenerse y pensar qué demonios ha sucedido para que en apenas diez años, los Estados del Planeta Tierra se hayan dispuesto de esta forma agresiva entorno a la movilidad de personitas. El trato que recibimos en nuestros traslados es una verdadera humillación. Es la escenificación del poder, la desconfianza y la paranoia. Vivimos bajo estados dementes y muertos de miedo. La explicación fácil nos llevaría a una contextualización histórica inmediata: el 11S, el 11M, el 15O y otros acrósticos que ya no recuerdo. Pero eso sería como justificar una mala conducta generalizada por una agresión infantil. Es, sin lugar a dudas, un victimismo de lo más desproporcionado y absurdo. Y detesto las explicaciones que sicologizan a toda la sociedad como si se tratase de un único sujeto pensante. Creo que todo esto se explica mejor si se entiende primero un rasgo básico de toda organización estatal: para que un Estado sea tomado en cuenta y creído (recuerden que sin Fe no hay Estado)

Fabulillas de lugares seguros La concepción securitaria de los espacios comunes es esencialmente doctrina preventiva. Es, como casi toda doctrina pragmática y antipoética, de origen anglosajón. Procede de una rama de Derecho Penal aplicado llamada Criminología y parte del supuesto de que el conocimiento de las circunstancias del delito puede

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¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

¿ SEGURO ? ESTÁ USTED

automóvil está impoluto nadie osa caer sobre él spray en mano. Y al revés, un baño sucio incita a hacer el molinillo y mearse sobre la cisterna y el portapapel, así como una tartana desvencijada y sucia es un caramelito para los grafiteros, que si pueden fuerzan la puerta, roban recambios y revientan los neumáticos… Luego –y este es el truco retórico de la amplificación- para agravar la situación, llega un pordiosero que duerme en el asiento trasero y defeca por toda la tapicería, y lo siguiente que nos encontramos son diez millones de pordioseros durmiendo y cagando en todos los automóviles de los hombres de bien de Nueva York. A continuación, los Pordioseros hacen suyos los Starbucks y en quince días, Manhattan deviene una comuna. Y eso no podemos permitirlo. La solución a la que conduce esta paranoia se deduce rápido, y es tan bruta como la alucinación a la que debe su origen: lo que debe hacerse es dejar de consentir las pequeñas trasgresiones que “ensucian” nuestro espacio cívico y devolver la “tolerancia” al reducto de la moral arcana, esa que existían en otra época antigua en que había decencia y la ciudad no estaba llena de terroristas en potencia. Ya ven: un discurso que podrían firmar el Washington Post o La Vanguardia de hace más de un siglo. Y vigente. Son los mismos pánicos burgueses que crearon milicias ultraconservadoras y posibilitaron el aplastamiento del anarquismo y la autonomía. Sí, es la cantinela de la Tolerancia Cero (en rigor, el eslogan debería rezar “Policía Mil”). Verán que tanto la aproximación preventiva –una paliza “a tiempo”- como la higienista –la limpieza llama a más aseo-, reducidas aquí justamente a la categoría de fabulillas, convergen en un mismo método de salida: la militarizarización del espacio público. Es la manera de ser facha de toda la vida, sólo que revestida con argumentos de eficacia y bienestar social. “Detener a los malos”, arrestar a quienes pasean con inexplicable nocturnidad (¡¿qué hacen por la noche en la calle?! ¡¿Es que acaso de día no trabajan?!), aporrear a los artistas callejeros, dejar a las putas sin negocio y, finalmente, consagrar la calle a lo que el Capital sabe hacer mejor, mover Dinero en cualquiera de sus modalidades urbanas: tráfico de mercancías, consumo de inutilidades, especulación inmobiliaria o museificación de la belleza urbanística para gloria del empresariado del ocio y el turismo. Concluyamos de nuevo con la ayuda del gran Mike Davis, que a su vez recurre al viejo Erns Bloch, marxistoexpresionista de órdago: “En la «gran ciudad americanizada», por el contrario, la persecución de la utopía burguesa de un entorno totalmente calculable y seguro ha ocasionado paradójicamente una radical inseguridad (unheimlich). A decir verdad, «allí donde la tecnología ha alcanzado una victoria aparente sobre los límites de la naturaleza […] el coeficiente de peligro conocido y, de forma más significativa, de peligro desconocido ha crecido proporcionalmente»”. “En parte, esto se debe a que los sistemas tecnológicos interdependientes de la metrópoli –tal y como tuvieron ocasión de descubrir los estadounidenses en otoño del 2001– se hayan vuelto «simultáneamente tan complejos y tan vulnerables». En un sentido más profundo, la gran ciudad capitalista resulta «extremadamente peligrosa» porque, en lugar de cooperar con la naturaleza, la domina. (Aunque Bloch tenga en la cabeza la anticuada ciudad industrial centralizada, es de suponer que su argumentación sería pertinente asimismo para la metrorregión policéntrica y conectada en red)”.★

permitir la modificación de éstas para que los actos criminales no lleguen a tener lugar. El fin último de esta ciencia social es la anticipación. >> Por supuesto, existe una interpretación socialista, a contracorriente de la sociología impartida en las universidades de derecho, que considera que la erradicación de la miseria tiene una incidencia notable en el crimen, pero descuida que, por lo alto, se realizan crímenes de violencia menos notoria aunque de mayor gravedad social (toda suerte de delitos económicos, que no pueden realizarse sin dinero). La miseria es una circunstancia. Sólo una. Y hay cientos. Lo endeble de esta concepción asistencialista, apartada inexplicablemente de la sicología y la pedagogía, ha precipitado el triunfo de la doctrina punitiva, que no repara tanto en las causas sino que se inspira en la eficacia del miedo y el castigo. Existen dos famosas metáforas (mejor llamarlas “fabulillas”) que ilustran bien esta forma criminal de prevención criminal (repito a propósito el adjetivo, pues da cuenta de la contradicción connatural del método), y ambas son, como veremos a continuación, auténticas majaderías. La primera insiste en que todas las acciones inmorales o éticamente indeseables dejan de hacerse por miedo a la amenaza de un castigo, de modo que invadir el espacio con agentes del orden genera el antiestímulo que impide que todos nos matemos entre nosotros o que adoptemos costumbres tales como despellejar a los ciudadanos chinos los martes por la mañana o pasar a cuchillo a los fontaneros católicos de más de cincuenta años. En el plano del absurdo cotidiano, es la misma miseria mental que lleva a muchos a declarar lo bien que estuvo “una paliza a tiempo”, pues después de la somanta el agredido no violó ni asesinó ni saqueó pueblo alguno (como tampoco es costumbre en quienes no hemos recibido palizas “a tiempo”). Esta es la explicación que descargará cualquier conservador para legitimar la acción represiva, y que se complementa las más de las veces con una teoría de la degeneración social, a saber: que lo primero es pintar grafitos en la pared y al poco tiempo ya está uno fabricando munición casera para perpetrar una matanza universitaria a la Virginia Tech. La prevención es, en este sentido, como afirmar que en todo lo que no se hace no hay otra motivación que el miedo. Es decir, que somos seres sin moralidad ni cultura, y que intentaríamos violar doncellas y torturar mustélidos varias veces al día si no hubiese policías y guardas forestales que nos recuerdan que es ilegal y que pueden hacernos picadillo con sus porras. En definitiva, que somos una chusma que sólo merece ser controlada. O tal vez los de arriba apliquen el famoso dicho de “cree el ladrón…”. La difusión de la segunda de las “fabulillas” se la debemos al mundialmente admirado gilipollas Rodolfo Julián, alcalde de Nueva York en las fechas que la ciudad padeció el famoso e inaudito ataque terrorista, realizado por primera vez en sentido inverso -hacia el agresor habitual-. Este señor alcalde realizó una poderosa mezcolanza de marketing y frivolidad narrativa para crear una serie de analogías que pretendían relacionar la limpieza con la pacificación del crimen, recuperando el discurso de los higienistas franceses que ligaron por primera vez urbanismo y acción policial. Según las ficciones de Julián, cuando uno llega a un baño limpio se abstiene de ensuciarlo, del mismo modo que cuando un

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PUNKS vs.

Hippies En defensa de la contracultura de los 60 (Parte I)

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We’re all old geezers now, according to somebody. That sort of artificial dividing line, that punk was hip and hippies weren’t, was sort of detrimental, (…) the lessons had already been learned, and they could have picked it up whole and used it, if they could look to their recent history. (…) We were cynical about so-called flower power. We thought they were too optimistic, that life was more cruel...then what happened was, people with our outlook began to proliferate. Mick Farren, declaraciones sacadas de la web en su honor Let’s loot the supermarket. Fuentes diversas A pesar de las afinidades entre los hippies y los punks del setenta y siete, el enfoque político del punk no vino directamente de los hippies. En aquel momento, los activistas de la guerra de Vietnam se habían vuelto mucho más blandos, sólo estaban interesados en seguir a gurús y en rollos mucho más apáticos. Según ellos, la guerra había acabado y el trabajo ya estaba hecho. La aparición del punk provocó un abismo generacional y muchos hippies lo rechazaron en vez de darse cuenta de las similitudes con lo que ellos habían hecho antes. Sin embargo, los agentes de los grupos de Vancouver como DOA y The Subhumans eran ex hippies; ellos sí vieron que el espíritu del activismo de los sesenta estaba vivo con el punk. Jello Biafra, entrevistado en LDNM No olvides que el punk-rock estaba organizado por hippies, con un montón de ideales hippies; ése es el motivo de que funcionara tan bien. Cuando se fueron los hippies, la organización de los conciertos fue empeorando. Billy Childish, entrevistado en LDNM

por Uri Amat Este artículo nace con un propósito harto difícil: la defensa de la contracultura de los años 60 o, en otras palabras (¡glups!), los hippies. Y digo difícil porque ya antes de empezar, y si imagináis esto como un tribunal y a mí como el abogado defensor, la situación no es la más adecuada para mi cliente. Puestos a imaginar, imaginad también al fiscal. Pongamos que es un tal Kiko Amat, un fiscal temible, a la altura de Vincent Bugliosi, el que condenó a la familia Manson por los asesinatos Tate-La Bianca y que en toda su carrera sólo perdió un caso de un total de 106. ¿Podeis imaginároslo? Pues pongamos que es mi turno para el alegato de la defensa y el fiscal ya ha convencido casi del todo al Tribunal Popular, que en este caso hipotético sois los lectores de LA ESCUELA MODERNA. El Sr. Amat, el famoso fiscal del Distrito, no sólo ha sacado a la luz dos artículos suyos1, dos, en los que dejaba para el arrastre a los hippies, sinó que me tiene convencido hasta a mí. En sus dos pruebas documentales podemos encontrar perlas como las siguientes: “¿Quién ama a un hippie? A pesar de haber estado dando la lata sobre paz y amor durante años, lo cierto es que el mundo no rezuma cariño hacia ellos. Salgan a la calle con un micrófono, si no me creen, y hagan la sencilla pregunta: “¿Qué opina de los hippies?”; verán como no son obsequiados con palabras de amor, sencillas y tiernas. (…) El término Hippie ha quedado inscrito en la cultura oral como un eficaz sinónimo de varios significados: Apático, deshonesto, infantil, paparra y pesetero. Y, créanme, la única culpa de todo esto la tienen los propios hippies. Y Richard Branson.” O como ésta: “Los hippies, sin duda alguna, eran un concepto de clase media-alta por definición, una subcultura de origen estudiantil que, aunque vagamente contestataria en su superficie, era en extremo pasiva y conformista. Como dice el sociólogo de Birmingham Dick Hebdige, sus festivales “transcurrían en lugares remotos y en una atmósfera de auto-congratulación, y se centraban en la consumición pasiva de música producida por una élite de artistas intocables.” ¡Uf! No está nada mal. Y lo peor es que el fiscal tiene razón, yo mismo estoy de acuerdo con todo lo expuesto. Así que digamos que la cosa está difícil, como mínimo. Pero, aunque imaginemos que yo soy un abogado de oficio y que no tengo mucha fama, creo poder demostrar que no se ha tratado a fondo la cuestión, que no se ha hecho justicia, en resumen. Como bien dice el fiscal, y lo que argumenta suele coincidir con la opinión generalizada desde el principio del punk-rock, siempre se ha odiado a los hippies. Y por algo será, añade. Aunque yo tengo una teoría mejor. Creo que lo que se ha terminado odiando es el sucedáneo de hippie que representaba a la maltrecha contracultura a finales de los años 70, una vez deformado el movimiento por el espejo de feria de los medios de comunicación de masas, y que no es más que lo que acaba pasando con toda subcultura al popularizarse y, por tanto, desustanciarse. El mismo Stewart Home lo reconoce en su libro El asalto a la cultura: “El estilo freak de agitación (…) fue particularmente efectivo en tanto que presentaba alternativas tanto culturales como políticas a la dominación capitalista. El orden establecido, amenazado por la influencia de esta violenta vanguardia, reaccionó haciendo énfasis en los media de los aspectos amor-y-paz de la cultura hippie.” Como bien dice Home, no sólo de flores vivía la contracultura. El underground tenía otra cara mucho menos cursi y pasiva, un aspecto más revolucionario e infinitamente más realista y que se podría resumir en una frase literal dicha hace años por el alucinado William Burroughs a propósito del rollo flower-power: “La única manera en la que me gustaría darle una flor a un policía es metida en una maceta y lanzada desde una ventana bien alta.” Señoría, como reconoce el propio fiscal en un punto posterior de su perorata: “una cosa es el hippie-pesao de San Francisco –ejemplificado en los mortíferos Grateful Dead- y otra los acid freaks politizados, los Yippies (…), Mick Farren y sus Deviants, los freaks mosqueados que crearon grupos revolucionarios (…), los MC5, etc.” De todos ellos y de muchos más vamos a dar cuenta en este juicio. Y acabarán cayéndoles bien, déjenme que se lo diga.

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¡chas! como un David Copperfield cualquiera hacer aparecer una subcultura de la nada como el que saca un conejo de la chistera, sin investigar los pasos intermedios, lo que había alrededor, cuales fueron los inspiradores y cuales las conexiones subterráneas. Las cosas no son tan fáciles. Antes de seguir con mi defensa me gustaría ponerme académico y aclarar un poco la terminología que se va a usar en este artículo-juicio. Me voy a extender un poco pero considero vital que queden claros los términos que vamos a tratar porque después se mezclan, el jurado se confunde, se me pierde y no hay quien lo vuelva a encontrar.

Imaginarios señores del jurado, déjenme continuar con mi defensa e igual consigo convencerles de que, de la contracultura de los 60, no sólo heredamos al hippie-palizas-baile-indio-como-JimMorrison o la actitud si-vas-a-San-Francisco-asegúrate-de-llevarflores-en-tu-pelo, sino que –me atrevo a declarar– mucho de lo que se considera underground hoy en día, el terreno en el que habitan todas las subculturas supervivientes de las que brotaron después de la 2ª Guerra Mundial, debe muchísimo a la estructura desestructurada surgida de la contracultura de los 60 (prensa subterránea, squats, independencia, DIY, hedonismo, situacionismo, política radical, etc.). Que queramos llamarles hippies o protopunks es sólo una cuestión de definiciones. Sí, ya sé que el mérito de todas estas cosas se lo llevó el punkrock del ’77 pero pienso demostrar desde este púlpito que la explosión punk tan sólo puso al día algunos de los hallazgos de la contracultura sesentera aunque, hay que reconocerlo, de paso se cargó y puso muy adecuadamente en su lugar a todos los paparras advenedizos y dinosaurios supervivientes de la época. Y eso sí hay que agradecérselo. Es irrefutable que uno de los rasgos característicos del movimiento punk fue su ruptura con las generaciones anteriores a la suya, no sólo la de la gente mayor, los que habían ganado la guerra contra Hitler y habían sufrido el blitz, sino también la de sus padres, tíos o hermanos mayores, esos melenudos que les comían la cabeza con el pretencioso rock progresivo y una paz y un amor que, a mediados de los 70, con Reagan y Thatcher a punto de tomar el poder no parecía que fueran a llegar de la noche a la mañana. Y menos por medio de esa hipócrita pasividad hippie. Innegablemente es un legado que nos dejó el punk, ya sabeis: “Kill the hippies”, “Never trust a hippie”, “Fuck the hippies”, los Dexy’s no queriendo hablar con la “prensa hippie”, etc. Pero los punks no salieron de la nada, muchas de las cabezas visibles de la “aristocracia” punk provenían de la escena de las escuelas de arte de los años 602, con todo lo que ello implica, y de hecho, muchas de las expresiones culturales que a veces se presuponen originadas por el punk no sólo provienen de la mal llamada Era de Acuario sino que de hecho aún coleaban cuando el punk apareció. No se por qué, quizás sea por culpa de la historia escrita o por la importancia que le damos al cómputo del tiempo en años y decenas, pero parece que la historia no sea un flujo continuo de acontecimientos que se suceden y se superponen sino una serie de episodios autoconclusivos que no tienen ninguna relación entre ellos. Algo así como un cómic de la Marvel: “En los sesenta habían los hippies que eran tontos, olían mal y tenían música mierdosa y llegaron los punks y nos salvaron a todos”. No, personalmente no creo en el mito de 1977 como el “Año cero” del punk-rock, en el que surgió un movimiento que hizo tabula rasa y rompió con todo lo anterior (sólo hay que fijarse en las versiones que hacían los primeros grupos de punk: Who, Small Faces, Modern Lovers,…). Quizás tengamos que auto-recordarnos que en los primeros conciertos de punk no sólo estaba lleno de tíos con melenas y pantalones de campana sino que los propios grupos tenían un pasado, algunos de ellos bastante sorprendente3. Si nos vamos a poner a buscar los orígenes del punk no vale con dar 3 o 4 nombres de grupos sin pararse a pensar para interconectar de manera facilona el paso del 60’s punk a Stooges, MC5, añadir una gota de situacionismo, dos pizcas de nihilismo y

Terminología:

Antes que nada es justo subrayar la importancia que tiene en esta sección y en el resto de artículo el trabajo en los 60 y 70 del Birmingham School of Cultural Studies, con autores como Dick Hebdige, Stuart Hall, Tony Jefferson, etc., cuyos estudios en el campo de la cultura popular y, más concretamente, de las subculturas, arrojaron tanta luz sobre un tema tan secreto. Tal departamento se clausuró en 2002, teóricamente por motivos económicos, pero posiblemente por temas políticos, ya que el departamento era conocido por su radicalismo y comunes sus enfrentamientos con la Administración Universitaria. Que quede dicho, que yo pago mis deudas. Cultura: Según el libro Resistance through Rituals, editado por Hall y Jefferson, cultura es “ese ámbito en el que los grupos sociales desarrollan distintos esquemas de vida e imprimen una forma expresiva a su experiencia social y material”. Subcultura: En sociología, antropología y estudios culturales, una subcultura es un grupo de personas con unos comportamientos, relaciones, ideas, estilo y cultura muy concretos, que difieren entre las diferentes subculturas y de la cultura que les da cobijo (cultura padre –nada que ver con la cultura de nuestros padres– o dominante). Las diferentes subculturas surgen, después de la segunda guerra mundial, de la fragmentación y polarización de la clase trabajadora que genera una serie de discursos marginales dentro de esa experiencia de clase. De esa polarización surgiría la hasta entonces casi inexistente cultura juvenil (youth culture) –y digo “casi” porque Jon Savage en Teenage, su último libro, se encarga de matizar esta teoría–. Varios motivos que favorecen esa conciencia generacional entre los jóvenes propician a su vez que la juventud se empiece a ver a sí misma como una nueva clase. Según Dick Hebdige en su obra Subcultura: El Significado del Estilo son: a) la desintegración de la comunidad de clase trabajadora de la que hablamos, b) el incremento (relativo) en el poder adquisitivo de la juventud, c) la creación de un mercado para absorber el excedente resultante y d) los cambios en el sistema educativo a partir de 1944. Según Jeff Nuttall en Las culturas de posguerra (Bomb Culture, 1968) esta conciencia generacional se debe al hecho que, después de Hiroshima y Nagasaki, las personas que no habían llegado a la adolescencia en la época de la bomba eran incapaces de concebir la vida con un futuro. Dice Nuttall: “El camino que seguimos en 1945 y los años que siguieron dependió en gran parte de nuestra edad, puesto

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tintos términos para definir al habitante de ésta, y muchas de las veces con diferentes connotaciones. Hippie, hip, freak, flower children, head… se mezclan y muchas de las veces se usan con significados distintos. A veces son usadas para definirse a ellos mismos y a sus semejantes, otras con connotaciones más que negativas… Aquí vamos a usarlos a nuestro libre albedrío. Supongo que de manera subconsciente tenderé a usar freak cuando el personaje en cuestión goce de mis simpatías y hippie de manera más peyorativa. Sea lo que sea lo que signifique cada término, y fueran lo mismo o no, es algo que iremos desentrañando a lo largo de este juicio, pero una cosa está clara: la sabiduría popular ha hecho que la palabra hippie (como bien decía el fiscal) sea sinónimo de muchos atributos negativos, y eso es algo que no podemos obviar aquí. Cuando hoy en día nos referimos a alguien como hippie, todos tenemos claro de qué tipo de calaña se trata, no vamos a intentar cambiar eso ni mucho menos, sino intentar salvar de la quema a los que simplemente eran “otra cosa”. De los diferentes grupúsculos dentro del mismo movimiento (Yippies, Diggers, Provos, etc.) daremos cuenta en una próxima sección. New left / Nueva Izquierda: Aunque en castellano el término suene a refundación marquetiniana del Partido Comunista Español post-Caidita del muro de Berlín, New Left es el término usado en diferentes países para definir a los movimientos de extrema izquierda que surgieron en los 60 y 70 y que se diferenciaban de movimientos de izquierdas más antiguos, orientados más hacia el mundo laboral (marxismo/leninismo, anarco-sindicalismo, etc), en que adoptaban una definición más amplia de activismo político que vino a llamarse social activism o “activismo social”. No se daba tanta importancia al mundo del trabajo y a la militancia y se ponía énfasis en la identidad, la crítica al trabajo en sí mismo, a la tecnocracia y a la sociedad post-industrial y espectacular. En los Estados Unidos se asocia a los movimientos de protesta másivos en las Universidades y al SDS (Students for a Democratic Society). En el Reino Unido era un movimiento surgido de entre la intelectualidad que intentó corregir los errores cometidos por los partidos de la Vieja Izquierda o Old Left en el periodo post 2ª Guerra Mundial. Tenía fuertes lazos y conexiones con el movimiento anti-nuclear del CND (Campaign for Nuclear Disarmament), del cual, por cierto, surge el quemadísimo pero bonito logo (esa especie de cruz de brazos bajados dentro de un círculo) que todo el mundo llama “el símbolo de la paz” y que es el mismo que adornaba la solapa de la chaqueta de

que a partir de aquel momento (…) las generaciones se dividieron de forma crucial. (…) El llamado choque generacional empezó en ese momento y ha ido creciendo desde entonces. (…) Ninguno de nosotros tenía el más pequeño soplo de esperanza ni le importaba un bledo nada que no fuera la absoluta seguridad del Ahora”. De este hastío generacional surgiría el hipster, ese hedonista y bohemio amante del jazz, del que han permanecido –como una constante allí donde han ocurrido cambios socioculturales– dos de sus palabras clave: los adjetivos hip y square. Dejemos que sea Norman Mailer, en su libro The White Negro, quien nos explique qué significan esas dos palabrejas: “O se es hip o se es square (…), o se es rebelde o se es conformista: o se es un conquistador de la frontera del salvaje oeste de la vida nocturna americana, o si no, una célula cuadrada atrapada en el tejido totalitario de la sociedad americana, condenado, quiérase o no, a integrarse si quiere triunfar”. Después de ellos vendrían los beatniks (precursores inmediatos de los hippies, de los que hablaremos después), los Teds y más tarde los mods, rockers, skinheads, punks, etc. El tema de las subculturas y de su relación con la clase social de la que surgen no sólo daría para otro artículo sino que, de hecho, ha dado para centenares de estudios (como he dicho, principalmente por parte de la Escuela de Birmingham), pero en este caso vamos a centrarnos sólo en lo que concierne a la contracultura que más concretamente es… Contracultura: Según Hebdige “el término contracultura alude a esa amalgama de culturas juveniles alternativas de clase media –los hippies, los flower children, los yippies– desarrolladas en los 60 y cuyo apogeo se sitúa en el período 1967-1970. (…) la contracultura se distingue de las subculturas por los perfiles explícitamente políticos e ideológicos de su oposición a la cultura dominante (acción política, filosofías coherentes, manifiestos, etc.), por su creación de instituciones “alternativas” (prensa underground, comunas, cooperativas, un-careers, etc.), su prolongación de la etapa transicional más allá de la adolescencia y su difuminación de las distinciones, tan rigurosamente mantenidas en la subcultura, entre el trabajo, el hogar, la familia, la escuela y el ocio”. Acerca de esta amalgama vamos a tratar mucho más extensamente en este artículo, defendiendo a quien se tenga que defender y cagándonos en quien se lo merezca. ¡No se vayan todavía que aún hay más! Underground: La Cultura underground, o simplemente underground (bajo tierra en inglés), es un término que describe varias culturas alternativas que se consideran a sí mismas como diferentes del mainstream (la mayoría) de la sociedad y cultura, o que son consideradas así por otros. La palabra anglosajona underground surge de los movimientos de la historia que, sometidos a regímenes represivos, han jugado un papel de resistencia subterránea; el término era empleado para referirse a la necesaria clandestinidad de aquellos resistentes. Nosotros usaremos el término como sinónimo de contracultura. Hippies / Freaks: En muchas de las fuentes que he consultado, especialmente en las voces que surgen desde dentro de la misma contracultura (Mick Farren, John Sinclair, Richard Neville, Abbie Hoffman, Jerry Rubin, Barry Miles, etc.), se usan dis-

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avanzadas no se ve en la tecnocracia un fenómeno político. La tecnocracia, más bien, es algo así como un imperativo cultural que está fuera de toda discusión” (Roszak). Más claro agua y otra razón de peso para no ir a votar en las próximas elecciones (como veis las cosas no han cambiado tanto desde tiempos de Roszak). New Age: También se le llama pomposamente “movimiento del potencial humano”, “nueva espiritualidad” o “Mentecuerpo-espíritu” y es el término que se usa para designar un movimiento surgido del hippismo que se caracteriza por un acercamiento ecléctico e individual a la propia espiritualidad y toma como referencia la supuesta llegada de la era astrológica de Acuario. Incluye elementos de antiguas tradiciones religiosas y espirituales tanto de Oriente como de Occidente y se suelen mezclar con ideas de nuestra era moderna, particularmente psicología y ecología. Por eso mismo, suele ser un refrito de pensamientos e ideas aparentemente inconexos pero hábilmente diseñados para hacer más llevadera la vida a los esclavos de la tecnocracia que no quieren pararse a mirar el origen político y económico de sus problemas. Si nació de una búsqueda sincera de alternativas a la tecnocracia, actualmente no sólo se ha convertido en otro apéndice sino que incluso se ha adaptado perfectamente a ella ayudando a extender sus hediondos tentáculos. Sirva como ejemplo cualquiera de los libros, CD’s o complementos que puedan vender en las tiendas Excellence y distribuidoras orientadas a “la mejora personal” (cuando en muchos de los casos sólo suelen querer decir “profesional”). El Zen y la empresa, El Tao y su relación con los valores de bolsa o Aprende a ser feliz trabajando 10 horas al día son algunos de los temas de los que tratan estos manuales new age para enseñar cómo tenemos que vivir y que son charlatanería muy bien decorada en el 100% de los casos. Hablaremos de ella más adelante cuando demos cuenta de todas las cosas horribles que nos dejó la contracultura sesentera.

Rita Tushingham en A Taste of Honey. La New Left es un movimiento paralelo al movimiento del mayo del 68 y que tiene lazos con la contracultura, pero no es lo mismo; de hecho grupúsculos como Weatherman -surgidos de la ruptura del SDS- tuvieron una relación con la contracultura más bien ambigua. El movimiento empezó a desinflarse en los años 70 por varias razones: a) los sucios tejemanejes del COINTELPRO4 y b) por el progresivo abandono de sus activistas, que acabaron metidos en partidos de la izquierda tradicional, organizaciones de justicia social, evolucionaron hacia la pasiva new age o simplemente abandonaron el activismo político para hacerse magnates de cualquier cosa que diera pasta5. Usaremos este término en inglés, más que nada porque en esta península no había nada que se asemejara a ello. Suficiente drama tenían con ser de izquierda tradicional para además atreverse a dudar de ella o criticarla. Tecnocracia: SegúnTheodore Roszak, en su interesantísimo estudio El Nacimiento de una Contracultura (1969), “por tecnocracia entiendo esa forma social en la cual una sociedad industrial alcanza la cumbre de su integración organizativa. (…) En la tecnocracia el hombre no técnico no puede siquiera acercarse siquiera a cuestiones aparentemente pequeñas, sencillas o en principio claras. Por el contrario, la envergadura y la complejidad de todas las actividades humanas trascienden la competencia del ciudadano amateur y exigen inexorablemente la atención de expertos especialmente capacitados. (…) La tecnocracia es el régimen de los expertos. (…) La sociedad en la cual los que gobiernan se justifican porque se remiten a los técnicos, los cuales, a su vez, se justifican porque se remiten a formas científicas de pensamiento. Y más allá de la autoridad de la ciencia ya no hay santo al que encomendarse”. Con un panorama así, debemos agradecer a la contracultura y a la new left, si no ganar la guerra contra la tecnocracia por lo menos sí crear un campo de batalla en el que luchar que en manos de la vieja izquierda ya no existía. Ellos fueron los primeros en negar el axioma de la tecnocracia en una época en que las viejas luchas obreras habían perdido todo significado y en la que “izquierda, derecha y centro son lo mismo a este respecto: sus querellas se producen entre tecnócratas o entre facciones que suscriben los valores tecnocráticos de principio a fin. Los sañudos debates entre conservadores y liberales, radicales y reaccionarios, tocan todos los temas habidos y por haber salvo el de la tecnocracia, porque, por lo general, en nuestras sociedades industriales

Génesis

No, no os asustéis, no voy a hablar en esta sección de la pedorra banda prog-rock de Peter Gabriel y Phil Collins sinó que voy a intentar hacer una breve cronología de los hechos que llevaron a la aparición de la contracultura en los 60. Vamos allá. Ya hemos dicho antes que posiblemente sean los beatniks y los hipsters los precursores inmediatos de los hippies, pero como decía antes la historia no es una serie de episodios autoconclusivos que se suceden unos a otros sino una línea que fluye en el tiempo sobre la que van sucediendo diferentes hechos históricos que se superponen y solapan y hacen evolucionar a la humanidad. Por tanto, para encontrar un antecesor de las ideas propias de la contracultura de los 60 tendríamos que remontarnos algunos años atrás. Ni los beats, ni los hipsters, ni los hippies, ni ninguno de los movimientos contraculturales que surgen en la segunda mitad del siglo XX salen de una costilla de Adán ni de una figura de barro a la que soplamos y cobra vida. Todos ellos son parte de una corriente que viene del siglo anterior, de librepensadores, poetas, radicales y libertarios que, un siglo antes, ya pensaban en términos de resistencia civil, volver a la naturaleza, vivir en un permanente estado de gozo y exaltación, resistencia contra el racismo e imperialismo, etc. ¿les suena, verdad? Me refiero a los trascendentalistas, de los que formaban parte David Henry Thoreau, autor de Walden, Ralph W. Emerson o Walt Whitman. Desde ellos hasta los freaks contraculturales podríamos trazar una línea que uniera los diferentes puntos: Mark Twain, William Morris, Emma Goldman, Dadá, los surrealistas, Marcuse, Woody Guthrie, los hipsters, los beatniks, los angry young men, Lenny Bruce y yo-qué-sé-más. Pero repito, el referente más inmediato del freak son el hipster y el beat, un nuevo tipo de espectador blanco que, a mediados de los 50, empezó a reconocerse en la cultura de la clase trabajadora

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Marzo de 1963: Simpatizantes del CND en una de las múltples marchas “Ban the bomb” de Londres a Aldermaston

negra de las ciudades y abrazó el jazz de vanguardia que brotaba en esos momentos, escapando así del “sueño americano”, de su pobreza espiritual y de su opresiva vida de clase media. Pero como destaca Hebdige en su libro, aunque ambas subculturas surgieron al calor de los clubs de jazz llenos de humo, ambos estilos se inspiraron de forma distinta en la cultura negra y su actitud respecto a ella fue también diferente. Según Albert Goldman, en su libro Ladies and Gentlemen, Lenny Bruce, “el hipster era el típico (…) dandy de clase baja vestido de chulo, que se mostraba frío y cerebral para distinguirse de los tipos groseros e impulsivos de su entorno en el gueto, y que aspiraba a lo mejor de la vida: la hierba de calidad, los mejores sonidos, el jazz o el afro-cubano (…) [mientras que] (…) el beat fue desde el principio un universitario serio de clase media como Kerouac, asfixiado por las grandes ciudades y por su herencia cultural y que quería plantarlo todo para largarse a lugares lejanos y exóticos, donde pudiera vivir como la gente, escribir, fumar y meditar”. De hecho la idealización de la raza negra y de la pobreza que hace Kerouac en sus libros roza el ridículo en muchos de los casos. Igualmente ambos estilos no evolucionaron de la misma forma. Casi podríamos decir que el hipster es el antepasado de los mods, pequeños dandys de clase baja, y el beatnik del futuro hippie, bohemio de clase media con interés en las vanguardias y la ropa andrajosa. El beat se convirtió en el movimiento más masivo (aunque nada comparado con lo que pasaría con su equivalente de los 60) e incluso sobrevivió a la transferencia de EEUU al Reino Unido. Del beatnik surge directamente la contracultura de los 60. A ambos lados del charco, mediante su evolución política en el CND (en Gran Bretaña) y su mezcla con el rock’n’roll, y mediante algunos personajes-nexo como Allen Ginsberg que formaron parte de manera decisiva tanto dentro del movimiento beat como del incipiente underground. Por ejemplo, Ginsberg tomó parte en la movida beat de San Francisco, desde que llegó a North Beach (zona beatnik por excelencia) en 1954. Luego escribió Howl, que le hizo una celebridad y formó parte del ambiente de la librería City Lights, viajó por Latinoamérica, Europa, Israel, India y Japón, hasta que volvió a EEUU. Ginsberg, como veremos estuvo presente en muchos de los “fregaos” contraculturales y se relacionó con lo más granado de la intelectualidad freak: Alexander Trocchi, miembro fundacional de la Internacional Letrista, William Burroughs, Colin Wilson, Timothy Leary, etc. La palabra “hippie” fue acuñada por el periodista del San Francisco Oracle Michael Fallon para referirse a una nueva generación de beatniks que se habían trasladado de North Beach al distrito Haight-Ashbury, el que durante años fue para la prensa square el epicentro del underground. Fallon reconoció haber dado con el término transformando el uso de Norman Mailer de la palabra “hipster” y dándole una pátina más bien despectiva.

movimiento, incluso con un infograma que destacara por fechas concretas los hechos contraculturales más destacados a ambos lados del Atlántico, pero he decidido que no puedo hacer un artículo completista; demasiadas cosas en demasiados sitios y muy poco espacio. No creo que nadie quiera leer un artículo sobre hippies dividido en 6 partes, así que intentaré ser conciso, hacerlo caber en como mucho dos partes e ignoraré el hecho de que me estoy saltando muchas cosas. Como veremos seguidamente el meollo del underground y la contracultura de los 60 lo podríamos situar en diferentes fechas y lugares.

1964

En el año ‘64 Radio Caroline se convierte en la primera emisora pirata de Inglaterra, retransmitiendo desde un barco fuera de aguas territoriales inglesas. En Suráfrica Nelson Mandela es sentenciado a cadena perpetua y enviado a la prisión de Robben Island. Los EEUU mandan 5.000 militares a Vietnam, haciendo un total de 21.000. El 10 de diciembre el Dr. Martin Luther King recibe el Premio Nobel de la Paz en Oslo. Che Guevara se dirige a la Asamblea de Naciones Unidas. Se publican los primeros albums de Kinks, Beatles y Rolling Stones. Estreno mundial de la película de Disney Mary Poppins. EEUU, 14 junio de 1964. Furthur: En esta fecha se inició el viaje en autobús de Ken Kesey y sus Merry Pranksters que atravesó los EEUU de costa a costa. Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, había decidido invertir el adelanto por su segunda novela Sometimes a great notion en un viaje iniciático con el objetivo inicial de celebrar la publicación de ésta y de paso visitar la Feria Mundial que se celebraba en Nueva York. Pero su viaje acabó siendo una aventura lisérgica en la que se propusieron redescubrir América y el arte intrínseco en la vida cotidiana. Para ello, Kesey compró un autobús escolar, que los Pranksters pintaron con colores psicodélicos y bautizaron como Furthur (aunque luego corrigieran la falta de ortografía y lo rebautizaran Further –Más allá–). Al autobús le hicieron un agujero en el techo y colocaron una plataforma donde podía subirse la gente, instalaron altavoces y micrófonos y cámaras para filmar todo lo que pasaba

Una cronología de la contra-cultura

Desde que se me ocurrió la idea de este artículo6 he ido acumulando libros y libros sobre el tema, leyendo, investigando e intentando hacerme una idea global de lo que pasó en esos años. Al principio quería hacer un timeline exhaustivo de la evolución del

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e incluso, durante una época, llevaron incluso una guitarra, bajo y batería para entretener a los habitantes de los pueblos por los que pasaban. Para este viaje (no sólo en el espacio, ya me entendéis) Ken Kesey alistó a varios de sus secuaces, los ya legendarios Merry Pranksters. Entre ellos se encontraban el mejor amigo de Kesey, Ken Babbs, Neal Cassady (a.k.a. Dean Moriarty, el protagonista de En el camino de Kerouac), Mountain Girl (madre de un hijo de Kesey y futura señora de Jerry García), y unos cuantos freaks más hasta llegar a un total de 14 personas. Lo más destacado del viaje fue el encuentro con la Liga para el Descubrimiento Espiritual, la comuna del gurú del LSD Timothy Leary, en la que se vio claramente lo opuesto del enfoque que daban tanto los primeros como los Pranksters a la experiencia con el ácido lisérgico. Los Pranksters eran unos gamberros que tomaban ácido para pasarlo bien, buscando experiencias extremas, mientras que los de Leary eran casi una secta, una especie de proto new-agers que buscaban una experiencia contemplativa y espiritual. Imaginad cuando vieron entrar a los Pranksters montados en su Furthur, con Kesey metido en el papel de Captain Flag (su alter-ego), envuelto en las barras y estrellas y tirando bombas de humo verde. Más tarde Leary reconocerá que “No sé muy bien qué pretendían cuando vinieron a Millbrook salvo saludar y punto”. Posiblemente no quisieran nada más, Tim. Este happening quedaría recogido en el imprescindible libro de Tom Wolfe Ponche de Ácido Lisérgico (Ed. Anagrama). En este libro se pone de manifiesto que Wolfe fue, citando textualmente al fanzine online B’dum B’dum, “... el único que, ya en 1968, vio que el asunto se desvirtuaba, vampirizado, en la escena de HaightAshbury, y el único que podría haber descubierto que el único sitio al que llevaba, una vez asimilada, toda esta experimentación psicoactiva era a los revolcones de idiotas en el barro de Woodstock. Absurdo. Y lo peor aún estaba por llegar”.

Fifth State y muchas más. Se emite en la CBS A Charlie Brown Christmas, el primer especial televisivo del cómic Peanuts, que se convertirá en una tradición anual. Londres, 11 de junio del ’65, Wholly Communion: Dos eventos cruciales fueron decisivos en el nacimiento del underground en el Reino Unido. El primero fue la gira inglesa de Bob Dylan en mayo de ese año, y su concierto en el Royal Albert Hall, todo ello documentado en el imprescindible film de D.A. Pennebaker Don´t look back. El segundo fue el caótico recital de poesía, también en el Albert Hall, conocido por diferentes nombres como Cosmic Poetry Visitation Accidentally Happening Carnally, International Poetry Incarnation o Wholly Communion. Promovido como un “encuentro internacional de poetas”, contó con la presencia de, entre otros, Allen Ginsberg, Alexander Trocchi, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso, Mike Horovitz y varios poetas ingleses más y ha pasado a la historia por el inmenso caos en el que se convirtió y las múltiples anécdotas que generó. Algunas de ellas pueden verse first hand en el documental de Peter Whitehead llamado Wholly Communion. Algunos ejemplos: el poeta inglés Harry Fainlight TOTALMENTE espitoso con la mandíbula puesta de diadema mientras el público lo abuchea hasta hacerle abandonar el escenario, el happening de Jeff Nuttall y John Latham (en el que el segundo se desnudó y se pintó el cuerpo con pintura azul mientras le iban pegando papelitos y que casi acaba en tragedia cuando Latham se desmayó porque la pintura no dejaba transpirar a los poros de su piel). También podemos ver a Alexander Trocchi intentado hacer de maestro de ceremonias en medio de una gran nebulosa yonqui o a Ginsberg cantando mantras tibetanos. Pero la gran relevancia del evento fue por el hecho de unir en grandes cantidades a dos generaciones de freaks, la vieja guardia beat/ trad/jazz del CND y los nuevos freaks rocanroleros. Se dice que, en total,asistieron más de 7.000 personas; una cifra que, estaréis de acuerdo, para una lectura de poesía de vanguardia es altísima, tanto entonces como ahora.

1965

Ese año los EEUU empiezan a bombardear Vietnam. El 21 de febrero asesinan a Malcolm X. Cassius Clay gana el Campeonato del Mundo de los Pesos Pesados. En Agosto los disturbios raciales en Watts, L.A., dejan 34 muertos y unos 4.000 arrestos. En octubre se funda en Oakland, California, el Black Panther Party. En diciembre abre en Nueva York el Max’s Kansas City. Se fundan las siguientes revistas underground: Berkeley Barb, East Village Other,

Berkeley, S.F., 16 de octubre del ’65. Vietnam Day: El Vietnam Day Committee, una coalición de grupos que se oponían a la guerra de Vietnam fundada por el futuro Yippie Jerry Rubin, organizó una de las primeras marchas multitudinarias contra la guerra de Vietnam, 36 horas de acciones y discursos. Atención porque en este evento se dieron tres constantes que se repetirían en otras fechas destacables de la década: a) Los Ángeles del Infierno tocando los cojones, b) algunos yippies liándola (aunque aquí aún no se denominaran así) y c) la omnipresencia de Allen Ginsberg actuando como se espera de él, o sea oficiando de “cretino místico” (parafraseo a Guy Debord). El Vietnam Day Committee se había estado fraguando durante los meses anteriores en otras acciones de guerrilla, básicamente en acciones políticas en la Universidad de Berkeley sin llegar al nivel de surrealismo que consiguirían los futuros yippies. Aunque si hacemos caso a Rubin, lo más importante para el VDA era “tener siempre la nevera llena de birras”. El primer día tuvieron lugar los discursos y una marcha frustrada de 20.000 personas hacia Oakland que acabó volviendo sobre sus pasos para no enfrentarse a los centenares de polis armados con porras, gases y perros. Ello hará confesar a Rubin, con gran frustración que “un movimiento que no está dispuesto a arriesgarse a sufrir daño físico no vale una mierda”. El segundo día, algunos, entre los que se encuentra Jerry Rubin, deciden no volver a ir para atrás nunca más. Pero no cuentan con la presencia de los Ángeles del Infierno, que han venido para reventar la marcha como demuestran sus cánticos de “¡América es lo primero! ¡América para los americanos! ¡Volveros a Rusia putos comu-

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El autobús Further en San Francisco con un freak no identificado en su parte superior


nistas!”. Como imaginaréis se lía una buena entre los motoras, que acaban arrancando y rompiendo la pancarta que encabeza la mani, los polis y los estudiantes. A partir de aquí la historia difiere según la fuente que consultemos, pero hay varias cosas claras: Allen Ginsberg subido en una furgoneta, tocando la pandereta y cantando Hare Krishna mientras los Ángeles le quieren partir la cara, Ginsberg proponiendo que se ponga a la cabeza de la marcha a mujeres con niños en los brazos, tías en pelotas, ancianas con flores en la mano, chicas con vestidos preciosos y familias enteras con carteles con diferentes frutas, y que si aparecen los Hell’s Angels otra vez que todo el mundo empiece a hacer gimnasia y a cantar canciones infantiles y que mientras por megafonía suene “I wanna hold your hand”. A todo esto el VDC proponía armarse y plantar cara a los polis, pero como dice Rubin “Nadie sabía aún como tomarse esas ácidas ideas de Ginsberg tan pre-yippies”. Harían falta un par de años más para que los yippies las empezaran a usar de manera habitual (aunque afortunadamente despojadas del rollo Om / Krishna del alucinado Ginsberg).

inundados para dos mil personas, un suelo de ladrillos destrozado y lleno de agujeros, una pasarela elevada al borde del desprendimiento, etc. Aún así el evento, una All Night Rave, se conviertió en la confirmación de lo que se había intuído en Wholly Communion: ¡Inglaterra estaba llena de freaks! Recuerdos de la noche por parte de sus protagonistas nos ofrecen una imagen dantesca de diversión psicodélica surrealista por doquier, nada del triste hippismo apático en lo que iba a evolucionar la cosa; Pink Floyd y Soft Machine entreteniendo a la gente con su sonido vanguardista, los primeros apoyándose en el feedback y en un espectacular juego de luces que recuerda a amebas reproduciéndose, y los segundos amplificando hasta el límite el sonido de una moto BSA como fin de fiesta, creando la insoportable cacofonía que podemos imaginar. El desparrame incluyó una bañera de gelatina gigante que acabó por el suelo formando una masa viscosa alienforme en la que acabaron muchos de los animados asistentes. Paul McCartney se presentó disfrazado de Lawrence de Arabia para no ser reconocido y fue saludado por todo el mundo sin ningún atisbo de Beatlemanía: “Hey, Paul, ¿cómo te va?”. Jovencitas en vestidos plateados repartieron azucarillos supuestamente bañados en LSD, pero nadie recuerda que hicieran el menor efecto. Mick Jagger y Marianne Faithful se colaron por la puerta trasera, ella disfrazada de monja con un vestido que ganaría el premio al “Vestido Más Corto/ Disfraz más Breve”. Un equipo de filmación italiano o francés captó a chicas semi-desnudas bailando para incluir en alguna escena de película de serie Z, algo que sería habitual a partir de entonces en todos los eventos. Alguien insiste que también había un camello (de los de joroba, no un dealer) en el Roundhouse, pero nadie recuerda haberlo visto.

1966

En EEUU se ilegaliza el LSD. Se publica por primera vez en inglés el Libro Rojo de Mao Zedong. Cae una bomba de hidrógeno en el mar en la costa de Palomares (España). El 30 de abril Anton Szandor LaVey funda La Iglesia de Satán en San Francisco. Fidel Castro declara la ley marcial en Cuba en previsión de un posible ataque por parte de los EEUU. El ejército de Vietnam del Sur sitia Da Nang. Se publican Pet Sounds de los Beach Boys y Blonde on Blonde de Bob Dylan. El Pacto de Varsovia concluye con la promesa de apoyar a Vietnam del Norte. En agosto Mao lanza su Revolución Cultural. S.F., Enero del ’66, Trips Festival: El 3 de enero del ’66 se inauguró en Haight-Ashbury una tienda llamada The Psychedelic Shop que convirtió a ese cruce de calles en un lugar de moda. Esto desembocaría en una mediatización del movimiento underground que, como veremos más adelante, no traería nada bueno. La tienda vendía cualquier tipo de merchandising relacionado con parafernalia hippie. Según Barry Miles “libros sobre droga, filosofía oriental, papel de fumar, boquillas, campanillas y abalorios, flautas (¡argh!, N. del. A.) y pósters”. También entradas para los Acid Tests que se montaban en el Fillmore Auditorium, una especie de fiestas proselitistas para expandir el uso del LSD y ver tocar a bandas coñazo (p.e. The Grateful Dead). De los Acid Tests surgió la idea de hacer el Trips Festival, que era lo mismo pero más a lo bruto. El Trips Festival se celebró durante tres días en el Longshoreman’s Hall de la Bay Area de San Francisco y fue organizado por Kesey y sus Merry Pranksters. Tocaron los nombrados Grateful Dead y Big Brother and the Holding Company e incluyeron comentarios por megafonía de Kesey, que iba vestido de astronauta y llevaba un micrófono en el casco. También tuvo lugar una fiesta de disfraces que contó con la presencia de una gran bolsa de marihuana que circulaba entre la concurrencia. El Trips Festival fue un exitazo, con una asistencia de miles de personas y se recuerda como un evento clave en el florecimiento del movimiento freak/ hippie de San Francisco.

Los Ángeles, 12 de noviembre del ’66, Disturbios en Sunset Strip:. Mientras en San Francisco la moda era drogarse y disfrazarse, en L.A. se daban de hostias con los cerdos7. En Los Ángeles los freaks se solían concentrar en Sunset Strip, una calle que había sido lugar de reunión de los beatniks y que en 1966 aún era punto de encuentro habitual de la bohemia underground. Sus lugares de reunión más populares eran el Whisky a Go-Go, un club en el que tocaban grupos como los Byrds o los Standells, y en el Pandora’s Box, una cafetería diminuta. En Sunset Strip el ambiente había estado caldeado todo el verano, porque los jóvenes psicodélicos abarrotaban la calle y los tenderos más reaccionarios se quejaron a la pasma provocando que se instaurara un toque de queda y que hubiera varias redadas en los locales más hip. Pero la mecha de los disturbios en el Strip la prendió la orden de demolición del Pandora’s Box para poder ensanchar una carretera. Eso provocó que toda la movida underground se levantara “en armas”. Unos mil manifestantes con camisas de paramecios y chaquetas de flecos bloquearon la calle, lo que hizo que llegaran dos autobuses llenos de polis dispuestos a arrestar a Dios y su madre. La cosa acabó como un mini mayo del ’68 on acid, con centenares de detenidos (entre ellos Peter Fonda), coches volcados en llamas y viajeros de autobús siendo perseguidos por hordas de melenudos enloquecidos. Estos disturbios no sólo inspiraron canciones míticas como “For what it’s worth” de Buffalo Springfield sinó incluso una peli exploitation llamada Riot on Sunset Strip, que es malísima pero que contiene gloriosas

Londres, octubre del ’66, Presentación de IT: Se celebró en el Roundhouse la presentación de International Times -más conocido simplemente como IT-, el primer y más leído periódico underground inglés, editado por Barry Miles y John “Hoppy” Hopkins, de quienes hablaremos más adelante. El Roundhouse, un viejo almacén de maquinaria ferroviaria sito en Chalk’s Farm Road, era una ruina: dos lavabos

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Dia de la graduación tras los exámenes del ácido lisérgico por la Universidad de los Merry Pranksters, en San Francisco

reminiscencias del gris conservadurismo de los años 50. En medio de un fuerte perfume de incienso y luces estroboscópicas se daba una mezcla de freaks, mods, bohemios, etc. vistiendo coloridos uniformes de tiendas groovy como I was Lord Kitcheners Valet o Granny Takes A Trip. Allí se efectuó un cambio bastante radical, todo el mundo abrazó el nuevo movimiento, incluso los mods. Joe Boyd nos lo cuenta en su libro Blancas Bicicletas: “Una noche a eso de las dos, se me acercó un tipo pequeño vestido de mod. (…) Hablaba tan deprisa que casi no se le entendía pero estaba claro que quería un pase gratuito para el club. Su nombre era Jeff Dexter, el DJ residente de Tiles, un club mod de Oxford Street; su visita fue portentosa. Cuando Jeff entró en el UFO, se inició una metamorfosis que finalmente le convertiría en uno de los popes del flower power. Fue algo parecido a la primera señal de la primavera, el presagio de una migración generalizada”. Y que, yo añadiría, daría muy buenos frutos, como es el caso de toda la movida mod-psicodélica que hoy conocemos como freakbeat o la aparición en el UFO de un grupo de mods llamados The Firm dedicados en cuerpo y alma a crear el caos, embutidos en trajes tonic de tres botones pero hechos de las telas de cortina con los estampados a la William Morris más chillones que pudieron encontrar.

actuaciones y banda sonora de Standells, Chocolate Watch Band y otros ilustres 60’s punkers (ver “Yo fui un garajero adolescente”, en La Escuela Moderna #1). Londres, durante todo año ’66, el Underground Espontáneo: Después de la presentación de IT en el Roundhouse, la escena subterránea de Londres empezó a marchar con fuerza. En enero empezaron las tardes del club The Spontaneous Underground en la sala Marquee, en febrero se inauguró la librería underground y galería de arte Indica, se fundó la cooperativa de directores de cine independientes (Film-makers Co-op) y se montó la London Free School, descrita como “probablemente la primera manifestación pública de la cultura underground en Inglaterra”. Entre sus fundadores estaban el futuro manager de Pink Floyd Peter Jenner, Hoppy, Michael X (un activista Black Power del que hablaremos más tarde) y algunos miembros más de la intelligentsia contracultural inglesa. La LFS se basaba en el precepto de que la educación es una herramienta clave para conseguir un cambio radical en la sociedad y aprovechaba el hecho de que mucha gente de la escena eran o profesores o académicos que provenían de la movida del CND o incluso del Partido Laborista (cuando aún era socialista y no había descarrilado en la “tercera vía”). La LFS ofrecía clases gratuítas a los pobres y faltos de estudios de Notting Hill, sobretodo inmigrantes polacos, irlandeses y jamaicanos/antillanos. De la LFS surgió la iniciativa de reactivar un desfile que se hacía en Notting Hill que llevaba un siglo sin celebrarse y convertirlo en una celebración de la mezcla de razas y la diversión. Con el tiempo se convertiría en el despolitizado Carnaval de Notting Hill, atracción turística donde las haya que cada agosto cuenta con la presencia de casi un millón de personas, entre londonitas, turistas y estudiantes Erasmus españoles e italianos.

San Francisco, 14 de enero del ’67, A Human Be-In: También llamado A Gathering of Tribes (Una reunión de Tribus) o Pow Wow (un tipo de celebración de los indígenas americanos), fue un happening masivo que tuvo lugar en el Golden Gate Park. El evento fue organizado principalmente por el periódico underground San Francisco Oracle y apoyado por los Diggers aunque mostraban sus reticencias ante lo que veían como un método calculado de hacer publicidad por parte de los comerciantes hip del Haight y que decían iba a ser tomado por gurús y líderes autoproclamados (como así fue). Los Diggers (más sobre ellos en la Parte 2 de este artículo) se hicieron con diez mil pastillas de ácido que regalaron entre todos los asistentes o mezclaron con la masa del pan de los bocadillos de pavo que también repartieron. Según Barry Miles, autor de Hippie, en el Human Be-In “no se protestó contra nada, no se hicieron peticiones, fue una celebración masiva del hecho de estar juntos”. Aunque según Allen Ginsberg fue “el último acto hippie idealista” a mí se me antoja como una de las primeras muestras de lo que iba a pasar con ese movimiento espontáneo y anti-sistema. Allí hubo de todo, como podéis imaginar con tanto LSD gratis pasando de mano en mano: miles de grupos hippiosos soporíferos (Sopwith Camel, Grateful Dead y algunos con nombres aún peores), gente con máscaras, pinturas corporales, bailarines sufíes, hare krishnas, malabaristas, paracaidistas siendo tomados por Dioses, los Ángeles del Infierno controlando el escenario y Allen Ginsberg alentando a la multitud a cantar Om Sri Maitreya, un mantra budista. Como véis, esto ya empezaba a no ser divertido. Y para que veáis lo que decía antes, todo aquello sucedía mientras en Los Ángeles sonaban grupos magníficos como Love, los Byrds, los Turtles, Buffalo Springfield, Electric Prunes, Seeds, West Coast Pop Art Experimental Band, United States of América, y muchos más ¿Veis porque diferenciábamos S.F. de L.A.?

1967

En febrero Mick Jagger y Keith Richards son detenidos por posesión de drogas. Se celebra el Festival de Pop de Monterrey con la presencia de Jimi Hendrix, The Who y muchos más. Se funda un pueblo en Inglaterra llamado Milton Keynes. En octubre Che Guevara es asesinado en Bolivia. Se descriminaliza la homosexualidad en Inglaterra y se aprueba la ley del aborto. Nace Kurt Cobain. El 28 de abril Muhammad Ali se niega a hacer el servicio militar. La criminal de guerra nazi Ilse Koch “la bruja de Buchenwald” se suicida en su celda.

San Francisco, abril del ’67: El Haight-Ashbury se masifica. Los artículos en la prensa mainstream fueron los culpables de la peregrinación de adolescentes que pretendían conectarse, sintonizar y abandonar (Turn On, Tune In, Drop Out, frase popularizada por Leary). Ese verano (el que se conocería solemnemente como “Verano del Amor”) Country Joe MacDonald, del grupo Country Joe and The Fish, hizo correr el bulo de que fumar piel de plátano colocaba y los hippies se lanzaron en masa a las fruterías. El Haight

Londres, enero del ’67, Club UFO: En enero del ’67 se abrió el club UFO, montado por John Hoppy Hopkins y el reputado productor Joe Boyd, que tenía lugar cada dos semanas en un sótano de Tottenham Court Road. La atmósfera era como de otro mundo, especialmente en el Londres de aquellos años, que aún tenía

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la primera de las bianuales manifestaciones contra la Guerra de Vietnam en fundir la protesta másiva con la veleidosidad de la contracultura y en llevar la desobediencia civil a nuevos niveles de confrontación. Esta marcha se convertiría en un entrenamiento cara a las manifestaciones que se iban a desarrollar en la Convención del Partido Demócrata del año siguiente en Chicago –excepto que la última, como veremos, se vió empañada por una mayor violencia policial, si cabe–. Estaba organizada por el Comité de Movilización Nacional para Parar la Guerra en Vietnam (más popularmente conocido como the Mobe), una coalición libre de unos 150 grupos independientes, aunque algunos de los eventos que iban a suceder ese fin de semana no estaban para nada planeados. David Dellinger, coordinador del Mobe y pacifista radical, pidió al yippie Jerry Rubin ser director de proyecto para la marcha ya que, como hemos visto, Rubin había organizado el Día de Vietnam en Berkeley cuando estaba al frente del VDC y muchas otras acciones de protesta en la costa oeste y ya estaba habituado a estos “saraos”. La idea de marchar hacia el pentágono fue suya. La mayor manifestación se celebró en el Monumento a Lincoln en el D.C. Mall, donde a lo largo de la tarde, la gente se apelotonó alrededor de los estanques y escuchó los discursos. La manifestación fue también el destino final de la Maratón de la Antorcha de la Paz que habia salido de Hiroshima el 6 de agosto, en el aniversario del bombardeo atómico. Después de los discursos, cerca de cincuenta mil personas salieron hacia el Pentágono, les llevó alrededor de una hora y media caminar unos escasos 2 quilómetros a través del Memorial Bridge para llegar a un párquing anexo al edificio donde un segundo mítin estaba previsto. En el otro extremo, un grupo de yippies estaba tratando de exorcizar el Pentágono, una idea brillante de Abbie Hoffman poniendo en práctica una de las surrealistas, románticas y descerebradas acciones que hizo que un viejo periódico comunista americano los tildara de “Groucho-marxistas”. El plan era que la gente cantara y coreara hasta que el Pentágono se volviera de color naranja y levitase, para expulsar sus malos espíritus y así poner fin a la guerra en Vietnam. El maestro de ceremonias era Ed Sanders, Yippie también perteneciente al grupo de los Fugs (de los que hablaremos en la segunda parte). También habían alquilado una avioneta para que lanzara miles de flores sobre la multitud, pero a la que jamás permitieron despegar. Evidentemente la acción tenía mucho de sarcasmo y el Pentágono no se movió ni un milímetro. Mientras unas pocas docenas cantaban, miles de manifestantes pasaron de largo el párquing donde todo esto sucedía y se dirigieron a la entrada principal del Pentágono donde fueron recibidos por unos tres mil soldados federales formando una barricada humana que rodeaba el perímetro del Pentágono y que detenían a todo el mundo que intentara traspasar la línea. Los que querían poner en acción la desobediencia civil intentaron reiteradamente traspasar la línea y en un momento dado un montón de jóvenes manifestan-

se llenó de vagabundos adolescentes, gurús, sectas orientalistas y pedigüeños en general. En mayo la Comisión de Justicia Juvenil devolvió cerca de doscientos chavales huidos de casa a sus padres. Las drogas duras también empezaban a hacer acto de presencia. Londres, 29 de abril del ’67, 14th Hour Technicolor Dream: Mientras en San Francisco las cosas se empezaban a ir de madre en Londres la cosa estaba que ardía. El 29 de abril se organizó el 14-Hour Technicolor Dream en el Alexandra Palace para recaudar dinero para IT, que se encontraba en medio de una crisis financiera tras una redada de la Patrulla de Publicaciones Obscenas (algo habitual en la Inglaterra de esa época). Fue organizado por Hoppy, Barry Miles y parte del personal de IT, y fue el primer festival psicodélico masivo en Inglaterra. La concurrencia estaba formada por una gloriosa mezcolanza de freaks, beats, mods, squares, proto-punks, estrellas del pop y heads (drogatas) todos unidos pasándolo bien, bailando y flipando. La lista de artistas participantes, la gran mayoría favoritos de los mods y proto-punks nos da una idea de la diferencia que había con el rollo pretencioso y aburrido de muchas de las bandas que habían participado en el Human Be-In de San Francisco. Al loro: The Pretty Things, The Crazy World of Arthur Brown, The Flies8, Alexis Korner, Graham Bond, Tomorrow, The Pink Floyd, Champion Jack Dupree, The Creation, Social Deviants, The Move y muchos más. Todo esto mezclado con lecturas de poesía, compañías de danza de vanguardia y algún happening, como el ya famoso instigado por Yoko Ono en el que unos tíos con tijeras gigantes le iban cortando poco a poco el vestido de papel a una modelo hasta que quedaba desnuda. Como dice Boyd en su libro: “No había forma de parar esta nave. El underground se estaba convirtiendo en la corriente principal.” Y yo pienso para mis adentros: ¿Para bien o para mal? Londres, 15-30 de julio del ’67, Dialectics of Liberation: Si el encuentro internacional de poetas Wholly Communion había sido un lío esperaos a ver lo que tengo que contaros sobre el congreso de la Dialéctica de la Liberación. Éste se celebró en julio del ’67 en el Roundhouse, (que ya no era tan tugurio y había sido mínimamente adecentado) y consistía en una conferencia mundial de freaks para tocar temas relacionados con el anti-colonialismo, el black power y la ecología. Para superar el elenco de nerds de Wholly Communion se decidió traer a los siguientes: el requetearchi-omnipresente Allen Ginsberg, Emmet Grogan de los Diggers, el líder del activismo black power Stokely Carmichael, el “psiquiatra radical” R.D. Laing (que según Farren, demostró “lo que pasa cuando los locos se hacen cargo del sanatorio”), Julian Beck del Living Theatre, Michael X , Timothy Leary, el super-popular filósofo Herbert Marcuse e incluso un tal Gregory Bateson que iba a hacer una ponencia sobre el lenguaje de las ballenas y los delfines y que incluso podría haber sido su representante en tierra firme. Como dice Mick Farren en su divertidísimo e inspirador libro Give the Anarchist a cigarette:“Con esa grandiosidad propia de los 60, esta reunión de lo que supuestamente eran las personas más inteligentes de nuestra generación estaba orientada a solucionar todos los problemas del planeta. Al final, acabo convirtiéndose en otra demostración de hermoso caos.” Hubo de todo y para todos los gustos, no voy a extenderme más aquí. Washington D.C. 21 de octubre del ’67, la marcha hacia el Pentágono: Ese sábado 70.000 manifestantes llegaron a Washington D.C. para “enfrentarse a los encargados de la guerra.” Ésta fue

La chica de 17 años Jan Rose Kasmir se enfrenta a la Guardia Nacional en el transcurso de la marcha hacia el Pentágono de octubre de 1967

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Momento de la marcha funebre The Death of Hippie, que conmemoraba el aniversario de la ilegalización del LSD, a su paso por Haight-Ashbury

zada por los Diggers, la Free Clinic, The Switchboard y varias organizaciones más de apoyo a la comunidad de Frisco. Los ritos funerarios dieron comienzo cuando unas 80 personas se reunieron en Buena Vista Hill con velas en la mano y procedieron a quemar parafernalia hippie (abalorios, periódicos underground, etc.) y luego bajaron en procesión hacia Haight portando un ataúd de cartón en el que estaba “la representación de los hippies”. Luego colgaron una cinta de acera a acera de la calle en la que se leía “Muerte del regalo hippie = nacimiento del hombre libre”: era el nacimiento de los freebies, que duraron menos que un telediario. Pero, por supuesto, y como veremos, aún no fue la muerte del movimiento sino, como dice Richard Neville en Playpower, “sólo la muerte de esa fase de ‘glamourización’ por parte de la prensa y de la sobresimplificación de la ética de amor universal que había caracterizado la respuesta demasiado entusiasta de una generación hacia su propio sentimiento de identidad colectiva.”✿

tes encontraron una entrada sin vigilancia utilizada por la prensa y trataron de invadir el Pentágono. Fueron expulsados físicamente, con la ayuda de las culatas de los fusiles y gases lacrimógenos, dejando algunos hippies magullados y sangrantes mientras la multitud a su alrededor cantaba “America the Beautiful”. Cuando el permiso para la marcha expiró a las siete de la tarde, un par de miles de manifestantes optaron por pasar la noche allí. Nadie les obligó a salir, a pesar de que muchos se fueron cuando empezó a hacer rasca. El resto encendieron hogueras hechas de pancartas y se quedaron despiertos fumando porros, cantando, hablando y enfrentándose a los soldados. Algunos manifestantes trataron de convencer a los soldados que les plantaban cara con las bayonetas desenfundadas para que se unieran a ellos e incluso corrió el rumor de que algunos lo habían hecho; otros les ponían flores de las que habían repartido los yippies en el cañon de la escopeta. Cuando el sol se elevó, unos pocos cientos de personas marcharon a la Casa Blanca para despertar al Presidente Lyndon Johnson con sus cánticos, algunos fueron detenidos por arrancar flores en el Parque Lafayette. La mayoría de los que pasaron la noche en el Pentágono se marcharon el domingo después de una pequeña manifestación por la tarde. Inmediatamente después de la medianoche del lunes el par de cientos que quedaban en el Pentágono fueron detenidos, con lo que sumaron 681 las detenciones durante el fin de semana. Jerry Rubin fue detenido mientras meaba en una pared del Pentágono por lo que le cayeron 30 días de cárcel. Esta manifestación fue una de varias acciones paralelas en todo el mundo, en Europa, Israel, Japón y Australia o multitudes marcharon contra la presencia de tropas de EE.UU. en Viet Nam. El año siguiente las protestas contra la guerra se intensificarían de manera radical.

****FIN DE LA PRIMERA PARTE**** En la siguiente entrega de Punks vs. Hippies continuaremos con nuestra cronología por el año 68, en el que el verano del amor se convierte en el invierno de las hostias, y años sucesivos. Se abordarán los siguientes temas: Woodstock y Altamont, la batalla de People’s Park en Berkeley, los asesinatos Tate-La Bianca por parte de la Familia Manson y su relación con la contracultura, la interrupción del certamen de Miss Mundo, el juicio de los Siete de Chicago y muchas cosas más. También escogeremos a los protagonistas de esos revueltos años desde el prisma de LA ESCUELA MODERNA, y haremos pequeñas biografías de todos esos freaks protopunks que se alejen del prototipo de hippie pasivo: Mick Farren y los Social Deviants, los Yippies, los Diggers, los Provos, John Sinclair y sus White Panthers, The Fugs, etc. También veremos qué de bueno y qué de malo heredamos de la contracultura y del underground e incluso, si hay espacio, tocaremos el tema visto desde la Península Ibérica, en la que todo fue (como casi siempre) más cutre pero quizás más honesto que en otras partes. ¡Y si no cabe, pues a por la tercera parte! 1 Para los que no los hayáis leído se trata de “Los hippies subterráneos” y “Hippies” y están en nuestro blog de manera gratuita por tiempo ilimitado. 2 Por poner algún ejemplo: Joe Strummer, Jamie Reid, Malcolm McLaren, Vivienne Westwood, el manager de los Clash y los Dexy’s Bernie Rhodes, etc. 3 John Lydon, Joe Strummer, Keith Levene, Captain Sensible y tantos otros, llegado el momento, reconocieron haber sido fans de bandas como Van Der Graaf Generator, Magma, Yes y demás personajillos. 4 Counter Intelligence Program, un programa del FBI destinado a investigar e interferir en las actividades de las organizaciones disidentes dentro de los EEUU. 5 Algunos de los más famosos hipócritas emprendedores hippies podrían ser Richard Branson, Steve Jobs o Ben & Jerry, que no son unos dibujos animados sino unos magnates heladeros. 6 La idea me sobrevino viendo en el documental Punk: Attitude de Don Letts a todos esos viejos punks como Paul Simonon, David Johansen, Dave Goodman, etc. hablando bien de los hippies –cuando tanto se habían cagado en ellos–. 7 Término que popularizaron los Black Panthers para referirse a la Policía y que acabó convirtiéndose casi en un sinónimo. 8 De The Flies se dice que fueron el primer grupo punk, lo que demostraron en el 14th Hour Technicolor Dream cuando en vez de las más socorridas flores, y totalmente a contracorriente de la época, llenaron al público y a ellos mismos de harina, para poco después proceder a mearse sobre la gente. O cuando en el UFO se reunieron cerca del escenario a gritar “¡Vendidos!” a los Pink Floyd por haber firmado un contrato con EMI. Ni los Pistols en sus mejores tiempos, vaya.

San Francisco, 6 de Octubre del ’67, The Death of hippie: El grueso de la gente square piensa que el movimiento hippie fue una tontería que tuvo lugar entre finales de los 60 y principios de los 70 y que fue tan superguais como las fiestas flower-power de Pachá Ibiza, pero los lectores de La Escuela Moderna deberían saber que en una fecha tan temprana como octubre de 1967 ya se celebró una ceremonia llamada The Death of Hippie. La ceremonia de homenaje de la muerte del movimiento hippie tuvo lugar el 6 de octubre como conmemoración del 1º Aniversario de la ilegalización del LSD. También tenía mucho que ver con lo que se había convertido la escena underground en S.F., con la espectacularización de Haight-Ashbury y, paradójicamente, el lamentable estado de muchas de las organizaciones y comercios hip, que estaban o a punto de la desbandada o endeudadas hasta el cuello. La marcha fúnebre fue organi-

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No sé si dejé claro en la última entrega que el márquetin está mal. No, me parece que no lo dejé claro. No es imposible que, en general, el lector de LA ESCUELA MODERNA razonara de la siguiente forma: “Por supuesto; lo del márquetin es una desgracia, un engañabobos; pero vamos, que yo estoy de vueltísima. Yo veo los anuncios, me río de ellos, de Ronaldinho, de la madre que parió a Risto Mejide, y luego sigo con lo mío”.

S

planteó la moralidad del procedimiento. Si acaso, las dudas venían por el lado de “¿se dará cuenta alguien?”. Pero eso sólo hubiera sido preocupante si “alguien” fuera un montón de consumidores organizados, claro. Y no, nadie se organizó ni hubo boicots ni pasó nada de nada. La gente se quejaba por la calle pero seguía comprando. Tú, hypocrite lecteur, seguías comprando. Lo de “total inocencia” de más arriba lo decía en serio. No creo que, tomados uno a uno, aquellos impresentables del grupo de trabajo Paso al Euro fueran especialmente diabólicos. Creo más bien que simplemente aprovechaban la famosa oportunidad única y no cabía en la cabeza de nadie que hubiera ningún problema con ello. Esto es de una pobreza moral escandalosa, pero es pobreza tan solo, no necesariamente maldad. En general, basta con asegurar la pobreza moral de los implicados en un proceso cualquiera para que el resultado pueda ser consistentemente inmoral. De esto, de indigencia moral, se sabe mucho en los departamentos de márquetin. Así que ni mano invisible ni pollas. La inflación que se produjo tras la entrada del euro fue el resultado de unas cuantas decenas de “grupos de trabajo” aprovechando inocentemente una oportunidad única. Por cierto: tanto precio acabado en .45, .95, .99 debería haber levantado sospechas en la administración, ¿no? Digo yo.

í, ya, creo que no. En realidad nos tienen embromados a todos, de maneras muy distintas y en muy distintos grados. Por supuesto que nadie tras ver un anuncio piensa jamás “Oye, ese es exactamente el producto que necesito. Cuesta un poco más pero, ¡qué diantres! Ese poco más aportará un plus de frescura y de rebeldía a mi vida”. Por supuesto, y aun así los marqueteros pasan suficiente tiempo pensando en cómo quedarse con nosotros que lo consiguen más de una vez. Como me parece muy importante remachar este punto, he decidido mezclar la crítica, digamos, racional, con anecdotariocarnaza. Sí, amigos: vamos a tirar de la manta. Lo que ocurre en esas reuniones, lo que dicen esas gentes por sus bocas, lo-fuerteque-es-todo-hijos-de-puta-ya. Cosas que sé porque las he visto, eh. A continuación. El plan es: una de carnaza, otra de crítica racional (en esta entrega, el plan de medios). Vamos allá:

Carnaza I: El paso al Euro En la empresa en que trabajaba yo por aquel entonces, un año antes del paso definitivo al euro, se creó un grupo de trabajo (que, sí, se llamaba “Paso al Euro”) cuya función era asegurar que se aprovechaba al máximo esa oportunidad única para subir los precios. Lo que hacía aquel grupo de trabajo era coger la lista de precios en pesetas, dividir cada uno por 166,386 y, si salía 3, 67, pasarlo a 3,95; si, en cambio, salían 2,17, pues se pasaba a 2,45. Todo en ese plan. Lo más bonito del caso es que las divisiones en cuestión se hacían con total inocencia. Nadie en ningún momento se

El plan de medios Así se llama a una hoja de cálculo en la que se consigna todo lo que una compañía tiene pensado gastarse en publicidad en el año. En “medios” de comunicación, se entiende.

1.1) Televisión convencional.

por M

anol

o Ma

La parte más importante del plan de medios, por supuesto, es la dedicada a televisión convencional. O sea, a anuncios. En realidad, para las compañías de gran consumo -aquellas cuyos

rtíne

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2ªparte

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nada más que televisión de Coca-Cola. No hace falta hacer muchas cuentas para extraer conclusiones. Un GRP de ama de casa, allá por el 2003, costaba unos 700 euros -eso a la compañía donde trabajaba yo; dependiendo de cuántos compres, así será el precio- y uno de joven adulto, 900 euros. Así que Coca-cola se deja, sólo en televisión y sólo en esa marca, más de quince millones de euros al año. Hace unos años, los vaqueros Caster se anunciaban con un anuncio pretendidamente cutre que acababa con el slogan “¿Por qué somos tan baratos? Porque nos gastamos menos en publicidad, ¡no te jode!”. Lo que uno tenía que entender es que el anuncio cutre costaba menos que los anuncios buenos de la competencia, y por eso los vaqueros son más baratos. Que todo eso me parece muy bien, cuanto menos anuncios mejor. Lo que pasa es que el coste de rodar es despreciable comparado con el coste de emitir. El coste de emitir es monstruoso y desproporcionado; sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de vender fregonas, chicles, yogures, cosas que valen menos de 3 euros. La regla de oro es, claro está: no comprar nada que se anuncie, porque toda esa barbaridad de eurazos los pagamos directamente nosotros.

1.2) Televisión no convencional. Hay unas cuotas máximas de publicidad en televisión. Y no es que esté mal la cantidad de publicidad que dejan emitir; para darse cuenta basta con apostarse algo a si, al encender la tele, nos toparemos con programa o con anuncios. Yo apuesto por anuncios y suelo ganar. Aun así, los anunciantes están descontentos, así que centrales de compra de medios y cadenas de televisión, de unos años a esta parte, se han puesto las pilas para saltarse la ley, y es que son unos rebeldes y unos outsiders, los tíos. Patrocinios: Es cuando un presentador está a lo suyo, que es presentar, y de pronto se le ponen rígidos los músculos del cuello y, con la mirada vidriosa empieza a salmodiar un texto que no tiene nada que ver con nada de lo que decía, hasta que, hey presto, aparece la palabra “Publicidad” sobreimpresa en el ángulo superior izquierdo de la pantalla justo en el momento en que dice la marca de un producto. El momento acaba tan abruptamente como comenzó, y el programa sigue por los anodinos derroteros que llevaba. Todo el mundo cree que lo ha soñado, y al cabo de las horas ya no se acuerda uno de nada. Ese mágico momento es lo que se conoce como “patrocinio”. Es obligatorio sobreescribir lo de “Publicidad” a lo largo de todo el patrocinio, pero ellos qué va. Ellos sólo lo ponen cuando se dice el nombre de la marca, aunque antes hayan estado diciendo cosas tan psicotrópicas como “Ya sabes, amiga, que tú necesitas una fregona que sea rápida y atractiva, absolutamente innovadora para la limpieza de suelo húmedo. Pues bien, ¡aquí tienes [letrero de publicidad] Vileda Rapid AttrActive!”. Lo de antes del letrero se ve que no era publicidad, sino parte del programa.

productos se venden en super e hipermercados, para entendernosel plan de medios prácticamente es el plan de televisión. Antes de nada, un poco de terminología: La presión publicitaria se mide en gross rating points (GRPs), o sea, puntos brutos de audiencia. Si una compañía contrata un GRP, esto quiere decir que, por la audiencia de los anuncios que va a emitir, se asegura que un 1% del público objetivo en cuestión va a ver el anuncio una vez de media. O sea: la presión ha sido de 1 GRP tanto si todo el público objetivo te ha visto una vez como si la mitad del público te ha visto dos veces, etc. Sólo tiene sentido hablar de GRPs en relación a un público objetivo. Así, GRPs de ama de casa, de niños, de joven adulto. No me he inventado yo la nomenclatura, esos descriptores son los que usan las centrales de compra de medios (las empresas que se encargan de intermediar entre cadenas de televisión y vendedores de productos); normalmente se considera que las compras las realizan las amas de casa, así que los GRPs más importantes son los que se destinan a que sean ellas las que vean la publicidad. También se suele hablar de OTS (Opportunity to see – oportunidades para ver). 7 OTS al 95% quiere decir que el 95% del público objetivo te ha visto 7 veces. Vale, pues una presión razonable (según la tradición marquetera) para un anuncio que no se ha visto nunca (la presión de lanzamiento) son 1500 GRPs a lo largo de cuatro semanas; o sea, que todo el público objetivo te vea una media de quince veces. O la mitad treinta veces y la mitad ninguna, o cualquier combinación de valores. Esto es, las amas de casa de este país ven los anuncios, durante el primer mes de su emisión, una media de quince veces, algunas menos, algunas más. ¿Ponimáis, drugos? Algo así como un lavado de cerebro mensual. Esto es, como decía, la presión recomendada para las primeras cuatro semanas de vida de un anuncio. La presión anual de marcas como Coca-Cola era, cuando dejé de trabajar en esto, de unos 17.000 GRPs. Sin contar Fanta, Aquarius y tal. Sin contar

Programas falsos: No se llaman así, se llaman, dependiendo de la cadena, “Cronos” o “Flashes” o cosas parecidas. Pero es eso exactamente lo que son: programas falsos pensados para disponer de más tiempo para los patrocinios de entrada y salida de programa. Es que, además de la cuota para televisión convencional, las cadenas tienen derecho a emitir un anuncio de 10 segundos que es el mismo anuncio convencional, pero desconvencionalizado (?) por la inclusión de una voz en off que dice, por ejemplo, “Sanex patrocina este programa”. Así que, ya está: se han inventado unos programas que sólo sirven para poder patrocinarlos: “Sanex patrocina Flash más que coches”, eso es un anuncio de Sanex de 10 segundos; luego viene el “flash más que coches” en sí donde se dicen cosas como “en verano es importante tener la piel hidratada y limpia”, que uno se pregunta qué tendrá que ver con los coches (“ah,

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1.4. Otros soportes urbanos

pero es que este programa es más que coches”, ya), y luego, cuando acaba al cabo de treinta segundos, otros 10 segundos de “Sanex ha patrocinado Flash más que coches”. Idos a la mierda, hombre.

¿Tienes un metro cuadrado en blanco en la pared de tu cocina? No sé a qué esperas: Lonas cubre-andamios: Yo tengo la sospecha de que muchos edificios están cubiertos con andamios simplemente para poder vender la lona. Hace unos años las centrales de medios visitaban a las asociaciones de vecinos para convencerles de poner un anuncio luminoso en la terraza -ahí es legal ponerlo porque es propiedad privada; en ningún otro sitio puede hacerse- a cambio de hacer reformas en la fachada, o instalar el ascensor. Hoy en día el negocio son las lonas. En calles céntricas, como el Paseo de Gracia, es impensable que no haya tres o cuatro de esas lonas con anuncios gigantes. Cuando hayan pintado todas las fachadas volverán a empezar, digo yo.

Contenedores: Así se llama a los programas como Megatrix que sirven para dar apariencia de unidad a la emisión de series infantiles. Sale Natalia de operación triunfo vendiendo un producto y presentando Pokémon. Luego sale Natalia de operación triunfo, vende otro producto y presenta Shin Chan y luego se acaba el programa. No siempre es así, en verano es peor. En verano organizan el programa entero en torno a una u otra marca. ¡El concurso Petit Suisse! ¡El baile de disfraces Cola Cao! Una orgía de envases de cartón piedra y plotters con la marca a todo tamaño cubriendo los toboganes del Aquapark ese que tienen en Madrid.

Estaciones de metro: Es una cosa que te venden integralmente, como un pack: andenes, pasillos, escaleras, todo con logos de la marca que sea. No se venden todas. En Barcelona: Universitat, Zona Universitària (es que el metro es un medio “joven”, se ve) y la comunicación entre L3 y L5 en Diagonal. El metro también vende espacio publicitario en el Canal Metro.

Carnaza II: ¡Viva, nos han denunciado! Una vez le llegó a Antena 3 un requerimiento judicial por utillizar a niños del público para hacer publicidad de yogures. La encargada de “nuevos medios” de la central de compra de medios (una chica que iba como de hippy, que diréis “¿eh?”) fue a darles la noticia a los fabricantes encantada, en plan “Fijaos cómo curro para vosotros, que nos han denunciado”. Efectivamente, la reacción del cliente fue de agradecimiento y reconocimiento por haber conseguido que el juzgado le diese un toque a Antena 3 por explotación infantil. Los de Antena 3 mismos también fueron a verlos a recibir parabienes, los muy cachondos. Estaba todo el mundo encantado de haberse conocido.

Paredes medianeras: existe un circuito parecido a los OPIS pero de paredes medianeras, esas que quedan expeditas entre edificios de distinta altura. En Barcelona el circuito tiene doce o trece. Buses: ahora ponen esos plotters supuestamente transparentes por dentro y opacos por fuera, que cubren el bus entero. Parkings de centro comercial: Sí señor, todo aquello de la “zona blanca”, “zona verde”, pensado como ayuda para recordar dónde se ha dejado el coche ahora empieza a ser “Zona Movistar”, “Zona Actimel”. Esto está sólo empezando, dentro de unos años volvemos a hablar.

1.3. Exteriores (Vallas, OPIS) OPIS en Barcelona y MUPIS en Madrid. Nadie sabe a ciencia cierta qué quieren decir estas siglas, pero todo el mundo las usa. Son, por ejemplo, las marquesinas de las paradas de autobús, que luego también están por la ciudad sin marquesina ni nada. Se supone que la marca debe estar muy grande en ellas, para que se vea bien. Ahora han sacado unas que puedes meter cosas dentro: ropa, chicles, cerveza caliente. Hay unos “circuitos” de OPIS, que cuestan más o menos dependiendo del número de OPIS que incluyen y de lo bien situados que están. Los OPIS son lo moderno, y han desplazado un poco a las clásicas vallas publicitarias, que hoy en día se usan más bien para anunciar cosas que quedan cerca de la valla misma (tiendas de muebles y cosas así) o, vaya Usted a saber por qué, partidos políticos.

Bicing: ¿Que no llevan publicidad? Clear Channel, la empresa que gestiona lo del Bicing, se dedica a la publicidad en exteriores. ¿Para qué creéis que es el guardabarros ese gigante de la rueda trasera? Pues para ser anuncios ambulantes dentro de unos meses. En Córdoba el Bicing lo lleva Decaux, la empresa que en Barcelona gestiona los OPIS.

1.5. Internet Yo de estas cosas no sé mucho, porque trabajaba en gran consumo y estos medios tienen, o tenían, “poca cobertura”. Nada, se supone que el interés está en el impacto cualitativo. O sea, que los anuncios de internet no los ve nadie, pero si los viera alguien... En fin. Yo daba por hecho que esta sería la segunda y última parte, más que nada porque me voy dando cuenta de que el tema me pone pelín nervioso, pero ahora veo que no. Aún se podrá hacer una entrega más para acabar con las partes principales del plan de marketing: desarrollo de producto y envase, márquetin directo. Tres flecos que quedan y ya, de una vez. ★

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Jim Dodge La fiesta sin fin (Parte I de II)

A

punto, estoy a punto de haber dicho todo lo que tengo que decir en la vida sobre Jim Dodge. Jim Dodge es mi escritor favorito. No está solo, que está con Susan Hinton, Nik Cohn, Edward Limonov, Joe Orton, Adrien Henri, B.S. Johnson, John Osborne, Shelagh Delaney, Richard Brautigan, Kurt Vonnegut y, claro, John Fante. Y más. Esta entrevista será la culminación de tanto hablar: entre preguntas y respuestas, aquí está todo, de momento, todo lo que hay que saber sobre él. Lo demás: mi opinión y otros artículos publicados en periódicos, cuelgan en el blog de este fanzine (http://laescuelamoderna.blogspot.com/), junto al prólogo que me encargué de hacer para El Aleph con motivo de la publicación de Not fade away (aquí El Cadillac de Big Bopper). Un prólogo de fan sobreexcitado (la única forma de ser fan, según lo veo), como puede comprobarse leyéndolo. Lo único que tienen que saber antes de que todo esto empiece es que JIM DODGE es un señor californiano nacido en 1945. Que tiene tres novelas en su haber (Fup, Not fade away / El Cadillac de Big Bopper y Stone Junction1, aquí llamada Introitus Lapidis y publicada recientemente por Alpha Decay). Y que sus obras tienen todo lo que uno busca en este tipo de cosas: honestidad, pasión, ritmo, discos, drogadicciones variadas, posibilidad de redención, obsesión pulverizante, tristeza (y cómo vencerla), culpa (y cómo deshacerse de ella), y una cantidad enorme de diversión útil, fértil, nada banal. Tras leer a Jim Dodge, como casi nunca pasa, la percepción de ciertas cosas ha cambiado irremisiblemente. Al igual que con determinados discos y películas inductores de la catarsis, hay un claro antes y después de leerle. Para que vean, sin más preámbulos, qué tipo de persona es Jim Dodge, sólo les diremos que éste es un escritor mítico en Estados Unidos, alguien seleccionado repetidas veces para todos esos “Los 1001 libros que hay que leer antes de morir”, alguien que podría ser fabulosamente rico y famoso e idiota si hubiese decidido vender su alma y trabajo al mejor postor. Pero Dodge no es así, como demuestra que nos contestara una entrevista de casi treinta preguntas y que acabó llenando 17 páginas de word (a un espacio, cuerpo 12) para un fanzine. Es decir, algo que no le reportaría aumento de ventas ni de cara pública. Dodge hizo esto por la misma razón que nosotros hacemos otras cosas y, sin ir más lejos, este fanzine: por pasión y por afán de transmitir emociones, canjear conocimiento, celebrar el banquete. Lo que sigue es largo, denso, detallista y meticuloso, casi indiscreto, algo sobre-sentimental, también confesional, ocasionalmente filo-hippie, y muy largo. Tan largo que tuvimos que partirlo en dos. Pero vale la pena, ya verán. Pues leer a Jim Dodge, como dijo Thomas Pynchon en el prólogo a Stone Junction, “es como estar en una fiesta sin fín donde se celebra todo lo que importa de veras”. Y la fiesta acaba de empezar. >> 1

A lo largo de toda la entrevista, los títulos de las novelas aparecerán en el idioma original.

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por Kiko Amat


el papel del “profesor” es el de guía o, máximo, algo de modelo/ autoridad. Así que si la pregunta es “¿Crees que es positivo que jóvenes escritores se junten y discutan el trabajo de los demás?” –o sea, tener una audiencia pre-publicación de coetáneos apasionados y comprometidos- creo que la respuesta es un justamente incondicional Sí. Al menos, muchos ex-estudiantes míos lamentan haber perdido aquella comunidad. Y sé que cuando yo estuve en el Taller de Poesía de Iowa aprendí mucho más de mis compañeros que de mis profesores. Dicho esto, sí creo que los escritores jóvenes que todavía no han accedido a la plenitud de sus voces individuales tienden a imitar lo que sus compañeros alaban. Pero, del mismo modo, escritores que aún no han sido publicados tienden a imitar a escritores ya publicados. En cualquier caso, si hay algo que distorsiona peligrosamente las psiques de los escritores noveles es la presión por publicar, por hacerse con algo de fama. O, como me deleito en decirles a mis estudiantes, los dos grandes obstáculos con los que se encuentran los jóvenes escritores americanos son el fracaso y el éxito. Y salgo de los Estados Unidos suficientemente a menudo para ver lo mucho que otros países aprecian y premian a sus artistas/intelectuales, mientras los USA no confían en sus artistas y mantienen una relación amor/odio con la celebridad.

Cuatro preguntas en una: ¿Cuándo empezaste de manera realista a pensar en escribir narrativa? ¿Eres autodidacta? Puesto que eres profesor, ¿Qué piensas del síndrome Escritura Creativa, en cuanto a que es una asignatura escogida como carrera por muchos estudiantes americanos? Lo que estoy intentando decir es: ¿Crees que el Taller de Escritura es una influencia positiva en los escritores que empiezan? Parece que cada vez hay menos escritores autodidactas y completamente autónomos. Todo parece cada vez más... prefabricado, por decirlo de alguna manera. Como si estuviésemos perdiendo los Fantes del mundo. No tengo claro haber pensado nunca de forma realista en escribir narrativa, pero empecé hacia los 35 con el manuscrito de lo que finalmente terminaría siendo Stone Junction. Probé con la narrativa porque mi inspiración poética estaba en un callejón sin salida (de acuerdo que quizás no había mucho más camino que recorrer). Morris Graves, un pintor amigo mío que vivía cerca y que a menudo trabajaba en formas Sumi muy delicadas, me comentó que cuando se bloqueaba iba y compraba un puñado de escobas, galones y galones de pintura y un enorme rollo de papel de embalar, lo disponía todo en el suelo de su estudio y se ponía a pintar utilizando las escobas como brochas. Deduje que el equivalente de esto en escritura sería la prosa, así que decidí alegremente que escribiría una novela; trabajé cada noche durante un año, escribiendo a mano junto a una lámpara de keroseno, y Victoria, mi mujer, pasaba a máquina cada día lo que había escrito. Trabajé cinco horas cada noche durante un año y, cuando estaba a 100 páginas del final –quizás porque ya sabía como iba a terminar- perdí interés en el tema; para desespero de Victoria, según recuerdo, que prometió no volver jamás a pasarme ningún manuscrito a

A pesar de que he leído bastantes detalles de tu biografía, me gustaría que nos hablaras de tu adolescencia y juventud en los años sesenta. Y a la vez cuánto de esa experiencia se ha infiltrado en tu obra. En mi octavo de EGB, hacia 1951, mi padre, que había volado 58 misiones como bombardero en el teatro europeo de la IIª Guerra Mundial, fue reclutado en las Fuerzas Aéreas durante la guerra de Corea. Como terminó ejerciendo de profesor de los instructores de vuelo nos mudábamos constantemente; me matriculé en más de 15 colegios, y me adentré en la pubertad a lo largo del Año Geofísico Internacional, 1956, cuando estaba en Goose Bay, Labrador, donde mi padre era Comandante de vuelo de la Sección Norte. Mi pubertad en Labrador, en una clase combinada de 2º y 3º de BUP donde solo había cuatro chicas, retorció mi joven psique de una manera tan severa que no es de extrañar que acabara refugiándome en los brazos de las musas. Cuando regresamos a los Estados Unidos, mi padre estudió para ser oficial en el programa de lanzamiento de misiles, así que pasé un año en Wyoming en el Warren AFB, y luego un año y medio más en Vanderberg, el sur de California. Cuando al final se retiró por razones médicas en 1959 volvimos a mi pueblo natal de Santa Rosa, California, donde fui al instituto y me convertí en el modelo de estudiante americano de pura cepa: co-capitán del equipo de futbol americano; sprinter y corredor de fondo en el equipo de carreras; exterior central zurdo en el equipo de béisbol; presidente de la clase; miembro de la Block Society (en deportes) y en general el típico atleta-estudiante. Además, me estaba forrando a base de robar licor para estudiantes mayores de secundaria, corría en carreras drag1 con mi Ford del 51, perseguía mujeres y en general hacía maldades de todo tipo. Pero aparentemente mis maldades no eran tan graves, porque conseguí un nombramiento del congreso para la Academia de Guardacostas. Al final decidí que estaba harto de regimenes castrenses y decidí concentrarme en obtener la carrera de biólogo pesquero, así que me matriculé en Humboldt State en 1963. Dos años después estaba en las calles protestando contra la implicación americana en Vietnam y la opresión de los ciudadanos afroamericanos en el Sur. Algunas de las razones subyacentes en ese cambio aparecen en Not fade away y, de una manera más disfrazada, en Stone Junction.

Tampoco creo que escribir prosa narrativa sea terapéutico; al contrario, opino que contribuyes al daño pasando cinco horas al día en una habitación llena de lenguaje pensando en tus pequeñeces, culpa y errores. Eso se me antoja casi tan horrible como estar encerrado en una habitación llena de taxonomistas chutándose speed

máquina. En cualquier caso, en cuanto lo terminé a mi gusto tuve un pequeño chispazo de inspiración que llevó a Fup: lo escribí entero, si bien en dos partes, y un amigo que tenía una pequeña imprenta en Berkeley lo leyó y se ofreció a publicarlo. A pesar de mis denodados esfuerzos para disuadirle –Fup tiene una extensión extraña, unas 17.000 palabras- me convenció de que estaba dispuesto a probar suerte. Cuando Fup me hizo ganar $100.000 más de lo que había ganado en 15 años de escribir poesía, decidí que exploraría la narrativa un poco más, a pesar de que exigiese meses de concentración firme y fuese, por tanto, mucho más jodida para las relaciones sentimentales. Creo que el auge de la Escritura Creativa como diploma académico ha tenido en general una influencia positiva en los estudiantes, y algo menos positiva en los profesores. Como apuntó Gore Vidal, “la enseñanza ha destruido a más escritores americanos que la bebida”. Se me hace a menudo la pregunta que has hecho, junto a “¿Realmente se puede enseñar escritura creativa?”. Lo que la gente no parece entender es que yo no enseño a escribir narrativa, o poesía, o escritura naturalista. La base de la mayoría de instrucción en Escritura Creativa es el Taller, donde 15-20 estudiantes se juntan tres horas a la semana y comentan el trabajo de los demás;

Esto es en apariencia una pregunta-cliché, pero te ruego que tengas paciencia: ¿Cuánto de lo que escribes surge de la experiencia personal? Asumiendo que la respuesta sea “mucho”, crees que todo este escribir sobre uno mismo y las experien-

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No, está muy bien. Tan sólo añadiría que muchos de mis personajes luchan por saber cómo amar, cómo aplicar adecuadamente su pasión en el mundo, cómo sobrevivir al sufrimiento que el amor inevitablemente engendra. Imagino que el contar historias siempre ha tenido para mí este elemento de cómo hacer algo. Hace 20 años tuve la gran suerte de trabajar con Aliza Jones, una mujer atabascana cuyo pueblo aún vive inmerso en la tradición oral, y le pregunté cómo funcionaban las historias en su cultura. “Oh, ya sabes”, dijo, “van de cómo te metes en problemas y cómo sales de ellos”. En ese sentido estamos todos trabajando el género del cómo: aplicaciones prácticas de la vida en un marco entretenido.

cias personales y miserias y culpa es un proceso terapéutico? Tom Spanbauer siempre dice que lo es, completamente, y yo estoy bastante de acuerdo. En mi caso, es mi manera de arreglar los problemas mentales que arrastro; ponerlos en mi narrativa. ¿Cómo lo ves tú? En mi caso no es así, aunque por supuesto es imposible no depender hasta cierto punto de la experiencia personal. Mi gran vanidad es una creencia infundada en el poder de mi imaginación, así que me enorgullezco moderadamente de no utilizar mi propia vida como material, y particularmente las vidas de novias y amigos. Además, nunca me he encontrado tan interesante: un chico blanco de clase media que ha pasado la mayor parte de su vida en lo más profundo de los bosques intentando vivir de la tierra no es precisamente el arquetipo de la época. Un arquetipo que, como mi agente no deja de insistirme, es “urbano, contemporáneo”. Tampoco creo que escribir prosa narrativa sea terapéutico; al contrario, opino que contribuyes al daño pasando cinco horas al día en una habitación llena de lenguaje pensando en tus pequeñeces, culpa y errores. Eso se me antoja casi tan horrible como estar encerrado en una habitación llena de taxonomistas chutándote speed.

En Fup también encontramos una gran cantidad de ternura, al igual que en las siguientes dos novelas. Incluso cuando pasa algún suceso brutal o a punto de ser trágico, la bondad (o la esperanza) siempre se las arreglan para subir a la superficie. Has comentado alguna vez sobre la necesidad de que exista empatía, compasión, de tu rechazo del nihilismo y tu profundo amor a estar vivo: comenta, por favor. Siempre me ha gustado la reflexión de Kenneth Rexroth sobre que la imaginación es el órgano de la comunión, que a la vez tiene su raíz en la comunidad y en la compasión. Incluso podría admitir que creo en los poderes transformadores de la imaginación/empatía/compasión, pues son todos formas de conectar con algo mayor, o cuanto menos común/comunal. Creo que la gente se vuelve cínica cuando ya no puede seguir soportando la humillación de la impotencia, y se vuelve nihilista cuando esa humillación se trasforma en un tipo terrible de culpa, ese profundo y secreto sentimiento de cobardía, esa aceptación de la desesperanza. Y creo, como los Beats –que fueron los primeros en hacerlo notar para mi generación- que las corporaciones-monopolios capitalistas americanas libran una guerra no declarada contra la imaginación. Ahora bien, mientras pueda seguir imaginando el jugo que resbala por los codos de mi amada mientras se come un mango desnuda de cintura para arriba en las aguas de Baja, me da a mí que tengo alguna posibilidad de evitar la amargura cobarde del nihilismo. De hecho, no es algo tan difícil como parece, porque la imaginación tiene un gran aliado en el mundo natural, un lugar donde me cuesta estar un sólo minuto sin sentir algún tipo de profunda sensación de admiración, y una concatenación de poderes tan por encima de mí que lo único que puedo hacer es sentirme privile-

Cuando escribiste Fup ya tenías 38 años, si no me equivoco. Ése es un hecho que puede proporcionar mucha placidez mental a todos los aspirantes a escritores que se estresan brutalmente porque no han escrito una obra maestra a los 23. Tú eres un tipo de escritor al que no parece importarle lo regular de la producción, y que se empeña en escribir bellamente requiera el tiempo que requiera. Como te decía, mi primera pasión (y la más pertinaz) es la poesía, de modo que nunca albergué ninguna fantasía de fama y dinero. A no ser que seas verdaderamente excepcional, lo máximo a lo que puedes aspirar a escribir a los 24 son los sueños y delirios particulares que son endémicos de esa edad. De hecho, yo decidí escribir y publicar anónimamente hasta que tuve 35 para evitar esas ego-trampas (no lo conseguí, claro). Pero sea cual sea el género o edad, lo mejor que puedes hacer es lo mejor que puedes hacer; a partir de ahí, lo ideal es dejar las fichas donde tengan a bien de caer. Al margen de un determinado nivel de maestría en aptitudes literarias y estrategias narrativas o líricas –los aspectos de oficio de la escritura que se van aprendiendo a lo largo de una vida, mediante los cuales uno puede (¡debe!) adquirir el nivel de pericia necesario para poder liberarse de cara al aspecto más artístico del empeño- la gran mayoría del éxito es una combinación de timing, suerte y gracia. Con todo, tengo una indestructible fe en el hecho que el mundo siempre está preparado para escuchar una gran historia –o una obra maestra, como quieras llamarla- así que prefiero aplicar toda mi concentración y habilidad en asegurar la calidad de la obra en lugar de preocuparme de si mi genio será apreciado y premiado adecuadamente. Creo que la primera lección que aprendes como poeta americano es que más vale que la maldita recompensa esté en la propia obra, porque es la única que vas a recibir. Si los fontaneros se mimaran a sí mismos tanto como los escritores, estaríamos todos nadando en mierda. Además –esto que voy a decir quizás no tenga nada que ver con nada- la poetisa Pattiann Rogers me dijo una vez que hay dos tipos de escritores: los que tienen que escribir, y aquellos para los que escribir es una elección. Pattiann afirmaba que tanto ella como yo pertenecíamos al segundo grupo, y quizás la ausencia de esa necesidad influye en mi forma de pensar sobre este tema. Fup trata muchos temas que luego aparecerán de una forma u otra en tus siguientes obras: la pasión y la obsesión (y el sufrimiento que acompaña a ambos), la amistad y la familia, el amor y su pérdida y el ser-diferente-y-que-te-dé-igual. ¿Dirías que éste es un buen resumen o me he dejado algo?

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como la señora mayor que hace trampas al jugar a las damas chinas). Me siento orgulloso de citarle como influencia. Y, hablando de manera más general, ¿Qué otros escritores crees que han influenciado tu obra? Hay un cierto aroma a los Beats, pero resulta difícil señalar a otros escritores partiendo sólo de tu trabajo. No quisiera parecer poco sincero, pero creo que todos los escritores que he leído han ejercido algún tipo de influencia en mí, para bien (espero) o para mal. Si tengo que decir algo obvio, todos los escritores compartimos el mismo medio, así que cualquier autor puede ofrecerte algún pedazo para incorporar, elaborar o directamente, robar. Algunos, como Peter Matheissen, escriben con tal claridad y gracia que me siento alentado con sólo saber que hacer algo así es humanamente posible. Algunos tienen ángulos de mente –como Gary Snyder, Wendell Berry o Ursula K. Le Guin- cuya adopción, por muy torpemente que se realice, amplía la inteligencia y la comprensión de uno. Y escritores como Thomas Pynchon, además de su obvia maestría del lenguaje, aumentan salvajemente el sentido de posibilidad, sea ésta estructural o simplemente en términos de con qué puede salirse uno. Escritores como Jack Gilbert, de nuevo aparte de la verdad y la belleza de la obra propiamente dicha, modelan el comportamiento profesional, establecen puntos de referencia en cuanto a pasión e implicación. Y para mí, algunos escritores –me vienen a la cabeza Wallace Stevens y Dylan Thomas- son tan capciosos, lo que hacen tan parecido a mis propias aspiraciones, que no puedo leerlos cuando estoy trabajando o acabaría produciendo pálidas imitaciones suyas durante semanas. También soy un lector generoso e indulgente, y tomo a los escritores por lo que son y por dónde están; o sea, que no soy demasiado esnob. Para mí, los escritores aspiran a un cierto nivel de excelencia, más allá del cual toda clasificación en cuanto a categoría es un asunto de simpatía y gusto inherente. ¿Es Duncan mejor que Spicer? ¡A quién le importa! Ambos habitan claramente en un campo de excelencia, y prefiero gastar mis energías en su apreciación que en establecer distinciones atrozmente detalladas sobre quién es superior en categorías con aun menos sentido. Quizás me estoy haciendo viejo, porque cuando tenía 20 años me iba bastante eso del categorizar; en retrospectiva, supongo que estaba intentando establecer mis valores estéticos.

giado por haber sido incluido en el misterio. Así que, para mí, la imaginación es una fuerza que contrarresta, y dado que considero el escribir como un acto de colaboración con otro ser humano mediante el lenguaje, la escritura es mi pequeño puñetazo público contra El Imperio. Especialmente si consigue decir la verdad de forma hermosa, cosa que cuatriplica la fuerza de los golpes. Avanzando hasta Not fade away sólo un segundo, recuerdo que en una entrevista declaraste –cuando te preguntaron sobre las similitudes entre tu libro y Miedo y asco en Las Vegas de Hunter S. Thompson- que su novela era malvada y la tuya no. Creo que llamabas a las acciones de los personajes de Thompson “chuleo psíquico”. ¿Intentas pues otorgarles un cierto sentido de la bondad y la amabilidad a tus personajes, a pesar de su locura o errores?

Fup trajo consigo algo parecido a fama. Una fama que, en tus palabras, te distraía hasta el punto de la distorsión. Me gusta sin embargo tu idea de fama local, lo que dijiste sobre que te gustaría ser famoso en un radio de 100 millas. Que te conozcan como escritor en los bares a los que vas, y en cierto modo en tu ciudad, y se acabó. Yo firmaría ese contrato con la fama.

Lo que trataba de decir era que los protagonistas de Thompson tienden a aterrorizar a gente como sirvientas o chicas del servicio de habitaciones en lugar de sheriffs y guardaespaldas, y yo fui educado en la ética del macho americano que dice que un hombre de verdad protege al débil frente al poderoso, no se une en un ataque contra el débil. Y, por supuesto, aunque no sé hasta que punto esto es consciente, intento que mis personajes sean complejos, si bien sólo porque creo que la gente es compleja. Si me tientas incluso me atrevería a afirmar que la gente tiende a cometer errores y hacer locuras exactamente porque están intentando ser buenos y justos y nobles.

La verdad es que ahora he reducido el radio a 50 millas. Por otro lado, para los que no somos ricos, a veces un poco de fama puede traer consigo algo de ese indispensable dinero para comida-alquiler-facturas que no se nos aparecería sin ella. A veces encontrar el punto medio (dar alguna conferencia, salir en la radio o TV y por tanto ser un poco conocido pero no venderte a El Tinglado ni perder tus principios ni comprometerte artísticamente) puede ser un poco delicado, ¿No crees? No podría estar más de acuerdo contigo. Pero resolver ese problema es a la vez uno de los múltiples desafíos del éxito. Te recuerdo el gran consejo que aprendí de un graffiti en las paredes del Salal Café en Port Townsend, WA, en 1985: “La fama es pasajera, pero la oscuridad es para siempre”. Y espero de todo corazón que todo aquel que haya aplicado su pluma a un papel consiga el reconocimiento que él o ella merecen.

A Fup lo compararon (por lo “estrambótico” de la prosa y la atmósfera rural, y en general por el comportamiento inusual de los personajes) con la obra de Richard Brautigan. ¿Crees que hay algo de verdad en esta comparación? Quizás ayudó también que vivas en el monte. Soy un enorme fan de la poesía de Brautigan y de mucha de su prosa (especialmente de los primeros trabajos, como A Confederate General from Big Sur) y sí noto que hay un tipo de espíritu que compartimos, al tener esa apreciación mutua por el comportamiento extraño (no sólo estrambótico, sino también el de gente

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A pesar de que los detalles biográficos sobre ti en Internet son fabulosamente escasos (una entrevista, una pequeña biografía, poco más) aún no eres un autor desaparecido al estilo Pynchon/Salinger. ¿Te gustaría serlo? Completamente anónimo, quiero decir.

La imaginación es una fuerza que contrarresta, y dado que considero el escribir como un acto de colaboración con otro ser humano mediante el lenguaje, la escritura es mi pequeño puñetazo público contra El Imperio

No, me parece que no, porque ya lo fui una vez: como te decía antes, hasta los 35 publiqué anónimamente. No publiqué una tonelada –algunos poemas en revistas y periódicos, unos cuantos ensayos, y un par de libritos baratos- pero todo lo que hice fue sin firmar y sin aceptar dinero. Los libritos llevaban una nota que rezaba: “Puesto que pretendemos evitar el espectáculo de las comodidades, este libro no lleva emblemas de mercado: nombres, precio o copyright. Es un regalo. Pásalo”. Bastante radical para la época, y obviamente influenciado por retórica política situacionista/digger. Descubrí más adelante que al menos dos personas habían accedido a puestos docentes adjudicándose la autoría de mi trabajo, algo que en cierto modo me encantó; sin embargo, al final decidí que debía aceptar la responsabilidad de lo que había dicho y la forma en que lo dije. Además, me di cuenta de que insistir en lo gratuito de mi obra era demasiado fácil cuando ésta (poesía, mayormente) no tenía el menor valor económico. Me pregunto a menudo cómo había reaccionado si miles de dólares hubiesen estado en juego, o si terceros hubieran tenido un interés financiero en mi trabajo (como el editor de Fup).

es o no es una comunidad verdadera, creo que de todos los profetas de los 60’s McLuhan fue el que más cerca estuvo al imaginar el futuro como una aldea global. Veo a la juventud de hoy mucho más abierta a nuevas experiencias, mucho más espontánea, pero mucho menos reflexiva, con lapsos de atención más cortos; trabajando con jóvenes escritores me doy cuenta de que la única moneda cultural común son las películas o la música, no los libros. Por lo pronto sí parece también que los ordenadores han hecho la información mucho más democrática y descentralizada, lo cual es probablemente positivo, pero me preocupa que al reducir el tiempo de búsqueda de respuestas acabes olvidando el propósito de la pregunta. Parafraseando a Antonio Machado, es bueno saber que los vasos son para beber, pero no deberíamos olvidar qué es la sed2.

Esto que voy a preguntarte es en cierto modo un cambio de tema, pero me gustaría saber tu opinión sobre Internet y las cibercomunidades y todo eso. Vonnegut dijo que “las comunidades electrónicas no construyen nada, siempre terminas con nada. Somos animales bailadores”. ¿Estas de acuerdo con esto? ¿Consideras que hay un tipo de interacción humana física que simplemente no puede replicarse en la red? Personalmente, yo puedo definirme como anti-cibernético. ¿Tú?

Not fade away apareció 4 años más tarde. ¿Crees que hay un salto estilístico apreciable de uno a otro libro? ¿Tuviste que dedicarle más esfuerzo por el mayor número de personajes y la mayor complejidad de la trama? ¿Cómo se te ocurrió la idea (del Cadillac, del regalo, de la peregrinación, del Fantasma...) y por qué decidiste comenzar el libro con un personaje principal que no es un personaje principal? Es decir, el chico anónimo que escucha la historia de George Gastin.

La verdad es que mi posición es una de indiferencia, por ignorancia más que otra cosa. He vivido la mayor parte de mi vida sin electricidad o cañerías, así que me perdí la excitación inicial sobre el fenómeno y ya nunca me puse a la altura. He leído sobre ello, cómo no, pero no excita mi imaginación ni un poco así, probablemente porque estoy involucrado en el movimiento bioregional, y uno de sus principios es que cualquier noción de comunidad debe incluir necesariamente todas las otras formas vivientes del lugar donde vives, así como el paisaje, los ecoprocesos (como el agua y los ciclos de carbono) y las cifras mayores de regulación, como la ganancia solar. Por tanto, por supuesto estoy de acuerdo con Vonnegut en que las cibercomunidades no son comunidades de ninguna de las maneras que a mi me emocionan; como mucho, son grupos intelectuales. Para que exista una comunidad verdadera, primero hay que tener un cementerio; y no sólo interacciones físicas entre humanos, sino interacciones humanas en un ecosistema compartido a lo largo del tiempo, e interacciones con el mundo más-que-humano (flora, fauna, agua, aire, tierra y fuego). La existencia comunal es verdaderamente elemental. La palabra virtual significa “en efecto pero no de hecho”, y las cosas que más disfruto de la vida –una tormenta formándose espontáneamente en el Pacífico, cerdos salvajes buscando bellotas bajo los olmos, el sabor del humo de arce en una pierna de venado- todo son sensaciones, los hechos y particularidades de la existencia, y no meras aproximaciones. Me he dado cuenta de forma irrefutable –según mi experiencia- de que cuanto más cerca estoy de la fuente, mayor calidad tiene la información que recibo, y como escritor y ciudadano siempre busco la información de mayor calidad, porque no puedes hacer buena salsa de espagueti con tomates podridos. Para colmo, cuanto más viejo me hago más me doy cuenta de que no necesito más información, sino sintetizar la considerable información que ya llevo acumulada. Por otro lado, dejando de lado todos mis reparos sobre lo que

Siempre he visto el estilo como una continuación del contenido, así que no estoy seguro de hasta qué punto hay un salto estilístico, como un cambio de estilo que esté en consonancia con una voz (o, en el caso de Not fade away, voces) narrativa necesariamente distinta. Intento mantener una cierta lealtad de cara a la concepción de una historia, porque esa concepción inicial tiene que ser suficientemente poderosa para que dedique un año de mi vida –o más- a explorarla. La historia como tal se me ocurrió un día que me salí de una carretera fangosa y me cargué la dirección de la furgoneta chocando contra el tronco de una secuoya. Cuando el conductor de la grúa llegó para remolcarme, vi que llevaba una cinta con el lomo escrito a mano donde ponía Lectura de Kerouac / Jazz y empecé a conversar con él. Al tipo no le eran desconocidos los estimulantes, así que para cuando llegamos a Guenerville una hora después yo ya poseía un conocimiento considerable sobre la vieja escuela del conductor de grúas-remolcadores y el ambiente de San Francisco en los últimos 50’s. Un par de noches más tarde tuve un sueño en el que intentaba entregar un regalo que tenía alguna relación con la música y, pensé más en ello, y en la importancia de la música en la contracultura, y recordé lo completamente destrozado que me quedé cuando me enteré de que Buddy Holly, Ritchie Valens y el Big Bopper habían muerto en el accidente de aviación, lo totalmente hundido que me sentí durante esos días al final del invierno del ’59, y eso me hizo pensar en un Caddy del ’59, y en la cultura americana, y en sexo-drogas-rock’n’roll. Antes de darme cuenta ya estaba escribiendo en un pedazo de papel A thousand bean pilgrimage in the Big Bopper’s Short (Una peregrinación de Mil Anfetas en el carro del Big Bopper) – bean era el slang local para definir la metanfetamina de la cruz blanca al dorso, y short la expresión vernácula de coche, llamado así porque hace las distancias más cortas que el ir a pie- y antes de

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las historias que leemos.

darme cuenta otra vez ya estaba deambulando por las salinas de Utah que hay en mi cerebro en busca de una tumba imaginaria. En el momento de su concepción decidí que quería la inmediatez y la intimidad de un narrador en primera persona, pero a la vez necesitaba algo de distancia narrativa para confirmar la existencia de ese mismo narrador en primera persona. Así que terminé con esa narración en primera persona partida en un porcentaje de 2% y 98%, cosa que no he visto en ninguna otra parte; y no digo esto porque la rareza del hecho tenga la menor importancia (he acabado comprendiendo que la elección más importante que haces como escritor es decidir la conciencia de mediación que vas a usar para contarle la historia al lector; en pocas palabras, el PDV –Punto de Vista). Empecé a escribir Not fade away un año después de la publicación de Fup. Escribí el primer tercio en Root Hog Ranch (la comuna donde Victoria y yo vivimos de 1971 a 1985), el segundo tercio de viaje por México –hasta que enfermé de hepatitis A y disentería de la jungla- y lo terminé al regresar a Crescent City.

Otro clásico tema Dodge es la redención (y la previa culpa, o remordimiento, o vergüenza, o dolor), como se ve claramente en Not fade away. ¿Crees que hay alguna forma de que los humanos limpiemos toda la pena y errores pasados y dolor creado a los que nos rodean? ¿Que existe algún tipo de limpieza fundamental que uno debe intentar alcanzar por cualquier medio? Mediante la locura, el sexo o el baile, a ser posible, no a base de atrición-flagelación a la manera cristiana. Joder, tío, de verdad que aprecio las preguntas “fáciles” que me estás haciendo. Veamos, mi opinión sobre la culpa/arrepentimiento y la vergüenza/remordimiento/pena que los acompañan: a no ser que hayamos permitido que alguien sea demasiado poderoso en nuestra psique, la mayoría de la culpa es negación de la verdad. Nos sentimos mal porque hemos actuado tan mal que no podemos siquiera racionalizarlo ni negarlo (con todo, nunca subestiméis el poder de la negación). Entonces tenemos tres tipos de mal comportamiento, y todos ellos tienen que ver con la conciencia: el que es intencionado; el que se causa por algún grado de distracción e ignorancia; y el que es verdaderamente accidental. Creo que la redención es imposible si no aceptas ni admites tu mal comportamiento; que eres un capullo descerebrado y miserable, o directamente maligno. Tras admitir que la has cagado, intenta –en la medida de tus habilidades- compensar a aquellos a quien has dañado. Actúa restituyendo y busca el perdón. Si eso no es posible, intenta expiar el daño creado a algunos ayudando a otros. En pocas palabras, ajusta los niveles kármicos. Pero ante todo, trabaja para alterar comportamientos que dañan al prójimo (incluyendo al prójimo más-que-humano); si no haces eso de todo corazón y con toda tu alma, la redención no es posible. Si eres egocéntrico y no prestas atención a los demás y no trabajas duro para modificar tu comportamiento, está claro que continuarás siendo una fuente de dolor en el planeta. Busca tu parte buena y generosa y actúa en ella. Practica el perdón. Para todo esto se requiere una considerable cantidad de auto-honestidad porque, como dijo William Burroughs: “La única lacra que no puedes superar es la lacra interior”. Mucha de la pena que viene con la culpa surge del reconocimiento de que la gran opinión que tenemos de nosotros mismos no es merecida; entre lo ideal y lo real se posa la sombra. Para eliminar esa sombra, haz que tu Yo ideal sea tu Yo real; cuando esto resulte un consecutivo y constante fracaso, al menos tendrás que aprender algo de humildad. Y, hey, si lo que necesitas es un peinado o una camisa, llévalos. Y respecto a lo de la locura, el sexo y el baile en cuanto a actos redentores, también son propensos a crear mucho más dolor. Pero ten en mente una cosa que los boxeadores han elevado a la altura de lo axiomático: El dolor es inevitable; el sufrimiento es una opción. No escojas sufrir. No te revuelques en la vergüenza. Y tampoco utilices tu miseria como una excusa para más comportamiento destructivo, sea de cara a ti u otros; a no ser, por descontado, que tu miseria sea un claro caso de opresión, en cuyo caso deberías rebelarte. ★

Los ordenadores han hecho la información mucho más democrática y descentralizada, lo cual es probablemente positivo, pero me preocupa que al reducir el tiempo de búsqueda de respuestas acabes olvidando el propósito de la pregunta. Parafraseando a Antonio Machado, es bueno saber que los vasos son para beber, pero no deberíamos olvidar qué es la sed

Esta pregunta es de escritor (con perdón) a escritor: ¿Se te hizo raro escribir la novela en ese estilo confesional de primera a segunda persona? Quiero decir, como si te dirigieras directamente a alguien, que es lo que hace George. Siempre he querido hacer algo así –me da la impresión que le otorgaría al texto una mayor intimidad- pero no sé si me saldría como deseo. Es básicamente narrativa normal en primera persona, escrita de la manera en que normalmente contamos y escuchamos la mayoría de historias en nuestras vidas, y habrás notado que George –que es básicamente el que lleva el peso de la conversación- no hace demasiado esfuerzo para incluir al tipo sin nombre cuya oreja está taladrando. Creo que el modelo más cercano a lo que hice, así de memoria, es La canción del anciano marinero3 . Pero estás en lo cierto: el saber popular dice que, si lo que quieres es un tono íntimo y confesional, la primera persona es lo que debes usar, especialmente cuando el narrador es el protagonista; o sea, cuando todo el peso del conflicto recae sobre el protagonista. Por ejemplo, como en El guardian entre el centeno o Huckleberry Finn. El desafío, por supuesto, es penetrar en esa voz, hacerla creíble, conseguir que la dicción y el ritmo y las imágenes sean consistentes con el personaje. Y, por supuesto también, ese narrador no puede morir; esa es otra razón por la que utilicé un segundo narrador –uno que había tomado narcóticos, además-, para dejar una ligera posibilidad en el aire de que quizás George Gastin fuese, después de todo, un fantasma de verdad. Así, cuando el chico va a buscar su furgoneta al final de la historia, el tipo del taller de reparaciones le dice: “¿Qué fantasma, chaval? ¿Has tomado drogas, o qué? Trajiste la furgoneta tú mismo, ¿no te acuerdas?”. Todo esto que estamos diciendo, por cierto, es el tipo de conversación que tenemos en clase en el taller de escritura creativa con casi cada una de

Fin de la Primera Parte 1

Carreras de aceleración muy populares en Estados Unidos, y a menudo origen de tuneados automovilísticos altamente bizarro-cool. Un clásico del universo surf/hot rod de los 50’s. 2 Esta cita también la utiliza Dodge como introducción a Stone Junction. 3 Poema largo de Samuel Coleridge escrito en 1799.

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La columna del

Gentleman Moderno PARTE II: Cortes de pelo

E

por Richard Hutt

pero largo, por favor?”, preguntarán, en un esfuerzo desesperado para hacerse entender, poniendo luego cara de sorprendidos cuando emergen de allí luciendo “El Mulletto Horríffico”1. Así, ¿Qué puede hacer uno para armarse contra un mal corte de pelo? Bien, primero de todo, obviamente, consigan un buen peluquero. O al menos eviten ir a uno malo. Podríamos escribir un artículo entero sobre esto, pero digamos sólo que hay unas cuantas normas (oh Dios, normas otra vez no) que hay que tener en mente a la hora de escoger un estilista capilar: — Un corte de pelo barato, generalmente, parece lo que es: Un corte de pelo barato. Las dos cosas en las que uno no debería economizar jamás son cabello y bebida. Oh, y zapatos. — Un estilista capilar estiliza el cabello, un barbero... Hace lo que hacen los barberos. Apréndanse cual de los dos se adecua a sus necesidades. — Cualquier persona que lleve un bonito corte de pelo será capaz de decirles quién se lo hizo (no sean tímidos, pues seguro que la persona preguntada se lo tomará como un cumplido). — Si dos peluqueros trabajan juntos y uno de ellos lleva un mal corte de pelo, dirijanse a él. La sabiduría popular más antigua dice que se lo cortó el otro. Una vez hayan negociado el peliagudo arte de escoger un estilista capilar en quien puedan confiar, asegúrense que comparten el mismo terreno cultural. Si ustedes dicen The Professionals, ¿Está el peluquero pensando en Starsky & Hutch? Si es así, pueden estarse enfrentando a una sorpresa con forma de Huggy Bear en su cabeza. La cultura popular es el lenguaje más adecuado para describir con acierto sus necesidades. Les será mucho más fácil decir “Hágamelo como el Sr.X” que intentar describir su pelo: “Bueno, es como corto, pero no corto”. ¡Ups! ¡Ahí tienen otro mullet! Puesto que no fueron a una escuela de estilistas capilares, es posible que no conozcan la diferencia entre un French Crop y un Boston; así que no lo intenten. Eso déjenselo a los profesionales.

n la primavera de 1986 me tocó formar parte de uno de esos extraños rituales que la educación inflinge en nosotros: la fotografía escolar. Como el adolescente preocupado por el estilo que era, quería tener la mejor pinta de cara a la posteridad, así que me encaminé hacia una barbería de confianza del barrio y de este modo le di instrucciones al peluquero: “Los Beatles, por favor”. ¿Detectan mi error? Lo harían, si me hubiesen visto salir de la barbería con pinta de Michael Bolton en un día capilar especialmente malo. Cuando dije “Los Beatles” estaba pensando por supuesto en Paul McCartney en la época del Rubber Soul, pero el anciano barbero que me cortó el cabello estaba pensando obviamente en Paul McCartney época The Frog Chorus. Así que no sólo me tocó llevar un “Calentador de nuca”, sino que encima incluía esas Patillas Negativas en las que el pelo está cortado claramente por encima de la oreja. Si alguno de ustedes fue a la escuela conmigo, echen un vistazo al anuario y entenderán lo que digo. ¿Quién de nosotros no ha emergido del peluquero, en algún punto concreto de su vida, con pinta de haber perdido la proverbial pelea contra el cortacésped? De acuerdo, a veces la culpa puede ser enteramente del estilista –y hay unos cuantos peluqueros incompetentes en el mundo, como sin duda saben- pero lo más frecuente es que se tratara de un error suyo: no haber sido capaces de comunicar lo que deseaban en un lenguaje que el estilista entendiera. Pregúntenle a un peluquero, él se lo dirá: la mayoría de la gente no sabe lo que quiere, y los pocos que sí lo saben no están seguros de cómo pedirlo. “¿Puede hacérmelo como medio corto

Lleven una foto Ése es el único (y el mejor) consejo que puedo darles. No he conocido jamás a un peluquero que se quejara al presentarle una instantánea de lo que queremos. Generalmente les divierte y están agradecidos, dado que han pasado una gran parte de su jornada laboral lidiando con gente que no tiene ni idea de lo que quiere y una idea muy clara de lo que no. Una foto dirá todo lo que ustedes no pueden decir. Así pues, ¿Dónde conseguir esa fotografía? A no ser que tengan mucha suerte, las que cuelgan de las paredes del salón de peluquería son de hombres mostachudos con tocados chocantemente bien elaborados esculpidos a base de acondicionador. Tendrán que conseguirse su propia imagen. O la de otro. Así que continuemos en el tema de la cultura pop, pues todas las buenas imágenes vienen de allí. Sea lo que sea lo que quieren, es altamente probable que un actor o estrella del pop lo haya llevado alguna vez en el pasado. Portadas de LP o libros ilustrados de regalo son ambos un buen sitio desde donde comenzar. Mi método es simplemente

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PARTE II: Cortes de pelo

esperar hasta que veo el corte de pelo que deseo en una película, y luego buscar el fotograma en el que aparece. Los fotogramas pueden encontrarse en Internet, en tiendas de pósters cinematográficos o en los mencionados libros ilustrados. La otra ventaja de llevar el corte de pelo de un personaje de ficción –ladrón de joyas, espía, pirata, lo que sea que les haga tilínes que les será de inmensa ayuda en el asunto de aparecer en su propia película privada, si eso es lo que les va. Casi puedo verles, deshaciéndose de sus admiradores: “¿Roger Moore?”, dirán de manera improvisada e incluso moralmente dudosa, “Oh, sí, llevo su peinado”. Pero eso sí, sean honestos consigo mismos; si tienen un cabello de rizo natural que no les viene en gana alisar, no pidan el look Sonny Bono (no que lo fueran a pedir jamás, claro). Del mismo modo, los de cabello liso no deberían provocar la ira del peluquero pidiendo el estilo Hair Bear Bunch2. Este es el nivel de negación de la realidad al que los peluqueros se enfrentan varias veces al día, y les cabrea mucho. Realmente no les conviene molestar a alguien que tiene el poder de ridiculizarles públicamente, o cortarles una oreja, o ambas cosas. Y hablando de hacerles felices, no sería mala idea pedir la opinión del peluquero en cuestión. El suyo es un arte creativo, no una fábrica de salchichas, y posiblemente tengan opiniones que pueden serles útiles. Como por ejemplo “Ese corte de pelo le hace la cara flácida” o “Con franqueza, está usted demasiado jodíamente calvo para llevar ese peinado”. Un peluquero feliz es un buen peluquero, así que asegúrense de dar las gracias y ofrecer una propina acorde con su satisfacción. A no ser que hayan terminado con un desastre folicular, por supuesto, en cuyo caso sugerimos un rapado, o un sombrero. Hay un minúsculo pedazo de socorro y consuelo al que pueden recurrir mientras se arrastran a hurtadillas lejos de allí, tratando de camuflar su vergüenza: Vuelve a crecer, ¿saben?

▲ Éste es, precisamente, el look que queremos evitar a toda costa

En cambio, si hemos seguido todas las instrucciones al pie de la letra, ésta sería la situación más deseable para un gentleman con peinado sencillamente perfecto

Cortes de pelo de los dioses He tenido éxito imitando los cortes de pelo de los siguientes mendas: – Lewis Collins3 – Perry Como (en serio) – Terence Stamp – John Philip Law (Danger Diabolik)4 – Marcello Mastroiani – Roger Moore (sí, ríanse ahora, pero en septiembre lo llevará todo el mundo)

En caso de emergencia Si todo terminara horriblemente mal y se encontrasen a millas de distancia del estilista capilar más cercano, siempre pueden entrar a una barbería, localizar al barbero más anciano del lugar y pedir que les haga un French Crop. Sabrá perfectamente lo que quieren decir, y es muy difícil fastidiarla haciéndolo. Pero si ése también falla, les aviso que no les queda ya otro camino a seguir que: “Todo al uno, por favor”. ★ 1

En “español” en el original. Serie de animación de Hanna-Barbera de 1971 protagonizada por osos hippies con afros despampanantes. 3 El actor británico que hacía de Bodie en The Professionals. 4 Actor secundario americano, famoso por su papel de Diabolik (1968) o de ser alado en Barbarella (1968) 2

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You’ll never walk alone BAILAMOS DE ALEGRÍA Y PARECE QUE HAY UN INCENDIO CUANDO RECORDAMOS QUE EXISTEN:

Adrien Henri (“No more blues by Otis Redding / No more coffee no more bread / No more dufflecoats for bedding / No more cushions for your head”), Roger Mc Gough y Brian Patten: The Mersey Sound; Enrico Baj; los surrealistas revolucionarios; Alexander M. Jacob; Mose Allison; Thomas Müntzer, los Hussitas, los Hermanos del Espíritu Libre, los Tuboritas y los Pikarti; Kenneth Patchen; Jordi “DJ Castañazo” Geli (Skinheads Por La Paz) y Belén; David Batracio Papiol; Euge & Little Boyo; Sònia “La Pelus”; Miqui Otero OFC i Leti & Els Alts; Bill Fay; Bridget St. John y Judee Sill; Jose y Susana Incrucuficables; Charlie Delgado i EJE; The 1990’s; Bartolis Forever: Carilla, Gusi, Oscar, Einstein, Toni, Seda; Pedro y Otis; Maria i Didac; banda del DF: JM Servín, Jenny, Paola, Rafa Saavedra (Tijuana), José Uzquiza, Carlos Rentería (la intensidad del espacio simbólico del Piiiii...), Pizzas Riky y bares del DF: Cantina Covadonga, Cantina Tío Pepe, Restaurante Chon, Cantina Dos Naciones, Cantina El Nivel, Pulquería Las Duelistas, Cantina Madrid y Fonda Mi Fonda; los cardigan rojos; mostaza Colman’s; llevar barba (de 3 semanas, no de Jeremiah Johnson); el Everybody de The Sea & Cake; siempre Hurrah!; Uri Serena, Rosa i Isak; The time has come de Anne Briggs; Miqui Samarankus i Annaran; Kiko Robaina i Dinah; The pursuit of the milennium (Revolutionary milennarians and mystical anarchists of the middle ages) de Norman Cohn; Faraday 2007; Marc, Adrian, Beto i el bateria sense nom (VCZ); Jorge Guillén; Oliverio Girondo; José Eugenio Sánchez; Euripidis & His Tragedies (It’s june again!); libros: Boogaloo on 2nd avenue de Mark Kurlansky y Prosperidad de Carlos Herrero; Robert Forster y Grant McLennan; Qué mala suerte la mía de Los Amaya i Chaví d’en Peret; Pol Malone; Richard, Dale, David Feck, Kavel, Roger: The English; Manuel Maples Arce y Arqueles Vela y todos Los Estridentistas; John Osborne (“Nunca des explicaciones, nunca pidas perdón”); Miss Carrussel; Olga Abalos; Dani Tarántula y Tarántula; cervezas en la puerta de La Costa Brava, escuchando el Nuggets o Curtis o Pharoah Sanders; La leyenda del tiempo de Los Planetas; Lolita Bosch; fanzines Smile, Follón, B’dum B’dum, La Patata de la Libertad, DCR, Chilena Comando; Restaurantes Cal Boter, Azul, Resolis, Mundial, Romesco, Gitaneta y Delicias; Bars Heliogàbal, La Costa Brava, La Reina de África, Canigó, Frank, La Masia, Las Parras y Las Guindas; Harry the Habit; el té Typhoo; Grupo de Expertos Solynieve; Barry Dransfield y “Girl of dances”; el chocante pero lógico hilo musical del Bar La Masia (Christopher Cross, The Cure, Jump, L’Empordà, Chesney Hawkes...); The Pale Fountains From across the kitchen table; Peep Show (la serie); Isabelle Antenna; Alan Clarke; This is England de Shane Meadows; el Mick Travis de If...., los Everything But The Girl del Love not money; los GARAG (Grups Autònoms de Resistència Antiguiri) i la campanya “Refugees Welcome, Guiris Go Home” a Barcelona; Fists in the pocket de Marco Bellocchio; Swenkas; tots els Nueva Vulcano; tots els Le Pianc; Valero; Anticonceptivas, Telemáticos, Sibyl Vane, Tu Madre; Las repros de singles de freakbeat de los 60, sin pagar autores ni pollas; Bijou; esos freaks proto-punks con foulards y ganas de pegarse: Mick Farren, John Sinclair, Richard Neville, Abbie Hoffman, etc.; Chris Marker, Peter Watkins y otros cineastas con cojones como bolas de petanca; Familia Alonso (Carlos, Aimara, Júlia, Martí, Dani, Laia, “Poan” i el futur Pau); Andrea i Natxo; Jordi Bcore i Neus; Luis Demano (¡esa t-shirt!), Estrategia y Chilenita, “los cutres de hoy, el culto del mañana”; Marcel, Tania, Andi, Montse, Richard, Isabel, Venturill i santboians variats; Artur i Mar; germans Guardia; Anna Rubi i Hector Molas “en bolas”; Noélia Sánchez “¿Y eso que ye?” y Jose Jurado “¿Qué son 20 euros en la vida de un hombre?” por los buenos momentos en tiempos y lugares difíciles; Carlo, Monga y Aloha Tattoo; Julián y Pepitas de Calabaza; Roger Peláez, Benet, Ramón Mas, Martí Sales, germans Caballero i el difunt Tripartit Invertit; Jordi “Tatanka”, Marc “Gran” i Croatan tots; Nisei i Funhouse Fest; gent de Sant Feliu de Guíxols i La Roca del Vallés; 60’s punk; Roberto Herreros, Garzón y Ladinamo con “d” minúscula; Restaurantes Ponto Final de Lisboa y Casa da Boa Gente O’Malcriado de Matosinhos; Restaurant El Rebost de l’Àpat de Montcada i Reixach; Pau Santesmasses, Sherry & the forthcoming li’l thing; Enrique Jardiel Poncela; Richard Fariña; John Fante; The Koobas, The Sorrows, The Creation, The V.I.P.’s; Jorge Herralde; Kingsley Amis; Joe Orton; Suedehead; David Losey.

Aquest número de LA ESCUELA MODERNA está especialment dedicat a: Boi Amat Broggi, a Edwyn Collins per la seva inspiració i per haver tingut la força de superar els moments difícils, i als Nueva Vulcano pel cash flow

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