Monografía del Municipio de Amatitlán

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LA tierra del AMATLE

Monografía del Municipio de Amatitlán

Es una obligación de Estado, involucrando directamente a los tres organismos de gobierno así como a las autoridades municipales, recuperar estas piezas arqueológicas para procesarlas y conservarlas como herencia cultural de las futuras generaciones de ciudadanos de Guatemala y el mundo. Un primer paso, fundamental, debe ser el registro fotográfico de todas las piezas localizadas hasta hoy. El siguiente paso puede ser la integración de una amplia colección que sirva para crear el Museo Arqueológico de Amatitlán. En 1959, Stephen F. de Borghegyi publicó importantes datos sobre este tesoro: “Cerca de 400 especímenes arqueológicos dispersos en varias colecciones privadas fueron fotografiadas por Joya Hairs, de la ciudad de Guatemala; descrita y medida cada pieza fue catalogada de acuerdo con su original colocación en lo hondo de las aguas del lago. La colección consiste literalmente en cientos de vasos ofrendados, incensarios y sus tapaderas, yendo en tamaño desde pocas pulgadas hasta cuatro y medio pies de altura. Muchos de los incensarios eran de la variedad de tres picos y llevaban dibujos desusados: árboles de cacao y frijolares, quetzales, cabezas de jaguar, monos y también calaveras; motivos por demás raros o desconocidos en el área maya del altiplano”. Entre las piezas arqueológicas más sorprendentes está la encontrada en 1960, un incensario de grandes dimensiones que representa la figura completa de un guerrero y que se conoce como: EL HOMBRE DE AMATITLÁN. Por su propio interés, el Dr. Guillermo Mata Amado inició sus incursiones de buceo y ha estudiado la arqueología subacuática del lago de Amatitlán, desde 1954, produciendo un registro de la procedencia de los artefactos, que remedia la ausencia de investigaciones arqueológicas sistemáticas. “Los mayas pensaban que las cuevas y los lagos eran la conexión con el inframundo, por eso celebraban allí ritos sagrados de petición o adoración y lanzaban estas piezas al agua; éste tipo de ceremonias aún tienen lugar en sitios como la Laguna de Chicabal, Quetzaltenango”, explica Mata Amado. La gran concentración de estas ofrendas hace suponer que Amatitlán, en la época maya, pudo ser un lugar sagrado de peregrinaje, de la misma manera que en los últimos 50 años ha sido escenario de la depredación. “Lamentablemente, el lago ha sido saqueado. Yo cometí el error de hacer un mapa con los sitios donde había encontrado más ofrendas y la gente comenzó a sacar muchos objetos”, aclara Mata Amado, quien da otro dato para alimentar el misterio: “Los amigos con los que yo empecé a bucear en los años 1950 sacaban las piezas para ellos. Yo las sacaba para estudiarlas, curiosamente todos ellos murieron de forma trágica”


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