Si… winkas…
Winkas...
No podía estar insultándonos si seguía sonriendo.
¿Cómo te llamas?
¿Vives aquí? Aquí…
Pellín...
Nos quedamos tan estupidizados que ni sabíamos si era un insulto o lo contrario. En todo caso la custión era hacerse muy amigo de él, meterlo en la banda, y no soltarlo jamás de los jamases.
¿Eres winka?
Yo no. ¡Ustedes sí!