Un fuerte gruñido del Caupo me volvió a la realidad… algo pasaba.
Entonces me di cuenta de que había un hombre mirándonos. Yo quedé paralelo. Uno no está preparado para encontrar un hombre vivo en una isla desierta.
¿Tuyo el pangi?
Sí… es mío.
¡Hola!
¡Hola weñi!
Ni sabía cómo seguir la conversación.
Hola…
¡Claro!
¿Son pañis? No tenía la mayor idea de lo que me preguntaba. Pero parece que contesté bien, porque siguió sonriendo.