Ya ve Usted que Bartolo no la quiere, ni tampoco le cree. Así que mejor nos vamos.
Junto con decir esto Bartolo saltó a mis brazos y el Japo abrió la puerta del rancho. Todos se atropellaron en salir, menos yo y el Negro.
Solo queríamos darle las gracias por la comida. No queremos saber lo que nos espera, preferimos la sorpresa.
Adiós.
Todo esto l o sabía yo de antes, como también sé lo que les espera a ustedes allá afuera...
Cuando salimos había parado de llover.
Y aquí el Sur y allá el Norte.
¿Y qué sacamos con eso si no sabemos a dónde queremos ir? Total, no sabemos ni de dónde venimos...
Creo que por allá está el Oeste.
Lo único importante es no llegar a las casas rodantes. No quiero ver nunca más a esa gente.
¿Y qué sacamos con que sea el Oeste?
Bueno, al otro lado está el Este.
Oscurecía, pero poquito a poco. Volvimos a largar al hambriento pumita para que nos guiara a su supermercado o restorán o lo que fuera donde le gustaba comer, y lo seguimos.