Tú, ¿Quién eres que me arrastras?

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Tú, ¿Quién Eres Que Me Arrastras? 235

—Padre, se nos acabó el agua. ¿Cómo podremos sobrevivir? ¡Al final vamos a morir! —No, no vamos a morir. He atravesado este desierto muchas veces, así que lo conozco muy bien. Es cierto que estamos perdidos. Como sabes, en el desierto las rutas cambian siempre debido a las tormentas de arena. Me he perdido muchas veces, pero ¿sabes qué he hecho en esas ocasiones? He caminado hacia el este. Hoy viste el amanecer, ¿no? Pues estamos caminando hacia al este; si seguimos caminando un poco en esta dirección, llegaremos al final del desierto. — Me estás mintiendo, ¿verdad? Tratas de engañarme. ¿Dónde está el final del desierto? Caminamos todo el día ayer y aún no vislumbramos el final. —Tienes razón, no hemos llegado al final del desierto... todavía, pero ya estamos muy cerca. Vamos a llegar hoy muy tarde o mañana, así que no te doblegues y sigamos caminando. El padre sacudió el corazón de su hijo para hacerlo caminar de nuevo. Al norte, sur, este y oeste todo lo que se vislumbraba era arena. Continuaron su camino por el desierto; de repente, el hijo gritó: “¡Mira lo que hay ahí!”, y señaló hacia una tumba. Cuando ambos se acercaron a la tumba, el hijo cayó al suelo y se quedó sentado ahí. —Ahora sí, no hay nada más qué hacer. Mira esta tumba. De seguro esta persona también se perdió, luchó por sobrevivir y luego murió de sed, como nosotros estamos a punto de morir. Vamos a morir, ¿no? Si morimos, ¿cómo se enterará mi mamá? Si morimos, ¿cómo vivirán mis hermanitos? ¿Padre, por qué te perdiste? ¡Padre!


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