La autoestima del profesor

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¿Qué hacer para conseguirlo? Los pasos que se han de dar se pueden resumir así: 1. Aceptar en un primer lugar que el ser humano, y, por tanto, todas las personas, sin distinción de edad, sexo, raza, clase social, etc., tiene un potencial natural de sentimientos positivos, de amor incondicional y de efectividad vivencial muy superior al que demuestra corrientemente. Esto crea un sentido de unión y de colaboración en todos los contextos. 2. Buscar estos sentimientos en nosotros mismos desde la perspectiva de que los tenemos y que reconocerlos y encontrarlos puede cambiar radicalmente nuestra percepción de la vida, de las relaciones, de la acción y de los resultados vivenciales que podemos conseguir. 3. Transferir a los demás, incluidos nuestros alumnos, los resultados de esta búsqueda y hallazgos. De esta forma vamos creando un ambiente de aceptación mutua generalizada que se puede ir extendiendo, marcando una diferencia en todo el sistema.

Comunicar la afectividad Creer en la posibilidad de afecto incondicional no es muy usual en nuestra cultura. Desde la infancia nos hemos encontrado a menudo con padres (los hombres más que las mujeres) con dificultades para expresar de forma abierta su afecto hacia sus hijos. En la mayoría de los casos, además, este afecto tenía unas connotaciones de expectativas de comportamiento o de resultados. Se nos ha condicionado a conectar las manifestaciones de afecto a las acciones o a los resultados que esperaban de nosotros. Hasta las madres, a menudo, una vez terminado el período de la primera infancia de sus hijos a poco han ido reduciendo sus manifestaciones afectivas incondicionales. Otros padres, por el contrario, han exacerbado estas manifestaciones de afecto incondicional, transformándolas en manifestaciones de su propia necesidad de cariño. A menudo interviene también el miedo a interpretaciones de tipo sexual. Si se tiende a interpretar las manifestaciones de afecto desde la óptica de la sexualidad, se crea la posibilidad de ser malentendidos y juzgados en conformidad. Esto paraliza, a menudo, cualquier tipo de manifestación afectiva. La consecuencia ha sido que hemos ido perdiendo la costumbre de manifestar libremente nuestro afecto, cariño, refuerzo y unión ya que no los hemos experimentado desde la infancia. Yo mismo me he privado algunas veces de gozar de mis propias manifestaciones de afecto hacia mis hijos por el miedo a que me pudieran

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