La autoestima del profesor

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dificultades de relacionarnos por la espera de la venganza, de darles a estos su merecido, de quedar en paz y cosas por el estilo. Recuperamos así una enorme cantidad de energía que podemos utilizar para actuaciones positivas de cualquier tipo. Con el perdón desactivamos la separación que, en el pasado, nos ha impedido relacionarnos de forma positiva y satisfactoria, y desde esta perspectiva podemos llegar a amarnos a nosotros mismos, y motivarnos para amar a los demás de una forma incondicional.

Amor incondicional Tener afecto a la gente y a sí mismo es una de las emociones o sentimientos más bonitos y motivadores del ser humano. Sin embargo, por razones de nuestro propio condicionamiento educativo, hemos perdido parte de nuestra capacidad de “amar porque sí”. Hemos reemplazado este tipo de amor por el otro más material y menos motivador de amar de forma condicionada por lo que se es, lo que se da, lo que se puede recibir. Esto quiere decir que la mayoría de las personas estamos acostumbradas a requerir y pedir algo a cambio de nuestro amor. Los niños tienen que comportarse de una cierta forma, los adultos lo mismo; si esto no es así, no les queremos. “Te quiero, pero si no haces lo que te digo o no te comportas como lo tienes que hacer, mi amor se reduce o hasta se transforma en resentimiento.” Si hay resentimiento ya no hay amor, o este es un amor sin un verdadero valor reforzante y aceptante. La pregunta que yo hice la primera vez que me mencionaron la posibilidad de un amor incondicional fue: “¿Puedo no estar resentido con alguien que me ha dejado en la estacada o me ha hecho sufrir?”. No es fácil y, en efecto, esto es lo que en gran parte nos limita en nuestra vida afectiva. Parte del proceso de crecimiento de la persona es ver por encima del condicionamiento de la gente y ser capaces de querer y aceptar que estos condicionamientos existen, pero que la persona merece nuestro afecto. El amor puede y debe ser manifestado y expresado libremente, justamente porque es incondicional. manifestarlo así es una práctica de liberación de los esquemas corrientes. Querer a los alumnos simplemente por el hecho de que son niños puede sonar a utopía a mucha gente quemada por la enseñanza. Sin embargo, entrar en un proceso para conseguirlo, no obstante las defensas de nuestro Ego, puede representar un paso enorme en el camino del crecimiento personal y de la maduración individual. La empatía y la comprensión del espacio anímico de donde proviene cada uno son dos instrumentos muy efectivos para una labor en este sentido.

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