Revista 2384 Nº4

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MAYO JUNIO 2012

UNA TAZA DE TÉ RAFAEL SPERLING

Traducción de Augusto Nemitz

Fui hasta el horno y puse agua a calentar. Me distraje y sólo volví dos millones de años después; el agua todavía estaba ahí. Derramé el agua en una taza de té y adentro le puse 250.000 kilos de té negro, pues me gusta tomarlo bien fuerte. Coloqué el té en una bandeja, junto a un recipiente con el resto de agua caliente, los 100 quilos de té negro en saquitos que habían sobrado y otras 350 tazas, por si alguien más quisiera tomar. Caminé 10.000 metros hasta mi sala, donde estaba mi esposa. “¿Quieres té?”, le grité con toda la fuerza en el oído, “¿Cómo?”, “Pregunté si te gustaría tomar una taza de té”, le dije murmurando desde el otro rincón de la sala, “Sí, quiero”. Coloqué el té en una taza; lo tomó y dijo que era el peor té del mundo, entonces llamó al ejército ruso y le ordenó que me bombardearan la cabeza, pero antes de que terminara de hablar le di una patada voladora al cable principal de la compañía telefónica y dejé toda la ciudad sin teléfono. Alguien me vio y empezó a dispararme con una bazuca, para vengarse. Salí corriendo hasta el otro continente y me escondí en un hueco con 500.000 kilómetros de profundidad. “Aquí nadie me va a encontrar”, pensé cuando trabé el portón de hierro con una clave de 720 números y letras, pero cuando me di vuelta allí estaba mi esposa blandiendo una espada de acero que apuntaba a mi

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