Malamag nº3 - Simple

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R COMPLEJO

Una muerte digna POR JORGE M. REVERTE

Nacer es simple; morir no. No, al menos, si se quiere hacer de manera voluntaria y cuando se está en precario estado de salud. El derecho a ejercer el último derecho casi no se respeta en el mundo. Por eso, escogimos esta crónica que el periodista español Jorge M Reverte publicó hace unos años contando el relato íntimo de cómo pudieron darle una muerte digna a su madre afectada de cáncer.

Josefina Reverte era una mujer guapa, madre de seis hijos, cariñosa y de derechas, que tenía 75 años cuando, en la clínica de la Concepción de Madrid, le diagnosticaron un cáncer de mama tan avanzado que ya no tenía remedio. Se habían perdido seis preciosos meses para que aquello pudiera ser tratado con alguna posibilidad de éxito. Un médico de una mutua privada1 le había dicho que tenía una erisipela, y se afanó en curarle de esa afección que había identificado sin realizar una mamografía.

úlceras y otros espantos. Ni los estragos, perceptibles día a día, que el cáncer provoca en quien lo sufre. El tiempo galopó para todos.

A Josefina no le dijeron que su pronóstico era fatal. Tan sólo le hablaron de la grave enfermedad y de que tenía que ser tratada con quimioterapia y radiología. Su hija Isabel, que la acompañaba, fue quien recibió la noticia en toda su crudeza. De aquel hospital, los hijos, que tenían amigos médicos que se lo recomendaron, la llevaron a la unidad del dolor de otro hospital madrileño, el Gregorio Marañón. El director del servicio fue más preciso, cuando estudió la historia clínica, para hacer su pronóstico: le quedaban tres meses de vida. Los hijos hicieron hincapié en que a Josefina la trataran de forma que sufriera lo menos posible. Y el médico se lo aseguró. La paciente recibiría un tratamiento ambulatorio que daría, en las posibilidades de la ciencia médica, una protección frente al dolor y una mínima calidad de vida.

-Entonces, doctor, dice usted que Géminis. -No señora, cáncer, cáncer.

Las semanas pasaron y la enfermedad fue avanzando de la manera exacta a como había sido previsto por el médico. No es preciso describir sus manifestaciones en forma de

Josefina siguió con disciplina el tratamiento paliativo que todos sus hijos suponían que ella pensaba que podía ser curativo. Llevaba la situación con un humor que parecía insensato, y su chiste favorito de aquella época era uno en el que una mujer acude al médico y le dice:

Lo que provocaba una nerviosa hilaridad general entre sus vástagos, que seguían pensando que ella era ajena al poco tiempo que le quedaba. La última vez que contó el chiste coincidió con una situación insólita: todos sus hijos, los seis, acompañados por alguna nuera, habían coincidido en torno a su lecho, que era, esta vez sin ninguna literatura, de dolor. Aquella reunión multitudinaria la hacía tan feliz que quiso demostrar su buen humor con una extravagante petición: -Quiero un gin-tonic. Y la moribunda se calzó, con aire festivo y la ceremonia obligada que debe escoltar a un buen trago largo, su dosis, acompañada de todos sus directos descendientes, en un ambiente de risas francas y mimos desbordados. No le faltó algún comentario sobre la forma mejor de construir

1, 2, LISA SMIT - JULIËTTE & IRENE (2012) 3 LISA SMIT - CARLY (2010) 1

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