MUNTANYESOS - CAPITAN 1992

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expectativa, el asombro llegó a límites muy altos, el triunfo fue total, sin paliativos ni peros. La maravillosa carroza desfilaba entre los sones de la "Tocata Rustica" y con sus feroces caballeros al frente con el rostro semicubierto, el brillante y guerrero traje tanto del Alférez como de su cónyuge, Marisa, que también llevó su acompañamiento, y otros detalles que brindaron un ambiente cautivador, crearon una autenticidad que la gente que llevaba horas sentada olvidó lo cerca que estaba la hora de comer. Brotaron aplausos de las manos más cansadas y llegó por un momento a lucir el Sol. El Alférez fue sencillamente inmejorable. Pero no acabó ahí todo, entre Alférez, escuadra de blancos y carroza Cop, que cerraba la Filá, aún quedaba la escuadra de esclavos que con la marcha "L'Embaixador Cristià" rugiendo a sus espaldas, empujaba calle abajo a un conjunto de fiereza guerrera y de metales brillantes que obtuvo aplausos verdaderos, signo inequívoco de lo mucho que gustó. Así pues, aquellos que vivimos lo que esta crónica detalla, experimentamos una apoteosis festera que no habíamos conocido, el recuerdo de esta Entrada durará mucho y revivirla en nuestro interior será un placer por muchos años. Por la tarde hubo celebraciones y fiestas oficiosas por distintos lugares de la ciudad y por la noche reunión de nuevo en el local provisional de la Filá para cenar y bailar con la pequeña orquesta que nos habíamos procurado.

El Día de Sant Jordi En el Día de San Jorge, empezamos a las ocho y media de la mañana con la Segunda Diana por la calle San Nicolás y tras desayunar en la Filà, nos preparamos para la Procesión de la Reliquia que se ordenó al frente con nuestro Alférez, Francisco Palomera, el Embajador Cristiano, Mossén Torregrosa, Abanderado y Filá. Una vez en la iglesia de Santa María y finalizada la Procesión, se ofició una Misa Mayor cantada. Al mediodía, comida "a escoti" en la Filá, donde se hizo entrega de una orla a nuestro Alférez como recuerdo del cargo que desempeñaba, y un ramo de flores a Marisa, su esposa. También una pequeña copia del monumento a Sant Jordi del escul-

CRÓNICA DE LA FIESTA ALFÉREZ

tor Gonzalvo, a Julián Silvestre con el agradecimiento de todos. A continuación se entregó la acreditación de "Muntanyés de Honor", a nombre de Antonio Aura Martínez, a su viuda Chelo, tal y como se acordó en la Asamblea de 23 de marzo. Por la tarde empezamos los preparativos para la Procesión General, que salimos en último lugar como se preceptúa para el Alférez Cristiano y su Filá. Por la noche, cena "a escoti" y más baile con orquesta.

Fuego y agua El 24 de abril, Día dels Trons, tras las guerrillas desde casa de Emilio Gisbert, se recogió a nuestro Alférez -que estaba "acampado" en el Hotel Reconquista- y nos presentamos en el Castillo donde festeros con capa y casco (com Déu mana), evidenciaron la presencia de l'escata. Se dio paso a la Estafeta Mora y a la Embajada que este año tampoco nos convenció y se tuvo que solucionar a base de pólvora, que es como mandan los cánones. El Alardo, en el que participaron numerosos montañeses, de lo que nos felicitamos, se inició en el Castillo y prosiguió hasta la plaza Mossén Josep (Salesianos), donde esperaba el Alférez Moro de la Filá Cordón. Después del Encaro, se retrocedió hasta la puerta de la iglesia de Sant Jordi. Nos procuramos entonces una pequeña tregua en la batalla para comer en la Filá, y tras haber repuesto fuerzas y comprobar el estado de agotamiento de algunos tras la feroz contienda, nos dirigimos de nuevo a la citada plaza para recuperar la posición perdida, ya que la Embajada Cristiana tampoco llegó a convencer a la morería para que depusieran las armas. De nuevo la pólvora deleitó olfato y tímpanos con el resultando de victoria cristiana con el concurso de la aparición de Sant Jordi, al que damos gracias, entre muchas cosas por el tiempo. Aunque si todo hay que decirlo, el Alardo vespertino se vio bien mojado, y no pocas gotas se deslizaron por nuestras "escatas" montañesas, que si bien fuera de ellas la temperatura era fría, dentro guardábamos el calor de nuestro pueblo que nos aplaudió y felicitó los tres días que duraron las Fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy de 1991. Jorge Grau


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