REVISTA FESTES ASJ - 2003

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pelo largo como las mujeres; pero en el combate se ciñen la frente con una faja. Por lo general, comen carne de cabra y sacrifican a Ares (equivalente a Marte) cabras, caballos y prisioneros; hacen también hecatombes de toda ciase como los griegos, como dice Píndaro "sacrificar todo por centenares".» Respecto a tos dioses, particularmente somos de la opinión de que, en una primera época (siglos ll-l a. J.C), los íberos invocarían a su divinidades bajo los nombres autóctonos, los cuales los romanos después ios identificarían con sus dioses. No obstante, sí que parece probable que, ya completamente romanizada la región, y habiendo ya los indígenas perdido —en cierto sentido— su identidad ibérica al ser parte integrante de la civilización romana, llamaran al dios de la guerra Marte y no con su nombre original ibérico durante los primeros siglos de nuestra Era. Después de todo lo expuesto, dos cosas pueden preocuparnos respecto al Santuario de la Serreta: la causa de su destrucción y la época o tiempo en el que fue asolado el templo. En cuanto a lo primero, hay una fecha precisa y claramente determinada que puede servir para señalar el fin del Santuario basándonos en las monedas romanas encontradas. La última documentada es de los tiempos de Constantino y resulta muy significativo que no haya aparecido ninguna posterior a este Emperador. Opinamos que cuando los íberos se vieron obligados a descender de las alturas de La Serreta, consideraron como sagrado aquel lugar y lo glorificaron como testigo mudo de su vida pasada y autóctona. Llegaron incluso a ensancharlo, engrandecerlo y adornarlo —con toda probabilidad bajo el consentimiento de las autoridades romanas—, depositando ofrendas tanto de raíz ibérica como de influencia griega y romana. Pero, ¿cuándo fue el fin del Santuario y cuál su causa? Los poco avezados a los estudios psicológicosociales, argumenta Vicedo, tomando como norma solamente los hechos de carácter público, quizá contesten que el Santuario de La Serreta fue destruido merced al decreto del Emperador Teodosio, quien ordenó que fueran abolidos todos los templos paganos. Vicedo, que se define como «un tanto quis-

quilloso en asuntos históricos», pone algunos reparos a esta opinión, no compartiéndola; nosotros, bajo nuestro punto de vista, consideramos que el decreto de Teodosio no fue trascendental, pero sí uno de los factores diversos que motivaron el abandono del Santuario. El siglo IV d. J.C., hasta donde llegan las monedas del Santuario, se inauguró con la más cruel y terrible persecución de los cristianos de manos de Diocleciano y terminó prácticamente con el Emperador Teodosio, el fundador del Imperio Romano Cristiano en toda su magnitud. Desde el Edicto de Milán promulgado por Constantino (año 313), la Iglesia dejó de ser perseguida y proscrita y pudo salir a la luz libremente, alzándose en Roma y en la nueva capital, Constantinopla, ricas y suntuosas basílicas para la celebración de la liturgia, Y Teodosio, por el Edicto de Tesatónica del año 380, proclamó e) Cristianismo como única religión oficial del Estado Romano, aunque ya desde Constantino la antigua religión politeísta había ido cayendo en el olvido. Sin embargo, y a pesar de la gran difusión que alcanzó el Cristianismo gracias a las excelentes — para la época— vías de comunicación del Imperio Romano, la conversión de Constantino no pudo haber acabado de forma instantánea con las creencias que habían prevalecido en el mundo romano cientos de años, como demuestra el hecho de que un descendiente suyo, Juliano, prefiriera rendir culto a los dioses olímpicos antes que abrazar la doctrina de! Galileo, mientras que el resto de los miembros de la dinastía constantiniana lucharon abiertamente por defender, e imponer, las creencias de la Iglesia, que paulatinamente pasó de perseguida a perseguidora. Éste era el estado moral de aquella época en todo el mundo romano y que en pequeña escala podemos trasladar al Levante hispano, incluida la región que hoy constituye la comarca de l'Alcoiá: la lucha "titánica" entre las dos creencias también se desarrolló aquí, y cuando la población se convirtió al Cristianismo y los edictos imperiales favorecieron su nueva fe, las luces misteriosas de) templo de La Serreta fueron apagándose, se agotaron los prodigios, quedó desierto el Santuario y un dia, una multitud dirigida por fanáticos

cristianos subió a las alturas, abrió violentamente las puertas, arrancaron las polvorientas figuras que adornaban las paredes y en los acantilados del monte las hicieron trizas, lo mismo que los vasos sagrados, y no respetando el edicto del Emperador Honorio (395-423), hijo de Teodosio, —quien quiso poner fin al frenesí destructor y demoíedor contra los templos paganos, mandándolos destinar a usos de utilidad pública—, prendieron fuego al Santuario. Y aquel incendio, aquellas llamaradas, fueron el último suspiro de religión precristiana en el ámbito alcoyano. Hemos querido transcribir literalmente la descripción que hace Vicedo de la destrucción del Santuario de La Serreta porque, no sin descartar su profundo sentido pesimista y un tanto ficticio (que sepamos nadie que estuvo allí o posterior ha dejado constancia escrita del suceso), nos resulta atractivo; desde luego, en ciertos aspectos, muy poco se aleja Vicedo de las crónicas de autores clásicos como Timeo, Posidonio, Estrabón y, en algunos casos, Polibio. Aún asi, puede que no sea del todo inventado este episodio, ya que conocemos más de un hecho similar a éste ocurrido en otros rincones del Imperio Romano más o menos por aquellas fechas (siglos V-VI d. J.C.), como el del templo de Isis en la isla Elefantina, en Egipto. De cualquier modo, sea o no verdad lo relatado por Vicedo Sanfelipe, confirma lo que sospechábamos: que fue la religión cristiana, ya arraigada más o menos fuertemente en el corazón de nuestros antepasados, la principal causa, y no otra, de la desaparición y ruina del Santuario de La Serreta. Manuel Seco de Herrera Cigales

NtXTAS 1

Vicedo Sanfelipe, R., Historia de Alcoy y su región, Alcoy, 1920-1922.

2

Ver "Elkoltensis. Romanización en Alcoy y su comarca (II)", en Alcoy. Revista de Moros y Cristianos, 2001, pp. 134-135.

3

Visedo Malta, C-, Alcoy. Geología. Prehistoria, Alcoy, 1959, pp. 62-65.

4

Abad Casal, L., "Romanización", en Alcoy. Prehistoria y Arqueología, Alcoy. 1984,. pp. 259-276.

5

Op.dt.

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