Madre Tierra Número 4 - Marzo 2011

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Nº 4 ESPECIAL PARTOS · MARZO 2011 E M B A R A Z O

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P A R T O

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L A C T A N C I A

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C R I A N Z A

ESPECIAL

Partos

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SUMARIO

Nº 4 · MARZO 2011

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INTRO 5

Editorial ENTREVISTAS

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Entrevista a Michel Odent Entrevista con Alicia Fontanillo

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ARTÍCULOS 16

36 razones obvias por las que eres capaz de parir de forma natural Por Mama Birth. Traducción de Jesusa Ricoy Olariaga

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Parto en casa Por Vivan Watson

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¿Cómo saber si hemos elegido bien al ginecólogo? Por Mireia Long

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Violencia obstétrica Por Mireia Long

EXPERIENCIAS 28

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Violencia, mala praxis y ensañamiento en el parto Por Marina

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Mi No-Parto Por Rebe

42

Cuando todo vale Por Susana Ferreiro Mediante

44

32

El Nacimiento de Gael Por Sonia Gómez

48

Historias de parto: María Berrozpe Por María Berrozpe

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El día que te conocí Por Rebeca Andrés

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56

Els meus parts Por Montserrat Freixas

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Studies of Embryos (s. XV) LEONARDO DA VINCI

EDICIÓN Raquel Tasa socmare@gmail.com

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EDITORIAL

Silencio, estamos de parto

E

xistimos como humanidad porque siglo tras difícil, la fuerza de la costumbre, nadie va a negar siglo, año tras año, día tras día, las mujeres eso. hemos parido niños que nos han ido asegurando Son tan pocas las cosas que una mujer de parto el futuro del ser humano como especie. Da la sen- necesita que parece absurdo que todavía no hasación, dicho así, que un proceso tan antiguo, que yamos conseguido volver a lo que fue. Necesitas además es fisiológico, debería ser algo fácil, cono- silencio, que no te interrumpan con preguntas ni cido y respetado. Pero no lo es. conversaciones, luz tenue, un ambiente cálido y Leo historias de partos, escucho partos de labios sentirte segura. Una mujer de parto debería poder de sus protagonistas, vivo partos y, a menudo, de- moverse con libertad y escoger la postura que le masiado a menudo, esas historias están teñidas parezca cómoda para parir, que ciertamente no es de un dolor que nada tiene que ver con las con- tumbada. Ninguna de las cosas que necesita tietracciones. El dolor de dejar ne un coste elevado, tal vez por de sentirse mujer, persona, eso sea tan difícil conseguirlo. UNA MUJER DE PARTO la angustia de perder el poAlguien debería ponerle precio der para dárselo a quien, con ES UNA DIOSA PORQUE al silencio, de ese modo entraría palabras suaves casi siempre, LLEVA EN ELLA LA VIDA en el pack de pelotas, fulares y bruscas en ocasiones, les di- Y ESO ES UN MILAGRO, piscinas. cen a las mujeres de parto UN MILAGRO QUE OCURRE Una embarazada, una muque no saben, que no pueden. UNA Y OTRA VEZ jer de parto es algo sagrado, es Que para su bien y el de su una Diosa porque lleva en ella pequeño —sobre todo por el la vida y eso es un milagro, un pequeño que está por nacer— deben dejarse hacer. milagro que ocurre una y otra vez, y en vez de maY quién no va a dejarse hacer, cuando lo que se ravillarnos de ese poder y disfrutar de ese maraviplantea es el bienestar de su hijo. lloso espectáculo, como asistentes admirados, muAhora parece que pedir un parto natural está chos se empeñan en seguir siendo protagonistas de moda, pero un parto natural no es una moda, de un momento en el que no son más que títeres. es un derecho y los hospitales corren a ponerse al Está bien disponer de la ciencia, en ocasiones nos día y nosotras tras ellos para poder tener un parto salva la vida, pero dejémosla sólo para cuando sea fisiológico en un centro hospitalario. Así se crean necesaria. espacios de un color no tan blanco, aparecen las Parir en casa no debería ser la única opción pelotas de dilatación y los fulares para colgarse cuando el deseo de la familia es un parto respetamientras haces pujos, se hacen protocolos de par- do. Es trabajo de todos aportar nuestro granito de to natural y se pasan videos a las madres embara- arena para conseguir un futuro en el que, en casa zadas enseñándoles las nuevas instalaciones. Pero o en el hospital, las madres hablen con agrado de los profesionales se han olvidado de un pequeño ese momento sagrado que hoy muchas sienten que detalle: de ellos, de su forma de actuar. Cambiar es les ha sido robado. Raquel Tasa Madre, asesora de lactancia, doula en formación, puericultora y bloguera

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URL’s: http://bit.ly/9HzSIg | http://bit.ly/gCtdaD | http://bit.ly/cUAIKA

PARTO

Entrevista a Michel Odent Presentamos tres entrevistas a Michel Odent, ginecólogo francés pionero en la promoción del parto fisiológico. Para el Diario Clarín, y para las revistas Mi Bebé y Yo y Ser Padres. Diario Clarín En los años 60 y 70, cuando la juventud imponía la consigna «hacer el amor, no la guerra», un médico del hospital de Pithiviers (una ciudad de Francia) desarrolló la idea del parto bajo el agua. Se basaba en un principio que no abandonó desde entonces: la estrategia de supervivencia de la especie dependerá, en buena medida, de cómo ocurra el nacimiento. Ayer, en un encuentro con Clarín en San Pablo, aquel joven médico de hace 30 años, Michel Odent, hilvanó todas las consecuencias de este concepto original: «El análisis científico de la capacidad de amar, al otro y a uno mismo, revela que ésta se construye a partir del comienzo

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de la vida; en particular, durante el parto». Hoy llegará a Buenos Aires para presentar su último libro, «El granjero y el obstetra», donde expone nuevos planteos. Se

vaca loca y la fiebre aftosa, por ejemplo. En el parto, en cambio, la «industrialización» fue menos rápida; «pero también generó catástrofes, que están entre nosotros aunque no las veamos».

DE ACUERDO CON INVESTIGACIONES ESTADÍSTICAS HAY UNA CORRELACIÓN ENTRE CÓMO TRANSCURRIÓ EL PARTO Y LA DELINCUENCIA JUVENIL trata del «estudio de fenómenos que se desarrollaron en forma simultánea y paralela durante el siglo XX: la industrialización de la agricultura y la industrialización del parto». Sostiene que la agricultura se «industrializó» rápidamente y provocó catástrofes: el mal de la

¿Cuáles son esas catástrofes? Para explicarlas utilizo la expresión «alteraciones de la capacidad de amar». De acuerdo con investigaciones estadísticas hay una correlación entre cómo transcurrió el parto y la delincuencia juvenil. El nacimiento aparece como factor de riesgo a

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> tener en cuenta en la posterior violencia juvenil. Otro caso es el autismo. En Japón, un estudio demostró que un conjunto de bebés que fueron alumbrados mediante medicamentos y con una semana de antelación corrían más riesgo de volverse autistas. Esta fue una conclusión a la que llegó, también, el premio Nóbel en etología Nico Tinbergen. El suicidio en la adolescencia y la anorexia nerviosa son otros tantos ejemplos. ¿Cómo se probó que la relación entre el parto y la anorexia nerviosa? Fue una investigación realizada en Suecia, entre 1973 y 1984. Se contaba con una base de datos de todas las mujeres nacidas en ese período. Más tarde se dispuso de las historias clínicas y se contó con el diagnóstico

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de la cantidad de adolescentes que habían sufrido de anorexia nerviosa. Entre los factores de riesgo, uno fundamental fue el parto. ¿Por qué hay tantos riesgos causados por el parto? Hoy es fácil, mediante el lenguaje de los fisiólogos, explicar qué pasa durante el período en que ocurre el nacimiento. Para que

DURANTE EL ALUMBRAMIENTO LA MUJER DEBE PROTEGERSE CONTRA TODO ESTÍMULO QUE PROVOQUE INHIBICIONES un bebé salga al mundo, su madre debe liberar un cóctel de hormonas. Por ejemplo, oxitocina, endorfinas, prolactina, etc. Estas

hormonas producen un cambio de estado anímico en la madre: ésta da la impresión de ignorar al mundo, como si estuviera en otro planeta. Este cambio en la conciencia obedece a una reducción de la actividad del néocortex (el cerebro del intelecto) y es el hecho más importante del parto. Durante el nacimiento, la parte más activa del cuerpo maternal es la parte más antigua del cerebro: ese conjunto de estructuras primarias como el hipotálamo y la hipófisis, que funcionan como glándulas secretoras de hormonas. Cuando algo perturba a la madre, es decir, cuando de alguna forma se estimula el neocortex, el cerebro del intelecto libera adrenalina que inhibirá el parto. De esto se deducen consecuencias prácticas: durante el alumbramiento la mujer debe protegerse contra todo estímulo que provoque in-


hibiciones. Esto se refiere tanto a la intimidad como a la seguridad de la madre. Hoy se sabe que hay una correlación entre la falta de esas condiciones y el incremento de las cesáreas. En todo el mundo, las mujeres han adoptado estrategias similares de protección, buscada a través de la madre, la abuela o una partera, que simboliza la figura materna. ¿Desaconseja la presencia del padre durante el nacimiento? Cuando se introduce al padre durante el parto hay que ser prudente. En algunos casos, el padre puede representar un estímulo en el neocortex, que produce adrenalina y perturba el parto. Y esto explicaría que en algunos países donde se fomenta su presencia haya habido un aumento de las cesáreas.

rán las respuestas que nos pueda dar la ciencia moderna. Preguntarse cómo se desarrolla la capacidad de amar precede a la perspectiva política. ¿Cómo influye el estrés en el embarazo y durante el parto? Quisiera hacer una distinción: el estrés es indispensable para la vida. Por otro lado, el nacimiento implica un estrés para el niño y para la madre. De lo que se trata es de evitar el estrés innecesario que altere la naturaleza del parto. Al final de la entrevista con Clarín, Michel Odent contó que en la Argentina abordará, precisamente, todo lo que tiene que ver con la «humanización» del nacimiento. Ofrecerá conferencias en hospitales, en el Ministerio de Salud y en la Legislatura

EN ALGUNOS CASOS, EL PADRE PUEDE REPRESENTAR UN ESTÍMULO EN EL NEOCÓRTEX, QUE PRODUCE ADRENALINA Y PERTURBA EL PARTO ¿Y cuál es el problema de alumbrar un bebé mediante cesárea? El problema es la correlación demostrada entre procesos interrumpidos y la violencia juvenil. ¿Cómo se ha evolucionado desde los tiempos en que usted comenzó a trabajar el tema (fines de los años 60 y principios de los 70)? En los años 60 y 70 prevaleció la perspectiva política para cambiar la sociedad. Lo que hemos comprendido ahora es que primero se precisa cambiar al ser humano. En los años 60 y 70 se decía que hacía falta amarse. Pero lo que hoy es absolutamente nuevo es el conocimiento de cómo se desarrolla la capacidad de amar. De cómo hagamos la pregunta sobre este asunto, se-

de la Ciudad de Buenos Aires. El seminario que ofrecerá se titula, no por casualidad, «El parto en un cruce de caminos. Necesidades, sueños y realidades del nacimiento hoy». • Entrevista realizada en abril 2003 y publicada en el Diario Clarín. Buenos Aires. Mi Bebé y Yo Michel Odent, prestigioso ginecólogo francés, pionero en la promoción del parto fisiológico, ha hablado con Mi bebe y yo sobre la importancia de lograr partos menos medicalizados y mucho más naturales. Para Michel Odent, prestigioso ginecólogo francés, la mujer es un mamífero y, como tal, sólo

necesita dos cosas para parir: sentirse segura y no sentirse observada. En muchas ocasiones, ha comentado que «falta amor en los nacimientos». ¿A qué se refiere con esta afirmación? Hoy en día, en todo el mundo, el número de mujeres que paren a sus bebés y a sus placentas gracias, exclusivamente, a la liberación del «cóctel de hormonas del amor» se acerca a cero. Debemos recordar que está comprobado que las hormonas producidas por una madre que da a luz influye en su comportamiento. La razón de esta nueva situación es evidente. En muchos lugares del mundo, la cesárea es, hoy por hoy, la forma más habitual de dar a luz. Asimismo, la mayoría de las mujeres que paren por vía vaginal necesitan sustitutos farmacológicos de las hormonas que no pueden producir fácilmente: oxitocina sintética para reemplazar a la natural, anestesia epidural para sustituir a las endorfinas, etc. Estos fármacos bloquean la producción de hormonas naturales. Además, la mayoría de las mujeres que todavía tienen un parto vaginal necesitan un fármaco para expulsar la placenta. Este fármaco bloquea la producción de un nivel elevado de oxitocina (hormona del amor) que una mujer debería producir después del nacimiento de su bebé. Esta situación no tiene precedentes. Es como si las hormonas del amor hubiesen perdido su utilidad en el momento crucial del nacimiento. Nos deberíamos cuestionar esta situación en términos de civilización. ¿De qué manera deberían cambiar, entonces, los partos? ¿Es necesario reducir la medicalización de los nacimientos? El objetivo primordial debería

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> basarse en redescubrir las necesidades primarias de las mujeres en el momento de parir. La reducción de medicalización sería la consecuencia de una mayor comprensión de los momentos fisiológicos.

nos (la madre no muestra interés por el cachorro). En los seres humanos, que cuentan con un patrimonio cultural, los efectos no se detectan de inmediato a nivel individual.

Y en cuanto a las necesidades del bebé, ¿por qué es tan importante que no se separe al bebé de la madre en la primera hora de vida? ¿No resulta extraño que tengamos que referirnos a datos científicos para explicar que un recién nacido necesita a su madre?

Según su opinión, ¿cuáles son esas necesidades de la mamá en el momento del parto? Cuando está pariendo, la mujer necesita sentirse segura y no sentirse observada, así como estar en un lugar lo suficientemente cálido. ¿Qué condiciones ambientales debe haber para que una mujer dé a luz de una manera fisiológica? Tras haber tratado con partos durante más de medio siglo en centros hospitalarios de Francia y del Reino Unido, puedo asegurar que el mejor ambiente que conozco para un nacimiento tranquilo se crea cuando no hay nadie alrededor de la parturienta, aparte de una matrona silenciosa, experimentada y madura. ¿Se podría decir que si la mujer pare por sus propios medios el vínculo madre-hijo aumenta? Si la madre da a luz por sus propios medios, durante la hora que sigue al nacimiento, la mamá y el bebé se encuentran en un equilibrio hormonal especial, que nunca volverá a producirse. Todas las hormonas que la madre y el bebé producen tienen un papel fundamental respecto a su interacción. Si se perturba este período crucial, los efectos se notan inmediatamente en el caso de los mamíferos no huma-

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cimiento natural». Siempre es mejor no tener guiones preconcebidos sobre cómo será el nacimiento de un niño, así como mantener abiertas todas las posibilidades.

¿Qué les diría a las futuras mamás para el momento de afrontar su parto? Les explicaría el significado de la palabra «intimidad» (no sentirse observada).

¿Por qué no es partidario de la presencia del padre en el parto? No estoy a favor de las doctrinas, los dogmas y las teorías. El dogma de la participación del padre en el nacimiento del bebé se originó durante la segunda mitad del siglo XX, cuando el nacimiento del niño se «industrializó». ¿Qué les diría a todas esas mamás que han optado por un parto medicalizado con anestesia? A fin de cuentas, estas mujeres no sufren un nivel más elevado de intervención que las que optan por el denominado «na-

Son muchos los casos de las mujeres que sufren la llamada depresión postparto. Sufrir o no esta mini depresión ¿tiene que ver con la experiencia en el parto? Desde que me retire de la práctica hospitalaria, sólo tengo referencias del parto en casa. Probablemente, por esta razón, no me siento en disposición de poder hablar sobre la depresión postparto. • Ser Padres Michel Odent, prestigioso ginecólogo francés, pionero en la promoción del parto fisiológico y precursor hace tres décadas de las bañeras de dilatación, ha hablado con Ser Padres sobre la importancia de lograr partos menos medicalizados y mucho más naturales, o como él los lla-


ma, más cercanos a los de todos los demás mamíferos, más «mamiferizados». Cuando habla de la importancia del amor en el parto, ¿a qué se refiere? El amor ya no es tema exclusivo de poetas, filósofos o novelistas. Hoy lo estudian científicos de muy diversas disciplinas y han llegado a una conclusión: la importancia que tiene todo lo que sucede en el inicio de la vida para desarrollar la capacidad de amar. Es fundamental no perturbar demasiado el parto para que madre e hijo puedan desarrollar ese amor. ¿No perturbar el parto significa no medicalizarlo y humanizarlo más? Más que humanizar, yo hablaría de «mamiferizar». Para que un parto sea fácil, hay que redescubrir las necesidades básicas que compartimos con todos los mamíferos. Y todas las hembras, para segregar oxitocina, esa hormona del amor que hasta hace poco se necesitaba liberar

para poder dar a luz, necesitan sentirse seguras y que su nivel de adrenalina sea muy bajo. En la selva, si una hembra está a punto de dar a luz y se da cuenta de que tiene un depredador cerca,

MÁS QUE HUMANIZAR, YO HABLARÍA DE MAMIFERIZAR EL PARTO segregará adrenalina para poder defenderse y retrasará el parto para cuando se sienta más segura. Los mamíferos necesitan sentirse seguros y no observados para dar a luz. ¿Un parto con médicos, oxitocina sintética, epidural, cesárea… no es más fácil? No, la epidural es un medicamento que sustituye a las endorfinas, lo mismo que la oxitocina sintética sustituye a la natural. Todos estos medicamentos hacen el papel de las hormonas que las mujeres no pueden segregar porque no se encuentran en un

entorno adecuado. Hoy en día no solo no las pueden liberar las parturientas que dan a luz por cesárea, también muchas de las que tienen un parto vaginal, al usar sustitutos farmacológicos de estas hormonas del amor. El problema es que estos sustitutos no producen efectos sobre el comportamiento y alteran el curso natural del nacimiento, un momento crítico en el proceso del desarrollo de la capacidad de amar. Entonces, ¿cuál es el mejor entorno? Después de llevar más de medio siglo participando en nacimientos, puedo resumir mi aprendizaje en pocas palabras: un parto será más fácil y rápido cuanto más sola esté la mujer. Solo necesita una comadrona que tenga experiencia y una actitud maternal y que se mantenga en silencio. Es el mejor entorno para liberar la oxitocina, que es una hormona tímida y no aparece si hay muchos espectadores. • Por L. Artiz.

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Entrevista publicada en la web GUÍA INFANTIL (http://www.guiainfantil.com) URL: http://bit.ly/eYaYLN

PARTO

Entrevista con Alicia Fontanillo Una guía sobre ‘El parto en casa: una opción segura y posible’

El parto en casa: una opción segura y posible”, es el título de la guía que los servicios especializados en atención y formación a madres y padres en nacimiento y crianza, Edúcer (http://www.educer.es), acaban de publicar en su blog Nacer en casa (http://nacerencasa.blogspot.com). Con esta iniciativa, lo que se pretende es orientar e informar a los padres y profesionales sobre esta opción en el acompañamiento del nacimiento de los bebés. Alicia Fontanillo, una de las responsables de este proyecto, nos habla sobre qué representa y cómo se desarrolla un parto natural en casa. ¿Cuál es el mejor lugar para dar a luz? El mejor lugar para dar a luz

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sólo tiene que cumplir una condición: ser un lugar seguro, en dos sentidos: • Seguridad exterior, en el entorno, donde estén resueltas las inquietudes que cada pareja

parto y el nacimiento de su hijo. Para muchas parejas, su hogar puede ser ese lugar de seguridad, calma e intimidad. Otras, sin embargo, necesitarán el hospital para sentirse seguras, aun-

EL MEJOR LUGAR PARA DAR A LUZ SÓLO TIENE QUE CUMPLIR UNA CONDICIÓN: SER UN LUGAR SEGURO, EN DOS SENTIDOS: SEGURIDAD EXTERIOR Y SEGURIDAD INTERIOR tiene con respecto a los posibles problemas que pueden aparecer durante el proceso. • Seguridad interior, de la pareja donde ambos puedan sentirse tranquilos, relajados, en intimidad y confianza; esto es imprescindible para que suceda el gran acontecimiento que es el

que en él es más difícil estar en calma y con intimidad. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de un parto natural? En el parto natural facilitamos que el complejo proceso del parto se desarrolle normalmente evitando intervenciones prescin-

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> dibles que pueden tener efectos contraproducentes a nivel físico y emocional tanto para el bebé como para los padres. El parto natural además te permite vivir la experiencia y realizar la transformación: es como un rito de paso que te lleva a renacer como una perso-

Ahora bien, suena bonito pero no es fácil, porque te pone en la situación de enfrentarte a tus miedos, tus inseguridades, tus debilidades poniendo en juego para ello tus mejores capacidades como padres responsables y los mecanismos naturales del cuerpo de la mujer.

SUENA BONITO PERO NO ES FÁCIL, PORQUE TE PONE EN LA SITUACIÓN DE ENFRENTARTE A TUS MIEDOS, TUS INSEGURIDADES, TUS DEBILIDADES PONIENDO EN JUEGO PARA ELLO TUS MEJORES CAPACIDADES COMO PADRES RESPONSABLES Y LOS MECANISMOS NATURALES DEL CUERPO DE LA MUJER na más completa, más madura, que se siente capaz de tomar las riendas de su vida, segura para recibir en los brazos a su hijo que nace y con la confianza de poder cuidarlo como necesita.

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¿Cómo es el parto en casa? Las profesionales (ginecóloga y doula en nuestro caso) acompañamos el proceso, cuidando a todos, aportando seguridad exterior con el monitor para

control materno-fetal intermitente y con el maletín para resolución de emergencias, y contribuyendo a la seguridad interior con sugerencias para favorecer la relajación, la tranquilidad, y tratando de reconducir la crisis emocional que pueda presentarse para que no bloquee el proceso. En muchos casos el hombre es el mejor sostén para la mujer, de manera que ella puede abandonarse y permitir que el proceso se realice. Nosotras garantizamos nuestra presencia desde que la pareja lo necesite, una vez iniciadas las contracciones regulares, y hasta unas horas después de culminado el parto, pero tratando de no molestar, retirándonos a algún espacio de la casa mientras la pareja no nos necesita. Se pueden utilizar diferentes herramientas para favorecer la relajación: el agua caliente, la música, el movimiento espontáneo o con la pelota de Pilates, los masajes... y mucha paciencia. Recibimos al recién nacido con tranquilidad y respeto, permitiéndole adaptarse a la vida en el exterior a su propio ritmo, apoyado en el regazo materno, no separando su cordón umbilical hasta que deje de necesitarlo, y evitando cualquier práctica invasiva que no sea absolutamente necesaria, respetando el contacto piel con piel que afianza el vínculo materno-filial y sienta las bases de su relación para toda la vida. Esperamos a continuación el alumbramiento de la placenta, que habitualmente se produce de manera rápida y limpia, y facilitamos el acomodo de la madre con el bebé y el padre, de manera que el recién nacido pueda buscar el pezón e iniciar la lactancia. Observamos la evolución posterior, comprobando el bienestar de todos, mientras efectuamos la recogida del espa-


cio, y los acompañaremos hasta que se sientan seguros en la nueva situación. ¿Y cuánto cuesta? El precio del parto en casa en España está entre los 1500 y los 3000 euros, según las zonas.

tal en menos de 45 minutos. La decisión debe ser consensuada y tomada desde la responsabilidad, y no desde la idea idílica de un parto maravilloso que no tiene en cuenta la realidad cotidiana y las limitaciones de cada persona.

¿Qué circunstancias permiten a una mujer dar a luz en casa? ¿Y cuáles no? Cualquier mujer sana con una gestación de evolución normal, de bajo riesgo, puede plantearse el parto en casa. No es recomendable en aquellas mujeres que presenten alguna alteración fisiológica o metabólica importante: riesgo de hipertensión, diabetes gestacional, problemas de coagulación, anemias severas o alguna otra enfermedad posi-

¿Qué tipo de complicaciones pueden ocurrir durante el parto en casa? ¿Cómo se previne estas situaciones? Teniendo en cuenta que el 80 por ciento de las mujeres podrían gestar y parir sin ningún tipo de apoyo médico, y que todas las situaciones previsibles ya deben estar evaluadas con anterioridad, la posibilidad de complicaciones serias durante un parto en casa es muy pequeña. Situaciones peligrosas pero

SIEMPRE DEBE ESTAR GARANTIZADA LA PRESENCIA DE PROFESIONALES CON EXPERIENCIA EN PARTO EN CASA (MATRONA O GINECÓLOGA) Y DEBE ESTAR ASEGURADA LA POSIBILIDAD DE DESPLAZAMIENTO A UN HOSPITAL EN MENOS DE 45 MINUTOS blemente anterior al embarazo. Tampoco plantearemos el parto en casa si existe alguna situación fetal de riesgo: partos prematuros antes de las 36 semanas, o postmaduros con 42 semanas, fetos pequeños o demasiado grandes para la edad gestacional, implantaciones de placenta invadiendo la pelvis, mal posiciones fetales como la de nalgas o la transversa, o situaciones de riesgo fetal detectadas mediante ecografía doppler. Siempre debe estar garantizada la presencia de profesionales con experiencia en parto en casa (matrona o ginecóloga y, eventualmente otra figura de apoyo como una doula) y debe estar asegurada la posibilidad de desplazamiento a un hospi-

muy raras e imprevisibles, como el prolapso de cordón o el desprendimiento prematuro de placenta, no están garantizadas en ningún espacio, porque la posibilidad de resolución depende sobretodo de las características de cada caso y de la capacidad de respuesta del equipo profesional. Existe la posibilidad de que se detecte a lo largo del parto algún síntoma de riesgo fetal aunque los controles previos no evidenciasen situación de riesgo. En estos casos el equipo profesional producirá un desplazamiento, sin apurar la situación, porque siempre es preferible terminar sin necesidad de más apoyo en un hospital, que arriesgarse a no poder solucionar un problema.

También puede suceder que un parto no progrese adecuadamente, sea por una crisis emocional o por otra razón. En estos casos también nos desplazaríamos con tranquilidad a un hospital. La posibilidad de que un recién nacido por un parto espontáneo necesite una reanimación profunda es muy remota. Por duro que haya sido el parto, y aunque presente una vuelta de cordón, el bebé en contacto piel a piel con su madre, con el cordón íntegro aportándole oxigenación, se puede recuperar tranquilamente. En algún caso puede ser necesario limpiarle las secreciones con un aspirador de boca, y un pequeño ambú le puede ayudar con sus primeras inspiraciones, pero lo cierto es que, aunque nuestra experiencia se remonta 20 años y muchos partos, en ningún caso hemos necesitado estas maniobras; sin embargo, todo el material necesario continúa desplazándose en el maletín de urgencias. •

Para los padres que deseen conocer algo más sobre esta GUÍA, podrán hacerlo a través de este enlace: h t t p : / / w w w. e d u c e r. e s / anexos/Guia%20padres%20 parto%20en%20casa.pdf

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Artículo publicado en el blog MAMA BIRTH (http://mamabirth.blogspot.com) en Enero de 2011 URL: http://bit.ly/enHSBx

PARTO

36 razones obvias

por las que eres capas de parir de forma natural POR MAMA BIRTH. TRADUCCIÓN DE JESUSA RICOY OLARIAGA

Ú

ltimamente oímos tantas cosas negativas acerca del nacimiento que a veces se nos pierde en la confusión que las mujeres están divinamente diseñadas para parir a sus bebés. Esto es un milagro, pero también es absolutamente normal y una función corporal simple. He aquí algunos recordatorios (sí, muchos de ellos obvios) de la verdad que hemos olvidado acerca de nuestros cuerpos.

4. Las mujeres tienen, literalmente, de 1000 años haciendo esto y sobreviviendo. La prueba es que estamos todos aquí.

1. Eres una mujer

8. Estás gestando a tu bebé maravillosamente.

5. Los médicos entraron en el nacimiento hace unos 100 años, y sin embargo la gente se reproducía con éxito antes de que esto ocurriera.

10. Tienes pechos. 11. Los pechos existen en gran parte por una razón: para alimentar a tu prole. 12. Tu ciclo mensual. 13. Muchas de tus necesidades naturales te han llevado a tener este niño.

6. Tienes una vagina. 14. Tu abdomen crece. 7. Te quedaste embarazada. 15. Aumentas de peso.

2. Tu madre era una mujer y ella te parió. 3. Al igual que su abuela y todas sus madres antes que ellas.

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9. Todos los malestares y dolores y molestias, aunque incómodos, demuestran que tu cuerpo está haciendo su trabajo.

16. Tu pecho se hincha y crece. 17. Tienes antojos. 18. Tu pre-parto o las contracciones de Braxton-Hicks de-


muestran que tu cuerpo se está preparando para el nacimiento. 19. Las estrías indican el crecimiento y la fertilidad. 20. La epidural = invención nueva. 21. La episiotomía = también, nueva (e innecesaria). 22. La cesárea = más nueva aún, y, sin embargo, en su mayoría mujeres sobrevivieron al parto durante todos estos años. 23. Tus huesos y ligamentos se están moviendo y el ablandamiento abriéndose para el bebé. 24. Tienes caderas. 25. Tienes una pelvis, y es muy diferente a la de un hombre. 26. Tu pelvis, aunque ósea es movible. 27. ¿Tienes un trasero grande? Abrázalo es un signo de su fertilidad. 28. ¿Culo pequeño? Eso está bien también, cabes en tus vaqueros estrechitos sin problemas y además tu pelvis es igualmente movible. 29. Tus antepasados durante miles de años dieron a luz sin intervención médica, y deben haber sobrevivido, ya que, ¡aquí estás! (Lo sé, me repito, pero ¡es importante!). 30. El nacimiento es la conclusión natural y el clímax del acto de hacer el amor. 31. ¿Te preocupa el dolor del parto? No lo estés. Las contracciones son la manera natural de hacerte saber que tu bebé ya llega. Sin este sistema de alerta,

nuestros bebés podrían caérsenos en cualquier sitio, fuera este seguro o no. El proceso del parto es la preparación necesaria para una llegada segura.

35. Incluso hace 50 años, la tasa de cesárea estaba alrededor del 4%. Esta “necesidad” de cirugía constante es también algo nuevo.

32. Tu bebé se mueve, él o ella te están preparando para que le ames.

36. ¿Te preocupa la maternidad? El proceso del nacimiento en todas sus etapas también%A0 ayudan a preparar a la madre para que tenga confianza. Las lecciones que se aprenden en el parto (fe, entusiasmo, trabajo duro, el dolor, la alegría, darse por vencida, euforia) todo se repetirá una y otra vez a medida que críes a tus hijos.

33. El movimiento de tu bebé también demuestra lo buena que eres, sin ni siquiera saberlo (todo sea dicho) estás alimentando a tu bebé y haciendo que crezca. 34. Todas las pruebas prenatales son inventos nuevos. Tus antepasados dieron a luz sin ellas.

Es la preparación de la naturaleza para la maternidad. •

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Artículos publicados en el blog NACE UNA MAMÁ (http://www.naceunamama.com) en 2010 URL: http://bit.ly/eDLKNk

PARTO

Parto en casa Recopilamos los 5 artículos del blog Nace una Mamá sobre el parto domicilario, una serie de artículos pensados para ayudar a tomar una decisión. Ventajas, experiencia personal, mitos y verdades. POR VIVIAN WATSON

Por qué parí en casa La Semana Mundial por un Parto Respetado se celebra este año del 16 al 23 de mayo bajo el lema «Parto traumático, cómo evitarlo. Parto placentero, cómo lograrlo». Se trata de una iniciativa de la Asociación Francesa por el Parto Respetado que se ha venido celebrando desde 2004. ¿Qué es un parto respetado? Aquel en donde se reconoce la capacidad que tiene la mujer para parir a su propio ritmo, sin imponer intervenciones innecesarias que en muchos casos se utilizan simplemente para facilitar la labor de los profesionales de la salud y que pueden tener consecuencias negativas para la madre y el bebé. Un parto respetado es aquel en donde se pro-

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tege la intimidad de la mujer y su necesidad de sentirse segura y arropada mientras se abandona a la sabiduría de su cuerpo, que fue creado para parir y que por tanto sabe perfectamente cómo

a la mujer que pare y no al médico que la atiende. Tomar las riendas del propio parto es la mejor forma de evitar un parto traumático. Y para ello es clave estar bien informada.

EL PARTO ES UN RITO DE INICIACIÓN QUE NOS PREPARA PARA SER MADRES, Y QUE TODAS LAS MUJERES TENEMOS EL DERECHO DE VIVIRLO COMO MEJOR NOS PAREZCA hacerlo (aunque la mente de la mujer no lo sepa). Creo que el parto es un rito de iniciación que nos prepara para ser madres, y que todas las mujeres tenemos el derecho de vivirlo como mejor nos parezca. Por eso, la decisión acerca de cómo parir, qué postura adoptar y qué intervenciones se deben practicar corresponde

Yo tuve a mi hijo en casa. Lo parí en mi cama, a cuatro patas, sin ningún tipo de anestesia, con la asistencia de mi maravillosa matrona, mi marido y mi hermana. Mi bebé vino al mundo en un ambiente cálido, íntimo, rodeado de las personas que más quiero. Lo primero que vio al abrir los ojos no fue la luz

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> fuerte de una fría sala de par-

tos, sino una habitación acogedora y los rostros emocionados de su familia. Pude abrazarlo y tenerlo piel con piel mientras él solito encontraba mi pecho, sin prisas, sin extraños observando, sin que importara nada más que nuestro encuentro. Me sentí tan arropada y tan segura que en ningún momento tuve miedo, a pesar del dolor de las contracciones y del expulsivo. Porque fue una prueba dura, sí. El dolor físico fue muy, muy intenso. Pero entendí lo que tanto había leído estando embarazada: que dolor no es igual a sufrimiento. Cuando supe que iba a ser mamá, no tenía ni la menor idea de lo que era un parto (obviamente), y no me imaginaba que las mujeres podemos decidir cómo parir. Jamás me había interesado por estos temas. Fue mi amiga Claudia quien me abrió los ojos. Claudia había dado a luz de manera natural, en el agua, y todavía recuerdo sus palabras cuando me contó su parto: me dijo que parir había sido la experiencia más radical que había vivido jamás. Intentó describirme la sensación de haber parido a su hija con sus propias fuerzas y la euforia que sintió cuando la tuvo en brazos. Me acordé de lo que me había contado mi amiga Lena, que no llegó a tiempo al hospital para la epidural y que sintió la increíble «fuerza de la vida» abriéndose paso dentro de ella para salir. Pensé: la naturaleza ha querido que las mujeres pariéramos, y debe ser por algo. No quiero perderme esa experiencia. Quiero vivirla en toda su intensidad. Parto natural y parto en casa: ventajas Hace algunas semanas escribí acerca de por qué parí en casa, y mi idea era (es) escribir una serie

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de artículos acerca del parto domiciliario, sus mitos y verdades. Me gustaría de esta forma poner mi granito de arena para que las embarazadas (o futuras embarazadas) que me lean puedan tomar su propia decisión. Estoy consciente de que parir en casa no es para todo el mundo, al menos no en España y otros países en donde se considera que el parto es algo peligrosísimo que debe ser atendido por médicos en un hospital que cuente con la más alta tecnología, no vaya a ser que «pase algo» y no estén a mano los recursos

que se sienta libre de gritar, que no se sienta observada, que esté en un ambiente cálido, acogedor y seguro, atendida por personas discretas y respetuosas. Las intervenciones médicas sólo son necesarias en casos patológicos, y ese es el lugar de la ciencia en el parto. Cuando se utilizan por defecto la oxitocina sintética y la epidural, cuando se obliga a una mujer a estar acostada perdiendo todo el control de lo que ocurre con su cuerpo, se le está robando su autonomía y en muchos casos su dignidad, y lo que la naturaleza quiso que fuese

LO QUE LA NATURALEZA QUISO QUE FUESE UN PROCESO GOZOSO, UN PODEROSO VIAJE EMOCIONAL HACIA UN YO MÁS COMPLETO, SE CONVIERTE EN UN ACTO MECÁNICO Y HUECO, DEL QUE LA MUJER YA NO ES PROTAGONISTA para resolverlo. Por otro lado, parir duele, y duele mucho, y en casa no existe la posibilidad de utilizar ningún tipo de anestesia. Entiendo perfectamente que las mujeres opten por la epidural, que es un gran invento y un importantísimo avance de la medicina (no se trata, como en varias ocasiones me han sugerido, de desdeñar a la ciencia volviendo a parir como nuestras antepasadas). Sin embargo, como sucede con todo químico, el uso de la epidural tiene consecuencias y supone riesgos para la madre y el bebé (de los que, en la mayoría de los casos, los médicos no advierten), y las mujeres deben conocer estos riesgos antes de tomar la decisión de usarla. El cuerpo de la mujer fue creado para parir y sabe perfectamente cómo hacerlo. En condiciones normales, en un embarazo de bajo riesgo, todo lo que la mujer necesita para parir es que se le permita hacerlo: que se le deje adoptar la postura que más le apetezca,

un proceso gozoso, un poderoso viaje emocional hacia un yo más completo, se convierte en un acto mecánico y hueco, del que la mujer ya no es protagonista. Todo ello sin contar con que además pueden presentarse complicaciones que afecten tanto a la madre como al bebé. Parir en casa es la forma más natural de parir. En tu propia casa te desinhibes, bajas las defensas y te dejas llevar por el proceso con más facilidad. El parto es un acto involuntario, y como todo acto involuntario, se frena cuando entra en juego la mente: de la misma forma en que es casi imposible tener un orgasmo mientras estás concentrada en lo que vas a decir en la reunión que tienes mañana, tampoco permites que tu cuerpo se abra para dar paso a tu bebé mientras estás pensando en qué le vas a decir al médico que te acaba de hacer una pregunta tan sencilla como cuál es tu nombre. La naturaleza es tan sabia que ha sabido encontrar la forma de


que la mente de las mujeres se «aquiete» durante el parto para no interferir en él, gracias a las hormonas que se liberan pero también gracias al dolor. El dolor no te permite pensar en otra cosa: te obliga a centrarte en lo que estás. Todavía recuerdo la eternidad que me parecía el intervalo entre contracción y contracción: en esos breves minutos podía descansar y prepararme para la siguiente, sencillamente porque no estaba pensando, no de la forma analítica como estamos acostumbrados. En casa, te puedes dar la libertad de no pensar. En casa estás en tu territorio, estás protegida, bien acompañada, rodeada del afecto de los tuyos. Ventajas del parto en casa 1. Es más seguro parir en casa que tener un parto medicalizado, y hay estudios que lo demuestran. 2. La mujer es protagonista. Puede caminar, darse una ducha, poner música, gritar… lo que ella quiera. Sus necesidades son lo más importante y no se

hará nada que ella no desee. 3. Se contará con la presencia de las personas que elija la mujer, por lo que tendrá todo el apoyo emocional que necesite. La familia podrá participar y eso hace que el acontecimiento se convierta en algo muy especial. 4. La persona que atenderá el parto —matrona, médico— se desplazará hasta el domicilio cuando la mujer lo pida, y podrá dedicarle toda su atención, al no tener que atender a varias parturientas a la vez. El vínculo entre la mamá y la persona que asiste el parto es más cercano y eso posibilita un acompañamiento emocional que es muy importante para que la mamá se sienta segura. 5. La mujer asume toda la responsabilidad del proceso, es dueña de su parto y esto supone un crecimiento emocional que transformará su vida. 6. El vínculo entre mamá y bebé se fortalece, y también el vínculo con el padre y quienes hayan estado presentes. 7. El bebé será recibido en un ambiente cálido e íntimo y per-

manecerá con su madre en todo momento. Esto facilita el establecimiento de la lactancia. El parto en casa: 10 cosas que hay que saber Cuando decidí parir en mi casa, no tenía la menor idea de por dónde empezar. No conocía a nadie que lo hubiese hecho y no sabía dónde encontrar información. Me ayudaron mucho las mamás del foro de Crianza Natural (¡un abrazo para ellas!), pero me hubiese gustado contar con un lugar en donde estuviese reunida toda la información. Por eso he iniciado esta serie de artículos, con la idea de ayudar a las mamás que están considerando un parto domiciliario. En esta tercera entrega quiero hablar de algunas cosas que hay que saber a la hora de planificar un parto en casa. 1. Existen varias condiciones para poder parir en casa. La primera es, desde luego, que se trate de un embarazo normal, de bajo riesgo, que la madre se encuentre sana y no haya tenido

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> complicaciones en el embarazo. La segunda es vivir a una distancia corta de un hospital (mis matronas me aconsejaron una media hora de distancia como máximo), por si se presentaran complicaciones y hubiera que hacer un traslado. Además, te dirán que si el parto se presenta antes de la semana 37 o 38 deberás ir directamente al hospital. Lo mismo si se retrasa más allá de la semana 42. 2. Ningún lugar es demasiado pequeño para parir: basta una cama. 3. No necesitarás muchas cosas que no tengas normalmente en casa: bolsas de basura, una lámpara, toallas limpias… La comadrona o médico que te atenderá te dirá todo lo que hará falta tener a mano. Conviene hacer una lista y tenerlo todo preparado desde la semana 38… por si acaso. 4. Hay que planificar de antemano lo que van a comer y beber tanto tú como las personas que vayan a estar contigo. ¡Ten en cuenta que pueden transcurrir muchas horas! Lo más práctico es tener platos preparados que se puedan calentar en el microondas, y zumos de fruta, yogur, galletas… 5. La inmensa mayoría de las veces en que se hace necesario un traslado al hospital no es porque se haya presentado una emergencia en el sentido estricto de la palabra. Los problemas casi siempre se ven venir con anticipación porque se desarrollan lentamente, y una comadrona está entrenada para detectarlos a tiempo. Los traslados normalmente responden a otras razones, como por ejemplo un trabajo de parto prolongado que ha dejado a la madre agotada, o una dilatación que no progresa, o porque haya pasado mucho tiempo desde la rotura de la bolsa

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—o simplemente por deseo de la madre—. En estos casos el padre suele llevar a la madre al hospital en coche, junto con la comadrona. No suele ser necesario llamar a una ambulancia. Pero hay que saber que en raras ocasiones pueden presentarse complicaciones que habrían podido recibir una mejor respuesta en un hospital, y esta es una verdad que hay que tomar en cuenta a la hora de tomar una decisión. 6. No se aconseja el parto en casa sin asistencia. Si se presentara algún problema, una comadrona o un médico están

con anticipación con las personas que has escogido —si se trata de alguien que no aprueba tu decisión de parir en casa es posible que te transmita sus dudas y miedos y eso puede influir negativamente en el trabajo de parto—. Por otra parte, no todo el mundo se sentirá cómodo asistiendo a un parto en casa. Lo importante es que te rodees de personas que te apoyen y que sepan respetar tus deseos. Recuerda que a medida que la dilatación progrese necesitarás estar tranquila y probablemente querrás estar en silencio —asegúrate de que tus

LA META ES TENER UN PARTO SEGURO, NO UN PARTO EN CASA A TODA COSTA. EN NINGÚN MOMENTO HAS «FRACASADO» SI LAS COSAS NO HAN OCURRIDO COMO ESPERABAS entrenados para actuar en consecuencia. No hay que correr riesgos. 7. Por más que planifiques tu parto, nunca ocurrirá tal como lo imaginas. Por eso no es bueno aferrarse a una idea preconcebida. Puede que hayas querido un parto en casa y al final haya tenido que ser cesárea… no importa. La meta es tener un parto seguro, no un parto en casa a toda costa. En ningún momento has «fracasado» si las cosas no han ocurrido como esperabas. 8. Normalmente la comadrona te hará varias visitas postparto para asegurarse de que tanto tú como el bebé estén bien. ¡Estas visitas son un verdadero lujo! Responderá a todas tus preguntas acerca de los cuidados del bebé y te ayudará con la lactancia y cualquier problema que tengas. 9. Una ventaja del parto en casa es que puedes elegir las personas que te van a acompañar. Conviene que lo hables

acompañantes comprendan y respeten esta necesidad—. 10. En muchos países europeos, el parto en casa está cubierto por la seguridad social. No es el caso en España, en donde tienes que pagarlo de tu bolsillo. Dependiendo de la localidad, suele costar alrededor de unos mil o mil quinientos euros. Parto en casa: ¿cómo se lo dices a tu familia? Ahora vamos a hablar acerca de la reacción del entorno cuando comunicas tu decisión de parir en casa. He decidido dedicarle un post entero al tema porque en mi opinión se trata de un asunto de peso. En países donde el parto medicalizado es la norma, decidir parir en casa requiere mucho valor. No sólo por la inmensa responsabilidad que asumes, sino por la falta de apoyo del entorno, que en muchos casos puede ser muy crítico. No es raro escu-


char comentarios como «estás poniendo en peligro a tu bebé», «lo que vas a hacer es una irresponsabilidad», «si ocurre una desgracia te arrepentirás el resto de tu vida». Uf, no es muy alentador escuchar cosas así precisamente cuando lo que necesitas es comprensión y apoyo. A fin de cuentas tú ya tienes bastante con tus propias dudas y miedos. Lo que se esconde detrás de esas críticas es la falta de información. Con las hormonas revueltas del embarazo es fácil tomárselo como algo personal, pero piensa que los que te quieren tienen las mejores intenciones. Realmente les preocupa tu bienestar y el de bebé y creen genuinamente que el hospital es el lugar más seguro para parir. Una estrategia es educar a tu familia. Comparte artículos y libros, enséñales vídeos. Muéstrales los estudios y las estadísticas. Seguramente a ti no te escucharán cuando digas que hay estudios que demuestran que el parto en casa es seguro, pero si les enseñas el reporte del British Journal, seguramente la cosa cambia. (Al final del artículo hay una lista de recursos que puedes usar para educar a los tuyos.) Si crees que tu familia y amigos serán muy difíciles de convencer o muy críticos con tu decisión, tal vez sea buena idea esperar hasta el último momento antes de decirlo. Así no te pasarás medio embarazo escuchando comentarios negativos. También hay quien decide no decir nada y simplemente anunciar la llegada del bebé cuando ocurra. Elijas la opción que elijas, lo importante es que te sientas cómoda y tranquila. Recuerda que tú eres quien va a parir y que la decisión es sólo tuya y de tu pareja.

Mi parto Los preliminares Mi hermana Virgi viajó desde Caracas para acompañarme en el parto. El problema es que sólo podía venir por una semana, y claro, no sabíamos cuándo se produciría el acontecimiento. Ya estaba en la semana 40, Virgi había llegado un sábado y ya era miércoles, y además mi médico me había amenazado con una inducción si a finales de semana el chiquitín seguía sin querer salir. El martes por la tarde-noche empecé a tener contracciones, o lo que yo creía que eran contracciones, pero como ya me había pasado antes en lo que había sido una falsa alarma, no le dí importancia. Tenía que entregar unas traducciones, pero me costaba pensar con claridad. Así que cuando por fin me las saqué de encima, Virgi y mi querida prima-hada madrina Nadia me revisaron el trabajo para asegurarnos de que no había escrito ningún disparate, y acto seguido me llevaron a… La peluquería Fue idea de Virgi. Y se lo agradeceré siempre. ¿Cómo iba a parir yo con esos pelos? ¿Y salir así en las fotos? «Además, pasarán meses antes de que puedas volver a la pelu, Vivi, que vas a tener un bebé, ¿recuerdas?» Es verdad, pensé, y abandoné toda resistencia mientras mi prima y mi hermana me escoltaban, jadeante, pesada y barrigona, a pesar de que iban a ser las 8 pm y ya me dirán en qué peluquería te hacen las mechas a esa hora. Pero yo estaba a punto de parir, y aquello era una emergencia. Afortunadamente, mi enorme barriga ya me había concedido el pase a esa hermandad universal que

formamos las mamás, siempre dispuestas a ayudarnos. La peluquera entendió perfectamente la urgencia de la situación y accedió a atenderme. Lo recuerdo todo como si se tratara de una película. Mi hermana y mi prima vigilando los movimientos de la peluquera y tomando fotos, las otras clientas sonriéndome con complicidad, y aquel dolor que parecía como de regla y que iba y venía mientras yo intentaba, sin éxito, concentrarme en una revista de esas frivolonas con modelos luciendo una ropa que yo no podría ponerme en meses, años quizá. De parto Al día siguiente, muy temprano, tenía médico. Virgi me acompañó. El dolor de regla continuaba, pero no era nada del otro mundo. El doctor me examinó y me encontró de tres centímetros. «Pero mujer, si tú estás de parto», me dijo. Y me propuso quedarme en la clínica, llamar a mi marido, ponerme oxitocina. Me negué. En los monitores salía que mis contracciones eran casi del 100% (sea lo que sea lo que eso quiere decir). «¿No te duele?» me preguntaba el médico. Pues no. La verdad es que no. Me molestaba, pero no era dolor. En el taxi de vuelta a mi casa llamé a mi comadrona. Me dijo que volviera a llamarla cuando las contracciones fueran regulares, «o cuando tú quieras». Mi hermana y yo nos fuimos a dar un paseo. En las muchas fotos que nos tomamos salgo lozana y feliz (a diferencia de las de después de parir, en las que me veo… bueno, recién parida). Decidí que, si mis contracciones eran ya de casi 100% y no me dolía demasiado, aquello iba a ser fácil, muy fácil. La gente sí es exagerada, pensé. Tanta cosa con el dolor del parto y resulta

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> que es como tener la regla. En

unas pocas horas tendría a mi bebé en brazos, en mi casa, con mi familia. La champaña ya se estaba enfriando. Mi esposo, Mariano, vino de la oficina, emocionadísimo. También vinieron mis padres. Las contracciones iban en aumento, pero eran perfectamente soportables. Me puse ropa cómoda, comimos algo. Mientras tanto conversábamos, reíamos, hacíamos bromas. Yo paseaba por toda la casa, no podía estar quieta. Como a las cinco de la tarde las contracciones comenzaron a ser cada vez más regulares. Mariano anotaba diligentemente los tiempos en un cuaderno. Cuando venían a intervalos de unos cinco minutos volvimos a llamar a Jero, nuestra matrona, que se puso en camino. Mis padres se despidieron. Yo no quería que ellos estuvieran en mi casa llegado el momento, sabía que me sentiría inhibida con su presencia. En cambio mi hermana se quedó, como yo le había pedido. Virgi nunca habría elegido parir en casa, y al principio no estaba demasiado cómoda con la idea. De hecho, aquella mañana, en la clínica, me sugirió que le hiciese caso al doctor y me quedara ingresada, ¡después de los meses que yo llevaba planificando mi parto en casa! Pero a pesar de no compartir mis preferencias, me acompañó con la fortaleza, el respeto y la discreción de un ángel, y esa es otra cosa que le agradeceré siempre. ¿Nos vamos al hospital? Para entonces, el dolor había ido en aumento. Me refugié en mi cuarto, con las persianas bajadas, e intenté recordar lo que tantas veces había leído acerca de cómo hacer frente a las con-

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tracciones: que si la respiración y no sé qué movimientos, blablabla. Imposible, no recordaba nada. Pero todavía podía reírme de mí misma: ¡ilusa yo, de haber creído que aquellas contraccionsitas de nada que había tenido en la mañana eran ya el trabajo de parto! El próximo hijo lo adoptaríamos, le decía a Mariano. Mientras tanto, Jero iba y venía, con toda la

lo hacía mi cuerpo. Yo sólo observaba. Entonces sentí que algo blando salía y llamé a Virgi, creyendo que ya se trataba del bebé, pero no: era la bolsa, que acababa de romperse. Me sentí un poco descorazonada, porque aquello ya dolía bastante: ¿cuánto tiempo más iba a durar? Jero me tranquilizó invitándome a sentir la cabecita de

A PESAR DE NO COMPARTIR MIS PREFERENCIAS, MI HERMANA ME ACOMPAÑÓ CON LA FORTALEZA, EL RESPETO Y LA DISCRECIÓN DE UN ÁNGEL tranquilidad del mundo, para preguntarme si necesitaba algo, si quería que nos fuéramos al hospital. ¡Por supuesto que no! Aquello dolía, pero la idea de ir al hospital no me habría pasado por la cabeza. Jero me propuso darme un baño. El agua caliente me hizo sentir mucho mejor. Lo único que necesitaba era quedarme allí, en la penumbra (Jero había encendido una vela), con los ojos cerrados y la única compañía de Mariano apretando mi mano, sin hablar. Supongo que eso es lo que llaman Planeta Parto. No pensaba en nada, sólo sentía las contracciones, y tal como había leído, era capaz de descansar en el cortísimo intervalo entre una y otra. No sé ni cuánto tiempo pasó. Jero venía de vez en cuando a escuchar el corazón del bebé, que se encontraba perfecto. De pronto mi cuerpo ya no quiso estar más tiempo en esa posición. Necesitaba inclinarme hacia adelante y empecé a sentir ganas de empujar. Jero y Mariano me ayudaron a salir de la bañera y me secaron. Me senté en el WC. Las ganas de empujar eran incontrolables. De hecho no empujaba yo, todo

mi bebé. ¡Sí, allí estaba! ¡Tan cerca! En ese momento tomé conciencia de lo que en verdad estaba sucediendo: estaba pariendo. Iba a tener un bebé. Suena raro, pero una parte de mí lo había olvidado. A cuatro patas Aquello me dio nuevas fuerzas. Mariano y Jero me llevaron a la cama y allí mi cuerpo hizo lo que mejor le pareció: se puso a cuatro patas y comenzó a gritar con cada contracción, a pegar unos alaridos incontrolables que parecían salir desde el fondo de mí misma. La fuerza de las contracciones era brutal. Cuando ya creía que había terminado, aún venía otro empujón que me dejaba literalmente sin aliento: dolía, dolía mucho, muchísimo, era salvaje, como un ciclón o un terremoto, mi cuerpo se abría con una fuerza totalmente incontrolable, no tengo adjetivos para describirlo. Me parecía que los alaridos que salían de mi boca no eran míos, los escuchaba como a lo lejos. Ya no podía más. Cuando terminó la siguiente contracción, recobré como pude el aliento y lo dije: no puedo más.


Mariano, Jero y Virgi me decían que no quedaba nada, que lo estaba haciendo muy bien, que ya el bebé estaba allí. En la siguiente contracción sentí que me rompía y justo entonces salió la cabecita de Tobías. Lo siguiente que recuerdo fue que me pasaron a mi bebé entre mis piernas (yo seguía a cuatro patas) y que Mariano y Virgi lloraban. Yo no. No tenía lágrimas. Estaba perpleja, tan sorprendida de ver a aquella criaturita pegajosa frente a mí, que me demoré unos segundos en cogerla. Cuando lo hice, instintivamente le conté los deditos de las manos y los pies, mientras le hablaba como cuando estaba en mi barriga, como retomando una conversación que habíamos dejado a la mitad. Ni siquiera se me ocurrió comprobar su sexo. Tenía cinco deditos, eso era lo que importaba: ahora yo necesitaba descansar. Me ayudaron a acostarme

(yo sola habría sido incapaz de moverme) y Mariano puso a Tobías sobre mí. Nos miraba con los ojitos bien abiertos, curioso y despierto, fijándose en todo. Me sorprendió lo sabia, consciente y serena que era su mirada. Al poco rato ya había encontrado mi pecho. ¡Era tan pequeñito y a la vez tan fuerte! Mariano cortó el cordón cuando terminó de latir, con toda la calma del mundo. Jero nos recordó que todavía no había acabado todo, faltaba la placenta, y además había tenido un pequeño desgarro y debía cogerme un punto. Después de haber pasado tanto dolor, la idea de que me cosieran (sin anestesia) no me gustó nada… pero en realidad no fue tan grave al final. Lo siguiente fue ducharme con la ayuda de Mariano mientras Virgi y Jero acomodaban la habitación y cambiaban las sábanas. Sólo entonces llamamos a la familia.

No sé ni qué hora era. En total, el trabajo de parto duró sólo unas cinco horas, aunque a mí me había parecido eterno. Mis padres y mi hermano vinieron a conocer a Tobías y sacamos la champaña. Brindamos en mi cuarto, en la misma cama en la que horas antes había nacido mi chiquitín, que no se desprendía de mi pecho. Me sentía cansada pero eufórica, mucho más segura de mí misma de lo que había estado jamás, rodeada del amor de los míos. No podía pedir más. Esa noche, como tantísimas otras mamás, la pasé en vela. Había pensado en poner al bebé en el moisés junto a mi cama, pero cada dos segundos tenía que asomarme para ver si estaba respirando. Así que lo puse junto a mí en la cama. Mariano dormía a mi lado, agotado, pero yo sólo podía acariciar a mi chiquitín, tan minúsculo y tan valiente. •

Recursos LIBROS Te recomiendo La revolución del nacimiento de Isabel Fernández del Castillo. No he encontrado ningún otro que explique mejor lo que necesita una mujer para parir, las prácticas médicas más comunes y sus riesgos, y la importancia de respetar el ritmo de cada mujer. PÁGINAS WEB Holistika.net http://www.holistika.net/parto_natural/parto_fisiologico.asp Asociación El Parto es Nuestro http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=234&Itemid=45 Asociación Nacer en Casa http://www.nacerencasa.org/ Comadronas.org: – Parir en Casa, una opción válida http://www.comadronas.org/ VÍDEOS En la página de El Parto es Nuestro puedes descargarte una serie de vídeos interesantes. Te recomiendo el de Documentos TV, muy completo. Ese fue el que yo utilicé y me fue muy bien. http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=233&Itemid=101 25


Artículo publicado en el blog BEBÉS Y MÁS (http://www.bebesymas.com) en Enero de 2011 URL: http://bit.ly/fEBppS

PARTO

¿Cómo saber si hemos elegido bien al ginecólogo? Varios conceptos a tener en cuenta una vez nos encontramos ante la difícil situación de decidir nuestro ginecólogo. POR MIREIA LONG

Muchas mujeres eligen parir en la medicina privada no por desconfiar de la pública, sino para tener la seguridad de que será el mismo ginecólogo que hace su seguimiento en el embarazo el que las atenderá en su parto. Esto tiene, como todo, su lado bueno y su lado malo. Y, una vez habiendo acudido a la primera cita, nos queda saber si hemos elegido bien al ginecólogo o buscar otro profesional con tiempo suficiente. Las clínicas privadas Primero, parir en una clínica privada nos garantiza una habitación individual, y eso, para una mamá y su recién nacido es importante, porque podrán gozar de mayor intimidad y tranquilidad. Si encima han tenido una mala experiencia con una compañera de habitación 26

en un parto anterior apreciarán más todavía el saber que podrán controlar mejor su espacio. Pero parir en una clínica privada puede tener también inconvenientes, pues suelen tener un mayor índice de inducciones y cesáreas. La razón es, posiblemente, la adecuación de los partos a la disponibilidad del ginecólogo elegido. En otras clínicas no se garantiza que sea el mismo ginecólogo el que atenderá el parto pero si ofrecen, en algunos casos, un criterio común de los médicos de guardia. Por tanto, tener el mismo ginecólogo en el parto por la medicina privada puede no ser posible o incluso ser contraproducente. Cada una debe valorarlo. El ginecólogo Pero centrándonos en la cuestión que planteaba, deberíamos

poder saber muchas cosas sobre el médico o el equipo que nos van a atender, para estar seguras de estar depositando nuestra confianza y el nacimiento de nuestro hijo en las mejores manos según nuestros criterios. El plan de parto A un ginecólogo le pediría primero que admitiese un plan de parto y hablara tranquilamente con nosotras de nuestros deseos, exponiendo respetuosa y científicamente las discrepancias que pueda tener con ellos. Los protocolos Además, le pediría los protocolos que van a seguirse tanto en atención al parto como en neonatología en la clínica de referencia, pues no son iguales en todos sitios. Buscaría que


siempre se garantice que las intervenciones médicas se hacen por necesidad clara y no por protocolo, especialmente en lo que se refiere al rasurado, enema, oxitocina sintética, inducción, rotura de bolsa, fecha de inducción en embarazos de más de 40 semanas, apertura de vía, monitorización interna, libertad de movimientos en el trabajo de parto y en el expulsivo, presencia del padre en la cesárea y,

sobre lactancia, si se acepta la presencia de una doula acompañante y qué normas tienen en caso de ingresar el recién nacido en neonatos. El manejo del dolor También querría saber qué tipo de alternativas naturales ofrecen para manejar los dolores de parto. Hay varias posibilidades: masajes, relajación, aromatera-

BUSCARÍA QUE SIEMPRE SE GARANTICE QUE LAS INTERVENCIONES MÉDICAS SE HACEN POR NECESIDAD CLARA Y NO POR PROTOCOLO para terminar, pruebas que se hacen al bebé nada más nacer y si estas se realizan sin separarlo de la madre. Me enteraría de quienes me atenderían si el ginecólogo que lleva mi embarazo no pudiera atenderme, para, aunque sean personas a las que no conozca, tener ciertos datos sobre los casos que no puede atender él directamente y cuales son estos. Además preguntaría si se favorece la lactancia en la misma sala de partos, si la clínica tiene protocolos que capaciten a los profesionales de enfermería

pia, yoga, acupuntura, bañeras, pelotas de dilatación, la acupresión y el ruido blanco, algunas no demostradas como eficaces científicamente pero elegidas por muchas mujeres que encuentra alivio con ellas. Si se trata de un parto normal, y no se induce o acelera sin razón médica, permitiendo que la mujer se mueva libremente, el dolor se hace más soportable en la mayoría de los casos. Disponer de un espacio cómodo, íntimo, sin interrupciones innecesarias, donde la madre se siente segura, tiene muchas más

posibilidades de entrar en un estado de conciencia diferente en el que el dolor se hace menos presente. Este tipo de atención no siempre se garantiza en los centros, ni públicos ni privados, por lo que, además de la confianza en el ginecólogo el analizar el lugar donde daremos a luz es también importante. Es importante también que dispongamos de toda la información necesaria sobre la anestesia epidural que podremos recibir y conocer bien sus riesgos. Los datos estadísticos Para terminar le pediría las estadísticas de su atención al parto: índices de cesáreas, inducciones, episiotomias y partos instrumentales. Como «clienta» si me comprara un coche no pediría menos información, así que como embarazada creo que tengo derecho a preguntar todos los datos que considere necesarios. Si se niega a dármelos yo me negaré a darle mi confianza y no me atenderá más. Y luego, con toda esta información, si las respuestas me resultan satisfactorias, sabría si he elegido bien a mi ginecólogo. • 27


Artículos publicados en el blog BEBÉS Y MÁS (http://www.bebesymas.com) en 2010 y 2011 URL’s: http://bit.ly/i3Ep4c | http://bit.ly/icrI1E

PARTO

Violencia obstétrica Recopilamos 2 artículos del blog Bebés y Más sobre la violencia obstétrica, un concepto poco conocido sobretodo por aquella gente que no la ha sufrido. POR MIREIA LONG

¿Es la violencia obstétrica una forma de violencia contra las mujeres?

Se celebró recientemente el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, una forma de violencia que se ejerce contra las mujeres por el hecho de serlo. Algunos colectivos nos invitan a reflexionar sobre la existencia de una forma de violencia sexista que denominan Violencia Obstétrica. La Violencia Obstétrica La Violencia Obstétrica , según estos colectivos y la legislación de países como Argentina, consiste en la apropiación del cuerpo de la mujer y el proceso

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del parto por los profesionales de la medicina, considerando patológicos todos los partos, convirtiendo a la mujer en paciente de manera automática y realizándose actos médicos y farmacológicos rutinarios sin permitir que la parturienta participe activamente en las decisiones sobre su propio cuerpo. En este modelo que algunos colectivos y la legislación de algunos países consideran violencia la mujer deja de poder tomar decisiones informadas y se le aplican protocolos que impiden que se mueva, coma, beba, decida la postura en la dilatación o el expulsivo, se pincha la bolsa o se aplica episiotomía sin necesidad médica real y se le introducen de manera protocolaria, no necesaria,

medicamentos que aceleran el parto provocando problemas en el proceso natural que podría suceder de forma normal si no se interviniera. ¿La atención al parto puede implicar una manera de violencia? Hasta hace poco este tipo de atención era normal en España y era vivida, por algunas mujeres, como una agresión hacia sus personas, unido esto además, a un trato deshumanizado y hasta agresivo, con palabras y actitudes muy duras. Esto alcanza sus mayores cotas en casos de mujeres que solicitaron una atención menos medicalizada, mujeres que sufren cesáreas y lo peor, mujeres


que deben parir un hijo muerto o que muere en el parto. Además, separar a los bebés de sus madres sin necesidad es también una forma de violencia institucionalizada que pueden, madre e hijo, vivir de manera traumática.

inducción, que hoy estoy segura que no era necesaria, ni mucho menos me explicaron razones médicas para que se lo llevaran, pues no las había. Tras ponerme mil trabas para conseguir el informe médico completo me he ocupado de

LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA CONSISTE EN LA APROPIACIÓN DEL CUERPO DE LA MUJER Y EL PROCESO DEL PARTO POR LOS PROFESIONALES DE LA MEDICINA, CONSIDERANDO PATOLÓGICOS TODOS LOS PARTOS, CONVIRTIENDO A LA MUJER EN PACIENTE DE MANERA AUTOMÁTICA Y REALIZÁNDOSE ACTOS MÉDICOS Y FARMACOLÓGICOS RUTINARIOS SIN PERMITIR QUE LA PARTURIENTA PARTICIPE ACTIVAMENTE EN LAS DECISIONES SOBRE SU PROPIO CUERPO Mi experiencia personal Yo, y os lo cuento desde mi experiencia personal, sí me sentí violentada y maltratada en mi parto. Me trataban como una niña tonta, no decían mi nombre sino un genérico «Mary», entraban y salían multitudes que ni se presentaban ni decían qué venían a ver, por lo menos había diez estudiantes cuando rompieron la bolsa y nadie me dijo que podía negarme, sin explicar apenas lo que hacían, sin permitir en los momentos de intervención que estuviera delante mi marido. Me aplicaron protocolos que sé que son innecesarios, como romperme la bolsa o cortarme para que saliera el bebé, me medicaron con oxitocina a veces provocándome contracciones salvajes y luego bajando el flujo, sin explicar nada y sin posibilidad de anestesia porque no había anestesista disponible, y este, cuando apareció, era tarde porque estaba en expulsivo. Se llevaron a mi hijo sin dejarme tocarlo, no me informaron de las razones reales de la

analizarlo con la ayuda de ginecólogos y no aparecen todos los datos de lo que me hicieron ni se justifican las intervenciones. Hasta pone que me pusieron epidural y no llegaron a poder

hacerlo porque al ir a pincharme empecé a pujar de manera incontrolable y en cinco minutos había nacido mi hijito. Incluso, cuando me llevaban a ponerme una epidural que llegó tarde pero que con una inducción desde 0 es normalmente previsible, me echaron una bronca y me llamaron quejica pues, tras diez horas inmovilizada y dilatada, ahora sé que de 9 o 10, no me podía mover sola. Y digo de 10 porque cuando llegué a la sala de partos, cuando se suponía que pensaban ponerme epidural, ya estaba en completa y en expulsivo. Me sentí humillada, como un animal llevado al matadero, maltratada física y emocionalmente. Un parto no debería ser así. Tardé años en poder revivir mi parto y verbalizar los sentimientos negativos, el miedo y la soledad, el dolor y la manera en que me sentí maltratada. >

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> Cambios en el modelo de atención al parto Hoy, en el hospital donde nació mi hijo aplican el método canguro en los nacimientos pues está claro que es mejor para los bebés. Hoy no se lo habrían llevado y yo no habría vivido aquellos momentos de soledad y miedo, sin saber si estaba muriendo o le pasaba algo malo sin poder siquiera haberlo tocado. En una hora no apareció nadie para decirme nada ni tampoco informaron a mi pareja. Aunque la atención al parto no ha mejorado demasiado en este centro, al menos a los bebés no se los llevan. Y en otros hospitales ya se atiende los partos de manera más respetuosa. La extensión de los protocolos de atención al parto normal en muchos hospitales deberían suponer un gran cambio, pero sigue habiendo fuerte resistencia en algunos centros y hay mujeres que siguen sintiendo que se las trata mal en sus partos, y sobre todo si hay una cesárea innecesaria, o si su hijo ha fallecido. No me sirve de consuelo el cambio de protocolos, pero sí de esperanza para el futuro. ¿Existe la Violencia Obstétrica? Os dejo, para ilustrar este tema, el vídeo del corto que Itziar Bollaín hizo para denunciar esta

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forma de trato o maltrato que siguen las mujeres sufriendo en sus partos. Ya lo habíamos visto en Bebés y Más, pero creo que merece la pena recordarlo. Así, desde mi vivencia, desde

Test de violencia obstétrica Hace unas semanas hablamos del concepto de violencia obstétrica y resultó un tema que, sin duda, despertó un amplio debate.

UN PARTO ASISTIDO, AUNQUE SEA NECESARIO APLICAR MEDICACIÓN, FÓRCEPS O HACER UNA CESÁREA O UNA EPISIOTOMÍA NO TIENE QUE SER AGRESIVO NI SUPONER UNA MALA PRAXIS, PUES PUEDEN SER NECESARIOS Y HACERSE CON RESPETO las vuestras, desde la legislación de algunos países que ya contemplan este término como lo

es Argentina, desde los cambios actuales en el modelo de atención, os pregunto ¿consideráis que existe la violencia obstétrica y que es una forma de violencia contra la mujer? Enlace al vídeo: h t t p : / / w w w. y o u t u b e . c o m / watch?v=Hf69zR0xri8

Os prometí buscar un formulario que había encontrado en el que se detallaba lo que se puede considerar violencia obstétrica, motivo de queja recogido actualmente en la legislación de algunos países como Argentina. Un parto asistido, aunque sea necesario aplicar medicación, fórceps o hacer una cesárea o una episiotomía no tiene que ser agresivo ni suponer una mala praxis, pues pueden ser necesarios y hacerse con respeto. Sin embargo, cuando el trato a la parturienta es desconsiderado, agresivo o se le niegan derechos como la información o se le aplican técnicas no necesarias sí podría serlo según el punto de vista que considera estas prácticas como una manera violenta de atender el parto. El Test de violencia obstétrica que recupero ha sido realizado


Test de Violencia Obstétrica Mientras estabas internada en la clínica u hospital, con contracciones de trabajo de parto, ¿El personal de salud hacía comentarios irónicos, descalificadores o en tono de chiste acerca de tu comportamiento? ¿Te trataron con sobrenombres (gorda) o diminutivos (gordita-mamita-hijita) como si fueras una niña incapaz de comprender los procesos por los cuales estás atravesando? ¿Fuiste criticada por llorar o gritar de dolor, emoción, alegría, durante el trabajo de parto y/o el parto? ¿Te fue difícil o imposible preguntar o manifestar tus miedos o inquietudes porque no te respondían o lo hacían de mala manera? ¿Se realizaron alguno o varios de los siguientes procedimientos médicos sin pedirte consentimiento o explicarte por qué eran necesarios? Rasurado de genitales, enema, indicación de permanecer acostada todo el tiempo, rotura artificial de bolsa, administración de medicación o goteo para «apurar» el parto, tactos vaginales

por varias organizaciones argentinas como Dando a Luz y Maternidad Libertaria, y ofre-

reiterados y realizados por diferentes personas, compresión del abdomen en el momento de los pujos, episiotomía, cesárea y raspaje del útero sin anestesia. En el momento del parto, ¿te obligaron a permanecer acostada boca arriba aunque manifestaras tu incomodidad en esa posición? ¿Fuiste obligada a quedarte en cama impidiéndote caminar o buscar posiciones según tus necesidades? ¿Se te impidió estar acompañada por alguien de tu confianza? ¿Se te impidió el contacto inmediato con tu hija/o recién nacido antes de que se lo llevara el neonatólogo para control? (acariciarlo, tenerlo en brazos, verle el sexo, hablarle, darle el pecho, etc.) Después del parto, ¿Sentiste que no habías estado a la altura de lo que se esperaba (que no habías «colaborado»)? Podrías decir que la experiencia de la atención en el parto ¿ te hizo sentir vulnerable, culpable o insegura?

habría sido objeto de violencia obstétrica si tal concepto estuviera recogido por la le-

SEGÚN ESTE TEST SIN DUDA YO HABRÍA SIDO OBJETO DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA SI TAL CONCEPTO ESTUVIERA RECOGIDO POR LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA ce información sobre la ley que recoge este supuesto y la forma de denunciar si se considera haber sido víctima de ella. Según este test sin duda yo

gislación española. Como de hecho no existe este motivo de reclamación yo hice la mía por otros motivos y debo decir que la respuesta fue medianamente

positiva, pues aunque no denuncié, sí presenté mi queja en atención al paciente y muchas de aquellas prácticas, en el hospital en el que nació mi hijo ya han cambiado, al menos en lo que se refiere a la separación del bebé. Me gustaría preguntaros si el trato que recibisteis encuadraría en alguno de estos supuestos y si os parece que este test de violencia obstétrica ayudaría a las mujeres a conseguir una mejor atención en sus partos. •

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Artículo publicado en el blog de EL PARTO ES NUESTRO (http://www.blogelpartoesnuestro.com) en Enero de 2011 URL: http://bit.ly/dVCKUC

PARTO

Violencia, mala praxis y ensañamiento en el parto Lo más grave es que este testimonio no es un caso aislado y la gran mayoría se sentirán en parte identificadas o conocerán a alguna madre que haya pasado por algo parecido. POR MARINA

N

o escribiría este post si se tratase de un caso aislado; tampoco si tuviera la certeza de que cuando pasan estas cosas el sistema las detecta y hay consecuencias para quienes perpetran este tipo de asistencia al parto. Pero pasan los años, y la realidad demuestra que en muchos hospitales españoles el parto continúa siendo un momento de peligro para la mujer y para el bebé, y no solo por estar expuestos a prácticas innecesarias y dañinas, sino por lo que supone de estar a merced de un cierto tipo de profesionales que desacreditan la profesión de matrona y de obstetra. Más abajo se puede leer el testimonio de una madre que ha sido recientemente maltratada y vejada, por no decir violada, du-

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rante el parto. No es la primera vez, he leído cientos de historias similares a esta, durante años. Muchas con consecuencias graves, roturas de útero, secuelas físicas y emocionales permanentes, lactancias arruinadas,

Atención al Parto Normal, y la de la Guía de Atención al Parto Normal, las cosas mejorarían. Y así ha sido en algunos centros, pero en otros… parece que la cosa no va con ellos. Al contrario, como puede observarse en

LA REALIDAD DEMUESTRA QUE EN MUCHOS HOSPITALES ESPAÑOLES EL PARTO CONTINÚA SIENDO UN MOMENTO DE PELIGRO PARA LA MUJER Y PARA EL BEBÉ problemas de vinculación con el bebé, cuadros de estrés postraumático, a menudo diagnosticados como depresión postparto, ese aparente fallo de la naturaleza que justifica el mal cuerpo que queda después de semejante experiencia. Pensé que con la publicación de la Estrategia de

este testimonio, que las mujeres quieran informarse y decidir es algo que parece irritar tremendamente a quien no está dispuesto a entender que su puesto no es de mando, sino de servicio. Toda una cultura por cambiar… Creo sinceramente que la mayor parte de los profesio-


nales que atienden partos son vocacionales, lo hacen lo mejor posible, y tratan de seguir mejorando, a pesar del escollo que supone haberse formado en un modelo de atención al parto obsoleto. Pero también constato una y otra vez que el sistema tiene graves defectos, como lo es que no haya una buena selección del personal adecuado para acompañar a las mujeres y los bebés en un momento tan crítico y transcendente de su vida. No se entiende que para ser bombero —por ejemplo— haya que pasar una serie de pruebas psicotécnicas … y para atender partos vale cualquiera. Cabe preguntarse por qué gente capaz de demostrar este grado de crueldad y ensañamiento hacia las mujeres escogen una profe-

sión que las sitúa en una posición de poder frente a ellas en un momento tan vulnerable. Cabe también preguntarse por qué el sistema es incapaz de comprender el daño que hacen este tipo de profesionales y lo permite. Y cabe preguntarse —por último— por qué las leyes que garantizan los derechos de los pacientes —usuarias, no pacientes, en el caso de las parturientas— se respetan escrupulosamente en todas las especialidades excepto en obstetricia, donde el derecho a tomar decisiones informadas es todavía una batalla por ganar. Y si no lo creen, lean. El nacimiento de M. Finales de 2010, Murcia. Esta no es la historia que hace unas semanas pensaba que iba a

contaros. Yo creía que os contaría, radiante, como mi pequeña había nacido en casa rodeada de amor y con su padre, su hermana y nuestra querida matrona a quien llamaré A, como únicos testigos del feliz momento. En cambio os tengo que contar, una vez más, otra historia de maltrato físico y psicológico, otra madre herida física y emocionalmente y otro bebé venido al mundo de una forma completamente inhumana. Todo empezó el domingo 28 de noviembre. Estuve algo removida toda la tarde, pero sin contracciones dolorosas ni nada que me hiciese pensar en un parto inminente. Por la noche me acosté con mi hija en su cama para leerle un cuento y al final me quedé dormida abrazada a ella.

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A eso de la 1 de la madrugada me despertó una contracción dolorosa. Me quedé quieta en la cama y a los pocos minutos vino otra. Me levanté. Las contracciones ahora son cada 3-4 minutos y molestan bastante. Viene A., la matrona. Estoy de unos 3 cm. Queda mucho, pero he comenzado mi viaje. Van pasando las horas y las contracciones cada vez molestan más. En el salón estoy muy cómoda, me encanta estar allí. A ratos me voy al baño, al dormitorio... Mi hija se despierta, creo que por la mañana, pero no estoy segura. Ve a A. y a su compañero. Le digo que la hermanita va a nacer. Me preocupaba un poco su reacción pero lo lleva bastante bien. La verdad es que no recuerdo que estuvo haciendo, imagino que jugando, viendo la tele...Yo iba a lo mío... Sobre las 12 o así de la mañana empiezo a tener ganas de empujar. La sensación es intensa, pero agradable. Recuerdo pensar que si eso era todo, podía estar así horas, porque aunque dolía, el estar empujando me aliviaba, me gustaba incluso... Pero el tiempo pasa, las contracciones pasan, y el bebé no baja. A. me explora. Hay un reborde edematizado en el cuello del útero que no me deja terminar de dilatar (o algo así creí entender). Estoy con 8 cm. M. ha rotado, está en posterior, y su cabeza no está flexionada. No consigo que baje de mi pubis. La matrona me propone ir al hospital. Le pregunto qué opciones tengo. Me dice que el bebé está muy alta y que no termina de encajarse. Nos fuimos al hospital de Murcia porque no te separan del bebé en caso de que terminase en cesárea. La otra opción era el de Orihuela, y allí sí que van los bebes al nido

mientras estás en reanimación. Llegamos al hospital sobre las 7 de la tarde. Me ve enseguida una ginecóloga. La reconozco porque antes trabajaba en el hospital de Orihuela pero no le digo nada. Me alivia y tranquiliza verla porque es una cara conocida. A. le explica la situación. Me explora, me abre la historia esa del ingreso (ese rato fue eterno) y al pedirme las pruebas, me doy cuenta de que la última analítica me la he dejado en casa. Mierda. Hay que sacarme sangre y

a terminar metiendo a quirófano, que me metieran ya porque no podía más. Me explora. Más bestia que su madre. En mi vida me han hecho mas daño que en ese momento. Bueno sí, en todos los momentos que vinieron después. Me dice que estoy de 8 cm. Y le digo que hace muchas horas que estoy así y me suelta «aquí llevas 10 minutos». Le digo que cierto, pero en casa llevaba muchas horas. Me dice «pues claro, ¿Cómo vas a dilatar sin oxitocina?» le digo que no quiero oxitocina, que ya he

ME DICE QUE ESTOY DE 8 CM. Y LE DIGO QUE HACE MUCHAS HORAS QUE ESTOY ASÍ Y ME SUELTA «AQUÍ LLEVAS 10 MINUTOS». LE DIGO QUE CIERTO, PERO EN CASA LLEVABA MUCHAS HORAS. ME DICE «PUES CLARO, ¿CÓMO VAS A DILATAR SIN OXITOCINA?» esperar los resultados antes de hacer nada. Mientras tanto me monitorizan. Mi marido fuera, no lo dejan entrar de momento. Ahora imagino lo asustadísimo que tuvo que estar porque a mí ni me vio entrar, él se quedó dando los datos mientras a mí me metían en urgencias de maternidad. Ni un beso le di, ni un hasta luego... Mientras estaba monitorizada llegó otra ginecóloga. Una de tantas... Lo primero que me dice tras leer lo que había escrito la primera médica que me vio (que imagino que pondría en mayúsculas o casi, que venía de un parto en casa), fue «¿qué pasa que no quieres la epidural?» yo le dije que llevaba muchas horas ya así, que no avanzaba y que si tenían que hacerme una cesárea, que por favor me la hicieran ya porque no aguantaba más. Me dice, «pero tú no querías parir?» y le contesto que sí, pero que llevo 5 ó 6 horas con ganas de empujar y que la niña no baja y que si al final me iban

dilatado 8 cm por mí misma y que tengo contracciones muy fuertes. Mira el monitor y me dice que son muy irregulares y que me van a poner oxitocina. Le digo que no quiero oxitocina para que mi bebé sufra más, que llevo así ya muchas horas y me repite «ya, pero aquí llevas 10 minutos». Le pregunto si me está castigando por venir de un parto en casa. Me sonríe con aire de superioridad y me dice «¿no querías parir? ¡Pues vas a parir!». Llegan los resultados de la analítica. Me ponen la epidural, una niña de 27 años. La chica encantadora, eso sí. El único trato amable que recibí por parte de un médico fue de ella. La epidural no me hace el efecto que yo esperaba. Me ponen la oxitocina. Yo no sé las veces que me exploró la ginecóloga, pero cada vez que la veía entrar me daba pánico. Me subió la oxitocina. Me tuvieron que poner 2 bolos de epidural porque el dolor no se iba. Me dolían


mucho las piernas también. La ginecóloga cada vez que venía me dedicaba una sonrisa malvada. Estoy segura de que estaba disfrutando de que otra «hippie que quería parir debajo de un árbol» hubiese terminado en el hospital. Cuando le dije que la epidural no me estaba haciendo efecto y que aún me dolía, me decía «¿Y eras tú la que quería un parto natural?» Era muy bruta, cuando venía una contracción me decía que empujase mientras hurgaba en mi vagina haciéndome ver las estrellas. ¡Qué dolor tan grande! Y me decía «empuja que no te duele» y yo le decía que sí que me dolía. Le suplicaba que por favor parase. Y más se crecía ella. Y allí estaba yo. Suplicando un respiro en vez de ponerme en mi sitio y decirle que si me volvía a hacer eso le metía una patada en la cara. Luego vinieron 2 ginecólogas más, y todas a explorarme a ver como iba. Una detrás de otra. Sin descanso. Y yo violada por delante y con cada contracción, como si tuviese un palo clavado en el culo. Y sin poderme mover. A. me comentó que M., aunque estaba bien, estaba ya acusando las horas que llevábamos y con cada contracción lo pasaba un poco mal. Cuando entró mi marido, pues no sé lo que se encontró, imagino que algo parecido a un despojo humano porque recuerdo la cara de preocupación y de miedo con la que me miró. Mi madre estuvo hablando con la ginecóloga a la que conocía, y entró también a estar conmigo. Recuerdo que le dije que la otra ginecóloga se estaba ensañando conmigo, que me estaba maltratando, que por favor le pidiese a la ginecóloga que me vio en primer lugar, a la que ella conocía, que me llevase ella el parto, que

no quería ver más a la otra, y que encima como había residentes me iban a hacer de todo. Me dijo que no podía ser lo del maltrato, y que no consentía que dijese que estaban haciendo otra cosa más que lo mejor para mí, que eran profesionales y sabían lo que tenían que hacer. A. me había dicho ya alguna vez que no sabía si irse, porque sentía que al estar ella allí todavía se cebaban más conmigo, y al final me dijo que se iba, a ver si mejoraba la cosa. Sentí su pena, sentí que no quería irse, pero que lo hacía por mí. Yo también creía que les tocaba las narices que ella estuviese allí y lo pagaban conmigo, pero era tanto lo que la necesitaba a

mi lado que me daba igual. Al decirme que se iba me dio pánico que mi bebé tuviese alguna bradicardia o sufriese más de lo que estaba sufriendo, y no saber reconocerlo en el monitor. Me daba miedo no tener a quien preguntarle qué iba a pasar en cada momento, qué me iban a hacer. Cuando se fue me quedé desamparada. Vinieron las ginecólogas, otra vez me exploraron las tres, una detrás de otra, y me dijeron que me iba al paritorio. Mi madre le preguntó a la ginecóloga si podía entrar conmigo y le dijeron que no. Mi marido tampoco. Más miedo. Llegué al paritorio. Me acosté en la cama esa de partos, total-

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> mente horizontal. Pedí que me incorporaran. Ni caso. Entonces vi a A. y fue como ver a mi ángel de la guarda. Le dije si se quedaba, y me dijo «yo me quedo contigo hasta que me echen». Ahora sé que eso fue lo único que me dio fuerzas y que me hizo mantener la cordura en ese momento. Nunca podré agradecerle lo suficiente que al final se quedase. En el paritorio, horrible. Cada vez que tenía que empujar lo hacia con la mano de una de las ginecólogas dentro de mi vagina. La movían, manipulaban la cabeza de M, empujaban hacia abajo... iban turnándose. Una vez supliqué que me dejasen descansar, que me dieran un respiro, que me dolía mucho, y la ginecóloga se burló de mí, me dijo «claro mujer, descansar» con su sonrisa especial, mientras cuatro residentes de ginecóloga estaban allí mirando. En un momento dado se asomó por la puerta un hombre y preguntó sonriendo «¿Qué?, ¿Como va todo?» . Luego vino otra gente a decirles no sé que de una placenta que no se desprendía a una ginecóloga, que se fue y volvió más tarde. Yo allí, con las piernas atadas, con una mano metida dentro mío en todos y cada uno de los pujos que hice, mientras miraba a A. y lloraba, pensando si era eso para lo que me había estado preparando durante 3 años y medio. A. me cogía de la mano, me besaba y compartía mi dolor, pero no podía hacer nada. Hace unos días me dijo que cada vez que las ginecólogas me hacían algo la miraban como desafiándola, como diciéndole «venga, di algo, abre la boca y danos una excusa para echarte de aquí». Ella se mantuvo callada por mí, porque sabia que yo la necesitaba allí conmigo. Ya me había dicho que seguramente me harían una ventosa.

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Pues sí, me la hicieron, UNA ESTUDIANTE. Una cría que no sabía si el pivote iba hacia arriba o hacia abajo. Nadie me preguntó ni me pidió autorización para que esa chica aprendiese a hacer una ventosa con mi hija. Aún no me explico como no le dije cuatro cositas, que a mi hija no la tocaba. ¿Cómo no se lo dije? ¿Cómo dejé que fuese una estudiante quien me lo hiciese? ¿Cómo, al oír lo del pivote, no pegué un grito y no les dije que dejaran de hacer experimentos con MI hija??? No me lo explico, ni me lo perdono. Podrían

NO RECUERDO LA PRIMERA VEZ QUE VI A MI HIJA, ESTABA EN ESTADO DE SHOCK Y NO RECUERDO NADA, SOLO LO DESAGRADABLE haberle hecho daño. Por suerte M. no estaba atascada y salió en un segundo. La sensación fue desagradable, notar como la sacaban, el arrastre de la niña, no estaba saliendo ella ni ayudándola yo, la estaban arrastrando y me dio como tiricia. Sentí que de nuevo no era yo la que paría, sino que me arrancaban a mi hija. Me hicieron episiotomía aunque pedí que lo evitaran, que por favor no quería que me la hicieran. No sé si fue necesaria. Lo que sí sé con certeza es que me la hubieran hecho aunque no lo hubiera sido, porque al preguntar si me la harían me dijo «claro», y al decirles que no quería, me dijo, sonriendo, que solo me la harían en caso necesario, mientras tenía ya las tijeras en la mano, así que nunca sabré si realmente hacía falta hacerla. La ginecóloga que estaba a mi izquierda me hizo una maniobra de Kristeller. No me

libré de nada. Cuando la sacaron me dijeron «mira a tu hija». No veía nada. Estaba tan poco (hasta nada) incorporada que no la vi. Recuerdo que lo dije, dije que no podía verla. ¿Y qué? Les dio igual, y me quedé sin ver a mi bebé. Eran las 12 de la noche. 23 horas después de comenzar mi viaje. Nunca pensé que iba a terminar así... Recuerdo la sensación de miedo al oír a las ginecólogas llamar al pediatra a gritos. Gritaron seguramente por no molestarse ninguna a ir a buscarlo personalmente, no creo que realmente hubiese motivo para gritar, pero simplemente les importa un carajo que a la madre le entre pánico cuando, a punto de sacar a su hija, llaman a gritos al pediatra. No recuerdo si me la dieron antes de dársela al pediatra. Imagino que sí porque luego vi que tenía la barriga manchada. Pero NO RECUERDO LA PRIMERA VEZ QUE VI A MI HIJA, estaba en estado de shock y no recuerdo nada, solo lo desagradable. Recuerdo a A. diciéndole a la auxiliar que no la vistiese, que me la pusieran piel con piel. Ni caso, una vez más. Le dijeron que si quería que le quitase la ropa en reanimación. Recuerdo el dolor al coserme la episiotomía. La misma estudiante que había hecho la ventosa. Otra que mucha finura no gastaba. No hacia más que decirme que bajara el culo. ¿Cómo lo iba a bajar, si no me empotraba contra el techo del daño que me hacía cada vez que me apretaba porque estaba atada? Le pedía que llevase cuidado, o que por lo menos me avisara cuando me fuese a apretar. Como si oyese llover. En ese momento se fueron las ginecólogas y ya dejaron entrar a mi marido, que estaba muy preocupado. Recuerdo que mientras me


cosían no podía tener a M. encima mío. Estaba muy tensa, me dolía mucho y no quería tenerla encima, me daba miedo pegarle un apretón por el dolor o que se me cayese. Creo (creo, que triste...) que la tuve encima un rato pero después creo que se la di a alguien. Solo recuerdo el daño que me hacía la estudiante con los apretones, nada más. Luego me sondaron, siguiendo su norma de «cuanto mas bruta seas mejor» y me debieron hacer alguna herida en la uretra, que yo sé cómo lo he pasado después. En reanimación A. desvistió a M. y me la metió dentro del camisón. Estuvimos hablando un poco, llorando juntas, y nos despedimos. A eso de las 2 o 2:30 de la madrugada me subieron a la habitación. Los 2 días y medio que estuve allí fueron una pesadilla. El personal, de verdad, horrible. Conmigo todavía, porque yo era completamente autónoma y no las necesitaba para nada, pero con mi compañera de habitación, con una cesárea, patología cardíaca y problemas con la lactancia, el trato fue inhumano. Ahora estoy mejor. Todavía no puedo mover bien el pie derecho que se me quedó tonto por la epidural, y si ando más de 5 minutos seguidos empiezo a dar traspiés porque la punta del pie ya no sube y me tropiezo. La episiotomía y la herida de la uretra ya casi no molestan aunque el dolor llegó a ser insoportable. Lo que más me molesta ahora es que tengo una incontinencia

urinaria bastante grande y sobre todo en situaciones de estrés (cuando M. vomita, o ayer por ejemplo que mi otra hija se cayó

de cabeza desde el respaldo del sofá hacia atrás y se hizo mucho daño) literalmente me hago pis encima, y es muy frustrante no poder atender a tus hijas porque te estás haciendo pis encima. Y termino yo llorando más que ellas. Psicológicamente voy a días. Hay días que me encuentro bien, alegre, y otros completamente hundida. Pero al principio incluso en los días buenos había señales que no me gustaban, que interpretaba como que algo no iba bien. Recuerdo con mi otra hija, que en el momento en que lloraba me empezaba a salir leche a chorros. Con M. al principio no me pasaba. Aunque me fuese a reventar el pecho.

Simplemente no me pasaba. Ahora, gracias a grandes mujeres que han querido compartir sus experiencias conmigo y que me han apoyado en todo momento, sé que todo eso es fruto del estrés postraumático por el parto. Me he culpado muchas veces por no sentir el enamoramiento inmediato que esperaba sentir cuando aun estaba en mi útero y soñaba con su carita, con su piel, con su olor, y deseaba tenerla en mis brazos más que otra cosa en el mundo. Me he sentido mala madre por tener tanto dolor (físico y emocional) que a veces me fastidiaba hasta que se despertase porque significaba que tenía que levantarme de la cama y me dolía hasta el alma. Esperaba darle el mejor de los nacimientos posibles y se llevó a cambio una madre destrozada e incapaz de cuidar de ella los primeros días, de estar radiante de felicidad y de tenerla a todas horas en brazos diciéndole cuanto la quería. Ahora, cuando la miro y me sonríe, ahora que estoy completamente enamorada de mi niña, solo espero ser capaz de compensar esos primeros días en los que no estuve para ella, de que siempre tenga la certeza de que la amaba profundamente aunque el shock que tenía no me dejaba demostrarlo, ni a ella ni a mí misma. Ella no tiene la culpa del nacimiento que tuvo, y bien que tuvo que sufrir las consecuencias. Bueno, pues más o menos eso es todo, así nació mi pequeña. •

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Artículo publicado en el blog DISFRUTANDO JUNTOS (http://disfrutandojuntos.blogspot.com) en Enero de 2011 URL: http://bit.ly/gJMqmJ

PARTO

Mi No-Parto Por lo que sabemos, es habitual indignarse y sentir rabia por cómo ha ido tu parto una vez ya ha pasado, ya que durante el parto es imposible reaccionar adecuadamente. Muchas mujeres se sentirán identificadas con este testimonio. POR REBE

H

an pasado ya tres años y medio, casi cuatro años, desde que nació Mayor y me he decidido a contar cómo fue. La verdad que no me ha dejado un buen sabor de boca y no tengo muchas ganas de que me afloren de nuevo algunos sentimientos de rabia e impotencia pero bueno... ahí va. Todo el embarazo fue estupendo, engordé algunos kilillos de más pero no me importaba porque tenía ganas de estrenarme como madre, de vivir una de las experiencias más fascinantes de cualquier mujer: el nacimiento de un hijo. Mayor se hizo esperar, llegue a las 42 semanas y en mi última revisión de monitores me dieron fecha para provocarme el parto. Ingresé en el hospital a las nue-

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ve (obediente, como me dijeron) y me llevaron a una habitación con una compañera que estaba en mi misma situación. A todo esto he de añadir que ya llevaba unos días con contracciones

claro, una es primeriza y no te cuentan nada, sólo esperan que te portes bien, te dejes hacer y hagas caso de todo sin rechistar. Creo que me hicieron la famosa maniobra de Hamiltong.

NO ME HA DEJADO UN BUEN SABOR DE BOCA Y NO TENGO MUCHAS GANAS DE QUE ME AFLOREN DE NUEVO ALGUNOS SENTIMIENTOS DE RABIA E IMPOTENCIA más o menos frecuentes por lo que creo que si me hubiesen dejado habría sido todo más «natural». Entraron unas tres chicas y una de ellas me hizo un tacto «sin tacto» y me dijo que con esto me había ahorrado unas horas... en ese momento no sé de que me hablaba porque,

La verdad que tuve «suerte» porque me empezaron unas contracciones más o menos rítmicas pero muy poco dolorosas. Me recomendaron andar y eso hice. Luego no recuerdo si me dieron de comer. A las seis vino otra chica que me hizo otro tacto, me dijo que estaba de tres centímetros y que me subían al

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> paritorio. Entre medias creo que me hicieron más exploraciones pero eso ahora no lo recuerdo. De lo que si me acuerdo es que me pusieron el enema y me hizo efecto en el baño compartido (vaya vergüenza pasé). Ya en el paritorio me tumbaron en la cama, me exploraron otra vez y me hicieron mucho daño. Estaban la matrona, una estudiante que también me metía mano aunque era la única agradable de la sala y la enfermera. Pues ahí estaba la matrona explorándome sin ningún escrúpulo con un gancho para romperme la bolsa y poder clavar a mi hija una chincheta en la cabeza con la que poder hacer la monitorización interna. Claro, a mí me hacia daño al intentar llegar para romperme la bolsa y yo me subía para arriba a lo que ella me respondió «no te subas, relájate que si no me hago daño y no llego». Pues venga Rebe, intenta colaborar que lo está haciendo por tu bien... Fase superada, yo dolorida y con sentimiento de culpa. El

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agua moja todo y me cambian los empapadores. En el monitor puedo escuchar los latidos de Mayor y mi marido me acompaña ahora ya que antes lo habían sacado de la sala. Nos quedamos solos. Me vinieron unas contracciones dolorosísimas, una detrás de otra, alguna incluso sin descanso (la oxitocina hacía su efecto), no podía moverme ya que estaba con el cable de la cabeza de mi hija al monitor y con la vía que me administraba los medicamentos en la mano. Intento superar las contracciones pero no lo consigo y le pido a mi marido que vaya YA a buscar al anestesista. El pobre me animaba y me decía que lo estaba haciendo muy bien. Creo que le mandé a la mierda jajajaja. Al rato, que me pareció larguísimo, llegaron los de la epidural, como cinco o seis, no sé para qué tantos. Bueno, el caso que volvieron a sacar a mi marido fuera de la sala, me sentaron y entre contracciones me colocaron y me pusieron la epidural.

Estupendo. No siento nada. Me tumbo, me siguen explorando no sé cuantas veces, me ponen una sonda (para el pis) y claro, como tenía la zona tan dormida pues se me relaja el esfinter (por decirlo finamente). Me cambia los empapadores la enfermera no-simpática que se queja a la matrona que anda entrando y saliendo. Entre tanto la matrona le explica a la estudiante que meta la mano para comprobar la posición del niño y tal y cual y las fontanelas y... Una de las cosas que deberían de haberme dicho es que si quiero servir de conejillo de indias para que lo que no me habría negado pero lo que me jode (hablando claro) es que ni se molestasen. Que mi cuerpo les pertenece, que se lo cedo voluntariamente por mi ignorancia pensando que lo dejo en buenas manos y nada mas lejos de la realidad... Empieza mi indignación... tanta rutina, tanto protocolo... ¿para qué?


De nuevo solos los dos. Empiezo a sentir las contracciones más fuertes y como me han dejado un botoncito los anestesistas diciéndome que si siento molestias puedo aumentar un poco la epidural pues le doy. El cacharro empieza a sonar y yo noto una presión muy fuerte en mis genitales. Me asusto. El cacharro se ha roto y me está llenando toda la columna de anestesia. Le

mismo. Me dijo empuja fuerte y claro yo hacia lo que podía. Una chica-enfermera-matronamédico se subió a mi tripa con el codo y a la que yo empujaba ella también lo hizo (maniobra de Kristler). Gracias a ella me había quitado trabajo. Eso dijo. Nació a las 22:45 Lo bonito y maravilloso fue que me la dejaron acabar de sacar y me la dejaron mientras le

LA INDIGNACIÓN Y LA RABIA ME VINO DESPUÉS, CUANDO EMPECÉ A DARME CUENTA DE CÓMO ME SENTÍ, DE CÓMO ME TRATARON, DE LO VEJADA QUE ESTUVE POSTRADA EN LA CAMA A LA VOLUNTAD DE LOS QUE QUISIESEN digo a mi marido que avise a la matrona. Y llega. Me explora y me dice que tengo que empezar a empujar cada vez que me venga una contracción, que lo que noto es la cabeza de mi hija que empieza a querer salir... pufff, menudo susto que me había llevado. De nuevo, y esto es algo que no entiendo, por favor alguien me lo explique, es que nos deja solos. Mi marido me chivaba las contracciones para saber cuando tenia que empujar porque yo no sentía nada de nada, el último chute no me lo tenía que haber dado...¿y yo que sabía cuanto tiempo iba a estar allí? Pues lo dicho, ahí estábamos los dos cosa así de una hora, yo estaba hasta aburrida de empujar y con miedo pensando que se me fuese a salir. De nuevo vuelve la matrona (ahora sé que tenia que atender otros partos y me dejó para cuando me tocaba) y un celador me coloca las piernas en los estribos. Aquí ya perdí la cuenta de lo que me hacían. Ni idea. La puerta se quedaba abierta, entraba y salía gente y yo despatarrada ya me daba hasta lo

cortaban el cordón. Ya estaba conmigo, por fin había nacido. A mi marido se le saltaron las lagrimillas y le preguntaron que si estaba bien que si se había mareado o quería sentarse. La verdad que lo vio todo en primera fila. Luego se la llevaron al lado, a una mesita que tenían preparada para hacerla todo el protocolo. Vitamina K, colirio, aspiración de fosas nasales... lo que no sé es si le hicieron lo de impermeabilidad del ano. Imagino que sí. Entretanto a mí me cosieron durante veinte minutos por lo que imagino que no fueron sólo tres puntitos. He entrado a engrosar la lista de primerizas a las que le realizan episiotomía (cuánto lo odio). Después de esto me la dejaron para que le diese el pecho y me tuvieran en observación antes de subirme a planta. Yo estaba estupenda, radiante, tenía a mi hija y no me había «costado» trabajo. Me preguntaban que qué tal estaba y decía: Estupendamente. El problema empezó a venir cuando se me pasó la epidural porque la epi-

siotomía me dolía mucho y no me dejaba moverme para coger o mover a mi hija. Tuve que estar drogada a paracetamol e ibuprofeno durante varios días y eso sumado a la depresión postparto que pasé... un poco infierno la verdad. La indignación y la rabia me vino después, cuando empecé a darme cuenta de cómo me sentí, de cómo me trataron, de lo vejada que estuve postrada en la cama a la voluntad de los que quisiesen. Uno de los momentos más bellos fue estropeado, interrumpido, no le dejaron seguir su curso de manera natural porque no me tocaba o porque ahora no es el momento pero luego sí. Me siento frustrada y robada, mancillada y herida. Por esto no quise repetir la experiencia en mi segundo parto y opté por una opción natural en mi propia casa. Siendo respetada y escuchada. He saboreado lo que son los dos partos y sin ninguna duda me quedo con el nacimiento de Pequeña. Sencillamente dejé a la Naturaleza seguir su curso y ella me ofreció un regalo maravilloso. Aunque muchos creen que fui valiente yo no lo veo de esa manera, me informé y me dio miedo acudir al hospital porque lo que allí hacen es aumentar el índice de riesgos en el parto, las cesáreas, los fórceps, las episiotomías en casa no son necesarias porque nuestro cuerpo está preparado para esto. Valiente me parece acudir a un hospital a jugar a la lotería con el equipo médico que te toque y si está dispuesto a escuchar tu plan de parto o si piensan que eso son tonterías. Mi tercer parto, si mi embarazo es normal, también será en casa. Y desde aquí os animo a que por lo menos os informeis y busqueis la opción mas natural, incluso sin epidural. •

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Artículo publicado en el blog de EL PARTO ES NUESTRO (http://www.blogelpartoesnuestro.com) en Noviembre de 2010 URL: http://bit.ly/hbnIrK

PARTO

Cuando todo vale Un testimonio más de este sistema sanitario que trata a las futuras madres como meros pacientes, a merced del ginecólogo o la matrona de turno y sin darles información de ningún tipo. POR SUSANA FERREIRO MEDIANTE

M

aldito el día en que confié en nuestro inhumano sistema sanitario para la atención en el nacimiento de mi hija Eva. Ya debería haberlo sospechado durante el embarazo, vista la profesionalidad en las revisiones ginecológicas (nula información, exploraciones dolorosas, trato rayano en el sarcasmo…) y en el «curso de preparación al parto», consistente en la proyección de vídeos sobre puericultura, pero en el que no se nombran ni el parto, ni el puerperio, ni la lactancia materna. Curioso. Pero la armonía de la que las dos gozamos durante la gestación realmente se rompió cuando crucé la puerta del hospital un soleado mediodía, con las

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primeras contracciones y dilatada dos centímetros. Aquello evolucionaba muy lentamente, lo cual es extraño, con un ambiente tan acogedor y tactos vaginales a cada poco por distintas personas. Y tras un día «estancada», la maquinaria entró en acción. Una experiencia inolvidable.

oxitocina y que lo que Eva y yo necesitábamos era escapar de allí e intentar relajarnos para que todo transcurriera de manera natural. Gracias por, sin preguntarme ni exponer sus efectos secundarios, enchufarme oxitocina sintética y dejarme allí, postrada en una cama, convulsionando y

YA DEBERÍA HABERLO SOSPECHADO DURANTE EL EMBARAZO, VISTA LA PROFESIONALIDAD EN LAS REVISIONES GINECOLÓGICAS (NULA INFORMACIÓN, EXPLORACIONES DOLOROSAS, TRATO RAYANO EN EL SARCASMO...) Gracias por no decirme que la adrenalina segregada por esa situación terrorífica frenaba mi

vomitando durante horas. Gracias por continuar con los tactos vaginales esporádicos. Ya


va casi un año con vaginismo. Y lo que queda. Gracias por obviar los riesgos de la epidural. Realmente disfruté lo de pasar de los escalofríos a la fiebre en cuestión de segundos. Y el punto culminante fue pasársela a mi hija. Pero realmente, ¿para qué explicarme esta posibilidad? «Sólo» ocurre en un tercio de los casos… Gracias, en definitiva, por el pack completo, finalizando con el expulsivo en litotomía, sin mi marido, con pujos dirigidos, epi-

siotomía (que aún hoy duele) y ventosa. Gracias por separarme de Eva durante ocho largos días, sólo para suministrarle un antibiótico cada ocho horas. Veo «totalmente justificado» arriesgar así la instauración del vínculo y de la lactancia, además eso me permitió «descansar» sola en mi habitación esa semana y conversar animadamente con las visitas… Si ya me decía todo el mundo que ella estaba muy bien así, «cuidada por profesionales»…

Gracias por dejarme verla dos medias horas al día y darle de mamar cada tres. ¡Y menuda formación en materia de lactancia materna! Esos consejos de «Por la noche no bajes, que total, para la leche que tienes» no tienen precio. Gracias por no molestaros siquiera en contestar mi reclamación y por mandarme mi historial con una hoja en blanco bajo la rúbrica «ingreso en urgencias por parto». Está claro que, esa noche, TODO VALE. • 43


Artículo publicado en el blog SONIA Y EL CAMINO HACIA LA MADRE CONSCIENTE (http://caminohacialaconsciencia. blogspot.com) en Diciembre de 2010. URL: http://bit.ly/dZGMG0

PARTO

El nacimiento de Gael Un emocionante relato de un parto en casa. Como dice la autora: un parto delicioso, emocionante, vivido con conciencia, respetado y curativo. POR SONIA GÓMEZ

G

ael duerme ahora en mi regazo y siento que ha llegado el momento de empezar a contar su historia, su llegada al mundo hace ya un mes. Se hizo esperar, o yo lo viví con mucha impaciencia. Pero él tenía claro que su nacimiento tenía que ser durante el cambio de mes y como nos dijo nuestro amigo Nacho, quería hacer honor a su nombre llegando con el cambio de año Samhain, el Sabbat pagano más importante, según nos contó. Llevaba varios días sintiendo algunas contracciones, y en el fondo sabía que no significaba que se desencadenara el parto de forma inmediata y mi impaciencia aumentaba por el terror que me producía

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la sombra del hospital, al que no quería acudir si todo era normal, como es en el 90% de los casos. Hizo falta que me relajara asumiendo que yo no tenía el control de nada, tal y como conté en la entrada «Enseñanzas de un pequeño maestro». Hablé con Gael, y le hice saber que estaba en sus manos, que entendía que sólo él tenía la llave y que le esperaba con toda mi ilusión y mi fuerza. Así, llegó el 31 de octubre y pasamos el día fuera con unos amigos. Regresamos tranquilos a casa, y sobre las 22.00 h mi mente y mi cuerpo viraron, tomando conciencia de lo que llegaba… Álvaro ya dormía y me acosté junto a él, para intentar descansar; «lo voy a

necesitar», pensé, pero tuve una contracción muy reveladora; su intensidad me hizo ver que aunque fueran aún los pródromos y pudiera dormir entre contracciones, no lo haría durante ratos largos. Al momento, no puedo precisar cuánto tiempo transcurrió, otra igual. Abrí los ojos, estupefacta. ¿Otra? ¿Ya? Era igual de intensa y por momentos la ilusión me fue creciendo, pero aún así, no quería dar la voz de alarma por si no era definitivo. Además, quería estar conmigo misma, por el momento era lo que necesitaba, conectar con lo que me estaba ocurriendo. Pensé: «venga, intenta dormir y vamos a por las posturas asimétricas». Pasó un rato, y


aquello no paró, no dormí ni un instante así que me levanté y me fui al salón donde estaban Alex y el tatami, que tiene su protagonismo en la historia. Le dije a Alex que creía que la cosa iba en serio ¡Por fin! Estuvimos juntos un rato con la luz apagada, paseando entre abrazos, haciendo rotaciones con la pelota y de rodillas en el tatami. Estaba resultando de repente muy intenso, eran contracciones de pre-parto muy claras, muy potentes y acaricié una sensación ya conocida 32 meses atrás, con un gusanillo en el estómago por lo que estaba empezando a moverse. Las sesiones de terapia craneosacral que Susana, mi querida

matrona y amiga, me dio los días previos estaban funcio-

soportaba la postura tumbada, aquella que tanto sufrimiento

MI CUERPO FUNCIONABA Y MI PEQUEÑO HACÍA SU TRABAJO TAMBIÉN. EL AMBIENTE EN LA CASA ERA MUY ÍNTIMO, JUSTO LO QUE NECESITABA nando y el ritmo era muy bueno. Llamamos a Susana. Nos dijo que venía a casa para ver cómo me encontraba y que estaba dispuesta a pasar la noche con nosotros aunque no estuviera de parto. Vino sobre las 23.30 que yo recuerde, y empezó a hacerme Reiki en el tatami, además de craneo-sacral, pero llegó un momento en el que no

me hizo pasar en el parto de Álvaro. No quise ningún tacto, pero al rato se lo pedí y ahí estaban esos 5 cm de cuello dilatado. ¡Toma ya! ¡Qué maravilla! Mi cuerpo funcionaba y mi pequeño hacía su trabajo también. Mi sensación era que tenía contracciones muy seguidas, muy intensas, pero no muy prolongadas. El ambiente en la casa era muy íntimo, jus- >

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> to lo que necesitaba. «Michel Odent no se equivoca», pensé y me sentí muy orgullosa de lo que estaba viviendo, de forma consciente y dejándome llevar poco a poco por mí y por la naturaleza. Alex había apagado las luces, puso velas en sitios estratégicos, conectó la música que habíamos preparado para el momento, encendió mirra y se encargó de toda la logística y de todos los detalles, muy sereno, muy cercano y emocionado también, el acompañante perfecto. En un momento dado quise irme al despacho, al pequeño sofá que tenemos allí y me puse en posición vertical de cara a la pared y apoyada con los antebrazos en el respaldo, encajando contracciones según llegaban. Ya dolía mucho, pero la postura me ayudaba y creo que fue allí donde conecté del todo, entré en partolandia, comencé a sudar y me evadí de todo y de todos. En ese intervalo habían llamado a Emilio Santos, el ginecólogo que nos iba a acompañar y se puso en camino a casa. Durante las contracciones me era imposible hablar o escuchar nada, en un momento pensé que una sola foto me hubiera molestado. Afortunadamente, Alex entró en el planeta parto conmigo y ni se planteó echar mano de la cámara, y eso que lo habíamos hablado, que discretamente documentara el proceso, pero tal es la conexión que tenemos, que ninguno de los dos lo consideró llegado el momento. Pasada una contracción fortísima le pregunté a Susana si era buen momento para un relajante baño, asintió y ambos se dispusieron a preparármelo mientras yo seguía mi tertulia particular con el sofá. Cuando estuvo lista la bañera, llegaba Emilio, que me dijo un discre-

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to: «Hola Sonia, ¿cómo estás?», creo que le sonreí y conseguí responder con un «hola» y me metí en la bañera. «¡Qué placer!», exclamé. Fue una sensación tan reconfortante que por unos momentos olvidé el rato tan intenso que estaba viviendo minutos atrás. Allí al principio todo era más sencillo… Pero la intensidad subía y subía, me llegaban las contracciones y las recibía al principio con serenidad, después notaba

todos mis huesos. Emilio entró en el baño, y auguró que el expulsivo estaba cerca pero que no era inmediato. Oí cómo Susana susurraba que aún no estaba empujando. Cierto, y de hecho, quería que fuera mi cuerpo el que empujara solo, que el reflejo de eyección fetal hiciera su trabajo, pero de repente sentí una fuerza muy poderosa que me pidió empujar y así lo hice… Quería salir de la bañera, ya

CADA CONTRACCIÓN ME ACERCABA MÁS A ÉL, LE ESTABA AYUDANDO A NACER SIN PRISAS, SIN MIRADAS INDISCRETAS, SIN DIRECTRICES EXTERNAS cómo me iba despedazando hasta el punto máximo y luego la bajada era una delicia. Las endorfinas surtían efecto y la evasión que sentía era muy gratificante. Me aislé del mundo aún más, sentía una fuerza muy grande que me hacía pensar en Gael con cada contracción, notando cómo descendía poco a poco. Cada contracción me acercaba más a él, le estaba ayudando a nacer sin prisas, sin miradas indiscretas, sin directrices externas, nadie me hablaba, sentía la compañía de Alex y de Susana en el baño, con la luz de una vela; después supe que allí ella me estaba pasando Reiki de nuevo, todo un lujo de parto. Según pasaban los minutos, me dolía el sacro más y más, apretaba la mano de Alex y en un momento dado le pregunté a Susana si creía que iba para mucho porque sentía que no iba a poder, había llegado mi momento de flaqueza; ella me respondió que todo iba muy bien y ambos me dijeron que claro que podía, lo estaba demostrando. Notaba la cabeza de Gael hacer camino y casi sentía cómo se abrían

no estaba a gusto y me incorporé a cuatro patas, pero me encontraba muy incómoda, la bañera era muy estrecha y quise que me sacaran de allí. Me vino una contracción que tuve que encajar casi en volandas y ya una vez fuera, de camino del baño al salón, que es donde quería ir, me colgué literalmente de Alex, parando a cada contracción, utilizando su cuello como percha y dejándome llevar por la sensación, por el dolor, sintiendo el círculo de fuego, que quemaba de verdad. Conseguimos llegar a la puerta del salón, dimos dos pasos más y allí nos quedamos. Emilio y Susana, desde la barrera, haciéndome sentir la protagonista total del hermoso acontecimiento, se tiraron al suelo, con linternas y esperaron… Eso sí es respeto y confianza, sin bisturís, sin tocar, sin hablar… Los pujos fueron muy animales, los sonidos que emití nos los conocía de antes. Puse a disposición de Gael y de mí misma, toda mi animalidad intrínseca y comprobé que efectivamente, era una mujer que corría con los lobos. Casi


magullo del todo a mi querido Alex, que le destrocé en uno de mis «cuelgues». 02.59 h del día 1. Momento mágico. Sigo en pie y siento la cabeza de mi pequeño abrirme, ya me he partido, ya el camino está hecho y en la siguiente contracción sale su cuerpecito. Es la sensación más maravillosa que he sentido en toda mi vida. Se me han olvidado de repente todos los dolores, aquí no ha pasado nada, nada más y nada menos que ha nacido mi segundo hijo, rodeado de amor y de respeto, sin luces, sin prisas, el ritmo lo ha marcado él, le he ayudado a nacer como debe ser; es una preciosidad, le recojo en mis brazos, arrodillada en el tatami, absorta de felicidad, a mi lado Alex se sienta llorando, emocionado. Está siendo muy intenso lo que estamos viviendo juntos y esto es el súmmum. Esperamos a que el cordón deje de latir para que Alex practique el corte de la unión Gael-mamá. Mi niño ha comenzado a respirar lenta y suavemente, no ha tenido que hacerlo de forma brusca por un corte precoz del cordón, como tuvo que hacerlo mi primer bebé, su hermano mayor. Sale la placenta y a mí me sigue doliendo mucho el sacro, pero nada me detiene ya. He parido a Gael, está en mi pecho, seguro, nadie le separa de mí, nadie le hace controles innecesarios. Todo está normal. Inmediatamente después bebemos y comemos nuestro reconstituyente personal, entre los cuatro, celebrando la maravillosa Naturaleza, el milagro de la vida, la llegada al mundo de una nueva alma. Lástima que Álvaro se ha perdido el momentazo. No me explico cómo no se despertó ni me escuchó.

Nos vamos a la cama a las 06.00 h. Nunca olvidaré lo bien que dormí las dos horas siguientes, desnuda piel con piel con mi pequeño. Y nunca olvidaré la cara de Álvaro al despertar y comprobar que mamá tenía menos barriga, y que había un bebé compar-

HE PARIDO A GAEL, ESTÁ EN MI PECHO, SEGURO, NADIE LE SEPARA DE MÍ, NADIE LE HACE CONTROLES INNECESARIOS tiendo la cama con él. No dejo de emocionarme al recordarlo. Mis dos niños juntos. Los cuatro juntos. Ha sido un parto delicioso, emocionante, vivido con conciencia, respetado al máximo y curativo en cierto modo: una parte de mí ha sanado en este momento por la pesadumbre que llevo en mi interior por no haberle podido dar a Álvaro el mismo nacimiento y sólo me queda la espina personal de no haberlo llevado a cabo aún habiéndolo pensado… He perdido la noción del tiempo, del espacio, me he sumergido en las sensaciones y eso me ha ayudado a conectar en un plano muy profundo con mi ser esencial. He pasado por encima de todos los miedos y

condicionantes que he ido asimilando a lo largo de mi vida, he sorteado los prejuicios, la juicios externos y eso me ha hecho más fuerte. Si tuviera otro hijo, volvería a parir en casa, sin ninguna duda. Gracias a mi compañero de viaje, Alex, por confiar sin condiciones en mí, por su serenidad y acompañamiento desde el corazón. Y a mi hijo Álvaro, que me abrió la puerta de la crianza consciente y me enseñó a confiar en la vida. Gracias a Emilio Santos por su asistencia desde el respeto y por sus dotes culinarias. Y a Susana por su acompañamiento desde el convencimiento y por su cercanía. Gracias a la red de mujeres de El Parto es Nuestro, asociación a la que pertenezco y de la que me siento muy orgullosa. De ellas he aprendido no sólo lo que significa el respeto en la atención al parto, sino también la solidaridad, la camaradería y el apoyo mutuo. Cada vez que uno de nuestros hijos nace, el cielo se ilumina con las velas que encendemos unas por otras. Confío en que un acontecimiento tan natural como trascendental sea considerado como tal en nuestro país, en un futuro no muy lejano. Por eso luchamos cada día. Y como dijo Violeta Parra: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto…» •

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Artículo publicado en el blog de SER MAMÁS (http://www.sermamas.es) en Enero de 2011. URL: http://bit.ly/hExhqG

PARTO

Historias de parto:

María Berrozpe María nos cuenta sus tres partos y el proceso de aprendizaje que supuso cada uno de ellos. POR MARÍA BERROZPE

M

aría Berrozpe es bióloga, vive en Suiza y tiene un blog, con un título de lo más descriptivo: Reeducando a mamá. Para muchas de nosotras el parto no era más que un trámite, hasta que llegó el momento de la verdad. Tras ese día nos dimos cuenta de que el parto es mucho más que eso, que es una parte importante de nuestra sexualidad y también de la de nuestros hijos. Otras tienen más suerte y saben esto desde mucho antes, aunque quizás no de forma totalmente consciente. En nuestra historia de parto de hoy, María nos cuenta cómo los nacimientos de sus tres hijos han ido cambiando su forma de ver la maternidad y también la vida. Una historia

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de crecimiento personal. Enorme. Gracias, María. El documento es un pelín largo, pero me parece que merece la pena que se lea todo seguido, así que, por una vez, no lo vamos a dividir. Espero que os guste. Historias de parto. Yo quiero contaros la historia de un proceso de aprendizaje Yo quiero contaros la historia de un proceso de aprendizaje: desde el primer parto hasta el tercero. Mi hijo mayor nació aquí en Suiza, en una clínica privada. Como todos los hospitales y clínicas en este país, las salas de parto son habitaciones normales, con su bañera, pelota gigante, espaldera….. nada que ver con un quirófano. Sólo

cuando te pones epidural te pasan a una sala un poco más pequeña que tiene el instrumental necesario, pero sigue sin ser un quirófano. Yo había pedido a mi ginecóloga el parto más natural y menos intervenido posible y estaba segura de poder soportar el dolor. Rompí aguas un sábado a las cuatro de la tarde en un restaurante. Desde allí llamamos a un taxi para ir a casa y ¡el equipo de camareros salió a la puerta a despedirme! Me sentía como la reina de Inglaterra diciendo adiós por la ventanilla del coche. En casa cogí mi maletita, me duché y cambié de ropa y nos fuimos a la clínica. Todavía no estaba de parto, pero eso yo no lo sabía. Las


contracciones eran irregulares y nada dolorosas. Me pusieron una vía «por lo que pudiera pasar» y me fui a pasear. Cuando me cansé subí a mi sala de partos. Empezaba a dolerme y ese dolor era algo desconocido. No sabía hasta donde

que doler MUCHO MÁS… así no dilatas. Dejé de dilatar. El dolor seguía y yo no dilataba. Empecé a desesperarme. En algún momento de la noche claudiqué: acepté la oxitocina pero con la condición de que me pusieran

BAJO MI PUNTO DE VISTA LLEVABA 2 o 3 HORAS DE PARTO Y ME DESANIMÉ. NADIE ME SACÓ DE MI ERROR podía llegar. Me hicieron un tacto. Nada, 1 cm o así. Bajo mi punto de vista llevaba 2 ó 3 horas de parto y me desanimé. Nadie me sacó de mi error. Me metí a la bañera. Muy relajante. Pero el dolor aumentaba y yo soy miedosa por naturaleza, y nada sufrida. Pregunté a la comadrona: ¿Dolerá más? Contestación de comadrona “premionobelenpsicología”: Uyyyyyyy, te tiene

la epidural. Ya no podría parir en la silla Maya como tenía planeado. Me sentía muy decepcionada. Acabé en la camilla semitumbada (aunque me sentía bastante cómoda). Al disminuir el dolor me relajé. Dilaté. Cuando acabé de dilatar todavía quedaba como un reborde… me lo abrieron un poco a la fuerza, metiendo la mano. Yo en ese momento ya sentía un dolor bastante in-

soportable y continuo localizado en el hueso del coxis. Ya podía pujar. Pujé. No salía nada. Mi madre me animó: «¡Grita, hija, grita!» Grité. Mi bebé salió. Apgar 7.9.9. Estaba azulado y decaído pero lo pusieron sobre mi pecho desnudo y se fue animando. Maullaba más que llorar. Parecía un gatito y tenía una curiosa cabecita cónica de marciano. «Hola cariño soy mamá. Ayyyy pero que feíto eres…» Nos dejaron solos: mi marido, mi bebé y yo. Pero estaba agotada. Sólo quería irme a la habitación. Cuando me pude levantar pusieron al chiquitín en una cuna y yo misma la empujé hacia nuestra habitación. Mi marido me preguntó: —¿Querrás más? —Ni de coña!!!! ¿Cómo puedes preguntarme eso ahora? ¡Estoy medio muerta! > 49


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Pero 9 meses más tarde volvía a estar embarazada. El parto de mi mediano lo planifiqué en España más por mis padres que por otra cosa. A ellos no les gusta Zurich pero hubieran venido el tiempo necesario para ayudarnos y yo no les quería obligar a eso. Por lo tanto parí en Barcelona. Me busqué una ginecóloga que respetara el parto natural. La encontré en la persona de Carmen Guasch, ginecóloga colaboradora de la famosa Inma Marcos. Fue un gran acierto. Por desgracia el único acierto. El gran error fue parir en el hospital de Barcelona. En pocas palabras: mi parto fue una ruta turística por el hospital. Todavía no había aprendido a distinguir entre «pódromos» y parto propiamente dicho y fui demasiado pronto. Ingresé a la 1 de la mañana más o menos. Me monitorizaron obligándome a tumbarme boca arriba. Sufrimiento fetal. Llamaron a Carmen. Les pedí ponerme de lado. Se acabó el sufrimiento y con ello la sombra de la cesárea se alejó. Me mandaron a la habitación. En cada contracción me salía mucha sangre y eso me asustaba porque no recordaba nada semejante en el primer parto. Me prohibieron comer y beber. De allí a la sala de dilatación (en camilla y por pasillos de película de terror). La sala propiamente dicha estaba ocupada casi en su totalidad por los monitores y una camilla. Era diminuta y casi no podías moverte andando. Aguanté en la camilla, sentada. Entonces apareció Carmen con la silla Maya. Me dijo que podía sentarme en ella para seguir dilatando. Eso me puso tan contenta que dilaté de golpe. —Necesito Pujar!!!! —Nooo aquí noooooo vamos

al quirófano. Escena digna de película de Almodóvar: en primera línea Carmen con la silla y cara de susto, después yo con mi tripón intentando llegar antes de la siguiente contracción (cerrándome el camisón verde para que no se me viera el trasero), y por último mi marido empujándonos a las dos. Una vez en el quirófano Carmen situó la silla maya al lado de la camilla de partos y puso unas láminas absorbentes debajo. Alguien le pasó una silla de despacho a mi marido para que se sentara y me sujetara. Yo me situé en mi trono Maya para dejarme llevar. Necesitaba pujar pero no tenía fuerzas, me mareaba. Pensaba que me iba a morir, que me desmayaba, que me iba….. (un incondicional del parto intervenido me diría que era por la postura vertical pero yo ahora sé que era por todas las horas sin comer ni beber y perdiendo sangre). Entonces Carmen me gritó: —¡PARA PAAAAARA trae el cordón enrollado! —¡NO PUEDO PARAR! —¡RESPIRA RÁPIDO! Ni con esas. El crio salió y Carmen se las ingenió para que no se ahogara. El pobre pasaría los próximos tres días de un color rojo-violeta rarísimo, porque la presión le había roto los capilares, según me dijeron. Pero no era peligroso. Nació gritando como un salvaje y con una cara de enfadado que echaba para atrás. Me enamoré de él al instante pero estaba enfadada con el sistema. «Tan feíto como tu hermano, cariño…» ¡Pero no le digas eso! (me dijo una pobre enfermera, escandalizada de mi reacción) Me levante impúdicamente ese estorbo de camisón verde que me habían puesto para pa-

rir (cerrado por delante y abierto por atrás, muy conveniente para el contacto piel con piel.) para poner a mi pequeño sobre mí pecho. Me miraron con sorpresa. No me lo dejaron ni tres minutos. Se lo llevaron y a mí me bajaron en camilla a la habitación. A los tres cuartos de hora (una eternidad) me lo trajeron. Yo estaba que mordía de rabia pero intenté no pensar más para concentrarme en el pecho. A partir de ese momento no consiguieron separarnos más. Bueno, miento, por la noche se lo llevaban a cambiar y lavar pero como sólo estuve 3 días lo aguanté. Cuando catorce meses después vi el tercer positivo de mi vida en un test de embarazo mi biblioteca se había enriquecido considerablemente de libros como el de Isabel Fernández del Castillo y los de Michel Odent y ya no me iban a pillar más. Lo tenía todo mucho más claro: En primer lugar, país para parir: Suiza. Ni muerta volvía a parir en un hospital español. En segundo lugar: elegir la comadrona idónea. Eso me lo proporcionó mi amiga Amaia recomendándome a Carolina, quien le había atendido a ella en el parto en casa de su segundo bebé. A parte de la filosofía respetuosa de Carolina, hablaba español por ser hija de españoles. Mejor imposible. Tercera decisión: en casa me daba miedo pero Carolina también atendía en un hospital donde encontraría una bonitas y cómodas salas de parto, muy diferentes a los fríos quirófanos (que, todo sea dicho, no estaban lejos, por si el asunto acababa en cesárea. Para una hipocondríaca como yo este detalle me dio mucha tranquilidad). El día del parto empecé rompiendo aguas, como con mi primer bebé. Me quedé en casa


hasta que Carolina me aconsejó ir al hospital unas 5 horas más tarde. Ahora yo ya sabía que todavía estaba en pódromos. Reconocía los dolores y sabía adonde iban a llegar. Estaba tranquila y feliz. Ni siquiera me asusté cuando planeó la sombra de una inducción debido a que tenía algunos marcadores de infección en la sangre. Pero yo sabía que eso era debido a unas anginas que me estaban dando la lata desde hacía unos días y que no había prisa. Me pondría de parto esa misma noche. Carolina convenció a la ginecóloga de darme la noche para progresar espontáneamente y, si no, me inducirían por la mañana. Hacia las 10 de la noche,

Carolina llegó a las 12:15. Fue verla y sentir contracciones fuertes. En menos de media hora estaba de rodillas sobre un colchón en el suelo. ¡No había dado tiempo a traer mí querida silla Maya! Tengo un fascinante recuerdo de lo que Michel Odent denomina «reflejo de eyección maternofetal». Mi cuerpo empujaba sólo. Aunque hubiera puesto toda mi voluntad en no parir hubiera sido imposible. ¡Además me sentía pletórica de fuerza! De mi garganta salía un ruido un tanto raro, un ah mezcla de dolor y placer. Dolor en el perineo que se rasgó pero placer en algún punto profundo, desconocido e inalcanzable. Como a lo lejos oía la voz de Carolina

MI CUERPO EMPUJABA SÓLO. AUNQUE HUBIERA PUESTO TODA MI VOLUNTAD EN NO PARIR HUBIERA SIDO IMPOSIBLE. ¡ADEMÁS ME SENTÍA PLETÓRICA DE FUERZA! unas 7 horas después de romper aguas, me encontraba en mi sala, conectada a mi música, bailando por la habitación, relajada, feliz, totalmente colocada… no me apetecía llamar a Carolina porque estaba convencida de que tardaría horas en dilatar y estaba muy a gusto ahí sola, a mi bola totalmente. Pero la comadrona de guardia no estaba tranquila así que a eso de las 12 por fin me animé a llamarla. Yo seguía convencida de que aquello no dolía lo que tenía que doler y que Carolina iba a venir a perder el tiempo (y el sueño) viéndome dilatar. De repente me entraron una ganas terribles de darle un mordisco a una barrita de Kit-Kat. Y lo hice. Nadie me había prohibido comer o beber, así que lo hice a voluntad durante toda la dilatación.

diciéndome: —¡Lo estás haciendo muy bien, sigue así!!!!!! Me alegré mucho porque, de todas formas, tampoco podría estar haciéndolo diferente. Mi cuerpo (supongo que obedeciendo a mi cerebro primitivo) había tomado el mando y mi voluntad (o neocórtex) estaba totalmente desconectada. Mi pequeño salió redondito y precioso. Carolina me lo puso frente a mí, entre mis piernas. —Ahí tienes a tu hijo. La frase más bonita del mundo. Cogí a mi pequeño e intenté ponérmelo, así mismo, de rodillas, al pecho. Carolina me dijo que todavía no, de hecho el chiquitín me miraba con un solo ojo abierto y cara un poco fastidiada, como diciendo ¿pero que espera esta de mi ahora? ¿Qué me ponga ya a

mamar? No se porqué lo hice. Fue algo irracional. Me tumbé en la cama a esperar que saliera la placenta. Esta lo hizo sin la menor complicación y casi no perdí sangre. Luego me di cuenta de que en todo el parto no llegué a perder ni cinco kilos. ¡Y había ganado más de 20! Nunca, en ningún momento, me separaron de mi bebé. Subí a mi habitación andando y el pequeño en brazos de Carolina, detrás de mí. Dormí en el hospital sólo porque hasta el día siguiente no venía el pediatra que tenía que revisar al peque. Si no, me hubiera ido a casa a dormir en mi cama con mi bebé. Me sentía dolorida, claro, pero fuerte y bien. Un poco desequilibrada sin mi barrigón, pero nada más. Cuando cuento mi tercer parto y lo comparo con el primero todo el mundo me dice que es que los partos son cada vez más fáciles. Pero yo he preguntado a varias madres multíparas y no me han confirmado esta afirmación. Yo estoy convencida de que si en mi primer parto hubiera sabido lo que tenía que saber, y hubiera tenido las mismas condiciones que en el tercero, todo hubiera sido muy diferente. No me canso de intentar informar a las futuras mamás, para que a ellas no les pille el toro, pero por desgracia no todas quieren saber más. Una pena porque parir BIEN es algo impresionante que vale la pena vivir, y perdérselo simplemente por desconocimiento es realmente triste. Otra cosa es que haya verdaderas complicaciones, claro. Entonces toda intervención es bienvenida con tal de preservar la salud de madre e hijo. Pero todos sabemos que hoy en día se practica un intervencionismo exagerado y al por mayor. Y es una verdadera pena. •

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Artículo publicado en el blog de DISFRUTANDO JUNTOS (http://disfrutandojuntos.blogspot.com) en Diciembre de 2009. URL: http://bit.ly/eVMo6s

PARTO

El día que te conocí Rebeca cuenta a su hija Martina su parto en casa. Un relato sincero, emocionante, y con final feliz. POR REBECA ANDRÉS

A

las seis de la mañana del 23 de Junio, me levanté a hacer pis, como tantas veces durante las últimas noches. En cuanto puse los pies en el suelo, escuché un «clack» pensé ¿clack? Nada más dar el primer paso comenzó a salir el líquido en el que habías flotado durante nueve meses, no tuve dudas, tu bolsa se había roto. ¡Qué emoción! —Te veré la carita, no sé cuándo, pero el viaje ha empezado. A las ocho desperté a papá, no podía esperar más para contárselo (no recuerdo qué hice durante esas dos horas, más que experimentar un poco cómo salía el líquido amniótico al relajar los músculos). Estaba eufórica, y eso que había dormido sólo cuatro

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horas. Cuando le dije ¡se ha roto la bolsa!, se levantó de la cama como la niña del exorcista… ¿Qué? Así que llamamos a Cristina (Graciela estaba de vacaciones) qué es la última joya (y cuando digo joya digo bien) que Emilio había encontrado para trabajar con él. Ese mismo día habíamos quedado para conocernos en casa y mira por dónde tuvo que venir de igual manera. Eran las diez de la mañana cuando llegó, su visita nos dejó felices (a mí me preocupaba que no hubiese «feeling», puesto que sobre la cuestión médica no tenía dudas, pues pertenecía al equipo de Urdimbre, y eso para mí era suficiente, aunque lo del feeling era importante). Fue como si nos conociésemos de toda la

vida, llenó la casa de luz, tranquilidad y alegría… Sobre las doce vino Emilio. Yo tenía contracciones irregulares sin dolor pero eran distintas a las que había tenido durante el embarazo (en las que se me ponía la tripa dura de abajo a arriba, como bien explica Consuelo Ruíz). Charlamos tranquilamente un buen rato. Aproveché para preguntarle cómo se había metido en este mundo… y muy resumidamente puedo decir que por amor a las mujeres, a la naturaleza… Durante las visitas de Emilio y Cristina, las contracciones se pararon, pudiendo comprobar así lo cierto de la frase «la oxitocina es una hormona tímida» de Michel Odent. Al rato de marcharse Emilio, entré en mi


habitación y no salí (a excepción de algún paseo por el pasillo) hasta las dos de la mañana. Recuerdo trozos sueltos… A papá ofreciéndome comida que no quise, ayudándome a buscar posturas. Intentando dormir pero cualquier postura que se acercase a estar un poco tumbada, me molestaba mucho más que estar de pie…y así pasó el tiempo, hasta que vino Cristina a las siete de la tarde… —¿Cúanto tiempo llevas así?—, refiriéndose a mi dolor. —¿ Por qué no me has llamado antes?— —No lo sé—, fue lo único que pude contestar. Su visita fue un regalo, me apretaba con sus manos a la altura de los riñones, y me decía «vamos a hacer que el dolor no se quede aquí», y deslizaba sus manos a lo largo de mis piernas. Fue como una anestesia, y sentí un alivio inmediato. Además me daba ánimos con sus palabras: —¡Muy bien Rebeca!, estas son las contracciones que queremos y no las de esta mañana (aunque yo no pensaba igual… jeje). También me ayudó con el «aaaaaAAAAAAA»... El tema de las manos de Cristina a día de hoy me tiene fascinada, para mí fue como magia. Desde entonces pienso que tiene unas manos ¡¡¡poderosas!!! Estaba tan a gusto con ella que sentí la necesidad de decirle: «Por favor, no te vayas», pero se había comprometido con una guardia en el hospital de Valdemoro. Viéndome por la mañana no parecía que el parto fuera a progresar para ese día… y tengo que reconocer que me hundí cuando me lo dijo sin saber ¡con qué cara mirarme!, la pobre. Al final, acordamos que viniera Susana en su lugar, pues yo quería una mujer.

Estaba desanimada y me ofreció hacerme un tacto para ver si estaba dilatada. Me lo pensé un rato, pues me daba miedo que me dijese que no había dilatado nada y querer pegarme un tiro. Accedí. —Dos centímetros—. Y pensé: ¡No lo aguanto! Recuerdo momentos de lucidez y otros que no recuerdo nada (la mayoría). Mucho calor, la casa cerrada entera (no quería que me oyeran los vecinos), aunque también tenía la necesidad de «cerrar el espacio». Bebí mucho Aquarius… Papá me abanicaba con sólo hacerle un gesto con mi mano, y paraba de igual manera, ya que tan pronto me faltaba el aire, tan

A pesar de que durante el embarazo siempre pensé que el día del parto preferiría estar sola y papá y la matrona en la habitación de al lado, también al estilo Odent, pero nada más lejos de la realidad. Susana llegó a las once de la noche. Cinco cm (otro bajón). Me hizo masaje sacro-craneal y sólo recuerdo el dolor, porque me tumbé para ello. Después se sentó en la cama para que yo apoyase mi espalda contra la suya, puesto que no quería moverme de esa postura y esto también me alivió. A veces papá me sugería alguna postura, pero yo no tenía intención de moverme por si me dolía más...

ME ACORDÉ DE LAS MUJERES QUE PAREN EN EL HOSPITAL… LA LUZ, LAS PREGUNTAS, LOS RUIDOS, OBLIGADAS A ESTAR TUMBADAS ¡CON LO QUE DOLÍA TUMBADA! pronto me molestaba… Sé que en varias ocasiones me acordé de las mujeres que paren en el hospital… la luz, las preguntas, los ruidos, obligadas a estar tumbadas ¡con lo que dolía tumbada! ¡con lo que me molestaba la poca luz que había en casa! Pufffff… Emilio volvió no sé a qué hora con su mujer Sonia, que se ofreció acompañarme (ya nos conocíamos de antes), pero ni siquiera quise que entraran en la habitación «ya no estaba con ellos». El rato que estuvieron en casa, papá no vino a la habitación y cuando volvió le pregunté por qué me había dejado sola y me respondió que Emilio le decía que me dejase sola un rato (al más puro estilo Odent, para que progesara más el parto), ¡¡¡con lo que me enfadé con papá!!! —Yo quiero que estés conmigo, ¡no quiero estar sola!

Probé la pelota de dilatación, que me aliviaba mucho si no fuera por que me caía de ella al quedarme dormida. Tenía muchísimo sueño… Nos habíamos acostado a las dos de la mañana y mi visita al baño fue a las seis, así que afronté el parto con sólo cuatro horas de sueño y eso no ayudó, la verdad. Papá se fue un rato a preparar la piscina, otro gran alivio, y allí estuve durante dos horas. Cuando Susana me ofreció un tacto y me dijo que estaba de ocho cm, empecé a lloriquear y decir: —¡No puedo más!, ¡córtame!—, le decía (serían las tres de la mañana). Estoy segura que si llegara a tener la intención, no le hubiera dejado, pero a ratos sentía la necesidad de hacerles ver lo mal que estaba. Obviamente Susana no me hizo ni caso… En la pisci, con una mano > 53


> agarraba a papá y con la otra

a Susana (no les dejaba moverse), y a las dos horas de estar en remojo, Susana me dijo que sería mejor salir porque a veces los partos se estancaban tanto tiempo en el agua. De camino a la habitación me dio una contracción más fuerte, no sé si por salir del agua, porque tocaba o lo que sea. Fui al baño porque tenía ganas de hacer caca, pero rápidamente vi que no era eso, y en seguida pensé: —Si nace aquí la niña, se me cae a la taza. Era la segunda vez que pensé que ibas a nacer. La primera cuando rompí la bolsa, pero en el resto del proceso, no lo tuve presente. Esto me da pena porque siento que si con cada dolor hubiera pensando que iba a conocerte lo hubiera pasado de otra manera pero mi cabeza iba donde ella quería, y de eso se trataba. Entré en la habitación, siempre pensé que sería ahí donde me encontraría a gusto para que nacieras… (más tarde papá me dijo que en ese momento estaba muy animal, como buscando mi sitio). Me agaché en cuclillas (en el hueco mas pequeño que había) y al rato Susana me dijo: —¡¡¡Ya tienes que empujar!!! Yo no entendí porque me lo decía pues justo pensaba que nadie mejor que yo sabría cuando hacerlo, pero acababa de escuchar tu latido y pensé: me dice que empuje porque mi niña está mal. Total que empujé con todas mis fuerzas pero sin ganas… Para la siguiente contracción tuve unas ganas locas de empujar… ya no había miedo ni dolor y ahí ¡salió tu cabecita! Tenía las piernas que me quemaban y no me respondían de estar en cuclillas, intenté cam-

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biar un poco de postura, para recuperarlas y que me ayudasen a empujar la siguiente contracción, a la vez que papá y Susana me daban ideas de posturas... —Déjame que yo te coja—, me decía papá. Y Susana también me animaba a lo mismo, pero yo sólo

PAPÁ ME DIJO QUE EN ESE MOMENTO ESTABA MUY ANIMAL, COMO BUSCANDO MI SITIO quería recuperar fuerzas para volver a la misma postura. Hubo un momento que pensé: ¡Se creen que voy a sentarme encima de la niña! Con la siguiente contracción, sentí perfectamente como te resbalabas, salió mi pescao pequeño, la sirenita, con los ojos como platos, ¡venías como volando hacia mamá! El expulsivo duró unos 15 minutos y naciste con tres empujones. Unos días más tarde Susana me explicó que le había parecido que me estaba aguantando las ganas de empujar y mi recuerdo fue que en verdad me daba miedo. Además me contó que había intentado tocarme para ver como iba la cosa (ya que no había más que una vela de té encendida y ellos no veían nada, mientras que yo veía perfectamente… ¡tan animal te vuelves en el parto!) así que le dí un manotazo y dije: ¡NO ME TOQUES! A partir de aquí me animé a empezar a empujar. Y yo pensando que tú estabas sufriendo… Te recuerdo encogida de piernas, brazos más extendidos, arrugadita y redonda. En seguida empezaste a mamar con muchísima energía, recuer-

do oírte respirar y como se limpiaba tu naricita poco a poco. Olía a sangre, ¡me encantaría revivirlo mil veces! Fue indescriptible. Eran las 4:27 de la mañana de la noche de San Juan… el día que te conocí. Ni me enteré cuando había llegado Emilio. Se acercó y me dijo «¡qué bonita es!» y «estás muy guapa». Yo le conté riéndome que le había pedido a Susana que me cortase… Recuerdo que me quedé fría a pesar de estar envuelta en toallas… por eso debió tardar en salir la plancenta. Emilio tuvo que ayudarme. Cuando se fueron sobre las siete de la mañana yo me di una ducha y nos vimos a solas contigo… No tengo palabras ¡era increíble! Nos dormimos los tres juntitos y nos despertaste a eso de las doce de la mañana. Había una luz muy especial, la casa estaba preciosa y tú, cariño, eras lo más bonito del mundo. Te quiero Martina. Mamá PD: No tengo palabras para agradecer a El parto es nuestro y al equipo (entero) de Urdimbre, lo que ha supuesto para mi familia encontraros. Habéis cambiado el rumbo de nuestras vidas para siempre. No me cabe la menor duda del embarazo, parto, nacimiento de mi hija, lactancia (seguramente no) y puerperio que hubiésemos tenido de no ser por vosotros. Nos habéis hecho «un regalo para toda la vida» y estoy segura de que si mi hija hablara, os diría algo muy parecido: ¡Gracias! Martina, Rebeca y Julián


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Artículo enviado al correo electrónico de Madre Tierra.

PARTO

Els meus parts Montserrat nos cuenta, en catalán, sus dos partos. El primero, hospitalario, el segundo, en casa, pero ambos vividos con gran intensidad y placer.

E

m dic Montserrat i soc mare de dos nens preciosos, un de 14 anys i l’altre de 16 mesos. Els meus parts han estat meravellosos, tot i que el primer no va ser un part totalment respectat (vaig parir tumbada, em van fer una episiotomia...) no canviaria res de res, va ser fantàstic. Tinc la certesa de que parir pot ser fàcil i que es pot arribar a gaudir d’aquesta experiència. Parir no significa patir. Parir per mi és Poder, Plaer. Vaig parir el meu primer fill amb 19 anys, tot i que sembli extrany per la edat, va ser un fill buscat i desitjat. Recordo que en algun moment, setmanes o fins i tot algun mes abans del part, vaig pensar: «Montserrat, abans que tu han parit

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moltes dones, milions i milions de dones. Moltes d’elles ho han fet soles i fa molt de temps fins i tot ho feien en coves. La dona sap parir». Aquesta certesa em va acompanyar des d’aquest moment... i encara m’acompanya. La matinada del dia 4 de febrer del 1997 sobre les 3h em va despertar una contracció. No tenia cap dubte de que ho era, tot i no haver-te tingut mai abans. Al cap d’uns minuts va arribar un altre. Eren contraccions molt suaus, que es repetien constantment cada 10 minuts aproximadament. Cap a les 8 del matí tenia corretges i vaig decidir dormir i anar a l’hospital quan fos l’hora de la visita. Pel matí a corretges em van confirmar el que ja sabia,

que sí, que tenia contraccions. Per sort la dona que em va atendre em va dir que no estava prou dilatada i que podia anar capa a casa. Això va ser genial, ja que vaig poder fer la meva. Vaig anar a passejar, vaig aprofitar per trobar-me amb una amiga i anar a prendre alguna cosa a un bar que hi ha davant del passeig marítim de Calella. M’anava trobant a gent i em preguntaven com anava i jo contestava que estava de part: —De part? —Sí, sí. Mira ara ve una contracció... I llavors callava, respirava, em relaxava i quan marxava la contracció, de nou a passejar! A gaudir d’aquell dia tan preciós que feia! >

Home birth(2008). RICHARD WILKINSON

POR MONTSERRAT FREIXAS


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Va arribar l’hora de dinar i tenia gana. Els meus avis m’esperaven amb un plat de sopa ben bona, el millor plat de sopa de l’història! Va ser quan vaig acabar el plat de sopa que em van venir unes ganes terribles d’anar al bany... però no eren simplement ganes. De seguida la meva àvia va veure el que passava, que ja arribava el moment, que ara sí, ja estava de part! I empenyent vaig pujar al cotxe, i empenyent vaig arribar a l’hospital i empenyent esperava que algú em vingués a buscar per entrar a la sala de parts. I tothom que es pensava que ja el petit ja naixia, que no arribàvem, el meu avi que pariria en cotxe, la meva mare que ho faria a la porta de l’hospital... Fins que vaig entrar i vaig trencar aigües, allí, tota molla i jo innocent que pregunto: —Ara em posareu l’epidural? —No, no, ara ja no hi ha temps d’epidural! Però si que hi va haver temps per rasurar i per fer-me una episiotomia tot i que el petit ja coronava... A les 15 entrava a l’hospital i a les 15:05 naixia el petit Edmar. Tot i estar tumbada, vaig veure com arribava al món a través dels petits miralls que formaven la làmpada del sostre del quiròfan. De seguida «me’l» van posar a sobre, tot brut i vermell. Van ser uns instants màgics. Al cap d’un moment el van agafar i el van netejar i vestir. Vam sortir d’allí junts, mamant fabulosament bé i jo amb l’idea de que parir sempre era així que ja podien venir tots els bebès que volguessin! El dia següent o aquell mateix dia, no recordo bé, quan una de les infermeres va entrar a l’habitació i va veure, o millor dit, no va veure el meus

mugrons, va dir: —Ui, així no podràs donar pas el pit, hauràs de fer servir unes mugroneres! —Doncs mama perfectament bé! Els meus mugrons invertits no van ser cap dificultat en cap moment pel petit Edmar! Quin crack! El meu segon part ha estat salvatge, intens i màgic. Feia temps que tenia molt clar que si algun dia tornava a ser mare, pariria a casa. Ho tenia tan clar que quan vaig conèixer a la meva llevadora uns anys abans, l’Imma Campos, li vaig dir que quan tornés a quedar-me embarassada, ella seria la meva llevadora. I així va ser, i no només va ser la meva llevadora, també ha estat la meva professora de ioga, la meva doula, sense ser doula, una amiga i una dona

Nosaltres ja vivíem al Montnegre a prop d’Hortsavinyà, a uns 15 minuts de Tordera en cotxe. Jo arribava més o menys a les 20:30 i el meu marit, en Gerard, i jo havíem d’esperar a l’Edmar que arribes de Calella, que és on juga a basquet, en el següent tren, cap a les 20:50... però es va retrassar ben bé uns 25 minuts. Allí, a l’estació esperant, vaig pensar que si em poses de part en aquell moment, el bebè encara tindria temps de néixer el dia 4 (el mateix número de dia que el seu germà). En aquell moment no sabíem encara si era nen o nena, vam decidir que fos sorpresa. Tot i que ens feia gràcia una nena, pel tema parelleta i de fet ja teníem pensat el nom, Maya Lilah. I... va arribar la primera con-

QUAN UNA DE LES INFERMERES VA ENTRAR A L’HABITACIÓ I VA VEURE, O MILLOR DIT, NO VA VEURE EL MEUS MUGRONS, VA DIR: —UI, AIXÍ NO PODRÀS DONAR PAS EL PIT, HAURÀS DE FER SERVIR UNES MUGRONERES! —DONCS MAMA PERFECTAMENT BÉ! inspiradora a la meva vida! En Bernat va néixer el 5 de novembre del 2009, quasi tretze anys després del meu primer part. Un bebè no buscat però sí desitjat. El dia del meu segon part tornava de la classe de ioga que m’havia regalat la Imma, carregada amb la meva panxa, la motxilla i amb una cadireta de parts en la qual em feia molta il·lusió parir. Aquell dia tornava en tren i recordo que una dona amb la que vaig estar parlant durant el viatge em va dir: —Ui, i si ara et poses de part? —Tranquil·la dona, el meu marit em ve a buscar a l’estació de Tordera.

tracció! A les 21h, sentada al cotxe! I vaig pensar que m’ho estava fent tot jo mateixa, que en realitat no estava de part! Però als 5 minuts arribava un altre i amb ella unes ganes boges de sortir del cotxe. I jo, que anava fent proves, ara miro el rellotge, ara no el miro, i les contraccions arribaven igualment, puntuals cada 5 minuts. Mentrestant l’Edmar arribava i anàvem cap a casa. I quan estàvem a punt per començar a sopar em vaig adonar que no tenia gens de gana! —Família, estic de part! Ja eren cap a les 22h. A partir d’aquell moment tot va anar molt ràpid i vam haver


d’improvitsar. La nostra casa té dos plantes, la de baix era l’escollida per l’arribada del petit, però quan en Gerard va anar a encendre la llar de foc, la primera vegada que l’enceníem des de que estàvem a la casa, tota la planta es va omplir de fum. La cara del meu marit era un poema quan va pujar a anunciar-me el que havia passat. Bé, canvi de plans, tots cap amunt! I mentre l’Edmar i en Gerard pujaven i preparaven tot el que ens havia dit l’Imma, jo ballava La Rumba de las Madres, de Rosa Zaragoza, a ritme de contraccions. I quan tot va estar preparat vaig sentir que era el moment de trucar l’Imma. Li vaig dir al meu marit que truqués ell... i en aquestes, aix!, la sensació i les ganes d’anar al bany van arribar per sorpresa i amb gran intensitat. El meu marit em va passar el telèfon: —Imma, carinyo, tu vine tranquil·la, però crec que ja començo a sentir les ganes d’empényer! I recordo que el cos em tremolava, que realment sentia que literalment em partia per la meitat! M’estava obrint! Vaig anar cap a la llar de foc del menjador que estava encesa i vaig provar de sentar-me a la cadireta que va acabar a l’altre punta de l’habitació... no, no vull cadireta! El meu marit em comença a acariciar la part baixa de l’esquena i l’aparto... no, no vull carícies! I em poso de quatre grapes a un raconet i començo a emputjar. L’Edmar, dormint davant el foc i en Gerard a una distància prudencial amb una llanterna a la mà. Surt alguna cosa! Alguna cosa? Serà el cap del bebè! (aix que pesat!) Torno a empényer i em toco...

era la bossa... no havia trencat aigües!... on és l’Imma? Què faig jo amb un bebè dins una bossa? Empenyo i vaig tocant la bossa que es trenca... m’acosto la mà a la cara... pintura de guerra! Tot va ser molt salvatge i animal! Torno a empényer i ja neix el petit! Com rellisca! L’agafo fort i l’abraço. Es queixa una miqueta, obre els ulls i ho comença a mirar tot! Maya, Maya, Maya... El meu marit desprès d’haver superat el primer ensurt al

Per allí on m’havien fet l’episiotomia en el meu primer part, se m’havia obert en aquest segon. Amb la llevadora vam decidir no fer punts... això sí, les cames ben juntetes durant uns quants dies. Ha estat una de les millors decisions que he pres mai a la meva vida! Però el petit Bernat no enganxava el pit! L’Imma no va marxar fins que per fi en Bernat va mamar, una miqueta de cada pit, cap a les 4 de la matinada. Tot i el pell amb pell, les zero visites, la tranquil·litat en la que vam viure els primers

MOLTA PACIÈNCIA, MOLT TREBALL DE TRANSFORMACIÓ DE PENSAMENTS NEGATIUS EN POSITIUS, MOLT RECORDAR QUE JO PODIA, A MÉS TENIA LA PROVA AMB L’EDMAR DE QUE AIXÍ ERA, I MOLT DIR-LI AL PETIT QUE ELL TAMBÉ PODIA! veure que tenia quelcom que li penjava entre les cames. Em va dir que no, que no, que era un nen! Mayo, Mayo, Mayo... Quins moments més intensos! No sé ben bé quanta estona va passar i tot i que tenia el rellotge davant per saber a quina hora naixia, ni ho vaig mirar! L’Edmar va ser l’únic que sabia a quina hora havia nascut el seu germà, a les 12:23... ja era dia 5 de novembre! Ens vam abrigar, tots dos i vaig voler intentar sentar-me a la cadireta per parir la placenta. I al moment d’aixecar-me una miqueta... Plam, la placenta va sortir, sense cap contracció més! Amb el petit en braços, al terra els dos i la placenta a una palangana va arribar l’Imma! El petit Bernat, havia nascut en mig de la natura, davant del foc, envoltat a la distància del seu germà i el seu pare!

dies al petit Bernat i a mi ens va costar que la lactància fluís. De seguida em vaig adonar que el petit bebè tenia la llengua en forma de cor, que tenia el tel de la llengua molt curt. Això sumat als meus mugrons invertits l’establiment de la lactància no va ser fàcil. Molta paciència, molt treball de transformació de pensaments negatius en positius, molt recordar que jo podia, a més tenia la prova amb l’Edmar de que així era, i molt dir-li al petit que ell també podia! I després d’una mastitis, de pensar que només podria donar pit amb un dels dos, de quedar-me amb els pits tant durs que el petit no podia mamar, del imprescindible recolzament de l’Imma i el meu marit, la lactància va començar a fluir. Al mes ja estava totalment establerta i els dos, tan el petit Bernat com jo, vam poder començar a gaudir-ne... i encara en gaudim! •

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ÂżYa conoces los tres primeros nĂşmeros de ?

Puedes visitarlos a travĂŠs de los siguiente enlaces: http://issuu.com/madre_tierra/docs/madretierra_num01 http://issuu.com/madre_tierra/docs/madretierra_num02 http://issuu.com/madre_tierra/docs/madretierra_num03


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