Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

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HIROSHIMA 06.08.1945



Este es nuestro grito. Esta es nuestra oraci贸n. Construyamos la paz en el mundo.

70 Aniversario 1945 - 2015





Índice Introducción La Guerra del Pacífico El origen de la bomba atómica El proyecto Manhattan El lanzamiento sobre Hiroshima El lanzamiento sobre Nagasaki La voz de una testigo (Entrevista realizada por Ima Sanchís) Parques y museos de la paz Cronología Imágenes Créditos Bibliografía


Introducci贸n


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

Introducción

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esde el descubrimiento de América en 1492, ningún acontecimiento mundial ha tenido tanta repercusión en la historia de la humanidad como los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Hasta tal punto es eso cierto, que no es necesario siquiera puntualizar que lo que se lanzó sobre esas dos ciudades japonesas fueron dos bombas atómicas. Con solo mencionar sus nombres, todavía hoy, setenta años después, los asociamos instantáneamente con las únicas armas nucleares utilizadas en una guerra y dirigidas contra una población civil.

Las bombas atómicas marcaron un antes y un después en la evolución de nuestra civilización, la de todo el planeta. Pero las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki no solo han quedado grabadas en el inconsciente colectivo mundial, sino que marcaron un antes y un después en la evolución de nuestra civilización, la de todo el planeta. Tras esa debacle atómica, la humanidad vivió, y sigue viviendo, bajo una espada de Damocles con un poder destructor inconcebible hasta entonces y cruelmente verificado, con objetivos reales, vivos. La fecha que marcó esa fatídica frontera fue las 8.15 de la mañana del 6 de agosto de 1945. El esfuerzo científico, técnico y organizativo que fue necesario para alcanzar ese apocalíptico hito, fue inmenso. Los más conspicuos investigadores de la primera mitad del siglo XX trabajaron en un proyecto que concluyó con los más trágicos resultados imaginables. Esos expertos provenían de Alemania, Hungría, Austria, Italia, Francia, Dinamarca, Holanda, Nueva Zelanda, Canadá y, por supuesto, de Estados Unidos. Algunos de ellos, conscientes de las terribles consecuencias que su trabajo podía tener, rechazaron participar en el programa de fabricación de la bomba atómica. Otros, cuando descubrieron el descomunal poder destructor que estaban liberando, intentaron convencer a las autoridades de las consecuencias. Pero, a pesar de sus intentos, el objetivo perseguido se logró plenamente, fatídicamente. La primera aplicación práctica de la energía nuclear fue la militar, destructora de miles de vidas. Solo después se utilizó con fines pacíficos, algunos hoy muy criticados, como las plantas nucleares de generación de energía eléctrica. Pero esa es otra cuestión. En las siguientes líneas se ha intentado describir someramente cómo se desarrollaron los hechos que precedieron a aquel 6 de agosto de 1945.

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La guerra del PacĂ­fico


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l germen de la guerra entre Japón y Estados Unidos habría que buscarlo en los inicios de la década de los treinta del siglo XX. La gran depresión de 1929 genera una descomunal crisis y una enorme caída de precios que afectan tanto a campesinos como a terratenientes, quienes, incapaces de pagar sus impuestos, abandonan sus haciendas provocando la quiebra de los municipios. Para completar el sombrío panorama, en enero de 1930, la firma por parte de Japón del Tratado de Londres, por el que se limita su capacidad armamentística naval, produce fuertes tensiones en el gobierno de Tokio y provoca que, en noviembre de ese año, un extremista intente asesinar al primer ministro japonés, quien fallece meses más tarde como consecuencia del atentado. El 18 de septiembre de 1931, el ejército nipón ocupa Manchuria. Es el primer paso del expansionismo militar de Japón y una muestra de la decisión tomada por los militares extremistas de, poco a poco, hacerse cargo de la política de su país, incluso recurriendo a los atentados si es necesario. Los esfuerzos del Gobierno de Tokio para controlar a los intransigentes miembros del Alto Estado Mayor del Ejército, son infructuosos y provocan una clara respuesta: el asesinato de otro primer ministro en mayo de 1932. A partir de ese momento, el aislamiento político de Japón va en aumento. Finalmente, tras su negativa a cumplir la declaración de la Sociedad de las Naciones de febrero de 1933, por la cual se le requiere que cese su ocupación de Manchuria, los japonese deciden no volver a participar en ninguna negociación internacional.

El germen de la guerra entre Japón y Estados Unidos habría que buscarlo en los inicios de la década de los treinta del siglo XX. Con la independencia que esa situación implica, los militares más extremistas, en contra de los más moderados, acuerdan ampliar su presencia en Asia, aunque sea por la fuerza. Las tensiones internas son cada vez mayores. Los más fanáticos organizan incluso un complot para asesinar a los miembros del Gobierno que se opongan a sus ideas y poder así implantar un régimen militar único. El 26 de febrero de 1936, dos ministros y un ex primer mandatario son asesinados, mientras que el presidente se salva por un error de los sicarios. Sin embargo, la Guardia Real bajo las órdenes del emperador logra que los rebeldes claudiquen el 29 de febrero. Tras juicios sumarísimos contra más de un centenar de golpistas, diecisiete de ellos son condenados a muerte y unos cincuenta a prisión. No obstante, el nuevo gobierno lo preside un militar.

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La situación en China, con los enfrentamientos entre comunistas y nacionalistas, es vista con preocupación por los militares nipones, quienes no hacen más que ampliar su presencia en la región norte. Finalmente, el 7 de julio de 1937, las tensiones entre ambos países desembocan en el estallido de la guerra. Poco a poco van cayendo enclaves chinos. Primero Pekín, luego Shanghái y en diciembre de 1937, Nankín. El proyecto nipón de expansión por el continente partía de la idea de que Japón, por su condición de país asiático, estaba «legitimado» para liderar el movimiento de liberación de Asia del colonialismo imperialista europeo. Taiwán, desde finales del siglo XIX, y Manchuria, desde principios del XX, ya se consideraban provincias japonesas, y ahora en los años treinta, con el gran empuje económico e industrial del País del Sol Naciente, parece el momento adecuado para proponer, en 1938, el denominado Nuevo Orden en Asia Oriental, precursor de la mucho más ambiciosa Esfera de la Coprosperidad de la Gran Asia Oriental. Cuando en 1939 estalla la contienda europea, Japón aprovecha para planear la invasión de la Indochina francesa, el actual Vietnam del Norte, acción que lleva a cabo en 1940. Hasta ese momento, Estados Unidos ha estado aportando el 80 % del petróleo que necesitan los japoneses. A pesar de la acción nipona, los americanos no consideran aconsejable embargarles totalmente ese suministro, aunque lo restringen de forma drástica. Ante la carencia de combustible, en julio de 1941, Japón ocupa el sur de Indochina, maniobra que provoca que el Gobierno estadounidense, finalmente, le aplique el embargo total. El potencial militar nipón, el mayor del Pacífico con el doble de barcos que los norteamericanos, dos mil aviones y un millón ochocientos mil soldados, se encuentra al borde del desabastecimiento.

En la mañana del domingo 7 de diciembre (8 de diciembre en la franja horaria japonesa) de 1941, Japón ataca por sorpresa la base naval americana de Pearl Harbor en Hawái. El 5 de noviembre de 1941, el gabinete japonés comunica a Estados Unidos que si no levanta el embargo le declarará la guerra. Los americanos responden que no están dispuestos a hacerlo si Japón no se retira de los territorios ocupados en China, Manchuria e Indochina. Los contactos se repiten varias veces, hasta el 26 de noviembre, sin que cambien las posiciones de ambas partes. En la mañana del domingo 7 de diciembre (8 de diciembre en la franja horaria japonesa) de 1941, Japón ataca por sorpresa la base naval americana de Pearl Harbor en Hawái. A partir de ese momento, el avance militar nipón y la invasión de las, hasta entonces, colonias de las potencias europeas en Asia, sorprende a todo el mundo. Hong Kong se ocupa el 25 de diciembre de 1941; Singapur, el 15 de febrero de 1942; las Indias Holandesas, el 8 de marzo, y Filipinas, el 7 de mayo. No obstante, el esfuerzo que se requiere para controlar semejante extensión de territorio supera las posibilidades de Japón. Tras el ataque a Pearl Harbor, los norteamericanos, con el doble de población y diez veces el potencial económico de Japón, deciden rehacer su flota en el Pacífico e involucrarse tanto en el conflicto asiático como en el europeo. Al día siguiente, el presidente estadounidense declara

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oficialmente la guerra a Jap贸n. La gran industria armament铆stica norteamericana redobla sus esfuerzos a un ritmo que los militares nipones no supieron prever.


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El 18 de mayo de 1942, se produce, en el mar del Coral, el primer enfrentamiento marítimo entre el País del Sol Naciente y Estados Unidos, y el 5 de junio los japoneses sufren una derrota en la batalla de Midway que marca un punto de inflexión en el desarrollo de sus campañas. A partir de ese momento, no cesan de producirse los choques armados entre ambos países. En menos de tres años, las pérdidas navales de Japón superan el millón de toneladas, una cifra imposible de reponer por sus astilleros. Ya en 1944, varios líderes nipones intentan, sin éxito, convencer a los ofuscados militares de lo absurdo de sus pretensiones. El 16 de febrero de 1945, los norteamericanos bombardean por primera vez Tokio y, a partir del mes de marzo, se repiten los ataques aéreos contra la capital y numerosas ciudades. El 1 de abril inician el desembarco en Okinawa, a poco más de quinientos kilómetros de las islas centrales del archipiélago japonés. A pesar de ello, sus militares no se rinden. Es el momento en el que Japón utiliza su última arma: los pilotos suicidas, los kamikaze. El 8 de mayo de 1945, la Alemania nazi se rinde y Estados Unidos se prepara para dar el golpe definitivo a Japón. Sin embargo, no está dispuesto a asumir el inmenso costo de vidas que implicaría la invasión del país por tierra, por lo que decide posponerlo en varias ocasiones. Mientras tanto, la situación en el archipiélago nipón es insostenible. Casi todas las ciudades destruidas, la industria colapsada y una población civil golpeada por una hambruna nunca vista dibujan un paisaje apocalíptico. Durante el mes de junio de 1945, los políticos y diplomáticos japoneses no cesan de tener contactos internacionales. La Unión Soviética, Suecia y Suiza se ven como intermediarios para encontrar una solución. El 17 de julio de 1945, Truman, Stalin y Churchill se reúnen en Potsdam. Estados Unidos, Reino Unido y China, presentan a Japón un ultimátum: rendición total e incondicional. El día 28, el Gobierno nipón rechaza la Declaración de Potsdam. Piensa que hasta el otoño, una vez pasada la estación de los tifones que impide todo ataque aéreo, tiene tiempo para negociar mejores condiciones. Sin embargo, el 16 de julio de 1945, en Álamo Gordo, estado de Nuevo México, los americanos ya habían llevado a cabo con éxito la prueba de un arma con una capacidad destructora que superaba todo lo conocido hasta entonces, la bomba atómica. Creen que ha llegado el momento de emplearla. Estados Unidos debe elegir los objetivos de esas nuevas armas. Una vez descartado el bombardear la flota naval japonesa apostada en el atolón de Truk, en la Micronesia, se confecciona una lista de diecisiete ciudades que finalmente se reducen a cuatro: Kioto, Hiroshima, Kokura y Niigata. Sin embargo, Henry Lewis Stimson, secretario de la Guerra de 1940 a 1945, a pesar de ser partidario de emplear la bomba atómica, se opone obstinadamente desde el principio a que se bombardee Kioto, ciudad en la que treinta años antes pasó su luna de miel y de la que conoce su inmensa riqueza artística. Su tozudez salvó un enorme patrimonio cultural de la humanidad.

El 6 de agosto de 1945, cae sobre Hiroshima una bomba atómica. El 9 de agosto, otra bomba similar se lanza sobre Nagasaki. El 6 de agosto de 1945, cae sobre Hiroshima una bomba atómica. El presidente Truman anuncia por radio que su país ha empleado la primera arma nuclear de la historia, a causa del rechazo nipón de aceptar el ultimátum de Potsdam, y advierte que Estados Unidos posee la capacidad militar suficiente para arrasar totalmente Japón si no se aviene a sus condiciones. El gobierno

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La guerra del Pacífico

de Tokio recibe noticias confusas sobre lo acontecido en Hiroshima y tarda dos días en tomar una decisión. El 9 de agosto, se convoca el Consejo Supremo después de tener una reunión con el emperador, quien opina que la guerra no puede continuar. De madrugada se han tenido noticias de la invasión de Manchuria por los rusos y durante esa sesión llegan informes de que otra bomba similar se ha lanzado sobre Nagasaki. Las opiniones del Consejo y las de Gobierno, reunido esa misma tarde, están igualadas. Es el emperador quien debe decidir. Hirohito entiende que se tiene que aceptar el ultimátum, disposición que se comunica a las potencias occidentales, pero con una condición: no debe abolirse ninguna de las prerrogativas del emperador. La respuesta, que se recibe en Tokio el 12 de agosto, especifica que el monarca quedará bajo el mando del comandante supremo de las Fuerzas Aliadas. Esa exigencia enfrenta de nuevo a los miembros del Gobierno japonés, quienes, al día siguiente cuando Hirohito insiste en que se tiene que finalizar la guerra, aún no adoptan ninguna decisión. El 14 de agosto, se produce un último bombardeo americano sobre ocho ciudades más. Inesperadamente, el 15 de agosto, se retransmite por radio a todo el país un mensaje del emperador en el que anuncia la rendición

El 28 de agosto de 1945, se inicia la ocupación norteamericana y, el 2 de septiembre, se firma la rendición a bordo del acorazado Missouri.

La declaración de Hirohito concluye así:

Las privaciones y sufrimientos a los que nuestra nación se enfrentará Las privaciones y sufrimientos a los que nuestra nación se en el futuro serán,en sinel duda, plenamente conscientes enfrentará futuroenormes. serán, sin Somos duda, enormes. Somos plenamente de los sentimientos más profundos de todos vosotros, nuestros conscientes de los sentimientos más profundos de todos vosotros, súbditos. No obstante, es de losacuerdo dictadoscon dellos tiempo y del nuestros súbditos. Noacuerdo obstante,con es de dictados del destino tiempo por lo que abrir el camino era dehacia paz y delhemos destinoresuelto por lo que hemos resueltohacia abriruna el camino unalas erageneraciones de paz para todas las generaciones venideras, soportando para todas venideras, soportando lo insoportable y lo insoportable y sufriendo lo insufrible. sufriendo lo insufrible. El 28 de agosto de 1945, se inicia la ocupación norteamericana y, el 2 de septiembre, se firma la rendición a bordo del acorazado Missouri.

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El origen de la bomba at贸mica


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El origen de la bomba atómica

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l siglo XX no solo fue testigo de los avances científicos y técnicos más importantes de la historia de la humanidad, sino que vio cómo los nuevos hallazgos se iban sucediendo, uno tras otro, de forma acelerada. Pero, seguramente, el más importante de todos ellos tuvo que ver con las radiaciones atómicas que podían generar algunos elementos químicos. Las primeras aplicaciones de esos descubrimientos se produjeron en el terreno militar, y el verdadero campo de experimentación de su empleo y de sus efectos a largo plazo fue Japón. Todo comenzó en los últimos años del siglo XIX y muchos de sus protagonistas, de muy variadas nacionalidades, acabaron encontrándose en el Nuevo Mundo.

El siglo XX fue testigo de los avances científicos y técnicos más importantees de la historia de la humanidad. Seguramente, el más importante de todos ellos tuvo que ver con las radiaciones atómicas. En 1896, el francés Henri Becquerel constató, mientras estudiaba las características de los materiales fosforescentes, que las sales de uranio generaban unas radiaciones invisibles y diferentes de los rayos X, descubiertos un año antes por el alemán Wilhelm Röntgen. Sin embargo, hubo que esperar hasta 1911 para que el neozelandés Ernest Rutherford demostrara que esas emisiones, que se denominaron radiaciones alfa, beta y gamma, procedían del átomo de ciertos materiales y que este se componía de un núcleo de carga positiva y unos electrones de carga negativa que orbitaban a su alrededor, un verdadero microcosmos planetario. Curiosamente, ese mismo esquema ya había sido propuesto en 1904, aunque sin demasiada aceptación, por el japonés Hantaro Nagaoka (1865-1950). Las investigaciones llevadas a cabo por Rutherford le permitieron vislumbrar la enorme energía que podría desprenderse al bombardear un átomo de litio con partículas alfa. Sin embargo, en el año 1932, el mismo físico reconoció que aunque los experimentos que había realizado hasta entonces tenían un gran interés científico, todavía no permitían obtener energía de manera eficiente. Por el laboratorio que dirigía Rutherford en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, pasaron científicos como el danés Niels Bohr, que demostró en 1913 la estabilidad del modelo atómico propuesto por Rutherford; el inglés James Chadwick, descubridor del neutrón, y el estadounidense Robert Oppenheimer, director del programa de construcción de la bomba atómica. Por toda esa labor, Rutherford es conocido como el padre de la física nuclear.

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Rutherford es conocido como el padre de la física nuclear. A partir del descubrimiento en 1911 de la configuración del átomo por parte de Rutherford, los avances en el campo de la física atómica se van sucediendo vertiginosamente. Pero todos tienen un rasgo común: siempre topan con un límite aparentemente infranqueable que parece ser el último escalón de la materia. Sin embargo, en los sucesivos hallazgos, se consigue ir aún más allá de ese nivel en la escala infinitesimal. Década tras década, la continua e insistente inmersión en el universo atómico no ha cesado de descender más y más a unas profundidades de las que, todavía hoy, se desconoce dónde se encuentra su fondo. Pero veamos cuál fue la fascinante evolución de los descubrimientos que realizó una pléyade de científicos de todo el mundo que sentó los cimientos de una nueva era.

El descubrimiento de la fisión nuclear En 1925, el austríaco Wolfgang Pauli enuncia el denominado principio de exclusión, con el que se explica la estructura atómica y en concreto la distribución de los electrones. En 1930, Pauli demuestra teóricamente la existencia del neutrino, algo que hasta 1956 no pueden constatar experimentalmente los norteamericanos Clyde Cowan y Frederyk Reines. En 1932, el británico James Chadwick descubre la presencia en el núcleo atómico del neutrón, una partícula sin carga eléctrica que resultará ser la más idónea para bombardear los átomos de materiales pesados. Se estaba abriendo la puerta a la fisión nuclear, era el primer paso para la fabricación de una bomba atómica. Se denomina fisión nuclear a una reacción que logra dividir el núcleo del átomo de un elemento pesado en otros más pequeños, generando una enorme cantidad de energía. La célebre expresión de Einstein E=mc², puede servir para explicar de forma muy sencilla cómo muy poca masa puede liberar gran cantidad de energía. En esa fórmula, el factor «c» es la velocidad de la luz, es decir, 300.000 kilómetros por segundo, que al elevarse al cuadrado da la espectacular cifra de ¡90.000 millones! Si se multiplica cualquier cantidad por ese guarismo de once cifras se obtiene un resultado siempre muy alto en relación a aquella. Esa proporción también se mantiene en una fisión nuclear, fenómeno que están descubriendo por estos años los científicos europeos y que explica cómo unos pocos quilos de uranio pueden generar una explosión de gran intensidad si se consigue provocar su fisión nuclear. Eso es lo que ocurre en una bomba atómica. Tras el hallazgo del inglés, en 1934, el italiano Enrico Fermi decide bombardear átomos de diferentes elementos químicos con neutrones en vez de con partículas alfa, para inducir radiactividad. Es el principio de la fisión nuclear: si se irradia un núcleo de uranio con neutrones se emite más energía que la utilizada en esa acción. En 1938, Fermi recibe el Premio Nobel de física y, en enero de 1939, viaja con su familia a Estados Unidos para trabajar en la Universidad de Columbia. En ese mismo mes, Fermi conoce al húngaro Leó Szilárd, recién llegado al Nuevo Mundo desde Londres, a donde se había trasladado en el año 1933. En la capital británica, Szilárd conoció el informe de Rutherford de 1932, en el cual el científico neozelandés se lamentaba de los pobres resultados obtenidos en sus experimentos para la consecución de energía a partir de la radiación de átomos de litio con partículas alfa. Ante ese contratiempo, la intuición de Szilárd le hizo ver que eran los neutrones los que debían utilizarse para provocar una reacción nuclear en cadena, es decir, que se autoalimentaría a partir de la primera energía liberada. Era lo que más

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adelante se denominará fisión nuclear, algo aún desconocido en esos momentos. Sin embargo, a pesar de su brillante idea, los intentos que llevó a cabo Szilárd para provocar ese fenómeno no tuvieron éxito, por lo que, en 1936, decidió vender la patente de su experimento al Almirantazgo Británico para así garantizar el secreto de sus investigaciones. Dos años más tarde, en 1938, Szilárd recibe una invitación de la Universidad de Columbia para dirigir un equipo de investigación en su laboratorio de física, por lo cual, en enero de 1939, decide trasladarse a Nueva York. Como ya se ha dicho, allí conoce a Fermi, también recién llegado al mismo centro. En ese momento, ambos están al corriente de los recientísimos descubrimientos sobre fisión nuclear de los científicos germanos. Solo un mes antes, en diciembre de 1938, los alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann habían descubierto la fisión nuclear al bombardear núcleos de uranio con neutrones, hecho que dan a conocer y publican en una revista alemana ese mismo mes. El 13 de enero de 1939, la austríaca Lise Meitner y su sobrino Otto Frisch explican teóricamente ese experimento y afirman que es el resultado de una fisión nuclear, expresión que se utiliza por primera vez en los medios científicos. Tras analizar los resultados publicados por los europeos, Szilárd y Fermi llegan a la conclusión de que solo el uranio puede ser capaz de generar una reacción en cadena. Tras unas sencillas pruebas en la Universidad de Columbia, el 25 de enero de 1939, descubren que su hipótesis es acertada y que empleando ese método es posible generar una enorme cantidad de energía, la cual podría utilizarse tanto para producir electricidad como para crear armas. El mismo Szilárd reconoció más tarde que esa noche vislumbró, en una de sus frecuentes intuiciones, que el mundo entero estaba caminando hacia un futuro en el que la humanidad experimentaría enormes padecimientos. La noticia del descubrimiento teórico de los alemanes Hahn y Strasssmann se da a conocer en Estados Unidos el 26 de enero de 1939 gracias al danés Niels Bohr, por entonces profesor en la Universidad de Princeton. La comunicación se hace durante la inauguración de la Quinta Conferencia de Física Teórica de Washington. En el acto también participa Fermi, quien afirma que ha corroborado esa teoría en un experimento realizado el día anterior, el 25 de enero, con Szilárd y otros miembros del equipo de Columbia. El impacto de la noticia en la comunidad científica es enorme, pues con ella se desvela definitivamente la posibilidad real de utilizar la fisión nuclear en un arma. La reacción no se hace esperar. Szilárd intenta convencer a Albert Einstein, a quien había conocido en los años veinte en Berlín y por entonces uno de los más prestigiosos científicos del mundo, para que firme sendas cartas dirigidas al Departamento de Estado y al presidente Roosevelt. Su idea es informarles de la situación en que se encuentran las investigaciones sobre energía atómica y recabar soporte financiero para llevarlas a cabo. En su empeño lo ayudan dos colegas suyos también húngaros, Edward Teller y Eugene Wigner. En un primer encuentro de Szilárd y Wigner con Einstein, realizado el 12 de julio de 1939 en el domicilio del alemán, este reconoce que no había pensado en la posibilidad de crear bombas atómicas, pero acepta suscribir las cartas. En la primera, dirigida al Departamento de Estado, explica el alcance de los experimentos que llevan a cabo Fermi y Szilárd. El primer paso ya está dado, ahora solo queda notificarlo al presidente. Para ello necesitan algún intermediario, bien relacionado con la Casa Blanca, que haga llegar la misiva a su destino. Para esa tarea, se piensa en Alexander Sachs, un economista nacido en Lituania que había

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llegado a Estados Unidos en 1904, con solo once años. Sachs tiene fácil acceso a Roosevelt, pero comenta a Szilárd que, en su momento, él ya habló de las investigaciones sobre el uranio con el presidente y que Fermi le había comentado las escasas posibilidades de construir una bomba atómica. A pesar de ese precedente, acepta la propuesta de Szilárd de entregar una carta a Roosevelt, pero cree que en esta ocasión debería firmarla alguien con un prestigio científico incuestionable. Einstein parece ser la persona idónea. Sin más dilación, envían un mensaje a Einstein, explicándole sus intenciones.

La intervención de Einstein El 2 de agosto de 1939, se reúnen Szilárd, Teller y Einstein en casa de este en Long Island. Einstein les dicta la carta en alemán y Szilárd la traduce al inglés. Una vez transcrita, se envía a Einstein para su firma y el 9 de agosto llega de nuevo a manos de Szilárd, debidamente rubricada. Seis días más tarde la recibe Sachs, quien inmediatamente solicita audiencia a la Casa Blanca. Sin embargo, en esos momentos, la situación en Europa es más que crítica. El 1 de septiembre, Alemania invade Polonia y, como consecuencia, el encuentro de Sachs con Roosevelt no puede llevarse a cabo hasta el 11 de octubre. En la reunión están presentes altos mandos militares.

A finales de la década de los treinta, también Japón tiene un programa de investigación atómica. En la misiva de Einstein que Sachs entrega al presidente, el físico alemán le comunica que, enterado de los experimentos de Fermi y Szilárd, puede afirmar que, en un futuro inmediato, será posible provocar una reacción nuclear en cadena a partir del uranio, y que ese fenómeno generará una enorme cantidad de nuevos elementos radiactivos y permitirá construir una bomba extremadamente poderosa. En otro apartado de la carta, le recomienda que se establezcan contactos entre la Administración y los científicos que están llevando a cabo ese tipo de ensayos, y le alerta de que Alemania también está experimentando con uranio. Ese mismo año, en abril de 1939, el Gobierno germano había puesto en marcha su «Proyecto alemán de arma nuclear», que si bien se canceló momentáneamente, se reanuda en septiembre de ese mismo año. Precisamente, Alemania invade Polonia el primer día de ese mes, fecha que suele adoptarse como el inicio de la Segunda Guerra Mundial. A finales de la década de los treinta, también Japón tiene un programa de investigación atómica. Su director Yoshio Nishina (1890-1951) había conocido a Niels Bohr y Albert Einstein durante una larga estancia en Europa. En 1939, Nishina ya está al corriente de las investigaciones americanas sobre la fisión nuclear y, en 1941, su gobierno le encarga estudiar las posibilidades de construir un arma atómica japonesa. Sin embargo, al año siguiente, las autoridades niponas consideran que es improbable que Estados Unidos pueda desarrollar una bomba nuclear, por lo que abandonan el proyecto.

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El memorándum Frisch-Peierls También en 1939, en la Universidad de Birmingham, Inglaterra, el austríaco Otto Frisch y el alemán Rudolf Peierls descubren que, teóricamente, es posible crear una bomba de uranio de pequeño tamaño pero de tremendo poder. Curiosamente, el primer informe sobre esa teoría que envían a los científicos de Estados Unidos, no es tenido en cuenta por estos porque creen inviable utilizar uranio para esos fines. Sin embargo, en marzo de 1940, Frisch y Peierls deciden plasmar sus investigaciones en un artículo, en el que razonan y demuestran su teoría, para hacerlo llegar a las autoridades británicas y norteamericanas. En el memorándum de Frisch y Peierls se especifican todos los requerimientos técnicos para la construcción de un arma atómica. Incluso se incluyen cálculos que demuestran que la energía liberada por una bomba de cinco kilos equivaldría a la de varios miles de toneladas de dinamita. En dicho documento, entre otras cosas, se comenta que «Como arma, la superbomba sería prácticamente irresistible. No existe material o estructura que pueda soportar la fuerza de su explosión.» Se alerta sobre las investigaciones que está llevando a cabo Alemania, así como sus compras de uranio en el extranjero. Se recalca la necesidad de adelantarse a los germanos en la fabricación de ese nuevo tipo de arma. Se remarca que si los alemanes lograran fabricarla, no existiría ningún refugio contra ella que resultase efectivo y pudiera utilizarse a gran escala. «La respuesta más efectiva sería una contra réplica con una bomba similar.» El denominado memorándum Frisch-Peierls se convierte en la verdadera espoleta que desencadena todo el proceso de construcción de las bombas atómicas norteamericanas. Ante las evidencias que se desprenden del informe de Frisch y Peierls, la respuesta es ahora muy diferente. Apenas un mes más tarde, el 10 de abril de 1940, los ingleses crean el denominado Comité Maud para estudiar el «problema del uranio». Esa fecha marca el inicio del proyecto del Reino Unido para fabricar un arma atómica y el comienzo de su colaboración con Estados Unidos en esa misión. Los integrantes del Comité Maud son seis físicos y uno de ellos es James Chadwick. Sin embargo, ni Frisch ni Peierls son llamados para formar parte del esa comisión científica. Su condición de ciudadanos austríaco y alemán, respectivamente, los convierte en «oficialmente sospechosos», aunque más tarde ambos trabajarán, como integrantes del equipo británico, con los norteamericanos en Los Álamos. A partir del mes de mayo de 1940 y hasta julio de 1941, el Comité Maud redacta una serie de informes sobre la viabilidad de la construcción de una bomba atómica. Los dos últimos los redacta Chadwick y se firman el 15 de julio de 1941, justo antes de disolverse la comisión. En el primero de ellos, se informa de que una bomba atómica de doce kilos equivaldría a 1800 toneladas de TNT (trinitrotolueno) y provocaría tal cantidad de substancias radiactivas que convertirían la zona de la explosión en inhabitable durante un largo periodo de tiempo. En el segundo, se explican los usos pacíficos de la fisión del uranio para obtener energía. Todos esos informes se envían a Lyman Briggs, director de la Oficina Nacional de Normalización (National Bureau of Standars) en Washington, solicitando una contestación urgente en no más de dos semanas. Sin embargo, no se recibe respuesta. En esos momentos, Gran Bretaña ya estaba en guerra contra Alemania y la fabricación de una bomba atómica se convertía en un asunto urgente. Pero esa no era la situación en Estados Unidos, todavía una potencia neutral que llevaba a cabo las investigaciones sobre la fisión del uranio en equipos no militares en los laboratorios de la Universidad de Berkeley, dirigidos por Ernest Lawrence, de la Universidad de Columbia, a cargo de Enrico Fermi, y en el Instituto Carnegie

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de Washington, comandado por Wannevar Bush. No obstante, los ingleses son conscientes de que carecen de recursos suficientes para abarcar la totalidad del proyecto y de que resulta mucho más seguro y aconsejable trasladar al otro lado del Atlántico determinadas instalaciones.

Mientras tanto, si bien el proyecto americano contaba con todas las autorizaciones de Roosevelt, sus trabajos parecían desarrollarse a una velocidad casi desesperante. Eugene Wigner llegó a decir: «A menudo nos parecía que estábamos nadando en sirope.» Ante la falta de noticias de los norteamericanos, uno de los integrantes del Comité Maud, el australiano Mark Oliphant, vuela a Estados Unidos a finales de agosto de 1941. Será él quien se encargue de convencer a los estadounidenses de la imperiosa necesidad de fabricar una bomba atómica. Más tarde, Oliphant participará con el equipo de Lawrence en Berkeley en el Proyecto Manhattan.

Los antecedentes del Proyecto Manhattan La carta de Einstein, que había recibido el presidente Roosevelt el 11 de octubre de 1939, generó una serie de decisiones al más alto nivel que desembocaron en la formación de varios organismos, los cuales fueron sucediéndose unos a otros según los acontecimientos de cada momento. El primero de ellos fue el Comité Asesor Briggs sobre el uranio (Briggs Advisory Committee on Uranium), creado secretamente por mandato de Roosevelt y para el que se nombra como director al ingeniero y físico Lyman Briggs. El 21 de octubre de 1939, se celebró su primera reunión. Cuando los norteamericanos conocen el memorándum Frisch-Peierls y los primeros informes del Comité Maud, el ingeniero Wannevar Bush, un convencido defensor de la colaboración entre científicos y militares, decide reunirse con Roosevelt el 12 de junio de 1940, cuando los alemanes ya habían invadido Francia. En ese encuentro, lo convence para crear el Comité de Investigación de la Defensa Nacional (National Defense Research Committee), cuya misión debe ser «coordinar, supervisar y dirigir la investigación científica sobre los problemas subyacentes en el desarrollo, la producción y el uso de mecanismos y dispositivos de guerra.» La labor de Bush al frente de ese organismo se extiende desde el 27 de junio de 1940 hasta el 28 de junio de 1941 y se realiza en el más estricto secreto. Ese mismo día, el 28 de junio de 1941, se crea la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico (Office of Scientific Research and Development), dirigida igualmente por Bush. Cuando, a finales de agosto de 1941, el australiano Mark Oliphant llega a Washington para convencer a los estadounidenses de la imperiosa necesidad de fabricar una bomba atómica, encuentra en Bush el apoyo que buscaba. Oliphant descubre que Briggs no había hecho llegar a sus colaboradores los informes Maud, que se le habían enviado desde Londres en el mes de julio. Es en ese momento cuando, con la colaboración de Bush, Oliphant hace entender a los científicos norteamericanos que es posible crear una bomba de uranio y que Gran Bretaña está embarcada en ese proyecto, aunque sus recursos son insuficientes. Bush reconoce la importancia de la misión y da el definitivo impulso al proyecto de fabricación de un arma atómica. El 6 de diciembre de 1941, Bush convoca una reunión en la que se encomienda al físico Arthur Compton la dirección de un programa urgente de investigación sobre el uranio-235. En él se encarga al físico Ernest Lawrence, de la Universidad de Berkeley, el estudio de las técnicas electromagnéticas de enriquecimiento del uranio, y al químico Harold Urey, de la Universidad de Columbia, las de difusión gaseosa para el mismo fin. En ese momento se desconocía cuál sería la más efectiva.

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El 7 de diciembre de 1941, se produce el ataque de Japón a Perl Harbour y cuatro días más tarde, Alemania declara la guerra a Estados Unidos. El 18 de ese mismo mes, se crea el Comité S-1 del Uranio (S-1 Uranium Committee), que sustituye definitivamente al Comité Briggs, y se confía su dirección a Bush. Su meta urgente es fabricar una bomba atómica. En enero de 1942, Fermi y todo su equipo se trasladan al Laboratorio de Metalurgica de la Universidad de Chicago y en abril comienzan a diseñar un reactor nuclear con miras a utilizarlo en una bomba atómica. Es allí donde, el 2 de diciembre de 1942, se provoca la primera reacción en cadena inducida por el hombre. Durante los primeros meses de 1942, Bush no deja de incrementar el ritmo de los trabajos de investigación del Comité S-1 del Uranio, y siempre bajo su control. Con la entrada de Estados Unidos en la guerra, Roosevelt considera ya necesaria la cooperación con Reino Unido en el programa nuclear, por lo que envía una carta a Churchill con la oferta de correr con todos los gastos si ambos países trabajan conjuntamente. Sin embargo, Churchill piensa que, en ese momento, poco pueden aportar los americanos a su proyecto y no se muestra muy dispuesto a compartir con ellos sus conocimientos en la materia. Ante esa situación, en abril de 1942, Estados Unidos decide liderar en solitario el proyecto. A partir de esa fecha y durante todo el año, sus relaciones con los ingleses no son muy fluidas, hasta el punto de que los americanos acuerdan no entregarles más información sensible. A su vez, los británicos no tardan en tomar la misma decisión.

Una de las primeras decisiones que toma el nuevo Comité Ejecutivo S-1, a través de Compton, es solicitar al físico teórico Robert Oppenheimer que se haga cargo de las investigaciones. En mayo de 1942, Roosevelt crea el Grupo de Alta Política (Top Policy Group) formado por Bush, el científico James Conant, el vicepresidente americano Henry Wallace y el secretario de la Guerra, Henry Stimson. Esos expertos constatan que las exigencias de las investigaciones requieren realizar un gran número de trabajos de construcción. En una primera evaluación, estiman que son necesarios treinta y un millones de dólares para las labores de investigación propiamente dicha y cincuenta y cuatro para las de construcción de todo tipo. Por ello, deciden solicitar la cooperación de la División de Construcción del Cuerpo de Ingenieros del ejército, un estamento con gran experiencia en ese tipo de tareas y comandado por los generales Thomas Robins y Leslie Groves. El 17 de junio de 1942, el presidente Roosevelt aprueba esa propuesta. A partir de ese momento, el programa entra en una fase de estrecha colaboración entre científicos y militares. Ese mismo 17 de junio de 1942, se disuelve el Comité S-1 del Uranio y se crea el Comité Ejecutivo S-1 (S-1 Executive Committee), dirigido por el químico James B. Conant y formado por los físicos Lyman J. Briggs, Arthur H. Compton, Harold C. Urey, Ernest O. Lawrence y el químico Eger V. Murphee. Una de las primeras decisiones que toma el nuevo Comité Ejecutivo S-1, a través de Compton, es solicitar al físico teórico Robert Oppenheimer, que por entonces trabaja en el laboratorio de Berkeley con Lawrence, que se haga cargo de las investigaciones sobre neutrones rápidos. En su labor le asistirá el también físico John Henry Manley, quien en esos momentos se encuentra en

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El origen de la bomba atómica

el Laboratorio de Metalurgia de Chicago. Su misión será coordinar su investigación con la de los otros grupos de científicos que colaboran en el proyecto y que se encuentran repartidos en varios centros por todo el país. En ese momento, a mediados de 1942, todavía existen muchos aspectos teóricos y prácticos sin resolver, por lo que Oppenheimer convoca reuniones con los expertos de Chicago y Berkeley para intentar solventar los problemas con los que se enfrentan. En concreto, se conoce poco sobre el uranio-235 y mucho menos del plutonio, descubierto en febrero de 1941. En el ciclotrón de Berkeley, no se llegará a producir un par de miligramos de plutonio hasta diciembre de 1943.

El enriquecimiento del uranio El uranio natural que se encuentra en la naturaleza contiene un 99,284 % de uranio-238, un 0,711 % de uranio-235 y un 0,0085 % de uranio-234, es decir, está formado por tres tipos diferentes de isótopos. Hay que hacer notar que la mayoría de los elementos químicos poseen varios isótopos. Sin embargo, el uranio tiene una particularidad: sus isótopos son inestables, por lo que pueden transformarse en otros más estables emitiendo, durante ese proceso, una radiación. Por eso se dice que son radiactivos. Por otro lado, esa radiactividad puede ser natural o provocada por el hombre. Este último fenómeno es el que se logró generar en los experimentos llevados a cabo, fundamentalmente, en Estados Unidos entre 1939 y 1945. El denominado enriquecimiento del uranio consiste en aumentar la proporción del 0,711 % de uranio-235, que se encuentra en la naturaleza, hasta un porcentaje de entre el 3 % y el 5 %. Cuando se alcanza ese nivel, se dice que se ha obtenido uranio enriquecido. Con ese método se genera lo que se conoce como uranio empobrecido, un subproducto que no es más que uranio con un contenido inferior a aquel 0,711 % de uranio-235, generalmente entre el 0,2 % y el 0,4 %. Como consecuencia, el uranio empobrecido es menos radiactivo que el que se encuentra en la naturaleza. La alta densidad del uranio empobrecido lo hace muy adecuado para blindajes, mientras que el enriquecido se utiliza para armas, sistemas de propulsión y reactores nucleares. Para las armas nucleares se intenta que el porcentaje de uranio-235 sea el más alto posible. El mínimo es del 20 %, mientras que el ideal es del 90 %. A mayor porcentaje, con menos peso se libera más energía. La bomba de Hiroshima contenía sesenta y cuatro kilos de uranio enriquecido al 80 %. Las técnicas de enriquecimiento del uranio que se conocen a principios de la década de los cuarenta son de tres tipos: de difusión gaseosa o térmica, de centrifugación y electromagnética. Las de difusión gaseosa se empezaron a estudiar en el laboratorio de la Universidad de Columbia. En octubre de 1943, se inicia la construcción de una planta de separación isotópica por ese sistema y su producción comienza en febrero de 1945. El método de difusión térmica había sido investigado por el Laboratorio de Investigación Naval. El 24 de junio de 1944, Groves ordena la construcción de una central con ese método y en septiembre de ese año ya obtiene uranio-235. Inicialmente, la técnica de centrifugación, estudiada por Urey en la Universidad de Columbia, parecía idónea, pero en noviembre de 1942 se desecha a causa de los irresolubles problemas técnicos que genera. La electromagnética se desarrolla por Lawrence en la Universidad de Berkeley. En septiembre de 1943, Groves da la orden de construcción de una planta de enriquecimiento de uranio por ese sistema, en febrero de 1944 se inician sus obras y en octubre se realiza su primera prueba de control.

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El Proyecto Manhattan


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na vez que, en junio de 1942, Oppenheimer se encarga de la coordinación de las investigaciones científicas que se llevan a cabo en todo el país y Groves interviene en la gestión de los trabajos de infraestructuras que ejecutar por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, el programa nuclear norteamericano queda encarrilado definitivamente.

El 13 de agosto de 1942 se crea en Nueva York el Proyecto Manhattan y se designa como su director al general Leslie Richard Groves.

El siguiente paso se da el 13 de agosto de 1942, cuando se crea en Nueva York el Distrito de Ingeniería Manhattan (Manhattan Engineer District), más conocido como Proyecto Manhattan (The Manhattan Project), un nombre intencionadamente elegido por su ambiguo significado. No obstante, sus actividades no comienzan hasta el 17 de septiembre de 1942, cuando se designa como director de todo su organigrama al general de División (Major General) Leslie Richard Groves, reconocido por su excelente gestión de las obras de construcción del Pentágono; en ese momento todavía en marcha, pues no se finalizarán hasta enero de 1943. Durante su misión al frente del Proyecto Manhattan, Groves tendrá no pocos enfrentamientos con los científicos, aunque cuando finalice la contienda, casi todos reconocerán su labor como un factor decisivo en la consecución del objetivo encomendado. En el Proyecto Manhattan llegarán a trabajar más de 100.000 personas y se gastará el equivalente de 26.000 millones de dólares de 2015.

Oak Ridge La primera orden de Groves, ejecutada al día siguiente de su nombramiento, es comprar 1250 toneladas de uranio del Congo Belga, almacenarlas en Staten Island y elegir un lugar secreto donde desarrollar el proyecto, para lo cual se desplaza a Oak Ridge, en el estado de Tennessee. Allí se adquieren veintitrés hectáreas de terreno y se comienza a construir, además de las instalaciones científicas y técnicas, un centro para acoger a 13.000 trabajadores. Para el complejo de Oak Ridge se elige el nombre secreto de Site-X. En los diferentes reactores que se construyen en Oak Ridge se enriquece el uranio por tres procedimientos: difusión gaseosa, difusión térmica y separación electromagnética. La planta de Oak Ridge suministrará el uranio para la bomba de Hiroshima.

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El Proyecto Manhattan

Mientras se ejecutan esos primeros trabajos, Groves se reúne con Robert Oppenheimer, un reputado físico de la Universidad de California que lo impresiona por sus profundos conocimientos. Es, con él, con quien comenta la manera de acometer la construcción de un laboratorio donde se pueda construir y, sobre todo, probar la bomba atómica. La relación que mantendrá Groves con Oppenheimer a lo largo de todo el Proyecto Manhattan será mucho más fluida y estrecha que con el resto de científicos, y ya desde el principio no duda en consultarle muchas de sus decisiones. Oppenheimer, hijo de un solvente judío alemán emigrado a Estados Unidos en 1888, había estudiado, entre 1924 y 1927, en Cambridge, Reino Unido, y en Gotinga, Alemania, donde obtuvo su doctorado con solo veintitrés años. En Europa, el norteamericano conoció, entre otros, a Bohr, Pauli, Fermi y Teller. Cuando Oppenheimer regresa a Estados Unidos, primero pasa por Harvard y, en 1928, recala en el Instituto Tecnológico de California. Finalmente, se le ofrece un cargo de profesor en la Universidad de California en Berkeley. Allí trabaja, desde 1929 a 1943, en estrecha colaboración con Lawrence, creador del primer ciclotrón de la historia. A lo largo de su vida académica, realiza importantes investigaciones en física nuclear, teoría cuántica, astrofísica y espectroscopia, así como en teorías matemáticas relacionadas con la mecánica cuántica.

Los Álamos Finalmente, el 15 de octubre de 1942, ante la notable disparidad de opiniones que existe entre los investigadores respecto a cómo implementar sus experimentos para construir un arma atómica, Groves no duda en pedir oficialmente a Oppenheimer que sea el director del denominado Laboratorio Central Militar, a construir en un lugar todavía no elegido.


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

En busca de ese emplazamiento, el 16 de noviembre, Groves y Oppenheimer visitan Los Álamos, en el estado de Nuevo México, una zona que les parece idónea para ubicar ese laboratorio. El 25 de noviembre, se compran allí 22.000 hectáreas, parte de las cuales ya pertenecían al Gobierno federal. En el mes de diciembre, se inician los trabajos de construcción de los accesos y de las redes de instalaciones, y el 30 de noviembre de 1943 se finalizan todas las obras. Para el complejo de Los Álamos se elige el nombre secreto de Site-Y. Ahí se diseñará y construirá la primera bomba atómica de la historia. Cuando Oppenheimer es nombrado director científico del Proyecto Manhattan reúne a muchos de sus amigos y antiguos estudiantes. Szilárd, Fermi, Bohr, Frisch y Teller son algunos de ellos. Sin embargo, no logra convencer a Pauli, quien, a pesar de la gran amistad que existe entre ambos, rehúsa el ofrecimiento por sus convicciones pacifistas.

Hanford El Proyecto Manhattan tiene una segunda línea de investigación que se apoya en la idea de utilizar como elemento fisible plutonio, en vez de uranio. Se sabe que si se bombardea uranio-238 con neutrones, se produce una transmutación que genera, además de otros isótopos, plutonio-239. Así pues, en diciembre de 1942, Groves decide solicitar a la empresa química Dupont su colaboración para construir en Oak Ridge una planta piloto de plutonio, a partir de las instrucciones de Fermi y Compton. En marzo de 1943, comienzan las obras del reactor denominado X-10 y en noviembre se producen 500 miligramos de plutonio. Con la tentativa, se constata que si bien el tipo de reactor construido, refrigerado por aire, es de muy de rápida ejecución, no permite obtener las cantidades necesarias de material fisible.

Groves dirigió el Proyecto Manhattan y cuidó hasta límites casi inverosímiles el secreto de la misión. Nadie conocía qué construía, diseñaba o ensamblaba. Mientras tanto, los ingenieros de Dupont aconsejan que la definitiva central de plutonio se sitúe lejos de donde se produce el uranio, es decir, de Oak Ridge. En enero de 1943, Groves elige un nuevo emplazamiento que cumple todos los requerimientos exigidos: Hanford, en el estado de Washington. El código secreto que se le asigna es Site-W. En abril de 1943, se inician las obras de infraestructuras y alojamientos. Mientras, el equipo de Fermi diseña un nuevo reactor, refrigerado esta vez por agua y que, como está planeado, comienza a construirse en octubre. El nombre por el que se lo conoce es reactor B, el de mayor tamaño de los existentes hasta entonces. En esa época, el número de trabajadores que viven en los pabellones de Hanford supera los cincuenta mil. En febrero de 1945, la planta de Hanford suministrará la primera remesa de plutonio a Los Álamos. Durante los años en que Groves dirigió el Proyecto Manhattan, cuidó hasta límites casi inverosímiles el secreto de la misión. Nadie de los que trabajaban en ella, fuesen obreros, técnicos, militares e incluso empresas, conocía el uso que se iba a dar a los materiales o productos que construían, diseñaban o ensamblaban. Groves se encargó personalmente de que todos los

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que intervenían en su programa comprendieran en profundidad su labor, «pero nada más». Una apostilla que se demostró ser cierta cuando, al finalizar la contienda, todos los que habían participado en el Proyecto Manhattan, excepto los científicos de mayor rango, descubrieron sorprendidos en qué habían estado trabajando durante años.

El estado de las investigaciones en 1942 En octubre de 1942, Groves se dirige a Chicago, donde trabaja el equipo de Fermi, con la intención de pedirle una prueba de funcionamiento del reactor nuclear. Esa petición no hace más que aflorar las dudas que todavía tienen los científicos. Szilárd es el más reacio a que sus investigaciones queden condicionadas por los plazos que impone Groves. Mientras algunos científicos consideran que es el momento de comenzar a construirlo, otros creen que debe hacerse paso a paso. Finalmente, el 2 de octubre, Groves exige que en el plazo de una semana se decida qué tipo de reactor debe montarse. Hasta ese momento, en el laboratorio de la Universidad de Chicago, Fermi se dedicaba a estudiar un pequeño modelo del reactor para determinar el valor exacto de ciertos parámetros aún desconocidos, Szilárd buscaba el sistema de refrigeración más adecuado y A. Compton investigaba cómo obtener plutonio a partir del uranio. Uno de los mayores descubrimientos de los científicos de Chicago se produjo cuando, el 20 de agosto de 1942, el químico Glenn Seaborg logra aislar una mínima cantidad de plutonio que consigue cuantificar el 10 de septiembre. Al mismo tiempo, en otros centros de investigación se estaban analizando varios aspectos técnicos todavía no resueltos; como por ejemplo, la química del transuranio, los materiales más adecuados para absorber plutonio, la volatilidad de las reacciones y un largo etcétera. Pero ante semejante cantidad de alternativas, todavía insuficientemente validadas, se planteaba una incógnita: cómo trasladar todos esos procesos a un sistema de producción industrial. Precisamente, lo que exige Groves.

La colaboración con Reino Unido y Canadá En marzo de 1943, parece que las relaciones de Estados Unidos con el Reino Unido mejoran. Conant entiende que los científicos británicos pueden aportar sus conocimientos en algunas áreas del programa americano. En concreto, piensa que Chadwick y parte de sus colaboradores serían muy bien recibidos en el equipo encargado de la construcción de la bomba atómica en Los Álamos. Finalmente, en agosto de 1943, Roosevelt y Churchill se reúnen en Quebec y acuerdan reanudar la cooperación entre ambos países, a los que también se incorpora Canadá. James Chadwick es el primero de los británicos en viajar a Estados Unidos en noviembre de 1943 y a principios del año siguiente se traslada a Los Álamos. En diciembre de 1943, llega a Nueva York una amplia misión científica británica dispuesta a colaborar con sus colegas americanos. La forman Otto Frisch, Rudolf Peierls, el alemán Klaus Fuchs y el inglés Ernest Titterton. A principios de 1944, otros científicos europeos se incorporan al equipo. La aportación de Canadá al Proyecto Manhattan se centra en dos aspectos: la producción de agua pesada y el suministro de uranio natural. En enero de 1944, comienza a enviarse a Estados Unidos agua pesada producida en las instalaciones de Trail, en la Columbia Británica y, en el mes de mayo, ya se utiliza en el primer reactor construido en el Laboratorio Nacional de Argonne,

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en las afueras de Chicago. En él se emplea uranio natural, no enriquecido, y agua pesada (óxido de deuterio) como refrigerante y moderador. En ese momento, para esas dos tareas también se usaba helio y grafito, respectivamente, pero los investigadores estaban interesados en comparar ambos sistemas para elegir el más adecuado. Otra de las aportaciones de Canadá al programa estadounidense es el mineral de uranio. En la década de los cuarenta, las únicas minas de ese material que se conocen, además de las canadienses y las del estado de Colorado en Estados Unidos, son las de Checoslovaquia y las del Congo Belga, las de mayor producción de todas.

El mando único de Groves A partir de mayo de 1943, Groves toma las riendas de los trabajos de investigación y ejecución que llevan a cabo tanto la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico, dirigida por Bush, como el Comité Ejecutivo S-1, dirigido por Conant. Si bien esos organismos no se disuelven, oficialmente quedan inactivos. Sin embargo, tanto Bush como Conant y sus respectivos colaboradores siguen participando en el proyecto, aunque ahora bajo la dirección de Groves. El grueso del programa se lleva a cabo en los lugares mencionados, Oak Ridge, Hanford y Los Álamos, mientras que las investigaciones se realizan en los laboratorios de las universidades de Berkeley, Columbia y Chicago. El Proyecto Manhattan se organiza alrededor de cinco apartados: adquisición y procesamiento de uranio; separación isotópica del uranio; producción de plutonio; diseño, desarrollo y fabricación de la bomba; y prueba de la bomba y sus efectos.

En Los Álamos se encuentra el laboratorio central de todo el programa y el cuartel general desde donde se coordinan las tareas de los otros centros. Además, será allí dónde se construirá la bomba atómica. En Oak Ridge se llevan a cabo las labores encaminadas a descubrir el sistema más efectivo de enriquecimiento del uranio, a partir de los experimentos desarrollados en las universidades de Columbia y Berkeley y en el Instituto Naval Carnegie de Washington. Hanford es el lugar en el que se produce el plutonio de acuerdo con las investigaciones que llevan los científicos de la Universidad de Chicago. Y finalmente, en Los Álamos se encuentra el laboratorio central de todo el programa y el cuartel general desde donde se coordinan las tareas de los otros centros. Además, será allí donde se construirá la bomba atómica. A medida que el Proyecto Manhattan va adquiriendo más y más complejidad, se van incorporando nuevos centros de producción desperdigados por todo el país. Junto con los indicados, en Detroit, Michigan, se fabrica el gas difusor para enriquecer el uranio. En Milwaukee, Wisconsin, las bombas de presión para el uranio enriquecido. En Decatur, Alabama, los filtros también para el uranio enriquecido. Finalmente, en Lewiston, Tennessee, se almacenan los residuos nucleares.

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Los científicos europeos En su huida de los nazis, Bohr escapa de Dinamarca hacia Suecia y Gran Bretaña antes de llegar a Washington el 8 de diciembre de 1943. Tras una entrevista con Groves, visita a Einstein y Pauli en Princeton, y finalmente se dirige a Los Álamos. El científico danés solo realiza esporádicas visitas al Laboratorio Central que dirige Oppenheimer, quien, sin embargo, reconoce que su colaboración permite solucionar el problema de la activación de la reacción en cadena, lo que se denomina iniciador de neutrones modulado. Uno de los colaboradores más brillantes de Fermi en la construcción del reactor «neutrónico» en Chicago y Los Álamos es Szilárd. A medida que transcurre el tiempo, el húngaro se va desanimando como consecuencia de la pérdida de autonomía frente a la estricta dirección militar de Groves. Años antes, en enero de 1939, Szilárd ya había vislumbrado que una reacción nuclear en cadena podría utilizarse como arma e intuido las terribles consecuencias de su empleo. En julio de 1945, en un último intento, el húngaro redacta la conocida como petición Szilárd, una carta firmada por setenta científicos que trabajan en el proyecto Manhattan y dirigida al presidente Truman. En ella se propone que antes de emplear la bomba atómica contra población civil, se muestren sus devastadores efectos, haciendo una prueba real, a observadores japoneses y alemanes. El escrito nunca llegó a su destinatario. Desde 1939, el austríaco Otto Frisch trabaja junto con el alemán Rudolf Peierls en el departamento de la Universidad de Birmingham como integrantes del equipo británico del Proyecto Manhattan, pero en 1943 ambos parten hacia Estados Unidos para incorporarse al laboratorio de Los Álamos. En 1944, Frisch determina la cantidad exacta de uranio enriquecido necesaria para crear la masa crítica que permita la reacción nuclear en cadena de la bomba de Hiroshima. Como ya se ha dicho, en Los Álamos también trabajan Rudolf Peierls, Klaus Fuchs, Ernest Titterton y James Chadwick, entre otros. Sin la participación de esa pléyade de científicos europeos, el Proyecto Manhattan hubiera sido muy diferente.

Los últimos contratiempos El primer objetivo que se plantea Groves es construir un arma nuclear de plutonio, a la que se bautiza con el nombre de Thin Man, en alusión a Roosevelt. Las primeras muestras de plutonio se reciben en Los Álamos en abril de 1944. Sin embargo, surgen problemas: su reacción en cadena se inicia demasiado pronto, cosa que hace inviable su empleo en una bomba. En julio de ese año, Oppenheimer llega a la conclusión de que no puede emplearse plutonio, y en agosto propone otro diseño centrado en la implosión, al que se le da el apodo en código de Fat Man, esta vez como referencia a Churchill. Sin embargo, aparecen defectos en su blindaje que provocan fugas. Tras ello, en agosto de 1944, Oppenheimer reorganiza el laboratorio de Los Álamos para solventar los contratiempos detectados. En enero de 1945, ya se han superado los problemas científicos y técnicos que unos meses antes parecían irresolubles. No obstante, si bien ya es seguro que una bomba de uranio podrá fabricarse en un corto plazo, no ocurre lo mismo con la de plutonio. Una vez más, Groves marca una fecha límite para superar los obstáculos: el 1 de agosto. El 28 de febrero de 1945, tras ímprobos trabajos e investigaciones se logra construir un complejo pero eficiente mecanismo de implosión. Finalmente, después de meses de frustrantes fracasos,

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en febrero de 1945, el reactor de Hanford logra producir veintiún kilos de plutonio al mes, monto que se estima suficiente para un arma nuclear. Oppenheimer y Groves deciden acometer definitivamente la construcción de una bomba de plutonio, mucho más efectiva que una de uranio. Por otro lado, en marzo, ya se comienza a producir uranio en cantidad suficiente en la planta S-50 de Oak Ridge. En ese momento, Oppenheimer propone a Groves un ensayo real del arma nuclear de plutonio como la única forma de verificar su viabilidad. El nombre que le da a la prueba es Trinity.

Faltan seis meses El 12 de abril de 1945, fallece Roosevelt de una hemorragia cerebral. Lo sucede Truman, quien el 25 de abril recibe de Groves y Stimson un informe sobre el Proyecto Manhattan. Dos días más tarde, se reúne una comisión con el fin de fijar los blancos de las bombas atómicas. Inicialmente se seleccionan diecisiete ciudades, entre las que se encuentran Yokohama, Nagoya, Osaka, Kobe, Hiroshima, Kokura, Fukuoka y Nagasaki, pero algunas de ellas se desestiman por haber sido ya bombardeadas.

El 9 de mayo, se reúne la comisión militar para elegir los blancos: Kioto, Hiroshima, Yokohama y Kokura. Henry Stimson se opone a que Kioto sea uno de ellos y consigue que se opte solo por dos: Hiroshima y Kokura, y como alternativa Nagasaki. El físico Kenneth Bainbridge, que había trabajado con Lawrence en Berkeley y se había incorporado al equipo de Los Álamos en mayo de 1943, propone realizar un ensayo previo antes de la Trinity. Su idea es verificar los procedimientos que realizar, calibrar la instrumentación de control y medir algunos parámetros, como la onda de choque. Oppenheimer lo cree innecesario, pero acepta su propuesta. A principios de mayo de 1945, se monta el artefacto sobre una plataforma de madera de seis metros de altura y situada a unos quinientos del punto cero previsto para la prueba Trinity. La detonación se produce a las 4.00 del 7 de mayo de 1945 y la bola de fuego es visible desde el aeródromo de Álamo Gordo, a casi cien kilómetros de distancia. Algunos aparatos de medición no funcionan correctamente y la prueba permite constatar que deben mejorarse las comunicaciones telefónicas y por radio y que es necesario instalar un teletipo. El 9 de mayo, se reúne de nuevo la comisión militar para elegir los blancos. En esta ocasión se reducen solo a cuatro: Kioto, Hiroshima, Yokohama y Kokura. En una nueva reunión del día 28 se limitan los objetivos a Kioto, Hiroshima y Kokura. Sin embargo, el secretario de la Guerra, Henry Stimson se opone rotundamente a que Kioto sea uno de ellos y consigue que se opte solo por dos: Hiroshima y Kokura, y como alternativa Nagasaki. En ese mismo mes, se crea un comité científico, formado por Oppenheimer, Fermi y Lawrence y Compton, con la misión de detallar y explicar los efectos físicos, inmediatos y posteriores, de una explosión atómica, así como su impacto militar y político.

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El 10 de junio de 1945, llega a Tinian, en las islas Marianas la tripulación y los bombardeos B-29 encargados de lanzar las bombas atómicas sobre Japón. El día 24 de ese mes, Frisch confirma definitivamente que el diseño del núcleo de implosión ha superado todos los controles. A lo largo de julio de 1945, se ultiman en Álamo Gordo los preparativos para realizar la prueba definitiva del artefacto atómico, a la que Oppenheimer le dio meses antes el nombre en clave de Trinity. Para observar la explosión desde distintos puntos de vista, se han construido tres búnkeres situados a casi un kilómetro de la zona cero y en sentido norte, sur y oeste. El cuarto centro de observación es el propio campamento base, a dieciséis kilómetros de distancia. El día 12 llegan los componentes de la bomba y comienza su ensamblaje. El 14 se monta el artefacto en una torre metálica de treinta metros de altura. El 15 de julio, se instalan los detonadores para la prueba.

A las 5.30 de la madrugada del 16 de julio de 1945, estalla la primera arma atómica de la historia. Instantáneamente, el cielo se ilumina como si hubieran surgido varios soles. El 16 de julio de 1945, antes del amanecer, ya está todo dispuesto en un paraje desértico conocido como Jornada del Muerto, a unos trescientos ochenta kilómetros del cuartel general del Proyecto Manhattan en Álamo Gordo. Se ha previsto que la prueba atómica se lleve a cabo a las 4.00, pero media hora antes, a causa de una fuerte tormenta que podría provocar lluvia radiactiva, se decide retrasarla hasta las 5.30. A las 4.00 cesa el temporal y, finalmente, a las 5.00, se arma el dispositivo. Su potencia es de unas dieciocho mil toneladas de TNT. Entre los presentes se hallan Bush, Conant, Fermi, Groves, Lawrence, Oppenheimer y también Chadwick, de la delegación británica. En el búnker sur se encuentra Oppenheimer, quien segundos antes de la explosión apenas respira. Tenso, se aferra a un pilar del refugio. Mira ensimismado hacia la zona cero. Por los altavoces se oye: Now! («¡Ahora!»). A las 5.30 de la madrugada del 16 de julio de 1945, estalla la primera arma atómica de la historia. Instantáneamente, el cielo se ilumina como si hubieran surgido varios soles. En unos segundos, una invisible onda expansiva proyecta un aire abrasador con un estrepitoso rugido que alcanza quince kilómetros de distancia. A medida que la bola de fuego naranja y amarilla se propaga, otra nube más estrecha se levanta como una columna y empuja a la primera dándole forma de un hongo que asciende hasta más de doce kilómetros de altura. A 350 kilómetros de distancia, un grupo de mujeres de científicos, que no han dormido esa noche, ven la luz y escuchan el estruendo. A doscientos kilómetros, en Silver City, se rompen los cristales de las ventanas. En el campo base, Bush, Conant y Groves se dan las manos. Oppenheimer, tenso pocos segundos antes, relaja su rostro y dice: «Funcionó.» El general de brigada Thomas F. Farrell, que se encuentra en el mismo búnker que Oppenheimer, recuerda: «Todos parecían sentir que asistían al nacimiento de una nueva era, la Edad de la Energía Atómica.» ¿Qué pasó por la cabeza de Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, en ese momento? Según su hermano, Frank, solo exclamó It worked («Funcionó»), pero sobre lo que realmente

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pensó en ese instante histórico existen varias versiones basadas en declaraciones del propio Oppenheimer. En una de ellas, el físico comentó que le vino en mente la leyenda de Prometeo, castigado por Zeus por haber devuelto a los hombres el fuego que este les había robado. Pero, sin duda, la más conocida de todas es la que el físico norteamericano narró en una entrevista concedida a la cadena de televisión NBC en 1965 y que se incluyó en un reportaje titulado La decisión de lanzar la bomba. En ella, Oppenheimer cita un fragmento del BhagavadGuitá, un texto sagrado hinduista escrito en el siglo III a. C. Durante un larguísimo minuto, un estático primer plano de su cara muestra a un Oppenheimer demacrado, con la mirada baja y por momentos casi lloroso que relata con frases entrecortadas: […] supimos que el mundo no sería el mismo… unos pocos reían,… unos pocos lloraban,… la mayoría estaban en silencio… Recordé unas líneas del Bhagavad-Guitá,… Vishnu… intentando persuadir… al príncipe que… debe cumplir su deber,… para impresionarlo,… adopta su aspecto con mil brazos… y dice:... «Ahora me he convertido en la muerte, la destructora de mundos». Nada más concluir la prueba, un vehículo blindado con cinco centímetros de plomo y un sistema autónomo de suministro de aire, se dirige a la zona cero. La explosión ha dejado un cráter de más de setenta metros de diámetro. La torre metálica donde se montó la bomba ha desaparecido, solo unos hierros retorcidos surgen de unos bloques de hormigón empotrados en el suelo. La arena del desierto se ha convertido en un cristal de color verde jade. Ese tipo de «cristal atómico» se llamará más tarde trinitita, en alusión a Trinity. Concluida con éxito la prueba, la bomba de plutonio ya está lista para ser empleada contra Japón. Para la de uranio, no se realiza ningún ensayo. Será la que se lanzará sobre Hiroshima. Cuando entre el 17 y el 26 de julio de 1945 se reúnen en Potsdam, Truman, Stalin y Churchill, el presidente norteamericano ya tiene noticias del éxito de las pruebas del arma atómica en Nuevo México.

E = mc2 «Se ha hecho espantosamente obvio que nuestra tecnología ha superado a nuestra humanidad.» Albert Einstein

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E

l 16 de julio de 1945, zarpa de San Francisco el Indianápolis acarreando dos bombas atómicas con destino a Tinian, una de las islas Marianas desde donde se tiene previsto que despeguen los bombarderos encargados de la misión. El 26 de julio, llega a Tinian, donde deposita su carga secreta. El lanzamiento se fija para el 6 de agosto. Cuatro días más tarde, el Indianápolis es torpedeado y hundido por un submarino japonés en el Pacífico. De haber sido atacado en su viaje de ida, la historia habría cambiado su curso. El 6 de agosto, a las 0.37 hora de Japón (una hora más que en Tinian), despegan tres aeroplanos con destino Hiroshima, Kokura y Nagasaki para informar de las condiciones meteorológicas en esas ciudades. A las 0.51, lo hace el bombardero Top Secret con dirección a Iwojima (Iojima en japonés) como respaldo y en previsión de algún fallo mecánico del Enola Gay, el B-29 que despega a las 1.45 acarreando la bomba atómica con destino Hiroshima. A las 1.47, parte otro B-29, el Great Artiste, llevando dispositivos de investigación científica. A las 1.49, despega el B-29 Nº 91 con equipo fotográfico.

«Una potente luz azul lo invadió todo. Me metí debajo de la mesa, me tapé los oídos y los ojos. El edificio se desplomó y perdí la conciencia. Me despertaron los gritos de la gente pidiendo ayuda.» La voz de una testigo: Yoshiko Kajimoto, superviviente de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. A las 2.00, dos tripulantes del Enola Gay comienzan a activar la bomba Little Boy, tarea que finalizan quince minutos más tarde. A las 4.39, el Enola Gay se encuentra con sus aviones escolta. A las 5.05, los tres bombarderos sobrevuelan la isla de Iwojima en formación delta. A las 6.30, se abre el circuito eléctrico de la bomba y queda lista para el lanzamiento.

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A las 7.09, uno de los aviones meteorológicos inicia sus observaciones sobre Hiroshima y, a las 7.25, el Enola Gay recibe el parte. A esa misma hora, suenan las alarmas aéreas en la ciudad. A las 7.30, el Enola Gay asciende a 8.840 metros. A las 7.31, se suspende la alarma aérea. A las 7.47, se comprueba el fusible eléctrico de la bomba. A las 7.50, los dos aviones escolta se sitúan detrás del Enola Gay. A las 8.09, se vislumbra Hiroshima. A las 8.12, se llega al «punto inicial», a 25 kilómetros del objetivo. A las 8.15, el Enola Gay alcanza los 9.635 m de altitud. Su comandante divisa el objetivo, el puente Aioi, y activa el interruptor de lanzamiento. Segundos más tarde, abre la escotilla y se libera Little Boy… explotando la bomba atómica a 580 metros de altura y a 280 del punto fijado. A las 13.58, el Enola Gay aterriza en Tinian.

Al instante murieron unas 70.000 personas, pero, antes de seis meses, esa cifra ascendió hasta los 140.000.

LA BOMBA Antes de su detonación, la población de Hiroshima rondaba entre los 250.000 y 300.000 habitantes. Al instante murieron unas 70.000 personas, pero, antes de seis meses, esa cifra ascendió hasta los 120.000 o incluso 140.000. Los heridos estimados rondaron los 70.000, muchos de los cuales fueron falleciendo a lo largo de los años. A 6 de agosto de 2014, la cifra de fallecidos era de 292.325.

Little Boy La bomba Little Boy era de uranio, de unos 15 kilotones de TNT y estalló a las 8.16 del 6 de agosto de 1945.

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El Lanzamiento sobre Nagasaki


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

El Lanzamiento sobre Nagasaki

E

l día previsto para el segundo bombardeo atómico es el 11 de agosto de 1945, sin embargo, las previsiones meteorológicas aconsejan adelantarlo dos días. En la madrugada del 9 de agosto, a las 3.49, un avión B-29 llamado Bockscar despega transportando otra arma nuclear, la Fat Man. El objetivo es Kokura, una ciudad situada a unos doscientos kilómetros de Nagasaki. En caso de que la visibilidad no sea la adecuada, está previsto que el escuadrón se dirija hacia Nagasaki. El plan es muy semejante al concebido para Hiroshima días antes. Dos aviones de reconocimiento meteorológico y dos como acompañantes y escolta del bombardero que acarrea la bomba.

Como en Hiroshima, las alarmas aéreas de Nagasaki suenan a las 7.50 y a las 8.30 se anuncia que el peligro ha pasado... Sin embargo, la misión no se desarrolla tan perfectamente como la de Hiroshima. Una de las aeronaves de apoyo sufre un retraso de más de media hora. Tras una infructuosa espera volando en círculos, el comandante del Bockscar decide proseguir el vuelo sin ella. Cuando llega a la altura de Kokura, las nubes limitan la visibilidad. Ante esa nueva eventualidad, tal y como como se había planificado, el avión se dirige hacia el objetivo alternativo: Nagasaki. Pero el exceso de horas de vuelo, provocado por la demora de la nave de apoyo, ha reducido el nivel de combustible del bombardero más de lo previsto.

A las 11.01, se lanza la bomba atómica y 43 segundos más tarde explota a 469 metros de altura y a unos tres kilómetros del punto previsto. Como en Hiroshima, las alarmas aéreas de Nagasaki suenan a las 7.50. A las 8.30, se anuncia que el peligro ha pasado. A las 10.53, los radares japoneses vuelven a detectar aviones enemigos, pero esta vez no se emite aviso alguno por creer que se trata de simples vuelos de reconocimiento.

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El Lanzamiento sobre Nagasaki

A las 11.01, se lanza la bomba atómica y 43 segundos más tarde explota a 469 metros de altura y a unos tres kilómetros del punto previsto. El bombardero Bockscar no tiene combustible suficiente para llegar ni a Tinian ni a Iwojima, por lo que se dirige a Okinawa, donde aterriza con sus depósitos de carburante casi vacíos.

Instantáneamente murieron unas 40.000 personas, pero, antes de seis meses, ese número subió hasta los 110.000.

LA BOMBA Antes de la explosión nuclear, la población de Nagasaki oscilaba entre los 200.000 y 225.000 habitantes. Instantáneamente murieron unas 40.000 personas, pero, antes de seis meses, ese número subió hasta los 80.000 o incluso 110.000. Los heridos estimados rondaron los 25.000, muchos de los cuales fueron falleciendo a lo largo de los años. A 9 de Agosto de 2014 la cifra de fallecidos era de 165.409.

Fat Man La bomba Fat Man era de plutonio, de unos 20 kilotones de TNT y estalló a las 11.02 del 9 de agosto de 1945.

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El Lanzamiento sobre Nagasaki

Víctimas Es ciertamente muy difícil saber el número, incluso aproximado, de víctimas provocadas por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Por un lado, no se tienen datos muy exactos de la población real de esas ciudades antes de la hecatombe, a la que habría que sumar los miles de militares desplazados en la zona. Y por otro, muchas personas desaparecieron totalmente, sin dejar rastro alguno, consumidas por el fuego y las altas temperaturas. Las cifras que se ofrecen a continuación se han extraído de fuentes norteamericanas y japonesas sin tomar en consideración las más extremas. Por ello deben considerase conservadoras, tanto en lo que se refiere al número de habitantes de ambas ciudades como a la cifra de muertes directas acaecidas a lo largo de los años. Nunca se sabrá con certeza cuántos fallecimientos fueron causados directamente por las dos armas atómicas. La bomba Little Boy era de uranio, de unos quince kilotones de TNT y estalló a las 8.15 del 6 de agosto de 1945. Antes de su detonación, la población de Hiroshima rondaba entre los 250.000 y 300.000 habitantes. Al instante murieron unas 70.000 personas, pero, antes de seis meses, esa cifra ascendió hasta las 120.000 o incluso 140.000. Los heridos estimados rondaron los 70.000, muchos de los cuales fueron falleciendo a lo largo de los años. A 6 de agosto de 2014, la cifra de fallecidos era de 292.325. La bomba Fat Man era de plutonio, de unos veinte kilotones de TNT y estalló a las 11.02 del 9 de agosto de 1945. Antes de la explosión nuclear, la población de Nagasaki oscilaba entre los 200.000 y 225.000 habitantes. Instantáneamente murieron unas 40.000 personas, pero, antes de seis meses, ese número subió hasta las 80.000 o incluso 110.000. Los heridos estimados rondaron los 25.000, muchos de los cuales fueron falleciendo a lo largo de los años. A 9 de agosto de 2014 la cifra de fallecidos era de 165.409.

Daños materiales En los años treinta del siglo pasado, en Hiroshima, como en otras ciudades, ya se habían construido edificios de hormigón armado calculados para soportar los terremotos que periódicamente sacuden a Japón. Ese fue uno de los motivos por los que algunos de ellos, a pesar de estar situados cerca de la zona cero, no colapsaron totalmente. El otro, fue el hecho de que la bomba atómica de Hiroshima detonó a más de quinientos metros de altura, por lo que su bola de fuego se expandió también hacia el suelo reduciendo su propagación horizontal. Una vez finalizada la guerra, se decidió conservar los restos de un inmueble que se encontraba a solo unos ciento cincuenta metros del punto cero de la explosión nuclear y que había sido construido en 1915 para la Cámara del Comercio y la Industria de Hiroshima. Sus ruinas, unas pocas paredes y parte de la estructura metálica de su cubierta, se eligieron como foco principal del diseño del Parque de la Paz de Hiroshima y se les dio el nombre de Cúpula Genbaku. Las estimaciones de los daños materiales producidos por la bomba atómica en Hiroshima, como en el caso de las víctimas, tampoco son exactos. La superficie enteramente arrasada, con las pocas excepciones mencionadas, fue de unos doce kilómetros cuadrados. Todo el centro administrativo y comercial, así como las áreas residenciales desaparecieron en su totalidad, y solo quince edificios en esa zona, todos de hormigón armado, se mantuvieron en pie parcialmente. El fuego destruyó

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Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

completamente las construcciones de madera, los templos y la gran mayoría de las viviendas, convirtiéndolas en una gruesa capa de humeantes escombros. Según fuentes japonesas, de los 90.000 edificios que había en Hiroshima, desaparecieron 62.000, otros 6.000 sufrieron graves desperfectos y un número no contabilizado vio sus cubiertas y carpinterías afectadas. La orografía de Nagasaki, una ciudad portuaria flanqueada en parte por montañas, hizo que su bomba de plutonio, a pesar de ser más potente que la de uranio de Hiroshima, resultara menos destructiva. Gracias a su configuración geográfica, los efectos de la explosión quedaron confinados por las colinas vecinas y el número de edificios devastados totalmente fue menor que el de Hiroshima, un 40 % frente al 69 % de esta. En un radio de 1,6 kilómetros, a partir del hipocentro, la destrucción fue instantánea y total, pero los subsiguientes incendios arrasaron un área de más de seis kilómetros de diámetro. En Nagasaki no se produjo el efecto de lluvia negra, como sí ocurrió en Hiroshima, donde alcanzó una extensión de veinticinco kilómetros.

Efectos Los efectos de la explosión de una bomba nuclear son de dos tipos: instantáneos y diferidos. A diferencia de las armas convencionales, con las atómicas, los efectos retardados son superiores a los inmediatos. Estos se producen en los primeros microsegundos de la explosión y los más importantes, simplificando mucho, son las emanaciones ionizantes, la acción térmica, la onda de choque y el polvo radiactivo. Las principales secuelas diferidas son los incendios y la contaminación radiactiva.

A diferencia de las armas convencionales, con las atómicas, los efectos retardados son superiores a los inmediatos. En bombas de pequeño tamaño, como las japonesas, la ionización emitida instantáneamente por la fisión nuclear resulta letal para las personas en el plazo de una semana. En los primeros microsegundos, se generan radiaciones que viajan a la velocidad de la luz y que, a pesar de no tener un largo alcance, poseen un alto poder de penetración. No debe confundirse esta emisión, de alta intensidad, pero que decae rápidamente, con la radiactividad posterior, mucho más mortífera por su permanencia en el ambiente. En Hiroshima y Nagasaki, la radiación ionizante inicial fue la causante de la muerte de muchas personas al cabo de unos días de la detonación. El efecto térmico es consecuencia de la enorme bola de fuego que surge tras el fogonazo de la explosión nuclear. En ese instante, la temperatura en la zona cero se acerca a los 4000 grados centígrados, más que suficiente para fundir los metales y las rocas a centenares de metros. Tras la radiación ionizante mencionada, se libera una enorme cantidad de energía térmica que se convierte en una ola de fuego. En Hiroshima y Nagasaki, a cierta distancia del hipocentro, en algunos muros de piedra quedó grabado el perfil de objetos que actuaron como pantalla frente a la ola térmica e incluso la silueta de personas que en ese momento fallecieron materialmente volatilizadas. Ese destello de fuego, que se desplaza a casi la velocidad de la luz y que irradia un calor de miles de grados, es el preludio del siguiente efecto devastador: la onda de choque.

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La onda de choque que provoca una explosión nuclear es un fenómeno mucho más complejo que el producido por un arma convencional. Las enormes temperaturas, alcanzadas en los segundos previos a producirse este efecto, generan movimientos y reflujos de aire que aumentan las secuelas de la propia explosión y provocan no solo empujes horizontales, sino verdaderos remolinos que arrastran todo tipo de objetos. En Hiroshima, a medio kilómetro del punto cero, la presión se elevó a 19.000 kilos por metro cuadrado, el equivalente al peso de una columna de piedra maciza que tuviera esa base y casi ocho metros de altura. La velocidad de propagación de esa onda de choque fue superior a la del sonido, 1224 kilómetros por hora. Esos dos factores generaron una presión negativa alrededor del hipocentro que provocó un efecto succionador de consecuencias terribles. Todo tipo de objetos, vidrios, piedras, esquirlas, astillas, segundos antes simples capas de escombros, se convirtieron en verdaderos proyectiles contra las personas. El polvo radiactivo es el último de los efectos inmediatos. Las cenizas producidas por la explosión, altamente irradiadas, ascienden a más o menos altura según su peso. Mientras que las partículas más pesadas caen al suelo en poco tiempo, las más ligeras se mantienen en suspensión horas y horas, fenómeno que hace que las personas respiren ese aire contaminado. Si en ese momento llueve, sus efectos letales se acentúan; es lo que se denomina lluvia radiactiva.

Las consecuencias a largo plazo más destructoras son las provocadas por la radiactividad de los materiales. Los incendios, generados inicialmente por la bola ígnea de la explosión, suelen propagarse en cadena por varias causas: la presencia de vegetación, la propagación de los fuegos en las cocinas de las viviendas o la explosión de combustibles en las conducciones. Finalmente, las llamas se extienden rápidamente ayudadas por los fuertes vientos generados tras la detonación. En Hiroshima, a causa de todos esos factores, los incendios más intensos se produjeron entre las diez de la mañana, es decir dos horas después del fogonazo inicial, y la madrugada siguiente. Por ese motivo, se incluyen entre los efectos diferidos y no en los inmediatos.Las consecuencias a largo plazo más destructoras son las provocadas por la radiactividad de los materiales y subproductos que genera la reacción nuclear. En primer lugar, se contamina el terreno por la radiación ionizante instantánea y luego por los escombros y residuos radiactivos. Ese efecto perdura décadas. Otra secuela, todavía más difícil de combatir y de conocer dónde se producirá, es la contaminación radiactiva de la estratosfera. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki se crearon para provocar los mayores efectos destructivos de inmediato, pero no generaron efectos de radiación ambiental a largo plazo. Ello fue debido a que su fisión nuclear completó su serie radiactiva en el plomo, elemento inerte y estable. Esa es la diferencia respecto a las miles de explosiones atómicas realizadas por las potencias mundiales a partir de 1946, en las cuales, una vez el polvo radiactivo emitido alcanzó la estratosfera, permanecerá allí décadas y décadas desplazándose por todo el globo, hasta que las condiciones atmosféricas, es decir, la lluvia lo haga caer en cualquier lugar del planeta.

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La voz de una testigo


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

La voz de una testigo Por Ima Sanchís Jost

«No sé si fue peor morir o sobrevivir»

N

ació en Hiroshima hace ochenta y cuatro años y no salió de allí hasta que sus nietos la empujaron a contar su historia. La historia en primera persona de la devastación de la bomba atómica que la señora Kajimoto narra como si hubiera ocurrido ayer. Probablemente para ella y para muchos de los hibakusha (supervivientes de las bombas atómicas) es una imagen recurrente tras las horas de sueño. Haber estado en el infierno es algo demasiado extremo como para que su recuerdo no te visite a diario. El único consuelo es tratar de evitar que vuelva a suceder, advertir a los ciudadanos del mundo de cuál es el alcance del horror. Las bombas atómicas que lanzó Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki mataron a 220.000 personas y su efecto radiactivo todavía persiste. Sin embargo, en la actualidad nueve países se reparten 19.000 armas nucleares, unas 2000 de ellas en estado de alerta instantánea. La mayoría de esas armas son decenas de veces más potentes que la bomba de Hiroshima. Ellos, como nosotros, tampoco la esperaban. Yoshiko Kajimoto quería ser maestra, la guerra y la bomba atómica truncaron su vida. Hoy, de alguna manera se ha convertido en maestra, su asignatura es la paz.

Yoshiko Kajimoto, superviviente de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

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La voz de una testigo

¿Cuál es el recuerdo más poderoso de su infancia? Soy la mayor de tres hermanos, me recuerdo llevando siempre al pequeño en mi espalda, orgullosa de ser útil, pero sobre todo del amor que sentía mi padre por mí. Yo era su preferida, estábamos muy unidos, era el único padre que acompañaba a su hija al instituto. Tuvo una infancia feliz. Muy feliz, hasta que la guerra lo cambió todo. Comenzó cuando yo tenía diez años, recuerdo que el Gobierno insistía en que era una guerra justificada y que debíamos luchar por el bien del país. ¿Por el bien del país tantas vidas truncadas?... No debe repetirse jamás. Cuatro años después vino lo peor. Sí, yo tenía catorce años, todos los estudiantes trabajábamos en la maquinaria de guerra. Yo lo hacía en una fábrica de piezas de aviones a 2,3 kilómetros de Hiroshima, la capital. La bomba atómica me pilló en la fábrica. ¿Qué recuerda? Una potente luz azul lo invadió todo. Me metí debajo de la mesa, me tapé los oídos y los ojos. El edificio se desplomó y perdí la conciencia. Me despertaron los gritos de la gente pidiendo ayuda. Estaba todo oscuro, pero palpé una pierna que estaba delante de mí; era una amiga y compañera y estaba viva. Consiguió salir. Estaba llena de cenizas, no podía respirar y tenía una pierna aprisionada. Pensé que moriría quemada, sabíamos que el edificio contenía material inflamable, «¿Por dónde empezaré a quemarme?» me preguntaba. Fue horrible. ¿Cuántas veces ha revivido ese momento? Demasiadas, es un recuerdo que me persigue. Mi amiga vio luz, tiré de mi pierna atrapada con todas mis fuerzas y nos arrastramos. Tenía la pierna y un brazo destrozados, pero no sentía dolor, solo un miedo terrible. Cuando conseguimos salir, vimos que no quedaba nada de la ciudad. Era un día de agosto, pero el sol había desaparecido. Estaba todo oscuro y en silencio. Olía a pescado podrido. ¿Silencio? Sí, absoluto. Salieron seis personas de la fábrica, eran como monstruos de sangre y ceniza. A mí se me veían el hueso del brazo y el de la pierna. Intentamos apartar los escombros para rescatar a los sobrevivientes, que parecían muñecos de trapo con las piernas y los brazos al revés. El hipocentro de la bomba cayó en la ciudad. Empezaron a aparecer personas que venían de allí, supervivientes que parecían zombis: la piel les colgaba, el cuerpo quemado, los brazos extendidos hacia delante para no rozarlos, la mirada perdida. Me asustaban. Había madres, todas quemadas, con sus bebés muertos en los brazos que gritaban cosas sin sentido. Qué horror. Y niños llenos de cristales clavados porque ese día había 8200 estudiantes trabajando en la calle, abriendo caminos, reconstruyendo edificios. Murieron 6300. De repente un edificio empezó a arder e improvisamos camillas para evacuar a un parque cercano a todos los que pudimos salvar. Caminábamos descalzos pisando trozos de cuerpo y de piel. Recuerdo la sensación como si fuera hoy.

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¿Podía usted ayudar en las condiciones en las que estaba? Todos estábamos heridos. Pasamos la noche junto a un río. Al día siguiente, los cuerpos comenzaron a descomponerse y a llenarse de gusanos. Había que quemarlos en grandes fosas comunes. Era un mar de sangre, un infierno. ¿Encontró a su familia? Volviendo a casa me encontré con mi padre que había estado buscándome durante tres días. Lloramos abrazados horas y horas. Llevaba una bolsa con ropa limpia para mí y una bola de arroz que mi madre guardaba para un día especial. «Dásela aunque esté muerta» le dijo. Llevábamos cuatro años sin probar el arroz. ¿Toda su familia se había salvado? Sí, porque vivíamos a las afueras de Hiroshima. Yo pasé un mes en la cama. Mi abuela me sacaba los gusanos del brazo y de la pierna con los palillos porque no había médicos, la mayoría habían muerto. Al cabo de un año y medio, mi padre empezó a sacar sangre por la boca y murió. Nadie conocía las consecuencias de las radiaciones y la gente que fue a buscar a sus familiares cerca del hipocentro fueron muriendo todos. ¿Su padre murió por ir a buscarla a usted? Sí, estuvo expuesto durante tres días a la radiación residual, pero no lo supe hasta diez años después, nadie hablaba de eso. Mi madre también estuvo enferma durante diez años y yo desarrollé un cáncer. Tuve que trabajar a destajo para pagar los gastos médicos de mi madre y para sacar adelante a mis hermanos, había días que no tenía nada que darles de comer. ¿Hubo algo bueno en esos años? No. Incluso me llegué a plantear acabar con mi vida y con la de mis hermanos antes de que murieran de inanición. Cuando mi hermano pequeño ya estaba en la secundaria, me casé. ¿Enamorada? Sí. La gente que habíamos recibido radiación éramos discriminados por miedo al contagio. Mi marido era de un pueblo más lejano, pero desde el primer momento le dije que yo estaba afectada por la radiación y no le importó. Qué duro y difícil todo. En aquellos momentos yo odiaba a los Estados Unidos, las bombas atómicas y al Gobierno de Japón. No sé si fue peor morir o sobrevivir. Sufrí mucho cuando mis hermanos, ya mayores, me dijeron que mi padre había muerto por ir a buscarme. Fueron crueles. Todos acumulábamos rabia en nuestros corazones. Ese odio que guardaba se disipó cuando empecé a dar conferencias sobre mi experiencia como superviviente de la bomba atómica. Mi primera conferencia en Estados Unidos fue en un instituto, al acabar un niño se me acercó y me preguntó: «¿Nos odias?». ¿Le mintió? No, le dije que estaba luchando para superarlo, entonces el niño me dijo: «Perdón», y mi odio desapareció. ¿Qué ha entendido del ser humano? Creo que individualmente las personas son buenas, he podido comprobarlo en mis viajes por

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La voz de una testigo

todo el mundo, pero, en conjunto, la humanidad, siempre está sumida en guerras. Es un misterio que no logro entender. Temo a esos políticos que no han vivido la guerra. ¿Hoy tiene más miedo que odio? El odio genera odio. Perdonar y tener paciencia es un esfuerzo, una disciplina que deben aplicar no solo las naciones, también cada persona, con los enemigos, con los amigos y con la familia. El perdón sana. ¿Volvió a ver a la amiga con la que consiguió escapar de la fábrica? Sí, pero hoy todos aquellos estudiantes que en su día sobrevivieron están muertos. Murieron de cáncer. Mis tres hermanos también padecen cáncer, de hecho el pequeño, con cáncer de pulmón, me dijo antes de que iniciara esta gira: «Espero aguantar vivo hasta que vuelvas». Usted es fuerte. No, no lo soy. Lloro a menudo. ¿Qué piensa de la vida y de la muerte? No temo a la muerte porque sé que mi padre me está esperando en el otro lado. Ya he cumplido con mi vida, todos mis nietos están casados, la única obligación que me queda es transmitir el mensaje de la tragedia de la bomba atómica, advertir a la población del mundo del peligro. ¿Ha sido feliz en su vida? Ahora es el momento más feliz de mi vida. Mi marido murió hace quince años y tres años después mi suegra, ya no tengo que cuidar de nadie, ya no tengo responsabilidades, tengo libertad para viajar. ¿No tiene usted un excesivo sentido de la responsabilidad? Desde que soy muy pequeña he tenido que cuidar de mis hermanos y después de los hermanos de mi marido. Fueron mis nietos los que me impulsaron para que contara al mundo mi historia. Me siento muy agradecida de que la gente me escuche, en especial los niños. Es usted una heroína. Por el hecho de haber sobrevivido a la bomba atómica, cuando doy conferencias, me tratan de maestra, pero yo no he hecho nada especial y me da vergüenza ese trato. Perdone, usted es una maestra de amor, ha cuidado de sus padres, hermanos, marido, suegra, cuñados… Debemos cuidarnos los unos a los otros en lugar de destrozarnos. He padecido de cáncer de estómago, mi salud es delicada, pero creo que todavía puedo ser útil a la gente.

Ima Sanchís Entrevista

Periodista. Viajó por el mundo como reportera (textos y fotos) fundamentalmente realizando temas sociales. Ha colaborado con diversas publicaciones y con programas de radio de índole nacional. En el año 1997 creó la sección de «La Contra», las entrevistas que diariamente aparecen en la contraportada de la Vanguardia, sección que ha recibido múltiples premios. Es profesora de periodismo en la Universidad Internacional de Catalunya y tiene publicado varios libros.

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Parques y museos de la paz


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

Parques y museos de la paz En todos ellos se pueden contemplar, en toda su crudeza, los estragos causados por las bombas atómica.

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e denomina así los parques y museos construidos en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki para conmemorar los sucesos acaecidos tras su bombardeo con sendos artefactos nucleares. En todos ellos se pueden contemplar, en toda su crudeza, los estragos causados por las bombas atómicas, a través de un amplio material gráfico y audio visual que muestra unos acontecimientos que cambiaron el curso de la guerra y marcaron el inicio de la Era Atómica.

Hiroshima Nagasaki



Hiroshima Hiroshima Peace Memorial Museum Zona cero Parque de la Paz de Hiroshima Cenotafio para las víctimas de la bomba atómica Llama de la paz Cúpula de la Bomba Atómica Monumento por la Paz de los niños


Parques y museos de la paz

Hiroshima Peace Memorial Museum

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l Museo de la Paz de Hiroshima, inaugurado en 1955 según proyecto del arquitecto Kenzo Tange (1913-2005), es uno de los lugares que todo el mundo debería visitar al menos una vez en la vida. Sus salas se centran principalmente en lo acontecido en Hiroshima tras la fatídica fecha del lanzamiento de la primera bomba atómica, el 6 de agosto de 1945. El museo está formado por dos inmuebles. En el denominado edificio este, se exponen maquetas y fotografías que permiten entender la historia de la ciudad antes y después del bombardeo. También se muestra de forma muy clara la situación actual del arsenal nuclear en los diferentes países y las actividades que se llevan a cabo en Hiroshima para fomentar la paz. En el edificio oeste, se exhiben pertenencias de las víctimas y otros materiales que atestiguan claramente los devastadores efectos de la bomba atómica.

Como llegar

1-2 Nakajima-cho, Naka-ku, Hiroshima 730-0811, Japón. http://www.pcf.city.hiroshima.jp/outline/ outlineTop_S.html

Horario

De 8.30 a 18.00. Durante el mes de agosto de 8.30 a 19.00. De diciembre a febrero de 8.30 a 17.00. Cerrado desde el 29 de diciembre al 1 de enero. El museo está siendo rehabilitado profundamente, por lo cual el edificio este permanecerá cerrado hasta primavera de 2016. A continuación, el oeste lo estará hasta primavera de 2018.

Desde la estación de Hiroshima, tómese uno de los tranvías «2» o «6» hasta la parada Genbaku-domu mae, a pocos metros de la entrada al museo.

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Zona cero

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as explosiones de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki se produjeron a varios cientos de metros de altura. El punto del terreno situado en la vertical de la detonación en el aire de un artefacto nuclear, como el de las dos urbes japonesas, se denomina técnicamente hipocentro y, desde los experimentos del proyecto Manhattan comentados en este artículo, también zona cero. Hay que remarcar que cuando se habla de terremotos, hipocentro es el lugar bajo tierra donde se genera el seísmo, mientras que el punto de la superficie situado en su vertical se conoce como epicentro. Es decir, si se trata de movimientos sísmicos, el hipocentro se halla bajo tierra. Sin embargo, si se habla de una explosión nuclear, dado que esta se produce en el aire, el hipocentro se encuentra a nivel del terreno. Esta aparente contradicción entre ambos entornos, el sísmico y el de las explosiones nucleares, puede producir a veces cierta confusión. En este artículo denominamos hipocentro a las zonas cero de ambas ciudades,

Como llegar

1-5-25 Ote-machi, Naka-ku, Hiroshima 730-0051, Japón. es decir, un punto situado a nivel del terreno y en la vertical del de estallido del artefacto atómico. La bomba de Hiroshima detonó a casi seiscientos metros de altura, justo en la vertical del Hospital Shima, el hipocentro exacto de explosión nuclear. El edificio quedó totalmente arrasado y las ochenta personas que se hallaban en su interior fallecieron al instante. Casualmente, el director del centro y una enfermera se salvaron por haberse trasladado el día anterior a otra clínica fuera de la ciudad. El hospital Shima se abrió de nuevo en el mismo emplazamiento en el año 1948. Actualmente, la clínica está dirigida por el nieto de su fundador y cerca de su entrada se ha colocado una placa conmemorativa.

A solo un par de minutos desde la Cúpula de la Bomba Atómica.

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Parque de la Paz de Hiroshima

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l Parque de la Paz de Hiroshima fue 1-2 Nakajima-cho, Naka-ku, encargado al arquitecto Kenzo Tange Hiroshima 730-0811, Japón. (1913-2005) en 1949 para incluir en él un museo y un cenotafio conmemorativos. La configuración y diseño del conjunto se pensó para enmarcar, adecuadamente y desde lejos, la visión del único edificio situado muy cerca de la zona cero que no quedó totalmente destruido, el denominado Cúpula de la Bomba Atómica. El museo y ambos monumentos se inauguraron en 1955, pero desde entonces se han ido incorporando al parque nuevos elementos que rememoran las consecuencias del bombardeo de la ciudad. Todos los años, el 6 de agosto a las 8.15, la hora de la deflagración atómica, se celebra en el parque una multitudinaria ceremonia en la que se guardan unos minutos de silencio en memoria de las víctimas. En el recinto del parque pueden visitarse el museo y los siguientes monumentos.

Como llegar

Desde la estación de Hiroshima, tómese uno de los tranvías «2» o «6» hasta la parada Genbaku-domu mae, a pocos metros de la entrada al museo.

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Cenotafio para las víctimas de la bomba atómica Parque de la Paz de Hiroshima Situado en el centro del parque, el cenotafio está formado por una arco con forma parabólica que cubre un bloque de granito con la inscripción «Descansad en paz, pues jamás se repetirá el error». En su interior se guarda una lista de las víctimas de la bomba atómica, la cual se sigue actualizando con cada superviviente del bombardeo que fallece. El número de víctimas inscritas en 2014 fue de 292.325 personas.

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Llama de la paz Parque de la Paz de Hiroshima La llama de la Paz es un sencillo pedestal, diseñado también por el arquitecto Kenzo Tange, que se encuentra situado frente al cenotafio, en el otro extremo del estanque que los separa. Su forma recuerda a dos manos abiertas hacia arriba que recogen una llama con un valor simbólico diferente del de otros monumentos del parque. Encendido en 1964, su fuego no se apagará hasta que desaparezcan por completo todas las armas nucleares de faz de la Tierra.

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Cúpula de la Bomba Atómica Parque de la Paz de Hiroshima La Cúpula de la Bomba Atómica fue la única edificación situada cerca de la zona cero, a unos ciento sesenta metros, que permaneció parcialmente en pie después del bombardeo. Ninguno de los treinta empleados que trabajaban en su interior sobrevivió a la explosión. De sus paredes de ladrillo, piedra y hormigón solo resistieron la deflagración atómica unas pocas, mientras que su cubierta, tejado y ventanas desaparecieron totalmente, quedando únicamente el esqueleto metálico de su cúpula principal, elemento que le dio el nombre por el que se conocen sus restos desde entonces: la Cúpula de la Bomba Atómica. El edificio original se había construido en el año 1915 para la Exposición Comercial de la prefectura de Hiroshima, según proyecto del arquitecto checo Jan Letzel. Más tarde, su uso y nombre cambiaron varias veces, aunque siempre estuvo relacionado con actividades comerciales e industriales de la región de Hiroshima.

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Monumento por la Paz de los niños Parque de la Paz de Hiroshima Uno de los monumentos del parque más conocidos y visitados es el que se levantó en 1958 en recuerdo de la niña Sadako Sasaki. Sadako solo tenía dos años cuando la bomba atómica estalló sobre Hiroshima. Como consecuencia de la radiación, en 1954, se le diagnosticó leucemia, tras lo que fue internada en un hospital. En agosto de 1955, diez años después de la explosión nuclear, le visitó en su habitación su mejor amiga, quien le regaló una grulla que ella misma creó doblando una hoja de papel dorado delante de Sadako. Una antigua creencia popular japonesa narra que si se consigue hacer 1000 origami con forma de grulla puede pedirse un deseo que será concedido. Es la tradición denominada senbazuru, cuyo origen se remonta a leyendas taoístas que consideran que esa ave simboliza la inmortalidad. Todavía hoy, en todo Japón se regalan grullas de papel a los bebés y a los recién casados como augurio de longevidad, o a un enfermo para desearle pronta recuperación. A partir de aquel día, Sadako comenzó a crear figuras de grullas con todos los papeles que podía conseguir en el hospital y con los que su amiga le traía cuando la visitaba. Su propósito era reunir las mil que se mencionaban en la tradición. Sadako murió el 25 de octubre de 1955, cuando había conseguido hacer más de 1300. Sin embargo, se extendió la creencia de que solo había finalizado 644, motivo por el cual sus compañeros de clase decidieron hacer en su honor miles de grullas de papel y organizar una colecta para levantar un monumento a su antigua condiscípula y amiga. El monumento a Sadako se inauguró el 5 de mayo de 1958 y está formado por tres esculturas creadas por Kazuo Kikuchi (1908-1985) y una base con forma de esbelta cúpula diseñada por Kiyoshi Ikebe (1920-1979). La estatua de Sadako, situada sobre ese pedestal, parece sostener con los brazos abiertos una grulla con sus alas desplegadas, a punto de emprender el vuelo. A media altura, dos imágenes de un niño y una niña simbolizan el futuro. Bajo la bóveda cuelga una grulla dorada, como la que regaló su amiga a Sadako, que tintinea al viento, igual que esos pequeños carillones japoneses denominados furin. El monumento se conoce como la Torre de las mil grullas. En el suelo, grabada sobre un brillante monolito de piedra reza esta inscripción:

Kore wa bokura no sakebi desu. Kore wa watashitachi no inori desu. Sekai ni heiwa o kizuku tame no.

Este es nuestro grito. Esta es nuestra oración. Construyamos la paz en el mundo. 74


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Nagasaki Nagasaki Atomic Bomb Museum Zona cero Parque de la Paz de Nagasaki Iglesia de Urakami


Parques y museos de la paz

Nagasaki Atomic Bomb Museum

E

l actual edificio del museo se construyó en 1996, fecha del quincuagésimo aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad, para remplazar al denominado Nagasaki International Culture Hall, inaugurado en 1955 y que hasta entonces albergaba documentos y objetos relacionados con la explosión atómica. La exposición permanente del museo consta de cuatro zonas. En la primera de ellas, mediante objetos e imágenes de la época, se muestra la vida y costumbres de los habitantes de la ciudad antes de la debacle atómica. En la segunda se ofrecen vistas de la ciudad tras la explosión. Destaca una maqueta de cómo quedó la ciudad tras la deflagración, además de una serie de documentales sobre el artefacto nuclear. Las dos últimas zonas plantean temas relacionados con la guerra nuclear y un mundo sin armas atómicas.

Como llegar

7-8 Hirano-machi, Nagasaki 852-8117, Japón. http://nagasakipeace.jp/english/abm.html

Horario

Del mes de septiembre al de abril, de 8.30 a 17.30. Del 7 al 9 de agosto, hasta las 20.00. Resto del año, de 8.30 a 18.30. Cerrado del 29 al 31 de diciembre.

Desde la estación de Nagasaki, tómese uno de los tranvías «1» o «3» hasta la parada Hamaguchi-machi, a pocos metros del museo. En taxi se tarda menos de diez minutos.

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Zona cero

E

l 9 de agosto de 1945, la bomba atómica 9-44 Matsuyama-machi, de Nagasaki explotó a unos quinientos 852-8118, Japón. metros de altura sobre Matsuyamamachi. Desde esa fecha y hasta hoy, Japón es el único país del planeta en haber sido bombardeado por un artefacto nuclear, y dos veces. En el momento de la deflagración, se estima que en el suelo la temperatura superó los 3500 grados Celsius. Actualmente, en la zona cero de Nagasaki se levanta un sobrio monolito de brillante granito negro que conmemora aquel fatídico instante. Junto a ese monumento se han preservado parte de los restos de un muro de ladrillo y un arco de piedra de la antigua catedral de Urakami, hoy reconstruida no muy lejos de ahí.

Como llegar

La zona cero, o hipocentro, se encuentra a mitad de camino entre el Museo de la Bomba Atómica y el Parque de la Paz, a unos cinco minutos andando de ambos. Desde la parada Matsuyama-machi del tranvía, se tarda algo menos.


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Parques y museos de la paz

Parque de la Paz de Nagasaki

E

l Parque de la Paz de Nagasaki se encuentra a unos diez minutos andando desde el Museo de la Bomba Atómica y a escasos cinco desde el monolito de la zona cero. Su acceso se realiza a través de unas escaleras mecánicas que desembocan frente a una fuente circular que marca el inicio del camino empedrado que atraviesa todo el recinto hasta llegar a una explanada ante una gran estatua. Construida en 1969, el estanque y surtidores rememoran la penosa búsqueda de agua de los quemados por la explosión nuclear.

2400-3 Matsuyama-machi, Nagasaki 852-8118, Japón.

unos diez metros de altura, que muestra a un hombre sentado con una pierna cruzada en posición de loto, mientras la otra se extiende como queriéndose incorporar. Su mano derecha apunta hacia lo alto, recordándonos de dónde vino la bomba atómica, mientras que la izquierda la extiende horizontalmente con la palma hacia abajo, en signo de paz. Cada 9 de agosto se celebra frente a este monumento El sendero que atraviesa el parque, flanqueado por una multitudinaria ceremonia en la que se diversos monumentos donados por varios países lanza al mundo un mensaje de paz. a la ciudad de Nagasaki, conduce a una explanada donde una gran imagen recibe a los caminantes. Es la conocida como estatua de la Paz, creada en 1955 por el artista, natural de Nagasaki, Seibo Kitamura (1884-1987). Se trata de una escultura de bronce, de

Como llegar

A unos de cinco minutos andando desde la parada de tranvía Matsuyama-machi y a la misma distancia desde el monolito de la zona cero.

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Parques y museos de la paz

Iglesia de Urakami

N

agasaki fue la ciudad donde más arraigó el catolicismo introducido en Japón por jesuitas y franciscanos en el siglo XVI. Cuando el país abrió sus fronteras al mundo en 1868, los extranjeros que se asentaron en la ciudad construyeron, además de sus viviendas, iglesias cristianas. La catedral de Santa María, más conocida como de Urakami, se comenzó a edificar en 1895 y sus obras avanzaron poco a poco hasta 1915, fecha de su consagración.

1-79 Moto-o-machi, Nagasaki 852-8112, Japón. junto a la nueva catedral reconstruida en 1959 un poco más lejos. En 1980 se realizaron obras de remodelación para recuperar parte de su aspecto original que se había perdido.

El hipocentro de la bomba atómica de Nagasaki se situó muy cerca de la iglesia, lo que provocó su colapso total. Solo quedó en pie parte de una esquina de sus muros. En el momento de la explosión, varios sacerdotes y feligreses se encontraban en su interior realizando los preparativos para la festividad de la Asunción de María que se celebra el 15 de agosto. Los pocos objetos que no quedaron completamente destruidos se conservan en un pequeño museo

Como llegar

A unos quince minutos andando desde la parada de tranvía Matsuyama-machi y a unos diez desde el Parque de la Paz.

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Cronología

Cronología

C

uando se contrastan diferentes fuentes de información para averiguar la fecha exacta de un determinado acontecimiento histórico, puede suceder que algunas indiquen que un mismo hecho sucedió en dos días diferentes y consecutivos. A pesar de ello, es muy posible que todos los textos consultados tengan razón. El origen de esa discrepancia no es otro que el haber tomado como referencia husos horarios distintos. Basta saber que entre Londres y Los Ángeles existe una diferencia de ocho horas, y entre esa ciudad americana y Tokio, dieciséis para entender que puede darse ese caso. Un ejemplo de ello es la fecha del bombardeo de Pearl Harbour, que según la hora de Hawái fue a las 7.53 del día 7 de diciembre de 1941, pero de acuerdo con la hora de Japón se produjo a las 3.23 del 8 de diciembre. Dada la importancia de ese acontecimiento, en muchos textos se indican ambas fechas, pero no suele ocurrir lo mismo en otras ocasiones.

1896

1934

1911

1938

Mayo de 1896 - Becquerel descubre que el uranio emite radiaciones invisibles.

Mayo de 1911 - Rutherford formula su modelo de átomo formado por un núcleo y electrones.

1925

Abril de 1925 - Pauli enuncia el principio de exclusión para explicar la estructura del átomo.

1932

Enero de 1932 - Chadwick descubre el neutrón.

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Marzo de 1934 - Fermi descubre la radiactividad inducida mediante el bombardeo de neutrones.

Diciembre de 1938 - Hahn y Strassmann descubren la fisión nuclear.

1939

26 de enero de 1939 - Szilárd y Fermi refrendan el descubrimiento de Hahn y Strassmann. 2 de agosto de 1939 - Szilárd, Teller y Einstein redactan una carta dirigida al presidente Roosevelt.


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1 de septiembre de 1939 - Alemania invade Polonia. Inicio de la Segunda Guerra Mundial.

1942

19 de enero de 1942 - Roosevelt autoriza la construcción de la bomba atómica. 13 de agosto de 1942 - Se crea el Proyecto Manhattan. 17 de septiembre de 1942 - Se designa como director del Proyecto Manhattan al general Groves. 15 de octubre de 1942 - Groves nombra a Oppenheimer director científico del Proyecto Manhattan.

1940

Marzo de 1940 - Frisch y Peierls redactan su memorándum. 10 de abril de 1940 - Se crea en Inglaterra el Comité Maud.

1941

15 de julio de 1941 - Chadwick firma el último informe Maud. 9 de octubre de 1941 - Bush entrega el informe Maud a Roosevelt. 7 de diciembre de 1941 - Ataque japonés a Pearl Harbour. Estados Unidos declara la guerra a Japón.

25 de noviembre de 1942 - Se compra en Los Álamos el terreno para el laboratorio central del Proyecto Manhattan. 2 de diciembre de 1942 - Se genera la primera reacción nuclear en cadena en el reactor nuclear de Chicago. 11 de diciembre de 1941 - Estados Unidos declara la guerra a Alemania e Italia. 18 de diciembre de 1941 - Se crea el Comité S-1 del uranio, dirigido por Bush.

1943

18 de febrero de 1943 - Se inicia en Oak Ridge la construcción de la planta Y-12 de enriquecimiento del uranio por el sistema electromagnético.

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Cronología

2 de junio de 1943 - Se inicia la construcción en Oak Ridge de la planta K-25 de enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa. 10 de octubre de 1943 - Se inicia en Hanford la construcción del reactor 105-B para la producción de plutonio. 19 de agosto de 1943 - Churchill y Roosevelt firman en Quebec el acuerdo para colaborar en la fabricación de un arma atómica. 30 de noviembre de 1943 - Se finalizan las obras de infraestructura del complejo de Los Álamos. 3 de diciembre de 1943 - Llega a Estados Unidos una delegación científica británica.

1944

Enero de 1944 - Canadá comienza a suministrar agua pesada para el Proyecto Manhattan.

12 de marzo de 1945 - La planta de Oak Ridge comienza a producir uranio para Los Álamos. 27 de abril de 1945 - Una comisión militar norteamericana selecciona diecisiete ciudades japonesas como blanco de la bomba atómica. 7 de mayo de 1945 - Rendición de Alemania. 7 de mayo de 1945 - Se realiza en Álamo Gordo un ensayo previo a la prueba atómica Trinity. 28 de mayo de 1945 - La comisión militar reduce los blancos atómicos a Hiroshima y Kokura, y como alternativa Nagasaki. 10 de junio de 1945 - Llegan a las islas Marianas los bombardeos B-29 y su tripulación. 16 de julio de 1945 - Se realiza con éxito la prueba atómica Trinity en Álamo Gordo.

Abril – julio de 1944 - Se produce una serie de problemas técnicos en el laboratorio de Los Álamos. 20 de julio de 1944 - Oppenheimer reorganiza el laboratorio de Los Álamos.

1945

3 de febrero de 1945 - La planta de Hanford suministra a Los Álamos cantidad suficiente de plutonio. 16 de julio de 1945 - Zarpa de San Francisco, con destino Tinian, el crucero Indianápolis acarreando dos bombas atómicas. 17 de julio de 1945 - Truman, Attlee y Stalin se reúnen en la Conferencia de Postdam. 26 de julio de 1945 - El crucero Indianápolis llega a Tinian con las dos bombas atómicas.

4 de febrero de 1945 - Roosevelt, Churchill y Stalin se reúnen en la Conferencia de Yalta.

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6 de agosto de 1945 - A las 2.45 (hora Tinian), despega de Tinian, con destino Hiroshima, el B-29 con la bomba atómica Little Boy.


Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki

6 de agosto de 1945 - A las 8.16 (hora Japón), explota la bomba atómica Little Boy sobre Hiroshima.

15 de agosto de 1945 - El emperador comunica la derrota de Japón a través de un mensaje radiofónico. 2 de septiembre de 1945 - Firma de la rendición de Japón.

6 de agosto de 1945 - A las 14.58 (hora Tinian), el B-29 aterriza en la base de Tinian. 9 de agosto de 1945 - A las 3.49 (hora Tinian), un B-29 con la bomba atómica Fat Man despega de Tinian con destino Kokura, pero la mala visibilidad obliga al piloto a dirigirse a Nagasaki, la alternativa prevista. 9 de agosto de 1945 - A las 11.01 (hora Japón), con mucho retraso, el B-29 lanza la bomba atómica Fat Man sobre Nagasaki.

1955 6 de agosto de 1955 - Inauguración del Museo de la Paz de Hiroshima. 9 de agosto de 1955 - Inauguración del Nagasaki International Culture Hall, antecesor del actual Museo de la bomba atómica de Nagasaki, inaugurado en abril de 1966.

9 de agosto de 1945 - El B-29, sin apenas combustible, debe aterrizar en Okinawa, en vez de Tinian.

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Museo de la Paz de Hiroshima Hiroshima City before the bombing (Hiroshima) Página 36

Explosión bomba atómica (Hiroshima) Página 89

Cúpula Dome (Hiroshima) Página 40

Ataque de Pearl Harbor Páginas 11 y 87

Firma de la rendición Páginas 15 y 89

Oppenheimer y Groves en la Zona Cero Páginas 26 y 87

Becquerel en el laboratorio Página 86

Ataque de Pearl Harbor Página 86

Prueba de la bomba Trinity Página 88

Trinity test (LANL) Contraportada

Monolito “Punto Cero” (Nagasaki) Índice

Bomba (Museo de Nagasaki) Introducción

Museo fotográfico (Museo de Nagasaki) Página 8

Gráfico bomba atómica (Museo de Nagasaki) Página 16

Wikimedia Commons


Museo de la Paz de Nagasaki Hypocenter and environs seen from the sky over Takenokubo (Before the atomic bombing)

Vistas desde Matsuyama-machi de la Iglesia deUrakami y alrededores

Página 42

Página 46

Explosión atómica sobre Hiroshima Página 39

Explosión bomba atómica (Nagasaki) Páginas 45 y 89

Destrucción (Nagasaki) Página 51

Moisaco fotográfico (Museo de Nagasaki) Guardas

Bandera de Japón Página de entrada

Imagen de reloj (Museo de Hiroshima) Página con título

Bomba Little Boy (Museo de Hiroshima) Página 38

Bomba Fat Man (Museo de Nagasaki) Página 44

Imagen aérea Zona Cero (Nagasaki) Página 13

Reactor Hanford Páginas 28 y 88

Mª Rosa Eyere

Núcleo Bomba Atómica (Museo de Nagasaki) Página 25

Naoshima Island Página 57


Monumento por la paz de los niños (Hiroshima)

Monumento por la paz de los niños (Hiroshima)

Página 58

Página 60

Museo de la Paz (Hiroshima) Página 63

Página 69

Llama de la paz (Hiroshima) Página 71

Cúpula de la boma atómica (Hiroshima) Página 73

Punto cero (Nagasaki) Página 81

Parque de la Paz (Nagasaki) Página 83

Iglesia de Urakami (Nagasaki) Página 85

Cenotafio victimas bomba atómica (Hiroshima)

Jinya (Takayama) Página 103

Museo de la Paz (Hiroshima) Página 63

Monumento por la paz de los niños (Hiroshima) Página 75

Iglesia de Urakami (Nagasaki) Página 85


Hypocenter Area in Ruins Shima Hospital (Hiroshima) Página 65

Parque de la Paz (Hiroshima) Página 76

Santuario de Sumiyoshi (Osaka) Página 95

Punto Cero (Hiroshima) Página 65

Parque de la Paz (Hiroshima) Página 67

Nagasaki Atomic Bomb Museum (Nagasaki)

Nagasaki Atomic Bomb Museum (Nagasaki)

Página 79

Página 79

Templo de Daitoku (Kioto) Página 97

Ciudad de Nagasaki (Nagasaki) Página 99

Parque de la Paz (Hiroshima) Página 67

Punto cero (Nagasaki) Página 81

Ciudad de Hiroshima (Hiroshima) Página 101


Javier Vives Textos

Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Durante más de 30 años, ha compatibilizado su profesión con el estudio de la cultura y arte japoneses. Además de su labor de conferenciante, ha escrito los siguientes libros: El teatro japonés y las artes plásticas (Satori, 2010), Historia y arte de la cerámica japonesa (Amazon, 2013), Japón y su arte. Arquitectura, jardinería, pintura y escultura, 3 volúmenes (Amazon, 2013), Historia y arte del jardín japonés (Satori, 2014).

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Maria Rosa Eyre Fotografía

Ha realizado este reportaje gráfico a lo largo de sus múltiples viajes a Japón, impulsada por la fascinación y el magnetismo que ejerce este país sobre ella. A partir de esa doble influencia, ha proyectada su mirada a través del prisma de su propia sensibilidad y color. Autora del photobook “49+1”, que forma parte de la colección permanente de la Biblioteca del Museo Reina Sofía de Madrid.

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Créditos Mediatres Estudio Idea original, diseño y edición digital. Berta Fernández Eyre Diseño de portada. elpulpo studio Maquetación y composición. Javier Vives Textos. Ana Orenga Corrección. Mª Rosa Eyre Fotografías. Ima Sanchís Entrevista.

Colaboradores: Nuestra consideración especial por su contribución desinteresada a la realización de este proyecto a: Michiko Tsuboi Licenciada en Filología Hispánica por la Seirei Junior College de Nagoya. Su primer contacto con nuestro país fue hace más de 30 años, a través de un vinilo de Pau Casals. Desde entonces se ha sentido atraída por nuestra cultura y tradiciones. Núria Colera Técnico Superior en Secretariado de Dirección con gran fascinación por la cultura asiática. En constante aprendizaje del idioma japonés y de sus costumbres para entender mejor a la sociedad del Sol Naciente. Shoko Yamamoto Licenciada en Filología Española por la Universidad de Tokio. Guía Oficial de viajes de la Japan F.G. Coordinadora de presencia y actividades de Organizaciones Empresariales en Japón. Traductora de publicaciones. Museo de la Paz de Hiroshima y Museo de la Paz de Nagasaki Por su colaboración en este libro, mediante la cesión de fotografías de sus archivos históricos. Con el apoyo nominal de

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Copyright © 2015 de los textos, Javier Vives Rego © 2015 La Voz de una testigo, Ima Sanchís © 2015 de la Edición, Mediatres Estudio, S.L. © Colaboradores de OpenStreetMap Mapas en las páginas nº 62, 64, 66, 78, 80, 82 y 84 © Hiroshima Peace Memorial Museum Imágenes en las páginas nº 36, 40, 65 y 89 © U.S.Army / Hiroshima Peace Memorial Museum Imágenes en las páginas 40 y 65 © Nagasaki Atomic Bomb Museum Imágenes en las páginas nº 13 y 42 © Shigeo Hayashi / Nagasaki Atomic Bomb Museum Imágen en la página nº 46 ©Seibo Kitamura/Artrights 1502 Imagen en la página nº 83 © 2015 Maria Rosa Eyre Iglesias Imágenes en las guardas, la página de entrada, la página con título, el índice, la introducción y en las páginas nº 8, 16, 25, 38, 57, 58, 60, 63, 65, 67, 69, 71, 73, 75, 79, 81, 83, 85, 95, 97, 99, 101 y 103 © Wikimedia Commons Imágenes en la contraportada y en las páginas nº 11, 15, 26, 28, 39, 45, 51, 86, 87, 88 y 89

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Bibliografía Anders, Günter, El piloto de Hiroshima: Más allá de los límites de la conciencia, Barcelona, Planeta, 2012. Bird, Kai y Martin J. Sherwin, American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2005. Groves, Leslie R, Now it Can Be Told: The Story of the Manhattan Project, Nueva York, Da Capo Press, 1983, 1ª ed. 1962. Hachiya, Michihiko, Diario de Hiroshima de un médico japonés (6 de Agosto – 30 de septiembre de 1945), Madrid, Turner, 1982, 1ª edi. 1955. Nakai, Toshimi, Llora Nagasaki: El doctor Takashi Nagai y la bomba atómica, Barcelona, Rialp, 2012. Nomis, Robert S, Racing for the Bomb: General Leslie R. Groves, the Manhattan Project’s Indispensable Man, Vermont, Streetforth Press, 2002. Oe, Kenzaburo, Cuadernos de Hiroshima, Anagrama, 2011, 1º ed. jap. 1965. Osada, Arata (edit.), Children of the A-Bomb: Testament of the Boys and Girls of Hiroshima, Tokio, Uchida Rokakuho Publishing House, 1959. Petitjean, Marc, De Hiroshima a Fukushima: Le combat du Dr. Hida face aux ravages dissimulés du nucléaire, París, Albin Michekl, 2015. Rhodes, Richard, The Making of the Atomic Bomb, Nueva York, Simon & Schuster, 2012, 1ª ed. 1986. Selden, Kyoko y Mark Selden, The Atomic Bomb: Voices from Hiroshima and Nagasaki, Londres, Routledge, 2015, 1ª ed. 1989. Sherwin, Martin J., A World Destroyed, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2003, 1ª ed. 1973. Takaki, Ronald, Hiroshima: Why America Droppdd the Atomic Bomb, Boston, Little, Brown & Company, 1996, 1ª ed. 1995. The Committee for the Compilation of Materials on Damage Caused by the Atomic Bombs in Hiroshima and Nagasaki, Ishikawa, The Impact of the A-Bomb. Hiroshima and Nagasaki, 1945-1985, Tokio, Iwanami Shoten, 1985.

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HIROSHIMA 06.08.1945



E

El 6 de agosto de 1945, un solitario avión sobrevolaba la ciudad de Hiroshima en una aparente misión de reconocimiento. Eran las 8:15… un fogonazo cegador como mil soles, seguido de una sobrecogedora explosión, cubrió la ciudad. Tres días más tarde y sin explicación a lo ocurrido en Hiroshima, la población de Nagasaki, recibía un vuelo similar… Eran las 11:01 de la mañana. Fueron solo dos bombas, pero con un resultado de 110.000 muertos al instante y casi 400.000 más con posterioridad, a causa de las heridas y la radiación recibida. Nunca antes, dos artefactos bélicos sembraron tanta muerte y desolación. Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, enmarcados en los múltiples horrores de la guerra del Pacífico, representaron un punto de inflexión en el armamento utilizado hasta ese momento por el ser humano en un conflicto bélico y aunque antes del lanzamiento de las bombas atómicas se desconocía su capacidad real de destrucción, las pruebas realizadas por los científicos ya habían anticipado su dramática eficacia. No obstante, los efectos de los bombardeos nucleares superaron la potencia de devastación prevista para estas nuevas armas, toda vez que se consiguió el objetivo más inmediato de su empleo: el fin de la guerra. Estas dos bombas también representaron el inicio del uso de la poderosísima energía nuclear de fisión como nuevo objetivo de producción militar de las grandes potencias, dando origen a la carrera armamentística más infernal jamás emprendida. Se almacenaron miles de estas nuevas armas, capaces de destruir el planeta varias veces, y se dio paso a una nueva bomba aún más temible: la de fusión, o de hidrógeno. Paradójicamente y por el temor a la escalada nuclear que se desató, las grandes potencias acordaron prohibir las detonaciones experimentales realizadas hasta la fecha y limitar los arsenales nucleares, derivando el uso de la energía nuclear a aplicaciones pacíficas. Este libro, escrito por Javier Vives Rego e integrado en la obra colectiva Japón, el archipiélago de la Cultura, pretende rendir tributo a estas dos ciudades japonesas cuyo bombardeo dio paso al fin a una cruel guerra, así como reconocer su posterior implicación en concienciar al resto de la humanidad de los enormes peligros de las armas nucleares. A través de sus páginas, el lector podrá conocer los hechos históricos más significativos, así como los museos y parques de la Paz de Hiroshima y Nagasaki. Estos edificios y monumentos fueron erigidos como una invitación a la concordia entre los seres humanos y por medio de su contenido e instalaciones se pretende llamar la atención del visitante sobre los enormes riesgos derivados de las armas nucleares y sus arsenales. Julián Fernández, editor

Con el apoyo nominal de


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