yo soy mi propio padre

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Después de marcar el número, escuché una voz al otro extremo de la línea telefónica. -¿Diga? No era la voz de Elvira, era… era.., ¡la de Eva! Enmudecí durante un instante. Tantas cosa que contarle y ahora no podía articular palabra. Me quedé “in albis”. -¿Diga?-volví a escuchar. Eva estaba a punto de colgar. -¡No cuelgues Eva! -exclamé. -¡Ángel! ¿Eres tú? ¡Por fin te encuentro! Tenemos que hablar. Me contó Elvira tus hazañas y me aconsejó que te llamara. ¿Cuándo nos vemos? -Si te parece bien, esta misma tarde en mi casa -le contesté. -Tráete a la niña, quiero conocerla. Después, colgamos. -¡Va a venir Eva! ¡Va a venir Eva con la niña!- grité por toda la casa. Mamá y la tita ni se coscaron. -¿Es qué no os alegráis? -Ya lo sabíamos, mi hermana me lo contó hace un rato -dijo mamá. -¿Y estuvisteis toda la comida sin decírmelo? Eso no se le hace a un niño de siete años. -Queríamos que fuera una sorpresa, y lo conseguimos. Después de una larga espera de más de tres horas, apareció Eva con la niña. La traía en brazos y era preciosa. La dejó en el suelo y se vino hacia mí con los brazos abiertos. No tuve más remedio que acogerla entre los míos. -Ángela, dale un besito a tu tito Ángel. Me besó y le devolví el beso, pero… hubiera preferido besar a la madre. Cuando solté a la niña se acercó Eva y me estampó dos sonoros besos que resonaron en la instancia. ¡Ésta si era mi Eva! -¿Cómo le pusiste ese nombre a la niña? -le preguntó la curiosa de tía Claudia mientras me guiñaba un ojo. 41


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