Revista LA VIDA COMO ESCUELA Nº49

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Historia de un grupo

Como no sabíamos si los que estaban a cargo iban a considerar el esfuerzo, el valor y la intención de repararla, o si evaluarían la tarea bien realizada y concluida del día anterior, hasta llegamos a pensar que tal vez ellos habían puesto esta nueva traba para ver cómo reaccionábamos. Durante el desayuno nos dimos cuenta que lo mejor era (aunque ese día solo darían los resultados) ir hasta la cabaña a ver lo que había pasado; quedamos de acuerdo en solucionar el problema si este no era tan grave.

Día 3

rar; Gisela en cambio fue con Ubi a traer las partes del techo, yo los acompañé sin dudar. Sabíamos que no era grave y que la nota y las becas ya estaban destinadas, pero sentíamos una molestia por lo que había pasado, había algo más que la nota o el esfuerzo, y no sabíamos de qué se trataba. _¿Qué hacemos ahora?- preguntó Patri, y era lo que nos preguntábamos todos.

Entonces Ubi, sin un motivo aparente, tomó una rama, se subió al borde de la ventana Al llegar vimos que el techo yacía a varios y comenzó a sacar los clavos que habían metros del resto de la cabaña y en estado agarrado al techo; Gisela y yo, sin decir deplorable. Oscar, ya saben cómo reaccio- palabra, fuimos hasta el techo y lo dimos nó (gritos, quejas, etc), Patri se puso a llo- vuelta, lo limpiamos un poco de tanta hoja

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La vida como escuela

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