La Esfera Empresarial - núm 47

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o es ningún secreto que la industria española pasa por un momento complicado, con una fuerte caída en los últimos años, pero mostrando que todavía no ha tocado fondo. De hecho, el último Índice de Producción Industrial (IPI) realizado por Instituto Nacional de Estadística (INE) presenta una variación interanual negativa del 8,2% en abril, que ahonda el retroceso registrado en marzo (–7,5%, descontado el efecto de la semana santa). Mirando el primer trimestre de forma global, la media del IPI registra una variación del –6,2% en los cuatro primeros meses respecto al mismo periodo del año anterior. Por destino económico de los bienes, esta tasa es negativa en los bienes de consumo duradero (–11,9%), los bienes de equipo (–11,3%), los Bienes intermedios (–7,8%) y los Bienes de consumo no duradero (–3,5%). Por el contrario, es ligeramente positiva en la Energía (0,1%). Ante estos datos, que confirman la situación dramática que la industria lleva viviendo en el último lustro, la obligación de nuestros gobernantes es preocuparse por el estado de salud de un sector tan estratégico por el efecto arrastre en lo que representa a empleo y riqueza, como por su hipotética capacidad de relanzar la economía a través de la exportación. Después del desvanecimiento de lo que ha sido el motor económico en la última década, la construcción, la apuesta más lógica y a caballo ganador hubiera sido potenciar la industria para fortalecer su posicionamiento en el mercado internacional. Sin embargo, los hechos consumados demuestran que apenas se hacen tímidos pasos para dotar de ese impulso necesario al sector.Y no es por falta de interés de las propias empresas, que pese a la difícil coyuntura siguen esforzándose y apostando por la innovación, el valor añadido y la productividad como factores clave para luchar en un mercado globalizado, que no tiene nada que ver que aquel que catapultó a la industria de nuestro país en los años 80, cuando España despertaba desde el punto de vista industrial gracias a la inversión internacional. Se pide a las industrias que sean más competitivas, pero estas siguen sin tener los instrumentos necesarios para llevar a cabo esta mejora: ni en el ámbito legislativo, ni en el de formación de recursos humanos, ni en energético, ni el de impulso al I+D+i. Ni siquiera en el de fomento a la exportación, una de las escasas áreas de crecimiento en la actualidad. No es extraño, pues, que mientras las grandes multinacionales deslocalizan su producción hacia mercados emergentes, el tejido industrial de nuestro país siga formado por pymes (la dimensión de la empresa industrial española está entre las más pequeñas de Europa) focalizadas en sectores muy concretos y con dificultades para exportar al más alto nivel. No podemos esperar un milagro industrial como consecuencia sólo de buenas intenciones y planes de revitalización que no se llegan a poner en marcha; ni podemos esperar apoyos de una Unión Europea cuyos máximos gobernantes pertenecen a países que se erigen como nuestros más firmes competidores. El sector industrial necesita ayuda de nuestras instituciones antes de que sea tarde, a través de políticas que apuesten en serio por el futuro. No podemos esperar impertérritos viendo como mes a mes, año a año, la fabricación de manufacturas, de bienes de consumo y de bienes de equipo que queda en nuestro país muera ahogada por la falta de actitud de unas instituciones políticas que no están sabiendo reaccionar a tiempo.

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