La primera vez que Joseph Sorrentino visitó México no hablaba castellano. Quizá una que otra frase como: “No habla español”. Recuerda que en una comunidad le preguntaron “¿Y tú, güero, qué haces?” “Quise impresionarlos y les dije: ‘Yo soy escritorio’. Se rieron mucho y supe que lo había dicho mal”.
¿Cómo va a ir este gringo loco a las comunidades nahuas de la sierra nororiental poblana, con los tzeltales y tzotziles de Los Altos de Chiapas, con los mestizos de Veracruz si sólo sonríe y toma fotos? Pues fue y nada lo detuvo. Ni la barrera del idioma, ni la inseguridad de las veredas por las que también transita el narco.
Él agarró camino y se enfiló hacia la Sierra Norte de Puebla, luego la Sierra Juárez de Oaxaca; más adelante se internó en comunidades zapatistas de Chenalhó, Tenejapa, Las Margaritas y Ocosingo; se aventuró por Tuxpan; se fue a Morelos a las nopaleras, y a los cañaverales de Tlaquiltenango. Llegó también a Chihuahua con los alfareros de Mata Ortiz.