Nayagua n19

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mi cinta para esta semana he contado los días, eran siete. y ninguno era igual. el tierno peluche, el sueño, lo destapaba una y otra vez con un discreto: ¿sabes? me quedaba allí, como un pajarito, decía sí, y decía no, y pensaba: la gramática. avisamos a los pueblos, y los pueblos acudieron azuzados. a la cartuja. al castillo de naipes, nuestra habitación exprés. había veinte sillas, yegua exprés, en torno al pesado objeto oscuro. shanti. shanti. en torno. a la mesa.

cejas leo que así de grande fue una vez el área conocida por ceja. cuelgo un cartel y espero. he visto a la ceja volverse campo. su caza furtiva. que no era nada comparado al insomnio batido en que nuestras pestañas nunca se cerraban. y el ojo de escarabajo miraba y miraba y miraba. sólo que era la piel bajo los ojos, que todo 70

lo mostraba, preocuparse por sí, por este rostro que aún tenemos, en todas las mañanas por llegar.

lo que aprenden los corazones a separar las manos. a descoser la noche. un corazón pequeño en pecho grande. lo rápido que late, como si hubiera que iluminar una cantera. todo lo que soporto. todo lo que. y de nuevo. soporto. el tórax católico, imponente, en cuyos laterales se despliegan alas, se plegaban tan bien, sueño de bastidores prematuros con sensores inquietos, que crujen y flamean, resultaba sistémico: el pequeño latiendo al fondo del más grande. como si oyera un plazo. vi el color de la pena, vi el color de la dicha, se parecían. es lo que aprenden los corazones cuando se les deja: la mortalidad.


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