Monolito XXI

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Contenido: Obra en portada Muerte hechicera (acrilatos y pigmentos, 80 x 60cm) por Cielo Donís. Entrevista con el curador de arte y filósofo mexicano Ernesto Zavala. Ensayos: “La remodelación de la novela” por Ian Yetlanezi Chávez Flores, “Tratado sobre la pereza mental” por Axlugo, “La vida a tientas y Días de septiembre o la teoría de la fragmentación, de Raúl Manríquez” por José Luis Domínguez. Reseñas literarias: “Eufórica de Andrés Cisneros de la Cruz” por Erick Salgado, “Un viento amable (Sobre el libro Las correspondencias de Alí Calderón)” por Javier Lorenzo Candel. Crónicas: “Conversación con el Estudio Socioeconómico” por Abraham García Alvarado y “Solsticio de infarto” por Ángel Gaona. Relatos: Gamaliel Sánchez Salinas, Krsna Sánchez N., Hernán Paredes, Cristina Arreola Márquez, Gonzalo Zuloaga, Rodrigo Velázquez Solórzano. Minificciones: Mario Islasáinz. Poemas: Alejandro Baca, Alí Calderón, Ángel Fernando Fuentes Balam, Clemente Guerrero, Alejandra Collado, Mario Alonso, Pedro Mena Bermúdez, Wilberth Alejandro Rejon Huchin, Laura Vaíni, Víctor Bahena, Félix Castro Rodríguez, Rebeca Alle Rivera, Ernesto Adair Zepeda Villarreal, Eduardo Gallardo Castillo, Edgar Alejandro Romero Vargas. Obra plástica por Cielo Donís y José Arturo Hinojos. Serie fotográfica “DFerland” por Alejandro Servín y “Símbolos mexicanos” por Tamara María Blazquez Halk.


Editorial

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Con esta nueva edición cerramos el año 2015 con buena salud literaria y artística. Queremos agradecer a todos los escritores, artistas y fotógrafos que han confiado sus textos y obras al Monolito. De esta forma hemos logrado que cada vez más lectores se acerquen a esta revista que en mayo de 2012 inició con 14 páginas, y ahora, con Monolito XXI, estemos alcanzando las 130. El próximo año seguiremos en activo y con las ganas de generar mayores contenidos y abriendo nuevos espacios para que algunos más puedan integrarse a nuestro equipo. Igualmente, con esta nueva edición, estrenamos logotipo con el que nos mantendremos todo el 2016. También, como parte del crecimiento de la revista, estaremos sacando mercancía del Monolito; en nuestra redes sociales, una vez anunciemos los productos, daremos información de cómo pueden adquirirlos y en dónde. Si alguien estuviese interesado en distribuir o poner en venta en sus establecimientos o páginas web, mercancía del Monolito, no olviden que pueden ponerse en contacto con nosotros por medio de Facebook, Twitter, Google plus o nuestro correo electrónico.

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Número XXI. Revista Bimestral. 9 de diciembre de 2015.

La remodelación de la novela

Por Ian Yetlanezi Chávez Flores

Últimamente diversas novelas no me han sabido mentir de una manera lúgubre y espantosa tal, que no quiera llegar a la página final para terminar ese engaño, que tanto me fascina encontrar en diversos autores. Durante estos días comencé a releer La metamorfosis de Kafka y descubrí una gran insolencia en mí: no creo en la existencia de Gregorio Samsa. La novela del escritor checo tuvo relevancia en mi ser hace algunos años (en mi adolescencia) porque aún creía en la sociedad y las situaciones que la componían, creía en lo que decía Milán Kundera sobre su compatriota: Kafka muestra la crítica social del deber ―no por medio de una acción, sino por una situación―, donde todo lo que hagamos nos pesará tanto en nuestra vida cotidiana que nos sentiremos como insectos ante cualquier aspecto que se nos presente. (Kundera, 2009: 82-85). La idea de Kundera en su pequeño ensayo “Situaciones”, es brutal y severa, hasta cierto punto un calmante para mis ansias. Sin embargo, en la crítica es válido decir que los gustos literarios han cambiado y se notan. No me atrevo a comentar que Kafka es un escritor que sólo por mi arrogancia de no creer su historia, se ha convertido en un escritor malo, eso sería nefasto y si los antiguos griegos revivieran, me dirían que estaría cometiendo hybris. A pesar de tal declaración, no sería el único acusado (además, a quién le importaría mi opinión sobre este asunto), sino hace tiempo hasta los dioses del Olimpo hubieran castigado a Bukowski por argumentar que Shakespeare estaba sobrevalorado. El comentario de uno de los prosistas más crítico de la sociedad norteamericana y también más mainstream de nuestra época tiene, hasta cierto punto, razón, pues después de tener un canon literario tan amplio pudo darse cuenta, por medio de la comparación, que dentro de sus gustos no eran compatibles los versos y obras de Shakespeare. Es aceptable


y humilde dar sus propias declaraciones sin fanfarrias ni poses porque el acto de leer es dejarte sumergir por una 5 son serie de pensamientos y sucesos extravagantes que se encuentran en diversas formas de decir, algunas veces

repetitivas las ideas, pero lo que cuenta es el estilo, la innovación y la sinceridad con que se narran las cosas. Por tales motivos, últimamente pocas novelas me han entregado su fantasía porque no me envuelven de manera sencilla, me doy cuenta de algunos trucos y recursos estilísticos que los escritores contemporáneos han aprendido en diversos talleres literarios, los cuales se han comercializado como si fueran Sabritas en la tienda de cualquier esquina. Muchas veces se me ha lanzado una flecha en la boca con el motivo de quedarme mudo, pero, por suerte, la puntería de mis agresores ha fallado, así que me siento libre de decir que la novela latinoamericana en el siglo XXI ha estado en una especie de reposo o en un intento de imitación de los escritores del Boom y la historia revolucionaria, como si aquella explosión de mercado sólo existiera como única opción para ciertos lectores fanáticos de García Márquez, Fuentes, Cortázar o el revolucionario Azuela, aunque son excelentes autores, no sólo hay que estancarse y arrojarse a un sólo pozo de ideas, sino que se debe salir en busca de más literatura que nos haga un cortocircuito en nuestra cabeza para que nos queme las neuronas de tanto pensar, porque el arte ―así como la educación―, no debe ser sencillo y comprensible a la primera; el aprendizaje requiere esfuerzo y dedicación. Sin embargo, el arte y la educación, en esta época, se quiere hacer más sencillo por motivos de producción en masa, ya sea para tirajes de libros, o para tirajes de personas que necesitan especializarse cada vez más en la industria del esclavismo de los detalles educativos y laborales. El arte es todo un proceso de inteligencia y comprensión que no es necesariamente fácil, sino es aventarse al lodo sabiendo que se va a salir lleno de barro en la mente, pero que no te cierra los ojos. Eso es lo que me ha llamado la atención sobre las novelas que no me han hecho imaginar: los escritores ya no se quieren aventar al barro, sólo quieren producir de manera masiva su obra y ser leídos con la mayor sencillez. Rulfo sólo necesitó dos obras y hasta este momento muchos estudiosos aún tienen barro en los ojos y mente. Las novelas en estos años padecen algo preocupante: entran y salen del mercado como pan caliente y pocas obras son tomadas en serio o vivirán más de diez años en este mundo editorial donde hoy se presenta a un escritor en una cafetería y en unas cuantas horas será olvidado, porque anuncian que al día siguiente se presentará a otro escritor con las mismas ideas del anterior, pero con distintos argumentos. La novela está muriendo, aunque la producción en masa demuestre con sus estadísticas que no es verdad, que el libro aún vive. Sin embargo, el olvido inmediato de los libros de pan caliente demuestra que la novela está muriendo y la obra que sobrevive lo hace porque se embarra de lodo, porque se mezcla con otros géneros y no la hace tan sencilla, porque nos pica en las muelas del alma y la mente, porque la dificultad del arte se halla en el proceso de discernir las ideas, y si discernimos las ideas de forma inmediata, no existe un problema que nos quede marcado como experiencia realmente vivida. Lo último es lo que debe hacer una novela: otorgar una experiencia realmente vivida, pero pocos autores logran el objetivo y quienes lo hacen necesitan valerse de diversos recursos,


como el ensayo, para sobrevivir: “la novela para sobrevivir se ha transformado en ensayo” (Fadanelli, 2013: 43). Guillermo Fadanelli es uno de los muchos autores que luchan en la difícil labor de la escritura, pero donde su narrativa ha estado más presente en los ámbitos underground de la Ciudad de México y sus alrededores, pues mezcla su narrativa con una severa crítica social kafkiana sin necesidad de entrar en fantasías. Maneja un discurso crudo y severo que lo mezcla con ensayo y poesía para descubrir la voz interior de sus propios personajes o para hacer más comprensible la lógica de sus diversos motivos filosóficos y sociales. Fadanelli parece ser un escritor que le sobrevivirán sus obras otras décadas más si continúa con su estilo, bueno, eso al menos quiero creer porque es uno de los autores que me hacen sentir esa aventura en la lectura. Fadanelli no añora vender un libro de pan caliente para ser un fanfarrón que va a bares de mala nota con el objetivo de presumir su obra, sino sólo para disfrutar de la lectura y tal vez beber una cerveza sin necesidad de compañías inestables y absurdas. Además, lo que debe encontrar (no buscar) el escritor son lectores, porque es en ese momento donde nace el acto de comunicación repleta de soledad, donde un ser maravillado por el discurso de un desconocido encuentra diversos significados a las situaciones que se le van presentando en el desarrollo de una narración. Sin embargo, el lector desconfiado no sólo busca una historia que lo ilusione por un momento como lo hacen los lectores de best-sellers, sino necesita una reflexión profunda, una sentencia máxima que lo saque de sus casillas para entrar en un ring lleno de confusiones y abstracciones que lo golpean sin misericordia. Un lector desconfiado busca un nocaut en su interior, le gusta ser masoquista con las letras, le interesa herirse para saber o desconocer más de sí y sus alrededores, al lector le gusta hundirse en el barro para estar más sucio y contaminado de pensamiento para no ser manipulado ni controlado en cualquier ámbito de la vida cotidiana, para eso sirve leer novelas filosóficas o ensayísticas, no sólo para intentar pertenecer a la intelectualidad de los presumidos, eso no sirve de nada y tampoco será una cura para la sociedad: la humanidad seguirá igual de podrida si lee o no, esa es su naturaleza y la historia junto a los textos antiguos y religiosos nos han demostrado por medio de la mitología que el humano ha querido ser exterminado en la mayoría de las culturas del mundo. Así que cuando alguien viene predicando el bienestar de la sociedad por medio del arte, es de dudarse tal evangelio porque la vida en sí debe ser una duda para creer y crear historias que nos hagan reflexionar sobre la sociedad y el mundo en donde vivimos. Al final, aunque no crea en Samsa, creo aún en cada reflexión que Kafka me otorgó con sus novelas sobre la sociedad y el deber absurdo en el que vivimos, el deber absurdo que una situación nos marca para creer ser. Bibliografía Fadanelli, G. (2013). Lodo. México: Anagrama. Kundera, M. (2009). El telón. Ensayo en siete partes. México: Tusquets.


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Tratado sobre la pereza mental

Por Axlugo

Carl Jung y André Breton conciliaron cada uno en su peculiar estilo expresivo, en sus escritos y en sus aportaciones hacia los descubrimientos de la verdadera esencia y naturaleza del ser humano, una suma a otras aspiraciones a otra atmosfera síquica y niveles del Ser. En estos dos autores, la sicología profunda y la literatura surrealista coinciden en un mismo punto: en que el ser humano tiene que coronarse en la Mente Universal, es decir, acercarse a la Gnosis. Un ocultista disfrazado de psicólogo, pilar monumental del siglo XX, indispensable para entender la oscura naturaleza del Ser Humano y, figura titánica en el reino del conocimiento y sobre todo en la sicología analítica. Jung, que plasmó la fórmula alquímica en sus veinte años de estudio de esta ciencia hermética concluyendo a modo de epilogo que existen tanto en la obra de Fausto y Así habló Zarathustra los elementos transformativos realizados en estos dos personajes, donde hay una experimentación en la cadena del Ser y las potencias humanas elevándose hacia alturas creadoras que caracterizan la afirmación, los propósitos y el sentido de la vida de la existencia humana, pero principalmente en llegar a obtener un sentimiento sagrado de absolutización en uno mismo. Con estas teorías profundas y de validez científica para el estudio del hombre, Jung aborda estos esquemas y estudios arduos sobre mitos, sueños y religiones que extrae de los tiempos inmemoriales, conteniendo una visión y una frescura reluciente de teorías magisterialmente en su libro Psychologie und Alchemie (1944), dando así, una nueva perspectiva histórica-cultural de la alquimia, y redefiniendo, y explicando los simbolismos alquímicos para el “drama contemporáneo del hombre moderno” y su nivel psico-espiritual. Jung nos dice que la alquimia es el “sueño de occidente” donde el cristianismo y sobre todo, la figura de Cristo, es la piedra angular. Reinhard Federmann en su libro Alquimia (Edit. bruguera, 1972), se refiere diciendo que en esta obra Jung “aporta la prueba de que los símbolos alquimistas coinciden con tales conceptos arquetípicos”. Dichos conceptos arquetípicos, o imágenes primitivas que se introyectan en el inconsciente colectivo, que como ejemplos el sol y la luna, realidades simbólicas, representan el oro y la plata simultáneamente en términos de un mundo conceptual.


O para señalarlo con más sencillez, tal como Jung se refería al mar, que simboliza la imagen de un arquetipo del inconsciente colectivo porque su profundidad representa un mundo de desconocimiento, del cual el hombre no puede ver, “ocultándole profundidades insospechadas” y asimismo, este ha sido el controversial papel que el inconsciente juega dentro de cada uno mucho antes de que se fundara el psicoanálisis. Ya Heráclito en la antigüedad hubo intuido con sus aforismos oscuros cuando sentenció que «la naturaleza ama esconderse» y es que para la doctrina hermética y los filósofos herméticos leer la naturaleza a través de imágenes, figuras y metáforas abarca una comprensión de la totalidad de la existencia en donde el hombre y el cosmos se interpretan a manera como un espejo con su respectiva imagen, y así, desde los tiempos de las sociedades arcaicas y el hombre antiguo, se recurría a estas observaciones para verse a sí mismo en su posición existencial de su tiempo-espacio. En este sentido, la alquimia desde sus orígenes en Egipto, cobra carácter imaginativo junto con la construcción de la famosa biblioteca de Alejandría, ciudad en honor a Alejandro Magno. Ahí fue donde circularon los primeros rollos textuales e intercambios culturales, ya que esa ruta trazaba la entrada de oriente a occidente; dicha biblioteca contenía información de los primeros sabios fenicios, mesopotámicos, griegos, judíos, gnósticos, pero que, en última instancia, y por infortunio, esta primera Universidad fue quemada y por ende, muchos textos incinerados en el olvido. Tal como el genio de Einstein dijera siglos más adelante acerca de que «una Universidad es el lugar donde se manifiesta el Espíritu Universal», así de esta magnitud, la biblioteca de Alejandría representó la primera Universidad en la tierra bajo estas características universales. Asimismo la interacción del saber alquímico se fue renovando por la búsqueda del elixir y la creación del “magisterio filosofal”. No conformándose con los cuatro elementos aristotélicos ya establecidos y de buena fuente organizados con anterioridad, en cuyos antecedentes idealizaron los presocráticos (tierra, fuego, aire, agua), y posteriormente, ya en su madurez, la concepción de los elementos abordó una síntesis de una sustancia con nociones del denominado éter (quintaesencia) pero que esta sustancia solamente en el cielo se encontraba como según decían los neoplatónicos. Además los griegos ya relacionaban el oro con la fuente de la juventud o de algo especial bajo ese brillo de hechizo dorado. La leyenda del rey Midas ejemplifica en qué escala de valor se representaba el oro, porque el personaje, según la mitología, todo lo que tocaba se convertía en oro hasta lo que bebía y comía. Así que pidió no tener esa virtud de transformar todo en oro y para quitar el encanto, entonces tenía que purificarse en el río Paktolos, así que cuentan que desde esa vez el río corre en sus profundidades con piedritas de oro. Pero a través de la historia cada vez más adeptos llegaron a encontrar por diversos medios la quintaesencia del oro alquímico y la fusión de conocimientos fue muy importante para la evolución histórica de esta ciencia -si se le puede considerar así porque hay que recordar que se estableció como ciencia hasta que se formó como hoy le


llamamos: química moderna. Las tradiciones de chinos, romanos, españoles, árabes, alemanes, griegos y de otras 9 al regiones, fueron los asiduos practicantes a estos conceptos y simbolizaciones y principalmente hasta llegar

siglo XV –siglo alquímico por excelencia, cuya efervescencia de los castillos imperiales, de las monarquías, hizo que aparecieran magos charlatanes y tramposos que muchas veces eran descubiertos por los reyes y llevados a la horca por estafadores. Retomando la obra de Jung, que emprende la Vasta Obra en su libro citado para una transformación o transmutación de la actual condición humana, deja un legado que pronostica el futuro de la humanidad hacia revelaciones que yacían sepultadas desde tiempo atrás, en la antigüedad y hasta nuestro tiempo actual en donde el cristianismo institucionalizado, con un pasado autoritario de inquisidores, autorizados según la Iglesia, por el dictado de las Sagradas Escrituras para torturar, ahorcar y quemar a las personas que se vestían con la túnica del “demonio” y las practicas paganas, y que se alejaban de los designios de Dios y sus dogmas. Creencias populares que permanecieron durante la Edad Media y el Renacimiento y las guerras religiosas de los protestantes. Galileo tuvo que retractar sus teorías en público para no ser castigado por el santo oficio y otros como Giordano Bruno no tuvieron la misma suerte, en el año 1600 fue quemado vivo por practicar la ciencia hermética (Corpus Hermeticum) e intentar descubrir los secretos de la naturaleza viva del universo. Y por el otro lado, el pensamiento racional científico edificado en el siglo de las luces y después trasladado a la revolución industrial y al positivismo y, en donde la construcción del conocimiento científico habían fabricado un tipo de hombre algebraico, inventor, y explotador de la naturaleza y del hombre, “unidimensional”, regulado para una única visión o concepción del mundo. Es así que enlazándonos a sus trabajos, siguiendo los modelos literarios del Fausto de Goethe -Jung dice que toda esta obra de principio a fin, está embebida de pensamientos alquímicos- en cuya novela el protagonista pacta con el diablo con el afán de obtener el conocimiento absoluto, obtener por todos los medios una transformación del Ser insuperables y que a su vez ésta era una de las ideas predominantes entre los románticos de la época. Con esta novela, Jung utiliza el paradigma (“cosmogonía del ser cósmico”) y que bien le sirve para explicar esa especie de hermetismo para la mente contemporánea que entierra lentamente los siglos aniquiladores de instrumentos de razón que aún sigue menguándolo pero que lo prepara para encontrarlo y posicionarlo en una zona más espiritual y menos materialista para revelarle visiones de eternidad y un alma de fuego. Su otro modelo arquetípico es la figura central de lo sobrehumano (Ubermenchs) que Nietzsche profetiza en boca de su Zarathustra. Nietzsche dialogó con su sombra introspectiva y sicológicamente, internándose en “su” desierto, penetrando turbulentas corrientes y trastocando las fronteras de lo irracional hasta el límite que puede hallar un hombre en su soledad, y como Odiseo, que emprende el viaje fantástico de retorno a su tierra, Ítaca, el filósofo del martillo derriba creencias y constelaciones enteras de los sistemas filosóficos permitiéndole, en esencia, acceder a los infiernos y los cielos de su Ser. Así habló Zarathustra, canto a las deidades, compuesto lírico, joya filosófica y rapsodia profética, contiene las nuevas tablas y en sus cantos encontramos la fórmula para


la transmutación de los valores: nace el ultrahombre en el contexto del ser cósmico. Toda su violencia metafísica contra la tradición filosófica, contra el hombre dosificado de debilidad y de decadencia que le ha marcado toda la historia a través del cristianismo institucionalizado envenenando su espíritu; en este sentido Nietzsche se siente más cerca del brahmanismo que el cristianismo porque el primero tiene reglas para el dominio de sí mismo y el cristianismo refleja una aceptación de total desorientación para invadir el mapa del hombre con la necesidad de los párrocos y los sacerdotes para no extraviarlo del templo de Dios; en parte ésta es la debilidad del hombre de espíritu bajo, que nada en aguas poco profundas esperanzado que los sacerdotes le abran las puertas del paraíso. Nietzsche, el filósofo de la tragedia, plasma su mundo dionisíaco que junto con su característico y grandioso delirio artístico de convertirse en todo el universo, irrefrenable, soltando una carcajada cósmica contra el destino y las miserias humanas; su filosofía es un canto para los espíritus libres. Como médico de la cultura busca siempre de la creación estética para el alma el medicamento que lo lleve a los festines báquicos extasiado de salud hacia contemplaciones de alturas donde los espíritus libres guían el camino hacia el retorno de la inocencia. Es por medio del arte que hace de la vida que sea más soportable. El arte como “voluntad de ilusión” para tapar los venideros días del eterno retorno de la existencia; es entonces que el filósofo trágico entre el perspectivismo de un mundo moustroso de tedio, que es la mesa de juego de los dioses, llega a ser artista dionisíaco en su filosofía suprema, cubriendo así la existencia tal como él nos dice «ver la ciencia a través de la óptica del artista, y el arte con la óptica de la vida». Finalmente, consagrar a este pensador indiscutible que ha influenciado al siglo XX en la cultura, las artes, la literatura, la filosofía y todo escenario intelectual, encontrándose amplia bibliografía de su obra por otros grandes pensadores. Es así que, el pensador alemán Peter Sloterdijk clasifica a Nietzsche como un heteronarcisista y diseñador de ideologías. Y ya en otra de sus obras, titulado El pensador en escena, Sloterdijk subraya que en la obra de Nietzsche hay cuatro máscaras a través de su obra: 1-.culto al genio; 2-.ApolíneoDionisíaco; 3-.Filósofo, psicólogo, crítico del conocimiento, pensador bailarín, maestro del disimulo afirmativo; 4-. Profecía dionisíaca: Zarathustra. Y del otro lado tenemos a André Breton, considerado un mago surrealista y padre de este movimiento artístico de las vanguardias. El surrealismo nace de los antecedentes del dadaísmo, de hecho, la aparición del surrealismo es el acta de defunción del dadaísmo y ya cuando Breton publica el primer Manifiesto del surrealismo (1924) había entre dadaístas y surrealistas un claro objetivo de destruir el arte a través de su arma recurrente: el escándalo. Dichos escándalos por su efecto devastador, promotores del antiarte como evangelio, y su polémica de atacar al gentil burgués, tiene sus antecedentes al comienzo, mientras se desarrollaba la carnicería de la Primera Guerra Mundial en Europa. Estos jóvenes, entusiastas, nihilistas, autoexiliados, llenos de manifestar un mundo lleno de banalidades y contradicciones, y que mediante el culto de lo absurdo e irracional fundan el cabaret Voltaire, en Zurich, Suiza (en honor al filósofo burlón e irónico) inventando al escenario las poesías simultáneas, el histrionismo musical dentro de un ambiente de máscaras representando lo que sería los primeros performances y


los primeros happenings en la historia de la cultura y el arte. Poco después a comienzos de los años 20, el dadaísmo 11 se funde y se divide pero su ideología manifestante influye a otras regiones que es catapultada hacia otros países.

Richard Huelsenbeck lo lleva a Alemania y ahí los manifiestos dadá giran con un tono politizado; Marcel Duchamps y Man Ray se llevan el dadaísmo a Nueva York en donde el arte crece rotundamente hasta la llegada de Dalí y su saborizante adicción al dólar en los años 40 y, posteriormente con the factory de Andy Warhol creado en la década de los 60, Nueva York se convierte en cuna del arte snob pero con futuras proposiciones, aporta alternativas para la cultura subterránea. Y por último, el predicador y propagandista subversivo Tristán Tzara, se instala en parís, en casa del pintor Francis Picabia, donde con entusiasmo adolescente por conocerlo llegaron Bretón, Louis Aragón, Philippe Soupault y Paul Éluard. A su llegada ahí, en los días siguientes Tzara, el maestro de los disturbios y la provocación, se integra al grupo parisino, planeando e intentando realizar presentaciones y manifestaciones dadaístas con efecto surtidor bajo. Ya en ese periodo bien se pudiera decir que en 1920 el dadaísmo llega a París para abrirle paso y el escenario al surrealismo que empezaba a tomar forma. Corrían los años previos 1921-23, y anteriormente gracias a la invención en la novela de Apollinaire Les Mamelles de Tirésias de 1916, es a partir de ahí, en esta novela donde se utiliza por primera vez la palabra surrealismo. Breton, considerado un arcano surrealista, pese a su autoritarismo por considerar qué objeto era surrealista y qué objeto no, siempre guió al grupo para no dispersarlo hasta su muerte en 1966. Deleitándose siempre con lo asombroso y la belleza convulsiva, siempre en su obra intentó conciliar lo irracional y lo racional, la vigilia y el sueño, el mundo interno con el mundo externo, y así por consiguiente, buscó encontrar una teoría en Los vasos comunicantes que hiciera capaz a la voluntad consciente de influir en el curso del sueño. Magia, esoterismo, alquimia, mitología, psicoanálisis, transgresión e imaginación creadora, poética y pictórica, espíritu rebelde, son algunas de las sustancias que envolvieron el movimiento del surrealismo. Textualmente Breton nos dice que «La revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz. Y esta luz no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor». Para Breton la escultura, la pintura y primordialmente la poesía fueron las artes con las que se entusiasmaba, además de que estas artes promovían los objetivos del movimiento. Él y su grupo se deleitaban en los cafés parisinos en el que alguna vez alguien llevó unos frijolitos mágicos saltarines mexicanos observándolos con curiosa atención, además de que en esos establecimientos bohemios elaboraban sus proyectos para la realización de su movimiento estético. Uno de los sitios que gustaba recorrer fue el marché aux puces donde se refería que era el lugar al cual “los objetos que van a soñar al mercadillo” para encontrar la ocasión de lo mágico circunstancial y dentro de lo uno en lo otro: el azar y el hallazgo. Caminando, sin rumbo y con total ociosidad, buscando objetos-oníricos, máscaras tribales de África y Oceanía que le fascinaban o como aquella cuchara de madera que encontró, llevaba pegado una zapatilla de donde se sujeta y ya después le consignó asociación de ideas, connotaciones sexuales, al contemplar la zapatilla que le parecía al de una bailarina recordándole a una mujer desconocida, única, dramatizada por su


sentimiento de soledad. Independientemente de lo que se logre o deje de lograrse –decía Breton-, lo magnífico es la espera misma. Su escritura, de automatismo síquico donde el inconsciente bailotea con la pluma sin recurrir a que el pensamiento racional atrape las palabras invoca imágenes entrelazadas que se columpian en el delirio estético y una posibilidad de profetizar o enigmatizar la poquitud de realidad que percibe y aprehende el ser humano. La palabra estalla, aúlla. (Para Antonin Artaud la intoxicación del espíritu significaba el automatismo síquico). Un caso es cuando en Los vasos comunicantes Breton, noctámbulo parisino, Eros Urbano, trabajando en la localización de ese modo de conocimiento intuitivo que va más allá del racional y después de postular que el poeta venidero posee el sueño profético –“el conocimiento del Alma”, diría Freud-, Breton exclama: «París, tus reservas monstruosas de belleza, de juventud y de vigor, ¡cómo quisiera saber extraer de tu noche de algunas horas lo que contiene de más que la noche polar! ¡Cómo quisiera que una meditación profunda sobre los poderes inconscientes, eternos que tú ocultas estuviera al alcance de todo hombre, para que se resguardara de retroceder y de soportar!». En otro escrito es más conciso pero con las mismas aspiraciones: «Veo el bien y el mal en su estado bruto, el mal triunfando con toda la facilidad del sufrimiento: la idea de que está lejos, quizá solo, recreador del bien, ya ni siquiera aflora». Así como Dalí fue un fanático de lo inconsciente, Breton lo fue de Arthur Rimbaud que junto con el Conde de Lautréamont y otros personajes literarios de la tradición francesa conformaron el estandarte de la poesía surrealista. En este sentido siendo los surrealistas herederos de Rimbaud siguen la máxima de que el poeta se vuelve un ladrón del fuego eterno. Dueño de sus abismos le es fácil entregar un conocimiento especial como Prometeo, que roba el fuego a los dioses para entregárselo a los mortales y así puedan ver contra la oscuridad y la ignorancia en esta tierra. Breton dice que “únicamente la intuición poética nos proporciona el hilo que nos lleva al camino de la Gnosis, en tanto conocimiento de la realidad suprasensible, «invisiblemente visible en el seno del eterno misterio»”. Los arcanos surrealistas se sumergieron después de todo, en esa sabiduría esotérica pero no esa gnosis light o “New Age” que hoy se practica y discute en los círculos religiosos, tan pobres y tan distorsionados de seudociencias como la ufología y pragmatizado de realismo fantástico y cienciologías que como se sabe hombres de Hollywood de la talla de Tomás Cruise y Travolta lo experimentan como su experiencia metafísica de sus vidas… Aquí concluimos el tema del surrealismo porque hablar de él nos llevaría un ensayo más extenso al hablar de las influencias que dejaron el surrealismo en el cine, poesía, el teatro, los sueños, la pintura, la política, escultura, erotismo y otras artes. Además de su breve intervención con el marxismo de su época ante discusiones de que si el surrealismo tenía que instalarse a los preceptos del marxismo, en lo que no hubo compatibilidad al tener objetivos distintos. Basta cerrar con las proposiciones que afirma en el segundo manifiesto André Breton para entender contra qué se rebelaban: «El acto surrealista más simple consiste en bajar a la calle con un revólver en cada mano y tirar al azar, todo lo que se pueda sobre la multitud. Quien no haya tenido ganas, por lo menos una


vez, de acabar así con el despreciable sistema de envilecimiento y cretinización imperante, en vigor tiene un lugar 13 de perfectamente señalado en esa multitud, con el vientre a la altura del cañón». ¿Un deseo inconsciente

desesperación por exterminar con la gris realidad establecida y los monopolios de la Razón? ¿El deseo de abrirle paso a la nueva sabiduría, de instalar la verdadera? «¿Navidad en la Tierra?» ¿Los tiempos en que la poesía decretará la muerte del dinero y sencillamente hará caer pan del cielo para la Tierra? Es la continuidad de lo que Breton anunciaba en su rimbaudiano-marxista dilema de transformar el mundo y cambiar la vida. Lo surreal, lo metafórico y lo social hacen mancuerna con la revolución moral y ética del grupo, dicho sea de paso, en el film un chien andalou de Buñuel y Dalí, comentaba el director Buñuel para callar a la prensa francesa que dicha proyección era una invitación al asesinato… quizás retoques visuales del método-paranoico crítico… lo surreal contra el cartesianismo… los moldes deprimentes de la geometría de lo que hasta ahora llamamos civilización. La concepción racionalista del mundo que opaca el desfile de las almas en su andar hacia su libertad, en busca siempre de esa transformación de una edad de oro.


La vida a tientas y Días de septiembre o la teoría de la fragmentación, de Raúl Manríquez Por José Luis Domínguez

Raúl Manríquez pertenece a una generación de narradores del norte de nuestro país que se ha gestado inmediatamente después que la llamada "generación perdida" y que ha sido conocida por algunos estudiosos de la sociología cultural como la "generación cínica" por su espíritu abierto, desconfiado, siempre alerta, por su desfachatez, atenta a los acontecimientos que habrá de vivir, trátese éstos no sólo de una ruptura con el mundo, sino también de una disminución casi simultánea de la conciencia de pertenencia, de identidad propia y de valores humanos; en suma de una fragmentación que le ha sido impuesta por el sistema y contra la cual habrán de luchar tomando una postura críticamente lúcida, tema mismo -el de la fragmentación- que habré de retomar líneas más adelante. De tal suerte que sus primeros años infantiles transcurrieron entre los ecos, para ellos difusos, de la subversión estudiantil del 68 y del 72 que estaban siendo sofocados violentamente por el sistema de gobierno represivo de nuestro país. Raúl Manríquez se añade así, a una lista de nombres de autores del norte de México como el de Daniel Sada, David Toscana, Jesús Gardea, Élmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Eduardo Antonio Parra, Severino Salazar, Luis Humberto Crosthwaite, Hugo Valdez, Alfredo Espinosa, entre otros, cuya primera característica que los emparenta es la de haber comenzado sus carreras literarias publicando sus libros y cuadernillos desde un ámbito meramente local. Una segunda característica, y quizás la más importante, es que aún establecidos en su terruño, continúan desarrollando una carrera literaria cuya obra cada vez es más sólida, la cual ha trascendido ya las barreras de la burocracia cultural estatal, filtrándose, con mucho éxito, en el quehacer literario nacional, venciendo así, merced de su talento y perseverancia, las barreras que el centralismo cultural defeño siempre había interpuesto entre dicha instancia y los escritores llamados, equivocada y despectivamente, de tierra adentro o de provincia. La formación de narrador que respalda la calidad de Raúl Manríquez está compuesta por varios factores que le dan una solidez y una objetividad humanística a sus textos, algunos de ellos son: una infancia dichosa en las


provincianas calles de Cuauhtémoc, Chihuahua, descubriendo por su cuenta y riesgo las novelas de Emilio 15 Salgari, las aventuras de Mark Twain, las obras de Julio Verne, el lirismo de las "Rosas de la infancia", a Gustavo

Adolfo Bécquer, sus “Rimas y leyendas”, "Azul" de Rubén Darío; participando activamente en la conversación sostenida durante los continuos viajes de fin de semana o de vacaciones que realizaba en compañía de su padre, un hombre honesto, sencillo y laborioso que conducía un camión que transportaba combustible desde su terruño hasta la ciudad capital y viceversa; la admiración profunda hacia la obra literaria de un gran hombre llamado José Fuentes Mares y cuya influencia sobre este joven escritor se trasluce en el estilo fontemarino de puntuar y cerrar con fuerza cada uno de los párrafos; la experiencia solitaria y apasionada de escribir las primeras líneas de una novela mal pergeñada en las aulas del bachillerato tecnológico, cortado el pelo a rape; su primer concurso de cuento ganado por aquel entonces; las barricadas erigidas por sus ideales de estudiante universitario contra un sistema educativo que amenazaba en erigirse en una monarquía, ostentándose falsamente en democracia; sus vivencias en la sierra en su primer año de servicio para titularse como ingeniero fruticultor; su economía verbal, ergo, párrafos concisos, y por lo tanto, muy veloces, imágenes fulgurantes, una musicalidad digna de un poeta cuyo oído coincide con el del gran narrador; remates contundentes que cierran cada uno de sus capítulos, entre otros recursos, todos ellos aprendidos en sus lecturas y en su paso por algunos talleres literarios, en los diplomados de literatura tomados en el extranjero, y eso sí, imaginación y oficio, sobre todo, mucho oficio. La escritura de Raúl Manríquez es una escritura, básicamente, de la ironía, donde la condición del hombre suele hacer crisis. Su narrativa nos revela sólo lo que ella es capaz de revelarnos: una parte desconocida de nuestra existencia. Ése es el anclaje, la estructura, el esqueleto de todo su hilo discursivo. Porque no únicamente escribe para entretener, o para procurarnos momentos agradables, que parecieran ser los fines primordiales que la literatura persigue, sino que lo hace, también, pensando en esa búsqueda incesante de la condición del hombre. Cumple muy bien con esa otra tarea, que es la de mantener el mundo de la vida cotidiana y concreta continuamente frente a nuestros ojos. ¿Cuál es el sello tan particular que Raúl Manríquez le imprime tanto a sus cuentos como a sus novelas? Creo que son varias las características las que, en conjunto, consiguen ese efecto tan contundente en cada uno de sus párrafos prosísticos. La primera de ellas es claramente el ámbito geográfico, el tono que consigue cada uno de sus personajes, cuya habla se caracteriza por ser un habla típicamente del norte de México. Un español muy limpio, un fraseo nítido heredado de los españoles peninsulares que nos conquistaron; la segunda es la herencia que corre por sus venas. Raúl Manríquez siente un orgullo muy especial por el hecho de que sus antepasados inmediatos sean de sangre indígena. En este tenor, varios de sus personajes navegan sobre las aguas de un sincretismo conformado por las costumbres y los hábitos del indio guarojío y del mestizo nieto de españoles. Sus personajes llevan a cuestas un mundo compuesto por esa realidad que los circunda, una realidad feroz, ambigua, cruel, y por esa magia que significan el pasado, los sueños, los deseos, los anhelos y otros simbolismos.


Sus dos novelas hasta ahora publicadas transcurren dentro de un tiempo histórico relativamente reciente. Sus hechos pertenecen a un contexto cercano, contemporáneo a nosotros. La sierra madre, sus pueblos, sus contornos, su gente, la zona noroeste de nuestro inmenso estado chihuahuense, son el ámbito perfecto al que corresponden cada uno de sus entramados discursivos. Sin olvidar que fue Jesús Gardea (q.e.p.d) uno de los pioneros en materia de publicaciones en editoriales de prestigio nacional e internacional haciendo obra desde su terruño, pero que desdeñó hasta cierto punto los concursos estatales; ni a Alfredo Espinosa, quien también ha publicado su novela "Obra negra" en Ediciones Castillo de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, cabe mencionar que "La vida a tientas", de Raúl Manríquez, también ha sido escrita desde la región de tierra adentro. Además, ha sido la segunda novela ganadora del "Premio Chihuahua" que ha conseguido ser publicada por una editorial de prestigio internacional como lo es Plaza y Janés. Ya Willivaldo Delgadillo había sentado un precedente en 1997, al publicar bajo el mismo sello "La virgen del barrio árabe". Estos eventos, por sí solos, hacen que el panorama sea motivante y esperanzador para las nuevas generaciones de narradores que ya se perfilan en nuestro estado. La vida a tientas La vida a tientas de Raúl Manríquez, es una novela existencialista. En ella, el protagonista, un profesor de historia llamado José Moreno, arrastrado por las circunstancias, se ve de pronto inmiscuido en un extraño proyecto que dirige Ignacio Caamal, un indígena maya, en el que las etnias son contempladas como una fuerte posibilidad de formar una coalición que, eventualmente, amenazan con recuperar, mediante un movimiento armado, el poder político y prehispánico de nuestro país. Dicho "proyecto" no está exento de un matiz sacerdotal. Matiz ceremonial que, aunque de manera muy tenue, se emparenta con la novela del inglés D. H. Lawrence, titulada La serpiente emplumada. En ambas novelas confluye ese deseo de que los indígenas recuperen en su totalidad o en parte, respectivamente, lo mucho que han perdido en manos de los blancos y de los mestizos. Y aunque La vida a tientas no ahonde ni conlleve una propuesta histórica sobre la teoría del regreso de Quetzalcóatl, sí guarda esos mismos matices, tales como la preocupación por el entorno ecológico, la vuelta a las tradiciones y costumbres de los pueblos antiguos, por ejemplo, que la acercan a esta obra del escritor inglés. La trama de La vida a tientas transcurre, en su mayoría, en algunos puntos geográficos clave, como la vieja misión de Sisoguichi, el ejido Largo del municipio de Madera, el rancho "Los moscos" y en una especie de pueblo ficticio llamado Maulas que pudiera ser, asimismo, representativo de todos los pueblos de la sierra tarahumara. Salvo las incursiones del simpatiquísimo “Luis el diablo” a la frontera norte y la del protagonista a Europa, precisamente


es en ese ambiente idílico del bosque, en el que la memoria, el sueño y la realidad de José Moreno habrán de fundar y fundir los hilos discursivos de la historia.

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Los motivos e imágenes recurrentes en esta primera novela de Raúl Manríquez -aparte de los ya mencionados, son los claros símbolos de la inmaterialidad, de la intangibilidad- ya sean éstos de índole arquitectónica o dramática, y funcionan perfectamente como una alegoría de la fragmentación: unas vías que ya nunca habrán de sentir el peso del paso de algún tren que ha sido ya descontinuado y que puede verse como un emblema de una ruptura con el mundo antiguo; la planta que se deja de regar en el sueño del protagonista como indicativo de que nuestras raíces históricas y culturales se han ido marchitando; la fragilidad de los líderes del "proyecto" como un claro ejemplo de la desaparición de los modelos que toda sociedad debería conservar para mantenerse viva y sana; el bosque devastado por la voracidad comercial como una muestra de la brutal violación de los valores morales y espirituales en los que hasta hace poco, se fincaban las generaciones que nos han precedido; la fatalidad y el suicidio, entre muchos otros elementos que no son otra cosa que señales alarmantes de una sociedad que se desmorona. Una cosa que pone en riesgo la verosimilitud de la trama de la novela es la fuga del padre Estévez. Recluido en una cabaña en el fondo de la sierra chihuahuense, decide escapar, para ello, elimina a sus dos custodios con la misma frialdad con la que actuaría un asesino profesional. Al primero lo aniquila atravesándole un tenedor en la garganta. Y en vez de despojarlo de su arma, prefiere acabar con el segundo sujeto dándole un fuerte golpe con un leño en la nuca mientras éste se encuentra en cuclillas, cumpliendo una labor biológica. También es de pensarse el suicidio del melancólico Ignacio Caamal, ideado, premeditado con un pensamiento pragmático, matemático, aunque con demasiadas probabilidades en la vida real de resultar fallido, suicidio mismo que cumple con los requisitos del procedimiento llamado Deus ex machina, es decir, el autor se vale de un elemento externo que resuelve la situación vital del protagonista, un suicidio elaborado como una ocurrencia, una decisión que se encuentra claramente fuera de la lógica que impera en la narración. En La vida a tientas se da lo que yo llamo desarraigo que pertenece a “la teoría de la fragmentación” y los diversos modos de abordarla la proporcionan algunos de los libros publicados por los narradores chihuahuenses. Por poner ejemplos, lo que es inmoralidad y utopía como tema en la trama novelística de Alfredo Espinosa, es inmaterialidad o disolución en la prosa de Willivaldo Delgadillo, y es desarraigo en La vida a tientas, de Raúl Manríquez. Aparte del lenguaje, de la concisión y de las ricas imágenes que se encuentran en La vida a tientas, otra característica fundamental que hace apasionante la lectura de esta novela es su fuerte inclinación hacia uno de los modos de imitación poética o mímesis según el concepto aristotélico, que es el narrativo o de resumen, auxiliado fuertemente por la descripción. Hay, por supuesto personajes, como Luis el diablo, o Narcedalia, por mencionar


algunos, y escenas psicoanalíticas impresionantes, como la del zurcido de la boca del abuelo muerto, realizado por el nieto-protagonista, que claramente simboliza una transgresión de tipo sexual y coprofílica, la fuga del padre Estévez, o el final onírico y maravilloso de la novela, por ejemplo, que serán entrañables para el lector.

Días de septiembre Ante todo, escribir Sin su obra, la vida de un escritor es común y desordenada. Pero la vida no importa. La tarea de escribir exige tanto carácter, esfuerzo, y energía emocional, que la vida del autor queda relegada a un segundo plano. Un escritor jamás va a organizar su vida de manera brillante porque no es allí donde respira. Escritor es aquel que se siente más feliz cuando está solo. Martin Amis.

Traducir el mundo a un lenguaje particular, propio, intrínseco, es la función del arte, y en este caso, de la literatura. A su vez, esta experiencia de traducir al mundo, de ponerlo al descubierto, se transforma en un acto simbólico, fundado en una consciencia peculiar que dimana del lenguaje. Así, la segunda novela de Raúl Manríquez, ganadora del Premio Nacional de Novela “Justo Sierra O´Reilly 2007”, de Mérida Yucatán, se convierte en una trama de relaciones significativas merced a la magia de las palabras. Habrá que suponer cómo nuestro amigo narrador golpea, día tras día, hora tras hora, contra el muro de las maravillas llamado lenguaje y consigue hacer de éste un esplendoroso mosaico de lo múltiple bajo la figura de la unidad que es la novela. Raúl Manríquez sabe que con esos veintiocho signos o menos que posee nuestro castellano, puede hablarnos extraordinariamente bien de lo que él quiera; o como ya lo hemos consignado en el epígrafe de Martin Amis de esta entrada en materia: escritor es aquel que se siente más feliz cuando está solo, en esa casa azul, aparentemente deshabitada, como se le definía en el recibo de cobro de energía eléctrica mes tras mes, a esa casa azul aparentemente deshabitada, en la cual vivía en sus años de papá soltero, ubicada en la Avenida de los Vientos; solo, no por un mero afán masoquista o culpígeno, en lo absoluto, sino porque Raúl Manríquez posee ese dato sensible que le ha permitido vislumbrar una verdad que por evidente salta sobre su propio eje: que lo que puede hacer un escritor en la soledad de su habitación es algo que ninguna fuerza externa podrá destruir tan fácilmente.


A diferencia de La vida a tientas, de la prestigiada Plaza y Janés, que está narrada desde varias perspectivas y 19 voces, Días de septiembre, de la no menos prestigiada Editorial Ficticia, nos presenta a un solo narrador,

protagonista, que a veces funge como narrador testigo, mismo que, en primera persona, de manera casi lineal, nos va deshilachando una serie de sucesos que abarcan años, décadas, mediante un lenguaje preciso y verosímil. Dicho narrador protagonista nos contará de sus miedos, de sus estados de ánimo y, en ocasiones no se hará responsable en lo absoluto de las omisiones que habrán de aparecer en la narración. Otra de las técnicas narrativas a la que, inteligentemente, recurre Raúl Manríquez es el flash back o retroceso, el cual ejecuta muy bien condimentado con el uso de la temporalidad por evocación para, así, interrumpir precisamente y a propósito, con la narración cronológica lineal, para no fatigar nunca al lector. En Días de septiembre, y a manera de confesión, una voz posmoderna, semejante, paralela a la del grumete Ismael, quien aparece en Moby Dick, de Hermann Melville, protagonista que también funge como narrador testigo y tiene sobre sí la honda huella del catolicismo, se confiesa ante nosotros los lectores, porque desea saldar cuentas consigo mismo y entender cómo es que el aciago destino se ha ido entretejiendo hasta en las cosas aparentemente más nimias, otorgándole a su vida una clase de hondura fatalista; nuestro personaje de Días de septiembre, nos cuenta cómo cada uno de sus sueños de transformar su mundo, como maestro que es, y sus ganas de predicar el conocimiento, sintiendo sobre sí, la carga de un moderno San Francisco de Asís, van encaminadas al fracaso. Mediante una secuencia perfectamente engarzada, con un impulso narrativo de muy alta facturación, Raúl Manríquez, en Días de septiembre, nos otorga el reflejo de una realidad actual: la de ese mundo sórdido y corrupto del ámbito magisterial en el caso especial, México, en el caso particular, Chihuahua, convirtiendo en denuncia lo que empezó y sigue siendo para el autor un mero divertimento, una pasión y a la vez una dependencia altamente gozosa que se resume en el acto escritural. La trama descubre un mundo sórdido, de una corrupción ejercida desde el ámbito del magisterio nacional y estatal, en la que se ventila el asesinato de la maestra Sonia Madrid, encarnada en ese personaje llamado en la novela Sandra París. De hecho, una pequeña errata de la página 61, escapada de las escrutadoras miradas del autor del libro y del editor, ponen en evidencia el nombre de Sonia y no de Sandra, como debiera. Peccata minuta. Gracias al simbolismo lingüístico, la verdad se eleva sobre todas las cosas, emerge y desciende, luminosa. La verdad, por sí sola, reúne a las otras dos cualidades: la bondad y la belleza. Una obra es verdadera porque incomoda, y es buena porque descubre tras de su lectura su alta calidad telúrica. Nos mueve el tapete de la consciencia; nos hace sentir que ya no estamos seguros en nuestro mundo, lleno de comodidades pero vacío de sentido, de significado. Lo bueno y lo verdadero no puede ir enfundado en una estructura deficiente. La verdad también llega a resolverse, como en este caso, en la forma.


Sin embargo, la prosa de Raúl Manríquez presenta dos debilidades: la primera de ellas, y la más grave, tiene que ver con uno de los elementos básicos de toda novelística: el diálogo entre los personajes. Curiosamente, los diálogos en las novelas de Raúl Manríquez suelen ser inexistentes. Tal vez por ello, al leerlas, se tiene la sensación de que el discurso sólo pertenece al narrador omnisciente, léase escritor, y no a los personajes. Heredero de la tradición de don José Fuentes Mares (un historiador chihuahuense metido de pronto a novelista, dueño de un fraseo intenso, aunque también carente de diálogos), Raúl Manríquez aún no se atreve a desligar de sí y del todo a sus personajes; aún no se atreve a soltar los hilos que los atan a su cálamo. Teme que se le caigan de las manos como marionetas sin vida, es cierto, ése sería el alto riesgo que tendría que correr el novelista. Prefiere no hacerlo, pero con ello también se libra de alcanzar esa clase de dicha que es la consecución de un mayor nivel de intensidad y un efecto final más contundente; y a los lectores nos evita el hecho de que estemos más cerca de cada uno de sus personajes; sólo se nos permite que sigamos viéndolos de lejos, como a través de una fría, enorme y límpida vitrina. La otra debilidad, si así se quiere ver, es que le atrae la idea de que sus amigos irrumpan en la trama de sus historias. Eso nos habla de un autor con muy poca imaginación, que tiene que echar mano de las biografías y confidencias de sus amigos y conocidos para armar sus piezas narrativas. Desde sus primeros cuentos y relatos, escritos en revistas y cuadernillos que se han ido convirtiendo en la delicia de muchos lectores en nuestro Estado, la mayoría de ellos estudiantes de secundaria y de preparatoria, y ahora en sus dos novelas publicadas, Raúl Manríquez ha ido inscribiendo los nombres de Polo Zapata, Héctor Ramos Zepeda, Miguel Espino, José Luis Domínguez, Marcelino Ruiz Acosta y Gloria Ríos, entre otros. Dentro de la tradición y la narrativa escrita por autores del norte de México, Raúl Manríquez no es el único en utilizar esta clase de recursos. Willibaldo Delgadillo, por ejemplo, cita a sus “compas” de Juárez en La virgen del barrio árabe; David Toscana, en Estación Tula, se cita a sí mismo como personaje y, por si fuera poco, desacraliza su propia literatura poniendo en tela de juicio una de sus novelas a través de uno de los personajes de El último lector. En este punto, cabe mencionar que Raúl Manríquez se ha convertido en un habilidoso catalizador de la realidad que lo circunda y es capaz de trastocarla, de sublimarla, de arrastrarla hasta complementar con ella los pérfidos mundos que brotan como por un conjuro de su magín, con bastante provecho en su labor de encantador de lectores. Siendo autor de corte realista, no hay detalle, gesto, conversación o suceso que escape a su mirada intensa y profunda, ni a su oído sabiamente entrenado desde las coplas de su felicísima infancia. Raúl Manríquez cuenta, así, con las dos clases de memorias que se les otorgan como una gracia a los poetas: la memoria visual y la memoria auditiva. Sabe discernir muy bien por donde nada el pez y por donde nada, nada, ya sea en mar o en río o en lago de aguas profundas en ese exigente universo que es el logos. Como buen gambusino sabe determinar muy bien el provechoso rumbo de la veta hacia el interior de su propia mina narrativa. Figura de perfección


constante en esa manera de escribir que tiene Raúl Manríquez. Una prosa es la suya, llena de ritmo, limpia, 21 a eufónica, impecable. Su estructura casi alcanza la misma efectividad, cohesión, adherencia y fuerza, similares

la estructura interna que posee el átomo.


Eufórica de Andrés Cisneros de la Cruz Por Erick Salgado

Guerra, catarsis, provocación y amor son sólo unos pocos elementos en los que uno puede aterrizar al pensar en la totalidad de Eufórica, obra recién publicada de Andrés Cisneros de la Cruz, la cual reúne los poemas más representativos de sus cinco primeros libros: No hay letras para escribir tu epitafio, Vitrina de últimas cenas, Fue catástrofe, Como la nieve que dejan los muertos y Ópera de la tempestad; títulos de por sí impregnados de los elementos punzantes que mencioné al principio. “Partituras para la guerra” indica la segunda parte del título del poemario, y no tenemos más opción que pensar en una guerra ambientada: una invitación para entrar al campo de batalla. Gracias a la fuerza de los poemas, el lector no podrá evitar sentirse en una especie de trinchera al recorrer las páginas de Eufórica. Sin embargo, aunque no siempre sea partícipe de la batalla, nunca saldrá limpio de un poema o sin llevarse uno de los frutos de la guerra catártica que Cisneros experimenta y desarrolla en estos versos.


Guerra del autor y para el lector: hay poemas aquí reunidos que son como espejos rayados. Por un lado, porque 23 la complejidad del lenguaje de algunos de ellos puede provocar dificultad para su apreciación; no obstante, llegan

a explicarse por sí mismos en su transcurso o con las notas que su autor les ha colocado (y con atención extra, el lector encontrará gajos de su rostro reflejados en el poema “porque el mundo es más/ de lo que palpan los ojos” y porque en el poemario el autor ha constatado que es como usted). Por otro lado, los rayones en los cristales son efecto de tempestades cotidianas. Son marcas, recuerdos lejanos, surcos de guerra que ha labrado Cisneros en su obra poética: poemas oscuros con imprevistos azotes de luz, versos que rajan “… cristales/ para reventar el glaucoma/ abrir en la frente una puerta rojiza/ y desanudar los meniscos del cráneo." En la mayor parte del poemario se aprecia esa sensación de rompimiento con ataduras del pasado o ataduras ideológicas, como en el poema “No hay letras para escribir tu epitafio”, Cisneros declara a su padre en un poema violento: ”… escribo el túnel para expulsarte/ para que desmembrado ruedes/ hasta el filo de los ojos y desciendas/ por cascada y te limpie de mí..."; o en “El falo que todos llevamos dentro”: "Me desprendo de este garfio/ como alacrán que deposita su veneno/ y luego muere", y más adelante, comprometido –quizá– con una labor que se ha propuesto y considerando que todos llevamos el falo dentro, hace un llamado: "Pero rompamos la varita/ digamos no al cetro/ rompámoslo/ rehagamos nuestro lenguaje...". Romper y rehacer siempre: disolverse en una lágrima y coagularse en una hoguera ("y qué hermosa sensación es la de ser lágrima"), porque, de vez en cuando, todos lloramos en el fuego, y las lágrimas al caer en la lumbre devienen en un vapor que puede respirarse en Eufórica. Esta es parte de la esencia que, a mi parecer, puede apreciarse en el poemario. Pero no basta con hablar de romper, sino que hay que aclarar que no es una fractura accidentada o producida por una voluntad ligera, sino que los elementos que resultan violentados –el padre, el lenguaje, ideologías, los poetas– han sido seleccionados precisamente para dicha tarea –ser quebrados, expuestos, burlados– y conjugarse en otro lenguaje a través de la poética de Cisneros. Guerra, muerte y violencia sublimadas a través de la poesía, como el mismo autor declara: "mi violencia está/ en el arte de hablar..."; y es una declaración que va más allá de lo impreso. En el poema “Metáfora del disparo”, Cisneros argumenta que "… no hay paz/ la paz sólo existe/ en el útero de la guerra/ y cuando nace/ se vuelve/ nueva confrontación/ del mundo." Esta sentencia, que es clave del último poema, refuerza la intención de confrontar y violentar que impregna todo el poemario, de empujar la membrana, de tener un arma siempre bajo la almohada, de la castración, de reconfigurar estructuras, de poner sobre la mesa las cartas que dicten que el lenguaje se rehará "Y Verdugo, Eterno, Cárcel, Mártir, Frontera,/ serán parte de una escritura antigua".


Un viento amable (Sobre el libro Las correspondencias de Alí Calderón)

Por Javier Lorenzo Candel

En alguna ocasión, tratando de describir los caminos de ida y vuelta entre la literatura mexicana y la española, he tenido que acudir forzosamente a la interacción suscitada por figuras tan representativas como Juan Ramón Jiménez, Rulfo, Paz o, más en nuestros días José Emilio Pacheco. Una interacción que lleva aparejada la necesidad de completar los procesos híbridos en la escritura de ambos países, los alimentos necesarios para dotar de fuerza al mundo de sus respectivas literaturas, la entidad real de una necesidad de existencia en estos flujos intelectuales. Con todo ello, los nuevos procesos no podían permanecer de espaldas a este fluir, consolidando estos caminos en momentos en los que las nuevas tecnologías y los nuevos medios de transporte abren espacios casi sin tiempo. Y es aquí donde se entorna definitivamente la puerta que lleva, desde los últimos recursos de la poesía española a los nítidos ecos de la literatura mexicana, desde los resortes del eclecticismo de los poetas de la vieja Europa a las voces de los jóvenes poetas mexicanos. Dentro de este espacio común, la figura de Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) viene a definir un puente necesario que ha llegado a abarcar la edición de su poesía en dos editoriales españolas de relevancia, Valparaíso y Visor, dando muestras de la importancia que suscita su recorrido literario en este país. Su último libro, Las correspondencias (Visor, 2015), viene a ser una carta de presentación, una puesta de largo en sociedad de un poeta muy interesante, poeta que nos deja entre sus páginas una particular forma de enfrentarse al verso y que, desde mi punto de vista, añade tres características que van sedimentando su literatura:


En primer lugar, es Alí un poeta que es lenguaje, y, cuando digo esto, quiero decir que somete al lenguaje a una nueva

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sintaxis comunicativa activando al lector para que reconozca esa nueva forma de expresión, familiarizándose con ella, aceptando de buen grado el juego que propone. Y es en este juego donde va desgranando una comunicación precisa, sin signos de puntuación, que es la clave para entender el mundo que nos está proponiendo. En segundo lugar, la capacidad de activar, desde la descripción de lugares (el topoi griego) un universo que sobrepasa los límites de lo visitado, una recreación de Estambul, Florencia, Granada, etc, activando mecanismos que van más allá del paisaje para agrandar la dimensión real de lo observado. Alguien podría decir que algunos de los poemas de Las correspondencias pueden ser una guía para el viajero, pero son mucho más, son la interpretación compartida de la piedra y los sentimientos. Y puesta en la mano para el lector avisado. Y, en tercer lugar, una singular escritura que podríamos relacionar con el muralismo, donde las alegorías, los recursos casi pictóricos, la historia y la intrahistoria son elementos que quedan fijados al poema para la recreación lectora. Pero un muralismo (en alguna ocasión en la lectura he podido recrear escenas propias de Rivera) que marca los ritmos de una revolución en pleno siglo XXI, con tonos que evidencian el color de nuestras nuevas formas de vida. Además, los guiños a la literatura oriental a través de haikus y algún tanka, o los planos- contraplanos en la narrativa de buena parte de sus poemas, o los títulos latinos que diferencian las partes del libro y que nos acercan aún más en la identidad lingüística (versos del poema “La Tabla de la Esperanza”, atribuido a Trismegisto), o el humor que se deja ver en algún poema, componen el nuevo libro de Alí publicado en España. En estas idas y vueltas desde la tradición y la innovación de España y México, figuras como la de Alí Calderón dan fe de un nuevo tiempo que apresta a tomar en consideración las líneas mágicas que han surgido para unir ambos países. La nueva poesía mexicana está pidiendo paso.


Conversación con el Estudio Socioeconómico

Por Abraham García Alvarado

José Luis Nájera Hernández me contó. “Era de noche, yo iba caminando por una de esas pinches avenidas y vi que le estaban pegando dos chavos. Me acerqué y al principio no quise meterme, la verdad no me gusta meterme en broncas, pero estaba bien flaquito y los otros dos le estaban dando duro”. El pasado 11 de septiembre fui contratado por una institución de enseñanza de idiomas como profesor de inglés. Firmé un contrato de exclusividad por seis meses, durante este tiempo, de acuerdo con el contrato, no puedo enseñar inglés en ninguna otra institución, no puedo enseñar inglés por mi cuenta, no puedo usar el idioma que me costó tanto aprender y dominar con fines de lucro. Simple y sencillamente mi inglés les pertenece. Eso dicen las letras en un papel. Por la tarde a las 6:40 vino a visitarme una trabajadora social. Se presentó amablemente y entró, le invité algo de tomar pero no aceptó, vino a lo que vino y me lo dijo con su actitud. Era amable, bajita de estatura, pelo pintado no sé de qué color pero zanahoria no era, nuez menos, su fórmula era parecer que había nacido con ese tinte. Yo no le creí. Nos sentamos en la mesa del comedor. Sacó una laptop, pequeñísima, saco un fólder con documentos y le dedicó unos diez minutos a sus apuntes. En momentos me hacía preguntas, sencillas, como por qué razón había regresado a México, o por qué había abandonado New York, como si una o la otra no fueran la misma pregunta. Después me pidió todo lo que se refiriera a documentos: diplomas, actas de nacimiento, cédula profesional, credenciales, recibos, cartas de recomendación, récord médico, todo, absolutamente todo tipo de papel que tuviera mi nombre. La entrevista socioeconómica comenzó. La trabajadora social se presentó, otra vez, me mostró su carnet de identificación, una vez más me explicó los motivos de la entrevista. Entendí que ciertas compañías aquí en México contratan a otras compañías para que estas realicen los estudios socioeconómicos a los nuevos o posibles empleados. Yo ya había firmado un contrato, ya era empleado, pero el estudio socioeconómico determinaba si mi estatus social era digno de ser empleado. Aquí hay dos cuestiones


importantes, para trabajar bajo el patrocinio de una institución como en la que me metí, hay que ser dos tipos de seres humanos, el académico; el que sabe enseñar y habla inglés y está dispuesto a laborar con la empresa 27 como un esclavo, y el otro es el que tiene que vivir dignamente para poder ser presentado a la sociedad como un ciudadano ejemplar. El cuestionario fue así: Trabajadora Social: Nombre, apellidos, edad, nacionalidad, estado civil. Yo: bla, bla, bla y bla. TS: ¿Qué tipo de trabajo hace? Yo: … No supe que contestar ya que ella me había dicho que la institución para la cual yo iba a laborar la había contratado para hacerme la entrevista. Además que más de cinco veces ya le había dicho que llevaba una semana viviendo en el país. Las preguntas llovían en granizada. Se me preguntó de todo lo que hice durante 36 años de mi vida, y tengo 36 años. Nombres de la primaria, la secundaria (trunca), la preparatoria. Aquí hubo una pausa a la entrevista porque a ella no le cabía en la cabeza que en Estados Unidos no les importó si terminé la secundaria en México, por la edad me enviaron a la High School, después de un examen posicional. La trabajadora social no creía que existiera tal aceleración, tal apoyo, tal ventaja. Le era inaudito que alguien pudiera ir a la preparatoria así de fácil. Bueno, le expliqué que en Estados Unidos la educación garantizada es hasta la preparatoria. Lo demás, es cosa del dinero. Y aun así no me creyó. ¿A qué estará acostumbrada? Continuamos con mis hijos y mi esposa. Nunca pensé que ellos tendrían que estar involucrados. Pero la barbaridad de la situación se suscitó cuando me preguntó a qué se dedican mis hijos. Mis hijos tienen 12, 3 y 2 años. ¿A qué se pueden dedicar? Mi respuesta fue ya amarga y atorada. Después vino el por qué mi esposa Paola es pintora y fotógrafa, qué tiene que ver el arte con ella. Evidentemente, ahí sentados en la mesa de la sala, de un departamento de dos recámaras, un baño, una cocina, sala y comedor de un sexto piso en una unidad habitacional en el centro de la ciudad, comencé a entender cuál es el problema con México. José Luis Nájera Hernández vende dulces en la calle. Camina desde el metro Revolución hasta donde le alcancen los músculos debiluchos ofreciéndole a quien se le tope enfrente una bolsa triste de dulces de piña. Dice que le dijeron que tiene 37 años, él no sabe si esa es su edad, es de Puebla pero llegó al DF como a los 6 años. Yo venía sobre la avenida Insurgentes rumbo al norte y en la esquina de James Sullivan José Luis me ofreció un dulce. Le di una moneda de cinco pesos pero no tomé el dulce, mejor le pregunté que sí ese es su trabajo. Hablamos por más de una hora, me contó que estudió hasta el bachillerato pero que no terminó. Que antes robaba para sobrevivir,


pero que ya no lo hace. José Luis difícilmente me miraba a los ojos cuando me hablaba pero al escucharme sus retinas se fundían con mis niñas. Tiene unos ojos cobre, piel de barro capitalino, un corte de pelo medio Hipster que no me atreví preguntarle el motivo. La nariz la tiene rota, hacia el lado izquierdo, se viste con ropas muy calientes a pesar del sol del mediodía. De vez en cuando se alteraba porque yo no le entendía cuando me decía que era originario de ciudad Guerrero, yo pensaba que me decía de la colonia Guerrero, y no, me gritaba corrigiéndome. Le pedí un poco de paciencia, déjame entenderte, cuéntame cómo es tu vida para saber porque yo no tuve una vida así. La gente que pasaba junto a nosotros nos miraba extrañados, las miradas eran fusiles más dirigidos a mí que a él. El tráfico sobre Insurgentes en momentos de una luz roja eran como asientos de teatro, desde todas las ventanas había una o dos caras que nos veía, yo pienso que hasta querían escuchar. Y no saben de lo que se estaban perdiendo. José Luis decía: “…entonces pues se me hizo gacho no defenderlo y tomé vuelo, harto vuelo y le di una patada en la cara a uno, creo que le rompí la ceja porque la sangre brotó. Al otro lo tomé de los cabellos y le di de puñetazos en la cara y las costillas. Luego el otro me llegó por atrás y me quería dar pero lo empujé. Entonces agarré al chavito y lo arrastré para que nos echáramos a correr. Lo tuve que agarrar de los pelos porque estaba bien golpeado y no se podía parar. Ya que estábamos lejos, él tenía todas las ropas rotas, desgarradas, sucias. Yo le pregunté que por qué le querían pegar. Y ahí fue que me di cuenta de que no era niño, era una niña. Se la querían violar los cabrones, ahí en la calle así nada más y pues desde ahí anduvimos juntos para todos lados”. Y le pregunté que si él aun llora cuando se acuerda. José Luis me miró, sonrió y esos alvéolos profundos rodeados de pedazos blanquecinos sarrosos y moribundos, me respondió que sí, que él aun llora cuando piensa, cuando extraña. Le pregunté que si llora de rabia, me respondió que en ocasiones sí lo hace. Cuando le dije que yo viví en New York, que ahora estoy de regreso en México, me dijo que él nunca ha viajado en avión, pero que sí conoce lugares aquí en México. Me menciona algunos, pero que su gran sueño es viajar en avión porque tiene un hermano en Estados Unidos de América, y así lo dice, con gran esmero. Entonces saqué de mi cartera una Metrocard, ese pedazo de plástico que nos da acceso al subterráneo de New York City y se la doy. Le digo que la guarde siempre, que ya ese es un pedazo de mundo, y que con esa tarjeta puede hacer de cuenta que es su boleto a viajar por todo el mundo. José Luis me mira, posa para una foto que le tomo, nos abrazamos. Le doy la mano y le prometo que contaré su historia. Él me pregunta sobre qué va a ganar y le respondo: ganará que su voz viaje por el mundo. En la entrevista la trabajadora social me tomó fotos en la sala. Sentado y parado. Es para el récord de que la entrevista fue verídica, me dice. Las preguntas que más odié, fueron las siguientes:


¿Cuántas estufas, refrigeradores, microondas, lavadoras hay en la casa? ¿Cuántos televisores hay? ¿DVD player? 29 ¿Computadoras? ¿Cuántas? ¿Cuántos baños? ¿CDs? ¿DVDs? ¿Camas? ¿Tiene auto o toma transporte público?

Y me cansé de repetirle que llevaba una semana viviendo en el país. José Luis Nájera Hernández, amigo, donde quiera que estés en estos momentos, te digo que la conversación que tuvimos fue lo mejor que me ha pasado en estas primeras semanas en México. ¡Ah! y dile al Estudio Socioeconómico que los DVDs y los CDs ya pasaron de moda hace muuuucho tiempo.


Solsticio de infarto Por Ángel Gaona

Una frase hecha repetida hasta la náusea, o quizá el impulso genuino de un hombre que va dejando por ahí recomendaciones que yo interpreto como instrucciones a seguir. Me quedé rumiando el peso y el significado de esas líneas que redactadas a manera de dedicatoria, siguen girando en mi cabeza. Intento ahora desentrañar el mensaje cifrado que contienen. El hombre que las pergeñó ya no es el mismo, después de dos infartos sucedidos en el breve lapso de dos años, su talante ha cambiado. A mi pregunta por querer entender sus razones para irse a vivir a España, su respuesta lapidaria me cimbró: ¡me voy por qué este país ya se jodió! Esa noche el hombre cantó, tocó la guitarra y dejó que se lucieran Santiago y Sebastián que a la postre son sus escuderos y sus compañeros de trio. Un ensamble de voces y cuerdas que fusiona de todo de manera casi inverosímil: el son, el rock, boleros tristes que cayeron en el olvido y que estos chamacos rescatan de quien sabe dónde, reggae, jingles de comerciales de productos descontinuados y hasta el grito chilango de la niña que compra refrigeradores, lavadoras… Es pertinente aclarar que sus compañeros de trio además de todo son sus hijos. También nos deleitó a los presentes con la elocuencia de su palabra al hacer la presentación de su libro: “Solsticio de Infarto” que viene siendo la compilación de su trabajo periodístico: “Agua de Azar” publicado durante 10 años en el periódico Milenio. El respetable disfrutó lo que a mi juicio sabe hacer Jorge F. Hernández mejor que nada: hablar, ante un auditorio o en las charlas de sobremesa con su familia de Guanajuato, sin duda, lo hace tan bien que quizá en eso supera al buen dibujante y escritor que es. Nunca lo vi torear, pero lo he escuchado hablar de toros y toreros y creo que en esos terrenos también es insuperable. El prólogo del libro vale por sí mismo, con la impecable prosa de Juan Villoro el lector se ve inmerso en el universo que compone la obra y circunstancia del escritor Jorge F. Hernández.


Volviendo al mensaje de la dedicatoria, haré mío el deseo implícito que expresa: Para quien resguarda el paisaje 31 me más entrañable de mi corazón. No sé si tenga que ver con su manía de inventarse identidades ajenas. A mí,

presentó a un par de damas en la FIL de Guadalajara como el gobernador de Colima, le seguí el juego al advertir la cortesía de la que fui objeto por parte del par de beldades que lo acompañaban. De todas maneras me gusta el papel que Jorge me asigna en su dedicatoria, me siento como un caballero medieval después de haber sido armado por una potestad autorizada. Seguiré el camino que me he trazado intentando atrapar en una crónica, una instantánea fotográfica o quizá en un poema, éste paisaje colimote que me cautiva y que al igual que a Jorge me resulta cada vez más entrañable. De manera tardía pero entusiasta acudí hace ya algunos años, al curso de Cuento que impartió Jorge en la Sala Alberto Isaac de la Casa de la Cultura. Ahí se reforzó en mí una vocación largamente postergada, la de incursionar formalmente en el mundo de la escritura. Fue él quien me aclaró dudas y prejuicios al respecto. Y aquí sigo, neceando con encontrar el estilo y la figura precisa.


Palabritas de amor Acrilatos y pigmentos 50 x 70cm


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Esta niña debe ganar

Por Gamaliel Sánchez Salinas

Llegué corriendo al Instituto Juárez. Había sido invitado a conformar el jurado del concurso de minificciones que la máxima casa de estudios había convocado, con motivo de su feria del libro anual. En la entrada me indicaron dónde sesionaban mis compañeros. Subí las escaleras. En la pequeña oficina encontré a Electra Ramos, escritora de cuentos de horror, fumando inconsciente a pesar de lo cerrado del lugar por el aire acondicionado. Entre el humo pude ver a Demóstenes Montalvo, encargado del departamento de difusión cultural de la universidad y al ínclito maestro de toda una generación de poetas, Funesto Sobrino, quien presidía el jurado. El maestro Funesto era dueño de un vasto conocimiento literario. Creador de más de cien libros de poesía, nomás había publicado dos, pues afirmaba haber descubierto que cuando un libro se publica, se corrompe. Sus alumnos se contaban por decenas; la literatura empezó a ser en el estado con su llegada hacía más de treinta años. Pero a la par de su genio literario estaba su autoproclamada fama de conquistador, se ufanaba de haberse deleitado en los cuerpecitos de las más bellas hembras del terruño, donde, con sus dientes, escribía sus versos largos, largos, larguísimos. Su capacidad de bailarín consumado era de sobra conocida. Pues bien, estaba ahí para conducirnos en ese proceso tan delicado que es elegir al ganador de un concurso literario. Pocas veces había tenido la oportunidad de conversar con él; lo saludé con reverencia. Su fama como teórico de la novela había trascendido las fronteras, y su postulado de que toda buena novela debía de tener una mascotita o, en su defecto, una matita de perejil, como personaje, había venido a sacudir el andamiaje literario del estado y la región. Basados en esta preclara tesis los novelistas del sureste crearon las obras más sorprendentes, merecedoras de premios de internacional renombre, donde un zanate, un lagarto, una hicotea y hasta un perro, acompañaban a los personajes principales en calidad de mascotas. Bajtín pues, era como un escarabajo de la Volkswagen. Me saludó displicente. Con su fuerte olor a tabaco llegó el beso de Electra Ramos. Ya empezábamos sin ti, dijo a manera de saludo Demóstenes, mientras nos entregaba, como enormes barajas, los sobres amarillos de los concursantes. Con el rabillo del ojo observaba al sabio literato quien ojeaba títulos y seudónimos como se los iban dando. Cuando nos entregaron todos,


precedimos a revisar. El maestro, sin abrirlos, tomó uno, leyó con su mirada y exclamó embelesado: ¡Esta niña debe ganar! Lo puso bajo su sobaco y salió a los corredores a tomar aire puro con esa humildad propia de los que sabios se saben. Electra y yo, extrañados, pedimos una explicación a Demóstenes. Un tufillo tramposo estaba lastimando mi olfato y se lo hice saber. Electra opinó lo mismo. Demóstenes nos recriminó, no debíamos desconfiar del maestro, y con fina ironía nos dio a entender, sobre todo a mí, que era un honor ser presididos en dicho certamen por una figura de tal talla, que nuestro pobre currículo se enriquecería escandalosamente, cual sureño gobernador. Desconfiados, pese a la perorata recibida, procedimos con nuestra delicada labor. Veinticinco mini cuentos, veinticinco artistas de la brevedad nos mostraban sus cualidades. Había buenos, regulares, malos y pésimos. El hallazgo estuvo al abrir el último de los sobres, firmado por Shadia de Melk. En la hoja leí como título: La tragedia. Ayyyyy, era toda la minificción. Quedé deslumbrado, aquella hermosa pieza de la brevedad había venido, estaba seguro, a destronar el cuento dinosáurico del Tito Monterroso. Tenía ante mí la historia más fascinante, jamás leída, contada con exquisita elegancia. ¡Puta madre! Exclamé emocionado y busqué con la mirada a mi compañera. Ella estaba en una especie de shock, con una hoja en sus manos, caminé a ella, me situé sobre su hombro y vi: La tragedia. La sacudí con suavidad y poco a poco fue saliendo de esquizofrénico embate. En susurros me dijo: Jonás, esto es una maravilla, una maravilla, una maravilla… Y aletargada, encendió otro cigarro. Llamé a Demóstenes para expresarle que ya teníamos nuestro dictamen. Llegó con la excelsitud literaria encarnada en el viejo maestro. Nos sentamos a la mesa y Electra habló por los dos: La tragedia, es una maravilla, para nosotros es el que gana. Demóstenes vio al culto Funesto, quien sacó el sobre de su sobaco, leyó el título y, con sus saltones ojillos en baile triunfal, sonrió para decir: Sí, la niña ganó. ¡Mierda! Si el viejo estaba por su niña, si ella había entrado al concurso en contubernio con él, lo magnífico del trabajo no nos dejaba oportunidad de disentir. La trampa no era trampa. El viejo y su, seguramente, pupila habían ganado en buena lid. El notario hizo acto de presencia con las plicas de los concursantes. Shadia de Melk, dijo Demóstenes y el hombrecito de peluquín rojo pajizo busca con habilidad entre los sobres hasta encontrarlo, rompió un extremo y sacó la hoja donde estaba el nombre de la triunfadora. La curiosidad me mataba. Extendió la hoja, e imitando a conductor de programa de televisión, engoló la voz y exclamó: ¡El ganador es…Aristóbulo Pacheco! ¡Mierda! La niña resultó niño. Un estruendo nos hizo voltear, el maestro probaba la dureza del mundo. En el suelo, trabado por la furia, era cautivo de una especie de catatonia. ¡Un médico, un médico! gritamos mientras lo asistíamos. No era para menos, todos sabíamos del odio poético que el célebre bardo profesaba a Aristóbulo. Éste, irreverente, se había pitorreado desde su columna, en el suplemento La Loma, no de la poesía, no de las teorías literarias, mucho menos de las conquistas del anciano rapsoda, sino de su forma de bailar. ¡Oh, atrevido! Desde entonces Pacheco era dueño de la animadversión de aquel que había bebido la euritmia sensual de los compases afrocaribeños en las caderas de hermosas negras de su lejano país. Pero entonces, concluí, fiel a su temple ardoroso, el escaldo se dejó llevar por las resonancias del nombre hecho seudónimo y esto lo perdió. El sosiego estuvo de vuelta cuando los paramédicos se llevaron en camilla al insigne vate. Estaría bien, sólo era un atrabiliario vaguido, nos dijeron camino a la ambulancia.


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EspĂ­ritu libre Acrilatos y pigmentos 40 x 70cm


La luna anclada

Por Krsna Sánchez N.

El rayo de luz ascendía por el cielo oscuro, hasta perderse de vista en la lejanía, apuntando directamente a la luna llena. — ¿Qué es esto?–preguntó cautivada. —Un rayo gravitacional— contestó desganado. —¿Y qué hace? –Mantiene a la luna en su lugar, por medio de un flujo de gravitones. —¿Enserio?— Sus bonitos ojos se dirigieron a la esfera plateada, semejante a una perla engastada en las alturas. —No me parece que le haga falta ayuda. —Eres muy joven para acordarte— él también era un niño cuando sucedió, pero platicó la historia con mucha certeza: — Hace muchos años el paso de un cometa desequilibró la órbita lunar. Los científicos de entonces tuvieron que construir este proyector para hacer que el satélite siguiera girando alrededor del planeta. Se refería a la maquina cónica que ocupaba la terraza. Ella no prestó atención a sus últimas palabras. Se aproximó al aparato y se inclinó sobre el tablero de controles. — ¿Qué pasaría si apagamos el rayo un rato?—sus pechos rosaron los botones parpadeantes. —Estás loca— la tomó de la cintura y la alejó de los controles —La luna saldría disparada al espacio o, en el peor de los casos, se derrumbaría sobre la Tierra. De cualquier manera, seguramente yo me quedaría desempleado, porque mi obligación es que el rayo permanezca encendido siempre.


—¿Siempre? 37

—Sí, siempre— hizo un ademán para señalar una pequeña habitación al otro lado del laboratorio. En el interior se distinguía una cama estrecha y algunas pertenencias personales, revueltas en el piso. Ella adivinó fácilmente la triste vida que llevaba como guardián del rayo, confinado al observatorio astronómico, ignorante del exterior. Lo imaginó en la interminable faena de los cuidados y las reparaciones técnicas. Hasta que una noche, hastiado de la soledad, bajó la colina y buscó la compañía de una mujer. Y me encontró a mí, concluyó gustosa. —Bueno, ya me aburrió el tema del rayo –dijo después de pensarlo un instante—. Mejor hagamos que tantas preguntas valgan la pena. Antes de despertar presintió la ausencia de ella en la estrechez de la cama. Abrió los ojos y comprobó que no estaba en la habitación. Ni siquiera perdió tiempo en llamarla o buscarla por los pasillos. Sabía que se había marchado sin despedida, como convenía en situaciones similares. Presa de la melancolía, miró hacia el cielo en busca de consuelo y descubrió otra ausencia. El rayo de luz ya no dividía la bóveda nocturna. Se arrojó al panel de controles, para reencender el proyector, pero los botones no respondieron. Quitó la cubierta del aparato y, apenas con un vistazo, se dio cuenta que ella había realizado un sabotaje intuitivo, pero bastante eficiente. Se llevó la mayoría de los componentes indispensables y destrozó los pocos que no pudo retirar. Él entendió que no contaba con las refacciones suficientes para arreglar el sistema. Resignado a cualquier desenlace catastrófico, salió a contemplar la luna. La encontró en su sitio, brillante e imperturbable, terriblemente desdeñosa de los sucesos de abajo.


Nada me detendrรก Acrilatos y pigmentos 70 x 90cm


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Ella

Por Hernán Paredes

Entro en la pizzería. Perdón, entramos juntos en la pizzería. Ella detrás de mí, aunque pareciera haberse materializado ahí mismo. La pizzería está casi vacía, hay una pareja conversando en una de las mesas que están junto a las ventanas que dan a la calle, justo en el medio de la fila de mesas que están junto a las ventanas que dan a la calle. A pesar de que la pizzería es grande y hay varios lugares disponibles, yo quiero una de esas mesas, y ella también. Ella elige la que está más cerca de la entrada y yo me quedo ahí parado un momento, intentando decidir en cuál me voy a sentar, como frente a un tablero de ajedrez donde uno no sabe si el próximo movimiento lo llevará a la gloria total o al fracaso absoluto. Obviamente mi elección es la misma que en esos momentos: pasiva, la jugada sin riesgos, pensando que quizá más adelante aparecerá una chance de triunfo. Elijo la última mesa, la más segura, cerca de la pareja y a una eternidad de ella. El mozo me trae la carta y, mientras comienzo a ver las opciones, ella se levanta y va al baño, pasando a mi lado. Logro verla un poco mejor, es morocha, flaca, tiene el pelo bien largo y camina con serenidad, como si en ese momento sólo importara caminar hacia el baño. “Esta es mi oportunidad —pienso—, cuando salga le sugiero que comamos juntos", pero ella sale y yo vuelvo mis ojos al menú. La pareja frente a nosotros sigue conversando, solo paran para observar sus celulares y escribir mensajes, como si después de un agotador round de exposición decidieran que ya fue demasiado y corrieran a refugiarse en la seguridad del banquito de la esquina del ring. Yo aprovecho para tomar mi celular, con la esperanza de darle un "toque" a la distancia, pero alguien como ella no se encuentra allí. El mozo se acerca y me pregunta si ya estoy listo para pedir, le digo que sí, que mitad cuatro quesos y mitad la de la casa y una coca para tomar, elijo lo de siempre, lo seguro, lo conocido. Trato de observarla a través de los brazos gesticulantes de la pareja sentada enfrente y la veo leyendo un libro, hay algo magnético en ella, aunque no sé si tiene que ver con esa serenidad que la sitúa fuera de este mundo, o tiene que ver conmigo, con mi necesidad de encontrarla. El mozo se le acerca y le hace la misma pregunta que a mí y a cientos de clientes que se han sentado alguna vez en esa mesa. Pide su orden, el mozo levanta el menú y sale hacia la cocina. Ella baja sus ojos otra vez hacia el libro, ahí consigo observarla un poquito más, sus ojos son grandes y brillantes y están pacíficos, ella está ahí, presente,


mirando como a través de una ventana transparente, sin velos. Comienza a jugar con su largo cabello, tocándolo con suavidad, lo acerca a su nariz, lo huele y cambia la página, se sonríe levemente, con la comisura de sus labios extendiéndose hacia un lado, tiene labios finos que le dan un aspecto inocente. Escucho el ruido de la bandeja tocando la mesa y salgo de mi trance, miro al mozo que me pregunta si cuatro quesos o la de la casa, tardo un momento en entender lo que sucede mientras él se queda esperando de forma monótona, sin importarle mucho mi respuesta, queriendo terminar su trabajo. Le contesto que cuatro quesos y él corta una rebanada, la deja en mi plato, llena mi vaso con coca y vuelve a la cocina. La pareja continúa con su ritmo de charla y vistazos al celular y yo continúo mirándola. El mozo le sirve la pizza, ella deja el libro a un lado y comienza a comer. Yo también como, pero no quito mis ojos de ella, la veo mirando su comida, oliéndola, cortándola, masticándola, saboreándola, tragándola, y todo parece una misma acción. Cuando miro mi plato sólo veo una aceituna que dejé a un lado y me sirvo otra porción mientras pienso en cómo abordarla, qué decirle. Pienso en presentarme con un "¿venís siempre por aquí?", pero lo deshecho por trillado, por más que pienso no se me ocurre ningún verso que me haga más interesante, ninguna mentirita que haga que me preste algo de atención. Quizá pueda decirle "hola, no te he podido sacar los ojos en toda la noche, hay algo que me atrae hacia vos y es mi necesidad de relacionarme con alguien, de no estar tan solo", pero creo que es la frase más patética que se haya inventado, aunque también la más auténtica. Ella ya terminó su pizza y llama al mozo para pedirle la cuenta, paga y sale sin premura, entera, danzando con la vida, no falta ninguna flor en su jardín. Yo la sigo a través de la ventana y me encuentro conmigo, mis ojos en el horizonte, una búsqueda interminable, el boleto de lotería que salvará mi vida de la monotonía de vivir, ese alguien que hará soportable las horas de soledad. Pero ella no necesita eso, ella dejó de buscar, ella encontró, o mejor dicho, ella se encontró.


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Reconstruyendo mi propio nido I Acrilatos y pigmentos 70 x 90cm


Ella, sanguijuela Por Cristina Arreola Márquez

Todas las mañanas me despiertan las mordidas de ella, su lengua resbaladiza que lucha por encontrar el punto más erógeno de mi oreja. Cedo. Hace doce años que la encontré rondando aquí en mi casa y la verdad es que nunca reuní el valor necesario para echarla a la calle. Supe su nombre hasta el segundo mes de tenerla dando vueltas en la cama, arrancando de mi tibio cuerpo las sábanas percudidas que me niego a desmanchar por temor al olvido. A ella también le sonó extraña esta explicación pero aprendió a convivir con ello e incluso parece que comenzó a fascinarle la idea de encontrar la primera mancha de menstruación que se le escapó aquel agosto. Ni en días de ayuno respeta, es una aspiradora de mí, se relame frente al espejo en que se refleja mi cuerpo viejo. Yo era joven, pero sus fantasías ya me han secado los mejores años de vida. Debo decir que nunca encontré en ella mayor defecto, así que le permití –como si ella hubiera necesitado consentimiento alguno– absorber todas las noches mis genitales con sus nimios labios negros, porque debo advertir que antes de irse a dormir gusta de ponerse ese labial oscuro que a los pocos momentos abandona su sonrisa para instalarse en toda la anatomía que me constituye. Doy apariencia de ser un carbón mal segado, lo sé y lo permito. Cuando cumplió diez años bajo este techo que compartimos como sombras que se empecinan por distinguir sus bordes, decidí hacer algo por ella y encargué un pastel sabor fresa con chispas de chocolate, su desconsuelo fue tal que no sólo lo arrojó por la ventana, sino que acusó –al despojo que esto narra– de ruin, despreciable, egoísta; al parecer fui el peor ser humano por intentar saciar su hambre en un postre que no fuera parte de mi cuerpo. No volvió a pasar nunca ni pasará, pues esa vez recuerdo que amenazó con marcharse y ya no sé qué haría sin sus dientes modificando la forma de mis uñas, saboreando eso blanco que escupe mi cabello por las semanas sin baño, sin ella, simplemente sin su apetito devorando cada tarde mi aliento. Hay en ella un dejo de adicción que se expide en su sudor amargo, quizá por eso ya no me resisto, por eso permito los cortes horizontales que ha comenzado a hacerme en las piernas. Dice que no es suficiente. Quiere paladear hasta el mínimo recodo de mí y se adhiere a los manchones de sangre como una sanguijuela. Me absorbe entero. Ha dicho también que muy pronto tendré que dejarle roer mis huesos. No respondo, su lengua filosa ya conquista la tierra nueva que bajo de mí sucede. Doy a luz y sé que con ello se


me negará el olvido. Me ha abierto en dos. De mi centro se eleva una última erección. Cierro los ojos, no soportaría comprobar que ya se ha ido.

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Cuando estaba muerta TĂŠcnica veneciana 80 x 80cm


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Secreto Oriental Por Gonzalo Zuloaga

Voy al Chino en música, porque no uso sube ni bicicleta. Es mi único medio de transporte. La sensación de ajustar los auriculares al músculo correcto: un modo off del mundo tal cual lo camino. Con el primer play ya tengo patinetas de zapatillas. En zigzag hago llover, sólo para jugar a esquivar los charcos que cerca de alguna baldosa floja, arañan la cola de mi capa de superhéroe. Siempre imagino la gorra perfecta que remate el outfit. Es ecléctico mi playlist. La rambla que debo cruzar es una ópera en un bosque mágico. Los arbolitos visten de palmeras y menos uno que es la luna, danzan intrigantes alrededor de mis fouettés. La crítica nos adula, pero yo ocupo la primera plana: la más vendedora de las bailarinas. Qué kitsch, mezclar. Puedo ser hombre y mujer camino al Chino. En un pasillo de baladas vibro a cuerdas; cerca de los productos de limpieza me sigue un coro de detergentes fluorescentes; por la zona libre de gluten resucito voces de lácteos vencidos. Es inevitable: las góndolas terminan siendo siempre las más difíciles de musicalizar. La vuelta es en tobogán de nubes que dibujan felinos obesos o el rostro de un cacique. Depende del ritmo al que crujan mis nuevos dientes diamantes. Soy todo un cliché de dibujos animados que intervienen esta escena de video clip. Gané la carrera en karting hasta la puerta de la casa de papá y el premio fue un par de historietas sin final. Un anticipo del soundtrack. “Te olvidaste la salsa, nene.” “Fue inconsciente.”


“Volvé al Chino a buscarla antes de que cierre.” Por suerte tengo otra chance de completar la fantasía.


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Reconstruyendo mi propio nido II TĂŠcnica veneciana 100 x 120cm


Estado de México

Por Rodrigo Velázquez Solórzano

Varios pasajeros iban medio dormidos por el calor de abril. Las ventanas de la combi no se podían abrir y la temperatura subía en ese pequeño espacio lleno de incomodidades y hedores. A tal grado era aquel y funesto calor que Erika no dejaba de sentir el sudor que le escurría por la frente, el cuello y la espalda. La cosa era que no había otra forma de llegar a San Cristóbal aquel jueves. La autopista de Indios Verdes estaba cerrada porque un aguacero aflojó un gran pedazo de tierra hasta que ésta se hundió y formó un boquete enorme en la autopista, así que Erika tuvo que optar por otra ruta. Abordó el Metro en Potrero para después trasbordar en dos ocasiones hasta llegar a la última estación de la línea B, en la parada de Ciudad Azteca. De ahí salió para tomar una combi que decía en letras verdes y rosas fluorescentes; “San Cristóbal, 30-30, Palacio Municipal”. Erika estaba nerviosa y le apremiaba volver a ver a Armando, lo extrañaba tanto. Sólo el chofer y una joven bonita que dejó subir con buena maña en el asiento del copiloto recibían algo de aire en aquella miserable combi. Sus ventanillas eran las únicas que se podía bajar por completo; sin embargo el chofer la traía a media asta por no sé qué razones de su mente retorcida. Como sea, el poco aire que entraba a la combi estaba tan seco que molestaba respirarlo, sentirlo fluir por la cara hastiaba. Además del calor la obesidad de dos señoras que iban apretando a Erika sin timidez o inquietud por ella fue otro plus de aquel día. Qué fastidio para Erika que estaba acostumbrada a viajar en su coche tener que soportar el horrendo Estado de México con su horrendo y destartalado transporte. No se podía ni mover a causa de las señoras sentadas a su lado. La tenían aprisionada entre sus obesidades. Cuando quiso sacar de su bolsillo el dinero para ir separando el cambio con el que iba a pagar no lo consiguió. Le estorbaban tanto las caderas llenas de grasa que se desparramaban del pantalón de las tremendas gordas intentar


moverse con fluidez era impensable. Enfadada Erika por aquella funesta situación sólo deseaba platicar largo tiempo con Armando. Así que tuvo que esperar a que una de ellas bajara para poder acomodarse de forma 49 más o menos decente en los incómodos asientos de terciopelo lustroso y negro donde estaba semi jorobada por la diminuta altura del transporte donde tenía que ir aplastada. Tres días antes su coche se había descompuesto y por lo tanto no tenía otra opción que ese camino y ese automóvil. En el camino Erika fue escuchando un poco de música electrónica que sus audífonos le hacían llegar desde su celular, con eso se logró distraer un poco de donde estaba. Pero las avenidas con baches sin direcciones y hasta con topes le recordaban a cada rato por dónde estaba circulando. Agregándole además que el olor a gasolina quemada de la combi la iba asfixiando en todo momento y aunque iba tarde Erika creyó que llegaría a tiempo a su cita. Supuso que el tránsito en el que se detuvo la combi sólo correspondía a un pequeño tramo de la avenida. Erika tuvo suerte y así fue. La combi sorteó el nudo de coches que se hizo en una glorieta a la altura del Bulevar de las Alondras de forma hasta impresionante. Eso le dio ánimo a Erika para creer que llegaría justo a tiempo a su cita. Pero a un kilómetro de donde la estaba esperando Armando, el ritmo del transporte disminuyó de nuevo. Impaciente Erika por la hora que ya era inclinó su espalda un poco hacia adelante para mirar por la ventanilla de la combi, como si al ver la fila de autos en la carretera le diera la respuesta de por qué se detenían. Las bocinas de los coches comenzaron a sonar y la mente brillante del chofer decidió improvisar camino nuevamente y meterse entre varias calles para avanzar “más rápido”. ―¿Por qué se detiene la combi? ¿Hay marcha o algo? ―preguntó un señor. El chofer escuchó la pregunta y respondió que no, pero que habían cerrado varias calles. ―¿Y por qué? ―preguntó Erika un poco acuciosa. ―Porque es domingo de bicicletas―, respondió una señora. Todos los pasajeros pusieron una mueca de resignación, desagrado, y comprensión obligada. Una aceptación fastidiosa los acomodó en su asiento para no hablar más. “No puede ser”, pensó Erika. “Pinche Estado de México. Siempre con sus versiones feas de lo que hacen en el Distrito. Ahora a ver por dónde nos lleva este pendejo”. El chofer comenzó a maniobrar por calles estrechas, cuarteadas, grises y llenas de topes. Parecía hormiguero aquel asunto. Estorbándose con los demás autos que también buscaban camino sin encontrar dirección, invadiendo carriles opuestos para que al final dieran a una calle


cerrada por dos enormes macetas de concreto. Así, despacio y librando a otros conductores que también estaban buscando el camino “más corto” se tardó más el chofer en llegar a su destino. Con media hora de retraso, Erika se apresuró a bajar y se dirigió casi corriendo afuera del Oxxo donde la estaba esperando su antiguo novio. En lo que caminó al lugar donde la esperaba Armando se demoró otros quince minutos. Ya afuera del Oxxo se quedó parada observando a su alrededor, buscando al chico que anhelaba con una mirada ansiosa. No lo encontró. Aguardó unos minutos con la esperanza de que llegara, creyendo Erika verlo en varias ocasiones, confundiéndolo hasta con gente que no se le parecía. Después de media hora de espera se resignó a volver a casa. Una o dos lágrimas salieron de sus ojos por no haber llegado a tiempo. De nada le sirvió haberse peinado tanto, maquillado y arreglado, Armando no la vería más. Aunado a la tristeza de no ver a su ex novio, tenía que subirse de nuevo a una combi para regresar a su casa. Dio dos pasos para irse a tomar el transporte, cuando escuchó la voz de Armando diciendo su nombre. Giró para ver salir a su ex novio del Oxxo sosteniendo una paleta de hielo que se acababa de comprar. Armando la estuvo observando desde adentro del Oxxo todo el tiempo que Erika lo buscó con la mirada. ―No te compré nada porque pensé que no llegabas. ―Pero ya llegué. Armando le dio un beso a Erika en la mejilla, esta sonrió y le dio un abrazo fuerte y amigable mientras buscaba seducirlo un poco acercando con delicadeza sus senos al pecho de Armando. ―Acompáñame al hospital a ver a mi hermana, tengo que llevarle sus lentes que se le olvidaron en la casa. Me marcó para pedírmelos. ―¿En qué hospital trabaja? ―Está cerca de Plaza Aragón. Ahorita ves. ―No quiero, vengo de allá. Erika hizo un gesto de fastidio al pensar en el regreso. ―¿No llegaste por Indios Verdes? ―Cerraron la autopista. Me tuve que venir en combi por Ciudad Azteca.


―Ni cómo remediarlo, tenemos que ir para allá. 51

Erika hizo una mueca de fastidio que Armando no atendió. ―¿Me acompañas o no? ―Ya qué. ―Si no quieres quédate aquí, a mí me da igual, tú fuiste la que me pidió la cita. Erika ofendida y sumisa se resignó a lo que le pedía Armando. ―Vamos, sirve que por fin conozco a tu hermana. Armando y Erika se dirigieron a tomar la combi en la Avenida Morelos. Le hicieron la parada cuando la vieron acercarse, la abordaron y al ir subiendo se fijaron que los únicos dos asientos vacíos estaban uno enfrente del otro. No tenían más remedio que sentarse separados y apretados entre las demás personas. ―¿Ya te conté el primer día de trabajo de mi hermana en el hospital? Erika negó con la cabeza. Su cara de fastidio por la gente y el calor no le interesó a Armando. ―Le tocó el turno de la tarde, entraba a las dos y salía a las once. Como fue su primer día ya sabes, la pusieron a pesar a las personas, a tomarles su estatura y preguntarles su edad. Se le fue el día haciendo eso. Nada muy importante. Lo interesante pasó en la noche. Al final de su turno el doctor con quien le tocó trabajar la llevó a conocer el hospital, los consultorios, los laboratorios donde se hacen las ecografías etc. ―¿Qué es eso? ¿Eco… que? ―Eco-gra-fí-as… Es donde hacen los ultrasonidos. Para las imágenes de los bebés. ―Mmmm. ―Bueno, de ahí fueron al auditorio y al final la llevó por un pasillo a media luz y de noche en la parte más apartada del hospital cuando ya no había casi nadie trabajando. Mi hermana estaba bien nerviosa, ¿a dónde crees que la llevó? ―¿A dónde? ―¡A la morgue!


Erika miró fijamente los ojos de Armando, las personas que iban con ellos en la combi voltearon a verlos de reojo. Iban atentos al relato de Armando. ―Me dijo que son dos puertas enormes de acero inoxidable, pesadas y herméticas. Que al entrar con el Doctor estaba todo oscuro, así que no se esperaba lo que vio cuando el doctor prendió la luz. Era un cuerpo sobre una mesa todo hinchado y pálido, el cuerpo de un hombre que murió ahogado. Olía horrible, me dijo. ―¿Cómo que murió ahogado? ―Lo asesinaron. Lo encontraron flotando en no sé dónde. ―¿Por qué la llevó a ver eso? ―Me dijo Tania que la razón que le dio el doctor fue que si iba a trabajar en el hospital tenía que prepararse para lo que fuera desde el primer día. Que en un hospital llega gente con fiebre y gripe. ―Gripa. ―Gripe, Gripa, no sé. Hasta personas balaceadas y atropelladas. Que si un día la trasladaban a urgencias, tendría que ir y que lo mejor es que fuera preparada. ―Pero en la escuela de enfermería ya la habían llevado a la morgue, ¿no? Me supongo. ―Sí, pero no es lo mismo que te digan <<tal día vamos a ver un cuerpo en descomposición con tales características>> que te lleven de sorpresa y sin saber qué vas a ver. Erika asintió al comentario de Armando con una expresión de callado espanto. Aún le molestaba el calor, lo incómodo del transporte la crispaba. ―¿Y qué hizo tu hermana? ―Pues nada. Dice que se quedaron ahí un rato. Que el doctor le explicó no se qué cosas sobre el cadáver. ―Debe tener mucho corazón tu hermana para ser enfermera. Pero mucho corazón. ―Sí, y la mente y la sangre bien fría. Porque un error y les quitan la cédula profesional. Yo una vez fui a urgencias porque se me rompió el brazo, vi a un niño atropellado, lo llevaban en una camilla y nada más de verlo pasar me desmayé, ¿tú crees?


Erika comenzó a reír. La demás gente que lo iba escuchando también rieron, pero de forma discreta. 53

―Ay corazón, sí te creo, eres bien miedoso. ―La verdad es que esa profesión es para valientes. ¿Qué te estaba contando? ―Lo de la inspección. Pero dame paleta. ―Ya me la terminé. Si viste que me la estaba comiendo, ¿por qué no me pediste? ―Bajando me compras una, eh, pero sígueme contando. Los pasajeros continuaron escuchando a Armando. Erika comenzaba a sudar como todos los ahí presentes, pero era la única que se notaba no estaba acostumbrada a eso. ―Ah sí. Luego ya se fueron. Así fue su primer día, ¿cómo ves? ―Difícil. ―Y deja que te cuente el segundo; rezos a los muertos. ―¿En serio? ―Lo que sucede es que a los muertos ya sabes tienen que hacerle una autopsia cuando lo pide el familiar directo. Pues para poder hacérselas bien tienen que pedirles permiso primero. Cada vez que les van a hacer un corte con el bisturí les piden disculpas o les rezan algo. Dice mi hermana que si no lo hacen, el cuerpo se pone duro, como si se enojara, ¿crees eso? ―Me imagino que sí. Lo que pasa es que ya somos demasiado secos, dejamos de creer en la gente que lo vive por tonta desconfianza. ―O por temor. Armando se dio cuenta que ya habían pasado Ciudad Azteca y que estaban llegando a Plaza Aragón cerca del hospital, tomó de su bolsillo derecho un billete de cincuenta pesos y le pagó al chofer los dos pasajes. Le dijo dónde bajaban y el conductor los dejó enfrente del hospital. Al ir saliendo de la combi los pasajeros iban siguiendo con la mirada a Erika y Armando.


―Se supone que nos tiene que estar esperando mi hermana en el segundo piso junto al elevador, le dije que llegábamos más o menos a esta hora. Ven, vamos a entrar. Armando y Erika ingresaron al hospital cruzaron la sala de recepción con sus sillas azules alineadas y atornilladas al suelo, mientras se miraban de reojo con gusto de volver a verse. Respiraron el aroma a medicina del hospital y ambos recordaron al mismo tiempo pero sin decirse nada unas aspirinas que se tomaron hace más de tres años después de una fiesta. Caminaron hasta el elevador que se encontraba en la parte de en medio del edificio y esperaron a que se abrieran las puertas. Entraron. Llegaron al segundo piso. Así como iban saliendo del elevador vieron recargada a Tania sobre uno de los muros con su uniforme pulcro y planchado. Armando al ver a su hermana fue a darle un abrazo para después presentarle a Erika. Luego le entregó los lentes que llevaba en el bolsillo de su camisa. ―Me dice tu hermano que llevas trabajando aquí cinco años. ―¿Cuándo dije eso? ―No, apenas tres pero parecen como veinte. Los tres rieron por la respuesta de Tania. Erika aunque no se quejó de nada con Armando, la verdad es que ya estaba harta del calor y de tener que acompañarlo. Lo que ella quería era estar con él en alguna plaza comercial tomándose un café o caminando sin rumbo, pero sujetados de la mano. ―Por el horario y la gente, ¿verdad?―, dijo Erika. ―Por las historias. Diario ocurre algo. Algún chisme; que no fallan, o alguna leyenda, alguna realidad asombrosa como lo que le acaba de pasar a una chica del piso de arriba. Déjenme les cuento. Lo que pasó fue que Ariadna mi amiga llegó tarde a su horario de trabajo, así que las demás enfermeras le dijeron que le tocaba bañar a la gente en camilla, a las personas que están en coma. Pero lo que sucede con la gente en coma es que es muy sensible, casi no puedes moverlos porque pueden llegar a fallecer. Por eso se les dan baños de esponja. Al parecer, cuando los mueven para llevarlos a la tina, cuando los cargan o los acomodan en la tina, por el movimiento fallecen. Pero tampoco los puedes dejar en la misma posición siempre porque se les hacen llagas. Son muy sensibles, hay que tener mucho cuidado con ellos. Entonces esta chica fue a bañarlos, y como ya lo había hecho antes no se preocupó demasiado y en un turno de ocho horas, bañó a las cuatro personas que estaban en esa sala, se terminó su turno y se fue a su casa. Al otro día volvió a llegar tarde y de nuevo le tocó bañarlos, pero cuando fue a verlos se dio cuenta que los cuatro que había bañado, los cuatro habían fallecido. Ariadna se deshizo al darse cuenta de eso. El hospital dio informes a los familiares de los cuatro internos pero desde luego no les dijo nada de que fue culpa de


la enfermera. Aunque en realidad no fue su culpa, esas cosas pasan, sólo que la gente no lo sabe. Sólo se les dice que su familiar ya no respondió al tratamiento y ya.

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―Increíble―, dijo Erika. El tono de voz con que dijo esa palabra convenció a Tania del interés y la impresión que le causó a Erika la historia. Pero lo cierto es que fue pura hipocresía por parte de la ex novia de Armando, porque ella estaba ansiosa por salir de ahí. Así que cuando Tania comenzó a contar la historia. Erika sólo pensó en el tiempo que estaba perdiendo. ―En ocasiones el trabajo es muy gratificante, la gente llega a quererte mucho, pero otras te va de los demonios. Armando asintió con la cabeza las palabras de su hermana. ―Armando, ¿te puedo pedir otro favor? Mi mamá me pidió que le mandara estas medicinas contigo para sus triglicéridos. ¿Se las puede llevar ahorita? ―Claro, yo se las llevo. Erika al escuchar esto exhaló una bocanada de aire en obvia señal de fastidio. ―Bueno hermano, me despido, tengo que regresar a trabajar, nos vemos en la noche, me compras algo de cenar, cuídense y que se la pasen bien. Tania abrazó a su hermano y se fue a trabajar. ―Ven, vamos de regreso ―dijo Armando a Erika en tono risueño. ―Estoy harta del pinche Estado de México. Sabes que mañana me voy a vivir a Querétaro, que te quiero mucho, que por eso vine a verte, pero hoy no me vuelvo a subir a una combi, cuídate mucho Armando. Bye. Erika intentó darle un beso en los labios a Armando, pero él giró un poco el cuello para que los labios de Erika tocaran su mejilla. Erika se desconcertó, ese beso pudo arreglar las cosas, hacer que ella lo acompañara todo el día adonde dijera, pero él no fue mal intencionado, rechazó el beso por la sencilla razón de que no quería apresurar las cosas. Erika se fue llorando.


Zurcidora de su propia vida TĂŠcnica veneciana 80 x 80cm


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Nació en la ciudad de México en el seno de una familia de artistas. Su aprendizaje inicial fue como autodidacta y fue guiada por su padre, para después estudiar formalmente con diferentes maestros la pintura figurativa y abstracta en México y Barcelona. Su técnica actual es el resultado del desarrollo a profundidad de experimentación con materiales y del resultado ponderado de esa experimentación, así como del estudio de técnicas antiguas en la Escuela de Arte Van Gogh, dirigida por la maestra Luz García Ordóñez. Ha expuesto de manera colectiva e individual en diversos recintos culturales y universidades en ciudad de México, en Oaxaca, San Miguel de Allende, Ciudad de Querétaro, Chihuahua, Monterrey y Guanajuato, entre otros. Ha expuesto en el extranjero en Varsovia, Nueva York, París, Barcelona, Sevilla, Valencia, Argentina y Chile. Cuenta con más de 30 exhibiciones colectivas y con 9 individuales. Fue seleccionada en el Concurso Internacional Competition of Modern Art de la Modern Art Community of New York and Athens 2011. Pertenece al MUMA (Museo de Mujeres México) y ha colaborado en el Proyecto Mira Lee 2012 del Museo Nacional de Arte MUNAL México y en el Proyecto “Entrecruces” 2015 de dicho museo. Está adscrita a los proyectos JANO Asociación de Barcelona 2012 – 2017 y México Joven Asociación Cultural Polaco – Mexicana Bocian & Nopal 2009 – 2014. Cuenta con varias publicaciones como son entrevistas sobre su trabajo en periódicos y revistas culturales en México y en el extranjero. Su obra ha sido publicada en la portada de varios poemarios, libros de psicología y diversos anuarios. Actualmente, Cielo Donís prepara obra para su próxima exposición, imparte clases de Dibujo e Ingeniería de la Pintura en la reciente carrera de Artes Visuales de la Universidad Anáhuac Norte en México y está apoyando y promoviendo buscar un recinto fijo y digno en la ciudad de México para la Colección Blaisten.


“Y sin embargo, se mueve” Yo creo, Galileo, que tus papás ya sabían les saldrías mariquita, porque mira que desde el nombrecito le atinaron; claro que para ellos y la bola de idiotas de sus amigos, siempre serás Leo, pero tu nombre artístico de Gali, ese, ya lo traías marcado, loca. Vieras cómo me río cada vez que te anuncian en el antro del Gil, que hasta me olvido de la frase que repites antes de empezar a berrear. ¿Me la podrías repetir, Gali?, anda, no seas así, dímela, según tú pertenece a un gran hombre que sufrió el desprestigio en su época y no era como nosotras, a quienes atacan tanto. Órale, no seas gacha manita que ya no puedo con el llanto y el dolor de los golpes, además, no tardan en venir por nosotras. A lo mejor ya ni logran salvarte, porque mira qué madriza te acomodaron esa bola de infelices, yo ni sé cómo es que puedo todavía hablarte, pinche Galileo. Se quitó la rubia peluca y exclamó con voz chillona: ¿Dios mío, porqué a nosotras, si todos somos tus hijos? La borrachera que se cargaba su amiga no le dejó ver que Leo, tenía un buen rato de haber muerto desangrado en el sofá rosa del motel “El Faraón”.

Lucy Al término de la charla en casa de Pablo, la cual nos llevó la noche entera hablando; finalmente por la mañana llegamos a la siguiente conclusión: Lucy era una dechada de virtudes, innegable a tal grado, que no quedó absolutamente nada en la mesa por discutir. Ella nos inició con amor en el sexo a todos los ahí reunidos de maneras distintas y ninguno se atrevió a mencionar la palabra insatisfacción; la felicidad fue realmente conocida por cada uno, ahí, en su propia casa, no así en la misma cama. Lo lamentable del caso para los que nos despedíamos ya rumbo a nuestros hogares y los que se quedaban aún en la de Pablo, era el reconocer que ahora Lucy está nuevamente casada y con los hijos de siempre; es más, dos de ellos, que eran de los que platicaban todavía con los restantes, están de acuerdo en que su madre sigue y seguirá siendo única.


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Por amor

Guardó todo su coraje en el bolso junto con el revólver que acababa de usar en repetidas ocasiones hasta vaciar el cilindro en el asqueroso cuerpo de aquel desgraciado que yacía desangrándose en plena acera. Sacó su teléfono. Marcó el número de un hombre para avisarle, que pronto, todo volvería a marchar como siempre y nada habría ya por temer. No obtuvo contestación, así que, lo metió, abrochando el bolso, y subió a su auto rumbo al puente de los milagros; al llegar, bajó tranquila, como si sus sueños estuvieran por completo cumplidos y, sin meditarlo un segundo, complacida, se arrojó al vacío celestial del asfalto.


Adรกn y el cielo Acuarela 30 x 50cm


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Adรกn Lรกpiz graso 40 x 65cm


A帽oranza Grabado en lin贸leo Placa: 17 x 12cm Papel: 33.5 x 25cm


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La boda Placa perdida Placa: 20 x 30cm Papel: 38 x 56cm


Serie mujeres I Punta seca Placa: 20 x 9.5cm Papel: 60 x 31cm


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OrquĂ­deas susurrantes II

Barniz suave, aguafuerte y aguatinta 6 Placas: 20 x 30cm Papel: 36 x 50cm


Alejandro Baca

Estación olvido

Primera estación: El canto de Nabu

Abandona el barco, me dijiste, y las olas, y la lluvia, y las costas, y las estrellas australes y marinas se hicieron uno contra las piedras que guardaban los desfiladeros. Entonces un martillo cayó del cielo. Entonces los mares se congelaron. Entonces el cielo se pintó de blanco o nuestras pupilas perdieron el pigmento de los hipocampos, y el rumbo de los mares se hizo un sendero constelado en volutas de vaho. Quizá por eso me pediste con la boca llena de musgo que saltara del barco. Que arrojara los remos y caminara bajo las olas. Porque los mares se habían desvanecido ante nuestros ojos. Porque la constelación líquida de Acuario estaba constituida por fluidos seminales. Constituida como una federación celeste donde las aves construyeron un capitolio y un parlamento. Donde las aves rapaces servían al vuelo de las golondrinas. Porque el mar se había desvanecido y crecía musgo sobre nuestras manos.

Segunda estación: El canto de Inanna

Entonces, con una bazuca cargada de helio, disparaste contra las Torres. Aquellas Torres de cristal templado que edificamos sobre nuestros templos. Disparaste, y las Torres cayeron sobre su propio reflejo, y el estallido fue el grito de la banshee. Esa fue la vez primera que escuchaba el grito de la banshee, y mis oídos se despostillaron tan lentamente que no tuve el valor de escuchar otra cosa que no hablara sobre el amor. Y así fue como quedé sordo en un mundo que no paraba de palpitar. Tú, tú pintaste tus labios de verde y no volviste a pronunciar nada que no estuviera en el lenguaje de los bosques. Y cada que un ciprés o un abeto o un fresno caía, tú reproducías el sonido con tu boca y el mundo olvidó el sonido del silencio.


Tercera estación: El Monte Areópago 67

Sobre los cristales nacieron crisantemos, y en los crisantemos se hospedaron las orugas del color del viento. Tú, con los labios pintados de verde, aprendiste los cantos de Mitra, y desde entonces ibas de aquí para allá murmurando. Murmurando y murmurando. Para entonces ya me había enamorado de la lumbre que expedías de entre tus piernas y tenía la lengua llagada de tanto pronunciarte. Una tarde, antes que el sol incendiase los campos de crisantemos, pudimos ver la migración de las orugas. Mares de viento que se arrastraban hacia las grietas del Monte Areópago. Una oruga se coló por la hendidura de mis labios y en mi lengua llagada formó su crisálida.

Tercera estación: El Kouros

Ina pukki, ina pukki, tú cantabas. Mientras, los arrecifes como obeliscos gigantescos coordinaban el alumbrar de las estrellas y en un estrobo lapidante veíamos languidecer la noche y los relámpagos, y las parvadas, y las auroras boreales que se filtraban dentro de nosotros. Y, cuando digo nosotros, hablo de ti, hablo de mí, hablo de los mares de viento que para entonces habían conformado un dique. Un dique de crisálidas como bosques.

Cuarta estación: El canto de Baal

En esos tiempos gustaba de arrojar piedras a lo más profundo de los precipicios, como si con cada piedra pudiese construir un camino que trajera de vuelta a las criaturas y a los corales marinos. Como si las piedras fueran el mármol donde conjurar las palabras y las cosas. Como si las piedras fuesen semillas de las que un día brotarán castillos, y mezquitas, y catedrales, y las Torres de espejo que habías derribado con tu bazuca cargada de helio. En esos tiempos, la crisálida en mi lengua se había roto, y cada que pronunciaba una palabra un borbotón de sangre luminoso escurría de entre mis dientes.

Quinta estación: El canto de Dagón

C’est mon aïeul Bélus ou mon père Dagon, me decías, con tus labios pintados de verde. J’ai parfois de Caïn l’implacable rougeur!, te respondía, y un borbotón de sangre luminosa brotaba de entre mis dientes. Entonces


ambos ruborizábamos, y tú cantabas con la lengua muerta y yo arrojaba piedras al más profundo de los precipicios. Que para entonces ya era una ciénaga donde depositar las cicatrices.

Sexta estación: Estación olvido o el Canto de Orco

Fue entonces que el dique de crisálidas luminosas, que habían construido las orugas como mares de viento, se quebró. Fue entonces que vimos olas y olas de langostas. Treinta millones de millones de langostas que ennegrecían el cielo con el zumbido de sus alas. Esa fue la vez segunda que pude escuchar el grito de la banshee. Fue entonces que la lengua de la banshee se coló por la hendidura de mis labios y conocí el grávido sabor del olvido. Fue entonces que comprendí por qué las aves se habían marchado y por qué tú me dijiste que abandonara el barco. Porque el mar se había desvanecido y crecía musgo sobre nuestras manos.

Séptima estación: Recuerdo recobrado

Lo primero que recuerdo fue el grito de las cacerolas cuando, por un descuido, las olas que brotaban desde el grifo se estrellaba contra los arrecifes de cristal, y la arquitectura del océano se derrumbaba. Yo, que nunca supe la diferencia entre los espejos y los cristales, me preguntaba si el grifo de la cocina se conectaba con el filo de los mares, y, cada que giraba la perilla, una sirena soplaba.


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Alejandro ServĂ­n


Alí Calderón

Piedra de sacrificio

I Democracia mexicana

otro cadáver encontrado en una bolsa negra cerca de ahí un cuerpo el viento un puente a dos cuadras: una cabeza hirsuta ojos abiertos entre otras noticias: treinta ejecutados el fin de semana tiro de gracia algunos con marcas de tortura el rescate fallido de un secuestro un dedo un anillo un hato de periódico entre otras noticias: terminaron e iniciaron las campañas hay buena voluntad en Washington la reforma migratoria este bimestre se abate en un punto la pobreza el bienestar la dicha

a lo lejos el escape de un camión

y después el silencio

abren la bolsa negra el hedor el moho en la carne:

una recién nacida


E subimos las ciento y catorce gradas longas de aquel cú Sus piedras ennegrecidas nos quemaron las manos de tan ásperas

Vide allí los pueblos comarcanos el tianguiz de ocote y tigres Tlatelulco Fue desde la placeta que arriba muy se face que oteamos el agua dulce que se viene de Chapultepec Iztapalapa Tlacopan Tepeaquilla todo señoreado por nos ojos

Tornamos las espaldas e vimos a constelación bultos y cuerpos de sus ídolos malas figuras todos de muy mayor estatura que un gran hombre y contrahechos de arcilla y masa y de legumbres amánsalas con semillas y sangres de cuores despojos humanos ansí tal farina

En una torrecilla y apartamiento a manera de sala dos altares dos bultos dos altos cuerpos harto astrosos uno dellos Uichilobos Tenía la su cara y rostro muy ancho y los ojos disformes espantables untado el cuerpo de engrudo y raíces y aljófares sangre y otras varias excrecencias y colgantes ceñidas al plexo unas caras de indio arrancadas a sus cráneos tantas para abangar un roble y acezando por los humos del sahumerio

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hube visto todas las paredes de aquel adoratorio tan bañado y negro de costras y plasma asimismo en el suelo que un rastro no exardece tal hedor e catadura

Y allí tenían un atabor de cuero crúdel áspid que cuando le tañían tal era la tristura de sus tumbos los infiernos se allegaban

Tomábanlos cinco dos por las piernas dos por los brazos uno más por la cabeza y otro postema y landre rajábales con ambas manos pedernal a modo de lanzón los pechos y por aquella abertura metíale la mano y le sacaba el corazón

y el cuerpo desasido en oscura laceria descoyuntado era comido de todos y los basófilos tomados granate y bermellón los rostros purpurecidos cientos de azumbres de aloque caudal hasta la plaza

y echaban los restos a rodar y otros eritroci vestían sus pellejos los muñones los tajos carne viva linfocitos

Derramaban también sangre los sátrapas fuera de los cúes frente al Uichilobos y en degüello tiernas cabezas de hombres hirsuta pelambrera desmembrados los coágulos muslos y antebrazos tibias allí asoma el hueso entre la grasa y la carne después aislante cinta les rodea narices esnifadas bocas y de unos puentes entonces


lo ponen a colgar y el viento de las madrugadas desbravó sus fauces envueltas en bolsas negras allí vienen los retenes. Oydo he decir que millones de hematíes y también normocromáticos derraman las testas cercenadas que se apilan sobre tórax cuya carne se remueve al contacto sólo de los dedos y allí abdómenes mamas huesos frontales ojos axilas anos páncreas rafagueados pudriéndose en los belfos de las ratas

Señoras de esta tierra

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Alejandro ServĂ­n


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Ángel Fernando Fuentes Balam

El núcleo

Soy tu cuerpo, pulso en los órganos disonantes, recorro tus arterias en navío endeble, me fundo con la grasa que promueve las redondeces con que castigas el ansia de los hombres.

No puedes negarme. Te he vuelto mujer estableciendo en tu ácido primordial mi reino.

Desde dentro comienzo a expandirme, baño tus sistemas;


mi semen se disuelve a nivel celular: te vuelves mi hábitat infinitésimo.

No puedes negarme. El virus que represento pone en marcha la máquina angélica que cargarás hasta la tumba.

Me nutro del calostro desde la glándula, soy pura sensación y afirmación de vida.

No puedes negarme. Cada latido y movimiento es obra mía. Recubro tus óvulos con calidez de padre, fecundo cada uno de ellos: Legión será mi nombre cuando de tu vientre sea expulsado sin alegre espera.


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Alejandro ServĂ­n


Clemente Guerrero

Esquirlas del ozono

Si mis ojos —ajenos— pudieran percibir el dolor de las nubes. Su llanto que germina la rosa eléctrica del rayo, el campo de luz bajo la carne, el aroma del cuerpo que acaricia. Entonces, yo podría contar los metros cúbicos que lavan la tumba de mi padre. Volver a sonreír las 8 letras de su nombre. Contar las veces que me soltaba de la mano —en plena calle— o cómo mi madre le llevaba rosas y lloraba imitando el dolor del cielo.


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De la muerte, lo que recuerdo es la lluvia. Como recuerdo la lluvia de un Abril donde se ahogó mi alegría.

Si yo pudiera ver el mensaje de los cielos, si yo pudiera. Sabría el tiempo exacto para cosechar batallas, la hora, el minuto, en que descienden los fantasmas a soñar que su navío tocará tierra nuevamente bajo las sábanas como niños asustados que se guardan del adulto que serán. Porque imaginan que la noche cuelga como serpiente los cadáveres del sol en la cocina.

Hasta que llegue mamá besarán la buena noche y dormirán, los que se perdieron en el sueño sin tener a dónde ir.

Sólo miran hacia arriba


y nada ven. Cuentan el tiempo con gotas de la lluvia casi igual a las que caían en su féretro mientras los amigos se despiden sin saber por qué.

Ahora me acuesto vestido con mi piel de noche, constelaciones que mi cuerpo robó de las sonrisas para que otros se levanten a mirar.

Miren arriba.

Suban a los puentes y observen cómo la luz de una ciudad se reproduce cual cardumen de peces que copula, imitan a los que se protegen con paredes.

Mira, otra vez, arriba;


aquello que se niega 81

a la gente mientras duerme.


Alejandro ServĂ­n


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Alejandra Collado

Lo que arde Son mis pecados a cuestas (perdóname) los que me llenan de miedo. Me hablan al oído, y me dicen –teme, teme, todo se va a terminar-. Son mis pecados a cuestas.

Me lleno de furia, me odio a mí misma y te vas quedando lejos… lejos de mi vista, de mis ojos… te arrancas de mí. Me arrancas las caricias te las llevas a otros cuerpos, a otros cielos.

Yo me acabo, me consumo, yo ardo… no puedo dejar de arder. La inmolación no ha acabado aún sin fuego, yo sigo ardiendo (perdóname)

Lo pecados pesan sí, pero también queman. Ya no queda nada de mí. Todo fue una simple chispa fugaz que ya voló lejos de aquí.


Alejandro ServĂ­n


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Mario Alonso

Porque hay días amargos como soles de conquista

Apenas pisando un jueves contemplé el archivo, allí debía estar ella, bajo un auto rojo de homicidio. Enterrada sobre una absurda calavera. Con una medalla en los pulmones. Sé de días de tierra apenas convocada y puñales de niño rico. Sé de ligeras tablas de la ley, de los árboles llenos de axilas. De tituladas prostitutas. En mi cocina sé beber café barato mientras releo las noticias. No estoy arrepentido, puedo odiar a los cerillos que no encienden a los santos varones a sus hijos criminales. Estoy en mi cadena bajo cuello, frente a la eternidad, ululando de piedad. Espero que nazca dios aunque no esté presente.


Alejandro ServĂ­n


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Pedro Mena Bermúdez

10x …no me rechaces demasiado Marcial

Tiendo al precipicio allí estás para impedir ensucie de sangre el rostro de los niños lo noto cuando manoteas te baila un ojo lo tengo presente cuando me arruinas la tristeza cuando ciertas palabras cimbran mi ineptitud luego me abrazas no sé si caigo o me sostienes


Alejandro ServĂ­n


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Wilberth Alejandro Rejon Huchin

Lago volátil Las mujeres saben que el sueño descalzo sobre el umbral no es una piel de algo sino la espora deglutiendo todo el paisaje inamovible: la nieve que es líquido vientre de flor eyaculada desde la superficie. se vierten desde las bisagras como un diluvio que consagra toda la amputación del cardumen, y piensan el latir desde una sombra que arrecia las nubes, acarrean todo hasta ese arroyo donde sangran las espigas, dejando el todo al aire: ciénega retratada.


Alejandro ServĂ­n


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Laura VaĂ­ni

Poema CI

Me traigo hasta aquĂ­, me reconozco, acarreo siglos y miles de huellas, manos llenas, pies desnudos, miradas que socavaron en vidas infinitas.

De pie, erguida como un ancla en la arena, alzo la voz


y me enjuicio, y es mi juicio el de todos, y es mi verbo el de Dios.


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Alejandro ServĂ­n


Víctor Bahena

Charlas

Pido de tu charla el pan que gesta la boca, la levadura que quiere el oído, también pido, en veces no escucharte y que la oscuridad nos resuma en su diálogo.


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Alejandro ServĂ­n


Félix Castro Rodríguez

Recuerdo en sepia

A mi padre Jonatán

yo nunca te pensé como un castillo fuerte que no lo jamaqueara el viento te pensaba sereno sentado en la montaña como en Canovanillas que cuando vino Hugo estremeció las paredes rompió cuatro cristales y se metió un mar de agua

pero volvimos con escobas con ganas de empezar de nuevo de correr por aquel campo que a veces recuerdo en sepia


yo nunca te pensé como una isla sola ni lejos de los vecinos 97

te pensaba cerca apretado entre la gente como en la Teodomiro que en época de política las ventanas retumbaban

tú asimilabas una paga bajita versus hacer lo que te llenaba el pecho pero éramos bien felices con lo poquitito y cuando entrabas por la puerta te reías con voz sonora ‘mejor que un adinerado’

yo nunca te pensé como una estatua de sal en la colina te vi subir al techo como quien iza una bandera porque la próxima tormenta no nos sorprendería


Alejandro ServĂ­n


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Rebeca Alle Rivera Evangelio

Verborrea divina entierra sus genitales en inmaculada lágrima saladoamarga metamorfosis

Miembros viriles, eucaristía infantil. ¿Cuál es la onomatopeya de transición a la adultez?

Camino al nirvana, peripecias sin objetivos pierden la senda, inician tratados, incomprensión,


noventa kilos de escroto asfixian nuestras caras mĂĄs IVA compramos vidas que bailan en bustier, tubos en la mesa, licor sin marca, trĂŠmulo secreto en vientre oscilante, exoteta, perdĂłn solicita mi alma tarareando el mantra de las cantinas.


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Alejandro ServĂ­n


Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Naufragio de la lengua

a Rosa Ivette T S

Sucede que no encuentro las palabras exactas, ni los ritmos, los tiempos o la inspiración siquiera, ni ninguno de aquellos artilugios de encantador de serpientes dispuestos a salvaguardar los naufragios de la lengua; desde ese manantial en la inquieta boca caen gotas más pequeñas cada día, un néctar impedido tras de los labios de la flor que se cierra, hundiéndose en toda suerte de ciénagas silenciosas.


Clama asĂ­ su reino la ausencia, lo que es muerto, en una cadena de veredas bajo los cielos distantes, y que devora los frutos de la mente; voces secretas dictan el nombre de las cosas, traĂ­das de nuevo al mundo, con sus bastidores fermentados en la humedad de los dientes cerrados. ÂĄNada surge, nada brota!

Y es que es como si faltase el aire cuando no hay suficiente saliva para medir la estancia a lo largo de la tierra

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Alejandro ServĂ­n


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Eduardo Gallardo Castillo

Haikus

1 La flecha silba en las aguas del tiempo y me he perdido.

2 Soñé mi muerte como el ave que sueña sus alas rotas.


Alejandro ServĂ­n


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Edgar Alejandro Romero Vargas

- ¿Qué pasa?

Mira mi colección de pieles, mira estos desmembrados, ¿acaso no soy un carnívoro?, ¿acaso no soy tu dueño fluido? Y tú serás mi presa y mi agrado será tu comida (Vísteme con sedas) Seré parte de tu colección, fantasía y animalejo de corral. (Vísteme del reflejo de tu patria) infame, o arrepentida se inflame cualquier existir - Tus ojos revelan tristeza agónica, se marcha. Las nubes posan para convertirse en bombones celestes y la tenue luz refleja una mano que concentra todo su cariño en su palma y acaricia el chapoteo la sangre en las venas, la dulzura se regala y el hambriento lo recibe, la plasmada dicha del paraíso laberíntico, ese laberinto palpitante de deseos descubiertos, y goces pictóricos, peligros, no sabrás quién es tu adversario.


La señal de la transgresión lo forma tu contrincante, la competencia que refleja la península de la que dices era tu propiedad; el ser que quieres, o el baño sentimental para quitarte la oscuridad que baña tu trémula carne. La biología del no retorno: para el amor no basta decirlo, mi corazón es un muerto en la carretera desparramado por la cera. He visto cómo una pluma puede desencadenar una revolución y las arpías y tritones son ofrecidos dentro de un menú azulajado.


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Alejandro Servín es fotógrafo nacido en la Ciudad de México. Trabajó en un teatro llamado El Foco, haciendo fotografías de las obras de teatro. Expuso al lado de BMone, artista urbano francés en la galería V&G art gallery y continúa sus estudios en centro ADM. “Mi proyecto fotográfico es sobre la ciudad, su gente, su arquitecta, su tradición y diversidad y lo hago llamar DFerland: esa gran miscelánea llamada Distrito Federal. Una ciudad con muchos contrastes y dinamismo, con mucho qué ver y sentir. Retrato el instante, ese momento único; así es mi manera de ver la ciudad”.


Antibi贸tico


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Acto Fallido


Epidemias modernas sin objetivo vintage


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Festivos y fĂşnebres


Villano en presentaci贸n cordial


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José Arturo Hinojos (Artista plástico / Visual)

Artista plástico Parralense que tiene exponiendo desde 1999, en diversas partes de la República Mexicana (D.F, Yucatan, Mty, Oaxaca, Tampico, Torreón, Hermosillo, San Luis Potosí, Durango, Chihuahua, etc) y en el extranjero ( Italia, USA). Lo han catalogado como Figurativo, Expresionista y Surrealista, aunque su estilo se ubica a simple vista. Manejando el óleo como su principal medio de expresión plástica y como segundo medio expresivo, el Video Art. Ahorita cuenta con obras pictóricas ya en exposición permanente en Museos de Chihuahua, Campeche y en Italia. Tomando como objetivo principal, seguir expandiendo su obra pictórica. Acreedor de algunos premios (Cuarta Muestra de Pintura Chihuahuense, Primera Bienal de Arte Chihuahuense, Primer Lugar Nacional en en Museo del Becal, Campeche, entre otros). La temática de su obra es en base al manejo primitivo de su ejecución, personajes deformes con escenarios tristes, colores chillantes y opacos. Humor negro con visualización fantasiosa. En 2006 empezó en la faceta del Video Art y la Música Alternativa independiente, con su proyecto musical (Blueshit), del cual fusiona ambas facetas, transformándolo en Videos Musicales (Videoclips). Páginas del Artista: http://www.facebook.com/HINOJOSPLASTICO http://www.youtube.com/josearturohinojos


“El artista está en un territorio ambiguo. No depende de él que algo sea arte. Que pintes un cuadro no te hace pintor. El camino del artista no sigue un orden causaefecto o una linealidad en los acontecimientos”.

Ernesto Zavala con Pablo del Val


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Ernesto Zavala

Ernesto Zavala nació en México D.F. en 1979. Se formó en Filosofía por la Universidad del Claustro de Sor Juana, donde se dirigió con especial interés hacia la Semiología de la Filosofía Contemporánea Francesa. Ha tomado diversos cursos y talleres sobre historia del arte, dibujo, figura humana y pintura con el Muralista Abel Chacón. Escribe textos de sala, análisis, ensayos, reseñas y críticas sobre exposiciones y artistas contemporáneos en su espacio “Salidas de Emergencia”. Durante el 2015 fue curador y coordinador de proyectos en V&S Galery: Art Gallery. Curador de la exposición Catarsis Cosmética que tuvo lugar en Estación Coyoacán y que incluyó a más de 40 mujeres artistas.


Como Filósofo… ¿El arte implica una nueva estética o somos nosotros los observadores los que debemos prepararnos mejor? ¿Por qué cuesta el acercamiento a la filosofía y al Arte Contemporáneo?

Estamos muy lejanos del presente, al menos filosóficamente, y así es difícil observar el mundo. La filosofía nos suena distante, como si fuera algo antiguo. Pero el siglo XXI como cualquier otra época, también tiene su filosofía. Tuve el gusto de cruzar el final del siglo XX estudiando esta carrera y sintiendo esa atracción por lo contemporáneo. Creo que, sin darnos cuenta, vivimos en muchas épocas a la vez; la tecnología que usamos puede ser de “última generación” pero la sensibilidad, el intelecto, pertenecen a otras épocas. Es fundamental saber que hay pensamiento nuevo creado en y para la propia actualidad y que responde a nuevas necesidades y además plantea posibilidades para construir el futuro. No se tiene que ser filósofo para reconocer esto, la filosofía es como la humedad, llega a todas partes, es indispensable para la vida.

Ernesto Zavala con llan Dalan Hacer filosofía es crear conceptos –como señala Deleuze-. Bastaría empezar a familiarizarse un poco con esa nueva forma de hablar de las cosas. Las palabras son las que nos permiten no sólo “pensar” las cosas, la relación con el mundo día a día depende del lenguaje. Cuando nos adentramos un poco en esto ya ha sucedido un cambio importante. El lenguaje no son sólo las palabras, están las imágenes, los signos, la idea misma de la Realidad


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depende del lenguaje. Los conceptos nos permiten observar y manejar cualquier cosa a la que consideremos Real. Por esto Texto, Objeto, Seducción, Rizoma, Nómada, Poder, Placer, Pornografía, Posmodernidad, Cotidiano, son conceptos indispensables para vivir la actualidad. Menciono sólo algunos que se me ocurren, también hay palabras que fueron conceptos de otras épocas como Alma, Belleza, Verdad, Sujeto, Metafísica, Dios. El asunto del cambio de Significado de las palabras es completamente otro desde la influencia de Roland Barthes.

Como filósofo, me siento contento de haber podido conocer y escuchado a Jean Baudrillard impartir Cátedra una vez. Fui al primero al que le firmó un libro en la UAM Xochimilco: La Seducción. Él es uno de los filósofos más importantes del inicio del siglo XXI –falleció en el 2007. Él es uno de los mejores “observadores” del mundo. La Estética es fundamental puesto que es el campo en el que el “Cambio de Paradigma” en el Lenguaje, que sólo mencionamos, tiene sus mayores impactos. Es entonces cuando la Filosofía, como creación de conceptos, tiene mucho parecido al arte. Pero además las consecuencias del pensamiento son de ordenamiento de la totalidad, el Cosmos, por ello hay también una relación necesariamente Cosmética. Como Artista… ¿Cuál es el mayor reto del arte contemporáneo? ¿Por qué los artistas terminan en medio de una lucha entre lo que sí y lo que no es considerado arte?

El primer reto del Arte Contemporáneo es el espectador; su mayor reto, la Realidad. Es una cuestión de existencia pero no es antagónica. Lo podemos resumir en la pregunta que rodea a muchas de las piezas de Arte Contemporáneo: ¿Eso es arte? Generalmente se dice -o piensa- “eso no es arte”. Pero, si uno ve una película y no le gusta no piensa: “eso no es cine”. Así, al ver alguna pieza que no satisface los criterios de arte muchos llegan a la errónea conclusión de que no es arte. El reto del arte está en no quedar atrapado en lo que ya tenemos establecido como arte, que mantenga esa búsqueda y libertad que lo vuelve Presente. El mayor reto del arte, su Realidad, es que podamos sentirlo.

Es algo paradójico pues, lo que consideramos principalmente arte, no lo hemos visto frente a frente para considerarlo como tal. Se nos instruyó en unos parámetros limitados por un sinfín de factores. Sin embargo, aunque a veces son estrechos –o hasta inexistentes- se convierten en prejuicios cuando nos acercamos al Arte Contemporáneo. En otras épocas la importancia del arte y valor del arte estaba centrado en la obra, en el artista, en la crítica o en el precio. Ahora, parecería que el propio espectador y el artista son incapaces de conectar muchas


veces. La obra de arte está ahí, la tenemos a la vista pero no podemos esperar que el arte ocurra por sí mismo, por ello es el espectador el primer reto. Aunque la pieza sea o no arte, un Espectador Activo vivirá esa experiencia y decidirá, pero nunca a priori. Eso es imposible en el arte, tanto el considerarlo como negarlo como tal antes de experimentarlo.

El artista está en un territorio ambiguo. No depende de él que algo sea arte. Que pintes un cuadro no te hace pintor. El camino del artista no sigue un orden causa-efecto o una linealidad en los acontecimientos. Como Crítico… Es un hecho que hace falta crítica del arte (literatura, pintura, etc.) ¿Por qué dejamos morir la crítica? ¿Cómo la rescatamos del olvido y la volvemos a su estatus indispensable para el arte?

Hace falta crítica, definitivamente. Pero la crítica acerca al arte no al contrario, mucho de lo que hay en torno al Arte Contemporáneo es Censura. Hay Críticos que impiden ver el arte actual, como es el caso de Avelina Lésper. Lo que considera un acercamiento científico al arte en sus textos, rara vez habla de la obra y en cambio, prisionera de la Modernidad, dirige opiniones mordaces contra un enemigo imaginario. Podría ser ella justamente la antítesis de la Crítica de Arte, este año, por ejemplo respecto a M.A.C.O. simplemente guardó silencio. Y, así como hubo una falsa Kusama obsequiando lunares a los ingenuos, hubo muchas falsas Avelinas publicando errores y falsedades que corrían como pólvora, como fue el caso de Migala con un artículo lleno de datos falsos.

Incluso, cuando se acerca M.A.C.O. he visto que copian y pegan textos de ediciones anteriores cada vez que se acerca la semana de arte contemporáneo en el D.F. La primera semana de febrero, que ahora será del 3 al 7 de febrero, ocurre, no solo México Arte Contemporáneo, sino también Material Art Fair y un sinfín de Openings en los corredores Santa Fe-Lomas-Polanco, Roma-Condesa, Coyoacán-San Ángel. El Arte Contemporáneo excede infinitamente las posibilidades de estar en todo.

La Crítica parte de la observación directa de la obra. No tiene por qué gustarte algo o no para criticarlo. Quizá lo que hace falta es ser más honestos con nosotros mismos en primer lugar: no “Tiene qué” gustarnos algo por ser arte. Así como no hay a priori, no hay imperativo categórico ni universalidad, menos método científico que pueda evaluar exhaustiva y satisfactoriamente la obra de arte en ninguna época. Si el Crítico dice algo se puede o no


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estar de acuerdo, la obra de arte existe independiente de él, incluso si la Crítica es buena y permite acceder mejor a la obra.

Cuando escribo Crítica sobre alguna obra o artista tengo que ponerme en contacto con las piezas. Se debe observar y eso requiere tiempo, por ello una Feria es un fenómeno en sí mismo complejo para analizar. Hay que buscar fuentes, autores que funcionen para plantar un acercamiento que el propio artista muchas veces ha dado por hecho o querido plasmar. Así como el arte es una forma de observar el mundo para darle sentido, la crítica es una observación del arte donde se le analiza, agrupa, clasifica, debate. Sin embargo, la Crítica de Arte por sí misma no podría responder “¿Qué es el arte?”, esa es una pregunta para la Filosofía. Un documental reciente como El Espejo del Arte, por ejemplo, abusa de la ingenuidad, del accidente y el tropiezo al hablar, ofreciendo pistas falsas como el lavado de dinero; y aunque podría iniciar cierto debate, no es Crítica, es una farsa o una comedia sobre el Arte Contemporáneo. Nunca salió del punto de partida. La Crítica conduce hacia la obra de arte, y no vuelve sobre sí, acaso queda como una voz en off. Como

Curador…

El

arte

contemporáneo implica una ruptura con lo institucional; sin embargo, los artistas buscan espacios que los hagan resaltar y los den a conocer. ¿Cómo presentas una obra en estos tiempos en que el artista se ha vuelto el todólogo y en el que se espera tan poco de este trabajo?

Ernesto Zavala con Aldo Flores

La idea de la ruptura con lo institucional es ciertamente complicada. Tiene que ver con la idea de Revolución y con el mundo institucional en el que vivimos. Socialmente, hay contradicciones que muchas veces boicotean los anhelos del arte, la desigualdad, los temas locales; la Vanguardia surge de las trincheras; sin embargo, también hay arte que no busca complacer ni el buen gusto ni las instituciones. El arte vivo, en general, pues aunque sea


actual esto no lo hace necesariamente Arte Contemporáneo, señala algo muy importante: El que se dedica al arte busca espacios, busca que se reconozca primeramente su propia existencia.

Hay que echar abajo los dogmas de que la Crítica o la Institución son las que otorgan el título de arte. El Arte Contemporáneo contiene esa semilla anti-institucional que muchas veces se puede convertir en una “falsa vanguardia” pero no hay una Revolución para liberar al arte. El arte tampoco es la liberación, menos cuando es integrado o aceptado por el Status Quo. El artista actualmente se enfrenta a una realidad múltiple, mediática, digital. En esa fragmentación de su subjetividad está una nueva oportunidad de “darse a conocer”.

Ciertamente creo que el artista debe difundir su obra y darse a conocer, pero esto ocurrirá también en relación con su trabajo. La producción de un artista es algo indispensable, también existen nuevas tecnologías que permiten posibilidades de reproducción cada vez más accesibles. De algún modo, todos estamos –literalmente- en la Red. Ser Curador de exposiciones individuales como Zedd´s Motel, la primera retrospectiva de Nick Zedd, Endangered Specie, de Claire Becker o Tout Doit Disparaitre, de Bmone, o colectivas como Catarsis Cosmética o La Construcción de la Paz, me han permitido confirmar que ni la institucionalización del arte es un enemigo, ni tampoco el artista está –mucho menos en una individual- solo. Cuando uno está frente a una obra de Arte Contemporáneo, ya sea cuadro, escultura, instalación o hapenning, está también ante el resultado de numerosos eventos y se convierte en el momento de numerosas posibilidades. La vida frente a una obra de arte se intensifica imprevisiblemente y se convierte en un desafío.

Ernesto Zavala con Betsabeé Romero

Entrevista realizada por Claudia Cárthaigh


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Tamara María Blazquez Halk

Águila real


Tamara MarĂ­a Blazquez Halk

Coyote


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Tamara MarĂ­a Blazquez Halk

Lobo mexicano


Tamara MarĂ­a Blazquez Halk

Jaguar


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Tamara MarĂ­a Blazquez Halk

Pavoreal


Tamara MarĂ­a Blazquez Halk

Serpiente cascabel


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Tamara María Blazquez Halk

“Serie de 7 fotografías de 7 especies de fauna mexicana que se han convertido en símbolos de nuestra cultura”. Tamara María Blazquez Haik tam.bh@hotmail.com México DF http://tamarablazquezhaik.wix.com/photography https://www.facebook.com/tambhphoto/



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