Monolito VII

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¿Es

válido que un Papa renuncie por estar cansado? ¿El Espíritu Santo se equivocó al ayudarles en el conclave a los Cardenales –mediante la oración- a escoger a Joseph A. Ratzinger? ¿Por qué decidió, Benedicto XVI, claudicar antes de sentir el rigor del viacrucis? ¿Debe quedar en entredicho su fe o la de todos los fieles católicos? Sin duda la de él, la de su iglesia y la de sus fieles católicos –esta última a consecuencia del daño colateral que deja el “cansado”-. Más allá de los problemas internos que existen en el Vaticano –politiquería, burocracia. Los problemas que le han causado a la religión católica los casos aberrantes de pederastia, y un sinfín de hechos lamentables más- es la pérdida de sus creencias, la falta de fe: la duda. A Juan Pablo II se le sugirió renunciar al papado cuando era evidente, en sus últimos años, que su deterioro físico lo mermaba hasta al hablar, sin embargo; en un acto de congruencia con su fe, con lo que representa su iglesia, siguió hasta el final, después de todo el mayor ejemplo –Cristo- aceptó su cruz –y todo lo que ello significó- al grado de dejarse crucificar, aceptando los pecados del mundo: su fe lo llevo a la muerte. La iglesia es el templo de Dios, allí están las respuestas, ¿no? El guía siempre va adelante abriendo los caminos, quitando las espinas de los rosales, bajando al sol para quitarnos el miedo de la noche; el pastor que no duda, que sigue sin mirar atrás porque su fe es inquebrantable y va más allá del entendimiento humano, porque él es el “elegido por Dios” para seguir con su misión de salvarnos. El Papa es el “representante de Dios en la tierra” – eso dice la religión católica-, y el pastor que guía a la salvación del pueblo, de los creyentes; de la gente más necesitada de paraíso, para no sufrir más, para ser liberados de todos los males: los huérfanos que buscan al Padre en los cielos. Sin embargo; el pastor entregado a la fe, el hombre que se aceptó mártir se cansó de guiar; le cansó la fe, le cansó creer que existe algo más allá. Le resultan más creíbles los problemas internos del Vaticano que la “absurda” misión de pastorear su rebaño al reino de los cielos. Está bien. Se entiende que es humano. Claro que debe estar cansado y harto de estar en medio de una lucha de fes dentro del Vaticano: los que creen y los que ya no creen en lo que representan. Pero ¿y los creyentes? ¿Dónde buscar el reino de los cielos que ellos tanto pregonan si el “representante de Dios en la tierra” se cansó y dejó a su suerte a los fieles? ¿Para qué seguir caminando por las sendas de la fe si el principal guía perdió el rumbo y prefirió regresar a la materia, al mundo de la carne? Si bien es cierto que los conflictos en la iglesia –tanto en materia teológica, política, etcétera- no son exclusivos del hoy, sí la cosificación, misma que llegó a la iglesia católica para quedarse. La materia encerró al espíritu en su jaula de carne. En el vaticano han perdido la brújula, su religión quedó en la orfandad. El camino al paraíso y a la “salvación” se tendrá que buscar en otro lado, ahí ya no: el puente está dinamitado. El alma es fantasía. Hay que pensar seriamente que la elección de este nuevo Papa fue tomada por humanos muy humanos. Donde los rezos fueron directos a la pieza ornamental de un cristo crucificado y no lo que sugiere. Grito echado al aire: el eco seleccionó al nuevo pontífice: Francisco que busca entre los hombres la salvación, la bendición, y ya no en la divinidad. Tal vez, tenga razón en mirar hacia abajo. Empezar de nuevo. .

JUAN MIRELES http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/

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1 de abril de 2013 3

Revista Bimestral

MONOLITO Juan Mireles Director Editor Mario Islasáinz Editor Cristina Arreola Editor Alejandro Montaño Colaborador Frans Gris Tormenta Arte de portada Últimos números

Humberto Pinedo: La vida concreta y su poesía – Entre el sentismo y la razón José Beltrán Peña, director de las reconocidas revistas literarias Palabra en Libertad y Estación Compartida y autor de estudios literarios que definen la generación del 70, la poesía concreta y numerosas antologías poéticas que se presentan en diferentes instituciones, tuvo el acierto de invitar al historiador, poeta y periodista Humberto Pinedo para que explique, dentro del marco de la presentación de la obra Casa de colores, cómo su poesía ha ido ganando -a través de la historia- estimaciones crípticas por parte de la crítica. El crítico literario instó a Pinedo a que exponga sobre su producción literaria y las exégesis de la poesía concreta que desarrolla, así como su vida y época. Nuestro poeta concreto entiende como Sartre que la vida representa existir, pero con esencia y trascendencia. Ortega y Gasset, además de la trascendencia, priorizaría la vitalidad. Miguel de Unamuno definiría a la vida con independencia y conexa a la identidad. La poesía concreta para Humberto no es el experimentalismo puro, sino más bien la esencia social creativa. Nietzsche enunciaría que cuando el artista crea sentimientos ajusticia a Dios y se convierte en un todopoderoso. Por esto, podemos afirmar que todo lo que posee cualidad de real es creativo, y si puedes expresarlo con pocas palabras (características minimalistas), pero con sentido poético, la condición se sublima. “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar (…)”, estos versos de Jorge Manrique resumen apropiadamente el sentir de Pinedo Mendoza. Nació en Lima en 1947, siendo en el año 1972 que comienza a escribir incentivado por la participación en el Congreso de Jauja organizado por la Universidad la CANTUTA. Esta época se caracterizó por los cambios sociales de las Fuerzas Armadas. A este evento el joven poeta llegó solo, con su verdad a cuestas, evitando todo tipo de dogmatismo y sectarismo. Se encontró, atestigua, con cientos de pequeños poetas, poetas saturados de verborrea ideológica, pero sin rigor que comprenda un trabajo creativo original. También se percató de los reducidos grupos de poetas que se autoproclamaban con autobombos desmesurados. Por estos fenómenos, Martín Adán se automarginaba de estos elementos. Considera que el poeta debe asumir un rol social y escribir como siente. Este sentir no puede enmarcarse dentro del pragmatismo, sino más bien toma conciencia a tiempo de los problemas sociales. No es necesario ser comunista para que nuestros escritos se plasmen con sentimiento. Albert Einstein marcaría distancias entre el sentismo y el racionalismo.


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Bajo estos pensamientos, Humberto Pinedo, a sus veintitrés años, entendió lo que significa supervivencia. Con el pasar de los años comprendería que los gobiernos llegaban al poder por llenar apetitos personales o de grupo. Entendió que por más buen sistema social que exista en el país y no se prioriza el desarrollo integral del hombre no se logrará nada y la valoración subdesarrollada nos seguirá acosando. Pasados cuarenta años, a opinión de Pinedo, las izquierdas siguen atomizadas y las derechas cavernarias y antihistóricas, primando el mercantilismo y la informalidad. Expresa esta posición cuando versa: “(…) Ya me harté de escuchar bajezas a cretinos señores (…)”, asumiendo un carácter de cuestionamiento. La poesía concreta se explica en formular versos sentidos con el dolor e insatisfacción de los problemas del hombre de nuestro tiempo. Sobre estos idearios construiríamos una sociedad mejor. Es decir, el artista debe aportar con su imaginación para formar ese nuevo hombre que se vaticina y proclama. Ejemplifican poemas como el Canto Coral a Túpac Amaru de Alejandro Romualdo o Himno a los voluntarios de la república de César Vallejo. José María Arguedas, símbolo de la integración del mundo andino, se desgarra social y antropológicamente en sus expresiones y es por esto que trasciende. Pinedo testimonia expeditamente que podemos encontrar poetas y narradores de su generación que escriben evasivamente y rozando la mala calidad. Señala como excepciones a Enrique Congrains, Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Oswaldo Reynoso que atestiguan efectivamente la angustia de su clase social, convirtiéndose en parte de la historia de la literatura peruana. También rescata al poeta Arnulfo Moreno, en quien encuentra este mismo discurso. ¿Por qué concreta? Ortega y Gasset y Julián Marías evocarían que la inmediatez de la vida es circunstancia. Pero el hombre con su lucha diaria lo hace grande e importante. No pueden convivir dos verdades iguales. La trascendencia en el arte del concretismo es conseguir llegar a más almas y entender sus problemas humanos. En Europa después de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes entendieron que las sociedades industriales deshumanizan, cosifican y alienan a las personas y regresaron a condiciones naturalistas expresadas estas en los hippies y existenciales, influenciados por Jaspers, Heidegger o Sartre. De esta manera es que se produjeron los sucesos de mayo en París, siendo los estudiantes quienes asumieran con conciencia real sus propios problemas. Pronunciaban su disconformidad con pocas palabras: "Hagamos el amor y no la guerra".


Humberto Pinedo: La vida concreta y su poesía -entre el sentismo y la 5razón

Hacia el 2013, Humberto nos anuncia que ha encontrado un “ejército de poetas”. Por motivos de promoción cultural resulta ventajoso, pero para asumir un rol social aún se encuentran evasivos. Como entenderíamos de Herbert Marcuse, confunden la conciencia con la sexualidad descarnada como liberación. Lo concreto debe representar comunicación directa, pero partiendo de la calidad. Bajo este espectro es que comenzaron a surgir esos versos característicos que expresaran un oportuno desconcierto, incomunicación, furor y rebeldía. En el poema “Musgos y Musgos”, cuando versa: “(…) rumo muertos me gasto tramo monto y rumo (…)”, revela el dolor sartreano que César Toro Montalvo percibe en su poemario Topus. Sus versos, desde el origen, se concebían colmados de sabor clásico y testimonial. Las bulerías, así como los boleros, rancheros y huaynos del Perú profundo, interpretados de acuerdo a la coyuntura de vida, construían una particular atmósfera en su escenario como escritor. “Que tu padre arranca a la tierra / su futuro envuelto con desafíos (…)”, son versos que confluyen como reflejo de preocupación. También en el poema “Los sirvientes” cuando nos reclama: “El torpe que desprecia la pureza / al soñador golpeado por el tiempo (…)”. Podemos afirmar que sus poemas no parten, como inspiración, del concretismo brasileño propio del experimentalismo, ni tampoco de los antipoemas de Nicanor Parra o las características crípticas de Octavio Paz. Son versos escritos sobre una realidad existencial. Sucede que en el Perú fácilmente podemos descubrir un agudo complejo de inferioridad estrechamente ligado a las capas intelectuales. Para este sector en particular todo lo extranjero posee cualidad de “bueno”, según entendemos del discurso del autor de La Historia de San Miguel. Sostenido en actitudes imberbes no se puede definir cabalmente el sentismo y racionalismo. Sin embargo, en esta postura se comprenden a poetas como Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Ezra Pound, T. S. Eliot y Cesare Pavese, emblemas de la literatura universal. Entendemos de esta manera que la poesía concreta consiste en expresar, sin camisas de fuerza, los graves problemas que acusamos pero de un modo sintetizado. De esta manera es que el pueblo podrá comprender claramente el mensaje de los textos poéticos y rebelarse contra los tiranos que someten parte de su libertad y justicia. Leoncio Luque señala que en sus poemas, artículos y posiciones sociales, se subvierte el orden. Pinedo coincide con esta interpretación y atestigua que en el camino de la creación literaria se ha enfrentado a “tirios y troyanos”. Hallamos revelaciones de este sentir en el poema “Grama Lused”, por ejemplo cuando versa: (…) cerdo lumpen pata saluda (…), encontramos un testimonio del gesto deshonesto del poeta Manuel Morales. Así también comprendemos que la democracia es necesaria para sostener instituciones sólidas, como la inversión privada para generar desarrollo y libertad de expresión. Esta posición debemos defenderla con justicia social. Sus poemas concretos están publicados con ese sentir expresivo característico y con elocuencia tanto visual, testimonial como artística. Aparecen exitosamente en el medio Discover Latest Info-Washington. El poeta concreto del Perú nos anima a manifestarnos con amor, pasión, rebeldía, usando los recursos que nos brindan la informática, la ciencia de la psicología y la sociología. Por esto manifiesta: "Si le das confianza a un intruso te devolverá amistad con reparos". Este verso podría ilustrarse con dibujos o viñetas para darle más consistencia al mensaje. De esta manera se nos invita a ser concretos en nuestras concepciones y vidas. Iluminar las palabras con imágenes que nos afecten positivamente y con belleza, y que también nos puedan llenar de felicidad y ternura. También podemos citar el verso “Ya me harté de soportar torpes sin corazón honesto” del poema “Dolor de un hombre sensible”. Así entonces la admiración a los poetas como Alejandro Romualdo y Carlos German Belli se demuestra, cada uno expresa en su estilo el sentismo y la conciencia de los problemas sociales e históricos de su época.


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Practiquemos como Mario Florián, Javier Heraud y Mariano Melgar un sentismo concreto, expresiones consecuencia de lo que sucedió con sus vidas provincianas, guerrilleras y precursoras. La vida debe considerarse concreta y posee un determinado sentido y sabor asumirla. El carácter fantasioso en los textos se torna necesario, pero es cuando se van por las ramas que la poesía concreta no cumple su objetivo. Por ejemplo en el poema “La vida no vale nada” cuando arguye: “Increíble, asesinan seres y se ufanan de muertes enemigas (…)”, indica lo contrario a ese informal orgasmo creativo que puede acosar nuestro quehacer literario. Este poema expresa el sentir de lo que sucedió en nuestra época subversiva. Para Humberto Honorato Pinedo Mendoza la poesía concreta significa liberación y comunicación.

POEMAS CONCRETOS DE HUMBERTO PINEDO MENDOZA

EXTRANJERO TERRESTRE DE CAPOTE TULLIDO Complacido estado que recado hastió me incendio de emoción todo motivado amago, desmorono el cerco, cual especimen, mi cogote marco exploto fomento el embriague cual enfermo me arrastro y cojo lodo toldo especimen cual jumento encargo mi sueño y rapo al tacho mi amago mustio afónico me angustio me emboto cual polvo mi tórrida mano ceboso quejido que oxigenada colina 25 años míos cual galgo empaco mi tullida mesa que ensombro crujido que engolino terrestre letrina pierdo la sonrisa cual ñaño desolado excroto mi chaco efímero zairirme quejido sublime de emoción trucada que arrastro huellas cual polvo Jorge Ovidio amazo mi tiempo si Jorge Ovidio lo amazo cual anacoreta y agradezco a mi madre por su matriz por haberme parido diferente a tanta mierda


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FRUNZO MI CEÑO Y NO ME CORRO Frunzo mi ceño cobijo mujeres de pecho rojo que irá santa trago claros bollos me canso robo mi cuerpo empaco mi mundo mi trueno que herido contemplo solo camino ahogo pasos ido muy ido los tomo, los reporto, consolado, redomo mi mundo cobijo bollos me canso, robo mi alma, robo mi sol, robo mi día, que opaco guardo pomposo tiempo que empaco que anudo desgarrado rostro de copioso nudo todo frunzo mi ceño me embarro solo nutro al día sombras meto garra rebelde saco combato, bicho raro de muchos, redomo mi hechura, que a perro mundo mato contemplo hermano nuestros años colgados sudaban, habíamos nacido al mundo hermano habíamos nacido

PUEBLO GITANO Gitano tu raza nómade ganará su destino con libertad luchando contra déspotas matones y decretos perros romperás maldición de naciones egoístas siguiendo llamado griteríos de reencuentro y persecución regirán tus meses tenaz hombre tu sangre rodará los campos de justicia Gitano mil injurias combaten tus sentidos hijos por el mundo valiente entrega que aumenta martirio con alaridos cantes lamento guerrero que desgarra fibras de herido soñador Gitano tu alma telúrica es la rebeldía de pueblos heridos Perfil de Humberto Pinedo en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Humberto_Pinedo

Por Raúl Allain http://www.raulallain.blogspot.mx/


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1) El término

Muerte de Catulo, la escritura reflexionada 9

Muerte de Catulo Marco Antonio Murillo

Es extraño que un poeta logre cierta madurez con su primer libro. Marco Antonio Murillo (Mérida, Yucatán, 1986) ha logrado afianzar una escritura reconocible con su primer libro Muerte de Catulo. Tal vez, durante su trabajo en la revista virtual Icor o su gestión como vicepresidente de la Alianza de Difusores del Pensamiento del Sureste (ADIPES A. C.), tuvo el tiempo necesario para consolidar lo que, yo llamaría, una poesía de orden lírico y posmoderno. Murillo consigue, con su Muerte de Catulo, recuperar y entrelazar lo mejor de la tradición mexicana de poesía. Aquellas cercanas al diálogo intertextual y las que hunden sus raíces en el Bonifaz Nuño de El fuego de pobres. Por sus versos de Sibilas, referencias librescas, intertexto poético, asoma la estrategia del buen lector posmoderno. Quien se sumerge en la lectura de Muerte de Catulo, logra encontrar una escritura afincada en la claridad de la palabra. Sin embargo, dicha claridad es atravesada por una flecha posmoderna que cobra sentido en la consolidación de los recursos literarios.

Las formas literarias propias del diálogo entre escritura y lectura forman parte medular del libro. Versos ajenos entrelazados con los propios de Murillo, a la manera de Javier Sicilia, Tríptico del desierto, enmarcados por la recuperación del poeta romano Catulo, traído a una actualidad de “periódicos y muros”. Consiente de su rigor poético, la obra es un agrupamiento de escrituras que se comunican, se complementan, se hablan: Producto de aquel vergonzoso hecho, escribiría el mejor epigrama de mi vida y de todo el imperio: Esta será mi venganza: Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso y leas estas líneas que el autor escribió para ti y tú no lo sepas. Pero ¿a quién engañar? Lesbia lo sabe. Hay cierta ontología de una experiencia, propiamente, dialógica. No en vano los versos de Ernesto Cardenal (“Esta será mi venganza…”). El autor lee y lo asume, lo comparte, demuestra su afinidad poética, la convierte en escritura del diálogo intertextual. La voz de Catulo es la voz del joven lector y poeta que deambula por las calles de una Roma peninsular y latinoamericana, pero que trae consigo las huellas históricas de una Roma contenida en sus propias huellas:


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Tampoco para amarte cuando ya me haya ido. Sino para que el tiempo el tiempo que logré derrotar después de treinta y tres años, se detenga, y los días que sigan a éste, siempre sean el día de hoy.

Atestiguamos el nacimiento de un poeta que tiene conciencia de su propia voz. Sabe dónde y cómo emplear los recursos que la literatura pone a su alcance. Escribió Walter Benjamin a propósito de la madurez en poesía: “No se trata por consiguiente de un progresar en el vacío, de un vago poetizar cada-vez-mejor, sino de un despliegue e intensificación cada vez más comprehensivos de las formas poéticas.” La escritura poética de Marco Antonio Murillo vislumbra esa comprensión. Hay en Muerte de Catulo un despliegue de las formas poéticas con intencionalidad literaria. Los versos están construidos sobre un andamiaje comprensivo que refleja su propio valor. Hay en ellos un uso del poema como vehículo de un hábito lector y reflexivo. No hay un ir a lo desconocido por el simple hecho de hacerlo, más bien, hay un saber encontrar la palabra que intensifica su potencia.

Leer a Murillo conlleva entender que en literatura, en la buena literatura, nada hay improvisado. Entender que la labor de escribir, un texto con intensión poética, es asumir las formas literarias como un proceso de crecimiento tanto intelectivo como lingüístico. Conjugar la experiencia gramática de la poesía con el golpe verbal del sentimiento.

Encontrar en el primer libro de un poeta esa emergencia de la lengua, esa necesidad de entendimiento verbal es una recompensa, que como lector, se agradece. Es saber que detrás de la letra hay un esfuerzo por dominar al lenguaje poético. Murillo es un poeta que trae ya una voz reconocible. Y eso no es poca cosa. Hay quienes nunca alcanzan un rasgo de diferenciación. Muerte de Catulo, denuncia sus influencias, sin embargo, las traspasa, las critica, madura en su afán poético. Escribe Murillo:

Ungüento de amor, antídoto, tuviste, Sibila, todos los nombres posibles. Era el juego en el que nos consumíamos: yo te decía vivamos y amémonos, y tú me respondías aunque arremetamos contra lo escrito, aunque los dioses celosos e impotentes acaben con Roma y con nosotros.

Por Raúl Vázquez Espinosa


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Fondo de mar 1 Poema “Tormenta” de Frans Gris Profundo ojo del sol que nace busca a los invisibles a los que se han ido a todos los que embarcaron por la tarde y ya no vuelven Toca con tus dedos cada uno de los pliegues largos de la marea alta para que los hombres encuentren la ruta hasta la playa Busca entre la cabellera oscura de las algas la voz el nombre el canto que gira en las rocas y engaña


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Fondo de mar 2 a los marineros libéralos de la fuerza de las aguas de los vientos que se conjuraron para robar a nuestros hijos Madre amaneciente y blanca recibe las espiras de humo y las lágrimas secretas Es este el amanecer de las viudas al despuntar el tiempo bueno Conjura señora los espíritus vagabundos Escucha Madre a tus hijas que esperan en la playa los botes que no vuelven.


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Playa 20:30 pm.

Frans Gris Maestro de pintura acrílica creativa experimental, de la Casa de la Cultura “Víctor Jara” de La Cisterna, Santiago de Chile. Diversas exposiciones en Universidades, Galerías y Centros Culturales de Santiago y Regiones. Sus pinturas decoran salas de empresas y casas habitación en Chile, Argentina, Brasil, Estados Unidos y Europa. Estos cuadros están pintados con pigmentos acrílicos, sobre madera y tela, con aplicaciones de telas, arena, y otros materiales. Están a la venta. Contacto con el artista: Teléfono Fijo: 56-02-25231964 Teléfono Celular: 56-09-89504968 E-mail. fransgris@gmail.com


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Un cuento cualquiera (o algo así)

por Marina Elizabeth Diez de los Ríos

No dijo algo, dijo nada, o sea no dijo. Ni una nota. Nada. Se fue así, como si en verdad hubiese ido a comprar cigarrillos. Se llevó nada y olvidó (o no) cerrar la puerta. Todavía recuerdo, yo llegué temprano y me senté a esperarla (me agrada esperar en las mañanas), ¡sólo sabe Dios cuánto estuve esperándola! Hasta que comencé a entender (creí) cuando me di cuenta de que su cajón estaba abierto, casi. Me incorporé y lo abrí del todo (muy a pesar de que me lo había prohibido, o quizás por eso). Metí mi mano derecha hasta el fondo donde, intuí, hallaría su alhajero. Lo llevé al patio y casi sin pensar arrojé las cenizas que estaban dentro al aire, al viento, al suelo. Entonces un denso humo comenzó a envolverme, me tocaba, me abrazaba, me elevaba. Y vi su rostro, ese rostro que, sabía, llevaba mil vidas viendo. Sonreía. Se reía de mí. Y yo también me reía. Cuando reaccioné y me levanté, sentí un importante dolor en la espalda. Llegué trabajosamente al baño de la casa y al verme al espejo me vi, o mejor, no me vi, era yo quien veía pero no era yo a quien veía, si bien si era el observado, no era yo, ese rostro no era mío, no lo era antes, antes era el rostro que estaba en el humo, yo era él, él era yo..., no sé, me veía, lo veía, no me veía, ahí... Me toqué, tiré de mi cabello, corrí a la cocina, busqué un cuchillo, me paré nuevamente en frente del espejo y así, mirándome, mirándolo, corté ese rostro, mi rostro, su rostro, nuestros rostros, el rostro de quién sabe quién (o qué). Y me dolió... Creo que estuve un buen rato desmayada porque, cuando desperté, mi cabello estaba adherido a mis mejillas, mis labios, mi sudor caliente. La sangre coagulada, pedazos de sangre parecía. Me senté, me miré de nuevo al espejo, como para encontrarme, y lo mismo. Salí en aquel momento del baño, casi corriendo, cuando de repente pasé por la ventana del patio y me vi afuera, envuelta en denso humo, oscuro, putrefacto y a él (yo ahora), mirándome, mirándola, riéndose. Quise salir a ayudarme pero, apenas crucé la puerta trasera, todo se desvaneció. Apareció a mis pies, tirado, un pequeño y extraño pajarito muerto. Lo levanté e impulsivamente (como si fuese algo habitual), me lo metí en la boca y lo comí. Enseguida detrás de mí apareció un sujeto moreno, robusto, de ésos que se ven en las telenovelas mexicanas. Estaba allí, parado, mirándome, haciendo con algo que tenía en las manos, según me pareció, un gesto tan asqueroso que daba pena. Recordé que yo también soy un hombre y reí pensando en lo que siempre pensé: todos los hombres lindos son gays. Suerte que yo muté en uno parecido a don Ramón... aunque a ese sujeto (al que tenía enfrente ahora) al parecer le gustaba (después pensé todavía que si por fuera soy hombre, pero pienso como mujer, por fuera sería homosexual..., por fuera... que es lo que interesa al final, en materia de sexo, pero eso no viene el caso). Se aproximó y vi en sus manos un pergamino. Sentí vergüenza de mi propia perversión y de lo que había creído ver antes. Era sólo un pergamino. Lo miré (a él, no al pergamino). Abrió sus labios, supuse que de allí emanaría una voz minúscula, ridícula. Reí de nuevo (creo que estaba enloqueciendo). Él dijo (con voz tan masculina que no pude evitar sentir cierta perturbación), él dijo mi nombre; mi verdadero nombre dijo. Quedé callada sacando de mi boca los restos de las plumas del pájaro que acababa de comer. Él caminó en rededor de mí y dijo, calmo - Ese pájaro era tu salvación, arruinaste el resto de la historia, arruinaste el resto de tu historia. Hicimos silencio (o lo deshicimos, no sé). Tiró el pergamino y dejé de escribir.


Mar natural

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por Cristina Larice

Tienen un concepto de la vida distinto. Por eso quieren, salir del sistema, pero, aunque de alguna manera lo logren, dependen, como todos nosotros, en menor o mayor escala de la electricidad, el agua pura, el celular, Internet, etc… Para entenderlos leo sus mensajes en facebook, o los escucho cuando proyectan u organizan actividades. El otro día entre mis papeles apareció un texto de Jalil Gibran escrito a mano por uno de ellos, con un bello dibujo que decía: “Vuestra casa es vuestro cuerpo grande… vuestra casa no será un ancla sino un mástil”. Cada día que pasa descubro que tienen razón, que por allí va el cambio aunque discutimos puntos de vista. Ellos con argumentos muy valederos, llevan el pensamiento ancestral de cuando el hombre construía su deseo de vivir en un mundo ficcional, poético, sensible, sano. Y yo con mi argumento pragmático, real, frío. Cuando voy a visitarlos me asombro. Parecen horneros humanos construyendo con barro, reciclando vidrios, chapas… Las puertas se abren y cierran con el viento, no sé cuándo estoy afuera o adentro porque ellos mismos son la casa, el árbol, los pájaros, la lluvia, el cielo. Recorro todo el predio de “La Semilla”, veo los logros, tomamos mate bajo las plantas, conversamos, saco fotos, filmo, me asombro con los progresos, por la alegría con que me reciben y los valores que transmiten. Siempre disfruto un rato, no puedo estar mucho tiempo, es que no sé vivir como ellos, por eso retorno a mi casa urbana de cemento, rejas, llaves. Tal vez un día volvamos a la Madretierra, Mar Natural que nos habita y habitamos, nos saquemos todas las ropas culturales que nos tienen cautivos y rehenes del sistema, la organización social. Somos y actuamos como referentes testimoniales del transitar humano en este siglo. Cuando podamos salir de estas cárceles dejaremos fluir el alma en el cosmos. Yo sé que ellos están tejiendo el tegumento y fecundando, desde el núcleo, la semilla del mundo que se les arrebató a los primigenios.

La niña con uniforme de secundaria, tenis Converse y la mochila a cuestas, camina relajada hacia la puerta del autobús, mientras le exprime su última exhalación de nicotina al cigarro que tira al pavimento antes se subir. Inesperadamente aparté la mirada de mi libro actual de lecturas para apreciar todo el espectáculo de su corta y rubia melena. Ella me sirve para dar ahora un recorrido al resto de los pasajeros, a mi lado una señora mayor con su bolsa del mandado; por todos lados miradas perdidas, jóvenes, niños, adultos, estudiantes, empleados; un catálogo de personajes distintos, todos con el sello de la “gran ciudad”, ya tatuado en la frente. Reanudo mi lectura en la fascinante historia de una comunión de significaciones entre la escritora Rosa Emilia del Pilar Alcayaga que se entrelaza con Frida Kahlo en el cuento “Presencia”, dentro de la antología De Moctezuma a los Andes.


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La leyenda del Chupacabras por Vicente Montemayor

De nuevo las distracciones, y ahora ha sido un hombre que pide una caridad para el medicamento de su pie diabético, por consecuencia asomo la vista al resto de los que tripulan el camión, muchas caras han cambiado y, sin embargo; aunque mi viaje ya lleva cerca de una hora, hasta el momento soy la única persona que en el mismo espacio se haya sentado a leer y aprovechar el recorrido. Quienes nos dedicamos a la promoción de la literatura vemos el fenómeno de la falta de lectura, como un gran abismo negro, que si bien no puede ser catalogado por un viaje en el transporte público, las encuestas demuestran número rojos en este sentido. ¿Cuántos libros te has fumado hoy?, ¿al menos has

llegado

cuantas

a

unas

páginas?

Un

buen hábito podría ser la lectura

en

voz

alta

después de la comida o la cena, cuando se reúne toda

la

familia,

animas. Cristina Arreola

¿te

Yo lo vi. Fui el primero en verlo. Corrí al pueblo y se los dije a todos, se los grité; pero no me creyeron. Nadie me creyó: una sombra se movía sigilosa entre la maleza, una sombra obscura, sin forma definida, más grande que un lobo, con unos ojos amarillos penetrantes que me congelaron la sangre con su mirada de hielo; pero nadie me creyó. Más bien se burlaron de mí; como se han burlado siempre. Sus burlas y carcajadas las seguí oyendo por horas, incluso cuando vine a refugiarme a mi escondite, a mi refugio, como hago siempre cuando las gentes me lastiman, odiándolos con toda el alma. Cierto que soy feo, con una joroba grande en la espalda y demasiado pelo en el cuerpo; pero nunca he sido tonto. Mi madre siempre me lo dijo. Mi madre, la única persona que me ha querido como soy, hasta el día en que murió de pronto hace seis meses, dejándome sólo, triste y desamparado. Después encontraron el primer animal muerto: una cabra. De ahí nació el mote de Chupacabras. Luego fueron gallinas, pájaros, conejos…hasta una vaca. Todos con el cuello destrozado y sin gota de sangre en el cuerpo. Entonces empezaron a creerme. En medio de esta miseria y esta soledad, la única luz que ilumina mi vida es Jacinta. La veo todas las tardes, cuando regresa de la escuela, con su falda agitada por el viento y su blusa que me hace descubrir el florecimiento de la primavera. La vengo a ver todas las tardes, aunque ella no me ve. Me escondo entre los arbustos para que no me note, porque me da miedo asustarla con mi fealdad. Ayer encontraron la vaca muerta y se armó la de Dios es grande. El pueblo entero entró en un frenesí de pánico. Las mujeres se metieron a la iglesia a rezar y los hombres se fueron a buscar ayuda a los pueblos vecinos; quieren formar un grupo de gente armada que busque al Chupacabras y lo mate. El miedo se respira en el aire como si fuera polen. Todos están nerviosos y espantados. Jacinta me vio ayer, no pude evitarlo; pero en vez de correr, como hacen todas las chicas cuando me ven, se me quedó mirando fijamente y no dijo nada. Yo me anegué de vergüenza y sentí la necesidad de huir, pero su mirada fija y tierna me hizo detenerme. Estaba radiante, como la luz de mayo, y sus ojos luminosos y dorados como el sol me hicieron sentir algo que nunca antes sentí; pero me ganó la vergüenza y finalmente salí corriendo. Hoy llegaron los refuerzos de los pueblos vecinos, son muchos hombres, todos armados de lanzas, ballestas, cuchillos y hasta escopetas. Ya era hora, porque hoy se encontró el primer cadáver humano, con el cuello destrozado y sin gota de sangre en el cuerpo. Es el cadáver del novio de Jacinta. Yo creo que hasta aquí llegó el Chupacabras; no tiene ninguna oportunidad ante tanto hombre armado. Esta noche me robo a la Jacinta, no puedo esperar más. Me la llevaré lejos, muy lejos, donde nadie nos conozca y podamos empezar juntos una nueva vida. Mi corazón me dice que no se va a negar, me lo han dicho sus ojos dorados. Nos iremos de este pueblo miserable que por fin recobrará la calma de una vez por todas y para siempre. El Chupacabras también se irá con nosotros.


Extremos

por Mara Robles

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Viví en la casa de mis padres desde que mi esposo me devolvió hace algunos años atrás. El hombre aseguraba que yo había caído bajo alguna influencia o posesión demoníaca. ... Cosa que no es cierta del todo. Resulta que me casaron cuando yo tenía unos diez años de edad, con un vejete asqueroso y apestoso que me llevaba cincuentaicinco y que ya tenía tres mujeres más. Mi matrimonio fue algo normal dentro de los primeros tres años (o sea, me refiero a lo que se le llama normal según lo estipulado para una mujer en una sociedad musulmana). Llevaba yo una vida sometida de servidumbre y golpetazos junto a este abuelo verdugo que se subía, se corría en cuestión de segundos y se bajaba, dejando impregnada sobre mí una pestilencia a amonia rancia bárbara, además de tremendas arcadas en la garganta, un dolor inmenso en mis bajuras, algunas cicatrices en el alma y muchas lágrimas atoradas en las pestañas de unos ojos que se clavaban a algún punto imaginario en la pared, cada vez que a mi esposo se le antojaba por jugar con el juguete más nuevo. Al cumplir mis 19 años algo comenzó a cambiar de manera irremediable e irrevocable dentro de mí. Fue como si un espíritu perturbador y persistente se asentara dentro de mi cuerpo. Tenía un apetito voraz por el placer y se esparcía por cada una de mis venas, hasta las más pequeñas. Esta entidad terminó alarmando sobremanera a mi marido, quien, luego de propinarme algunas golpizas, decidió devolverme como mercancía defectuosa a mis padres, al ver que las escaramuzas no eran más fuertes que lo que él terminó catalogando como un demonio y al cual ya empezaba a temerle. Sucedió lo que era de esperarse; el nombre de mi familia saltaba la peregrina de poblado en poblado. Yo los había deshonrado y nuestro apellido, alojado ya en las murmuraciones, se desangraba profuso y a borbotones. Me salvaba que no había cometido infidelidad alguna, de lo contario, seguro me hubieran lapidado o cuando menos, flagelado. La decisión de mi padre fue encerrarme en un cuarto ante la mirada lastimera de mi madre, que realmente es lo único que recuerdo bien de ella, ahora que al fin llegué al otro mundo, pues era lo único que se podía divisar tras el negro burka. Él le prometió que yo sólo permanecería ahí encerrada hasta que los rumores se disiparan, pero todos sabíamos que su intención era encarcelarme allí hasta que algún hedor a podrido les indicara que el diablo me había matado al fin. De sólo haber sido aquel un demonio de lujuria, seguro me habrían llevado a Sudán a practicarme una ablación genital. Por esa razón fue que opté por hacerme la que convulsaba, con todo y espectáculo de ojos en blanco incluido. Me dio con gritar durante casi todo el día disparates, que intentaban ser otras lenguas desconocidas, en una voz masculina y engolada. Además de que de vez en cuando lanzaba algún escupitajo que garantizara la convicción de mi agotador y desesperado teatro. La idea era que Yusuff se deshiciera de mí ya, y que no le quedaran más ganas de reclamarme nunca jamás en lo poco que le quedara de vida. Total… lo peor que podría pasar era que me mataran y estaba más que dispuesta a correrme ese riesgo antes que resignarme a morir viviendo aquella indigna y denigrante vida. Los alimentos me los pasaban, a sus respectivas horas, por debajo de una apertura improvisada en la parte baja de la puerta de mi recámara. Mientras engullía mi comida con las manos, sentía ese embrujante aroma a mí en las yemas de los dedos, y siempre, por eso, la devoraba con mucha rapidez, para correr a ubicarme en mi lugar preferido, frente al espejo. Abría mis piernas de par en par y jugaba a la frotación cadenciosa hasta hacerme llorar color blanco, por ese único ojo, por esos dos labios, mientras ahogaba, con lo primero que alcanzara, mi orquesta de gemidos.


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Extremos Mara Robles

Tengo la suerte de ser una mujer de venidas intensas, tanto que un orgasmo múltiple me provoca llorar desconsoladamente, cosa que me resultaba ideal en mi papel de demente poseída. ¡Todo el vecindario era testigo del gran tormento en que vivía sumida! Confieso que a veces me sentía un poco culpable, no precisamente por la angustia o por las vergüenzas que pudiera estarle causando a mi familia, sino porque no podía enseñarle a mi infeliz madre, todas las cosas maravillosas y ricas que se podían hacer con un espejo, un pepinillo fresco y un par de dedos. Yo sí reconocía al espíritu lujurioso que habitaba en mis adentros; yo sí sabía que algo andaba mal conmigo, pero la verdad… me acostumbré muy pronto y muy fácilmente a mi demonito y hasta se me empezó a hacer muy placentero vivir con él. Cuando duermo lo veo vestido con diferentes caras y diferentes cuerpos. Despierto húmeda y plácida con la indecisión de si volver a intentar conciliar el sueño o reincorporarme frente al espejo. Realmente, yo era la mujer más feliz que conocía en todos mis alrededores, de hecho, creo que era la única mujer feliz que conocía. Un día recordé que la mujer preferida de Yusuff me habló de La Tierra de la Perversión, un mundo con gente extraña. Tan pronto empezó a definir lo que era extraño para ella, inmediatamente me reconocí en su descripción. Fue cuando comencé a entender que en verdad estaba poseída por un gran demonio, y muy poderoso, pues comprendí que poco me importaría renunciar a un Alá sin verga, antes que dejarme exorcizar de esta posesión suprema que me arrasa y domina. La única cosa que hacía en ese cuarto, aparte de complacer a la entidad, era pensar en un lugar donde pudiera andar a pies por las calles, sin caminar detrás de nadie, exhibiendo mis lindas y redonditas tetas a través de un escote. Aún no lo sabía bien, pero ahora entiendo que a mí no me interesa mirar tras un hueco de cortinas negras sobre mi hermoso rostro, el cual sólo había disfrutado aquel viejo. Yo quería que todos me miraran, y más aún, que me desearan, que se excitaran al imaginar claridades sobre el negro triángulo incendiado que una faldita muy, muy corta revelara tras mis piernas cruzadas. Quería que un desconocido me invitara un trago de colores raros y propiedades de fuegos fatuos, para que al cabo de unas horas, y sin decirme su nombre siquiera, me clavara con su sable en algún baño grafiteado de una barra, me clavara otra vez en su carro deportivo y luego en su apartamento desordenado. Quería poder invitar de vez en cuando a alguna amiguita liberal a mi cuarto, para lamerle el pezón luego de haber visto algunas peliculitas calientes (de esas en las que aún quisiera yo actuar) y luego llevarle su mano a mi entrepierna para que me enterrara sus dedos. Aquí en este mundo, La Tierra de la Perversión, he descubierto que mi patria es en verdad el infierno, que mi demonio se llama Ninfomanía y que con toda razón la gente viene y se queda feliz con tal de realizar su sueño americano.


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Historias para volar

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Destrozo por Antonia María Carrascal Empezó por el ajuar y los muebles. Los destrozó con el mismo mimo con que los . había colocado en su momento y fue apilando los harapos y astillas en el centro del salón. Le siguieron los electrodomésticos a los que no sacó alimentos, ni ropa de colada, ni la grasa del último horneado. Tras duros esfuerzos, consiguió arrancar los sanitarios y el fregadero y procedió a inmolarlos junto a lo demás a golpe de martillo. Descolgó los cuadros, títulos y retratos, arrugó los lienzos y estampas, deshizo los marcos y engrosó con ellos el montón considerable que se erguía en el suelo. Después de beber un largo trago en el chorro del grifo, cambió el martillo por el mazo recién comprado y asestó el primer golpe sobre la pared del baño. Le siguieron las de la cocina, las de los dormitorios, las que del salón daban al pasillo… Después de ducharse y ponerse la ropa que había reservado, arrancó los grifos y la ducha, colocó el único sillón que no había sacrificado sobre la alta montonera y se sentó a esperar. Allí la encontrarían, a la mañana siguiente, los agentes que habían de proceder al desahucio.

Ellas vienen de noche por Alejandro Montaño El sol se oculta, inexorable. Las tinieblas devoran las últimas franjas de luz en mi ventana. De nada servirá que cierre los postigos; tampoco que corra o me encierre a cal y canto. Transcurren los minutos y las nubes terminan de desangrarse en púrpura y granate, convirtiéndose en plomo que tiñe de gris el firmamento. La luna sale entre el espeso manto; Si cierro los ojos, llegarán antes, no hay escapatoria. Abandonan su escondrijo, dispuestas como cada noche a devorar mis entrañas, a sorber mi sangre y saciarse con mi carne. Ellas vienen de noche. Surgen donde están aquellos que disfrutan de arrastrarse en lo oscuro. Ya están aquí: Viejas arpías, terribles, malditas, incontenibles… Las Dudas de nuevo me acorralan esta noche, marchitando mi alma.

Alfaguara Infantil Ilustradores: Guido Chaves Colección: Serie azul Páginas: 128 Género: Cuento ISBN: 978994205428 9

El más reciente libro del escritor ecuatoriano Jorge Dávila Vázquez, Historias para volar contiene“39 narracione s breves sobre ángeles y unicornios, una ciudad perdida y la pantera que devora los sueños; monólogos de la serpiente del paraíso o del anillo robado, que pasa por muchas manos. Posibilidad de que los gatos sean espías de otros mundos, que un espejo nos devore o que seamos víctimas de los mosquitos dragón”.


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Un cerdo hozando la escuela pública por Daniel de Cullá

En la Insula Barataria, la raposa, cuando no halla qué joder, va a la caza de grillos indignados, ocupándose de cosas rateras, y anda sin provecho buscando la cagada del lagarto. Cierto día, siguió al hijo del barbero, que iba a la escuela pública a estudiar “pa menestro”, como él decía, y, entrando con él en ella, vio cómo un comité de estudiantes le colocaban un aro de hierro en las narices a un cerdo, que resolvía con facilidad y sin escrúpulos, como un pontífice, la problemática de la enseñanza. Preguntando la raposa al estudiante más destacado el porqué de esa condecoración, le respondió: “ cuando una cosa rica y curiosa está mal empleada, porque el que lo lleva no lo luce, es necesario ponerle un aro de hierro en las narices como a los puercos para que no hocen los patios ni las aulas, que ya lo dijo Salomón en sus Proverbios: ‘anillo o argolla en nariz de puerco es el hombre cerdo y tonto, necio y bobo’; quedando la raposa contestada, y diciendo: ‘Anda, ay, qué ver, un cerdo hozando la escuela pública’”.

Miedo a la luz

por Alejandro Montaño

Desde que se abrieron las pesadas cortinas del cuarto y no pudo esconderse, el monstruo que vive debajo de mi cama huye despavorido de la luz como yo huía de él. Ahora nos entendemos mejor, pero seguimos sin vencer nuestros miedos.


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POEMAS

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Provocación de la Madre Tierra

¿Qué queda ahora? Ahora que los mares se secaron, que el cielo es una bóveda cinérea y la luz sólo se asoma en botellas. Ahora que soy el recuerdo verde de un laberinto de plástico. Ahora que respiras lodo en las riberas de los ríos muertos y sumerges tu cuenco en el pérfido manantial de teclas y palancas. Ahora que los troncos huecos se hacen polvo junto a las pieles frías, y mi vientre fue mancillado con la fusta de tus dragones veloces.

Ahora, sólo quedan tus pasos sobre mi piel árida que te conducen -ineludiblementea morir conmigo.

Mónica Siabato


Desde aquí arriba 26

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Pedazo de bostezo ahogado. Desde

Arribo desde la medusa

aquí arriba todo

Somos una generación que busca los puertos de otras dimensiones

se ve

Devoramos la vereda al campamento de Shiva

más ligero.

y bailamos entre los suspiros del vacío

La soga

con la música de brisa

al cuello, el tamborileo. El hombre de capucha me sonríe.

Me he transformado de cuervo en crisálida de fuego Y vengo dispuesta al impulso hacia el cosmos En marabunta luminosa nos dirigimos a la luna que se mece en la cima del viento.

Allá entre el público: mi madre. ¡Qué bonito acto! ¡Qué bonita despedida!

Jesús de la Garza

Mónica Gameros


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La saturnina deserción Fue en el justo instante cuando en el techo de los cafés se lamentaban las palomas durante el pesaroso crepúsculo. Amor mío, lo recuerdo...

Cuando sobre las frías callejuelas empedradas lentamente resplandecían las ventanas amarillas y los hombres en las salones fumaban interminables cigarrillos y leían en los vespertinos periódicos las noticias de la crisis, la epidemia y la guerra.

Me dijiste: - Me iré en el tren de los infortunados a una patria distante, allá donde las monedas son de plata. Trabajaré en una imprenta. Debí decírtelo.

Por vastos y enteros minutos no dijimos nada. Finalmente tomaste mis manos entre las tuyas y las arrojaste al nocturnal letargo.

Y justamente en ese otro instante una llovizna cayó sobre todos los sombreros y los paraguas que se abrían en flor. Yo levante mis enaguas y la lluvia larga corrió bajo mis rodillas. Amor mío, lo recuerdo... Aleqs Garrigóz


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Instrucciones para no desearlo al mediodía Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Jorge Luis Borges.

12:00 Piensa que su piel no es el límite, haz, deshaz, rehaz la cama: ésta no es la hora vertical. 12:10 Olvida su mellado filo que abre tu santuario todo, mira el dulce cortejo de las arañas en el techo: no es tiempo de que él habite tus espacios. 12:20 Ignora tu diario bautismo con su savia, deletrea su nombre en todas direcciones: no es momento de ser raíz y enredadera. 12:30 Niega el vaivén de tu centro contra la seguridad de su pecho, siente hambre y frio, fuera y dentro: no es ahora que te peina con sus manos. 12:40 Desconoce sus dedos por inciertas rutas, enciende un cigarrillo, más que fumar succiona: no es instante de probar su semilla prodigiosa. 12.50 Ríndete a su cuerpo ausente, eres sus manos: inventa su imposible carne, vorágine. PRESENCIAS 12:55 Llora, flota sin él, Natalia Masserano no está para precipitar tu caída: no son ahora la infinita materia que son juntos. 13:00 Agradece a Nuestra Señora de Amueblar la Ausencia no lo perdiste gota a gota, como en el instante en que por él copiosamente eres.

Mar Pérez

www.natimasserano.blogspot.com


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Vals de orquídeas

La obra de Sara Diciero se ubica dentro del Expresionismo Abstracto con tendencia hacia la naturaleza, generando sensaciones, emociones y sentimientos. Trabaja el óleo diluido con texturas visuales de propia inventiva que vuelca en la tela en cada nueva propuesta realzando la obra; con intenso colorido transmite energía y pasión que invitan a viajar con la imaginación por lugares soñados. Artista visual argentina que vive, pinta y sueña en Buenos Aires. Intervino en más de 400 muestras en museos, galerías, centros culturales, ferias y bienales a lo largo de país y en el exterior. Realizó 29 muestras individuales. Participó en concursos nacionales, municipales y privados en los que obtuvo 49 premiaciones.


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Embriaguez

En el exterior: expuso en Alemania, Austria, Bélgica, Brasil, Chile, Bienal de La Habana, Cuba1996, Dinamarca su obra formó parte de la “Bandera de Amor y Paz”, España, Francia, India, Italia, Puerto Rico Feria Arwy México, Turquía donde su obra participó del mural “Horrores de la guerra”, Uruguay, etc. Fue representada en New York USA por 8th Elephant Contemporary Art Gallery, New York durante 2006, 2007.

Email: saradiciero@gmail.com http://saradiciero.blogspot.com


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EN ENTREVISTA CON…

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JORGE DÁVILA VÁZQUEZ Jorge Dávila Vázquez es Doctor en Filología por la Universidad de Cuenca. Docente. Escritor y crítico de arte. Ha publicado María Joaquina en la vida y en la muerte y Este mundo es el camino, ambas obras obtuvieron el Premio “Aurelio Espinosa Pólit” 1976 y 1980 en novel y cuento. Los tiempos del olvido, premio CCE, 1977; Con gusto a muerte y Espejo Roto (premio CCE, 1990). De rumores y sombras. Cuentos breves y fantásticos y Acerca de los ángeles. César Dávila Andrade, combate poético y suicidio. La vida secreta y Memoria de la poesía. Piripipao . Historias para volar, Entrañables, Libro de los sueños (Premio Joaquín Gallegos Lara, 2001) y Arte de la brevedad. Río de la memoria. La luz en el abismo. Minimalia, cien historias cortas. La noche maravillosa, antología personal. Árbol aéreo. Temblor de la palabra. Diccionario Inocente. Espejo roto, en Teatro, Eliécer Cárdenas E. / Jorge Dávila V., Cuadernos de Literatura Imaginario (5), Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, Cuenca, 2010. La obra de Jorge Dávila consta en antologías nacionales y extranjeras, con textos traducidos al francés, inglés, alemán, portugués, italiano y hebreo. Actualmente Jorge Dávila Vázquez colabora en numerosas revistas impresas y digitales, y escribe para El Mercurio de Cuenca, Diario Hoy de Quito y Mundo Diners.

¿Cuáles fueron tus primeros acercamientos con la literatura? Se dieron gracias a mi familia. Tanto por la parte paterna como materna, había muy buenos lectores y narradores orales, dotados de gran amor por las letras y mucha habilidad para hacer accesibles a los niños y a todos sus oyentes, textos inolvidables. Y en esas familias burguesas y cultas, tampoco faltaba algún escritor notable, como el hermano de mi padre, César Dávila Andrade, uno de los mayores poetas del país. Tempranamente, sobre todo mi madre y mis tías, me hicieron amar la literatura, ya fuera como poemas, cuentos e incluso novelas. Viejas revistas –recuerdo Leoplán-, además de los libros, nutrían esas lecturas, muchas de ellas todavía en la infancia. De ahí a escribir hubo un salto, evidentemente, pero llegó ya en la escuela, se desarrolló en el colegio y alcanzó una cierta soltura en años posteriores. Antes de mi ingreso a la Universidad, que fue tardío por motivos económicos, yo escribía ya bastante, y algo publiqué también.


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¿Qué leíamos? Una versión rosa de Las mil y una noches, en la versión de Galand, editada por Sopena de Argentina; ese libro terrible que es Corazón de Edmundo D’Amicis, que una de mis tías inolvidables lo volvía algo mucho menos tétrico y de una curiosa poesía, gracias a su voz y a su histrionismo. Muchas historias –no pocas de la Biblia, numerosas de santos-, gran cantidad de poesía, fábulas… Y leíamos algunos cuentos y novelitas ecuatorianos –me impresionó tanto Alfonso Cuesta y Cuesta, con su poético realismo indigenista, que nunca lo he olvidado.

El proceso creativo de cada escritor es muy particular; desde la forma en que consiguen la inspiración hasta quienes escriben todavía a mano. Cuéntanos un poco del proceso de creación que tienes de cara a una obra y ¿qué te inspira a escribir? No uso mucho la palabra inspiración, hablo más de motivación. Y todo me mueve a escribir, la escritura de otros, la propia mía, las variantes que se pueden lograr en torno a distintas obras (tengo por ahí veinte pequeñas historias sobre sirenas, que provienen de la Odisea y un sinnúmero de recreaciones mitológicas que vienen de Grecia; he usado de textos de Shakespeare y de un sinfín de autores); los frutos que da la imaginación; los que ofrece el realismo, los que provienen de los sueños (el cuento “Querida Romy”, me llegó totalmente en un sueño); los que hunden sus raíces en las vivencias propias y ajenas; los que generó el arte: muchos de mis poemas y relatos se basan en obras artísticas: el Greco, la arquitectura, la ópera, el teatro, la música, la pintura…). Como ves, motivaciones sin fin. El proceso nunca es el mismo, pero ocurre que nace una primera idea y la anoto para no olvidarla. Busco una forma apropiada y la trabajo, a veces de un tirón, a veces lenta, pausadamente. Casi no escribo a mano, porque tengo una letra horrible, y ocurre que, al momento de pasarlo a limpio, no logro entender lo que escribí. No uso una máquina de escribir desde hace tiempo. El ordenador es, por años, mi reto y mi apoyo. Antes, perdía infinidad de pequeños escritos y otros no tan pequeños, ahora, el computador me ha ahorrado buena parte de esas penas. Ah, y siempre estoy volviendo sobre los textos. En eso sigo las enseñanzas de uno de mis maestros, el gran poeta Efraín Jara Idrovo, que nos decía que el autor tenía el derecho de modificar su obra sin importar las veces que hubiese sido publicada. Por eso, libros míos como el tomo de cuentos Las criaturas de la noche o mi novela María Joaquina en la vida y en la muerte, han sufrido cambios hasta su última reedición, y a lo largo de décadas, desde su nacimiento.

Has dicho que el escritor aprende a escribir escribiendo, y ese escribir mucho da un estilo propio que se va desarrollando en cada obra. A ese respecto: ¿Qué obras de tu autoría consideras han sido un salto cualitativo en materia de estilo y que consideras vitales en tu carrera literaria? Los autores amamos a nuestras obras como a hijos. Puede ser un lugar común, pero es así. Lo que pasa es que como ocurre con los frutos de la paternidad de sangre, sucede con los de la paternidad estética: hay hijitos a los que los padres consideran bellos y otros no tanto, o, claramente feos, impresentables casi, jajajajaja. Siguiendo con esta imagen burguesa de la paternidad y sus gajes, pasa que el amor por aquello que ha salido de uno, aunque no sea mostrable al mundo, es el mismo para todos. Escribí hacia 1970, o un poco antes, un poema, “Nueva canción de Eurídice y Orfeo”, es mi primer hijo que vio la luz como folleto, y lo guardo en mi corazón. Mi gran afición por el teatro aparece en un texto, aparentemente dialogal, sobre el amor perdido. Lo curioso es que a mucha gente le sigue pareciendo bueno. Por la forma, por la expresión que mezcla lo coloquial con una cierta intensidad lírica, es mi primera obra vital.


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En el 76 gané el premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit” con mi novela María Joaquina en la vida y en la muerte. Escrita de un modo experimental, audaz en su erotismo, que se mezcla con el arte y la religión. Sobre todo en el capítulo que combina el encuentro sexual de la pareja protagónica, un tanto incestuosa, en un palco teatral, con el fondo de la interpretación del “Réquiem” de Verdi, va a causar un cierto impacto en ciertos círculos. En el desarrollo de mi oficio este libro es vital. En el 80 aparece un volumen de cuentos maduros y un tanto terribles: Las criaturas de la noche. Es otro hito en la consolidación de mi oficio literario. Y años después la edición de varios volúmenes que contienen micro cuentos me convierten, sin proponérmelo, en uno como referente de la modalidad en el país.

En los últimos años, muy pocos son los escritores que se acercan a la creación de género teatral, ¿qué lleva a Jorge Dávila a incursionar en el mismo?, con la que sabemos obtuviste al menos un premio en los 90. Yo diría que dos. En el 69, más de veinte años antes del premio por “Espejo roto” (pieza sobre el poeta suicida, que se centra en Dávila Andrade, mi pariente ilustre), cuando solo tenía 22 años, gané en Guayquil un premio nacional de teatro, por una pieza que pertenece al grupo de los hijitos impresentables, El caudillo anochece, que, felizmente, se ha perdido. Incursioné repetidamente en el teatro. Piezas como “Donde comienza el mañana”, también digna de perderse, o “Con gusto a muerte”, larga, largamente representada, y creo que salvable, aparecen publicadas temprano, en el 70 y 71. Toda esta producción deriva de mi gran amor por el teatro, a cuya práctica me consagré como diez años, desde cuando a los 16 hice el Yanek de Los Justos de Camus. Actué luego en algunas piezas, dirigí, y como te he contado, escribí varias obras cortas. Dejé el teatro por razones de supervivencia. En el país no se podía vivir de ese maravilloso oficio. Y lo dejé de tal manera que, habiéndome dedicado por completo a la escritura, sobre todo de narrativa, no volví a intentar nada para la escena hasta dos décadas después. Luego he escrito una pieza todavía inédita sobre Rimbaud y Verlaine, “Barco ebrio” y unos cuantos monólogos, algunos de los cuales parece que se representarán este año. Como ves, en mí el teatro fue vocación temprana, y luego ya, sobre todo, nostalgia.

Durante tu vida literaria que consta de más de 35 libros, has abarcado con éxito diversos géneros literarios: poesía, cuento, novela, microficción, etcétera. ¿Cuál consideras que es la razón que te ha llevado al encuentro con esa diversidad de géneros? La búsqueda expresiva, el deseo de experimentar, una suerte de ansia de probarme a mí mismo que podía hacerlo. La poesía, te dije antes, fue acogida desde sus inicios, y aunque hubo un tiempo en que era como una especie de producción vergonzante, nunca he dejado de crearla. Un día me propusieron un volumen que recopilara mi lírica, en alrededor de 300 páginas, dentro de una hermosa colección de la Casa de la Cultura matriz de Quito. Dije que no disponía de tanto material. Ante la insistencia del entonces Presidente de la entidad, Marco Antonio Rodríguez, recopilamos con mi mujer unas 500 páginas, correspondientes a más de diez libros, casi todos inéditos. El asunto terminó en una selección, que dio un volumen de 370 páginas. La Maestra mexicana Rosario Pérez Bernal dijo sobre el libro, entre otras cosas: “Dávila Vázquez, alquimista de la palabra, prodiga a sus lectores con el arte de la imagen poética, esa inesperada conjunción de lo insólito y lo cotidiano, de lo Absoluto y lo contingente”.


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Los cuentos han sido mi fuerte, y me dieron un segundo “Aurelio Espinosa”, convirtiéndome, en el 80, en el único autor en haberlo ganado dos veces. El libro premiado, “Este mundo es el camino”, orgánico, reunía historias desde la niñez hasta la decadencia física total. Fue una buena etapa en el aprendizaje de un oficio narrativo que se me volvía familiar. De mi primera novela te he hablado, y aunque he escrito varias novelas breves, retorné a la de mediana extensión hace unos pocos años con “El sueño y la lluvia”, una evocación de infancia que me perseguía desde tiempo atrás. Y los micro cuentos han sido la forma solapada de mantener viva en mi producción narrativa la llama de la poesía. Hay mucha proximidad entre la lírica y la minificción.

¿Cómo vislumbras la obra que realizan los jóvenes escritores en la actualidad de tu país (Ecuador)? Hay un gran trabajo, sobre todo en la poesía. Siento como que no es esta una generación de relatistas. Hay poco cuento, de buena calidad, como los de Lucrecia Maldonado; pero se produce una gran cantidad de lírica de primer orden, a lo largo y ancho del país. En Quito, los nombres más salientes son los Juan Secaira, con una obra desgarrada, honda, de una humanidad conmovedora; Rocío Soria, que en su libro-poema “Isadora” alcanza un destacable nivel; Aleyda Quevedo, una de las voces líricas y eróticas más intensas del Ecuador; Carlos Vallejo Moncayo, que ganó el “Aurelio Espinosa Pólit” con “La orilla transparente”, muestra de una capacidad creativa sutil y cargada del misterio de la poesía; Santiago Vizcaíno, duro, intenso, de un remarcable vigor; Calos Garzón, que no publica si no muy de tarde en tarde, pero que es de los mejores de su grupo generacional; en Guayaquil, Ernesto Carrión, quizás el más alto y oscuro nombre de la lírica ecuatoriana actual, dueño de una expresión abismal, terrible, y de una fuerza lírica sobrecogedora; Ana Cecilia Blum, la voz lírica más profunda y sobrecogedora de sus contemporáneos; Luis Carlos Mussó, que parece empeñado en un combate entre la luz y la oscuridad, tiniebla conceptual de la que extrae sus materiales más sólidos; Siomara España, dueña de una obra en la que todo vale, porque todo adquiere en su lengua poética una expresividad sensual y envolvente; figura excepcional del relato –especialmente en su modalidad brevísima- Solange Rodríguez es quizás la mayor representante del cuento ecuatoriano de quienes bordean los 40 años; en Manabí destaca Pedro Gil, una voz rota, conmovida y estremecedora, que extrae sus materiales de las clases y las gentes en conflicto, del dolor, de la adicción, las torturas de la prisión o el sanatorio y las proximidades de la muerte; en Cuenca las tres figuras más importantes son las de Franklin Ordóñez, intenso poeta de la diferencia; María de los Ángeles Martínez, dueña de una poderosa expresión lírica, que no teme las oscuridades del realismo sucio, como podríamos llamar, usando terminología de las artes plásticas, a una corriente de características poco idealizadas y cercanas a la dureza del insulto, y Cristóbal Zapata, gran poeta e interesante narrador, en cuya obra lo erótico ocupa un sitio de privilegio. Salido de un pequeño pueblo que fuera emporio minero hace muchos años, Roy Sigüenza es la mayor voz de la diferencia en la lírica del país, intenso, cargado de un acendrado sentido de lo poético, en medio de los médanos de la sexualidad, se ha constituido en nombre fundamental de la lírica de su generación.

El tema del momento en la literatura es la intervención de las redes sociales para su creación y publicación, ¿consideras que éstas contribuyen en el proceso o te sumas a la postura de algunos en el aspecto de que las tecnologías afectan el proceso creativo y de edición propia? Tengo mucha confianza en la difusión que puede alcanzar la obra literaria por medio de las redes sociales. Me encanta ese tono de conversación que adquiere el compartir la escritura por medio de internet; esas voces que llegan desde el anonimato y que te dicen cosas trascendentes, sin ser necesariamente halagos. También se da el caso de personas que se despitan tanto ante una obra subida a la red, que se ponen en actitudes ofensivas o


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defensivas que tú, como autor no llegas a entender. Asimismo, la red propicia las cursilerías, el intercambio de alabanzas entre escritores que o son principiantes o no entienden las sutilezas y matices del oficio, y que cuando

osas criticarlos, recibes una avalancha de mensajes insultantes. Hay de todo, y eso es lo que confiere a los blogs, a las páginas literarias, a los sitios de encuentro, un particular atractivo. Las tecnologías, llamémoslas de punta, favorecen el desarrollo de la producción literaria en ciertas áreas y en determinados grupos que las conocen, manejan y explotan –en un sentido positivo. Las publicaciones específicas para libros electrónicos, entiendo que solo rinden alguna utilidad con el paso del tiempo, pero para quienes no vivimos de la literatura sino para ella, las regalías importan, pero no desvelan, y mientras más gente lea lo que escribimos, más satisfechos deberíamos sentirnos de esa difusión. Internet no perjudica tu producción, más bien la propicia, la motiva, y hace que experimentes el gozo de compartir lo que brota de tu imaginación y tu esfuerzo.

Una trayectoria como la de Jorge Dávila se debe labrar desde el principio y pulir con años de lecturas y experiencias, comparte para los lectores de Monolito una de las técnicas que has utilizado a lo largo de los años para la mejora literaria En la Universidad, tuve un maestro inolvidable, el crítico Alfonso Carrasco, parte de cuya formación la hizo en México. Él nos introdujo a sus alumnos y lectores en el mundo de la literatura contemporánea, tratando de que nos familiarizásemos con las técnicas que en Europa y en otros sitios eran ya bastante comunes, pero que en nuestras letras resultaban más bien poco frecuentes. Con Alfonso, y mientras leíamos a Joyce, a Virginia Woolf a Carlos Fuentes (La muerte de Artemio Cruz, “Aura”), a Borges y Cortázar, íbamos entrando en la mecánica de muchas técnicas, pero fueron el montaje simultáneo, los diversos monólogos interiores, el estilo indirecto libre y los flash back los que más me llamaron la atención, y que están presentes en casi toda mi novela María Joaquina en la vida y en la muerte. Lentamente, se dio un decantamiento, que liberó mi escritura del exceso técnico; pero me tomó tiempo apropiarme de los mecanismos y desarrollar la obra más allá de cualquier virtuosismo, con su sentido humano, su construcción de personajes y las diversas formas expresivas que correspondían a los distintos niveles de donde procedían. De hecho, abandoné los cambios de punto de vista demasiado violentos, el número excesivo de voces narrativas, pero la interiorización y la retrospección, nunca, como tampoco dejé de lado unas formas expresivas líricas, en contexto cotidiano, lecciones que vinieron de Rulfo y Asturias y, un poco más tarde, de García Márquez. He tenido también un gran apego a lo neo-barroco, como forma expresiva, como muestra constante de acumulación de carácter lírico, y en eso, mis grandes maestros fueron el Carpentier de El siglo de las luces y Concierto Barroco, y el un poco desdeñado actualmente Manuel Mujica Lainez, cuentista y novelista de primer orden. Finalmente, cuando opté por el micro cuento mis maestros por excelencia, tanto en la síntesis como en lo poético fueron Marco Denevi, Eduardo Gudiño y Augusto Monterroso.


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Háblanos un poco de tu más reciente libro Historias para volar editado por Alfaguara Juvenil, ¿qué se va encontrar el lector una vez entre en contacto con tu obra? Este libro es muy importante para mí, porque gracias al buen criterio de Francisco Delgado Santos, que hizo la primera edición, se encuentran en él materiales que aparecieron en obras agotadas hace mucho tiempo, como Acerca de los ángeles y Cuentos breves y fantásticos (1995) y Libro de los sueños (2001). El encanto de esos textos reside en su nivel imaginario y su sentido poético, en la construcción de utopías y en la brevedad de los cuentos, que los vuelve de fácil lectura para los jóvenes. Además, esta edición que varía muy poco de la primogénita, es mucho más ligera (sin llegar a ser “light”), se acompaña de un cuadernillo de trabajo, y trae viñetas e ilustraciones de un artista excepcionalmente sensible y dueño de su oficio, Guido Chaves, que ha hermoseado también mi reciente poemario La diminuta voz, que contiene un conjunto de textos líricos para niños de toda edad. Historias para volar pone al lector en contacto con los ángeles, que sostengo están en cada uno de nosotros, no importa lo humildes que seamos y lo conflictiva que haya sido la vida nuestra; nos embarca en historias maravillosas, con serpientes que lloran por malos entendidos, espejos que devoran a quienes se miran en ellos, gatos que son espías de otros mundos, misteriosos anillos robados y un bestiario en que las sirenas en vez de estar cubiertas de escamas, lo están de pétalos, hay asimismo un unicornio cantor y otras leves bestias mágicas que escapan de los tapices del Museo de Cluny para contar historias en las noches. Creo que es un pequeño libro hecho para fascinar no solo a los jóvenes, mis lectores de privilegio, sino a todos los que tengan la paciencia de entrar en él para emprender el vuelo con todos los seres misteriosos que lo conforman.

¿Qué proyectos literarios a futuro tienes en mente? Quiero escribir mi novela grande. Los personajes, sus ideas, sus apariencias, las situaciones que viven, hasta los diálogos, me rondan, a veces; puede que llegue su hora. Actualmente, cada día esbozo o escribo un pequeño poema, un cuentecillo, y le he tomado gusto a la literatura infantil, así que una parte de lo que produzco es para niños. Quiero también seguir con una pequeña producción teatral. He terminado la primera versión de un nuevo monólogo, de los tres que se llamarán “Laberintos”: el de la memoria, el de la espera, el de la sangre. Los dos están listos, este tercero tomará su tiempo pulirlo. Un gran amigo mío anda en la labor titánica de traducir todo lo que he escrito al inglés. Es una obra extensa, sí, pero, sobre todo, en ciertas épocas, publicada en revistas, en periódicos, en selecciones varias, bastante difícil de recopilarla, pero ese es su desafío y me ha dicho que está contento de hacerlo en unión de un grupo de alumnos. Veamos qué ocurre. Lo demás, es la vida, son los sueños, los seres que uno ama, y esa bella entelequia –isla rodeada de olvido-, que llamamos con un cierto temblor de voz “el futuro”.

Gracias, Jorge, por la entrevista.


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Gavilán


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Plant贸n

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Sobre el remanso de los siglos

Indio

con quietud de salamandra pálida rodé por una quebrada de cenizas.

Hoy apenas me queda esperar ávido ver regresar tiempos de colores desvaídos donde perdí lengua, dioses y ropajes.

Alfredo Cedeño http://textosyfotos.blogspot.mx/


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COLABORADORES Alejandro Montaño Aleqs Garrigóz Alfredo Cedeño Antonia María Carrascal Cristina Arreola Márquez Cristina Larice Daniel de Cullá Frans Gris Jesús de la Garza Jorge Dávila Vázquez María Elizabeth Diez de los Rios Mar Pérez Mara Robles Mónica Gameros Mónica Siabato Raúl Allain Raúl Vázquez Espinosa Sara Diciero Vicente Montemayor

GRACIAS A TODOS.


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Visiten la revista literaria española Los sábados, las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas. http://www.revistaliteraria.es/

ESPECIAL DE ANIVERSARIO MONOLITO

MAYO ESPÉRALO


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