Nares, George S._ Viajes al Polo Norte por el Capitán Nares (1875-1876) y por el Doctor Nordenskio

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M6

capItulo XV.

óinotro de

por

ol sur,

d

el

liielo

hubieran podido recorrer sin aquel inesperado auxilio. Combinando la hora de

modo que no

tida do

la par-

interrumpiese

so

al

y sus hombres mientras descansaban, emprendimos la marcha por teniente Aldrich

)n dojando

bandadas del mediolentemonfo a de la esi

noche y encontramos A nuestra gente li unos nueve kihjuietros del buque. El escorbuto minaba A todos, y habíase la

mucho. De

l»adecido

los

Markham;

Aldrich y Giffard sei)aráronse de nuestro amigo, y con sus el

dos trineos

1 1

de

al)ril,

península de

atravesaron la

Keilden, cuya línea de altitud se eleva A ciento setenta

y cinco metros sobre

Santiago Ross; en

ocho hombres que

cuíitro liel)res, las cuales

teniente Aldrich

inmodiatamonto á

y cazaron

fueron destinadas

va se acla-

formaban

Adam

tenía esperanza de encontrar otras;

na dol ( )1)Egerton so

Ayles eran los únicos que podían trabajar aun; Jacobo Doidge y David Mitchell

que debían comer durante

un satisñicbre

el hielo

volvería

10

tanto po-

3

valerosamente con

echarse en

y después

liabía

es

el

decla-

i'i

rarse en la primera parte del viaje; pero no

la vuelta.

después de emEntonces manifestáronse

todos los síntomas del mal,

gos opusieron

y nuestros amimás enérgica resistencia;

la

y su puñado de hombres mostrároncuando ya no distaba más de

el jefe

se heroicos;

que suele e junio),

de

ije

y

May

empie-

ives

n ya

inViti-

las

aguas;

un

kilómetro

el

El 16 av^anzan por

cabo José Enrique, cuatro

fijo si se

la

de

''

los vientos del oeste,

muy

por

la línea

cum-

ó en la

á causa

nieve.

compañeros. Imposible

los

hielo esté

grandes dificultades para

es describir la ale-

mar

hallan sobre el

hombres de los ocho se declararon vencidos y Ayles iba á marchar en busca de socorro cuando se presentaron May y sus gría de todos, pero abreviáronse

sin saber á

la bahía,

Ninguna grieta indica que el próximo á romperse, 'Uio no sea cerca de la orilla, donde aparece lijeramente levantado, sin duda por el movimiento del reflujo, lo cual prueba que si las aguas del golfo Jacobo RoSs no se desembarazan nunca completamente de su coraza cristalina, no se hielan tampoco hasta el fondo. La bahía está resguardada de

comenzado

so sospechó el peligro hasta

que

fuéles forzoso

el trinto.

La epidemia

prender

un mi-

el viaje.

costa; tan semejantes son entre

naturaleza,

tiene la nieve

neos. Aldrich visita

fijo

del

de

el

cual se man-

el

paso de los

separa el hielo

en verano, parte de un

plidos porque el deshielo

promontorio situado á cinco kilómetros

oeste del cabo José Enrique; pasa á dos ki-

taría aven-

franqueado

nás

hielo

lómetros de la isla y parece prolongarse á corta distancia del cabo Hecla. El 19 se

allá

de

cabo José

il

atitud Ínulas

angus-

corazon di beneficio. nxAs tarde el

nt

teniente

y

il

camino

comenzó á derretirse, de lo cual tuvieron una prueba Parr y Feilden por haberse retrasado veinticuatro horas.

diéndose hasta la

la

cintura en el agua

abríase otro abismo bajo sus pies; ser por

s\i

vigor

físico

jamás hubieran podido paso.

htl-

La buque

y

atraviesa la península de Parry,

que mide

cinco kilómetros de anchura,

se llega á

fría

la isleta

y

y á no

su robusta salud,

salir

de aquel mal

una

mismo tiempo que

(l|

la

el

comandante

de Clemente

y

Markham

(l).

Desde

altura de setecientos pies se ve la ca-

dena continua de hummocks, que extendiéndose al oeste cruza por una caleta inmediata en dirección al cabo Colan, donde

partida del oeste había salido del al

al

Hun-

nieve pastosa, apenas recobraban ánimo

los

eíapa que

la

avanzaba y era Apenas hubieron bahía de la Roca Negra, el

Clemente Markham, primo del comandante de

Alerta, y presidente de una sociedad geográfica do

Londres.

I

tri-

preciso andar de prisa.

tranqui-

fe

17 la isla Crozier;

hummocks que

flotante,

lo

ii

blanda, ofreciendo esto

rticular de

)s

ti

mas por

desgracia, ésta fué la única carne fresca

mana

que colora de gloria,

cacerolas, pues se

punto

es irisados,

ira

las

ayuda de sus bastones; los otros cuatro habían resistido tanto como lo permite la hu-

llegada do

po aparece

arrastraban

se

y

ni-

camino vieron hue-

el

de perdices de las nieves

llas

algunos do

la partida, el

el

vel del mar. El 15 llegaron á la bahía de

'

í

i


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