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Ciencia y Técnica monetarias en la España Bajomedieval


Ricardo Córdoba De La Llave Ricardo Córdoba de la Llave es Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Córdoba, donde ha sido Profesor Titular desde 1990. Entre sus líneas de investigación destacan especialmente las relacionadas con la Historia de la Tecnología en la Edad Media, y en particular la de carácter industrial e hidráulico. Dentro de este campo figuran entre otras La Industria Medieval de Córdoba (Córdoba, 1990), que constituyó su Tesis Doctoral, la coordinación de la obra colectiva Mil años de trabajo del cuero. Actas del II Simposium de Historia de las Técnicas (Córdoba, 2003), y los estudios "Las técnicas preindustriales", en la obra conjunta Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla (Valladolid, 2002), y Los molinos hidráulicos del Guadalquivir en la ciudad de Córdoba. Estudio histórico y arquitectónico (Madrid, 2008), así como numerosos artículos y colaboraciones, entre los que podemos mencionar los incluidos en Ars Mechanicae. Ingeniería Medieval en España, editado recientemente por la Fundación Juanelo Turriano.

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Ciencia y Técnica Monetarias en la España Bajomedieval Ricardo Córdoba de la Llave Prólogo de Julio Torres

Fundación Juanelo Turriano MADRID, 2009 FUNDACION JUANELO TURRIANO


Este estudio ha sido realizado en el marco del Proyecto de Investigación HUM200763856, La transmisión del saber técnico y profesional en la Edad Media: literatura técnica en la España medieval, subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, parcialmente con fondos FEDER.

Ricardo Córdoba de la Llave

CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Paul and Regina Tambuyser, Ricardo Córdoba de la Llave, Swiss National Museum, The Constance Rosgartenmuseum, Photoaisa, Pablo Lines, Biblioteca Nacional de España, Jorge Miguel Soler Valencia, Biblioteca del Monasterio del Escorial, Archivo de San Isidoro de León, Imagen Más, Archivo de la Corona de Aragón, Biblioteca de la Real Academia Española, Archivo General de Simancas, Florian Tereygeol. AI cuidado de la edición: Javier Alvaredo Castro Begofia Sánchez-Aparicio García Diseño de cubierta: Bernardo Revuelta Pol Fotomecánica, impresión y encuademación: Bouncopy Diseño y Comunicación S.L. San Romualdo, 26, 28037 Madrid © De la edición. Fundación Juanelo Turriano © Del texto, Ricardo Córdoba de la Llave © De las fotografías y dibujos, sus autores ISBN-13: 978-84-920755-7-7 ISBN-10: 84-920755-7-0 Depósito Legal: M-2800-2010 La Fundación Juanelo Turriano ha realizado todos los esfoerzos posibles por conocer a los propietarios de los derechos de todas las i m ^ e n e s que aquí aparecen y por obtener los permisos de reproducción necesarios. Si se ha producido alguna omisión inadvertidamente, el propietario de los derechos o su representante, puede dirigirse a la Fundación Juanelo Turriano.

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Fundación Juanelo Turriano Patronato: Presidente

Victoriano Muñoz Cava Vicepresidente

Javier Goicolea Zala Secretario

Pedro Navascués Palacio Vocales

José María Aguirre González Carmen Becerril Martínez José Calavera Ruiz David Fernández-Ordóñez Hernández Javier Rui-Wamba Martija José Manuel Sánchez Ron Presidente de honor

Francisco Viguetas González

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PRESENTACIÓN

El Ingeniero de Caminos José Antonio García-Diego creó, en 1987, la Fundación Juanelo Turriano cuyo propósito principal es la promoción de los estudios históricos de la Técnica y la Ciencia en sus diversas vertientes. Una forma de hacerlo es convocando desde el año 2002, con carácter bienal, el Premio Internacional García-Diego. En su tercera edición, el premio fue concedido, ex aequo, a dos trabajos que, por su calidad, fueron merecedores de este galardón: El transporte de grandes pesos en el Antiguo Egipto, de D. Alejandro Ricart Cabiis y Ciencia y técnica monetarias en la España bajomedieval, de D. Ricardo Córdoba de la Llave. El jurado, que emitió su fallo el 12 de febrero de 2007, estaba compuesto por: D. José María Aguirre González (Presidente) D. Antonio Fernández Alba D. José Mañas Martínez D. Fernando Sáenz Ridruejo D. José Manuel Sánchez Ron El segundo de estos trabajos, que el lector tiene ahora entre sus manos, es una aportación completa y rigurosa al campo de la historia de la técnica monetaria en España. En él se describen documentadamente las técnicas de fabricación en serie y control de calidad utilizadas en las cecas españolas de la Baja Edad Media, poniendo de manifiesto la compleja organización del trabajo así como las primeras aplicaciones del cálculo aritmético para fines industriales. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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ÌNDICE GENERAL

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PRÓLOGO POR JULIO TORRES

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INTRODUCCIÓN

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CAPÍTULO 1. Fuentes para el estudio del trabajo de la moneda en la Edad Media: la Europa latina y las Coronas de Castilla y Aragón Ordenanzas, ordenamientos y otros documentos de carácter legal Los libros de registro de las casas de moneda La literatura técnica: tratados y manuales Libros de aritmética Manuales de mercadería Tratados y recetarios de metalurgia Fuentes iconográficas y materiales

25 27 29 36 40 5O 53 67

CAPÍTULO 11. Las casas de moneda: organización, oficiales, sistemas de control Las casas de moneda: instalaciones y espacios Organización y gestión empresarial: arrendadores y tesorero El personal de la ceca y sus funciones Obreros, monederos y oficiales intermedios El maestro de la moneda El ensayador Los guardas Salarios y condiciones de trabajo

71 72 81 9O 92 100 106 109 117

Controles de la moneda: libranza y sistemas de pesas y medidas Sistema de medidas de la talla. Sus dinerales Sistema de medidas de la ley. Sus dinerales

123 125 I37

CAPÍTULO III. El trabajo de la moneda: técnicas, procesos, utillajes La recepción del metal La aleación de la moneda Obtención de la ley mediante combinación de plata y oro con cobre Aumento-disminución de una ley determinada del lingote Determinación de la ley al mezclar tres o más conjuntos Obtención de una ley mediante adición de conjuntos

151 154 165 170 172 177 181

La fundición Las materias primas Instrumental y herramientas Proceso de fundición, lavadura y preparación de rieles

187 188 191 200

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El trabajo manual: de la hornaza al sete Las hornazas: reducción a plancha y recorte de cospeles El blanqueo de la moneda La acuñación

208 208 217 ^^^

El ensayo. La comprobación de la ley de la moneda El sistema de puntas o toques El ensayo de la plata por copelación El ensayo del oro

238 239 245 285

CONCLUSIONES

301

GLOSARIO DE TÉRMINOS

307

SELECCIÓN DE TEXTOS (APÉNDICE DOCUMENTAL)

315

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

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PROLOGO

Hasta hace una década, las investigaciones sobre la fabricación de la moneda en la Edad Media en el ámbito de los reinos hispánicos prácticamente se reducían a lo publicado por Felipe Mateu y Llopis en los años 1936yl951, ambos trabajos fruto de una misma investigación, primero documental y filológica y luego interpretativa. La nómina se podría ampliar si incluimos las lecturas que Francisco de Paula Pérez Sindreu y, sobre todo, Guillermo Céspedes hicieron en los años noventa de la Pragmática de Medina del Campo (1497) y otros documentos de época moderna. A principios de los años noventa del siglo recientemente terminado, la Fundación Casa de la Moneda puso en marcha un plan de investigación sobre la historia de la fabricación de la moneda y de las propias fábricas de moneda españolas que, si bien quedó inacabado en cuanto a los objetivos finales, sirvió para rescatar una gran cantidad de información de los archivos estatales. La mayor parte de esta información era, sin embargo, relativa a los tiempos modernos. Los únicos resultados visibles de este trabajo colectivo fiieron algunos artículos sobre momentos concretos de la historia de las fábricas de Madrid y Segovia, debidos respectivamente a Rosa Romero y Glenn Murray, y la historia de la Casa de la Moneda de Madrid publicada en 1994, con motivo del centenario de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT). Se han hecho públicos algunos inventarios de documentación recopilados en el desarrollo de aquel plan, el más importante, el que recoge en forma de libro con índices analíticos toda la documentación histórica generada por la FNMT durante los siglos XVIII y XIX. No menos importantes son los índices de la documentación conservada en el Archivo General de Indias elaborados por Fernando Serrano Mangas e incluidos en el primer volumen de la historia de las Casas de Moneda españolas en América, publicado por el Museo Casa de la Moneda a cargo de Guillermo Céspedes, y también los índices recogidos por Glenn Murray en el Archivo de Simancas que, aunque no han sido publicados, están disponibles en la página web de la Asociación de Amigos de la Casa de la Moneda de Segovia, con una utilidad limitada por el hecho de que gran parte de los legajos no estaban foliados en el momento de su revisión y de que una parte de la información solo está disponible para los socios de la entidad.

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Pero, corno suele suceder, si bien cada vez en menor medida, la Edad Media seguía prácticamente arrinconada. De modo individual, inicié la recogida de textos legislativos medievales en los que, junto a las órdenes de emisión de ciertas monedas, se explicaba con cierto detenimiento la manera en que debía desarrollarse el trabajo en el interior de una fábrica de moneda. Reuní aquellos textos acompañados de un análisis textual y léxico en lo que fue mi tesis doctoral, leída en el año 1998 y actualmente accesible en internet en formato PDE La idea era explicar el modo en que se fabricaba la moneda partiendo del análisis de los términos que nombraban a las personas, lugares, acciones y utensilios que intervenían en la fabricación. Tuve que recurrir también a colecciones documentales no castellanas, sobre todo catalanas, pero también francesas e italianas, que ayudaron a reconstruir con bastante precisión el proceso. Con posterioridad he podido profundizar en algunos aspectos concretos en diversos artículos y conferencias. Sin embargo, llegué a dar por sentado que, aparte de las ordenanzas, difícilmente se encontrarían textos propiamente técnicos escritos en castellano. Esto, afortunadamente se demostró incierto poco después. Más o menos cuando yo leía mi tesis, Betsabé Caunedo y Ricardo Córdoba comenzaban, por encargo de Luis García Ballester, su trabajo de análisis, interpretación y, podríamos decir, traducción, aunque el texto esté en castellano, del a partir de ahora famoso "manuscrito 46" de la Colegiata de San Isidoro de León, cuyo fruto inicial fue un magnífico libro titulado El arte del alguarismo. Obra que, como la presente, necesitará seguramente el paso de los años para ser asimilada y aprovechada por nuevos investigadores. La recuperación de ese manuscrito, como decía, constituía un afortunado desmentido de mis peores temores, pero, a su vez, venía a apoyar otra de las ideas que me atreví a esbozar como conclusiones de mi tesis doctoral, que la técnica de la fabricación de la moneda, en el momento en que empieza a documentarse, llega a Castilla desde el otro lado de los Pirineos, probablemente desde Italia, y a través de los reinos de lengua catalana. Y es que, aunque en eso no se ha detenido Ricardo Córdoba en su estudio, el manuscrito 46, en lo que se refiere a la parte dedicada a la fabricación de moneda, parece ser una copia bastante descuidada (hay saltos y repeticiones) de otro texto anterior desconocido, probablemente redactado en el reino de Mallorca, puesto que se hace alusión a las meajas del rey don Sancho, que probablemente sean las "mallas" acuñadas por Sancho de Mallorca (1311-1324), alusión que difícilmente encontraríamos en un manuscrito propiamente castellano.

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También en el año 1999 había descubierto yo, en la actas de un congreso sobre oficios medievales, el trabajo publicado por Beatriz Mariño en 1986 sobre la arquivolta de la portada de la iglesia de Santiago en Carrión de los Condes, y su "hermana menor" de Arenillas de San Pelayo, donde puede verse un conjunto de figuras aisladas representando diversos oficios de un taller monetario medieval. El descubrimiento del artículo, y posteriormente de las propias figuras, me convenció de que merecía la pena seguir trabajando en la investigación y divulgación del arte de la fabricación de la moneda en la Edad Media, y a ello dediqué parte de los años siguientes. En la primavera de 2007 la Fundación Juanelo Turriano concedía el III Premio Internacional "GarcíaDiego" al trabajo que ahora tienes en tus manos. Para mí fue una sorpresa, y me produjo cierta inquietud, que alguien, no desconocido, pero sí ajeno al mundo de la moneda en el que yo me movía, hubiera sido capaz de realizar lo que el título anunciaba. Cuando conocí al autor y leí el libro pude ver que su estudio es más amplio y más profiindo en algunos apartados que los que yo había publicado hasta entonces, pero que no se había beneficiado de mis trabajos porque no había tenido acceso a casi ninguno de ellos, quizá por la proximidad en el tiempo. A partir de entonces se inició una relación muy cordial y esperemos que duradera que ha permitido que en esta versión final de la obra sí se hayan tenido en cuenta algunas de mis modestas aportaciones. El presente trabajo puede considerarse una continuación natural del estudio del manuscrito 46. Debemos agradecer especialmente esa continuidad a Ricardo Córdoba. Donde cualquier otro habría abandonado, exhausto tras la tarea de explicar al público lo que el manuscrito balbuceaba, y se habría dedicado a otro tema de investigación para oxigenar las neuronas, Ricardo vio que todavía quedaban cosas por explicar y, sobre todo, un contexto científico previo y coetáneo que constituía un corpus de conocimientos en el que venían a insertarse el manuscrito de León y algunos otros manuscritos rescatados también desde entonces por el autor. Estamos ante uno de esos pocos libros que dan más de lo que ofrecen. El lector encontrará en las páginas que siguen no solo la descripción de las diferentes técnicas que confluyen en la fabricación de la moneda medieval, no solo la profiindización en cada una de ellas, a través de los conceptos científicos que le dan soporte, sino, además el marco previo de tratados de aritmética y manuales FUNDACION JUANELO TURRIANO


comerciales que demuestran la existencia de un caldo de cultivo en el que dicha fabricación pudo desarrollarse. El lector encontrará en este libro prácticamente todo lo que sabemos acerca de la fabricación de la moneda en la Edad Media. A un lado han quedado los aspectos institucionales y organizativos, que no entraban en el ámbito, estrictamente técnico, del título de la obra. Para saber cómo estaban organizadas las personas que trabajaban en las fábricas de moneda, sus reglamentos y privilegios, habrá que acudir a los trabajos de Albert Estrada-Rius, a alguno mío y a los publicados por colegas extranjeros que en esto, como en tantas cosas, nos llevan una ligera ventaja. Me corresponde, quizá, subrayar algo que al lector pasará inadvertido, que el autor proviene de un mundo investigador no totalmente, pero sí relativamente ajeno al de la fabricación de la moneda. Resulta admirable que en un periodo de tiempo breve haya conseguido familiarizarse con una documentación tan especializada, que utiliza unos términos a veces tan oscuros que a mí me llevó años interpretar, quedando alguno todavía pendiente de descifrar por completo. La invención y uso habitual del papel condiciona nuestros conocimientos actuales acerca del pasado. Los primeros manuales técnicos que aquí se citan pertenecen a la época en que se expande el uso del papel. En la misma época se inician los manuales en el mundo islámico. Pero no olvidemos que la moneda se fabricaba ya en el mundo occidental desde el siglo VII a.C., y que algunas de las técnicas que aquí se describen pueden ser originarias de tiempos muy remotos. Quizá antes del papel los conocimientos técnicos no se transmitían por escrito, lo que los hacía más crípticos si cabe y a sus poseedores más poderosos. Tendremos, sin embargo, que seguir atentos a la posibilidad de que aparezca cualquier indicio más antiguo, por breve y fragmentario que sea, que pueda arrojar nueva luz. No puedo cerrar esta presentación sin felicitar al autor por su obra y agradecer a la Fundación Juanelo Turriano el haberla considerado merecedora del premio otorgado y realizar el esfuerzo necesario para ponerla a disposición de todos en forma de libro. Julio Torres

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INTRODUCCIÓN

Durante los últimos siglos de la Edad Media, nuevos y variados factores históricos determinaron un ampho progreso en el campo del conocimiento científico y técnico de la sociedad europea. La laicización de la sociedad a partir del siglo XIL el nacimiento de las universidades, el desarrollo de la vida y de las funciones socio-económicas urbanas, la cada vez más elevada cualificación de los oficios artesanales, los nuevos vehículos de transmisión y difusión del conocimiento escrito, fueron hechos que influyeron en la aparición de nuevas realidades intelectuales y profesionales que exigieron, a su vez, el desarrollo del conocimiento en campos de la ciencia y de la actividad intelectual humana, como las matemáticas, la química o la biología. Muchos de los hombres que participaron en esa cada vez más compleja red de relaciones ejercieron profesiones relacionadas con lo que tradicionalmente conocemos por el nombre de "oficios urbanos" -mercaderes, artesanos, arrendadores de impuestos, cambistas o fabricantes de moneda-, y se constituyeron en oficiales expertos que necesitaban cada vez más preparación para el ejercicio de su actividad laboral. Ello promovió un desarrollo de conocimientos científicos y técnicos ligados a diversos sectores laborales que no estuvo causado por el interés teórico o filosófico, sino por las necesidades y las actividades prácticas, y que estuvo encaminado a la fijación, a la difusión y a la transmisión de los saberes y habilidades necesarios a los distintos oficios cotidianos. Unos oficios ejercidos por mercaderes o artesanos que necesitaban no sólo saber leer y escribir, sino también conocer el manejo de operaciones matemáticas básicas, la forma de realizar las prácticas inherentes a su labor o las modalidades mediante las que era posible efectuar la transmisión de los nuevos conocimientos. Todo ello propició el avance experimentado por la ciencia y la técnica bajomedievales en muchos terrenos, pero son relevantes el de la aritmética y del cálculo numérico, usado por mercaderes y cambistas, pero también por artesanos que debían manejar pesos y medidas, fracciones de productos, FUNDACION JUANELO TURRIANO


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etc.; y el campo de la qm'mica, pues en numerosas labores artesanales se desarrollaron conocimientos relacionados con la transformación de la materia o de las reacciones ante la aplicación o la mezcla de determinadas sustancias, en particular en campos como la metalurgia (aleaciones, trabajo de los metales preciosos), la tintorería o la aplicación de colorantes. En realidad, podemos afirmar que fiieron los oficios y las actividades de mayor complejidad las que más contribuyeron a este progreso, pues en ellas se hizo particularmente necesario aprender, durante una etapa inicial de la vida profesional, las bases teóricas del trabajo que luego se iba a ejercer e incluso a transmitir a otros oficiales. El trabajo de la moneda fiie una de las labores manuales más exigentes, desde el punto de vista científico-técnico, de cuantas se realizaron en época medieval. El control que debía establecerse en el uso de los metales preciosos y en la ley y peso de las piezas, la vigilancia sobre los posibles fraudes y robos susceptibles de producirse durante el proceso, la exactitud con que debían ser preparadas las pesas y dinerales que controlaban la talla y la liga monetarias, o las diversas combinaciones matemáticas con que debían ser hechas las aleaciones, unido a la ya de por sí compleja técnica de las actividades metalúrgicas, determinó que en los procesos de fabricación de moneda se alcanzaran unas cotas de desarrollo técnico y de conocimiento científico superiores a las de otros muchos sectores industriales. Otros oficios tuvieron también una gran exigencia en cuanto al nivel de conocimientos químicos o matemáticos de sus maestros, por ejemplo, el de los tintoreros o muchos de los relacionados con la metalurgia, lo que se tradujo en la circulación de manuales y obras didácticas que, en los últimos siglos medievales, contribuyeron a transmitir las prácticas del oficio. Lo mismo ocurrió en el caso de la moneda, donde el desarrollo técnico marcó la aparición de una literatura didáctica específicamente dedicada a la enseñanza de ciertas labores de las llevadas a cabo en el interior de las casas de moneda, en especial de aquéllas que exigían un mayor nivel de conocimientos. Constituyen buenos ejemplos de esta práctica los manuales dedicados a enseñar el manejo de los sistemas de pesos y medidas usados entonces, tanto para la talla como para la ley de las monedas, literatura que hizo surgir, ya en el siglo XVI, obras dedicadas exclusivamente a la explicación de los sistemas ponderales; también aquellos manuales, de carácter netamente matemático, que enseñaban a realizar la aleación de moneda, instruyendo a los maestros sobre los cálculos necesarios que debían efectuar para proporcionar de forma justa, en las ligas, las cantidades de oro, plata y cobre que integraban cada pieza, y, cómo no. 16

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Introducción

aquellos otros de carácter más técnico, donde se enseñaba a realizar los ensayos del oro o de la plata, la afinación o la elevación de la ley de dichos metales, o se ponían en conocimiento de ensayadores y fijndidores diversos aspectos relacionados con la técnica de trabajo de los metales. Todas esas necesidades contribuyeron de forma decisiva al desarrollo de una literatura de carácter científico-técnico que, si durante los siglos bajomedievales estuvo muchas veces ligada a los manuales que servían para la instrucción de los mercaderes (grandes protagonistas en el manejo de la moneda, del cambio, del metal precioso e, incluso, de las propias casas de moneda), tal y como vemos aparecer en libros de aritmética (Fibonacci, Pacioli, manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro) o en manuales de mercadería de los siglos XIV y XV (entre los cuales el ejemplo culminante es La pratica della mercatura de Francesco Pegolotti), alcanzó su mayor desarrollo durante el siglo XVI, con la aparición de obras específicas dedicadas a cada uno de los aspectos mencionados, cuyo valor y utifidad, para los monederos de la época y para los historiadores de la técnica y de la ciencia de nuestros días, no puede ser cuestionada. Este carácter tan señalado de los procedimientos técnicos y matemáticos usados en la fabricación de moneda, entiendo que nunca destacado de forma suficiente, merece ser analizado con algún detenimiento en las páginas siguientes. Sobre todo si tenemos en cuenta dos hechos innegables y, de alguna manera, relacionados. Primero que, siendo el aspecto más importante en lo que toca a la producción de la moneda y sobre el que poseemos, relativamente, buena información, haya sido menos tratado - y sea, por lo mismo, peor conocido- que todo lo relacionado con la gestión, organización y oficiales de las cecas; y, en segundo término, que como estos procesos técnicos fueron llevados a cabo de forma prácticamente idéntica en todas las casas de moneda medievales (de Londres a Iglesias, de Sevilla a Valencia) y a lo largo de los tres siglos bajomedievales, contamos con una buena información procedente tanto de los territorios hispanos como europeos, y tanto de textos bajomedievales como del siglo XVI, que nos proporcionan la clave para comprender métodos, procesos y modos de producción. En parte por ello, y en parte por la fascinación que las monedas han ejercido desde siempre entre historiadores y arqueólogos, los temas relacionados con la producción y con el trabajo de la FUNDACION JUANELO TURRIANO


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moneda han atraído desde hace décadas el interés de los investigadores. Se trata de un campo muy transitado desde diversas disciplinas históricas y desde diversos ángulos de especialización, de forma que un gran número de historiadores ha entrado en contacto, de una u otra forma, con la moneda y ha sentido interés en conocer sus características y sus formas de trabajo: especialistas en historia de la economía y del comercio, en los temas de la banca y del cambio, en los sistemas fiscales y de organización hacendística y, cómo no, en el mundo de la Numismática, mundo que ha proporcionado la mayor parte de los investigadores que se ha acercado hasta nuestros días al conocimiento de la moneda, tanto desde el punto de vista de su uso como, muy especialmente, de sus rasgos intrínsecos. Dado este enorme interés que la moneda, de cualquier período histórico, ha suscitado desde hace décadas, algunos temas relacionados con la moneda hispana medieval son hoy bastante conocidos. Es mucho lo que se ha investigado desde el campo de la Numismática, de manera que los diferentes tipos de moneda, las decoraciones y leyendas en ella grabadas, sus valores, sus equivalencias, incluso las transformaciones del sistema monetario y del valor intrínseco de cada pieza, han dado origen a diversos manuales de carácter general (como el clásico de Gil Farrés) y a numerosas publicaciones menores repartidas por revistas especializadas como Numisma, Gaceta Numismática o Acta Numismática, y muchas otras de arqueología y de historia en nuestro país. También las casas de moneda o cecas medievales han sido investigadas tanto desde el punto de vista de su número y evolución, como desde el punto de vista de su organización interna. En este sentido, contamos con valiosas aportaciones referidas a algunas de las principales que funcionaron en la Castilla de la época -como las de Julio Torres, Pérez Sindreu (Sevilla), del Rivero (Segovia), Pérez García (Valladolid) o Sainz Varona (Burgos)- o en otros centros peninsulares, caso de la conocida ceca de Valencia estudiada hace años por Mateu i Llopis o del trabajo de la moneda en Barcelona, investigado por Crusafont. Datos muy útiles sobre la organización y el funcionamiento administrativo de las cecas medievales aparecen también en las obras de Angus MacKay, Money, Prices and Politics in Fifteenth-Century Pellicer, Repertorio paramétrico-metrológico

Gustile, y de Josep

medieval de los reinos hispánicos, que incluye numerosos

datos sobre sistemas ponderales y sobre el trabajo de la moneda, a modo de glosario de términos o vocabulario. Gracias a estos estudios de carácter general y a numerosos trabajos de índole más localizada, muchos de los cuales incluyen valiosas referencias documentales, incluso colecciones de 18

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Introducción

textos de la época, la organización y el funcionamiento de las casas de moneda es hoy un tema muy investigado (instalaciones, gestión, organización, labor de los principales oficios, privilegios de los trabajadores, etc.) tanto en lo que se refiere a la España bajomedieval como, más todavía, a época moderna en la Península y en América. Pero mientras que se ha profundizado, mucho y bien, en los aspectos de carácter numismático, fiscal y legal de la moneda medieval hispana, no han sido tantas las investigaciones realizadas sobre las técnicas y los procesos de producción seguidos en las casas de moneda y en cómo dichos procesos colaboraron en el desarrollo de la ciencia y de la técnica a fines de la Edad Media. Salvo los trabajos pioneros de Mateu i Llopis, basados en la magnífica documentación conservada de la ceca de Valencia, y las investigaciones llevadas a cabo por Julio Torres sobre la documentación medieval conservada en Castilla, sólo contamos con estudios puntuales sobre determinados aspectos del proceso de amonedación (troqueles y métodos de acuñación, fabricación de dinerales o pesas, etc.), lo que determina que el panorama de conjunto que hasta la fecha tenemos de lo que podríamos denominar "el trabajo de la moneda" en la España medieval sea relativamente pobre, al menos si lo ponemos en relación con el volumen de investigaciones y conocimientos sobre la materia generado por otros aspectos de la historia de la moneda. Desde el punto de vista técnico, y por lo que hace referencia a las casas de moneda hispanas y a sus técnicas de trabajo, conviene destacar la obra de Julio Torres Lázaro Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda en Castilla que constituyera en su día la Tesis Doctoral del autor y donde realiza un detaUado repaso de las diversas operaciones, instrumentos y oficios, que aparecen citados en las ordenanzas castellanas de la Baja Edad Media; también resulta de gran interés la monografía de Guillermo Céspedes del Castillo sobre Las casas de moneda en los reinos de Indias, consagrada al estudio de la producción de moneda en la América colonial; y la de Glenn Murray sobre El Real Ingenio de la Moneda de Segovia. Maravilla tecnológica del siglo XVI, dedicada específicamente a la casa de la moneda de Segovia, pero que realiza un recorrido general por las técnicas de acuñación. Todas ellas contienen referencias de gran utilidad, aunque las dos segundas presentan, ante nuestro estudio, el inconveniente de estar centradas en época moderna, al igual que ocurre con el clásico estudio sobre la tecnología monetaria de Denis Cooper, The Art and Craft of Coinmaking. A History of Minting Technobgy. FUNDACION JUANELO TURRIANO


Ciencia y Técnica Monetarias en la España Bajomedieval

Junto a esa obra de Cooper, y en lo que se refiere a aspectos concretos de la técnica y ciencia monetarias, cabe destacar la obra coordinada por Peter SpufFord y en la que colaboraron destacados especialistas (como Challis y Travaini) Later Medieval Mints: Organisation, Administration

and

Techniques-, el precioso estudio de John Williams, "Mathematics and the alloying of coinage", relativo a los problemas de aleación de moneda; o el de Walter Oddy, "Assaying in antiquity", consagrado a las técnicas de los ensayadores; así como los trabajos, centrados en la Edad Media, de Hess, Panvini y Sacchetti que citamos en la bibliografía del presente estudio. En el caso concreto de la antigua Corona de Castilla, buena parte de culpa de la dificultad que tiene acercarse al conocimiento de ciertos aspectos de la fabricación de moneda en época medieval puede atribuirse -aunque recurrir a ello sea siempre una solución fácil- a la carencia de fuentes adecuadas para abordar el tema, pues los documentos que sobre casas de moneda medievales se conservan en el Archivo General de Simancas y en otros depósitos contienen escasas referencias a los procesos de trabajo y se centran en aspectos de carácter legal de la moneda o de funcionamiento interno de las cecas, de forma que hasta el presente sólo contábamos con textos ordenancistas de carácter legal para realizar esta aproximación. Sin embargo, las cosas son muy distintas en los territorios de la antigua Corona de Aragón. En el Archivo de la Corona de vVragón, en Barcelona, y en la serie Maestre Racional de la sección Real Patrimonio, se conservan libros de las cecas de Barcelona y, sobre todo, Iglesias, en Cerdeña. Aunque muchos de ellos son libros de registro de compras de metal precioso (oro o plata para ligas), de obreros, de monederos o de libranzas (es decir, de emisiones de moneda), bastante poco expresivos por lo que se refiere al trabajo realizado, se conservan también libros de fundición, de blanquición, de aleación y, muy especialmente, un buen número de los llamados libros de gastos, que son sin duda los más valiosos. Los libros de aleación, fundición y blanquición contienen una buena información, pero resultan reiterativos, aportando escasos datos de interés; en cambio, en los libros de gastos se anotaron pormenorizadamente todos los materiales y elementos adquiridos para llevar a cabo las acuñaciones, y ahí sí se conserva una magnífica información sobre útiles y técnicas de trabajo. Además, otra ciudad de la Corona aragonesa. Valencia ha aportado a través de la documentación contenida en el Archivo del Reino de Valencia, una información realmente útil, integrada por ordenanzas de carácter técnico e inventarios del instrumental de la ceca valenciana, de un valor y una utilidad innegables. FUNDACION JUANELO TURRIANO


Introducción

Sin embargo, la escasez de documentación -particularmente en los territorios de la antigua Corona de Castilla- relacionada con el trabajo de la moneda entre los siglos XIII y XV no significa que ésta sea inexistente o que no se pueda profundizar en este aspecto más allá de donde se ha llegado. En primer lugar, porque todavía puede surgir documentación sobre el tema en diversos archivos peninsulares, pero, sobre todo, porque el propio carácter de alta exigencia técnica que en la época tuvo esta labor determinó la aparición de un tipo de documentación específica con la que no contamos en el caso de muchos otros trabajos manuales, y que puede ofrecer una información de carácter bastante completo en lo referente a algunas labores de enorme interés. Se trata de los tratados y manuscritos de literatura técnica que se redactaron y copiaron durante los siglos bajomedievales que han llegado hasta nosotros bajo la forma de textos manuscritos, muchas veces contenidos en el interior de tratados o textos de carácter más general. Entre ellos podemos destacar el hallazgo de un testimonio excepcional que, en forma de manuscrito copiado en el siglo XVI, se conserva en la Real Colegiata de San Isidoro de León. Es un texto castellano, escrito probablemente en el siglo XIV, que contiene una relevante información sobre el trabajo de la moneda en la Castilla medieval, desde un triple punto de vista: analizando las funciones de los principales cargos y oficios de las cecas (tema que era bien conocido por otros estudios y a través de otros ordenamientos legales de los siglos XIV y XV, publicados en el transcurso de los últimos años) y describiendo dos procesos de importancia capital para la producción de moneda, como son los cálculos matemáticos utilizados en las aleaciones monetarias (es decir, las operaciones que se hacen para obtener la ley a que se ordena labrar cada tipo de moneda o, lo que es lo mismo, el porcentaje de cobre y metal precioso que debe integrarla) y las técnicas de ensayo empleadas para determinar la ley de las monedas de plata (el ensayo de la plata por copelación). Pero también, durante los últimos años, hemos ido conociendo diversos manuscritos de carácter metalúrgico (como el H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier) o matemático (como los números 9124 y 10106 de la Bibhoteca Nacional de Madrid) que incluyen entre sus páginas instrucciones para la realización de la aleación o del ensayo del metal en las cecas. La mformación de base que nos proporcionan estos textos, hasta hace poco tiempo completamente desconocidos, tiene una más que evidente importancia, no sólo por la riqueza de su contenido, smo también debido a su temprana datación y a su carácter de manuales que no sólo mencionan FUNDACION JUANELO TURRIANO


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las funciones de los oficiales de las cecas o las principales labores llevadas a cabo en su interior (como hacen los restantes textos legales de la época), sino que explican la manera de realizarlas. Estos manuscritos han podido servir de contrapunto a los datos conservados en otros ordenamientos legales y documentos de archivo de la época, cuya cercanía geográfica o temporal y, sobre todo, cuya coincidencia plena en lo que respecta a las técnicas descritas y aplicadas a la producción de moneda, nos ha permitido extrapolar una amplia serie de datos que, debidamente contrastados, ayudan a completar el panorama de que disponemos sobre el tema para los siglos XIV y XV. Con toda esa información, hemos abordado un estudio de conjunto sobre el trabajo de la moneda, es decir, sobre las labores y operaciones realizadas en el interior de las casas de moneda, que es un proyecto de investigación completamente abierto, por cuanto solamente comenzamos a conocer este tipo de textos manuscritos, de forma que el indudable hallazgo de nuevos manuscritos en los años venideros vendrá a completar, o a modificar en su caso, las conclusiones e ideas que se expresan en esta obra. Una obra que está articulada en torno a tres grandes apartados o capítulos. En el primero de ellos, se expone con cierto detenimiento el carácter de la documentación utilizada, tanto en lo que se refiere a textos legales y documentación de archivo, como a manuales de carácter técnico y científico donde se contienen instrucciones, problemas y recetas que ayudan a entender los procesos de fabricación de la moneda. En el segundo capítulo, se aborda la que quizá sea la parte mejor conocida del problema, la organización de las casas de moneda, los sistemas de gestión y control del trabajo, el papel de los distintos oficiales que trabajaban en su interior, tratando de ofrecer una visión de conjunto de las casas de moneda en los reinos peninsulares que no hace sino confirmar y, si acaso, completar la visión de la que ya disponíamos sobre el funcionamiento de estas auténticas instalaciones empresariales a fines de la Edad Media. Por último, en el tercer capítulo, se analiza el mundo de los procesos industriales desarrollados en el interior de las casas de moneda, abordando los tres grandes temas que entiendo configuran el proceso de trabajo monetario. El primer apartado es el dedicado a la recepción del metal en la ceca y a los sistemas y operaciones usados para la aleación de la moneda (es decir, para obtener los porcentajes de metal exigidos por cada tipo de moneda y en cada emisión); el segundo, a los trabajos de carácter específicamente manual o artesanal, que van desde la fundición del metal, su reducción FUNDACION JUANELO TURRIANO


Introducción

a plancha, el recorte de los cospeles y su posterior blanquición, y la acuñación o grabación de motivos y leyendas en las monedas; el tercero y último está consagrado al análisis de los sistemas empleados para el ensayo de los metales preciosos (es decir, para la determinación de la ley), desde los sistemas de puntas y piedra de toque, hasta el ensayo de la plata por copelación y el del oro por cimiento, aguafuerte, amalgama de mercurio o azufre, sistemas de naturaleza química que fueron empleados en época medieval para la afinación del oro (elevación de su ley). Los apartados de aleaciones y técnica de los ensayadores constituyen un capítulo fimdamental de la historia de la ciencia y de la técnica en la España medieval puesto que, de un lado, la complejidad de los procedimientos utilizados (aritméticos en el caso de las aleaciones y de los sistemas de pesas y medidas usados tanto para determinar el peso como para comprobar la ley de la moneda; metalúrgicos, en el de los ensayos) y, de otro, la necesidad de alcanzar en el trabajo de la moneda el grado máximo de exactitud que era capaz de conseguirse entonces, determinó que los trabajos realizados en las cecas contribuyeran de forma decisiva al desarrollo de nuevos procedimientos matemáticos y de nuevas técnicas metalúrgicas que incidieron en el progreso de esta labor, a lo largo de los siglos siguientes, e influyeron de forma definitiva en el desarrollo científico-técnico del mundo bajomedieval. El conocimiento de estas técnicas y procesos tiene, pues, una importancia evidente, y no sólo como operaciones realizadas para la fabricación de moneda, sino como procedimientos que sirvieron para hacer progresar, desde la exigencia de las labores prácticas, disciplinas científicas como las matemáticas o la química. En suma, el mundo del trabajo de la moneda reviste un extraordinario interés en los siglos bajomedievales y constituye un magnífico ejemplo de lo que era entonces una actividad industrial altamente desarrollada, tanto desde el punto de vista de la gestión y organización de la producción, como desde el del empleo de unas técnicas' y operaciones, no siempre nuevas, pero sin duda situadas a la proa de los logros científicos y técnicos de la Europa premoderna. Un hbro como el presente es, qué duda cabe, deudor de numerosos apoyos, sugerencias y colaboraciones sin las cuales no hubiera podido llevarse a cabo. Deseo agradecer de forma particular su ayuda, plasmada en la lectura y corrección del contenido de esta obra, al Dr. Julio Torres, del Museo Casa de la Moneda de Madrid, cuyas acertadas indicaciones han matizado y, sobre todo, enriquecido de manera destacada el texto definitivo. Al Dr. Florian Tereygeol, de la unidad de FUNDACION JUANELO TURRIANO


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estudios paleometalúrgicos de las minas carolingias de Melle (Detix-Sèvres, Francia), por la colaboración prestada poniendo a mi disposición el laboratorio de arqueología experimental que dirige para reproducir los ensayos al fuego de las aleaciones de plata, tal y como se efectuaba en época medieval. A la Dra. Betsabé Caunedo, de la Universidad Autónoma de Madrid, su valiosa ayuda al proporcionarme diversos textos inéditos relativos a problemas de aleaciones de moneda contenidos en distintos manuscritos bajomedievales castellanos. Al Dr. Lluis Cifuentes, de la Universidad de Barcelona, por proporcionarme las recetas técnicas contenidas en el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier. A la Dra. Roser Salicrú, del Instituto Milá i Fontanals del CSIC en Barcelona, por ayudarme a la localización y transcripción de los textos extraídos de los libros de registro de las cecas medievales catalanas. Al Dr. Emilio Cabrera por su apoyo continuado durante la realización del trabajo y por la lectura detenida del texto final. Y, también de forma especial, expresar mi gratitud hacia el desaparecido Dr. Luis García Ballester, que me inició en la aventura de la búsqueda e investigación de los manuscritos medievales hispanos de naturaleza técnica, poniéndome en contacto con el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, al que tanto deben las páginas que siguen. Para él, y para la Fundación Juanelo Turriano -representada por sus directores, el también fallecido Dr. Ignacio González Tascón y D. Bernardo Revuelta-, que concedió a este estudio el III Premio de Investigación en Historia de la Técnica e impulsó su publicación, mi más sincero agradecimiento.

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CAPÍTULO I FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL TRABAJO DE LA MONEDA EN LA EDAD MEDLV: LA EUROPA LATINA Y LAS CORONAS DE CASTILLA Y ARAGÓN

Las fuentes conservadas para el estudio del trabajo de la moneda en época medieval son relativamente abundantes y han sido mucho más utilizadas que las conservadas para otras labores de carácter industrial, seguramente debido a la atracción que el tema de la moneda, de la acuñación y de la numismática, en general, ha ejercido sobre los investigadores desde hace tiempo. Si bien, como hemos indicado, esa documentación ha sido mucho más empleada para el conocimiento de ciertos factores legales relacionados con la emisión de moneda que con los factores científicos, técnicos y productivos que son el objeto de nuestro interés. Desde el punto de vista de la documentación escrita, las fiientes con que contamos pertenecen a dos grupos claramente diferenciados. El primer grupo sería el integrado por los registros, disposiciones y ordenanzas de carácter legal, emanados de la Corona o de los poderes públicos de la época y cuyo objeto fundamental era el de regular y controlar los procesos de emisión de moneda, haciendo especial hincapié en el ajuste del peso y de la ley de las diversas emisiones como parte de la política fiscal de cada reino. Conservamos un buen número de este tipo de textos, tanto en los territorios peninsulares como en otros ámbitos de la Europa medieval, y su utilidad es evidente, por más que no se centren casi nunca en procesos de producción o de técnica, al no tener por objetivo la regulación de dichas labores. Estos ordenamientos legal es pueden ser completados acudiendo a la documentación emanada de las propias cecas o casas de moneda, en forma de libros de registro o de cuentas de la actividad desarrollada en su interior. Aunque son útilísimos para conocer el funcionamiento de las cecas, FUNDACION JUANELO TURRIANO


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no ofrecen, por sorprendente que pueda parecer, demasiados detalles técnicos en cuanto a los procesos realizados en su interior. Quizá los únicos documentos realmente útiles en este sentido sean los inventarios o relaciones del instrumental que se conservan de algunas cecas, como los publicados en su día por Mateu i Llopis sobre la ceca de Valencia en el siglo XV, y las relaciones incluidas en los libros de gastos de las diversas cecas aragonesas, pero no así en los restantes libros de registro que luego veremos. Completando esa información, muchas veces seca y poco detallada, en el sentido de que aparecen citados en esos documentos procesos, técnicas, herramientas, cuyo empleo no se especifica y cuyo conocimiento resulta inabordable mediante su exclusiva lectura, disponemos de un segundo grupo de textos que viene a completar la laguna dejada por los anteriores. Me refiero, en concreto, a todos los que podríamos denominar, en conjunto, como manuales de literatura técnica que incluyen entre sus páginas información relevante sobre el particular. Hasta hace pocos años, si bien carecíamos en la península Ibérica de este tipo de literatura para la Edad Media, podíamos salvar dicha dificultad acudiendo a un argumento que, admitidas cuantas salvedades se le quieran hacer, resulta irrefiatable para cualquier historiador de la técnica: el de que los procesos técnicos y productivos llevados a cabo para la fabricación de moneda en los siglos XTV y XV fueron rigurosamente idénticos a los que se siguieron empleando durante buena parte del siglo XVI, y que los métodos y procedimientos empleados en las casas de moneda hispanas fueron semejantes a los utilizados en otros territorios europeos. Este argumento permitiría utilizar sin riesgos, aplicándolos a la producción de moneda en la España bajomedieval, los datos suministrados por manuales técnicos que, o bienfiaeronescritos durante la Edad Media en otros países (caso de Italia o Inglaterra), o bien fueron redactados durante el siglo XVI tanto en Castilla (manuales de Juan de Arfe o Juan Fernández del Castillo) comofiaerade ella (caso de los famosos tratados metalúrgicos de Agricola, Vannoccio Biringuccio o Lazarus Ercker). Estos manuales proporcionan un grado de detalle sobre ciertas labores inalcanzable mediante el conocimiento exclusivo de la documentación de carácter legal, y la información que ofrecen es perfectamente aplicable a épocas anteriores o a regiones próximas donde los trabajos se llevaban a cabo de manera semejante. Por otra parte, durante los últimos años han sido hallados y estudiados algunos manuscritos medievales en la Península que contienen datos sobre técnicas metalúrgicas o numismáticas relacionó

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Fuentes para el estudio del Trabajo de la moneda en la Edad Media: la Europa latina y las Coronas de Castilla y Aragón

nadas con la fabricación de la moneda; entre ellos, un texto navarro publicado por Beatrice Leroy, el manual de mercadería publicado por Miguel Guai Camarena, el de aritmética catalán editado por Antoni Palet y, en Casulla, el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier y, especialmente. El a.rte del alguarismo, manuscrito número 46 de la Colegiata de San Isidoro de León que, inserto en un manual de aritmética general para mercaderes, constituye un auténtico tratado para ensayadores y maestros de ceca.

ORDENANZAS GENERALES, ORDENAMIENTOS PARA EMISIÓN DE MONEDA Y OTROS DOCUMENTOS DE CARÁCTER LEGAL La documentación de carácter legal que con mayor abundancia se ha conservado en la Península, perteneciente al marco cronológico de los siglos XIII al XV, está constituida sin lugar a dudas por las ordenanzas emanadas de la Corona para regular la fabricación de moneda en tal o cual ciudad de sus territorios. Como muy bien destacaba Julio Torres, refiriéndose al caso castellano, estas ordenanzas sobre fabricación de moneda pueden ser divididas en dos grandes grupos: los llamados ordenamientos, emitidos con carácter concreto para la acuñación de moneda en una ceca y una ciudad determinadas, y las ordenanzas generales, textos de mayor profijndidad y de más amplio contenido que sirvieron como auténticas leyes marco en la materia y en las que se inspiraron otros textos legales de siglos posteriores^ La documentación que encontramos en la Corona de Aragón es muy similar, pues predominan los ordenamientos de carácter puntual para una emisión determinada. Dichos textos suelen conservarse entre la documentación municipal de aquellas ciudades a los que fiieron dirigidos y todos ellos mantienen un carácter muy común; no son muy extensos ni recogen mucha información relacionada con las técnicas de trabajo y acuñación, pero sí ofrecen una descripción detallada de las fiinciones de los principales oficios de las cecas (en especial, los revestidos de mayor responsabilidad, como podían ser el tesorero, maestro de la moneda, el ensayador y los guardas), de los sistemas arbitrados para garantizar el control y evitar las pérdidas del metal precioso trabajado y, muy especialmente, sobre la forma de asegurar que la ley y la talla de ' Todos los conocidos hasta la fecha actual han sido publicados y estudiados por Julio Torres Lázaro en su Tesis Doctoral sobre Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda en Castilla. Edición y análisis del vocabulario técnico, Madrid 1998 (Edición en CD-ROM, 2003), y en diversos estudios de carácter más concreto, algunos de los cuales aparecen citados en la bibliografía que acompaña a nuestro estudio. FUNDACION 'TUANELO TURRIANO


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la moneda se ajustaran a la reglamentación ordenada. Su utilidad es, por tanto, extraordinaria para el conocimiento de este tema, tanto por la riqueza de contenido como por su temprana datación. Por lo que se refiere a los ordenamientos castellanos, han sido editados cuatro textos fechados entre fines del siglo XIII y fines del siglo XIV. Éstos son el del rey Fernando IV para la acuñación de dineros en Lorca, datado en 1297 (apéndice documental, doc. n° 2); el de Alfonso XI para la emisión de reales y coronados en Murcia, de 1334 (apéndice documental, doc. n° 9); el de Enrique II para fabricación de moneda en Sevilla, Córdoba y Murcia, fechado en 1369 y conservado en esta última ciudad; y el de Enrique III para acuñación de reales y dineros en Cuenca, de 1391. Mucho más abundantes son los que se conocen para la Corona de Aragón, pero de ellos hemos utilizado principalmente algunos ejemplos singulares transcritos por Joaquim Botet en su conocido estudio sobre monedas catalanas medievales; en concreto, estos ordenamientos son el de Pedro III de 1285 para la acuñación de croats en Barcelona (apéndice documental, doc. n° 1); el de Juan I de 1388 para acuñación de florines (apéndice documental, doc. n° 15); y el de Alfonso V de 1419 para la emisión de alfonsíes en la ceca sarda de Iglesias (apéndice documental, doc. n° 18)^. Entre las ordenanzas generales de Castilla, redactadas en el siglo XV, más concretamente durante los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos, sobresalen las de 1471 y las muy conocidas de 1497, conservadas ambas en el Archivo General de Simancas, sección Diversos de Castilla, legajo 1. Ambas son muy detalladas y completas y cuentan con ediciones accesibles, de forma que han sido utilizadas desde hace tiempo, en particular las de 1497, por los estudiosos de las casas de moneda que la consideran como la ley reguladora básica de la amonedación en Castilla hasta el siglo XVIIP. Se trata de un tipo de ordenanzas que se hizo habitual en 2 J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Femando IV, Murcia, 1980, pp. 26-30; J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", LesEspagnesMédiévales. Mélanges offerts àjean Gautier Dalché, Niza, 1983, pp. 310-312; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, pp. 7-10; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, pp. 123-146 (este último, sin fecha expresa, ha sido datado en 1391 por M. A. Ladero Quesada, "La política monetaria en la Corona de Castilla, 1369-1497", En la España Medieval, 11,1988, pp. 79-123); J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 270-275, 352-356 y 425-437. 3 Las ordenanzas de 1471 están editadas en las Memorias de Enrique IVde Castilla, colección diplomática de la RAH, vol. 21, Madrid, 1835-1913. Las de 1497 fueron incluidas en la Nueva recopilación de las leyes de España, desde su primera edición de 1567 (libro V, tit. 21) y fueron publicadas por T. Dasi, Estudio de los reales de a ocho también llamados pesos, dólares, piastras, patacones o duros españoles. Valencia, 1950, vol. 1, pp. 55-79. Todas ellas han sido objeto de una relectura y una nueva edición por parte de Julio Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda en Castilla, Madrid, 1998. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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diversos territorios europeos a fines de la Edad Media y del que puede constituir una buena muestra las de la ceca siciliana de 1466, que ofrecen una gran riqueza en detalles técnicos de los que normalmente carecemos, porque el conjunto de esta actividad concernía más bien al maestro que al Estado^. Fmalmente, podemos mencionar un último tipo de registros que constituyen, sin duda, el grupo más abundante de documentos relativos a la moneda conservados en la Corona de Castilla, como son los nombramientos de los distintos oficiales de las casas de moneda. Dichos nombramientos pertenecen a dos grupos distintos: los efectuados por la Corona a los oficiales de responsabilidad en las cecas (maestros, ensayadores, guardas, fundidor, escribano) y los nombramientos de obreros y monederos que, realizados directamente por los arrendadores o tesorero de la ceca entre miembros de la población local, necesitaban una ulterior aprobación regia, lo que ha permitido que se conserven las nóminas de estos trabajadores, en muchos casos con su oficio y lugar de residencia. Estos nombramientos constituyen un tipo de documentación muy repetitiva, poco útil desde el punto de vista técnico, pero contienen alguna información de utilidad para completar el conocimiento de las funciones desempeñadas por esos cargos^

LOS LIBROS DE REGISTRO DE LAS CASAS DE MONEDA La documentación medieval más común, en la práctica totalidad de las regiones europeas, es también la perteneciente a los archivos de la Corona (entre la que se incluyen ordenamientos como los que acabamos de mencionar para el caso hispano) pero, formando parte de ella, son también abundantes los libros de registro y libros de cuentas de las cecas.

^ P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe», Later Medieval Mints: Organisation, Administration and lechniques, Oxford, 1988, p. 14. 5 No hay que decir que el valor de esta documentación se basa en poder conocer los nombres, oficios y lugares de procedencia del personal de las cecas. Un gran número de nombramientos, datados en el siglo XV -reinados de Enrique IV y de los Reyes Católicos-, se conservan en el Archivo General de Simancas, sección de Escribanía Mayor de Rentas legajos 655-656 (nueva numeración, 519-520) y corresponden a muy diversas casas de moneda castellanas, aunque abundan los relativos a las de Segovia, La Coruña, Cuenca y Sevilla. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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En algunas regiones lo que más abundan son libros de cuentas, donde se explicitan todos los gastos habidos en la ceca durante un período de tiempo determinado, generalmente anual. En los Países Bajos no existen cuentas de ceca propiamente dichas, pues no detallan los gastos de todo el complejo por parte del maestro, sino más bien cuentas parciales relativas a diversas fases del trabajo, con especial incidencia en aquéllas en las que intervenía el monarca o la casa real de forma directa^ En cualquier caso, el minucioso registro que tenía lugar en estas empresas en cada una de las diferentes fases en las que se organizaba la fabricación de la moneda ha determinado que, en todas las cecas, existiera una gran cantidad de libros de registro, redactados normalmente por el escribano de la casa, pero de los que existían dos o tres copias colocadas en manos de diferentes oficiales. Como antes indicamos, estos libros de registro se han conservado en el caso de la península Ibérica para diversas ciudades pertenecientes a la antigua Corona de Aragón. En la Serie Maestre Racional de la Sección Real Patrimonio, del Archivo de la Corona de Aragón, se custodia algunos de los que se redactaron, durante el siglo XIV, en las cecas de Valencia, Barcelona, Perpiñán y, sobre todo, Iglesias (en Cerdeña, cerca de las famosas minas de plata), que es quizá la que nos ofrece un mayor número de ejemplares^. Por su parte, también se conservan algunos de estos libros en la sección Títulos y enajenaciones del Real Patrimonio del Archivo General del Reino de Valencia, que fueron estudiados hace tiempo por Mateu i Llopis junto con algunos inventarios o relaciones de bienes de los instrumentos utilizados en la ceca valenciana durante el siglo XV^

^ Dichas cuentas hacen aparecer las cecas como oficinas o departamentos estatales, aunque desde el punto de vista de los tesoreros eran negocios que emprendían para obtener beneficios (P. SpufFord, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, pp. 9 y 12). 7 Los libros conservados en esta sección del Archivo son: para la ceca de Barcelona, legs. 1965 al 2007 y 2058; Castell de Cállar y Gerona, leg. 2008; Mallorca, legs. 2009 y 2010; Ñapóles, 2011; Perpiñán, legs. 2012-2018; Valencia, legs. 2019-2022 y 2062; Vich, legs. 2023-2024; Zaragoza, 2057; y, sobre todo, la ceca de Iglesias, legs. 2025-2044 y 2046-2056. 8 Los libros del Archivo de la Corona de Aragón han sido estudiados en algunos de sus aspectos, para el remado de Alfonso el Magnánimo, por E Udina, "La ceca de Barcelona en tiempos de Fernando de Antequera y de Alfonso el Magnánimo", Numisma, 34, 1958, 37-47. Citados también por T. Tortella, "Las monedas hispánicas de los siglos XV y XVI en la documentación de la época". Monedas hispánicas 1475-1598, Madrid, 1987, pp. 55-56. En cuanto a los conservados en Valencia, parte de esa documentación fiie consultada y publicada por Mateu en su trabajo "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, 98126, junto a un completo vocabulario medieval sobre el tema, y sirvió de base para su posterior estudio sobre "La técnica medieval de las acuñaciones monetarias", Numisma, 1, 1951, 69-74.

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¿Cuál es el contenido de dichos libros? Evidentemente, lo que importaba anotar a los encargados de emitir las monedas, y a las autoridades públicas que debían vigilar el correcto funcionamiento de todo el proceso, era el registro minucioso del metal precioso a fin de comprobar que no se producía pérdida alguna de dicho metal durante el proceso de trabajo; es por ese motivo que los libros anotan, sobre todo, el valor del metal que se compra, la cantidad que se trabaja en las diversas fases de la producción de moneda y el resultado final en forma de moneda emitida. En algunos casos, su contenido es bastante breve y todos los libros de una ceca, relativos al mismo año, aparecen insertos en un solo legajo', pero lo normal es que cada legajo esté compuesto por varios cuadernos o documentos, cada uno de los cuales corresponde a un libro de registro diferente^°. Por lo general, se trata de libros redactados por años naturales, donde se recoge la emisión o emisiones de moneda llevadas a cabo durante ese período de tiempo y las diversas fases o labores realizadas en el interior de la ceca en cada emisión. Siguiendo el orden cronológico de los trabajos, dichos libros de registro toman su nombre de las diferentes fases que toda emisión de moneda lleva consigo: Libros de compras. A veces aparecen reseñados como de compras de metal y en ocasiones, específicamente de compras de plata o de oro". En éstos se anota el metal adquirido en la ceca, la forma en que se ha comprado (en billón, moneda vieja, barras) y el valor que se ha pagado una vez determinada su ley o composición, mediante el ensayo llevado a cabo por los ensayadores de la casa de moneda. Libros de aleaciones. Como en el caso anterior, estos libros aparecen en ocasiones designados con el término genérico de aleaciones, mientras que en otras lo son por el tipo concreto de aleación realizada para la emisión de moneda a la que están referidos^^ ^^ ^^^^^

^^ detalla las cantidades

' Por ejemplo, los de la ceca de Barcelona del año 1382 o los de la ceca de Iglesias del año 1349, todos los cuales se contienen, uno tras otro, en el mismo legajo (ACA, RP, MR, legs. 1978 y 2046, que no alcanzan los 200 folios). Por citar un solo ejemplo, los libros de la ceca de Iglesias del año 1331 se encuentran en ACA, RP, MR, leg. 2033, con la siguiente división: doc. n" 1, libro de compras; n° 2, libro de fUndiciones; n° 3, libro de aleaciones; n M y 5, libros de obreros; n° 6, libro de monederos; n° 7, libro de blanqueo; y n° 8, libro de libranzas. " E l primer caso, por ejemplo, el de compras de la ceca de Iglesias del año 1331, ACA, RP, MR, leg. 2033, doc. n" 1; ejemplo del segundo caso, dedicado sólo a la compra de oro, el de la ceca de Barcelona del año 1382 ACA RP MR les?' 1978, doc. n° 1. ' ' ' Como, por ejemplo, el libro de aleaciones de oro de la ceca de Valencia del año 1374, ACA, RR MR, lee 2019 doc. n° 1. ' &• '

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Ciencia y Técnica Monetarias en la España

Bajomedieval

de metal que se alean para la acuñación de moneda de oro o plata, especificando no solamente las cantidades que intervienen en la liga (plata y cobre en la moneda de plata y vellón, oro y platacobre en la de oro), sino el origen del metal precioso, es decir, si éste procede de monedas o metales comprados en la ceca, de cizallas, de refundiciones, etc. Libros de fundiciones.

Este tercer grupo está constituido por registros que mantienen una clara

vinculación con los anteriores, pues en ellos quedan registradas las fundiciones que se realizan para convertir en rieles o barras de metal amonedable las libras de metal aleadas que han sido entregadas al ftindidor, y que se recogieron en el libro de aleaciones. Los datos principales son los que se refieren a la cantidad de libras, hechas ya rieles, que salen del horno, a lo que se obtiene bajo la forma de cizalla (recortes y sobrantes) y a la pérdida de metal que se registra en ese proceso por absorción de las copelas (aunque parte del mismo fuera recuperado, como veremos en su momento, tras la operación de "lavar" y afinar los crisoles y la plaza del horno donde se había producido el trabajo) (apéndice documental, doc. n° 6). Libros de obreros. Registran el metal en barra que se entrega a los obreros para que éstos, en sus hornazas, lo conviertan en plancha y lo tallen o recorten en los cospeles que serán acuñados. Se detalla la cantidad de metal entregada a cada obrero y la que éste devuelve hecha cospeles o bajo la forma de cizalla, es decir, de virutas y recortes producidos en la labor de recorte de las planchas, o de restos dejados durante el proceso de refundición del metal en las hornazas para convertir los rieles en plancha (apéndice documental, doc. n° 10). Libros de monederos.

Muy similares a los libros de obreros, sólo que en este caso referidos al

personal que acuña, es decir, que graba los motivos y leyendas en los cospeles recortados por los anteriores. Como en el caso anterior, se anota el metal entregado a cada monedero y el que éste devuelve bajo la forma de monedas acuñadas, de cizalla producida durante el proceso de acuñación y de dineros separados para ser sometidos al ensayo que comprobará su ley antes de proceder a la emisión definitiva de la moneda. En este caso, apenas puede haber pérdida dado que no se verifica una refundición del metal sino tan sólo su labra (apéndice documental, doc. n° 11). 3?

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Libros de blanqueo. Los libros que registran la operación del blanqueo, blanquición o blanquimento de la moneda pueden aparecer también con diversas denominaciones; mientras que la más normal es simplemente la de libros de blanqueo o de blanquición, en alguna ocasión aparecen citados como libro "de colorear" o bien con el nombre de la moneda que se blanquea, como el "libro de blanqueo de menuts" de 1324 (apéndice documental, doc. n° 7)'^. Estos registros aparecen de forma menos sistemática que los anteriores libros.

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© España. Ministerio de Cultura. Archivo de la Corona de Aragón. ACA, Real Patrimonio, Maestre Racional, voi. 2025/5- Fol. Ir. Fig. 1 En los libros de blanqueo se especifican las cantidades de plata blanqueadas y las libras resultantes después del proceso (Página inicial del libro de blanqueo de la ceca de Iglesias, Cerdefia, del año 1324, conservado en el Archivo de la Corona de Aragón).

El primer caso es el libro de blanqueo de la ceca de Barcelona del año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1; el segundo, de blanqueo de menuts o menudos, se encuentra en la ceca de Iglesias en los años 1324-1325, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 5.

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Libros de libranzas. Los últimos libros que registran una operación del proceso de trabajo llevado a cabo en la ceca son los denominados de libranzas o deliberanzas que, al igual que en el caso anterior, suelen aparecer designados por ese único nombre, aunque en alguna ocasión se especifica el tipo de moneda que se libra^l En estos libros se detalla el número de monedas acuñado, es decir, "librado" en cada emisión; el porcentaje de feblaje y fiartaleza contenido en ellas (es decir, el tanto por ciento de las monedas emitidas que supera la ley y el de aquéllas que no la alcanza, dentro de los márgenes legales establecidos); el resultado del ensayo practicado sobre ellas (para justificar que cumple los requisitos de "ley" previstos por la legislación) y la recogida de muestras para la realización de posteriores comprobaciones en caso de que éstas fúeran exigidas por la autoridad real. Libros de gastos. Por último, aunque no son catalogables como auténticos libros de registro, puesto que no tienen como finalidad dar fe de ninguno de los procesos llevados a cabo con el metal precioso en el interior de la ceca, se conserva también un último tipo o categoría que son los conocidos como libros de gastos. Como su propio nombre indica, sirvieron para consignar los diferentes gastos que se realizaban en la ceca, tanto en la adquisición de materias primas (salvo el propio metal precioso, aparecen aquí las compras de carbón y aceite para la fimdición, tártaro y sal para la blanquición, lefia para las hornazas, etc.) como de útiles e instrumentos necesarios a los trabajos monetarios (desde crisoles de fiindir metal, mesas rieleras para lanzar el metal ftmdido, y un sinfín de pequeños útiles para el trabajo metalúrgico -tenazas, mazos, tijeras, guantes- y las restantes labores llevadas a cabo en su interior -cubas, sacos, candelas de sebo-), así como los pagos realizados a diversos trabajadores especializados, por ejemplo, para la confección o reparación de cuños y troqueles, eliminación de residuos y un largo etcétera de actividades. Debido al carácter de estos datos, que en ocasiones se muestran como auténticos inventarios o relaciones de bienes de los materiales y herramientas empleados en la ceca, estos libros constituyen, sin lugar a dudas, los de mayor interés para nuestro trabajo, puesto que recogen multitud de materias, instrumentos y operaciones vinculadas de cerca a los procesos técnicos de la amonedación (apéndice documental, docs.

8 y 14)^^

Como en el caso del libro de libranza de florines de la ceca de Barcelona del año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, i ^ l l s principales libros de gastos conservados corresponden a las cecas de Valencia (leg. 2019, pertenciente al año 1374), Barcelona (legs. 1965, 1967, 1971 y 1978, datados respectivamente en los años 1345, 1348, 1353 y 1382) e Iglesias (legs. 2025, 2037, 2046 y 2055, de 1324, 1338,1349 y 1355).

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S^^KÍ?-*© España. Ministerio de Cultura. Archivo de la Corona de Aragón. ACA, Real Patrimonio, Maestre Racional, voi. 2025/6. Fol. Ir. Fig. 2 Los libros de gastos que se llevaban en las cecas constituyen una extraordinaria fuente de información técnica al detallar los diversos materiales y útiles que se utilizaban en la fabricación de moneda (Página inicial del libro de gastos de la ceca de Iglesias, Cerdefia, del año 1324, conservado en el Archivo de la Corona de Aragón).

Desgraciadamente, no parece que se haya conservado este tipo de registros contables para ninguna de las casas de moneda que funcionaron en la Castilla medieval (al menos, no han aparecido hasta la fecha). Un registro de estas características, pero datado en el siglo XVII, se conserva en el Archivo General de Simancas, sección de Contadurías Generales, legajo 821; se trata de un libro de libranzas, perteneciente a la ceca de Segovia, donde aparecen anotadas, por orden cronológico, las diversas emisiones de moneda efectuadas en dicha casa durante el año 1680 -especificando si se trataba de moneda de oro, plata o vellón, así como la proporción de fortaleza o feblaje contenida en ella—. El archivo histórico de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre está depositado en el Archivo Histórico Nacional y llega hasta principios del siglo XX, pero los libros conservados pertenecen, como es bien sabido, a los siglos XVIII y XIX. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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La pregunta que surge de inmediato ante esta situación tan diferente en dos territorios vecinos es a qué podemos atribuir esta divergencia, si al hecho de que se hayan perdido dichos libros, en el caso castellano, o simplemente a que no se compusieran durante los siglos bajomedievales. Es difícil pensar que no se realizaran en Castilla registros pormenorizados del metal labrado en las cecas, pero es posible que dichos registros se hicieran en hojas sueltas que luego no se han conservado, y no en auténticos libros encuadernados y dedicados a un trabajo concreto. O es posible también que hayan desaparecido con el transcurso del tiempo. En todo caso, mientras que los ordenamientos catalanes de fabricación de moneda incluyen, desde el siglo XIII, la mención expresa de la obligación que tiene el escribano de la ceca de llevar los ocho libros de registro, nada de ello aparece en los castellanos; así, en el de Pedro II de 1285 para la ceca de Barcelona se indica que el maestro de la moneda "debe tener un escribano real que bien y lealmente escriba lo que pertenece a la moneda, y debe tener ocho libros, a saber, libro de compras, donde se escriba toda la plata y el oro que el Maestro comprara; y libro de alear, y de Rmdición, y libro de obras, y libro de monederos, y libro de blanqueador, y libro de libranzas, y libro de gastos y de salarios'^^ Lo cierto es que, se redactaran o no en la Castilla bajomedieval, su carencia es quizá el principal obstáculo con que se enfrenta el estudio técnico del trabajo monetario en el caso castellano.

LA LITERATURA TÉCNICA: TRATADOS Y MANUALES Es sobradamente conocida la notable escasez de literatura técnica o didáctica que, relacionada con los diversos oficios artesanales, nos ha llegado procedente de época medieval. En un período donde la mayor parte de los conocimientos se adquirían por métodos empíricos, donde la cultura escrita estaba poco extendida (tanto por la escasez de lectores, debido al bajo índice de alfabetización, como por la dificultad en la producción de unas obras que dependían de su copia manuscrita sobre pergamino, lo que encarecía notablemente un bien ya de por sí "minoritario") y donde la transmisión del conocimiento se basaba en la enseñanza oral, es lógico que no hubiera gran número de obras, ni de copias de las pocas que existieron, y que muchas de ellas se hayan perdido con el transcurrir del tiempo.

J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p- 271.

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Sin embargo, la Europa medieval se encuentra lejos de constituir una sociedad carente de cultura escrita y, además, a partir del siglo XII, el desarrollo de nuevas necesidades culturales e industriales y el proceso de laicización intelectual trajeron consigo la progresiva aparición de textos didácticos en diversos campos del saber. Buena parte de esos textos flieron apareciendo en relación con necesidades de índole práctica, por ejemplo, con la necesidad de diflmdir los saberes médicos o farmacéuticos, las normas jurídicas y legislativas o las rutas comerciales. Así nació y flie creciendo una literatura muy diversa, creada para dar respuesta a necesidades concretas, que instruía a las comunidades interesadas en cada ámbito de la actividad intelectual o profesional en aquellos conocimientos específicos que necesitaban para llevar a cabo su labor; son claro ejemplo los manuales destinados a los físicos, ya citados, y aquellos otros dedicados a juristas, comerciantes, navegantes o alquimistas, textos donde se unieron la herencia clásica -recibida a través de la tradición latina o del mundo bizantino- y la influencia islámica, que también había bebido de forma directa en los grandes textos de la 7\ntigüedad. Es verdad que dentro de toda esa literatura didáctica, que se desarrolla en Europa a partir del siglo XII y que se intensifica conforme nos acercamos al final de la Edad Media -no es necesario insistir aquí en el salto cualitativo que, en este terreno, representó la difiisión del uso del papel o la invención de la imprenta y la publicación de los primeros incunables-, hay una escasez especialmente notable de textos específicamente técnicos, es decir, relacionados con las prácticas laborales de los diversos oficios (textiles, metalúrgicos o de cualquier otro sector), pero existe un mayor número de obras relacionadas con temas de carácter "científico" o comercial donde se contiene una información de gran pluralidad y riqueza que aborda temas no siempre estrictamente relacionados con la actividad a la que parecen estar dirigidos. Y debemos decir que ése es el caso de diversos problemas vinculados a la producción de moneda. En principio, la información sobre una actividad que no es, al fin y a la postre, más que un capítulo específico del trabaj o de los metales preciosos parece que hubiera tenido que buscarse en los manuales exclusivamente técnicos o industriales y, en efecto, se han conservado referencias en número significativo sobre el trabajo de la moneda en unos textos que, pese a su escasez, constituyen un apoyo innegable para el historiador de la técnica. Sin embargo, en el caso de la moneda, quizá la

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información de mayor relieve no se encuentre en estos manuales de contenido estrictamente metalúrgico sino en obras relacionadas con la actividad comercial y las necesidades de los mercaderes, especialmente en los libros de aritmética y de mercadería que se desarrollaron a partir del siglo XIII en toda Europa, y muy especialmente en el mundo italiano, auténtico foco de eclosión cultural en la Europa de los siglos XIV y XV. La pregunta que nos asalta de inmediato es la de por qué existe una información relevante sobre el trabajo de la moneda de plata y de oro en libros de matemáticas o de tráfico de mercancías y tarifas aduaneras, cuyo uso estaba reservado a los mercaderes. Y por qué en dichas obras no sólo se contienen detalles sobre técnicas de producción sino también sobre las funciones de los oficiales que ocupaban los puestos de mayor responsabilidad en el interior de las cecas. Francesco Balducci Pegolotti, autor de un magnífico y bien conocido manual de mercadería del siglo XIV, nos proporciona parte de la respuesta al indicar, "é di niscitade a mercatanti sapere allegare argento et oro per fare monete d'oro o d'argento o piccioli, o vero fare verghe d'oro o d'argento per portare d'uno paese in uno altro, per far fare vasellamenta d'oro o d'argento o vero altre cose bisognevoli a mercatanti que usano la mercatantia e il cambio".

Y es que, como resulta evidente, los mercaderes tenían que conocer muy

bien la naturaleza y la composición de las monedas de la época y saber, incluso, determinar su ley llegado el caso, pues el tráfico comercial dependía entonces del manejo de unas monedas reconocidas por su valor intrínseco, de forma que todos los conocimientos relativos a la moneda formaban parte de su "bagaje profesional". Más aun, solían ser precisamente mercaderes quienes, en parte por disponer de las elevadas sumas que requería la puesta en funcionamiento de una casa de moneda, en parte por poseer conocimientos específicos en el campo de la aritmética, arrendaban de la Corona los derechos para la acuñación de moneda y la gestión de las cecas, de forma que los conocimientos monetarios no sólo les resultaban imprescindibles para el manejo de las monedas en sus relaciones comerciales sino para su propia producción; incluso para dedicarse al cambio, actividad usualmente desarrollada también por mercaderes que, si aparece con el nombre de cambistas, es por alusión a una de las prácticas que desempeñaban en el conjunto de su actividad.

'^Francesco Balducci Pegolotti, La pratica della mercatura, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342.

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Todas estas razones explican, sin dejar lugar a la sorpresa, por qué se incluyen tantas referencias al trabajo de la moneda en libros destinados en principio, al menos de manera prioritaria, a los mercaderes: los comerciantes debían conocer la naturaleza y las características de los metales preciosos, la ley de las monedas -es decir, conocer las aleaciones de plata y cobre, o de oro y plata, en que era trabajado el metal, las leyes por las que se expresaba el valor de dicha aleación y los métodos utilizados para comprobar la ley mediante los denominados "ensayos" del oro y de la plata- y el valor intrínseco de las mismas. Y como quiera que los manuales más utilizados por ellos eran los de mercaduría y aritmética, pues en ellos se encuentran datos sobre diversos aspectos de la fabricación monetaria. A lo que debemos añadir una última pero importante puntualización. Hemos dicho que en los manuales de aritmética medievales se contiene relevante información sobre el trabajo de la moneda; es evidente que, puesto que los principales "clientes" de esa literatura, los más necesitados en saber de cálculos y contabilidades, eran los mercaderes, es lógico que en sus páginas se haga referencia al tema de la moneda y del cambio, un oficio basado de manera preferente en las prácticas aritméticas. Pero en este caso debemos aclarar que no sólo fueron mercaderes y cambistas los que tuvieron una fuerte necesidad de saber aritmético y de conocer la solución a diversos problemas matemáticos; en el propio proceso de producción de la moneda verificado en el interior de las cecas existió una actividad - y un oficio- de carácter más "científico", por estar basado en el uso de la aritmética, que "manual". Me refiero en concreto al tema de la aleación de la moneda, es decir, al conocimiento de las mezclas o "ligas" que habían de ser realizadas tanto en las monedas de oro (mezclando oro y plata, esta última con parte de cobre), como de plata (mezclando una elevada proporción de plata con una menor cantidad de cobre) o vellón (donde el contenido en cobre de la aleación es muy superior al de la plata), porque esa operación, tremendamente simple desde el punto de vista práctico (mezclar fundidos en un crisol la cantidad correspondiente de cada metal), era ante todo una operación aritmética, una labor que se realizaba "sobre el papel", donde debían ser calculadas las cantidades y proporciones justas de cada metal a fin de obtener la "ley" a que la autoridad regia ordenaba emitir cada moneda. En este sentido, los manuales de aritmética no debieron constituir solamente libros de uso para mercaderes sino auténticos manuales para los maestros de moneda, oficio encargado de realizar la FUNDACIÓN

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aleación en el interior de las cecas, del mismo modo que los textos sobre el ensayo de la moneda -es decir, sobre las operaciones llevadas a cabo para determinar la "ley" de una moneda-, no sólo fueron usados por mercaderes y cambistas (a fin de poder valorar y conocer las vajillas de metal precioso y el valor intrínseco de las monedas de cada emisión y de cada país) sino por los propios ensayadores que, en cada casa de moneda, estuvieron encargados de la comprobación de las leyes del metal que llegaba a la ceca para ser labrado y de la moneda que se producía en ella. De alguna forma, la coincidencia en la necesidad de conocer los temas específicos relacionados con el valor y con la ley de la moneda que compartieron mercaderes, cambistas, industriales (plateros, joyeros, orífices) y fabricantes de moneda (en particular, maestros de moneda y ensayadores), ha permitido que referencias sobre esta labor se hayan conservado en diversos textos de época medieval, textos hispanos, italianos, británicos o alemanes, gracias a los cuales podemos acercarnos al conocimiento de esta actividad con un grado de detalle impensable para la mayor parte de los oficios industriales y de las "artes mecánicas" del mundo medieval. Y dicha relación pone también de relieve la importancia que estas llamadas artes mecánicas o manuales, es decir, algunos de los oficios artesanales de la época, tuvieron para el desarrollo de la ciencia y de la técnica medievales, al contribuir con sus necesidades a la investigación, al progreso y a la aplicación práctica de los nuevos conocimientos o procedimientos surgidos y difundidos en el seno de la sociedad medieval.

Libros de aritmética

En un conocido trabajo, publicado hace algún tiempo, Mahoney señalaba cómo el desarrollo de las matemáticas medievales se produjo en una relación de clara dependencia respecto del contexto cultural que florecía en su entorno; según este autor, "las matemáticas medievales asumieron su forma peculiar en el período que transcurre desde mediados del siglo XI a mediados del XV, pero raramente fueron cultivadas por sí mismas sino para servir con fines filosóficos, pedagógicos o prácticos, y su desarrollo técnico interior estuvo dictado por dichas finalidades"^^

M. S. Mahoney, "Mathematics", Science in the Middle Ages, Chicago, 1978, p. 146.

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Es evidente que una de esas finalidades, quizá la principal, fiie la de facilitar los intercambios comerciales, el tráfico de mercancías, las compraventas y los cambios, y de ahí que los mercaderes fiieran sus principales usuarios y quienes necesitaban una formación aritmética básica más evidente. Pero otros oficios la necesitaban igualmente y, entre ellos, como ya hemos señalado, cabe destacar los relacionados con la aleación y ensayo de la moneda. En efecto, los cálculos que debían efectuarse para obtener la adecuada proporción de plata-cobre o de oro-plata presente en las aleaciones con que las monedas eran fabricadas, o los realizados para elaborar los dinerales (conjunto de pesas o ponderales con que se controlaba su "talla" o peso y los botones resultantes de los ensayos que determinaban la "ley" de la moneda), ejercieron una demanda particular sobre las matemáticas de la época y aceleraron su desarrollo en ciertos temas de índole práctica. Estas necesidades explican que un gran número de manuales de aritmética incluyan referencias y problemas concretos dedicados a la aleación de la moneda, una sección que aparece en tales libros desde el siglo XIII y que subsiste más allá de la época medieval, apareciendo sin interrupción en obras de los siglos XVI, XVII y XVIIP^ Hasta donde hoy sabemos, los problemas relativos a la aleación de moneda aparecen por vez primera en el Liber Abbaci

Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci. Se trata de una obra

escrita en 1202 y revisada en 1228, cuyos siete primeros capítulos se relacionan con métodos de cómputo, comenzando con el uso de los dedos y siguiendo con el de los números romanos; luego se introducen los números indio-arábigos, incluyendo el O - y esta anotación se usa en adelante excluyendo los números romanos-, y las fracciones, que son presentadas en forma árabe, como números enteros situados a la derecha de las fracciones, según un método de origen egipcio. Los capítulos del 8 al 11 se dedican a cálculos mercantiles y son tan extensos, en conjunto, como los siete primeros, pero el que nos interesa destacar es concretamente el capítulo número 11, que es el dedicado a la aleación de moneda y que lleva por título "De consolamine monetarum", sobre la composición de las monedas. El desarrollo del manual, como fue común en los siglos bajomedievales a todos estos libros de aritmética, se basa en el sucesivo planteamiento de problemas con su correspondiente solución; dichos problemas están ordenados de más simples a más complejos y se refieren a los diversos casos prácticos que se pueden plantear a un maestro de moneda para realizar " A este tema dedicó hace algún tiempo un magnífico estudio J. Williams, "Mathematics and the alloying of coinaee 52, 1995, pp. 213-263. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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Fig. 3 Problemas aritméticos destinados a la enseñanza de las operaciones para elevar o reducir la ley de las aleaciones de oro, contenidos en el manuscrito 10106 de la Biblioteca Nacional de Madrid (siglo XIV).

una aleación concreta, es decir, para combinar plata y cobre o plata y oro obteniendo la ley adecuada. El capítulo se abre con una pequeña introducción que trata de definir la composición de una moneda partiendo del contenido de plata y cobre y qué se entiende por aleación; sigue una primera sección referida al cálculo de la adición de cobre necesaria para producir una determinada aleación -especificada partiendo de onzas de plata, enteras y en fracciones- desde un peso dado de plata pura; luego hay problemas de aleaciones realizadas a partir de dos conjuntos de plata de distinta ley, problemas de aleación de moneda de plata de una determinada ley con moneda de aleación más baja o de aleación superior, y problemas que se hacen cada vez más complejos, mediante la inclusión de tres tipos de monedas de valor distinto, con sus correspondientes fracciones. Los métodos descritos por Fibonacci para calcular la proporción de plata y cobre requeridos para producir cada aleación son sencillos y perfectamente inteligibles; las primeras secciones utilizan operaciones FUNDACION JUANELO TURRIANO


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aritméticas básicas (suma, resta, multiplicación, división), aplicando reglas bien conocidas por los mercaderes, como la regla del 3, operaciones que se ven facilitadas por el uso de los números árabes, sistema de anotación que debió su éxito en la Europa latina medieval, entre otras razones, a su operatividad a la hora de utilizar las fracciones (unas fracciones cuyo uso era imprescindible para la aleación de la moneda, debido al grado de exactitud con que se medía su ley)^". Casi todos los especialistas están de acuerdo en afirmar que el desarrollo de las matemáticas en el siglo XIV, que tuvo lugar en el ámbito de las escuelas de abbaco establecidas en las ciudades italianas desde fines del siglo XIII -para la educación de los hijos de la clase mercantil en cálculos numéricos necesarios para su fiitura profesión-, fiie acompañado del uso de libros de texto {libri abbaco), todos los cuales pueden ser vistos como descendientes del Liber Abbaci de Fibonacci que acabamos de comentar. Estos textos usaban números arábigos, tanto en forma integral como fraccionada, cuyo uso marca un claro contraste con la continuidad del empleo de los números romanos con propósitos contables todavía durante varios siglos (al menos hasta el XVI) y cuya conveniencia práctica debe haber resultado atractiva para los mercaderes y banqueros de la época, al igual que para los maestros "aleadores". A diferencia del Liber Abbaci, que fue escrito en latín, casi todos los textos datados en los siglos XIV y XV están escritos en lenguas vernáculas y ofrecen problemas matemáticos aplicados a las necesidades cotidianas, con ejemplos de cálculos relativos a precios y productos, medidas, intereses, aplazamiento de pagos y, cómo no, cambio y aleación de moneda^'.

Fibonacci (Leonardo de Pisa), Liber Abbaci, 1228. La única edición completa del texto de Fibonacci, original en latín, es la de B. Boncompagni, Scritti di Leonardo de Pisa, Roma, 1857, vol. 1; el capítulo 11, "De consolamine monetarum", se extiende entre las pp. 143-159 de la citada edición y está articulado en siete apartados en que se agrupan los diversos problemas de aleación. El trabajo más asequible sobre el manual de Fibonacci es el redactado por el gran historiador alemán de las matemáticas, Kurt Vogel, "Fibonacci, Leonardo or Leonardo of Pisa", Dictionary of Scientific Biography, Nueva York, 1981, vol. 4, pp. 604-613, que dedica un amplio comentario a la estructura y contenido del Liber Abbaci, y también resultan de gran utilidad las referencias al capítulo sobre aleación de moneda incluidas en el trabajo de J. Williams antes citado, "Mathematics and the alloying of coinage", p. 215. Un trabajo dedicado en exclusiva al análisis de los problemas de aleaciones contenidos en su capítulo 11 fue presentado en el Coloquio "Culture et technique monétaire", celebrado en Orleans y París en septiembre de 2004 (en prensa). El más completo estudio realizado sobre los manuales de aritmética bajomedievales es el de W. van Egmond, Practical Mathematics in the Italian Renaissance. A Catalogue of Italian Abacus Manuscripts and Printed Books to 1600, Florencia, 1980, donde se incluyen cerca de 300 referencias a obras publicadas e inéditas, aunque tiene la limitación de estar referido exclusivamente a la península Italiana, que fue sin duda el lugar donde mayor desarrollo alcanzaron dichos manuales, pero no el único. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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Entre los manuales de aritmética que contienen información sobre la aleación de moneda, datados ya en el siglo XV, podemos mencionar el de Triparty de Chuquet, que contiene una sección dedicada a la aritmética comercial en la que más de un tercio de los ejemplos y ejercicios se relacionan con el oro y la plata (de ellos, 17 se refieren específicamente a aleaciones); el de Piero Borghi de Venecia, la Nobel opera de arithmetica de 1484, que contiene un capítulo dedicado igualmente a las aleaciones de los metales; el manual de Johann Widman que, publicado en 1489, es considerado como la primera aritmética comercial alemana; o la conocidísima Summa Arithmetica

de Luca

Pacioli, editada en Venecia en 1494, cuya sección relativa a los cálculos de las aleaciones (titulada, rememorando la obra de Fibonacci, "Del modo a legare e consolare le monete") se encuentra en la segunda parte del libro y ocupa cuatro folios^^. En el caso concreto de la Península, conocemos diversos manuales de aritmética que incluyen problemas de aleaciones. El primero que debemos destacar, por lo temprano de su redacción y por la riqueza de sus datos, es el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León. Ya hemos indicado que se trata de un manual de aritmética castellano del siglo XIV, en el que se incluyen detalladas instrucciones relacionadas con la aleación de la moneda que aparecen bajo la forma de problemas, cuya solución va enseñando a quienes deben efectuar dichas aleaciones en las cecas cómo realizar su trabajó; ocupan los foHos 112r-l 18v, 119v-120v y 137v-l4lv y van dirigidas fundamentalmente a los maestros de moneda o maestros de balanza. Son problemas muy similares a los dedicados a las aleaciones en otros manuales europeos de la época, que ya hemos comentado, dedicados a mostrar el procedimiento mediante el que se consigue la elevación o disminución de la ley de los lingotes, la combinación de platas de distintas leyes para obtener una ley deseada o a la determinación de la ley a la que vendrán aleadas diversas cantidades de plata de diversa ley fundidas juntas (apéndice documental, doc. n° 16). Otro tratado de aritmética castellano, datado probablemente a fines del siglo XIV o principios del XV, es el que se conserva en la Sección de Raros de la Biblioteca Nacional de Madrid con el número J. Williams, "Mathematics and the alloying of coinage 1202-1700", Annals of Science, 52, 1995, pp. 215-220; el único de estos manuales que cuenta con una edición española es el de Luca Pacioli, que ha sido parcialmente editado por el prestigioso historiador de las matemáticas Hernández Esteve con el título de Luca Pacioli, De las cuentas y las escrituras, Madrid, 1994; desgraciadamente, no incluye el capítulo corespondiente a la aleación de la moneda.

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10106. Provisto de su inédita y peculiar colección de problemas, nos ofrece también una muy interesante aportación al conocimiento de los problemas de aleaciones, resultando ser uno de los repertorios más claros y concisos que conocemos, al menos en cuanto al tema de aleaciones de oro se refiere. A pesar de no ser muy elevado su número -son 10 problemas de un total de 76- debemos destacar que resulta muy notable el interés del autor por evitar la repetición de enunciados planteados, efectuando una selección de gran calidad y máximo aprovechamiento didáctico. Su autor, aparte de resolver todos los problemas de aleaciones de forma impecable, realiza las operaciones matemáticas con aparente gran sencillez, describiendo los cálculos de forma minuciosa y detallada, sólo propia de autores que dominan la materia que tratan. Probablemente también conocía las dificultades que podía tener el alumno o lector al adentrarse en este tipo de problemas -no olvidemos que se trata de una aritmética para mercaderes- por lo que se esmera profimdamente en facilitar su comprensión y aprendizaje, evitando innumerables repeticiones, inútiles y tediosas, que en muchos casos redundaría en su peor aprovechamiento. Nos asombra su selección, pues no resulta fácil resumir de una forma tan completa y nítida la problemática de las aleaciones, de gran dificultad además para el mercader. En cuanto a las operaciones realizadas, podemos concluir que se utilizan de manera amplia las fracciones, así como las operaciones elementales de suma, resta, multiplicación y división (apéndice documental, doc. n° 17). Un tratado de aritmética procedente del ámbito de Cataluña y actualmente muy bien conocido, datado en 1482, es el redactado por Francese de Santcliment y titulado Suma de l'art d'aritmetica. Su texto file objeto de una completa edición y estudio por parte de Tentoni Malet y entre sus páginas, además de los habituales problemas correspondientes a prácticas comerciales, incluye algunos de aleaciones de plata y oro contenidos en las páginas 333-338 de la citada edición (apéndice documental, doc. n° 23)^^. Del siglo XV data un manuscrito que, redactado en una fecha indeterminada, incluye problemas relativos a la aleación de moneda: es el titulado De Arismetica, conservado en muy buen estado en la Biblioteca de la Real Academia Española con el número de manuscrito 155 y que ha sido objeto de

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Francese de Santcliment, Suma de l'art d'aritmètica,

1482, (Antoni Malet, ed.), Barcelona, 1998. FUNDACION 5 u ANELO TURRIANO


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un reciente estudio por parte de la Dra. Betsabé Caunedo^l Encuadernado en una miscelánea titulada Escritos Diversos-. Dichos de sabios y filósofos; Libro del regimiento de la salud; Regimiento para conservar k salud de los omes; Coplas de Mingo Revulgo... entre los que se intercalan, muy brevemente, unas notas sobre las estaciones, recetas médicas. Sentencias de Salomón, notas sobre el componente de oro y plata en diferentes monedas y sobre algunos signos del zodíaco y sus características-toáos

ellos foliados con numeración

moderna en el margen superior derecho-, parece que se trata de una obra incompleta, aunque forma un todo coherente y perfectamente inteligible. No se inicia, como es habitual, con una invocación religiosa. Tampoco se presenta la obra ni se especifica su uso, valor y utilidad. Le falta un pequeño índice o resumen y otra parte muy importante en estos manuales, una exposición general del sistema de numeración indoarábigo -que por supuesto es el que utiliza en la obra-, del valor de posición, y una somera explicación de cada una de las operaciones fiindamentales. Prescinde, pues, de todos estos aspectos generales y comienza directamente con una colección de problemas, que si bien no es muy numerosa en cuanto a cantidad se refiere (consta de 48 problemas) sí podemos afirmar, sin embargo, que posee una calidad extraordinaria en cuanto al contenido y resolución de los problemas planteados. Con un enfoque muy predefinido al comienzo del libro, se nos indica que "este libro es muy bueno y muy provechoso para saber partir e multiplicar enteros e rotos'^s. Deja muy claro que el objetivo del mismo será conferir al lector unos conocimientos apropiados de las operaciones con fracciones^"^, para inmediatamente ser aplicados a las operaciones de cambio y mercaderías. También encontramos en la colección algunos problemas de proporciones y aleaciones en lo que consideramos un tímido acercamiento a este tipo de problemas cada vez más complejos (apéndice documental, doc. n° 24). Un manual sumamente interesante es el titulado Sumario breve de la práctica de la Aritmética,

de

todo el curso del arte mercantil bien declarado, el cual se llama maestro de cuenta, escrito por el clérigo zaragozano Mosén Juan de Andrés e impreso en Valencia en 1515. Tratado que se conserva igualB. Caunedo, "De Arismetica. Un manual de aritmética para mercaderes". Cuadernos de Historia de España, 78, 20034, pp. 35-46. " Real Academia Española, ms. 155, fol. 145 r. El uso tan abundante de las fracciones se debió indudablemente a la. no utilización de los números decimales. Recordemos que para expresar cantidades inferiores a la unidad se utilizaban únicamente las fracciones. La comodidad del empleo de los decimales, puesta claramente de manifiesto por el polifacético Simón Stevin a finales del siglo XVI, y su interés por aplicarlo al mundo de los negocios, constituye una de las contribuciones más importantes del comercio a las matemáticas, junto con la interpretación de los números negativos como pérdida, a juicio de J. A. Shirk, "Contribution of commerce to mathematics", Mathematics Teacher, 32, 1939, pp. 206-7.

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Fig. 4 Problemas para resolver la ley a que vendrán aleados diferentes conjuntos de plata cuando se combinan entre sí contenidos en el manuscrito De Arismetíca, no 155 de la Real Academia Espióla, datado en el sigb

mente en la sección de Raros de la Biblioteca Nacional de Madrid, con el número 9124. El texto comienza con un breve prefacio en el que la invocación religiosa, que no falta en ninguno de los tratados medievales, es sustituida por la dedicatoria al noble a quien está destinado, fórmula más al uso en los nuevos tiempos. En este caso, se trata de don Seraphin, conde de Silva y señor de las villas de Nuiles y Pego. Tras la misma, un alegato sobre el valor y la utilidad de la aritmética, una exaltación de la misma, insistiendo en que su conocimiento facilita el estudio y el desarrollo de otras disciplinas tales como la astronomía, la música, la medicina, lo que da paso al plan general de la obra, al contenido en sí del libro, un índice o resumen. Antes de la exposición, el clérigo zaragozano vuelve a reforzar la altísima consideración que le merece la disciplina que va a explicar con continuas alusiones a la también elevada consideración que de la misma se tenía en la Antigüedad Clásica. Resultaba un buen criterio de autoridad, a la vez que las alusiones a Aristóteles, a Alejandro, al templo de Minerva o al de Mares, permitía al autor demostrar y lucir su erudición. A continuación, presenta el trabajo, al que otorga un claro valor instrumental, estructurado en 10 tratados o partes, cada uno de los cuales estará, a su vez, subdividido en diferentes apartados. El primer tratado, que se compone de tres capítulos, lo dedica al número y a su FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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Fig. 5 Descripción de los sistemas ponderales utilizados para medir la ley del oro y de la plata que aparece contenida en la obra de mosén Juan de Andrés, Sumario breve de la práctica de la aritmética, publicada en Valencia en 1515 (Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 9124).

definición. Enumera: número par, impar, cuadrado, cúbico, perfecto, imperfecto. En el segundo, explica las operaciones aritméticas básicas, que el autor denomina espegias, término que también vimos emplear al autor del manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro en el siglo XIV, y que son siete: nombrar, sumar, restar, multiplicar, partir, progresiones y raíces cuadradas y cúbicas. A cada una de estas operaciones dedica un capítulo, y tras habernos explicado en la primera espegia, nombrar, el sistema de numeración indoarábigo y el sistema en base 10, sigue siempre la misma dinámica: define someramente en qué consiste la operación, la explica, y nos expone la forma de probar si está bien hecha. En el tercer tratado, define los quebrados y nos enseña a operar con ellos y también con los números mixtos. A la regla de tres dedica el tratado cuarto y el quinto, a la regla de compañía; la regla de las baratas 48

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(o trueques, intercambios de mercancías de igual valor) se analiza en el tratado sexto. En el séptimo tratado contempla la operación de cambio, en el que de nuevo, precediendo al conjunto de problemas -que va a resolver utilizando la regla de tres- explica su utilidad para los mercaderes, en este caso, para aquellos involucrados en operaciones de largo alcance. Finalmente, aparecen los problemas dedicados a la aleación de moneda, que reúne y presenta en el tratado octavo, en el que también se preocupa por aclarar el término de aleación y el de quilate (apéndice documental, doc. n° 25). Otros muchos manuales hispanos aparecen en el transcurso del siglo XVI conteniendo problemas de aleación de moneda. Aunque las aritméticas de los siglos XVI y XVII escapen al marco cronológico que aquí nos ocupa, su contenido es igualmente útil puesto que ni los problemas ni sus soluciones difieren notablemente, al menos hasta mediados del siglo XVII, de los incluidos en los textos bajomedievales. Por citar algunos de los más conocidos, entre los que, publicados en España durante el siglo XVI, contienen problemas sobre aleación de moneda, podemos mencionar los manuales de Marco Aurei (Valencia, 1541), Gaspar deTejeda (Valladolid, 1546), Manuel Fernández Lagasa (Salamanca, 1564), Antonio Rodríguez (Salamanca, 1596), la Guía de contadores de Miguel de Eleyzalde, el Dorado contador àc Miguel Jerónimo de Santa Cruz -que contiene "la fineza y reglas de contar oro y plata"- (Sevilla, 1594), o el que se considera primer libro de matemáticas impreso en América, el Sumario compendioso de las cuentas de plata y oro de Juan Diez Freile (México, 1556)^7. Los problemas sobre aleaciones contenidos en estas aritméticas, acompañados por la explicación del procedimiento de aleación y las pruebas susceptibles de llevarse a cabo para la comprobación del procedimiento empleado en los cálculos, no cabe duda de que sirvieron y fueron utilizados como auténticos tratados en la materia, como manuales que enseñaron a los maestros de moneda el ejercicio de su labor -sobre todo en lo referente a las operaciones numéricas que debían saber efectuar- y que estarían presentes en casas de moneda de aquella época o en las colecciones particulares de quienes, en algún momento de su vida o a lo largo de toda ella, desempeñaron dicho oficio. E. Hernández Esteve, Contribución al estudio de la historiografía contable en España, Madrid, 1981, pp. 15-38; J. M. López Pifiero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona, 1979, p. 175. ' FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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Manuales de mercadería

Ya hemos mencionado que, junto a los libros de aritmética, un modelo algo diferente de manuales didácticos que ofrecen una atractiva información sobre el trabajo de la moneda son los manuales de mercadería. Como en el caso anterior, estas auténticas "guías" de mercaderes se desarrollaron especialmente durante los siglos bajomedievales -en realidad, los más antiguos conocidos son del siglo XIV- en la península Italiana, de forma que los más famosos y completos manuales de los que hoy disponemos nos han llegado de aquel territorio. Casi la práctica totalidad incluye alguna información relativa a monedas, desde el valor de cada tipo de moneda de las que circulaban por un país o ciudad, hasta tablas de cambio con el valor relativo de diversas piezas o consideraciones sobre la calidad y la ley de las mismas. Quizá el manual de mercaduría más conocido y el que ofrece más completa información sobre el ensayo de la moneda y el cálculo de las aleaciones sea el de Francesco Balducci Pegolotti, La pratica della mercatura. Escrito en la primera mitad del siglo XIV -parece que fhe completado hacia el año 1340, aunque las copias más antiguas que hoy se conocen datan de 1472-, este texto contiene una información muy diversa sobre rutas comerciales, puertos, productos comerciales, equivalencias de monedas y otros temas de interés para mercaderes^^. La parte dedicada al trabajo de los metales preciosos contiene una información doble, consagrada por un lado a la aleación de la moneda y, por otro, al ensayo tanto del oro como de la plata. La sección se abre con el apartado dedicado a las técnicas de realización del ensayo del oro y de la plata, que se desarrollan entre las páginas 331-342 de la edición de Evans. Pegolotti comienza describiendo el ensayo del oro en un capítulo que, con el encabezamiento "Ricetta d'affinare oro", ocupa las páginas 331 a 339 y sigue con la descripción del método de ensayo de la plata, contenida en las páginas 339342, tras el encabezamiento "Ricetta da fare coppelle da sagiare ariento". De ambos textos, el dedicado al ensayo de la moneda de oro es no sólo más extenso sino mucho más completo y detallado que el de la plata, que se centra casi exclusivamente en la preparación de los materiales, proporcionando

El texto de Pegolotti fue objeto de una cuidada edición por parte A. T. Evans, que es hoy la manejada habitualmente por los investigadores. E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Medieval Academy of America 24, Cambridge Mass., 1936.

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unas referencias muy someras sobre el desarrollo del proceso. En cualquier caso, ambos apartados son de un interés extraordinario, superior al de algunos de los manuales de técnica metalúrgica del siglo XVI, con el valor añadido de haber sido redactados en el siglo XIV. Este apartado dedicado al ensayo de los metales preciosos constituye, dentro del contexto general de la obra de Pegolotti -un libro para uso de mercaderes- un auténtico manual de carácter técnico que parece haber sido escrito por un práctico o copiado de un tratado de literatura técnica, pues sólo un ensayador con experiencia en las prácticas metalúrgicas puede escnbir con el grado de precisión que aparece reflejado en sus páginas. Por eso, aunque incluimos estos textos de Pegolotti sobre el ensayo dentro del apartado dedicado a los manuales de mercadería, hay que considerarlos como parte de los escasos testimonios supervivientes de literatura técnica medieval y, por lo tanto, igual podíamos haberlo comentado en el apartado siguiente y considerarlo un auténtico "tratado de metalurgia". Tras los apartados centrados en el ensayo del oro y de la plata, Pegolotti incluye la sección dedicada a la aleación de los metales, que se desarrolla entre las páginas 342 y 360. En ellas plantea numerosos problemas de aleaciones, referidos primero a la moneda de plata y después, a la moneda de oro, redactados tras sus respectivos encabezamientos "allegare atiento" y "allegare oro". Los primeros ejemplos del texto dedicado a las aleaciones de plata se refieren al añadido de cobre necesario para producir una aleación a partir de dos o más conjuntos de plata de diferente ley, expresada en números enteros o en fracciones; el ejercicio se repite con casos en los que se necesita añadir plata y siguen luego los problemas dedicados a la mezcla de conjuntos de plata de diferente ley para producir una composición específica sin usar otros añadidos, con cálculos realizados sobre dos, tres, cuatro y hasta seis aleaciones de ley diferente. El manual de Pegolotti ofrece un número total de ejemplos algo inferior al Liber Abbaci ¿e Fibonacci; en este caso, las fracciones se presentan en forma más comprensible porque siguen al número entero y, además, el texto está escrito en italiano y no en latín. Finalmente, se incluye el capítulo sobre aleación del oro, que cuenta con un número menor de ejemplos, aunque centrado en los mismos supuestos: casos en que se necesita añadir o restar plata para elevar o disminuir la ley del oro o ley resultante de la combinación de varios conjuntos de oro de diferente ley. Las operaciones aritméticas exigidas son muy semejantes en ambos casos (aleación de la plata y del oro), pero se diferencian por el sistema metrológico (onzas y quilates) utilizado en uno y otro metal.

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Por su relación directa con el ámbito peninsular, no podemos dejar de citar en este apartado el manual de mercadería catalán Libre de conexenses de spicies e de drogues e de avissaments

de pes-

sos, canes e messures de diverses ierres. Fechado en 1340 por su editor, Miguel Guai, este manual contiene una buena información sobre monedas, en particular sobre las equivalencias entre las usadas en diversas regiones costeras del Mediterráneo (de particular interés para los mercaderes de la Corona de Aragón); pero las referencias que incluye sobre aspectos relacionados con el trabajo de la moneda resultan un poco decepcionantes, sobre todo puestas en relación con las del manual de Pegolotti, puesto que sólo aparece alguna información sobre los sistemas metrológicos empleados para designar la ley del oro y de la plata y un problema de aleaciones. Están incluidas en el capítulo VI que lleva por título "Si quieres saber de las monedas de oro y plata cómo son aleadas"; capítulo que se inicia explicando la ley del oro, basado en las unidades de quilates y carubas (cuarta parte del quilate), continúa con la explicación del sistema de medidas de la ley de la plata, basado en los dineros, meajas, pujesas y granos, y de la composición de algunas monedas de vellón (como doblencas y temos), aspectos que ocupan las páginas 111-115 de la edición de Guai; y a continuación, en la página 116, se incluye un problema relativo a la determinación de la ley a la que vendrán aleados cuatro conjuntos de oro, de distintas leyes, una vez fundidos juntos (apéndice documental, doc. n° 13)^^. Otros manuales de mercadería que incluyen referencias específicas sobre monedas y ligas monetarias son la Pratica di mercatura datiniana, del siglo XIV; Saminiato de Ricci, Manuale di escrito en 1396; Giorgo di Lorenzo Chiarini, Il libro di mercatantie

mercatura,

et usanze de paesi, de principios

del siglo XV; y Giovanni Antonio da Uzzano, Libro di gabelle e pesi e misure di pie e diversi

luoghi,

publicado en Pisa o Venecia en 1440^°. M. Guai, El primer manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, pp. 111-116. Las ediciones de estas conocidas obras son de A. Borlandi, 11 manuale di mercatura di Saminiato de Ricci [1396], Genova, 1963; C. Ciano, La "Pratica di mercatura" datiniana (secolo XTV), Milán, 1964; G. Chiarini, Il libro di mercatantie et usanze de paesi, (ed. E Borlandi), Turin, 1936 -si bien de este manual se conserva una copia manuscrita en la Biblioteca Nacional de Madrid, Incunable número 846-; G. Uzzano, Libro di gabelle e pesi e misure di pie e diversi luoghi, (ed. G. R Pagnini della Ventura, Della decima e altre graveze imposte dal comune di Firenze, della moneta e della mercatura de Fiorentini, sino al secolo XVI, 4 vols., Lisbona-Lucca, 1765-66). Análisis y comentarios más en profundidad de estos manuales pueden encontrarse en los trabajos de R. S. López, "Un texte inédit: le plus ancien manuel italien de technique commerciale". Revue Historique, 243, 1970, pp. 67-76 y M. Guai, "Los manuales de mercadería". El primer manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, pp. 7-14. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Y aunque no se trata propiamente de manuales de mercadería, hay un grupo de obras que incluyen numerosas referencias a los sistemas ponderales y metrológicos usados en la época o a temas numismáticos; en realidad, la mayor parte de los libros de matemáticas del XVI incluyen noticias más o menos amplias relativas al problema de la conversión de las monedas, y a pesos y medidas, cuya diversidad constituía entonces un auténtico laberinto, pero junto a ellos fueron publicados algunos libros dedicados a dichas materias de forma específica que facilitan también una información de utilidad en el campo de la moneda, como los de Antonio de Nebrija, De Mensuris (Salamanca, 1510); Antonio Adrián de Ainsa, Claro y luzido espejo de almutazafes (Zaragoza, 1577); o Juan de Mariana, De Ponderibus et Mensuris (Yoleáo, 1599)^^

Tratados y recetarios de metalurgia

Finalmente, como último grupo de obras literarias donde encontramos información sobre el tema que nos ocupa, hay que hacer mención de aquellos manuales o tratados de carácter puramente técnico, es decir, escritos por industriales u otros autores expertos en los procesos de trabajo y dirigidos de forma preferente a la formación de quienes desarrollaban determinados oficios o labores. Ya hemos indicado antes que este tipo de obras, que pueden ser calificadas como literatura técnica de finalidad didáctica, son muy escasas para el período medieval, de forma que los pocos ejemplos conservados son bastante bien conocidos. Sin embargo, la importancia de estos manuales en la difiasión de los conocimientos y de las innovaciones técnicas surgidas en la Europa bajomedieval es muy grande y su papel en el mundo de la industria medieval no puede ser

m e n o s p r e c i a d o ^ ^

p^^.

que hace referencia a nuestro objeto de interés, tienen un gran valor algunas obras redactadas con la finalidad expresa de servir de apoyo a las labores llevadas a cabo en las casas de moneda. El más famoso y conocido de los consagrados a la descripción de procedimientos técnicos en época medieval es sin duda el Diversarum Artium Schedula de Teófilo, conocido por lo general por el nombre de su autor^^. Aunque el manuscrito original no se conoce, existen dos copias alemanas del siglo XII, 31

' E. Hernández Esteve, Contribución al estudio de la historiografía contable en España, Madrid, 1981, pp. 39 y 44. - Una discusión sobre dichas aportaciones se puede encontrar en el estudio de B. S. Hall, "Produzione e difRisione di trattati di tecnica del Medioevo", Cahiers d'Études Médiévales, 7, 1982, pp. 153-156. ^ En realidad, ésta es la única obra de literatura técnica medieval que ha sido objeto de múltiples ediciones en diversas 32

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la conservada en la Biblioteca Nacional de Viena con el n° 2527 y la de Wolfenbüttel, Herzogliche Bibliothek, manuscrito n° 4373. Del siglo XIII son los conservados en el British Museum de Londres, Harley 3915 y Egerton 840, y en la University Library de Cambridge, ms. 1131. Del siglo XIV es el manuscrito de la Karl Marx Universitäts Bibliothek de Leipzig, n° 1157; y del siglo XV el de la Biblioteca Nacional de Paris, Latin 6741 (contenido en la recopilación de Jean le Begue). Desde el punto de vista cronológico, existe un cierto acuerdo entre los investigadores en que el texto debe haber sido escrito en el primer tercio del siglo XII en la región de Wesser, Baja Sajonia, basándose en materiales más antiguos; de hecho, las fechas de 1110-1140 han sido consideradas, desde que fueron propuestas por Dodwell, como los límites de su datación y tanto Lynn White, en su trabajo publicado en Technology and Culture, como John van Engen, en un artículo de Viator, se muestran de acuerdo en concretar su redacción en los años 20 del siglo XII, hacia 1122-1123. Su autor es desconocido y sólo es identificado en los manuscritos más antiguos como Teophilus presbiter. El manuscrito de Viena indica, en letra del siglo XVtl, que Teófilo fue un monje benedictino; sobre esa base Albert Ilg, al editar el tratado en 1874, sugirió que Teófilo fue el metalúrgico alemán Rogerius von Helmarshausen, que vivió hacia el año 1100. Hermann Degering lo negó diciendo que los manuscritos más antiguos tenían que ser anteriores a Roger, que usaba palabras ya en desuso después del siglo XI, que tenía una base bizantina y que Teófilo no fue un práctico lenguas y que cuenta con numerosos estudios. La edición más conocida es la llevada a cabo por John G. Hawthorne y Cyril S. Smith, On Divers Arts. The Foremost Medieval Treatise on Painting, Glassmaking and Metalivork, The University of Chicago Press, 1963 (Reimpr. New York, 1979), aunque existen dos versiones anteriores en inglés, la de R. Hendrie, An Essay Upon Various Arts, in Three Books, by Theophilus, Called also Rugerus, Priest and Monk, Londres, 1847, y la de C. R. Dodwell, De Diversis Artibus. Theophilus, The Various Arts, Londres, 1961. Las versiones más conocidas en francés son las del conde Charles de I'Escalopier, Théophile, prêtre et moine. Essai sur divers arts, Paris, 1843, y la de Jean Jacques Bourassé, "Essai sur divers arts, en trois livres, par Théophile, prêtre et moine", incluida en el volumen 12 de la Nouvelle Encyclopédie Théologique, Paris, 1851. También existen diversas versiones en alemán, como las de Albert Ilg, "Theophilus presbyter Schedula diversarum artium", en Quellenschriften ßr Kunstgeschichte und Kunsttechnik des Mittelalters und der Renaissance, vol. 1, Viena, 1874 (reputada como una mala traducción, llena de errores) y Wilhelm Theobald, Technik des Kunsthandwerks im Zehnten Jahrhundert des Theophilus Presbyter Diversarum Artium Schedula, Berlin, 1933. Algunos de los principales estudios dedicados al comentario de los manuscritos conservados de esta obra, la discusión sobre su autoría y la cronología o los diversos aspectos de su contenido, son los de H. Degering, "Theophilus Presbiter qui est Rugerus", Westfälische Studien, Leipzig, 1928, pp. 248-262; R.P. Johnson, "The Manuscripts of the Schedula of Theophilus Presbyter", Speculum, 13, 1938, pp. 86-103; Lynn White, "Theophilus redivivus". Technology and Culture, 5, 1964, pp. 224-233; D. V Thompson, "Theophilus Presbyter. Words and Meanings in Technical Translation", Speculum, 62, 1967, pp. 313-339; y H. Roosen-Runge, "Die Tinte des Theophilus", Festschrift Luitpold Dussler, Munich, 1972, pp. 87-112.

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sino un literato que escribió copiando textos más antiguos, por lo que concluía que debió de ser un monje benedictino que trabajara en Colonia a mediados del siglo X. Pero más adelante Dodwell demostró que el texto no pudo componerse antes del siglo XII (entre los años 1110-1140) y volvió a insistir en que debió ser efectivamente Roger de Helmarshausen quien escogería el nombre bizantino de Teófilo para encubrir su identidad. El título de la obra obedece a que el término Diversarum Artium Schedula se incluye al inicio del prólogo del texto, aunque algunos manuscritos llevan el título propio De Diversis Artibus, lo que explica que también este nombre se utilice con firecuencia. El tratado se compone de tres extensos libros escritos en latín, uno sobre pintura, otro sobre trabajo del vidno y el tercero sobre trabajo del metal. Aunque el tratado de Teófilo se inserta en esa secuencia continua que arranca desde el Próximo Oriente antiguo, pasa por época clásica y llega hasta el siglo XVI (en la línea del manuscrito de Lucca, el Mappae Clavicula y el Liber Sacerdotum, hasta los Bergbüchlein, Kunstbüchlein y Libros de secretos del XVI), el Teófilo se aparta de estos textos por ser más completo y estar escrito en gran parte en su propia época. Aunque contiene algunos textos copiados, que reproducen recetas en la línea de otros manuscritos medievales, todo el libro III sobre el trabajo del metal y buena parte de los dos primeros fibros son, hasta donde sabemos, originales del propio Teófilo y, además, es un texto mucho más sistemático que los anteriores, que no se limita a ser una recopilación de recetas y procedimientos fragmentarios sino un auténtico manual precedente de los que se desarrollarán en la Europa bajomedieval y renacentista (por ejemplo, del tratado de Cennini en temas de pintura, el de Biringuccio en lo referente al trabajo de los metales, etc.). El siguiente texto donde encontramos algunas menciones útiles sobre el tema del ensayo fue redactado en Inglaterra a fines del siglo XII, en torno a los años 1176-1180. Se trata de un manual escrito en latín por Richard de Ely tesorero real y obispo de Londres, conocido por el título de Dialogas de Scaccario o "Diálogo del cambista", que fue publicado por Charies Johnson en 1950 con el título de La carrera del cambista

De él se conservan dos copias, datadas en el siglo XIII,

en el Public Record Office de Londres y una más, en parte del siglo XV, en el British Museum. ^^Ch. Johnson, The Course of the Exchequer, Londres, 1950. Previamente, el texto había sido editado por A. Hughes, Ch. Crump y el propio Ch. Johnson en 1902. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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Y consiste en un texto para el aprendizaje del oficio de cambista resuelto bajo la ÍDrma de diálogo entre un escolar y su maestro, donde éste va respondiendo a las diversas preguntas y dudas que el primero le plantea respecto al oficio, y donde se incluyen un par de referencias de interés sobre el procedimiento de ensayo entonces empleado. Referencias que, por sí mismas, no resultan de gran relieve pero que cobran mayor dimensión si valoramos su coincidencia con algunas de las instrucciones contenidas en los restantes escritos de época bajomedieval y moderna. Otro buen ejemplo de lo que decimos lo hallamos en un manual de carácter técnico relacionado con la fabricación de moneda, escrito en Inglaterra a fines del siglo XIII; se trata del Tractatus Nova Monete, durante mucho tiempo atribuido a Guillermo de Turnemire, hoy de autoría discutida, que fue escrito hacia 1280. Hay dos versiones del tratado, una contenida en el llamado "Libro Rojo" {Red Book of the Exchequer), que Johnson data en torno a 1280 y atribuye a Guillermo de Turnemire, y una versión revisada hacia 1290-1300. Esta obra trata sobre las funciones de diferentes oficiales de las casas de moneda -maestros, guardas y los propios ensayadores-, sobre la escala de medidas utilizada en la Inglaterra de la época para medir la ley de los metales preciosos, sobre el proceso de realización del ensayo y la cantidad de metal que se debe ensayar cada vez, y se refiere a las aleaciones de metal usadas en la acuñación de moneda. Aunque probablemente es un tratado escrito por un práctico, presta atención particular al tema de la aleación; por ejemplo, se plantea el cálculo de las proporciones de aleación de dos muestras de contenido diferente en plata que necesitan ser añadidas a una tercera para hallar una aleación de una determinada composición intermedia^^. La siguiente obra que aborda temas relacionados con el ensayo de la moneda de plata es la del italiano Vannoccio Biringuccio, De La Pirotechnia, manual editado por vez primera en Venecia en el año 1540 (edición a la que siguieron otras e n l 5 5 0 y l 5 5 8 ) , que pasa por ser el tratado de referencia sobre el trabajo de los metales en época moderna. Se trata del estudio de un práctico artesano, experto conocedor de las materias que aborda, y es el primer libro impreso que recoge todos los campos de la metalurgia. ' ' El ejemplo dado es plata de 11 dineros y plata de 4 dineros, de la que debe hacerse plata de 9 dineros, operación de la que se ofrece el procedimiento para llevarla a cabo y que se prueba correcta mediante cómputo en dos modos distintos. Publicado por Charles Johnson en su obra, The De Moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Medieval Text Series, Londres-Edimburgo, 1956, pp. 67-86.

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desde la explotación de las minas a la elaboración de los metales aleados, desde los procesos de fimdición a los de ensayo^^. Nacido en torno a 1480 en Siena, Biringuccio viajó durante los primeros años del siglo XVI por diversas regiones de Alemania e Italia conociendo de primera mano los trabajos de los centros metalúrgicos de su época y adquiriendo una experiencia que le resultaría básica para la redacción de su tratado, que está compuesto por varios libros. En los dos primeros aborda los rasgos de los minerales; en el tercero y cuarto, los procedimientos de ensayo y separación de los metales preciosos; en el quinto, las aleaciones de diversos metales; en los libros 6, 7 y 8, los procesos de fundición metalúrgicos; y en los dos últimos, el 9 y el 10, temas misceláneos sobre el trabajo de los metales. La información sobre el ensayo de la plata se concentra en el capítulo primero del libro III, bajo el título de "Método de hacer el ensayo de las vetas de todos los metales, especialmente de aquéllos que contienen oro y plata", aunque carece de la proftmdidad de otros textos coetáneos al estar centrado más en el ensayo de las vetas de mineral que en el de las obras o monedas de plata. Este mismo texto aparece contenido en la obra de Bernardo Pérez Vargas, De Re Metálico, publicada en Madrid en 1569 y que pasa por ser la transcripción y adaptación al español de la de Biringuccio. Pocos años después de que Biringuccio editara la Pirotechnia, publicó su obra Georg Bauer, mineralista sajón más conocido por el sobrenombre de Agrícola, nacido en Glauchau hacia 1494 y muerto en Magdeburgo en 1556. Su gran obra metalúrgica, dtulada De Re Metallica, fue editada por vez prímera en 1546 y, a continuación, en Basilea en 156P^ y se trata, como la anteríor, de un tratado de carácter general que aborda a lo largo de sus páginas los más diversos aspectos relativos al trabajo de los metales. Sin embargo, la información que contiene sobre el ensayo de la moneda o de los objetos de plata es más amplia que la que se encuentra en Biringuccio, en dos aspectos complementarios. Por una parte, la explicación de la preparación de materíales para el ensayo y de la propia conducción de esta operación es mucho más extensa, ocupando buena parte de las páginas 230 a 250 de la edición de Andreu; por otra, cuenta con cierto número de grabados cenDe la obra de Biringuccio existen diversas versiones modernas en italiano, inglés y otras lenguas europeas. Quizá las más conocidas sean la realizada en inglés por Cyril S. Smith y Martha T. Gnudi, The Pirotechnia of Vannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals andMetallurgy, New York, Dover Publications, 1942 (Reimpr. 1963) y, en italiano, la edición facsímil de Adriano Carugo, Milán, 1977. ^^ Publicado en inglés por H. C. Hoover, New York, 1950. Existen diversas versiones en español, entre las cuales la más conocida es la de C. Andreu, De la minería y de los metales, corregida por J. C. Paredes, Madrid, 1972, que es la que hemos utilizado pese al uso de numerosos términos discutibles. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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trados específicamente en la operación del ensayo que, junto a los contenidos en los manuales de Probierbüchlein,

Lazarus Ercker y Juan de Arfe, constituyen los testimonios gráficos más valiosos

de que disponemos para la época. Un género específico de manuales de metalurgia, que se divulgó notablemente a fines de la Edad Media, fue el de los tratados de ensayadores porque la exigencia de exactitud hizo de esta labor uno de los terrenos más fértiles para el desarrollo de métodos precisos y determinó la puesta en circulación de libros que contuvieran una detallada información sobre los materiales y las técnicas del proceso. Hoy estamos en condiciones de poder afirmar que, tanto el texto incluido en el manual de Francesco Pegolotti -al que ya nos hemos referido en el apartado anterior-, como el texto que, con el título de "Libro que enseña ensayar qualquier moneda", se incluye entre las páginas del manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, constituyen sin duda dos auténticos "tratados de ensayadores" medievales, fechados ambos en el siglo XIV (posiblemente con muy pocos años de diferencia) y escritos ambos por ensayadores expertos en su trabajo, por más que se hallen insertos, el primero en un manual de mercadería y el segundo en un libro de aritmética. El manuscrito que se conserva con el número 46 en la Colegiata de San Isidoro de León constituye una auténtica joya de la literatura técnica medieval. Como hemos indicado, está compuesto por dos obras o manuales distintos, pero complementarios, datados ambos en el siglo XIV. La mayor parte del manuscrito está ocupado por un manual de aritmética comercial que, con el título de El libro del alguarismo, presenta una recopilación de problemas de matemáticas en línea con los grandes libros de àbaco italianos de la Baja Edad Media; como aquéllos, este manual incluye una serie de problemas de aleaciones de moneda a los que ya hemos hecho referencia. Pero entre sus páginas, inserta en mitad del capítulo dedicado a los problemas de aleaciones, aparece una obra menor que, con el título de "Libro que enseña ensayar cualquier moneda", está consagrada a la descripción del método de ensayo usado en las cecas para la determinación de la ley de las monedas de plata y que va completada mediante la adición de algunos párrafos dedicados a explicar la función de los principales oficiales de las casas de moneda, maestros de moneda, ensayadores y guardas^^. El texto íntegro del manuscrito que recoge ambas obras,precedido por sendos estudios introductorios, ha sido editado por la Junta de Castilla y León dentro de su conocida colección de Historia de la Ciencia y de la Técnica, por

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Este manuscrito, al tiempo que constituye un manual para el aprendizaje de mercaderes, sirve también de tratado técnico para fabricantes de moneda y dota a éstos de una serie de elementos operativos claves para el desarrollo de su labor en una doble vertiente; por una parte, les proporciona los conocimientos matemáticos necesarios para dominar el sistema de pesas y medidas entonces usado para medir la ley y el peso del metal precioso, dominio imprescindible para realizar correctamente las aleaciones de metal ajustando el valor o ley de la plata y para preparar los ponderales o pesas con que se controlaba su talla; por otra, les acerca los conocimientos técnicos que permiten determinar la ley de los metales preciosos, es decir, saber cuál era la composición química (partiendo de la proporción plata-cobre u otros metales) de cada moneda mediante la técnica del ensayo. Prácticamente todos los folios del manuscrito incluidos entre el 112r y el I4lv constituyen un capítulo específico relacionado con la fabricación, la aleación y el ensayo de la moneda, capítulo que no aparece desvinculado del resto de la obra pero que, en un análisis individualizado, podríamos dtular "matemáticas para monederos" o fabricantes de moneda. El libro ofrece una información excepcional sobre el tema que nos ocupa cuyo valor debe ser destacado desde un doble punto de vista: el relativo al contenido, de gran riqueza y detalle, desconocidas hasta la fecha en Castilla, y el que le viene dado por su temprana cronología. Las instrucciones sobre el ensayo de la plata se desarrollan de forma independiente, en forma de un pequeño libro o manual que, bajo el título de "Libro que enseña ensayar cualquier moneda", ocupa desde el folio 122r al 133v. Se trata de un pequeño manual de carácter técnico donde se detalla el desarrollo del ensayo de la plata, pues no contiene referencias sobre el ensayo del oro. El libro comienza proporcionando una breve explicación del sistema de medidas empleado para designar la ley de la plata y enseña a los oficiales de las cecas un sistema de medidas cuyo dominio era inexcusable tanto para los maestros de moneda como para los ensayadores (el marco, la onza y sus correspondientes subdivisiones en dineros, meajas, pujesas y granos), descripción que se realiza en tres foHos (118v, 119r y 121r). A continuación, se centra en la descripción del método utilizado para ensayar la moneda de plata; esta descripción del ensayo de la plata se articula en B. Caunedo y R. Córdoba, El Libro del alguarismo. Un manual castellano de aritmética comercial y ensayo de moneda del siglo XIV, Valladolid, 2000. Transcripción del libro de ensayo en pp. 215-226. FUNDACION

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dos grandes secciones. En la primera se describen los materiales necesarios para la realización del ensayo, ofreciendo cuantos detalles prácticos se entiende que son necesarios para su preparación a través de cuatro temas centrales: en el primer tema, se explica la recogida de la muestra de plata para ensayar que se desarrolla en el folio 121 v; en el segundo, se expone la elaboración de la copela que ocupa los folios 122r-125r, donde se habla de la preparación de las materias que la componen (ceniza de huesos calcinados, cenizas vegetales y fundente) y, a continuación, de la manera de darle forma en el molde; en el tercero, se revela la preparación del plomo que se añadirá al ensayo, señalando las características que debe reunir, ocupa desde el folio 125v al 126v; por último, en el cuarto, se relata la preparación del hornillo de barro y de la mufla donde se llevará a cabo la operación, especificada en los folios 126v y 127r. En su segunda parte, que ocupa desde el folio 127r al 131 v, el manual ofrece diversos detalles sobre el proceso de desarrollo del ensayo, desde cómo mantener la temperatura adecuada en el interior del hornillo hasta los momentos y las formas en que deben ser ejecutadas las diversas operaciones para que el ensayo resulte un éxito.

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Fig. 6 Descripción del proceso de preparación de copelas para el ensayo de la plata contenida en el "Libro que enseña ensayar cualquier moneda", ms. 46 de la Colegiata de San Isidoro de León.

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Un aspecto de gran interés es el relativo a la labor que maestros de moneda, ensayadores y guardas debían Uevar a cabo en la ceca, tema que se aborda entre los folios 132r-138r y que cierra el pequeño manual dedicado al ensayo de la moneda, enlazando a continuación con nuevos problemas de aleaciones. La inclusión de los cometidos de estos tres oficios en un manual de aritmética tiene pleno sentido, desde el momento que entre las actividades que realizan está la necesidad común de utilizar cálculos matemáticos para conocer y operar con la ley y la talla (peso) de la moneda. En virtud de ello, sólo están recogidos los oficiales que ocupaban los que podemos designar como "puestos de responsabilidad" de las cecas, es decir, aquéllos ocupados por quienes debían dirigir y establecer los controles de la labor llevada a cabo por el resto de trabajadores, que asumían más bien una fijnción mecánica y artesanal. Se compone de tres apartados claramente diferenciados; el primero está dedicado a comentar la fianción de los ensayadores en las casas de moneda (folios 132r-133v), donde se regula el número de ensayos a realizar, momento de efecmarlos, modo de proceder ante la detección de posibles fraudes y temas salariales; el segundo se consagra a la descripción de las fiinciones de los maestros de moneda y ocupa los folios 134r-136r, comentando sus obligaciones de alear la moneda, preparar los dinerales o pesas con las que se comprueba la talla de las monedas y vigilar su libranza; finalmente, este apartado se cierra con un breve comentario dedicado a las fiinciones de los guardas y a su vigilancia sobre los dinerales y los instrumentos de acuñación (136r-137r). li¿i ) Archivo de San Isidoro de León • jV:* ilß.111 A Ajf m vi„v«U ,„«J-'Cirene [ / j ^

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Fig. 7 Declaración de las funciones que los ensayadores debían realizar en las casas de moneda para garantizar la ley de las emisiones, según el "Libro que enseña ensayar cualquier moneda", ms. 46 de la Colegiata de San Isidoro de León.

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Como norma general, cabe afirmar que las disposiciones contenidas en este apartado del manuscrito coinciden, casi punto por punto, con las que aparecen en los ordenamientos castellanos del siglo XIV que hemos citado al comentar las fuentes de carácter legislativo. Esta inclusión de textos legislativos en manuales didácticos de época bajomedieval era relativamente habitual; por ejemplo, Evans ha probado que muchos párrafos del manual de mercadería de Pegolotti reproducen documentos oficiales de fácil acceso, como tarifas de aduana, ordenanzas monetarias, privilegios reales y otras disposiciones comerciales^'. Personalmente, tengo la impresión de que los contenidos relativos a fiinciones de ensayadores y maestros del manuscrito castellano fueron tomados de algún ordenamiento legal o, por lo menos, se inspiraron en las ordenanzas de la época. Su parecido es extraordinario, aunque tal vez obedezca a que ambos textos (lo contenido en este manual y en ordenamientos como el de Fernando IV de 1297 o el de Alfonso XI de 1334) pudieron beber en los mismos modelos, como bebieron en los mismos modelos otros ordenamientos de la época. Otro dato que apunta en el mismo sentido es la coincidencia plena que existe entre el contenido de los párrafos que este manual dedica a la actividad de ensayadores, maestros de la moneda y guardas en las casas de moneda —y que ocupan sus últimos folios—, y la legislación castellana sobre fabricación de moneda del siglo XIV. En ellos no sólo encontramos referencias similares respecto a los controles sobre la ley, talla y peso de las monedas —en realidad, estas referencias son comunes en todos los países y en los siglos XIII al XVI—, sino que la mayor semejanza se establece con el ordenamiento más antiguo, el de 1297, lo que parece evidenciar la proximidad cronológica de ambos textos. Además, dos términos empleados en el manuscrito nos confirman su temprana datación. En primer lugar, el oficio de maestro de la ceca aparece mencionado con el nombre de "maestro de la moneda", nombre que también se recoge en los diversos ordenamientos del siglo XIV y que se contrapone al de "maestro de la balanza" o balanzario, que es habitualmente utilizado en el siglo XV. En segundo lugar, cuando se comenta la talla de las monedas y la preparación de los dinerales o pesas con las que se comprueba, se habla de talla de 20, 22, o 24 sueldos el marco; la referencia al sueldo como medida ponderal a la que ajustar el peso de los dinerales nos lleva también al siglo XIV, pues en el siglo XV esta medida es muy poco utilizada y es sustituida por la referencia, más común, a determinado número

M. Guai, El primer manual hispánico de mercadería 3

(siglo XIV), Barcelona, 1981, p. 11. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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de "piezas" en el marco. Sin embargo, como buen manual, el manuscrito 46 va un paso por delante de dichos textos legales al no limitarse a indicar los deberes y competencias de estos oficiales, e incluir instrucciones sobre cómo llevados a cabo (apéndice documental, docs. 3, 4 y 5). Aunque su información sobre temas monetarios es muy escasa, debemos aludir también en este apartado a un recetario que, si bien no se conserva en territorio hispano, está escrito mayoritariamente en español (las partes que no lo están en castellano lo están en latín) y es claramente de origen castellano. Me estoy refiriendo al manuscrito H490 de l'École de Medicine de la Universidad de Montpellier, texto de carácter misceláneo fechado en torno a 1470-1480, donde se menciona repetidamente el nombre de un tal Juan de Celaya, maestro en artes o bachiller en artes de Salamanca que, o bien fiie el compilador del manuscrito o bien reunió muchos de los textos que después lo integraron. La aparición de este personaje, los años por los que el manuscrito fue redactado y la propia temática de los textos que lo integran, hacen pensar en el entorno científico de la Universidad de Salamanca como el lugar donde se originó su redacción. En este manuscrito, junto a recetas de contenido médico y botánico, aparecen varias recetas sueltas de contenido técnico; en concreto, tres de ellas están dedicadas a los métodos utilizados para cimentar el oro y para separarlo mediante el uso de mercurio y azufre, en la línea de una receta que ya aparecía contenida en el Lapidario de Alfonso X, del siglo XIII (apéndice documental, doc. n° 22)^°. En otros países europeos vamos conociendo también de forma paulatina nuevos manuscritos medievales de carácter "metalúrgico" que incluyen referencias a las operaciones llevadas a cabo en las casas de moneda y que en su mayor parte permanecen, por el momento, inéditos. Por ejemplo, en la Biblioteca Nacional de Francia están siendo estudiados el ms. fr. 5914; el 5920, del siglo XV, que contiene dos "avisos de cómo un guarda se debe gobernar en su oficio", o el ms. Nouv. Acq. fr. 471, igualmente del siglo XV, que es bastante detallado sobre las cuestiones del ensayo. Mientras que en Italia podemos destacar el ms. 814 del Fondo Palatino de la Biblioteca Nacional de Florencia que, con el título genérico de Tratatto anonimo del raffinare l'oro e l'argento, constituye un auténtico manual de

R. Córdoba, "Un recetario técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España Medieval, 28, 2005, pp. 7-48.

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ensayadores de fines del siglo XV^^ Estos textos constituyen precedentes y primeros ejemplos de un género que se consagró en el siglo XVI, al calor del desarrollo minero y metalúrgico experimentado en la Europa de la época. Estos manuales del siglo XVI, aunque tardíos, contienen una información perfectamente utilizable para el conocimiento de las técnicas de trabajo de la moneda, puesto que ni el sistema metrológico usado para medir la ley del oro y de la plata, ni las técnicas seguidas para la realización de los ensayos de metal precioso, sufrieron variación alguna hasta el siglo XIX. Con el texto alemán conocido por el título de Probierbüchlein

("Pequeño libro de ensayo") llega-

mos al primer manual metalúrgico impreso sobre el tema del ensayo en el siglo XVI. Publicado por vez primera en 1520 (aunque se supone redactado en torno a 1500), la edición moderna está basada en la original de 1534^^. Aunque su autor permanece en el anonimato, no cabe duda de que debió de tratarse de un ensayador experto en la materia que recogió información dispersa en recetas y manuscritos de origen medieval que circularían por el Imperio Germánico en esos años, para obtener un manual coherente de su oficio que poder utilizar para la instrucción de otros ensayadores. El manual gozó de gran éxito y reputación durante el siglo XVI, como lo acreditan tanto el alto número de ediciones que siguieron a la inicial de 1520 (Magdeburgo 1524, Estrasburgo 1530, Augsburgo 1534, Nuremberg 1549, etc.) como su conocimiento por parte de otros autores, por ejemplo del propio Agricola, que copia en su libro párrafos completos tomados del Probierbüchlein

o, en todo caso, de una misma fuente anterior. El libro aparece

dividido en multitud de pequeños capítulos, con partes más articuladas y otras (especialmente en su segunda mitad) donde la información ha sido claramente yuxtapuesta, pero la información sobre el ensayo de la plata está contenida, fundamentalmente, en los capítulos 25 a 50 (páginas 93 a 105 de la edición de Siseo y Smith). Tanta importancia como tuvo en Castilla la publicación del Quilatador tuvo en el ámbito territorial de centroeuropa la casi coetánea del tratado de Lazarus Ercker, Beschreibung Mineralischen,

Allesfurnemisten

cuya primera edición fue realizada en Praga en 1574 y la segunda en 1580 en

M. Bompaire, F. Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, p. 483. Y fue realizada, junto a la de un manual metalúrgico coetáneo, por Anneliese G. Siseo y Cyril S. Smith, con el título de Bergwerk- und Probierbüchlein, New York, The American Institute of Mining and Metallurgical Engineers, 1949.

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Frankfurt-am-Main^3. Lazarus Ercker ostentaba el cargo de Ensayador General del Imperio Germánico cuando murió en 1593 y aunque cuando escribió su tratado ya había una buena literatura sobre el tema, no hizo apenas uso de ella para la redacción de su obra y, de hecho, en la introducción acusaba a los escritores ladnos y germanos que le habían precedido de escribir sin conocimientos prácticos de primera mano sobre el trabajo de los metales. El tratado de Ercker se divide en cinco libros, de los cuales es el primero el que está dedicado a la plata. Respecto del ensayo, explica la realización de materiales, hornos, copelas, color, en indicaciones que están repartidas entre las páginas 19 y 60 de la edición de Siseo y Smith. En España, las obras de Juan de Arfe y Villafañe, Quilatador de oro, plata y piedras

precio-

sas (Valladolid, 1572), y la de Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores (Madrid, c. 1580), escritas ambas con motivo de los problemas surgidos en las casas de moneda castellanas que condujeron a la convocatoria por parte de Felipe II de la famosa Junta de Ensayadores de 1585^^. Descendiente de una familia de plateros y orfebres, Juan de Arfe fue ensayador de la casa de moneda de Segovia desde 1596 y, gracias a sus conocimientos técnicos, fue llamado en 1585 por Felipe II para formar parte de la Junta de Ensayadores que había de regular los procedimientos técnicos para el ensayo de los metales preciosos y de la moneda, y ocupó durante el último decenio de su vida el cargo de ensayador en la ceca de Segovia. López Piñero define su libro como "un manual práctico escrito por un técnico" y subraya su originalidad y su estricto atenimiento a la experiencia^^ Se abre con el libro primero, dedicado al trabajo de la plata, en el que comienza describiendo el sistema ponderal usado para la plata, hablando del marco y de sus divisiones y de las diversas pesas o ponderales usados para pesar los ensayos (pp. 1-8); a continuación se centra en la descripción técnica del proceso del ensayo, comentando la preparación de las copelas y demás materiales y el desarrollo del trabajo (pp. 9-16); después en cómo realizar

La edición moderna del tratado de Ercker, en inglés, fue llevada a cabo por Anneliese G. Siseo y Cyril S. Smith, Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Chicago, The University of Chicago Press, 1951, a partir de la edición alemana de 1580, aunque ya existía una versión en dicha lengua realizada por John Pettus en el siglo XVII. ^^ De la primera se conservan diversas ediciones en la Biblioteca Nacional de Madrid. La edición de 1572 ha sido publicada hace pocos años, con un estudio introductorio de A. Bonet Correa, Quilatador de oro, plata y piedras, Madrid, 1976, pero no incluye algunos comentarios adicionales de gran interés que sí aparecen en la edición de 1678. La segunda puede ser igualmente consultada en la Biblioteca Nacional, aunque carecemos de una edición moderna. J. M. López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVIy XVII, Barcelona, 1979, p. 270. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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las aleaciones de plata (problemas de aleaciones en las pp. 19-22) y cómo preparar puntas de plata para comprobar la ley del metal sin necesidad de recurrir al ensayo (pp. 24-27). El libro segundo está dedicado al ensayo del oro y se extiende desde la p. 28 a la 70. El libro cuarto trata del marco castellano y de las leyes de la plata y vellón, con sus ligas y aleaciones y las equivalencias de los diversos sistemas de medida (pp. 103-185). En el libro sexto vuelve sobre el tema del ensayo de la plata, declarando cómo se hacen los ensayos de platas de diferentes leyes. A partir de la p. 296 se hacen diversas consideraciones sobre oficiales de las casas de moneda, maestros, guardas y ensayadores, funciones, deberes, exámenes que deben superar para su nombramiento, etc., en pequeños capítulos del libro sexto llamados "adición", que vienen a reafirmar la estrecha vinculación existente entre el escritor y las casas de moneda, a las que dirige de manera preferente su obra (apéndice documental, docs. n™ 27, 28 y 29). En cuanto al Tratado de ensayadores de Juan Fernández del Castillo, ya hemos dicho que fue redactado por los mismos años que la obra de Arfe, en torno a 1575-1580, pero fue editado más tardíamente en Madrid en 1623. Se trata de un pequeño manual escrito con el objeto de regular la fabricación de moneda, como el mismo autor declara en sus páginas iniciales, consta de tres partes fundamentales: en la primera se comentan las leyes de metales preciosos y problemas referentes al peso de las aleaciones, sección que incluye desde la página inicial hasta la 28; en la segunda, entre las páginas 28 y 41, se describe el procedimiento técnico seguido para la realización del ensayo, con especial referencia al ensayo del oro; por úldmo, en la página 41 comienza la tercera y última sección del tratado, dedicada a las leyes del oro y a los sueldos de los oficiales que trabajaban en las casas de moneda (apéndice documental, docs. n°® 30 y 31). Ambos textos son muy valiosos para el tema que nos ocupa, mucho más que otros manuales de carácter metalúrgico aparecidos por entonces, como los famosos de Agricola y Biringuccio, o como El arte de los metales de Alvaro Alonso Barba, publicado en Perú en 1640. Pues éste, aunque trata los temas del ensayo del oro por cimentación (pp. 196-197), ensayo de la plata y preparación de las copelas (pp. 171-173), e incluye un problema sobre la aleación de moneda de oro -relativo al aumento o disminución de la ley de una cantidad de oro (p. 190)- ofrece una información muy breve y muy poco centrada en el trabajo de la moneda. 66

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Evidentemente, durante los siglos XVIII, XIX y XX se escribieron gran número de tratados de ensayadores que, además de describir el método tradicional, mencionan diversos procedimientos de realización de ensayos de plata y oro -como el método de Guy Lussac o el realizado por la vía húmeda, que no fueron empleados en época preindustrial- e incluyen referencias sobre ley y peso de las aleaciones de metales preciosos. Entre otros, podemos mencionar los manuales Britannica's de W. Alldridge, The Goldsmith's Repository, Londres, 1789; Mitchell, Manual of Practical Assaying, Londres, 1846; Karl, Brannt y Garrison, The Assayers Manual, Londres, 1889; Brown y Griffith, Manual of Assaying, Londres, 1890; o Cornelius Beringer, Textbook of Assaying Londres, 1897. En Estados Unidos, los de Furman, The Practical Assaying Nueva York, 1893; y E. Bugbee, A Textbook of Fire Assaying Nueva York, 1922. En Francia, los de Frank de Preaumont, Manuel pratique d'essai par la voie seche à I'usage des essayeurs, Paris, 1858; Ricie, L'art de I'essayeur (argent, or, platine,

plomb,

cuivre), Paris, 1888; Gautier, Essais d'or et d'argent, París, 1892; y Riche y Fourt, L'art de I'essayeur, París, 1905. Y en Italia, los de Buttati, Manuale del saggiatore, Milán, 1896; y Gentile, LI saggio dei metalli preziosi, Milán, s.a. También en nuestro país aparecieron, ya en el siglo XX, diversos manuales de ensayadores que resultan de gran utilidad, siquiera sea en función de poner la información que proporcionan en relación con la ofrecida por los manuales medievales y renacentistas; entre ellos destacan los de J. Escosura, Manual del ensayador, Madnd, 1901; M. Medina, Manual del ensayador. Almadén, 1915; y C. J. Pueyo, Manual práctico de ensayos de metales preciosos, Madrid, 1936, los cuales contienen numerosas referencias sobre el ensayo de los metales preciosos, tanto del oro como de la plata, a través de los diversos métodos de análisis utilizados durante nuestro siglo.

Fuentes iconográficas y materiales

En realidad, la primera fuente vinculada con este tema que podemos mencionar es la información proporcionada por las propias monedas de la época a través de su estudio material. A pesar de las muchas monedas medievales conservadas en nuestros museos y colecciones particulares, estas piezas no han sido demasiado utilizadas en nuestro país para extraer de ellas toda la información de tipo técnico que pueden proporcionar; sólo en tiempos recientes se han llevado a cabo análisis químicos para determinar su composición metálica partiendo de la aleación, para conocer los procedimientos seguidos para su blanquición o para obtener determinadas conclusiones sobre el

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proceso de acuñación y recorte de los cospeles, aspectos sobre los cuales el análisis material de las monedas puede ofrecer datos de extraordinario interés. Lo mismo puede decirse del análisis de los diferentes dinerales o pesas de época medieval que, utilizadas para el control de la producción y el cambio de la moneda, se conservan todavía y de las que sólo en tiempos recientes comenzamos a conocer sus características, composición y pesos, y a ponerlos en relación con las monedas a las que estuvieron vinculadas^®. No tan abundantes son los testimonios arqueológicos. En Francia han sido excavados talleres monetarios en La Rochelle y en Montreuil-Bonnin, en el Poitou, donde se hallaron una amplia variedad de crisoles e instrumental de hierro, en la actualidad conservados en los museos de Poitiers y Niort; en Inglaterra, se han hallado materiales en Londres y York (Coppergate), y en Sigtuna (Suecia). La interesante excavación de la casa de moneda de Oporto ha ofrecido materiales de época moderna, no medieval^^. También existen buenas fuentes iconográficas. En Castilla, los relieves de la iglesia de Carrión de los Condes, Falencia, datados a finales siglo XII, representan a diversos monederos en labores propias de su trabajo: recortando la plancha con tijeras, acuñando en el sete, redondeando cospeles sobre el yunque o blanqueando moneda en una paila. Un capitel de la abadía de Souvigny, Francia, datado en el siglo XII, muestra la libranza de blancas mediante peso en balanza, el adelgazamiento de láminas a martillo, la acuñación y el control de las monedas libradas^®. En la vidriera dedicada a Wernhart Zentgraf, maestro de la moneda en la ceca de Schaffhausen en 1565, conservada en el Schweizerisches Landesmuseum de Zúrich y datada en torno a 1563, se aprecian ocho paneles con escenas de fundición de metal en crisoles y de vertido en moldes, adelgazamiento de planchas a golpe de martillo, recortado de cospeles mediante el uso de granJ. N. Barradon, C. Brenot, C. Morrison, "Les analyses en numismatique, quelles méthodes? et pourquoi?". Les nouvelles de l'archéologie, 33, 1988, pp. 12-16. L Alexandra, J. Argiiello, P. Dordio, R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto (sgs. XIV-XYI)", I Simposium de Arqueología Medieval. Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, pp. 57-72 po. B. Mariño, "Testimonios iconográficos de la acuñación de moneda en la Edad Media", Artistes, artisans et production artistique au Moyen Âge, Paris, 1986, vol. 1, pp. 499-513; J. Torres Lázaro, "Monederos de piedra. Escenas de acuñación en el románico palentino". Crónica Numismática, 111, 2000, pp 44-47 po.

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des tijeras, redondeado de dichos cospeles, acuñación a martillo y blanqueo de cospeles^^ En la vidriera Konstanz, datada en 1624 y conservada en el Museo Rosgarten de dicha ciudad alemana, aparecen escenas de la sala de libranza de una casa de la moneda, de la fundición y enrielamiento de metales, del blanquimento de las monedas y de la operación de pesar el botón de plata en la correspondiente balanza tras efectuar el ensayo. En una conocida xilografía de Hans Burgkmair, datada en el siglo XV, se aprecia el adelgazamiento de la lámina de metal, recorte de cospeles, acuñación, control de libramientos en balanzas, etc. Lo mismo que en un grabado de Ralph Holinshead de 1577 incluido en las Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Muy famosas son las escenas de trabajo monetario conservadas en los frescos de la iglesia de Santa Bárbara en Kutna Hora, República Checa, datadas a fines del siglo XV, y entre las que se incluyen la de acuñación de moneda, aplanado de cospeles a martillo, etc.'°. Todas estas imágenes resultan de gran utilidad para aclarar y ayudar a comprender algunas de las labores llevadas a cabo en las casas de moneda, así como el instrumental técnico y utillaje empleado en dichos trabajos, de la misma forma que lo son las incluidas en los grandes tratados metalúrgicos del siglo XVI (Biringuccio, Agrícola, Ercker, Arfe, Fernández del Castillo). Por nuestra parte, hemos complementado la información gráfica obtenida de las fuentes históricas datadas entre los siglos XIII y XVIII, con fotografías de los procesos de experimentación arqueológica que, en los ámbitos de acuñación de moneda y de ensayo al fuego de la plata, se han llevado a cabo en el campo de trabajo de las minas carolingias de Melle (Deux-Sèvres, Francia).

D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, pp. 35-37 y 94-95. Un resumen de las principales representaciones iconográficas de monederos medievales en M. Bompaire, F. Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, pp. 475-481. FUNDACION 5u ANELO TURRIANO


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CAPÍTULO II LAS CASAS DE MONEDA: ORGANIZACIÓN, OFICIALES Y SISTEMAS DE CONTROL

L l apartado relativo a la organización interior de las casas de moneda es, sin duda, el mejor conocido de cuantos se relacionan con el tema de la fabricación de la moneda en la España bajomedieval pues, aun cuando no dispongamos hasta la fecha de una visión de conjunto, las numerosas referencias incluidas por Angus Mackay en su conocida obra sobre precios y moneda en la Castilla del siglo XV, la diversidad de estudios dedicados a casas de moneda locales (entre los que debemos destacar los referidos a las de Sevilla, Valladolid, Burgos y Segovia, en Castilla, Barcelona y Valencia, en Aragón) y los diversos trabajos numismáticos dedicados a emisiones concretas de moneda, hacen que, al menos para el período final de la Edad Media, nuestro conocimiento sobre el número, características y ubicación de las casas de moneda sea bastante completo. Además, hay que señalar que la mayor parte de los estudios publicados hacen particular referencia al tema de la organización de las cecas, el número y la naturaleza de sus oficiales y las diversas labores llevadas a cabo por los trabajadores en su interior. Aunque de forma algo repetida, y basada muchas veces en las conocidas ordenanzas generales sobre fabricación de moneda promulgadas durante los reinados de Enrique IV y de los Reyes Católicos (las más importantes de las cuales son las datadas en los años 1471 y 1497, respectivamente), la nómina de oficiales que trabajaba en las cecas y las funciones llevadas a cabo por cada uno de ellos, dentro del proceso de producción, nos resultan igualmente bastante bien conocidos^'. " Entre los estudios de mayor utilidad sobre la organización de las cecas en la Corona de Castilla y su plantilla de oficiales y trabajadores, hay que destacar las obras de Julio Torres, "España. Cecas medievales y modernas del Reino de Castilla. Un repaso bibliográfico", / luoghi della moneta. Le sedi delle zecche dall antichità ali età moderna, Milán, 2001, pp. 287-296 y "Las casas de moneda en el reino de Castilla", Boletín de la Real Academia de la Historia, 199, cuaderno IH, 2003, pp. 299-330; A. Catalina, La antigua ceca de Madrid. Aproximación a su historia, Madrid, 1980; E y A. M. Feijoo, La ceca de Ciudad Rodrigo y resello de la casa de moneda de Trujillo, Cáceres, 1984; J. Lluis y Navas, Las cuestiones legales sobre la amonedación española bajo los Reyes Católicos, Madrid, 1960; M. P. Pérez García, La Real Fábrica de Moneda de Valladolid fUNDACION JUANELO TURRIANO


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No está de más, sin embargo, que volvamos de nuevo sobre algunos de esos temas, tratando de añadir a la información que poseemos sobre el siglo XV la proporcionada por los ordenamientos del siglo XIV, estableciendo algunas tendencias generales para el conjunto de las cecas castellanas y aragonesas de época bajomedieval y poniendo en relación lo que sabemos sobre ellas con lo que conocemos para otras regiones europeas durante la misma época.

LAS CASAS DE MONEDA: INSTALACIONES Y ESPACIOS Los locales destinados a acoger el proceso de fabricación de moneda fueron conocidos, durante la época medieval (y moderna), por el nombre de casas de moneda; el más moderno término de ceca, derivado del árabe, no parece haber sido empleado en esa época, donde el primero se utilizó casi con exclusividad. Se trataba, por lo demás, de una costumbre generalizada en la sociedad medieval, que empleaba el nombre de casa antepuesto al del producto o trabajo que se llevaba a cabo en su interior para referirse a las instalaciones industriales: así, se habla de casas-tinte, en lugar de tintorerías; casas-tenería, en lugar de curtidurías; o casas-molino de aceite, en lugar de almazara, vinculando cada uno de esos sectores productivos con el espacio físico donde tenían lugar.

a través de sus registros contables. Siglos XV-XVIII, Valladolid, 1990; E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992; E A. Sáinz Varona y A. Bartolomé Arraiza, La ceca de Burgos, Burgos, 1983. Datos de utilidad se encuentran igualmente en los artículos de M. D. Cabanas, "Notas sobre los monederos de Cuenca en el siglo XV", En la España Medieval, 2/1, 1981, pp. 183-209; L. Domingo, "Una ceca medieval en el reino de Castilla: Calahorra", Gaceta Numismática, 45, 1977, pp. 19-24; id., "Sobre dos cecas medievales en Castilla y León: Falencia y Ciudad Rodrigo", Gaceta Numismática, 47, 1977, pp. 15-26; J. García Oro y M. J. Portela Silva, "La casa de la moneda de A Coruña en los siglos XV y XVI", Anuario Brigantino, 21, 1998, pp. 119-132; y M. P. Pérez García, "La fabricación de moneda en la ceca palentina: siglo XV', II Congreso de Historia de Falencia, Palencia, 1989, vol. 2, pp. 601-608. Por destacar algunos de los numerosos estudios referidos a las cecas de la Corona de Aragón, citamos los de A. Estrada-Rius, "La ceca real de Barcelona en la Baja Edad Media. Notas para el estudio de su organización", en Actas XI Congreso Nacional de Numismática, Zaragoza 2002, pp. 269-274 y "El 'CoMegi de la Seca Reial de Barcelona. Notas para su estudio", lus fugit: Revista interdisciplinar de estudios histórico-juridicos, 12, 2003, pp. 445-462; M. Crusafont, Barcelona i la moneda catalana, Barcelona, 1989; J. Lluis y Navas, "La ordenación de la amonedación en la Corona de Aragón en el siglo XIV", Numisma, 102-107, 1970, pp. 59199; F. Mateu i Llopis, La ceca de Valencia y las acuñaciones valencianas de los siglos XIII al XVIII, Valencia, 1929; id.. Libro de los privilegios de la ceca de Valencia, Valencia, 1957; M. D. Mateu Ibars, "El maestre de la ceca en la jurisdicción real". Numisma, 165-167, 1980, 223-231; J. Pellicer i Bru, "Aportació a l'estudi deis mestres de la moneda a les seques de la Corona catalano aragonesa fins a 1500", Numisma, 120-131, 1973-74, pp. 441-448; y E Udina, "La ceca de Barcelona en tiempos de Fernando de Antequera y de Alfonso el Magnánimo", Numisma, 34, 1958, pp. 37-47.

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Las casas de moneda se hallaban entre los mayores complejos industriales de la Baja Edad Media, tan próximas a la categoría de factorías o fábricas como pudiera estado cualquier empresa anterior al siglo XVIIL Sin embargo, como quiera que siempre trabajaron dependiendo del metal obtenido, es decir, del billón disponible, numerosos talleres funcionaron episódicamente, mientras que otros conocieron largos períodos de inactividad por falta de materia prima; Cooper insiste en esta idea, asegurando que una ceca británica tan activa como la de Canterbury se mantuvo cerrada durante catorce años, a pardr de 1331, por falta de trabajo". Estos amplios complejos incluían diferentes espacios para las diversas operaciones que incluía la fabricación de la moneda y, por lo tanto, solían consistir en amplias instalaciones, organizadas por lo general en torno a un patío abierto, a cuyo alrededor se disponían las diferentes salas de trabajo". Por ejemplo, en la ceca de París existían locales separados para la recepción del metal, la fundición, el blanquimento, la libranza, etc.^^. Aunque no disponemos del plano de ninguna ceca bajomedieval, son abundantes los referidos a casas de la moneda de épocas más recientes, por ejemplo de los siglos XVII-XVIII, como los incluidos por Glenn Murray en su detallado trabajo sobre la ceca de Segovia o por Céspedes del Castillo en relación con las cecas de América; estos planos reflejan una organización que no debió de resultar muy distinta de la existente dos o tres siglos antes, salvo quizá en lo relativo al tamaño y número de espacios dedicados al proceso, y muestran ese amplio número de dependencias en torno a un espacio central a que antes nos referíamos. En el caso de la ceca de Oporto, que funcionó durante los siglos XV y XVI y que ha sido estudiada desde el punto de vista arqueológico, podemos comprobar igualmente la habitual distribución de una amplia serie de dependencias cubiertas situadas en torno a un patio central descubierto".

M. Bompaire, F. Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, p. 22; D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, p. 34. Una completa descripción de los espacios físicos en que solían organizarse las cecas, en este caso referidas a las establecidas en América a partir de 1535, puede encontrarse en G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda en los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, pp. 95-99. M. Bompaire, F. Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, p. 483. ' ' I. Alexandra, J. Argiiello, P. Dordio, R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto (s. XIV-XVI)", I Simposium de Arqueología Medieval Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, pp. 61-63. Láminas en pp. 71-72. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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Algunos de los espacios utilizados en el proceso de producción no debieron de reunir características especiales, pues cualquier sala cubierta serviría para recortar los cospeles de la plancha de metal o para instalar los setes donde tenía lugar la acuñación; en cambio, otras labores contaban con unos requisitos particulares que exigirían salas con un equipamiento concreto en cuestión de infraestructura. Tal fue el caso de los locales destinados a la fundición, donde estuvieron instalados los hornos de reverbero, o de los que acogían las hornazas donde tenía lugar el recalentamiento del metal y su reducción a plancha; en ambos casos, las necesidades específicas de ventilación, chimeneas, tiros de aire para avivar la combustión en las cámaras de los hornos y otras exigencias específicas hubieron de influir, por fuerza, en el diseño de dichas habitaciones que, por lo que sabemos, estuvieron en muchas ocasiones instaladas en sótanos o plantas semisubterráneas donde ocasionaban menores peligros y molestias. También es este el caso de las salas destinadas a llevar a cabo la operación del blanquimento, sumergiendo las monedas en una mezcla de salitre o tártaro, o la afinación del oro mediante el uso de aguafuerte, pues ambos procesos dejaban una gran cantidad de aguas residuales, con mezcla de elementos muy peligrosos y nocivos para la salud (metales pesados, minerales) que debían ser evacuados sin riesgo para la población más cercana. No era extraño encontrar en este caso locales conectados con balsas de decantación y canalizaciones hidráulicas que servían a este propósito, como las que se han documentado en la casa de la moneda de Oporto. Esta articulación en diversos espacios o salas característica de las casas de moneda tradicionales ha quedado muy bien testimoniada en los inventarios del instrumental de la ceca de Valencia realizados durante el siglo XV, porque los mismos fueron redactados por salas, es decir, agrupando el utillaje que se encontraba en cada una de ellas, y así se citan el departamento de compra y contratación, donde se recibía el metal, se ensayaba y pesaba, y se pagaba a sus dueños; la casa de la fundición, donde se fundía la aleación ajustada a la ley de la moneda y se producían los rieles o barras; la casa de las hornazas, donde se encontraban los hornos que fundían los rieles, los reducían a planchas del espesor ajustado para recortar los cospeles y se tallaba la moneda; la casa del entalle, donde tenía lugar la grabación de cuños; y la casa del ensayo, donde tenían lugar las operaciones de verificación de la ley de la moneda^^. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126.

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En los libros de gastos de la ceca de Iglesias aparece mencionada repetidas veces la cámara o casa del tesoro, donde se controlaba el metal que llegaba a la ceca y se preparaba para su fundición; así como vanas de las dependencias que acabamos de citar para el caso valenciano, como por ejemplo la casa de la blanquición. En esta última ceca aparece citado, en 1324, un clavo "en la cámara del tesoro por el que se pagaron nueve dineros", unas tijeras para cortar papel "en la mesa del tesoro" que costaron tres sueldos, así como una maza de hierro "que sirve en la casa del tesoro para romper la plata" y "unas tenazas de hierro con que se sostiene la plata que se corta en dicha cámara", valoradas en once sueldos^^. Pero podía haber más salas de trabajo, por división de estos espacios básicos o porque se habilitaran nuevos edificios para reahzar operaciones auxiliares de carácter complementario, y por supuesto un gran número de almacenes donde se depositaban los muy diversos productos y materias primas empleados en la fabricación de moneda o donde se custodiaban los propios instrumentos de acuñación; por ejemplo, en la ceca de Barcelona existía un almacén destinado a guardar el carbón empleado en los hornos de fiindición, mencionado en el año 1353 cuando fueron adquiridas "dos tablas para hacer las puertas de la casa del carbón" de la dicha casa de moneda'^ Una buena parte de estas salas de trabajo debían de estar cubiertas y no contar con mucha luz natural, a juzgar por las numerosas menciones de compras de candelas y velas realizadas en los libros de gastos de las cecas aragonesas; estas candelas eran adquiridas por libras que, en la primera mitad del siglo XIV y para los territorios catalanes, alcanzaban un precio, en el caso de las de sebo, en torno a 8-9 dineros la libra (es decir, 3/4 de sueldo), mientras que las de cera costaban tres sueldos o tres sueldos y medio (entre 36 y 42 dineros), según testimonian las compras llevadas a cabo en la ceca de Iglesias en los años 1324 y 1338, donde se mencionan "seis libras de candelas de sebo, 3 sueldos 6 dineros; seis libras de candelas, 3 sueldos 6 dineros; tres libras de candelas, 3 sueldos" y varias libras más de candelas de sebo a 8 y 9 dineros la libra^'.

" Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. 3v; ídem, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 19r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 6r. " Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. Ir-v y 5v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RP, MR, leg. 2037, doc. n° 3. FUNDACION ¡^JUANELO a L j TURRIANO


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Al margen de estas salas de trabajo y almacenes de materiales existieron también diversos espacios auxiliares relacionados con la labor llevada a cabo en las casas de moneda. Un elemento imprescindible en los trabajos de acuñación era el agua, necesaria en el proceso de blanquición de la moneda y en diversas fases del trabajo metalúrgico; debido a su importancia, lo habitual es que estas instalaciones contaran con medios propios de proveimiento de agua, bien fuera a través de pozos, bien a través de cursos fluviales o de canalizaciones que la aportaran desde acuíferos más o menos cercanos. Es de sobra conocido el caso de la casa de la moneda de Segovia, instalada en las orillas del Eresma a fin de utilizar sus aguas en los procesos de producción monetaria y de donde se obtuvo después la energía hidráulica que los molinos de acuñación emplearon en época moderna. La casa de la moneda de Oporto parece haberse surtido de la fuente de la Rúa Nova, situada al noroeste de la instalación, de donde se traía el agua a través de cañerías de barro®°. En el interior de la casa de moneda de Iglesias existieron dos pozos propios de la ceca, uno destinado a surtir de agua a la casa de fUndición y otro a la casa de blanquición; y lo sabemos porque en numerosas ocasiones fiieron adquiridos elementos relacionados con su uso (por ejemplo, una cuerda redonda en 1324 y "dos roldanas con todos sus cumplimientos que fueron puestas en los pozos de la fundición y la blanquición" en 1355)". Cuando estos pozos se secaban, debido a la llegada de un período de sequía o por cualquier otro motivo, era necesario recurrir a la traída de agua desde el exterior, ya fUera en tinajas y recipientes transportados a lomos de caballerías, ya a través de canalizaciones; en 1324, debido a la carencia de agua en los pozos de la casa de moneda, la ceca de Iglesias hubo de efectuar abundantes gastos en proveerse de agua, incluso reparar un sistema de canales que, suponemos, servía para conducir hasta la casa las aguas procedentes de algún otro pozo o manantial. En efecto, entre los gastos del año 1324 se citan numerosas compras de agua, indicándose en el caso de una de esas adquisiciones "de sal y agua para la blanquición" que se realiza "porque el pozo de la casa está seco", y ese mismo año se pagaron ocho sueldos a un tal maestre Agostino, probablemente un cañero de la villa, "por adobar los canales de agua" de la ceca'^^.

® I. Alexandra, J. Argüello, P. Dordio, (sgs. XIV-XVI)", I Simposium de Arqueología Libro de gastos de la ceca de Iglesias, « Libro de gastos de la ceca de Iglesias, 76

R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto Medieval. Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, p. 63. año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. l l r . año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, fF. lOr y l l r . FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Otro espacio auxiliar de las dependencias comunes debió de ser el constituido por aquellos lugares donde se vertían los residuos de ciertas operaciones; por ejemplo, en la ceca de Iglesias se contrató en 1355 "a dos maestros para hacer una fosa en la casa de la blanquición en la cual el blanqueador dre las aguas de la blanquición"; en cambio, la ceca de Barcelona usaba el puerto de la ciudad como lugar donde era vertida al mar la tierra sobrante de las lavaduras o afinaciones de la plata absorbida por crisoles y copelas durante los procesos de fundición'^^ Un rasgo común a todas las cecas bajomedievales de Europa fue el de incluir, junto a los espacios de uso exclusivamente laboral, otros destinados a albergar cuartos residenciales para sus oficiales. En efecto, algunos de los trabajadores de mayor cualificación y responsabilidad entre quienes ejercían su labor en las casas de moneda tenían, no ya la posibilidad, sino la obligación de residir permanentemente en el interior de sus muros, de forma que la existencia de espacios destinados a servir de habitación era obligada"^^. Así se puede observar en las casas de moneda de época moderna de las que se nos ha conservado algún plano (como las de Segovia, Potosí, etc.), y así ocurría también en el siglo XIV como viene a demostrar el ordenamiento de 1369, otorgado por Enrique II para la fabricación de moneda en Sevilla y Murcia, al afirmar que "estos dichos oficiales -se refería, en concreto, al maestro, ensayador, guardas, escribano, alcaldes y entallador- que estén residentes en la dicha moneda para fazer lo que ouieren de fazer cada vno de su oficio, de noche e de día, et sy non [...] que non les den los dichos salarios""^'. Esta costumbre se encuentra perfectamente testimoniada también en la ceca de Iglesias, donde conocemos la existencia de una casa que servía de residencia al maestro de la moneda de dicha instalación y que se menciona en repetidas ocasiones en los libros de gastos; por ejemplo, el 27 de junio de 1338 se mandó reparar "una cámara del palacio donde dormía el maestro, la cual era mal cubierta y ventosa" y, en 1355, fueron abonadas 32 fibras "a dos maestros picapedreros, por las obras que hicieron en la ceca en las casas donde solía estar el maestro de la moneda, con ocho carros de cal, tierra y agua"®*^. Libro de gastos de la ceca de Iglesias del año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 19r. Veánse los ejemplos aportados por P Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 8 y D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking Londres, 1988, especialmente pp. 113-114. L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 10. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RP, MR, leg. 2037, doc. n° 3; idem, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 18v. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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Bajomedieval

Por lo que respecta al número de estas instalaciones que funcionaron en la España bajomedieval, no es fácil saberlo. Parece que la capacidad de acuñación de Castilla creció rápidamente durante el siglo XV, pues Angus Mackay afirmaba que, a mediados de la década de los años 30, había en la Corona castellana cuatro cecas; en 1462, seis; y en 1470, unas 20. En el caso de la Corona de Aragón las hubo en las ciudades de Barcelona, Gerona, Valencia, Palma de Mallorca, Zaragoza, Vie, Perpiñán e Iglesias. Si este crecimiento en el número de cecas indica o no una mayor disponibilidad en recursos de oro y plata y un mayor volumen de moneda en circulación —y, por ende, de ritmo de fabricación— no es fácil de afirmar. Los factores políticos desempeñaron un papel importante en la multiplicación de las cecas y, sobre todo, desconocemos cuántas de ellas trabajaron simultáneamente de forma habitual, durante qué períodos de tiempo (es decir, si tenían o no un carácter estacional o periódico) y si fimcionaban al límite de su capacidad productiva, pues la existencia de un mayor o menor número de hornos no implicaba necesariamente su continuo aprovechamiento (que dependía, evidentemente, del ritmo al que era aportada la materia prima, es decir, el metal amonedable). Teniendo en cuenta todos estos factores, no parece que estemos en condiciones de poder afirmar nada definitivo sobre el ritmo de trabajo en las cecas bajomedievales hispanas ni, por lo tanto, sobre el volumen de producción monetaria. Mejor conocidos resultan los aspectos relacionados con su ubicación geográfica. A finales del siglo XV existieron en Portugal tres cecas importantes: Lisboa, Oporto y Évora; en Castilla había seis destacadas, Sevilla, Toledo, Burgos, La Coruña, Segovia y Cuenca, y muchas otras de menor capacidad de trabajo y que, probablemente con un carácter en muchos casos temporal, se fueron estableciendo en centros como Palencia, Valladolid, Toro, Medina del Campo, Coca, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ávila, Madrid, Ciudad Real, Jaén y Murcia, entre los años 1460 y 1500. Aunque el número de 150 cecas que a veces se ha dicho funcionaban en la Corona a fines del XV puede resultar exagerado, debemos tener en cuenta que no todas las licencias reales para su explotación habrán sobrevivido y que, junto a las grandes cecas, pudieron funcionar pequeñas casas de moneda, integradas por un escaso número de trabajadores y con un carácter semiprivado, como la testimoniada por el cronista Alonso de Palencia cuando narra cómo el conde de Benavente tenía la bendición regia para acuñar devaluadas monedas en Villalón*^^. En la Corona de Aragón, y durante el siglo XIV, M. J. Pimenta, Estudos de Historia monetària portuguesa, in Fifteenth-Century Castile, Londres, 1981, pp. 23-24 y 84.

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Lisboa, 1974, p. 101; A. Mackay, Money, Prices and

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funcionaron cecas en las capitales de los reinos que la integraban, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Palma de Mallorca, así como en algunas localidades menores, caso de Vie y Gerona. Fuera del estricto ámbito peninsular, también las encontramos instaladas en diversos territorios vecinos: Perpiñán en el sur de Francia, Castel de Cállar -ésta sólo de manera ocasional- y sobre todo. Iglesias en Cerdeña; Nápoles, en el sur de Italia. Las grandes cecas de ambas Coronas eran, desde luego, instalaciones estables, que ocupaban edificios propios durante todo el año y donde, con menor o mayor intensidad, se llevarían a cabo labores de manera ininterrumpida. Es sobradamente conocido cómo la ceca de Sevilla estuvo instalada en las inmediaciones de los Reales Alcázares hasta principios del siglo XVI, cuando se desplazó hasta el lugar que ha ocupado hasta nuestro siglo. Las casas de moneda de Sevilla, Toledo, Burgos y La Coruña contaban, en torno a 1460, con doce, nueve, siete y seis hornos respectivamente, lo que las convertía en las de mayor capacidad productiva de la Corona'^®. Sin embargo, puestas en relación con otras cecas europeas coetáneas, habrían tenido unas dimensiones relativamente modestas; por ejemplo, la ceca de Londres contaba entonces con treinta hornos y la de Provenza, instalada en el castillo de Saint Rémy con cuarenta hornos capaces de trabajar 2.000 libras de metal dianas^'^. Si tomamos en cuenta las estimaciones efectuadas por los mercaderes burgaleses que propusieron a Juan II la gestión de la ceca de Burgos en 1430 -para quienes, descontando días festivos, enfermedades, faltas de carbón y otras interrupciones inevitables, cada horno de una ceca castellana podía producir al año mil marcos de plata-, las cuatro mayores cecas de Castilla habrían tenido una capacidad de producción situada en torno a los 35.000 marcos anuales: los doce hornos de Sevilla podían producir 12.000 marcos; los nueve de Toledo, 9.000 marcos; los siete de Burgos, "y dos más que podrían añadirse", otros 9.000 marcos; y los seis pequeños de La Coruña, 5.000 marcos. Sin embargo, estos cálculos no sólo deben ser considerados muy teóricos -pues la producción de una ceca no sólo dependía de los días de trabajo, sino de la abundancia o escasez de materiales (carbón, metal amonedable, etc.) y del personal contratado- sino como

^^ A. Mackay, Money, Prices and Politics in Fifteenth-Century Castile, Londres, 1981, p. 24. ^^ Pero la diversidad en tamaño y capacidad de producción fue también la norma en Europa (R Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 10). FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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marcadamente optimistas, al garantizar el trabajo de 100.000 marcos de plata, sólo en la ceca de Burgos, en un período de diez años^°. Las cecas empleaban enormes recursos de materias primas y materiales consumibles. Dejando al margen el propio metal precioso que llegaba a las casas de moneda en forma de barras, vajillas o moneda vieja, y que podría ser considerado como la "materia prima" de mayor importancia y necesidad, había otros metales imprescindibles dentro del proceso de producción: plomo estéril para ensayar la plata, cobre en barra para contribuir a las aleaciones, hierro para fabricar pilas y troqueles (el utillaje de acuñación); lo mismo ocurría con determinadas sustancias minerales, como el tártaro o salitre (ácido nítrico) empleado en el proceso de blanquición o el polvo de ladrillo y la sal mineral que formaban parte del cimiento con que se refinaba el oro; y vegetales, entre los cuales el más destacado era, sin lugar a dudas, el carbón vegetal (de brezo, haya, pino y otras especies) que, como veremos más adelante, era empleado en grandes cantidades en los hornos de fundición, en las hornazas y en los ensayos. Incluso un material como el papel, empleado para anotar los registros de las compras, operaciones y emisiones llevadas a cabo en cada casa de moneda, era ampliamente consumido. Sería de extraordinario interés poder acercarse al conocimiento de estas compras en la Castilla bajomedieval, determinar de dónde venía y a quiénes se adquiría el metal precioso amonedado y quiénes, por qué medios, de qué lugares, se aportaban el resto de materias primas y productos que acabamos de mencionar. Desgraciadamente, por lo que hasta hoy conocemos sobre la documentación castellana conservada, nada de ello es posible; algo sabemos de estos temas por los libros de gastos de las cecas de Barcelona, Valencia e Iglesias, y entiendo que sería posible llevar a cabo una indagación de este tema en varias de las cecas de la antigua Corona de Aragón que los conservan, pero no así en el caso de las cecas castellanas, por el problema de carencia de fuentes adecuadas que señalábamos en el capítulo anterior. Hasta el punto de que Miguel Ángel Ladero Quesada calcula que las acuñaciones de todas las cecas castellanas, en el reinado de Enrique IV, no debían sobrepasar los 12.000 marcos anuales, mientras que Hamilton estimaba la producción de la ceca de Valencia a lo largo de 21 años por debajo de los 24.000 marcos y las de Navarra, en 100.000 marcos durante un período de cien años (M. A. Ladero, "El cargo de Diego Arias Dávila en 1462", Espacio, tiempo y forma, 1, 1988, p. 285; B. Hamilton, Money, Prices and Wages, pp. 210-212).

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ORGANIZACIÓN Y GESTIÓN EMPRESARIAL: ARRENDADORES Y TESORERO Desde el punto de vista de la gestión administrativa, cada casa de moneda constituía una industria independiente dirigida por un empresario o grupos de ellos que la tomaban a cargo durante algunos años, aportando el capital necesario para poneria en funcionamiento y la indispensable habilidad empresarial para obtener beneficios. Lógicamente, la licencia para encargarse de su funcionamiento era siempre concedida por la autoridad real, pues sólo a ella correspondía el privilegio de acuñación de moneda. Debemos tener en cuenta que la puesta en explotación de una casa de moneda exigía un considerable desembolso inicial, pues a cargo de los arrendadores quedaban todos ios aspectos relacionados con la contratación de obreros y monederos, salario de oficiales, mantenimiento de las instalaciones y adquisición de materiales de trabajo; claramente lo expresa el ordenamiento dictado por Enrique II en 1369, cuando concede licencia para "que vos los dichos arrendadores ayades esta renta con tal condÍ9Íón que podades tomar carbón efierroe azero e las otras cosas que fiieren menester para labrar las dichas monedas segund que sienpre se acostunbró tomar"^'. El arrendamiento de las cecas mediante el procedimiento de subasta al mejor postor fue el método más empleado para su explotación, por lo que casi todas ellas eran arrendadas por empresarios que buscaban beneficios. Hay que indicar que este método de arrendamiento no difiere esencialmente del que se urilizaba en otros terrenos, por ejemplo en el caso de impuestos reales como la alcabala, salvo por el hecho de que las casas de moneda, normalmente, se entregaban para períodos de tres o cuatro años, mientras que aquéllos solían ser arrendados con carácter anual; el método aseguraba la percepción adelantada de unos derechos fijos a la Corona y dejaba en manos de los particulares el sistema de obtención de mayores o menores márgenes empresariales^^. Sin embargo, dichos márgenes debieron existir pues de otra manera no podría ser entendido el mantenimiento de un L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 6. Peter Spufford asegura que en diversas casas de moneda buena parte del material y de los útiles de trabajo eran aportados por la Corona, quien se aseguraba así un mayor control del proceso (P. SpufFord, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 8); sin embargo, no parece haber sido éste el caso de las cecas castellanas donde, al margen de las inspecciones, más o menos frecuentes o minuciosas que pudieran ejercer los oficiales del monarca sobre los mstrumentos de trabajo, todos ellos parecen haber sido costeados directamente por los arrendadores o por su delegado, el tesorero. ^^ M. A. Ladero, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV,'Lii Laguna, 1973, pp. 145-158. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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sistema como el señalado, y se obtenían percibiendo de los particulares y mercaderes que acuñaban la moneda ciertos derechos que se empleaban para cubrir los gastos (compra de materias y salario de los trabajadores) y dejar beneficios. De estos derechos, una parte pasaba a la Hacienda regia en concepto de arrendamiento de la ceca y de los derechos de acuñación de la moneda; así, cuando Juan I arrendó en 1394 la ceca de Perpiñán, lo hizo por una renta de once sueldos por cada marco de oro labrado, de los cien mil que se pensaban trabajar^^ Según Joaquim Botet, en el caso de la Corona de Aragón, la mayor parte de los monederos que arrendaban la fabricación de moneda estaban asociados formando corporaciones y eran plateros de oficio^^; en ocasiones se ha dicho que, en Castilla, los arrendadores de algunas instalaciones pudieron ser miembros de la nobleza o de las oligarquías urbanas, que buscaban engrosar sus ingresos con los obtenidos gracias a la acuñación monetaria. Sin embargo, por lo que sabemos a través de la documentación consultada, los arrendadores de las casas de moneda fueron casi siempre mercaderes y hombres de negocio, que con frecuencia establecieron compañías o consorcios en los que la suma de varios capitales particulares permitía hacer frente al desembolso inicial que el arrendamiento y la puesta en explotación de una ceca exigían, y que estaba al alcance de muy pocos. Esta presencia generalizada de mercaderes al frente de las empresas de producción de moneda estuvo relacionada, sin duda, con los medios económicos de que disponían, a fines de la Edad Media, los grupos de grandes comerciantes; de hecho, el que la gestión de la casa de moneda de Burgos fuera solicitada en 1430 por un consorcio de mercaderes burgaleses seguramente debe ser puesto en relación no sólo con el hecho de ser vecinos de la ciudad, sino de pertenecer a uno de los grupos mercantiles más pujantes de la Corona^^ Sin embargo, la vinculación de los mercaderes con el arrendamiento y la gestión de las casas de moneda tuvo también relación con otro aspecto, sobre el que entiendo no se ha insistido lo suficiente, característico de este grupo social en época medieval; me refiero a la cualificación profesional necesaria para enfrentarse, no ya a los problemas derivados de la gestión de ^^ J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 357J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. XXXI. A. Mackay, Money, Prices and Politics in Fifteenth-Century Castile, Londres, 1981, p. 32. 84

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la ceca sino a aquellos otros relacionados con los propios procesos de trabajo. Como iremos viendo en las páginas siguientes, las operaciones llevadas a cabo en el interior de las casas de moneda constituían una de las labores de mayor exigencia científica de cuantas componían el conjunto de oficios artesanales de la época, no tanto por la dificultad técnica de algunas de sus operaciones (que también) como por el elevado grado de exigencia en lo tocante al control de la cantidad de metal trabajado y en la exactitud de la ley y del peso de las monedas, lo que implicaba hacer frente al manejo de pesos, registros contables, sistemas de medidas, operaciones matemáticas, para las que seguramente sólo los mercaderes experimentados estaban capacitados. De hecho, el desarrollo de las matemáticas y la transmisión de los procedimientos contables es un tema estrechamente vinculado a los manuales para mercaderes, y sin unos mínimos fundamentos de aritmética resultaba imposible ocuparse de la gestión de las cecas o desempeñar ciertos cargos de responsabilidad en su interior, particularmente los de maestro de moneda y ensayador. Cyril Smith comentaba hace algún tiempo, refiriéndose a la figura de Alvaro Alonso Barba, que no hubo en el siglo XVI un oficio más exigente desde el punto de vista científico y técnico que el de ensayador, y lo mismo cabe decir para el siglo XV en relación con los maestros de moneda de las cecas. Esta demanda de cualificación profesional, que hacia los encargados de las casas de moneda venía determinada por las mismas actividades desarrolladas en su interior, probablemente contribuyó a la extensión de un fenómeno, que ha sido documentado en diversas regiones europeas, consistente en que con frecuencia los empresarios arrendadores eran grandes mercaderes procedentes de un ámbito geográfico distinto de la localidad donde estaba instalada la ceca. Por ejemplo, un consorcio de mercaderes italianos, encabezado por los lombardos Ciño y Ranieri y un miembro de los Donad de Florencia, dirigió la ceca bohemia de Kutna Hora -ubicada en las cercanías de las famosas minas de plata- desde el año 1300; cuatro años antes, el monarca Felipe IV había nombrado al italiano Falco Galgani maestro de las cecas de Francia; y hasta principios del siglo XV la ceca de Londres estuvo usualmente en manos de italianos, así como muchas de Francia (por ejemplo la de Toulouse y otras de Provenza) y las de ciudades como Dublín, Breslavia o Lübeck. En esos años, la presencia de italianos sólo deja de registrarse en lugares donde las cecas tuvieron un tamaño más reducido, como en el caso de Escandinavia y ciertas zonas de Alemania. Esta ola de empresarios italianos fue FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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sustituida a fines de la Edad Media por empresarios locales que pudieron entonces conseguir por sí mismos el capital suficiente para operar a gran escala y los conocimientos imprescindibles^^ A pesar de la opinión antes mencionada de Botet, lo cierto es que cuando comenzamos a conocer este tema en el caso peninsular, en la segunda mitad del siglo XIV y durante el siglo XV, los mercaderes, en este caso de origen local, son quienes aparecen ya teniendo un cometido predominante. Por ejemplo, en 1399 el monarca portugués Juan I arrendaba el derecho de acuñación de moneda en la ceca de Oporto a un consorcio formado por algunos oficiales del almojarifazgo, el escribano de hacienda y un numeroso grupo de mercaderes; en noviembre de 1394 Juan I, "con expreso consentimiento de Berenguer de Cotilles, arrendador de las cecas de oro reales", arrendó a un consorcio formado por los mercaderes Arnau Dalos y Pere Cardona, de Barcelona, Pere Ferrer, de Solsona, y Bertrán Torrat, Pere Andreu y Pere Tequi, de Perpiñán, "la ceca y cecas de oro de su señoría de acá o de allá el mar", para acuñar "en la villa de Perpiñán o en otros cualquier lugares de los condados de Rosellón y Cerdaña" la moneda de oro llamada timbres de Aragón, "de ley de 23 quilates y medio y de talla de 58 y medio el marco de Perpiñán, hasta que batan cien mil marcos de oro fino a marco de Perpiñán". De igual forma, en Castilla y en el año 1430, un grupo de mercaderes burgaleses ofreció al monarca la posibilidad de gestionar la ceca de Burgos para trabajar 10.000 marcos de plata por año; en 1469 Enrique IV concedió al mercader burgalés Diego de Palencia el derecho de acuñar 7.000 marcos de plata en cuartos en la ceca de Burgos y, en abril de 1468, el mismo monarca había entregado a Juan de Salcedo los derechos reales y el control de todos los oficiales de la ceca de La Coruña. Ese mismo año creó la ceca de Toro, nombrando a Rodrigo de Ulloa tesorero vitalicio, con derecho a nombrar a todos los oficiales de la ceca; mientras que la ceca de Salamanca, tras su fundación, fue entregada a Pedro de Fuentiveros^^.

P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 17; M. Bompaire, E Dumas, Numismatique Médiévale, Turnhout, 2000, p. 510. Aunque Spufford ha destacado la presencia de los mercaderes italianos al frente de diversas cecas europeas como una cuestión de capacidad de inversión o medios económicos, cabría preguntarse si no habría intervenido también en ello la mayor cualificación técnica en el conocimiento de la moneda pues, como hemos tenido ocasión de poner de manifiesto, los manuales más desarrollados, tanto en lo tocante a prácticas comerciales y contables como a operaciones de aritmética, fueron los redactados en Italia, al menos entre los siglos XIII y XIV. ^^ M. J. Pimenta, Estudos de Historia monetària portuguesa, Lisboa, 1974, p. 94; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 356; A. Mackay, Money, Prices and Politics in Fifteenth-Century Castile, Londres, 1981, pp. 32 y 84. 76

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Sin embargo, quizá en los años anteriores, a lo largo de los siglos XIII y XIV, el papel de los estamentos privilegiados o de las colonias de mercaderes extranjeros fue más importante en este terreno, al ser los únicos cuyos medios económicos les permitían suscribir los arrendamientos de las casas de moneda; por ejemplo, en mayo de 1369, los derechos de acuñación de moneda en Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia fueron arrendados a García Fernández, camarero mayor del maestre de Santiago, ¡por 17.280.000 mrs.!, una canddad elevadísima para cualquier particular y quizá fuera del alcance para cualquier consorcio de mercaderes, por más integrantes que éste tuviera^«. Evidentemente, el principal beneficio que esperaban obtener los arrendadores de las cecas por el desembolso realizado era el de convertirse en los únicos que gozaran del privilegio de fundir la moneda antigua para hacer nuevas acuñaciones, cobrando por ello los derechos correspondientes. Las mismas ordenanzas que acabamos de citar afirman "que ninguno non sea osado de fundir moneda menuda de nouenos e coronados e de dos sueldos de los de fasta aquí en los dichos arzobispado e obispados saluo vos los dichos arrendadores, et sy non qualquier que la fondiere e ge lo prouaredes que lo maten por ello"; pero otro beneficio que éstos obtenían, y que suponemos ayudaba a recuperar la inversión realizada, era el de hacerse con el control de los cambios en la comarca donde estaba instalada. Las citadas ordenanzas de 1369 lo dejan claro al indicar "que todos los canbios de todas las comarcas sobredichas que los ayan los dichos arrendadores o los que ellos y pusieren, e que otro alguno non sea osado de poner canbio nin de trocar oro nin plata labrada nin por labrar nin bixelar nin otra moneda menuda, asy nouenos como coronados de los que son fechos fasta aquí"^'. Ello representaba, como es evidente, un doble beneficio, pues los ingresos no sólo se obtenían de los derechos de acuñación en la casa de moneda sino del arrendamiento de las tiendas de cambistas y de los propios cambios llevados a cabo en la ceca, que probablemente representaban una parte importante de dichos ingresos, teniendo en cuenta el volumen de operaciones comerciales que se efectuaban en cualquier ciudad. Y no cabe duda de que en ambas actividades (refundición y cambio de las monedas) hallaban los arrendadores sus fuentes de ingreso porque, aunque teóricamente las casas de moneda trabajaban L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 6. L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, pp. 5-6.

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para la Corona, en la práctica era una labor que realizaban -como ya hemos indicado- para los particulares, a quienes la legislación obligaba a refundir las monedas antiguas en acuñaciones nuevas pagando por ello el porcentaje establecido. Unas ordenanzas del reinado de Enrique II, datadas en 1373, indican "qualquiera que quisiere labrar su plata o su vellón, que lo traya a las casas de la moneda e que lo entregue a los que estudieren en cada vna de las dichas casas por fazedores maestros de la moneda, e que la reciban por peso e que fagan ensay dello, e la fundan e la tornen por peso a aquellos de quien la recibieren a respecto de las leyes e tallas sobredichas, pagando los sobredichos cuya fiiere la dicha plata o vellón las costas a los monederos e obreros e las otras costas acostunbradas que son necesarias para la labra de la dicha moneda; et sy los que troxieren la dicha plata o vellón quisieren estar presentes al ensay e al fondir, que estén para que sepan qué se faze de lo suyo e non entiendan que les fazen encubierta nin enganno"®°. Aunque los arrendadores (o arrendador, en el caso de que fuera sólo uno) fueron los grandes protagonistas de la puesta en marcha de la ceca, pues sin el capital por ellos aportado ésta no hubiera podido comenzar a trabajar, hay que decir que su papel quedó casi siempre limitado al de "socios capitalistas" de la empresa, sin observar una presencia continuada en el taller ni participar en las diversas operaciones que se llevaban a cabo -aunque conservando siempre su capacidad de inspección y de asesoramiento en los problemas que surgieran-. Normalmente, los arrendadores controlaban el negocio a través de un representante que actuaba, en la práctica, como una especie de factor y como máxima autoridad de la ceca. En la Corona de Aragón, y quizá en Castilla con anterioridad a fines del siglo XIV o principios del XV, esta función parece haber sido desempeñada por el propio maestro de la moneda, que actuaba no sólo como oficial de la ceca sino como encargado general de la misma; pero en la Corona castellana el oficio acabó teniendo una naturaleza específica y recibiendo el nombre de tesorero, que es el que aparece citado en las ordenanzas generales de la segunda mitad del siglo XV. Este tesorero sería nombrado por los arrendadores y era un auténtico representante de ellos en el interior de la ceca hasta el punto de que, en diversos textos de la época cuando se alude a las funciones que este cargo debía desempeñar, se habla siempre de que dichos cometidos sean asumidos por el "arrendador o L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 178; sobre las funciones de los arrendadores veáse también J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 440-441.

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tesorero", pues cabía la posibilidad de que el propio arrendador (por lo general uno de ellos, en nombre del consorcio) ejerciera el oficio personalmente. El tesorero en Castilla, el maestro de la moneda en Aragón, eran los responsables de todos los metales que entraban en la casa para ser labrados, de que las aleaciones, acuñaciones y registros se realizaran puntualmente y, por supuesto, de dar cuenta a la Corona o a los oficiales reales de la moneda labrada; cobraban las labores realizadas en la ceca a aquéllos que las solicitaban, de acuerdo con las tarifas estipuladas por el rey, y se hacían cargo, en nombre del arrendador o arrendadores, de los costes de locales, herramientas y pago de personal''^ Entre sus atribuciones figuraba también la de nombrar y destituir a los obreros y monederos de la ceca, es decir, a aquellos oficiales que no eran de nombramiento real y cuya contratación quedaba a cargo de los arrendadores. Las funciones desarrolladas por el tesorero eran, por un lado, de vigilancia y supervisión -estando presente a la realización de ciertas labores-; por otro, de gestión de los recursos económicos de la ceca -percepción de derechos y abono de salarios-; y, por último, de organización del personal laboral. Sus cometidos aparecen detallados en algunos de los ordenamientos sobre labra de moneda que se han conservado, entre los que destaca de forma particular el del monarca aragonés Alfonso V de 1419, en el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León y en las ordenanzas generales castellanas de 1471 y 1497^^. La primera de sus atribuciones consistía en custodiar los patrones y muestras por las que se regía el peso y la ley de los metales trabajados. Estas muestras solían ser proporcionadas por la autoridad real y servían para cotejar con ellas las monedas labradas en la ceca. Las ordenanzas de 1497 indican que el tesorero debía custodiar "un marco original, marcado de las nuestras armas reales segund nos está concertado, [que] porque no se gaste de mano en mano mandamos que esté guardado en una bolsa en el arca de los previlegios de la casa", marco con que el maestro de la moneda comprobaba el peso de la plata y del oro cuando eran recibidos en la ceca; y en el arrendamiento efectuado por Juan I de la ceca de Perpiñán en 1394 se declara que "para que los maestros y guardas de dicha cecas tengan orden, el rey ordena que del oro del florín de Florencia se haga de su parte M. D. Cabañas, "Notas sobre los monederos de Cuenca en el siglo XV", En la España Medieval, 21 \, 1982, p. 187. Algunas de ellas han sido señaladas por J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 443-446. FUNDACION 7UANELO TURRIANO


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una muestra real de la ley citada con la cual muestra los dichos maestros en la dicha ceca se hayan de regir, así en las aleaciones como en las libranzas"«^ Era igualmente el encargado de controlar los diversos procesos de trabajo por los que el oro o la plata pasaban en la ceca, desde la recepción del metal hasta la libranza de la moneda. Así, el ordenamiento de Alfonso V de 1419 dedica su primer capítulo, el relativo a las funciones del maestro de moneda, a la obligación que tenía este oficial de controlar todo el metal que llegaba a la ceca para ser monedeado, comprobando su peso y su ley, dando cuenta de él tanto a las autoridades regias como a los propios particulares que lo aportaban; las ordenanzas castellanas de 1471 mandan al tesorero custodiar una de las llaves del "arca de dos llaves" donde se encerraba dicho oro y la plata una vez "pesado por el maestro de balanza [...] e marcado del dicho mi ensayador"®^. Debía vigilar también la aleación de la moneda, pues el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro recomienda al tesorero ir "a do el maestro está aleando con el ensayador e con el escriuano", a fin de vigilar la correcta proporción de la aleación y hacer que el escribano tome nota de ella; además, podía obligar al ensayador a realizar hasta seis ensayos durante el transcurso de las diversas fases de producción, y éste se hallaba obligado a realizarlos "sy el tesorero ge la mandare fazer"«5. Una vez aleado el metal y reducido a plancha, era el encargado de distribuido entre los obreros y monederos, para que éstos procediesen a la talla de la moneda -recorte de cospeles- y a su posterior acuñación; debía estar presente en la comprobación de la "talla" o peso de las monedas, para ver si se ajustaban a lo ordenado y, a continuación, tomar los cospeles "del blanquegidor e [dados] a monedear a sus monederos fiables"«^ Concluido el proceso de amonedación, el tesorero-maestro de moneda recibía las monedas acuñadas (lo que en la terminología ordenancista recibía el nombre de "rendir el cuento") y velaba porque fiiera efectuada una rigurosa comprobación de que el peso de las monedas y cizallas aportadas por cada monedero coincidía con el del metal que se le entregó; por ejemplo, el ordenamiento de Cuenca de 1391 manda "que ningund monedero [...] sea osado de rendir " AGS, DC, Leg. 1. Git. E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 94; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 357. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 427; AGS, DC, Leg. 1. Cit. E R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 113. 85 Colegiata de San Isidoro de León, manuscrito 46, f. 132r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 223). AGS, DC, leg. 1. Cit. F. P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 113.

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el cuento al arrendador de las costas nin a otro alguno fasta que las guardas lo ayan visto sy es de talla e bien monedeado e que lo manden rendir"®^. Solía custodiar una llave del arca donde se depositaba la moneda de peso incorrecto hasta que fuera compensada; lo explican las ordenanzas de 1497 al ordenar que "para que se ajuste más el peso de las monedas y en la labor della se ponga mayor cuydado, mandamos que aya un arca con tres cerraduras de diferentes llaves que la una tenga el tesorero y otra los guardas en su aposento y la otra el escrivano de la casa de la moneda, en la qual se ponga y deposite todo lo que huviere de feble en la moneda de oro y plata que se labrase y fundiese, para que de allí se satisfagan los fuertes que huviese en la moneda que se fuere labrando como fuese sub^ediendo"««. Pero quizá la principal de sus misiones era abonar los salarios a los trabajadores de la ceca y cobrar de los parriculares los derechos de amonedación percibidos tanto por los arrendadores como por la autoridad real. Los sueldos abonados a los empleados de las cecas, como veremos más adelante, revestían dos modalidades diferentes: algunos oficiales percibían un salario mensual o periódico por su labor, en especial los de mayor cualificación y nombramiento real (caso de ensayadores, maestros, guardas, escribanos, etc.); mientras que otros, en general los capataces, obreros y monederos vinculados con el "trabajo manual", cobraban sobre porcentaje de la cantidad de metal labrado y sus emolumentos recibían el expresivo nombre de "braceaje"; el manuscrito 46 indica que cuando el escribano "ouiere fecho cuenta con cada vno" debía entregar a cada capataz, obrero o monedero un albalá especificando lo que habían de recibir, con el cual estos trabajadores "yrán al tesorero e pagarles an sus obras"^'. Por último, una vez que la plata o el oro aportado por los particulares se hallaba convertido en nuevas monedas, era el tesorero el oficial encargado de entregadas a sus legítimos propietarios. Como primer paso para efectuar dicha entrega, debía comprobar que efectivamente el peso de las J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 135

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monedas devueltas se ajustaba al de la cantidad de metal precioso entregada; así rezan las ordenanzas que, una vez terminadas las monedas, "las tome nuestro tesorero y las dé a los dueños en presencia del escriuano e oficiales, conviene a saber, el oro e plata por el mismo marco e precio que lo recibió y no por cuento". Y una vez libradas, tenía que percibir los derechos de acuñación, que debieron de resultar muy variables, según las diferentes épocas y emisiones concretas. Carecemos de referencias válidas que cubran los distintos períodos que abarca nuestro estudio y las distintas tipologías monetarias acuñadas; a falta de ello, valga como ejemplo lo contenido en el mandamiento dictado por Enrique IV para la acuñación de enriques de oro en la ceca de Madrid, que disponía que el tesorero, tras hacer entrega de las monedas a sus dueños una vez acuñadas, debía retener "tres enriques de cada cien para los derechos reales y las costas de la labra de la moneda"; mientras que las ordenanzas de 1497 indicaban que "quando los dichos nuestros tesoreros así entregaren a sus dueños las dichas monedas labradas, que retengan para ellos e para los otros offi^iales e para las otras costas, de cada un marco de oro que así entregaren un tomín e tres quartos de tomín de marco, e de cada marco de reales que así entregaren un real, para todas las costas de yuso contenidas, e de cada marco de vellón veynte e ^inco maravedís de dos blancas el maravedí"^®. El porcentaje tan diferente en la retención aplicada (un tres por ciento del total de la moneda emitida en el caso de los enriques de oro, algo menos del 0,44 por cieto en la moneda de oro citada en las ordenanzas de 1497), debe obedecer a que en este segundo caso no se incluyeron los derechos reales, sino tan sólo los de gastos de producción.

EL PERSONAL DE LA CECA Y SUS FUNCIONES El personal de la ceca estaba dividido en tres grandes grupos: por una parte se hallaban los oficiales responsables de la gestión, control y vigilancia del proceso; por la otra, los trabajadores especializados en determinadas funciones, bien de carácter técnico (fundidor, blanqueador) o de control (alcaldes, escribano); por último, y en tercer lugar, aparecen los artesanos no especializados, aunque 1468.07.06, AGS, EMR, leg. 655; y ordenanzas generales de 1497, AGS, DC, leg. 1. Cit. E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 189. 90

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a los que se exigía una cierta habilidad para recortar y acuñar las monedas, los llamados obreros y monederos, que integraban el personal asalariado de la ceca. Dentro del primer grupo destacan, como oficiales "cualificados" en el trabajo de los metales preciosos, el maestro de la moneda (que en ocasiones fiie también llamado maestro de la balanza o balanzario), el ensayador y los guardas. El maestro de la moneda era el encargado de hacer la aleación del metal con la ley exigida para cada emisión -puesto que el oro y la plata no pueden ser trabajados más que mezclados con cobre, para que aumente su dureza y resistencia- y de controlar la talla o el peso de las monedas; su firnción era paralela a la del ensayador, solo que en vez de asegurarse de la ley del metal mediante ensayo, se aseguraba de la talla mediante sucesivas pesadas del metal, lo cual implicaba la gestión de ponderales ajustados e instrumentos de medida. Sin embargo, en algunos momentos y territorios asumió competencias más amplias, cercanas a las que antes hemos examinado para el tesorero castellano, como en el caso de las cecas de la Corona de Aragón. La misión del ensayador consistía en comprobar la ley de los metales que llegaba a la ceca para ser amonedado (indispensable para abonar por ellos su justo precio), hacer diversos ensayos del metal durante el proceso de producción (para verificar que no se rebajaba la ley, restando oro o plata en alguna de las labores) y en garantizar que la ley de las monedas se ajustara al final, en el momento de la libranza, a lo ordenado por los monarcas para cada emisión concreta; como la determinación de la ley se hacía mediante la operación del ensayo -que, como veremos, abarca muy diversas técnicas según el metal precioso que se quiera afinar—, esta labor dio nombre al oficio. Los guardas debían impedir la apropiación de metal precioso por parte de los trabajadores en cualquier fase del proceso (para lo que necesitaban la ayuda del ensayador), controlar el uso de los troqueles e instrumentos de acuñación (evitando que pudieran utilizarse para falsificar moneda), custodiar los elementos de valor -tanto en forma de instrumentos de acuñación (cuños) como de pesas (marcos, dinerales)- y vigilar las muestras de cospeles o monedas conservadas garantizando la emisión a la que pertenecían. Estos tres oficios estaban estrechamente vinculados con el tesorero y eran muy numerosas las operaciones y procesos a las que asistían juntos los cuatro oficiales o parte de ellos; eran los oficios de mayor exigencia profesional, pues llevaban aparejada la necesidad de contar con amplios conocimientos matemáticos, de los sistemas de pesas y medidas y de las cualidades de los metales y sus FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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técnicas de trabajo, de forma que compartían la responsabilidad en todos los aspectos de la producción de moneda y ejercían funciones a un tiempo de carácter técnico, de vigilancia relacionada con la seguridad y de control administrativo. Ello explica que fueran cargos de nombramiento real y que tuvieran las más amplias competencias dentro de las casas de moneda; por lo mismo, y dado su especial protagonismo, son los cargos sobre los que tenemos un mayor volumen de información. En un segundo escalón, encontramos un grupo de oficiales que, sin llegar a desempeñar un papel de la importancia y la responsabilidad de los tres anteriores, se hallan un peldaño por arriba de los "trabajadores manuales" o artesanales de la ceca. Este segundo grupo, que ocupa una situación intermedia entre maestros, ensayadores y guardas (por arriba), y obreros y monederos (por abajo), estaba integrado por oficios muy distintos, algunos vinculados a las funciones de vigilancia y control, otros a labores puramente técnicas: escribanos, alcaldes, blanqueadores, fundidores, entalladores. Y, finalmente, hallamos a los auténticos trabajadores manuales, obreros y monederos.

Obreros, monederos y oficiales intermedios

El tercer grupo de operarios, del que acabamos de afirmar que constituía el escalón inferior entre los trabajadores de las cecas, era el integrado por quienes tenían la competencia de efectuar sobre el metal todas las operaciones necesarias para labrar las monedas. Se trataba de tres oficios básicamente: los capataces de las hornazas -el cap de fornala^e. se cita en los documentos catalanes—, encargados de cada uno de los hornos donde el metal aleado se reducía a plancha; los obreros y talladores que, dirigidos por el capataz de cada hornaza, adelgazaban la plancha de metal y recortaban los cospeles; y los monederos, que acuñaban la moneda mediante el uso de troqueles estampando sobre el cospel las figuras y leyendas correspondientes. Los dos primeros oficios trabajaban en las hornazas, donde tenía lugar tanto el adelgazamiento de la plancha como el recorte de los cospeles; como veremos más adelante, el maestro de la moneda era el encargado de entregarles el metal (en cantidad no superior a la que pudieran labrar en un día) y los guardas, los que recibían las piezas amonedadas (o marcos de metal "rendidos") y la cizalla sobrante del recorte y se aseguraban de su peso. Pero entre las manos de los obreros y aquéllas de los monederos, las piezas sufrían dos operaciones de importancia; por una parte, la comprobación del peso bajo la forma de "dineros prietos", es decir, antes de someterse a blanqueo y, por otra, el propio blanquimento y la posterior comprobación de 94

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la ley de los "dineros blancos" mediante ensayo, que se efectuaba a fin de comprobar el aumento que dicha ley había experimentado durante el tratamiento de blanquición. Sólo entonces el metal era entregado a los monederos, que lo recibían "por peso" y debían devolver la misma canddad que les había sido entregada. Tanto el ordenamiento de Enrique IV de 1471 como las ordenanzas de 1497 dejan muy clara la distinción entre obreros y monederos, al afirmar "porque más fiable se labre la moneda quando cada uno ordenadamente usa de sus ofiçios, por ende ordenamos e mandamos quel obrero no acunne las monedas ni el monedero no labre en las fornaças de los obreros, so pena quel que lo contrario fisiere que lo maten por ello"". La diferencia entre los dos primeros grupos de trabajadores y este tercero es evidente, no sólo en virtud de las fiinciones asignadas, sino porque los primeros eran de nombramiento real y no podían ejercer su oficio por delegación, mientras los segundos eran nombrados por el tesorero o arrendadores de la casa de moneda entre los habitantes de la ciudad o comarca donde se instalaba la ceca. Así, en unas ordenanzas sobre el arrendamiento de cecas dictadas en 1369, Enrique II indicaba "que puedan los arrendadores o el que lo ouiere de recabdar por ellos tomar e fazer de nueuo todos los obreros e monederos que en cada lugar fallaren e vieren que son menester a fazer, seyendo christianos e non de otra ley, saluo el escriuano e el ensayador e el de la balança e la guarda, que les pongamos nos e quien nos mandaremos, e estos dichos monederos que los puedan tomar de la comarca do fuere la moneda e non de otra parte del reyno"; del mismo modo, en el ordenamiento de 1297, Fernando IV nombraba al maestro, ensayador, guardas, escribano, fimdidor, alcaldes y entallador de la ceca de Murcia, dejando el resto de trabajadores a nombramiento del tesorero o arrendador de la moneda y advertía "que ninguno non sea osado de los embargar nin de les contrallar en ninguna cosa de su ofiçio, sinon cada vno vse de su ofiçio como yo mando, saluo ende el maestro et el ensayador que tengo por bien que non pongan otro ninguno por si, sinon quellos mismos vsen de sus

ofiçios"®^

En el mismo sentido se expresan diversos ordenamientos aragoneses. Por ejemplo, el dictado por Pedro III en 1285 para la acuñación de croats en Barcelona, en el que se indica que el príncipe que " Ordenanzas generales de 1497, AGS, DC, leg. 1. Cit. F. P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla Su historia Sevilla, 1992, p. 112. L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 5; J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, pp. 29-30. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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vaya a acuñar la moneda debe elegir "maestro de la moneda, que sea hombre leal y bueno, y que sea hombre que conozca de monedas y que sepa cuentas de monedas cómo se deben alear", debe nombrar igualmente "ensayador que haga los ensayos, que sea buen hombre y leal y que los sepa llevar a su punto, porque en el ensayador está la mayor fuerza de la lealtad de la moneda", y debe haber también "escribano que escriba bien y lealmente lo que pertenece a la moneda... hombre que sea pesador y tenga la balanza y pese bien y lealmente lo que pertenece... fundidor que sepa fiindir bien y lealmente a craza y a crisol... hombres que sepan blanquear los dineros cuando estén hechos... y dos hombres buenos que sean guardas, que sean buenos y leales y sepan la cuenta del alear", resumiendo así los oficios de nombramiento o designación real (o nombrados por el arrendador o maestro de ceca en representación de la autoridad pública) que laboraban en las casas de moneda^^. Así pues, mientras que los oficiales de mayor importancia eran nombrados por el monarca, los trabajadores no cualificados lo eran por los arrendadores o por el tesorero. Un buen número de estos nombramientos, relativos a las diversas cecas castellanas durante el siglo XV, se conservan en el legajo 655 de la sección de Escribanía Mayor de Rentas del Archivo General de Simancas. Las extensas relaciones de obreros y monederos, muchas de las cuales indican los oficios y lugares (aldeas o barrios) de residencia de dichos trabajadores, son sin duda de gran interés para quien desee reconstruir el origen o la extracción social o geográfica de estos oficiales, que formaban el grupo más numeroso de trabajadores de las cecas y contaban con ciertos privilegios en materia de exención de impuestos que hicieron dichos cargos muy deseables. Entre los primeros -oficiales con cometidos relacionados con el control social del trabajo— se hallaba, en primer lugar, el escribano. Como resulta evidente, el escribano llevaba el registro y la anotación puntual de todo cuanto se hacía en la ceca, pero su importancia no estriba únicamente en la obligación de estar presente (junto al ensayador, el maestro y los guardas) en la mayor parte de las operaciones de control y comprobación de las monedas, a fin de testimoniar sus resultados y redactar los correspondientes registros, sino en servir de agente de enlace con las autoridades reales, pues era él quien debía dar cuenta periódicamente a los agentes del fisco o a sus representantes

J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 270-271.

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de cuánto metal se labraba en la ceca y de cuántas emisiones de moneda se llevaban a cabo. Así se evidencia en un mandamiento de Enrique IV, dirigido al escribano de la casa de la moneda de Segovia, por el que se le obliga a estar presente en las diversas operaciones de control con el maestro de la balanza, el ensayador, el entallador y el fundidor, y a enviar cada cuatro meses al camarero real fe de todas las monedas que se labraron, declarando en qué dempo se labró, quién la hizo labrar, a cuánto "acudió el ensay" y de que ley talla y peso es, con juramento de los anteriores oficios'^ Las ordenanzas de 1497 establecían que el escribano debía estar presente "a todos los autos de que en nuestras leyes e ordenanzas se faze mención e que dé cunplida fe e verdadera de todos ellos e que de todo tenga su libro por donde se pueda saber la verdad de qualquier cuenta o auto o dubda que oviere". Este planteamiento general se corresponde con una amplia serie de atribuciones, algunas de las cuales aparecen recogidas en dichas ordenanzas y que coinciden, sustancialmente, con las testimoniadas en el manuscrito 46 y en los restantes ordenamientos de labra de moneda del siglo XIV. Por citar algunas de las más destacadas, cabe decir que sus funciones se enmarcan en dos obligaciones principales: estar presente junto al tesorero u otros oficiales en algunas operaciones de primordial importancia, a fin de poder dar testimonio de su correcta realización, y redactar los albalás o documentos que servían para acreditar la ley y talla de las monedas o la labor realizada por los oficiales. Entre las primeras, podemos citar la obligación de acudir, junto con el tesorero, al lugar donde el maestro realizaba la aleación; ir con el maestro y los guardas a tomar algunos cospeles blanqueados para proceder a su ensayo; acudir, también junto al maestro y los guardas, a efectuar la libranza (última comprobación de la talla de las monedas); estar presente en las entregas que el ensayador hacía de los metales ensayados al tesorero; en las entregas que los guardas hagan de los metales preparados para su acuñación al tesorero; o en la introducción de las muestras de cada emisión en la correspondiente arca. Entre las segundas, las relacionadas con la redacción de documentos concretos, se incluyen la de redactar los libros de registro, entregar a los trabajadores el albalá donde se reconocía su trabajo y que les servía para percibir sus derechos salariales, o la de redactar el albalá

1464.07.22, AGS, EMR, leg. 655. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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que se guardaba con las muestras del último ensayo de la moneda, indicando de qué ley, peso y día era tal obra'^. La necesidad de llevar diversos libros de registro aparece perfectamente documentada en el ordenamiento dado por Pedro III para la acuñación de croats en la ceca de Barcelona en 1285, al indicar que el escribano de la ceca debía "tener ocho libros, que son libro de compras, en que escriba toda la plata y el oro que el maestro compre, y libro de alear, y de fundición, y libro de obreros, y libro de monederos, y libro de blanqueador, y Ubro de hbranzas, y libro de gastos y salarios", lo que como vemos se corresponde perfectamente con los libros de registro de las distintas cecas que se conservan hoy en el Archivo de la Corona de Aragón'®. En relación con esta actividad del escribano o escribanos de la ceca de llevar los libros de registro y redactar actas notariales dando fe de los controles practicados, es necesario indicar que, lógicamente, para atender a este control, las casas de moneda fueron grandes consumidoras de papel, tinta y materiales escriptorios. Los libros de gastos de las cecas de Barcelona y de Iglesias contienen frecuentes referencias a la adquisición de estas materias. El papel era adquirido por manos o resmas y se utilizaba tanto para confeccionar los propios libros de registro ("dos manos de papel de los libros de la moneda" y "cuatro manos de papel para hacer libros de obras" se citan en la ceca de Barcelona en 1345 y 1353, respectivamente, y 105 manos de papel "para hacer los libros de la ceca" en la de Iglesias en 1355) como para anotar los registros de ensayos, las emisiones y cuantos documentos se redactaban ("una mano de papel de Valencia para poner los derechos de los ensayos" y un "manual para escribir los gastos menudos" aparecen mencionados en la ceca de Barcelona en 1353); rara vez se nos indica su procedencia y sólo en el caso citado de Barcelona se dice que procedía de Valencia, quizá de Játiva, que ya en estas fechas era el gran centro productor de la Corona. En cualquier caso, lo que sí resulta habitual es que se indique el precio al que se adquiere''^. Junto al papel aparecen " J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 462-463; Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 133r-136v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo,N2}\'ì.ào\\A, 2000, pp. 224-226); Ordenanzas generales de 1497, AGS, DC, leg.l. Cit. ER Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 133. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p- 270. Entre otras muchas menciones podemos destacar las siguientes: una resma de papel, una libra (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. Iv); cinco manos de papel de forma pequeñay dos manos de papel de los libros de la moneda (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, fF. 4r y 7r); cuatro manos de papel para hacer libros de obras, una mano de papel de Valencia para poner los derechos de los ensayos, un manual para escribir los gastos menudos (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, fF. 2v y 17r); 105 manos de papel para hacer los libros de la ceca a razón de 3 sueldos 6 dineros cada mano. 96

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otros materiales necesarios para el ejercicio de la función que los escribanos tenían encomendada. Por ejemplo, dnta de escritura'«, tijeras con que se recortaban los pliegos de papel para formar las hojas de escritura, cajas en las que se custodiaban los libros y, sobre todo, pergaminos y correas de cuero con las que se realizaban las encuademaciones''. En algunas cecas, al margen del escribano, existió la figura del contador que tendría como cometido la realización de cuentas y la redacción de hbros de gastos. Por ejemplo, en la ceca de Iglesias se cita, además de maestro de moneda, ensayador y escribano, a un tal lohán López, contador, en 1326'°°. Dentro de este mismo grupo de oficiales se encuadraba también la actividad llevada a cabo por los alcaldes de la ceca, encargados de la vigilancia policial y de seguridad en su interior; según el ordenamiento de Alfonso V de 1419, los responsables de la ceca debían "elegir dos oficiales llamados alcaldes para ejercer la jurisdicción por el dicho señor rey sobre todos los oficiales de la ceca, de forma que quienes lo sean un año no puedan volver a serlo hasta pasados dos. Ellos serán jueces de todas las causas civiles y criminales que se produzcan en la ceca, salvo que no puedan dictar sentencia de muerte o mutilación"'"'. Cargos de rango equivalente eran los de fundidor, capataz, blanqueador y entallador. El fundidor era el oficial encargado de fundir los metales y de producir en los hornos de fiindición los rieles o barras con la aleación adecuada para fabricar los cospeles; en la ceca de Oporto la fundición de 17 sueldos 6 dineros, y tres manos de papel para los libros, 17 sueldos (libro de gastos de la ceca de Iglesias año 1355 ACA RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 1 Ir-v). Por citar alguna de sus numerosas menciones: por tinta de escribir, dos dineros (libro de gastos de la ceca de Iglesias año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. 3v); tinta en diversas veces (libro de gastos de la ceca de Barcelona año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 6r). Unas tijeras para cortar papel en la mesa del tesoro, tres sueldos (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 16v); una caja de tener los libros de la moneda (libro de gastos de la ceca de Barcelona,' año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 6r); siete pergaminos de cubiertas de libros, 13 sueldos 4 dineros; un pergamino de cubierta, 1 sueldo 4 dineros (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f£ I v y 16v); un pergamino de cubiertas de libros (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 7r); pergaminos para hacer las cubiertas de los dichos libros, 14 sueldos 8 dineros; seis correas de cuero para encuadernar los dichos libros, 1 sueldo (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA RP, MR leg. 2055, doc. no 1, £ llr-v). ' ' ' Libros de libranzas de la ceca de Iglesias, años 1326-1327, ACA, RP, MR, leg. 2026, docs. n° 5 y 6. "" J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 433; algunas de las funciones asumidas por los alcaldes de las cecas castellanas pueden verse en J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 450. En las ordenanzas de la segunda mitad del siglo XV aparecen alguaciles y merinos ayudando a los alcaldes en su labor (Ibidem, p. 452). FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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los metales era realizada por un fundidor al mando de un equipo compuesto por dos foleiros, encargados de los fuelles, y

Y2,VIOS

fornaceiros

o ayudantes; y en la Venecia de 1377 se cita el oficio de

infonditore de la moneda'"^. En cada hornaza (de las que existían en cada instalación un número variable, según el tamaño e importancia de la propia ceca y según fueran puestas todas o no en funcionamiento en virtud de la cantidad de metal labrado) trabajaba un grupo de obreros bajo el mando de un capataz. El capataz de la hornaza es, como hemos visto, un oficio imprescindible en la ceca; a cada capataz, el maestro entregaba una parte alícuota de los rieles salidos de la fundición, de forma que estuviera garantizado el reparto equitativo del trabajo entre todos los obreros y a él correspondía vigilar que el adelgazamiento de la plancha fuera realizado de forma correcta. El capataz estaba al mando de los hornos donde se recalentaba el metal para producir la plancha y recortar los cospeles, tenía en su poder la llave de la sala donde dicho horno se hallaba y bajo sus órdenes trabajaban por lo menos tres obreros en cada hornaza'"'. El blanqueador o blanquecedor tenía a su cargo el departamento donde se llevaba a cabo el blanquimento o blanquición de la moneda - y en algunos casos, por ejemplo en los libros catalanes de 1382, es designado por el término de "coloreador", pues como vimos al citar los libros de registro la operación de blanquear la moneda era también llamada a veces colorear-'®^. El entallador era el responsable de la fabricación y mantenimiento de pilas y troqueles, es decir, de los cuños o instrumentos de acuñación y solía ser un herrero experimentado en estas labores. Según el ordenamiento de Alfonso IV de 1419 en cada casa de moneda debía haber "un buen hombre que haga oficio de entallador, que talle los hierros de la moneda, y dar buen recaudo, con conocimiento de maestro y guardas, que no vaya la moneda de la ceca mal monedeada por culpa de malos hierros [...] el maestro de la ceca está obligado a dar al entallador una casa, dentro de la moneda, en la cual pueda labrar los dichos hierros y en la cual, en su caja, pueda tener los punzones. Y que cada vez que talle hierros sea obligado a entregarlos a los guardas con inventario ante el escribano"; en 1. Alexandra, J. Argüello, P. Dordio, R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto (sgs. XIV-XVI)", / Simposium de Arqueología Medieval Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, p. 67; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 466. J. M. Pimenta, Estudos de História monetària portuguesa, Lisboa, 1974, pp. 106 y 145. Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1, f. 154r y ss. Las funciones asumidas por estos oficios en las cecas castellanas bajomedievales han sido destacadas por J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 455-456 (blanqueador), 456-459 (capataz). 98

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las ordenanzas castellanas de 1471 y 1497 aparece igualmente citado como encargado de fabricar los instrumentos con que se acuñan las monedas'°5. Otros oficiales intermedios aparecen citados, de forma eventual, en los libros de las cecas. Entre los oficiales de la ceca de Barcelona en 1422 aparecen, además del maestro, guardas (dos), ensayadores (dos), escribano, fundidor, maestro de balanza y blanqueador, un "conservador" de la ceca (cuyas funciones se ignoran), dos "trossellers" o troqueleros (probablemente, entalladores de cuños), un "entallador" del oro y otro de la plata (posiblemente, los talladores u obreros que recortaban los cospeles) y un "coloreador" del oro que blanquearía las monedas de oro'®"^. Todos estos fueron oficios comunes a las diferentes cecas europeas de la Baja Edad Media y recibían nombres similares. Los fiindidores son llamados smelteres en Borgoña, melters en Londres, fonditores en Nápoles, mestres da fundigao en Oporto; los blanqueadores son designados por el término colorisuers en la ceca de Holanda, blanchers en Londres, imblanchitores en Reggio Emilia, branquadores en Oporto; los entalladores son conocidos como intagliatores en Reggio Emilia, abridores dos cunhos en Oporto'"^. En el caso de la Corona castellana, encontramos un elevado número de nombramientos individuales de estos oficiales de ceca, la mayor parte de ellos referidos a los tres grandes oficios de las casas de moneda (ensayador, maestro, guardas), pero algunos destinados a los menos relevantes de fimdidor, blanquicidor o blanqueador, escribano; de 1462 es el nombramiento efectuado a favor de Alfonso Rodríguez de Madrid, vecino de Segovia, del oficio de fundidor y blanquecedor de la moneda de Segovia, para que pueda fundir "todo el oro plata e vellón e los otros metales que fueren necesarios", tenga cargo de "blanquecer, dorar y dar color" a las monedas y de comprar todo el carbón que filerà necesario para las fiindiciones salvo lo que se hubiere de gastar en el oficio de ensaya-

"" J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 432; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 474. En otras ocasiones, el oficio aparece citado por el nombre de tallador, como ocurre en la ceca de Iglesias (libro de gastos de la ceca de Iglesias, años 1324 y 1355, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. lOvyleg. 2055, doc. n° 1, f. 19r). Pero es conveniente no utilizar dicho término pues podría prestar a confusión con la misma palabra que a veces sirve para designar a los obreros que recortan o "tallan" los cospeles. Josef Salat, Tratado de las monedas labradas en elprincipado de Cataluña, Barcelona, 1818 (reed. Madrid, 1982), p. 52. Lo que da idea del grado de similitud existente en toda la Europa medieval en la realización de estas labores (P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", y L. Travaini, "Mint organization in Italy between the twelfi:h and fourteenth centuries: a survey", ambos en Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, pp. 14 y 47-48; I. Alexandra, J. Argiiello, P. Dordio, R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto (sgs. XIV-XVI)", I Simposium de Arqueología Medieval Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, p. 67). FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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dor para hacer ensayos^°^ La única excepción a esta regla general para el nombramiento de oficios ocurría en aquellos casos, no demasiado infirecuentes, en que el monarca concedía al tesorero, de fijrma expresa, licencia para el nombramiento de estos oficiales; así lo hizo Enrique IV en 1459 en la casa de moneda de Cuenca, cuando encomendó al tesorero Alfonso de Cota la contratación de „109 alcaldes, maestro, escribano, ensayador, entallador, guardas y restantes trabajadores' En cualquier caso, los principales oficios de las casas de moneda eran puestos muy solicitados y que contaban con una ampÜa demanda; ya fuera por sus condiciones salariales, ya por los privilegios y exenciones de tributos a que daban derecho, quién sabe incluso si por conceder algún reheve social, lo cierto es que nunca debieron faltar alicientes para desempeñar estos cargos. La mejor demostración de ello la encontramos en la costumbre, documentada por Miguel Ángel Ladero al menos para el reinado de Enrique IV, de que los particulares que recibían del monarca el nombramiento para ocupar algunos de éstos que hemos dado en llamar "puestos de responsabilidad" en las casas de moneda, solían enviar a la Cámara Real como reconocimiento por el nombramiento obtenido cuantiosas cantidades de dinero en una costumbre que se parece mucho a la venta de estos oficios públicos entre los particulares y con la que se obtenía un humilde pero continuado complemento de los ingresos de la Corona"®.

El maestro de la moneda

Uno de los cargos más importantes de las casas de moneda, quizá el principal junto con el de ensayador, era el llamado maestro. Dada la diversidad de sus funciones, este cargo comenzó siendo denominado en Castilla "maestro de la moneda" y así aparece en los ordenamientos y en los textos legales de los siglos XIII y XIV, pero probablemente a consecuencia de la importancia que tenía una de sus funciones, como era la comprobación de la talla o del peso de las monedas, esa faceta 1462.04.06, AGS, EMR, leg. 655. "" M. D. Cabañas, "Notas sobre los monederos de Cuenca en el siglo XV", En la España Medieval, 2/1, 1982, p. 185. "" Por ejemplo, en 1462, el tesorero de la casa de moneda de La Coruña pagó 600 doblas como "reconocimiento" por haber sido nombrado para el oficio; el fundidor de la ceca de Sevilla, 400 doblas; los guardas y el ensayador de la misma casa, 300 doblas cada uno; y el blanqueador, 200, cantidades algo más que simbólicas que revertían a la Hacienda Real (M. A. Ladero Quesada, "El cargo de Diego Arias Dávila en 1462", Espacio, Tiempo y Forma, 1, 1988, pp. 281-282). lOO

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concreta de su labor determinó que desde comienzos del siglo XV el nombre con el que suele aparecer mencionado (por ejemplo, en las ordenanzas de 1471 y 1497) sea el de "maestro de la balanza" o balanzario. Probablemente ambos nombres se utilizaron indistintamente en la época, como parece demostrar la cita realizada en el manuscrito 46 que, al describir las funciones de este oficial, comienza diciendo "el maestro de la moneda, que es maestro de la valança, deue vsar en esta manera""', con todo, durante los siglos XIII y XIV el término más urilizado es el de maestro de la moneda, mientras que en las centurias XV y XVI lo fue más el de maestro de la balanza. En la Corona de Aragón fue siempre designado maestro de la moneda, pero sus funciones parecen haber sido más amplias que en el caso castellano, pues se asimilan también a las del tesorero, como ya hemos tenido ocasión de poner de relieve. El de maestro fue un cargo común a todas las cecas bajomedievales europeas, como comunes ftieron sus fimciones de aleación y comprobación del peso de la moneda y la obligatoriedad de realizar el trabajo por sí mismo, sin poder delegado en una tercera persona. Así, el Tractatus Nova Monete, redactado en Inglaterra hacia 1280, define el comerido del maestro en estos términos: "Es función del maestro buscar y comprar billón y plata, y aleado, y todos los detalles de la fabricación de moneda, y también el gobierno y control de sus trabajadores y monederos, de forma que todo lo perteneciente al ejercicio de su oficio no puede ser realizado por nadie más que por él mismo"; y las ordenanzas de Toulouse de 1347 también destacan su función de aleador de la moneda; funciones plenamente coincidentes con las que esta figura llevaba a cabo en las casas de moneda de Castilla, si le añadimos la del control de la talla y del peso de las monedas"^. Entre los principales cometidos desempeñados por el maestro, y por seguir un cierto orden "cronológico" dentro de las múltiples funciones que llevaba a cabo en relación con el proceso de amonedación, se hallaba, en ptimer lugar, el de la recepción del metal precioso, es decir, el de hacerse cargo de las par-

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 133v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 224). Ch. Johnson, The De Moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres, 1956, p. 77; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 439 y 454-455. El ordenamiento castellano de 1297 insiste igualmente en que el maestro lleve a cabo su oficio de manera personal (J. Torres Pontes (Ed.), Documentos de Fernando IV Murcia, 1980, p. 30).

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tidas de oro y de plata que llegaban a la casa de moneda para ser trabajadas. Aunque en esta recepción participaba también el tesorero (en el caso castellano), que debía controlar el proceso y abonar a los propietarios del metal el valor estiptilado por su compra, el maestro se hacía cargo de la comprobación del peso de dicho metal en las balanzas habilitadas a dicho fin en la sala de compra de cada ceca, lo que unido a la ley determinada por el ensayador, proporcionaba al tesorero la indicación del precio que se debía pagar por los metales. Las ordenanzas de la ceca de Valencia del siglo XV, mandaban que todo el oro que entrara en la casa de moneda fiiera recibido por el maestro de la ceca, quien debía cuidar de que el escribano anotara puntualmente en su libro de registro el peso y ley del metal, quién lo había traído y el día que fiie recibido, a fin de poder abonar su precio a los propietarios; disposición semejante a la recogida por el ordenamiento castellano de 1297, cuando indica que "el maestro reciba la plata et el camio et el byion que troxieren a la moneda ante el mio escriuano""'. Ya tuvimos ocasión de exponer cómo muchos de estos libros se han conservado para la ceca de Barcelona y otras cecas bajomedievales de la Corona de Aragón, y cómo a través de ellos es posible conocer quiénes traían oro o plata a las casas de moneda y el precio que se pagaba por dichos metales en cada momento"^. Otra fijnción del maestro de moneda, que tenía lugar una vez recibidos los metales, era la de efectuar su aleación ajustada a la ley (es decir, al porcentaje de oro-plata o de plata-cobre) con que cada tipo o cada emisión concreta de monedas debían ser acuñadas. La aleación era, junto con la comprobación del peso y la talla de las piezas, la flinción principal del maestro; en la Corona de Aragón, los ordenamientos de Pedro III de 1285 y de Jaime II de 1308 especifican que el maestro de moneda debía alear en presencia de los guardas, mientras que en la de Castilla, el manuscrito 46 indica que, una vez efectuada la aleación, el maestro debía llevar la muestra hasta la fundición (en compañía de guardas, ensayador y escribano) para que el fundidor la conociera, "e que esté allí fasta que la ley sea fundida, porque el fundidor non pueda fazer malicia ninguna" durante el proceso de preparación de los rieles"^. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologa Catalana, 24, 1936, pp. 119-120; J.Torres Pontes (Ed.), Documentos de Femando ]V,ÌA\XTÓ2,, 1980, p. 28. A este tema dedicò un trabajo, hace ya algún tiempo, F. Udina, "La ceca de Barcelona en tiempos de Fernando de Antequera y de Alfonso el Magnánimo", Numisma, 34, 1958, pp. 37-47. J. Pellicer i Bru, "Aportació a l'estudi deis mestres de la moneda a les seques de la Corona catalano aragonesa fins a 1500", Numisma, 120-131, 1974, p. 443; Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 134r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 224).

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Una vez preparados los rieles o barras en la fundición y comprobada, mediante ensayo, su correcta ley -como veremos en el apartado sobre el ensayo, era admitida en la composición una tolerancia de uno o dos granos-, el maestro debía repartir dicho metal entre los capataces de las hornazas para que procedieran a labrar la plancha de donde se recortaban las monedas. El metal fundido era repartido entre los capataces a partes iguales, a fin de que todos ellos pudieran trabajar la misma cantidad de metal, lo que dependía evidentemente del número de hornos presente en cada ceca (como hemos visto, en la Castilla bajomedieval lo normal fue que cada casa de moneda contara con entre dos y cinco) y del propio volumen de oro o plata trabajados. Esta función del maestro, expresada en el manuscnto 46 en el caso de la Corona de Castilla, queda también consignada por las ordenanzas de la ceca de Valencia cuando dicen que el maestro debe "librar los deles a los obreros a peso" una vez que el ensayo "esté hecho y hallado justo de ley", y por el ordenamiento de Pedro III de 1285 cuando indica que, una vez realizado el ensayo, el maestro "debe librar los rieles a los obreros, después de pesados por el maestro de balanza"'"^. Una vez recortados y recibido el blanquimento, efectuadas las correspondientes comprobaciones de peso y ley, los cospeles volvían nuevamente al maestro para que éste los repartiera entre los monederos. Las ordenanzas de la ceca de Valencia indican que, si se trataba de moneda menuda (de vellón), el maestro la debía librar a los monederos a peso, mientras que si era moneda gruesa de plata u oro, debía dada a peso y a cuenta (es decir, especificando el número de cospeles entregados)"^. En cualquier caso, todos los ordenamientos de la época insisten en que no se entregue a cada obrero ni a cada monedero más metal del que pudiese trabajar durante el día, para llevar un mejor control del metal precioso. La indicación de "que ningund monedero non tome cuento más de quanto pudiere monedear e rendir al día, nin sea osado de rendir el cuento al maestro nin a otro ninguno fasta que las guardas lo ayan visto sy es de talla e bien monedeado e lo manden rendir" se recoge en distintos ordenamientos castellanos, como el de Lorca de 1297 o el de Cuenca de 1391 Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 134r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 224); E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 113; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 271. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 114. J. Torres Pontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 135. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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Pero, por encima de estas fiinciones de recepción del metal, aleación y reparto entre obreros y monederos, los textos legales hacen especial hincapié en la vigilancia que el maestro debe asumir sobre el control de la talla o, lo que es lo mismo, sobre el peso de las monedas. La operación de la talla, referida en la época al recorte que los obreros efectuaban de los cospeles sobre la plancha de metal (de donde procede el que, en ocasiones, estos obreros o parte de ellos, los especializados en "tallar" los cospeles, fiieran conocidos por el nombre de talladores -término que no debemos confiindir con el de "entallador" de cuños y aparejos de acuñación-), constituía uno de los momentos esenciales de todo el proceso de fabricación de la moneda, pues de dicho recorte dependía específicamente la "talla" de la moneda, es decir, que las piezas tuvieran el peso justo ordenado por el monarca para cada emisión. En este senrido, el maestro era responsable de dos aspectos distintos relacionados con la talla: por un lado, debía entregar a los obreros el conjunto de dinerales (es decir, de pesas) que servían para que los obreros pudieran comprobar la corrección de las piezas que estaban "tallando"; estas pesas o dinerales eran preparadas por el propio maestro, de acuerdo con la talla a que se debía labrar, y repartidas junto con las planchas de metal entre los obreros para recortar los cospeles. En segundo lugar, una vez recortados los cospeles y devueltos a los guardas (en forma de contrapeso o conjunto de dineros, es decir, de cospeles o discos planos axin sin acuñar), el maestro estaba también encargado de efectuar la "libranza" o "deliberan^a" de las monedas, comprobando su peso en las balanzas habilitadas para ello (donde usaba el mismo contrapeso o dinerales que habían devuelto los obreros), certificando cuándo estaba todo correcto o anotando cuándo los cospeles venían faltos de peso (febles) o sobrantes (fiiertes) y obhgando a compensar los citados feblaje o fortaleza mediante el añadido de cospeles de signo contrario en la siguiente emisión. La importancia de esta misión justifica plenamente el hecho que antes resaltábamos de que terminara por imponerse el uso del nombre de balanzario o maestro de la balanza para este oficial, pues todo lo relacionado con el uso de los ponderales y la ponderación de la moneda constituía el núcleo central de su trabajo (en unión, quizá, de la propia aleación, que era una operación no menos importante, por más que los textos legales de la época no le dediquen tanta atención). Dentro de esta fimción, un aspecto básico era el de la preparación de esas pesas o dinerales con que se verificaba la talla de las monedas. Era ésta una labor especialmente delicada, pues la exigencia de exac104

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titud en la talla de cada moneda era muy estricta, de forma que el maestro debía preparar tres tipos de dinerales, los ajustados con precisión a la talla o peso de la moneda, y aquellos otros que, por exceso o por defecto, recogían el margen de tolerancia establecido en el peso de las monedas (dinerales de peso algo inferior al ordenado, para las monedas febles, o algo superior, para las Riertes). La misión de preparar y entregar los dinerales aparece recogida en diversos textos castellanos de la época; el manuscrito 46 indica que el maestro debe mandar a los obreros "a qué talle han de labrar e deueles dar los dinerales a que tallen los talladores de las fornazas, los íliertes, los febles e los derechos"; mientras que, casi dos siglos después, las ordenanzas de 1497 dirán "que el dicho maestro de balança de cada una de las dichas casas dé a los dichos capatazes e obreros dinerales que sean justos e que vengan a la talla por nos ordenada, por donde ellos salven e tallen las dichas monedas de oro e plata" Pero la operación más importante era la denominada hbranza, consistente en realizar la úldma pesada para la comprobación del correcto peso de las monedas. Esta pesada se efectuaba con cospeles, es decir, sobre los llamados dineros prietos, antes de ser blanqueados y acuñados. Para ello el maestro de la moneda, en presencia del tesorero, escribano, ensayador y guardas, procedía a tomar al azar varias monedas de cada clase y comprobar que se ajustaban al peso debido. La forma de realizar esta comprobación aparece recogida en términos similares en todos los textos castellanos de la Baja Edad Media. La examinamos más adelante, en el apartado correspondiente a los controles llevados a cabo sobre la producción monetaria. En algunas cecas europeas, los maestros de la moneda ponían sus propias señales sobre las monedas acuñadas, probablemente para garantizar que su peso o su ley habían sido comprobados y se hallaban dentro de los límites permitidos; esta costumbre ha sido documentada por Josep Pellicer en algunas cecas de la Corona de Aragón, como las de Sicilia, Mallorca y Valencia, donde aparecen señales de maestros en monedas datadas en 1282, 1304 y 1480'^°. Sin embargo, nada indican sobre

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 134v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 225); F. R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 157. Las ordenanzas de la ceca de Toulouse de 1347, citadas por Julio Torres, ordenan custodiar los dinerales feble, derecho y fuerte para pesar la moneda (J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 511). J. Pellicer i Bru, "Aportació a l'estudi deis mestres de la moneda a les seques de la Corona catalano aragonesa fins a 1500", Numisma, 120-131, 1974, p. 443; Glosario de maestros de ceca y ensayadores (siglos XIII-XX), Madrid, 1997. -FUNDACION ^UANELO TURRIANO


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este particular los textos legales castellanos, ni siquiera los más tardíos y completos, como las ordenanzas de 1497, de forma que resulta dudosa su aplicación en la Castilla medieval, donde su uso, junto al de las marcas de ensayadores, no parece generalizarse hasta el siglo XVI. En todo caso, sí existieron las marcas que identificaban el taller de procedencia; en Castilla se solía usar la primera letra del nombre de la ciudad, lo que provocó confusión entre las piezas de Sevilla y Segovia, por lo que se comenzó a utilizar un pequeño acueducto en las piezas segovianas a partir de 1455'^'.

El ensayador

El ensayador era uno de los oficiales imprescindibles en toda casa de moneda, pues de él dependía la comprobación de la ley de los metales preciosos mediante los muy diversos procedimientos técnicos empleados para el oro y los menos variados de la plata. Era uno de los oficios —el que más, junto con el de maestro de la moneda— que exigía mayor cualificación técnica y, como quiera que todo su trabajo se basaba en el dominio del "arte de los metales", por lo general ocupaban los puestos de ensayador plateros de reconocido prestigio y experiencia profesional; así lo tenemos testimoniado en la mayor parte de los nombramientos conservados del siglo XV -como el del platero Diego Álvarez en la casa de moneda de Cuenca en 1475— y así lo ha demostrado María del Mar Royo, a lo largo del siglo XVI, para el caso concreto de la ceca de Cuenca'^^. No fije hasta 1588 cuando, mediante Real Cédula emitida en San Lorenzo del Escorial en 2 de julio, Felipe II, además de regular todo el procedimiento técnico del ensayo, creara la figura de ensayador mayor del reino, que tendría que residir en Madrid y examinar minuciosamente y aprobar a cada uno de los ensayadores de las cecas'^'. Las funciones del ensayador giraban en torno a dos únicos temas: la realización de los ensayos para controlar y verificar la ley del metal, ensayos que se debían efectuar en varias fases del proceso a fin G. Murray, El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 74. 1475.05.19, AGS, RGS, f. 465; M. M. Royo Martínez, "Datos documentales sobre plateros y ensayadores que trabajaron en la ceca de Cuenca en el siglo XVI", Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 68, 1997, pp. 143-165. Quizá el mejor ejemplo de lo que decimos sea el propio Juan de Arfe y Villafañe, platero y orfebre extraordinario, autor de famosas custodias y obras de arte y del manual Quilatador de oro, plata y piedras, y que fue durante sus últimos años ensayador de la ceca de Segovia. G. Murray, El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 78. La cédula ha sido transcrita por R. Romero, "Dos experimentos acuñadores en Madrid: las pruebas de Miguel de la Cerda y Diego de Astor en las casas de Jacome Trezzo", Numisma, 233, 1993, p. 200.

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de poder descubrir, en el caso de que se produjera, en qué momento había tenido lugar el fraude y quién lo había cometido; y el registro de la ley de la moneda ensayada, que debía de ser cuidadosamente anotado, de manera que quedase testimonio de él en la ceca junto con alguna muestra de metal por si se deseaba comprobar la veracidad de sus resultados'^"^. Los ordenamientos y textos de la época establecen cuatro o cinco ensayos de control que debían ser realizados obligatoriamente durante el proceso de fabricación de la moneda: al recibir el metal en la ceca, a fin de poder abonar el precio justo por él; tras la primera fundición y obtención de los rieles, para comprobar que la aleación ha sido realizada a la ley ordenada; tras la reducción del metal a plancha en las hornazas y el recorte de los cospeles; en algún caso, tras recibir el blanquimento; y siempre tras estar las monedas acuñadas y listas para su emisión. El ordenamiento de Alfonso V de 1419 establece que el ensayador, además de comprobar la ley de los metales adquiridos, debe hacer un ensayo de los rieles tras su fiindición y de las monedas dispuestas para ser emitidas: "Después que sea aleada por el maestro y librada por el maestro y los guardas al fundidor, después que la plata sea fundida y hecha rieles, tome junto con los guardas un riel de cada crisol y haga ensayo de cada uno de los dichos rieles y si comprueba que va a ley de 11 dineros, o 2 granos más o menos, puede dar licencia al maestro para que la libre a los obreros. Y más adelante el ensayador ha de hacer el dicho ensayo de la libranza de la dicha plata cuando sea hecha moneda, y si es encontrada a ley de 11 dineros, 2 granos más o menos, debe autorizar la libranza. Y después, al final del año, el ensayador debe hacer ensayo de todas las levadas que se hallen en la caja de los encierros en presencia de maestro, guardas y escribano"'^^. Todos estos ensayos debía hacerlos el ensayador "por su soldada", es decir, por el salario que percibía en la ceca; según el manuscrito 46, por dicho salario el ensayador quedaba obligado a la realización de hasta seis ensayos, si el tesorero así se lo demandaba, pues ya hemos indicado que, en cada fase, podía ser efectuado un segundo ensayo cuando el primero arrojaba un resultado distinto del esperado. Suponemos que si se veía obligado a efectuar un número de ensayos superior a seis (podían sumar ocho si en cada ocasión había que recurrir a una doble prueba), los restantes le serian J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 460-461. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 431. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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abonados aparte, como le eran abonados, al precio de 6 mrs. cada uno, los ensayos que realizaba para mercaderes u otros particulares que deseaban ejercer un control personal sobre el proceso de amonedación del metal que habían entregado a la casa de moneda. Un tema que debemos plantear, en relación con las competencias de los ensayadores de moneda, es el relativo a las señales o marcas que éstos colocaban sobre las piezas acuñadas para garantizar su ley. Es bien conocida esta costumbre, ampliamente extendida en las cecas castellanas durante la época moderna, que aparece ya mencionada en las ordenanzas de 1497, donde se dispone "que cada ensayador faga poner en cada pie^a una señal suya por donde se conozca quien fizo el ensay de aquella m o n e d a " E s t a s marcas, que solían consistir en pequeñas representaciones figurativas o en la inclusión en la moneda de las propias siglas del ensayador, eran colocadas en el momento de efectuarse la acuñación; como al llevar a cabo la acuñación de los cospeles ya se habían hecho todas las comprobaciones relativas a la talla y ley de las monedas, era perfectamente posible incluir, entre los punzones de que se componían los cuños, estas siglas o marcas personales que suponían una cierta garantía adicional en las emisiones. Muchas de estas marcas se conservan en piezas emitidas durante el período bajomedieval y la época moderna, y algunas son hoy conocidas y perfectamente datables'^^. Pero dado que ni en el manuscrito 46 ni en ninguno de los ordenamientos castellanos del siglo XIV hasta la fecha publicados aparece referencia a la colocación de dichos signos, parece legítimo preguntarnos si, en Castilla y con anterioridad a mediados del siglo XV —fecha a partir de la cual el mandamiento para su colocación se incluye ya, de manera expresa, en las ordenanzas sobre fabricación de moneda—,

AGS, DC, leg. 1. Cit. E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su Ustoria, Sevilla, 1992, p. 143 y G. Murray, El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 75. Un gran número de ellas han sido estudiadas por Josep Pellicer; entre las documentadas en Castilla a fines de la Edad Media podemos citar: en la ceca de Burgos y anteriores a 1530, un círculo, una caldera, una venera, un aspa, dos estrellas y una hoja de perejil; en la de Cuenca, una hoja de perejil, una flor de lis, dos estrellas, hoja de perejil y estrella, documentadas antes de 1506, y como siglas de ensayador una P y una I, antes de 1520; en La Coruña aparecen las siglas de ensayador A y AS antes de 1540; en Segovia, P y F antes de 1520; y en Toledo, la hoja de yedra y la cruz antes de 1530 (J. Pellicer i Bru, Glosario de maestros de ceca y ensayadores (siglos XIII-XX), 2^^ ed., Madrid, 1997). Otra amplia muestra de marcas de ensayo, tanto en forma de figuras como de siglas, relacionadas con los nombres de los ensayadores que trabajaron en aquella ceca entre los siglos XVII y XIX, se pueden consultar en el trabajo de Glenn Murray, "Guía de los marcos acuñados y ensayadores de la casa de la moneda de Madrid, 1615-1868", Numisma, 233, 1993, pp. 295-387.

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SU estampación sobre las monedas no habría tenido más bien un carácter voluntario, llevándose a cabo en ciertas ocasiones o por ciertos ensayadores y no por el común de ellos. Sí es claro que en dichos siglos se añadía ya a las monedas, de forma obligatoria, la marca propia de cada ceca, pero a la pregunta sobre si las marcas de ensayadores tenían o no el mismo carácter de obligatoriedad sólo el desarrollo de nuevas y más completas investigaciones permitirá dar respuesta.

Los guardas

Como en el caso de los maestros, las funciones de los guardas de las casas de moneda aparecen explicitadas en el Tractatus NovaMonetehñtimco

de 1280, que las define en estos términos: "El cometido

del guarda es conocer y registrar el ensayo, el peso y todo aquello por lo que la fineza de la moneda puede ser probada y conocida... es también su deber supremo, en persona o por diputado, con la mayor diligencia custodiar en cada lugar, y en manos del entallador o grabador de cuños, los cuños para la moneda y vigilar que los dineros sean correctamente acuñados con los cuños... está también obligado a guardar los dineros después de su acuñación, con toda diligencia y cuidado, los cuales no deben salir de su custodia de ninguna forma hasta que los hayan librado mediante ensayo"'^®. Las funciones de los guardas eran complementarias de las llevadas a cabo por el maestro y por el ensayador; como ya hemos indicado, asistían juntos, con frecuencia, a ciertas operaciones de control, actuando como una especie de testigos que verificaban los resultados obtenidos (en las comprobaciones de la ley, del peso, etc.) y el correcto asiento de los resultados en los libros de registro y albalaes por parte del escribano. Ejercían una especie de vigilancia sobre todos estos procesos de control, cuidaban de la conservación del metal precioso y de la calidad de la moneda acuñada y, sobre todo, desempeñaban la custodia directa de los instrumentos y piezas de valor en el interior de las cecas, por ejemplo, de los útiles de acuñación y de los fragmentos de moneda conservados para una eventual comprobación de las emisiones. Venían a constituir una especie de pohcía o cuerpo de seguridad de los aspectos puramente laborales o técnicos del trabajo, mientras que los alcaldes asumían las funciones de vigilancia relacionadas con la seguridad común'^'. ''' Ch. Johnson, The De Moneta of Nicholas Oresme J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación

English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, p. 77. de moneda, pp. 467-469.

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La primera de sus funciones era la de someter a un estrecho control y vigilancia el metal amonedable, garantizando que el oro y la plata entregados por los particulares a su llegada a la ceca se correspondía justamente con la cantidad de metal amonedado. Así, vigilaban que no se produjeran pérdidas de metal en ninguno de los procesos llevados a cabo en el interior de la ceca (fundición, talla, ensayos); una vez que los obreros habían devuelto el contrapeso, debían llevar los cospeles recortados al maestro para que verificase el peso, tanto de los cospeles como de la cizalla o metal sobrante de los recortes. El escribano anotaba cuidadosamente lo que cada obrero había traído labrado en forma de cospeles y lo que había traído hecho cizalla (virutas procedentes de dichos recortes), lo comparaba con la cantidad de metal que se le había entregado, y daba a los capataces un documento por el que se les pagaba la obra que habían realizado. Esta función, que aparece recogida en el manuscrito 46, se menciona igualmente en las ordenanzas de la ceca valenciana al disponer que "cuando los guardas hayan reconocido la moneda, los obreros la deben librar al maestro de la ceca, y así como han tomado los rieles a peso, deben tornar la moneda y la cizalla a peso, y si falta algo lo deben pagar los obreros y el escribano debe escribir cuánta es la obra hecha y cuánta la cizalla"''®. También debían vigilar que los talladores u obreros que recortaban los cospeles trabajasen bien, haciendo buena talla, monedas con bordes derechos y bien labradas, de manera que, como indica el manuscrito 46, "non ayan leydos nin cortos, nin fuertes nin febles, nin mal monedeados nin trasalidos e sy los fallaren deuenlos tajar", disposición que se repite en los mismos términos en los ordenamientos de 1297, 1334 y 1391, en el caso de Castilla -"que caten los dineros que sean bien fechos et linpios et bien monedeados, et los que fallaren mal fechos o laydos o cortos o quebrados o pieza menos o trasalidos o mal engranados o mal monedeados que los tajen"—, y en las ordenanzas de la ceca de Valencia, en el caso de la Corona de Aragón -al ordenar que cuando los monederos hayan amonedado las piezas deben llevarlas a los guardas para que éstos comprueben si la moneda "está bien amonedada que no sea arri^ogada ni referida ni muy corta"—"'. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 135r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 225); F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 113. ™ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 136v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226); J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres Fontes, "La ceca murciana

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Estas funciones aparecen muy bien reflejadas, para el caso de la Corona de Aragón, en el ordenamiento de Alfonso V de 1419; este reglamento especifica que, cuando se haga moneda de oro, los guardas "estarán encargados de hacer prueba del oro que traiga la gente y mercaderes cuando se haga moneda de oro, mediante ensayo con aguafuerte; y hacer la prueba en la libranza de la moneda, hasta un cuarto de quilate más o menos de ley; y controlar el oro que entra en la fundición y comprobar que sale a ley ordenada; ver cómo acaban los obreros la moneda, cómo se hace la blanquición y si los monederos la monedean bien, y luego si será bien coloreada y después reconocer si está en peso y tocar y cotejar con la toca (el toque) real o ensayarla con el ensayador y ver que sea de ley, un cuarto de quilate más o menos"; y, cuando se haga moneda de plata, indica que los guardas "deben estar presentes cuando el maestro aleara la plata con cobre o billón y ver cómo la plata pasa a la liga y verla meter al fuego; y cuando esté fimdida y lanzada por rieles, de cada cata o de cada crisol deben tomar un riel y meterlos en una caja bien guardados hasta que haga su ensayo el ensayador; y cuando estén hechos los rieles y probada la ley, junto al maestro y al maestro de la balanza deben hbrar los dichos rieles a peso a los obreros; cuando los obreros hayan obrado la moneda deben reconocer si está a peso y bien hecha, si es fuerte o feble, gruesa o delgada, y deben anotar cuántos marcos serán en peso y cuántas piezas en número por marco, para aprobar que sea librada, permitiendo fortaleza o feblaje hasta un dinero por marco y en lo grueso o delgado dos granos por marco, y toda la moneda que exceda de dichos márgenes la deben romper"'^^. Pero quizá tenía mayor relieve, entre los cometidos desempeñados por los guardas, la custodia de los diversos instrumentos de precisión y materiales de valor de la ceca. Por ejemplo, ellos eran quienes debían recibir el contrapeso de los obreros, una vez finalizada la talla de las monedas, y custodiar los dinerales. Como hemos indicado, el contrapeso o conjunto de dinerales conforme a los que se efectuaba el recorte de los cospeles, era entregado cada día a los talladores por el maestro, pero era devuelto a los guardas al finalizar su labor diaria. Los guardas debían vigilar que los obreros devolvieran el contrapeso tal y como les fue entregado, sin mezcla de otro metal ni defecto alguno, sin añadidos de piedras, tierra u otra suciedad; el manuscrito 46 indica que los guardas en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges offerts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 135; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 114. '^^J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 428-429. FUNDACIÓN JUANELO j TURRIANO


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debían vigilar "la çizalla que linpia venga, que no venga ay mucha lix, y el contrapeso que non venga otrogado", mientras que los ordenamientos de 1297, 1334 y 1391 insisten en que "ningund obrero non sea osado de cargar el contrapes nin de traerlo ante las guardas moiado nin cargado de tierra nin de çisco... e que el obrero nin monedero que troxiere en el contrapes o en el cuento o en las cizallas del contrapes o del cuento mezcla ninguna de otra ley, que muera por ello; et que ningún obrero nin monedero que sacare contrapes o cuento fiiera de la moneda et fiixiere con él, que muera por ello""'. Además, los guardas estaban encargados no sólo de vigilar que los obreros entregaban los dinerales y que éstos eran devueltos en las mismas condiciones de limpieza y precisión en que fiieron librados, sino que debían comprobar periódicamente que dichos dinerales se ajustaban al peso correcto y no se habían desgastado con el uso o habían sido sustituidos para provocar un fi:aude. El manuscrito 46 explica muy bien esta misión al indicar que los guardas deben comprobar que los dinerales correctos, los febles y los fuertes, llevan su peso ajustado, compensando unos con otros (febles y fuertes) en aquellos casos en que la variación sea escasa, o llevándolos al capataz de las hornazas para volver a fundirlos y hacerlos de nuevo, en aquellos otros casos en que la variación sea muy grande (igual que se hacía con los propios cospeles)""^. Del mismo modo que se encargaban de la custodia de los dinerales, eran también los guardas los encargados de vigilar y hacer afinar las pesas y balanzas de precisión con que se verificaban la talla y la ley de las monedas. Así se recoge en el ordenamiento de Lorca de 1297, cuando indica "et el maestro et las guardas et el escriuano que concierten cada mes los marcos de la librança et los otros marcos et balanças que fueren en la moneda et caten que sean buenos et derechos como yo mando""'. Los guardas estaban también encargados de la vigilancia y control sobre los aparejos de acuñación que fabricaban los entalladores, de manera que entre sus funciones se encontraba tanto la de "re™ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 136v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226); J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J.Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges o f f e r t s à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 135. Colegiata de San Isidoro de León, manuscrito 46, f. 136v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226). J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 28. 114

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querir los entalladores de los aparejos porque fagan buena t a l l a " c o m o recoger cada día de los monederos los cuños que habían utilizado para su l a b o r ' o conservar y custodiar, en el interior de la ceca, los aparejos de acuñación, evitando apropiaciones indebidas que podían dar lugar a posteriores falsificaciones de moneda'^^ Así, en los ordenamientos de 1297 y 1334 podemos leer "que ayan otra arca en la moneda en que tengan las guardas los parejos et los parejos que los tomen las guardas del entallador por cuenta et por recabdo et los den por cuenta et por recabdo"; del mismo modo, las ordenanzas de Valencia dicen que las guardas "deben custodiar los hierros con que monedean y los deben librar a los monederos cada día que amoneden y cuanto hayan amonedado los cobren los guardas y los metan en sus cajas", y el ordenamiento de Alfonso V de 1419 afirma que los guardas "deben tener los hierros con que deben monedear, los cuales recibirán del entallador con inventario, y deben librarlos a los monederos cada día que monedearan y cuando hayan amonedado que los recojan y guarden en una caja... y cuando los hierros no sean buenos para obrar, en presencia del maestro, entallador y escribano, los deben destruir de forma que no puedan servir para monedear"'^'. En algunas cecas europeas esta fiinción de custodiar los troqueles era propia del entallador, que no sólo asumía el trabajo de preparar los punzones y cuños sino que era responsable de su uso cada mañana por los monederos y de guardarlos cada noche; sin embargo, en Londres había vigilantes separados para los troqueles, mientras que en otros lugares, como la Francia del siglo Xin, era fiinción de los guardas como ocurría en la península Ibérica'^®. Según Glenn Murray, la fabricación y custodia de los cuños era la clave más importante de todo el proceso de fabricación de moneda, pues de ellos dependía evitar las falsificaciones''^'. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 137r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226). Las ordenanzas de 1497 indicaban que "el monedero que resabíete aparejos para amonedar que no los tornare en ese mismo día... que muera por ello" (AGS, DC, leg. 1. Cit. E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 95); y el ordenamiento portugués de Juan I para la ceca de Oporto mandaba a los obreros entregar los cuños que les habían sido dados para acuñar al final de cada día (J. M. Pimenta, Estudos de Historia monetària portuguesa, Lisboa, 1974, p. 146). J. M. Pimenta, Estudos de Historia monetaria portuguesa, Lisboa, 1974, p. 107 y nota 25. J. Torres Pontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres Pontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges o f f e r t s à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310; R Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 114; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 429. P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 14. "" G. Murray, El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 63. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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También tenían entre sus atribuciones la de recoger muestras del metal trabajado, en las distintas fases del proceso, de forma que fiiera posible justificar, ante posibles inspecciones de los gentes reales o cualquier otra eventualidad, la ley y el peso de las monedas. Por ejemplo, debían conservar una muestra de los rieles obtenidos en la fimdición, que luego eran reducidos a plancha, lo que se refleja en las ordenanzas de la ceca valenciana al indicar "cuando la plata pase a la liga, deben estar los guardas viendo como se fimde en crisol o en cazo [craza], y cuando esté fiindido y lanzado por rieles sobre tablas de piedra, de cada crisol o cazo deben tomar los guardas un riel y guardarlos en una caja hasta que haga ensayo de ellos el ensayador"; y debían guardar una muestra de los "dineros blancos", es decir, de las piezas ya blanqueadas, que no eran vueltas a pesar sino tan sólo sometidas a ensayo. De dichas piezas terminadas, aún sin acuñar, los guardas debían tomar la muestra en proporción de un dinero por cada diez marcos de plata labrados en la ceca y guardarlos junto con las muestras de los ensayos, de forma que fijera posible saber, en cualquier momento, el número de marcos, es decir, la cantidad de plata labrada en la casa de moneda. Esta disposición se encuentra igualmente en las ordenanzas de la ceca de Valencia cuando mandan que, una vez amonedada, los monederos debían llevar a los guardas dos monedas, una para hacer el último ensayo con el que se anotaba la ley de las monedas, y otra para ser guardada en un papel donde se escribía el día de la emisión y la libranza a la que pertenecía, según describimos más abajo, en el apartado dedicado a los ensayadores. Esta disposición se repite en el ordenamiento de Alfonso V de 1419, al indicar que los guardas "deben tomar de cada jornal una moneda por decena de marcos y después el ensayador debe tomar de todas esas monedas cogidas por los guardas de cada jornal y cortar por medio con tijera y de cada una tomar la mitad hasta peso de media onza o de una onza y debe pesarla ante los guardas, maestro y escribano, y después meterla en la copela y cuando la haya llevado a su punto mostrarla a los guardas y éstos decir si la moneda se puede o no librar... después deben tomar toda la dicha moneda y hacerla pesar en la balanza, decir que lleva de fuerte o de feble, ver la ley del ensayo y si está según la ley deben licenciar la moneda, y después librarla justa de ley y peso"'^^. Aunque este oficio aparece casi siempre con el nombre de "guarda de la moneda", y así se recoge en la mayor parte de los nombramientos documentados -valga como muestra el de Gonzalo de Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 137r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226); F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 112; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 430.

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Salamanca como guarda de la moneda de Segovia en 1462-, en alguna ocasión fue también designado con el nombre de veedor, nombre que no parece responder a un oficio diferente, sino a la aplicación a los guardas de las casas de moneda de Castilla de un nombre que, a fines del siglo XV, era habitualmente utilizado en dicha Corona para referirse a quienes ejercían el control y la vigilancia sobre las diversas corporaciones profesionales; así parece deducirse de las funciones asignadas a uno de estos veedores en la moneda de Segovia quien, según lo especificado en su nombramiento, debía estar presente en los ensayos, aleaciones, libranza de monedas, talla de los aparejos -"que den buenos cuños y aparejos para monedear las dichas monedas tales que por defecto dellos no salgan mal monedeadas ni ve9udas ni trasalidas a los monederos"- y control de la talla de las monedas -"de forma que si fueren más fuertes o febles de lo permitido las haga cizalla"-, que son funciones que coinciden estrictamente con las apuntadas en los ordenamientos emitidos para la labra de moneda'^'. En definitiva, todas estas funciones de los guardas quedan resumidas, de alguna manera, en las ordenanzas castellanas de 1497 cuando dicen "que los guardas de cada una de las dichas casas tengan cargo de triar la moneda... e pesar las piezas de oro e plata una a una, e fazer la cuenta del encerramiento, e estar presente quando se fiziere el ensay dél, e guardar los cuños cada noche, e tener libro en que asienten las libran9as a quién e en qué día... que las guardas tengan una arca para que tengan todos los aparejos para monedear... e que reconozcan los aparejos con que monedean los monederos si son buenos e bien tallados, e no les consientan monedear con malos aparejos quebrados ni desgranados... que los dichos monederos que las sellaren las lleven a enseñar a las dichas nuestras guardas, a los quales mandamos que las vean si están bien selladas e acuñadas e si están bien redondas"'^"^. Los guardas representaban el máximo puesto de vigilancia y control dentro de la ceca y actuaban bajo la directa supervisión del tesorero, maestro de moneda o representante de los arrendadores de los derechos de acuñación. En algunas cecas europeas está documentada la figura de los contraguardas, oficiales que representaban los intereses de las comunidades de mercaderes que eran los primeros clientes de las cecas; estos hombres, que solían ser mercaderes ellos mismos, recibían

1466.05.15, AGS, EMR, leg. 655. Nombramiento a favor de Gonzalo de Salamanca, de dicha vecindad, del oficio de guarda de la moneda de Segovia en 1462.07.22, AGS, EMR, leg. 655. 144 AGS, DC, leg. 1. Cit. E R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 130. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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un pequeño porcentaje de cada cliente y a veces tenían que pagar una tasa anual a las autoridades locales, y su cometido era el de actuar como una especie de "vigilantes de los vigilantes", en nombre de los particulares que usaban los servicios de la ceca. Como complemento de estos guardas y sobreguardas, existieron en los diferentes estados europeos de la época unos supervisores generales de todas las cecas de ese territorio; en 1411 fiie nombrado en Provenza un conservateur et visiteur de la monnaie, título que más tarde sería sustituido por el de maestro general; en Génova, la vigilancia general estaba en manos del u j f í c i mercanzie, mientras que en Florencia era ejercida por el ufficiale della zecca-, incluso en Cataluña está documentado un maestro general en 1398'^^. Pero ningún cargo homologable aparece claramente mencionado en las casas de moneda de la Corona de Castilla; quizá sea posible poner la figura del contraguarda en relación con la de los "sobreguardas" que aparecen citados en las ordenanzas castellanas del siglo XV, aunque de momento no tenemos ninguna seguridad sobre este extremo, ni sobre la existencia de un visitador o maestro general de las cecas de la Corona de Castilla a fines de la Edad Media. Al margen de la vigilancia interna ejercida por los propios oficiales pertenecientes al personal de las casas de moneda, el control general de las cecas parece haber sido ejercido en Castilla por el camarero real y, a través de él, por el principal departamento financiero de la Corona que era la Cámara de Cuentas, y en Aragón por el maestre racional, como encargado de la Hacienda regia; dicho control se ejercía requiriendo que flieran rendidas cuentas periódicamente por uno o más oficiales de cada ceca y comprobando, mediante ensayo de alguna de las muestras conservadas y escogida al azar, la ley y la talla de la moneda fabricada; los gobernantes aspiraban a convertir estos chequeos en regulares, cada tres meses, aunque en la práctica eran más espaciados. La primera descripción de este procedimiento en Inglaterra está incluida en el Tractatus Nova Monete àe. 1280 y, con ligeras variantes, fij.e aplicado en todos los países europeos durante la Baja Edad Media. En Castilla ya hemos citado el mandamiento de Enrique IV, dirigido al escribano de la casa de la moneda de Segovia, por el que se obligaba al tesorero de dicha ceca "a enviar cada cuatro meses al camarero real fe de todas las monedas que se labraron, declarando en qué tiempo se labró, quien la hizo labrar, a cuánto acudió el ensay y de que ley, talla y peso es, con juramento del maestro. "" P. SpufFord, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Techniques, Oxford, 1988, pp. 8 y l 3 . 116

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ensayador y escribano"; en 1394 Juan I ordenaba que el maestro de la moneda, el escribano o los guardas de la ceca de Perpiñán, fiieran obligados a dar cuenta, de cuatro en cuatro meses, de toda la moneda librada en dicho tiempo''^'". La Cámara Real debía recibir también los derechos reales, abonados por las acuñaciones realizadas en cada ceca, pero como esas empresas solían estar arrendadas los derechos no siempre llegaban de forma directa, sino a través de los importes previamente satisfechos por los arrendadores de las casas de moneda; quizá ello pueda explicar por qué aparecen tan escasas menciones sobre ingresos procedentes de los derechos percibidos por acuñación de moneda en las cuentas de la Hacienda Real castellana''®^.

SALARIOS Y CONDICIONES DE TRABAJO Como indicamos con anterioridad, el salario percibido por los oficiales de la ceca era abonado en forma de sueldo mensual, mientras que el de los trabajadores manuales (obreros, monederos) lo era en porcentaje a la cantidad de metal labrado y, por consiguiente, al trabajo realizado. Era una muestra más de las profiindas diferencias existentes entre ambas categorías de trabajadores, que venía a añadirse a las que ya vimos en su momento. En cuanto a los primeros, y por los datos que tenemos de la Corona de Castilla (expresados en algunos ordenamientos de moneda del siglo XIV), el oficial mejor pagado era el maestro de la moneda; éste recibe un salario, en el ordenamiento de 1297, de 250 mrs. mensuales y, en el de 1369, de 10 mrs. diarios (también en el entorno de los 240 mrs. al mes, si consideramos semanas de seis días laborables); ahora bien, mientras que en el primer ordenamiento es el oficial mejor pagado (muy por encima de los 170 mrs. al mes del ensayador, que es el oficial que le sigue en el importe de sus retribuciones), en el de 1369 su salario es idéntico al percibido por el ensayador y el escribano. De cualquier forma, se le cita siempre en primer lugar, lo que resulta revelador de su importancia. Tras el maestro de la moneda, se sitúa el ensayador, con sueldo notablemente más 1464.07.22, AGS, EMR, leg. 655; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 357. M. A. Ladero Quesada, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV, 1.2. Laguna, 1973, p. 185. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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bajo en el ordenamiento de 1297 (170 mrs. mensuales), pero idéntico en el de 1369 (en torno a 240 mrs. mensuales). Otros oficios bien pagados en 1297 son los guardas (150 mrs. mensuales) y el fimdidor (150 mrs. mensuales), sustituidos en 1369 por los oficios de escribano y entallador (fabricante de cuños), que perciben el mismo salario que el maestro de la moneda y el ensayador'^®. En las ordenanzas de 1497 hay también un apartado sobre "derechos de los oficiales", donde los salarios de estos cargos se abonan, como en el caso de obreros y monederos, en función de la cantidad de moneda emitida; así, el ensayador, balanzario, escribano y guardas cobrarán "de cada marco de oro una blanca e de cada marco de plata una blanca e de cada marco de vellón una blanca", mientras que el entallador percibirá "de cada marco de oro quatro maravedís e de cada marco de plata dos maravedís e medio e de cada marco de vellón dos maravedís"^^'. Los libros de registro de las cecas de la Corona de Aragón nos proporcionan también, aunque de manera eventual, algunos datos en relación con el tema salarial. En ocasiones aparecen salarios mensuales fijos y otras veces pagados en función de la productividad. En la ceca de Barcelona, el guarda y el ensayador perciben idénticos salarios y se constituyen en los trabajadores mejor pagados: 30 libras de diciembre de 1336 a mayo de 1337 —es decir, por seis meses de trabajo—, 65 libras de noviembre de 1344 a diciembre de 1345 —trece meses, en ambos casos cinco libras mensuales—, y van seguidos por el fundidor, que percibe 10 y 32 libras durante dichos períodos, y el blanqueador, con salario de 9 y 26 libras'^"; en otros casos, flindidor y blanquador son pagados por sus respectivas fundiciones y blanquimentos, a razón de tres y dos dineros, respectivamente, es decir, el fimdidor se sigue manteniendo por encima del blanqueador en cuanto al salario percibido'^'. Estos escasos yfiragmentariosdatos nos sirven para comprobar que los salarios percibidos por los principales oficiales de las casas de moneda se mantuvieron en un nivel muy parejo durante el período bajomedieval, sin grandes divergencias entre unos puestos de responsabilidad y otros, al menos desde mediados J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando TV, Murcia, 1980, p. 29; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, pp. 9-10. "" AGS, DC, leg. 1. Cit. R R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 189. "O Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, fF. 154r y ss. Al fundidor por 17 fundiciones a razón de 3 dineros, 4 sueldos 3 dineros; al blanqueador por 28 blanquimentos, a razón de 2 dineros, 4 sueldos 8 dineros (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n" 6, ff. 3 v y 4r).

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del siglo XIV. Pero no nos dicen nada sobre el nivel económico que representaban, pues ni sabemos cuántos meses al año trabajaban las cecas, en el caso de las menciones de salarios mensuales, ni mucho menos el volumen de producción de las mismas, en aquellas menciones de retribuciones porcentuales. Así que la interrogación fundamental ¿ganaban mucho o poco los oficiales de la ceca? ¿Interesaba ejercer de maestro o ensayador en una casa de moneda o no, en relación con la actividad libre de plateros o mercaderes? queda, desafortunadamente, sin respuesta; en todo caso, los reconocimientos enviados, en forma de ciertas cantidades, a la Cámara Real por los particulares agraciados con el nombramiento para uno de estos cargos, parecen indicar la rentabilidad de los mismos -aunque ignoramos si se trataba de una rentabilidad expresada en términos económicos o de otro tipo, como prestigio social-, puesto que no parece que tales salarios fiiesen muy elevados. Bien es cierto que tampoco tenemos constancia de que el ejercicio de esta actividad exigiera una dedicación exclusiva y, en cualquier caso, una dedicación "a tiempo completo" sería mantenida exclusivamente durante los períodos anuales en que la ceca se hallase a pleno rendimiento, algo que no debía suceder los doce meses del año. En cualquier caso, ¿hubo aparte de estos salarios "oficiales" otras retribuciones? Ya hemos mencionado que cuando los ensayadores realizaban algún ensayo para un particular -por ejemplo, para alguno de los mercaderes que hubieran traído a "reacuñar" sus monedas a la ceca- cobraba por ello un dinero aparte; en otros países europeos fue frecuente que los ensayadores recibieran como parte de su salario los botones de plata resultantes de los diversos ensayos que efectuaban o las sobras del material ensayado''^; sin embargo, en Castilla no parece que fuera un procedimiento utilizado de forma habitual. El ordenamiento de 1297 declara que "lo que tomare el ensayador para fazer estos ensayos, que lo torne desque ouiere fecho los ensayos el arrendador que estudiere en la dicha casa, saluo los ensayos de las libranzas que los ponga en vna arca porque sy la nuestra merced fuere de ver la dicha ley que la podamos ver"; el de 1391 que "todo lo que tomare el ensayador quando el ensaye fuere fecho, que lo tornen al thesorero o al arrendador"; y el manuscrito 46 indicaba que el material ensayado a particulares (el botón de plata obtenido en el ensayo y el metal sobrante) "a de ser del rey"i53. Pero es muy posible que hubiera otros complementos salariales que ignoramos. A. Lipinsky, Oro, argento, gemme e smalti. Tecnolo^a delle arti dalle origini alla fine del Medioevo, ¥\oTe.nci2„ 1975, p. 165. L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1980, p. 9; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 138; Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 133v (cit. B. Caunedo, R. Cordoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 224). FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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Conclusiones muy semejantes son las que se pueden obtener sobre la remuneración de obreros y monederos. Estas retribuciones eran realizadas siempre por "braceaje", es decir, por trabajo realizado en función de los marcos, libras u onzas de metal trabajado; el ordenamiento castellano de 1297 manda "que den a los obreros de cada marco que obraren bien nueue dineros et meaia desta moneda, et que den a los monederos de cada libra que bien monedearen dos dineros et meaia desta moneda"; el de 1334 ordena abonar a los obreros, "por obra de cada marco que obraren bien un maravedí e que den a los monederos de cada libra que bien monedearen ima quarta de maravedí"; el de 1369, que "el arrendador que de a los obreros de cada marco obra fecha, dos maravedís, e a los monederos de cada marco, seys dineros"; y las ordenanzas de 1497, a los obreros, "por el braceage de cada marco de oro veynte maravedís e de cada marco de plata doze maravedís e de cada marco de vellón ocho maravedís" y los monederos "de cada marco de oro finco maravedís e de cada marco de plata quatro maravedís e de cada marco de vellón tres maravedís". Esta diferencia en la paga según se labre moneda de oro, plata o vellón aparece igualmente reflejada en algunos ordenamientos aragoneses, como el de7\lfonso Vde 1419; en él se estipula tm salario para los obreros de 12 dineros por cada marco de oro labrado y 10 dineros por marco de plata o vellón; y para los monederos de 6 dineros por cada marco de oro, 4 dineros por cada marco de plata y 5 dineros por marco de veUón'^^. En los libros de registro de las cecas aragonesas, en concreto en los de obreros y monederos, se puede comprobar igualmente cómo, de forma habitual, se pagaba a los trabajadores manuales por labor realizada. En el caso de los obreros que recortaban los cospeles, normalmente, se abonaba su salario por piezas talladas o recortadas: por ejemplo, en la ceca de Iglesias se pagaron, en 1324, 14 sueldos por tallar 87 piezas de cobre o 17 sueldos 6 dineros por la talla de 100 piezas de cobre; mientras que en la misma fecha se pagó a los monederos, por labrar 672 marcos 36 dineros, a razón de 3 dineros el marco, 168 alfonsíes (equivalentes a 8 marcos y 8 sueldos de plata) o, por el trabajo de 760 marcos y 42 dineros de plata, a la misma razón de 3 dineros el marco, 190 alfonsíes, aunque en este caso la referencia comparativa entre los salarios de ambas categorías de trabajadores se nos escapa'^^.

J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 9; AGS, DC, leg. 1, cit. E E Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 189. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 433. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. 1 Iv y 16r; Libro de monederos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 4.

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Como se puede observar, obreros y monederos recibían un salario diferente según el ripo de moneda labrada y, en ambos casos, los monederos percibían siempre cantidades sensiblemente inferiores a las de los obreros, pues venían a ser retribuidos con un importe que se movía entre la mitad y la cuarta parte de lo que ingresaban los obreros. Como en el caso anterior, pocas conclusiones se pueden obtener de estos datos sin tener constancia de la canridad de metal trabajado durante el año; sólo nos sirven para comprobar que los obreros estaban mejor pagados que los monederos, lo que parece indicar una más elevada cualificación profesional de su trabajo y una mayor dificultad en el recorte de los cospeles que en su impresión con los cuños. La misma pregunta que antes nos hacíamos con respecto a los oficios de responsabilidad, nos vuelve a asaltar en relación con los puramente manuales, ¿hubo otros sistemas de retribución complementarios? No es posible, por ahora, responder con seguridad a esta pregunta, aunque parece probable su existencia. Algunos estudios sobre los trabajadores de las cecas han relacionado los privilegios concedidos a los monederos de cada ciudad con la escasa rentabilidad económica que éstos habrían obtenido por su labor, de forma que dichos privilegios (en forma de la exención de ciertos impuestos, principalmente) habrían sido concedidos precisamente por este motivo'''^. Pero parece un tema poco conocido para poder hacer afirmaciones con un mínimo margen de seguridad, de forma que es también una cuestión pendiente de profundización. Tampoco sabemos mucho sobre el horario de trabajo que regía en el interior de las cecas. La verdad es que resultaba habitual, en la mayor parte de los oficios medievales y siempre que las condiciones ambientales lo permitieran, realizar el trabajo "de sol a sol", una expresión muy de la época que vinculaba el horario laboral a las horas de luz diurna por evidentes motivos de falta, escasez o excesivo coste de iluminación nocturna. Tenemos pocos datos sobre el ámbito concreto de las casas de moneda; las ordenanzas de 1497 mandan que la moneda no se labre "salvo de sol a sol, e al que lo labrare antes del sol salido o después de puesto, muera por ello" y, ciertamente, todos los ordenamientos recogen la obligación de obreros y monederos de entregar, al final de cada día, el resultado de su trabajo a los guardas, junto con el contrapeso o dinerales (en el caso de los obreros) y los aparejos de acuñación (en el caso de los monederos) recibidos para su labor. Sin embargo. M. D. Cabañas, "Notas sobre los monederos de Cuenca en el siglo XV", En la España Medieval, 2, 1981, pp. 183209; J. A. García Luján, "Privilegios de los monederos de la ceca de Toledo", Numisma, 150-155, 1978, pp. 541-555. FUNDACION ¡^JUANELO aLj TURRIANO


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como quiera que el trabajo en la ceca revestía un carácter claramente periódico -pues dependía del metal disponible y de las órdenes de emisión dictadas por la autoridad regia-, no todos los días del año se trabajaba ni, por supuesto, todos los meses. Resulta muy interesante, en este sentido, la mención proporcionada por un libro de gastos de la ceca sarda de Iglesias acerca de la compra por un importe de tres sueldos de "un badajo de hierro y una cuerda que se puso en la campana de la ceca, pues con dicha campana vienen los oficiales a la ceca cuando el maestro quiere fiandir plata o hacer otras cosas necesarias en ella", dado que pone de relieve el método por el que eran convocados los trabajadores y el carácter discontinuo de dicha labor'^^. Pero aunque los trabajadores mantuviesen este horario de trabajo, es posible que los hornos de fiindición (y quizá también las hornazas) trabajaran durante las 24 horas cuando estaban en pleno proceso de producción; este trabajo continuado era habitual en cualquier centro metalúrgico de la época, pues costaba mucho más poner un horno en fiincionamiento (había que proceder a efectuar la carga completa, su calentamiento desde el principio, etc.) que mantenerlo en activo mientras hubiera trabajo, y quizá tenga este hecho relación con la existencia de la cláusula de obligada residencia en el interior de la ceca de ciertos oficiales, que se puede explicar fundamentalmente por mantener la vigilancia sobre las monedas en proceso de fabricación y sobre los instrumentos de trabajo, pero quizá también por la necesidad de asistir a ciertas operaciones de fundición. En cualquier caso, este conjunto de oficiales de control y trabajadores manuales integraban en cada casa de moneda un amplio cuerpo de operarios, tan extenso como los más extensos talleres y empresas de la época (explotaciones mineras, atarazanas o astilleros, salinas y canteras). No conocemos el número de empleados de las cecas castellanas en época bajomedieval, pero éste parece haber sido muy variable. Enrique II, en 1370, estableció en 200 el número de operarios de la ceca de SeviUa; medio siglo más tarde, según una provisión de Juan II de 1430, el número se elevaba a 300; pero en 1494, los Reyes Católicos ordenaban que no fueran nombrados más de 160 oficiales para su servicio. En la misma época, la de Segovia tenía 250 miembros, mientras que el grupo de oficiales y trabajadores de la ceca de Cuenca fue durante el siglo XV de 43, hasta que los Reyes Católicos en 1497 lo aumentaron a 80, lo que indica el

Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 19r. 12.2,

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carácter relativamente modesto de esta ceca'^l Este elevado número de operarios provocó frecuentes problemas y disputas, abundantes conflictos entre los arrendadores y tesoreros de las cecas y la Corona que desconfiaba de que las nóminas declaradas no estuvieran artificialmente hinchadas para lograr un mayor número de vecinos privilegiados, y en todo caso supuso un grupo profesional de difícil control y gestión que exigió de quienes dirigían las casas de moneda un grado de compromiso y aplicación empresarial muy superior al de cualquier otro maestro simado al frente de su taller.

CONTROLES DE LA MONEDA: LIBRANZA Y SISTEMAS DE PESAS Y MEDIDAS Un aspecto básico del trabajo de la moneda era el relacionado con el control que se establecía sobre su peso y sobre su ley. El peso era medido por la talla, de forma que esa palabra se refiere a la cantidad de metal que, en conjunto, llevaba cada moneda; la ley de la moneda era medida por el porcentaje de metal precioso contenido en la aleación. Cada una de estas dos escalas, peso y ley, disponía de su sistema de medidas y cada metal precioso, oro y plata, de las suyas propias. El sistema de medidas usado para controlar el peso, tanto del oro como de la plata, estuvo basado en la España bajomedieval en el marco, unidad de referencia de la que se establecían unas subdivisiones que eran ya distintas en ambos casos, castellanos y tomines para el oro, onzas y granos para la plata. Pero el sistema de medidas de la ley era distinto en ambos casos; el oro se medía sobre una escala del 24 donde la unidad básica (vigésimocuarta parte) era el quilate, mientras que la plata se medía en una escala del 12, cuya unidad básica (duodécima parte) era el dinero. Los sistemas ponderales usados para el oro y la plata en los siglos XV y XVI son bien conocidos, nos han sido transmitidos por multitud de textos legales y manuales de la época, y su uso ha llegado en F. P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, 107; C. M. del Rivero, Segovia Numismática. Estudio de la Real Cecay Casa de Moneda de Segovia, Segovia, 1928, p. 21; M. D. Cabañas, "Notas sobre los monederos de Cuenca en el siglo XV", En la España Medieval, 2/1,1982, p. 187. Estas variaciones podían no sólo obedecer al deseo de los monarcas de limitar el número de oficiales (a fin de evitar la extensión de los privilegios de quienes trabajaban en las cecas), sino a necesidades específicas en el desarrollo del trabajo; Peter Spufford señala cómo aumentaba el número de trabajadores de las cecas cuando se introducía en ellas la acuñación de alguna nueva moneda, como ocurrió en las cecas de Saint Rémy en 1300 o de Gante en 1434, momento en que ambas doblaron su número habitual de empleados, alcanzando los 250 y 300 operarios respectivamente (P. SpufFord, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 15).

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algunos casos hasta nuestros días (por ejemplo, la ley del oro se sigue midiendo en quilates, aunque la de la plata se ha cambiado a milésimas). Sin embargo, los sistemas ponderales usados en Castilla con anterioridad al siglo XV presentan una gran complejidad, tanto en la denominación de sus unidades como en sus equivalencias respectivas; éste es uno de los temas más difíciles de cuantos se relacionan con la producción de moneda en los siglos XII y XIII y puede decirse que, hasta la ordenación ponderal impuesta por los Reyes Católicos, los sistemas de controlar el peso de los metales preciosos (y, por tanto, la talla de las monedas) fiieron, además de muy diversos, muy variables. No así los de controlar la ley, para los que siempre se utilizaron las unidades de quilates y dineros. Pero este tema no sólo tiene importancia por lo que toca a nuestro conocimiento de dichos sistemas ponderales, aún muy incompleto, o porque los oficiales de las cecas (los maestros, en el caso de las unidades empleadas para controlar la talla, los ensayadores, en el de las usadas para medir la ley) hubieran de tener un evidente dominio aritmético de estas pesas y medidas sino, muy especialmente, porque estos oficiales eran los encargados de preparar y verificar, ellos mismos, los juegos de pesas utilizados en su labor, los conocidos como "dinerales" de las casas de moneda, al servir para el control de los "dineros" o piezas recortadas. El tema de la preparación de dinerales es un tema indisolublemente unido al de los sistemas ponderales y es un aspecto de gran interés dentro del trabajo llevado a cabo en las cecas pues, como venimos destacando, la necesidad de exactitud hizo que dichos dinerales tuvieran que ser minuciosamente fabricados y regularmente controlados. Estas pesas o dinerales se hacían tanto para controlar el peso o talla de las monedas como para controlar su ley; pero las que tuvieron mayor protagonismo fueron las primeras. Las pesas para controlar la ley quedaban siempre en poder de los propios ensayadores y eran muy reducidas, puesto que los ensayos solían hacerse de muestras minúsculas, de forma que las mayores pesas de la escala debían alcanzar un tomín (en el caso del oro) y media onza (en el de la plata), aunque en este caso la exigencia venía dada por la necesidad de preparar las pequeñas pesas con que se medían los granos de ley hasta donde era posible alcanzar partiendo de exactitud. Sin embargo, las pesas para controlar la talla o peso de las monedas formaban un conjunto de dinerales que no sólo era empleado por maestros y guardas para comprobar la talla, sino que era entregado a los obreros talladores para que supieran cómo recortar los cospeles y

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comprobaran que las piezas que iban recortando se ajustaban a la talla ordenada. Dado el margen de tolerancia existente en el peso de cada moneda, del que ya hemos hablado, los maestros tenían que preparar tres tipos de dineral diferente para cada emisión, a saber, los de peso correcto, los fuertes y los febles, que marcaban los límites superior e inferior a que se podía "tallar" —es decir, que podía pesar- una moneda. Estas exigencias determinaron que este aspecto del trabajo de la moneda, tanto en lo referente al conocimiento del sistema de pesas y medidas como a los conocimientos aplicados que debían tener maestros y ensayadores para la preparación de dinerales, estuviera basado en el dominio de operaciones aritméticas simples que permitían manejarse con los pesos y, sobre todo, saber cómo fabricar dinerales. Por este motivo, la preparación de los dinerales y su control (es decir, comprobar que su peso permanecía correcto con el uso y a través del tiempo) fue uno de los temas abordados en los libros de aritmética y de mercaduría de época bajomedieval, y de ello constituyen buenos ejemplos el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, el tratado de Aritmética de Santcliment, y no pocos manuales de mercadería como el catalán del siglo XIV editado por Miguel Cual. Además, estas referencias ponderales, incluidas inicialmente en obras de carácter más general, acabaron dando lugar a la aparición de auténticos manuales de pesos y medidas desde principios del siglo XVI.

Sistema de medidas de la talla. Sus dinerales

Diversos países europeos utilizaron, durante la Edad Media, un sistema ponderal para controlar el peso de la moneda de plata derivado del carolingio: la libra, dividida en 20 sueldos, y cada sueldo a su vez en 12 dineros. Ése fue el caso de países como Inglaterra, mientras que en otros, como Francia, se empleó el marco, unidad de peso variable según regiones y épocas, que se mantuvo en torno a los 220-250 g'59

la península Ibérica, al menos desde el siglo XIII, el sistema basado en la libra co-

menzó a ser sustituido por el marco, y en concreto, en Castilla, se tomó como referencia el marco de Colonia de 230 g u 8 onzas. El primer intento conocido de llevar a cabo la uniformidad métrica en Castilla se debe a Alfonso X, quien intentó reducir la disparidad en 1261, pero será Alfonso XI quien.

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M. Bompaire, F. Dumas, Numismatique

médiévale, Turnhout, 2000, p. 21. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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en el ordenamiento de Alcalá de 1348, designe como unidad de referencia para los metales preciosos el marco de Toledo, disposición confirmada posteriormente por Juan II en 1435 (que se refiere al "marco de plata de la ciudad de Burgos") y que los Reyes Católicos impondrán de forma definitiva"^®. Según Catalina, este marco utilizado en Castilla tenía el mismo peso y repartimiento que el marco romano y solo se diferenciaba de él en el nombre dado a algunas pesas"^'. En el caso del oro, el marco se subdividía en 50 castellanos; cada castellano, en 8 tomines; y cada tomín, en 12 granos. De manera que el marco del oro tenía 50 castellanos, 400 tomines y 4.800 granos. Las pesas más utilizadas eran las de 50 castellanos (1 marco), 30 castellanos, 20, 10, 5, 3, 2, 1, medio castellano o 4 tomines, 2 tomines, 1 tomín o 12 granos, 6 granos, 3, 2 y 1. Para la plata, el marco se dividía en 8 onzas; cada onza, en 8 reales u ochavas; cada real, en 6 tomines; y cada tomín, en 12 granos. De esta forma el marco de la plata tenía 8 onzas, 64 ochavas, 384 tomines y 4.608 granos""^. Este sistema, vigente ya durante todo el siglo XV, quedó definitivamente regulado durante el reinado de los Reyes Católicos a través de las conocidas pragmáticas del año 1488, que centralizaron no sólo el sistema de pesas utilizado en Castilla sino su elaboración, expresándose en estos términos: "Otrosí, porque pesándose las faltas de estas monedas con granos de trigo podría haber engaño porque unos son mayores que otros y otros menores, mandamos que sean hechas pesas de latón de un grano y de dos granos y de tres granos y de seis granos, señaladas encima de cada una de la suma de los granos que pesa, que sea bien concertada con las dichas pesas y puesta en ellas alguna marca conocida de la persona que por nos será diputada para las hacer... Que sea hecho un marco justo de 8 onzas conforme con las leyes y ordenanzas de nuestros reinos... cada uno de ellos señalado encima de nuestras armas reales, y cada una de las otras pesas de marco que estuvieren dentro de la caja señalada de la marca de la persona fiable que por nos para ello fuere nombrada y diputada... J. Pellicer, "Marco castellano o de Colonia", Repertorio paramétrico-metrológico medieval de los reinos hispánicos, Barcelona, 1999, pp. 134-135; M. Rueda, "Los ponderales", Museo Arqueológico Nacional. Ciclo de conferencias "Medallasy otras curiosidades relacionadas con la moneda", Madrid, 1994, p. 52; A. M. Balaguer, "Los ponderales medievales castellanos: catálogo y documentación". Gaceta Numismática, 118, 1995, pp. 12-14. Por ejemplo, afirma que la unidad llamada en Roma dracma era equivalente a la castellana ochava o real, es decir, a la octava parte de la onza, con peso de 72 granos (A. Catalina, Las monedas desde Alfonso X vistas por un ensayador de Felipe V, Madrid, 1980, p. 13). Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 2 y 28-31; J. Pellicer, "Marco castellano del oro". Repertorio paramétrico-metrológico medieval de los reinos hispánicos, Barcelona, 1999, p. 136. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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con el cual dicho marco se concierten todos los otros marcos de su cuantía con que se han de pesar en la dicha nuestra corte y en los dichos nuestros reinos todo el oro y plata y las otras cosas que se hubieren de pesar por marco o por cualesquier onzas o piezas de él. Que todas las dichas pesas y granos y marcos sean señaladas y acuñadas en la forma susodicha por la persona fiable que por nos será nombrada y diputada, la cual tenga en nuestra corte en buena guarda los trócheles con que las dichas pesas y marco se acuñaren porque no se puedan falsear. Que no se pesen las dichas monedas de oro ni algunas de ellas con otras pesas algunas salvo por las dichas pesas que así fueren acuñadas y señaladas por la dicha persona en la manera que dicha es, ni pesen con otro marco la plata ni oro ni otras cosas que se hubieren de pesar por marco salvo con el dicho marco o marcos de cuantía de ocho onzas así acuñadas como dicho es, o con otro marco que por él fuere concertado y señalado por la persona que para ello fuere diputada en las ciudades y villas y lugares de los dichos nuestros reinos". A partir de esta regulación se crearon diferentes pesas, bien conocidas —de hecho se conservan ejemplares de ellas en algunos museos arqueológicos- a las que, según Ana Balaguer, corresponden la práctica totalidad de los ponderales monetarios castellanos hoy conocidos""'. A partir, por tanto, del siglo XV - y mucho más a partir del reinado de los Reyes Católicos, tan uniformizador en este terreno como en otros tantos asuntos políticos de ambas Coronas— el sistema ponderal usado en Castilla para los metales preciosos quedó fijado de manera definitiva y se mantuvo inalterable entre los siglos XVI y XVIII; sin embargo, es cierto que con anterioridad se habían utilizado otras unidades ponderales que, si bien mantuvieron en cada época equivalencias conocidas, resultan en la actualidad muy difíciles de conocer y valorar. Algunas procedían del mundo romano o bizantino, otras quizá del mundo andalusi (a donde es probable que hubieran llegado también por influencia del mundo clásico), pero su diversidad es muy grande y todavía no conocemos bien ni las épocas en que fueron usadas ni las respectivas equivalencias que cada una de ellas tuvo"^^. En cualquier caso, es evidente que entre los siglos XI y XIII también se acuñó moLa copia de estas ordenanzas, que afectaban, como es evidente, no solo a las casas de moneda sino a todos los joyeros, orfebres y plateros, se conservan en la práctica totalidad de las ciudades castellanas (1488.04.12, Valencia, Pragmàtica de sus altezas para los fieles plateros. Archivo Municipal de Córdoba, libro de ordenanzas 1°, ff. 183v-184r). A. Balaguer, "La moneda y su historia en el reinado de los Reyes Católicos", Numisma, 233, 1993, pp. 122-123. De hecho, Josep Pellicer i Bru ha realizado un gran esfuerzo en este campo, dedicando a este tema diversos trabajos durante los últimos años, tratando de encontrar dichas equivalencias, el origen de las unidades utilizadas y sus correspondientes períodos de uso; pueden verse sobre este particular "Iberian systems of weights in the middle ages: their role in FUNDACION JUANELO TURRIANO


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neda, y la necesidad de contar con un sistema fiable y exacto de pesas y medidas era similar a la de siglos posteriores, por lo cual la profiindización en la investigación de este tema resulta inexcusable para obtener un mejor conocimiento de los sistemas de pesas y medidas de época medieval. Sea como fiiere, este sistema de medidas utilizado para comprobar el peso de los metales preciosos sirvió también, como es evidente, para fabricar los dinerales o pesas con que era comprobada, en las casas de moneda, la justa talla o peso de las piezas. En este sentido, Couvreur afirma que el uso de los dinerales monetarios respondía a dos funciones diferentes: la primera de las cuales fue la de comprobar el peso oficial en las casas de moneda e instituciones oficiales (dinerales a los que denomina padroes), y la segunda, para la determinación particular de su valor, realizada por cambistas y comerciantes, fiinción en la que los dinerales constituyeron lo que él llama pesos monetarios""^. Lógicamente, son los primeros los que aquí nos interesan, si bien su fabricación y diseño no debió de resultar muy diferente de los segundos. Se trataba de objetos redondos, muy similares a las propias monedas (de hecho, solían respetar la tipología de la moneda a la que equivalían), con diseños grabados por anverso y reverso. Fabricados en bronce o latón, su diámetro y grosor suele ser superior al de las monedas a que equivalen, por lo que es posible deducir que, en muchos casos, equivalían al peso de varios ejemplares. Las primeras legislaciones sobre dinerales conocidas datan del reinado de los Reyes Católicos, pero se conocen ejemplares desde los siglos XII-XIIP^®. the monetary sphere", Problems of Medieval Coinage in the Iberian Area, 1, 1984, pp. 105-119; "Sueldo versus morabetin. Los sueldos monetarios en la documentación castellano-leonesa hasta el año 1265 (metrología)". Gaceta Numismática, 103, 1991, pp. 39-66; "El mencal, ponderal castellano en el reino de Alfonso X", Actas del VIII Congreso Nacional de Numismática, Madrid, 1994, pp. 613-616; y su libro Repertorio paramétrico-metrológico medieval de los reinos hispánicos, Barcelona, 1999. R. Couvreur, "Padroes e pesos monétarios portugueses", Broteria, 42, 1946, pp. 530-554; E Mateu i Llopis, Glosario hispánico de numismática, Barcelona, 1946, p. 164. ^^^ Sobre los dinerales utilizados en la Castilla medieval, al clásico estudio de E Mateu i Llopis, Catálogo de los ponderales del Museo Arqueológico Nacional Ponderales monetarios de Castilla, Madrid, 1934, se han venido a sumar los modernos y reveladores estudios de M. Rueda Sabater, "Dinerales medievales para el oro en Castilla", Numisma, 232, 1993, pp. 147161; "Monedas y ponderales del reino de León (siglos XI-XIII)", Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 13, 1993, pp. 107-114; y "Los ponderales", Museo Arqueológico Nacional Ciclo de conferencias "Medallas y otras curiosidades relacionadas con la moneda", Madrid, 1994, pp. 51-64; así como el muy completo de A. M. Balaguer, "Los ponderales medievales castellanos: catálogo y documentación". Gaceta Numismática, 118, 1995, pp. 9-41; y los de E Bodega, "Marcos medievales", Numisma, 246, 2002, 107-148, y E Bodega, J. M. Segoviano, "Estudio de las pilas ponderales del Museo Casa de la Moneda (Madrid)", Numisma, 247, 2003, 105-132. Aunque la fabricación de ponderales fuera una actividad libre, que se llevaba a cabo por parte de los maestros en cada ceca, debió de existir siempre un organismo oficial encargado de comprobar la exactitud de los pesos, por más que ese control de la Corona no aparezca claramente reflejado en la documentación hasta la época de los Reyes Católicos.

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Tradicionalmente, ha causado una cierta perplejidad entre los numismáticos el hecho de que los ponderales, que fiieron creados para comprobar el peso de las monedas, tengan pesos diversos no siempre coincidentes, con rigor, con el oficial de las monedas a las que representan. Esta variación en el peso de los dinerales ha sorprendido a los investigadores especializados en su estudio, que la han atribuido a numerosas razones, entre ellas al desgaste y manipulación de los cambistas o al hecho de descontar el beneficio de la talla teórica, y sólo en los últimos tiempos se ha comenzado a percibir que la existencia de dinerales con pesos distintos de los correctos puede ser atribuida, en la mayor parte de los casos, a que algunos estaban destinados a medir unos mínimos o unos máximos de tolerancia alejados del peso teórico óptimo"^^. En ese sentido, pueden servir de ejemplo los dinerales de Cataluña de la época de Alfi^nso V que, ajustados a talla de 76 el marco, pesan valores comprendidos entre los 2,94/3,05-3,07/3,15-3,16 g, lo que representa una variación no accidental sino realizada para marcar los límites legales de feblaje y fortaleza de las monedas'^^ En efecto, parece que la existencia de dinerales con pesos distintos fiie debida, al margen del posible desgaste experimentado por algunas piezas usadas por cambistas y mercaderes, a la costumbre existente en las casas de moneda de preparar, para cada emisión, no un juego sino tres juegos distintos de dinerales, uno con el peso correcto y los otros con los máximos de fortaleza o feblaje permitidos en el peso de cada moneda, es decir, con el peso máximo o mínimo que las monedas podían llevar para ser dadas por válidas. Los maestros de la moneda eran los encargados de preparar los dinerales y los guardas los custodiaban para verificar el peso de los cospeles tras su talla; en la Corona de Aragón, el ordenamiento de Pedro III de 1285 obligaba a los guardas a "tener tres pesas de dineros si la moneda es menuda, y si la moneda es de 18 sueldos de peso, deben tener una pesa de 18 sueldos, otra pesa de 16 sueldos y otra de 20 sueldos"; y entre los bienes de la ceca de Valencia citados en el inventario de 1459 se consigna "un patrón de pesar fiorin fuerte, medio y feble"'®.

^ A. M. Balaguer, "La moneda y su historia en el reinado de los Reyes Católicos", Numisma., 233, 1993, p. 124. ® M. Crusafont, Barcelona i la moneda catalana, Barcelona, 1989, p. 170. 169 ' J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 271; F. Mateu, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 121. Ya nos hemos referido a las ordenanzas de las cecas de Toulouse de 1347 citadas por Julio Torres donde aparecen referenciados los dinerales feble, derecho y fuerte para pesar la moneda (J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 511). 168

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El control de la talla o peso a que debía salir emitida cada tipo de moneda se hacía siempre por referencia al marco. A finales de la Edad Media, esta referencia aludió en ocasiones al número de piezas que debían salir -es decir, que debían ser recortadas— de cada marco de metal aleado. Así, cuando se ordenaba que una moneda fuera emitida a talla de 60, 68 o 70 el marco, significaba que se debían sacar de cada marco 60, 68 o 70 monedas, el peso de cada una de las cuales sería el correspondiente a dividir entre 60, 68 o 70 los 230 g que el marco tenía'^°. Ciertamente, esta proporción y peso fue utilizada para las monedas de mayor valor, pues tanto las ordenanzas de 1471 como las de 1497, al referirse a la emisión de enriques de oro, mandan que sean de talla "de ^inquenta piezas el marco" y las primeras indican, igualmente, que los reales de plata sean de "sesenta e siete piezas el marco e non más"'^'. En dichas ordenanzas hay alusiones concretas al número de piezas que deben salir de cada marco y parece claro que el peso o talla de cada una de ellas es el correspondiente de dividir el marco por la cifra indicada en su talla: el enrique valdría un castellano (1/50 parte del marco) y el real valdría im real u ochava (1/64 parte de la onza). Sin embargo, en ordenamientos anteriores la referencia empleada no fue casi nunca la talla por piezas sino por otras unidades ponderales. Una de las más usadas en los siglos XIII-XIV fue el sueldo, unidad probablemente derivada del solidus romano y bizantino que se integró en el sistema ponderal castellano como la 1/20 parte de la libra, mientras que cada sueldo quedaba dividido en 12 dineros'^^. Así, el ordenamiento de Lorca de 1297 indica "que la moneda sea labrada a veynte et dos sueldos de talla el marco, et que los dineros más fuertes sean a dize nueue sueldos de talla el marco et los dineros más febles que sean a veynte et ^inco sueldos de talla el marco"; mientras que en 1338 se ordenaba labrar en Barcelona dineros menudos a 18 sueldos de talla, meajas a 20 sueldos de talla y barceloneses a 72 sueldos de talla el marco'^'. En estos y otros casos, la unidad a la que se ordenaba "tallar" la moneda no hacía referencia al número de piezas que se debían obtener sino a la medida que se debía utilizar para obtenerlas. Para entender en

"" F. A. Sáinz, A. Bartolomé, La ceca de Burgos, Burgos, 1983, p. 15; M. Rueda, "Los ponderales". Museo Arqueológico Nacional. Ciclo de conferencias "Medallas y otras curiosidades relacionadas con la moneda", Madrid, 1994, p. 54. 171 AGS, DC, leg. 1; cit. F. P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, pp. 56 y 90. Una libra equivalía a dos marcos, unos 460 g (Gaspar de Tejeda, Suma de aritmética práctica, Valladolid, 1546, p. 35). J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, pp. 26-27; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 291. l3o

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qué consistía esta referencia, viene en nuestra ayuda un manual práctico como es el conservado en la Colegiata de San Isidoro de León. Para enseñar a los maestros de la moneda cómo se debían preparar los dinerales, el autor de dicho texto utiliza el ejemplo de que el monarca ordene labrar a 22 sueldos de talla; contando con el margen de tolerancia, el maestro debía preparar dinerales "derechos", es decir, con el peso correcto de los 22 sueldos de talla; dinerales "fiiertes", de 20 sueldos de talla, para monedas que mvieran un peso algo superior al ordenado; y dinerales "febles", de 24 sueldos de talla, para las piezas de peso inferior al establecido, pero que entraban dentro de los márgenes de tolerancia permitidos. Para preparar estos dinerales, la cifra de sueldos a la que se ordenaba labrar se multiplica por 12; como cada sueldo tiene 12 dineros, nos sale el número de dineros que, en total, debe tener la talla; este número se divide por las 8 onzas que tiene el marco y el residtado sirve, a su vez, para dividir por él los 576 granos de la onza, de forma que la cifra que residte será el peso de los dinerales "derechos". De esta forma, para hacer el dineral a 22 sueldos de talla, se multiplica 22 (sueldos) por 12 (dineros); el resultado, 264 dineros, se divide entre 8 (onzas, que son las que tiene el marco), y ello arroja 33 dineros por onza; los 576 granos de la onza se dividen entre los dichos 33 dineros y el resultado, 17,33 granos, es el peso que debe tener cada moneda y el peso que debe tener el dineral correcto, a 22 sueldos de talla el marco. Para preparar los dinerales fuertes se vuelve a repetir la operación, esta vez multiplicando por 12 la cifra de 20 sueldos, salen 240 dineros, se divide entre 8, sale 30; 576 entre 30, arroja el peso de 19,20 granos que deben tener dichos dinerales o pesas que establecen el peso máximo permitido que puede tener cada pieza; por último, para los febles o faltos de peso, se multiplican 24 sueldos por 12, salen 288 dineros que, divididos entre 8, arrojan 36; 576 granos de la onza entre 36, da 16 granos justos, que será el peso del dineral feble. Por lo tanto, el peso correcto de la moneda es 17,33 granos, pero se permite una oscilación de casi dos granos en el peso (hasta los 19,20 por arriba, hasta los 16 por abajo). Diferencia que justifica, como hemos dicho, algunas de las variaciones observadas en el peso de los dinerales que se nos han conservado El metal del que se recortaban los cospeles era entregado cada día por el maestro a los obreros talladores (recortadores de cospeles) para que pudiesen realizar su labor y éstos venían obligados a Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 134r-v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 224-225). FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Bajomedieval

devolverlo al finalizar la jornada de trabajo en fiarma de dineros prietos o cospeles ya recortados, junto con la correspondiente cizalla y recortes producidos en el transcurso de dicha operación. La comprobación del buen estado y correcto peso del conjunto de cospeles entregado por cada obrero (contrapeso) era llevada a cabo por los guardas para, una vez efectuada, abonar su trabajo a los obreros. El manuscrito 46 declara que debían tomar un

"fiertón"'^'

¿^ ¡ q j contrapesos, es de-

cir, 2 onzas, y comprobar que en cada onza iban las piezas correctas: 33 pares de dineros derechos, de 22 sueldos de talla (es decir, 33 dineros en cada onza), 30 pares de dineros fijertes, al límite permitido, o 36 pares de dineros febles, igualmente al límite de peso consentido; si los dineros (cospeles) fuertes o febles excedían de ese número de piezas, se prohibía añadir o poner mayor número de piezas febles o fuertes, de forma que el contrapeso debía ser vuelto a fundir y ajustado^^^. Pero la operación más importante, entre aquéllas que tenían como finalidad proporcionar garantía al peso de las piezas acuñadas en cada emisión monetaria, era la denominada libranza, consistente en realizar la última pesada para la comprobación del correcto peso o talla de dichas monedas. Esta pesada se efectuaba sobre los cospeles, es decir, sobre los llamados "dineros prietos", antes de ser blanqueados y acuñados. Para ello el maestro de la moneda, en presencia del tesorero, el escribano, el ensayador y los guardas, procedía a tomar al azar varias monedas de cada clase y comprobar que se ajustaban al peso debido. La forma de realizar esta comprobación aparece recogida en términos similares en todos los textos hispanos de la Baja Edad Media, y en ninguno de ellos deja de mencionarse debido a la importancia concedida a su regidación; así, la encontramos descrita en el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, en los ordenamientos castellanos de 1297, 1334, 1369 y 1391, en las ordenanzas de 1471 y 1497, en ordenanzas de la ceca de Valencia y en diversos ordenamientos aragoneses como los de 1285 y 1419. También se halla descrita en términos similares en los ordenamientos correspondientes a diversas cecas europeas, como el de la casa de moneda de Pavía en 1400, citado por Julio Torres'^^. Aunque en la edición del citado manuscrito habíamos leído "furcón", sin saber muy bien a qué podía referirse dicho término, Julio Torres ha indicado con acierto que debe leerse "fiertón", término ponderal de origen francés equivalente a un cuarto de marco o dos onzas (Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 135v; cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226. J. Torres, "La fabricación de moneda en la Edad Media", Actas del XI Congreso Nacional de Numismática, Madrid, 2003, p. 284). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 136r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 226).

J. Torres, Ordenanzas

medievales

sobre fabricación

de moneda, pp. 587-589. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Todos ellos describen un procedimiento semejante que, salvadas las pequeñas diferencias de tipo descriptivo que se aprecian entre unos y otros, puede resumirse de la siguiente forma: la libranza debía efectuarse sobre dineros prietos o cospeles, de forma que, tras la acuñación, la moneda era solamente somedda a ensayo (comprobación última de su ley), pero no a una nueva pesada; para efectuar ésta se tomaba una manta o tela sobre la que los cospeles eran bien revueltos, repetidas veces -"que las guardas que buelvan bien todos los dineros en uno ante el maestro", dice el ordenamiento castellano de 1334, y en la ceca de Barcelona se abonaron en 1345 diversos sueldos "de jornal, a los que ayudaron a mezclar la d e l i b r a n z a " a continuación, la manta se extendía sobre el suelo y las piezas se allanaban, procediendo el maestro a tomar de dichos cospeles, ante la mirada del ensayador y del escribano, una cierta cantidad de marcos de moneda -"e desque fueren bien allanados, tome dellos de muchos lugares pocos a pocos, de los de encima e de los de fondón e de los de en medio e de los en cabo, tantos fasta que puedan seer vnos 20 marcos", indica el manuscrito 46; las ordenanzas de Valencia hablan de recoger 10 marcos "de cada lado de la manta"; y el ordenamiento de Pedro III de 1285, de tomar dos o cuatro marcos de cada lado'^^-. Una vez recogidos, sigue especificando el manuscrito de León, serán pesados 10 marcos en una balanza y 10 marcos en otra, comprobando si van a la talla ordenada (y, por lo tanto, asegurándose de que entra en cada pesada el número de cospeles correspondiente) o si, por el contrario, vienen con feblaje o fortaleza; si hay muchos cospeles febles, habrá un mayor número de piezas del debido al pesar menos de lo indicado, mientras que si hay cospeles fiiertes, habrá un menor número de piezas. En este caso funcionó un sistema de tolerancia que solía permirir una divergencia (feblaje o fortaleza) de hasta dos dineros por marco -como aparece en los textos citados de León, Valencia y Barcelona-, de manera que si los cospeles febles ofiaertesse mantenían dentro de esos márgenes eran librados sin mayor dificultad. Ahora bien, si la moneda los excedía, debía ser guardada en una caja y compensar la falta o el exceso de talla en la siguiente emisión, añadiendo tantos cospelesfiiertescomo febles hubiera o viceversa. Unicamente en los casos en que la fortaleza o el feblaje alcanzaba un grado tal que no se n "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier /Jáf/cAí, Niza, 1983, p. 310; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, Doc. n° 1, f. 3r. 2000 ' Isidoro, manuscrito 46, f 136r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, ' P' ^26); E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle AV) , Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 114-115; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 271. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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podía "componer" de ninguna forma con posteriores emisiones (lo cual no solía ocurrir en muchas ocasiones, puesto que los talladores habían utilizado previamente los dinerales para ajustar la talla), el maestro debía devolvedos al capataz de la hornaza para que el proceso se reiniciara, convirtiendo los ,180

cospeles ya tallados en una nueva plancha de la que recortar monedas de la talla justa'

Como hemos afirmado, las indicaciones sobre el proceso de libranza de las monedas se repiten en todos los textos legislativos hispanos de la época. Las ordenanzas de la ceca de Valencia del siglo XV indican que, cuando los obreros hubieran tallado la moneda, la debían entregar a los guardas y éstos procederían a mezclarla, en presencia del maestro y del ensayador; para ello debían revolverla muy bien, tomar de un lado de la manta diez marcos y de otro lado otros diez marcos, y ver si viene a su peso "al número del marco, y la que viene fijerte o feble más de dos dineros la deben apartar y debe ser dicho al capataz de la hornaza que añada fuerte, de tal modo que no sea feble ni fuerte; si es menor de los dos dineros se puede librar, escribiendo los guardas en su libro de la libranza cuántos marcos y de qué ley se libran, y cuánto tienen de fortaleza y de feblaje"'®'. Del mismo modo se expresa el ordenamiento de Pedro III de 1285 al indicar que "los guardas deben tomar de cada capataz de la hornaza toda la moneda hecha y la deben mezclar, y tomar de todas las partes de la moneda 2 marcos o 4 de una parte y otros 2 marcos o 4 de otra parte y deben pesar el marco según que es ordenado en la tierra"; si no sobrepasaban los dos dineros por fuertes o febles se podían librar, de forma que "los guardas y el escribano del maestro debe escribir en su libro la libranza de cuántos marcos es, de qué ley se encuentra y cuánto hay de fortaleza y de feblaje en ella"; pero "si [la moneda] tiene más de 2 sueldos, que vengan en los 2 marcos a más de 20 sueldos o en menos de 16 sueldos, lo debe adobar el capataz de la hornaza [...] y de los dineros gruesos de plata esta es la regla, que si un dinero es con su peso según el marco, feble más de un grano de trigo o fuerte más de un grano, aquel dinero debe ser cortado y decirle al capataz de la hornaza que lo adobe"'®^. Como hemos indicado, esta operación se describe en la práctica totalidad de los textos consultados: Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 135v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 225); J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 311 ; J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Femando IV, Murcia, 1980, p. 27; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 8; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, pp. 136-137; ordenanzas de 1471 y 1497, AGS, DC, leg. 1, cit. E R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, pp. 156 y 212. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 114-115. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 271. I34

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El ordenamiento de Lorca de 1297 indica "que la moneda sea labrada a veynte et dos sueldos de talla el marco, et que los dineros más fuertes sean a dize nueue sueldos de talla el marco et los dineros más febles que sean a veynte et ^inco sueldos de talla el marco. Et si mester fuere que puedan re^ebir en cada marco diez dineros fiiertes de dize nueue sueldos de talla el marco et diez dineros febles a veynte et finco sueldos de talla el marco. Pero si aces^iera que aya en el marco vn dinero fuerte más de dize nueue sueldos de talla el marco et otro feble más de veynte et finco sueldos el marco, que passe et non se detenga la obra por elio, et lo al que sea re^euido comunalmente, asi que venga todo en vno a veynte et dos sueldos en prietos de talla el marco" Curiosamente, este proceso de libranza o comprobación de la talla de las monedas no sólo fue realizado de forma idéntica en Castilla y Aragón entre los siglos XIII y XVT, sino que lo fue también en las cecas de toda Europa. Y así lo encontramos descrito, por ejemplo, en el Tractatus Nova Monete británico de fines del siglo XIII, que dice "la comprobación del dinero por peso y talla contra el marco y la libra debe ser hecha siempre y en cualquier lugar antes de que el dinero salga de las manos del guarda y del ensayador de la moneda. Y si ellos la encuentran buena en peso y talla, deben librarla para su uso, pero si la encuentran falsa, puede ser de dos maneras, más fuerte o más feble del peso justo. Como el principio es el mismo en ambos casos, lo que se aplica al dinero fiierte sobre su fortaleza se aplicará al feble... si el feblaje es pequeño, se mezclará con moneda fuerte y se librará... pero si el feblaje es excesivo, que difiera en gran manera de la moneda justa y no se pudiese enmendar, debe ser fimdida y rehecha" Algunos de los elementos materiales usados en las cecas para llevar a cabo la libranza son citados en los libros de gastos de las casas de moneda de Iglesias y Barcelona; "unas balanzas con las que los monederos pesan la obra hecha para saber cuántos dineros son a peso y a cuenta" se cita en la ceca de Iglesias en 1355; en la misma ceca se citaban en 1324 "una cana de cañamazo de escurar los dineros menudos" que costó cinco sueldos —es decir, un trozo de tejido para mezclar los cospeles y tomar los que se debían comprobar- y "una cana y un brazo de cañamazo para hacer sacos para dineros , que costó cuatro sueldos y que fiie utilizada para hacer los sacos en que se depositaba la ' J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, pp. 26-27. Ch. Johnson, The De moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, pp. 78-79.

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moneda, tanto para ser llevada a la acuñación como para ser conservada una vez emitida; lo mismo hallamos en la ceca de Barcelona, donde se citan en 1353 "seis sacos de tener la moneda monedeada" e "hilo y agujas para coser los sacos de las delibranzas" Las cajas donde se custodiaban las monedas libradas o por compensar constituían un elemento imprescindible de las oficinas de libranza de las cecas. Su existencia hacía posible el control periódico de las emisiones, pues la muestra de las monedas emitidas, sistemáticamente conservada tras la libranza, estaba destinada a garantizar el control de la administración central tras la rendición de cuentas del maestro de moneda; por eso las cajas solían disponer de tres cerraduras y sus tres llaves respectivas permanecían en poder de los altos oficiales de la ceca, normalmente, del maestro, los guardas y el escribano, cada una de ellas'®^. Estas cajas aparecen claramente citadas en los libros de registro de las cecas aragonesas; por ejemplo, en la de Barcelona se hicieron diversos gastos en 1345 "de adobar la cerradura de la caja de los guardas" y en "un clavo que hubo que cambiar en la cerradura de la caja de los guardas", mientras que en la de Iglesias hubo que "adobar la cerradura de la caja mayor" en 1324'^^. Y también aparecen consignadas en las ordenanzas castellanas de 1497 cuando indican "y para que se ajuste más el peso de las monedas y en la labor della se ponga mayor cuydado, mandamos que aya un arca con tres cerraduras de diferentes llaves, que la una tenga el tesorero y otra los guardas en su aposento y la otra el escrivano de la casa de la moneda, en la qual se ponga y deposite todo lo que huviere de feble en la moneda de oro y plata que se labrase y fundiese, para que de allí se satisfagan los fuertes que huviese en la moneda que se fuere labrando como fuese subfediendo". Algunos museos de numismática conservan ejemplares de cajas para la conservación de las monedas tras la libranza procedentes de diversas casas de moneda europeas'^^.

Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ I4r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. 6, fF. 5r y 6v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, f£ 4rbis y 6v. M. Bompaire, E Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, p. 486. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, f£ 4r y 7r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 3r. AGS, DC, leg. 1; cit. R P Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 212. D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, pp. 107-108.

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Sistema de medidas de la ley. Sus dinerales

La talla de las monedas determinaba el peso total que debían tener, pero no la cantidad de metal precioso que intervenía en cada una de ellas. Como quiera que el oro y la plata trabajados en estado puro, al máximo nivel de pureza obtenible tal y como salen de la fundición en verga o en lingotes, son sorprendentemente demos (y aunque se martilleen o acuñen permanecen siempre con un grado de dureza muy inferior al de los otros metales), era necesario que estos metales fueran siempre aleados con otro metal, generalmente con cobre, pues sólo de esa manera, además de resultar fácilmente fusibles y maleables, adquirían tras enfriarse la suficiente dureza y resistencia para garantizar su perdurabilidad. Las monedas de oro y plata se trabajaban siempre, por lo tanto, bajo la forma de una aleación en la que existía un determinado porcentaje de metal precioso y otro de cobre o de cobre-plata (que puede llevar algo de plomo, antimonio, cinc), de forma que de la relación de los metales contenidos en la liga, y no sólo de su peso, dependía el valor intrínseco de esa moneda, tanto mayor cuanto más alto era el porcentaje de plata o de oro presente en ella. Por lo tanto, tan importante como controlar la talla de la moneda mediante la comprobación de su peso, con un sistema de pesas bien ponderadas, era controlar la ley de la aleación, la cantidad de oro o plata que cada moneda llevaba. Para ello se desarrollaron sistemas de medidas concretos que, a través de la operación metalúrgica conocida por el nombre de ensayo, permitían determinar dicha ley. El sistema empleado en la Península para medir la ley del oro estaba basado, como ya hemos indicado, en el quilate {caraí) y ha quedado registrado en diversos textos de la época, como el manual de mercadería editado por Miguel Cual, las ordenanzas de la ceca de Valencia editadas por Mateu i Llopis o la Aritmética del clérigo zaragozano Juan de Andrés. El primero expone que las monedas de oro se deben alear con plata y cobre y que su ley se mide en quilates; el máximo valor sería 24 quilates "porque cuando se dice este oro es de xxiiii quilates es tanto como decir que aquel oro es bueno y fino y sin mezcla alguna", mientras que oro de 23 quilates sería el que contiene una parte de plata y 23 de oro, de 22 quilates, dos partes de plata y 22 de oro, y así sucesivamente. Los quilates se dividían en cambas, unidad equivalente a la cuarta parte del quilate, de forma que el oro de 18 quilates y medio sería llamado de 18 quilates y dos cambas. Las ordenanzas de Valencia aclaran que estos quilates y cambas carecen de peso cierto, pues cualquiera de las unidades por las que se pesa el oro, divididas en 24 partes, serán quilates: "quilates de marco son dichas 24 partes

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de marco, quilates de onza 24 partes de cada onza". Y así se expresa también el Sumario breve de la práctica de la Aritmética de mosén Juan de Andrés, en 1515, al afirmar "que quando se dize oro de 24 quilates has de considerar que en 24 arrobas de oro todas las 24 arrobas son de oro fino sin ninguna liga y así dirás, si el peso del oro es más o menos, car si son 8 arrobas, has de dezir que fechas las 8 arrobas 24 partes que todas aquellas 24 partes son de oro fino y si son 100 arrobas, dirás que fechas las 100 arrobas 24 partes todas serán de oro fino" y "oro de 23 quilates quiere dezir que si fuessen 24 arrobas de oro las 23 serían de oro fino y la una arroba sería de liga, a saber es de plata o de alambre, porque la liga de la plata se faze con puro alambre y la liga del oro se faze de plata y de alambre, de manera que quando se dize oro de 22 quilates has de considerar que de aquel oro si fuesse fecho 24 partes las 22 partes fuessen de oro y las dos partes de liga y así dirás de 21 quilates y de 20 quilates y de 19 fasta a oro de 13 quilates que se llama mig oro"'®^. Por lo que respecta a la ley de la plata, que en nuestros días se mide en milésimas —sobre un porcentaje de 1.000 unidades la aleación contendrá 930, 875 o cualquier otra cantidad de plata, siendo el valor restante, hasta alcanzar los 1.000 de referencia, cobre (75 o 125 milésimas en los ejemplos citados)—, era medida en época medieval en una escala basada en el dinero, de manera que la plata fina, pura, sería plata de 12 dineros; cada dinero se componía de 24 granos, que era la unidad menor, pero había dos unidades intermedias, la meaja (equivalente a medio dinero o 12 granos) y la pujesa i}A del dinero o 6 granos). El sistema de medidas de la ley de la plata aparece consignada en numerosos manuscritos medievales, tal como hemos visto en el caso de la del oro; la Aritmética de Juan de Andrés afirma que "así mesmo dirás de la plata, car quando se dize plata de 11 dineros has de saber que si tal plata pesasse 12 onzas las 11 onzas fuessen de plata fina y la una onza de alambre, y si fiiesse de más peso o de menos peso las onze partes fuessen de plata fina y la una parte de alambre, y quando se dize plata de 10 dineros de ley quiere dezir que las 10 partes es de fina plata y las 2 partes de alambre y así dende abaxo fasta a plata de un dinero de ley que es la liga de

M. Guai, El primer manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, p. 111; F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 119; Juan de Andrés, Sumario breve de la práctica de la Aritmética, Biblioteca Nacional, sección Raros, ms. 9124, f. 122r. Caruba es término que procede del árabe jarruba, grano de algarrobo, de forma que posiblemente la extensión de su uso en la España cristiana evidencia la ftierte influencia del mundo andalusi ejercida sobre este sistema ponderal (T. Ibrahim, "Ponderales andalusíes". Numisma, 233, 1993, p. 43).

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los dineros minudos que agora fazen en Qaragofa y quiere dezir que de qualquiera peso de tal liga las 11 partes son de alambre y la una sola parte de plata fina". Esta escala de la ley de la plata no tenía peso cierto, de fi^rma que, como indicaban las ordenanzas de Valencia para el caso del oro, cualquier unidad ponderal de la plata dividida por doce servía como referencia para la ley''". El sistema de pesas utilizado para medir la ley de la plata aparece también claramente recogido en el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro cuando dice "sy quisieres ensayar sabe primeramente que los pesos del ensay es media oníja y aquella media onga es partida en 12 partes e la vna de aquellas partes es llamada dinero. Y aquel dinero es partido por 24 partes e cada vna de aquellas partes es llamado grano. E 24 granos es el dinero y 12 granos es medio dinero, que es llamado meaja, e 6 granos es Vá parte de dinero, que es llamado pujesa, y los otros 6 que quedaron es otra pujesa que es partida por granos [...]. E como sefizoesta cuenta de media on^a se farà otro peso qualquier mayor 0 menor partiéndolo por 12 partes e cada parte por 24 partes e asy se farà e se partirá vn marco por 12 dineros e a la parte será llamada dinero de marco y este dinero de marco es llamado vna parte de 24 partes y vna parte de aquellas es llamada grano de marco". Y en el manual de mercadería editado por Cual; en él se especifica que la ley de la plata se mide en dineros y que "el número mayor de la ley es dicha de xii dineros ... y así se parte la ley por i dinero entre xii y aun por meaja y por pujesa y aun se parte por i dinero de xxiiii granos, y así hallarás la ley, que se pueden hacer 24 partes de 1 dinero y la parte es llamada grano de plata ... y cuando esta plata tiene xii menos pujesa es xii menos cuarta y como la pujesa es la cuarta parte del dinero, tiene todavía xii dineros menos vi granos ... y si la dicha plata o moneda es de xi dineros y meaja es tanto como decir que las xi partes [y media] son de plata y la media de cobre"'". Con referencia a estas unidades contenidas en los sistemas ponderales de la ley del oro y de la plata, los ensayadores debían preparar las pesas con que comprobar el resultado de los ensayos. Juan de Arfe afirma en su Quilatador que las pesas del dineral para ensayar el oro se hacen de un tomín partido en dos partes (24 quilates); de la mitad de ésta se hace una pesa que llaman de 12 quilates. Juan de i\ndrés. Sumario breve de la práctica de la Aritmética, Biblioteca Nacional, sección Raros, ms. 9124, f. 122v. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 119r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte dd alguarismo, Valladolid, 2000, p. 215); M. Guai, El p r i m e r manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, p. 114. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Otra

en la España

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de seis, 3, 2, 1, de forma que las cinco juntas pesan 24 quilates; y a partir de esas pesas básicas

se preparan las de medio quilate, cuarto y ochavo de quilate''^. Las pesas utilizadas para verificar la ley de la plata solían realizarse a partir del peso de media onza. El manuscrito 46 indica que "los pesos del ensay son fechos en esta manera que aquí está, 12 [dineros], 6, 3, 2, 1, V2,

y Juan de

Arfe justifica la elección de este peso de media onza con el siguiente razonamiento: "Estas pesas se hacen de peso de media ochava de marco (media onza) y otros las hacen de una ochava (una onza), pues con cualquier dineral se puede ensayar haciéndolo doce partes, pero no se hacen muy grandes porque sería menester una gran copela y mucho tiempo para estar en el fiiego, y muy pequeños las partes serían tan menudas que no se manejarían bien, de forma que habitualmente se hacen de media ochava de marco y de la mitad hacen una pesa que llaman 6 dineros, otra de 3 dineros, otra de un dinero, luego otra de 12 granos, 6, 3, 2, 1, pues los 12 granos denen 288 dineros" y recomendaba "tener hecho el dineral, con pesas concertadas, y su guindalera metida en una caja y dos cazoletas de plata pequeñas, una para las pesas, otra para la plata que se mete a ensayar" Como la comprobación del peso de los ensayos debía ser efectuada de una manera muy exacta, los inventarios de la ceca de Valencia mencionan diversos útiles relacionados con esta labor, como "una balancita chapada en plata con todas las pesas de los ensayos" y "una pesa de menudo para los e n s a y o s " L a elección del peso de media onza para comprobar los ensayos de la moneda de plata fue común a muchos lugares de Europa, no sólo por tratarse de una cantidad ajustada a la práctica de esta operación, ni muy grande ni muy pequeña -como afirmaba Arfe-, sino también porque mantenía la equivalencia con el sistema de peso basado en la libra en aquellas regiones donde era utilizado. El Tractatus Nova Monete, escrito en Inglaterra a fines del siglo XIII, afirma "debes saber que un ensayo de moneda se hace de media onza, es decir, diez dineros, pesados con la mayor exactitud [...] el peso de cada grano del ensayo es probado mediante cálculo correcto ser equivalente a un dinero en cada libra y consiguientemente medio grano equivale a medio dinero; esto es fácilmente probado, porque el grano es la vigésimocuarta parte del dinero y así como 24 Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 32. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 121r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 216); Juan de 7\rfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 7 y 9. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 127. 140;

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granos hacen un dinero, 24 medias onzas hacen una hbra. Cada grano guarda por tanto la misma proporción con el dinero que el dinero con la libra" Por último, también la moneda de vellón disponía de sus propias medidas para la comprobación de la ley, en este caso muy diversas y variables, aunque algunas eran fijas y respondían a términos y proporciones plata-cobre muy concretos: el cuaternak con un tercio de plata (4 dineros de ley o 333 milésimas); el ternak con un cuarto de plata (3 dineros o 250 milésimas); y la doblenca, con 1/6 de plata (2 dineros o 167 milésimas). Estas medidas aparecen señaladas en el manual de mercadería editado por M. Gual, cuando afirma "las monedas que se llaman doblencas... de xii partes, las ii partes son de plata y las x de cobre; y aquellas que llaman temos, las iii partes tienen de plata y las viiii de arambre... y aquella que se llama coern (cuaternal) tiene las iii [i] partes de plata y viii de cobre y de arambre", añadiendo a la escala "aquella que se llama sanar, [que] tiene una parte de plata y xi de arambre" (es decir, un contenido de 1/12 parte de plata, equivalente a 83,3 milésimas)''^. Las diversas unidades que acabamos de citar, en relación con los sistemas de medidas de la ley del oro, de la plata y del vellón, fijeron de uso general en todas las casas de moneda de la época y constituyeron una continua referencia para el trabajo de los ensayadores. Todas ellas sirvieron para establecer las leyes de unas monedas que se presentaron siempre en aleación, y donde el oro y la plata empleados para formar parte de dicha liga debían ser oro y plata finos o de ley. Esa ley mínima del oro y de la plata que debían añadirse en las aleaciones quedó fijada, en el caso del oro, en 23 quilates y tres cambas y, en el de la plata, en 11 dineros y 4 granos, desde el reinado de los Reyes Católicos, como el propio sistema ponderal''^. ' ' ' El sistema de medidas británico usado para la plata se basaba, no en el marco como el castellano, sino en la libra. Cada libra contenía 12 onzas; cada onza, 20 dineros; y cada dinero, 24 granos. Por tanto, si se sometía a ensayo una muestra de plata de media onza, es decir, 10 dineros, esta muestra contenía 240 granos de metal, o sea, el mismo número de dineros que contenía la libra completa (12 onzas x 20 dineros = 240 dineros), de donde era muy sencillo hallar la equivalencia en la ley de la plata resultante (C. E. Challis, "Assays and assaying in the reigns of Henry III and Edward I", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, pp. 77-79). E Sáinz, A. Bartolomé, La ceca de Burgos, Burgos, 1983, p. 14; M. Gual, El primer manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, p. 115; en catalán dichas monedas reciben también el nombre de quatern, doblench y remenea o tern (J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. XXI). 197 "Pqj- cuanto por las leyes de nuestros reinos está proveído y mandado que no se labre plata de menos ley de once dineros y cuatro granos [...] por ende nos, viendo que el uso y guarda de las dichas leyes es muy provechoso y cumplidero a nuestros subditos y naturales, mandamos y defendemos por la presente que no se labre ni marque plata alguna de vajilla ni FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Aunque el ensayo para comprobar la ley de una moneda podía ser realizado en cualquier momento, el número de ensayos de control que el ensayador debía realizar durante su proceso de fabricación y los momentos oportunos para hacerlo aparecen mencionados en los distintos ordenamientos de moneda bajomedievales. Todos ellos están de acuerdo en declarar la necesidad de llevar a cabo, al menos, tres ensayos del metal, en fases distintas del proceso de amonedación; el primero, de los "riellos" o rieles (barras de metal aleado) a la salida de la fundición; el segundo, de los dineros prietos o cospeles, recortados de la plancha de metal una vez reducida a lámina en las hornazas; y el tercero, de los cospeles blancos, una vez blanqueados antes de recibir la impresión definitiva por parte de los monederos. De esta forma, era posible detectar si la sustracción de metal se había producido en la fundición, en la hornaza o durante el blanquimento de las piezas''^. Sin embargo, ninguno de estos ordenamientos proporciona indicaciones concretas sobre el modo en que debían ser efectuados los citados ensayos; instrucciones que sí aparecen, en cambio, y perfectamente detalladas, en el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro y en algunos de los ordenamientos de la Corona aragonesa. Para hacer el primero de ellos, el ensayador debía acudir, en unión del escribano, a la fundición donde el maestro estuviera preparando la aleación cobreplata a la ley exigida; tomar dos muestras de los rieles (para prevenir un posible error) y, una vez sometida a ensayo, comunicar a los guardas que la aleación se ajustaba a lo requerido. El manual aclara que, en tanto no fuera modificada la citada aleación, no sería necesario realizar el ensayo de otras barras en la fundición, pues se entiende que todas las barras de plata salidas de ella tendrían idéntica ley. Esta misma disposición se encuentra en las ordenanzas de la ceca de Valencia, al disde mazonería ni bronchas ni sartales y cuentas y tejillos y labor de filigrana de jaezes y manillas ni otras piezas mayores ni menudas de menos ley de los dichos 11 dineros y 4 granos, y los que tuviesen oficio de marcar la dicha plata no al marquen de menos ley de los dichos 11 dineros y 4 granos, y ningún platero sea osado de aquí adelante de labrar ni labre plata de menos ley de la susodicha" (1488, Pragmática de sus altezas para los fieles plateros. Archivo Municipal de Córdoba, libro de ordenanzas 1°, ff. 186r-v). Esta plata de ley, cuya composición se ha mantenido hasta nuestros días en similares términos, equivalía a l i partes y 1/6 de plata frente a 5/6 partes de cobre (93% plata 7% cobre, o 930 milésimas, prácticamente equivalente a la actual plata de ley de 925 milésimas) y fue la utilizada para hacer las aleaciones con cobre en las monedas de plata y vellón. La disposición contenida en el de Lorca de 1297 sobre la obligación que tiene el ensayador de hacer "el ensay de los reyellos ante que los den a labrar, et de las fornazas de los obreros et de los setios de los monederos, porque si yerro y fallaren que sepan de quál parte viene", se repite en idénticos términos en los de Murcia de 1334 y en los de Cuenca de 1391 (J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 28; id., "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 311; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 138). 142;

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poner que cuando el metal "esté fundido y lanzado por deles sobre tablas de piedra, de cada crisol o cazo deben tomar los guardas un riel y guardarlos en una caja hasta que haga ensayo de ellos el ensayador"; y en el de Alfonso V de 1419, que manda "después que la plata sea fundida y hecha rieles, tome un riel de cada crisol y haga ensayo de cada uno de los dichos rieles""'. El segundo ensayo tenía efecto después de que el capataz de la hornaza hubiera reducido estos rieles a delgadas láminas y de que los obreros hubieran recortado de dichas planchas los cospeles que luego se acuñarían y que en estos momentos recibían el nombre de "dineros prietos" por no haber sido aún blanqueados. El ensayador debía tomar la muestra de dos dineros en cada horno; también las ordenanzas de Valencia ordenaban tomar a los guardas dos monedas de cada obrero y darlas al ensayador para que éste las pardera por la mitad con tijera y tomara de cada mitad peso de media onza para comprobar la ley. Sometida la primera muestra a ensayo, si coincidía con la ley del ensayo primero, es decir, del metal aleado en la fundición, el correcto desarrollo del trabajo quedaba asegurado. Si no coincidía, era necesario efectuar un segundo ensayo de la segunda muestra recogida. Si, efectivamente, este segundo ensayo volvía a arrojar el mismo resultado, entonces se hacía evidente que se había producido un fraude en la hornaza restando plata al metal, y el ensayador venía obligado a ponerlo en conocimiento del maestro de la moneda y de los guardas. El tercer y último ensayo "de oficio" se efectuaba cuando los cospeles habían sido ya blanqueados. El ensayador tomaba una muestra —con peso de diez sueldos, indica el manuscrito 46— de los "dineros blancos" para ser sometida a ensayo. Como en los casos anteriores, si el resultado del primer ensayo no coincidía con la ley registrada en los ensayos anteriores, el ensayador debía asegurarse primero realizando un segundo ensayo y, confirmado el fraude —que, gracias a las comprobaciones anteriores, no podía haber sido cometido por otro operario más que por el blanqueador-, se denunciaba a los guardas. El manuscrito advierte, como es lógico, que la ley registrada en este tercer ensayo debía no coincidir exactamente con la de ensayos anteriores, debido a la pérdida de cobre en la superficie de la moneda que representaba el blanquimento, por lo que era normal que se encontrara una

' J . Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 431. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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ley algo superior (es decir, con algún contenido más de plata), "como quier que le a de andar más otorgado por razón de la blanquición"^"". El establecimiento de todos estos ensayos no tiene nada de particular, teniendo en cuenta la importancia que el procedimiento tenía para conocer la ley de las monedas. No debemos olvidar que todas las monedas medievales tenían más o menos un elevado valor intrínseco, valor que dependía no tanto de su peso como de su ley, es decir, del contenido de metal precioso presente en la aleación; por ello, los controles establecidos sobre su ley durante el proceso de acuñación fueron probablemente los más exigentes, partiendo de exactitud, de cuantas prácticas metalúrgicas se realizaron en tiempos medievales, hasta el punto de que una irregularidad en el ajuste de la ley podía suponer para maestros de moneda y ensayadores no ya la pérdida del oficio, sino la de su propia vida^"'. Sin embargo esa exactitud no era fácil de lograr por un procedimiento tan dependiente de diversos factores como era el ensayo, una operación sometida a gran número de variables, tanto en la forma en que se realizaba para la plata como en los diversos métodos adoptados para el oro. A pesar de su sencillez teórica, el ensayo era en la práctica una operación muy complicada cuya exactitud dependía de un elevado número de cuestiones: en el caso del ensayo de la plata, de la temperatura del horno y del flujo de aire en su interior, la calidad de las copelas, la cantidad de plomo usada y la concentración de metales básicos en la fundición; en el caso del ensayo del oro, de la temperatura alcanzada, del tiempo durante el que el crisol se caldeara, de la cantidad de cimiento o aguaflierte utilizada, etc. En realidad, el ensayo era tanto un arte como una ciencia y, por esta razón, los expertos a través de los siglos se mostraron de acuerdo en admitir que un ensayo exacto era difícil de conseguir y rara vez se daba. Esta aparente contradicción entre necesidad de exactitud máxima y dificultad de obtenerla a través de los complejos procesos del ensayo, fue determinante en dos sentidos diferentes: por un lado.

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, fF. 132r-133r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, £1 arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 223-224), donde se describe el procedimiento de efectuar los citados ensayos; las referencias en las ordenanzas de la ceca de Valencia son proporcionadas por E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 112 y 115. Como llegó a ocurrir, de hecho, en determinadas ocasiones en el caso de las casas de moneda británicas, según el revelador estudio de M. Mate, "A mint of trouble 1279-1307", Speculum, 44, 1969, p. 204.

144;

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obligó a tomar medidas para tratar de asegurarse, hasta donde fiiera posible, de que el cambio en la ley de una moneda que se pudiera apreciar a través de un ensayo se debía efectivamente a una manipulación por parte de los trabajadores y no a un error cometido por el ensayador durante su realización; para ello se habilitó la práctica del doble ensayo que antes

mencionamos^o^.

Y, como

un segundo efecto de este mismo problema, unido a la dificultad que suponía ajustar una aleación de muchos marcos u onzas a una ley perfectamente medida hasta el último grano, fue otorgada a la ley de todas las monedas un margen de tolerancia para dadas por válidas, del mismo modo que ya hemos visto ocurría en el caso de la talla. Y también como en aquel caso, cuando las monedas resultaban bajas o altas de ley, debía procurar compensarse en la siguiente emisión. El manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro señala que el margen permitido para dar validez a la ley de una moneda de plata era de un grano, pues toda variación superior al mismo, por exceso o defecto de plata, debía ser denunciada por el ensayador ante los guardas y la moneda vuelta a fundir; si la variación era inferior al grano, la moneda era dada por buena, pero se debía compensar dicha falta en la siguiente fundición de metal, tratando de poner en la aleación ese grano de más o de menos que se observó en la anterior. Los restantes ordenamientos castellanos del siglo XIV también ofrecen el mismo margen de tolerancia para las monedas de plata y el mismo remedio ante la oscilación de la ley, pues los ordenamientos de Lorca y Murcia disponen que "sy por ventura acaesfiere algunas vegadas quel ensay fuere menguado o crefido de un grano, que los dineros non sean detenidos por aquella razón, mas que labren e en la primera labor que labraren que lo emienden en al tantos marcos por más o por menos de aquella guisa que lo ovieren mester a fazer. E sy más de un grano menguare que tomen las guardas todos los dineros e que los fagan refondir ante sy e el maestro que meta y la mejoría ante ellos e ante el escrivano"^"'. En la Corona de Aragón, Estas disposiciones aparecen también en el Tractatus Nova Monete británico de 1280. En él se indica que el ensayador debía realizar no dos, sino hasta tres ensayos distintos para asegurarse de la ley de la moneda, porque el ensayo podía arrojar distintos resultados en función de variables tales como "sobrecalentamiento, o porque la plata haya salido fuera, o porque por falta de fiiego el ensayo se haya enfriado o por la falta de carbones o por otro cualquier factor por el que la plata pueda haber disminuido" (Ch. Johnson, The De moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, LondresEdimburgo, 1956, p. 81). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f 121v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 216-217); J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando TV, Murcia, 1980, p. 28; id., "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 311. En Castilla, la única excepción a la tolerancia de un grano la hallamos en el ordenamiento de Enrique II de 1369, que fija la tolerancia FUNDACION JUANELO TURRIANO


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el ordenamiento de Pedro III de 1285 y las ordenanzas de la ceca de Valencia fijaron el límite de tolerancia en las monedas de plata en dos granos; las ordenanzas del Tesoro británicas de 1279, en dos granos y medio, especificando que el maestro no será castigado por ello pero sí obligado a corregir el defecto a la siguiente fiindición; y el Tractatus Nova Monete, de la misma época, indica igualmente que el maestro de moneda debe enmendar cualquier deficiencia en el contenido de plata inferior a los dos granos y medio añadiendo, a la vez siguiente, moneda adicional de igual valor pero de mayor contenido en plata^®"^. También se estableció en un grano el margen de tolerancia permitido a la ley en el caso de las monedas de oro, como evidencia un mandamiento emitido por Enrique IV en 1468 para labrar enriques de oro en la ceca de Madrid, donde se dispone que cuando las monedas estén acabadas, el maestro, el guarda y el ensayador, ante el escribano, las envuelvan en un paño y hagan "leuada dello... e si saliere el enrique de los dichos 23 quilates pase, e si saliere un grano menos de la ley pase". Mientras que en las cecas aragonesas el margen permitido a la moneda de oro parece haber sido algo más elevado, de

de quilate concretamente -es decir, de una caruba-, como manifiesta

el ordenamiento de Alfonso V de 1419 al indicar que los guardas, "vista que sea de ley, o un cuarto de quilate más o menos de ley, pueden licenciar la dicha moneda [de oro]"^°^ Si hemos de comparar entre sí estas disposiciones legislativas, y pese a las ligeras variantes que existían en los sistemas de medidas (un grano de plata en Inglaterra equivalía a la vigésima parte de la onza, mientras que en Castilla era la vigésimocuarta), podemos concluir que el grado de exigencia en la exactitud de la ley de las monedas era incluso superior en Castilla que en otras regiones de Europa. Los ensayadores debían, por tanto, efectuar un conjunto de ensayos de los cuales el más importante era el efectuado en último lugar, es decir, el que se hacía de los cospeles blanqueados de la ley en cuatro granos para los reales y en dos granos para los coronados (L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, pp. 8 y 9). J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 273; F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 115; Ch. Johnson, The De Moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, pp. 57 y 80. Estos márgenes de tolerancia han existido hasta nuestros días; por ejemplo, la tabla de compensaciones en resultados del ensayo utilizada por la casa de la moneda de París en 1830 permitía un error, en plata de 1.000 milésimas, de hasta 1,03 milésimas y, en plata de 900 milésimas, de hasta 4 milésimas. 1468.07.06, AGS, EMR, leg. 655; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 428. 146;

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porque en él se determinaba la ley a la que salía emidda la moneda -de la misma forma que la pesada principal era la que se hacía con los cospeles prietos, antes de ser acuñados-, pues ella determinaba la talla correcta o el feblaje y la fortaleza existentes en cada emisión. Por ello, de este úldmo ensayo, equivalente a la libranza en materia de talla, debía ser conservada una muestra de la moneda -como se conservaba de la talla- y el testimonio escrito de su ley. Como es evidente, dicha muestra debía ser guardada como garantía de que la emisión de moneda había sido efectuada a la ley correcta, en particular ante la hacienda regia; así lo declara expresamente el ordenamiento castellano de 1297 al indicar que "lo que tomare el ensayador para fazer estos ensayos, que lo torne desque ouiere fecho los ensayos al arrendador que estudiere en la dicha casa, saluo los ensayos de las libranzas, que los ponga en vna arca porque sy la nuestra merced [del rey] fuere de ver la dicha ley que la podamos ver"^*"^. Aunque la anotación o el registro de la ley de la moneda era, propiamente hablando, cometido del escribano (que debía redactar y firmar el albalá que se conserva junto a la muestra), el ensayador debía encargarse de verificar dicha ley y de trasladar al escribano el resultado de su ensayo. La forma de llevar a cabo este último ensayo, y la subsiguiente anotación de la ley y recogida de la moneda ensayada, aparecen reflejados en la práctica totalidad de los ordenamientos legales de la época con el nombre de "llevada" o "leuada" y guarda una estrecha semejanza con la "libranza" o "deliberan^a" que se efectuaba en relación con la talla. El manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro ordena redactar un documento donde quedase registrado, por el escribano de la ceca, la fecha, la ley y el peso del ensayo conservado, y guardarlo en una bolsa junto con una suma de dinero suficiente para permitir la realización de un nuevo ensayo, por si las autoridades reales decidieran comprobar la veracidad de lo declarado; cerrada la bolsa, con el ensayo y la muestra en su interior, era introducida en un arca bajo triple cerradura, cuyas llaves permanecían en poder del propio ensayador, del maestro de la moneda y de uno de los guardas, respectivamente, como oficiales responsables de la ceca y de la rendición de cuentas ante la administración regia^"^.

L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1980, p. 9. ^ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 133v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, r> np. 224). 2000, FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Casi en los mismos términos se expresan los restantes ordenamientos castellanos del siglo XIV; por ejemplo, el otorgado en 1334 para la acuñación de moneda en la ceca de Murcia indica que "quando los dineros Rieren enblanquidos, que ante que los den a monedear, tomen las guardas dellos ante el maestro e ante el ensayador e el escrivano e que faga el ensayador ensay de la librança dellos. E quando el ensay fuere fecho, quel judgen e quel pesen, e sy pesare su derecho e fuere bueno quel ençierren en papel con xviii dineros blancos monedeados e que el escrivano y escriva de qual día es e de quantos marcos e quanto pesa. E quel metan en una arca e que ayan tres llaves, la una llave que tenga el ensayador, e la otra la una de las guardas e la otra llave que tenga el nuestro escrivano, e que metan dentro en aquella arca una bustia cerrada e sellada e que sea guardada para nos"2°®. En Castilla, el proceso se recoge también en las ordenanzas del siglo XV; por ejemplo en las de Enrique IV de 1471, que estipulaban que una vez "bien blanqueadas... tornen a faser levada de las leyes de las dichas monedas... tome el dicho mi ensayador una pieça de cada suerte... e fagan de la mitad de cada una délias sus ensayes... e envuélvalo en un papel en el qual escriba la levada de quantos marcos y en que día se fiso y de qué ley y talla se falló y firmado de sus nombres el ensayador e escrivano"; y en las de 1497, en un extenso capítulo recogido en su integridad por Julio Torres^®'. Parece que estas disposiciones legales debieron llevarse a cabo en el interior de todas las cecas; el control a que éstas estaban sometidas obligaría a ello y, además, no dejaban de recordarlo los mandamientos reales emitidos con ocasión de emisiones determinadas. Por ejemplo, el mandamiento de Enrique IV para la labra de enriques de oro en la ceca de Madrid, ordenaba que cuando las monedas salieren de ley, después del ensayo final de la libranza, "tome el ensayador la otra mitad del enrique de oro... que cortó por medio e ante el escriuano lo enbuelva en un papel en que anote el día mes y año que se hizo la librança, de qué ley lo falló el ensayador e de quántos marcos era la librança e lo firme el ensayador, e echen dicho papel enbuelto en una arca cerrada con tres llaves, que tengan una el ensayador, otra el escribano y otra el tesorero"^'".

J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 311. La referida disposición se reitera, en términos idénticos, en los ordenamientos de Lorca de 1297, Murcia de 1369 y Cuenca de 1391 Q. Torres Fontes, Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 28; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1980, p. 9 y J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 137). AGS, DC, leg. 1 : cit. E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 143; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 591-592. 1468.07.06, AGS, EMR, leg. 655; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 660-662. 148;

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El proceso, tal y como aparece registrado en los ordenamientos de la Corona aragonesa, resulta absolutamente idéntico. El de Pedro III de 1285 indica que los guardas debían tomar de cada hornaza dos dineros y de todas las hornazas, el ensayador debe ensayar media onza de dineros cortados, pesados ante los guardas y el maestro "y después lo debe meter en la cendrada en la copela y cuando lo haya llevado a su punto lo debe mostrar a los guardas, lo debe pesar y decir a los guardas si la moneda puede o no ser librada"; una vez superado el ensayo, el maestro y los guardas deben tomar al menos media onza, entre dineros cortados y enteros y junto con un papel donde anoten el resultado del ensayo, guardado en un sobre de papel plegado a lo largo por tercios, anotando en su exterior las monedas emitidas en dicha libranza, luego deben coser con hilo el papel de forma que los dineros no puedan salirse y deben anotar sobre el papel el día que se hizo la libranza, el resultado del ensayo y el peso de la moneda y deben guardar el papel en una caja con dos llaves, que una la tengan los guardas y la otra el ensayador. Lo mismo indican las ordenanzas de la ceca de Valencia, los guardas y el maestro debían tomar una hoja de papel "e doblada en tres partes, y en una parte debe ser cosida con hilo al papel la mitad recortada de la moneda de cuya otra mitad se ha hecho el ensayo, y deben escribir esta libranza se hizo tal día y salió feble de tantos granos o fuerte de tantos granos, y guardado en una caja con dos llaves, una en poder de los guardas y otra en poder del ensayador"^". Los mismos términos se consignan en el caso de la emisión de moneda de oro, como se refleja en el ordenamiento de Alfonso V de 1419, cuando obliga a los maestros de la moneda a que "no hagan la libranza de los florines hasta que no reciben la autorización de los guardas, pues éstos deben comprobar su ley y su talla mezclando los florines acuñados muchas veces y tomando un florín por cada decena de marcos, para tocarlos y comprobarlos con la piedra de toque con la señal real entregada a los dichos guardas, la cual está señalada con un escudo real; si los florines se encuentran de ley apropiada o con un cuarto de quilate más o menos, que autoricen al maestro a hacer la libranza, anotando cuántos florines hay de febles o fxiertes, o de gruesos o menudos, para compensarlo en la siguiente emisión. Y si los encuentran tales que autoricen la emisión, que metan los florines de los que hayan hecho el toque en una bustia con la escritura por ellos acostumbrada J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 273; F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 115. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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escribir y meter en tales bustias y la metan en una caja con dos cerraduras, que tenga una llave el maestro y otra los guardas"^'^. Las bolsas y cajas donde quedaban custodiadas las muestras y anotada la ley encontrada en los ensayos, aparecen reflejadas en ordenamientos de moneda y en libros de registro de las cecas aragonesas. Por ejemplo, en la ceca de Barcelona se citan, en 1348, "hilo y aguja con que encerrar los ensayos" e "hilo de ampalomar para ligar los ensayos que los guardas llevaren de las monedas". Diez años antes, y en la misma casa de moneda, hallamos testimoniado cómo "los guardas tomaron de dineros menudos, para hacer los ensayos de las libranzas, 146 sueldos 9 dineros, de los cuales fiieron metidos en 11 encierros de 11 libranzas que fiieron hechas en cinco años [de noviembre de 1327 a noviembre de 1332], a razón de onza y media por cada encierro". Por último, Pedro IV ordenaba en 1357 que, en la ceca de Perpiñán, las monedas de oro Rieran probadas "de fineza y lealtad... la cual prueba se hace en las hornazas y por coch [¿cimiento?]", y que en dicha ceca "se haga una caja en la que haya tres cerraduras y tres llaves, que tengan el maestro, el escribano y Pedro Guerau al que se ha ordenado aplicar este mandamiento"^'^. Por último, debemos indicar que, si bien las muestras conservadas de cada emisión o libranza —encerradas en bustias o sacos y depositadas, a su vez, en las cajas ya citadas- servían para poder comprobar la ley de la moneda cuando asífiaerarequerido a los arrendadores de la ceca por las autoridades reales, existieron además ensayos periódicos de rendición de cuentas que eran realizados "de oficio" por las autoridades de la casa de moneda, generalmente con carácter anual. En el ordenamiento de Alfi^nso V de 1419 se dice que el ensayador, "al final del año, debe hacer ensayo de todas las levadas que se hallen en la caja de los encierros en presencia de maestro, guardas y escribano", a fin de garantizar que las anotaciones que se fiieron haciendo en cada emisión resultaban correctas^'"'. Mediante este sistema se pretendía poder evidenciar siempre la calidad de la moneda emitida y el respeto escrupuloso por el mandamiento regio en lo referente a la talla y a la ley de las monedas acuñadas. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 353-354. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. 13r-v; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 304; J. Salat, Tratado de las monedas labradas en el principado de Cataluña, Barcelona, 1818 (reed. Madrid, 1982), p. 35. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 431.

150;

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CAPÍTULO III EL TRABAJO DE LA MONEDA: TÉCNICAS, PROCESOS, UTILLAJE

Desde un punto de vista estrictamente laboral, las técnicas y los procesos de producción seguidos en el trabajo de la moneda pueden articularse en torno a cuatro grandes ejes. Tenemos, en primer lugar, los aspectos relacionados con la adquisición y el uso del metal en las cecas, qué tipo de metales se adquirían (no solamente el oro y la plata sino, también, el cobre para formar las aleaciones); desde dónde llegaban, bajo qué forma (monedas antiguas, piezas diversas de joyería -es decir, los conjuntos denominados en la época "billones"-, barras de metal procedente de las minas) y en qué manos; cómo eran tratados dichos metales tras su recepción en la casa de moneda y puestos a disposición de los monederos que acuñaban las nuevas piezas. El segundo gran apartado está constituido por las técnicas y los procesos de carácter manual, los procedimientos empleados en las operaciones que llevaban a cabo los trabajadores menos cualificados y que, si bien requerían una mínima habilidad, destreza manual y conocimientos técnicos, no tenían un grado de exigencia semejante, ni desde el punto de vista teórico ni desde el punto de vista de la exactitud, a las operaciones más complejas y de mayor desarrollo científico como podían ser la aleación y el ensayo. Entran dentro de este campo buena parte de las operaciones realizadas durante el proceso de producción, la fimdición del metal en los hornos, su reducción a plancha en las hornazas, el recorte de los cospeles de dichas planchas, el blanquimento de la moneda y la propia acuñación a martillo. En tercer término aparece la realización de las aleaciones, es decir, de las ligas porcentuadas de metales preciosos y de cobre que intervenían en todas las monedas (aleaciones plata-cobre para las FUNDACION JUANELO TURRIANO


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monedas de plata y de vellón, en sus distintas proporciones; aleaciones oro-plata/cobre —teniendo presente que esta plata que se aleaba con el oro llevaba siempre un cierto porcentaje de cobre consigo— de las monedas de oro). La aleación, ajustada a la ley exigida a cada tipo de moneda y a cada emisión concreta de la misma, era realizada por los maestros de moneda en la fiandición, antes de obtener los rieles que luego eran adelgazados en forma de plancha para recortar los cospeles. Era una operación de carácter fimdamentalmente matemático, mucho menos relacionada con la metalurgia o con operaciones de carácter manual que con operaciones de cálculo, basadas en la adición y la sustracción de metal y ajustadas en la escala ponderal utilizada en que era expresada la ley de los metales preciosos (onzas, dineros y granos, para la plata; quilates, carubas y granos, para el oro); de manera que resultaba imprescindible tener un perfecto conocimiento del sistema de medidas de la ley y de las diversas reglas aritméticas que se debían aplicar en dichas aleaciones (algunas muy simples, en términos de sumas, restas, multiplicaciones o reglas de tres; otras más complejas basadas en reglas —como la de la aleación alternativa-) para llevar adelante la aleación de manera correcta. La aleación era, por tanto, una operación básica del proceso, pues ella determinaba al fin y al cabo la ley de la moneda, pero estaba basada casi exclusivamente en cálculos matemáticos y no en el trabajo manual. Por último, el cuarto gran eje de la actividad desarrollada en las casas de moneda era el vinculado con el ensayo de los metales preciosos. El ensayo, basado en complejos procedimientos de carácter metalúrgico, servía para determinar la ley de una moneda o pieza de metal precioso, es decir, para descubrir qué parte había en dicho objeto de oro o plata "puros" o "finos" (plata de 12 dineros o casi —por lo general de 11 dineros y 4 granos, es decir, de 11 dineros yl/6o930 milésimas— y oro de 24 quilates o casi —generalmente de 23 y tres carubas, es decir, de 23 quilates y

) y qué parte había de otros me-

tales (de la liga plata-cobre, en el caso de las monedas de oro; de cobre, en el caso de las monedas de plata). La determinación de la ley y, por tanto, la técnica de los ensayos estuvo basada en la afinación de los metales preciosos, es decir, en la práctica de procedimientos que iban eliminando el contenido en plata y cobre (fuera cual fuera la proporción de ambos metales contenida en la moneda) de los objetos de oro y el contenido en cobre de los objetos de plata, y mediante los cuales el metal precioso se iba aislando o afinando -es decir, haciéndose oro fino o plata fina, sin mezcla de otro metal—; una vez establecido el peso de oro o plata finos contenido en una aleación dada, 15=?

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se comparaba con el peso del metal puesto a ensayar, y la diferencia arrojaba el porcentaje o ley de la liga. Los ensayos que se llevaban a cabo en las casas de moneda eran importantes en un doble sentido: servían, por un lado, para comprobar la ley de las vajillas, monedas viejas y "billones" que eran traídos a las cecas para su transformación en monedas nuevas aleadas a la ley exigida, ensayos que servían para abonar a los propietarios de dichos metales preciosos un precio ajustado a su valor real (peso y ley); pero servían, sobre todo - y éste era su sentido fundamental-, para comprobar la ley de la moneda en dos formas, realizando dicha comprobación en diversas fases del proceso a fin de asegurarse de que no se producían fraudes o sustracciones de metal precioso en las ligas y, muy especialmente, para verificar que la ley de la moneda emitida coincidía realmente con lo ordenado por el monarca. El ensayo era una actividad llevada a cabo mediante procedimientos diversos para el oro y, prácticamente, de una sola forma para la plata. Dado que se realizaba en distintas fases del trabajo monetario y en número muy variable (dependiendo de sus resultados o de las propias exigencias de los propietarios del metal y de los tesoreros de las cecas), parece conveniente tratarlo de forma separada al resto del proceso, sin integrarlo en la "cadena de producción" en que vamos a ir examinando el resto de labores. Por el propio carácter de los ensayos, estas operaciones eran procesos fundamentalmente de elevado desarrollo técnico (ni manual, ni matemático, como los anteriores) y, aunque es evidente que los ensayadores debían conocer y dominar el sistema de medidas de la ley del oro y de la plata tan bien como los mismos maestros, y saber preparar las pesas o dinerales para comprobarla como hacían los maestros con las pesas para controlar la talla, su trabajo exigía ante todo conocimientos de técnica metalúrgica que les garantizara una buena selección y preparación de los materiales del ensayo y una buena conducción del proceso (vigilancia de la temperatura de los hornos, de los tiempos de cada fase del ensayo, de las materias utilizadas). Y éste era el aspecto básico de su labor, porque de todos esos extremos dependía la exactitud del ensayo, o lo que es lo mismo, que éste fuera ejecutado de forma correcta y el resultado obtenido, en forma de ley de una moneda u objeto determinado, fuera el real. Los ensayos no eran sólo aplicados a la moneda, como es lógico, sino a cualquier objeto y proceso productivo relacionado con las labores de joyería, platería, orfebrería y cualquier otra donde intervinieran el oro y la plata; pero el ensayo de la moneda era particularmente exigente, partiendo de exactitud de sus resultados.

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podríamos decir que "hasta el último grano" y como ello dependía, entre otros muchos, de los diversos factores mencionados, ciertamente la mayor parte de los manuales técnicos que explicitan la forma de realización de los ensayos, redactados entre los siglos XIV y XVI, hacen referencia de forma concreta al ensayo de la moneda, lo cual pone claramente de relieve la vinculación entre ambas actividades. A pasar revista sobre estos diferentes procedimientos técnicos, dedicamos las páginas siguientes, en las que tratamos de exponer no sólo cómo fue fabricada la moneda sino por qué eran empleados unos procesos concretos y no otros, en fimción de las exigencias técnicas o científicas del trabajo. A comparar entre sí las técnicas y útiles empleados en las diversas cecas hispanas de época bajomedieval. Y a poner de relieve la trascendencia que para el desarrollo de las disciplinas científicas, como las matemáticas y la química, tuvieron las labores relacionadas con la producción monetaria.

LA RECEPCIÓN DEL METAL La documentación conservada de época bajomedieval, tanto en forma de ordenamientos o textos de carácter legal como en forma de libros de compras de metal de aquellas cecas donde se han conservado (en la Península el caso más conocido es el de la ceca de Barcelona), evidencia con claridad que la principal fiiente de aprovisionamiento de metales preciosos para las cecas estuvo constituida por monedas usadas, barras, vajillas, objetos y joyas de plata y oro. La práctica totalidad de las menciones contenidas en los textos de los siglos XIV y XV se centran en las aportaciones de este tipo de piezas, realizadas por los particulares, y apenas existen alusiones sobre el uso de barras de metal precioso afinado, plata sobre todo, procedente directamente de explotaciones mineras para la amonedación. Este hecho fue ya destacado por Lluis y Navas en muchos de sus trabajos, en los que afirmaba que "la aportación de metal amonedable a los talleres monetarios por los particulares debió de ser una de las principales fuentes de materia prima [...] pues tanto en la Corona de Aragón como en la de Castilla se conocen disposiciones que reflejan la preocupación de los gobernantes por los problemas que planteaban estas aportaciones". Y fue igualmente puesto de manifiesto en un conocido estudio que publicó, hace también algunos años, Federico Udina, basado en los libros de compras de la ceca barcelonesa; los libros de los años l4l4-1416 recogían 154;

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datos sobre los particulares que aportaron oro y plata para la acuñación de florines y de croats de plata en la ceca de Barcelona; entre las piezas de oro se mencionan monedas, collares y elementos de vajilla, mientras que entre las de plata aparecen objetos muy diversos, como copas, escudillas, panes, instrumentos. Tales aportaciones fueron realizadas siempre por particulares, sobre todo por mercaderes, cambiadores, notarios y personajes de la oligarquía local, a quienes era abonado en la ceca el valor del metal entregado, pero en ningún momento se recoge la llegada de barras de oro o plata de fundición, procedentes de instalaciones minerometalúrgicas, ni la entrega de dichos metales por parte de agentes de la Corona^'^. Lo mismo cabe decir de los libros de registro que se 1

(

conservan para el siglo XIV. Por ejemplo, en 1374 fueron adquiridas en la ceca de Valencia diversas partidas de cobre y distintas cantidades de monedas de oro, especialmente florines y doblas moriscas, mientras que de 1382 data un "libro de compras de oro" de la ceca de Barcelona donde se reflejan las adquisiciones de éstas —doblas, florines de Florencia— y de otras monedas de oro con las que acuñar las nuevas piezas^'^.

1

La entrega del oro y de la plata en la ceca estaba altamente protegida y las ordenanzas medievales prestaron especial atención en asegurar, tanto la aportación del metal precioso como la seguridad de quienes lo llevaban a las casas de moneda. En mayo de 1369, Enrique II, al estipular las condiciones para el arrendamiento de las cecas de la Corona, indicaba "que todo mercader e otro omme qualquier que troxiere plata o bullón para la dicha moneda, que venga saluo e seguro a todos los dichos lugares sin pagar derecho alguno... e sy le fliere tomado o robado contra su voluntad en el regno de Castiella, trayendo guía consigo de vn lugar a otro, que de la nuestra renta que nos avernos de aver de las dichas monedas, que le sea descontado"^'^.

J. Lluis y Navas, "Notas sobre la legislación y organización de las cecas de Juan II y Enrique IV", Ampurías, 13, 1951, p. 138; E Udina, "La ceca de Barcelona en tiempos de Fernando de Antequera y de Alfonso el Magnánimo", Numisma, 34, 1958, p. 41. Idéntico fenómeno se testimonia en el caso de Francia: las minas de plata explotadas durante el siglo XV (como las de Pampailly, en el Lyonnais) no representaron más que un aporte mínimo de metal para la amonedación (M. Bomp aire, F. Dumas, Numismatique médiévale, Turnhour, 2000, p. 423). Después de verificar mediante ensayo la ley de las citadas monedas (libro de compras de metal de la ceca de Valencia, año 1374, ACA, RP, MR, leg. 2019, doc. n° 1, s.f); en el caso de Barcelona, el 2 de agosto de 1382, se compraron doblas de ley de 23 quilates, es decir, de oro fino, que pesaron un marco 4 onzas 11 dineros y 23 granos (libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, f 2r). ^'^L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 5. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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El conjunto de estas piezas y objetos de metal, incluidas las viejas monedas —que solían traerse para ser reacuñadas con la nueva talla y ley ordenada por el monarca—, formaba los conjuntos conocidos entonces por el nombre de billón, un término de uso generalizado en la Europa medieval (es el bullion del que hablan los textos británicos) y que dio lugar al uso del nombre moneda de vellón para referirse a la de plata de baja ley, en muchos casos prácticamente moneda de cobre, con un contenido más bien simbólico de plata^^®. De hecho, se trata de un término verdaderamente necesario para designar a los conjuntos de metal llegados a las cecas, al estar integrados por piezas cuya diversidad no admite fácilmente el empleo de otra denominación; según manifiestan las cuentas rendidas por la ceca de Barcelona en 1338, el metal llegado a la casa de moneda de dicha ciudad entre noviembre de 1322 y el mismo mes de 1327 estuvo compuesto no solamente de monedas, plasta o planchas y objetos de plata y cobre, sino también por los restos de las "lavaduras" que eran producidas en la propia casa de moneda mediante la extracción del metal absorbido por las copelas y los crisoles de los hornos durante el proceso de trabajo y que, como veremos más adelante, se hacían picar, lavar y afinar para apurar los restos de metal precioso contenidos en ellos^^^. La recepción del metal tenía lugar en una sala específicamente destinada a tal fin, existente en todas las casas de moneda, que en la documentación valenciana del siglo XV es denominada "casa de compra"; la adquisición de estos billones o vellones era gestionada por el tesorero de la ceca o por el maestro de la moneda —este último en exclusiva en la Corona de Aragón—, teniendo siempre en cuenta el peso del metal aportado y su ley, pues lógicamente dicha ley —que indicaba la proporción de plata y oro contenida en los billones- determinaba el valor que las piezas alcanzaban y, por lo mismo, lo que había que pagar por ellas a quienes las entregaban. En cualquier caso, el protagonismo mantenido, desde todos los puntos de vista, por las aportaciones realizadas a las cecas por los particulares arroja cierta sombra sobre un tema del mayor interés y que nos resulta prácticamente desconocido para la España bajomedieval. Si todas las menciones que tenemos, tanto en los libros de compra de ciudades como Barcelona como en la documenEl origen, uso y significado de este término ha sido discutido por J. Torres, Ordenanzas de moneda, pp. 615-616. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 292.

156;

medievales

sobre

fabricación

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tación escrita castellana, se refieren a la aportación de metal en fiarma de vajilla, joyas y monedas usadas por parte de mercaderes, cambistas u otros particulares, ¿dónde queda la aportación llevada a cabo directamente desde las explotaciones mineras? ¿Es que no se explotaron minas de galena argentífera en la Península durante los siglos XIV y XV para la amonedación? ¿O es que el metal extraído en las minas no fiie usado con esta finalidad? Respecto a la primera pregunta, parece imposible afirmar que ninguna mina de plata fuera explotada durante aquellos siglos; otro caso puede ser las minas de oro, pues aunque tenemos algunos testimonios sobre explotación de arenas cuarcíferas con tal finalidad en la zona de las Médulas durante la Edad Media, lo cierto es que la Península no fue, precisamente, un territorio rico en este metal ni su explotación minera se desarrolló de forma intensa durante aquel período. Pero el de la plata es un caso bien distinto; es verdad que aún no habían sido descubiertas las grandes minas que surtieron de plata a la Corona de Castilla durante el siglo XVI, hasta la llegada masiva del metal americano, cuyo ejemplo más paradigmático es la de Guadalcanal, en la sierra norte de Sevilla, cuya riqueza condujo a que fuera conocida por el nombre de "mina rica" (o que todavía hoy se llame la localidad allí situada Almadén de la Plata); y también es cierto que la mayor parte de los testimonios que poseemos sobre explotaciones de vetas de galena argentífera en la zona de Sierra Morena (que de este a oeste -desde Linares, en la actual provincia de Jaén, hasta Río Tinto, en la de Huelva, pasando por las minas de plata de Villanueva del Duque o de Villaviciosa, al norte de la provincia de Córdoba, o las propias de Guadalcanal, al norte de la actual provincia de Sevilla-, es probablemente la zona de mayor riqueza y concentración de yacimientos argentíferos de la Península) proceden ya de la primera mitad del siglo XVI, momento en que debió de producirse una notable intensificación de dichas explotaciones. Pero no lo es menos que, aunque fuera con un carácter más local y menos completo, algunas de esas minas debieron mantenerse en explotación durante los siglos anteriores. ¿Puede ser, entonces, que este metal no fuera usado para hacer moneda? Prácticamente es imposible pensarlo. Sabemos que, a lo largo de la Edad Media, muchas casas de moneda europeas estuvieron instaladas en las proximidades de las grandes minas con el fin de utilizar el metal extraído en ellas -que al fin y al cabo era una regalía de la Corona- para la acuñación de numerario. SoFUNDACION "JUANELO TURRIANO


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bradamente conocido es el caso de las minas de plata de Melle, en Francia, de donde los monarcas carolingios extrajeron plata para la fabricación de moneda entre los siglos VIII y X y que contaba con una ceca instalada en sus proximidades; Paul Benoit y Jean Combes han evidenciado cómo el mineral de Pampailly (Lyonnais), aunque no en una elevada proporción, fue utilizado a mediados del siglo XV para surtir a la ceca de Lyon, mientras que la plata extraída en las minas de Aumessas (Hérault) lo fue con destino a la ceca de Montpellier^^"; en el caso concreto de la Corona de Aragón, contamos con el bien conocido caso de la ceca de Iglesias, ubicada en dicha localidad sarda y en las cercanías de sus famosas minas de plata. En los libros de compras del siglo XIV que se conservan en el Archivo de la Corona de Aragón aparece claramente reflejada la compra de plata procedente de dichas minas por la casa de moneda de Cerdeña, pues con frecuencia se mencionan compras de diversas cantidades de marcos de "plasta" o "piastra" de plata, o balanzas con las que se pesa dicha plasta cuando se recibe en la ceca, término que hace sin duda alusión a la plata en pasta o en barras tal y como se obtiene del proceso de afinación minerometalúrgico llevado a cabo en los hornos de copelación^^^ Por tanto, si en las cecas peninsulares la utilización del metal extraído de las minas no aparece consignada, debemos buscar la explicación por otro lado. Es bien conocido que las explotaciones mineras realizadas en la época eran empresas emprendidas por particulares tras alcanzar un acuerdo con la Corona, que renunciaba a la explotación directa de las mismas a cambio de recibir un porcentaje del metal extraído —que con frecuencia ascendía a la décima parte de la producción—, mientras que el resto de la plata quedaba en manos de los particulares que poseían los derechos de explotación; estos particulares solían ser personajes de la gran nobleza territorial o de las oligarquías locales, que contaban con los medios económicos suficientes para la puesta en marcha de J. N. Barandoti, F. Dumas, "Minerai de Melle et monnaies durant le haut moyen âge: les relations établies grâce aux isotopes du plomb". Bulletin de la Société française de numismatique, 8, 1990, pp. 901-907; P. Benoit, "La mine de Pampailly, XVe-XVIIIe siècles". Documents d'Archéologie en Rhône-Alpes, Lyon, 1997, p. 14 ; J. Combes, "Gisements d'or et d'argent dans les Cévennes", Mines et mineurs en Languedoc-Rousillon et régions voisines de l'Antiquité à nos jours, Montpellier, 1977, pp. 145-155Por ejemplo, en 1324 se registra la compra de 400 marcos en diversas piastras d'argentale, pesaron 78, 57 y cantidades similares de libras cada una (libro de compras de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n® 1), mientras que en 1355 fueron adquiridas, a un platero de Cállar, cinco balanzas grandes "de pesar las pastas de plata que vienen en la ceca para batir moneda" y tres cordones de seda roja "para hacer cuerdas de balanzas grandes donde se pesan las pastas de plata" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, fF. 12r y I6v).

158;

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tales trabajos y con el necesario ascendente sobre la monarquía para obtener las correspondientes concesiones. Es posible que el metal que llegaba directamente a la Corona no fuera usado para la fábrica de moneda sino para hacer frente a otros gastos de la Hacienda Real, y que por eso no haya

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quedado registro de él en las compras efectuadas en las cecas; también es posible que la mayor parte ;

de la plata retenida por los propietarios de las explotaciones fiiera utilizada en usos personales, para la fabricación de joyas, collares, vajillas y los múltiples objetos de plata que las clases privilegiadas de la época usaban en su vida diaria (aspecto que, ciertamente, aparece muy bien testimoniado a principios del siglo XVI respecto del metal extraído en las minas propiedad de los condes de Belalcázar en el norte de la provincia de Córdoba)^^^.

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Por uno u otro motivo, lo cierto es que no se encuentran testimonios sobre aportación de plata 1

procedente de las minas a las cecas castellanas en los siglos XIV y XV, mientras que, en cambio, son ya abundantes en el siglo XVI. Un testimonio muy expresivo sobre este tema lo constituyen las ordenanzas promulgadas en época de Felipe II para las minas de Guadalcanal que, desde la primera mitad de siglo, se convirtieron en las mayores proveedoras de metal para la ceca de Sevilla al quedar

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íntegramente controladas por la Corona. Aunque son tardías -están fechadas en octubre de 1557-,

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cuentan entre sus capítulos con diversos apartados dedicados al problema del transporte de la plata extraída en la mina desde la sierra sevillana hasta la propia ceca, la recepción del metal en Sevilla y su utilización en la fabricación de moneda; capítulos que pueden servir perfectamente como ejemplo de ese otro sistema de proveimiento de metal precioso con el que contaron las cecas^^l El tema que regulan con mayor detalle es el relativo al transporte de la plata, desde que salía afinada de los hornos instalados en la propia mina, hasta su llegada a la casa de la moneda sevillana. Según sus disposiciones, las barras de plata debían ser pesadas una por una e introducidas en un cajón de

^^^ En efecto, casi toda la plata extraída de dichas minas y retenida por los que ya eran entonces duques de Béjar fue empleada para hacer cálices, plateles, escudillas y otras obras parecidas; así ocurrió, por ejemplo, en octubre de 1541, cuando el conde de Belalcázar declara que "se resfibieron en mi cámara de Pero García de Treviño, fator de las minas, nueve marcos e syete on^as e dos reales de plata de copella, los quales dichos nueve marcos e syete on^as y dos reales de plata de copella son para hazer vn platillo con sus tiseras de despabilar e otras cosas necesarias" (1541.10.06, AHN, Osuna, leg. 3633, n° 25, f 59r). Ordenanzas conservadas en AGS, CG, leg. 849; los capítulos que tratan sobre el traslado de la plata a la ceca de Sevilla, en ff. 8v-10v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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madera, anotándose el peso en un triple registro: por un lado, en los libros llevados por el contador, el tesorero y el escribano de la mina; por otro, grabando sobre cada barra o plancha la indicación de su propio peso; y, en tercer lugar, otorgando un documento al recuero o carretero encargado de su traslado a Sevilla para que hiciera entrega de él a los oficiales de la ceca a su llegada a la capital. Del mismo modo que se procedía con el peso se hacía con la ley; el ensayador de las minas debía efectuar el correspondiente ensayo de cada barra y, determinada la ley de la plata, grabar a punzón sobre cada plancha dicha ley, anotándolo en su libro-registro y dando testimonio al transportista. Una vez terminadas las anotaciones, las planchas eran introducidas en cajones de madera cerrados con llave y atados mediante cuerdas de cáñamo, que evidentemente estaba prohibido abrir antes de ser entregados en Sevilla. Cuando el transportista -normalmente un arriero que efectuaba el transporte a lomo de caballería por los ásperos caminos de la sierra- llegaba a Sevilla, dicen estas ordenanzas que "llegada la tal persona a cuyo cargo fiiere la dicha plata a la ciudad de Sevilla ha de ir derecho a descargarla en

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© España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. CCG, 849 Fig. 8 Estas ordenanzas para la administración y fábrica de las minas de Guadalcanal, aunque tardías (están datadas en 1557), detallan cómo se enviaba la plata extraída de las minas de Guadalcanal a la ceca de Sevilla y los controles usados para garantizar su entrega (Archivo General de Simancas, Contadurías Generales, legajo 849).

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la casa de la moneda de ella, en la hornaza que para esto está diputada", quedando allí custodiada por los oficiales de la Casa de la Contratación. A continuación, se avisaba al contraste de la ciudad y al ensayador de la casa de moneda que eran los encargados de comprobar que el peso y la ley de las planchas se ajustaban a lo grabado sobre ellas y a lo registrado en los documentos que el arriero entregaba. Este sistema debió de ser muy parecido al que estuviese regulado para el mismo fin -es decir, la plata procedente de las minas- durante la época bajomedieval y, como las propias ordenanzas declaran, no dejaría de ser fi:ecuente que se produjera una falta de coincidencia entre lo registrado en las minas, en cuestión de peso o ley, y lo verificado en Sevilla; las propias ordenanzas reconocen que "porque comúnmente ayan diferencia en el peso que pesan las dichas planchas en Guadalcanal a lo que pesan en Seuilla, vnas vezes pesando más y otras menos, hazerse a esto del peso lo mismo que va dicho en lo del ensaye". Y es que las ordenanzas disponían que si dicha variación era escasa "hasta vn marco poco más o menos en cada carga", debía darse por válida la comprobación, mientras que si la diferencia en peso o ley superaba los límites permitidos, debían ser llamados el ensayador y el contraste que las habían comprobado en las minas y entre ambos (ensayador de Guadalcanal y de la casa de la moneda, contraste de Guadalcanal y de Sevilla) determinar la diferencia apreciada. En cualquier caso, mediante la utilización de uno u otro sistema, las casas de moneda se surtían del recurso más imprescindible para llevar a cabo su trabajo, el propio metal precioso, del que dependía el funcionamiento de la ceca y, en muchos casos, los propios salarios de sus oficiales. La operación efectuada al recibir los metales constaba de dos fases imprescindibles, el peso y el ensayo. Todo el conjunto de metal aportado por cualquier particular era pesado para conocer, partiendo de marcos, libras u onzas, la cantidad recibida, tal y como hemos visto que se anotaba en los libros de registro de las cecas de Barcelona y de Iglesias. La comprobación del peso era efectuada con ayuda de una o varias grandes balanzas, provistas de sus correspondientes juegos de pesas. Por los estudios de Spufford, sabemos que la ceca de Florencia disponía, a fines del siglo XV, de seis grandes balanzas donde se llevaba a cabo esta comprobación; y que la francesa de Namur contaba, en 1407, con dos balanzas -una grande de cobre y una pequeña de hierro-, siete pesas de cobre, escalonadas entre uno y cuarenta marcos, y cinco pesas de piedra, con peso de doce a cien marcos^^^. P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration Techniques, Oxford, 1988, p. 11.

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Bajomedieval

La ceca de Iglesias tenía igualmente, en el siglo XIV, varias de estas balanzas con sus correspondientes juegos de pesas. Hemos citado en una nota anterior las "cinco balanzas grandes de pesar las pastas de plata que vienen en la ceca para batir moneda" adquiridas a un platero sardo en 1324 y los tres cordones de seda roja que se compraron para hacer "cuerdas de balanzas grandes donde se pesan las pastas de plata"; junto con ellas, fueron compradas dos pesas de cobre, de 20 y 15 marcos, respectivamente, "a peso de Barcelona", y una pesa de plomo de 20 libras con dos anillos de hierro (que servían para su sujeción) "a peso de Cerdeña", en todo lo cual se invirtieron 22 sueldos^^^ También los inventarios de la ceca valenciana, datados en los años 1459, 1465 y 1479, y pubhcados por Mateu i Llopis, recogen menciones de pesas y balanzas que, situadas en la llamada "casa de compra" servían para pesar el material recibido. Entre dicho instrumental se citan balanzas de 80, 30, 20, 6 y 4 marcos y una romana que pesaba hasta 28 arrobas; para el peso de las piezas y monedas de plata existía un patrón del marco de Valencia para pesar plata, una pesa de dos marcos llamada el patrón y diversas "pesas de pesar plata" con valores de 25, 22, 20 y 10 marcos, entre otros; y para pesar las piezas de oro, una pesa de pesar oro de 8 marcos, otra de 7 marcos con su estuche, una pesa de quilates también con su estuche de cuero y diversas pesas de florines, con valores de 100, 40, 30, 25, 20, 15, 5, 3, 2, 1 y medioflorín^^®.Todas estas pesas y balanzas tenían que ser reparadas y afinadas de continuo, a fin de garantizar su correcto funcionamiento y de comprobar que el peso de las pesas en ellas empleadas era el ajustado. Son muy numerosas las menciones que los libros de registro de las cecas aragonesas recogen sobre esta operación, por lo general encomendada a expertos "balanzarios" ajenos a la propia casa de moneda que ferian las pesas y ajustaban las balanzas a cambio de un determinado salario^^^. En la ceca de Iglesias existieron juegos de pesas dobles debido al distinto carácter de las medidas empleadas en Barcelona y en Cerdeña, según testimonia la cita de "un marco de peso sardo que son 12 libras y media, 10 sueldos" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, fF. 12r, I6v y 18v). Por lo demás, abundan las menciones de pesas en esta documentación, entre otras: dos pesas de cobre de pesar plata a peso sardo, una de 35 libras y la otra de 25; dos pesas de cobre a peso de Barcelona de 20 marcos; dos pesas de plomo de pesar la plata, una de 8 libras y otra de 5 de peso sardo, y 3 pesas a peso de Barcelona, una de 5 marcos y otra de 3 (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, fE 7r y l4v); 378 pesas de cobre que pusieron a peso de Barcelona, 143 alfonsíes de plata; 55 pesas de cobre, 13 sueldos 9 dineros (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. 12ry25v). E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. ™ Entre otras menciones, podemos citar las realizadas en la ceca de Iglesias en 1324, "por adobar las balanzas de la moneda, un sueldo tres dineros; de adobar las cuerdas de las balanzas, un sueldo seis dineros" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, fF. 6r y lOr); en Barcelona, en 1382, se abonaron seis sueldos por "tornear y FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Los juegos de pesas y balanzas constituían quizá los útiles más usados en las cecas, puesto que no sólo eran muy numerosos sino que los había de muy diversas modalidades y tamaños, en función de la diversidad de labores a las que servían; una de las más importantes era pesar el metal que se adquiría para la acuñación, pero también existían balanzas en casi todas las demás fases del trabajo, cada una de las cuales exigía unas características (de tamaño y composición) y unos juegos de pesas diferentes, ajustados al tamaño y peso de lo que se pesaba; evidentemente, las pastas de plata o los billones adquiridos para ser amonedados exigían pesas de gran volumen y enormes balanzas, mientras que las que usaban los ensayadores eran muy pequeñas y con juegos de pesas de valor muy reducido. Entre otras labores, sabemos que balanzas y pesas eran usadas para pesar las planchas que salían de la fundición, los cospeles recortados por los obreros, los dineros blanqueados, las monedas acuñadas y, por supuesto, los resultados de los ensayos realizados tanto sobre el metal que se compraba como sobre las monedas emitidas, todo lo cual justifica el notable protagonismo alcanzado por estos elementos en el interior de todas las casas de moneda^^^. Sin embargo, con sólo el peso no bastaba para conocer el metal precioso recibido sino que era necesario conocer la ley de las piezas para descontar de ese peso global del billón lo correspondiente a los metales innobles, como el cobre -o pequeñas cantidades de plomo, estaño o calamina-, presentes en toda aleación. Evidentemente, los grandes conjuntos aportados para servir de "materia prima" a las monedas no podían ser sometidos a ensayo de forma integral, pues en ello se hubiera empleado demasiado tiempo y dinero, de manera que la forma más habitual de proceder consistía en tomar pequeñas muestras de cada tipo de obra (de cada tipo de moneda, cada pieza de vajilla, cada barra de metal) y someter a ensayo esa pequeña muestra; determinada la ley de la muestra, y dado que necesariamente era idéntica a la ley de la pieza o moneda de la que se tomó, quedaba establecida dicha ley y se podía calcular mediante un senciafinar una pesa de centenar hecha de latón" (libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 151v)y, también en la de Iglesias, en 1355, por "adobar todas las balanzas y pesos de la ceca, a peso sardo y a peso de Barcelona, quince sueldos" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 18v). Son muy diversas las finalidades que recogen los libros de registro para estas balanzas; por citar algunas de ellas, unas balanzas para las obras que hay por las hornazas" y "una balanza que servía para pesar las delibranzas" se mencionan en la ceca de Barcelona en 1353 (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, ff. 4rbis y 5r), mientras que en la de Iglesias aparecen "unas balanzas pequeñas con las que se pesan los alfonsíes de plata cuando el maestro cobra de los obreros la obra hecha" y "unas balanzas con las que los monederos pesan la obra hecha para saber cuántos dineros son a peso y a cuenta" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, ff. l l r y 14r). FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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lio cálculo matemático qué porcentaje del peso total de los bilbnes

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corTesponáia.

a oro o a plata; teniendo

siempre en cuenta que las piezas de plata eran sometidas a un solo ensayo, del que salía el porcentaje de plata fina y de cobre contenido en la aleación, pero las de oro eran objeto de un doble proceso, el ensayo mediante el que se afinaba el oro (es decir, se separaba el oro fino de la liga para saber la proporción de oro que había en cada obra) y aquel otro mediante el que se separaba la plata del cobre contenidos en la otra parte de la aleación. Ya que, como hemos indicado, las piezas de oro siempre se alean con una mezcla de plata y cobre, tan importante como saber la ley del oro era conocer la ley de la plata usada en dicha aleación o, lo que es lo mismo, la cantidad de plata que había dentro de una pieza de oro, porque ésta tenía también un considerable valor. Como veremos en el apartado dedicado a los ensayos, es por esta razón que los manuales técnicos que describen el ensayo del oro mencionan siempre los procedimientos para apartar el oro de la liga, y aquellos otros después empleados para apartar la plata del cobre que, revueltos, se han sacado de la obra de oro. Las ordenanzas de la ceca de Valencia del siglo XV testimonian muy bien este proceso de recepción para el caso concreto del oro (aimque, evidentemente, no era distinto para la plata, salvo en el aspecto puramente técnico del ensayo seguido para determinar su ley). Obligaban al maestro a recibir el oro, anotando quién lo aportaba y si era entregado en forma de barra, moneda o piezas diversas. Para pagar el oro a sus propietarios se debía, en primer lugar, ensayar el metal y conocer los marcos que contema de orofino,para lo cual se tomaba de cada riel, pieza o moneda, un fiagmento equivalente a un dinero que, introducido en un crisol con plomo y colocado sobre el fia^o de la hornaza, se dejaba bullir hasta que el plomo arrastraba todo el metal no precioso ("que se hará humo", indica el texto) y quedaba en su interior, en medio del crisol, el oro fino sin mezcla ("que no hierve"); pesado dicho oro y descontado su peso de la cantidad de un dinero que se puso a ensayar, se obtenía la ley de tal oro "y así pesará los marcos de oro que traen por su ley y pagará el dinero que valga"^^'. Por supuesto, el precio pagado en las cecas por los metales preciosos se correspondía exactamente con el valor que cada marco de plata o de oro tuviera en ese momento en el mercado. Un valor que sufrió diversas transformaciones en la Castilla bajomedieval, si hemos de hacer caso de las referencias proporcionadas por diversos autores. Así, el marco de plata fina, de ley de 930 milésimas o de 11 dineros y 4 granos —práctiE Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 119-120. 164;

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camente no existía la plata pura de 12 dineros porque para forjar cualquier obra de plata, barras, vajillas, etc., ésta debía llevar algo de cobre- habría costado, en tiempos de Alfonso X, 130 mrs.; en 1472, según tenemos testimoniado en Burgos, el marco de plata fina tenía un valor de 1.075 mrs.; mientras que en el reinado de los Reyes Católicos un marco de plata de la misma ley costaría ya 2.210 mrs., cantidad que aparece expresada en las ordenanzas de 1497 cuando indican "que vaia un marco de plata de ocho on^as e de ley de los dichos onze dineros e quatro granos, sessenta e cinco reales"^^°. Es posible que dicho incremento en el precio de la plata responda a la existencia de una cierta carestía en este metal precioso experimentada con anterioridad a la puesta en explotación intensiva de las grandes minas hispanas, como Guadalcanal, en el siglo XVI; sin embargo, es bien sabido que la secuencia de descubrimientos de vetas en centroeuropa, de Freiberg a Friesach, en la segunda mitad del siglo XII, o Kutna Hora afinalesdel XIII, hicieron posible la disponibilidad de plata en cantidades sin precedentes en el ámbito europeo. En cualquier caso, si dicha carestía existió en Castilla, no impidió que la plata fiiera el metal más utilizado para la fabricación de moneda, y con mucha diferencia, durante los siglos que abarca nuestro estudio; y no nos faltan pruebas de ello. Por ejemplo, todas las menciones incluidas en textos y ordenamientos castellanos del siglo XIV se refieren siempre al trabajo de la moneda de plata y nunca al de la moneda de oro, que sólo empieza a ser mencionado con cierta asiduidad desde mediados del siglo XV; e incluso en esta época, los datos obtenidos por Miguel 7\ngel Ladero sobre el metal acuñado en las seis grandes cecas castellanas durante el año 1462 arrojan una proporción de 1.170 marcos de oro por 75.650 de plata acuñados (es decir, el 98,5% de moneda de plata frente al 1,5% de oro)^^!^ Por el contrario, en el caso de la Corona aragonesa, disponemos de mayor número de testimonios sobre la fabricación y uso de monedas de oro.

LA ALEACIÓN DE LA MONEDA Una vez recibido y tasado el metal, llegaba el momento de proceder a mezclar los diversos metales preciosos adquiridos para hacer un metal fundido (plata u oro) de la ley prescrita para cada emisión A. Catalina, Las monedas desde Alfonso X vistas por un ensayador de Felipe V,M-aATÌ<ì, 1980, p. 20; A. Mackay, Pnces and Politics in Fifteenth-Century Castile, Londres, 1981, p. 70; AGS, DC, leg. 1, cit. E P. Pérez Sindreu, La casa de L moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 96. M. A. Ladero, "El cargo de Diego Arias Dávila en 1462", Espacio, Tiempo y Forma, 1, 1988, p. 284. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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O tipo de moneda. La operación mediante la que se ajustaba la liga (es decir, la proporción platacobre u oro-plata-cobre) de cada moneda, usando metales de leyes y procedencias diferentes, era denominada aleación y era llevada a cabo por los maestros de moneda de forma previa a la fundición del metal, puesto que de la fundición conjunta de los billones aportados por los particulares salían ya los rieles o barras con la ley ajustada y listos para ser reducidos a planchas. Mientras que en épocas recientes, joyeros y plateros han preferido comprar los metales aleados y exactamente tasados —en nuestros días los plateros apenas utilizan ya el sistema de cálculo de las aleaciones de metal porque o adquieren plata con una liga previamente determinada o someten la plata que van a trabajar a análisis de laboratorio, que no sólo les indica la ley que contiene sino lo que deben tomar de dicha plata para aumentar o disminuir su ley—, en la Antigüedad y la Edad Media cada maestro debía hacer la aleación por sus propios medios; cada ceca o taller de platería era el lugar de fundición de piezas de metal antiguo y usado y en cada lugar el maestro de la moneda o el platero debía saber combinar piezas de leyes distintas para conseguir una aleación determinada, lo que sólo resultaba posible aplicando diversas reglas y operaciones aritméticas que permitían aumentar o rebajar la ley de una masa de plata, teniendo en cuenta su peso, o conseguir una tercera liga mediante el uso de dos o más conjuntos de distinta ley. La ley a que debía ser emitida cada moneda era especificada por la Corona en los mandamientos y ordenanzas dictados para cada ceca. Así, el ordenamiento de Lorca de 1297 mandaba alear la moneda de vellón "a dos dineros de ley", mientras que el de 1369 lo hacía "a ley de tres dineros de plata de onze dineros, que es a saber, a la dicha ley vn marco de plata e tres de cobre" y a ley de "vn dinero e medio de plata e que sea de ley de onze dineros, es a saber, que vn marco de plata de lege de onze dineros han de poner siete de cobre"; también las ordenanzas de 1497 se refieren a este tema, al exigir "que se labre moneda de oro fino e sea llamada enrriques... e sea de la ley de veynte e tres quilates e tres quartos e non menos"^^^. De los procedimientos y cálculos matemáticos descritos tanto en las ordenanzas como en los diferentes manuscritos de aritmética comercial y manuales de fabricación de moneda se desprende que los maestros aleaban de dos formas diferentes: J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 26; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 9; AGS, DC, leg. 1, cit. E R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 90.

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La primera de ellas era mediante el uso de metales finos, es decir, combinando plata fina de 11 dineros 4 granos, oro fino de 23 quilates y 3/4, y cobre puro, en las cantidades correspondientes. Este sistema de llevar a cabo la aleación era el más simple, pues efectivamente sólo había que combinar las cantidades por peso en proporción equivalente a la de la ley que se quisiera obtener; por ejemplo, en aleaciones de plata, combinando 10 partes de plata y 2 de cobre se obtenía una liga de 10 dineros o, trabajando en escala de granos, si se mezclaban 268 partes de plata con 20 partes de cobre se obtenía plata fina, aleada a ley de 11 dineros 4 granos. Se pesaban con las pesas o dinerales (de dinero, meaja, pujesa o grano) con que se medían los ensayos, se fundían juntos y la aleación estaba hecha^^^. Pero aunque éste era el sistema más fácil, presentaba la dificultad de exigir que estuvieran separados los metales, es decir, la afinación previa de las monedas, barras y objetos de plata y oro, de forma que se lograse la separación de la plata y del cobre contenida en las obras de plata, y de la plata, el cobre y el oro, en las obras de oro. En estos casos, lo más habitual era reducir el oro a finas láminas sobre las que pudiera después ser aplicada la operación del cimiento; y granar el metal, es decir, hacer "granalla" de plata o cobre reduciendo el metal a finas partículas que facilitaban su posterior aleación y fundición; así se evidencia en los libros de registro de las cecas de Barcelona y de Iglesias, al recoger las compras de carbón o cubas para hacer granalla y la existencia de metales que se hicieron granar en la ceca antes de proceder a su aleación^^^. En el capítulo dedicado al ensayo examinamos con algún detenimiento las técnicas utilizadas para granar ambos metales. Pero como éste era un proceso costoso y prolongado, que exigía separar los metales que venían aleados a una ley dada mediante complejos procesos metalúrgicos para luego volver a unirlos en la proporción exigida p or la ley de la moneda que sefiieraa labrar, antes de proceder a su fundición, existió un segundo Evidentemente, volvemos a encontrar en esta operación el protagonismo de las balanzas y las pesas a que antes nos referíamos. En 1355 se compraron en la ceca de Iglesias, por 14 sueldos, "unas balanzas alejandrinas con su estuche para pesar la liga con la que el maestro alea la plata" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n» 1, f I4r). Por ejemplo, se cita "plata de ley de 9 dineros que se hizo granar" (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 8v), "dos sacos de cepas de carbón para hacer granallas" (libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 150v) y la compra de "cinco calderas de cobre para hacer granalla, que pesaron 299 libras y que costaron, a razón de dos sueldos la libra, 29 libras y 18 sueldos" (libro de libranzas de la ceca de Iglesias, año 1336, ACA, RP, MR, leg. 2036, doc. n° 6). FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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procedimiento de aleación que posiblemente Riera el más utilizado en las cecas. Se trataba de emplear los billones de metal precioso, es decir, los objetos y monedas de plata y oro tal y como llegaban a la ceca, sin tener que afinar o separar los metales sino trabajando directamente con la aleación en que estaban hechos, es decir, con la ley que cada objeto o conjunto de ellos ya traía. Para ello, se determinaba su liga por medio del ensayo y, una vez conocida, mediante la aplicación de cálculos matemáticos, se establecía qué cantidad o peso de las diferentes piezas había que combinar, según su ley, para obtener mediante la fijndición conjunta de todas ellas oro o plata de una ley y un peso determinados. Este procedimiento era más rápido y abarataba costes de manera evidente; la linica dificultad es que exigía a los maestros el dominio de los cálculos matemáticos necesarios para saber cómo combinar esos conjuntos. Se procediera de una u otra manera, lo que sí parece claro según los testimonios que se nos han conservado es que, para alear la moneda, los maestros no solamente usaban plata y oro finos combinados con cobre sino que reutilizaban la cizalla que salía de fiindir los rieles, del recorte de los cospeles e incluso de la acuñación de la propia moneda, es decir, todos los residuos de metal precioso generados durante el proceso de trabajo llevado a cabo en el interior de la propia ceca. Así se observa en los diversos libros de aleaciones de moneda de plata de las cecas aragonesas durante el siglo XIV, pues en ellos aparecen reiterados testimonios de cómo se combinan, en varios crisoles, marcos de plata fina y de cobre fino a los que se añade la citada cizalla. Dichos libros de aleaciones y fiindiciones nos proporcionan muy buenos ejemplos del proceso de aleación llevado a cabo en las casas de moneda; los que se refieren a las aleaciones realizadas en la ceca de Iglesias para la emisión de moneda de plata evidencian cómo se aleaba combinando metales afinados, es decir, plata y cobre puros, a los que era añadida la ya citada cizalla. Por ejemplo, el 13 de abril de 1325 se entregaron al Rindidor 236 marcos y 6 onzas de plata aleada, en los que había 34 marcos 5 onzas de plata fina, 178 marcos de cobre y 24 marcos de cizalla de plata; y el 28 de junio del mismo año, 176 marcos 6 onzas, compuestos por 36 marcos de plata fina, 110 de liga de cobre y 30 marcos de cizalla. Testimonios similares vuelven a registrarse en 1336; el 16 de febrero de ese año el maestro que hizo la aleación combinó en un crisol 25 marcos de plata fina y un marco 7 onzas de cobre; en otro, 25 marcos de plata y 1 marco 7 onzas de cobre; en otro, 25 marcos de plata y 1 marco 7 onzas de cobre y en otro 26 marcos y 1 onza de plata, 2 marcos de cobre; en total, 101 marcos 1 onza de plata fina y 7 marcos 7 onzas de cobre; al conjunto de plata aleada, que ascendía a 109 marcos, se sumaron 28 marcos 7 onzas de cizalla, siendo i68

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así que se hizo fiindición de 147 marcos de metal. Mientras que el 6 de marzo, fixeron preparados cinco crisoles, cada uno con 27 marcos de plata fina y 2 marcos 7 dineros de cobre, es decir, un total de 135 marcos de plata y 10 marcos 4 onzas de cobre; a dicha aleación de 146 marcos se añadieron

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32 marcos 16 onzas de cizalla. Y en otra ocasión fiieron entregados al fiindidor, aleados en 5 crisoles, 185 marcos 4 onzas de plata integrados por 139 marcos de plata fina, 10 marcos 6 onzas de cobre para liga y 35 marcos 5 onzas de cizalla y lavadura^^^ Sin embargo, los registros relativos a las aleaciones realizadas para acuñar moneda de oro nos pro-

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porcionan un buen ejemplo, no sólo del uso de cizalla y metal hecho granalla que se añade a la

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aleación sino sobre todo del empleo y combinación de oros de diversas leyes, que se combinan en pesos adecuados para conseguir la liga a la que se quiere alear, es decir, a la que se debe emitir la moneda. En este sentido, el registro más revelador es el proporcionado por los libros de la ceca de Barcelona del año 1382. En ellos aparece consignado, por ejemplo, cómo el 8 de agosto de dicho año fije preparada en un crisol una aleación integrada por tres conjuntos de oro de distinta ley: 3 marcos y 3 onzas de oro fino (23 quilates y 3/4), 7 marcos 4 onzas 12 dineros de oro de 23 quilates y medio, y 8 marcos 7 onzas 18 dineros de oro de 23 quilates; a ellos se añadieron 5 marcos 7 onzas y 11 dineros de liga de granalla de plata, aleada a ley de 5 dineros 18 granos, además de 3 onzas 12 dineros de la misma granalla "para sostenimiento de la fimdición"; el total de oro aleado ascendió a 26 marcos 2 onzas 5 dineros y a ellos se sumó el procedente de cizalla de los obreros (7 marcos 7 onzas) y de cizalla de la fiindición (7 onzas 11 dineros), ofireciendo un total de oro aleado con las referidas cizallas de 35 marcos 16 dineros. De igual forma, el 19 de agosto se metieron en un crisol 9 marcos 5 onzas 11 dineros de oro fino (23 quilates y 3/4) y 5 marcos 4 onzas de oro de 23 quilates; a estos dos conjuntos de oro de diferente ley se añadieron 4 marcos 6 onzas y 2 dineros de liga de granalla de plata, a ley de 5 dineros 18 granos, más 3 onzas de la misma granalla para sostenimiento de la fundición; por último fue añadida cizalla de fundición (2 marcos 5 dineros), cizalla de obreros (7 marcos 2 onzas) y cizalla de monederos (65 florines que pesaron 7 onzas 12 dineros), lo que dio un peso total de oro aleado con cizallas de 30 marcos 4 onzas 6 dineros^^*^. Libro de fundiciones de la ceca de Iglesias, año 1325, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 2; Libro de aleaciones de la ceca de Iglesias, año 1336, ACA, RR MR, leg. 2036, doc. n° 2; Libro de fundiciones de la ceca de Iglesias, año 1336, ACA, RR MR, leg. 2036, doc. n° 3. Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, ff 75r-v y 76r. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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A enseñar cómo se debían realizar estas combinaciones, es decir, qué cantidad de metales y de qué leyes debían ser mezclados para obtener la ley requerida, a mostrar en suma lo que Rxe entonces conocido como "reglas de la aleación", se dirigen numerosos problemas contenidos en manuales de aritmética o de comercio de la época. Parece que en el siglo XVI la solución para conocer estas proporciones llegó de la mano de la elaboración de tablas con equivalencias, como las que aparecen reflejadas en los manuales de Juan de Arfe y Fernández del Castillo; pero en época bajomedieval era un procedimiento exclusivamente contable, realizado mediante operaciones que exigían con frecuencia el uso de fracciones para ajustar la proporción de los metales a la ley exigida y el empleo de operaciones simples, como la regla de tres. La aleación de la moneda de plata y vellón era hecha sólo de dos metales, plata y cobre, de forma que el porcentaje de ambos determinaba la ley; pero en la aleación de la moneda de oro intervenían tres metales, oro, plata y cobre, luego había que tener en cuenta para hacer la aleación no sólo el porcentaje en que se combinaban la plata y el oro sino también el porcentaje que la parte de plata llevaba de cobre. Aunque algunas ordenanzas, como las de la ceca de Valencia, afirman que las ligas más habituales de la plata utilizada para hacer moneda de oro era de 6 dineros (mitad cobre, mitad platafina)^^^,lo cierto es que la ley de dicha plata podía cambiar y con ella, como es lógico, la composición de la aleación; no tanto en términos de ley—el número de quilates dependía del porcentaje de oro, siendo indiferente que hubiera más plata o más cobre en la otra parte de la liga- sino en dureza, coloración y otras propiedades del metal. Buena prueba de esta variable es que las puntas o agujas fabricadas para hacer los ensayos por el sistema de toques eran fabricadas con hasta siete aleaciones de plata diferentes, como se verá en el apartado correspondiente al ensayo por puntas. Obtención de la ley mediante combinación de plata y oro finos con cobre

Entre los muy diversos procedimientos contables utilizados para alear la moneda, comenzamos por destacar aquéllos que tuvieron como finalidad la obtención de un metal con la ley requerida, aleando exclusivamente metales finos o puros, tanto oro y plata como cobre. Sin duda, ésta fue la

F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 117.

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fórmula más sencilla de hacer aleaciones, pues bastaba con mezclar los metales finos (plata de 930 milésimas o de 11 dineros 4 granos -268 granos sobre el total posible de 288-; oro de 23 quilates y % -95 carubas sobre el total posible de 96-) en porcentajes y cantidades ajustados a la proporción que cada metal debía presentar en la correspondiente liga. Como la ley de la plata era medida en dineros, la cantidad de marcos o de onzas de plata fina que se deseaba alear se dividía en 12 partes, de forma que sustituyendo una de esas partes por cobre se iba reduciendo progresivamente la ley: si se retira una parte de plata y se añade una de cobre, la plata vendría aleada a once dineros de ley, si se sustituyen dos partes, a diez dineros de ley, etc. Cuando la exactitud de la aleación debía ser medida, no sólo en dineros enteros sino en unidades menores como los granos (por ejemplo, ley de 8 dineros 6 granos), la operación exigía dos pasos; primero se hacía la operación anterior, dividiendo la cantidad de plata en 12 partes, quitando cuantas partes se quisiera hacer bajar la ley y añadiéndolas de cobre. En el ejemplo citado, ley de 8 dineros, se qui-

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taban cuatro partes de plata y se sustituía por cobre. A continuación, se multiplicaba 12 por el 1/4, el 1/6, o por la cantidad que se quisiera añadir o restar a la ley; continuando con el mismo ejemplo, dado que seis granos es la cuarta parte de un dinero, habrá que multiplicar 12 por 1/4 y la cantidad

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resultante es la que hay que quitar de cobre y añadir de plata para transformar los 8 dineros de ley en 8 dineros 6 granos. La misma operación podía ser hecha, de forma directa, reduciendo toda la operación a granos previamente. Los primeros problemas de aleaciones que conocemos dedicados a esta práctica se contienen en el famoso manual Liber Abbaci ¿ie. Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci. En el primer problema que plantea se trata de saber la cantidad de cobre que debe añadirse a 7 libras de plata fina para hacer moneda a ley de 2 onzas de plata por libra. 7 se multiplica por 12 (que es el número de onzas contenido en cada libra) y da 84; las 84 libras de moneda que se deben producir aleadas a 2 onzas por libra se dividen por 2, y si restamos de las 42 libras totales las 7 de plata, quedarán 35, que será el número de onzas de cobre que hay que añadir para obtener dicha ley^^®.

Fibonacci (Leonardo de Pisa), Liber Abbaci, Pisa, 1202 (revisado en 1228). Ed. Boncompagni, B., Scritti di Leonardo de Pisa, Roma, 1857, vol. 1, p. 144. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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En el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro aparecen diversos problemas dedicados a este tema. El más simple de ellos, el número 160, enseña a calcular la cantidad de cobre que se debe añadir a la plata fina para obtener una aleación dada y a éste siguen otros que indican cómo se debe proceder para conseguir la aleación citada con 1/4 de grano más o menos. Para alear 60 marcos de plata a 1 dinero de ley, se dividen los 60 marcos (o la cantidad que sea) entre las 12 partes (equivalentes a dineros de ley); el resultado, que es 5, indica la cantidad de marcos de cobre que hay que sacar de los 60 y que hay que añadir de plata para que los 60 marcos vayan aleados a ley de un dinero (una parte de plata por once de cobre o, lo que es lo mismo, 55 marcos de cobre por 5 de plata). El problema 169 desarrolla los ejemplos hasta los 6 dineros de ley (para alear a dos dineros, se sacarán 10 marcos del cobre y se añadirán de plata, fiarmando un conjunto de 50 marcos de cobre y 10 de plata; para alear a tres dineros, 45 marcos de cobre y 15 de plata, etc.). A continuación, se indica que si la aleación ha de ser realizada contando con unidades de granos, la fiarma de proceder es la ya señalada, pues el resultado de dividir los marcos entre doce se multiplica por el número de cuartos de grano, medios granos o granos que se deben añadir o quitar. En los problemas 161-162 y 170-171 se explica cómo, para alear a un dinero y un grano, tras dividir 60 entre 12 y obtener 5, se quitan los 5 marcos de cobre y se añaden los 5 marcos de plata; luego se multiplica 5 por 1/4, y se quitan 5/4 de grano de cobre y se añaden los 5/4 de plata, de forma que la aleación salga a 1 dinero y 1/4 de grano; si la ley buscada es 1 dinero menos 1/4 de grano, la misma cantidad (5/4) se quita de plata y se añade de cobre^^'.

Aumento-disminución de una ley determinada del lingote

Un paso más de dificultad con respecto al problema anterior, pero que continúa siendo una de las operaciones más simples de cuantas contemplan los manuales dedicados a la enseñanza de los procedimientos de aleación, es la de determinar qué cantidad de metal se pierde o se gana cuando el oro o la plata se afinan, haciendo aumentar su ley a partir de una liga previamente dada o, por el contrario, rebajando la ley de la aleación. En este caso, el problema no consiste en mezclar metales distintos sino en rebajar la ley de un conjunto dado, aunque en realidad lo que se está haciendo es lo mismo que en el caso anterior, quitar o añadir plata o cobre para aumentar o disminuir la ley. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 112v-l 13v y 1 3 9 - l 4 l v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte rismo, Valladolid, 2000, pp. 208-209 y 228-229). 174;

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El manual de Fibonacci incluye un problema relativo al procedimiento para rebajar la ley de un lingote que mantiene una semejanza notable con el descrito en el apartado anterior: se tienen 7 libras de moneda aleada a 5 onzas de plata por libra y con ellas se quiere hacer moneda aleada a 2 onzas de ley, por lo que hay que rebajar la ley inicial. Se multiplican 7 libras por 5 onzas y se obtiene 35, que son las onzas de plata totales que hay en las 7 libras; se dividen las 35 por 2 y se obtienen 17,5; restando 7 a 17,5, se encuentra la cantidad total de libras de cobre a añadir, que serán 10,5. Lo mismo se procede para elevar la ley del billón: se tienen 9 libras de moneda aleada a 2 onzas de plata por libra y se quiere hacer moneda aleada a 5 onzas: se considera que en cada libra hay 10 onzas de cobre, después se calcula cuántas onzas de cobre debe haber en una libra aleada a 5 onzas de plata y se encuentra 7; si se multiplican las 10 onzas de cobre por el número de libras de las que se quiere hacer moneda ( 1 0 x 9 = 90) y se divide 90 entre 7, la operación da por resultado 3 libras y 6/7 de libra que representa la cantidad de plata a añadir^''". Entre los textos peninsulares, el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro incluye varios problemas dedicados a la enseñanza de esta operación. El problema 163 comienza por ofrecer la operación más simple, plata de 12 dineros que debe ser rebajada justo a la mitad, es decir, a ley de 6 dineros, con lo cual basta separar la mitad de la cantidad recibida y añadir idéntica proporción de cobre para que la liga descienda a 6 dineros. En un ejemplo posterior, el problema 165 iniciado en el folio 116v y concluido en el 119v, plantea la cantidad de cobre que se debe añadir a una plata de ley de 7 dineros 5 granos para rebajarla y que venga aleada a ley de 5 dineros 4 granos. La solución es una simple resta: de 7 dineros restamos 5, quedan 2; de 5 granos restamos 4, queda 1, luego hay que quitar 2 dineros 1 grano de plata y añadirlos de cobre para conseguir la ley. Esta operación se prueba mediante el procedimiento de reducir la ley a granos (plata de 173 granos debe rebajarse a 124 granos); restando a la cantidad mayor la menor, se obtiene el número de granos de plata que quitar y de granos de cobre que añadir a la liga para hacer descender su ley. La misma fórmula vuelve a mencionarse en el problema número 166. Tenemos plata de 7 dineros y debemos obtener plata de 3 dineros: 7 dineros menos 3 quedan 4, de forma que hay que quitar Fibonacci (Leonardo de Pisa), Liber Abbaci, Pisa, 1202 (revisado en 1228). Ed. Boncompagni, B., Scritti di Leonardo de Pisa, Roma, 1857, vol. 1, p. 145. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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4 dineros de plata y añadirlos de cobre para que el conjunto venga aleado a ley de 3 dineros. En este caso se añade la dificultad de contar con el peso del lingote, pues se deben alear 50 marcos, lo que se resuelve mediante la aplicación de una simple regla de 3; primero se opera con la plata: si 7 valen 3, 50 valdrán x, 50 por 3 es igual a 150, dividido entre 7 salen 21 y 3/7 partes de marco, que es la cantidad de plata que se debe tomar; a continuación, con el cobre, si 7 valen 4, 50 sería x, 50 por 4 da 200 que dividido entre 7 arroja 28 y 4/7 partes de marco, cantidad de cobre a utilizar. Se suman ambas cantidades y son 50 marcos de plata aleada a ley de 3 dineros^'''. Algunos problemas de aleaciones similares a éstos, relativos por tanto a la elevación o disminución de la ley del metal precioso, aparecen recogidos en el manual de Juan de Arfe. Uno muy simple y sencillo de ejecutar es el de un marco de plata de ley de 8 dineros o 192 granos que se quiere subir a l i dineros y 4 granos, es decir, a 268 granos; restando los 192 granos de los 268 salen 76 granos, que son los que se deben añadir de plata y quitar de cobre^^^. El manuscrito número 10106 de la Biblioteca Nacional de Madrid abre su sección de problemas de aleaciones precisamente con variaciones en torno a este tema de la elevación-disminución de la ley en las aleaciones, introduciendo además elementos relativos al peso del metal obtenido tras el proceso. En el problema primero se plantea cuánto pesará un marco de 17 quilates si se quiere elevar su ley hasta los 24 quilates. Evidentemente, al elevarse la ley, el oro se purga de aleación cobre-plata, con lo que reducirá su peso en correspondencia con el peso de dicha aleación en el marco que pesaba previamente. El problema se resuelve con una simple regla de tres: si 24 quilates valen 8 onzas (un marco), ¿cuánto valdrán 17? 17 x 8 = 136 : 24 = 5,66, es decir, 5 y 2/3 de onzas, por lo que si el marco quedará reducido al peso de 5 onzas y 2/3, ello significa que el peso del metal habrá disminuido 2 onzas y tercio. El segundo problema planteado por este manuscrito es idéntico, sólo que en él se opera con fracciones al contemplar marcos y onzas, en el peso, y quilates y granos, en la ley. El ejemplo es 10 Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 113v-ll4r; 116vy 119v; y Il6v-117v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 209-210; 211 y 215; y 212). Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, libro I, caps. 6-7 "De cómo se liga la cendrada", p.21.

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marcos y 5 onzas y media de oro de 17 quilates y grano y medio de ley que se quiere afinar hasta que sea de ley de 22 quilates y grano y medio. Y se soluciona igualmente aplicando un cálculo mediante regla de tres: si 22 quilates y 3/8 valen 10 marcos y 51/82 partes de marcos, ¿qué valdrán 17 y 3/8? Se multiplica 17 3/8 por 10 51/82 y el resultado (reducido a granos) se divide por 22 3/8, obteniéndose como resultado que los 10 marcos y 5 onzas y media disminuirán, al pasar de 17 a 22 quilates, 2 marcos, 3 onzas y 38/358 partes de una onza^'^^. Los últimos problemas de aleaciones incluidos en el capítulo cuarto del Sumario breve de la práctica de la Aritmética de Juan de Andrés, manuscrito número 9124 de la Biblioteca Nacional de Madrid, se refieren también a estos cálculos. En ellos se explica cómo calcular de qué ley serán 20 arrobas de oro de 16 quilates a las que se añaden 15 arrobas de cobre (16 quilates x 20 arrobas = 320 quilates : 35 arrobas, que serán de ley de 10 quilates y 2/3); qué ley tenían previamente 20 arrobas de oro a las que, después de añadir 15 arrobas de 18 quilates, quedaron de ley de 14 quilates y 4/7 de quilate (35 arrobas x 14 4/7 quilates = 510 quilates; 15 arrobas x 18 quilates = 270 quilates; 510 - 270 = 240 : 20 arrobas =12 quilates, que era la ley primera); cuántas arrobas de cobre hay en 10 arrobas de oro de 18 quilates (si en 18 quilates hay 6 de cobre, en 18 x 10 arrobas, es decir, 180, habrá 60 arrobas de cobre); de qué ley son 20 arrobas de oro si, al afinarlo, se convierten en 16 onzas de 19 quilates (16 onzas x 19 quilates = 304 quilates : 20 arrobas, sale 15 quilates y 1/5, que era la ley de las 20 arrobas); si 20 arrobas de oro de 15 quilates se afinan y quedan 13 arrobas, ¿de qué ley serán las 13 arrobas? (20 arrobas x 15 quilates = 300 : 13 quilates -del nuevo oro-, saldrá que las 13 arrobas tenían una ley de 23 quilates y 1/3); si 10 arrobas de 16 quilates se afinan y quedan de 20 quilates, ¿cuántas arrobas quedarán? (10 arrobas x 16 quilates = 160 : 20 quilates, salen 8, que serán las arrobas en que tornaron las 10 primeras). Problemas todos ellos relativamente sencillos que, como vemos, permiten ajustar los cálculos de cantidades de metal simple afinado o aleado^^^. El manual de comercio de Francesco Pegolotti proporciona algunos ejemplos de mayor complejidad en lo tocante a las operaciones que es necesario efectuar sobre un billón de plata para reducir

Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 10106, ff. 13v-l4r. Sumario breve de U práctica de la Aritmética, Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 9124, cap. problemas 14 al 19. I FUNDACION ^ ^ JUANELO I S E J TURRIANO


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la ley, al combinar primero dos platas de ley superior a la que se quiere obtener, para después añadir cobre con que reducir dicha ley. La regla aritmética utilizada en el primer problema de los que Pegolotti propone en esta materia es la que sigue: el valor de ambas platas se reduce a onzas multiplicando el número de libras por el de onzas que tienen de ley; el resultado se divide por la ley (número de onzas) a la que se quiere obtener la aleación; a continuación, se suman las libras de plata y se restan del resultado anterior, ofreciendo la cantidad de cobre que hay que añadir para alear la plata a la ley indicada. El ejemplo es el siguiente: se tienen 7 libras de plata a ley de 5 onzas por libra y 9 libras de plata de 4 onzas de ley y se quiere obtener de ambas una moneda aleada a 3 onzas por libra; se multiplican, 7 x 5 = 35, y 9 x 4 = 36, 35 + 36 hacen 71 libras; estas 71 libras divididas por la ley que se quiere obtener, es decir, por 3, arrojan como resultado 23 libras y 2/3. Se suman las libras de plata que se tienen, 7 + 9, 16, y esas 16 libras se restan de 23 y 2/3, obteniéndose un resultado de 7 libras y 2/3 de libra, que representa la cantidad de cobre a añadir para obtener 23 libras y 2/3 de plata aleada a 3 onzas de ley. Otro procedimiento utilizado para realizar estos cálculos, y que viene expresado en el citado manual de Pegolotti, es el siguiente: se suman las onzas de ley que tengan las platas y esa suma actuará de partidor; a continuación, se multiplica el número de onzas de la ley que se quiere obtener por el número de onzas de la libra (12); esta cantidad se divide por la anterior y el resultado será la cantidad de onzas que hay que tomar de plata, completando hasta 12 onzas que tiene la libra con cobre. El ejemplo que proporciona es plata de 7 onzas y plata de 6 onzas de las que se quiere obtener una libra de plata de 4 onzas de ley. 6 + 7 hacen 13, que será el partidor. 4 x 1 2 , suman 48. 48 se divide entre 13, salen 3 onzas y 9/13; de forma que se tomarán 3 onzas y 9/13 partes de otra onza de plata —la mitad de cada uno de los conjuntos que tenemos, con leyes de 7 y 6 onzas— y el peso restante hasta alcanzar la libra (es decir, las 12 onzas), que asciende a 8 onzas y 4/13, se añadirá de cobre^^^. Se trata de problemas similares a los contenidos en los textos hispanos, que introducen algunas reglas aritméticas nuevas al partir de la suma o combinación de dos o más conjuntos de plata de ley superior a la que se desea.

E B. Pegolotti, La pratica della mercatura,

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Florencia, 1340. Ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 342-343. FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Determinación de la ley resultante al mezclar tres o más conjuntos de diferentes leyes

La determinación de la ley a que saldrían aleados diferentes conjuntos de metal precioso de distinta ley sería tma de las más comunes de cuantas se planteaban en las casas de moneda. Lo más simple era saber a qué ley saldrían aleados dos, tres o cuatro conjimtos de plata u oro de distinta ley fimdidos juntos, sin tener en cuenta el peso, sólo la ley; en este caso, era indiferente que se tratara de cantidades pequeñas o grandes, como lo era que fiieran de leyes próximas entre sí o muy distintas, pues lo único significativo es que constituían conjuntos de un mismo peso teórico. Cuando además de la ley debía ser tenido en cuenta el peso de cada billón, las operaciones aritméticas llevadas a cabo para el cálculo resultaban algo más complejas. El problema contenido en los folios 137v-138r del manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro se refiere al cálctdo para conocer la ley a que vendrán aleados hasta once billones o conjuntos de plata vieja, de distinta ley, si se mezclan en una sola fundición. Desde el punto de vista matemático, la cuenta es muy sencilla: se van sumando todos los valores (los dineros de la ley de cada billón) y, una vez sumados, se dividen entre el número de billones fimdidos y se obtiene la ley. En este ejemplo son once billones de ley ascendente, un dinero, dos, tres, así hasta once; si se suman todos esos dineros (1+2 + 3 + 4, etc.) salen 66 dineros que, divididos entre los once billones fundidos, dan 6 dineros de ley. La operación se completa haciendo lo mismo con los granos de ley que cada plata tenga. El problema que sigue, el número 167, se refiere al mismo tema. En este caso, se opera con un ejemplo de cinco billones con leyes de 11 dineros 8 granos, 7 dineros 9 granos, 4 dineros 10 granos, 2 dineros 11 granos y 1 dinero 12 granos;fimdidosjuntos, se suman los dineros, sale 25, se divide entre 5, resulta 5 dineros; a continuación se suman los granos, que adicionados dan 40, se vuelve a dividir entre 5, sale 8. Luego la ley de la aleación será 5 dineros 8 granos. El problema 168 versa sobre la misma regla, sólo que introduce las fracciones en el cómputo de la ley de la plata resultante; se trata aquí de fimdir cuatro billones de estas leyes: 3 dineros 11 granos, 4 dineros 6 granos, 8 dineros 2 granos y 9 dineros 10 granos; se suman los dineros, se divide entre 4, sale 6 dineros; se suman los granos, se divide entre 4, resulta 7 granos 1/4 (pues de los 29 granos, 28 hacen los 7 granos y el que sobra, dividido entre 4, se obtiene 1/4), luego la ley de la aleación es 6 dineros 7 granos y 1/4^^'^. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 137v-139v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del Valladolid, 2000, pp. 227-228).

alguarismo,

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Un problema similar a éstos del manuscrito de León es el primero planteado en el manuscrito número 155, titulado De Arismética, conservado en la Biblioteca de la Real Academia Española, puesto que en él se determina la ley a que vendrán aleados tres conjuntos de plata del mismo peso pero de diversa ley: una "suerte" es de 1 marco, 7 onzas y 1/3 de onza de plata fina, otra suerte de 6 onzas y 1/4 de plata fma y la última de 7 onzas y media, "e de todas estas 3 suertes tengo 348 marcos tanto de uno como de otro"; sumadas todas las cantidades, "fasen por todos ayuntados los 21 1/12, estos 21 1/12 partirás por 3 por quanto son 3 suertes de plata e salen a la parte 7 1/36 de marco, que es todo"^'^^. Pero los problemas de mayor exigencia en este cálculo de mezclar conjuntos de leyes diversas, que representan un grado más de complicación, son aquéllos relativos a conocer la ley a que vendrían aleados varios conjuntos de metal fiandidos juntos, pero teniendo en cuenta el peso de cada uno porque, a diferencia del caso anterior, el peso se convierte en un factor determinante de la aleación. El ejemplo del problema número 165 del manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro establece la combinación de cuatro lingotes de plata de leyes y pesos diferentes, un lingote de 5 marcos y ley de 11 dineros, otro de 6 marcos y ley de 8 dineros, otro de 7 marcos y ley de 9 dineros y otro de 8 marcos y ley de 3 dineros. Todos estos lingotes se reducen a dineros multiplicando el peso en marcos por los dineros de ley que contienen (5 x 9; 6 x 8; 7 x 9; y 8 x 3), de lo que resultan cantidades de 55, 48, 63 y 24 dineros; sumados todos, es decir, unidos los cuatro lingotes, salen 190 dineros que, divididos entre los 26 marcos que pesan los cuatro lingotes en su conjunto, ofrecen 7 dineros y 8/20 partes de dinero (7,30); los 8/20 partes del dinero (8 partes x 24 granos = 192, dividido entre 26 marcos) equivalen a 10/20 partes de grano, de forma que todas las platas, fundidas juntas, saldrán aleadas a 7 dineros y 10/20 de grano^^®. Un problema similar a éste, pero relativo a la aleación de cuatro oros de diferentes leyes y pesos que se funden juntos, aparece recogido en el manual de mercadería catalán editado por Miguel Guai, Real Academia Española, manuscrito 155, ff. 151r-v. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 115r-116r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del Valladolid, 2000, p. 211). 178;

alguarismo,

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encabezado por el título "de mezclar cuatro maneras de oro, cuál será la ley". Es un problema paralelo al del manuscrito 46 que acabamos de describir: tres marcos de 12 quilates, dos marcos de 15 quilates, cuatro marcos de 20 quilates y otros cuatro marcos de 21 quilates. Y se emplea, para resolverlo, el mismo procedimiento aritmético explicado en el ejemplo del manuscrito castellano; se multiplica el número de marcos por el de quilates de ley y la cantidad resultante se divide por el número de marcos. En este caso, 230 quilates, divididos entre 13 marcos, salen aleados a ley de 17 quilates y 9/13 partes^^'. Idéntico es el problema número 4 que plantea el manuscrito número 10106 de la Biblioteca Nacional de Madrid. En este caso, se trata de averiguar la ley a que vendrán aleados cinco billones de oro de ley y peso diferentes: 7 marcos de 22 quilates, 6 marcos de 20 quilates, 9 marcos de 18 quilates, 7 marcos de 15 quilates y 5 marcos de 13 quilates. Y la solución es también idéntica a la expresada por los manuales de León y de Cataluña citados: se multiplica el número de marcos de cada billón por sus respectivos quilates (7 x 22 = 154; 6 x 20 = 120; etc.), por un lado, lo que da 606, y se suman los marcos de peso por otro, que son 34; se divide la primera cantidad por la segunda y el resultado obtenido es la ley a que vendrán aleados una vez fundidos juntos^^°. También se expresa en el mismo sentido el problema número 5 del Sumario breve de la práctica de la Aritmética de Juan de Andrés: 7 libras de plata de 10 dineros, 15 libras de 11 dineros y 22 de 8 dineros, se multiplican las libras por los dineros y se divide por las 44 libras, obteniéndose 9,34, es decir, una ley de 9 dineros y 15/44 partes de dinero; el problema número 6, aunque en este caso los tres conjuntos de plata deben reducirse a la unidad menor de peso para poder realizar la anterior operación; y el número 7, donde se opera de igual forma, aunque el ejemplo se haga con marcos y quilates de oro, y no de plata: 20 arrobas de oro de 19 quilates, 30 arrobas de 21 y 66 arrobas de 16 quilates, y para calcular la ley a la que saldrán aleados cuando se fundan juntos se multiplican las arrobas por sus quilates, se suman éstos y se dividen por el número total de arrobas, 2.066 quilates entre 116, sale 17,8; es decir, a ley de 17 quilates y 47/58 partes de quilate^^i^

M. Guai, El primer manual hispánico de mercadería, Barcelona, 1981, pp. 116-117. Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 10106, ff. 13v-l4v. Sumario breve de la práctica de la Aritmética, Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 9124, cap. 2°, problemas 5 al 7. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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Estos problemas podían complicarse de forma notable cuando, además de tener en cuenta el peso, intervenían las fracciones. Es el caso planteado por el problema número 5 del manuscrito 10106 de la Biblioteca Nacional de Madrid, en el que se combinan 3 marcos y 3 onzas y media de oro de 21 quilates y un grano y medio; 5 marcos y 1 onza de oro de 17 quilates 2 granos, y 7 marcos 5 onzas de ley de 17 quilates y medio. Multiplicando los marcos y onzas por los respectivos quilates, se obtiene la cantidad que luego será dividida por la suma de quilates y granos: multiplicando los marcos por sus quilates, se obtienen 296 quilates, y sumando los marcos, salen 16 marcos y 3/l6vos de marco; se divide la primera cantidad por la segunda y se determina que la aleación saldrá a 17 quilates, 2 granos y 46/67vas partes de un grano^^^. Todavía en algunos manuales del siglo XVI continúan apareciendo estos mismos problemas, con idénticos planteamientos y soluciones a los expresados en los citados textos de los siglos XIV y XTV. Por ejemplo, Gaspar de Tejeda, en la Aritmética publicada en 1546, incluye un problema referido a qué ley vendrán aleadas dos platas de ley distinta cuando se funden juntas; como lo hace Juan de Arfe en su Quilatador,

en 1572, ofreciendo el ejemplo de tres platas de distinta ley y peso

(4 marcos de plata de 8 dineros 2 granos, 3 marcos de 6 dineros 9 granos, 5 marcos de 10 dineros 8 granos)^^^. De forma que estas operaciones se siguen considerando básicas para la aleación de la moneda y continúan siendo enseñadas en textos de los siglos modernos. Como hemos indicado, la aleación de varios conjuntos de metal de distinta ley (varios "billones" o vellones, como se les denominaba en la época) debió de ser, en realidad, una de las operaciones más comunes de cuantas llevaban a cabo los maestros en las casas de moneda, porque cuando la plata o el oro llegaban en forma de monedas viejas o conjuntos de joyas, era fácil determinar su ley de manera previa (mediante el método de puntas o mediante ensayo) y sabiendo su peso y ley, mediante la aplicación del sencillo cómputo aritmético que acabamos de describir, se hallaba con facilidad la ley a la que saldría el lingote obtenido de su fundición conjunta.

Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 10106, fF. I4v-15r. Gaspar de Tejeda, Suma de qritmética práctica, Valladolid, 1546, f 44v; Juan de Arfe, Quilatador piedras, Valladolid, 1678, p. 22.

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de oro, plata y

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Obtención de una ley determinada mediante adición de conjuntos de diferentes leyes

Pero en numerosas ocasiones no bastaba al maestro de la moneda con saber a qué ley saldría aleado un lingote en cuya gestación se hubieran fundido plata u oro de diversas leyes, sino que le resultaba imprescindible saber combinar los diversos lingotes o billones de metal para buscar la aleación requerida. De esta forma, se ahorraba dempo y dinero, pues la plata y el oro no tenían que ser previamente afinados, a fin de separar la liga (la plata del oro, o el cobre de la plata) y luego combinar de manera simple estos metales para obtener una determinada ley sino que dicha ley podía obtenerse directamente a partir de la aleación, de manera que sólo había que fundir el conjunto de plata u oro y emplear una parte del metal de cada ley para obtener la aleación buscada. Los cálculos aritméticos utilizados en esta operación revestían un grado de dificultad muy distinto según se tuviera o no en cuenta el peso de los lingotes. En efecto, era posible operar exclusivamente con la ley de los metales utilizados, y en este caso los cálculos resultaban más sencillos, pues bastaba con saber cómo debían ser combinadas las leyes de dos o más conjuntos para obtener una tercera ley, sin necesidad de tomar en consideración el número de marcos u onzas, es decir, el peso del metal aleado. Pero también se podía tener en cuenta el peso de los billones aleados pues, como es evidente, la cantidad de metal aleada de cada liga modificaba la aleación resultante; en este caso, el cálculo representaba una mayor dificultad, pues había que combinar ley y peso de los billones fundidos, pero sólo importaba la determinación de su ley y no la cantidad de metal resultante. Por último, se podía tomar en consideración la ley y el peso tanto de los billones aleados como del metal resultante, es decir, que a partir de varios billones de ley y peso distintos se podía obtener con ellos una aleación de una ley dada y de un peso determmado. Es la escala de mayor complicación, especialmente si se empleaban cinco o seis billones diferentes y expresados con fracciones. En cualquier caso, la regla indicada en todos los manuscritos medievales para efectuar esta operación y conseguir, mediante el uso de billones diversos, una tercera ley, es la que sigue: a la ley que deseamos obtener restamos la ley de la plata de menor valor y el resultado es la cantidad de plata de ley más alta que debemos tomar; a continuación restamos de la ley de la plata de mayor valor la ley de la plata que deseamos obtener y el resultado es la cantidad de plata que debemos tomar FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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de aquélla; sumando ambas se obtiene un lingote de plata de la ley buscada y, si la combinación envuelve a tres o cuatro conjuntos de metal, éstos se unificarán previamente hasta obtener un conjunto de ley mayor y otro de ley menor a la que se pretende conseguir. Esta ley, conocida como "de la aleación alternativa", fiie ya expresada por Fibonacci en los problemas de aleaciones contenidos en su conocido manual del siglo XIII. En concreto, la sexta distinción que él realiza se refiere a plata de 2 onzas y de 9 onzas de la que se desea hacer plata de 5 onzas: a la ley que deseamos obtener (5), se resta la ley de la plata de menor valor (2), lo que da como resultado 3, y serán 3 las partes de la plata de ley mayor que se deben tomar; a la ley del conjunto de mayor valor (9), se resta la ley que deseamos obtener (5), y el resultado, 4, serán las 4 partes de la plata de ley menor que tomaremos. En la distinción octava se opera con tres billones, uno a 3 onzas, otro a 4 y, el último, a 6 onzas y queremos hacer moneda a ley de 5 onzas; como ya hemos indicado, en este caso basta con unir las dos monedas menores en una sola como primer paso: se suman 3 y 4 y se tienen 7, que será el número de onzas que se tienen en 2 libras de dicha aleación, después se divide 7 entre 2 y saldrá 3,5, por lo que se opera sobre la base de dos conjuntos, uno de 6 onzas y otro de 3,5, y para hacer una moneda de 5 se pasan a números enteros, moneda de 12 y de 7 de la que se quiere hacer moneda de 10. Se aplica el mismo procedimiento descrito y se obtienen las cantidades que se deben emplear para obtener una aleación a ley de 5 onzas: 1 2 - 1 0 = 2 libras de la moneda menor; 1 0 - 7 = 3 libras de la mayor^54_ El manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro incluye diversos ejemplos relativos al primer supuesto, es decir, a la combinación de dos o más platas de diferente ley para obtener una tercera. Son problemas cuya dificultad aumenta al introducir no sólo los dineros sino también los granos para hallar una ley ajustada, pero no resultan muy complicados pues se acepta que la cantidad de metal combinado tiene un peso indeterminado. El problema número 164 es muy simple; tenemos plata de 11 dineros y plata de 2 dineros, y queremos hacer plata de 7 dineros; de 7 restamos 2 y quedan 5, de forma que debemos tomar 5 partes de la plata de 11 dineros; a continuación, de 11 restamos 7 y resultan 4, que son las partes que tomaremos de la plata de 7 dineros. 4 más 5 serían Fibonacci (Leonardo de Pisa), Liber Abbaci, Pisa, 1202 (revisado en 1228). Ed. Boncompagni, B., Scritti di Leonardo de Pisa, Roma, 1857, vol. 1, pp. 151-152 y 156-157.

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9 partes (marcos, onzas o cualquier otra medida, pues el peso que se elija resulta indiferente al operar exclusivamente con la ley) aleadas a ley de 7 dineros. El problema incluido en los folios 118r

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y 120r-120v es similar pero, al jugar con dineros y granos, hay que dar el primer paso de reducir todo el sistema a granos para, una vez obtenidos éstos, realizar la misma operación. Tenemos plata de 279 granos y plata de 181 granos, de las que debemos hacer plata de 270 granos. 270 menos 181 es igual a 89 granos, cantidad que se debe tomar de la plata de ley más alta; 279 menos 270 salen 9, cantidad que se debe tomar de la plata de ley más baja. 89 y 9 suman 98 granos. El resultado final se verifica multiplicando los granos que hay que tomar de la plata de mayor ley (89) por los 279 que la forman y salen 24.831 y multiphcando los granos que hay que tomar de la plata de menor ley (9) por los 181 que la forman y salen 1629, que suman 26.460, cantidad idéntica a la que resulta de multiplicar los 98 granos que suman la plata que hay que tomar por los 270 granos

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de la ley que se desea obtener^^^. Estos problemas se repiten en numerosas obras posteriores; Gaspar de Tejeda incluye también en su Aritmética un problema relativo a la obtención de plata de una ley determinada mediante la combinación de dos platas de leyes diferentes. También se encuentran ejemplos en el tratado metalúrgico de T^varo Alonso Barba. En este caso se tiene oro de 20 quilates y oro de 2 quilates y se quiere obtener oro aleado a 8 quilates. La regla es la misma que la que hemos visto utilizar para los billones de plata: de la ley del lingote más alta se resta la que se quiere obtener, y de la que se quiere obtener la ley del lingote más baja; la primera cantidad se divide por la segunda y se obtiene el número de partes que hay que añadir o quitar de oro a 2 quilates a cada parte de oro de 20 quilates para dejado en 8. El ejemplo es bajar oro de 20 quilates a 8 quilates usando oro de 2 quilates: 20 - 8 = 12; 8 - 2 = 6; 12 : 6 = 2. Así, si tuviéramos 10 marcos de oro de 20 quilates, para bajarlo a 8 quilates con oro de 2 quilates, tendríamos que añadir 40 marcos de oro de 2 quilates y saldrían aleados 60 marcos a 8 quilates^^''. Los ejemplos citados hasta aquí no tienen en cuenta el peso de los conjuntos de plata u oro utilizados, ni el peso del metal que se quiere obtener. En cambio, el manuscrito 10106 de la Biblioteca

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, fF. Il6r-v y 118r-120v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 211 y 213-216). Gaspar de Tejeda, Suma de aritmética práctica, Valladolid, 1546, £ 45r; Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, p. 190. I

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Nacional de Madrid, y textos italianos como el manual de mercaduría de Francesco Pegolotti, desarrollan algunos problemas de mayor complejidad porque se trata, a través de tales operaciones, de obtener no sólo una ley concreta partiendo de dos, tres o más conjuntos de metal sino hacerlo además con un peso determinado. La regla utilizada en estos casos es la siguiente: de la plata de ley más alta (a) se resta la ley que deseamos (c) y de la ley que deseamos (c) se resta la ley de la plata más baja (b). Ambas cantidades se suman y ese mimero sirve como partidor. A continuación, las cantidades obtenidas en primer término se multiplican por el número de libras que se quieren obtener y se dividen por el partidor, dando por resultado la cantidad de libras de cada plata que se debe tomar. El primer ejemplo proporcionado por Pegolotti es plata de 6 onzas y plata de 11 onzas, de la que se desea obtener 20 hbras de plata de ley de 9 onzas; 1 1 - 9 = 2, mientras que 9 - 6 = 3; sumadas ambas cantidades hacen 5, que será el partidor. Luego 3 x 20 = 60, dividido entre 5, sale 12, que serán las libras de plata que se tomarán de la plata de ley alta; 2 x 20 = 40, dividido entre 5, es igual a 8, que serán las libras que se tomarán de la plata de ley más baja. Sigue a éste un problema idéntico, pero con tres conjuntos de plata diferentes, dos de ley inferior a la que se quiere obtener y uno de ley superior. El procedimiento es idéntico, con la salvedad de que previamente deben ser reunidas en una las dos platas de ley más baja para hallar la media —como se hacía en la distinción octava de Fibonacci—, de forma que la operación será como la anterior, plata de ley más baja (la media de las dos más bajas) y plata de ley más alta, repitiendo el procedimiento. El ejemplo primero de Pegolotti es plata de 3 onzas, de 4 onzas y de 6 onzas, de donde se quiere obtener 10 libras de plata de ley de 5 onzas; 6 - 5 = 1, ésta debe ser la cantidad a tomar de la plata de menor ley, pero como se trata de dos platas promediadas, a cada plata corresponde V^; luego 5 - 3 y V2 (ley promedio de 3 + 4 dividido entre 2) = 1 y i/á, cantidad que se refiere a la plata de ley mayor. Sumadas ambas cantidades dan 2 y V^, que será el partidor. Luego se multiplica 10 x Vi, salen 5, dividido entre 2 y Vi, se obtiene 2, luego hay que tomar 2 libras de cada plata de baja ley; a continuación, se multiphca 10 x 1 y 1/2, salen 15, dividido entre 2 y Vi, resulta 6 libras que se tomarán de la plata de ley mayor, con lo que suman las 10 libras aleadas a 5 onzas. Con cuatro tipos de plata se procede igual, se unen las dos platas de ley menor y las dos platas de ley mayor, y se procede como en el primer ejemplo, teniendo la prudencia de repartir cada vez la cantidad obtenida entre las dos platas que se han unido. 184;

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El último problema es el que ofrece una mayor complicación, pues se refiere a seis tipos de plata de diferente ley, expresada con sus correspondientes fracciones, es decir, en onzas y en dineros. El proceso comienza por unir las tres platas de ley inferior y las tres de ley superior a la que se pretende conseguir, sumando sus leyes (onzas y dineros) y dividiéndolas entre 3. Con dichas cantidades se procede a hacer las restas de la ley que se quiere conseguir (restar de la ley mayor la que deseamos obtener, y de la que deseamos obtener la ley menor), atendiendo a que cada resultado debe ser dividido por 3, al representar la suma media de tres platas distintas^^^. Entre los textos hispanos medievales, un problema que contiene la misma regla aritmética es el número 9 del manuscrito 10106 de la Bibhoteca Nacional de Madrid. En él se trata de combinar oro de 22 quilates y oro de 13 quilates para obtener un marco de oro de 16 quilates: del oro de ley más alta (22 quilates), se resta la ley que deseamos (16), lo que da 6; y de la ley que deseamos (16), se resta la ley del billón de oro más bajo (13), lo que es igual 3. Ambas cantidades se suman y ese número, que es 9 en este ejemplo, sirve como partidor. A continuación, las cantidades obtenidas en primer término se multiplican por el número de libras o marcos que se quieren obtener y se dividen por el partidor, dando por resultado la cantidad de libras de cada plata que se deben tomar; así 6 X 1 = 6; 6 : 9 = 5 onzas y 1/3 de onza (que hay que tomar del oro de 13 quilates), y 3 x 1 =3; 3 : 9 = 2 onzas y 2/3 de onza (que hay que tomar del oro de 22 quilates, para obtener el marco de oro de 16 quilates) Este texto, el manuscrito 10106 de la Biblioteca Nacional, ofrece además un par de problemas, los números 6 y 7, consistentes en averiguar la cantidad de oro o plata de una ley dada que habría que mezclar con determinados marcos de metal de dos leyes diferentes para obtener una tercera ley. El ejemplo contenido en el problema sexto es de oro de 3 libras de ley que hay que mezclar con 10 marcos y medio de 10 libras y con 6 marcos de 8 libras para obtener una aleación a 7 libras, con lo que en este caso resulta determinante la consideración del peso de dichos conjuntos de metal. La regla utilizada es: del oro de ley mayor se resta la ley que se quiere obtener y se multiplica por los marcos que lo integran ( 1 0 - 7 = 3x101/2 = 31 Vi); á.d oro de ley menor se resta la ley que se quiere obF. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340. Ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 348-352. Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, ms. 10106, ff. I6r-v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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tener y se multiplica por el número de marcos que igualmente lo componen (8 - 7 = 1 x 6 = 6); se suman ambas cantidades (31 Vi + G = 37 V2), y dicha cantidad se divide por la diferencia entre la ley del tercer billón y la que se quiere obtener (7 - 3 = 4; 37 Va : 4 = 9 y 3/8), y esos 9 y 3/8 serán los marcos de oro de 3 libras que hay que mezclar con los 10 marcos y medio de oro de 10 libras y con los 6 marcos de oro de 8 libras para obtener 25 marcos y 7/8 de oro de 7 libras^^^. El Sumario breve de la práctica de la Aritmética de Juan de Andrés contiene un problema idéntico al que acabamos de describir, donde se trata de averiguar cuánta plata de 2 dineros hay que mezclar con plata de tres leyes distintas para obtener una tercera. Como es lógico, lo primero que se debe averiguar es la ley a que vendrán aleados los tres billones fimdidos juntos, al igual que hemos visto en problemas anteriores. A esas 145 libras aleadas a ley de 8 dineros y 19/29 partes de dinero, ¿cuánta plata de medio dinero hay que añadir para obtener plata de 2 dineros? La regla aplicada es también idéntica a la que hemos visto emplear en los anteriores problemas: de la plata de ley más alta (8 19/29), se resta la ley que deseamos (2), y de la ley que deseamos (2), se resta la ley de la plata más baja (1/2), y salen 6 19/29 y 1 V2 , cantidades a las que se aplica una regla de tres: si 1 y V^ libra quiere 6 dineros y 19/29 partes, ¿cuánto querrán 145 libras? Pues 643 29/78 partes que serán las libras que se deben añadir de plata de medio dinero para obtener un billón de dos dineros de Mediante estos cálculos matemáticos era posible calcular también la aleación contenida en fragmentos de metal o en partes de billones, cuya aleación fiiera previamente conocida. El manuscrito 10106 de la Biblioteca Nacional de Madrid pone el ejemplo de una copa de oro de 14 onzas de la que se quiebra una parte de 6 onzas y se quiere saber cuánto oro, plata y cobre hay en la parte rota; cada onza de peso de la parte rota (6), se va multiplicando por el número de onzas de oro, plata y cobre que contenía la copa y cada una de esas cantidades se divide por las 14 onzas de peso total de aquélla, hallando la correspondiente proporción de metales contenidos en el trozo fragmentado: si en las 14 onzas había 7 de oro, 4 de plata y 3 de cobre, en el fragmento de 6 onzas quebrado habrá 3 de oro, una onza y 5/7 de plata y una onza y 2/7 de cobre^''^ Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, ms. 10106, f. 15r. Sumario breve de la práctica de la Aritmética, Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 9124, cap. 2°, problema 8. Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 10106, ff. 16v-17r. 186

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i El Sumario de Juan de Andrés incluye problemas referidos a averiguar la nueva ley resultante de combinar oro de una ley determinada con cobre. Por ejemplo, si a 20 arrobas de oro de 16 quilates

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se añaden 14 arrobas de cobre, ¿de qué ley resultarán las 35? Pues se multiplican las 20 arrobas por sus 16 quilates y salen 320 quilates que, partidos entre 35 arrobas, dan una ley de 9 quilates y 1/7. Si al añadir a 20 arrobas otras 15 de oro de 18 quilates, la ley del metal resultante es de

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14 quilates y 4/7, ¿cuál era la ley de las 20 arrobas? Se suman las arrobas (35) y se multiplican por los quilates (14 y 4/7) y salen 510; las 15 arrobas multiplicadas por su ley de 18 quilates salen 270 quilates que, restados a los anteriores, dan 240, divididos entre 20 arrobas da 12, que

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era la ley primera de las 20 arrobas^®^. Podemos fácilmente deducir, tras la lectura de estos problemas de matemáticas, el elevado nivel

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de conocimientos aritméticos que debían alcanzar los maestros de moneda; la contribución que ^

labores, en principio, de carácter industrial o metalúrgico, como era la aleación, ejercieron en el desarrollo de las matemáticas medievales; y hasta qué punto la introducción del sistema de cifras indoarábigo en Occidente, a partir del siglo XIII, contribuyó a hacer más fáciles y exactos los cálculos llevados a cabo para obtener la ley. Hasta el punto de que podemos pensar que, gracias al uso de esas cifras, Rre posible hallar las reglas para establecer combinaciones en la aleación que evitaran la fundición y separación de los metales y supusieran un abaratamiento de los costes de producción de la moneda y una mayor rapidez en su elaboración.

LA FUNDICIÓN Aunque el trabajo en la ceca comenzaba por la recepción del metal y la preparación de la plata o del oro aleado a la ley ordenada para cada emisión, el proceso de fabricación de moneda propiamente dicho se iniciaba con la fundición del metal. Esta operación, según demuestran las técnicas de aleación antes examinadas, se hizo mediante fundición simple, de forma que la masa de metal introducida en el crisol contenía tanto la plata como el cobre -o el oro, la plata y el cobre- ya aleados en la liga apropiada; la aleación se hacía combinando directamente en cantidades ajustadas los Sumario breve de la práctica cap. 3°, problemas 14 y 15.

de la Aritmética,

Biblioteca Nacional de Madrid, sección Raros, manuscrito 9124,

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billones llegados a la ceca hasta obtener una aleación con la ley requerida y, luego, se añadía cobre, plata fina u oro fino en aquellos casos en las que era necesario corregir la ley^"^^.

Las materias primas

Ya hemos visto que para hacer la aleación, el maestro de moneda utilizaba todo tipo de obras de metal, desde monedas viejas hasta piezas de joyería, pastas de plata y cobre, incluso residuos dejados en las operaciones de la propia casa de moneda, cizalla procedente de los recortes de los obreros, trozos de monedas sobrantes de las tomadas para la comprobación de la ley o de la talla, botones procedentes de los ensayos, etc. Así, entre los materiales añadidos a una fiindición de metal efectuada en la ceca de Barcelona en 1338, se citan 794 dineros cortados y ensayos errados que no fueron guardados y que fueron metidos en las fiindiciones; mientras que las ordenanzas castellanas de 1497 establecían "que ningún tesorero ni obrero, ni capataz ni otra persona alguna, no sea osado de fundir ni faser fundir ninguna çizalla ni reçizalla de oro ni de plata ni de vellón sin que sea presente el nuestro ensayador e aunque esté presente que no buelva con la dicha çizalla ni reçizalla otra plata ni cobre ni otro metal aunque sea de la ley", evidenciando igualmente el empleo de estos sobrantes^^^. Pero también se añadía en la fundición el oro y la plata finos y el cobre. Cuando un metal puro debía añadirse para modificar la liga, o durante el proceso de fiindición, resultaba habitual utilizar oro, plata o cobre granados, es decir, reducidos a granos, porque facilitaba y hacía más rápida su fundición. Éste es el motivo por el que aparecen con frecuencia, en los libros de fundiciones, alusiones a granalla de plata y de cobre y a útiles empleados para granar dichos metales, así como testimonios de la reducción a láminas de dichos metales como paso previo al de granarlos. Por ejemplo, en la ceca de Iglesias se pagaron, en 1324, dos dineros a un tal Nicolás Ros "por hacer estirar cobre que era en panes" y un sueldo seis dineros a "un hombre que lo ayudó a estirar"; el Una buena descripción del proceso de fundición de los metales y la preparación de rieles seguido en las cecas indianas durante la época moderna se halla en G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda de los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, pp. 130-140. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 304, cuentas rendidas por la ceca de Barcelona en 1338; E P. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 211.

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mismo año se abonaron otras cantidades "al fundidor que grana cobre", "de jornal al fundidor que grana cobre" o "por adobar dos crazas de granar cobre", mientras que en 1336 se compraron cinco calderas de cobre para hacer granalla^^^. Aparte del propio metal fimdido, el elemento básico que, desde el punto de vista de las materias primas, se empleaba en el proceso de fiindición fiie el carbón, un carbón que sería consumido en grandes

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cantidades j que, de hecho, formaba parte habitual de los gastos de todas las casas de moneda. En las

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alto poder calorífico para conseguir alcanzar en el interior del horno la elevada temperatura a la que

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cecas ocupa una buena parte de las materias reflejadas en los libros de gastos. El carbón debía tener un flindían la plata y el cobre (pensemos que, mientras el plomo llega al estado fluido a tan sólo 327 °C, la plata necesita alcanzar para su fiisión los 960 °C y el cobre 1.083 °C); aunque por este motivo, siempre que se pudiera obtener, pensamos que debió de utilizarse carbón de haya (en el norte de la Península) o de encina o brezo (en el centro y sur de la misma) —que eran los más empleados en otros procesos metalúrgicos, debido precisamente a la elevada temperamra que permitían alcanzar-^*^^, lo cierto es que en las casas de moneda aparece reflejado el uso de muy diversas variedades; por ejemplo, en la ceca de

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Barcelona tenemos documentado el uso de carbón de pino y en la de Iglesias, de carbón de raíces^''^. El carbón que llegaba hasta las casas de moneda tenía que ser, en primer lugar, cribado y limpiado a fin de eliminar las partículas pétreas y terrosas que pudiera traer consigo y que provocarían, de permanecer presentes, una pérdida notable de combustión durante el proceso de trabajo^^®. Más Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. Iv, 4r, 5v, 9v, lOr. La compra de cinco calderas de cobre para hacer granalla que pesaron 299 libras importó, a razón de dos sueldos la libra, 29 libras y 18 sueldos (libro de libranzas de la ceca de Iglesias, año 1336, ACA, RR MR, leg. 2036, doc. n° 6). De hecho, en la ceca de Madrid fueron adquiridas en 1610 catorce arrobas y media de carbón de encina y cuatro fanegas de carbón de brezo con destino a la fundición (R. Romero, "Dos experimentos acuñadores en Madrid: las pruebas de Miguel de la Cerda y Diego de Astor en las casas de Jacome Trezzo", Numisma, 233, 1993, pp. 181-182); sobre las menciones del uso de carbón en la documentación legislativa castellana bajomedieval veáse J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 643-644. ^ Entre las compras de carbón efectuadas el año 1345 en la ceca de Barcelona se cita carbón de la mar, comprado a 2 sueldos 6 dineros el saco, y carbón de pino de humo (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, f 7r), mientras que en la de Iglesias se adquirieron en 1324 17 puligas de carbón a razón de 5 sueldos 6 dineros la puliga, y 3 puÜgas de carbón de raíces, a 6 sueldos 4 dineros la puliga (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. 4v y 5r). De ahí que en los libros de registro aparezcan continuas menciones a esta operación: "a un hombre que criba carbón" (libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 6r), "a dos hombres que cribaron FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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tarde, era almacenado en locales reservados a tal fin, que ya mencionamos al hablar de las instalaciones de las cecas^'^^, y, por último, transportado hasta la fiindición mediante la ayuda de grandes cestos e introducido en los hornos con el lógico auxilio de palas: seis grandes cuévanos "que sirven en la fiindición para llevar el carbón que entra en el horno para fiindir la plata" fiieron adquiridos por 6 sueldos en la ceca de Iglesias en 1355, mientras que en la de Barcelona aparecen citadas varias canastas "para llevar el carbón a la fiindición"; una pala de hierro "que sirve al fiindidor para meter fiiego en el horno para fiindir la plata" se menciona en Iglesias en 1355 y una pala de madera "del carbón de la fiindición" en Barcelona en 1353^^°. Tanta importancia tenía en las casas de moneda el tema del abastecimiento de carbón que, en 1466, el contador Pedro López de Madrid, vecino de Burgos, fiie nombrado "abastecedor del carbón" que se gastaba en la casa de moneda de dicha ciudad, apareciendo por tanto un oficio exclusivamente vinculado a esta fiinción; en otros casos, era el propio fiindidor el que se ocupaba de ello, pues en el nombramiento otorgado en 1462 a favor de Alfonso Rodríguez de Madrid, vecino de Segovia, del oficio de fundidor y blanquecedor de la casa de la moneda de esa ciudad, además de encomendarle fundir "todo el oro, plata e vellón e los otros metales que fiieren necesarios" se afirma que tendría cargo de "blanquecer, dorar y dar color" a las monedas, así como "de comprar todo el carbón que fuera necesario para las fundiciones salvo lo que se hubiere de gastar en el oficio de ensayador para hacer ensayos" (porque la delicadeza de este último proceso exigiría el uso de un carbón especial en calidad y tamaño, que era controlado por el propio ensayador)^^^ Otros materiales muy utilizados en la fundición fueron la arcilla y los ladrillos que servían para preparar los hornos para cada nueva tarea. La arcilla se utilizaba, con certeza, para reponer los suelos o plazas de las hornazas a cada nuevo trabajo, aunque también es probable que fuera empleada el carbón, por dos jornales, 6 sueldos 8 dineros; dos hombres que cribaron el carbón en dos jornales, 3 sueldos 4 dineros; una criba para la fundición, 7 dineros; por cribar el carbón a dos hombres, 2 sueldos 4 dineros" (libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. 4v, 5r, 15v, 16v). Dos tablas para hacer las puertas de la casa del carbón se citan en el libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, f 6r. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, f l4v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, ff 2 v y 16v 1466.10.30 y 1462.04.06, AGS, EMR, leg. 655. 190

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para empañetar el exterior del horno, en un proceso similar al que se realizaba habitualmente en los hornos de los alfares^^^; mientras que los ladrillos tenían por objeto adobar los fogones de las hornazas, es decir, la abertura por donde se introducía el carbón y se vigilaba la temperatura y el mantenimiento del proceso. Una carga de arcilla cribada para hacer los suelos de las hornazas y ocho cargas de arcilla de adobar hornos se mencionan en la ceca de Barcelona en 1353, mientras que en la de Iglesias aparecen cuatro carros de tierra para el horno y agua para empastarla; igualmente, se documentan diversas cargas de ladrillos "para los fogones de las hornazas" en la ceca de Barcelona y "un cajón de ladrillo para el horno" en la de Iglesias en 1324^^^. También se empleaba aceite durante el proceso de fundición, sobre todo para untar las mesas rieleras y facilitar la extracción de los rieles una vez enfriados, aunque quizá también para engrasar los fuelles. Aceite para dos fixndiciones de plata y para dos fundiciones de menuts (moneda de menudos) se adquirió en la ceca de Iglesias en 1324; y una cuarta de borras de aceite (aceite turbio de inferior calidad, que queda tras la decantación del bueno) "para untar piedras nuevas de la fundición" y una cuarta de aceite "de untar las rieleras donde se hacen las vergas de plata" en la de Barcelona en 1345 y 1353 respectivamente^^^.

Instrumental j herramientas

Los hornos de fundición u hornazas instalados en las casas de moneda no debieron de ser hornos muy complejos. Probablemente se trataba de hornos de reverbero, provistos de una sola cámara de combustión/fundición, bastante similares a gran escala a los que utilizaban los ensayadores en

^^^ Los hornos de fundición que se conservan en la casa de moneda de Potosí constan de un armazón de hierro que se revestía interior y exteriormente de una gruesa capa de barro, preparada con cuidado para que fuese lo más compacta, resistente y refractaria al calor (G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda de los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, p. 130). Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, fF. 3v y 4v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. lOr; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ 12r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 19v. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ Ir-v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 6v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n" 1, £ 2r. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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menor tamaño; "dos hornillos grandes de fundir plata con sus cobertores" se citan en la ceca de Valencia a fines del siglo XV^^^ En su parte inferior habría un suelo de arcilla que serviría para la recogida de ceniza, con algún orificio para el tiro; la parte baja del horno se hacía de ladrillo: "tres mil ladrillos para las paellas (plazas) de los dichos hornos" aparecen en la ceca de Iglesias en 1338^7^. Sobre este suelo, un emparrillado de barras de metal con aberturas intermedias para el paso de las cenizas que iban cayendo en el fondo de la plaza según se iban consumiendo las ascuas, y sobre dichas barras donde se pondrían los crisoles revueltos con carbones; y en esta parte superior, tendrían una boca que serviría tanto para alimentar el horno de carbones como para introducir y extraer los crisoles. Ambos elementos aparecen perfectamente documentados en 1355 en la ceca de Iglesias, cuando se pagaron a un maestro herrero de la localidad 30 libras de hierro, a razón de 5 dineros la libra, que habían servido para hacer "un bocal que se pone en la boca del horno donde se funde la plata y nueve vergas de hierro llamadas gráciles que se ponen en el suelo del horno sobre las que se ponen los crisoles de la plata"^^^. Aparte de la boca por la que se controlaba el proceso, los hornos estaban dotados de una puerta que permitía acceder a su interior, tanto para preparar el conjunto para la fundición como para recoger después los restos de tierra y otros elementos usados. Dichas puertas, probablemente de la altura de un hombre o algo menores, eran sujetadas con barras de madera por el exterior. En la ceca de Iglesias se citan en 1338 nueve cabríos de pino "que se ponen en los hornos como barra en las puertas", cinco tablas para hacer las puertas de los hornos, cinco libras de clavos para clavar las puertas y diez bisagras para las puertas de los hornos^^®. Los fijelles insuflaban una poderosa corriente de aire en el interior de la cámara del horno para avivar la combustión del carbón y elevar la temperatura. Solían introducirse a través de las paredes del propio horno por medio de toberas (tubos de metal o de hueso), eran manejados por los llamados sonadores, ayudantes del fundidor en todo este tipo de procesos, y solían ser untados con aceite para facilitar su movimiento y aumentar su duración. En F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RP, MR, leg. 2037, doc. n° 3. 277 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 13r. 278 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RR MR, leg. 2037, doc. n° 3.

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los inventarios del instrumental de la ceca de Valencia del siglo XV se citan, entre los instrumentos de la casa de fundición, "un fitelle de mano" y "unos fiielles para fundir oro"^^'. Aparte de los propios hornos, los elementos de mayor protagonismo dentro del instrumental relacionado con la fundición del metal eran, qué duda cabe, los crisoles o recipientes de barro refractario en cuyo interior el metal era introducido en el horno. La selección de la arcilla de la que se hacían los crisoles era crucial, a fin de que no se quebraran durante el proceso de trabajo ni absorbieran una cantidad excesiva de plata o de la aleaciónfiindida^®".Los crisoles para la fundición de moneda que han aparecido en contextos arqueológicos medievales son pequeños recipientes, con un diámetro entre 8-12 cm de media y una altura de 10-15 cm, provistos de fondo globular o plano y realizados en barro refractario que debía sufrir altas temperaturas y los consecuentes enfriamientos. En Inglaterra se han documentado crisoles medievales en Winchester, Flaxengate (Lincoln), Coppergate (York), Thetford y Londres. En Francia existe una muy buena colección en el Museo Arqueológico de Niort, procedente en su mayor parte del taller monetario de La Rochelle^»^ En el caso de las cecas peninsulares, el origen de los crisoles fiie, lógicamente, disrinto según la casa de moneda en la que fueran utilizados y aunque están documentados algunos centros de producción de estos elementos, ignoramos los lugares de procedencia y fabricación en su mayor parte. Los empleados en la ceca de Barcelona parecen haber sido en parte importados desde el sur de Francia, quizá desde los importantes centros alfareros de Marsella y su entorno, y en parte haber sido elaborados como producción local. En una ocasión, en 1348, fueron adquiridos 1.270 crisoles de fundir plata y billón, "puestos en Barcelona hechos todos los gastos de la traída de Aigües Mortes, de los que se rompieron muchos por mal riempo de la mar"; pero en 1353 fijeron adquiridos 1.400 ejemplares a un crisolero llamado Miguel de Borazi y ese mismo año se documentan diversas cantidades entregadas "a un maestro de canteros que anda sacando tierra para hacer crisoles" y "por traer tierra para ensayar crisoles", lo que parece evidenciar que se estaba intentando encontrar un barrero F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, p. 83. Justme Bayley, "Non-metallic evidence for metalworking". Archaeometry. Proceedings of the 25th International Symposium, Amsterdam, 1989, p. 296.

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apropiado cerca de la propia ciudad de Barcelona del que se pudieran obtener crisoles aptos para el trabajo de fundición^®^. En la ceca sarda de Iglesias, se utilizaron algunos procedentes de Venecia en 1355, pero la mayor parte tuvieron su origen en la localidad catalana de Sant Quinti, desde donde llegaron diversos cargamentos a lo largo de los años centrales del siglo XIV; 440 "crisoles de Sant Canti" se hicieron venir por mar en 1349^®^. En cuanto a los sistemas de transporte mediante los que estos recipientes tan delicados llegaban a las cecas, tenemos documentados algunos extremos, sobre todo en relación con su transporte por mar desde Cataluña hasta Cerdeña. Solían viajar metidos en "botes" o cajones en cuyo interior quedaban protegidos de los golpes mediante el uso de paja; dichos cajones eran cargados en la bodega de los barcos, cuidadosamente atados mediante cuerdas (a fin de impedir los golpes y desplazamientos durante el viaje) y, finalmente, llevados en carros hasta la propia casa de moneda. "Una caja de traer los crisoles", "catorce botes en que meter los crisoles" y "seis botes en los que cargaron en Barcelona los dichos crisoles" se citan en los diversos libros de gastos de la ceca de Iglesias de la primera mitad del siglo XIV, así como "paja para cargar los crisoles en los botes" y diversas cantidades en metálico que sirvieron para abonar operaciones relacionadas con su carga y transporte: "a un maestro que desfiandó los botes y les volvió a poner el fiando", "a dos hombres que ayudaron a cargar los crisoles", "por meterlos en la bodega del barco y atarlos con cuerda" y por "catorce carros que trajeron los crisoles" desde el puerto hasta la ceca^®^. Por lo que se refiere al instrumental, los principales útiles son aquéllos que se relacionan con la manipulación y el traslado de los crisoles y el manejo del metal fiindido. Destacan, en primer lugar, las largas tenazas que se empleaban para manejar dichos crisoles o realizar operaciones a distancia con el metal fimdido. Aunque en los libros de gastos aparecen numerosas menciones de tenazas sin uso específico -como las "tenazas de hierro de la fiindición" que se citan en Iglesias en 1355, las "cuatro Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. 23r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, ff. 3r y 4r. 2« Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 7r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1349, ACA, RR MR, leg. 2046, £ 12r. 28'' Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 25v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RR MR, leg. 2037, doc. n° 3; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1349, ACA, RR MR, leg. 2046, £ 12r.

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tenazas que pesaron catorce libras" de la ceca de Barcelona en 1345 o las "quince tenazas de hierro" que aparecen entre el instrumental de la ceca valenciana-^^^, en alguna ocasión encontramos citado no sólo el instrumento sino también su empleo; en la ceca de Barcelona se abonaron dos sueldos en 1345 "por adobar las tenazas de extraer los crisoles", mientras que en la de Iglesias se pagaron a un maestro herrero 30 libras de hierro, a razón de cinco dineros la libra, por el importe del conjunto de herramientas que había elaborado para la ceca, entre ellas dos pares de tenazas grandes "con las que el ftmdidor saca los crisoles del horno cuando la plata está ftxndida"^®^. Junto a las tenazas fiieron usados con frecuencia anillos de hierro con mango, de diámetro algo inferior al de la boca del crisol, que servían igualmente para introducirlos y retirarlos del horno y verter su contenido en las mesas rieleras; en 1353 se citan en la ceca de Barcelona diversas "canales de traer los crisoles del horno de la fiindición" y "un anillo de hierro para el hornillo de la fundición", mientras que en la de Valencia aparecen citados en el siglo XV "unos hierros para mover los crisoles del oro cuando están al fuego" y "cuatro hierros o anillos grandes para extraer los crisoles"^®^. Otros útiles muy empleados eran los muelles, instrumento a modo de grandes pinzas que servía para introducir nuevos elementos metálicos en los crisoles durante el proceso de fundición; "dos pinzas de hierro de la fundición" se citan entre el instrumental de la ceca de Iglesias en 1355, donde se mencionan igualmente "unos muelles grandes con los que el fundidor reconoce si la plata que está en los crisoles está fundida o no"^®^. Y algunos elementos de hierro de uso parejo, como cuchillas o astas de hierro^®'. En estrecha relación con las herramientas y útiles empleados en las diversas labores llevadas a cabo en la fundición, aparecen las prendas que servían de protección a los trabajadores para manipular

Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 7r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 7r; F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 3v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 13r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1,ff".6r y 9v; R Mateu i Llopis, El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, fE 7r y 13r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ 9v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 7r. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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los crisoles de metal fimdido. Esta ropa de trabajo estaba compuesta por guantes y camisas de tela recia que impedía que los obreros de la fundición o sus ropas resultaran quemados si caían chispas o se producía algún contacto con el metal incandescente. Para la confección de guantes se utilizaban paños gruesos y tejidos de sarga o jerga que se cosían con hilo y que eran empleados fundamentalmente para manipular los crisoles; tanto en la ceca de Barcelona como en la de Iglesias se citan, en repetidas ocasiones, los guantes "de traer los crisoles del horno" y los tejidos empleados en su confección: por ejemplo, "media cana de sarga {serzit) de guantes del fundidor", "una cana y siete palmos de paño blanco para hacer guantes al fundidor", "dos guantes de paño grueso para la fundición" o "aguja e hilo para coser los guantes del fundidor"^'". Lo mismo ocurre con respecto a los petos o delantales utilizados por los fundidores que, realizados en cañamazo, banyoli u otro tejido resistente, constituían el necesario complemento de los guantes; entre otras menciones realizadas en los libros de gastos de las cecas de Barcelona e Iglesias podemos citar la de "ocho canas de cañamazo de hacer cassotspata. blanqueadores y fundidores", "una cana pisanesca de bañoli de que se hacen dos pieles del fundidor con que traen los crisoles del horno" y "tres canas de cañamazo de las que se hace un cassotaS. fundidor"^''. Pero, en todo caso, y junto con los propios hornos, quizá las grandes protagonistas de la sala de fundición y el elemento más original del equipamiento relacionado con esta fase del trabajo de la moneda, fueron las mesas rieleras. Se trataba de grandes mesas provistas de tableros de piedra cuya superficie estaba labrada con canales longitudinales sobre los que se vertía el oro y la plata fundidos cuando salían del horno. Estas acanaladuras eran denominadas rieles y sirvieron para dar nombre tanto a la barra de metal que se obtenía en ellos (el riel), como a las propias mesas rieleras; los canales eran labrados mediante el empleo de pequeños picos y limas con los que se obtenían multitud de huecos sobre la superficie de piedra y estas losas planas se asentaban luego sobre caballetes o bancos de madera -como evidencian los inventarios de la ceca de Valencia al citar "tres limas para

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, fF. 2r y 6r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 2r; Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 152r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 3r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ Iv; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ l l v . 196

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hacer rieleras", "dos limadores de cobre y 22 limas de muy poco valor" y "un banco de madera para asentar las piedras rieleras"— Numerosas menciones sobre el picado y el "rielado" de estas mesas rieleras se conservan en los libros de registro de las cecas catalanas del siglo XIV; así, en 1345 fueron abonadas en la ceca de Barcelona diversas cantidades "por rielar y picar las piedras"; en la de Iglesias, en 1324, se pagaron seis sueldos a un tal "maestre loán Cault que ayuda a obrar las dichas piedras por un jornal y un poco más", quince sueldos "a maestre Branguas, que trabajó en las dichas piedras tres días, a razón de cinco sueldos el día", "a maestre Marco, por un jornal que trabajó en las piedras de la fiindición, cuatro sueldos", "por un jornal a un hombre que trabaja en las piedras de la fundición, cinco sueldos" o "por adobar las piedras de las rieleras de la fundición, cinco sueldos". Y quizá la mención más completa sea la realizada en la misma ceca de Iglesias en 1355 cuando se gastaron siete sueldos en "un jornal del maestro que trabaja en la casa de la fundición, en el lugar donde están las rieleras de piedra, y pica y endereza las dichas rieleras en las que se lanza la plata fundida"^'^. Ciertamente, apenas sabemos nada del tipo de piedra que se empleaba para hacer estas mesas, de sus centros de producción o de sus sistemas de transporte hasta las casas de moneda. Suponemos que serían realizadas por canteros, quizá en las proximidades de las propias canteras de donde se extrajera la piedra, y más tarde transportadas en carretas hasta las cecas, donde el trabajo consistiría en asumir su limpieza y revisión periódica para mantenerlas en buen estado de uso. Sabemos que en la ceca de Valencia se emplearon en el siglo XV "dos rieleras de piedra de Mallorca", lo que parece evidenciar el origen balear de dichos elementos, y que algunas de las mesas empleadas en la ceca de Iglesias en 1324 habían sido realizadas en la localidad sarda de Bonaire y luego trasladadas a la ceca, pues en el libro de gastos de dicho año aparece la mención de "cuatro piedras de lanzar plata en la fundición hechas en Bonaire" que costaron 18 sueldos, y del gasto de otros

E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 121-122. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, f. 2v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, fF. Ir, 3r, 4v, lOr, lOv; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 1 Ir. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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nueve sueldos "por traer [las dichas] cuatro piedras rieleras de la Rindición"^^^. Sólo en un caso, en la ceca de Iglesias y en el año 1355, hemos podido documentar la existencia de rieleras realizadas mediante el empleo de moldes de hierro (no de piedra), como los que acabarían por imponerse en la producción monetaria de época moderna, pues los libros de gastos de dicho año citan "cinco rieleras de hierro en las que el fiandidor tira la plata fundida para hacer rieles" y "seis rieleras de hierro que sirven continuamente en la casa de la fundición donde el fundidor lanza la plata fimdida y hace rieles o vergas". Hay que destacar que las rieleras de metal, usadas hasta nuestros días, parecen constituir una clara excepción de la regla general del uso de tableros de piedra durante el período medieval^'^. En cualquier caso, lo cierto es que estas grandes mesas rieleras constituyeron un elemento muy característico de las casas de moneda y que no hubo ceca en la Europa medieval que no contase con ellas. SpufFord afirma que había dos mesas de gran tamaño y 34 comunes en la ceca de Namur en 1407, 20 en la de Londres en 1327 y 16 en Canterbury en ese mismo año; los magníficos inventarios de la ceca de Valencia del siglo XV citan, entre otras, "dos rieleras de un marco y medio", "dos rieleras, una de 30 marcos para tirar oro y otra de 3 marcos", "una rielera para lanzar barra de oro" y "dos rieleras de piedra de Mallorca grandes para tirar rieles de plata y oro"; y "seis piedras que son para rieleras de alfonsíes menudos" son mencionadas en Iglesias en 1324^®^. Elementos de carácter más humilde, pero que no por ello resultaron menos imprescindibles en la fundición, fueron los cepillos y escobas empleados para recoger los restos de arcilla del horno o de crisoles quebrados tras las fundiciones, puesto que de esos restos se obtenían las lavaduras que luego volvían a afinarse; así como las cestas y canastas que servían para transportar el carbón, depositar los rieles y llevarlos hasta las hornazas y otras operaciones auxiliares, que a veces eran sustituidos F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ lOr-v. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 7r, 18r. P. Spufiford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 11; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ Ir. 198

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por bacines y recipientes de cobre. Varios cepillos de tejido vegetal "para el suelo del horno de la fundición", "dos escobas de palma para la fundición" y "dos cestos grandes de la fiindición" se citan en los libros de gastos de la ceca de Barcelona de 1345 y 1353; mientras que los inventarios de Valencia mencionan grandes bacinas de cobre o de hierro usadas para depositar los rieles o barras, una vez forjados, y trasladarlos a las hornazas para su reducción a plancha^'^. Spufford ha destacado cómo en los libros de registro de diversas cecas europeas se describe el equipamiento para los hornos de fundición, pailas y crazas para fundir, fuelles simples y dobles, rastrillos, tenazas, canastas para pesar y transportar el carbón y muchos otros elementos. Aunque mucho menos detalladas que las proporcionadas por los libros de ceca para la Corona de Aragón, contamos también con algunas indicaciones de este instrumental para la Castilla medieval; por ejemplo, en sendas cartas de Enrique IV fechadas en los años 1459 y 1467, en las que concedía licencia a Alfonso Cota, tesorero de la casa de la moneda de Cuenca, para adquirir una casa donde instalar la citada ceca y preparar los yunques, martillos, fiaelles, crazas, pailas y demás urdillas que fueran menester para su servicio. Con un carácter bastante más tardío, Pérez Sindreu recoge algunas menciones de este instrumental de fundición en el caso de la casa de moneda de Sevilla; en concreto, un documento de 1718 indica que el fundidor había de poner el ayudante y personas que necesitara para el fiielle, corriendo a cuenta de la hacienda los gastos de carbón, crazas, crisoles, aceite, palas, varandas y demás herramientas de los hornos; y otro, de 1728, obligaba al fimdidor a poner fuelles, crazas, toberas, rieleras, palas, tenazas, carbón y demás instrumentos para esta labor; por su parte, Glenn Murray detalla el instrumental empleado en la fundición de la ceca de Segovia durante el siglo XVIIP'®.

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, f. 6v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, f. 2r-v; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 11; los documentos de Enrique IV, fechados respectivamente en 1459.11.07 y 1467.12.02, se conservan en AGS, EMR, leg. 655; E R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 163; G. Murray et al.. El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, apéndice documental. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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Proceso de fundición, lavadura y preparación de rieles

Mediante el uso de los materiales e instrumentos que acabamos de mencionar, era llevada a cabo en los hornos de fiindición presentes en cada ceca el proceso de fimdir los billones de oro y de plata, aleados a la ley ordenada para cada tipo de moneda. El proceso era relativamente simple: se introducía en cada crisol la cantidad de metal adecuada a su tamaño, se colocaban los crisoles sobre las barras de hierro (rejilla) existentes sobre el suelo o plaza del horno, se encendía éste mediante la combustión de los carbones y el fuego obtenido era avivado por medio de fuelles hasta conseguir la temperatura necesaria para fundir el metal. Durante el proceso de trabajo solía ser añadido algún metal, "para sostenimiento de la fundición"; por ejemplo, según el libro de fundición de la ceca de Barcelona del año 1382, para fundir 45 marcos de oro debían añadirse 4 onzas de granalla de plata; para 26 marcos, 3 onzas de granalla y para 25 marcos otras 3 onzas^^^. Durante la fundición se producían ligeras pérdidas de metal por el fluido de la plata o el oro que se iba fundiendo y que se introducía en los propios crisoles o caía en la arcilla que formaba el suelo o plaza del horno; ambos elementos eran luego picados y lavados y los restos en ellos contenidos vueltos a afinar, de forma que dichos restos eran conocidos por el nombre de "lavadura". Sobre los canales de las mesas rieleras se untaba aceite para que el metal fundido no se adhiriese a la piedra. En las cecas europeas se documenta el uso, durante el siglo XVI, de aceite de oliva o de una mezcla de éste con arcilla, aplicado al interior o sobre la superficie de los moldes en que se vertía el metal, porque en el momento de producirse el vertido el metal fluido, éste quemaba el aceite y formaba una capa aislante de gas; Vanoccio Biringuccio recomienda en su conocido manual una mezcla apropiada para este propósito. En las cecas hispanas su uso está bien documentado desde el siglo XIV, pues "una cuarta de borras de aceite para untar piedras nuevas de la fundición", "una cuarta de aceite de untar las rieleras donde de hacen las vergas de plata" y "tres florines en aceite de untar la rielera" son mencionados en las cecas de Barcelona y Valencia entre los años 1345 y 13743°".

Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1, fF. 75r-v y 76r. D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, p. 86; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, f. 6v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, M R , leg. 1971, doc. n° 1, f. 2r; Libros de la ceca de Valencia, año 1374, ACA, RR MR, leg. 2019, doc. n° 1, s.F. AOO

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A continuación, se producía el vertido del metal líquido; cuando éste se enfriaba y se hacía sólido, adquiría la forma de barra plana labrada en los propios rieles, de manera que los rieles constituían una especie de moldes donde se producían las barras con la aleación necesaria para fabricar la moneda. El fundidor y sus ayudantes solían "lanzar" los rieles sobre las mesas con ayuda de tenazas, varas de hierro y otros elementos que ayudaban a manipular y fijar las barras de metal incandescente —como testimonian las menciones a "una verga pequeña de hierro para la fimdición, de tirar los rieles" y a "unas tenazas de lanzar rieles" en la ceca de Barcelona-^"^ Una vez que se habían solidificado los rieles de plata u oro sobre las mesas rieleras, el fundidor y sus ayudantes los tomaban y los forjaban sobre yunques, limando las asperezas y rebabas producidas durante el proceso de enfriamiento, amoldando su forma y dejándolos preparados para su posterior transformación en plancha en las hornazas. Éste es el motivo de que en los inventarios de la ceca de Valencia aparezcan, entre el utillaje de la fiindición, "una enclusa (o yunque) de 8 arrobas de peso y otro de 12 arrobas", "un cepo y un tas con dos martillos, uno chico y uno grande", "un mazo de hierro de 20 libras de peso y otro de 12 libras", junto a "ocho mazos grandes y chicos" y "tres martillos para forjar", instrumentos todos empleados para dar ese último toque a los rieles; en el libro de gastos de la ceca de Barcelona de 1353 aparecen, igualmente, "dos picos pequeños de sacudir las piezas de plata" y "una cerradura con clavo para la caja donde el fiindidor tiene las cizallas y los rieles"^"^. Estas rebabas, calificadas genéricamente con el nombre de cizallas, se contaban también como parte del metal fundido. Tras cada fimdición, se barría el suelo de la sala de fimdición, obteniéndose las escobillas, escombraduras o barreduras, mezcla de partículas de plata y carbón, polvo y basura, que caían junto al horno, al lado de las rieleras y cuyo conjunto era denominado en la época "lavadura", como evidencia un texto catalán de 1331 cuando afirma que "la lavadura son escombraduras de la moneda y los crisoles rotos en que se haya fundido plata, los cuales se hacen picar, lavar Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n" 1, f. 150v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 2r. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1,fif.3r y 16v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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y afinar". Y, en efecto, todos esos restos eran cuidadosamente recogidos y lavados para extraer los residuos de metal precioso en ellos contenidos y volverlos a utilizar mediante instrumentos como el "hierro de escombrar el hornillo" que aparece citado en los inventarios de la ceca de Valencia de 1459. Por todo ello, en la fundición siempre se perdía una pequeña cantidad de plata u oro, tenida por "merma" de la fundición, merma para la que se aceptaba un cierto estándar y cualquier peso superior era descontado del salario del fiindidor^°^. En los libros de fiindición se registraba cuidadosamente todo el metal que se había entregado a fundir, el total obtenido tras el proceso de fundición y las pérdidas que se hubieran producido, que siempre existían, pese a que se recuperasen las cizallas y las lavaduras. Por poner tan sólo un ejemplo, el 8 de agosto de 1382 se recogieron en la ceca de Barcelona -tras la fundición de 35 marcos 16 dineros de oro de los que se obtuvieron (se "cobraron", por emplear la terminología de la época) en rieles 32 marcos 7 onzas-, en cizalla, 1 marco 7 onzas y 21 dineros, y en lavadura, 8 dineros, produciéndose una disminución o pérdida del metal entregado a fundir de 1 onza 11 dineros. Y el día 19 de agosto, cuando se dieron a fundir 30 marcos 4 onzas 6 dineros, frieron cobrados en rieles - y librados a los obreros- 29 marcos 4 onzas, mientras que se obtuvieron del posterior tratamiento de la cizalla 6 onzas 3 dineros, y de la lavadura 21 dineros, verificándose una pérdida de metal de 1 onza 6 dineros^""^. El proceso de recuperación (o afinación) del metal absorbido por los crisoles y por la base del horno durante el proceso de fiindición, o adherido en el suelo y las paredes de la sala donde el horno se hallaba durante el vertido del metal en las rieleras, constituía una labor de suma importancia, que de alguna manera venía a completar los trabajos relacionados con la fiindición. Este metal era recuperado tanto en el proceso de fundición como en las hornazas de los obreros, donde el metal volvía a ser fundido y los rieles se reducían a plancha, aunque el objetivo final era recuperar una parte del metal que luego volvía a ser fiindido junto con metal nuevo, como acabamos de ver. El proceso aparece recogido en los libros de las cecas por el nombre de "lavadura" pues, en efecto, había que reducir a gránulos los crisoles y lavar los fragmentos antes de proceder a afinar lo que había quedado. J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 641; G. Murray et al.. El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 126; G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda en los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, p. 140. Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1, fF. 7 5 v y 76r. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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El primer paso consistía, por tanto, en tomar los crisoles usados, la arcilla cristalizada utilizada en la plaza del horno, las barreduras de suelos y paredes, y picarlos menudo a fin de poder luego lavar dicha tierra de la fiarma más eficaz posible. Los crisoles solían durar cinco o seis fimdiciones antes de romperlos a martillazos para recuperar el metal absorbido. La operación se efectuaba mediante el uso de piquetas o picos pequeños —un "pico de los crisoles" y "un hombre que pica crisoles" son citados en el libro de gastos de la ceca de Barcelona en 1345, mientras que "un pico para picar las crazas" aparece en el inventario de la ceca valenciana de 1 4 5 9 — y , como acabamos de indicar, se picaba tanto la lavadura procedente de los hornos de fiandición como de las hornazas de los obreros; en 1348 se entregaron diversas cantidades en Barcelona por "picar la lavadura de la sala de la hornaza" y la de la sala de la fimdición, y en 1353 se paga "a un hombre por picar los crisoles y las tierras de los suelos del horno de la fundición"; mientras que en la de Iglesias se pagó un salario de seis sueldos diarios a "dos hombres que recogieron las escombraduras del tesoro y de la casa de la fundición, por traer agua y picarlas"; por su parte, el inventario de la ceca de Valencia de 1459 cita "un hierro de escombrar el horno"^"^. A continuación, y una vez picada, la tierra procedente de crisoles y hornos era sometida a cribado, a fin de reducir su volumen granulométrico para facilitar su lavado; en 1345 se abonaron sendos salarios a "una mujer que criba un día" y a "tres hombres de picar y cribar" en la ceca de Barcelona, la misma donde se citan en 1382 "unas cribas de cribar lavadura"^°^. Y, por último, se procedía a efectuar su lavado. El lavado de la tierra procedente de las fundiciones se llevaba a cabo en cubas u otros recipientes apropiados; a veces se usaban para ello grandes cubas de madera reforzadas mediante aros o cellos también de madera o de hierro, como las que aparecen registradas en Barcelona en 1345 o 1382, donde se pagan ciertas cantidades por colocar "un cello de madera de la cuba en que lavan" y por "adobar las cubas de lavar y ponerles cellos"^"®; mientras que en otras ocasiones se Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, ff. 3v y 8v; E Mateu, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería", p. 124. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ lOr; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 7r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1349, ACA, RP, MR, leg. 2046, £ I4r; R Mateu, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería", p. 124. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 8v; Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 150v. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 8v; Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 151v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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empleaban recipientes diversos, en algún caso hasta reutilizados. Así, en la ceca de Iglesias se citan, en 1355, tres gauets (especie de palanganas) "que sirven a los obreros y al fundidor para lavar las lavaduras de la fundición y de los obreros" y también "una bota aserrada por la mitad, una de cuyas partes sirve al fundidor y la otra a los obreros para lavar las lavaduras"; y en la de Valencia "una perola de lavar" y "una pala de lavar con mango de madera" entre los útiles de la fundición^"'. Una vez concluida la operación del lavado, la tierra era transportada en grandes cestas nuevamente hasta la ceca a fin de proceder a efectuar su secado; dichos elementos aparecen citados tanto en la ceca de Barcelona —donde se menciona una "cesta de llevar la lavadura", "dos cestas grandes en que llevan la tierra", "seis cestos de llevar la tierra" y "una cesta gruesa para llevar a afinar las lavaduras"— como en la de Iglesias —donde se paga un sueldo a un trabajador "por meter en una cesta y llevar lavadura de plata"—, y a continuación tenía lugar su secado como paso previo a la afinación, como se indica en la ceca de Iglesias al mencionar "la tierra de la lavadura de llevar a casa para enjugar"^'". La operación principal, la que daba sentido a todo el proceso de aprovechamientos de las "lavaduras" o "escombraduras" —también se llamaban así por ser recogidas en la fiindición mediante el airxilio de las escobas que antes citábamos con las que se barría la plaza del horno—, consistía en volver a afinar la tierra a fin de separar los restos de metal precioso que había absorbido de los materiales terrosos e inútiles. Como antes indicamos, la tierra procedía tanto de los hornos de fundición como de las hornazas de los obreros donde el metal se recalentaba para reducirlo a plancha; en 1353 se abonan diversas cantidades en la ceca de Barcelona a un tal Tapióla "por el trabajo que tuvo en 132 marcos de lavaduras de cizallas de plata y de billón y de lavaduras de crisoles, en diez afinaciones" y lo mismo a otro operario, en 1348, "por afinar 40 marcos de lavadura"^". Como en el caso de las fundiciones de plata metálica, la afinación de los residuos se llevaba a cabo en los propios hornos de fiindición, mediante la adición de plomo; "dos arrobas de plomo para

afinar

Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, M R , leg. 2055, doc. n" 1, ff. 1 Iv y l 4 r ; E Mateu, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería", jp. 124. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, f. 8v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, f. 7r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 4r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 19r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ 23r. 2,04,

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las lavaduras" aparece en Barcelona en 1353, mientras que en Iglesias se cita el salario abonado en 1349 a "dos hombres que afinaron las escombraduras durante doce días, a razón de un sueldo seis dineros el jornal"^^^. Una vez realizado el lavado, secado y afinado de los restos de tierra y crisoles, se procedía a la eliminación de todos los residuos estériles que había dejado el proceso, tanto de aquéllos que salían de lavar la tierra, como de aquellos otros, más numerosos, que se obtenían tras el tratamiento de afinación. Tras la nueva fiindición, lógicamente la tierra de los hornos salía en muchos casos compactada, defi^rmaque había que proceder a un nuevo picado, como se documenta en la ceca de Barcelona en 1345 cuando se cita a "un picador que pica la lavadura en el puerto"^^^ Tras ser reducida a tierra, suponemos que en algunas cecas se empleaban lugares especiales, fijsas sépticas o muladares, donde se depositaban dichos estériles, pero la solución habitualmente empleada en Barcelona, al menos durante los años del siglo XIV que documentan los libros de registro, fiie tirarla directamente al mar en el puerto de la ciudad; en 1345 se citan "ocho mujeres que tiraron la lavadura a la mar", "dos cubos de llevar a la mar y volver a la moneda" y "un hombre que tiró la tierra a la mar", mientras que en 1348 se mencionan diversas cantidades de "tierra vieja que se trae de la moneda y lleva ^"314 a la mar" y varios salarios "por llevar la lavadura al mar"

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 7r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1349, ACA, RR MR, leg. 2046, £ l4r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 8v. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 8v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ 2v, 23r. FUNDACIÓlvi JUANELO • TURRIANO


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© Private collection. Paul & Regina Tambuyser

© Florian Tereygeol

I Florian Tereygeol

Fig. 9 Molde y prensa para la fabricación de crisoles, según grabado contenido en el manual de ensayo de Lazarus Ercker. Y crisoles para la fundición de plata y oro, procedentes del Museo Arqueológico de Niort (Deux-Sèvres, Francia).

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© Swiss National Museum, Zurich. Inv. Nr. LM-40198

The Constance Rosgartenmuseum

The Constance Rosgartenmuseum

Fig. 10 Hornos de fundición y vertido del metal fiindido en rieleras de hierro, según las representaciones contenidas en las vidrieras Zentgraf (1563) y Konstanz (1624)

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EL TRABAJO MANUAL: DE LA HORNAZA AL SETE

Las hornazas: reducción a plancha y recorte de cospeles

De la fundición, las láminas de metal pasaban a las hornazas, salas provistas de hornos donde los obreros caldeaban nuevamente el metal y lo reducían a aquellas láminas de las que habían de ser recortados los cospeles; por las características del trabajo metalúrgico realizado, estas salas solían contar con un suelo de tierra o arcilla apisonada, como se testimonia en la ceca de Iglesias en 1355, cuando se gastaron tres libras y cuatro sueldos en adquirir "cuatro carros de tierra para adobar el suelo de la hornaza de los obreros"^'^. Aunque en esta fase ya estaba hecha la aleación y la plancha de metal llevaba la ley que habían de conservar las monedas, la labor realizada era trascendental porque la plancha debía ser adelgazada de tal forma que su grosor, ajustado al número de piezas que debían ser recortadas, ofreciese unas monedas de la talla justa. Por tanto, era una operación muy delicada, tanto en lo relativo a adelgazar la plancha de metal como en lo tocante al recorte de los cospeles, que debía ser realizado aprovechando al máximo la lámina, de forma que quedase el menor número de recortes y virutas posible (lo que se denomina en los ordenamientos medievales "cizalla"). Y ambas operaciones eran realizadas en las dependencias conocidas por el nombre de hornazas o "casas deis fornals", como son denominadas en las ordenanzas de la ceca de Valencia. La operación comenzaba fundiendo nuevamente el metal o, al menos, caldeándolo hasta el punto en que resultara posible su forjado y adelgazamiento a lámina de un grosor tan escaso como el de las monedas para las que se había de utilizar. Por el tipo de instrumentos que se citan en las casas de moneda medievales, parece que se procedía a una auténtica reflmdición del metal hasta dejarlo, si no en estado totalmente fluido, cuando menos muy maleable. El elemento principal de la sala u hornaza donde tenía lugar la reducción a plancha era el horno donde los rieles se recalentaban hasta poder ser batidos. Sobre la plaza del horno se situaba un emparrillado de hierro sobre el que eran colocadas las pailas o vasijas donde se recalentaba el metal, pues "una paella de hierro que sirve en Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n» 1, ÍF. lOr y 19r; R Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)". Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126.

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la hornaza de los obreros para recalentar los dineros que los obreros obran" y "un hierro redondo con cuatro cabos para el fondo del horno", que imaginamos actuaba como soporte de las pailas en el interior del horno, se citan entre el instrumental de la ceca valenciana en el siglo XV^'^. Por eso, entre los elementos usados para recalentar los rieles cobran especial protagonismo los cazos, pailas y crazas donde éste se depositaba; 18 cazos de hierro, una paila grande de cobre y otra de hierro, se citan entre el instrumental de la ceca de Valencia^'^. Una vez en estado maleable, el metal era extraído de las pailas y, sujeto mediante tenazas u otros instrumentos -en los libros de registro de la ceca de Iglesias se citan en 1324 "unas tenazas de tallar la plata"—rebatido hasta conseguir adelgazarlo. Parece que el adelgazamiento de la plancha fue llevado a cabo, durante toda la Edad Media, mediante martilleo; aunque según algunos autores, al menos desde 1424 se habría introducido en algunas cecas europeas el uso del laminador —instrumento compuesto por rodillos y usado para la producción de planchas de espesor regular, cuyo empleo aparece por primera vez mencionado en el tratado monetario de los electorados de Maguncia y el Palatinado para la acuñación de moneda en Miltenberg y Heidelberg-^'', en la península Ibérica no contamos con menciones expresas de su uso durante el siglo XV. Por el contrario, disponemos de numerosas menciones de mazos, martillos y yunques que serían empleados para el forjado de las planchas en este proceso; como en el inventario de la ceca de Kremnica de 1548, en el que se mencionan, en la fragua del platero, 45 yunques, 42 martillos de golpear, 45 martillos planos, 17 martillos de producir láminas y 7 martillos de aplanar la superficie, en los inventarios de la ceca de Valencia se citan "dieciocho martillos", "un macho grande", "un hacha" y "una barrena gruesa" utilizados para esta finalidad, y en la de Iglesias en 1324 "un martillo de romper plata" y "un mazo de romper plata" que costaron quince sueldos^^®. El martilleo se realizaba sobre cepos Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, fF. lOr y 19r; R Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. R Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. 15v. W. Hess, "Die mittelalterliche Münztechnik", Europäische Technik im Mittelalter, 800 bis 1200. Tradition und Innovation, Berlin, 1996, p. 140. "0 Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, p. 22; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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de madera; en 1355 se pagaron a un carpintero de nombre Domenico cuatro sueldos, entre otras obras "por un cepo que sirvió para hacer la talla de la moneda" y "por cuatro cepos en los que los obreros tienen los yunques de batir la plata" y tres sueldos "al maestro que trabaja los dichos cepos por un cepo que sirve para cortar las planchas de los plateros"^^^ Aunque resultan mucho menos expresivos, disponemos también de algunos testimonios castellanos que mencionan este instrumental. Por ejemplo, en la carta de finiquito otorgada al tesorero de la casa de moneda de Toledo en 1462 se le compensaba por los gastos que tuvo en comprar el carbón gastado en las hornazas y en hacer de nuevo "fíarna^as, ordillas, mazos, martillos y otros aparejos"; y en 1459 se concedía licencia al tesorero de la casa de moneda de Cuenca para adquirir una casa donde instalar la ceca de la dicha ciudad y para ordenar la fabricación, entre otros útiles, de yunques, martillos, fuelles, crazas, pesos, pesas y pailas usados en las hornazas^^^. Una vez preparada la plancha, los obreros o talladores recortaban las blancas o cospeles en forma circular, con ayuda de grandes tijeras; era una operación delicada, pues había que tratar de aprovechar el máximo de plancha y, evidentemente, sacar todas las monedas de un tamaño parejo de forma que respondieran al mismo peso. Algunos ejemplares de estas grandes tijeras, procedentes evidentemente de época moderna, han llegado hasta nosotros, como las que se muestran en la colección Cesky Krumlov, y algunas aparecen también representadas en diversas ilustraciones de época medieval y de los siglos XVI-XVIP^^. En los libros de gastos e inventarios de las diversas cecas aragonesas se citan numerosas veces las tijeras usadas en esta labor. En el de Barcelona se mencionan en distintos años "unas tijeras de cortar plata, cuatro tijeras de hierro para cortar plata y cuatro tijeras de cortar piezas de plata"; en el de Iglesias, "dos tijeras de hierro que sirven para tallar las planchas de plata"; y en el de Valencia "unas tijeras grandes de cortar la plancha, unas tijeras de cortar oro y plata, unas tijeras para cortar los menudos"^^^. Las tijeras solían estar realizadas en 126; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, fF. 6v y I6r. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. l l r . I 4 5 9 . 1 1 . l 6 y 1462.03.29, AGS, EMR, leg. 655. D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, p. 97. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, f. 3v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, F. 12r; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-126.

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hierro; algunas de las utilizadas en la ceca de Iglesias alcazaban un peso de seis o siete libras -en 1324 se pagaron siete sueldos por "dos tijeras que pesaron siete libras" y casi 20 sueldos por "cuatro tijeras de tallar la plata que pesaron 21 libras"- y, como quiera que su filo cortante iba acerado -operación designada como "calzar" las herramientas y que se evidencia mediante la cita de unas "tijeras rebatidas y calzadas" en la ceca de Iglesias-, debido al desgaste que sufirían durante el proceso de trabajo debían ser reparadas y afiladas con firecuencia, por lo que no es raro hallar el registro de los gastos efectuados en reparar tijeras usadas, como en Barcelona en 1353 donde se habla "de adobar y amolar" tijeras viejas o en la de Iglesias donde se gastaron seis sueldos en 1324 "de adobar dos tijeras de los obreros"'^^ En 1610 se cita en la ceca de Madrid "una tabla grande para que los capataces corten la moneda", especie de grandes mesas que imaginamos fiieron también usadas en los siglos XIV y XV para esta labor^^"^. Durante el proceso de preparación de los cospeles se producía la cizalla, pequeñas tiras y virutas del metal recortado para dar al cospel el tamaño y forma deseados. Existía una limitación en la cantidad máxima de cizalla que a un obrero le era permitido producir, a fin de garantizar el completo aprovechamiento de la plancha, de manera que los ordenamientos castellanos de 1297 y 1334 limitan a "tres cizallas por cada libra", de metal trabajado se entiende, los recortes que se podían producir^^^. La cizalla de los obreros consistía en recortes y desperdicios de la plancha de metal, pe-

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ro la de los monederos eran cospeles estropeados, y ello explica que se hable de unidades de cizalla en estos textos. Como es lógico, los diversos ordenamientos castellanos del siglo XIV obligan a los obreros a entregar la cizalla producida en el transcurso de su trabajo junto con los propios cospeles resultado de su labor (contrapeso), pues la suma de discos y virutas debía dar el mismo peso de metal que les fiie entregado para labrar a fin de garantizar que no se quedaban con metal precioso y porque de hecho, como antes veíamos, las cizallas se reutilizaban en nuevas fundiciones^^®.

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 3r, 17r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 4r, 5v, 6v, lOv, 1 Iv, I6r, 25v. ^^^ R. Romero, "Dos experimentos acuñadores en Madrid", p. 181. J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges o f f e r t s à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310. La regulación sobre la producción y entrega de cizallas en los ordenamientos bajomedievales castellanos ha sido analizada por J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 636-640. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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Los libros de obreros de las cecas aragonesas registran cuidadosamente este proceso, al llevar la cuenta de la plata entregada a los obreros y de lo que éstos devolvían en obra hecha (cospeles) y en cizalla, así como la parte que representaba la pérdida. Podemos poner algunos ejemplos de estos registros procedentes de la ceca de Iglesias en distintos años, que nos sirven para ilustrar la proporción de cizalla que solía producirse durante el trabajo y las ocasionales pérdidas de material producidas. El 16 de abril de 1324, en la ceca de Iglesias, se libraron a un obrero llamado Francesc 32 marcos de plata en rieles; de esos 32 marcos, "rindió" o devolvió "en obra hecha", es decir, en cospeles recortados, 30 marcos y 7 onzas, en cizalla 7 onzas y de lavada 1 onza. El 25 de mayo del mismo año se entregaron a otro obrero 27 marcos de plata en rieles, de los que rindió en obra hecha 25 marcos 6 onzas, en cizalla 1 onza y hubo de lavada 1 onza; mientras que a otro entregaron 32 marcos, rindiendo 30 marcos 6 onzas y en cizalla 1 libra 2 onzas. El 2 de enero de 1326 se libraron a un obrero 37 marcos, obrero que devolvió en obra 28 marcos 6 onzas, en cizalla 8 marcos 1 onza; y el 19 de enero se libraron a otro 147 marcos, de los que retornó obrados 117 marcos 7 onzas, y de cizalla 29 marcos 4 onzas, produciéndose una pérdida de 2 onzas. En fin, el 9 de enero de 1336 se entregaron 39 marcos a un obrero, devolviendo en obra 32 marcos 4 onzas y en cizalla 6 marcos 3 onzas, no registrándose pérdida ("e axi caball"), mientras a otro se entregaron 46 marcos, dando en obra 38 marcos 3 onzas, en cizalla 7 marcos 4 onzas y de lavada 1 dinero^^'. Según estos números, la mayor parte de la plata entregada a los obreros era devuelta en fiarma de cospeles, a veces hasta el 96%, aunque en otras ocasiones la cizalla y escombradura ascendía hasta el 20%, lo que significa que en cospeles volvía el 80% de la lámina; Mate Bompaire afirma que, en las cecas firancesas, las pérdidas en cizalla solían oscilar entre el 5% y el 10% del metal entregado^^°. En todo caso, más importante que conocer el porcentaje que se obtenía de la plancha de plata en forma de cospeles es conocer la pérdida de metal precioso que tenía lugar, y que no se recuperaba ni bajo la forma de cospeles ni bajo la de cizalla y escombraduras; esta pérdida era muy variable, desde una pérdida nula hasta un porcentaje del 3-4% del total. Y como quiera que, a pesar de todos los controles, era difícil conseguir que no se produjera ninguna pérdida de material, precisamente Libro de obreros de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 3; Libro de obreros de la ceca de Iglesias, año 1326, ACA, RP, MR, leg. 2026, doc. n° 3; Libro de obreros de la ceca de Iglesias, año 1336, ACA, RR MR, leg. 2036, doc. n° 4. M. Bompaire, R Dumas, Numismatique médiévale, Turnhout, 2000, p. 491. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


El trabajo de la moneda: técnicas, procesos, utillaje

como sistema para evitar dichas pérdidas se introdujo en algunas cecas bajomedievales (Tréveris, Alemania meridional, Suiza) la costumbre de que los cospeles no hieran recortados en redondo en la lámina de metal, sino en cuadrángulos; las plaquitas cuadradas se aplanaban por los lados a golpe de martillo o se rebatían hacia dentro en sus cuatro ángulos, lo que facilitaba de manera considerable su redondeo. Esta práctica se documenta desde 1279 en la ceca de Londres, pero ignoramos si file aplicada en la península Ibérica^^'. En todo caso, una vez que la cizalla se había producido, había que proceder a lavarla, en todo o en parte, seguramente para librar el metal del polvo, tierra o suciedad acumulada durante el trabajo de talla. Una "bacina plana de cobre de lavar las cizallas" y "una escudilla de madera para lavar las cizallas" aparecen en la ceca de Barcelona en 1353, mientras que en la ceca de Iglesias se pagaron a cuatro sueldos la libra a un calderero de Cállar "dos bacines de plata, uno grande y horadado que sirve para aventar los dineros de plata cuando los obreros tienen la obra hecha y otro pequeño en forma de sombrero que sirve para lavar la cizalla de los obreros" en 1355^^^. Una vez recogida y lavada, solía guardarse en bolsos o cajas apropiadas -de la misma forma que los cospeles— a la espera de efectuar su entrega; "una aluda de tener cizalla" se cita en la ceca de Barcelona en 1345^^^. Como resultaba muy difícil adelgazar la plancha ajustada al grosor exacto para que, una vez recortado el diámetro del cospel, coincidiera exactamente con el peso y talla de la moneda, era habitual que un obrero recalentase los cospeles y los sometiese a martilleo hasta dejarlos del grosor exigido para recibir la impresión en los troqueles de acuñación y redondear su contorno. Después de recortados, los cospeles solían pasar, pues, a un obrero que los recalentaba y sometía a un nuevo martilleo hasta dejarlos del grosor exigido, lo cual podía comprobar mediante el uso de los dinerales que el maestro le había entregado para realizar su labor. Uno de los frescos del siglo XV de la capilla de los monederos, en la iglesia de Santa Bárbara en Kutna Hora (Bohemia) -cercana a las famosas minas de plata- muestra a un par de trabajadores adelgazando y redondeando cospeles y, en diverW. Hess, "Die mittelalterliche Münztechnik", Europäische Technik im Mittelalter, 800 bis 1200. Tradition und Innovation, Berlin, 1996, p. 138; D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, Londres, 1988, p. 24. ^^^ Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RP, MR, leg. 1971, doc. n° 1, f. 4rbis, 18v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 12r. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n" 1, £ 4v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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sas cecas europeas, existieron oficiales especializados en la realización de este trabajo que dejaba los cospeles tan circulares como fiiera posible y con un peso correcto; eran los llamados affilatovi de la ceca de Florencia o los sizers de la ceca de Londres^^^. Este posterior calentamiento y martilleo, para afinar los bordes y ajustar el peso de los cospeles, fiae igualmente llevado a cabo en las cecas de la Península, pues resultaba una labor necesaria para devolver al metal las propiedades que había perdido tras el martilleo y laminación, que lo tornaba quebradizo y agrietable^^^. Dos de las imágenes de monederos contenidas en la arquivolta de la iglesia de Carrión de los Condes parecen estar realizando esta operación: una, recalentando los cospeles en una paila; la otra, martilleando sus bordes mientras los mantiene sujetos mediante un aro o anillo; el "recocimiento" de cospeles aparece mencionado también en las ordenanzas castellanas de 1497, cuando prohiben recocer o blanquear monedas ya acuñadas; y, por su parte, los inventarios de la de Valencia mencionan "unos muelles grandes para sacar la moneda cuando está al fiiego" y "seis bacines de cobre y cuatro bacines horadados para refrigerar moneda", como instrumentos relacionados con esta labor^^*^. A continuación, los cospeles ya labrados en forma de dineros prietos, es decir, discos aún de color oscuro sin blanquear, eran depositados en cajas de madera, sometidos a control de ley y talla —como ya describimos en los apartados correspondientes a los sistemas de control utilizados en las cecas-, y entregados al blanqueador. Relacionados con esta labor, los libros de registro de la ceca de Iglesias citan la compra a un tal Bernât Andreu de Castell de Cállar de "unas balanzas pequeñas con las que se pesan los alfonsíes de plata cuando el maestro cobra de los obreros la obra hecha" y de "unas balanzas pequeñas que sirven a los obreros para pesar los alfonsíes", mientras que los inventarios de la ceca de Valencia citan "dos cajas de obreros y cuatro cajones de cortar", "ocho balanzas de pesar sutiles" y "dos pesas, una de pesar oro y otra plata", como utillaje propio de las hornazas^^^.

P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 14. G. Murray et al.. El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 151. 336 J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, p. 555; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectologa Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. 337 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ l l r - v ; R Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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Como ya hemos indicado, en este momento se llevaba a cabo la libranza o deliberanga de las monedas, es decir, la comprobación de su talla justa y de todas aquellas piezas que tenían fortaleza (más peso del debido) o feblaje (menor peso), lo cual tenía lugar mediante la selección de diversas muestras metidas en un pedazo de tela o bolsa y su posterior pesado. Tres canas de cañamazo, "de las que se hacen para sacudir los alfonsíes de plata cuando los obreros dan la obra hecha al maestro", y "unas balanzas pequeñas que sirven a los obreros para pesar los alfonsíes de plata si son fuertes o febles" se citan en la ceca de Iglesias en 1355^3®. En algunos ordenamientos, como el contenido en el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, la moneda era dada por buena con una tolerancia máxima de dos granos, y pasaba a ser blanqueada y acuñada sin mayor problema; y sólo en aquellos casos en que la fortaleza o el feblaje excedía de los límites establecidos, era necesario depositarla en un cajón a la espera de compensar la falta o el exceso de peso con cospeles de signo contrario en la posterior hornada.

© Swiss National Museum, Zurich. Inv. Nr. LM-40198

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Fig. 11 Adelgazamiento de los rieles y batido de la plancha de metal, previo al recorte de los cospeles, según representaciones procedentes de la vidriera Zentgraf (1563) y de una xilografía de Hans Burgkmair (siglo XV).

' Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f 1 Iv. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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Fig. 12 Recorte de cospeles mediante el auxilio de las grandes tijeras empleadas en esta labor (relieve de la iglesia de Carrión de los Condes, finales siglo XII; xilografía de Hans Burgkmair (siglo XV); vidriera Zentgraf (1563).)

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© Pablo Linés

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© Swiss National Museum, Zurich. Inv. Nr. LM-40198

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Fig. 13 Recocimiento de cospeles en una paila para su posterior redondeado (relieve de la iglesia románica de Carrión de los Condes, finales siglo XII; grabado de la Pirotechnia de Biringuccio, siglo XVI; grabado de Ralph Holinshead (1577); vidriera Zentgraf (1563).)

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Fig. 14 Redondeado y aplanado de los cospeles a martillo (relieve de la iglesia de Carrión de los Condes, finales siglo XII; vidriera Zentgraf (1563); fresco de la iglesia de Kutna Hora, República Checa (siglo XV).)

El blanqueo de la moneda

Los cospeles aplanados, redondeados y ajustados a la talla, pasaban a las manos del blanqueador o blanquicidor. La blanquición, blanquimento o blanqueo era la última operación que se realizaba sobre los cospeles o discos planos antes de proceder a su acuñación, es decir, a la estampación del grabado. Consistía en limpiar los cospeles, que eran todavía "negros" —"dineros prietos" son llamados por los textos del siglo XIV, "moneda negra" por los textos de Indias en época moderna, por el color natural de la aleación plata-cobre o plata-cobre-oro, manchados además de ceniza, grasa y partículas de carbón del recocido- para obtener los dineros blancos, es decir, discos con una brillante superficie plateada o dorada^^^. Por lo que respecta a la blanquición de las monedas de plata, existían varias formas para enriquecer el contenido en plata de la superficie de una moneda. La primera de ellas era la de corroer u oxidar la suG. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda en los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, p. 158. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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perfide de cualquier moneda que tuviera al menos entre el 25 y el 35 por 100 de plata u oro en relación con el cobre; la segunda consistía en aplicar un delgado revestimiento de plata u oro sobre el núcleo de cobre mediante inmersión, obteniendo una cubierta formada por una aleación metal precioso-cobre para, a continuación, por corrosión u oxidación de la moneda, eliminar el cobre de la superficie; y la tercera y última era aplicar ima aleación de plata u oro y de mercurio a la superficie del cobre seguida por calentamiento para eliminar el mercurio. De todos ellos, sólo el primero fiae un método de blanqueo efectivamente utilizado en las casas de moneda; los otros dosfiaeronmétodos de forrado, y fiieron ilegales, salvo, quizá, en ciertas monedas romanas. Además, la oxidación del cobre mediante corrosión es tan simple que probablemente casi nunca se recurriera al uso del tercer método, no sólo por su complejidad, sino por los efectos nocivos que sobre la salud de los trabajadores tendría el vapor de mercurio; sin embargo, este último fiie un método muy utilizado para dorar la superficie de los objetos de oro, como evidencian las recetas contenidas en algunos tratados técnicos medievales, como el de Teófilo. Cualquier agente corrosivo puede corroer el cobre en presencia de plata, porque el cobre es más activo químicamente que la plata. Pero en la época, la eliminación del cobre solía llevarse a cabo sumergiendo la moneda en una mezcla de ácido nítrico (salitre) o tartrato de potasio (tártaro) y sal que, para un objeto que contuviera una aleación cobre-plata al 50 por 100, debía prolongarse únicamente durante escasos segundos durante los cuales el cobre quedaba disuelto en dicha solución, dejando a la moneda o a cualquier otra pieza de plata una brillante superficie plateada. Análisis químicos efectuados sobre monedas medievales han revelado que el método de enriquecimiento de la plata en superficie por oxidación del cobre y su consiguiente reducción a carbono fiie el más usado en las monedas de cobre-plata castellanas de Sancho IV pues, observando al microscopio la microestructura de esas monedas, aparece claramente la presencia de partículas ricas en cobre dispersas en la fase continua rica en plata; las alargadas partículas de plata indican el trabajo mediante martilleo o rodillo en una delgada lámina^^". De todos los textos medievales consultados, son las ordenanzas de la ceca de Valencia las que mejor describen el proceso de blanquimento o blanquición desarrollado en las casas de moneda: sobre un G. F. Carter, "Enriched silver coatings on some portuguese dinheiros and castilian cornados". Problems on Coinage in the Iberian Area 3, Santarem, 1988, p. 557.

Medieval

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horno de leña eran colocadas dos o más calderas con agua dulce y puestas a hervir; cuando el agua entraba en ebullición, se añadían en cada caldera dos partes de sal y una parte de tártaro (o "ros de bota", como era denominado en catalán el tartrato de potasio) y se dejaba bullir hasta que se consumía; después, se introducían las monedas en las calderas y con una barra se iban moviendo hasta que todas ellas estuvieran perfectamente blanqueadas. A continuación, las calderas se retiraban del fuego y su contenido era vertido en una cuba semienterrada en el terreno. La cuba iba provista de una cubierta de tablas horadadas mediante orificios tan pequeños que no dejaban pasar la moneda, tan sólo el líquido que se iba depositando en la cuba, y en su parte superior tenía una salida para que el agua fiiera saliendo cuando la cuba estuviera llena, pero por la parte superior, porque en el fondo permanecía algo de plata adherida a la mezcla de tártaro y sal. Luego se devolvía la caldera al fuego con menos agua, calentándola sobre rescoldos —no sobre llama viva- a fin de conseguir un fuego lento y templado, y se iba removiendo la moneda con esponjas hasta secarla; finalmente, se extendía sobre mantas u otro tejido hasta estar bien seca y era pesada por el maestro para reconocer cuánto peso había perdido durante la blanquición y ensayada por el ensayador para saber cuánta ley había ganado por la eliminación del cobre superficial^^^ La adquisición de las materias primas y de los materiales usados en este proceso (tártaro, salitre y sal) se encuentra testimoniada de forma expresa en los libros de registro de las cecas aragonesas. Los testimonios más numerosos se refieren al tártaro y a su posterior picado y preparación para aplicarlo sobre la moneda. Así, en la ceca de Barcelona se cita la compra, en 1345, de "tres arrobas y quince libras de ros de bota, a razón de tres dineros la libra" y de "dos arrobas de ros de bota a cinco sueldos la arroba" y, en 1382, de "seis fibras de ros de bota a ocho sueldos la libra"; en la ceca de Valencia se gastaron en 1374 tres florines y cinco sueldos "en tartar y sal para blanquición"; mientras que en la de Iglesias fueron compradas a Borromeu Ridaldo, mercader florentino, "cinco barriles de tártaro y rasura de Nápoles", que costaron puestos en la cindadela de Cagliari, Castel de Cállar, quince libras y ocho sueldos. La adquisición de "rasuras" (tártaro) y de sal para blanquear las monedas aparece igualmente consignada en textos castellanos del siglo XV como el ordenamiento F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 113-114; id., "La técnica medieval de las acuñaciones monetarias". Numisma, 1, 1951, p. 72. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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de Aranda de 1462 citado por Julio Torres^^^. Como quiera que, una vez adquirido, el tártaro o rasura debía ser reducido a polvo lo más fino posible, había que proceder a su picado y posterior cribado de fiarma que las menciones a dicha operación son también firecuentes: "un pico de picar el ros en la blanquición" es citado en la ceca de Barcelona en 1348; "un pico de madera con que el blanqueador pica el ros de bota con que se blanquean los alfiansíes de plata" y "un hombre que pica el ros de bota", en la de Iglesias en 1355; mientras que en la de Barcelona en 1353 se menciona "un cedazo para cribar el ros en la blanquición"^^^. Son también firecuentes las menciones a la compra del salitre y de la sal utilizados en esta operación. "Cinco libras de salpetra, a dos sueldos y seis dineros la libra" o "cuatro libras de salpetra, a tres sueldos y seis dineros la libra" fiieron adquiridas en Barcelona en 1382, mientras que en Iglesias hallamos citada en 1355 "una bota (o tonel) que sirve para tener la sal en la casa de la blanquición"^^. Los libros de cuentas de diversas cecas europeas y, en concreto, los de la casa de moneda de Holanda revelan igualmente la compra de tártaro o rasura extraído del fiando de los toneles de vino, para el blanquimento de la plata^^^. Junto a los materiales utilizados, conocemos parte del instrumental utilizado en esta fase del trabajo. La operación, como hemos indicado, tenía lugar en una sala donde había un hogar o fiaego sobre el que eran colocadas las calderas de cobre para calentar el agua; a continuación, se mezclaban el tártaro y la sal y, posteriormente, dicha agua se vertía en cubas de madera provistas de una cubierta con orificios para detener los cospeles. Todos estos elementos se citan reiteradamente en los libros de registro de las cecas aragonesas. En primer lugar, los propios hogares donde se calentaba el

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 3r; Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RR MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 150v; Libros de la ceca de Valencia, año 1374, ACA, RR MR, leg. 2019, doc. n° 1., s.£; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1338, ACA, RR MR, leg. 2037, doc. n° 3; J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 535 y 645. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ I4v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 16v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 17r. 3'''' Libros de la ceca de Barcelona, año 1382, ACA, RP, MR, leg. 1978, doc. n° 1, £ 15Ir; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ I4r. R Spafford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 11. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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agua de las calderas -"dos cargas de arcilla para adobar los hogares de la blanquición" se documentan en Barcelona en 1348- mediante el uso de leña -"leña de la blanquición" y "un cajón de leña para la blanquición", por el que se pagaron cuatro sueldos, aparecen mencionados en Barcelona e Iglesias, respectivamente-^^'^ y, en segundo término, las calderas y cubas donde la operación se llevaba a cabo. "La caldera de la blanquición" y "un asa de la caldera de la blanquición" son citadas en Barcelona en 1345; nueve dineros gastados "en adobar la caldera de blanquear" en la de Iglesias en 1324, y la compra a un calderero de Cállar de "dos calderas de arambre de la blanquición, para blanquear los alfonsíes de plata" en 1355^''^. También se citan pailas de cobre usadas para blanquear en diversas cecas europeas, como las de Londres y Canterbury, en 1327, pailas que ejercían una fimción semejante a la de las calderas documentadas en Barcelona, Iglesias o Valencia^'*®. Y son frecuentes las menciones a las cubas o "portadoras de la blanquición" que eran los recipientes de madera donde se depositaba la moneda para verter la mezcla calentada sobre ellas; "una portadora de la blanquición" y "la cubierta de la cuba de la blanquición" se citan en la ceca de Barcelona en 1348 y 1353, mientras que en la misma ceca se pusieron dos cellos o aros de hierro alrededor de una cuba o portadora ese segundo año^^^. Aunque las calderas y cubas tuvieron un protagonismo innegable en esta fase del trabajo, otros muchos útiles relacionados con él aparecen en estos libros. Por ejemplo las esponjas con las que se secaban las monedas tras recibir el correspondiente tratamiento blanqueador: "cuatro esponjas de la blanquición" se citan en Barcelona en 1345; "seis esponjas de la blanquición" y "cuatro esponjas que sirven para enjugar los dineros de plata cuando están blanqueados" en la de Iglesias en 1355^^";

Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. 15r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RP, MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 3v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 3v. ^^^ Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, ££ 3r y 5v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ I6v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 12r. L. Travaini, "Mint Organization in Italy between the Twelfth and Fourteenth Centuries: a Survey", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 48 y P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Ibidem, p. 14. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ 26r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, f£ 3r y 4rbis. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1345, ACA, RR MR, leg. 1965, doc. n° 1, £ 5v; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, ff. 1 Iv y 15v. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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"una aljabia en la que el blanqueador tiene el agua con que blanquea los alfonsíes de plata", "unos muelles grandes de hierro que sirven al blanqueador para blanquear los alfonsíes de plata" y "un hacha que sirve para cortar la leña del dicho blanqueador para hacer los blanquimentos", en la ceca de Iglesias ese mismo año; y "una escudilla y una pala de madera para la blanquición", utilizada probablemente para el manejo de los cospeles en las cubas, en Barcelona en 1353^^'. Y como quiera que se trataba de una actividad peligrosa, debido al poder corrosivo de la mezcla empleada y a los residuos generados, aparecen tanto ropas de protección usadas por los blanqueadores -"ocho canas de cañamazo de hacer camisas para blanqueadores y fiindidores" se citan en Barcelona en 1348como fosas sépticas para efectuar los vertidos del líquido utilizado en el proceso, como evidencia el salario abonado en la ceca de Iglesias en 1355 "a dos maestros por hacer una fosa en la casa de la blanquición en la cual el blanqueador tire las aguas de la blanquición"'^^. La blanquición podía aplicarse tanto sobre los cospeles recortados de la plancha como sobre las monedas ya acuñadas - o en monedas usadas para abrillantarlas o en cualquier otra obra de plata-, pero en las cecas peninsulares solía realizarse con anterioridad a la acuñación. Todos los ordenamientos de la época lo ponen claramente de manifiesto; así lo hace el de Fernando IV de 1297 al indicar que "los dineros fiieren enblanquidos antes que los den a monedear", o el de Enrique II de 1369, cuando afirma "et esta talla que se guarde en los dineros prietos de que los ouieren acabado los obreros e ante que se enblanquescan"; y las ordenanzas castellanas de 1471 vuelven a confirmar la secuencia del procedimiento cuando indican "que después de así bien blanqueadas las dichas monedas, mi tesorero las tome del poder del blanquegidor e las dé a monedear a sus monederos fiables"'^'. Son precisamente estas ordenanzas de Enrique IV de 1471 las que nos sitúan ante una técnica que no aparece mencionada en otros textos castellanos de la época, ni fiie seguida, hasta donde sabemos, en otras regiones europeas. Es la técnica que podríamos denominar como de "doble blanquimento".

Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ I4r-v; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, £ 17v. 352 Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, £ Iv; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 19r. 353 J. Torres Fontes (Ed.), Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 28; L. Pascual (Ed.), Documentos de Enrique II, Murcia, 1983, p. 8; F.R Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, pp. 169 y 173-174. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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En efecto, esas ordenanzas determinan que se entreguen las monedas "al blanquicidor para que blanquesca las dichas monedas de plata y vellón, e el dicho blanque^idor sea obligado a dar la primera blanquición perfecta a vista del ensayador e maestro e guardas... e después que las monedas fiieren monedeadas tornen a resgebir blanquigión postrimera la qual vendrá en toda perfegión". Esta obligación de dar dos blanquimentos a las monedas, uno antes y otro después del proceso de acuñación, aparece sólo recogida en el texto de 1471, pero se trata posiblemente de una práctica innovadora, que no se había seguido tradicionalmente en las cecas castellanas, y que no debió de tener mucha vigencia puesto que las ordenanzas de 1497 vuelven a ordenar que "no consientan recoger las monedas de oro ni de plata, ni blanquigiar los reales después que fiieren así acunnados". Este proceso de la blanquición o blanquimento introducía ligeras modificaciones en la talla y ley de las monedas; éstas perdían siempre algo de peso, porque una pequeña parte de la plata era disuelta con el cobre y se eliminaba junto con la mezcla de salitre o tártaro y sal vertida de las calderas; las ordenanzas de Valencia indican que, "tras recibir la moneda [de los obreros] el maestro debe darla a quienes la deben blanquear y la debe dar a peso conociendo cuánto perderá en la blanquición"^^^. Los libros de blanquición que se conservan de algunas cecas aragonesas evidencian claramente esta disminución. Por ejemplo, el libro "de blanqueo de menuts" de la ceca de Iglesias, que recoge las operaciones de blanquición efectuadas entre los años 1324 y 1326 en dicha casa de moneda, consigna la cantidad de plata entregada al blanqueador y la pérdida que se verificaba en la operación. El 31 de octubre de 1324, Nicolás Ros, maestro de la moneda, libraba en Izer, blanqueador, "para blanquear dineros menudos a marco sardo", 52 marcos 5 onzas, de los cuales entregaba blanqueados 51 marcos 4 onzas y había disminuido en el "emblanque" 1 marco 1 onza. El 10 de noviembre del mismo año entregaba el dicho Nicolás al blanqueador, "para blanquear dineros menudos a marco sardo", 63 marcos 7 onzas, de los que rindió blanqueados ese día 62 marcos y 6 onzas, disminuyendo en el blanqueo 1 marco 1 onza. El 13 de abril de 1325 se libraron al blanqueador 49 marcos 7 onzas y devolvió blanqueados 48 marcos 6 onzas, disminuyendo al blanquear 1 marco 3 onzas; y el 15 de abril, 49 marcos 7 onzas de los que el blanqueador retornó 48 marcos 6 onzas, produ-

E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 113. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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ciéndose una disminución de 1 marco 3 onzas'^^. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero éstos nos bastan para evidenciar no sólo la existencia de una pérdida de peso permanente en el proceso sino también que dicha pérdida venía a suponer un 1,5-2% sobre la talla o peso total previo de las monedas entregadas a blanquear, de forma que es probable que los talladores u obreros tendiesen a hacer los cospeles siempre con un peso algo superior al debido, previendo esta pérdida. A la par que se producía esta pérdida de peso, al perderse parte del material, sobre todo de cobre superficial, se producía un cambio en la ley de los cospeles pues aumentaba el contenido en plata de cada pieza, al disminuir el porcentaje de cobre en su composición. Se trataba, como es lógico, de cantidades minúsculas, pero teniendo en cuenta el grado de exactitud que se exigía en la ley de las monedas, no dejaba de representar una cierta variación que había de ser tenida en cuenta; el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro advertía sobre la alteración que la composición de la aleación solía sufrir, durante esta fase del proceso de trabajo, "hasta en medio grano", para prevenir la cual recomendaba hacer primero una prueba, comparando los resultados obtenidos del ensayo de la moneda antes y después de recibir el blanquimento y, si se hallaba que la ley se había modificado (es decir, había aumentado) en medio o un grano, se procuraba tenerlo en cuenta para echar ese grano o medio grano de menos en la siguiente aleación'^^.

Libro de blanqueo de la ceca de Iglesias, años 1325-1326, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 5. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, fF. 139v-l40r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del Valladolid, 2000, p. 228).

alguarismo,

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) The Constance Rosrgartenmuseum

© Jorge Miguel Soler Valencia

Fig. 15 Blanqueo de la moneda según ilustración de la vidriera Konstanz (1624) y reconstrucción de algunos de los materiales y útiles empleados en el proceso, según G. Murray, El Real Ingenio de la Moneda de Segovia..., p. 186.

La acuñación

Igualados en sus bordes y grosor y abrillantados, los cospeles eran entregados a los monederos para recibir la última y definitiva fase del proceso de amonedación, la acuñación o grabado de caracteres en relieve. Esta era llevada a cabo en los setes, término que parece hacer referencia al sitio o puesto ocupado por cada monedero para la acuñación; normalmente el sete estaba situado en las inmediaciones de las hornazas y solía consistir en un lugar compuesto por una silla o banco y im cepo sobre el que se sustentaba el cuño inferior, de hierro forjado^^^. Cepos similares a los utilizados por los herreros y otros artesanos del metal, consistentes en maderos cilindricos de grandes dimensiones asentados firmemente sobre el terreno; en 1355 se pagaron en Iglesias, a un carpintero de nombre Domenico, cuatro sueldos, entre otras obras por "tres cepos en que los monederos monedean los alfonsíes de plata"^^^.

J. Torres, Ordenanzas medievales sobre fabricación de moneda, pp. 415 y 680-681. Las menciones de la documentación bajomedieval castellanas sobre aparejos de acuñación (cuños, troqueles, punzones) se recogen en las pp. 654-660. 358 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RP, MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 1 Ir. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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El procedimiento de acuñación es bien conocido y presenta una destacada simplicidad, pues como quiera que no se modificó hasta el siglo XVIII, cuando comenzó a introducirse en las cecas hispanas el sistema de volantes, mantuvo unos rasgos estables durante los siglos bajomedievales. La acuñación de moneda en la Edad Media fiae realizada por el llamado sistema de martillo, que consistía en colocar el cospel entre dos cuños o troqueles y golpear sobre ellos hasta obtener la impresión del disco de metal. El cuño inferior, que se mantenía fijo encastrado en un yunque - y éste, a su vez, sustentado sobre un cepo de madera-, solía contener las figuras del anverso, mientras que el superior, móvil y sustentado por la mano del operario o mediante tenazas, contenía las del reverso. Entre ambos, se colocaba el cospel y mediante uno o varios golpes de martillo aplicados sobre el cuño superior las improntas en negativo de los cuños eran impresas en las dos caras del cospel. El famoso monje Teófilo, en el capítulo 74 de su Diversarum Artium Schedulae, titulado "De opere quod sigillis imprimitur", describe esta técnica de estampación aplicada a la elaboración de medallas y otros objetos: se colocaba sobre el cuño de hierro ya grabado la lámina de plata que se iba a estampar, poniendo encima de ella una pieza gruesa de plomo, y, a continuación, la lámina era repujada contra el cuño mediante fiiertes golpes de martillo^^'. Aunque en el momento del golpe, el cospel sufría la primera impresión, lo normal es que un sólo golpe de martillo no bastara para imprimir todo lo que se quería representar o para dejar unos dibujos sobre el metal con el suficiente relieve; solía ser necesario repetirlo una o más veces y podía suceder que las improntas obtenidas con varios golpes no coincidieran completamente, al haberse movido -aunque fuera muy ligeramente- el disco sujeto entre los cuños. De esta forma, se obtenían monedas en las que los contornos de las figuras y de las letras de la leyenda están en algunos puntos repetidos, fenómeno frecuente en las monedas medievales. Según parece, por la mayor parte de los textos e ilustraciones de época medieval, un mismo operario solía sostener el cuño superior con la mano izquierda mientras con la derecha golpeaba con el martillo. Esta forma de trabajo era válida en la mayor parte de los casos, salvo para la estampación de las monedas de mayor relieve, medallas y medallones, que para acuñar era necesario un golpe W. Hess, "Die mittelalterliche Münztechnik", Europäische Technik im Mittelalter, Innovation, Berlin, 1996, p. 138.

800 bis 1200. Tradition

und

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muy fuerte de martillo, de forma que no podía ser dado por la misma persona que sostenía el cufio superior y que tenía solo una mano disponible. En estas ocasiones, parece más probable que la operación del martilleo fiiera efectuada entonces por dos operarios, uno que mantenía el cuño superior en la posición adecuada, probablemente sujeto con tenaza o enastado en una vara de madera, para evitar las lesiones que la fortaleza de los golpes podía producir en su mano, y otro que lo golpeaba con un martillo grueso sujeto con ambas manos (mazo). Conocemos varias representaciones medievales de monederos en acción, monedeando o acuñando cospeles, a través de las cuales podemos percibir lo habitual de las dos técnicas descritas. Un sello merovingio, conservado en el Cabinet des Médailles de París, muestra en el anverso el busto de un personaje barbudo que tiene en la mano derecha un objeto de forma cilindrica; en el reverso, una figura sentada que sujeta con la mano derecha un martillo de largo mango, mantiene con la izquierda en posición vertical, quizá sobre una base, un objeto que recuerda la forma del sostenido por la figura del anverso. La representación de un monedero en trabajo es evidente y se refiierza por la pirámide de pequeños discos colocada tras la figura que representan las monedas acuñadas o los cospeles por acuñar. Los instrumentos de trabajo son los mismos que sostiene en la mano un personaje esculpido en un capitel del siglo XI de la iglesia de San Jorge cercana a Rouen y, en ambas representaciones, el mismo trabajador sostiene el troquel y golpea con el martillo. En cambio, un sello de los monederos de Orvieto del siglo XIV conservado en el museo Cívico de Bolonia, representa, situados bajo una arquería, a dos monederos uno frente al otro; el de la izquierda sosteniendo el cuño con unas tenazas y el de la derecha golpeando con el martillo''^''. Hasta la fecha, no conocemos representaciones gráficas sobre el proceso de acuñación referentes a la Castilla medieval, si exceptuamos la del monedero situado en la arquivolta de la iglesia palentina de Carrión de los Condes, que está efectuando el proceso de acuñación, pero que carece de cualquier detalle que nos pudiera aportar información de carácter técnico; ni es un proceso muy bien descrito en los textos legales y ordenanzas, que lo pasan un poco por alto, quizá por su propia sencillez. Por ejemplo, los ordenamientos del siglo XIV indican que se debe controlar que los monederos no tomen cospeles de los que se le dan a acuñar y que los entreguen amonedados por peso E Panvini, "La tecnica monetaria altomedievale". Artigianato e tecnica nella società dell'alto medioevo XVIII Settimana di Studi, Spoleto, 1971, voi. 2, pp. 723-725.

occidentale,

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al final de cada jornada; y esos mismos ordenamientos, así como las ordenanzas de 1471 y 1497, contienen la indicación de que el maestro dé los cospeles para acuñar "a sus monederos fiables". En cualquier caso, no cabe duda de que los monederos de las cecas medievales castellanas realizaron su trabajo en la manera señalada y, aunque son tardíos, en el siglo XVI contamos con diversos nombramientos de monederos de la ceca de Cuenca en los que, al poner en posesión del oficio el tesorero al nuevo monedero, el escribano registró la ceremonia (mitad toma de posesión, mitad prueba práctica) realizada para dar inicio a su trabajo, describiéndola en términos muy expresivos. Por ejemplo, en el nombramiento como monedero de dicha ceca del tintorero Alonso Martínez, se expone cómo el tesorero de la casa le condujo hasta una de las hornazas situadas dentro de la moneda "y le mandó asentar en un sete y le dio un martillo en la mano, y le puso en la posesión del dicho oficio de obrero capataz de la dicha casa, y el dicho Alonso Martínez estando ansi puesto en el dicho sete de los capataces obreros tomó un cospel de vellón para hacer una blanca de las que al presente hacían los dichos capataces obreros y lo puso engima de un tas que estava asentado en el dicho sete en un gepel y le dio con el dicho martillo ciertas martilladas destenpanando el dicho cospel para hazer blanca en señal de posesión"; en el de Pedro Díaz, de la misma vecindad, el teniente de tesorero lo tomó de la mano "y lo mandó asentar en un sete de la hornaza donde se acuñan las monedas y le dio un martillo en la mano y él puso encima de una pila que estaba asentada en un cepo en el dicho sete un trtixel y le dio ciertos golpes con el martillo acuñando y monedeando un medio cuarto"; y, finalmente, en otro de estos nombramientos, varios oficiales de la ceca (entre los que se encontraban el teniente de tesorero y el escribano), junto al monedero Alfianso Delgado, "baxaron a la hornaga de los acuñadores de la dicha casa" donde el teniente "mandó asentar al dicho Alfianso en un sete de acuñadores y le dio un martillo en la mano y un trtrxel para acuñar medios cuartos, e hizo poner y se puso una pila de medios cuartos donde se suele poner en el dicho sete, y puesto le dio un medio cuarto en prieto para le acuñar y el dicho Alfijnso Delgado lo tomó y puso en la dicha pila y luego engima del dicho trtixel y con el dicho martillo dio sobre ello giertas martilladas monedeando el dicho medio cuarto y luego dio más hasta que lo acuñó todo ello"^'^'. Los elementos, por tanto, del "puesto" de monedero eran el sete o

1544.02.38, 1556.10.20 y 1580.01.21, todos ellos en AGS, EMR, leg. 657. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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banco en el que el acuñador se sentaba, el cepo, cepel o base de madera donde se colocaba la pila o cuño inferior, y el martillo con que se golpeaba; en 1610 hallamos citados en la ceca de Madrid "cuatro tablones para asiento de los monederos" y "un madero redondo de álamo negro para hacer los cepeles de tallar y acuñar la moneda", que son elementos similares a los que se emplearon en época bajomedievaP"^^. Los principales aparejos utilizados para la acuñación, al margen del ya citado cepo y del propio martillo que se usaba para dar los golpes, eran las pilas y los troqueles. Pila fue el nombre aphcado generalmente al cuño inferior que iba fijo sobre el yunque, mientras que el término troquel sirvió para designar al cuño superior, que era móviP'^' A principios del siglo XIH, a más tardar, se comenzó a utilizar el tipo de cuño más habitualmente empleado en época bajomedieval. El cuño inferior o pila soha ser forjado en hierro fimdido, casi siempre cilindrico -aunque se han conservado algunos cuños que no están confeccionados en hierro sino fundidos en bronce, su carácter era excepcional, por constituir un material menos resistente a los golpes del martillo-; estaba provisto de una superficie de sustentación ancha, de cuyo centro salía una espiga que se introducía en el yunque situado debajo, sobre el cepo de madera. El cuño superior o troquel era también un hierro de sección cilindrica, diseñado para poder ser fácilmente encajado sobre el cospel y, una vez colocado encima del cuño, servía para transmitirle el impacto del martillazo. Los troqueles adoptaron formas muy diversas en época medieval, algunos tienen forma como de casquillo, otros de vaina y el vástago o mando, que servía para sujetarlos sobre el cuño y para impactar con el martillo adquirió diferentes longitudes en función del uso, aunque aparece ensanchado en el extremo superior por los martillazos. El troquel inferior es como un sacabocados de sección acampanada, que se ensancha hacia abajo, hacia la parte abierta, a manera de cono. Se han conservado un buen número de testimonios de la compra de pilas y troqueles en las cecas aragonesas del siglo XIV; eran siempre realizados en hierro y su coste se abonaba por libras, es decir, al peso. Las pilas, los cuños inferiores, resultan siempre más pesados que los troqueles. No sólo se distingue R. Romero, "Dos experimentos acuñadores en Madrid: las pruebas de Miguel de la Cerda y Diego de Astor en las casas de Jacome Trezzo", Numisma, 233, 1993, p. 181. R A. Sáinz Varona, A. Bartolomé Arraiza, La ceca de Burgos, Burgos, 1983, p. 13. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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perfectamente entre ambas modalidades, sino también su modelo según el tipo de moneda que servían para acuñar; por ejemplo, en la ceca de Iglesias fueron adquiridos en 1324 diversas pilas y troqueles "menudos" o "de menudos", para actiñar menuts (dineros menudos), y otras pÜas y troqueles "de plata" para la acuñación de alfonsíes de plata. Así, seis pilas de dineros menudos que entonces se compraron pesaron nueve libras, mientras once troqueles para la misma moneda pesaron siete libras y 34 troqueles de menudos 29 libras; en cambio ocho pilas de alfonsíes de plata pesaron 23 libras y seis pilas, en otra ocasión, 21 libras, mientras que 25 troqueles de plata pesaron 31 libras o bien 11 troqueles de plata 15 libras^'^'^. Los motivos destinados a la impresión de figuras y leyendas sobre las monedas podían hacerse en cuños y troqueles mediante incisión directa a mano con buril o mediante el uso de punzones sueltos; las ventajas del sistema de punzones resultan evidentes, pues ahorraba tiempo y trabajo y, con los mismos punzones, se podía obtener mayor número de cuños y distintos unos de otros, de forma que fue el sistema más utilizado. Eran empleados distintos punzones correspondientes a las diversas partes del motivo que se quería reproducir y las letras eran obtenidas mediante el uso de pequeños punzones en forma de triángulo de los que se combinaban varios para componer la leyenda. Era muy importante configurar las leyendas en los cuños con letras de igual tamaño y con cuidado pues, a veces, al colocar los punzones sueltos formando letras, no quedaban bien orientadas y ello explica que en algunos casos las monedas tengan letras invertidas o mal colocadas^*^^. El entallador o abridor de cuños era el oficial encargado de preparar los punzones y abrir los cuños para la fabricación de moneda. Era un trabajo que se llevaba a cabo en una sala o espacio de la ceca reservado para ello, la que aparece denominada en las ordenanzas de Valencia como "casa del entalle"; en el ordenamiento de Alfonso V de 1419 se manda al maestro de la moneda "dar al entallador una casa, en la ceca, en la que talle los dichos hierros y en la cual, en su caja, tenga los punzones"^^^. Esta sala que debía de funcionar, a todos los efectos, como la fragua de un herrero ^^ Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, ff. 4r y 5v, 6v, lOr. W. Hess, "Die mittelalterliche Münztechnik", Europäische Technik im Mittelalter, 800 bis 1200. Tradition und Innovation, Berlin, 1996, pp. 137 y 139; R A. Sáinz Varona, A. Bartolomé Arraiza, La ceca de Burgos, Burgos, 1983, p. 14; A. E Pradeau, "Preparación, grabado y templadura de punzones, troqueles y matrices para amonedar", Numisma, 17, 1955, pp. 83-87. 36S p Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 123; J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 432. ?3O

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porque estos instrumentos de hierro debían ser moldeados mediante forja y ello exigía la existencia de una fragua donde caldear (poner al rojo) el metal y de un yunque sobre el que ir golpeando y dando forma al cuño; así se demuestra en las ordenanzas de 1497 cuando mandan al entallador pagar de su salario "el fierro e azero que fiiere menester para cunnos e punzones, e pague las manos del herrero que losfisiere"'^^.Debido a la importancia de estos aparejos para hacer una buena obra las ordenanzas de 1471 insistían en "que los entalladores fagan e entallen los aparejos susodichos con que se labren e fagan las dichas monedas que sean buenas e bien talladas tales que por defectos dellos no venga la dicha moneda fea ni mal tallada". Una vez que los troqueles habían sido martilleados hasta conseguir dejar el hierro en estado óptimo (hierro forjado), éste tenía que ser endurecido para convertido en acero. El hierro forjado medieval contenía un 0,05% de carbono, mientras que el acero debía alcanzar entre el 0,5 y el 1,5%. Algunas venas, ricas en manganeso, producían un hierro naturalmente acerado cuando se caldeaba con cantidad suficiente de carbón, pero el procedimiento más habitualmente seguido para transformar en acero el hierro forjado fue el de cimentación, consistente en endurecer su superficie mediante el contacto prolongado con una materia orgánica que permitiera al metal absorber parte del carbono en ella contenido. Teófilo describe dos procedimientos mediante los que se conseguía que el hierro absorbiera carbono; el primero consistía en rociar las herramientas con una mezcla de ceniza de cuerno de vaca y sal, para luego caldearlas y enfriadas en agua, y el segundo en untadas con grasa de cerdo y cubrirlas con piel de cabra y arcilla, para a continuación caldearlas y enfriarlas en orina^*^®. El uso de la arcilla para el acerado del hierro ha sido documentado también arqueológicamente por la presencia de piletas de arcilla en las fraguas de diversas instalaciones mineras, que servían para elaborar el acero con que se calzaban las herramientas de los mineros'*^'. Las técnicas usadas en la Castilla medieval para conseguir el acerado no debieron de ser muy distintas pues, aún en 1542, ordenanzas de Córdoba desaconsejaban acerar las agujas mediante inmersión en polvo de cuernos secos o en arcilla húmeda^^". AGS, DC, leg. 1; cit. EP. Pérez Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 169. J. Geddes, "Iron", English Medieval Industries, Londres, 1991, p. 173. M.Ch. Bailly-Maítre, "La mine d'argent des Dauphins XlIIe-XIVe siècles. Brandes-en-Oisans (Huez-Isère)", Archeologia delle Attività Estrattive e Metallurgiche, Florencia, 1993, p. 450. ' R. Cordoba, La industria medieval de Córdoba, Cordoba, 1990, p. 243. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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El acero era necesario principalmente para las hojas de instrumentos de corte -espadas, puntas de dardo y lanza, herramientas de trabajo- y para dotar de mayor resistencia a los objetos, pero como conseguir que una pieza de hierro de buena calidad absorbiera carbono era un proceso largo y delicado, resultaba mucho más sencillo y operativo elaborar una pequeña pieza de acero y después unirla mediante martilleo al filo de la herramienta, de fiarma que aunque el cuerpo del útil continuaba siendo de hierro su parte activa era de acero; esta operación era conocida como calzar o poner calces a las herramientas. Las ordenanzas de Sevilla indican que los herreros debían hacer las herramientas bien calzadas de acero y bien templadas^^' y es que, en efecto, obtener una distribución uniforme del hierro carbonizado sobre la superficie de la herramienta era una operación difícil. El acero podía ser combinado con el hierro sobre el filo de un instrumento de muchas maneras, asentando el acero alrededor del núcleo de hierro que se quería calzar; mezclando el hierro y el acero mediante martilleo de forma insistente hasta conseguir un metal homogéneo; o envolviendo una tira de acero entre tiras de hierro de forma que el acero actuara como la mina en un lapicero^''^. El análisis de hojas de cuchillo y tijeras halladas en Praga y datadas en los siglos XIV y XV ha puesto de relieve el uso de todos estos procedimientos para la soldadura del hierro y del acero, técnicas que no debían diferir de manera sustancial de las utilizadas coetáneamente en la Corona de Castilla^^^. Lógicamente los entalladores no sólo estaban encargados de fabricar los cuños sino de reparar los frecuentes desperfectos que sufrían con los golpes que se les daba durante la acuñación. Las operaciones que con mayor frecuencia aparecen registradas son las de calzar o acerar las pilas y troqueles "Cualquier herrero que hiciere azada, azadón, címbara, hacha de carpintero, hacha de mano, calabozo, azadón de pico o de peto, hoz y otra herramienta en la que interviene o sea menester acero, haga cada una de ellas bien calzada y bien templada, de manera que no sean muy blandas ni tan fuertes que salten o desgranen, y que sean bien fornidas" {Recopilación de las ordenanzas de la muy noble y muy leal cibdad de Sevilla, Sevilla, 1527 (reimpr. 1975), £ 244v). ^^^ R.F. Tylecote, "The medieval smith and his methods", CBA Research Reports, 40, 1981, p. 45. En uno de los cuchillos, sobre un cuerpo de hierro fueron soldados dos componentes de acero, el filo de corte, consistente en acero de carbón apagado, y una cubierta mezcla de hierro y acero; en otro caso, la hoja de acero templado file soldada a la base de hierro mediante una soldadura tan perfecta que es imposible distinguirla debido al largo tiempo de forjado y la difusión del carbono obtenida; otro cuchillo está realizado con una técnica practicada desde la Alta Edad Media, consistente en colocar un filo cortante de acero soldado a un cuerpo de hierro forjado, con un filo de soldadura claramente visible; finalmente, el cuchillo 654 muestra tres bandas de metal soldadas juntas, las dos exteriores de acero templado recubren un corazón de hierro (R. Pleiner, "The technology of medieval blacksmiths in Prague", Dal Basso Fuoco air Altoforno, Brescia, 1991, p. 78).

2:32;

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en aquellas partes que debían recibir el golpe o encastrarse en el yunque a fin de tener mayor dureza y resistencia. En la ceca de Valencia se pagaron a un herrero diversas cantidades "por dieciocho pilas que calza y acera, por recalzar y aplanar veinte pilas y por recalzar y aplanar troqueles"; y en el inventario de esa misma ceca de 1459 se cita un ''spell o estucador de hierro para aderezar troqueles", instrumento cuya naturaleza ignoramos pero que servía también para esta finalidad'^'''. En la ceca de Iglesias aparece, en 1324, "una muela de afilar los troqueles y pilas y aplanar" por la que se pagaron diez sueldos y que fijrmaba parte del conjunto de instrumentos que el entallador empleaba para el mantenimiento de estos útiles'^^ Y, por último, el entallador preparaba también los punzones que fiarmaban parte de los troqueles, a los que ya nos hemos referido al mencionar el ordenamiento de 1419. "Dos vergas de acero de puntales del tallador" se citan en la ceca de Iglesias en 1324, mientras que en los inventarios de la ceca de Valencia aparecen mencionados punzones de letras "de entallar pilas y troqueles" y "una caja en que hay 31 punzones de letras"'''^. En toda Europa, el control sobre la producción de troqueles y pilas fue muy estricto a lo largo de la Edad Media; en primer lugar, porque de la calidad de estos instrumentos dependía la propia calidad de los relieves de la moneda, y no hay que decir que un troquel con defecto representaba la emisión de un considerable número de monedas defectuosas, grabadas con el mismo cuño; y, en segundo lugar, porque esos instrumentos de acuñación podían ser robados y utilizados para falsificar moneda, por lo que se establecía sobre ellos una vigilancia estrecha de la que respondían, como vimos en su momento, los guardas de la casa de moneda, que solían mantenerlos bajo su custodia cuando no se estaban utilizando. "Una caja en que los ayudantes de la ceca tienen en guarda las pilas y troqueles con los que continuamente monedean" se cita en la ceca de Iglesias en 1355^^^. Y esta vigilancia sobre la calidad de punzones y troqueles determinó que, en ciertas regiones de Europa, al menos en el siglo XV, la producción de útiles de acuñación estuviera centralizada en

Libros de la ceca de Valencia, año 1374, ACA, RP, MR, leg. 2019, doc. n° 1., s. f.; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 122. 375 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ 24v 376 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 6, £ lOv; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 121. 377 Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, £ 19r. I^^jg^l FUNDACION ^ ^ JUANELO I S j TURRIANO


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una sola persona o institución, encargada tanto de la producción y conservación como de la destrucción de los aparejos; en 1403, la Unión Monetaria Venda determinaba que todos los troqueles se grabarían en Lübeck por un solo artífice y que, cuando muriera el grabador de los hierros, los punzones se encomendarían a otra persona -en correspondencia, prohibía a los orfebres la elaboración de troqueles sin licencia del consejo de la Unión—, mientras que en diversos documentos de la misma época se menciona a un grabador de cuños común para todos los socios de la Unión Monetaria Renana. Lógicamente, cuando los cuños y punzones dejaban de servir se procedía a su inmediata destrucción, para evitar que pudieran ser sustraídos y reutilizados. Las ordenanzas castellanas de 1471 se refieren también a esta cuestión cuando mandan "que los cunnos que se quebranten que no fueren para servir, que luego en presencia de los oficiales sean rematadas todas las letras e figuras dellos de manera que non se puedan aprovechar dellos, y el entallador dé luego otros tales a los monederos"; el ordenamiento de Alfonso V de 1419 mandaba a los guardas que "cuando los dichos hierros no sean buenos para obrar, en presencia del Maestre de la ceca y del entallador y del escribano real, los restituyan según el inventario con el cual los recibieron y sean deshechos de tal forma que no puedan servir para monedear"; y en la ceca de Barcelona se abonó, en 1348, a uno de sus operarios "un jornal de romper pilas y troqueles viejos"^^®. Ciertamente, dado que se procedía a su eliminación cuando ya no iban a seguir utilizándose, la llegada hasta nuestros días de estos materiales es ocasional, de forma que en un país como Alemania sólo se conocen dos cuños inferiores de forma discoidal del siglo XII y otros dos de finales de la Edad Media, uno procedente de Lübeck, datado en el siglo XIV, y otro de Königsberg de principios del XVl^^'. Objetos de naturaleza más humilde que los cuños, pero no por ello de menor uso en los setes, eran las cestas, cajones y bolsas que servían para depositar los cospeles y las monedas ya acuñadas. Por lo general, parece que a cada lado del monedero se situaban sendas cajas de madera o cestas de tejido vegetal, una con cospeles blanqueados listos para la acuñación, otra que servía para ir depositando J. Botet, Les monedes catalanes, p. 429; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. 9v. W. Hess, "Die mittelalterliche Münztechnik", Europäische Technik im Mittelalter, 800 bis 1200. Tradition und Innovation, Berlin, 1996, pp. 138-140.

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las monedas ya acuñadas. "Ocho cajas de monederos" se mencionan entre los materiales de la ceca de Valencia en 1459, mientras que en Barcelona, en 1348, aparecen consignadas "dos docenas de cestas para meter los dineros obrados y monedeados" y, en Iglesias, el salario abonado por encorar (forrar de cuero) "cuatro cestas que sirven para tener los alfonsíes de plata monedados"'^". El proceso de trabajo llevado a cabo por los monederos era, por lo que se refiere al control del metal trabajado, bastante similar al de los obreros. Los libros de monederos que se conservan de las cecas aragonesas registran la cantidad de plata, en marcos y dineros, que se entregaba diariamente a los monederos, la que éstos devolvían en moneda acuñada ("dineros monedeados") o en cizalla (piezas inservibles por estar mal acuñadas) y las monedas que eran separadas para realizar el último ensayo para el control de su ley y definitiva libranza. Y acto seguido se ajustaba su producción para abonar el salario. Un buen ejemplo del registro de este proceso lo podemos encontrar en el libro de monederos de la ceca de Iglesias de 1324. El 18 de noviembre de ese año, los guardas de la ceca, Castell y Jacome Nicola, entregaron a los monederos 69 marcos de plata en cospeles, de los que devolvieron 68 marcos hechos dineros (es decir, acuñados), dos dineros en cizalla y 10 dineros más para el ensayo. El 20 de noviembre, les entregan 65 marcos 35 dineros, de los que devuelven monedeados 65 marcos 22 dineros, en cizalla 3 dineros, para el ensayo 10 dineros. El 22 de noviembre, 78 marcos 24 dineros, devolvieron en dineros monedeados 78 marcos 12 dineros, en cizalla 3 dineros, toman para el ensayo 10 dineros. El 23 de noviembre, entregan 52 marcos 31 dineros para monedear, retornan 52 marcos 19 dineros, en cizalla 2 dineros, quedan para el ensayo 10 dineros. Como vemos, estos registros se hacían con carácter diario pero, una vez completado el proceso de acuñación de cierta cantidad, se hacía resumen de todo lo producido. Tras indicar los datos diarios del 18 de noviembre al 1 de diciembre, se indica "así que se ha dado para monedear a cuenta a los dichos monederos en nueve días 674 marcos 49 dineros, de los que han rendido en dineros monedeados 672 marcos 56 dineros y en cizalla 53 dineros; retuvieron los maestros para los ensayos 84 dineros. Se pagó a los monederos solamente por 672 marcos 36 dineros a razón de 3 dineros el marco, 8 marcos 8 sueldos que son 168 alfonsíes"^®'. 3S0 p j^jfgu I Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 122; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, afio 1348, ACA, RP, MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. Ir; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 13r. Libro de monederos de la ceca de Iglesias, afio 1324, ACA, RR MR, leg. 2025, doc. n° 4. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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© Pablo Linés Fig. 16 Labores de acuñación a martillo según el relieve de la iglesia de Carrión de los Condes, finales siglo XII;fi-escode la iglesia de Kutna Hora, República Checa (siglo XV).

© Swiss National Museum, Zurich. Inv. Nr. LM-40198

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Fig. 17 Labores de acuñación a martillo en ilustraciones de los siglos XVI y XVII {De Artis lUiberalihus, Jost Amman (siglo XVI); grabado de Ralph Holinshead (1577); xilografl:a de Hans Burgkmair (siglo XV); vidriera Konstanz (1624).)

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I Ricardo Córdoba de la Llave

© Ricardo Córdoba de la Llave

' Ricardo Córdoba de la Llave

Fig. 18 Ensayo de acuñación de moneda en el Campo de Experimentación Arqueológica de Melle, Deux-Sèvres (Francia); se pueden apreciar el cuño inferior o pila, encastrado en el cepo de madera, y el cuño superior o troquel, asido a un mango para facilitar el martilleo del cospel.

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EL ENSAYO. LA COMPROBACIÓN DE LA LEY DE LA MONEDA Como hemos tenido ocasión de poner de manifiesto al tratar sobre el papel jugado por los ensayadores en las cecas, el ensayo era una de las operaciones más importantes de cuantas se efectuaban en el proceso de fabricación de la moneda. Los ensayos servían para fijar la ley o fineza, es decir, el grado de pureza de los metales preciosos, y eran usados en las cecas tanto para determinar la ley de las monedas (a fin de comprobar si el porcentaje de plata-cobre o de oro-plata contenido en las piezas emitidas se ajustaba a las prescripciones legales) como la ley de los metales preciosos que, en forma de monedas viejas, vajillas, barras, llegaban a la ceca para su amonedación. El ensayo estaba presente, por tanto, en diversas fases del trabajo y se repetía en varios momentos, cubriendo desde la llegada del metal a la casa de moneda hasta la emisión liltima de las monedas y la custodia de muestras emitidas para una eventual inspección. Existieron en la época diversos métodos para comprobar la ley de los metales o, lo que es lo mismo, diversas técnicas de ensayo. Sin embargo, no todas eran igualmente útiles, rápidas ni exactas, lo que explica que fueran utilizadas de forma complementaria en fimción de las necesidades concretas de cada ocasión. El sistema más simple, usado tanto para el ensayo de la plata como para el del oro, era el de puntas o toques, pero su sencillez iba en consonancia con su falta de exactitud, de forma que su empleo en las cecas quedó bastante limitado por la fidelidad exigida a la hora de valorar la ley de las emisiones acuñadas y fue habitual recurrir a otros métodos de mayor rigor. En el caso de la moneda de plata (o de la propia plata que Uegaba en forma de barra o vajilla) prácticamente sólo se utilizó tm sistema: el llamado ensayo al fiiego o por copelación, basado en lafiasiónde la plata con adición de plomo en el interior de tm hornillo y sobre un pequeño cuenco de cenizas de hueso (las famosas copelas o cendradas) que, durante el proceso, absorbía los metales innobles (arrastrados por el plomo, eran absorbidos por los poros de la copela tanto el propio plomo como el cobre como cualquier pequeña proporción de otro metal que la plata pudiera tener) y dejaba un brillante botón de plata pura o fina cuyo peso, comparado con el de la muestra que se puso en el hornillo, revelaba la ley de la plata, la proporción de plata fina contenida en cada aleación. Este sistema de ensayo de la plata flie conocido, al menos, desde el mundo clásico y puede decirse que no se utilizó otro, en Europa y América, hasta el siglo XEK cuando se divulgó el método de Guy Lussac basado en el uso de la sal. ?38

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En el caso del oro, se emplearon métodos más diversos, de los cuales trataremos solamente dos por resultar los de uso más habitual en época medieval, al menos en relación con la producción de moneda. El primero es el denominado método de cimentación o "cimiento real", que consistía en caldear planchas de oro en el interior de una vasija, entre capas alternas de una mezcla de polvo de ladrillo y sal mineral, a fin de que dicha mezcla fiiera absorbiendo la plata y el cobre de la aleación y afinando el oro; puede afirmarse que éste fiie el sistema más utilizado en época bajomedieval y, sin duda, el gran protagonista del trabajo del oro en las cecas hispanas de los siglos XIV y XV. El segundo es el método basado en el uso del aguafiierte; consiste en calentar el oro, desgranado o en chapa, en una vasija en aguafiierte repetidas veces, vaciando cada vez el contenido de la misma que, paulatinamente, va arrastrando los metales presentes en la liga. Ambos métodos eran ya conocidos a fines de la Edad Media; sin embargo, el de cimiento real parece ser el más utilizado entonces, imponiéndose progresivamente el uso del aguafuerte durante los siglos XVI y XVII.

£1 sistema de puntas o toques

El método del ensayo o determinación de la ley de las aleaciones de metal precioso mediante puntas es uno de los más sencillos y, por lo mismo, de los más utilizados por plateros, joyeros y orfebres hasta nuestros días. Se trata de un sistema empleado para determinar tanto la ley de la plata como la del oro, si bien parece, en fiinción de los testimonios recogidos, que en la España bajomedieval se utilizó de manera preferente para ensayar el oro. Su aplicación concreta en el campo de la moneda encontró algunas dificultades debido a su falta de exactitud, al menos en el grado exigido en los procesos de amonedación; por ejemplo, el tratado británico De Moneta Aurea, fechado en torno a 1350, después de describir someramente el proceso de ensayo del oro por cimiento afirma que "este ensayo del oro puede también ser hecho por toque de piedra, pero tal ensayo sólo puede ser determinado por expertos en el oficio y rara vez sin frecuentes fallos"'®^. A pesar de todo, su probada inexactitud no constimyó impedimento para que el sistemafiieramuy utilizado en las casas de moneda, quizá no tanto para verificar la ley de las emisiones como para la tasación de

• Ch. Johnson, De The Moneta of Nicholas

Oresme

and

English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, p. 85. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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los metales preciosos que servían para la amonedación. En este sentido, es muy frecuente que el oro y la plata que llegaban hasta las cecas fiieran ensayados previamente mediante este sistema a fin de determinar su ley y de abonar a sus propietarios un precio adecuado a su valor real; pero también fiie utilizado, al menos en determinadas ocasiones, para la comprobación de la propia ley de las monedas^®^. Su uso exigía, de un lado, la preparación de las propias puntas o toques -nombre por el que eran conocidas las pequeñas agujas o varillas empleadas en esta operación- y, de otro, la de la superficie de piedra contra la que éstas se frotaban para determinar la ley mediante comparación de los tonos de color dejados por el roce sobre la piedra de los metales. El primer paso consistía en la preparación de los toques. Aunque no hay una gran diferencia entre ambos, hay que indicar que la de los toques de plata resultaba más simple que la de los toques de oro, porque mientras que en las puntas de plata intervenían solamente dos metales, la plata y el cobre, la aleación en las de oro constaba de tres metales, oro, plata y cobre, éstos dos últimos aleados antes de su unión con el oro. De forma que, como vamos a ver, existían diversos grupos de puntas según que la aleación plata-cobre tuviera una u otra ley, aunque su valor en quilates (es decir, el contenido en oro) fuera semejante. La forma en que se elaboraban las puntas de plata era muy sencilla y aparece descrita en diversos manuales, como el Quilatador de Juan de Arfe, el De Re Metallica de Agricola o el Arte de los metales de Alvaro Alonso Barba. El primer autor recomienda hacer once puntas, separadas entre sí por un dinero de ley; VVrfe indica que "las ptmtas de plata se hacen de once a un dinero, para hacer las once puntas se toma el dineral y se pesa la plata: para punta de once dineros, once dineros de plata y uno de cobre; para punta de diez dineros, diez dineros de plata y dos de cobre"; sin embargo. Agricola y Barba recomiendan hacer las puntas de medio en medio dinero, para ajustar más la ley del metal ensayado, de forma que la primera punta llevaría una liga de 23 partes de plata y una de cobre (ley de 11 dineros y meaja —12 granos-); la segimda, de 22 partes de plata y dos de cobre (ley de 11 dineros); y así sucesivamente hasta tener un conjunto de 22 agujas escalonadas desde el medio dinero hasta los once dineros y meaja. Después de hecha la aleación, cada punta era fimdida en im crisol de forma independiente, forjada y soldada a un Así se pone de manifiesto en un mandamiento promulgado por Enrique IV en 1470 para labrar monedas de enriques, reales, cuartos y blancas en la casa de Burgos "como se labraban en la de Segovia", por el que se ordena que el ensayador de la moneda de Burgos "tome enriques de la ceca segoviana e faga dellos punta por donde pase el oro, e faga ensayo del vellón e marauedís, e de aquella ley que los fallare labre la dicha casa" (1470.12.25, AGS, EMR, leg. 655).

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hilo de cobre, en el que se indicaba la ley de cada una de ellas a fin de que no hubiera confiisión, y se formaba con las once o 22 puntas im manojo que servía para "tocar" la plata^®"^. Por lo que respecta al sistema empleado para hacer los toques de oro, contamos también con buenos testimonios en la literatura técnica del siglo XVI y en las ordenanzas de la ceca de Valencia del siglo XV. Las ordenanzas de la ceca de Valencia y algunos autores, como Juan de Arfe, recomiendan hacer doce puntas para ensayar el oro, con leyes escalonadas de quilate en quilate, entre los 12 y los 23 quilates'®^; mientras que Juan Fernández del Castillo defiende que la escala debe ser de medio en medio quilate, elevando el número de puntas a

En cualquier caso, todos ellos están de

acuerdo tanto en lo innecesario de hacer puntas de valor inferior a los 12 quilates, por la práctica inexistencia de oro aleado a menor ley, como a una escala mayor del medio quilate (por ejemplo, de caruba en caruba, es decir, cada cuarto de quilate) porque, como afirma Agrícola, los tonos de color de las más próximas entre sí serían tan semejantes que indicarían poco'®^. Para hacer los toques de oro hay que emplear por un lado oro y, por otro, plata aleada con cobre. El oro debe ser afinado previamente por el método de cimiento real, afinde garantizar su pureza de 24 quilates -en realidad, 23 quilates y

como ya hemos tenido ocasión de exponer-'®^; con doce partes de este

oro y doce partes de aleación plata-cobre fundidas, juntas se obtendrá el toque de 12 quilates; con 13 partes de oro y once de plata, el toque de 13 quilates; y así sucesivamente hasta alcanzar los 23 quilates. Las ordenanzas de la ceca de Valencia, al referirse a la fabricación de los toques de oro, no especifican la ley que debe tener la plata empleada en ellas; posiblemente ello sea debido a que, como el mismo texto afirma algo después, la plata utilizada entonces en la Corona de Aragón para hacer las Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 24; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 269; Á. Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640 (reimpr. Valencia, 1993), p. 145. Un resumen del sistema basado en las instrucciones proporcionadas por Arfe y Alonso Barba es recogido por G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda en los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, p. 113. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 118; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 48. Como vemos, ocurre lo mismo que en el caso de los toques de plata (J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 61). Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 263; sólo Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640 (reimpr. Valencia, 1993), p. 146, menciona toques desde un quilate de ley. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 48 y J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 61. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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aleaciones de oro era siempre de 6 dineros, es decir, mitad plata fina mitad cobre, de manera que hemos de pensar que las once puntas del oro se aleaban con plata de 6 dineros de ley y que sólo se utilizaba esta escala^®^. Sin embargo, Juan de Arfe y Fernández del Castillo afirman que las puntas adquieren un color diferente en fimción del porcentaje de cobre contenido por la aleación de plata utilizada en su fabricación y que, por ello, aunque la ley en quilates de la punta no cambie (un toque de 12 quilates será siempre un toque aleado con la mitad de oro, sea cual sea la proporción plata-cobre de la otra mitad), es necesario hacer grupos de puntas distintos con plata aleada a distinta ley. Así, se prepararán ocho grupos distintos de toques, cada uno de ellos con puntas entre los 12 y los 23 quilates de ley, pero con plata de ley diferente. Para ello era necesario preparar la plata que se empleaba en la aleación; esta plata se hacía con leyes desde 11 dineros (es decir, once partes de plata por una de cobre) hasta 5 dineros (5 partes de plata por 7 de cobre) y una octava liga de plata pura. Estas ligas eran conocidas en fimción de su contenido en cobre, así que la plata de once dineros era llamada liga del uno, la de diez dineros, liga del dos, etc. Combinando el oro fino con estas aleaciones de plata, se hacían los toques que eran diferenciados por la plata contenida en la aleación. Así, una punta elaborada con 23 partes de oro fino y una parte de liga de plata de 11 dineros era llamado toque de 23 quilates sobre el uno; la misma punta con 23 partes de oro y una parte de plata, pero aleada a ley de 10 dineros, era llamada toque de 23 quilates sobre el dos; y así sucesivamente. En realidad, ello no modificaba el valor del oro, pues el porcentaje contenido en la moneda o pieza no variaba, pero ayudaba a determinar su ley abriendo una gama más amplia de tonos^'". Una vez aleadas las puntas con el oro y la liga plata-cobre ajustadas al quilataje deseado, los tres metales eran fimdidos juntos; Juan de Arfe recomienda no hacerlo en un crisol como en el caso de las puntas de plata sino en el hueco de un carbón de pino "porque si se fimde en crisol robará de la liga y no será verdadera la punta", y mediante la adición de algo de bórax fimdente que facilitaba la unión de los metales. A continuación, cada punta era forjada en forma de varilla o aguja y soldada a un hilo de cobre; para reconocerlas con facilidad se señalaba, mediante un número, su quilataje (es decir, si dicha punta E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 118-119. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 46-47; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 61. FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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era de 23, 22, 21 quilates, etc.), y mediante puntos el porcentaje de cobre contenido en la aleación de plata usada (un punto servía para señalar la liga sobre el uno, es decir, de once dineros de ley; dos puntos, la liga sobre el dos, con diez dineros de ley), y así sucesivamente. Al final del proceso, se obtenían ocho manojos de doce puntas cada uno, escalonadas entre los 12 y los 23 quilates de ley'''. Estos manojuelos de pimtas o toques utilizados para el ensayo se citan confrecuenciaentre los elementos utilizados en las casas de moneda, pero sobre todo en relación con el ensayo del oro. Por ejemplo, tanto en la ceca de Londres como en la de Canterbury, en 1327, se citan agujas de toque utilizadas para determinar la pureza del oro comprado; mientras que entre el instrumental utilizado en la ceca de Valencia aparecen citados, en un inventario del año 1459, "unos toques de oro ensartados en un hilo de oro con perlas, que son 42 piezas, 4 de 12 quilates, 4 de 13, 4 de 14, 4 de 15, 4 de 16, 6 de 17, 6, de 18, 6 de 19, 6 de 20, 6 de 21, 6 de 22, 5 de 23 y 2 de 24, que pesan 4 onzas y 16 dineros", y en otro de 1465, "unos toques de oro en que hay 62 puntas engarzadas en un hilo de oro con once perlas"''^. Preparados los manojos de puntas de plata y oro, la ley del metal era determinada mediante una operación que justifica el nombre de "toques" por el que también eran conocidas, pues, en efecto, dichas puntas servían para "tocar" o restregar con ellas sobre la superficie de una piedra negra en la que dejaban su color. El modo de proceder era el siguiente: primero se tomaba una parte de la moneda o de la pieza de oro o plata que se quería tocar y se frotaba con fuerza contra la piedra hasta que dejaba su color bien impreso; a continuación, se tomaba aquella aguja que pareciera asemejarse más al color del metal examinado. Como quiera que tanto el oro como la plata dejaban una tonalidad diferente en función de la liga con que estaban realizados, la operación consistía en frotar sobre la piedra sucesivas agujas o "toques" hasta que se hallaba el color más semejante al dejado por el objeto ensayado, semejanza que manifestaba la igualdad en la ley de ambos oros o platas'''.

El proceso aparece muy detalladamente explicado en Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 47-50 y, con menor detenimiento, en J. Fernández del Castíllo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 61. P. Spufford, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Administration and Techniques, Oxford, 1988, p. 11; E Mateu 1 Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126. E Mateu 1 Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, p. 118; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 51; Agricola, De Re metallica, 1556. ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 263. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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I Biblioteca Nacional de España

I Private collection. Paul & Regina Tambuyser

Fig. 19 Agujas y piedras de toque, según grabados contenidos en los manuales de Juan de Arfe y Lazarus Ercker.

La piedra utilizada para efectuar los toques era una piedra de basalto provista de una superficie áspera y lo más negra posible, pues la negritud de la piedra incrementaba el contraste de la impronta dejada por el roce de los metales y el tono de su coloración podía ser apreciado de forma más nítida. Agrícola afirma que se había de utilizar "una piedra de basanita que sea totalmente negra y esté libre de azufre, porque cuanto más negra sea y más desprovista de azufre esté, mejor resultará"; mientras que las ordenanzas de la ceca de Valencia recomendaban tomar "una piedra que es llamada en latín lapisparabgicus

Y en vulgar piedra de toque y es negra, y se refriega con nuez [de agalla] y se hace más

negra". Este tipo de piedras estaba presente en el instrumental de todas las casas de moneda; entre las citadas en los inventarios de la ceca valenciana de 1459 y 1465 se cuentan "una piedra de toque llamada la melsa cubierta con su estuche de cuero, otra piedra de toque de un palmo de larga, otra piedra de toque pequeña y una piedra de toque cuadrada y otra más pequeña"^^^.

Agricola, De Re Metallica, 1556. ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 263; E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, p. 118 (piedras de toque citadas en pp. 120-126). Un grabado que representa una de estas piedras de toque aparece en Juan de Arfe, Quilatador, p. 51 y un ejemplar hallado en Inglaterra, datado en 1650, es reproducido por D. Cooper, The Art and Craft of Coinmaking, p. 34; de su uso proviene nuestra conocida expresión de "esto ha de servir de piedra de toque" de tal o cual asimto.

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El ensayo de la plata por copelación

El ensayo de la plata se basa en la propiedad que tiene este metal de no oxidarse a altas temperaturas -mientras que sí lo hace el cobre, el plomo, el cinc, el antimonio o cualquier otro metal no precioso presente en la aleación-; en la capacidad que tiene la plata de no mezclarse con el óxido de plomo; en la gran fiisibihdad del plomo; y en la diferencia de peso específico entre ambos metales (11,3 para el plomo y 10,5 para la plata) que determina que, cuando están fimdidos, el plomo ocupe siempre la parte superior''^. El plomo fimde a 327 °C, mientras la plata y el cobre lo hacen a 960 °C y 1.083 °C respectivamente, de forma que cuando se cafienta al aire, una aleación de plata y otros metales comunes (cobre, cinc) junto con un gran exceso de plomo, todos estos metales comunes se oxidan y queda únicamente la plata sin oxidar. Realizando esta operación en el interior de un horno de reverbero y sobre una copela o cendrada (bandeja de huesos calcinados), los metales oxidados son absorbidos por ésta permaneciendo solamente la plata pura. La información que los manuales técnicos de época medieval y moderna nos proporcionan sobre esta operación hace alusión, por una parte, a la preparación de los materiales que se utilizaban en el proceso, materiales que debían ser preparados por los propios ensayadores, conociendo las mejores materias primas y la forma en que debían ser tratadas para obtener un buen resultado; en segundo lugar, todos ellos se refieren al proceso de realización del ensayo, describiendo cuáles son las principales operaciones que se deben realizar, los factores que el ensayador debe tener en cuenta para garantizar un resultado correcto y la forma en que los ensayos deben ser pesados. Hay que indicar que esta operación exigía una elevada cualificación técnica por parte de los ensayadores, debido a su exigencia en el desarrollo de métodos precisos, que permitiera controlar la ley de las monedas (u otros objetos de metal precioso) de una forma estricta, evitando los fraudes y garantizando el cumplimiento de las disposiciones vigentes sobre paridades monetarias o leyes mínimas de labra. Dos grandes conocedores de los manuales metalúrgicos editados en la Europa del siglo XVI, Anneliese Siseo y Cyril Smith, señalaban hace tiempo, en la introducción a su edición del tratado de Lazarus Ercker, que los estudiosos de los tratados de ensayadores escritos en

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J. M. Ruiz, Guía del descubridor de minerales de cobre, plomo, plata y oro. Su ensayo y metalurgia, Alicante, 1840, p. 36. FUNDACION "JUANELO TURRIANO


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aquella época no habían destacado suficientemente la importancia del oficio para la historia de la Química pues, aunque eran más artesanos que científicos y su trabajo estaba más relacionado con la aplicación práctica que con el interés intelectual, los ensayadores reunieron tan amplio volumen de datos que sobre ellos se fimdó, en buena parte, la moderna ciencia química. En el siglo XVI, el ensayador había obtenido un conocimiento cercano de muchas sustancias químicas y de sus reacciones y conocía su carácter reproducible; sabía y hacía repetido uso de los diferentes metales disueltos en diversa proporción en otros líquidos (metales, sulfidos, arsénidos, soluciones acuosas), de los cuales podían ser separados, utilizando reacciones de precipitación. Sabían que pasara lo que pasara con la plata y el oro, ambos podían ser recuperados y que la parte que no quedaba en forma sólida permanecía en los residuos. Tenían conocimientos prácticos de que los metales podían aparecer en diversas formas y aspectos y podían desaparecer aparentemente en diversas soluciones para luego recuperarse sin pérdida, por lo que estaban muy próximos a la idea de conservación de la masa y proporciones de combinación constante. Sabían del incremento en peso provocado por la calcinación y de la reducción en peso de la reducción, aunque se les escapaba que el aire era parte de este sistema de reacción. Que los gases eran importantes debía de ser una comprobación diaria, porque sabían que tenían controlar el aire en el horno de copelación, usaban el flujo de los fuelles para provocar la combustión y la afinación, y observaban las burbujas de gas emanando del cobre en copelas y crisoles, aunque las preocupaciones inmediatas impedían valorar el significado de los datos cuantitativos que tenían ante sus ojos. Por eso no resulta sorprendente que Cyril Smith, fascinado por la capacitación técnica y científica con que debían contar estos expertos, afirmara en la biografía que dedicó a Alvaro Alonso Barba que, "en el siglo XVI, no hubo campo alguno de la ciencia aplicada más avanzado que la técnica de los ensayadores"''^. Debido a los numerosos detalles del proceso, todos los expertos están de acuerdo en afirmar que, por muy bien que se hiciera el ensayo al fiiego de la plata, siempre se perdía durante su transcurso un poco de metal precioso, pues resultaba casi imposible evitar que alguna cantidad de ella se introdujera por los poros de la copela. Por eso los textos legales de época medieval recomendaban hacer un par de Anneliese G. Sisco, Cyril S. Smith, Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Chicago, The University of Chicago Press, 1951, pp. xv-xviii de la introducción; Cyril Stanley Smith, "Alvaro Alonso Barba", Dictionary of Scientific Biography, New York, 1970, vol. 1, pp. 448-449.

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ensayos de la misma muestra y por eso ha existido siempre una tabla de compensaciones permitidas, tal y como hemos visto al tratar sobre las fimciones de los ensayadores y sobre los sistemas de control. Pero la información más completa sobre este proceso es la proporcionada por los manuscritos técnicos de los siglos XIV al XVI, como son los textos de León, Arfe y Fernández del Castillo, en el caso de la Península, y los de Francesco Pegolotti, Probierbüchlein, Agricola y Ercker, en el de la Europa coetánea. En ellos está basada la descripción del proceso que comentamos a continuación^'^.

La muestra de plata

El primer paso importante para llevar a cabo un ensayo correcto era el de someter a copelación una canridad perfectamente pesada de plata; el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro recomienda utilizar una muestra de 12 dineros, es decir, media onza, que equivale a algo menos de 15 gramos. El ensayo de esta cantidad de plata presenta una doble ventaja; riene un peso reducido, lo que permite manejar la muestra con facilidad para operar con ella, y mantiene la escala del 12, es decir, la misma proporción en la que se mide la ley. Así, el manuscrito indica que, antes de realizar el ensayo, se tome la muestra de 12 dineros y, una vez completado, se pese el botón de plata resultante del proceso; los dineros que pese equivaldrán a los dineros de ley contenidos en la aleación, pues si de un peso en la aleación plata-cobre de 12 dineros quedan 6 dineros de plata, ello significa que había otros tantos de cobre y la plata es de 6 dineros de ley; si pesa 7 dineros, ello significa que había 5 dineros de cobre y la plata era de 7 dineros de ley; y así sucesivamente^'®. Como veremos más adelante, la mayor parte de los manuales recomiendan dividir la muestra de plata pesada en pequeños trozos que, a su vez, se envuelven en una chapilla delgada de plomo. El ensayador solía disponer de un tas o pequeño yunque donde se preparaban las muestras para el Una descripción del proceso, siguiendo el manual de Arfe, se incluye en G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda de los reinos de Indias: las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, 1996, pp. 114-118; pueden también consultarse algunos de mis anteriores trabajos sobre este tema, "Cálculo, técnica y moneda. Un manual castellano de ensayadores y maestros de moneda del siglo XIV", El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 83-128; "Littérature technique du moyen age et du XVIe siècle sur l'essai de la monnaie d'argent", Artisans. Industrie. Nouvelles révolutions du Moyen Âge à nos jours, Lyon, 2004, pp. 321-330 ; y "A Fourteenth-century Spanish Treatise on the Alloying and Assaying of Silver Coinage", De Re Metallica: On Metals and their uses in the Middle Ages, Aldershot, 2005, pp. 327-346. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 121v (cit. B. Caunedo, R. Cordoba, El arte del alguarismo, Valladolid

2000, p. 217).

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ensayo, bien recortadas de cospeles o monedas, bien sacadas de barras y rieles mediante el uso de un formón golpeado con un pequeño martillo o de tijeras. Para esta labor se mencionan, en los inventarios de la ceca de Valencia, "dos tijeras para cortar oro y plomo para hacer los ensayos", que suponemos semejantes en su forma, tamaño y diseño a las que se utilizaban para recortar los cospeles y que ya tuvimos ocasión de describir más arriba'''. La operación debía ser efectuada antes de encender el horno o, en todo caso, con anterioridad a que éste alcanzara la temperatura conveniente pues, como tarda un tiempo en completarse, podría dar lugar a una variación en la temperatura de su interior que haría fracasar el ensayo.

Preparación

de las copelas

Las copelas son pequeños crisoles de cenizas de huesos, de forma troncocònica, con una pequeña concavidad destinada a contener la aleación y que debían ser preparadas por los mismos ensayadores. Las copelas ñieron también denominadas en época medieval cendradas, que es nombre comúnmente empleado hasta el siglo XVI, pues no será hasta los años finales de dicho siglo cuando el nombre de copela empiece a ser utilizado de manera exclusiva. Cendrada es un término procedente, como es sabido, de cendra, la pasta de ceniza de huesos que servía de materia prima para la fabricación de estos recipientes; mientras que copela, procedente del latín cupella, es decir, copita, alude a la forma de cono truncado que las caracterizaba. Las copelas han mantenido prácticamente la misma forma desde época medieval a nuestros días. Sus dimensiones más habituales alcanzan —en el caso de las destinadas al ensayo de monedas— los 3-4 cm de diámetro superior, 2,5-3 cm de diámetro inferior en la base y 2-3 cm de altura. Las copelas halladas en las excavaciones de la casa de moneda de Oporto presentan un perfil troncocònico recto (sin curvatura) y unas dimensiones que se ajustan a la norma, pues oscilan entre los 3,4-4,4 cm de diámetro en su parte superior y en el inferior entre los 2,8-3,4 cm. Por su parte, las halladas en la Torre de Londres, cerca del emplazamiento de la ceca real y datadas en el siglo XVI, presentan diámetros inferiores a los 5 E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126; G. Murray et al.. El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 96. L Alexandra, J. Argiiello, P. Dordio, R. Teixeira, "Excavaciones arqueológicas en la casa de la moneda de Oporto (sgs. XIV-XVI)", I Simposium de Arqueología Medieval. Homenaje al profesor Riu, Barcelona, 1998, p. 65; J- Bayley, FUNDACION I JUANELO TURRIANO


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a) Selección y preparación de las materias primas

Las materias que formaban parte integrante de las copelas donde se verificaba el ensayo eran la ceniza córnea u ósea a la que se podía añadir, en ocasiones, la ceniza vegetal (mezcladas ambas en una proporción determinada) y el llamado "color" (fimdente compuesto por hueso, arena y bórax, que facilitaba la fixsión del metal). La correcta elección y tratamiento de estas materias, así como su combinación en las proporciones recomendadas, revestían una extraordinaria importancia para garantizar la exactitud del ensayo pues, como indica el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidosi la copela se hacía de malos materiales se desharía en el fuego o se quebraría, lo que llevaría aparejado que absorbiera tanto plomo como parte de plata -que fluiría entre sus grietas-, arrojando el ensayo un resultado erróneo. La correcta selección del material era tanto más importante en el caso de los ensayos de moneda por la exigencia de ajuste en la ley de las emisiones que dicha labor conllevaba. La ceniza de los cuernos y de los huesos calcinados de ciertos animales constituía la base para la elaboración de la cendrada, porque este material ofrecía el máximo grado de sequedad y ello facilitaba el drenaje del plomo durante el ensayo^«^ ya el célebre alquimista islámico Geber preconizaba, en el siglo VIII, que las copelas debían tener una fiierte proporción de ceniza de huesos; y en el siglo XII, Teófilo afirma que para hacer las copelas se debe tomar hueso de cualquier animal y hacerlo quemar y, una vez frío, triturarlo muy fino, añadir un tercio de ceniza vegetal y hacer los vasos que se secan al fiiego o al sol''"^. El manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro afirma que el mejor material era el extraído del meollo o parte interna de los cuernos de ternero, macho cabrío y vaca; sólo en el caso de que no pueda ser utilizada ninguna de estas variedades admite el empleo de huesos procedentes de la cabeza de caballos y asnos, pero recomendando muy especialmente los de ternero. Quizá la aparición del término ternero sea un error que cabe atribuir al copista del siglo XVI de cuya mano nos ha "Non-metallic evidence for metalworking". Archaeometry. Proceedings of the 25th International Symposium, Amsterdam 1989, p. 297. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 122r (cit. B. Caunedo, R. Cordoba, El arte del alguarismo, Valladolid

2000, p. 217).

Alvaro Alonso Barba afirmará que, para la fabricación de las copelas, "la mejor de todas [las cenizas] es la de huesos calcinados por ser sequísima" {Arte de los metales, Madrid, 1640 -reimpr. Valencia, 1993-, p. 171). A. Oddy, "Assaying in antiquity". Gold Bulletin, 16,1983, p. 55; Teophilus, On Divers Arts. The foremost medieval treatise on painting, glassmaking and metalwork, ed. John G. Hawthorne 8c Cyril S. Smith, New York, 1979, receta 69 Cómo separar oro de cobre", p. 146. FUNDACION JUANELO l ^ S Ü rURRlANO


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llegado este texto, pues la mayor parte de los textos medievales se refieren a los cuernos de carnero como el material recomendado. Así, Pegolotti aconsejaba el uso de cuernos de macho cabrío, buey y carnero, insistiendo en la bondad de los primeros; el autor anónimo del italiano Trattato del raffinare l'oro, cuernos de macho cabrío y de carnero o, en su defecto, huesos de pata de caballo o de buey; el Probierbüchlein

del año 1500 menciona los huesos de la cabeza de terneros y carneros

(los dos que son recomendados también por Lazarus Ercker), los cuernos de ciervo (porque sus cenizas no hacen humo) y los huesos de cabeza de caballo; Biringuccio, "las puntas de los cuernos de carneros", así como los huesos de las patas de caballos, asnos y muías; Fernández del Castillo, los huesos de la cabeza del carnero o del puerco; Juan de Arfe, el tuétano de cuernos de carnero y huesos de canillas de vaca y de carnero; y la Real Cédula castellana de 1588 ordenaba hacer las copelas con "cuernos de carnero y de ciervo y huesos de pies de puercos y otros huesos muy quemados y molidos y cernidos en cedazo muy tejido, de manera que salga la ceniza delgada"^°^. Como se puede apreciar, los cuernos del ganado caprino, ovino y bovino, seguidos a bastante distancia por los de cérvidos, y los huesos pertenecientes al cráneo o a las patas de los mismos animales y de los équidos, constituyen las variedades recomendadas en todos los manuales. Una vez seleccionada la materia prima, se debía proceder a su adecuada preparación, consistente en incinerar los cuernos o huesos a temperatura poco elevada para que no pierdan su porosidad. El manuscrito 46 y el Tratatto del raffinare l'oro nos proporcionan los mejores detalles sobre esta fase del proceso: en primer lugar, se debía tomar la parte interna del cuerno, el "meollo" o "lo blanco de dentro", eliminando la corteza superficial y las puntas ("e tírales las caberas"), y quemar el material hasta que el proceso de combustión finalizara por completo, "ca mientras más quemados fiaeren mejor es"; el propio autor explica que la ceniza debe estar bien calcinada porque si el material no estuviera bien quemado acabaría de quemarse durante el ensayo (al ponerse al rojo la copela) lo Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 122v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 217); R B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 340; Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, f. 26r; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco 8c Cyril S. Smith, New York, 1949, pp. 97-98; The Pirotechnia of Vannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 137; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Sisco & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 30; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 28r; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 10; R. Romero, "Dos experimentos acuñadores en Madrid: las pruebas de Miguel de la Cerda y Diego de Astor en las casas de Jacome Trezzo", Numisma, 233, 1993, p. 202.

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que originaría el mismo efecto que la mala elección de material, esto es, parte de la plata sería absorbida por la copela junto con el óxido de plomo durante el proceso de trabajo. Juan de Arfe no proporciona más indicación que la de que los huesos deben ser "muy bien quemados de manera que queden blancos""^"^. Bien calcinado el hueso y reducido a ceniza, el material era molido en un mortero de mano y tamizado mediante el uso de un cedazo que, según consta en el manuscrito 46, "non sea muy espeso", es decir, que permita pasar el polvo o ceniza con un volumen granulométrico medio, no excesivamente reducido. La explicación de por qué se debe dejar la ceniza con una cierta granulosidad la proporciona el autor de dicho texto, indicando que con ceniza muy molida las copelas resultan menos resistentes, "que la geniza mucho molida pierde por ello, que no se defiende tan bien al fuego como la que es un poco gruesa", mientras que el del Tratatto del raffinare l'oro dirá que, si el polvo no es excesivamente fino, "tanto mejor empasta la copela y mejor se tiene al fuego que no se quiebra". Esta indicación aparece contenida, en términos idénticos, en manuales de ensayadores del propio siglo XX, como el de Escosura, quien señala que las copelas fabricadas con polvo de ceniza excesivamente fino se agrietan con facilidad por no ser suficientemente porosas"^®*^. Para preparar la ceniza vegetal que, junto a la de huesos, formaba parte de la copela, los autores del manuscrito 46 y del Tratatto del raffinare Toro recomiendan el empleo de sarmientos de vid o tronchos de coles; tanto Francesco Pegolotti, como el Probierbüchlein

y el manual de Lazarus Ercker,

sólo hacen mención de la ceniza de sarmientos de vid; mientras que Vannoccio Biringuccio admite, junto con los sarmientos y los tronchos de col, el posible empleo de ceniza de sauce y de nueces, y Agricola afirma que la ceniza de madera de haya es aun mejor que la obtenida de los sarmientos. Su preparación es descrita en términos casi idénticos por estos manuales; tras ser incinerada, la ceniza vegetal se limpia por completo, lavándola o hirviéndola en un recipiente hasta que el agua se con-

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 122r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 217); Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 26r; Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 10. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 122v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 217); Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 26r; J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 22. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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suma. A continuación, se coloca en el interior de una vasija y ésta, a su vez, dentro de un recipiente de mayor tamaño lleno de agua; removiendo con la mano el agua, parte de la ceniza se diluirá en el agua del recipiente mayor, oscureciéndola, mientras que otra parte quedará depositada en el fondo de la vasija sumergida. La ceniza que quede sumergida deberá desecharse ("porque aquella que va al fondo es tierra y no vale nada", afirma Pegolotti) y usar sólo la que se haya disuelto en el agua removida; para ello, se vierte el agua cenicienta en otra vasija y se deja reposar, esperando que el polvo de ceniza se deposite en el fondo por sedimentación, entonces se retira el agua clara y se recoge la ceniza lavada, que estará ya "decantada" de materiales terrosos. Tras pasarla por un colador para escurrir parte del agua que contiene, y mientras todavía está húmeda, se trabaja en forma de pellas o bolas ("gruesas como una naranja", en palabras de Pegolotti) que se dejan secar y se someten a un segundo proceso de incineración; "y cuando estén secas ponías a recocer entre carbones o en un hornillo al rojo hasta que estén bien cocidas por espacio de un día y una noche", dirá Pegolotti; "Para convertirlas en buenas cenizas, moldéalas en pequeñas bolas y cuécelas en un horno de panadero bien caliente", recomienda el autor del Probierbüchlein.

Agrícola dice que estas pellas "se ponen en un horno de

panadero o alfarero a secarse, porque el fiaego consume toda la grasa o humedad que puedan tener"; y Lazarus Ercker afirma que la disolución de la ceniza en agua "asegurará que ninguna grasa permanece en las cenizas" y sólo tras haber completado las sucesivas decantaciones, el material se podrá trabajar en piezas redondas o bolas, secadas al sol o en un horno. Entonces estarán en condiciones de poder ser mezcladas con la ceniza de cuerno para moldear la copela^®^. Si no pudiera hallarse de ningún modo ceniza vegetal, se podría usar, en su sustitución, la propia ceniza de cuernos o huesos con adición, según el autor del manuscrito 46, de media onza de vidrio molido o de arena menuda (recordemos que la arena cuarcífera es, junto con la propia ceniza vegetal, la principal materia prima usada para la fabricación de vidrio); el motivo por el que se debía añadir a la ceniza de origen animal ésta otra materia (ceniza vegetal; ceniza animal mezclada con

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 122v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 217); Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 26v; F. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 339-340; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 97; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, pp. 237-239; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 28.

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vidrio; o ceniza mezclada con arena fina) era conseguir que, cuando la copela se calentase por la acción del carbón en el interior del horno, el vidrio o arena cristalizase en la propia cendrada y la protegiese del fiiego, evitando una hipotética combustión en el caso de que la ceniza de cuernos no estuviera completamente calcinada. Sin embargo, de la misma manera que Juan de Arfe lo hace respecto del "color" para la copela que a continuación describimos, el autor anónimo del Tratatto del raffinare l'oro indicaba ya, en el siglo XV, que el ensayador podía ahorrarse el trabajo de añadir ceniza vegetal u otros materiales a la copela hecha con ceniza de cuernos, puesto que dicha ceniza bastaba si estaba bien calcinada y seca, aun cuando se emplease sola^°^ El tercer elemento que eventualmente podía formar parte de la copela era el color o fiindente, añadido sobre la superficie de la parte central de la copela una vez preparada. Para elaborado, los manuales de la época mencionan diversas recetas que, básicamente, se componen de hueso, arena y bórax, mezclados en proporciones determinadas. El manuscrito 46 recomienda emplear ceniza ósea, bórax y vidrio molido. La ceniza ósea debe ser hecha con huesos procedentes del pie o de la cabeza del cerdo o del carnero; si no pudieran ser usados huesos de estos animales se pueden emplear cuernos de ciervo o patas de macho cabrío o de cabrito, aunque se hace hincapié en la conveniencia de utilizar los huesos de cerdo o cabrito. Pegolotti menciona diversas formas de preparar el color, en todas las cuales intervienen los tres ingredientes básicos ya mencionados, el cuerno o hueso, la arena (en este caso en forma de esmeril) y el bórax; recomienda el uso de cuernos de ciervo, hueso de la cabeza del mismo animal, pata de cabrito o huesos de ave, mezclados con esmeril y bórax en proporciones diversas. El autor anónimo del Tratatto del raffinare l'oro, ceniza de cuernos de ciervo o huesos de cabrito mezclada con esmeril y bórax. El Probierbüchlein aconseja usar huesos de cabezas de ternero, espinas de pescado y cabezas de lucio, y algo parecido hace Biringuccio, quien se refiere el uso de cenizas de cuernos de ciervo y espina de pica mezcladas con bórax. Por último. Agricola afirmará que el mejor material es el cuerno de ciervo (porque, "debido a su extrema sequedad, absorbe los metales mejor

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 123v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 218); Trattato anonimo del raffinare, fondere epartire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 26v, "pero no es necesario darse el trabajo de hacer esta mezcla, porque el hueso seco del meollo de carnero en el modo que te he dicho es suficiente y no hay necesidad de hacer copelas con otra mezcla". Esta afirmación ha podido ser comprobada en la experimentación arqueológica llevada a cabo en Melle, porque las copelas fabricadas sólo con hueso han funcionado tan bien como las mezcladas con ceniza vegetal. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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que ninguna otra [ceniza]"), aunque admite el uso de espinas de pescado o raspaduras de cuero quemado. Por su parte, la Real Cédula de 1588 recomendaba mezclar estos materiales con agua caliente "echando en ella un poco de jabón y atincar quemado que se llama bórax"^°'. Los textos insisten en la necesidad de calcinar muy bien tanto los huesos o cuernos como la piedra de bórax empleada en el proceso; así, el manuscrito 46 recomienda para la preparación del bórax tomar tres o cuatro fragmentos de piedra y colocar cada uno de ellos sobre un fiiego hasta que la piedra adquiera una tonalidad blanca, como la cal, momento en el cual debe retirarse, mientras que Pegolotti hace calcinar los huesos utilizados dos veces. Una vez calcinado el hueso y el bórax, la ceniza debe ser lavada según el procedimiento ya descrito para las cenizas vegetales —disolviéndola en agua—, dejada secar al sol, molida y cribada con el cedazo más tupido que se pudiere. Pegolotti y el autor del Tratatto del raffinare l'oro insisten en que cada uno de los ingredientes que componen el color debe ser molido aparte y tamizado antes de mezclarlos para la obtención del color. Una vez preparados todos los materiales que intervienen en la preparación del color, se mezclan adecuadamente incluyendo en todos los casos una parte más notoria de cenizas de huesos que de los restantes elementos. El manuscrito 46 recomienda añadir a una onza de ceniza, un cuarto de bórax y una octava parte de vidrio molido o arena cuarcífera —o, lo que es lo mismo, mezclar 28,75 g (62,3%) de ceniza, 7,25 g (25,2%) de bórax y 3,6 g (12,5%) de vidrio o arena-; el autor del Tratatto del r a f f i nare l'oro mezcla 72 dineros de ceniza (93,5%) con 3 de esmeril (4%) y 2 de bórax (2,5%); Pegolotti proporciona distintas recetas, aunque en todas ellas predomina la ceniza ósea, utilizada también en cantidad de una onza, a la que se añade entre dinero y medio o dos dineros de esmeril y un dinero de bórax. Completada la operación, queda configurado el color o fundente que facilitará la fusión del plomo y su fluidez sobre la cendrada^'®. Sin embargo, ya en el siglo XVI, Juan de Arfe afirmará Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 123r-v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 217-218); R B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 339-340; Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 26v-27r; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 98; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M.T. Gnudi, Dover, 1990, p. 138; Agricola, De Re Metallica, 1556. ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 239; G. Murray et al., El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 95""" Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f£ 124r-v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 218) ; Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, FUNDACIONI JUANELO TURRIANO


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que "antiguamente se hazían [las copelas] de ceniza de sarmiento y retama mezclada con tuétanos de cuernos de carnero quemados y molidos, y algunos la hazían de cenizas de tronchos de berzas y de huesos de pies de puerco y esmeril y borrax quemado y vidrio, pero todas son curiosidades inútiles, pues basta ser esta ceniza de solos huesos quemados hasta que estén blancos, y estos no importan que sea de buey que de cavallo, que solo lo sustancial es que sean huesos quemados y molidos y cernidos, quitando lo espongioso dellos antes que se muelan", juzgando, por tanto, innecesarios los añadidos de ceniza vegetal y color en la preparación de las copelas para el ensayo'^".

b) Moldeado de la copela

Una vez preparadas las materias que intervenían en su elaboración, el siguiente paso consistía en dar forma a la copela. Para ello, el manuscrito 46 recomienda mezclar en su masa M partes de ceniza de cuernos o huesos y una cuarta parte de ceniza vegetal -es decir, en proporción del 75% y 25% respectivamente-, composición bastante diferente de la ofrecida por Pegolotti que menciona el empleo de ambas materias a partes iguales^'^^ ^

¿^ poder dade la forma conveniente en el

molde, la mezcla de cenizas se trabaja ligeramente húmeda, procurando que no se encuentre ni muy mojada ni seca; para establecer el grado de humedad exigido todos los manuales hablan de que la ceniza, al ser presionada con la mano, se deje amasar y trabajar sin rezumar agua. Para saber si el grado de humedad es el requerido, el autor del manuscrito 46 indica "toma un puño dellas [de cenizas] quando las apretares e se trasmasaren serán bien mojadas e sy te mojares la mano son mucho mojadas"; Pegolotti aconseja amasarla con agua clara "hasta que apretándola con la mano se aglomere junta, que no sea ni húmeda ni enjuta"; el autor del Probierbüchlein

aconseja que se

rocíen con un poco de cerveza común o agua "de tal forma que apenas puedas notar si están húmedas o mojadas"; mientras que Juan de Arfe y Lazarus Ercker afirman que "no se ha de echar más agua de cuanto se pegue la ceniza apretándola"'^^^ ms. 814, f. 27r; E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 341. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 276-277. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 122v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 217); R B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 340. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 125r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 219); E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 340; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 98; Lazarus Ercker's FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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Para moldear la copela era usado un recipiente de metal de forma troncocònica invertida designado, en casi todos los manuales, por el sencillo nombre de molde, aunque el autor del manuscrito 46 lo denomina capilla-, Juan de Arfe explica que "la ceniza se ha de echar en un molde de bronce hecho a manera de pesa de dos onzas de marco" y Biringuccio, que este molde había de ser de madera o bronce; Agricola añade que los moldes "están hechos de latón y no tienen fondo, para que las copelas puedan extraerse completas"; y Lazarus Ercker indica que "los mejores moldes son los fabricados en latón", pero que también pueden ser usados los de madera recia (peral) provistos de un anillo de hierro alrededor. En el interior de esta especie de almirez abierto, la masa que formará la copela es apretada mediante el uso de un mango de latón o de madera ensanchado en su parte inferior (parecido a la maja de un mortero) y rematado en base ligeramente convexa (a fin de formar la superficie cóncava de la copela) llamado forman el manuscrito 46 se refiere a este instrumento con el término "forma de boj", en clara referencia al material en que estaba realizado; Biringuccio y Ercker hablan de "mazo de madera hecho en el torno con un fondo curvo" mientras que Fernández del Castillo lo define como "mano de almirez", por el parecido ya mencionado^^"^. Para dar la forma a la copela, el manuscrito 46 recomienda poner primero la mezcla de cenizas de cuernos en la capilla y apretar esta capa con la forma de boj hasta que tome forma; a continuación, se retira la forma y se añade, sobre la superficie interna de la cendrada, una capa de ceniza (integrada por unos 3,6 g, la octava parte de una onza) exclusivamente vegetal, que nuevamente se aprieta con la forma. De esta manera, la ceniza vegetal no sólo sirve para, mezclada con la de origen animal, formar la pasta de la copela sino para cubrir su superficie superior mediante la aplicación de una capa delgada que facilita el drenaje del óxido de plomo a través de la cendrada. El autor Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 29; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 10. La observación sobre la necesidad de trabajar la masa de cenizas con algo de agua aparece igualmente en los manuales de ensayadores del siglo XX (J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 22; M. Medina, Manual del ensayador. Almadén, 1915, p. 79). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f 125r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 219); The Pirotechnia of Vannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 138; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 240; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 10; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 25; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 28v. Dibujos de los moldes y formas empleados en esta labor aparecen en las obras de Biringuccio, Arfe y Ercker, y más recientemente en las de Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640 (reimpr.. Valencia, 1993), p. 173 y j . Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 22.

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del manuscrito 46 afirma que sin esta capa de ceniza vegetal, confijrme el ensayo avanzara y fuera menguando la canddad de plomo contenida en la copela, irían quedando gollinos (probablemente se refiere a la formación de crestas, es decir, al efecto conocido como gallear el ensayo que más adelante describimos) y la operación se malograría^'^ Por úkimo, sobre la capa de ceniza vegetal que se ha colocado en la superficie de la copela, se añade el color. El manuscrito 46 recomienda añadir el color "enmedio de la cendrada e tome tanto canpo como sería vn barcelonés"; Pegolotti afirma que el color debe ocupar la mitad del fondo de la copela, "donde debe quedar la plata afinada", operación que recomienda efectuar con la punta de un cuchillo mediante cuyo uso el color se vaya extendiendo e igualando, mientras que Ercker aconsejará únicamente el empleo de los dedos para extender la cubierta. El autor del Probierbüchlein

indica

"usando una cñba muy fina, rocía sobre la parte más profunda de las copelas con el espesor de un pétalo de amapola" y Biringuccio recuerda la necesidad de colocado "en el centro justo del fondo de la copela donde la plata se afina". En cuanto a la finalidad de rematar la preparación de las copelas mediante este tratamiento, Pegolotti afirma que "el color se pone en las copelas para obtener el ensayo de la plata limpio y bello", mientras Biringuccio dirá que se hace para que "cuando la plata se haya afinado pueda ser separada más limpiamente (de la copela) y el ensayo sea más exacto"^ Una vez completada la adición de los materiales que intervienen en la preparación de la copela, la masa es apretada en su interior primero con la mano y a continuación, dándole tres o cuatro golpes con la forma, a fin de que adquiera la necesaria textura compacta. El manuscrito 46 aconseja calentar la forma, colocarla otra vez sobre las cenizas en el interior del molde o capilla y golpear sobre ella, "con un martillo que pese 3 libras e dé grandes martilladas", tres o cuatro veces con tanta fuerza como sea posible, pues "quanto más las firieres de rezio tanto más será mejor para la pendrada";

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 123v y 125r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 218-219). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f . 124r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 218); R B. Pegolotti, Lapratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 340; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 98; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 138; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Sisco C. S. Smith Chicago 1951, p. 29. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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el autor del Probierbüchlein

también afirma igualmente que "cuanto más fiaerte sean golpeadas,

mejores serán"; Juan de Arfe menciona, por su parte, que cuando el molde "está lleno, se golpea encima de otro molde de latón dos o tres golpes de martillo, hasta que esté bien apretada"; mientras que Fernández del Castillo recomienda dar de dos a cuatro golpes secos con un martillo sobre la forma^^^. Concluido el proceso, se extrae la copela del interior de la capilla o molde, con cuidado que no se quiebre; Pegolotti recomienda colocar la forma boca abajo y golpearla suavemente con un martillo, dos o tres veces, en la parte exterior de su base, a fin de que la copela se desprenda y quede lista para ser usada'^^®. Las copelas se solían secar al aire libre, pero a la sombra, o en una habitación cerrada; los autores del manuscrito 46 y del Tratatto del raffinare l'oro advierten que "las pendradas, quando las fizieres, non las pongas a enxugar al fuego ni al sol, syno que las tengas fechas de muchos días que se sequen ellas de suyo" y que "para ensayar ten las copelas secas, que estén hechas al menos un día o dos, porque si las pones al fuego tan húmedas como las hiciste podrían fundirse". El tratado de Alvaro Alonso Barba señalará que, una vez terminadas, las copelas deben guardarse durante un cierto período de tiempo, pues "mientras más antiguas fueren y más secas, son mejores estas copellas"; indicación que aparece contenida igualmente en el Probierbüchlein

"déjalas envejecer y secar y usa cada copela

solamente una vez"^^'. Por último, después de estar secas, Juan de Arfe insiste en que se igualen "las orillas dellas rascándolas en vna piedra de xibias o en vn ladrillo raspado", a fin de redondear los bordes y mejorar la absorción del plomo fluido durante el proceso^^°. Su color debía ser blanco mate y desmoronarse bajo la presión de los dedos, pero nunca agrietarse y, dado que durante el ensayo, una copela absorbía aproximadamente su peso de plomo, debían emplearse copelas del mismo peso, o algo superior, al conjunto de aleación y plomo ensayado.

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 125r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 219); Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco Sí Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 98; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 10; Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f 28v. F. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 340. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 130r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 222); Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, Í. 27v; Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640 (reimpr., Valencia, 1993), p. 173. Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 277. ?58

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Al iniciar el proceso de ensayo, textos como el Tratatto del raffinare l'oro o el Probierbüchlein

reco-

miendan su cocción previa en el horno; el primero indica "cuando estén secas y quieras ensayar, mételas en el firego del hornillo donde vayas a ensayar y déjalas recocer un poco antes de añadir el plomo" y el segundo, "coloca tres copelas bajo la mufla... y caliéntalas lentamente hasta que estén completamente brillantes y secas... debes dejar las copelas calentarse suavemente y cocedas al menos durante una hora, y si lo haces por más dempo es más seguro"^^'.

Plomo para el ensayo

Para que se produzca la copelación y los metales no preciosos se oxiden al fundirse en contacto con el aire, es necesaria la utílización de una cierta canddad de plomo, que se pone junto con la aleación cobre-plata que se pretende ensayar. La preparación del plomo para ensayar es tan importante como la del resto de los materiales, pues debe escogerse la cantidad adecuada al peso del cobre contenido en la aleación que se va a ensayar; a mayor peso de la muestra, más plomo hay que poner, pero también a más baja ley de la plata, pues ello significa que hay más cobre en la aleación y por tanto mayor cantidad de dicho material que debe ser oxidado^^^. El manuscrito 46 afirma que "para sacar media onza de cobre a menester 6 ongas de plomo", es decir, que para "purgar" u oxidar 14,3 g de cobre sería necesario el empleo de 172,5 g de plomo^23 L^ proporción recomendada es, por lo tanto, de 12 a 1, que es la tradicionalmente utilizada para la copelación de la plata de 650-700 milésimas; en efecto, para copelar 1 g de plata de 950 milésimas (que contiene solamente un 5% de cobre) se deben usar 3 g de plomo, pero

Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, £ 27v; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 99. Cuando la cantidad de plomo usada es mayor que la que corresponde, el ensayo gallea y pierde peso por la volatilización de la piata, debido al mucho tiempo que deberá prolongarse la copelación para que el plomo sea absorbido por completo; por el contrario, si el ensayo tiene poco plomo no se verifica al final el efecto llamado relámpago, que se produce cuando el botón de plata está ya afinado y ha desaparecido todo el plomo y el cobre contenido en la copela (y aparece por tanto la plata brillante), por lo que el ensayo se detiene (J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 122). Esta necesidad de ajustar con exactitud la cantidad de plomo a la de metal precioso que se ensaya lo resume Juan Fernández del Castillo diciendo, "el poco plomo no purga la liga, el mucho purgará liga y plata que por los poros de la copela se entra alguna plata" {Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, £ 35v). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 125v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte dd alguarismo, Valladolid 2000, p. 219). FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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para copelar 1 g de plata de 800 milésimas (20% de cobre) se deben usar unos 10 g de plomo, y para copelar la misma cantidad de plata de 500 milésimas, con un 50% de cobre, es necesario emplear 14 g de plomo^^^. Esta divergencia en la cantidad de plomo viene también señalada en el manual de Pegolotti, quien afirma que mientras para ensayar media onza de plata (14,375 g) se deben añadir dos de plomo (57,50 g), en el caso de la moneda de vellón {piccioli) por cada media onza de moneda se añadirá una libra entera de plomo (460 g); la diferencia viene marcada por el elevado contenido en cobre de la moneda de vellón, pues el tratado británico De Moneta Aurea, fechado en torno a 1350, señala esta misma proporción: dos onzas de plomo estéril (40 dineros) por cada media onza de plata (10 dineros)^^^. Antes de efectuar el ensayo es necesario realizar un ensayo previo con el plomo que se va a utilizar, cuya finalidad es conocer la proporción de plata en él contenida. Su peso habrá de descontarse del resultado del ensayo, pues dicha plata no habrá salido de la liga cobre-plata sometida a ensayo sino del propio plomo utilizado para provocar la copelación. Los ordenamientos de Lorca y Cuenca recomiendan que el ensayador "faga prueua dello ante el maestro e las guardas e quanta plata y fallare que la meta de parte del contrapes en que ouiere a pesar el ensay de la delibran^a"''^^. Esto significa que cuanta más plata contenga el plomo utilizado para ensayar mayor será la resta a efectuar y más inexacto el resultado del ensayo. Es evidente, por lo tanto, que se debe usar plomo con baja proporción de plata pues, como indica el manuscrito 46, "quanto menos plata ouiere tanto es mejor para ensay". Agricola afirma que "el plomo utilizado debe estar completamente libre de todo indicio de plata, como lo es el conocido por el nombre de villacense, pero si no pudiera obtenerse esta clase, el plomo se ensayará por separado para determinar con seguridad la proporción de plata que contiene, de forma que pueda deducirse del cálculo del mineral y el resultado ser exacto; porque, a menos que se use tal plomo, el ensayo será falso y engañoso". La recomendación de que el ensayador

Enciclopedia Espasa, voz plata, p. 506. F. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342; Ch. Johnson, The De moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, p. 85. Colegiata de San Isidoro, Manuscrito 46, f. 125v (cit. B. Caunedo, R. Cordoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 222); J. Torres Fontes, Documentos de Fernando TV, Murcia, 1980, p. 27; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 133.

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"tome el plomo menos argentoso que fallare para fazer el ensayo" se reitera en los ordenamientos de Lorca, Murcia y Cuenca del siglo XTV y en el ordenamiento de Enrique IV de 1471 Según el manuscrito 46, si el plomo dene más de un grano de plata por marco es excesivamente "argentoso" y se debe buscar un plomo con menor contenido en plata. Teniendo en cuenta que un marco tenía 4.608 granos, la cantidad máxima de plata permitida sería 1/4608 partes, o sea, un 0,021 %; referencia similar a la proporcionada por el manual de J. Escosura que fija la cantidad máxima de plata permidda en el plomo para el ensayo en medio miligramo de plata por 10 g de plomo, equivalente a 1/5.000 o, lo que es lo mismo, un 0,020%. Ello explica que el tratado de Juan Fernández del Castillo recomiende utilizar plomo extraído de la almártaga (litargirio), es decir, del óxido que queda tras la afinación de la plata, puesto que apenas contiene ya metal precioso''^®. El manuscrito 46 explica un procedimiento simple para comprobar si el plomo contiene una excesiva proporción de plata. Se coloca una cierta cantidad de plomo sobre la cendrada y se enciende el fiiego del hornillo, de manera que cuando el plomo se licúa se comprueba cómo fluye; si se forman sobre su superficie "manchas grandes que semegen azeyte", es señal inequívoca de que dicho plomo no es el más indicado para efectuar el ensayo por su alto contenido en plata (plomo semento, soserriento o sersorriento, lo llama el manuscrito), mientras que si se forman manchas pequeñas y muy abundantes, es señal de que contiene escasa proporción de plata y es adecuado para ensayar. El manuscrito explica también un sistema que permite "componer" plomo de alto contenido en plata y usarlo para el ensayo; consiste en colocarlo sobre la cendrada en el interior del hornillo y dejar que se consuma una octava parte del plomo, pues de esa forma "alinpiarse a de sersero sy lo touiere o de alguna suziedad sy la touiere"; un procedimiento que aparece también recogido por el autor del Tratatto del raffinare l'oro, al indicar que "el plomo con que ensayes no quiere tener plata, así que ensáyalo primero y si

^^^ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 125v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 219); Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 247;J. Torres Fontes, Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, p. 11-, id., "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Spagnes Médiévales. Mélanges ojferts à Jean Gautier Dalché, Niza, 1983, p. 310; J. Torres, "El ordenamiento de Cuenca", Numisma, 238, 1996, p. 133; E Pérez Sindreu, La casa de moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 143. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 125v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 219); J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 121; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, £ 29v. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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tuviese plata no lo uses; y si no encontrases de aquél que esté limpio de plata, caliéntalo un poco y después fúndelo en el hornillo y el plomo que saldrá será bueno porque no tendrá plata"''^'. Por este motivo aparece con frecuencia en los libros de gastos de las cecas aragonesas la mención de las compras de plomo apto para los ensayos. La más expresiva de ellas es la realizada en la ceca de Iglesias en 1355, cuando se adquieren "55 libras de plomo afinado para hacer los ensayos de la plata de la ceca, a 12 dineros la libra", pero conocemos otras en la misma ceca ("19 libras de plomo de los ensayos a 10 dineros la libra", en 1324) y en la de Barcelona, donde se cita en 1348 la adquisición de "una barra de plomo para los ensayos"^^®.

Hornillo y mufla

Casi todos los manuales suelen comenzar las instrucciones dedicadas al horno de ensayo haciendo referencia a sus materiales y forma. El hornillo donde se lleva a cabo el ensayo suele ser descrito como un horno de reverbero de arcilla (tierra refractaria), de planta cuadrada o circular; aunque Agricola habla de la existencia de tres tipos de hornillos diferentes -de hierro, de ladrillo y de arcilla, todos los cuales podían ser usados para el ensayo- admite que los últimos son los que resultan más adecuados. Según el autor del Probierbüchlein,

el hornillo debe presentar un perfil algo ahusa-

do (con la parte superior más estrecha que la base) y estar hecho de la mejor arcilla disponible "del tipo de que son hechos los crisoles de fundición usados en las cecas"; sus paredes deben ser lo suficientemente gruesas como para que pueda mantener un calor uniforme en su interior e ir provisto de orificios de aireación. Biringuccio recomienda hacerlo de ladrillo en forma de "pequeña torre cuadrada"; y Arfe aconseja construir su armadura "sobre barras de hierro y el suelo es de parrillas muy llano. Se guarnece de barro arenoso por dentro y por fuera de forma que todo el hierro quede cubierto". Quizá las instrucciones más completas sobre su preparación se hallen en el manual de

Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, fF. 126r-v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 219-220); Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, F. 27v. '^o Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1355, ACA, RR MR, leg. 2055, doc. n° 1, f. 13r; Libro de gastos de la ceca de Iglesias, año 1324, ACA, RP, MR, leg. 2025, doc. n° 6, f. 5r; Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, f. 9v. 264

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Lazarus Ercker, quien afirma que el ensayo "requiere hornos hechos de buena arcilla de alfarero, trabada con bandas o alambres de fuerte hierro, para prevenir que se abran cuando están expuestos a elevada temperatura"^". Su interior se compone de dos pisos. El inferior, de suelo cerrado, al que se accede por medio de una pequeña puerta, sirve como cenicero para recoger la ceniza procedente de la combustión de los carbones que se produce en el piso superior. El piso alto está separado de aquél mediante una parrilla de barras de hierro en cuya parte superior se pueda apoyar la copela y carbones y entre las cuales descienda con facilidad la ceniza resultante de la combustión del carbón. La cámara superior (que, a efectos técnicos, sirve tanto de cámara de combusrión como de fusión) debe tener, como la inferior, un acceso que permita manipular, desde el exterior, la copela una vez introducida en el interior de la mufla. Este acceso podía ir o no provisto de una tapadera móvil, úril para cerrar el orificio durante la realización del ensayo, que no resultaba imprescindible pues se podía lograr el mismo efecto situando en la boca un trozo de carbón, y también opcionalmente de una pequeña repisa hacia el exterior. El manuscrito 46 dice del horno que "ha de haber un suelo en fondón cerrado salvo una portezuela cuanto quepa la mano y ha de haber otro suelo, un palmo encima del otro, y el suelo de en medio han de ser trece hierros"; Biringuccio indica que "en su fondo, como si fuera la puerta de la torre, debe tener una pequeña abertura cuadrada" y en la superior "un cuadrado abierto como una ventana de cuatro dedos de anchura"; 7\rfe, que "junto al suelo de las parrillas ha de tener una boca por donde entren y salgan las copelas y abajo otra boca por donde salen las centeUas y ceniza"; y Fernández del Castillo recomienda que vaya provisto en su parte central "de una reja de hierro que apenas quepan las yemas de los dedos entre ellas" y de "una boca en medio arqueada a la altura de la mufla, que quepan cuatro dedos". El Probierbüchlein

insiste en que delante de la boca de la

cámara superior el horno debe tener "una bandeja como un puente, de un palmo de larga y ancha. Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 233; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 94; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 139; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras,Y3}lsAoM, 1678, p. 11; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A G. Sisco & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 19; J. Fernández de Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 29r. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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donde puedas sacar el carbón y manejarlo" y Ercker aconseja colocar dicha bandeja, "en forma de pequeño estante", frente a la boca superior^^^. Según la descripción contenida en el manuscrito 46, se trata de un objeto cilindrico de barro rojo, provisto de una altura que oscile entre los 40 y los 60 cm y una anchura de unos 20 cm, dimensiones que lo hacen adecuado para alojar en su interior una copela con capacidad para ensayar media onza. Su interior se compone de dos pisos. El inferior, de suelo cerrado, al que se accede por medio de una puertecilla, sirve como cenicero para recoger la ceniza procedente de la combustión de los carbones que se produce en el piso superior. El piso superior, elevado unos 20 cm sobre el fondo del hornillo (es decir, sobre la base del cenicero), está separado de aquél mediante una parrilla compuesta por trece varas de hierro que deben tener forma como de cuchillo, con la parte afilada hacia abajo y el borde grueso (de unos 3 cm de grosor) hacia arriba, de forma que en la parte superior se pueda apoyar la copela y los carbones y, por la inferior, descienda con facilidad la ceniza resultante de la combustión del carbón. La cámara superior (que, a efectos técnicos, sirve tanto de cámara de combustión como de fusión) debe tener, como la inferior, un acceso que permita manipular, desde el exterior, la copela y los carbones. Esta descripción que el manuscrito 46 realiza del hornillo es muy similar a la contenida en los tratados de Juan de Arfe y Juan Fernández del Castillo. Arfe y Villafañe recomienda hacer la armadura del hornillo "sobre barras de hierro y el suelo es de parrillas muy llano. Se guarnece de barro arenoso por dentro y por fuera de forma que todo el hierro quede cubierto, tiene un palmo de diámetro y dos palmos de altura. Será redondo y junto al suelo de las parrillas ha de tener una boca por donde entren y salgan las copelas y, abajo, otra boca por donde salen las centellas y ceniza"; Fernández del Castillo, por su parte, indica que el hornillo ha de ser "redondo y hueco", de altura de media vara (40-45 cm) y grueso de una cuarta (20-22 cm de anchura), provisto en su parte central de una "reja de hierro que apenas quepan las yemas de los dedos entre ellas" y de "una boca enmedio arqueada a la altura de la mufla, que quepan cuatro dedos"; por su parte, la Real Cédula de julio de 1588 recomienda "que el hornillo en que se han de afinar los Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 126v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo 8i Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 94; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 11-12; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 22; J. Fernández de Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, £ 29r. Ilustraciones del hornillo aparecen reflejadas en los manuales de Arfe y Ercker.

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ensayes sea de hierro y todo ha de estar embarrado por dentro para que el fuego no gaste el hierro, y ha de tener media vara en alto y algo más de una cuarta en hueco" (unos 42 x 21 cm)^''. En el interior de la cámara superior del horno, sobre la parrilla de metal destinada a sustentar la copela, se debe colocar un ladrillo o pieza de barro plana cuya finalidad no es otra que la de evitar el contacto directo de la copela con los hierros de la parrilla durante el proceso del ensayo. El manuscrito 46 aconseja colocar "en fondón de la pendrada, vn pedazo de barro fecho en esta manera y encima del barro vna poca de ^eniza" -es evidente que la cubierta de ceniza se añade para impedir que la copela se adhiera al ladrillo durante el proceso de calentamiento-, mientras que Juan de Arfe añade que "sobre las parrillas del suelo ha de estar asentado un ladrillo para poner encima la mufla". Ercker afirma que para hacer estas "bandejas de fondo" la arcilla se moldea en marcos de madera o se corta una lámina del grosor deseado, de un gran trozo de arcilla, mediante el auxilio de un alambre, para después introducirlas en un horno de alfarero o de ladrillo y cocerlas'^''^. La mufla consistía en un semicilindro de barro (especie de teja o cubierta en forma de bóveda de medio cañón), horadado en su parte inferior por ambos lados mediante una serie de pequeños orificios, que se colocaba sobre la copela y cuya finalidad era evitar el contacto directo de los carbones con la copela en el interior del horno y permitir, a través de los mencionados orificios, el establecimiento del tiro o corriente de aire que permite oxidar el metal. El manuscrito 46 no emplea este término para referirse a la mufla sino que la llama "lanterna"; compuesta por barro rojo, debía ser realizada "desta manera que aquí está" y colocada encima de la cendrada, cubriendo su parte superior, pero desgraciadamente el espacio dejado por el copista para añadir la ilustración con la forma de la lanterna o mufla ha quedado en blanco. La descripción de este elemento es más completa en Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 126v-127r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 11-12, con ilustración del hornillo en p. 12; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f 29r; G. Murray et al.. El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 95. Dos hornillos para los ensayos aparecen citados en los inventarios de la ceca de Valencia (F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126). Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 127r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); desgraciadamente, el dibujo a que el texto alude no se encuentra representado en la copia que se conserva en la Colegiata de San Isidoro. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 12; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying Praga, 1574, ed. A. G. Sisco & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 26. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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los manuales del siglo XVI. El Probierbüchlein

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dice que la mufla debe tener la forma de un ladrillo

cóncavo o una teja, hecha de buena arcilla de alfarero, con techo cerrado y los dos laterales y la espalda taladrados mediante orificios "de forma que el calor pueda penetrar y realizarse el ensayo"; Biringuccio recomienda hacerla "de la arcilla usada para los crisoles... en forma de una pequeña bóveda... perforada a todo alrededor"; Agrícola afirma que debe estar hecha de arcilla, "en forma de una teja de canal invertida" que cubre las copelas por miedo "a que el polvo del carbón caiga dentro de ellas"; y Juan de Arfe dice de ella que "la mufla ha de ser talle de media olla, cerrada por todos lados, con una sola boca en el cuello por donde entren y salgan las copelas. Ha de tener de diámetro cuatro dedos menos que el hornillo para que, asentada sobre el ladrillo que está dentro, haya entre ella y el hornillo dos dedos de espacio para la entrada del calor. Y en la orilla que está sobre el dicho suelo ha de tener unos agujeros y ha de estar asentada muy llana sobre el ladrillo y las parrillas"; por su parte, Fernández del Castillo indica que sobre la parrilla o reja del horno se coloca "una media olla que llaman mufla -'mitad de un puchero de barro por vidriar'- con su suelo debajo [...] que ha de tener unos agujeros, hasta ocho o diez por la parte de abajo [...] a fin de que respire el aire". Su proceso de fabricación es igualmente bien descrito por Ercker, quien alude a su separación de un bloque de arcilla, moldeado, secado y posterior apertura de los orificios, y la Real Cédula de 1588 ordena que el horno tenga "un agujero en unas parrillas donde asentar la mufla sobre un ladrillo, la cual es de hechura de media olla y ha de tener sus agujeros a la redonda"''^^ Tanto el manuscrito 46 como el tratado de Juan Fernández del Castillo indican que la mufla debe estar conectada directamente con la boca del hornillo para evitar que los carbones puedan caer dentro durante el proceso de combustión; el manuscrito recomienda colocar "vn testezuelo de casco de olla" que llegue hasta la boca del hornillo, mientras que el tratado afirma que se debe "con barro, pegar la boca de la mufla a la del hornillo"'^'^. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 127r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 96; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith &C M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 139; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 234; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladohd, 1678, pp. 12-13; Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 25; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, £ 29r; G. Murray et al., El Real Ingenio de la Moneda de Segovia, Madrid, 2006, p. 95. ^^^ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 127r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, £ 29v.

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El combmtible: tipos de carbón

Ya hemos indicado que el combustible utilizado para la realización de los ensayos fue siempre carbón vegetal. Aunque nada dice sobre la especie vegetal de la que debía ser hecho el carbón el autor del manuscrito 46, Juan Fernández del Castillo recomendará encender el hornillo con "carbón de brezo no menudo" -recordemos que dicho carbón tiene un elevado poder calorífico y ha sido el utilizado tradicionalmente en las fraguas de los herreros castellanos desde la época medieval hasta nuestros días-, mientras que Juan de Arfe aconseja que "el hornillo, con la mufla asentada, ha de ser encendido con carbón de pino porque gasta menos que el de brezo", pero aclara que, si bien "el carbón para los ensayes es el mejor de pino pudiendo ser avido, porque es más claro y de menos fuerza, más a falta dél basta brezo como sea bien granado". En cualquier caso, los carbones empleados para esta finalidad no debían ser muy menudos sino tener el tamaño aproximado de un huevo -para mantener el calor durante más tiempo y evitar la continua recarga del horno-, y estar bien quemados para que no saltaran ni hicieran mucha llama. El manuscrito 46 explica que la llama, cuando es fuerte, impide vigilar correctamente el desarrollo del ensayo al no poderse ver bien el interior del horno, mientras que si el carbón crepita y salta, pueden caer ascuas dentro de la copela y arruinar el ensayo^'^. El libro de gastos de la ceca de Barcelona del año 1353 revela el uso de carbón de pino para los ensayos (el recomendado por el manual de Arfe) al citar la compra de "un saco de carbón de pino de los ensayadores" y de algunas "cepas del ensayador porque no tenía carbón de pino para hacer ensayos", al margen de otras citas menos explícitas sobre la compra de "cuatro sacos de carbón de los ensayadores", así como de "una criba para cribar carbón" con la que se desprendían los elementos terrosos y polvorientos contenidos en dicho material y que menguaban su capacidad calorífica^'®. Preparados todos los elementos necesarios para efectuar el ensayo (copelas, horno, mufla, carbón), éste se llevará a cabo encendiendo el horno y vigilando estrechamente un proceso cuya alta exigencia técnica está en relación con la exactitud que debían arrojar sus resultados, a fin de Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 127r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 30r; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 13. Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1353, ACA, RR MR, leg. 1971, doc. n° 1, ff. 2v y 3v. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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poder calibrar de manera cierta la composición química de la aleación de la moneda o pieza de metal precioso ensayada.

Carga y encendido del horno

La primera operación relacionada con el desarrollo del proceso de ensayo consistía en la carga y en el encendido del horno, estableciendo correctamente el tiro y colocando en su interior copela, mufla y combustible. Para regular el tiro, se obturaban las juntas del horno con ceniza tamizada, a fin de que no hubiera más corriente de aire en su interior que la procedente del cenicero y se colocaba en la parte superior un tubo de hierro o arcilla que servía como chimenea, a fin de favorecer el tiro. Según el manuscrito 46, primero se coloca la cendrada sobre la parrilla, encima de la pieza de barro descrita, más o menos hacia el centro del horno; a continuación, se coloca la lanterna o mufla, pieza de barro que cubre la copela por su parte superior; y, acto seguido, se llena la copela de plomo. El Probierbüchlein

recomienda colocar la mufla en el interior del horno "separada dos

dedos de las paredes a todo alrededor", de forma que allí pueda colocarse el carbón^''. Viene después el momento de introducir el combustible en el hornillo. Se toman los carbones y se rellena con ellos el interior de la cámara superior del horno, por todo el exterior de la mufla y, si se estima necesario, también por dentro de ésta, junto y sobre la copela; Agricola dice que "se ponen sobre la mufla carbones vegetales encendidos... a continuación, se colocan las copelas... y se ponen carbones por debajo de la parte delantera de la mufla para calentar las copelas más rápidamente". Según el manuscrito 46, los carbones deben irse encendiendo por sí mismos, paulatinamente, pues si se prendieran todos a la vez, por diversos puntos, el proceso de calentamiento del horno sería demasiado rápido y la copela, o el mismo hornillo, podrían fracturarse^'^®. Una vez encendido el fiiego, con los carbones situados fiiera y, eventualmente, también alguno dentro de la mufla, la temperatura se eleva progresivamente en el interior del horno, la copela comienza a ponerse al rojo y el plomo a fundirse. Es importante dejar abierta la mufla durante la operación, puesto que Colegiata de San 2000, p. 220); BergwerkColegiata de San 2000, p. 220); Agricola,

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Isidoro, manuscrito 46, £ 127v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 92. Isidoro, manuscrito 46, £ 127v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 247. FUNDACIO^ JUANELO TURRIANO


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si se tapa no hay oxidación de los metales, ni se verifica la copelación, porque la corriente de aire oxidante viene del hogar, penetra por las aberturas u ojos de la mufla y sale por la boca. La introducción del plomo en el interior de la copela se lleva a cabo una vez que ésta ha alcanzado una temperatura adecuada y no antes de comenzar el calentamiento. El autor del Tratatto del r a f f i nare Toro afirma que "cuando las copelas estén secas y quieras ensayar, ponías alfiaegoen el hornillo donde quieras ensayar y déjalas recocer un poco antes de añadir el plomo; después, cuando estén recocidas, añade el plomo y caliéntalo muy bien"; el del Probierbüchlein

indica que "cuando las co-

pelas estén completamente brillantes y cocidas... comienza poniendo en su interior con tenacillas tanto plomo como el ensayo necesite"; Biringuccio dice que "cuando la mufla y el hornillo estén al rojo, coloca las copelas en su interior... y déjalas ponerse muy calientes, de fijrma que muestren que se han vuelto blancas por el fiaego, antes de colocar nada en ellas"; Juan de Arfe afirma que, en el momento de encender los carbones, "la copela ha de estar caliente y metida en el hornillo", y Fernández del Castillo indica que, una vez encendido el horno, se ponen en su interior las copelas "hasta que estén bien calientes y recochas" y sólo entonces se echa el plomo en su interior. Todavía en el siglo XX, afirmará Escosura que las copelas se deben introducir en el horno en el momento de encenderlo para adquirir gradualmente la temperatura adecuada y evitar así su posible agrietamiento, y que el plomo sólo se añade cuando éstas están calientes, pues como dice Agricola, "salvo que las copelas se calienten antes de colocar plomo en ellas, con frecuencia se rompen y el plomo chisporrotea y salta fuera de ellas"'^'^'. El manuscrito 46 indica que "cuando elfiaegosea claro", es decir, cuando se haya alcanzado la temperatura suficiente para que el plomo se funda y fluya con soltura, el ensayador debe coger una vara verde y limpiar la parte superior de la cendrada de los carbones que se le pusieron encima, a fin de Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, f. 27v; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo 8i Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 99; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 139; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 248; Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 13; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 30r; J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, pp. 117 y 120; M. Medina, Manual del ensayador. Almadén, 1915, p. 81. Como el de Agricola, los manuales de Escosura y Medina puntualizan que, si las copelas estuvieran frías en el instante de introducir en ellas el plomo, éste saltaría y se proyectaría sobre la base de la mufla, pudiendo hasta taladrarla, con la propiedad que tiene el óxido de plomo fundido de atacar o escorificar también la arcilla de la mufla. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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comprobar si el plomo ha alcanzado ya el grado de fluidez exigido. Si no es así, se debe colocar un ascua en el interior de la copela para aumentar la temperatura y dejarla allí "fasta que corra" el plomo; sólo cuando el plomo alcance dicho estado, se procederá a retirar el ascua y a volver a limpiar la parte superior de la cendrada para poder observarla con nitidez. En esta operación se debe utilizar una vara verde y húmeda, algo mojada, pues una vara seca correría peligro de prenderse a causa de la elevada temperatura y calentar en exceso la cendrada durante su limpieza. Esta operación es mencionada ya por Teófilo en el siglo XII, al indicar "tendrás a mano un palo cortado de un seto y secado al aire, con el que podrás descubrir cuidadosamente la plata y limpiarla de cualquier impureza que veas sobre ella" y, por su parte. Agricola recomienda el uso para esta operación de una varilla de hierro'^^^. Sólo una vez que el plomo hubiera alcanzado el estado de fluidez exigido (lo que ocurre, recordemos, a una temperatura superior a los 327 °C) debía ser añadida la muestra de plata que se pretendía ensayar; la necesidad de aguardar a que el plomo esté con el baño descubierto y brillante para dar inicio a la copelación es ineludible, pues de lo contrario el carbón que se formaría por la combustión de la lámina o chapilla de plomo en que va envuelta la aleación produciría, con el oxígeno del óxido de plomo, ácido carbónico que, al desprenderse, arrastraría fiiera de la copela algunas partículas de plata. La determinación del momento en que la plata debía ser introducida en la copela formaba parte de los conocimientos técnicos que, por habilidad y experiencia, debía tener el ensayador y no extraña, por ello, que los manuales hagan referencia a este proceso. El manuscrito 46 alude a este momento crucial del ensayo diciendo que "desque el plomo corriere, déxalo correr fasta que se esclaresca e ande asosegadamente, e desque fuere esclares^ido e asosegado -el plomo, al fundirse, adquiere brillo en la superficie, lo que justifica la utilización del término "esclarecido"toma contía de media on^a de aquella moneda que quisieres ensayar o plata [...] e ponía dentro en la pendrada en el corro que corre"; Pegolotti advierte "de no poner la plata hasta que la copela no esté bien embebida de plomo y lo conocerás porque, cuando está embebida, el plomo anda reposa-

^^^ Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 127v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 220); Teophilus, On Divers Arts. The foremost medieval treatise on painting, glassmaking and metalwork, ed. John G. Hawthorne & Cyril S. Smith, New York, 1979, p. 92; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 247. La recomendación de colocar un trozo de carbón sobre la copela para aumentar la temperatura en su interior si no se "descubre el baño", es decir, si el plomo no alcanza el necesario estado de fluidez para la adición de la plata, aparece también reflejada en J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, p. 117. ?70

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do en la copela como si fuese aceite"; el Tratatto delraffinare

Toro, que "cuando está caliente el baño

de la copela, lo limpias y metes la plata que de la que quieras hacer el ensayo que has pesado"; el Probierbüchlein

indica "cuando el plomo empiece a humear y a ser absorbido por la copela, añade

la plata"; Biringuccio dice "déjalo estar allí hasta que el plomo parezca volverse del negro al blanco y se ponga limpio y muy claro" antes de colocar la plata que se ha de ensayar; mientras que Juan de Arfe indica "como el plomo esté derretido y comience a andar asosegado sin levantar gotas es señal de que la cendrada está bien caliente y entonces se echa la plata encima del plomo"'''^^

Introducción

de la muestra de plata

La muestra de plata se introduce por la boca o portezuela de la cámara superior del horno con ayuda de los denominados muelles, instrumento a manera de pinzas que era empleado, a tamaño reducido, en el ensayo y, a gran tamaño, en los propios hornos de copelación donde se producía la afinación de la plata en las minas y casas de moneda. "Dos tenazas menores del ensayo del billón y unas tijeras del ensay" se mencionan en el libro de gastos de la ceca de Barcelona en 1348^^'^. El manuscrito 46 recomienda no colocar la media onza de plata a un tiempo porque puede enfriar el plomo y solidificarlo, de forma que es mejor hacerlo en varias partes para que el plomo conserve su estado fundido; es muy clara la indicación proporcionada por el Probierbüchlein

en el sentido de

que sólo "cuando hayas avanzado lo suficiente para que el plomo corra y comience a hacer humo, añade el cobre (o plata) granulado... porque (de otra manera) el calor del plomo no lo licuará y permanecerá sóUdo"; en manuales más modernos se indica que la plata, dividida en pequeños trozos -"cuatro o cinco pedacillos", dice J uan de Arfe—, es introducida en el plomo liada en una delgada lámina de plomo -como declaran Arfe o Escosura- o en un trozo de papel -como indican Agricola y Fernández del Castillo-'^'^^ Una vez añadida la muestra de plata a la copela, se cierra Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 127v-128r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 220-221); E B. Pegolotd, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342; Trattato anonimo del raffinare, fondere e partire l'oro. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 814, f 27v; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 99; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smith & M. T. Gnudi, Dover, 1990, p. 139; Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 16. ^^ Libro de gastos de la ceca de Barcelona, año 1348, ACA, RR MR, leg. 1967, doc. n° 1, f 12r. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f 128r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 221); Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 101; FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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la boca del horno mediante una tapadera móvil o colocando, simplemente, un carbón en dicha abertura y se produce la fase más prolongada del ensayo, que es también la más delicada, aquélla durante la cual el plomo se va oxidando paulatinamente, en unión del cobre y otros metales contenidos en la aleación de plata, y va siendo absorbido por la copela.

Mantenimiento

de la

temperatura

Aunque se trata de un proceso muy delicado, en el que hay que vigilar gran cantidad de factores, quizá el principal condicionante del desarrollo de la copelación sea el mantenimiento de la temperatura en el interior del horno. En nuestros días, los modernos medios permiten controlar esta temperatura mediante sofisticados y exactos sistemas electrónicos, pero en época medieval dicho control estaba basado en procedimientos estrictamente empíricos, pues se lograba procurando que la mufla se mantuviera al rojo casi blanco, más bien un poco menos, con objeto de que la pérdida en el ensayo firera la menor posible, ya que la volatilización está en proporción directa a la temperatura. El ensayador debía, por tanto, conocer la temperatura a que el horno trabajaba y saber bien los defectos del mismo; como regla general, éste debía mantener una temperatura más bien alta que baja, pues resultaba más fácil disminuirla que aumentarla en el momento de producirse la copelación. Este procedimiento empleado para determinar la adecuada temperatura del horno durante el proceso, basado en la coloración o tonalidad adquirida por la copela, recuerda las prácticas empíricas de caleros y alfareros que conocen la temperatura interior de sus hornos mediante la observación de variables como el color del humo que emite o el de las vasijas que se cuecen en su interior. Si las copelas al rojo adquieren una coloración rosa en el interior, ello no suele tener importancia, pues es debido al óxido de cobre; pero, en cambio, debe vigilarse estrechamente que la porción vacía de las mismas no presente un color blanco ni pardo, sino un rojo sombra que aparenta una ligera transparencia, pues el color blanco indica temperatura excesiva y el oscuro, temperatura demasiado baja. El manuscrito 46 afirma que si la cendrada "andudiese muy prieta, andaría el ensay muy frío, e sy

Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 247; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 13; J. Escosura, Manual del ensayador, Madrid, 1901, pp. 117 y 121; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, f. 29v. 274

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la cendrada paresgiese blanca sería el fuego grande e andaría el ensay muy caliente"; las mismas indicaciones se repiten en el tratado de Ercker, "si el ensayo en la copela, copela redondo y brillante, copela caliente, si copela bajo y oscuro, copela frío; si logras conservar un estado intermedio entre ambos extremos durante todo el ensayo, hallarás el contenido correcto en tu ensayo"^^^ El exceso de temperatura evidenciado p or la tonalidad blanca de las copelas se podía traducir en pérdidas de plata, bien por volatilización, bien por ser absorbida entre los poros de la copela mezclada con plomo y cobre; la falta de calor que evidencia el color pardo va acompañada delriesgode que parte del litargirio formado al oxidarse el plomo cristalice sobre las copelas reteniendo plata. Ya el Diábgo de Scaccario advierte que el ensayador "debe tener mucho cuidado de no detenerse antes de que la operación se complete, ni de sobrerrefinar y desperdiciar plata por calentamiento innecesario"; en la misma línea, el Tractatus Nova Monete ahrma que "por sobrecalentar... la plata pudiera ser arrojada fiiera y... por falta de tiro o por fallo en el fiiego, el ensayo se podría haber enfriado y... [parte de] la plata haberse perdido". Por su parte, el manuscrito 46 señala que "sy el fiiego fliese mucho grande escalentaría la pendrada mucho entre sy e meterse y a la plata por ella a bueltas del plomo e del cobre, e sy el fiiegofiiesemuy pequeño fazerse y a el ensay tarde e non se podría enxugar del plomo ni el cobre non podria bien salir"; en la misma línea, el manual de Ercker recuerda que "si permites que el ensayo se realice demasiado caliente, alguna plata más de la apropiada será absorbida por la copela junto con el plomo"^^. Cuando la temperatura del horno ha sido excesiva al copelar, el botón gallea, se desprende mal de la copela, queda achatado y habrá perdido peso. Si la temperatura era baja al terminar, el botón queda con picaduras o arrugas en superficie y resulta pesado por contener algo de plomo y cobre no absorbido por la copela. Cuando el horno se enfría hacia el final de la operación, el ensayo se pasa y se detiene la operación, quedando el ensayo ahogado en plomo y aunque puede continuar aumentando la tempe-

® Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, ff. 128r-v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 221); Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 51; C. J. Pueyo, Manual práctico de ensayos de metales preciosos, Madrid, 1936, p. 33. Dialogus de Scaccario, siglo XII, ed. Ch. Johnson, The Course of the Exchequer, Londres, 1950, p. 37; Tractatus Nova Monete, siglo XII, ed., Ch. Johnson, The De Moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, p. 81; Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 128r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 221); Lazarus Ercker's Treatise on Ores and Assaying Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S.- Smith! Chicago, 1951, p. 60. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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ratura, sus resultados deberán considerarse tan solo aproximados. Realizando una estrecha vigilancia del proceso, cualqtdera de los dos factores se puede solucionar sin mayores contratiempos pues, si la temperatura es baja, la solución consiste en colocar carbones encendidos alrededor de la copela, que vayan reemplazando a los ya gastados y elevando la temperatura, o en quemar un trozo de madera sobre la misma. El Probierbüchlein afirma que si el ensayo "va demasiado frío y no se le ha dado suficiente calor... para remediarlo sostén sobre él en tu mano una vara seca de madera de abeto o de pino resinoso y déjala quemarse"; lo mismo recomienda Agricola, quien advierte que "si en la copelación el plomo que está en la mezcla no se consimie, sino que permanece fijo yfiraguadoy cubierto por una especie de costra, es indicio de que no se ha calentado lo suficiente... y hay que poner en la mezcla un palo de pino seco o una ramita de tin árbol similar y mantenerla en la mano para que se pueda extraer cuando se haya calentado". Si la temperatura es demasiado elevada, bastará con retirar parte de los carbones en uso^^®.

Conducción del ensayo

Durante el desarrollo de la copelación se pueden apreciar unos puntos luminosos que se mueven, desde el centro hacia los bordes, por la superficie de la esfera de metal fluido que se forma en el interior de la copela. Dichos puntos son como unas gotitas oleosas que, de lo alto, se deslizan por la superficie en hileras divergentes y se desvanecen en la copela, donde son absorbidas por estar formadas de óxido plúmbico fimdido. Este efecto se produce cuando el ensayo se desarrolla correctamente y es recogido por diversos manuales de la época; el manuscrito 46 afirma que, si el ensayo discurre de manera adecuada se aprecian una serie de señales inequívocas, el ensayo anda "alto e redondo", las orillas "claras e luzías", "corre claro" y andan "manchas engima dél muy pequeñas" mientras que Juan de Arfe señala que "en tanto que se afina, andan por encima del ensaye unas aguas que se esconden en la orilla del grano"^^'. Si el proceso transcurre de manera adecuada, conforme progresa el ensayo los puntos luminosos tienden a invadir todo el baño, la masa fiindida se hace más convexa y, lógicamente, disminuye de volumen a medida que el plomo y el cobre contenidos en la aleación van oxidándose y son absorbidos por la copela; ello indica que la operación se Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Sisco 8¿ Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 10; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 249. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 129r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte dd alguarismo, Valladolid, 2000, p. 221); Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 13.

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aproxima a su final. El Diálogo de Scaccario indica con claridad que "mientras una película negra se ve flotando sobre la plata líquida, el ensayo se dice que no ha finalizado; sin embargo, cuando pequeños granos parecen surgir del fondo hacia la superficie y allí desaparecen, ésta es señal de que el ensayo está completado"''^".

Ajuste de la cantidad de plomo empleada para el ensayo

Otra de las constantes que se debe vigilar conforme el ensayo progresa, y el metal fluido va disminuyendo de volumen en el interior de la copela (al irse oxidando plomo y cobre e ir siendo absorbidos por ésta), es que no falte plomo para que la operación concluya con éxito, puesto que si no se añade plomo suficiente la copelación se detendría y no se absorbería todo el cobre contenido en la aleación. La señal que el ensayador debe atender para percatarse de la falta de plomo es la coloración rojiza del ensayo, su escaso volumen y grado de fluidez; el manuscrito 46 afirma que "sy friere la color bermeja y el ensay abaxado" habrá que añadir plomo, como lo hacen Pegolotti, al indicar "cuando el ensayo se va afinando en la copela al fuego, si lo ves enrojecer añádele plomo, porque es señal de que todavía tiene demasiado cobre", y Juan de Arfe, que advierte que "cuando estos colores son oscuros no está bien fina y se le ha de echar más plomo para que haga buen lustre"^^'. Para remediar la falta de plomo se recurre a la operación denominada "cebar" el ensayo, añadiendo la cantidad de plomo que se juzgue necesaria. Para ello, el autor del manuscrito 46 recomienda al ensayador proveerse de una barra de plomo de unos 30-40 cm de longitud, de grosor algo superior al centímetro en la parte por la que se sostiene y muy fina por el extremo opuesto -pues "ternás el cabo más gordo en la mano e del otro cabo geuarás el ensay"-, y sumergir el extremo de la vara en el metal fluido para que se derrita una pequeña parte y se sume al contenido de la copela. Hay que tener presente que, durante el ensayo, tan perjudicial resultaba para la exactitud del resultado la falta de plomo como la sobreabundancia del mismo. Los manuales solían indicar la cantidad de plomo que debía añadirse según el peso y la ley de la muestra de plata ensayada, pues si la falta de plo^^^ Dialogas de Scaccario, siglo XII, ed. Ch. Johnson, The Course of the Exchequer, Londres, 1950, p. 40. Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, £ 129r (cit. B. Caunedo, R. Cordoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 221); E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342; Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 16. I FUNDACION ^ ^ JUANELO I S i j TURRIANO


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mo determinaba la detención del ensayo y la permanencia de cobre y plomo junto con la plata en el botón final, su abundancia provocaba que el ensayo resultara, por utilizar el expresivo término usado en el manuscrito 46, estrapasado, es decir, que se perdiera parte de la plata revuelta con plomo y cobre debido al mucho tiempo que había tenido que durar la copelación para que todo el plomo fiiera absorbido "e non se pudo enxugar del plomo sy non a muy grand daño del ensay"^52 La duración del ensayo depende de la cantidad de cobre que contenga la aleación, pues esta cantidad está en relación directa con la de plomo que hay que añadir. Un ensayo de plata de 900 milésimas, copelada con 7 g de plomo, tarda unos 15 minutos en terminar, pero un ensayo de plata de 500 milésimas, que necesita más plomo para la misma cantidad de aleación, se prolongará al menos 26 o 27 minutos; de ahí que la utilización de una cantidad de plomo excesiva ocasionaba una prolongación innecesaria del tiempo de ensayo y por lo mismo, una pérdida de plata durante su transcurso.

Irisación

o

relámpago

Un momento clave del proceso se producía también cuando éste llegaba a su final y la copela, con el botón de plata copelada en su interior, debía ser extraída del horno. Hemos señalado que durante el desarrollo del ensayo debía vigilarse que no estuviera demasiado firío ni demasiado caliente, falto ni sobrado de plomo; si el proceso transcurría de manera adecuada, conforme progresaba el ensayo, los puntos luminosos tendían a invadir todo el baño, la masa fiindida se hacía más convexa y lógicamente, disminuía de volumen a medida que el plomo y el cobre contenidos en la aleación iban oxidándose y eran absorbidos por la copela; ello indicaba que la operación se aproximaba a su final. Momentos antes de finalizar la operación, dejaban de verse los puntos luminosos como gotitas de aceite a que hemos hecho referencia y aparecían los colores del iris {irisación) sobre la superficie esférica del botón debidos al óxido de plomo. Inmediatamente después se verifica el relámpago, que es cuando terminan o desaparecen estos colores y queda brillante la superficie del botón. Este fenómeno es debido a la repentina soHdificación de la plata y parece producido por el oxígeno gasificado de la masa fiindida al fijarse en el óxido cuproso y convertirlo en cúprico. El Colegiata de San Isidoro, manuscrito 46, f. 131v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte dd alguarismo, 2000, p. 223).

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Valladolid,

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relámpago determina el fin de la copelación y es tan rápido que puede pasar desapercibido para el ensayador inexperto. Como quiera que este efecto (desaparición de los puntos luminosos y verificación del relámpago) marcaba el momento en que el ensayo debía darse por finalizado y la copela ser retirada, era clave que los ensayadores lo supieran reconocer correctamente. Pegolotti advierte "déjalo afinar hasta que lo veas blanco y claro y brillante como un espejo"; Juan de Arfe se refiere a él diciendo "cuando [el ensayo] está fino vienele una cubierta que le hace mate y sin lustre y esta es la señal de estar todo el plomo embebido en la copela y aver llevado tras de si toda la liga de cualquier otro metal. Cuando el ensaye sea cubierto con la vuelta dicha, luego torna a descubrirse y queda rutilante y limpio y entonces se saca la copela con la plata a la boca de la mufla"''^^.

Extracción de la copela

Finaliza el proceso con la extracción de la copela y del botón de plata que constituye el objetivo del ensayo. El procedimiento usualmente recomendado consistía en ir acercando poco a poco las copelas hacia la boca de la mufla para que se enfríen, con peligro muchas veces de que se estropease el ensayo al verificarse el fenómeno que se llama gallear. Se dice que un ensayo ha galleado cuando en la superficie del botón de plata aparecen pequeñas protuberancias o vegetaciones, que por su parecido a crestas han tomado el nombre que indicamos. Este fenómeno es debido a la propiedad que tiene la plata fundida y pura de absorber hasta 22 veces su volumen de oxígeno y de desprender dicho gas cuando vuelve a estado sólido. Si el enfriamiento es brusco, se forma una leve capa que rodea la superficie y contiene en el interior al oxígeno, el cual al escaparse puede proyectar o arrojar partículas de plata que se desprenderán del botón, dando un resultado erróneo del ensayo. Algunos manuales recomiendan dejar que el botón se enfríe por sí mismo una vez que se ha verificado el relámpago, para evitar que gallee; Pegolotti aconseja cubrir la copela "con una lámina de hierro de modo que no toque el ensayo y poco después extrae la copela con todo el ensayo del fuego y déjala ^^^ F. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras,Wù\z.àoYià, 1678, p. 13. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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enfriar". Sin embargo, otros hacen enfriar el ensayo mediante adición de agua antes de retirarlo. El autor del manuscrito 46 indica que debe esperarse a que el ensayo deje de correr y se formen sobre él "manchas como de azeyte" y una nubecilla de humo de color cobrizo; antes de que ésta desaparezca se coloca un paño húmedo sobre el ensayo y éste, por efecto del frío, esclarece (entendemos que se produce el relámpago al solidificarse la plata), entonces se rocía de agua y se deja enfriar; más tarde, con el concurso de unos muelles, se extrae la cendrada del hornillo y se vuelve a rociar con agua hasta quedar completamente frío. Similar es el procedimiento descrito por Juan de Arfe, quien dice que cuando "tras la cubierta colorada, [el ensayo se] descubra claro y redondo, entonces dexarlo reposar vn poco y mirar que se le quite vna nuvezilla que anda encima, la qual antes de ser del todo quitada se sacará la copella a la boca el hornillo y se echará sobre el pailón vn poco de agua con vna cuchareta de hierro que para esto se ha de tener hecha, y sacar luego la copilla fiiera y quitar el pailón antes que se enfríe porque si se enfría se pega en la copella. Esta agua le defiende que no levante granillos"^^^. Estos procedimientos tan distintos (enfriamiento del ensayo mediante uso de agua en el interior del horno o enfriamiento paulatino mediante retirada del fuego) no responden a técnicas usadas en épocas diferentes o determinadas por el uso de distintos materiales sino a procedimientos alternativos que fueron empleados coetáneamente durante las épocas bajomedieval y moderna. La clave para ello nos la proporciona el manual de Francesco Pegolotti cuando, tras recomendar la extracción del ensayo mediante el procedimiento de dejarlo enfriar progresivamente, indica "algunos otros, en el momento que el ensayo está afinado en la copela, lo cubren con un paño mojado y lo apagan en el mismo fiiego, y después lo extraen con los muelles con toda la copela, pero el primer modo es el mejor", denunciando de esa forma la validez del sistema descrito por el autor del manuscrito castellano"^^'.

Extracción del botón del interior de la copela

Una vez enfriada, la copela se coloca de canto sobre un yunque y se golpea en su base con un martillo para la extracción del botón de plata de su interior; Pegolotti aconseja sujetar "la copela con F. B. Pegolotti, La pratica de San Isidoro, manuscrito 46, p. 222); Juan de Arfe, Quilatador E B. Pegolotti, La pratica 378

della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342; Colegiata ff. 129v-130r (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 280. della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 342. FUNDACIOTl JUANELO TURRIANO


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la mano o con los muelles, la golpeas ligeramente volcada sobre una losa o una tabla y el ensayo saldrá fuera". Si la copela está muy caliente será necesario rompeda para desprender el botón, al que quedaría pegada buena parte de la masa de la copela, de ahí la importancia de dejar enfriar ésta antes de proceder a efectuar la extracción; si el proceso ha sido bien realizado y el ensayo se encuentra en buenas condiciones, se desprenderá con facilidad. Sin embargo, otros manuales como el Probierbüchlein

y el de Agrícola recomiendan efectuar dicha operación con la copela aún caliente

"para evitar que las cenizas y los restos de copela se adhieran a la plata, lo que ocurre con frecuencia si el botón no es separado antes de que se enfríe". El manuscrito 46 aporta algunas indicaciones para valorar la corrección del proceso; se observa la superficie del botón de plata una vez enfriado, si se encuentran sobre él unos puntos de color grana muy finos, como puntas de aguja, el resultado ha sido óptimo; si dichas pecas son grandes, el ensayo ha quedado cargado, es decir, no se ha absorbido todo el plomo y todo el cobre; si no hay pecas, es porque el ensayo está estrapasado, es decir, que se ha perdido parte de la plata revuelta con plomo y cobre, absorbida por la copela. Una vez comprobada la buena calidad del botón de plata, éste se limpia y pesa, determinándose en fimción de su peso la ley de la aleación ensayada. El Probierbüchlein

y los manuales de Agrícola y Ercker insisten en que no se limpie de la suciedad

adherida raspándolo o frotándolo ("por miedo a que se pierda parte y el ensayo sea erróneo"), sino tan sólo apretando con tenacillas o alicates por todos lados, de forma que la suciedad y los restos de ceniza se desprendan, pues de otra forma se perdería algo de plata'^"^. Una indicación curiosa relacionada más con lo que hoy llamaríamos "prevención de riesgos laborales" que con la propia operación del ensayo es la contenida en el manual de Agrícola, quien afirma que los ensayadores, durante el discurrír de la operación, debían protegerse los ojos con una tablilla de madera provista de una rendija en medio a través de la que mirar, a fin de evitar que el excesivo calor hiciera daño en los ojos. Tablillas que debieron de resultar de uso tan frecuente entre los ensayadores como los guantes y delantales de piel entre los fimdidores. manuscrito 46, f. 130v (cit. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, p. 222); Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo & Cyril S. Smith, New York, 1949, p. 102; Agrícola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 249; Lazarus Ercker s Treatise on Ores and Assaying, Praga, 1574, ed. A. G. Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, p. 60. " FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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m . BMMimwTOmwmt © Private collection. Paul & Regina Tambuyser

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Fig. 20 Moldes y manos para hacer copelas según los manuales de Arfe y Ercker.

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Fig. 21 Moldes y copelas, bolas de ceniza, fabricación de copelas y lavado de cenizas en la de Ercker.

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© PATRIMONIO NACIONAL

Fig. 22 Diversos modelos de muflas dibujadas en grabados de los tratados de Ercker y Agrícola. En la segunda ilustración, procedente de la Beschreibung de Lazarus Ercker, aparecen igualmente algunos moldes y manos para elaboración de copelas.

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I Private collection. Paul & Regina Tambuyser

I Prívate collection. Paul & Regina Tambuyser

Fig. 23 Diversos modelos de hornos para copelar los ensayos representados en los manuales de Juan de Arfe y de Lazarus Ercker.

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© Prívate collection. Paul & Regina Tambuyser

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Fig. 24 Ensayadores en proceso de trabajo, ensayando la muestra de plata en hornillos de copelación. Según los manuales de Lazarus Ercker, Juan de Arfe y Agricola. © PATRIMONIO NACIONAL

) The Constancen Rosgartenmuseum

Fig. 25 Ensayadores llevando a cabo la operación en el horno y pesando los resultados del ensayo (vidriera Konstanz, 1624).

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© Ricardo Córdoba de la Llave

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Fig. 26 Proceso de preparación de copelas para el ensayo (Campo de Experimentación Arqueológica de las minas carolingias de Melle, Deux-Sèvres, Francia).

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© Ricardo Córdoba de la Llave

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Fig. 27 Proceso de ensayo: preparación de la muestra (aleación), copela lista para ensayar, introducción en el horno, copela en el interior de la mufla (botón de plata), copelas con el botón resultado del ensayo (Campo de Experimentación Arqueológica de las minas carolingias de Melle, Deux-Sèvres, Francia).

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El ensayo del oro

Como hemos indicado, desde el siglo XIV eran ya conocidos y utilizados en las cecas tres métodos para la separación del oro de la plata. En primer lugar, mediante el uso de aguafuerte; en segundo lugar, mediante la técnica de cimentación o cimiento real, la plata era extraída por calentamiento de las hojas de oro con sal y polvo de ladrillo, proceso que convertía la plata en cloruro de plata (tanto Teófilo como Agricola describen este procedimiento); el método de refinado al azufre (donde el añadido de azufre convertía la plata en sulfuro de plata) fue ya descrito por Teófilo y su uso está documentado en Inglaterra desde el siglo XIV, aunque normalmente fue utilizado para separar el oro de la plata y no tanto para la afinación del primero^^?

El ensayo del oro por

aguajuerte

El ensayo del oro con aguafiierte era ya conocido y usado en las cecas castellanas bajomedievales, si bien parece haber sido empleado con menor asiduidad que el método de cimiento. Así parece poder deducirse de un mandamiento dictado por los Reyes Católicos y recogido por Lluis y Navas donde se declara "que algunos ensayadores habían pasado oro fino por aguas fiiertes sin haberlo pasado antes por cimiento real, habiendo dañado ello la ley de la moneda áurea, y se dispuso que todos los ensayadores de las casas de moneda, antes de ensayar el oro por fiiego y aguafuerte, lo hicieran con cemento real"^5®. Sin embargo, el método fue aplicado indudablemente en las cecas medievales, como bien revela el testimonio aportado por el ordenamiento de Alfonso V para la emisión de alfonsíes en la ceca de Iglesias en 1419, al disponer que "cuando se haga moneda de oro, [los guardas] estarán encargados de hacer prueba del oro que portaran las gentes y los mercaderes con ensayo con aguafiierte"^^'. Y además, conforme nos adentramos en los tiempos modernos, este método parece irse divulgando progresivamente; los manuales de Agrícola, Juan de 7\rfe y Fernández del Castillo lo describen de forma detenida, mientras que las ordenanzas del siglo XVIII, relativas a la ceca de Sevilla, obligan al ensayador a poner a su costa hornillos, copelas, plomo y carbón para el ensayo, así como "aguas fiiertes y redomas y las otras herramientas que pertenecen a su servicio"^"^®. M. Campbell, "Gold, silver and precious stones", English Medieval Industries, Londres, 1991, p. 110. J. Lluis y Navas, Las cuestiones legales sobre la amonedación española bajo los Reyes Católicos, Madrid, 1960, p. 125. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 428. 4S0 p_ p¿j.g2 Sindreu, La casa de la moneda de Sevilla. Su historia, Sevilla, 1992, p. 132. I FUNDACION ^^ JUANELO ISij TURRIANO


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Según Guillermo Céspedes del Casdllo, el aguafuerte era un producto caro y difícil de encontrar de la alta calidad requerida para el éxito del ensayo, y por eso los ensayadores preferían fabricarlo ellos mismos. Su fiierza se debía a la proporción y mezcla de ácidos sulfúrico y nítrico que pudiera contener, y las fórmulas usadas para su preparación se basan siempre en la mezcla de caparrosa, alumbre y salitre, a veces con sal amónica^'^^ El primer paso en la realización del ensayo por aguafiierte consistía en afinar el oro y la plata presentes en la aleación, eliminando el contenido en metales no preciosos de la muestra. Para ello, se procedía a la realización de im ensayo por copelación, siguiendo el proceso descrito para el ensayo de la plata, que eliminaba plomo y cobre y dejaba reducido el botón de metal a plata y orofinos'^®.Una vez obtenido este botón, se reducía a lámina o chapa delgada mediante forjado o martilleo, alternando con sucesivos calentamientos, y cuando estaba bien aplanado se introducía en el interior de ima vasija con aguafiierte^^'. Todos los manuales insisten en que el agua utilizada para esta operación debía ser muy fiierte pues "no siéndolo no se ensaya el oro bien ni declara su fineza, y si es floja no afina el oro ni lo pone en su perfe^ión"'^'^^. Una vez introducido el oro en la vasija y cubierto de aguafiierte, se colocaba a fiiego bajo y se dejaba hervir; cuando la mezcla comenzaba a humear y el aguafiierte a hacer ciertos reflejos era señal "de que esta agua se ha afloxado y no tiene fiierza de comer más plata", momento en el cual se debía retirar la vasija del fuego y verter el agua en una redoma o vasija preparada para tal fin. Esta operación era repetida hasta tres veces, añadiendo cada vez aguafiierte nueva, hasta que a la tercera vez, cuando el oro estaba ya afinado, hacía ciertas señales "dando unos saltillos", momento en el que se apartaba definitivamente del fiiego, se lavaba con agua dulce y se extraía de la redoma o cazuela^^^. Una buena descripción de la preparación de los materiales para el ensayo por aguafuerte y de la conducción del proceso puede hallarse en G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda de los reinos de Indias: las cecas indianas en 15361825, Madrid, 1996, pp. 127-129. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 33-34; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, pp. 29-30. Siete martillos "para hacer forgar los ensayos", probablemente usados en esta labor de adelgazar el oro para someterlo a ensayo - p o r aguafuerte o por cimiento-, aparecen citados en inventarios del siglo XV de la ceca valenciana (F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians (segle XV)", Butlleti de Dialectología Catalana, 24, 1936, pp. 120-126). J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 30v. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 34-35; J. Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, pp. 30v y 33r.

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Concluido el tratamiento mediante un último calentamiento sobre el fuego, que tenía por objetivo secar el oro de cualquier resto de humedad que pudiera contener, no había más que pesar la muestra de oro obtenida y, comprobando lo que pesaba de menos respecto a la que se puso a afinar, obtener su ley en quilates.

El ensayo del oro por cimiento

Este método de ensayo del oro parece que fue el más utilizado en las cecas medievales y es también el procedimiento más habitual entre los usados en los siglos XIV y XV para afinar el oro. En realidad, más que un método de ensayo propiamente dicho es un método de afinación, con el que se pueden separar cantidades de oro tan grandes como se quiera; pero como era un proceso costoso y largo, solía aplicarse a pequeñas muestras de moneda o de billones para establecer su ley, aplicando luego esta ley al conjunto del metal ensayado. Realmente, este ensayo debió de ser poco frecuente y es posible que sólo se aplicara cuando se quería comprobar la veracidad de las conclusiones obtenidas mediante el ensayo con puntas o toques, ante las inspecciones de los agentes de la Corona, por ejemplo, o para comprobar, con un mayor grado de seguridad, la ley de la moneda. Porque, en último término, también dependía de los toques, porque para saber si el oro era de 24 quilates, es decir, si estaba completamente afinado tras haber sido cimentado dos, tres o cuatro veces, se recurría al sistema de toques y mediante él se sabía si el proceso se había completado o si la operación del cimiento había de repetirse^*^*^. La cantidad de oro utilizada para hacer el ensayo solía ser muy reducida, más que en el caso de la plata; si en aquél veíamos que solía recurrirse al uso de media onza (14,3 g), el ensayo del oro solía hacerse de un tomín (0,38 g), al que se añadían dos tomines de platafina,si el oro tem'a una ley superior a los 20 quilates, o tomín y medio, si era inferior a los dichos 20 quilates, "según mviere la le^ mirado en el toque"'*^^. Todos los procesos que describimos en las páginas siguientes están tomados de las informaciones vertidas en los manuales de Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, pp. 35-37; Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, pp. 58-59; Agricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, pp. 463 y 466-467; Alvaro Alonso Barba, Arte de los Metales, Madrid, 1640, reimpr. Valencia, 1993, pp. 196-197; Francesco B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 331-333; y Ch. Johnson (Ed.), The De Moneta of Nicholas Oresme and English Mint Documents, Londres-Edimburgo, 1956, p. 84. Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 33. I^^LFUNDACION JUANELO l ^ e j TURRTANO


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a) Preparación de los materiales

Los materiales básicos utilizados para esta operación eran el polvo de ladrillo y la sal; aunque podía ser utilizada para ello sal común, tanto marina como de pozo, la mayor parte de los textos recomiendan el uso de sal de compás o mineral. El ladrillo debía estar muy bien triturado y cernido, de forma que quedase convertido en un polvo muy fino que, sobre todo, no contuviera tierra ni arena; y la sal era triturada y cernida del mismo modo. Por eso resulta habitual hallar citados, en los inventarios del instrumental utilizado en las casas de moneda medievales, pebeteros y morteros para triturar tejas y sal en polvo para refinar el oro, como los que documenta Peter Spufford en las cecas de Londres o Canterbury, en ISl?'^^^. A continuación se hacía la mezcla de ambos ingredientes y se humedecía con vinagre para que quedase ligeramente mojada, de forma que pudiera moldearse con mayor facilidad. Aunque todos los manuales mencionan el uso de estos ingredientes, las proporciones en que deben ser mezclados varían de unos a otros. Juan de Arfe recomienda el empleo de un cimiento hecho con 2/3 de polvo de ladrillo, un 1/3 de sal común molida y un poco de almohatre (sal amónica, también llamada en la época almojatre o sal amoníaco); Fernández del Castillo, la mitad de polvo de ladrillo y la otra mitad de sal, añadiendo almohatre o tártaro (tartrato de potasio); Agricola dice que el cimiento se puede hacer de varias formas y proporciona algunas recetas de contenido semejante a la de Fernández del Castillo (1/2 libra de polvo de ladrillo, 1/4 de libra de sal, una onza de salitre, 1/2 onza de sal amoníaco y 1/2 onza de sal mineral; y otra de 1/2 libra de polvo de ladrillo, 1/3 sal mineral, una onza de salitre y media de sal común); finalmente, T^varo Alonso Barba incluye 3/4 partes de polvo de ladrillo, 1/4 parte de sal de compás o mineral y 1/2 onza de almohatre. Aunque todos estos autores de los siglos XVI y XVII recomiendan añadir al cimiento almohatre, salitre o tártaro para reforzar su acción, lo cierto es que algunos textos medievales aluden sólo al uso de polvo de ladrillo y de sal. Así lo hace el manual de Francesco Pegolotti, quien nos proporciona además la clave para entender por qué existieron diversas recetas, con proporciones muy diversas, para mezclar los ingredientes del cimiento. Afirma él que para afinar oro de 12 a 16 quilates de ley hay que mezclar 4/5 partes de ladrillo con 1/5 parte de sal; para afinar oro de 16 a 20 quilates P. SpufFord, "Mint organisation in late medieval Europe", Later Medieval Mints: Organisation, Techniques, Oxford, 1988, p. 11. 388

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and

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de ley, en cambio, se mezclan 3/4 partes de ladrillo y 1/4 parte de sal; y, por úldmo, para afinar el oro comprendido entre los 20 y los 24 quilates, la proporción debe ser de 2/3 partes de polvo de ladrillo y 1/3 parte de sal, porque "cuanta más sal tiene el cimiento tanto más fiierte es y cuanto el oro es más alto más fiierte quiere el cimiento"; una indicación similar a la contenida en el británico Tratado de la moneda áurea, redactado en torno a 1350, que sólo menciona polvo de ladrillo y sal como ingredientes del cimiento y señala, como Pegolotti, que "cuanta más ley tiene el oro más sal se debe añadir, y si menos, menos". Sin embargo, un recetario hispano del siglo XV vuelve a incluir un producto añadido a la teja y a la sal, como es el aceje. Se trata del manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier que, en su receta "Así se hace el cimiento", recomienda añadir sal común al preparado de aceje, teja roja bien triturada y cribada, todo mezclado "y haz un lecho de los dichos polvos; pon encima una lámina y cubre con dicho polvo, y pon otra y cubre, y así hasta que quieras y pon todo entre dos tejas cóncavas y úntalas, envuélvelas con barro y déjalo estar así hasta que se seque. Y después ponlo en fiaego suave bien cubierto de una y otra parte y déjalo por dos o tres horas o más según veas que conviene"^"^'.

b) Preparación del oro en la vasija

El siguiente paso consistía en la preparación del oro y del cimiento en el interior de la vasija donde tenía lugar el ensayo. El oro se podía cimentar en fiarma de delgadas láminas u hojas o enfiormade granalla, es decir, de granos o porciones menudas. En el ordenamiento de Alfonso V de 1419 se testimonia la cimentación del oro en láminas, pues indica que de los rieles "sean hechas planchas aptas para meter en cimiento y se tome de ellas peso de 4 onzas... y todas las planchas de peso de 4 onzas hechas del oro de la dicha toca, sean metidas igualmente en cimiento tantas veces como sea necesario para que toda la liga salga fuera de ellas"^^°. Sin embargo, Francesco Pegolotti describe los dos métodos normalmente utilizados en época medieval, uno para hacer el oro granalla y otro, para batirlo en hojas. Para hacer la granalla o granar

R. Córdoba, "Un manuscrito técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España Medieval, 28, 2005, p. 47. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 354-355. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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el oro, se ponía sobre el fiiego una vasija llena de agua; a continuación, se tomaba un crisol y se fundía en su interior la cantidad de oro que se deseaba cimentar. Cuando el agua de la primera vasija estaba hirviendo, se extraía el oro fiindido del crisol y se iba depositando en el agua hirviendo en pequeñas partes, hilo a hilo, "porque si lo metes todo a la vez el oro se amasaría todo junto en el vaso de agua y no se desgranaría"; una vez introducido en el recipiente poco a poco, el oro se desgranaba en el agua, de forma que sólo había que vaciar posteriormente el recipiente sobre un tamiz o criba que dejara pasar el agua y retuviera el oro hecho granalla. Para hacer las delgadas hojas que en otras ocasiones se empleaban para ensayar por cimiento, lo más habitual era afinar previamente el oro en forma de granalla, dándole dos o tres cimientos según el procedimiento que más adelante describimos; y cuando se había afinado parcialmente (por ejemplo, se había elevado de 16 a 20 quilates) y se dejaba ya batir en hojas, éstas se obtenían mediante forja o martilleo. ¿Por qué existieron estas dos posibilidades o procedimientos de cimentar el oro, en granos o en hojas? Pegolotti nos proporciona, una vez más, la respuesta al afirmar que no todos los oros debían ser desgranados antes que batidos en hojas, pues para cimentar oro de 21 o 22 quilates lo normal era hacerlo directamente en forma de láminas. Pero como el oro de menos de 18 quilates no se dejaba batir en hojas, "porque dándoles con el martillo sobre el yunque se agrietan", si se quería ensayar un oro de menor ley, primero había que cimentarlo en granalla, por lo menos hasta alcanzar los 20 quilates, y sólo entonces se podía batir en hojas. De manera que ambos procedimientos no eran excluyentes, en ningún caso, sino más bien complementarios, puesto que para ensayar el oro de 12 o 14 quilates lo normal era realizar los dos o tres primeros cimientos en granalla (hasta convertirlo en oro de 18 o 20 quilates de ley) y llevar a cabo los últimos en forma de láminas, cuando ya se dejaba forjar. Una vez preparado el oro, de una u otra forma, se tomaba una olla o vasija de barro que todos los autores, de Francesco Pegolotti a Juan de Arfe, insisten en que sea nueva, posiblemente para resistir mejor la presión y la temperatura a que era sometida durante el proceso. En su fondo se ponía una primera capa de cimiento de un dedo de gruesa, "muy apretado en el suelo de la olla" (Arfe), y encima de esta primera capa, un lecho de granalla o de hojas de oro; seguía otra capa de cimiento, otro lecho de oro, y así sucesivamente se iba rellenando la vasija mediante capas alternas de oro y cimiento, "como quien mete queso gratinado sobre la lasaña" (Pegolotti), hasta llenar la 390

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olla que debía quedar colmatada con un lecho de cimiento. Los lechos de cimiento no debían ser muy gruesos sino tan sólo lo suficiente para cubrir el oro. Y si el oro se introducía en fiarma de planchas u hojas, resultaba conveniente que se depositaran en el interior de la vasija ligeramente mojadas en vinagre, según Juan de Arfe y Juan Fernández del Castillo, sólo en agua, según Francesco Pegolotti, "porque estando mojadas toman mejor el cimiento". Una vez concluida la "carga" de la vasija, era cubierta con una tapadera de barro y embarrada o enlutada (es decir, recubierta mediante luto sapiente: mezcla húmeda de arena, estiércol y paja, que servía de aislante) por todo su exterior. Esta misma indicación se recoge en el manuscrito de Montpellier al indicar "haz un lecho de los dichos polvos; pon encima una lámina y cubre con dicho polvo, y pon otra y cubre, y así hasta que quieras y pon todo entre dos tejas cóncavas y úntalas, envuélvelas con barro y déjalo estar así hasta que se seque"^^'.

c) Conducción del proceso

Preparada la vasija o vasijas que debían ser puestas al fuego, eran a continuación introducidas en un hornillo para proceder a su calentamiento. El hornillo debía estar provisto de una cámara de combustión inferior, donde se depositaba el material combustible, y de otra cámara superior para la colocación de la vasija; ambas cámaras iban separadas por un suelo horadado con múltiples orificios para que la llama pudiera incidir directamente en la base de la olla (como en los hornos de los alfares). La cámara superior, después de colocadas las vasijas, se cubría con multitud de fragmentos de ladrillo o tejas sueltas, "puestas a caso flojamente porque el humo tenga por donde respirar" (Arfe) y, en ocasiones, también se añadían fragmentos de tejas entre las vasijas puestas a ensayar, "de forma que llenen la mitad superior del horno" (Fernández del Castillo)^^^. Acto seguido el fiiego era encendido mediante el uso de retama y astillas y se iba añadiendo la leña poco a poco, a fin de que el fuego ardiera mansamente, sin gran fuerza y sin detenerse. Los manuales de Juan de Arfe, Fernández del Castillo o el mismo Francesco Pegolotti recomiendan el R. Córdoba, "Un manuscrito técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España Medieval, 28, 2005, p. 47. ^^^ Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras, Valladolid, 1678, p. 37; Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores. Madri, 1623, p. 59. FUNDACION JUANELO I ^ L j TURRIANO


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USO de leña sin otra especificación, pero Agricola recomienda el uso de madera de roble, encina o marojo, "ya que de estas clases de madera se hace el fiiego lento y duradero que necesita esta operación". El motivo de utilizar leña y no carbón en este tipo de hornos y de mantener un fiiego bajo y constante era que si se alcanzaba una temperatura muy elevada (lo que se podía producir mediante la adición de gran cantidad de leña al mismo tiempo o de un combustible de elevado poder calorífico, como era el carbón) el oro se fiindía -y, evidentemente, no debía fiindirse para que tuviera lugar la cimentación de fiarma correcta-, mientras que si la temperatura obtenida era insuficiente, el cimiento no haría su efecto y no iría absorbiendo la liga de plata/cobre contenida en el oro; en suma, en palabras de Juan de Arfe, "porque no se funda el oro con gran fiiego ni deje de obrar el cimiento por poco"^^'. Por eso también el manuscrito H490 de Montpellier habla de aplicar en este tratamiento un fiiego suave: "Y después ponlo en fiiego suave bien cubierto de una y otra parte y déjalo por dos o tres horas o más según veas que conviene"^^"^. De esa forma mansa y constante el fiiego era mantenido durante 24 horas, "un día y una noche" indica Pegolotti, o poco más. Agricola afirma que si el horno había sido calentado durante dos horas antes de introducir las vasijas con el oro cimentado, la cimentación debía durar 24 horas, pero si el horno se hallaba frío, debía prolongarse al menos por espacio de 26 horas. Aunque Fernández del Castillo indica que cada 24 horas el oro subía (se afinaba) tres o cuatro quilates, Francesco Pegolotti y Alvaro Alonso Barba están de acuerdo en afirmar, en cambio, que cada 24 horas el oro solía elevarse en dos quilates: "asentado está entre plateros que en cada doce horas se sube un quilate, pero no es aquesto infalible ni siempre se requiere tanto tiempo" (Barba). La elevación más o menos rápida en la ley del oro, es decir, la progresión más o menos acelerada del proceso de afinación dependía de tres factores interrelacionados: la composición del cimiento empleado, la ley del oro y la temperatura del horno. Francesco Pegolotti indica que si el oro era de ley inferior a los 20 quilates, cada fuego subía dos, pero que si era de más de 20 quilates se afinaba "con mayor fatiga", de forma que en cada fuego o cimiento quizá sólo podía hacérsele subir un quiAgricola, De Re Metallica, 1556, ed. Carmen Andreu, Madrid, 1992, p. 467; Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata, y piedras, Valladolid, 1678, p. 37. R. Córdoba, "Un manuscrito técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España Medieval, 28, 2005, p. 47. 294

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late; la misma indicación aparece en Fernández del Castillo cuando afirma que "cuanto más subido de ley es [el oro] más despacio purga la plata". Por eso, como hemos visto al hablar de las recetas del cimiento, cuanta más ley tenía el oro, un cimiento más fiaerte se utilizaba y por eso también, a ley más alta, mayor temperatura se aplicaba al fiiego. Francesco Pegolotti indica que "haciendo fiiegos grandes e inconvenientes se le hace subir [al oro] más rápido, pero no saldrá de tanta utilidad y provecho", pero que sin embargo cuanto más ley tenía el oro, o lo que es lo mismo cuanto más fino era, mejor sufiría el fiiego, así que en los últimos cimientos se podían alcanzar temperaturas más elevadas que, a su vez, permitían un proceso más intenso. Temperaturas más elevadas y cimientos más fiiertes, con mayor contenido en sal, servían parafiorzarmás la afinación del oro y eran empleados, por lo tanto, con oros de 22-23 quilates que ya resultaban muy difíciles de afinar. En cualquier caso, como quiera que el grado de temperatura y la fuerza del cimiento venían determinados por la propia ley del metal, no podían ser empleados más que con oro de alto quilataje y el proceso, con oro de menor ley, tenía que realizarse de forma mucho más controlada. Por este motivo, lo normal era tener que repetir la operación varias veces, de forma que el oro de 12 o 14 quilates debía ser puesto a cimiento (por lo general, durante 24 horas) dos o tres veces hasta conseguir afinarlo por completo y convertirlo en oro de 24 quilates. Como es lógico, cada vez que se repetía la operación se renovaba el cimiento utilizado, añadiendo un cimiento nuevo y más fuerte, es decir, con mayor contenido en sal, porque el oro era cada vez más fino o de mayor ley y aplicando una temperatura más alta en el horno. Una vez concluido cada cimiento, se extraía del horno la vasija, se retiraban las tapaderas y se dejaba que la vasija se enfriara por sí misma, o se colocaba en un recipiente con agua para enfriarla con mayor rapidez; Francesco Pegolotti recomienda dejar enfriar la olla por sí misma durante una hora una vez extraída, mientras que por el contrario Juan de Arfe asegura que lo mejor es introducirla en una vasija con agua para enfriarla. Ya vimos que ambos métodos de extracción del ensayo del fiiego aparecían también en el caso del ensayo de la plata, refrigeración rápida con agua o enfriamiento al aire, y en ambos casos no debieron responder sino a distintas prácticas seguidas por los ensayaFUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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dores, pues parece que ambos procedimientos eran aplicados y podían ser igualmente válidos. Las piezas (granos o láminas) de oro y el cimiento a ellas adherido eran separadas mediante el uso de un rodillo para aplastar los trozos e ir liberando el metal. Y, una vez separado el oro del cimiento, el material terroso que componía se guardaba aparte, pues contenía oro y plata retenido durante el ensayo, dado que resultaba prácticamente imposible evitar la pérdida de una pequeña parte de oro que se iba mezclada con la plata y con el cimiento, durante el proceso, sin "que el oro no se vaya tanto o cuanto en el cimiento" dice Pegolotti. El ensayo por cimiento concluía lavando bien el oro extraído y procediendo a realizar su ensayo por el sistema de toques que ya describimos para determinar su ley y comprobar si había sido afinado por completo. Si no estaba totalmente fino, debía ser puesto nuevamente al fiaego, repitiendo la misma operación otras 24 horas, y darle un segundo, tercero o cuantos cimientos fireran necesarios hasta conseguir separar completamente el oro de la liga plata-cobre con que estaba aleado, es decir, hasta elevarlo a los 24 quilates, repitiendo siempre la operación, como dice Arfe, "sin tornarlo a fiindir sino asi espongioso como queda".

Fig. 28 Página del manual de TVrfe conteniendo la descripción del proceso de cimentación del oro y un grabado de un horno de cimiento. © Biblioteca Nacional de España

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d) Afinación del cimiento

Una vez finalizado el proceso de afinación del oro, y llevado éste hasta los 24 quilates, el ensayo por cimiento real se hallaba concluido y, para comprobar la aleación, como en el caso de la plata, bastaba con comparar el peso del oro resultante con el del oro puesto a ensayar para conocer qué proporción de metal fino contenía la liga original. Pero como quiera que en el cimiento que restaba del proceso (es decir, la mezcla de polvo de ladrillo y sal con los metales contenidos en la liga, plata y cobre principalmente) solía quedar todavía una pequeña parte de oro y toda la plata contenida en la aleación, resultaba habitual tratar ese cimiento para recuperar la poca o mucha cantidad de oro y plata que había absorbido'^^^. Para separar el oro absorbido durante el proceso, la operación se iniciaba mediante el lavado y desgranado del cimiento; a continuación, el cimiento desgranado era introducido en un cubo o tina de madera y revuelto con mercurio. Con ayuda de una piedra o un trozo de madera recia, se procedía a mezclarlo bien durante doce horas en el transcurso de las cuales el oro, paulatinamente, se iba adhiriendo al mercurio. Una vez que todo el oro se había separado del cimiento, éste era nuevamente lavado y separado del mercurio. El mercurio, que llevaba el oro, era entonces colocado dentro de un odre de piel de ciervo que se apretaba lo más posible para que, gracias a la presión ejercida, el mercurio traspasara el cuero del odre mientras el oro permanecía en su interior, amasado todavía con algún mercurio. Acto seguido, la mezcla oro-mercurio se colocaba en un crisol al fiiego para, cubierto con carbón, ponerlo al rojo y el mercurio calentado se iba convirtiendo en humo mientras el oro residual queda en el recipiente amasado y sólido. Una vez recuperado, este oro debía tenerse en cuenta para hallar la ley exacta del metal ensayado, aunque solía ser una cantidad poco significativa^^^. El proceso de cimentación y de afinación del material, tal como era llevado a cabo en las cecas americanas en el siglo XVIII, aparece descrito en G. Céspedes del Castillo, Las casas de moneda en los reinos de Indias: las cecas indianas en 15361825, Madrid, 1996, pp. 142-145. ^^^ Esta recuperación del oro contenida en el cimiento se hacía mediante un procedimiento idéntico al de la afinación del oro mineral, de forma similar al proceso de copelación de la plata, que era muy parecido en el caso del ensayo y en el caso de la afinación de la galena. Como en su estado de impureza, el oro contiene siempre otros metales como plata (que puede llegar al 25%), cobre y paladio, su reducción se efectuaba por este procedimiento de "amalgama", basado en la facultad que tiene el mercurio de penetrar en el oro y formar con él una masa de la cual puede ser recuperado después por sublimación a calor. El proceso comenzaba triturando el mineral hasta reducirlo al tamaño de granos de arroz; luego, era dejado reposar, por espacio de una semana, dentro de tinas en las que se le añadía el mercurio (mezclado con cal a fin de FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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El paso siguiente y último de todo el proceso consistía en separar la plata que todavía permanecía revuelta con el cimiento. Para hacerlo, se tomaba el cimiento que se había separado del mercurio y que se había guardado bien lavado, y se procedía a secarlo; una vez seco, se tomaba la vasija donde se afinó el oro y se trituraba y el polvo triturado de la vasija y el cimiento eran concienzudamente mezclados, en proporción de tres partes de cimiento por cinco partes de arcilla. En ese momento, se tomaba una determinada cantidad de plomo que era puesto a fiandir en un crisol; una vez iniciada la fijsión del plomo, se añadía la mezcla con el cimiento y se dejaba fiindir de fijrma que, poco a poco, iba haciéndose masa con el plomo. Esta masa era después extraída del crisol y, dejada enfiriar, triturada en fi)rma de polvo fino. El último paso consistía en someter esta mezcla a copelación, defíarmasimilar a como se describió en el caso del ensayo de la plata: se preparaba una copela con ceniza y arena (5/6 partes de ceniza por 1/6 parte de arena), se fiindía en su interior el cimiento con el plomo y mientras el plomo y el cobre eran absorbidos por la copela, la plata permanecía en su seno en forma de brillante botón. Este método de extracción de la plata residual, minuciosamente descrito en el manual de Francesco Pegolotti, es también mencionado en el manual de Juan de Arfe cuando afirma que "el cemento que ha absorbido plata o cobre, después de haber vertido agua en él, se seca y tritura, y mezclado con plomo, se funde en un horno de copelar y se separa la plata"^^^. Esta última técnica de afinación del oro, basada en el uso de la amalgama de mercurio, aparece descrita en la receta número 43 del manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier. Con el título de "Para apurar toda tierra que tenga algún metal" se recomienda mezclar en una artesa dicha inhibir la formación de cloruros y sulfuros de mercurio y de ácido sulfúrico producido por la descomposición del mineral). Ahí se formaba la amalgama, que luego se destilaba en la última fase del proceso mediante el uso de un alambique de hierro compuesto por una copa y un depósito unido a ella y provisto de un largo tubo; la amalgama se alojaba en la copa y el alambique se colocaba sobre un fuego a carbón introduciendo el extremo del tubo en un recipiente lleno de agua. El vapor de mercurio liberado se condensaba velozmente y, en pocos minutos, volvía turbia el agua del recipiente donde caía el tubo; cuando terminaba la salida de bolas de mercurio, el proceso se daba por concluido. El alambique se retiraba del fuego, se dejaba enfriar y se abría, apareciendo en el interior de la copa una costra compuesta de una mezcla de oro, un poco de plata y una mínima cantidad de mercurio, hierro, cobre, plomo y otros elementos menores. La costra era recogida rascando las paredes y el fondo de la copa y vertida en un pequeño crisol que, colocado sobre un fuego al que se elevaba la temperatura por medio de fuelles, permitía la flisión de los elementos mediante el añadido de bórax. Terminada la fusión, el crisol se retiraba del fuego y se dejaba enfriar hasta que era posible recoger el "botón" de oro "rojo", todavía impuro por la presencia de plata y otros elementos menores no volatilizados (M. del Soldato, "Metallurgia dell'oro nella Valle Anzasca del Seicento: metodi e strumenti". Dal basso fuoco all'altoforno, Brescia, 1991, pp. 348-352). E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 334-336; Juan de Arfe, Quilatador de oro, piata y piedras, Valladolid, 1678, p. 468.

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tierra con vinagre y mercurio (o, caso de no disponer de vinagre, con tártaro y sal); a continuación, se coge medio ladrillo o una piedra áspera y se va frotando la tierra con el vinagre, operación mediante la cual todo el metal en ella contenido quedará adherido al mercurio. Si concluido el proceso de refregado el mercurio está hecho "amalgama dura" es que continúa habiendo metal, por lo que habrá que añadir más mercurio y continuar frotando hasta que todo el metal quede apurado. Este método aparece ya descrito en algunas recetas del Mappae Clavicula y se trata de un proceso similar al que Pegolotti describe para la extracción del oro que ha quedado mezclado con el cimiento tras proceder a la cimentación antes descrita: primero se mezcla el cimiento con mercurio, se refriega bien con una piedra o trozo de madera y, una vez adherido el metal al azogue, éste se calienta en el interior de una vasija con fiiego de carbón de forma que "cuando el azogue sienta el calor del fuego se irá en humo y el oro quedará en la vasija amasado y sólido". En fecha más tardía era también aplicado a la plata; los tratados de Juan Fernández del Castillo y Alvaro Alonso Barba recomiendan colocar la plata mezclada con el cimiento en un vaso de piedra y revolverlo con azogue, "amasando muy bien con un rodillo o piedra" como indica Castillo, hasta que la plata se va pegando al mercurio, y luego ambos metales se separan calentando el mercurio que se volatiliza''^®. Por último, la receta 44 del recetario de Montpellier titulada "para apartar oro de todos los metales", y referida en concreto a la separación del oro de la plata, describe un proceso "clásico", conocido desde época grecorromana y que aparece mencionado en numerosos textos del siglo XV y en todos los grandes tratados metalúrgicos del XVI: el proceso de afinación del oro, o de separación del oro de la plata y del cobre contenidos en la aleación, mediante uso del azufre o del antimonio. El antimonio al que se refieren estas recetas es sulfuro de antimonio, no el metal puro, y tiene el mismo efecto que el azufre; reaccionando con una aleación de oro y plata, se forma sulfuro de plata (que no se mezcla con el metal) y el antimonio o azufre arrastra consigo todo el oro, que se deposita en el fondo de la vasija^^'. La receta castellana mezcla dos partes de azufre y una de sal, el metal del que se quiera separar el oro se hace láminas delgadas y se pone en el interior de un crisol "a lechos E B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, p. 334; Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, p. 60; Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640, reimpr. Valencia, 1993, p. 197. El uso de esta técnica desde época clásica es señalado por R. Forbes, "Metallurgy", A History of Technology, vol II: the Mediterranean Civilizations and the Middle Ages Ch. Singer, E. Holmyard), Oxford, 1956, p. 42. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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con los dichos minerales". Una vez tapado y enlodado, el crisol se pone sobre el fiaego y cuando el metal esté fiindido, tras dar unos golpes al crisol, se separa el oro (que "se irá abajo") de la plata u otros metales que permanecerán encima. Si el método no da resultado, se repite una segunda vez añadiendo más azufre (tres partes por una de sal) y una sexta parte de plomo (lo que hace fundir a temperatura inferior) o de antimonio ("que es mejor", en palabras del autor de la receta). El manuscrito Sloane 1754 incluye ya una receta similar para la afinación del oro mediante la adición de azufre; la receta número 100 del manuscrito 941 de la Biblioteca Nacional de Florencia, titulada "A partire Foro de l'argento", describe un proceso similar, pues se mete la plata o metal del que se desee separar el oro en un crisol con azufre, se calienta una vez, se saca del horno y se deja enfriar; luego, se vuelve a fundir hasta que se encuentre "el oro abajo". El proceso se encuentra igualmente descrito en el manual de Pegolotti bajo el encabezamiento "A partire oro da atiento", donde se va añadiendo azufre a la plata mientras se calienta al fuego de carbón para al final del proceso hallar el oro sólido en la parte baja de la vasija y los restantes metales, mezclados con el vapor del azufre, en su parte superior. Diversas recetas de cómo apartar oro y plata del Probierbüchlein del año 1500 testimonian el uso del azufre o del antimonio en este proceso; la número 70, llamada "Cómo apartar plata del oro", donde se mezcla la aleación oro-plata con una parte de antimonio, una de cobre y una de plomo, se introduce en un crisol con azufre, se cubre de forma que no escape vapor y se da fuego, cuando se enfría, se halla el oro en la base. En la receta 85 se especifica que la materia usada para separar plata de oro está hecha de una libra de azufre, media de sal (la misma proporción que la receta castellana) y un poco de sal amoníaco. Y hay una receta aún más parecida a la castellana, la número 102 "Separando oro de plata" que recomienda poner la mezcla de dos libras de azufre y una de sal en el fondo de un crisol y la liga plata-oro encima, luego otra capa de materia, en capas como en la cimentación, se le da fiiego y, cuando se saca, se encuentra el oro separado en la parte de abajo. Este proceso de separar el oro mediante uso del antimonio o del azufre se encuentra también descrito en el manual de Biringuccio, en el capítulo titulado "Método de separar oro de plata por medio de azufre o antimonio"; en la Beschreibungà& Lazarus Ercker; y en el manual de Alvaro Alonso Barba, "De otros modos con que se aparta el oro de la plata", donde explica que el azufre molido se 398

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El trabajo de la moneda: técnicas, procesos, utillaje

introduce con el oro en una vasija y tras darle ñiego "báxase con aquello el oro al fondo y la plata se queda arriba mezclada con el plomo y cobre y humor del azufre" y el método de separación mediante el uso de antimonio, en lugar de azufre. También aparece esta técnica en una receta del Lapidario de Alfonso X, cuando indica "si el oro fuere dannado con otro cuerpo uil, deuen y meter al fondir del sufre e boluer con él de la piedra que dizen marcassita ca estol aparta de todos los otros metales e alimpial de toda suziedat et esto es porque el sufre quema todos los otros cuerpos si mucho está con ellos si no el oro et otrossi la marcassita a en si natura de sufre"^®°. Ahora bien, estos procesos de afinación del oro, o más bien de separación del oro y la aleación en él contenida, tanto mediante el uso del mercurio como del azufre, aunque bien conocidos en época medieval, fueron empleados en las cecas hispanas con carácter absolutamente secundario. En realidad, el gran protagonista del sistema de ensayo del oro fue el de puntas y toques y, si hablamos de procedimientos químicos, el del cimiento real y, muy en segundo término, el ensayo por aguafiierte. Es por eso por lo que en los textos monetarios la práctica totalidad de referencias se centran en dichos procesos.

M. Campbell, "Gold, Silver and Precious stones", English Medieval Industries, Londres, 1991, p. 110, citando el folio 205 de dicho manuscrito; Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Fondo Palatino, ms. 941 "Ricette dal XVI secolo", f 15v; F. B. Pegolotti, La pratica della mercatura, Florencia, 1340, ed. A. Evans, Cambridge Mass., 1936, pp. 336-337; Bergwerk- und Probierbüchlein, 1500, ed. Anneliese G. Siseo 8i Cyril S. Smith, New York, 1949, pp. 114, 120 y 125; The Pirotechnia ofVannoccio Biringuccio. The Classic Sixteenth-Century Treatise on Metals and Metallurgy, ed. C. S. Smìdb. & M. T. Gnudi, Dover, 1990, pp. 201-202; Lazarus Ercker's treatise on ores and assaying, Praga, 1574, ed. A. G, Siseo & C. S. Smith, Chicago, 1951, pp. 195-196; Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, 1640, reimpr. Valencia, 1993, caps. 11° y 12° del libro III, pp. 192-193; Primer lapidario del rey Alfonso Xel Sabio, edición facsímil del códice h J . l S de la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 1982, £ 21v. FUNDACION JUANELO I^Lj TURRIANO


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CONCLUSIONES

La fabricación de moneda flie una de las actividades industriales que contribuyó en mayor medida al progreso de la ciencia y de la técnica en época medieval. Ya hemos mencionado repetidas veces, a lo largo de nuestro estudio, que esa contribución fiie debida en gran parte al altísimo grado de exigencia en exactitud que todos los procesos técnicos y de control realizados en las cecas revestían; y ese elevado grado de exigencia vino determinado, a su vez, por el cuidado extremo con que eran controlados en la época todos los trabajos relacionados con el uso de los metales preciosos -control justificado tanto desde un punto de vista económico (para aprovechar al máximo el valioso metal) como legal (evitando los fraudes y robos o garantizando las leyes de las aleaciones)—. En este terreno, las labores monetarias contribuyeron especialmente al temprano desarrollo de dos disciplinas básicas de la ciencia actual. En primer lugar, las matemáticas, tanto en los trabajos relacionados con el manejo de los sistemas de pesas y medidas utilizados para comprobar la talla y la ley de las monedas, como en las combinaciones aritméticas mediante las que se calculaba y llevaba a cabo la aleación de los metales integrantes de cada emisión. No sólo durante la Edad Media sino hasta el siglo XVIII, constituyó un campo innovador de aplicación y desarrollo de la aritmética, como muy bien ha demostrado J. Williams en su magnífico artículo sobre matemáticas y aleación de moneda, y como ponen de evidencia los diferentes manuscritos y manuales impresos, tanto hispanos como de otras regiones europeas, que se escribieron, copiaron y publicaron entre los siglos XTV al XVII y que hemos ido estudiando en esta obra. En segundo término, la química, terreno en el que incidieron con particular fijerza las labores llevadas a cabo para la blanquición de la moneda (al fin y al cabo, la aplicación de sustancias capaPUNDACION •JUANELO TURRIANO


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ees de absorber el cobre superficial de los cospeles y dejarlos brillantes fire un proceso puramente químico) y para el ensayo de la misma (tanto en lo referente al ensayo de la plata por copelación, que se efectuaba para comprobar la ley, como a las diferentes técnicas usadas para la afinación o elevación de la ley de las barras o las planchas de metal precioso). Investigadores dedicados al estudio de la química en el siglo XVI, como Cyril Smith, destacaban este campo como aquél en donde se alcanzó un mayor desarrollo técnico en el siglo XVI. En ambos casos, la labor monetaria constituyó tm claro precedente en la historia de la química y de las matemáticas modernas. De hecho, los historiadores de la ciencia se han fijado y han destacado la importancia de dichas labores para época moderna, pero la aparición de los nuevos textos manuscritos que hemos estudiado en las páginas precedentes hacen que podamos hablar de un desarrollo de estas disciplinas más temprano que el considerado hasta ahora, pues ya en época bajomedieval (al menos desde el siglo XIII) se utilizaron técnicas y procedimientos matemáticos semejantes, y con un grado de complejidad equivalente, a los que se siguieron utilizando en los siglos XVI y XVII. Es seguro que dichas técnicas son mucho más antiguas, pues también en la Alta Edad Media o en el mundo romano se fabricaron monedas, y los monederos hubieron de saber efectuar operaciones y cálculos como los que aparecen reflejados en los textos de los siglos XIV y XV; pero no es hasta dichos siglos cuando contamos con un volumen de información escrita suficiente para estudiar el problema con un mínimo de seguridad y profiandidad. Como también hemos indicado anteriormente, es entonces cuando comienzan a aparecer textos manuscritos de carácter técnico que, ya sea por la laicización de la sociedad a partir del siglo XII, ya por la diflisión del uso del papel y de los vehícidos de transmisión escrita del conocimiento, ya simplemente porque fuera entonces cuando comenzaran a fijarse con carácter general dichos saberes en soporte escrito, lo cierto es que los siglos bajomedievales constituyen, hoy por hoy, el ptmto de partida de nuestro conocimiento en la materia. Y ello es sumamente importante porque, vuelvo a insistir, evidencia que ya en época medieval se emplearon procesos y cálculos que muchas veces han sido vistos como resioltado del desarrollo de la ciencia "moderna" a partir de los cambios científicos y culturales operados durante el ñamado Renacimiento de los siglos XV y XVI, cuando en realidad son muy anteriores. Y sirven igualmente para romper tma lanza por las tan, a veces, denostadas y menospreciadas ciencia y técnica medievales, poniendo de evidencia que la Edad Media fue un período de extraordinaria fecundidad en el desarrollo de dichas disciplinas, y no sólo la Europa moderna. 3O3

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Conclusiones

Y qué duda cabe que uno de los ámbitos donde esas materias encontraron un vehículo de desenvolvimiento apropiado fiie, precisamente, el de los talleres monetarios, las llamadas "casas de moneda" de época medieval, donde se llevó a cabo una de las mayores actividades empresariales de la época, labor que exigía fiiertes inversiones, un elevado número de personal contratado y la presencia de oficiales cualificados desde el punto de vista técnico y matemático. Ello contribuye a explicar por qué en numerosas ocasiones el arrendamiento de las cecas fuera realizado por mercaderes, que disponían de los medios económicos para acometer dicha empresa y, sobre todo, de los conocimientos técnicos y contables para llevar adelante su explotación. De hecho, la relación mercader-moneda fue, más que evidente, imprescindible en época bajomedieval, puesto que resultaba necesario tanto a los monederos como a los mercaderes conocer todos los secretos del uso y de la composición de las monedas y del metal precioso, para dedicarse al cambio, no ser engañados en el tráfico de mercancías o valorar la moneda por su valor intrínseco. Francesco Pegolotti lo proclama de forma evidente en su manual y quizá la mejor muestra de esta relación sea la muy variada y rica información sobre monedas contenida en los manuales de mercadería, tanto desde el punto de vista de su composición como de las equivalencias en el valor de los diversos tipos usados en cada ámbito comercial. Como quiera que para los mercaderes resultaba tan imprescindible conocer el valor y la calidad de las monedas, su paridad y cambio, como saber reconocer la calidad o el buen estado de los productos que adquirían, conocer con detalle las rutas marítimas o las diversas técnicas mercantiles y financieras empleadas en la actividad comercial de aquel período, es evidente que las técnicas y cálculos relacionados con las labores monetarias fiie una más de las cuestiones que se abordaron dentro de la formación recibida por este grupo social en los siglos XIV y XV. Por último, todo este panorama que hemos descrito en relación con el trabajo de la moneda pone en evidencia otro hecho de igual importancia, que también es necesario destacar, y que es la incidencia directa que los oficios llamados artesanales, mecánicos o manuales de época medieval tuvieron para el desarrollo científico y técnico de los conocimientos en la sociedad occidental pues, en efecto, labores como las monetarias, pero también las llevadas a cabo por tántorems, curddores, alfareros o metalúrgicos medievales, tuvieron una importancia decisiva a la hora de oágir di desarrollo de nuevos recursos, el conocimiento de nuevas técnicas y procesos y, sobie FUNDACION JUANELO TURRIANO


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por escrito de los mismos, a fin de transmitir y enseñar dichos conocimientos en los ámbitos correspondientes de aplicación. Por ejemplo, los tintoreros debían saber usar las tintas, triturar y preparar el polvo, disponer el agua a la temperatura adecuada, añadir los ingredientes en las proporciones y orden necesarios, todos ellos factores clave en un proceso de gran dificultad y cuyo mal desarrollo conducía inexorablemente a quemar las telas o a que se destiñeran con rapidez. Es absurdo pensar que no existieron manuales de tintoreros en época medieval, como de tantos otros oficios, textos que deben ir apareciendo, como lo han hecho los tratados médicos de la época. Además, dichos manuales de literatura técnica, igual que los propios libros de Aritmética o los manuales de mercadería que hemos reseñado, debieron circular por toda Europa, siendo traducidos -parte de ellos quizá del árabe, otra parte de textos clásicos- y adaptados a las diferentes lenguas, con contenidos muy parejos como revelan los escasos ejemplos que conocemos en los temas de aleaciones y ensayos de moneda. Si las ordenanzas y textos legales de toda Europa contienen disposiciones semejantes para dar respuesta a unas labores que se llevaban a cabo, con características más o menos similares, en todas partes, cómo no iban a tenerlas estos manuales pedagógicos cuya finalidad era enseñar a los oficiales a realizar su labor, a partir de la experiencia empírica acumulada durante años de práctica por otros trabajadores. Este mundo que recién comenzamos a vislumbrar en lo tocante a la moneda debió existir a muchos niveles y no descarto que proporcione agradables sorpresas a los investigadores de la ciencia y de la técnica en los próximos tiempos. No siempre es fácil saber dónde buscar ni cómo encontrar la información que buscamos, pero eso no significa que la información, en forma de manuscritos y otros testimonios históricos, no exista. En ese sentido, el mejor ejemplo es el representado por el manuscrito 46 de la Colegiata de San Isidoro de León, sin duda uno de los pilares donde se fimdamenta el presente estudio, y magnífico ejemplo (aunque no único) de lo que fueron unos escritos de carácter científico-técnico-pedagógico que alcanzarían su pleno desarrollo durante los siglos XVI y XVTL No era fácil saber que en un lugar como la Colegiata de San Isidoro había un manuscrito del siglo XVI, copia de un tratado del siglo XIV que, con el nombre de Libro del alguarismo, se trata del ejemplo más temprano documentado hasta la fecha de un manual de aritmética para uso de merca8 0 4

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Conclusiones

deres en la Corona de Castilla; pero aún menos lo era imaginar que, entre sus páginas, se escondía una información de carácter técnico y laboral tan rica y expresiva sobre el trabajo de la moneda en la Casulla bajomedieval como la que pone de manifiesto. Y es muy posible que ello ocurra con otras obras, donde podamos encontrar información sobre temas no estrictamente relacionados con su contenido principal y que venga a cubrir, como en este caso, importantes lagunas de documentación histórica no siempre fáciles de rellenar por otros medios.

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GLOSARIO DE TÉRMINOS

Acuñación. Acción de acuñar. Acuñar. Imprimir leyenda y motivos grabados de una moneda mediante el uso de los troqueles. Afinación. Acción de afinar. Afinar. Purificar un metal. Separar los minerales o metales que se encuentran mezclados con la plata o el oro, ya sea en fí^rma natural o en aleación. II Ajustar las pesas y balanzas. Alambique. Aparato usado habitualmente en los procesos de destilación. II Depósito de agua, probablemente de cobre, provisto de un mango que permite rociar agua sobre la copela para la extracción del ensayo. Albalá. Documento sellado y autentificado donde se recoge una disposición. II La ley y talla de las monedas emitidas en cada ceca se notificaban mediante un albalá. Aleación. Mezcla de dos o más metales para obtener un material de propiedades distintas de las de sus componentes separados. Alear. Mezclar dos o más metales en aleación guardando una proporción determinada. Por ejemplo, plata y cobre o plata y oro, aleaciones con las que se acuñan las monedas de plata y de oro respectivamente. Era una operación realizada por los maestros de moneda. Alfamar. Alhamar, pieza de tela o colcha de fibra vegetal, empleada para revolver las piezas que se sometían a comprobación de talla y ley en las casas de moneda. Allegar. Alear, mezclar. Altamía. Recipiente de barro utilizado en el proceso de decantación de las cenizas óseas y vegetales con las que se elaboran las copelas para ensayar. Amonedar. Acuñar. PUNDACION •JUANELO TURRIANO


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Bajomedieval

Anillo. Hierro en forma circular usado para colocar y redrar los crisoles del fuego. Argente. Denominación del conjunto de rieles de plata que recibía cada obrero para convertidos en cospeles en cada sesión de trabajo. Barcelonés. Dinero, moneda de vellón de unos 2 cm de diámetro acuñada en la ceca de Barcelona. Billón. Nombre aplicado en la Edad Media a cualquier metal o conjunto de metales que contuviera plata en proporciones indeterminadas. En las cecas era sometido a afinación para obtener plata de /^monetaria. En ocasiones, se aplica también este término a las aleaciones de oro. Blanquición. Tratamiento aplicado a las monedas y a otras obras de plata con el objeto de obtener un aspecto brillante mediante la reducción de la proporción de cobre en su superficie, eliminación que solía llevarse a cabo sumergiendo el cospel en una solución àcida. Blanquidor. También llamado blanqueador o blanquicidor. En las casas de moneda, oficial que tenía por cometido la blanquición de los cospeles. Blanquimento.

Blanquición.

Boj. Madera de gran resistencia y dureza recomendada para la elaboración de

forma con que se

moldean las copelas para ensayar. Borras. Bórax. Mineral integrante, junto a la ceniza vegetal y a la arena, del coloro flmdente que se aplica sobre la superficie interna de las copelas. Botón. Pieza de plata que se obtiene del ensayo una vez separados los metales innobles presentes en la aleación, y cuyo peso permite conocer la ley de la muestra ensayada. Bragaja. Brazaje, Braceaje. Derechos percibidos por los trabajadores de las casas de moneda por su labor, en función de la cantidad de metal trabajado. Capataz. En las casas de moneda, responsable de cada una de las hornazas donde se aplanaba el metal en tiras y se recortaban los cospeles. Capilla. Molde metálico en forma de vaso utilizado para moldear en su interior la copela. Caruba. Unidad del sistema de medidas de la ley del oro, equivalente a la cuarta parte del quilate. Casa de moneda. Instalación donde se llevan a cabo los diversos procesos relacionados con la fabricación de la moneda. Castellano. Unidad del sistema ponderal del oro, equivalente a 1/50 parte del marco. Ceca. Casa de moneda. // En el lenguaje numismático, ciudad donde se emite una moneda. Cedazo. Criba o harnero empleado para tamizar las cenizas durante el proceso de elaboración de las copelas. 3o8

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Glosario de términos

Cendal Criba de tela empleada para tamizar las cenizas durante el proceso de elaboración de las copelas. Cendra. Ceniza. Cendrada.

Copela.

Cepel. Cepo. Cepo. Tronco de madera donde se sujeta la pila o cuño inferior durante el proceso de acuñación. Cizalla. Virutas de metal resultantes del proceso de fabricación de los cospeles, que deben ser devueltas por el obrero con los cospeles para igualar el peso de metal recibido. También se considera cizalla a las monedas mal acuñadas por los monederos, que resultan inservibles. Color. Material fundente, integrado por cenizas vegetales, bórax y arena, que se añade sobre la superficie interior de las copelas para facilitar el drenaje de los metales innobles (plomo y cobre) y la fijación de la plata durante la realización del ensayo. Contrapeso. En el proceso de fabricación de la moneda, denominación del conjunto de cospeles acuñar que entregaba cada obrero al finalizar una sesión de trabajo. Copela. Recipiente de forma troncocònica invertida, compuesto por cenizas óseas y vegetales, donde se funden el plomo y la plata durante el ensayo. Copelación. Acción de copelar. Copelar. Separar la plata del cobre contenido en una aleación mediante calentamiento en el interior de un horno y el uso de las copelas. Cospel. Disco de metal recortado de un riel, con las dimensiones y el peso de una moneda que se entrega a los monederos o acuñadores para ser convertido en moneda. Crisol. Recipiente de tierra refractaria donde se ponía al fuego el metal para fundir. Cuento. Millón. II En el proceso de fabricación de la moneda, denominación del conjunto de cospeles ^^r^ acuñar Q^e recibía cada monedero en cada sesión de trabajo. Cuños. Troqueles utilizados para la acuñación de moneda. Delibranza.

Libranza.

Dineral. Ponderal monetario, pesa utilizada para comprobar la talla de una moneda o conjunto de ellas. // Cada una de las pesas utilizadas en la comprobación del ensayo. Dinero. Unidad del sistema de medidas de la kyàc la plata, equivalente a 1/24 parte de la plata pura. II Denominación habitual de una moneda medieval de plata baja de alrededor de un gramo de peso y 2 cm de diámetro. //El término se utiliza también en la documentación para referirse a los cospeles. PUNDACION •JUANELO TURRIANO


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Dinero blanco. Cospel que ya ha recibido la blanquición y aparece, por consiguiente, con una superficie plateada brillante. Dinero prieto. Cospel antes de ser blanqueado, cuya superficie aparece oscurecida por la presencia del cobre y otros residuos en su superficie. Enjugar. Secar. Ensayador. En las casas de moneda, oficial que tenía por cometido la realización del ensayo y el control de la ley de las diferentes emisiones. Ensayo. Proceso técnico utilizado para comprobar la ley o grado de pureza de los metales preciosos, mediante la separación del oro o la plata de los restantes metales contenidos en una aleación. En el caso del ensayo de la plata, era realizado en el interior de un hornillo mediante el procedimiento de copelación. Entallador. Artista o artesano encargado del grabado de los troqueles. Entallar. Grabar los troqueles y pilas usados para la acuñación con las leyendas y motivos que aparecerán en la moneda. Escote. Reparto o distribución. Escribano. Oficial que en las casas de moneda estaba encargado de llevar los libros de registro y contabilidad y asistir a la comprobación de ciertas operaciones junto a otros cargos. Esmoler. Deshacer, pulverizar. Estrapasado. Término utilizado para designar un ensayo erróneo, donde parte de la plata contenida en la moneda se ha perdido al introducirse, revuelta con el plomo y con el cobre, por los poros de la copela. Feblaje. Cualidad

feble. Escasez de peso. Se dice que una pieza o conjunto de piezas tiene feble o

feblaje cuando su talla es superior (más piezas) a la requerida. Feble. Bajo de peso. // Pieza de talla superior (más piezas) a la requerida. Forma. Mango de madera o metal, semejante a la maza de un almirez, empleado para presionar y moldear en el interior de la capilla las cenizas con la que se elaboran las copelas. Fornaza. Hornaza. Fortaleza. Cualidad de fuerte. Exceso de peso. Se dice que una pieza o conjunto de piezas tiene fortaleza cuando su talla es inferior (menos piezas) a la requerida. Fuerte. De peso excesivo. Pieza de talla inferior (menos piezas) a la correcta. 3io

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Glosario de términos

Fundición. Acción de fundir. Fundir. Proceso de fusión de los metales mediante el que se licúan para proceder a su afinación o aleación o para su vaciado en rieles. Fundidor. En las casas de moneda, oficial encargado de recibir los metales que llegaban para ser trabajados y proceder a su fundición. Fiertón. Pesa de dos onzas o un cuarto de marco. Gollinos. Crestas, irregularidades formadas en la superficie del botón de plata resultante del ensayo cuando el proceso ha sido mal realizado. Grano. Unidad del sistema de medidas de la ley de la plata, equivalente a 1/24 del dinero. Guardas. Oficiales de las casas de moneda cuya misión era la de custodiar los instrumentos de acuñación y vigilar las irregularidades cometidas por los trabajadores. Hornaza. Dependencia de las casas de moneda donde trabaja un equipo de obreros al mando de un capataz. En ella, el metal se transforma primero en barras o rieles, finas tiras del grosor apropiado, de las que se recortan los cospeles. Hornillo. Horno de pequeño tamaño donde se realiza el ensayo. Está compuesto por dos cámaras, una inferior que sirve de cenicero y otra superior, separada de aquélla por una parrilla de hierro, que actúa como cámara de combustión y va provista de una boca de acceso. En esta cámara superior se colocan la copela, la mufky los carbones que sirven de combustible, y se verifica el ensayo. Lanbique.

Alambique

Lanterna. Mufla. Ley. Composición química de las monedas u otra cualquier obra de metal precioso, que sirve para indicar la proporción en que están combinados los metales que componen la aleación. Leydo. Cospel mA trabajado durante el proceso de acuñación. Libranza. Comprobación mediante pesada de la talla de las monedas. Liga. Aleación de diversos metales que conforma la ley de las monedas. Lix. Suciedad. Maestro de moneda. Oficial de las casas de moneda encargado de realizar la aleación de los metales conforme a la ley de las diversas monedas emitidas y de comprobar la exactitud de su talla. Marco. Unidad del sistema ponderal castellano (unos 230 g). El marco de la plata se divide en 8 onzas Y d del oro, en 50 castellanos. PUNDACION •JUANELO TURRIANO


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Meaja. Medio dinero (pieza monetai). Por extensión, medio dinero en el sistema de medida de la ley de la plata, equivalente a 12 granos. Menguar. Disminuir. Meollo. Tuétano, parte interior de los cuernos y huesos de ciertos animales. Moneda. Nombre simplificado usado para referirse a las casas de moneda o cecas. Monedero. Oficial encargado en las casas de moneda de realizar la acuñación de las piezas emitidas. Muelles. Instrumento en forma de pinza provisto de dos hojas planas, usado para introducir las barras en los hornos áe fundición y la muestra en el hornillo durante el proceso del ensayo. Mufla. Pieza de barro, en forma de teja curva o semicilindro, provista de orificios en sus bordes que, colocada dentro del hornillo, servía para proteger a la copela del contacto directo con los carbones durante la copelación. Obrero. Oficial encargado en las casas de moneda de efectuar el aplanado de los rieles y el recorte de los cospeles, así como de igualar y redondear los bordes de éstos, como paso previo a los procesos de blanquición y de acuñación. Ochava. Octava parte. Onza. Unidad del sistema ponderal castellano, equivalente a la octava parte del marco (28,75 g). Orillas. Bordes del metal fimdido en el interior de la copela durante el proceso de realización del ensayo. Palmo. Medida de longitud castellana, equivalente a unos 21 cm. Parejos. Aparejos de acuñación,

troqueles.

Partidor. Divisor. Partillo. Martillo. Partir. Dividir. Patrón. Marco o medida de referencia con la cual se habían de ajustar las otras. Piedra de toque. Piedra negra y plana, por lo general de basalto, donde se efectuaban los toques ^^arz. comprobar la ley del oro. Pila. Cuño o troquel inferior. Presgio. Valor de cada cifra que depende de su posición. Priesa. Presa, botón de plata resultante del ensayo. Prieto. De color negro o muy oscuro. //Se utiliza como sustantivo para denominar al cospel 3I3

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Glosario de términos

Pujesa. Cuarto de dinero (pieza monetai). Por extensión, cuarto de dinero en el sistema de medidas de la ley de la plata, equivalente a 6 granos. Puntas. Agujas o varillas, aleadas a determinada ley, usadas para el ensayo del oro mediante el sistema de toques. Punzones. Matrices en relieve de las letras y motivos que el entallador hincaba en los cuños para obtener la imagen en relieve invertido. Quilate. Unidad básica del sistema de medidas de la ley ád oro, equivalente a 1/24 del oro puro. Riel. Barra de plata normalmente en forma de dra que se obdene por fundición

y vaciado de los

metales en la rielera. De los rieles se cortan los cospeles en las hornazas. Rielera. Molde de fundición

para obtener rieles. En las cecas hispanas medievales se documentan

sobre todo en forma de mesas de piedra labradas. Serriento. Sersorriento, soserriento. Términos aphcados al plomo que, por su elevado contenido en plata u otras impurezas, no es apto para la realización del ensayo. Sersero. Suciedad contenida en el plomo que lo inhabilita para su empleo en el ensayo. Sete. Banco o puesto de trabajo del monedero, donde se acuñan las monedas mediante estampación con los troqueles. Soldada. Salario percibido por los oficiales de las casas de moneda por el ejercicio de su labor. SueUo. Conjunto de 12 dineros. Se utiliza para expresar la talla de las monedas, siendo cada sueldo 12 piezas. Talla. Cifra que expresa la cantidad de piezas que deben pesar en conjunto lo mismo que la unidad de medida, generalmente el marco. Tallador. Entallador, artista o artesano encargado del grabado de los cospeles. II En algunos textos, obrero que lleva a cabo el recorte de los cospeles. Tesorero. En las casas de moneda, encargado de la gestión de la empresa en nombre del arrendador o arrendadores que la tomaron del monarca. Toque. Sistema de comprobación de la ley del oro y la plata, consistente en pasar sobre la piedra de toque una serie de puntas de diversa ley a fin de comparar el color dejado por el roce de las mismas con el del oro o plata que se quiere ensayar. Troqueles. Instrumentos de acuñación.

El cospel se coloca entre dos troqueles para proceder a su

acuñación mediante martilleo. La superficie que imprime la moneda era de acero o hierro endurecido y tenía los motivos grabados en relieve invertido. PUNDACION •JUANELO TURRIANO


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APENDICE DOCUMENTAL SELECCIÓN DE TEXTOS HISPÁNICOS SOBRE EL TRABAJO DE LA MONEDA (SIGLOS XIILXVI)

Doc. 1. Ordenaciones de la ceca de Barcelona de Pedro III, 1285- Ed. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 271 -272. Doc. 2. Ordenamiento de Fernando IVpara labra de moneda en Lorca, 1297- Ed. J. Torres Fontes, Documentos de Fernando ÍV, Murcia, 1980, pp. 26-30.

Doc. 3. Funciones del ensayador, maestro y guardas de las casas de moneda, c. 1300. Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 132r-137r. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 223-226.

Doc. 4. Sistema de medidas de la ley de la plata y dinerales del ensayo, c. 1300. Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 118v-119ry 121r-122r. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 215-217.

Doc. 5. Instrucciones para la realización del ensayo de la plata por copelación, c. 1300. Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 122r-131v. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo,NA\i.A.o\iA, 2000, pp. 217-223. Doc. 6. Libro de fundiciones

de la ceca de Iglesias, 1324. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo

número 2025/2, ff. 6r-27v (selección). Doc. 7. Libro de blanqueo de menuts de la ceca de Iglesias, 1324. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2025/5, ff. 2r y 3r. Doc. 8. Libro de gastos de la ceca de Iglesias, 1324. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2025/6, ff. lr-5v.

Doc. 9. Ordenamiento de Alfonso XIpara la acuñación de cornados en Murcia, 1334. Ed. J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes Médiévales. Mélanges ojferts à jean Gautier Dalché, Niza, 1983, pp. 310-311. Doc. 10. Libro de obreros de la ceca de Iglesias, 1336. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2036/4, f£ 3r-3v. Doc. 11. Libro de monederos

de la ceca de Iglesias, 1336. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo

número 2036/5, ff. 2r-2v.

Doc. 12. Procedimiento para realizar la talla de la moneda de plata a 24 sueldos el marco según la memoria presentada por Guillaume de Soterel al rey de Navarra, 1340. Ed. B. Leroy, "Théorie monétaire et extraction minière en Navarre vers 1340", Revue du Nu-

mismatique, 1972, pp. 113-114.

Doc. 13. Instrucciones para la aleación de cuatro conjuntos de oro de diferente ley, c. 1340. Ed. M. Guai Camarena, El primer manual hispánico de mercadería (s. XTV), pp. 116-117. Doc. 14. Libro de gastos de la ceca de Barcelona,

1353. Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo nú-

mero 1971, ff. lr-4v.

Doc. 15. Funciones de los guardas según la ordenación de Juan 1 para la acuñación de florines, 1388. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 353-356.

Doc. 16. Problemas de aleaciones de moneda para combinar dos platas de diferente ley y elevar la ley del lingote, c. 1390. Colegiata de San

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Isidoro de León, Manuscrito 46, fF. I l 4 r - 1 1 5 r y 116v-117v. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo,

Valladolid,

2000, pp. 209-210 y 212.

Doc. 17. Problemas de aleaciones contenidos en el manuscrito 10106, c. 1400. Biblioteca Nacional, sección Raros, manuscrito número 10106, ff. 13r-17r.

Doc. 18. Funciones de los guardas en la casa de la moneda de Iglesias, según el ordenamiento de Alfonso V, 1419. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 428-430.

Doc. 19. Procedimiento para blanquear las monedas según ordenanzas de la ceca de Valencia, c. 1450. Ed. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians", Butlletí de Dialectobgia

Catalana, 24, 1936, pp. 113-114.

Doc. 20. Preparación de las puntas o toques para el oro según ordenanzas de la ceca de Valencia, c. 1450. Ed. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians", Butlletí de Dialectologia Doc. 21. Inventario

Catalana, 24, 1936, p. 118.

de bienes de la ceca de Valencia, 1459. Ed. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería

segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia

Catalana, 24, 1936, pp. 120-124.

Doc. 22. Recetas castellanas para el ensayo del oro mediante los métodos de cimiento, amalgama de mercurio y azufre, c. 1480. Ed. R. Córdoba, "Un recetario técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España

Medieval, 28, 2005, p. 47.

Doc. 23. Problemas de aleaciones de plata contenidos en la Aritmética de Santcliment, 1482. Ed. Francese de Santcliment, Suma de l'Art d'Aritmìtica

(ed. Antoni Malet), Barcelona, 1998, pp. 333-338.

Doc. 24. Problemas de aleación de la piata contenidos en un manuscrito castellano, c. 1490. Real Academia Española, manuscrito número 155, ff. 150v-151v.

Doc. 25. Sistema ponderal de la ley de los metales preciosos y problemas de aleaciones, 1515- Mosén Juan de Andrés, Sumario breve de la prác-

tica de la Aritmética de todo el curso del arte mercantil bien declarado, el cual se llama maestro de cuenta. Valencia, 1515. Biblioteca Nacional, sección Raros, manuscrito número 9124, ff. 121r-128v.

Doc. 26. Ordenanzas para la administración

y fábrica de las minas de Guadalcanal, 1557. 1557.10.30, Archivo General de Simancas,

Contadurías Generales, legajo número 849, ff. 9v-10r.

Doc. 27. Instrucciones sobre el ensayo alfúego de la plata, i5Z2. Juan de Arfe y Villafañe, Quilatador de oro, plata y piedras

preciosas,M.3.áná,

1678, pp. 10-16 y 276-280.

Doc. 28. De cómo se hacen las puntas para tocar el oro, 1572. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras preciosas, Valladolid, 1678, pp. 46-51.

Doc. 29. De cómo se afina el oro por cimiento, 1572. Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras preciosas, Valladolid, 1678, pp. 35-37. Doc. 30. Instrucciones para el ensayo aljuego de la plata, c. 1580. Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, ff. 28r-36v. Doc. 31. Ensayo del oro por aguajuerte,

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c. 1580. Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores,

Madrid, 1628, pp. 30-31.

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1 Ordenaciones de la ceca de Barcelona de Pedro III, 1285 Ed. J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, p. 271-272. [...] Primerament es aquesta la primera regla, que com algún princep o altre senyor o ciutat qui haia poder de fer moneda, començara de batre moneda, deu ordenar la moneda si la fa menuda o grossa, de quina ley la fata ne de quin pes ne de qual fayço. E com aço haia acordat o ordonat, deu elegir Maestre de la moneda 10 qual sia hom leyal e bo. E que sia hom que conega de monedes e que sapia compte de monedes, com se deuen aleyar. E que sia hom segur, per tant que les gents qui li vendrán l'argent o el byUo haien segur aço que 11 litiraran. Per ço que si res de mal fahia, quel senyor qui fa fer la moneda non hagues a restituir del seu. Item lo senyor deu haver assaiador qui faça los assays e que sia bon hom e leyal e hom qui los sapia aportar a son punt, per ço com en l'assaiador esta la maior força de la leyaltat de la moneda. Item debe haver lo Maestre scriva reyal qui escriva be e leyalmente aço ques pertany a la moneda, segons que avail se conte. E deu tenir viii libres, ço es, libre de fondies en que scriba tot l'argent e l'or que'l Maestre comprara. E libre de alleyar, e de fondicio, e libre de obres, e libres de monedes, e libre de emblanquidor, e libre de deliurances, e libre de despeses, e de salaris. Item deu haver hom que sia pesador e tinga la balança e pes be e leyalmente ço que se pertany e aço qui vendra a la moneda e aço que'l Maestre deliurara. 3 FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item deu haver fonedor qui sapia fondre be e leyalmente a casa e a cresol segons que'l Maestre conexera. Item deu haver homens qui sapien emblanquir los diners com sien fets, ans que se moneden. E, sobre totes coses, deu haver en tota manera dos homens bons qui sien guardes, los quals sien bons homens e leyals e que sapien lo compte del alleyar. E que façen aço que se pertany a fer a les guardes, segons que en avant es scrit. [...] Item, feta la lliga, deu metre per cresol o per caça aço que li plaura. E com l'argent posara a la liga, deuen hi esser les guardes, e quel vegen metre al foc en crezol o en cassa, e com sera fiis e gitat per riells sobre taules de pedra, de cascun cresol o de casctma crasa deuen pendre les guardes i riel, e aqueUs riells que les guardes haien preses deuen metre dins una caxa tro que donen assags al assayador. E com l'assaig sera fet dels riells, si l'assaig troba l'assajador ab les guardes ensemps que se pusca obrar l'argent, ço es que sia a la ley que deu obrar la moneda, lo Maestre sabuda la volentat de les guardes e del assayador deu liurar los riells als obrers, après pesats per lo Maestre de balança, e deu cobrar quan li haura minuat l'argent a la fondicio, e tot deu esser scrit per l'escriva reyal. E com los obrers hauran feyts los diners, si son menuts deuen los liurar a les guardes après. E les guardes deuen pendre de quiscun cap de fornal tota la moneda la qual haura feta, e deuen la mesclar, e prenen de totes parts de la moneda ii marcs o iiii a una part, e altres ii marchs o iii a altra part, e deuen pesar lo march com ve segons que es ordonat a la terra. E deuen haver iii pesais de diners si la moneda es menuda, e si la moneda es de xviii sols de pes, devan haver un pesai de xviii sols e deuen haver altre pesai de xvi sols e altre de xx sols. E si ha mes de ii sols, qui vingen en los ii marchs a mes de xx sols o en menys de xvi sols, deuen los adobar lo cap de fornal. [...] Empro, dels diners grossos d'argent es aquesta la regla, que si'l diner es ab son pesai, segons lo march, feble de mas de i gra de forment o pus fort mes de i gra, aquell diner pus feble deu esser trencat, e deuen dir al cap de fornal que adop o lev d'aquells qui son trop forts, en tal manera quels diners no sien forts ni febles mes que seguesquen [...] E lo deliurar es en aquesta manera, que lo pesador deu pesar los dits menuts après de L marchs, e com tots sien pesats deu comptât segons los xx marchs quant hi ha de força o de feblatge en tota la 3i8

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deliurança e tantost les guardes el scriva del Maestre cascu deu scriure en son libre la deliurança de quants marchs es, ne de quina ley es trobada, ne quant haura de força o de feblatge.

2 Ordenamiento de Fernando IVpara labra de moneda en Lorca, 1297 Ed. J. Torres Fontes, Documentos de Fernando IV, Murcia, 1980, pp. 26-30. Que la moneda que sea a dos dineros de ley emblanquida argent fino et a veynte et dos sueldos en prietos de talla el marco, et que los dineros más fuertes sean a dize nueue sueldos de talla el marco et los dineros más febles que sean a veynte e ^inco sueldos de talla el marco. Et si mester fiiere que puedan regebir en cada marco diez dineros fiiertes de dize nueue sueldos de talla el marco et diez dineros febles a veynte e ^inco sueldos de talla el marco, pero si acaes^iere que aya en el marco vn dinero fiierte más de dize nueue sueldos de talla el marco et otro feble más de veynte e (;inco sueldos el marco, que passe et non se detenga la obra por elio et lo al que sea res^ebido comunalmente, assi que venga todo en vno a veynte e dos sueldos en prietos de talla el marco. El maestro e las guardas et los alcalles que den las fornazas a omnes seguros. El ensayador que tome el plomo menos argentoso que fallare pora fazer el ensay, et que faga prueua dello ante las guardas et quanta plata y fallare que la meta de parte del contrapes en que ouiere a pesar el ensay de la delibran^a. Et el maestro que de a los obreros el argent linpio e fino et que reciba dellos el contrapes linpio e fino et que els de por auentaia a cada gient marcos de obra aleada on(ja e media, et que den a los obreros de cada marco que obraren bien nueue dineros et meaia desta moneda, et que den a los monederos de cada libra que bien monedearen dos dineros et meaia desta moneda. Las guardas que caten los dineros que sean bien fechos et linpios et bien monedeados, et los dineros que fallaren mal fechos o laydos o cortos o quebrados o pieza menos o trassalidos o mal engranados o mal monedeados que los taien et que les non den obraie nin monedaie por ellos fasta en B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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dos vegadas et dent adelante que pechen todo el danno que y viniere por esta raçôn, saluo que los monederos que ayan tres cizallas por cada libra. Ninguno obrero non sea osado de cargar el contrapes nin de traerlo ante las guardas moiado nin cargado de tierra nin de çisco nin de rendirlo al maestro nin a otro ninguno fasta que las guardas lo ayan visto si es bien fecho et de buena talla et que les manden rendir. Et queol que otramente lo fiziere quel recabden el cuerpo et lo que ouiere por ante mi et que non aya argent en la moneda fasta que lo yo sepa et mande y lo que touiere por bien. Ninguno monedero non tome cuento más de quanto podiere monedear et rendir al dia nin sea osado de rendir el cuento al maestro nin a otro ninguno fasta que las guardas lo ayan visto si es bien monedeado et lo mande rendir et aquel que otramente lo fiziere quel recabden el cuerpo por ante mi et que non aya cuento en la moneda fasta que lo yo sepa et mande y lo que touiere por bien. Ningún obrero nin monedero que troxiere en el contrapes o en el cuento o en las cizallas del contrapes o del cuento mezcla ninguna de otra ley, que muera por ello; et que ningún obrero nin monedero que sacare contrapes o cuiento fiiera de la moneda et fiixiere con él, que muera por ello. Et ningún monedero non saque dineros del cuento et el que lo fiziere que non aya cuento por vn año. Et la delibrança que se faga de los dineros prietos en esta manera, que las guardas bueluan bien los dineros todos en vno, el maestro et el ensayador et el escriuano, et quando fueren bien bueltos en vno, que tomen dellos et que pesen diez marcos en la vna balança en fino, et diez marcos en la otra balança en fino, et quando fiieren pesados que los cuenten et que caten que sean a veynte e dos sueldos de talla el marco, pero si acaesçiere que ouiere fortaleza o feblez fasta tres dineros cada marco, que non se atrepesen por ello, mas que sean libres et otro día que obraren que lo emienden en al tantos marcos. 28] Et quando los dineros fiieren enblanquidos, antes que los den a monedear, tomen las guardas dellos ante el maestro et el ensayador et el escriuano et que faga el ensayador ensay de la delibrança dellos, et quando el ensay fuere fecho que lo judguen e lo pesen, et si pesare su derecho et fuere bueno, que lo ençierren en paper con dize ocho dineros blancos monedeados, et que escriuan de qual día es et de 830

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quantos marcos et quanto pesa, et quel metan en vna arca en que aya tres llaues, la vna llaue que la tenga el ensayador, et la otra el vno de los guardas et la otra llaue tengala el nuestro escriuano, et que metan dentro en aquella arca una bustias çerrada et seeUada con sus seellos que sea guardada pora mi, et metan las guardas et el escriuano en aqueUa busda de cada diez marcos que delibraren en prietos vn dinero blanco monedeado, et que metan y en esta arca los diez marcos con que pesan en la delibrança. Que ayan otra arca en la moneda en que tengan las guardas los pareios, et los párelos que los tomen las guardas del tallador por cuenta et por recabdo et los den por cuenta et por recabdo. Et si por auenmra acesçiere algunas vegadas que el ensay fixera menguado o cresçudo de vn grano, que los dineros non sean detenidos por aqueUo, mas que labren et en la primera labor que obraren lo emienden en al tantos marcos por mas o por menos como ouiere mester de aquella guisa a fazer. Et si mas de vn grano menguara que tomen las guardas todos los dineros et que los fagan refondir ante si, et el maestro que meta y la meioria ante eUos et ante el escriuano. Si ouiere y mas de vn grano et los arrendadores aquellos que por ti touieren la moneda los quisieren refondir, que lo puedan fazer et si quisieren que sean librados con los mas de vn grano que las guardas que ge lo libren por vn grano más et de lo que y más ouiere de vn grano non les sea fecha enmienda en ninguna de las obras que después labraren. Et el maestro et el escriuano que fagan cuenta cada mes quanto montare la mi ganançia et quanto conoscan ellos et las guardas la ley et la talla de la moneda et que lo emienden en aquella guisa que fuere de emendar por ley et por talla en las primeras obras que obraren en la moneda, porque la moneda salga buena et derecha a dos dineros enblanquidos argent fino de ley et a veynte et dos sueldos en prietos de talla el marco como yo mando. Et el maestro et las guardas et el escriuano que concierten cada mes los marcos de la librança et los otros marcos et las balanças que fueren en la moneda et caten que sean buenos et derechos como yo mando, et que non tengan en la moneda marco ninguno de plomo. Et el maestro que reçiba la plata et el camio et el bylon que troxieren a la moneda ante el mio escriuano. Et el ensayador que faga el ensay de los reyellos ante que los den a labrar, et de las forB FUNDACION JUANELO TURRIANO


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nazas de los obreros et de los serios de los monederos, porque si yerro y fallaren que sepan de quál parte viene. Et el maestro et las guardas et el ensayador que me sean tenidos de la ley, et las guardas de la ley et de la talla.

3 Funciones del ensayador, maestro y guardas de las casas de moneda, c. 1300 Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 132r-137r. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 223-226. Sy quisieres saber cómo el ensayador a de vsar en la moneda quando la moneda labraren, él deue vsar en esta manera. Desque el maestro aleare deue yr el tesorero a do el maestro está aleando e deue yr con el maestro e con el escriuano e alear el cobre a la fundición con la plata, con el maestro e con el escriuano. E deue estar ay fasta que sea fiindido e deue tomar de aquella fundición de que pueda fazer dos ensays, que sy el vno se errare que ouiese de fazer otro. E desque fuere fecho ha de yr luego al maestro a dezir a cómo salió de ley e sy saliere a más o menos de quanto deue, déuelo dezir a las guardas porque el ensayador es temido a la ley. E sy el maestro aleare de aquella plata misma otras fundiciones de aquel peso mismo, no ha porqué fazer otro ensay, saluo a la postre de todas las fiindiciones déuelo fazer e tomar el ensay que salga el argente de la casa de la fundición y esto es para ver sy el fundidor fizo alguna malifia. E sy el maestro mudare el aleamiento deue fazer luego el ensay de cada aleamiento que mudare. E desque el argente fiiere dado a los obreros e fuere tomado, deue tomar vn dinero de cada forniaza y ese dinero déuelo dar al maestro. E deue ensayar aquellos dineros que tomó de las fornazas. E sy recudiere el ensay como el que fiziste primero de la fiindición, porque es todo vna obra, anda la obra bien e como deue, e sy no recudiere de tal ley, anda la obra errada e deue fazer otro de tal ley. E sy non recudieren todos 3 a vna ley, no es la mengua en el ensayador, ante será en alguna de las fornazas e déuelo luego dezir al maestro e a las guardas. E desque los monederos monedearen deue el ensayador tomar vn dinero de cada ensay y darle otro y éste alo de dar al maestro e tajar de cada dinero vn pedaco y ensayarlo y fazerlo vn ensayador, e FUNDACION JUANELO TURRIANO


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sy el ensay sale tal como el otro de la fundición, va la obra bien e como deue, e sy non saliere tal como el otro, faga otro tal como dicho es. E sy todos los ensays salieren todos a la vna ley, no es la mengua en el ensayador, antes es en alguno de los monederos e déuelo dezir al maestro y a las guardas. E desque los dineros vinieren a la blanquición deuen yr el maestro y las guardas y el escriuano y deuen tomar de aquellos dineros blancos contía de diez sueldos e déueles poner en vna taleguilla con su alualá del escriuano. E deue de aquellos diez sueldos fazer vn ensay e sy recudiere como los otros que fizo de la fundición de aquella obra misma, como quier que le a de andar más otorgado por razón de la blanquición, e sy no recudiere faga otro, e sy non andudieren todos 3 a vna ley non será la mengua en el ensayador, ante será en el blanquidor y alo de dezir al maestro y a las guardas. Y aquel ensay bueno déuelo pesar ante el maestro y las guardas e desque fuere pesado déuelo poner en vna alualá e deue escriuir el escriuano e dezir asy, este es el ensay de tal obra e de tal día e de tantos marcos e pesa tanto, e deue poner tantos dineros de aquella obra misma en el alualá, la que se puede fazer otro asy sy fiiere menester. E deue ferrar este alualá con el asy e con los dineros e déuelo poner en vna arca, e aquella arca deue tener vna llaue el maestro e otra las guardas e otra el ensayador. Y el ensayador deue fazer vn ensay de fiindición e otra de las fornazas e otro de la librada e otro de los setos en blancos y estos ensayes deuense fazer por su soldada, e sy el tesorero ge la mandare fazer deuen ser los ensayes 6. E sy fizieren ensay de mercador alguno a de aver 6 marauedís y el ensay a de ser del rey. El maestro de la moneda, que es maestro de la valanga, deue vsar en esta manera. Primeramente deue afinar la labranca, e los marcos deue alear a la ley que mandare el rey. E desque ouiere acabado deve leuar la ley a la fundición con vna de las guardas e con el ensayador e con el escriuano porque son themidos a la ley, que esté allí fasta que la ley sea fimdida porque el fundidor non pueda fazer malicia ninguna. E desque fiiere fimdida la lauor deue mandar llamar a los capatazes de las fornazas e déuelas partir el argente que ese día se fimdió porque labren dos ygualmente asy como deue. E déueles mandar a qué talle han de labrar, e déueles dar los dinerales a que tallen los talladores de las fornazas, los fuertes e los febles e los derechos. E los dinerales se fazen en esta manera, sy el rey mandare labrar a 22 sueldos de talla e manda que los más febles sean a 24 e los más fiiertes a 20, asy que salgan a 20 asy que salgan a 22 partes, fazer B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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estos dinerales verás de qué manera te manda labrar el rey. E sy manda labrar a 22, multiplica 22 por 12 e saldrán 264 e pártelos e multyplícalos por 8 e verná a la parte 33 y en la onga a 576 granos, y parte los 576 granos por los 33 e saldrá a la parte 17 granos 1/3 264, y esto será el dinero derecho de los dinerales. E sy quisyeres fazer el dineral fuerte multiplica 12 por 20 e lo que saliere pártelo por 8 y lo que viniere en la parte será partidor para los 576, y estos 576 pártelos por lo que saliere de la parte de los 8 e lo que saliere es peso de dineral flierte. E sy quisieres saber el peso del dineral feble, multiplica 12 por 20 e lo que saliere pártelo por 8 e lo que saliere de la partición de los 8 parte los 576 e lo que saliere será el peso del dineral feble. E desque ouieres fecho estos dinerales dálos a las guardas e a los capatazes porque los talladores que tallen por ellos e las guardas que guarden por ellos. Y el marco deuen requerir los marcos e las labranzas con las guardas, cada mes deuen requerir los talladores de las fornazas e deuen requerir los entalladores de los parejos porque la talla sea buena e fermosa. E desque los obreros an acabado toda la labor lieuen el contrapeso a las guardas. E desque las guardas ge lo ouieren guardado liéuenlo al maestro que lo pese e lo re^iua y el maestro deuegelo pesar bien e verdaderamente e deue dar sus ventajas e deue parar mientes en la ^izalla que linpia venga, que no venga ay mucha lix, y el contrapeso que non venga otrogado. E desque esto ouiere acabado deue recjeuir el contrapeso y el escriuano deue escriuir cada vno cómo rinde y en cabo de la suma deue fazer cuenta el escriuano de cada vno cómo recibió e cómo rendió e déueles dar sus ventajas. E sy ouiere leuada o escote non lo pueden aver sy non les quedaren de otra semana. E desque oviere fecho cuenta con cada vno el escriuano le deue dar vna alualá a cada vno de los capatazes de lo que les an a dar e yrán al tesorero e pagarles an sus obras. Desque la obra de vn día fuere acabada deue el maestro y las guardas y el escriuano fazer libranza de aquella obra e la libranza que se a de fazer en esta manera. Poner los dineros de aquella obla en vn alfamar e me9er los dineros a vn cabo e a otro, e desque los ouieres bien mecidos déuelos allanar, e desque fueren bien allanados tome dellos de muchos lugares pocos a pocos de los de en9Íma e de los de fondón e de los de en medio e de los de en cabo, tantos fasta que puedan ser vnos 20 marcos, e pesar 10 marcos en vna vez e 10 en otra. E sy la labranza a 20 sueldos de la talla abrá en los 10 marcos onze libras y en los otros 10 otras 11 libras, e fallará 11 libras más. E fallará algunos dineros 3^4

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que fallare de más será feblaje, e sy ouiere dineros de menos será fortaleza. Y sy fallare feblaje deue el maestro mandar otro día labrar otra tanta fortaleza de la labranza de los 10 marcos, e sy fallare fuerte deue el maestro mandar labrar otro tanto feblaje otro día e deue dar a los talladores de las fornazas e dinerales por que tallen e asy yrá la talla ygual e bien e como deue. Las guardas deuen vsar en esta manera e deuen guardar los contrapesos de los obreros guardaos quando los obreros an acabado que les trahen el contrapeso deuen fazer la libra de aquel contrapeso como dicho es. E deue tomar un fierton destos dineros que es peso de dos on^as e deue tomar otro fiertón aparte e deuen contar quanto ha en cada fiertón porque en cada fiertón deue aver 33 pares de dineros derechos a 22 sueldos de talla a 24 sueldos de talla. E deue aver 36 pares de dineros en el fiertón a 20 sueldos de talla. E deue aver 30 pares de dineros derechos en el fiertón. E sy la guarda fallare más de 36 pares en el fiertón deuen trabucar los dineros de aquel fiertón por el dinero feble e sy fallaren muchos febles deuen mandar tornar el contrapeso a la fornaza e dezir al capataz de la fornaza que saque el feblaje. E sy falla menos de 30 dineros en el fiertón será mucha fortaleza e mándeles tornar a la fornaza e dezir al capataz de la fornaza que saque la fortaleza e después que el capataz ouiere el contrapeso. E sy lo fallaren tal qual deue, deuenle ynbiar a rendir al maestro con vn ome de quien fie, porque el que lo leuare podría fazer buelta que podría echar vn marco de feblaje o de fortaleza. E las guardas deuen catar el contrapeso que non ayan leydos nin cortos, nin sea cargado. E deuen catar los cuentos que monedean los monederos de cuento, que non ayan leydos nin cortos, nin fuertes nin febles, nin mal monedeados nin trasalidos e sy los fallaren déuenlos tajar. E deuen defender a los marcos que non monedeen en pila quebrada nin fendida nin lisa nin saquen los dineros del bra^aja del bracaja (sic) del cuento fasta que sean bien guardados, porque ay monederos que sienpre sacan peor monedeados. E deuen las guardas requerir los entalladores de los aparejos porque fagan buena talla, e los talladores de las fornazas porque tallen ygual. E deuen fazer de cada semana cuenta con el maestro e con el escriuano de la ley por ver cómo el maestro aleó los granos de menos que alee otros tantos de menos e yrá la ley ygual. E eso mismo de fazer de la talla e requerir por fortaleza o feblaje. E deuen tomar de cada 10 marcos que se labren en la moneda vn dinero e déuenlo poner en la vcha con los ensays y este dinero se pone en la vcha porque sy el rey quisiere saber quántos marcos se labraron en la moneda, que lo sepa por la cuenta del escriuano. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Sistema de medidas de la ley de la plata y dinerales del ensayo, c. 1300 Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 118v-119r y 121r-122r. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 215-217. [...] E para saber alear qualquier moneda de plata o de oro, sy omen quisiere saber ensayar o alear qualquier moneda de plata o de oro, deuelo primero bien saber contar y entender qué ley es la de las meajas y el cuento del ensay. La ley de las monedas de plata se cuenta por 12 y de la del oro por 24 y la que se cuenta por 12 es asy como sy 12 marcos de moneda fuesen los 11 de cobre y el vno de plata es llamada ley e sy fuere 10 de cobre eso mismo es llamado vn dinero de ley porque la plata es llamada ley. E sy fuesen 10 de cobre e 2 de plata es a 2 dineros de ley e sy fueren 9 de cobre e 3 de plata es a 3 dineros de ley e asy recudirán de todas las otras leyes contando en 12 quan tas contías son las de la plata e quantas son las del cobre fasta 12. E sy fueren los de la plata 4 serán a 4 dineros de ley y sy fiieren a 4 dineros y 1/4 será a 4 dineros de ley y pujesa porque 1/4 es llamado pujesa. E sy fuere a 4 dineros e medio será a 4 dineros e meaja porque la meaja, e asy farán todos los otros elementos. E sy quisieres ensayar sabe primeramente los pesos del ensay es media onga y aquella media on^a es partida en 12 partes e la vna de aquellas partes es llamada dinero y aquel dinero es partido por 24 partes e cada vna de aquellas partes es llamado grano e 24 granos es el dinero y 12 granos es medio dinero que es llamado meaja e 6 granos es 1/4 parte de dinero que es llamado pujesa y los otros 6 que quedaron es otra pujesa que es partida por granos [...] e por 1/2 e 1/4 e la media onga es 12 dineros porque aquellas partes que es partida es llamada dineros y el 1 /4 de on^a es llamado 6 dineros y la vna ochaua es llamada 3 dineros. Esta ochaua deue ser partida por 3 partes e cada parte será dinero y aquel dinero partido por 24 partes cada parte es vn grano e vn grano fecho 4 partes es 1/4 cada parte de aquellas de grano. E como se fizo esta cuenta de media onga se farà otro peso qualquier mayor o menor partiéndolo por 12 partes e cada parte por 24 partes e asy se farà e se partirá vn marco por 12 marcos e a la parte será llamada dinero de marco y este dinero de marco es llamado vna parte de 14 partes y vna parte de aquellas es llamada grano de marco. E los pesos del ensay son fechos en esta manera que aquí está 12, 6, 3, 2, 1, 1/2, 1/4. 336

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Sy vn ome quisiere ensayar vna moneda o vna contía de plata tome de aquella moneda tanto como aquella pesa que pesa 12 dineros e póngala a ensayar e desque ftiere ensayada pese la plata que saliere e sy pesare 6 dineros será de a 6 dineros de ley, e sy pesare 5 dineros será de a 5 dineros de ley, e sy pesare 4 será a 4 de ley, e sy pesare 3 será a 3, e sy pesare a 2 será a 2, e sy pesare a 1 será a vno y sy pesare grano más o menos será a los granos que pesaren más o menos. E asy como sy recudiesen a 6 dineros de ley asy recudirán todos los marcos a 6 dineros de ley o a la contía que saliere. E desque el omen ouiere fecho el ensay, péselo e vea qué peso es e sy le recudiere cabal de ley que a de ser aquella moneda a vn grano de ley o a más o menos, váyalo dezir al maestro e sy le saliere menguado más de vn grano dígalo a las guardas porque lo manden fondir porque vn grano de menos non se fiandirá que a otra fundición porná un grano de más, que asy lo manda el rey [...]

5 Instrucciones para la realización del ensayo de la plata por copelación, c. 1300 Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. 122r-131v. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladohd, 2000, pp. 217-223. [...] Sy quisieres bien ensayar faz buena pendrada que sea de buenas cenizas e fazerse ha el ensay en ella bien. E sy no ftiere de buenas (jenizas esmolerse a la pendrada en el fuego o se quebrará e sy la cendrada se esmoliere meterse a la plata a bueltas por ella del plomo o del cobre e saldrá el ensay menguado e non será verdadero. Mas para fazer buena cendrada toma los meollos de los cuernos e fazlos quemar fasta que sean bien quemados ca mientras más quemados fiieren mejor es e sy no fueren bien quemados tornará grand dapno el ensay ca quemarse y a después la cendrada e meterse y a la plata por ella. E sy non podieres aver de los cuernos de los terneros, toma de los cabrones e de las vacas o de los cauallos o de los asnos e ponlos a quemar fasta que sean bien blancos e tírales las cabecas e faz de lo otro la cendrada e así farás de los cuernos y esta es buena ceniza para fazer las cendradas, como quier que la mejor es la de los cuernos de los terneros. E desque los huesos frieren quemados son a moler e desque fueren molidos fazlos cerner por vn cedaco y el cedaco non sea muy espeso nin muy ralo que la ceniza mucho molida pierde por ello B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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que no se defiende tan bien al fiiego como la que es vn poco gruesa que la traspasa el fiiego más e sy es vn poco gruesa non traspasa el fiiego tanto el plomo e pruévalo e fallarás que es asy. E para fazer la çendrada pon 3 partes de çeniza de los cuernos o de los huesos y la otra parte de çeniza de sarmientos e bueluelos en uno e desta çeniza farás la çendrada. E sy non podieres aver sarmientos toma los tronchos de las coles e faz çeniza e pon el 1/4 como dicho es. E sy non podieres aver de tronchos de coles fazlo de la çeniza de aquellos cuernos mismos e pon a vueltas desta çeniza vedrío molido peso de media onça e sy non ovieres vidrio pon peso de media onça de arena menuda. El vidrio se pone con la çeniza porque desde que está en el fiiego se faze como masa y apégase a la çendrada e non la dexa quemar, e la arena eso mismo, que se faze escoria e no la dexa quemar. Y la çeniza de los tronchos o de los sarmientos ponlos a cozer en vna olla que sea llena de agua e faz la feruir tanto que el agua sea consumida toda, e después saca la çeniza e lávala. E toma vn ladrillo o vna caldera e ynchela de agua e toma vna altamía e ynchela de aquella çeniza cozida e ponía en el agua e métela con la mano de dentro en la altamía e cúbrase de agua con la çeniza e lo que se canuiare será la buena e lo que fincare en la altamía no es bueno e dexa apartar la de la caldera e desque fuere apartada lança el agua fuera e coge la çeniza e faz della pellas e ponías a quemar e dale grand fuego fasta que sean bien quemadas e pon desta çeniza el 1/4 como dicho es con la çeniza de los cuernos o de los huesos e desque estas çenizas fueren bueltas farás la çendrada. E pornás las çenizas en fondón e tomarás de las çenizas de los sarmientos contía de vna ochaua de ochaua de onça e ponerla as ençima de aquellas çenizas en guisa que cubra la faz de la çendrada porque la faz sea lisa, que sy la faz de la çendrada fuere lisa no le deterná el ensay en ella, e sy [no] fuere lisa asy como el ensay fuere menguando yrán quedando gollinos en la çendrada e torna grand dapno al ensay E desque ouieres puesto la çeniza de los sarmientos ençima de la çendrada e la color esté en medio de la çendrada e tome tanto canpo como sería vn barcelonés. E sy quisieres fazer la color fasla desta guisa. Toma los huesos del pie del puerco o del testuzo, e sy no pudieres aver los del puerco toma los del carnero, e ponlos a quemar e quémalos bien fasta que sean bien quemados e bien blancos e fazlos moler quanto más se pudieren moler. E desque fueren 3?8

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molidos láuales asy como lauaste la ^eniza de los sarmientos e desque fueren lanados déxales apartar e déxales enxugar al sol que ellos non sean más a quemar. E desque fueren enxutos ciérnelos por vn ^eda^o el más 9errado que pudiere ser o por vn ^endal. E desque fueren gemidos toma vna onga dellos e toma vna quarta de piedra de borras quemada e media ochaua de vidrio molido e buéruelo todo en vno y esta es la color para la pendrada. Y sy quisieres quemar la piedra del borras 3 o 4 pedamos e pon cada pedazo encima de vna ascua de fuego e tornarse ha blanca e entonce la tira añiera quemada será farto. E pon deste borras vna quarta de onga con la geniza de los huesos de la color. Y avn sy no pudieres aver estos huesos que dichos son para la color, toma del cuerno del gieruo de lo más ^errado que fallares o de las canillas del cabrón o del cabrito e los mejores son del puerco o del cabrito e asy será esta pendrada buena e acabada para ensayar con ella. E quando quisieres fazer la gendrada toma las genizas bueltas como dicho es e non las rocíes mucho. E sy quisieres saber sy son mucho mojadas e sy no, te mojares la mano e toma vn puño dellas quando las apretares e se tramasaren serán bien mojadas e sy te mojares la mano son mucho mojadas. E ponías en la capilla de la llancón e ynchelas por encima e desque fliere bien llena toma la forma que es de box e ponía dentro en la capilla e aprieta bien la geniza e después saca la forma del box. E toma contía de peso de vna ochaua de geniza de los sarmientos e láuala e ponía en la capilla dentro e aprieta bien la geniza. E después saca la forma del box y escaliéntala e tórnala a poner dentro en la capilla engima de las genizas. E fiere encima de la forma con vn partillo que pese 3 libras e da grandes martilladas vnas 3 o 4 e quanto más las firieres de rezio tanto más será mejor para la pendrada e después saca la forma de las genizas en guisa que se non quiebre. Desque la ouieres sacado será la pendrada fecha y en aquella pendrada ensayarás. Quando lasfizieresnon las pongas a enxugar al fiiego ni al sol, syno que las tengas fechas de muchos días que se sequen ellas de suyo, éstas serán buenas para ensayar. Sy quisyeres ensayar bien, ensaya primero el plomo y la plata que saliere del plomo desquitarla as del ensay que fizieres de la moneda e pornás aquella plata que saliere del plomo en el peso. E sy quisieres ensayar el plomo toma tanto plomo quanto entendieres que ha menester para fazer el B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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ensay. Para sacar media onga de cobre a menester 6 ongas de plomo y el ensay de plomo no es syno para saber quanta plata a en él e sy ouiere vn grano por marco ay mucha plata. E busca plomo en que no aya tanta plata que quanto menos plata ouiere tanto es mejor para ensay. Y otrosy que el plomo non sea soserriento que ay plomo que es quemado desestir e quando se ensaya la plata en el sorsoto quema la plata que non sale ensay verdadero. E sy quisieres saber sy el plomo es sersorriento toma vna pendrada e ynchela de plomo e ponía en el fornillo engendido el fuego e faz correr el plomo, e desque el plomo corriere para mientes sy andudiere encima del plomo manchas grandes que semegen azeyte, e sy fueren grandes asy como sy fuere vna meaja del rey don Sancho non será el plomo bueno, que será serriento, e sy el plomo fiziere manchas menudas que a mala vez se puedan ver e deuisar, aquel plomo será bueno para ensayar, sol que ayan en él poca plata e que non ayan más de vn grano de grano por marco, esto será buen plomo. E sy quisieres adobar el plomo toma vna contía de plomo e ponía en la pendrada grande e ynchela de plomo e fazla correr tanto que mengue 1/8 e alinpiar se a de sersero sy lo touiere o de alguna suziedad sy la touiere. E después sácalo de la pendrada y ensáyalo por plata segund dicho es. E después fúndelo e lánzalo en varas e deste plomo ensayarás. Y sy quisieres bien ensayar deues aver vn fornillo de barro bermejo fecho en esta manera, la longura a de ser de dos palmos o de 3 y en ancho vn palmo. Este será de buen grandes para fazer ensay de media onga. E a de aver vn suelo en fondón ^errado saluo vna portezuela quanto quepa la mano, e a de aver otro suelo a vn palmo encima del otro y el suelo de medio a de ser de fierro e han de ser 13 fierros y el anchura del fierro a de ser de dos dedos e fecho como cuchillo, el vn cabo gordo y el otro delgado e la gordura es esta. E pon la gordura fazia encima e lo delgado fazia fondón. E quando pusyeres la pendrada en el fornillo ponía dentro de la portezuela del suelo de medio encima de los fierros quanto el tercio de la anchura del fornillo e pon en fondón de la pendrada vn pedazo de barro fecho en esta manera y engima del barro vna poca de geniza. La pendrada en guisa encima, que la pendrada esté alta de los fierros quanto vna mano y engima de la pendrada pon vna lanterna de barro bermejo. Y la lanterna del barro sea fecha desta manera que aquí está. E encima 33o

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de la lanterna pon vn testezuelo de casco de olla que llegue a la boca del fornillo porque el carbón non caya dentro. E desque esto ouieres fecho ynche la çendrada de plomo e toma carbones tamaños como huevos e ynche el fornillo dellos, e sean bien quemados porque non respondan nin fagan gran llama, que sy fazen llama non se pueden bien ver quando ome quiere dar la priesa del ensay, e quando el carbón responda e salta en la çendrada faze dapno al ensay E desque el carbón fiiere puesto pon fiiego dentro e pon ençima de la çendrada dentro la lanterna e dexa ençender el fiiego por sy, ca él se ençenderà por sy luego, ca sy lo ençendieses por fiierça escalentarse a mucho el fornillo e la çendrada. E desque fuere ençendido e que el fiiego que sea claro, toma vna vara verde e alinpia la çendrada de los carbones que están ençima e sy el plomo non corriere pon vna ascua dentro en la çendrada e esté fasta que corra. E desque corriere alínpiala otra vez con la vara verde, que sy la vara fuese seca calentaría la çendrada mucho, e quando alinpiares con aquella vara mójala vn poco. E desque el plomo corriere déxalo correr fasta que se esclaresca e ande asosegadamente. E desque fiiere esclaresçido e asosegado toma contía de media onça de aquella moneda que quisieres ensayar o plata e pésala por pesos del ensay que son dichos. E desque fiiere pesada ponía dentro en la çendrada en el corro que corre e non los pongas todos en vno que se enfriaría el plomo, mas ponlos poco a poco en guisa que el plomo non dexe de correr. E para mientes que non mengue el carbón al fornillo nin le eches mucho carbón porque el fiiego non sea muy grande, ca sy el fiiego fiiese mucho grande escalentaría la çendrada mucho entre sy e meterse y a la plata por ella a bueltas del plomo e del cobre, e sy el fiiego fuese muy pequeño fazerse y a el ensay tarde e non se podría enxugar del plomo nin el cobre non podría bien salir, e quando el ensay está más al fiiego, peor es. E sy quisyeres fazer el fiiego bueno para mientes que el ensay no vaya claro e la çendrada que paresca prieta e no mucho, que sy ella andudiese muy prieta andaría el ensay muy frío. E sy la çendrada paresçiese blanca sería el fuego grande e andaría el ensay muy caliente, como quier que a la priesa a de aver buen fiiego. E quando el ensay fuere pequeño ante de ora de dar la priesa pon carbones alderredor del ensay buenos que non responden porque el fiiego sea bueno para la priesa. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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E desque el ensay fiuere menguando el plomo que está en él y el cobre, conviene que estés ay atendiendo el ensay y ten vna vara de plomo en la mano e la vara sea de vn palmo e medio o dos palmos e que sea gorda en el vn cabo como el dedo y el otro cabo deue ser muy delgado e quanto más delgado fuere es mejor e ternás el cabo más gordo en la mano e del otro cabo çeuarâs el ensay. Sy a menester más plomo del que echastes para mientes sy el ensay quitare de correr e sy quisiere correr e fuere su color bermeja y el ensay se abaxare es señal que no es fino e que ha menester más plomo, e sy el ensay anduuiere alto e redondo e las orillas claras e luzías es señal de fino e non ha menester plomo, y esta es la primera priesa. E sy fiiere la color bermeja y el ensay abaxado dale vna çendrada de plomo de aquella barra que tienes en la mano e corra aquella vara como de cabo e sy vieres que corre claro e anduvieren manchas ençima dél muy pequeñas y él anduviere claro e redondo e las orillas luzías, es señal de fino. E toma unos muelles en la mano muy sotiles y en los muelles vn paño e aquél paño sea mojado vn poco, y en la otra mano vn lanbique con que lançe agua muy sotilmente e para mientes al ensay. E quando el ensay dexare de correr entonçe toma la priesa e déxalo estar quedo fasta que corra otra vez e a la otra vez que corriere, sy andudiere ençima dél manchas como de azeyte y el ensay non se abaxare e las orillas non fiieren luzías syn mancha ninguna, saluo que quedare ençima vn poco de fiimo vermejo de color de cobre y es como vna nuvezilla, déxalo estar quedo fasta que aquella nuvezilla se tire. E ante que ella se tire del todo nin que el ensay sea todo esclaresçido, pon el paño que tienes en las tenazas ençima del ensay antes que la nuvezilla se tire e que el ensay se enfríe. Y el ensay, desque sintiere la friura boluerse a muy fuertemente y esclaresçerà todo, entonçe lança el agua en el alanvique e déxalo enfriar e saca la çendrada de fiiera e lança otra vez fiiera del agua fasta que el ensay sea frío. E saca el ensay e fallarás ençima dél vnas señales e las señales son estas, vnas loças bermejas color de grana e son menudas como puntas de agujas que a mala vez se pueden deuisar, e sy las pecas fiieren grandes fincaríen el ensay cargado e sy non ouiese pecas ningunas sería estrapasado de las çendradas. Sy quisieres ensayar asy como otros ensayadores ensayan que non saben ensayar asy como pertenesçe y echan el plomo por peso y déjalo correr fasta que el ensay sea fino a poder de plomo, y aquel ensay a 334

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tal no es verdadero, que no es syno como quien afina plata que el ome que echa en el ensay el plomo por peso. E no es çierto en el ofiçio que puede sacar el ensay a su punto que puede dar tal fiiego que gastará el plomo vna ora más que otra e puede ser tal çendrada que cogerá en sy vna ora más cobre que otra. E sy el plomo menguare antes que salga el cobre non sabrá conosçer sy es el ensay fino e sacarlo a cargado, e sy el cobre se fuere ante que el plomo será el ensay estrepasado. Sy quisieres ensayar asy como otros ensayadores que non saben ensayar asy como pertenesçe pon la çendrada al fiiego e sea tan manera que quepa vn marco de plata e ynchela de plomo e sy lo quisieres ensayar fuere a tres dineros de ley, o sy fuere a más de ley pónle más plomo e déxalo correr fasta que se desgaste el plomo todo e saldrá el ensay fino e fermoso e luzío ençima e será en fondón dél cargado. E asy que este ensay a tal non será verdadero, que será estrapasado e cargado, porque anduvo mucho al fuego e afinóse por sy, e será cargado porque non se pudo enxugar del plomo sy non a muy grand daño del ensay, porque ellos echan plomo más de su derecho porque les faga fino syn çeuar [...]

6 Libro de fundiciones

de la ceca de Iglesias, 1324

Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2025/2, ff. 6r-27v (selección). [6r] Divendres, XXVIII dies de juny, liuraren en P. Castel, Jacomo Nicola, al dit fonedor d'argent alayat {sigue rayado-, riels) en IX cressols per dinés menutz: CLXXVl m'^ VI onzes II (...) En los quals messeren d'argent fi: XXXVI m^ Item, coure gravar per lega: CX m^ VI onzes IIII t^ Suma per tot l'argent fi: XXXVI m^ Suma per tot lo coure: CX m^ VI onzes IIII t® Item, messeren-hi de sisayla: XXX m^ Suma entre argent alayat e ssissayla: CLXXVl m^ VI onzes IIII t^ Dels quals cobraren en riels: CLI m^ Item, en ssissayla e lavadura: XXII m^ VI onzes. E axf minvà al fondre: III m^ IIII t^ B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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[8r] Divendres, II dies d'agost, liuraren en P. Castell, Jacomo Nichola, al dit fonedor d'argent alayat en X cressols: CLXXI

III onzes II t^

En los quals messeren d'argent fi: XLII m^ Item, coure gravar per lega: CXXIX m^ III onzes II t^ Suma per tot l'argent fi: XLII m'i Suma per tot lo coure: CXXIX m'^ (III) onzes (I) t'^ Suma argent alayat: CLXXI m^ III onzens II t^ Dels quals cobraren en riels: CXXXVIII m^ Item, en ssissayla e lavadura: XXXI m^ IIII onzes. E axi minvà al fondre: I m^ VII onzes II t^ [ l l r ] Dimecres, XXVIII dies d'agost, Huraren en P. Castell, Jacomo Nichola, al dit ffonedor d'argent alayat en X cresols: CCXXXVI m^ (I) onza (I) t^

I

En los quals messeren d'argent fi: L m^ Item, coure gravar per lega: CLIII m^ I onza. Suma per tot l'argent fi: L m^ Suma per tot lo coure: CLIII m^ I onza. Item, messeren-hi de sissala de dinés menutz: XXXIII m^ IIII t^ Suma entre argent alayat e sissala: CCXXXVI m^ I onza IIII t^ Dels quals cobraren en riels: CXCVIII m^ Item, en ssissala e lavadura: XXXIII m^ II onzes IIII t^ E axi minvà al fondre: IIII m^ VII onzes. [ISr] Dimecres, X de dehembre, liuraren en P. Castell, Jacomo Nichola, al dit ffonedor d'argent alayat en IIII cresols per a dinés menutz: LXXX m^ (I) onza IIII t^ En los quals messeren d'argent ffi: XVIII m'^ VI onzes. Item, coure gravar per lega: LXI m^ III onzes IIII t^ Suma per tot l'argentfifi:XVIII m^ VI onzes. Suma per tot lo coure: LXI m^ III onzes IIII t^ Suma entre argent alayat: LXXX m^ I onza IIII t^ 334

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Deis quals reteren en riels: LXX m^ IIII t^ Item, en ssissayla e lavadura: VI m^ E axí minvaren al fondre: IIII m'' I onza. Pones II voltes per so com los cressols se romperen. [27v] Divendres, XVIII dies d'abrill de M°CCC°XXV°, liuraren en R Castell, Jacomo Nichola, al dit ffonedor d'argent alayat en VII casses (sic): CCCXXXVI m^ III onzes IIII t^ En los quals messeren d'argent ffi: LXXVIII m^ VI onzes. Item, coure gravat per lega: CCLVI m^ V onzes IIII t^ Suma per tot l'argent ffi: LXXVIII m^ VI onzes. Suma per tot lo coure: CCLVII m^ V onzes IIII t^ Suma argent alayat: CCCXXXVI

III (o IIII) onzes IIII t^

Deis quals cobraren en riels: CCCXVIII m^ VI onzes IIII Item, en ssissayla e lavadura: XIII m^ E axí minvà al fondre: IIII m^ V onzes.

7 Libro de blanqueo de menuts de la ceca de Iglesias, 1324 Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2025/5,ffi2r y 3r. [2r] Rebuda ffas yo, Pons Cavare, substituït d'en P. Eolquet, scrivà de la moneda de Serdenya, que ara stat en vila d'Esgleyes per lo ssenyor Rey e per lo ssenyor imffant, que comensse d'escriure en aquest fibre los diners menutz que en Nicolos Ros, maestre de la dita moneda, hurà a.n G. Izern, blanquidor, per blanquir. Dimecres, XXXI dia d'octobre de l'any de M°CCCoXXIIII°: Primerament, dimecres XXXI dia d'octobre demuntdit, fiurà lo demuntdit en Nicholos Ros a.n G. Izern, blanquidor, per blanquir diners menuts a march sardesch: LII m^ V onzes IIII t^ Dels quals cobrà com fforen blanquitz: LI m^ IIII onzes IIII t^ E axí minvaren al enblanquir: I m^ I onza. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, dissapte, III dies de noembre, liurà lo dit en Nicolos al dit blanquidor per blanquir diners menuts a march sardesch: LXIII m^ VII onzes VII t^ Deis quals recobrà com foren blanquits: LXII m^ VI onzes IIII t^ E axí minvaren al enblanquir: I m^ I onza III t^ [3r] Dissapte, XIII dies d'abrill, comenssaren en P. Castell, Jacomo de Nicola, de liurar diners menutz a.n G. Izern, blanquidor, per blanquir a march de Barchelona: Dissapte, XIII dies d'abrill desúsdit, liuraren en P. Castell, Jacomo Nicola, al dit blanquidor: XLIX m^ VII onzes II t^ Deis quals cobraren com fForen blanquitz: XLVIII m^ VI onzes VII t^ E axí minvà al blanquir: I m'^ III t^ Item, diluns, XV dies d'abrill, fforen liuratz al dit blanquidor per blanquir: XLIX m^ VII onzes II t^ Deis quals cobraren com fForen blanquitz: XLVIII m^ VI onzes VII t^ E axí minvaren al blanquir: I m^ III t^ Item, dimartz, XVI dies d'abrill, fforen liuratz al dit blanquidor per blanquir: XLVI m^ II onzes VI t^ Deis quals cobraren con fForen blanquitz: XLV m^ IIII onzes. E axí minvaren al blanquir; VI onzes VI t^ Item, dimartz, XXX dies d'abrill, fForen liuratz al dit blanquidor per blanquir: LXVI m^ VI onzes. Deis quals cobraren com fForen blanquitz: LXV m^ II onzes II t^ E axí minvà al blanquir: I m^ III onzes VI t^ Suma de la minva d'esta pàgina: IIII m^ (III) onzes II t^

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Libro de gastos de la ceca de iglesias, 1324 Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2025/6, ff. lr-5v. [Ir] Rebuda ffas yo. Pons Cavara, subsdtuít d'en P Folquet, scrivà de la moneda de Serdenya, que ara stat en Vila d'Esgleyes per lo senyor Rey e per lo senyor imffant, que comensse de scriure en aquest libre les messions que en Nicolos Ros, maestre de la dita moneda per lo ssenyor rey e per lo ssenyor imffant, f(a) en la dita moneda assó nessessari en la dita moneda. Diluns, XXIX dies d'octobre del ayn de M°CCC°XXIIIIo. Primerament, diluns, XXIX dies d'octobre desúsdit, pagà lo desúsdit en Nicolos Ros a maestra Branquas per VI peres de qué fo fer rieleres, d'alffonsins menutz: I Ibr. VIII sol.; Item, pagà que costaren de portar tro a la moneda: I sol. VI dr.; Item, pagà primer dia de noembre, diyous, a maestre Joan Cault, que ajudà a obrar les dites peres, per I jorn e I poch més: VI sol. II dr.; Item, pagà a maestre Branquas, qui levorà en les dites peres III dies a raó de V s. lo dia: XV sol.; Item, pagà disapte. III dies de noembre, a VI Ibr. de caneles de sèu: III sol. VI d.; Item, pagà a oli a II fondicions d'argent: XI dr.; Item, pagà a oli per II fondicions de menutz e entrà-n.i més per sò com les peres eren noves: IIII sol; Suma d'esta pàgina: {no indica suma alguna) [Iv] Item, pagà lo dessadit en Nicholos Ros per fer estrer coure qui era en pans, s. II dr. Item, pagà per terra blanca a obs d'adobar la sòia del fornel: VI dr.; Item, pagà a una rayma de paper: I Ibr.; Item, pagà a VIII pergamins a obs de cubertes a libres: XIII s. IIII d.; Item, page, dicmenge, XI de noembre, a VI Ibr. de caneles: III s. VI d.; {al margem page yo Pons Cavara de qui avant) Item, page a oli a III fondicions d'argent: II s. VI d.; Item, page a I corda redona de poar aygua: VIII dr.; Item, page a tinta d'escriure: II dr.; B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, page a d(ra)p a guans a obs del fonedor a gitar l'argent: II sol.; Item, page a adobar la tancadura de la fifondició: II sol.; Item, page dimartz, VI de noembre, a.n Gomita Pira, de Vila Masarga, per XVII puliges menys quartà de carbó, a raó de V s. VI d. la polige: IIII Ibr. XII s. I d.; Item, page diyous, VIII de noembre, a Gunnare Laco, de Vila Massarga, per XII puliges a raó de IIII sol.: II Ibr. VIII s.; Item, page aquel dia mateix a Trebani Lotxi de Vila Masarga, per IX puliges mige a raó de IIII s. menys VI daltot: I Ibr. XVI s. VI d.; Item, page dimartz, XIII dies de noembre, a IIII Ibr. de cándeles de sèu: II s. IIII d.; Item, page a oli a I fondició d'argent: X dr. [3r] Rebuda que fass yo, Pons Gavarre, substitu'ít per en P. Folquet, scrivà de la moneda, que ara stat en Vila d'Esgleyes per lo ssenyor rey e per lo ssenyor inffant, que comenssaren defiferles messions en P. Castell e Jacomo Nichola nessesàries a la moneda: Primerament, diluns, XIX dies de noembre, pagaren a VI Ibr. de caneles de ssèu: (?) s. VI dr.; Item, dimecres, XXI dies de noembre, pagaren a oli per II ffondicions d'argent: I s. X dr.; Item, pagaren a oli, dimecres V de dehembre, per a VI fondicions d'argent: V s. II dr.; Item, aquel dia mateix, pagaren a IX Ibrs. de caneles de ssèu a raó de VTI d. la libra: V s. III d.; Item, pagaren a I granera e ffil a cuzir los guans del fonedor: X dr.; Item, diyous, VI de dehembre, pagaren a mestre March per I jorn que lavorà a les peres de la fondició: IIII s.; Item, pagaren a I^ corda rodona a obs del pou: X dr.; Item, pagaren a.n Veltro Ferrer (apellido o indicativo de oficio?) per adobar e metre I pany en la caxa magor: I s. IIII d.; Item, pagaren que costà d'adobar I^ pela de les obres, divendres, VII dies de dehembre: III s.; Item, pagaren dicmenge IX dies de dehembre a.n Veltro Ferrer per II siels que pezaren X Ibr. I onza a raó XI d. la libra: IX s. II dr.; Suma de pàgina: I Ib. XIIII s. XI d. [3v] Item, dicmenge, II dies de dehembre, pagaren los ditz en P. Castell e Jacomo de Nicola a. n Veltro 338

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Ferrer per XXIIII pesses de trossels de diners menutz e II pesses de trossels de diners d'argent que pessaren XVII Ibrs. III onzes a raó de (X)I dr. la libra, munten: XV s. IX dr., ven a.n P. Castell per la meytat que.n deu pagar VII s. X d. malla (e) a la cort l'altra meytat que són: VII s. X d. malla. Item, pagaren tinta: II d.; Item, pagaren a Gomita e Guanne Balbo, a XXII de dehembre, per III caros de carbó que foren XI puliges {interliniado: 90 és, I^ bóta de mena piena), I carou a raó de V s. VT d. muntaren: III Ib. I s.; Item, pagaren aquel dia mateix a (I) caro de lenya a obs de la blanquició: IIII s.; Item, pagaren a VI fFondicions d'argent per oli, a XXV de dehembre: IIII s. Vili dr.; Item, a II de janer, pagaren a I carou de lenya per la blanquició: III s. VI d.; Item, a tinta d'escriure: II d.; Item, pagaren a I^ clau a la cambra del tressor: IX dr.; Item, pagaren al fFonedor per bouratge de XVII fFondicions a raó de III d. per fondició ffìns en X de janer: IIII s. Ili dr.; Suma de pàgina: IIII Ib. VI s. IIII dr. malia. [4r] Item, pagaren (per) tinta d'escriure {interliniado-. en II voltes), a XII dies de janer: IIII dr.; Item, pagaren a cándeles de sèu, a XXVI de janer: II dr.; Item, pagaren a.n G. Izern, blanquidor, per bouratge de XXVIII fFondicions a raó de II d. per blanquició tro a XI dies de janer: IIII sol. Vili dr.; Item, pagaren, a XII de janer, a III ffondicions d'argent holi a.n P. Traens, fonedor: III s. Vili dr.; Item, pagaren a.n Veltro Ferrer, a XII de janer, per XII Ib. Vili onzes d'una part e per XIIII Ib. de trossels de més d'argent, e són per tot XXVI Ibs. Vili onzes que a raó de XI d. la libra munten XXIIII s. V d., ven a la cort la meytat que són: XII sol. II d. òboi; Item, pagaren per VI pales (<piles?) rebatudes e I® assade e III rebulides a.n Veltro Ferrer aquel dia I sol. IX d., ven a.n P. Castell per la meytat X d. òboi e a la cort per l'altra meytat: X d. òboi; Item, pagaren, a XXII de janer, que costà de portar lo coure tro a casa dels camarlenchs hon sa pesà, lo qual coure fo venir coli de la viola de Pisa V bales: II sol. II dr.; Item, pagaren a III de fabrer a oli a III fondicions: III sol.; Item, costà que pagaren aquel dia a trer terra e metre en I cassa, la qual era lavadura d'argent: I s. IIII dr.; B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, pagaren al fonedor qui gravà coure per vin: I s.; Item, pagaren a 11 dies de mars a Veltro Ferrer per II siels que pezaren VII Ibrs. X onzes a raó de XI d. libra: VII s. II dr.; Item, aquel dia mateix pagaren al dit Veltro per VI piles de diners menutz que pessaren IX Ib. a raó de XI d. munten VIII s. III d., ven a la cort: IIII s. I d. òboi; Suma de plàgina: II lb. Vili d. òboi. [4v] Item, dissapte, II dies de mars, pagaren al dessadit Veltro perXXVEl Ib. IHI onzens de trossels de diners d'argent a raó de XI dr. k Hbra, munta XXV s., ven a la cort per la meytat e l'altre meytat a.n E Castell: XEl sol. VI d.; Item, pagaren al dit Veltro per XXX trossels de diners de menutz rebatutz a raó de I dr. per trossel e per IX piles rebatudes a IX d., és per tot VI s. Ili d., ven a.n P. Castel per la meytat e l'altre meytat a la cort: I s. VII d. òboi; Item, pagaren a XXI de ffabrer {sigue repetido pagaren) a.n Branchas per I jornal que lavorà a les peres de les rieleres: V s. VII dr.; Item, pagaren a II lb. de caneles e mige: II s. V dr.; Item, pagaren a I corda del pou e I scombra: I s. Ili dr.; Item, pagaren a I mànech a obs de I^ peela: VI d.; Item, pagaren a tinta d'escriure: I dr.; Item, pagaren a I caro de lenya: II s. Vili d.; Item, pagaren a III puliges de carbó {interliniado-, d'asaygs) a raó de VI s. IIII dr. la puliga, munta: XIX sol.; {al margen-, I^ puliga voi dir I^ bóta piena) Item, pagaren a II hòmens qui garbalaren lo carbó per II jornals a raó de XX d. cascun hom: VI s. Vili dr.; Item, pagaren a Vili fondicions d'oli, a II dies de mars,fiforend'argent: Vili s.; Item, diluns, IIII dies de mars, pagaren a Gormare de Vila Massarga per II puliges <e> miga de carbó: X s. III dr.; Suma de pàgina: III Ih. X s. VI d. òboi. [5r] Item, dissapte, XIII dies d'abrill, pagaren a.n Veltro Ferrer per XLV pesses de trossels que pesaren Lini lbs. X onzes a raó de XI d. la libra, munten II ll. X s. Ili d., ven a.n P Castell per la meytat XXV s. I d. malia e a la cort: I Ib. V s. I d. malia.

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Item, pagaren lo desúsdit dia, al dit Veltro Ferrer per VI piles rebatudes e II asades I s. VI d., ven a la cort: IX d.; Item, pagaren al dit Veltro per II canons de manxes: VI sol.; Item, pagaren al dit Veltro per II peles adobar e II siels rebulitz e I pareli de canales d'adobar: VII s. VI d.; Item, dissapte desúsdit, pagaren a XIX lbs. de plom a obs dels assaygs a ffer a raó de X d. la libra: XVs.Xd.; Item, pagaren dimartz, XVI d'abrill, a oli per XIII fondicions d'argent: XII s.; Item, pagaren a tinta: II dr.; Item, pagaren a XVII d'abrill a I mànec al martell: V dr.; Item, aquel dia mateix (I) corbels de terra al fifornell: II s. (III) dr.; Item, aquel dia, per X mànechs de siels e de martels: III sol.; Item, aquel dia, a I carou de lenya a obs de l'emblanquir: I s. VII d.; Item, aquel dia, pagaren a II hòmens qui garbaran lo carbó II jorns: III s. IIII d.; Item, miga cana de drap a guans al fonedor: Vili s.; Item, pagaren a I cana miga de canabàs a obs d'escurar los diners menutz a raó de III s. IIII d. la cana: V sol.; Suma de pàgina: IIII Ib. XI s. V d. òboi. [5v] Item, pagaren a (Pe)rot de I baril de ros a obs d'emblanquir: II (d.); Item, pagaren dimartz, XIII d'abril, a III Ibs. de caneles: III s.; Item, aquel dia pagaren a Margan Lotxi per VI puliges de carbó a raó de IIII sol. VI dr. la puliga: I Ib. VII s.; Item, dissapte, XXVII d'abrill, pagaren a.n Veltro Ferrer per II siels qui pesaren VII lbs. VI onzes a raó de XI dr. la libra: VI s. X d.; Item, pagaren al dit Veltro per XI trossels de menutz que pessaren VII Ibs. X onzes que valen VII s., ven a la cort la meytat: III s. VI d.; Item, aquel dia mateix pagaren al dit Veltro per V piles asades a raó de (VI Ib.) II s. VI d., ven ha la cort per la meytat: I s. Ili d.; Item, aquel dia pagaren al dit Veltro per adobar II casses de gravar coure: IIII s.; B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, pagaren a.n P. Traens, fFonedor, per bouratge de XXV fFondicions a raó de III dr. per fondició tro a XXIX d'abrill: VI s. III d.; Item, aquel dia pagaren a.n G. Issern, blanquidor, per bouratge de LXXII blanquacions tro aXXIX d'abril: XII s.; Item, dissapte, XI dies de mayg, pagaren a I rayma de paper: XVII s.; Item, pagaren a.n [Guanti Gusemare de Saliquo] per VIII puliges de carbó a raó de VI s. la puliga: II Ib. VII s.; Item, aquel dia mateix pagaren a Pasquale Sipare de Vila Massarga per XXIIII puliges de carbó a raó de VI s. la pulige: VII lb. IIII s.; Item, aquel dia mateix pagaren a I garbell e a verges: I s. III dr.; Item, aquel dia mateix pagaren a una pala e I^ scombra: I s.; Item, aquel dia mateix pagaren a VI Ibs. de cándeles de sèu: VI s. Suma de pàgina: XIIII lb. Ill d. (...)

9 Ordenamiento de Alfonso XIpara la acuñación de cornados en Murcia, 1334 Ed. J. Torres Fontes, "La ceca murciana en el reinado de Alfonso XI", Les Espagnes

Médiévales.

Mélanges ojferts à jean Gautier Dalché, Niza, 1983, pp. 310-311. El maestro e las guardas e los alcalles que den fornazas a omnes seguros. Que el ensayador que tome el plomo e del menos argentoso que fallare para fazer el ensayo e que faga proeva dello ante las guardas e quanta plata y fallare que la meta de parte del encontrapeso en que oviere de pesar el ensay de la balança. E el maestro que dé a los obreros del argent linpio en fin e que reçiban dellos el contrapeso linpio e en fin e ge lo de por aventaja a cada çient marcos de obra aleada onça e media de obra aleada. E que dé a los obreros por obra de cada marco que obraren bien un maravedí e que den a los monederos de cada libra que bien monedearen una quarta de maravedí. E las guardas que caten que sean bien fechos e linpios e bien monedeados e los dineros que fallaren mal fechos o laydos o tuertos o quebrados o 344

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pieça menos o traslaydos o mal engranados o mal monedeados que los tagen e que los non den obratge nin monedaje fasta en dos vegadas, salvo que los monederos que ayan tres çizillas por cada libra. E ningún obrero non sea osado de cargar el contrapeso nin de traherlo ante las guardas mojado nin cargado de tierra nin de çisco nin de rendirlo al maestro nin a otro ninguno fasta que las guardas lo ayan visto sy es bien fecho e de buena talla e que lo manden rendir. Que ningún monedero tome cuento más de cuanto pudiere monedear e rendir al día nin sea osado de rendir el cuento al maestro nin a otro ninguno fasta que las guardas lo ayan visto sy es bien monedeado e lo manden rendir. E ningún obrero nin monedero que truxiere en el contrapeso o en el cuento o en las çizallas del contrapeso mezcla ninguna de otra ley, que muera por ello. E ningún obrero nin monedero que sacare contrapeso o cuento fuera de la moneda e fuxiere con él, que muera por ello. E ningún monedero non saque dineros del cuento e el que lo feziere que non aya cuento por un año. E la delibrança que se faga de dineros prietos en esta manera, que las guardas que buelvan bien todos los dineros en uno ante el maestro e que el maestro e el ensayador o el escriuano, quando fiieren bien bueltos, que tomen dellos e que pesen diez marcos en una balança en fin e otros diez marcos en otra balança en fin, e quando fiieren pesados que los cuenten e que caten que sean a xxii sueldos de talla el marco. Pero sy acaesçiere que oviere y fortaleza o febleza dos dineros a cada marco, que non se replese por ello más que sean libres e otro día quando obraren que lo enmienden en al tantos marcos. E quando los dineros fueren enblanquidos que ante que los den a monedear tomen las guardas dellos ante el maestro e ante el ensayador e el escrivano e que faga el ensayador ensay de la librança dellos e quando el ensay fuere fecho, quel judgen e quel pesen, e sy pesaren su derecho e fuere bueno quel ençierren en papel con xviii dineros blancos monedeados e que el escrivano y que escriva e de qual día es e de quantos marcos e quanto pesa e quel metan en una arca e que ayan tres llaves, la una llave que tenga el ensayador, e la otra la una de las guardas e la otra llave que tenga el nuestro escrivano e que metan dentro en aquella arca una bustia cerrada e sellada e que sea guardada para nos, e metan las guardas e el escrivano en aquella bustia de cada diez marcos que delibraren en prietos, un dinero blanco monedeado, e que metan los diez marcos con que pesaren la delibrança. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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E otrosy que ayan otra arca en la moneda en que tengan las guardas los parejos e los parejos que los tomen los guardas del entallador por cuenta e por recabdo e que ge los den por cuenta e por recabdo. E sy por ventura acaesçiere algunas vegadas quel ensay fuere menguado o creçido de un grano, que los dineros no sean detenidos por aquella razón, mas que labren e en la primera labor que labraren que lo emienden en al tantos marcos por mas o por menos de aquella guisa que lo ovieren mester a fazer. E sy mas de un grano menguare que tomen las guardas todos los dineros e que los fagan refondir ante sy e el maestro que meta y la mejoría ante ellos e ante el escrivano. E sy ovier y más de un grano e los arrendadores que por nos tovieren la moneda los quisieren refondir, que lo puedan fazer, e sy quisieren que sean librados con los mas de un grano que las guardas que ge lo libren por un grano más e de lo que y ovier más de un grano no les sea fecha emienda en ninguna de las obras que después labraren. E que reconozcan ellos e las guardas la ley e la talla de la moneda e que lo hemienden de aquella gusia que fuere de hemendar por ley e por talla en las primeras obras que obraren en la moneda porque la moneda salga buena e derecha a tres dineros enblanqueados argent fin de ley e a xxü sueldos de prietos de talla el marco como nos mandamos. E el maestro e las guardas e el escrivano que conçierten cada mes los marcos de la librança e los otros marcos e las balanças que fueren en la moneda e caten que sean buenos e derechos como nos mandamos. E que no tengan en la moneda marco ninguno de plata e el ensayador que faga ensay de las riellas ante que las dé a labrar e de las fornazas de los obreros e de los setios de los monederos, porque sy yerro fallaren que sepa de qual parte viene. Cada que fizieren la lavor desta moneda en fieldat, que el maestro e el escrivano que fagan cuenta cada mes lo que montare en la nuestra ganançia e el maestro que reçiba la plata e el canbio e el bullón que troxieren a la nuestra moneda ante el nuestro escrivano. Mandamos que los ofiçiales sobredichos de la moneda ayan por su comer e por sus soldadas el maestro cada mes çient bíxx maravedís e que los pague el arrendador, e el ensayador cada mes çient 35?

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e 9inquenta maravedís, e las guardas cada uno gient xx maravedís cada mes, e el escrivano cada mes qient maravedís e los alcaldes cada uno xxx maravedís cada mes (...) e el entallador que aya por su soldada e por su comer tres dineros e meaja de novenes de cada marco de plata fina que labraren e que se cuente por las libranzas blancas.

10 Libro de obreros de la ceca de Iglesias, 1336 Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2036/4, ff. 3r-3v. [3r] Diyous, IX dihes del mes de janer, liurà a.n Franse<s>ch Cava, cap defiDrnal,argent en riells per fer diners d'argent alfoncins, qui pesà a m^ de Barcellona: XXXIX m^; Dells quails raté en hobra feta: XXXII m^ IIII onzes 11^ Item, raté en sisala: VI m^ III onzes VII t^ E axí ach caball. Item, liurà a.n Marti Denos, cap de fornal, en riells per fer diners d'argent qui pesà a moneda de Barcellona: XLVI m^; Dells quails raté en hobra feta: XXXVIII m^ III onzens 11^. Item, raté en sisala: VII m'^ IIII onzes VI t^. E axí ach de lavada: I t'^ Suma d'aquest dihe: LXXXV m^. Dells quails rateren en hobra feta: LXX m^ VII onzes II t^ Item, rateren sisala: XIIII m'^ V t^ E axí achgeren de lavada: 11^ [3v] Divenres, X dihes del mes de janer, liurà a.n Franse<s>ch Gavà, cap de fornall, argent en riells per fer diners d'argent, qui pesà a moneda de Barcellona: XLI m^. Dells quails raté en hobra feta: XXXIII m^ I t^ B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, raté en sísala: VIII m® E axí ach destot: I t^ Item, liurà a.n Martí Denos, cap de fornall, argent en riells per fer diners d'argent qui pesà a moneda de Barcellona: XLVIII m^ Dells quais raté en hobra feta: XL m'^ IUI t^ Item, raté en sisala: VIII m^ V t^ E axí ach destot: I^ onza 1 Suma d'aquest dihe: LXXXIX m^ Dells quails rateten en hobra feta: LXXIII m^ V t^ Item, rateren en sisala: XVI m^ V t^ E axí ageren destot: I^ onza II t^ (...)

11 Lihro de monederos de la ceca de Iglesias, 1336 Archivo de la Corona de Aragon, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 2036/5, ff. 2r-2v. [2r] Divendres, a XXVIII dies de fabrer de ra<n>y MCCCXXXVI, liure al<s> dits monedés per monedar dinés alsfonçins d'argent, qui foren a pes e ha comte: LVTI m^ LU diners. Dels quais cobre monedats: LVII m^ XXXI diners. Item, en sizayla: XVII diners. Item, en asaigs: 1111 diners. Item, dissapte, primer dia de marçs, liure als dits monedés per monedar diners alfonçins d'argent, qui foren a pes a e comta: LVl m^ LXX diners. Dels qual<s> cobre monedats: LVI m^ LVI diners. Item, en sizayle: X diners. Item, en asaigs: 1111 diners. 346

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Item, disapta, a VIII dies de mars, liura als dits moneders per monedar diners alfonçins d'argent, qui foren a pes e a comta: LXVIIII m'^ XXXXIII diners. Dels quals cobram monedats: LXVIIII m^ XV diners. Item, en sisala: XXIIII diners. Item, en asaigs: IIII diners. [2v] Diyous, a XIII de mars, liuram als moneders per monedar diners alsfonçins d'argent, qui foren a pes e a comta: LXV m'^ II diners. Dels quals cobram monedats: LXIIII m'^ LXV diners. Item, en sisayla: V diners. Item, en asaigs: IIII diners. Divendres, a XIIII de mars, liura als monaders per monedar diners alfonçins d'argent, qui foren a pes e a comta: LXXIIII m^ XXXX diners. Dels quals cobram monedats: LXXIIII m^ XXVII diners. Item, en sisayla: VIIII diners. Item en asaigs: IIII diners. Disapta, a XV dies de mars, liuram als moneders per monedar diners alsfonçins d'argent, qui foren a pes e a comta: LXI m^ LXVII diners. Dels quals cobram monedats: LXI m^ LV diners. Item, en sisayla: VIII diners. Item, en asaigs: IIII diners.

12 Procedimiento para realizar la talla de la moneda de plata a 24 sueldos el marco según la memoria presentada por Guillaume de Soterel al rey de Navarra, 1340 Ed. B. Leroy, "Théorie monétaire et extraction minière en Navarre vers 1340", Revue du Numismatique, 1972, pp. 113-114. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Si vous vouliez faire monnoie qui soit a 111 deniers d'aloy et que se trouve du marc XXIIII sous, et couste le marc d'ouvrer et de cuivre II sous, et le roy en veult gaagner V sous pour marc d'argent fin. Vouliez savoir qui dovra le roy du marc d'argent fin et vottllez savoir a quel pois seront tailliez ces deniers. Nous devons primier savoir quantes marcs de monnoie menue trairions du marc d'argent fin, et si le voulions savoir devons partir XII deniers de fin pour les III deniers d'aloy de quoi devons faire la monnoie menue, quant a partir XII par III enssuent IIII, donc d'un marc d'argent fin ferons IIII marcs de monnoie menue, et un marc de la monnoie menue entre XXIIII sous, donc dirons IIII fois XXIIII sous font IIII livres XVI sous, donc d'un marc d'argent fin avons fait IIII livres XVI sous. Or veeiz combien nous couste que coustent les IIII marcs d'ouvrer, et cuivre VIII sous, et V sous que le roy en veult gaagner font XIII sous, les quels nous devons traire de IIII livres XVI sous, demeure IIII livres III sous. A donc le roy peut donner du marc de l'argent fin IIII livres III sous selon la monnoie ordené dessus. Or veons que pesera VIII deniers de ceste monnoie, le marc poise VIII onces et l'once poise XXIIII deniers de pois. Dirons VIII fois XXIIII deniers pesans, font CIIII^XII deniers pesans, devons partir en XXIIII sous qui entrent au marc, qui font IFIIII^VIII deniers, donc partirons CIIII'^^XII deniers pesans par II'^IIII^VIII deniers, et le denier pesant a XXIIII grains pesans, devons donques multeplier XXIIII fois CIIII^XII grains, qui font I I I ^ V ^ I grains a partir en IFIIII^VIII, et en vendra XVI grains, et XVI grains font les II tiers d'un denier pesant, et tant doit peser chascun des deniers de la monnoie de XXlllI sous pour marc.

13 Instrucciones para la aleación de cuatro conjuntos de oro de diferente ley, c. 1350 Ed. M. Gual Camarena, El primer manual hispánico de mercadería (s. XIV), pp. 116-117. De mesclar quatre maneras d'aur, quant será la Iley. Si tu as quatre maneras d'aur, que no sia tot de una ley, posem que n'i aia de III marchs, que sia a XII quirats de ley e puyes II marchs que sia 35?

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a ley de [XV] quirats, e III marchs que sia a ley de XX quirats, e puyes altres IIII marchs que sia a ley de XXI quirats; e io vull-o fondre tôt ensems, he vull saber quant m'axirà de ley, perqué si tu ho vols saber tu scriuràs axí: puyes sumarás los III marchs que són donchas XIII és lo pertidor, e puxes dirás per los III marchs qui són primés III vagades XII fan XXXVI, axí com veus, e puxes per altres II vagades XV, que fan XXX, e posa-u, e puxes per l'altre IIII vegades XX, que fan LXXX, e puses per l'altre IIII vagades XXI, que fan LXXXIIII, e posa-u, e sumar-ho as tot CCXXX quirats, e puxes perteix hom per 13, qui és pertidor, e vencen XVTI quirats e V1III° XIII de quirat, que és de ley, aquell aur és cert, perque membre totavia a montiplicar la cantitat contra la ley de la cantitat lo pertidor, axí com veus és feta.

14 Libro de gastos de la ceca de Barcelona, 1353 Archivo de la Corona de Aragón, Real Patrimonio, Maestre Racional, legajo número 1971, ff. lr-4v. {anotación en la cubiertd) Messions d'en Tordera [Ir] Diluns, a XVII jorns de mars del any de la Nativitat de Nostro Senyor MCCCLIII, donà a.n Mateu, draper, per XXIIII quarteres de c<l>aus per adobar la casa de la Moneda a raó de XX ds. la quartera qui munten: II11.; Item, donà al dit Mateu, draper, per DCC rajóles de paradar e per CC rajóles de paviment a raó de XXX s. lo'miler e d'aquels de paviment a raó de V s. lo C \centenar\, qui munten: 111. XI s.; {en el margen izqiiierdo-, àpocha d'aqüestes I?' quantitats) Item, pagà per I'^ somada de teules adobar les teulades de la Moneda: IIII s.; Item, pagà per I?® lices hobs de la taulada de la casa de la dita Moneda: III s.; Item, pagà per IP' tronyeles hobs de la dita hobra: IIII d.; Item, pagà a XXV de mars a.n Paran per XI domeñes entre argila e arena a raó de XVIII d. per dotgena, munta: XVI s. VI d.; Item, pagà dijous, a XX de mars, a.n Laurador, mestra de cases, per II jornals que hobrà en la casa de la dita Moneda a raó de III s. lo jorn e II ds. per beura: VI s. IIII d.; B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Item, pagà lo dit jorn a.n Mayol, manobra, per II jornals que hobrà en la casa de la dita Moneda a raó de II s. lo jorn e II ds. per beura: IIII s. IIII d.; S'^ pàgina: V11. V sol. VI drs. [Iv] Item, pagà disapte, a XXII de mars, a.n Molner per IIII somades entre pedres de fil e clapes per la dita hobra: VI s. II d.; Dijous, a XX de mars, pagà a.n Bernât de Casa Nova, mestre de cases, per IIII jornals que hobrà en la casa de la Moneda a raó de III s. lo jorn e II ds. per beura: XII s. VIII d.; Item, pagà disapte a XXX de mars a.n Bertomeu Serra, mestre de cases, per V jornals que hobrà en la casa de la dita Moneda a raó de III s. lo jorn e II ds. per beura: XV s. X d.; Item, pagà lo dit jorn a.n P. Pescual, manobra, per Vili jornals que serví en la dita hobra de la casa de la Moneda a raó de II sol. lo jorn e II ds. per beura: XVII s. IIII d.; Item, pagà diluns, a XXIIII de mars, a.n P. Descrós?, manobra, per Vili jornals que serví en la hobra de la dita casa a raó de II s. lo jorn e II ds. per beura: XVII s. IIII d.; Item, pagà lo dit jorn a.n G" Huguet, menobra, per VIII jornalls que hobrà en la dita casa a raó de II s. lo jorn e II ds. per beura, munta: XVII s. IIII d.; Item, pagà lo dit jorn a.n Bernât de Casa Nova, mestra de cases, per IIII jornals que hobrà en la dita casa a raó de III s. lo jorn e II ds. per beura: XII s. VIII d.; Item, pagà lo dit jorn al sobradit Bernât de Casa Nova per loguer de galedes que serviren en la dita hobra: II s. VI d.; S^ p'i [Suma depágind\\ V11. I s. X d. [2r] Item, pagà per claus que entrà en la dita hobra: I s. VI d.; Dijous, a XXV de mars, pagà per IP' escombres de palma per la fiondició: III d.; Item, lo dit jorn pagà per XII sanales, VI de pocas e VI de grans, ha hobs de la casa del trésor: VI s. Villi d.; Item, pagà per un<a> verga perita de fer<r>a per la fijndició hobs de tirar los riels (escrito rivels): VII d.; Item, costà una cana e VII palms de drap blanch hobs de fer guans al fonador a raó de II s. VI ds. la cana: IIII s. VIII d. òboi; 35?

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Item, costà fill e aguíes per cussir los dits guans: V d. òboi; Item, costaren rabaces entre la primera e la sagona fondició hobs del fornel ho<n> fonien l'argent: IIII s.; Item, pagà per una peyla de racoura adobar, la qual avia donada adobar en Bertrán Devala en son tem<p>s, tení-a-la encare lo far<r>er per la paga: V s. VI d.; Item, pagà a VIII d'abrill per II llrs. de cándeles de sèu hobs de la fondició e del trésor: XI d. òboi; Item, pagà per mig quartà d'oli lo dit jorn hobs de untar les riyaleres hon sa fan les vergues del argent e per cremar en la lanta del trésor ab II ds. que.n avien ja conprats: I s. VI d.; S^ p - 111. VI s. II d. òboi. [2v] Item, costà de port I sach de carbó de pi hobs dels asajadós: II d.; Item, pagà entre la primera e la sagona fondició que donà per beura als fonadós: I s.; Diluns, a XXVIIII de mars, comprà IP' gavetes hobs de la fondició: I s.VIII d.; Lo dit jorn conprà una pala de fust hobs del carbó /e/ de la fondició: VI d:; Item, costaren respals de bruch hobs de fer la sòia del fornel de la fondició: II d.; Diluns, a XV d'abrill, costà I manual per escriura les macions menudes a l'escrivà: II s.; Lo dit jorn costaren IIII mans de paper per fer libres d'obres a raó de XX ds. la mà: VI s. Vili d.; Lo dit jorn costà d'adobar lo cup del fonador: II s.; Lo dit jorn costà I^ quartera de sai hobs d'enblanquir, ab lo port: III s. II d.; Dijous, a XVIII jorns d'abrill, costà I^ mà de paper gros hobs de la taula: X d.; Lo dit jorn costaren IIII esponges: III s. VI d.; Lo dit jorn costaren II pergamins per fer sizales: X d.; Lo dit jorn costaren rabaces hobs del asajader, qui no avia carbó de pi per fer asags: X d.; Divendres, a XVIIII d'abrill, costà I garbell de vergues per garbalar carbó: II s. Ili d.; S^p^:Ill. Vsol. VII d.; [3r] Lo dit jorn costaren d'adobar IIII sizeles de ferra per trencar argent: I s. IIII d.; Lo dit jorn costà una galeda de fust per poar aygua: IIII s.; Dimarts, a XXIII d'abrill, costà una gaveta e I parel d'escombres: I s. II d.; Lo dit jorn costà la cuberta del cup de la enblancació d'adobar: V s.; Dimecres, a XXIIII jorns d'abrill, costaren II11. de cándeles a raó de VII ds. la Uiura: I s. II d.; B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Lo dit jorn costaren IX claus d'arquibanchs (e) de portes de la Moneda: VII s.; Item, costaren lo dit jorn V claus grans de cax(e)s a raó de II s. la clau: X s.; Lo dit jorn costaren II pichs pochs de sacudir les pe^es del argent: III s.; Lo dit jorn costà de farar una galeda entre IIII sercles e la nansa dalt: X s.; Lo dit jorn donà ha I mestra de cantes qui anà sercar terra per fer cèrcols: V s.; Disapte, a XXVII d'abrill, donà ha I traginer qui trasch terra de la casa de la Moneda per portar a mar: VII s.; Dimarts, a XXX d'abrill, costaren

libra de cándeles: VII d.;

S^ p^: II11. XV sol. III d. [3v] Lo dit jorn costà una somada d'argila hobs de les sòles dels fornels: III d.; Lo dit jorn costà I quartà d'oli: II s. Vili d.; Disapte, a IIII jorns de mag, costaren de portar IIII sachs de carbó hobs dels asajadós: VI d.; Lo dit jorn costaren II cintes de cera: IIII d.; Item, costà argila hobs de les sòles dels fornels: II d.; Lo dit jorn costà I'^ libra de cándeles de sèu: VII d.; Dimarts, a VII jorns de mag, costaren de port XV sachs de carbó: I s. XI d.; Lo dit jorn

libra de cándeles de sèu: VII d.;

Item, costà I® àpocha qui fo feta per lo carbó del pi dels asajadós: I s.; Item, tinta: I d.; Dimecres, a Vili de mag, costaren XX sachs de carbó de port tro a la moneda: II s. III d.; Lo dit jorn costà d'adobar I^ portadora: I s. Ili d.; Lo dit jorn costà una mà de paper gros: XI d.; Lo dit jorn costà una libra de cándeles de sèu: VII d.; Lo dit jorn costaren II somades d'argila hobs de les sòles dels fornels: VI d.; Item, cándeles: IIII d.; Item, donà ha I traginer qui drà terra de la Moneda a mar III jorns a raó de III s. IIII ds. per jorn: X s.; S^ p'^: 111. III sol. XI ds. [4r] Dijous, a XVI de mag, donà per portar cresols: III d.; Lo dit jorn costaren IP^ gafes e unes renales de raparar: VII s.; 35?

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Lo dit jorn costaren cándeles de sèu: V d.; Lo dit jorn costaren de portar VII sachs de carbó: X d.; Lo dit jorn donà a I hom qui trasch terra de la Moneda per III jornals ab I?' bèsties: XIII s. VI d.; Item, donà a un traginer qui aportà terra per asajar cresols: V s. VI d.; Item, donà a.n Ginabreda, farer, per X cavalets de fera per fer asags: XII s.; Item, donà ha I traginer d'en Vilar de Bo, qui trasch terra de la moneda per portar a mar ab IP' bèsties per II jornals: X s.; Item, costaren IP' escúdeles de lavar qui foren d'en Jacme Meynar: IIII s.; Dimarts, a XXI de mag, costaren 11'=' escombres: III d.; Lo dit jorn costa I^ pala de flist: VII d.; Lo dit jorn costaren rabaces de carbó hobs de la fondició: II s.; Lo dit jorn donà als fonadós per lur dret de la fondició: V s.; Item, donà al enblanquider per son dret de beuratge: IIII s. Ili d.; S^ p^: IH 11. VI sol. VII d. [4v] Lo dit jorn costà argila per fer les soles deis fornels: VI d.; Item, costà tinta: II d.; Item, costà I traginer qui trasch terra de la Moneda per II jornals: X s.; Disapte, a XXV de mag, costà

libra de cándeles de sèu: VII d.;

Lo dit jorn costà I^ mà de paper gros hob<s> de la taula: X d.; Dijous, a XXX de mag, costà I^ libra de cándeles de sèu: VII d.; Lo dit jorn costà I^ crida que faem fer per la ciutat que nagii no gosàs afinar biyló sens licència del mestra de la moneda sots la pena que.l senyor rey hi avia posada, e foren V jucglàs e aquel qui feya la crida e I fadri qui lagia, e axí costà per tot: XV s.; Item, costà lo dit jorn I hbant hobs de les galedes del peu: VII s.; Divendres, a XXXI de mag, costà I pany nou a la porta del trésor e per VI claus que féu mudar, per sò com totes les claus de les portes d'enblancació e de fondició foren furrades en la moneda e no.s trobaren perqué les agüen a mudar noves; costà per tot: Vili s.; Disapte, primer dia de juny, costaren VIH somades d'argila hobs dels fornels adobar: II s.; S^ p^: II11. m i sol. Vili d. (...) B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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15 Funciones de los guardas según la ordenación de Juan Ipara la acuñación de florines, 1388 J. Botet, Les Monedes Catalanes, Barcelona, 1911, pp. 353-356. [...] Item que les guardes de les dites seques sien presents com les maestres alleyaran, e axi matex en tots altres procehiments ques faran en les dites seques als quals les dites guardes haien acustumat de entrevenir e sien necessaries de esser presents, e quels Maestres en absencia de les dites guardes no proceesquen en algún deis dits acres, e si ho fan que nols sie dada fe en aquell acte. [...] Item que les dites Guardes, ans que donen licencia de deliurar los dits florins, ab sobirana diligencia, regoneguen quels dits florins sien cascun a la talla e a la ley a que deuen esser tallats e alleyats, tinent aytal pratica quels dits florins que deuenn esser obrats e alleyats a la dita ley de xviii quirats d'or fi, com seran monedats ans quels deliuren, mesclen moites e diverses vegades e après ne prenguen i flori per cascuna deena de marchs e aquells aytals florins per ells preses toquen e comproben les dites guardes ab la pedra del toch ab la toca reyal per lo dit senyor Rey a les dites guardes derrerament dada, la qual es senyada de un scudet reyal. E si los dits florins seran jutgats per les dites guardes esser bastants a la dita toqua de i quart de quirat mes o i quart de quirat menys, que ladonchs aquelles dites Guardes donen licencia als dits Maestres de deliurar aquells aytals florins, tinent empero los dits Maestres e Guardes el scriva reyal compte del Rey a la terra dels forts al feble e dels feble als forts e del gras al magre e del magre al gras, axi e per la forma que en los altres obratges que de semblants florins es stat fet es acustumat. Tenguen, mes, esment e sien diligents los dits Maestres e guardes que com en les dites lurs seques se seran obrats e deliurats Mil marchs dels dits florins, que haien satisffet lo forts al feble e lo feble al forts e lo gras al magre e lo magre al gras, e que si en aigu feblatge o forts o aigu gran o magr/ romanen, que sien en la derrera deliurança e en fort poch per tal quel Rey ni la terra no hi sien ni hi romanguen agreviats. E après los dits florins qui seran stats preses per les dites guardes per fer lo dit toch, si los florins dels quais seran stats peses seran stats licenciats per les dites guardes de deliurar, sien après quen haien

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fet lo dit toch estoiats per les dites guardes en una bustia ab la scriptura per ells acustumada de scriure e metre en semblants busties, la qual sia mesa en una caxa en que haie dues tancadures, de la una de les quals tenga la una clau lo Maestre e de la altra clau les dites guardes, e semblant facen de tots los florins que pendran per caascuna deena de marchs en cascuna deliurança. E com sien obrats e delliurats mil marchs dels dits florins, los dits Maestres e guardes de la secca en les quais seran obrats e deliurats los dits Mil marchs, appellats en aquest acte lo Maestre Racional o son lochtinent e lo batlle general del senyor Rey, si presents seran en lo loch on se fara la prova seguent o si dins breus dies hi deuen esser, o en presencia de i dels dits officials, l'altre absent, e del scriva reyal de la dita secca, traguen tots los dits florins que hauran stoiats en les dites busties de la dita caxa, los quais seran en nombre de c florins, e aquells en presencia de tots los dessusdits, meten en un cresol que sia mes al foch e com sien flises quen sien fets i, ii o iii riells, e après daquells sien fetes planxes aptes per metre en ciment, e après daquestes prop dites planxes sie près pes de iiii onces. En après sien per los dits Maestre e guardes de la secca on se seran obrats o deliurats los dits m marchs dels dits florins, en presencia dels dessusdits officials, novellament fabricada una toca a ley de xviii quirats d'or fi, sens mes o menys, la qual encotinent que sie fabricada sie tornada fondre en un cresol, e sien fet i, ii o iii riells e daquells sien fetes planxes aptes per metre en ciment e daquestes planxes sie près pes de iiii onzes, les quals sien senyades cascuna dalgun senyal per tal ques conega que son planxes fetes de or de toca. Puys, totes les dites planxes de pes de iiii onzes procehides e fetes del or dels dessusdits florins preses per les guardes per fer lo dit toch, e totes les dites planxes de pes de iiii onzes procehides e fetes del or de la prop dita toca, sien meses egualment ensemps, axi com se pertany, en ciment tantes vegades tro tota la lega sie daquelles fora. E com tota la lega ne sie fora, sien tornades pesar les dites planxes procehides del or de la toca per si matexes, e sia scrit lo pes que pesaran ladonchs, e les dites planxes procehides del or dels dits florins sien aximatex pesades per si en lexes apart e sie scrit lo pes que pesaran. E fetes e scrits los dits peses ladonchs, en presencia dels dessusdits, les dites Guardes jutgen e declaren la ley a que hauran trobats B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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los dits florins, e los dits Maestres, Guardes e scriva reyal scriven la dita judicacio e prenguen les dites Guardes del dell del dit or procehit de les dites planxes procehides dels dits florins pes de iii diners, pesant lo qual enserren segons en semblants actes es acustumat, e estogenlo a memoria perpetual ab scriptura que contengua: aço es lo enserrament de aytantes deliurances fetes en la dita secca en tal temps, e de la caxa on se estogaran tengue lo Maestre una clau e les guardes altra clau. E si los dits florins dels quals sera procehit l'or de les dessusdites iiii onzes, après aquelles sien fora dels dits ciments, seran stats jutgats per les dites guardes esser a son punt a la ley de xviii quirats d'or fi el march de pes de perpenya, daquell dia a avant que sera feta la dita judicacio la cort no dege requerir esser feta altra prova del obratge dels mil marchs dels dits florins los quais en la dita forma seran stats examinats e provats, com ja haien stats a aquell examen e prova que star deuien. E lo Maestre e les guardes de la secca en la qual seran obrats e deliurats m marchs dels dits florins a ley de xviii quirats, après sie finat tot ço ques pertany al obratge e deliurament daquells, façen fer contrasenyal en les piles e trossells ab les quais seran stats monedats los dits m marchs dels dits florins, e fet lo dit contrasenyal, ladonchs los dits Maestres e guardes facen monedar tots los florins que daqui avant faran obrar en la dita secca ab les dites piles e trossells en que sera lo dit contrasenyal, tro a suma que sien obrats e deliurats en la dita secca altres m marchs dels dits florins a ley de xviii quirats. E aquesta pratica se continui finit lo obratge e deliurament de cascun milanar de marchs dels dits florins.

16 Problemas de aleaciones de moneda para combinar dos platas de diferente ley y elevar la ley del lingote, c. 1390 Colegiata de San Isidoro de León, Manuscrito 46, ff. Il4r-115r y ll6v-117v. Ed. B. Caunedo, R. Córdoba, El arte del alguarismo, Valladolid, 2000, pp. 209-210 y 212. [164] Sy te dixieren, el rey manda labrar a 7 dineros de ley e tenemos aquí dos platas, que es la una de ley de 11 dineros e la otra de ley de 2 dineros, ¿qué tomaremos de cada una destas platas para 356

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que nos venga aleado a ley de 7 dineros?, primeramente faz tu fegura segund aquí está e di, de 7 sacando 2, quedan estos 5 ponlos de yuso del 11 y estos 5 marcos as de tomar de la plata que es a ley de 11 dineros e di otra vez, de 11 sacar 7 quedan 4, los quales 4 se an de poner de yuso del 2 y estos 4 marcos as de tomar de la plata que es a ley de 2 dineros, asy que de la una tomaríamos 5 marcos de la que es a ley de 11 dineros e de la que es a ley de 2 dineros tomaríamos 4 marcos, asy que 4 y 5 son 9 marcos, estos 9 marcos son aleados a ley de 7 dineros e para fazer la prueva, multiplica el 7, que está ençima del 9 con el mismo e serán 63 e multiplica agora el 2, que está ençima del 4 con el mismo e son 8 e multiplica agora eso mismo, el 5 con 11 que está ençima e son 55 e añádeles los 8 e serán 63, que es tanto lo uno como lo otro, asy que esta cuenta es bien fecha e bien provada [...] [166] Ya declarado es en breves preguntas por do todo ornen puede bien alear, pero agora se declarará cómo se debe faser qualquier paylada e de quántos marcos quesyere, asy como sy dixiese, el rey manda labrar a ley de 3 dineros e tenemos aquí plata de ley de 7 dineros e tenemos cobre e queremos fazer una paylada de 50 marcos, demando ¿qué plata tomaremos de ley de 7 dineros e qué cobre para que venga a ley de 3 dineros? pon los 3 dineros ençima de la punta e pon la plata de ley de 7 dineros y el cobre segund que aquí paresçe e di, de 3, sacar çifra, quedan 3, ponlos de yuso del 7 e di otra ves, de 7 sacar 3, quedan 4, estos 4 ponlos de yuso de la çifra y estos 4 marcos son de cobre e asuma estos 4 e los 3 e son 7, estos 7 son a ley de 3 dineros, asy que tomando 4 marcos de cobre e 3 de plata de ley de 7 dineros, verná al rey ley de 3 dineros e para fazer la paylada de 50 marcos asy, sy 7 valen 3 ¿qué valdrán 50?, multiplica 3 vezes 50, son 150 e parte por 7 e verná a la parte 50 3/7 de marco de aquella plata que es a ley de 7 dineros, agora di, sy 4 de cobrefixesen50 ¿qué serían 2?, multiplica 4 vezes 50 e son 200 e parte por 7 e viene a la parte 28 e 4/7 de marcos, éstos son de cobre y a estos 28 e 4/7 de marco ponles 21 marcos e 3/7 de marco de plata e son 50 marcos en punto y estos 50 marcos son aleados a ley de 3 dineros e para saber estos espedaçados ¿qué parte es de marco?, multiplica siempre por 8 porque 8 onças fasen el marco e parte por el partidor que tovieres e lo que saliere serán onças e sy alguna cosa quedare por partir después que ovieres sacado las onças, lo que quedare multiplícalo por 24 dineros porque 24 dineros fasen la onça e parte por el partidor e lo que saliere serán dineros e sy algo quedare, multiplícalo por 24 dineros fazen una onça e parte por el partidor e lo que saliere será dineros e sy algo quedare serán parte de dinero. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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17 Problemas de aleaciones contenidos en el manuscrito 10106, c. 1400 Biblioteca Nacional, sección Raros, manuscrito número 10106, ff. 13r-17r. (1) Un ome a oro de 17 quilates et quierélo meter en çemitre, eso es al fuego, et quiérelo afinar fasta que sea de 24 quilates et es a saber ¿quanto se querrá aminuar el marco que es 8 onças? Aquesta es la regla, tu deves guardar a los quilates postrimeros, eso es a saber, aquellos que querrás tornar el oro, el qual es 24, et dirás si 24 quilates valen 8 onças, eso es, 1 marco, ¿quánto valdran 17 quilates?, multiplica 8 onças con 17, parte por 24, et viénele 5 2/3 de 1 onça et tornará el marco a 5 onças 2/3 de 1 onça et será aminuado 2 honças 1/3 de honça. (2) Otrosí, 1 ome a 10 marcos, 5 honças V2 de oro, que es de liga de 17 quilates 1 grano V2 et quiérelo meter en çemitre para afinar, a tanto que sea de liga de 22 quilates 1 grano V2, di ¿quánto le aminuará todo el sobre dicho? Aquesta es la regla, tu pornás 10 marcos 51/82, otrosy pornás 17 quilates 3/8, otrosy pornás 22 3/8 et pues guarda a los quilates a que quieres tornar el oro, eso es 22 quilates 3/8 et dirás, si 22 3/8 valen 10 marcos 51/82 ¿qué valdrán 17 3/8? et por tal que partirás por entrego 8, redresa 22 3/8 con 10 51/82 et multipUca 22 quilates por 8, junta 3 et la suma por la segunda verga, et eso es por 8 et la suma por 2 fasen 2864 quilates, otrosí multiplica 10 marcos por 8, junta 5 e la suma por 2, junta 1 e la suma por la primera verga eso es por 8 et fasen 1368 marcos et así as que 2684 quilates valen 1368 marcos, aminúa eso que podrás amos a dos los nombres et fallarás finalmente que 358 quilates valdrán 171 marcos, ende que valdrán los 17 quilates 3/8 con los 171 marcos et fasen 2907 marcos, ponlos aparte pues los 3/8 de 171 marcos que son 64 et 1 onça , júntalo con 2907 et será 2971 marcos et 1 onça, pártelos por los 358 et viénele 8 marcos 2 onças 140/358 de honça e tanto tornarán los 10 marcos e 5 onças 1/2 et así será aminuado todo 2 marcos, 3 onças, 38/358 de onça. (3) Otrosí sy quisieres desir que oro que sea de 24 quilates ¿quánto querrás meter que torne a 17 quilates?, tu dirás sy 17 valen 8 onças ¿quánto valdrán 24?, multiphca 8 con 24, son 192, parte por 17 et viénelen 11 5/17 de onça et así sería çrecido el marco 3 onças 5/17 de honça et tanto querrás ayuntar al marco et es fecha la rasón. 358

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(4) Otrosí un orne a oro de 5 maneras, primeramente ha 7 marcos de 22 quilates, otrosí 6 marcos de 20 quilates, otrosí 9 marcos de 18 quilates, otrosy 7 marcos de 15 quilates, otrosy 5 marcos de 13 quilates et quiere todo este oro meter en un troçel et fundir en uno, di ¿quándo todo este oro fuere mesclado de quántos quilates saldrá?, aquesta es la regla, por la qual // regla lo podrás faser de quantas maneras de oro como tu quieras, tu deves multiplicar todos los marcos por los sus quilates cada uno e ayuntar la suma de todos en uno e partirlos as por la suma de los marcos, que es 34 marcos, et verná la rasón fecha, ende tu deves multiplicar 7 con 22 quilates que fasen 254, otrosí multiphca 6 con 20 quilates e fasen 120, otrosy multiplica 9 por 18 quilates que fasen 162, otrosy multiplica 7 por 15 et fasen 105 quilates, otrosí multiplica 5 marcos con 13 e fasen 65 quilates, agora ayunta en uno todas las sumas de los quilates, eso es 154 et 120 e 162 e 105 et 65 et fasen 606 quilates, agora toma la suma de los marcos, eso es 7, e 6 e 9 e 7,5 marcos que son 34, et parte la suma de los quilates por los marcos et viénele 17 quilates e 3 granos et 5/17 de 1 grano et de tantos quilates saldrá todo el dicho oro mezclado. Por aquesta regla farás todas las semejantes rasones de quantas maneras de leyes de oro ñiese. 7 marcos de 22 quilates

154 quilates

6 marcos de 20 quilates

120 quilates

9 marcos de 18 quilates

162 quilates

7 marcos de 15 quilates

105 quilates

5 marcos de 13 quilates

65 quilates

mayor 606 quilates

parte 606 quilates por 34

et viénele 17 quilates 3 granos 5/17 de grano. (5) Otrosí un ome ha 3 maneras de oro, primeramente a 3 marcos 3 onças Vi de oro de 21 quilates, 1 grano y2, otrosí 5 marcos 1 onça de oro de 17 quilates 2 granos, otrosí 7 marcos 5 onças de ley de 17 quilates Vi et quiere todo aqueste oro fondir e mesclar en uno, dy ¿de quántos quilates saldrá aqueste oro quando sea mesclado en uno? Aquesta es la regla semejante a la sobre dicha, tu pornás 7 marcos 5/8 de 17 quilates Vi et multiplica los marcos con sus quilates, eso es, a saber, 3 31/82 con 21 quilates 11/42 et fasen 73 quilates 61/128 de quilate // et ponlo aparte, otrosí multiplica 5 1/8 con 19 quilates

et fasen 89 quilates 11/16, ponlos con la otra suma de los quilates, otrosí B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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multiplica 7 quilates 5/8 con 17 quilates 1/2 e fasen 133 quilates 7/16 et ponlo con las otras sumas de los quilates, agora ayunta en uno las 3 sumas de los quilates, fasen 296 445/428, pues ayunta todos los marcos en uno, eso es 3 7/16 e 5 marcos 1/8 et 7 marcos 5/8 et fasen 16 3/16, agora parte los 296 quilates por la suma de los marcos, eso es por 16 3/16 et faslo por la regla de partir sanos por sanos e rotos et venirle a 17 quilates 45/67 de quilate, o si quieres puedes desir que le viene 17 quilates et 2 granos et 46/67 de 1 grano de tantos quilates será el oro todo quando fuese mesclado. 3 marcos 7/16 de 21 quilates 3/8

73 61/128

5 marcos 1/8 de 17 quilates 1/2

89 11/16

7 marcos 5/8 de 17 quilates V2

133 7/16

mayor 296 parte 296 por \6 51\6, viénele 17 quilates 2 granos 46/67 de 1 grano. (6) Otrosí un ome a oro o plata de 3 maneras, a 10 marcos Vi que vale el marco 10 libras, otrosí a 6 marcos que vale el marco 8 libras, otrosí de otro que non digo quánto es de que vale el marco, 3 libras, e de aqueste que no vale sino 3 libras el marco, quiere mesclar con todo el oro de los 2 preçios sobre dichos, que quando sea mesclado no venga a costar el marco sino 7 libras uno con otro. Agora demando ¿quánto querrá de aquel de 3 libras el marco, en guisa que todo lo otro de los otros preçios non cueste con aqueste en uno sino 7 libras el marco? Aquesta es la regla, tu deves guardar la deferençia que es de 7 fasta en 10 et es la deferençia 3 et aqueste 3 multiplícalo con 10 marcos 1/2, fasen 31 marcos 1/2, otrosí toma la deferençia que es de 7 fasta e 8, que es 1, et multiplica 1 por 6 et fasen 6 marcos, ayunta en uno los marcos, eso es 31 1/2 6 marcos, et serán 37 marcos 1/2, aquestos 37 marcos 1/2 se quieren partir por la deferencia, que es de 7 fasta en 3, el qual es 4, agora parte 37 marcos 1/2 por 4 et viénele 9 marcos et 3/8 de 1 marco, que son 9 marcos e 3 onças et tantos marcos et tantas honças de aquel oro de 3 libras el marco querrá mesclar con todo el oro de los 2 preçios et verná mesclado et costará 7 libras el marco apunto. E por aquesta regla puedes faser las semejantes rasones de quantos preçios como m quieras. (7) Otrosí es un ome que a plata de 3 preçios, a 5 marcos que cuestan a rasón de 12 Hbras el marco, otrosí a 8 marcos que le cuestan a rasón de 3 libras el marco, otrosí a de otra plata e no digo quán36o

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tos marcos, que le cuesta a rasón de 2 libras el marco. Agora demando ¿quánta plata de aquesta de 2 libras quieres mesclar con todo lo otro sobre dicho de los 2 pregios en guisa quel marco no le venga a costar sino 5 libras? Aquesta es la regla, toma la deferencia que es de 5 libras a que lo quieres tornar fasta en 12, e es 7, multiplícalos por los marcos del pregio de 12 libras, eso es por 5, fasen 35 marcos, otrosy toma la deferencia que es de 5 a 3, que es 2 e multiplica 2 con 8, fasen 16 marcos, et por eso como 5 libras aquel quieres tornar en mayor pregio 93 libras que es pregio del primero, tu deves abatir aquestos 16 marcos de 35 marcos que avias puesto et fincaran 19 marcos, aquestos 19 marcos se deven partir por la deferengia que es de 5 a 2, que es 3, onde parte 19 marcos por 3 et viénele 6 marcos et 1/3 et tantos marcos del pregio de 2 libras querrás mesclar con todo lo otro. Et por esta regla podrás faser las semejantes rasones de tantos pregios como tu quieras. 5 marcos a rasón de 12 libras 8 marcos a rasón de 3 libras otra plata a rasón de 2 libras et quierese tornar a rasón de libras e deferengia de 5 a 12, es 7 e multiplica 7 por 5, fasen 35 e deferengia de 5 a 3, es 2 e multiplica 2 con 8, fasen 16 abate 16 de 35, fincan 19 e quiérese partir por deferengia de 5 a 2, que es 3 et viénele 6 marcos 1 /3 de marco. (8) Otrosí un ome ha oro de 3 pregios, a 5 marcos que le cuestan a rasón de 50 libras el marco, otrosí a 7 marcos que le cuestan a rasón de 47 libras el marco, otrosy ha 9 marcos que le cuestan a rasón de 43 libras el marco, et aqueste ome quiere fondir todo aqueste oro en uno e quiérele faser tanta mescla o sea de cobre o de plata quel marco no le venga a costar syno a rason de 35 libras el marco, dime ¿quánta mescla se querrá faser en todo aqueste oro? Aquesta es la regla, tu deves asumar todos los marcos, eso es, 5 e 7 e 9 et son 21 marcos et guarda quanto costaron todos los marcos de la primera compra et multiplica cada uno por el su pregio, eso es, 5 por 50, fasen 250 et ponlo aparte. Otrosí, B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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multiplica 7 con 47, fasen 329, ponlo la otra suma. Otrosí, multiplica 9 por 43 et fasen 387 et ponlo

d

con las otras sumas, agora ayunta en uno 250 et 329 e 387 et fasen todos 966 libras, así as que

f

i.

21 marcos costaron 966 III libras, agora guarda 21 marcos a rasón de 35 libras el marco montaran et multiplica 21 con 35 libras, fasen 735 onde (...) el señor del oro quiere que et (...) son que le costava 966 libras que le tornen a 735 libras por que guarda la deferencia, que es de 735 fasta en 966 libras et ay 231 libras porque tomarás (...) otros tantos marcos como es la deferençia dellos, eso es 231 marcos et parte por el preçio a que quieres tornar el 1 marco, eso es por 35 e viénele 6 marcos, 4 onças 4/7 de onça et tanto querrán juntar omes con lo (...) en todos los 21 marcos. Et por aquesta regla lo podrás faser de a tantos preçios et de a tantos marcos como tu quieras. (9) Otrosí, un ome a 2 maneras de oro, eso es, de 22 quilates et de 13 quilates et quiere tomar de aquestas 2 maneras de oro 1 marco que sea de 16 quilates quando sea mesclado, dy ¿quánto quieres tomar del 1 oro e quánto del otro? Aquesta es la regla, tu deves guardar la deferençia que es de 16 a 22 et es 6 et pues III toma la deferençia que es de 13 a 16 que es 3, pues ayunta en uno las deferencias, eso es, 6 e 3 son 9, aqueste 9 será colonia, pues toma la deferençia de los 22 quilates, que es 6, et dirás si 9 es venido de 6 ¿onde verná 1 marco? Multiplica 6 con 1 marco, fasen 6 marcos, et parte por 9, viénele 5 honças 1/3 de 1 onça et tanto quiere del oro de 13 quilates, et pues tomarás la otra deferençia que es de 3 e dyrás sy 9 es venido de 3 ¿ende verná 1 marco? Multiplica 3 por 1 marco e fasen 3 marcos et pártelos por 9 et viénele 2 honças 2/3 de 1 onça et tanto quieres del oro de 22 quilates, et así quiere del oro de 13 quilates 5 onças 1/3 et del oro de 22 quilates 2 onças 2/3 et sy quisieres di si 8 honças, eso es, 1 marco tienen 22 quilates a 2 onças 2/3, multiplica 2 2/3 con 22 quilates e la suma pártela por 8, viénele 7 1/3 e tantos quilates las 2 onças 2/3. Otrosy 8 honças tienen 13 quilates ¿quánto tienen las 5 onças 1/3?, multiplica 5 1/3 con 13 quilates e la suma parte por 8, viénele 8 2/3 et tantos quilates tienen las 5 onças 1/3 et asy las honças son bien 8 et los quilates son 16 et asy podras faser las semejantes rasones. (10) Es una copa que es de 3 metales e pesa toda 14 onças, de que son de plata 4 honças et 3 onças de cobre et 7 onças de oro fino et de aquesta copa se quebró 1 pieça que pesó 6 honças, dy ¿quánta plata e quánto cobre e quaáto oro avrá en la pieça quebrada? Aquesta es la regla, tu deves tomar la suma deso que pesa toda la copa, que son 14 onças et aquestos 14 serán colonia et pues guarda 362

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quanta era toda la plata que era en la copa, que era 4 onças, et multiplícalo con el pedaço quebrado, eso es por 6, et fasen 24, parte por 14, viénele 1 5/7 e tanta plata avra en la pieça quebrada. Otrosí toma el peso del cobre, que son 3 honças, multiplica por 6 fasen 18, parte por 14 e viénele 1 2/7 et tanto cobre avrá. Otrosí, toma el preçio del oro que son 7 onças e multiplica por 6, fasen 42, parte por 14 et viénele 3 onças et tanto oro avrá et así avía de plata 1 onça 5/7 et de cobre 1 2/7 et de oro 3 onças.

18 Funciones de los guardas en la casa de la moneda de Iglesias, según el ordenamiento

de Alfonso VT

1419 J. Botet, Les monedes catalanes, Barcelona, 1911, pp. 428-430. Item mes, lo dit senyor, ab ses provisions, hi deu metre e mets dues guardes, axi per lo dit senyor com per la terra, que sien homens abtes e sufficients e de bona condicio, los quais deuen esser appellats e intitulats guardes de la sécha del Regne e illa de Serdenya e de la moneda axi del or com del argent com encara de la moneda menuda, lo offici de les quais sta en les coses següents: Primerament, quant a la moneda del or, quant se ni batra, sien ten guts de fer la prova del or que portaran les gents e los mercaders e ab assay ab aygafort, axi be com se pertany, donant lo dret de la ley als portants lor e axi mateix al senyor Rey e al Maestre per ell. E axi mateix façen lur prova al delliurar de la moneda de lor que fara per lo senyor Rey lo Maestre, en manera que la cosa publica haia son dret, passant un quart de quirat mes o menys de ley, pero que al cap del any sen faça compte segond lo juhi del encerrament. E que haien a tenir les dites guardes son argent necessari per provar per tots los qui vendrán en la seca. E mes avant haien carrech si lor comprar per lo Maestre entrara en Rindicio, e si hi es lo pes que hauran comprar, e veure pesar la liga e sosteniment que entra en lor qui entre en fundido, e com es fus regonexer de ley si e segons es ordonat de batre per lo senyor Rey. E mes haien de veure si los obrers han be acabada la moneda del or, e si es en pes segons la ordinacio, e mes haien a veure si la dita moneda es be enblanquida, e mes com es liurada a moneders B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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haien a veure si es ben amonedada, e en après si es ben colorada, e tornar regonexer si sera en pes, e en après tocar e cotejar ab la toca real o assajar ab lo assayador, e vist que sia a la ley o hun quart de quirat mes o menys de ley, puxen licenciar la dita moneda, e en la fi del any jutgar los encerraments. E deuen fer sagrament e homenatge en poder del dit senyor Rey de hauer se be e lealment en les dites coses e totes altres tocants lur offici, e deu haver cascun any de barchinonesos cascun dells per son salari, quant si batra moneda dor, xxxx Iliures, les quals los sien asignades sobre les dues parts del bâtiment de la moneda de lor en aquell any del qual sera degut lo dit salari tant so lament, axi que no puxa esser haut ne pagat del bâtiment de altra qualsevol anyada, ne de alcunes altres pecunies. Segonament, quant a la moneda del argent, quan lo Maestre voira fondre argent les dites guardes deuen esser presents e veure be regonexer quant lo Maestre aleyara lo dit argent ab coure o ab billo, que sia fet lo dit aleyament segons es dit dessus en la Rubrica de la forma del bâtiment de la dira moneda dargent. E les dites guardes deuen esser presents quant lo argent pasara a la liga, e quel vegen metre al foch, e quant sera his e gitat per riells, la donchs les dites guardes de cascuna cata o de cascun cresol deuen pendre un riel, e aquells riels les dits guardes deuen metre en una caxa ben guardats fins que donen assay al assayador. E après quan lo ensay sera fet per lo assayador dels dits riels e mes a punt en manera ques puscha obrar, la donchs lo Maestre, ab concordia de les dites guardes e del ensayador e aquells presents e ab lo Maestre de la balança, deu liurar a pes los dits riells als obrers. Item, quant los obrers han obrada la dita moneda de argent, les guardes deuen regonexer aquella si es en lo pes, e ben feta de obres, e de fort e feble, e de gras e magre, e deuen fer scriure al scriva quants marchs seran en pes e quantes peçes en nombre per march, e la moneda que sera arrobada bona poden licenciar que sia liurada, flixant en lo fort o feble fins en pes de hun diner per march, e en lo gras e magre un gra fins en dos grans per march. E tota la altra moneda qui no sera bona de fort o de feble, ço es que passara pes de un diner, o de gras o de magre, ço es que passara dos grans, e axi matex la qual no sera de bona tala, deuen la trencar. 36o

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Les dites guardes empero, quant al bâtiment de la moneda menuda, per ço com aquella se talla a arbitre, puxen les dites guardes flixar en lo fortatge de xxxviii sous i diner fins en xxxx sous, que son xi diners per march de fiart. E axi matex puxen passar en lo feblatge de xxxx sous i diner fins en xxxxi segons es dit dessus sots Rubrica de la forma del bâtiment de la moneda en lo capitol terç. Item, les dites guardes deuen guardar que la dita moneda no sia carragada ans deuen aquella ben purgar ab bona bacina foradada e en altra manera. Item, les dites guardes deuen tenir los ferres ab que deuen monedar, los quais hauran reebuts del entallador ab inventari fet per lo scriva Reyal, e les dites guardes les deuen liurar als monaders cascun jorn qui amonedaran, e quant hauran monedar que tantost los cobren les dites guardes e quels guarden be en llur caxa, e quan los dits ferres no seran bons per obrar, les dites guardes, en presencia del Maestre de la secca e del entallador e del scriva Reyal, restituesquen alli en comu aquells segons lo inventari ab lo qual los reeberen e sien desfets en tal forma que no puxen servir per amonedar, e totes les dites coses sien continuades per lo dit scriva Reyal. Item, les guardes deuen pendre de cascun jornal una moneda per deena de marchs, e après lo ensayador deu pendre de totes les dites monedes preses per los dits guardes de cascun jornal e trencarles peí mig ab tesora e de cascuna pendre la maytat fins en pes de miga onça o de una onça e deu la pesar devant les guardes e devant lo maestre de la secca e scriua, e puys deu la metre en la copella e quant la haura portada a son punt deu ho mostrar a les guardes e deu ho pesar, e deu dir a les guardes si aquella moneda se pot deliurar, e sis pot deliurar, la donch les guardes e lo maestre deuen pendre tota la dita moneda e deuen la fer pesar al qui te la balança, e com tota la moneda sera pesada deu se comprar en presencia de les guardes, e quant tota la dita moneda es pesada e comprada, la donchs les guardes segons lo pes e lo nombre deuen levar quant hi ha de fort o de feble, e deuen veure la ley e lo assay, e si esta segons la ley deuen licenciar la dita moneda. Et après les dites guardes deuen licenciar de deliurar la moneda justa de ley, pes e nombre, segons es dit dessus, o de fort o de feblafinsen pes de i diner per march me so menys, e en lo gras dos grans mes o menys per march, e en la moneda menuda puxen passar en lo fort e xxxviii sous i diner fins en xxxx sous, e en lo feblatge puxen passar de xxxx sous i diner fins en xxxxi sous, segons ja es dit en los terç e vi capitols. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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E per la dita raho deuen hauer cascun de les dites guardes per son salan, sobre las ii parts del bâtiment de la moneda dargent de aquella anyada tan solament, segons es dit dessus del bâtiment de la moneda del or, quaranta Iliures de barchinonesos, e sobre les dues parts del bâtiment de la moneda menuda, ço es per lo primer bâtiment que sera de viii mil fins en x mil marchs, lo qual bâtiment haia esser fet dins dos anys, hauran per son salari en la forma que es estât dit del bâtiment de la moneda del or e del argent, cascun de les dites guardes a raho de xxx Iliures per cascun any, e daqui avant per lo bâtiment de dccc fins en Mil marchs de la dita moneda, hauran per son salari, sobre les dues parts en la forma dessus dita, a rahon de cc sous per los Mil o dccc marchs.

19 Procedimiento

para blanquear las monedas según ordenanzas de la ceca de Valencia, c. 1450

Ed. F. Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians", Butlletí de Dialectologia

Catalana, 24, 1936, pp. 113-114.

La dita embianquicio se fa en la seguent manera: que deu esser fet vn ffornell en lo qual posa hom ij. calderes o mes e met hi hom aygua dolça e fa la hom bollir et pux met hom en cascuna caldera ij. almostes de sal e vna almosta de ros de bota molt e bull ensemps tro que sia fifus. E pux met hom de dins la moneda en les calderes et ab j. basto mena hom la moneda entorn e no çessa hom de menar e quant la dita moneda es assats blanca lleua hom les calderes del foch e deu hom hauer fet j. cubell que sia soterrar en terra e haja cubertes de taules que sien foradades tan menut que no pusca passar la moneda e deu hom aqui vessar les calderes sobre aquell cup ço es laygua la sal e lo ros de bota e aquell cup deu hauer j. forât damunt per on gite laygua que sobrara quant sia pie el cup la qual aygua vaje a la claveguera o on se vulla et aço se fa per ço com de allo que roman al cup trau hom pux argent qui es romas en lo ros e en la sal del enblanquiment. E pux deu hom tornar les calderes sobre lo foch ab la dita moneda menys de aygua e deu hom traure tota la lenya del foch que noy romangue sots les calderes sino les brases et cascuna caldera deu hauer j. hom qui ab esponges mullades men la moneda per la caldera per exugar la moneda et quant sia exuta deu la hom encara estendre sobrefiflaçadeso sobre altres draps tro que sia ben exuta. E ladonchs lo maestre de la balança deu pesar aquella moneda e regonexer quant ha mjnuat en la enblanquicio. 366

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Selección de textos hispánicos sobre el trabajo de la moneda (siglos XIII-XVI)

20 Preparación de las puntas o toques para el oro según ordenanzas de la ceca de Valencia, c. 1450 Ed. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedería segons documents valencians", Butlleti de Dialecto logia Catalana, 24, 1936, p. 118. De la forma com se fan toques dor. Per ço com dessus en cartes cxxvj. en lo c. vij. se fa mencio de toques deus notar quel or si es posât en valua de xxiiij. quirats e a provar qualssevol or de quants quirats es, fa hom una toqua ço es una bergueta dor de xiiij. quirats après pren hom xxiij. quirats dor iB e mésela y hom un quirat dargent e fon ho hom ensemps e aquell or es dit de xxiij. quirats e daquella massa fa hom altra toqua ço es altra vergueta de aquest or e en la primera fa hom nombre de xxiiij. et en aquesta altra fa hom nombre de xxiij. perque les conega hom. Apres pren hom xxij. quirats de or flS e mésela y hom dos quirats de argent e ffon o hom tot ensemps e aquell or es dit de xxij. quirats e daquella massa fa hom altra toqua ço es altra vergueta de aquest or e fa y hom nombre de xxij. perque la conega hom. Apres pren hom xxj. quirat dor fE e mesclay hom iij. quirats dargent e per la forma dessus dita fan hom toques de xxj. quirats. Apres pren hom xx. quirats dor flfi e mesclay hom iiij. quirats dargent e fa hom per la forma dessus dita altra toqua et axi per semblant minvant de lor de quirat en quirat e crexent lo argent de quirat en quirat fins que ue hom a la darrera toqua la qual es feta dor on la mésela de xxiij. quirats dargent e j. quirat dor fi e aquesta es toqua de or de j. quirat. E quant hom vol provar qualssevol or de quants quirats es ha hom una pedra negra la qual es appellada en lad lapis parologicus e en vulgar es apellada pedra de toch e es negra e firegala hom ab nou e fas pus negra e pren hom lo or que vol hom prouar e ffregal hom en la dita pedra negra fins que lo dit or lexa sa color be empremtada en la dita pedra e après ffrega hom de les dites toques en aquella pedra matexa e regonex hom ab qual de les toques se reffa o resembla de color lo dit or e sis resembla ab la toqua de xxiiij. quirats diu hom que aquell or es de xxiiij. quirats e sis resembla de color ab la toqua de xxiij. quirats diu hom que es de xxiij. quirats e axi de les altres toques.

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21 Inventario de bienes de la ceca de Valencia, 1459 Ed. E Mateu i Llopis, "El vocabulari medieval de l'exercici de la monedena segons documents valencians (segle XV)", Butlletí de Dialectologia Catalana, 24, 1936, pp. 120-124. Eines del departament de compra i contractació de moneda. E primerament foren atrobades les aynes e coses pertanyents al exercici del dit offici en lo studi de la dita casa de la monedería lo qual studi es en lo pad de la dita casa tanquat ab un rekat de íiista. Primo una balança maior ab ques pesa sobre Ixxx marchs. Altra balança en la qual se pot pesar xxxx marchs. Altra balança en la qual se poden pesar xx marchs. Dos balances ab que se pesen de sis marchs en jus caschuna. Altra balança ab ques pesa de quatre marchs en jus. Altra balança per a pesar fins en docents floríns ab los seguents pesais: primo una pila de dos marchs appellar lo patro lo qual cala fins a hun gra. Item de centfloríns,de 1, de xxxx, de xxx, de xxv, de xx, de xv, de v, de tres, de dos, de hu e mig. Altra balança ab ques pesa fins en cent cinquanta florins en la qual son los pesais seguents: hun pesai de xxxx florins, altre de xx, altre de xii, altre de deu, altre de tres, altre de dos. Altra balança en que es pesa de [en blanco]. Hun balançer ab molts pesais de ferro. Hun balançer poch ab una balança penca sotil e molts pesais. Hun balançer ab dos balances. Hun altre balançer ab una balança pocha ab dos pesais. Hun altre balançer ab una balança pocha ab pesais. Altre balançer ab molts pesais. Una balança pocha ab sos pesais. Un balançer ab diuersos pesais. Una pedra de toch dira la melsa gran ab son stoig de cuyro. Altra pedra de toch de llarch de hun palm de larch (?) cayrada. Altra pedra de toch poqua. 36o

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Una balança poqua ab sos pesais. Altra balança penca ab sos pesais. Un balançer ab una balança e pesais. Altra balança pocha ab sos pesais. Una capça ab balança e pesais. Altra balança penca ab sos pesais. Un balançer ab balança e pesais. Una balança poqua e pesais. Altra balança pensa e pesais. Un balançer ab balança poqua ab sos pesais. Una capça ab balança e pesais. Altra balança ab pesais. Una pila de pes dor de setze marchs ab son stoig. Altra pila de huyt marchs. Una pila de pes dor de [en blanco]. Una pila de pesar argent de xxxii marchs. Una altra pila dargent que es una arrova de ferro de Iviii marchs. Una altra pila de pesar argent de xxv marchs. Una altra pila de pesar argent de xx marchs. Altra pila de pesar argent de x marchs. Una pila de pesar or de deu marchs. Una pila de quirats ab son stoig de cuyro. Un patro de march de Valencia per a pesar argent. Un patro de pesar flori fort, miger e febble. Dos tisores velles e altres tenalles. Una capça en que ha xxxi puncho de letres. Dos llimadores de coure. Item xxii llimes de molt pocha valor. Tres llimes raspes per fer riellers. Dos balançes de pes de tres marchs en jus. I ^ j g ^ l FUNDACION ^ ^ JUANELO TURRIANO


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Una romana que tira xxviii arroves la qual diu que es ja inventariada en lo inventad de la casa.

^

Tres jerretes per tenir canelles, alum e salmires. Un tabernacle ab balançeta penca.

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Una pila de quatre onzes dor.

'l

Eines de la casa de la fondició.

i, I I'

Dins la casa de la Rmdició, primo una enclusa la qual se diu pesa huyt arroves.

. 'i

Un dau de ferre de pes de dotze arroves.

;

Un malí gros de ferre que pesa vint Iliures, poc mes o menys. Un altre malí de pes de dotze Iliures, poch mes o menys.

'i

Dos perols grans de coure. Dos bacines fbradades de coure.

' i

Hun qua.

1

Hun peu de ferre per als ensanys.

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Hun morter de coure ab la ma de coure de pes de xxxviii marchs. Hun morter de coure gran de pes de cinch arroves. Una ma de ferre. Dos rielleres de hun march e mig.

í

Una riellera per lançar barra dor. Dos rielleres de pedra de mallorqua grans per buydar riells dor e argent. Dos tisores per tallar or e plom per a fer ensanys. Una balançeta ab cupina dargent ab tots los pesais dels ensanys. Una pila de menut per als ensanys. Una pila de balança gran per a la fundició en la qual pila ha dos peses les maiors e no pus.

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Dos fornils per als ensanys. Tres molles per a fer copelles ab sos máseles de coure.

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Una trompeta daram per als ensanys. Una cullera de ferre. Uns mails de ferre per als ensanys. Tres molles per a fer copelles. 870

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Sep martell per fer forgar los ensenys. Una bacina gran de coure per al buydar la riellera del or. Ferros grans pre menar los cresols del or quant es al foch. Una riellera pocha. Les manches grans del altar. Quinze tenalles de ferre. Huyt mails entre grans e chichs. Dos quaçes chiques una trencada. Quatre ferros o anells grans per buydar cresols grans. Tres anats de ferre. Dos manchos, hun gran e hun chich. Tres masses de vidre. Sis receptors de vidre. Deu carabaçes de vidre. Dos fornils grans de fondre argent. Hun ferre redo ab quatre caps per a la fornal de fondre. Altre ferre de la dita manera Tres martells per a forgar. Hun llinell de fixst per al mallar les pedres rielleres Quatre guauchos e dos culleretes. Quatre botilles. Hun banch de fust on son les pedres dels riells. Huyt caixes de moneders. Hun spell o staquador de ferre per adreçar troçells. Eines de la casa dels fornals. Dins la casa dels fornals dels obrers, primo unes tisores grans de tallar la plancha Unes tisores de tallar or e argent. La tramuga de les planches que es de fust. Lo sep e praya de les tisores majors. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Deu caixes dobrers. Quatre caxons de tallar. Tretze calabrins de fust. Una balança marquai. Dos marchs, hun de pesar or e altre argent. Dehuyt caços de ferre. Tretze stanques. Hun perpal de ferre trencat. Huna paella gran de coure. Huna paella de ferre. Dehuyt martells en los quals ayha dos trenquats. Uns malls grans. Una barrina groça. Una aixa. Huyt balançes de trabuquar sutils. Sis baçines foradades de coure. Dos bacines planes de coure redones. Tretze marroteres de fust. Cinch pells o aludes. Eines de la casa de Tentali. En la casa del entail foren atrobats tots los pimchons de les letres de entallar piles e trossells, martells e limes e pilons de rodar e altres ordiUes, ferrametes e coses necessaries per a les dites empremptes de monedes, les quals foren atrobades en la dita casa del entail y en poder den Garcia Gomes, argenter entallador qui alli era present, les quals axi materx com les tenia acomanades li foren acomanades e aquell confessa tenir en comanda per lo dit en arnau çaburgada mestre de la sequa. Altres objectes de la monedería. Unes toques dor enfilades en hun fil dor ab onze perles, les quais son bdi peses, iiii de dotze quirats, iiii de tretze, iiii de quatorze, quatre de xv, iiii de xvi, sis de deset, sis de dihuit, vi 36o

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de denou, vi de xx, sis de xxi, vi de xxii, v de xxiii e dos de xxiiii, que pesen quatre onzes xvi diners. Onça e miga dargent en plancha per a permis. Eines trobades a la casa de la fuetria, les quals son per l'exercici de la monedería. Primo dos calderes per a llavar grans de aram que cascun pot cabre vint i dos canters. Dos pareils de manches redones. Dos pareils de manches largues. Dos picons. Una serra gran. Una barra de ferre. Quatre tenalles grans. Set ganchos entre bons e dolents. Uns molls. Unes tisores. Dos pareils de ferres grans. Dos altres dolents. Hun tiraç. Hun ferre de scombrar lo fornil. Dos picons. Una pala de lavar ab manee de fust. Hun dau. Quatre martells. Una perola de lavar. Hun pico per picar les erases. Hun garbell. Tres cases per als menuts.

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22 Recetas castellanas para el ensayo del oro mediante los métodos de cimiento, amalgama de mercurio y azufre, c. 1480 R. Córdoba, "Un recetario técnico castellano del siglo XV: el manuscrito H490 de la Facultad de Medicina de Montpellier", En la España Medieval, 28, 2005, p. 47. [234r] Cementum sic fit. Accipe sal comune, praeparatum azeche, tegulam rubeam bene tritam et criuatam ante, totum mixtum. Etfac vnum lectum dictorum pulvum etpone desupra unam plantulam et coopri de dicto pulvere et pone aliam et coopri et sic usque quo uolueris. Etpone totum inter duas tegulas concavas et luta eas cum luto sapientiae et dimicte sic stare doñee siccetur. Et post pone in igne suavi bene coopertum ex utraque parte et dimicte per 2 vel 3 horas ve plus secundum que videris expedire. Así se hace el cimiento. Toma sal común, preparado de acije, teja roja bien tnturada y cribada antes, todo mezclado. Y haz un lecho de los dichos polvos y pon encima una lámina y cubre con dicho polvo, y pon otra y cubre, y así hasta que quieras. Y pon todo entre dos tejas cóncavas, enlódalas con luto sapiente, y déjalo estar así hasta que se seque. Y después ponlo a fuego suave bien cubierto de cada parte y déjalo por dos o tres horas o más según veas que conviene. Para apurar toda tierra que tenga algund metal. Tomad qualquier tierra que tenga algund metal e echalda en vna artesa o en otra cosa llana e echalde dentro vn agro bien fiierte e echalde otrosí vn [234v] poco de azogue. E tomad vn medio ladrillo e vn pedaço de piedra áspera e fregad muy bien con la dicha piedra aquella tierra con el vinagre e pegarse a todo el metal al azogue. E desque ayades fregado buena pieça mirad el azogue si está fecho amalgama dura que ha avn más metal, estonce echalde más azogue e fregad más. E si non touieredes vinagre tomad rasuras de cubas e sal todo molido e feruido en agua e con aquesta agua fregad la tierra como suso dize. Para apartar oro de todos los metales. Toma dos partes de sufre e vna de sal e encorpóralo todo bien en vno molido. E toma qualquier metal que touiere oro, poco o mucho, e fazlo láminas delgadas e lànçalas en el crisol a lechos con los dichos minerales, a vn marco tres onças. E atapa bien el crisol con vna teja e con su barro en manera que non respire e desque seco el barro dale fuego de fundición e quando entiendas que estará fundido darás vnos golpes pequeños en el crisol e esto farás dos 36o

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O tres vezes e así yrse a el oro abaxo e quedará la plata o el otro metal encima. E si ansi non saliere fazlo otra vegada como la primera e si a la vez no saliere, echa 3 partes de sufre e vna de sal e la 2^ vegada por el peso dél segund el del metal, e pon la sexma parte dél de plomo en cada vez, o antimonio que es mejor.

23 Problemas de aleaciones de plata contenidos en la Aritmética de Santcliment, Francesc de Santcliment, Suma de l'art d'aritmètica

1482

(ed. Antoni Malet), Barcelona, 1998, pp.

333-338. Seguebcen se algunes raons de billons i primerament de fondre 3 billons per veure a com te respondra de ley. Es un cambiador qui te 5 marcs dargent, qui son a 9 diners de ley, e ten 8 marchs que son a 10 diners

de ley, e ten 2 marchs que es a 3 diners de ley e vol lo fondre tot e fer-ne una mone-

da. Demana, quant tot será fits, a com será de ley aquella moneda? Aquesta es la regla general per aquesta e a totes altres, encara que y hagues de 20 maneres dargent a qualsevol natura de ley Deus multiplicar lo fi per quascum march e apres per la suma de tots los marchs partiras. E aço faras segons poras veure en la pratica afifigurada de la rao damunt dita. E axi appareix en la pratica damunt affigurada que a 8 diners, e de les 15 parts de i diner les 13 parts hauran de fi tots los 15 marchs damuntdites fusos en una. E si voiras provar e veure lo que yo e die si es vetitat, multiphca los 8 diners e 13 quinzens de diner per 15 marchs e, si tornen als 133 diners que han hagut tots 15 marchs de fi, siet senyal que es bona, si no venia iustament seria falsa. De ligaments de dos argens. Es un cambiador qui te billo dargent a 10 diners 1/2 e a 4 diners e vol ne fer una moneda que sia a 7 diners de ley e vol ne ligar 30 marchs iusts. Demana lo cambiador quant argent metra de quascum perque sien ligats los 30 marcs iustament. En aquesta e en tores B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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semblants te done aquesta regla general: que deus veure quant ha de 7 diners fins en 10 [i 1/2] e pots veure que 3 [i 1/2] e por go pendras 3 marchs del contrari billo, que es a 4 diners de ley. Item faras semblantment de 4 fins en 7 ha ni anar 3, per 90 pendras del contran billo que es a 10 dineros e 1/2 e 3 marchs. Ara aiusta 3 marchs e 1/2 e 3 marchs son 7 marchs e 1/2, los quals te seran partidor. E per quascum de les aiustacions multiplicaras, com en les companyes, e per la dita suma partiras. E ago faras segons sta davall affigurat. E axis mostra en la pratica damunt afiSgurada que 16 marchs e 2 tretzens de march haurem de metre del billo que es a 4 diners de ley, e 13 mares e ii tretzens de marc del billo que es a 10 diners e 1/2 de ley que aiustats en una faran 30 marchs a 7 diners de ley E si volras provar te done aquesta prova general, que multipliques lo fi de quascum march per tants marchs com haura vengut a quascum a pagar, e apres que aiustes aquelles dues sumes del fi en una, e si sumen tants diners de fi com haura en los 30 marchs a 7 diners de ley, siet senyal que es bona, si no, que fos mes o menys, siet senyal que seria falsa. Segueix se altra rao per ligar 4 billons. Es un cambiador qui te billo de 4 maneres. Primerament, el te argent a 4 diners de liga, e a 3 diners de liga, e a 9 diners de liga e a 12 diners de liga. E vol fer una moneda que sia a 7 diners de liga, ni pus ni mes, e vol ne ligar 30 mares. Demana lo cambiador, en aquest 30 marchs quant argent metra de aquests 4 billons en manera que sien ligats a 7 diners de ley. Resposta per la propia manera de la rao passada. Tu pots veure que aquesta moneda que aquest vol fer es a 7 diners de ley per go de 7 fins en 12 ha ni anar 5, per go pendras del contrari billo qui es a 3 diners de liga, 5 marchs. Item per semblant dirás, de 7 fins en 3 ha ni anar 4 menys, per go pendras del contrari billo que es pus ah 4 marchs, e trauraslos appart. Item iras al billo qui es a 9 diners de liga e dirás de 7 fins en 9 ha ni anar 2, per go pendras 2 mares del contrari billo qui es a 4 diners de liga. Item dirás de 7 fins en 4 ha ni anar 3 menys, per go pendras 3 marchs de son contrari qui es a 9 diners de liga. Item aiusta 5 marchs per lo qui es a 3 diners de ley, e 4 marchs de billo qui es a 12 diners de ley, e 2 marchs de billo qui es a 4 diners de ley, e 3 marchs de billo qui es a 9 diners de ley, qui sumaran 2 e 5 e 3 e 4 qui seran 14 e aquests seran ton partidor. E seguirás la regla general de les companyes dient que per quascum multipliques e per tots ensemps parteix. 36o

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Exemple. Tu vols ligar 30 marchs, per ço multiplica lo primer que es 2 per 30, fan 60, partex per 14 e velin 4 e 2/7. Item, per lo segon, multiphca 5 vegades 30, valen 150, parteix per 14, velin 10 e 5/7. Item multiplica, per lo terç, 3 vegades 30, valen 90, parteix per 14, velin 6 e 3/7. Item per lo quart, multiplica 4 vegades 30, fan 120, parteix per 14, velin 8 e 4/7. E es feta. Item, per veure si son 30 iusts, aiusta totes aqüestes 4 parddes, ço es, 4 e 2/7, e 10 e 5/7, e 6 e 3/7 e 8 e 4/7 e trobaras que son 30 marchs iusts. E si voiras provar si ve iusta la rao, multiplica quascum per son fi e après lo fi de tots aiustaras, e si suma 210 diners de fi que ha en 30 marchs a 7 diners de ley, siet senyal que es bona, si no, que fos lo contrari, seria falsa.

24 Problemas de aleación de la plata contenidos en un manuscrito castellano, c. 1490 Real Academia Española, manuscrito número 155, ff. 150v-151v. [150 v] Regla para saber allegar la plata. Pongamos que tengas de tres suertes de plata, la primera plata que sea de 15 marcos, 7 onças, de ley [15Ir] de 11 dineros, 8 granos e la segunda {en blanco], e la terçera [en blanco] e quieres fundir toda esta plata en uno e saber de qué ley será. Primeramente ayuntarás los marcos e las honças de la dicha plata en uno quel 49 marcos e 1 onça, que son 49 1/8 por quanto 8 onças fasen el marco, estos 49 1/8 es el tu parridor, después tomarás la ley de la primera plata que es 11 dineros 8 granos, que son 11

e este 11

marcarás por el peso de los

marcos que pesava la dicha plata, que son 12 marcos, 4 onças, que es 12 marcos e 1/2, por quanto 8 onças es un marco como dicho es, agora multiplica 11

por 12 1/2 e salen 140 5/8 la plata e

sálente 2448 4/9, éstas son onças, agora pártelos por 8 e lo que saliere serán marcos e fallarás que estos 2448 4/9 parridos por 8, como dicho es, que salen 306 1/8 e tantos marcos de plata fina serán en toda esta plata. E si te dixeren, yo tengo de tres suertes plata, la una suerte es de 1 marco, 7 onças 1/3 de onça de plata fina e la otra suerte de 6 onças e 14 de plata fina e la otra de 7 onças V2 de plata fina, e de B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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todas estas 3 suertes tengo 348 marcos tanto de uno como de otro, quiero yo afinar esta plata para saber quanto ha en ella de plata fina, primeramente farás en esta manera, ayuntarás las 3 suertes que dichas son que tienen de plata fina la 1 7 1/3 e la otra 6 1/4 , la otra 7 1/2 que fasen por todos ayuntados los 21 [151v] 1/12, estos 21 1/12 partirás por 3 por quanto son 3 suertes de plata e salen a la parte 7 1/36 de marco por 348, que es todo.

25 Sistema ponderal de la ley de los metales preciosos y problemas de aleaciones, 1515 Mosén Juan de Andrés, Sumario breve de la práctica de la Aritmética de todo el curso del arte mercantil bien declarado, el cual se llama maestro de cuenta. Valencia, 1515. Biblioteca Nacional, sección Raros, manuscrito número 9124, ff. 121r-128v. Sigúese el oravo tratado deste presente libro que trata de fin de oro y de plata, en el qual tratado se contienen 4 capítulos y en cada capítulo se contienen ciertos artículos. Capítulo primero deste ochavo tratado que trata de fin de oro y de plata y qué quiere dezir fin de oro y de plata y qué quiere dezir oro de tantos quilates y plata de tantos dineros de ley y del peso del oro y de la plata y quántas maneras ay de fin de oro y de plata, en el qual capítulo se contienen 4 artículos. [1] Artículo primero de la difinición del oro y de la plata y qué quiere dezir fin de oro y de plata y has de saber que fin de oro y de plata no quiere dezir otro sino saber y conocer en qualquiere liga de oro y de plata quánto oro fino y quánta plata fina avrá en tal liga y así mesmo fin de oro y de plata es y quiere dezir saber puyar de ley y de fineza una liga de oro y de plata y saber abaxar qualquiere liga de fineza y ley según por los capítulos y artículos y praticas siguientes pareciere. [2] Artículo segundo que quiere dezir quilate en el oro y ley y dinero en la plata y has de saber que quilate y dinero es una mesma cosa y significa la fineza del oro y de la plata a saber es el quilate significa la fineza del oro diziendo oro de tantos quilates, que quiere dezir oro de tanta fineza y el 36o

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dinero significa la fineza de la plata diziendo // plata de tantos dineros de ley, que quiere dezir plata de tantos dineros de fineza. [3] Ardculo tercero que quiere dezir oro de tantos quilates y plata de tantos dineros y por saber esto has de saber que el más fino oro es de 24 quilates y la más fina plata es de 12 dineros y así has de saber que quando se dize oro de 24 quilates has de considerar que en 24 arrobas de oro todas las 24 arrobas son de oro fino sin ninguna liga y así dirás si el peso del oro es mas o menos car si son 8 arrobas has de dezir que fechas las 8 arrobas 24 partes que todas aquellas 24 partes son de oro fino y si son 100 arrobas, dirás que fechas las 100 arrobas 24 partes todas serán de oro fino, esso mesmo dirás de la plata fina que quiere dezir que si 12 arrobas de plata oviese todas las 12 arrobas sería de plata fina sin liga ni mezcla de otro metal y si más fiiera el peso o menos esso mesmo sería car si fiiessen 100 marcos de plata y partidos por 12 partes todas las 12 partesfiaessende plata fina y sifiaessen3 arrobas de plata fina y partidas las 3 arrobas por 12 partes serían de plata fina. Pues qué quiere dezir oro de 23 quilates y de 22 quilates y de 21 quilates y d e 2 0 y l 9 y l 8 y l 7 y 16, pues oro de 23 quilates quiere dezir que si fuessen 24 arrobas de oro las 23 serían de oro fino y la una arroba sería de liga, a saber es de plata o de alambre, porque la liga de la plata se faze con puro alambre y la liga del oro se faze de plata y de alambre, de manera que quando se dize oro de 22 quilates has de considerar que de aquel oro si fuesse fecho 24 partes las 22 partes fuessen de oro y las dos partes de liga y así dirás de 21 quilates y de 20 quilates y de 19 fasta a oro de 13 quilates que se llama mig oro. Y así mesmo dirás de la plata, car quando se dize plata de 11 dineros has de saber que si tal plata pesasse 12 onzas las 11 onzas fiiessen de plata fina y la una onza de alambre y si fiiesse de más peso o de menos peso las onze partes fiiessen de plata fina y la una parte de alambre, y quando se dize plata // de 10 dineros de ley quiere dezir que las 10 partes es de fina plata y las 12 partes de alambre y así dende abaxo fasta a plata de un dinero de ley que es la liga de los dineros minudos que agora fazen en (^arago^a y quiere dezir que de qualquiera peso de tal liga las 11 partes son de alambre y la una sola parte de plata fina. Y has de saber que un marco de oro o de plata tiene 8 arrobas y que cada arroba tiene o es de 24 dineros y cada dinero es de 24 granos y cada grano es de 24 garro fino y cada garro fino es de 24 pelletes y cada pellete es de 24 millenios, así mesmo cada onza es de 4 quartos y cada quarto es de 4 árlenlos y cada ariento es de 32 granos. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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[4] Artículo quarto de las maneras de fin de oro y de plata y así has de saber que ay tres maneras de fin de oro y de la plata. La primera manera es punyar y abaxar oro y plata de ley sin ayuntamiento de otro metal ni del mesmo oro y plata. La segunda manera es puyar y abaxar una liga de oro y de plata con ayuntamiento de otro metal. La tercera manera es sacar fino de no fino y no fino de fino y saber lo que quedare de qué ley y de qué peso queda. Capítulo segundo deste oravo tratado que trata de la primera manera de fin de oro y de plata ques puyar y abaxar muchas monedas o massas de oro y de plata sin ayuntamiento de otro metal en el qual capítulo se contienen 4 artículos. [5] Yo tengo 7 livras de argento de 10 dineros de ley y tengo 15 livras de otro argento de 11 dineros de ley y tengo más 22 livras de otro argento de 8 dineros de ley y quiero mezclar todo el sobre dicho argento en una massa. Demando ¿a quántos dineros de ley tornará así todo mezclado? La qual se de // ve fazer y todas las semejantes multiplicando cada suerte de libra por su fineza por ver quánta fineza avrá en todas las 3 suertes, quiere dezir quántos dineros ay de plata fina, pues multiplica 7 libras por su fineza de 10 dineros y farán 70 dineros y multiphca 15 livras por su fineza de 11 dineros y farán 165 dineros y así mesmo 22 livras por 8 dineros fazen 176 dineros, los quales sumarás en uno a saber es 70 dineros y 165 dineros y 176 dineros y farán 411 dineros y después sumarás las libras de las 3 suertes que son 7 livras y 15 livras y 22 livras y farán por las quales 44 livras, pardrás los 411 dineros y vernán 9 y 15/44 y a tantos dineros de ley tornará toda la massa así mezclada y desta manera farás las semejantes. [6] Artículo segundo. Yo tengo 13 livras, 7 arrobas de plata de 7 dineros de ley y tengo 20 livras, 3 arrobas, 3 ariengos de otra plata de 8 dineros y 6 granos de ley y tengo 30 livras de 5 dineros, 11 granos de ley Demando todas las 3 suertes mezcladas a qué ley vernán todo el billón? La qual se deve fazer reduzir primero todo el peso de cada suerte en ariegos y la fineza en granos y multiplicarás los granos de cada suerte por su peso en ariegos y sumarás todos los granos de las tres multiplicaciones y así mesmo sumarás los ariengos de las tres suertes por la qual suma de ariengos partirás la suma de los granos de la fineza y lo que verná en la tal pardción dirás que de tal fineza verná y será todo el billón. Pues reduze 13 livras, 7 arrobas en ariengos que son 2608 ariengos y reduze los 7 dineros de 36o

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ley en granos y farán multiplicados 7 dineros por 24 granos y saldrán 168 granos, los quales multiplicarás por los 2608 árlenlos y saldrán 438144 granos y tantos granos de fineza dirás que denen las 13 livras, 87 arrobas de la primera suerte y desta manera reduzirás las 20 livras, 3 arrobas y 3 árlenlos en ariengos y farán 3891 aríen^os y los 8 dineros y 6 granos fazen 198 granos, los quales multipU // carás por los 3891 aríen^os y saldrán 770418 granos de fineza de la segunda suerte y así mesmo reduzirás las 30 livras de la tercera suerte en árlenlos y farán 5760 ariengos y los 5 dineros, 11 granos fazen 131 granos, por los quales multiplicarás los árlenlos y saldrán 754560 granos que son fineza de la tercera suerte y fecho esto sumarás los granos de la fineza de las tres multiplicaciones que son 438144 granos y 770418 granos y 754560 granos y farán 1963122 granos y así mesmo sumarás los aríen^os de las tres suertes que son 2608 y 3891 y 5760 y farán 12259 anengos por los quales pardrás los granos y vernán en la pardción 6 dineros, 16 granos y 1682/12259 y a tantos dineros de ley verná a seer todo el billón y desta manera farás las semejantes. [7] Artículo tercero. Yo tengo 20 arrobas de oro de 19 quilates y tengo 30 arrobas de oro de 21 quilates y tengo 66 arrobas de otro oro de 16 quilates. Demando, todo mezclado ¿a quántos quilates verná ser? La qual se debe fazer por la regla general de los precedientes, a saber es fallando la fineza y los quilates de las tres suertes, agora multiplica 19 quilates por 20 arrobas de la primera suerte y farán 380 quilates y así mesmo multiplica 21 quilates por 30 arrobas de la segunda suerte y farán 630 quilates y multiplica 16 quilates por 66 arrobas de la tercera suerte y farán 1056 quilates, pues suma agora todos los quilates, a saber es 380 y 630 y los 1056 y farán 2066 quilates y después umarás las arrobas de las tres suertes, a saber es 20 y 30 y 66 y farán 116 arrobas, por las quales partirás los 2066 quilates y vernán 17 quilates y 47/58 de un quilate y a tantos quilates tornará todo el oro así mezclado. [8] Articulo quarto. Yo tengo 40 livras de argento de 5 dineros de ley 25 livras de 7 dineros de ley y 80 livras de 11 dineros de ley y quiero ayuntar con todo este argento otro argento de medio dinero de ley para fazer moneda de 2 dineros de ley. Demando ¿quántas libras tengo de ayuntar // deste argento de medio dinero con todo lo otro argento de las tres suertes primeras y faré un billón de dos dineros de ley? La qual se deve fazer muy sotilmente mirando primero todo el argento de las 3 suertes si fuesse todo mezclado de qué ley tornaría toda la massa. La qual cosa se puede saber B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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siguiendo la regla de las precedientes y multiplica y parte y verná 8 dineros y 19/29 y a tal ley dirás que viene y torna toda la massa, la qual massa pesará 145 libras y tu quieres que sean de 2 dineros de ley agora pues al caso nuestro has de poner la liga que tu quieres fazer ques 2 dineros desta manera en figura poniendo la ley que tu quieres, ques 2 en medio de la cruz y poniendo al un canto la menor ques 1/2 y pornás 8 19/29 en el otro canto en derecho del 1/2 y que esté en los dos bragos más altos de la cruz y después mirarás la diferencia que ay de 1/2 a 2 ques 1 1/2 , los quales 1 1/2 pornás en el brago baxo de la cruz en derecho del 1/1 y mirarás así mesmo la diferencia que ay de 8 19/29 a 2 ques 6 19/29, los quales pornás en el otro brago baxo de la cruz de la manera que están puestos en la figura y después formarás tu regla diziendo, si 1 1/2 quieren 6 19/29, demando 145 libras ¿qué querrán? Y siguiendo la regla vernán 643 29/78 y tantas livras dirás que has de poner del argento de 1/2 dinero de ley para que toda la massa de peso de 788 libras 29/87 sean de 2 dineros de ley y desta manera farás las semejantes. 8 19/29 1 1/2

1/2

6 19/29

Capítulo tercero deste octavo tratado que trata de la segunda manera de fin de oro y de plata que se // faze puyando y abajando de ley de quilates con ayuntamiento de otro metal en el qual capítulo se contienen 4 ariengos. [9] Artículo primero. Yo tengo 20 livras de argento de 5 dineros de ley y tengo 15 livras de 3 dineros de ley y tengo 25 livras de 1 dinero de ley y quiero fazer un billón de plata de 10 dineros de ley Demando ¿quántas livras tengo de poner de plata fina y ayuntar con todo el argento de las tres suertes? La qual se debe fazer y todas las semejantes mirando primero en todas las tres suertes quánto argento ay fino, la qual soca sabrás siguiendo las reglas precedientes y fallarás que ay 170 dineros de plata fina y 60 livras de peso, las quales 60 livras reduzirás en arrobas y farán 720 arrobas de las quales sacarás 170 dineros de fina plata y restarán 550 arrobas de alambre puro, agora pues porque dixo que quiere que sea de 10 dineros de ley pues 2 arrobas de alambre quieren 10 arrobas de argento fino y por esso has de mirar 2 quántas vezes entran en 550 y fallarás que 2 entran en 550, 275 vezes, y tantas libras dirás que deve pesar el billón de ley de 10 dineros pues 36o

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quita agora 60 libras que de primero pesavan las 3 suertes y quedarán 215 livras y tantas libras de argento fino dirás que este deve ayuntar a las tres suertes para que el billón sea de 10 dineros de ley y de 275 livras de peso y desta manera farás las semejantes. [10] Ardculo segundo. Yo tengo 10 livras de plata de 7 dineros de ley y tengo 20 livras de 5 dineros de ley y tengo 30 livras de 3 dineros de ley y quiero fazer un billón de 2 dineros de ley Demando ¿quántas livras de alambre tengo de ayuntar? La qual se debe fazer multiplicando la fineza de cada suerte por su peso y farán 260 dineros de fina plata, los quales partirás por las fibras, que son 60, y vernán 4 dineros y un ter^o de dinero de ley y tu quieres que sean de 2 dineros de ley y por eso has de partir los 260 dineros por 2 y vernán 130 y tantas livras dirás debe pesar toda la massa de las quales quitarás las 60 libras // que de primero pesavan las 3 suertes y quedarán 70 livras y tantas livras de alambre dirás que se debe ayuntar para fazer el billón que sea de dos dineros de ley [11] Artículo tercero. Yo tengo 60 libras de argento de 11 dineros de ley y tengo 50 livras de lOdineros de ley y tengo 30 livras de 8 dineros de ley y así mesmo tengo plata de 9 dineros y de 5 dineros de ley y quiero mezclar las 3 suertes primeras y fazer plata de 7 dineros de ley y quiero meter de la plata de 9 dineros y de 5 dineros. Demando ¿cómo se deve fazer y qué tanto pesará este billón de que será fecho de 7 dineros de ley pues para las semejantes es menester fazer en dos vezes y primeramente mirarás si las livras de las 3 suertes y por si mesmas pueden venir a 7 dineros de ley y praticando fallarás que no se pueden venir a 7 dineros de ley sin mezcla de alambre por causa que cada suerte es de mas de 7 dineros de ley pues por saber quánto alambre es menester farás así como las precedientes, a saber es multiplicar la fineza de cada suerte por su peso y farán 1400 dineros de fino que partidos por los 7 dineros que tu quieres que vengan el bellón vernán 200 y tantas livras conviene pesar el billón de ley de 7 dineros y tu sabes que el peso de las 3 suertes fixe 14° livras, pues saca agora 140 livras de 200 livras, restarán 60 livras y tanto alambre conviene poner en las 3 suertes y después por causa que dko que quiere meter del argento de 9 dineros y de 5 dineros, digo que esto es menester de ligado y afinarlo por su parte y fazer que sea de ley de 7 dineros, la qual se deve fazer por el modo y manera que está dicho y declarado en el precediente capítulo articulo quarto en la figura y así fallarás que dos livras de ley de 9 dineros y dos livras de ley de 5 dineros fazen liga de ley de 7 dineros y después que así lo avrás fecho mezclarlo has sobre el otro que tenías y será todo de ley de 7 dineros. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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[12] Artículo quarto y nota // Mas empero si la demanda fuesse que no avía de ayuntar ningún alambre por causa que los metales de si mesmos son suficientes que uno aya de 5 dineros y de más y de menos por los quales se puede fazer la ley sin mezcla de otro metal, entonces digo que la demanda fuesse más linda, la qual se debe fazer desta manera, a saber es poniendo la ley que tu quieres que venga, ques 7 dineros en figura desta manera, agora pone los 7 dineros de ley que tu quieres que venga debaxo de la raya y la menor ley, ques 5 dineros pornás debaxo de los 7 y la diferencia que ay de 7 a 5 ques 2 pornás debaxo de los 5 según están puestas en la presente figura. 4 11

3 10

2

1

9

8

7 5 2 y las leyes que son mas de 7 dineros pornás encima de la raya a saber es 11 dineros y 10 dineros y 9 dineros y 8 dineros en la manera que están puestos y después mirarás la diferencia que ay de las leyes mayores a la ley que tu quieres, ques 7, y aquella diferencia pornás encima de cada ley mayor, verbi gratia. Pues mira la diferencia de 11 dineros a 7 dineros, ques 4, los quales 4 pornás encima de los mesmos 11 y así mesmo la diferencia de 10 a 7 es 3, los quales 3 pornás encima de los mesmos 10 y de 9 a 7 es 2, poniéndolos encima de los 9 y la de 8 a 7 es 1, el qual pornás encima de los 8 y así fallarás 4 encima de la ley mayor ques 11 y fallarás 3 encima de los 10 y fallarás 2 encima de los 9 y fallarás 1 encima de los 8 y así fallarás que para 2 livras de ley de 11 dineros has de meter 4 livras de ley de 5 dineros para que salge de ley de 7 dineros y para dos libras de ley de 10 dineros has menester 3 livras de ley de 5 dineros y para dos livras de ley de 9 dineros has menester 2 livras de ley de 5 dineros y para dos libras de ley de 8 dineros has menester 1 livra de ley de 5 dineros y así verná todo este billón // de ley de 7 dineros y por saber quántas livras deve meter desta liga de 5 dineros formarás tu regla de 3 quatro vezes diziendo, si 2 libras de 11 dineros son menester 4 livras de 5 dineros, demando 60 livras ¿qué han menester? Y si 2 livras de 10 dineros quieren 3 libras de 5 dineros, 60 libras etc. y si 2 livras de 9 dineros quieren 2 livras de 5 dineros, 60 libras 36o

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etc. y si 2 livras de 8 dineros quieren 1 livra de 5 dineros, 60 libras ¿qué querrán? Y siguiendo la regla fallarás que este deve meter 212 livras de la liga de 5 dineros de ley y pesará todo el billón 272 livras de 7 dineros de ley y desta manera farás las semejantes. Capítulo quarto deste presente tratado que trata de la tercera manera de fin de oro y de plata ques sacar fino de no fino y no fino de fino y saber de qué ley queda lo que quedare, en el qual capítulo se contienen 11 artículos. [13] Artículo primero. Yo tengo 20 arrobas de oro de 16 quilates y quiero sacar dellas 8 arrobas de oro de 24 quilates. Demando ¿cómo se deve fazer y quántos quilates quedarán lo que quedare? La qual se debe fazer y todas las semejantes multipÜcando lo fino por el no fino, a saber es los quilates de las 20 arrobas que son 16 quilates por las mesmas 20 arrobas y farán 320 quilates y así mesmo multiplicarás las 8 arrobas que tu quieres sacar por su fineza de 24 quilates y farán 192 quilates, pues saca agora los 192 quilates de los 320 quilates y restarán 128 quilates, agora has de sacar el peso de 8 arrobas del peso de 20 arrobas y restarán 12 arrobas, por las quales partirás los 128 quilates y vernán en la partición 10 quilates y 2/3 de un quilate y de tantos quilates dirás quedará lo que quedare y desta manera farás las semejantes. [14] Artículo segundo. Yo tengo 20 arrobas de oro de 16 quilates y pongo con ellas 15 arrobas de alambre. Demando ¿de quántos quilates // será toda la massa? La qual se debe fazer multiplicando la fineza de los 16 quilates por su peso de 20 arrobas y farán 320 quilates, los quales partirás por la suma de todo el peso y vernán 9 quilates 1/7 de quilate y tantos quilates dirás que serán las 35 arrobas. [15] Artículo tercero. Yo tengo 20 arrobas de oro y no se de qué ley son y ajustando con ellas 15 arrobas de oro de 18 quilates y tornan de 14 quilates y 4/7. Demando ¿de quántos quilates eran de primero las 20 arrobas? La qual se deve fazer sumando el peso todo y farán 35 arrobas, las quales multiplicarás por la fineza que tornaron que son 14 4/7 y farán 510 quilates y asi mesmo multiplicarás las 15 arrobas que ajustastes por su fineza de 18 quilates y farán 270 quilates, los quales restarás de los 510 quilates y restarán 240 quilates, pues pártelos por las 20 arrobas y vernán 12 y a tantos quilates dirás que eran de primero las 20 arrobas. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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[16] Artículo quarto. Yo tengo 10 arrobas de oro de 18 quilates. Demando ¿quántas arrobas de alambre denen las 10 arrobas? La qual se deve fazer mirando la diferencia que ay de 18 quilates a 24 quilates, ques 6 y así formarás diziendo, si una arroba tiene 6 de alambre, 10 arrobas ¿qué ternán? Y vernán 60 quilates de alambre que son 2 arrobas y tanto alambre dirás que tienen las 10 arrobas de oro de 18 quilates y 7 arrobas H de oro fino. [17] Ardculo quinto. Yo tengo 20 arrobas de oro y no se de qué ley es, pero póngolo al fiiego y tornaron 16 onzas y de ley de 19 quilates. Demando ¿ de qué fineza eran de primero? La qual se deve fazer multiplicando las 16 onzas que tornaron en el fuego por 19 quilates y farán 304 quilates de fino, los quales pardrás por 20 arrobas y vernán 15 quintales y 1/5 y de tanta fineza dirás que eran de primero. // [18] Artículo sexto. Yo tengo 20 arrobas de oro de 15 quilates, póngolas al fuego y tornaron 13 arrobas. Demando ¿de qué fineza tornaron las 13 arrobas? La qual se deve fazer multiplicando 20 arrobas por 15 quilates y farán 300 quilates, los quales pardrás por 13 arrobas y vernán 23 quilates y 1/13 de quilate y a tantos quilates dirás que tornaron las 13 arrobas. [19] Artículo séptimo. Yo tengo 10 arrobas de oro de 16 quilates, póngolas al fuego y tornaron de 20 quilates. Demando ¿quántas arrobas tornaron las 10 arrobas? La qual se deve fazer multiplicando 10 por 16 quilates y farán 160 quilates, que partidos por 20 vernán 8 arrobas y tantas arrobas dirás que tornaron las 10 onzas. [20] Artículo otavo. Yo tengo oro de 16 quilates, póngolo al fuego y tornó de 10 quilates y de 8 arrobas de peso. Demando ¿quántas arrobas pesava de primero? La qual se deve fazer multiplicando 20 por 8 y farán 160 quilates, que parddos por 16 vernán 10 y tantas arrobas dirás eran de primero.

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26 Ordenanzas para la administración y fábrica de las minas de Guadalcanal

1557

1557.10.30, Archivo General de Simancas, Contadurías Generales, legajo número 849, ff. 9v-10r. [...] Quando vbiere sacada plata que pueda llebar vna azémila, enviarse ha con persona de confiança demás del recuero a la ciudad de Seuilla a buen recaudo, y desta manera se yrá continuando la lieba de la dicha plata porque ansi cumple a nuestro seruicio y en enbiarla se tenga la horden syguiente: Que quando se vbiere de enbiar los dichos thesorero y veedor abran la dicha caxa donde tubieren la plata fina e la vayan sacando cada plancha por sy, y ansi como se sacare el dicho veedor la pese y la vaya entregando a la persona de confiança que vbiere de yr con el recuero por ante el escriuano de la fábrica, pieça por piesa, y lo que pesare se asiente en el libro del dicho contador y en el del dicho thesorero y en el registro del dicho escriuano y todos tres juntos lo firmen en cada vno de los dichos tres libros y se escriba sobre la tal plancha señalándolo el escriuano. Y demás de esto se saque vn traslado del memorial de las dichas planchas y peso dellas de la suerte que quedare asentado en los dichos tres libros y se entregue a la dicha persona a cuyo cargo fiiere la plata para que por él lo torne a entregar en Seuilla. Y las dichas planchas vayan metidas en los caxones que para esto están diputados, cerrándolos todos con la llabe que dellos está en las minas y liándolos con cordeles de cáñamo que para ello se compren de manera que no se puedan desliar ni abrir hasta que lleguen a Seuilla. Y la persona que los Uebare ha de darfiançasen la canridad que pareciere al administrador general y se ha de dar por entregado de las dichas planchas por abro ante el dicho escriuano, y al tiempo que viniere ha de traer fee de cómo entregó las dichas planchas en Seuilla e contanto se le ha de restar el cargo que dello le está fecho. Y ansímysmo las planchas que se enbiaren de las minas, demás de yr pesadas, se ensayen por el ensayador de las minas y se ponga la ley de las planchas con sus punçones sobre cada vna y en llegando a Seuilla, quando los ofiçiales de la contrataçiôn la reçibieren por peso, han de hazer que el ensayador de la casa de la moneda requiera el dicho ensaye y si vbiere alguna diferencia, siendo en poca cantidad hasta vn marco poco más o menos en cada carga, se cargue o descargue a los dichos oficiales y si fuere notable la diferencia avisen al dicho administrador general para que enbie B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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a Seuilla el ensayador de la fábrica para que se aberigüe y se cargue a los oficiales por el verdadero valor que declaren los dichos dos ensayadores por ante escnuano sobre juramento, lo qual sea por testimonio sygnado. Y porque comúnmente ayan también diferencia en el peso que pesan las dichas planchas en Guadalcanal a lo que pesan en Seuilla, vnas vezes pesando más y otras menos, hazerse a esto del peso lo mismo que va dicho en lo del ensaye. Llegada la tal persona a cuyo cargo fuere la dicha plata a la ciudad de Seuilla ha de yr derecho a descargada en la casa de la moneda della en la hornaza que para esto está diputada y abisar a los nuestros oficiales de la casa de la contratación que vengan allí a recibida, los quales han de probeer que esté bien segura poniendo sus guardas cada noche mientras que allí estobiere y theniendo sus llabes de la puerta y dando otra a la persona que la llebare. Y si aquel día vbiere lugar de juntar al contraste de la ciudad y al ensayador de la casa para que requieran las dichas barras del peso y ley que tubieren por el dicho memorial y por lo que sobre cada vna dellas hirá escripto, recibirlas han luego para que se despache y no esté ganando salario, y sy vbiere alguna diferencia en el peso e ley de la entrega, ponerse ha en el testimonio que della se le diere y los dichos oficiales se harán cargo del peso y ley que tubieren las dichas planchas en Seuilla [...]

27 Instrucciones sobre el ensayo al fuego de la plata, 1572 Juan de Arfe y Villafañe, Quilatador de oro, plata y piedras preciosas, Madrid, 1678, pp. 10-16 y 276-280.

[10] Capitulo IIII De cómo se ensaya la plata. [...] Hanse de tener también hechas las copellas, las quales se hazen de diferentes maneras de cenizas. Porque vnos las hazen de ceniza de sarmientos, o de retama, mezclada con tuétanos de cuernos de carnero quemados y molidos; otros también las hazen de ceniza de tronchos de berças, pero [11] tienese por mejor la que es de solo huesos de canillas de vaca y de carnero, tanto de vnos como de otros, muy bien quemados, de manera que queden blancos. Y estos molidos y cernidos, templense con agua en que se aya desatado un poco

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de cal biua: y no se ha de echar más agua de quanto se pegue la ceniza apretándola. 36o

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Hecha la ceniza, se ha de echar en vn molde de bronce, hecho a manera de pesa de dos onças de marco: y este molde no ha de tener suelo: y como esté lleno, ponese encima otro molde de latón (como se muestra en esta figura) el qual a de estar muy liso en la parte señalada. A. que es lo que se asienta sobre la ceniza: y danse encima dos o tres golpes de mardllo hasta que esté bien apretada. Después de lo qual se saca del molde y hanse de tener hechas muchas de estas copellas, porque son mejores añejas que rezien hechas: y siempre se meten en el hornillo tres o cuatro, para que estén calientes y bien enxutas. El hornillo del ensaye, se haze su armadura sobre barras de hierro, y el suelo es de parrillas, y muy llano. Después se guarnesce de varrò arenoso por dentro y firera, de manera que todo el hierro quede cubierto, saluo el suelo: y tiene de diámetro en el hueco vn palmo, y de alto dos palmos. Será redondo, como se muestra en esta figura: y junto al suelo de las parrillas ha de tener vna boca A. por donde entren [12] y salgan las copellas: y abaxo otra boca B. por donde salen las centellas y ceniza. Y sobre las parrillas del suelo a de estar asentado vn ladrillo, para poner encima la mufla: y ponese sobre vn banco, para que la boca del hornillo esté al niuel de la vista. La mufla ha de ser a talle de media holla, cerrada por todos lados, con sola vna boca en el cuello, por donde entren y salgan las copellas. Ha de tener de diámetro quatro dedos menos que el hornillo, para que asentada sobre el ladrillo que está dentro, aya entre ella y el hornillo dos dedos de espacio en la circunferencia, para la entrada del calor. Este suelo ha de ser llano como la figura A. que es la planta: y en la orilla que está sobre el dicho suelo a de tener vnos agujeros para que entre el calor y claridad, como se muestra en la figura B. y de aquella manera, a de estar asentada muy llana [13] sobre el ladrillo (que se a dicho) que a de estar sobre las parrillas del suelo del hornillo. Y el hornillo con la mufla asentada, a de estar encendido con carbón de pino, porque gasta menos que el de breço: y la copella a de estar caliente, y medda en el hornillo, sobre el suelo de la mufla. Después de hechos los aparejos suso dichos, se toma la plata que se quiere ensayar, peso de media ochaua de marco, que es vn dineral de 12. dineros. Y esto echo quatro o cinco pedaçillos, se embuelue en vna chapilla de plomo muy delgada (que para ello se a de tener hecha) y a la saçôn ha de estar echado en la copella dos ochauas y media de plomo fino: y pasado vn pequeño espacio, se mete la plata pesada y embuelta en la chapa de plomo sobre el otro plomo que anda en la copella B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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donde se afina dándole fiiego. Y en tanto que se afina, andan por ençima del ensaye vnas aguas que se asconden en la orilla del grano. Pero quando está fino, viénele vna cubierta que le haze mate y sin in lustre, y ésta da señal de estar todo el plomo embeuido en la copella y auer llenado tras sí toda la liga de otro qualquier metal, saluo plata, (o oro si alguno tuuiere la plata). Quando el ensaye sea cubierto con la buelta dicha, luego torna a descubrirse, y queda rutilante y limpio: y entonces se saca la copella con la plata a la boca de la mufla [14] y allí se yela: yelada, se saca fiiera, donde se le echa sobre la plata vn poco de salina, porque no cetree, y se caya algo. Y como esté firío, se saca el grano con vnas tenazuelas delgadas, y se pone sobre vn tas limpio, y dánsele en vn lado dos martilladas, para que despida la derra de la copella: y limpio, pésase por el peso y pesa de los 12. dineros que tenía antes que entrase en el hornillo: y si algo faltare de los 12. dineros hase de descontar, y contar lo que queda, y aquéllo terná la plata de ley. [15] Capítvlo V De cómo se afina la plata por cendra. Tómase ceniza cozida y seca, y tuétanos de cuernos de carnero quemados y molidos; y hazese de todo vna tierra que se desata con agua, mezclada con vn poco de cal bina: de manera que aprentándola con la mano se pegue como pella de nieue. Y de ésta se hinche vna caçuela de varrò, yéndola apretando mucho con vn martillo, y arriba se le dexa hecha su superficie cóncaua como plato, para que el metal se tenga hazia dentro. [16] Hecho esto, y enxuta de la humedad, se mete esta caçuela (que llaman cendra) en vn hornillo grande de vatro: y ponesele encima su mufla de media holla, con algunos agujeros en ella: y enciéndese el hornillo con carbón de brezo, y dásele fuego hasta que la cendra esté recozida. Y si la plata que se vuiere de afinar fuere vn marco de ley de 11. dineros, anse de echar en la cendra primero 4. onças de plomo: y si fueren 2. marcos, hechar vn marco de plomo, y esto a de ser más o menos: porque si la plata es muy baxa, ha menester más plomo: y la no tanto, a menester menos. Y como el plomo esté derretido, y comiençe a andar sosegado, sin leuantar gotas, es señal que la cendra está bien caliente: y entonzes se echa la plata encima del plomo, y dásele fuego con vn ventador, cubriendo la boca del hornillo con vnos carbones gruesos: y la plata andará dando sus bueltas, y haziendo sus aguas por encima: pero quando hiziere horruras, se a de limpiar con vna punta de asador torcida: o de otra cosa semejante, y quando viene a estar fina da vna buelta y haze otras aguas de colores finos y transparentes. Mas quando estos colores son obscuros, no está bien 36o

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fina, y ásele de echar más plomo, hasta que haga la buelta lustrosa: y siempre se a de tener la boca del hornillo cubierta con carbones encendidos. Después que está fina y se comiença a helar, se destapa la boca del hornillo, y se leuanta la plata con la punta del asador: y sacada fiiera yfiría,se limpia la derra que se le pega de la ceniza, y aquella plata entonçes será la más subida y acendrada, que es la que llaman 12. dineros. [276] Adición II. Que las copellas que se han de hazer los ensayes se hagan con los moldes que así mesmo se les enbiarán, y las cenizas con que se han de hazer las dichas copillas sean de cuernos de carnero y de ciervo y de huesos de pies de puerco y otros huesos muy quemados y molidos, y cernidos en cedaço muy texido, de manera que salga la ceniza delgada y que se mezcle con agua cahente, echando en ella vn poco de jabón y atíncar quemado, que se llama borrax. Arphe. Estas copillas se hazen en vn molde de hierro o latón hecho a manera de pesa de vna onça de marco, sin suelo, y con vn punzón del mesmo metal que tenga la boca como mano de almirez y muy junto a la sortija o molde. Y después de lleno este molde de ceniza se pone el punzón encima y se le dan dos o tres golpes con vn maço de encina, puesto el molde sobre vna losa de mármol o otra cosa semejante, y hase de hinchir de vna vez sin añadirlas, y luego se saca fiiera la copilla con la yema del dedo de medio de la mano tirando azia arriba. La ceniza que dize ha de ser de cuernos de carnero y de ciervo y huesos de pies de puerco no es cosa de importancia, porque antiguamente se hazía de ceniza de sarmiento y retama, mezclada con tuétanos de cuernos de carneros quemados y molidos, y algunos la hazían de cenizas [277] de tronchos de berças y de huesos de pies de puerco y esméril y borrax quemado y vidrio, pero todas son curiosidades inútiles, pues basta ser esta ceniza de solos huesos quemados hasta que estén blancos. Y estos no importan que sea de buey que de cavallo que solo lo substancial es que sean huesos quemados y molidos y cernidos, quitando lo espongioso dellos antes que se muelan, y después templados con agua caliente, mezclada con jabón y borrax, aunque es mejor agua desatada con vn poco de cal viva, que haze las copellas más sólidas y duras que es lo importante para ellas, y con esta agua y vn hisopo de cerdas de puerco se ha de roziar la ceniza y rebolverla hasta que se pegue apretándola, como pella de nieve y no más. Y con ella y los moldes dichos I j g ^ l FUNDACION ^ ^ JUANELO I S J TURRIANO


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se hazen las copellas, y después de hechas se ponen en vna tabla donde el dempo las enxugue, y no el sol porque las haze abrir. Y hanse de tener hechas muchas porque son mejores añejas que recién hechas, y después de estar secas se ygualan las orillas dellas rascándolas en vna piedra de xibias o en vn ladrillo raspado. Adición 111. Que el hornillo en que se han de afinar los ensayes sea de hierro y redondo y ha de estar embarrado por dentro y fiiera para escusar que el fuego no gaste el hierro, y ha de tener después de embarrado media vara de alto y vna quarta de hueco y en el medio por de dentro parrillas donde asentar la mufla, la qual ha de tener sus agujeros a la redonda, y el suelo y la mufla ha de ser entero, y este hornillo ha de tener su boca que responda con la mufla. Y para que mejor se pueda entender y executar esto, se embiará vn modelo de este hornillo a cada vna de [278] las dichas casas de moneda, para que conforme a él se haga el de hierro. Y el carbón con que se ha de ensayar en todas las dichas casas ha de ser de pino y quando se echare a ensayar la plata ha de estar el horno muy caliente y bien encendido, de manera que los ensayes salgan finos y se pueda entender claramente la ley que tienen para que la plata que se hubiere de labrar sea de ley de onze dineros y quatro granos justos y no menos. Arphe. Este hornillo es el que yo figuré y dixe en el quilatador pasado y es para portátil de los que tienen los afinadores curiosos para ensayar quando se les ofrece ocasión, más para casa de moneda lo mejor es que sea fixo y asentado en vn lugar. La mufla solía hazerse de media holla partida de arriba a baxo y asentada sobre vn ladrillo raspado y sobre él se ponían las copellas, más son mejores las que dize la ley y éstas ya los bolleros saben su forma y talle, que es como lo mostré en el quilatador. El carbón para los ensayes es el mejor de pino pudiendo ser ávido, porque es más claro y de menos fuerça, más a falta dél basta brezo como sea bien granado, que esto no es cosa substancial, pues nunca se ha mirado en ello en los tiempos pasados y ha sido introdución de menos de treinta años a esta parte, que también se ensaya con el breço como con el pino, que sólo el plomo y la fiierça o flojedad del fuego es lo que ha causado la variedad y no el carbón. Que los ensayes salgan finos es 36o

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el punto fixo de esta labor y esto se haze sabiendo vsar del plomo por la tabla mostrada según la ley que tuviere la plata que se mete a ensayar y conociendo el fiiego en qué punto ha de estar y cómo se ha de ir conservando. [279] Cómo se ensaya la plata de onze dineros y quatro granos. Después de hechos todos los aparejos y prevenciones dichas, se toma la plata que se quiere ensayar peso de 12 dineros, que es la pesa mayor del dineral que tiene el tomín y medio, y hecho pedacillos para hazer el peso se enbuelve en vn papelillo y se pone sobre el riel que se ensayó. Luego en la copilla en que se ha de hazer el ensaye se han de echar tres quartos de ochava de plomo y si no quisiere correr, ponede vn carbón encendido encima hasta que corra y ande claro. Y estando hundido y claro se mete la plata pesada y envuelta en el papelillo sobre el plomo, y como se aya hundido se le va dando fuego moderado de manera que siempre ande el pailón más claro que la copilla, porque en llegando la copella a estar tan clara como él sume de la plata en sí y sale corto, anda en tanto que se afina el pailón por encima dél vnas aguas que se el esconden en la orilla, y quando está el plomo gastado viene el pailón a cubrirse con vna capa colorada, sin resplandor ninguno, y tras esta cubierta, si está fino, luego se retorna a descubrir y queda resplandeciente, limpio y redondo, como gota de agogue, y no descubriendo con este resplandor sino quedándose turbio y esparcido, no está fino y ha menester más plomo. Éste se ha de echar con mucha consideración y no más de seis granos de peso cada vez, porque si se echa plomo después del cobre gastado, penetra el pailón y no sale cierto. Y quando se bolviere a cubrir con la capa colorada, hase de mirar si descubre claro y redondo y no descubriendo ansí se le echarán otros seis o tres granos de plomo y así se irá con él hasta [280] que tras la cubierta colorada descubra claro y redondo; y entonces dexarlo reposar vn poco y mirar que se le quite vna nuvezilla que anda encima, la qual antes de ser del todo quitada se sacará la copella a la boca el hornillo y se echará sobre el pailón vn poco de agua con vna cuchareta de hierro que para esto se ha de tener hecha, y sacar luego la copilla fuera y quitar el pailón antes que se enfríe porque si se enfría se pega en la copella. Esta agua le defiende que no levante granillos, y sacado del hornillo y quitado de la copella, si tuviera alguna ceniza pegada al suelo se le darán dos martilladas de vn lado para que se quite, avnque pocas vezes o ninguna se le pega sabiendo sacarlo a tiempo. Después de frío se limpia con vnas sedas y limpio se pone este pailón en la vna bazinilla del peso y con él la pesa de vn dinero y en la otra se pone la pesa de los 12 dineros con que entró. FUNDACION 'JUANELO TURRIANO


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28 De cómo se hacen las puntas para tocar el oro, 1572 Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras preciosas, Valladolid, 1678, pp. 46-51. Pues ya tenemos dicha la manera de cimentar y ligar el oro, y como en las Hgas ay más o menos cobre, por lo qual en el toque hazen diferente color vnos de otros, aunque todos sean de vna ley, y porque no se conoce sino con su semejante, se hazen para esto 8 maneras de ligas y de cada vna se haze vn manojo de puntas de 12 hasta 23 quÜates, para que vayan de grado en grado, discurriendo con tanta diferencia de la vna a la otra, como de la otra a la otra. Porque tocándose algún oro, si no concertare con ninguna de las puntas, a lo menos esté enmedio de dos de ellas, para que a discreción se juzguen los quÜates que mviere. Y la manera se hazer las ligas de plata y cobre es la siguiente. Hazese vn dineral del peso que cada vno quiere y partenlo en 12 partes, como el dineral de la plata; y de la mitad hazen pesa de 6 dineros, hazen otra de 3 y de los dos terzios hazen otra de 2 y del otro terzio hazen otra de vn dinero, de manera que todas son cuatro pesas, 1, 2, 3,6 que juntas hacen 12 dineros, y con este dineral se hazen las 7 ligas en esta manera. Tomase plata fina y pura sin mezcla de otro metal y della y de cobre muy fino se pesan las ligas, tomando el dineral susodicho, y pesan de aquella plata 11 dineros y echan de cobre con ella 1 dinero, de manera que son 11 dineros de plata y 1 de cobre, y hundenlo junto y forjanlo delgado que se pueda cortar con tisera; y esta es vna liga que llaman sobre el vno, porque no se cuenta en esto más del cobre. Otra liga se haze de 10 dineros de plata y 2 de cobre y forjada ni más ni menos será otra hga y por llevar dos dineros de cobre se llama liga sobre el dos [...] Otra se haze de plata pura, sin cobre ninguno, y esta es liga franca. Y con estas ocho ligas se hazen ocho manojos de puntas por la forma siguiente, haziendo otro dineral para el oro. Hazense para las puntas otro dineral del peso que quieren y partenlo en 24 quilates, que todos están en cinco pesas, vna de doze, otra de seis, otra de tres, otra de dos y otra de vna, que todas haze veynte y quatro quilates. Y con este dineral de veinte y quatro se pesa la quanddad de oro fino que es menester para cada liga, este oro ha de ser afinado por cimiento real y para que salga del cimiento bienfino,se ha de ligar con cobre diferente, echando a vna onça de oro de veinte y tres, ocho granos de cobre, y forjado delgado 36o

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se mete a cimiento dos o tres vezes hasta que se afina bien. Y después que ha estado sus veinticuatro horas sacanlo y lavanlo con vinagre y en aquellas mismas chapillas, sin bolvedo a hundir, lo tornan al cimiento de nuevo, y esto hazen dos o tres vezes, siempre en las más sin hundir, porque como fije comentado a afinar de oro baxo está espongioso y entra cada vez el cimiento en él mejor que si lo hundiesen. Y con este oro asi afinado y con las ligas de plata y cobre se ligan doze puntas. Para hazer de doze quilates se toma de orofinodoze quilates y de la liga que quieren hazer este manojo se toman otros doze quilates, que sea tanto como el oro fino. Y esto hundido todo junto quedarán veinte y quatro quilates de peso y en doze quilates de ley [...] Y después que cada vna destas ligas está pesada se hunde cada vna por sí en vn carbón de pino echo en él vn hoyuelo, porque si se hunde en ctisol robará de la liga y no será verdadera la punta, y al hundirse se le echa vn poco de borrax, para que se allegue y adulta. Después sefijrjacada vna con mucho cuidado, porque no quiebren, que suelen ser ásperas, mayormente quando tienen mucho cobre. Forjada cada liga, se suelda en vnas puntas de cobre, señalando en cada vna los quilates del oro y demás de los quilates se señalan por puntos los granos que tiene de cobre la liga de qualquier manojo de todos 8, para que se entienda qual está Hgado sobre tres o sobre quatro y los demás. Y hechos los ocho manojos de doze puntas, cada vno como en estafiguraA, se muestra, con estas puntas susodichas, y con el toque B (que es vna piedra negra) se examina el oro de qualquier liga que tenga. Porque tomando el oro que quieren tocar y estregándolo en el toque a la parte C, quedando teñido del color que tiene el oro, se mira si es encobrado ofirancoy se toma vna punta que sea la más vezina a aquel color y con ella se toca vn poco más abaxo otra señal a la E, y si estuviere del mesmo color, será de la mesma ley y liga [...] y junto con las puntas se va tocando hasta que se encuentra con alguna en el color y entonces será de aquella ley de la punta, poco más o menos.

29 De cómo se afina el oro por cimiento, 1572 Juan de Arfe, Quilatador de oro, plata y piedras preciosas, Valladolid, 1678, pp. 35-37. Para afinar el oro por cimiento se muele ladrillo y cernido aquel polvo se mezcla con vna teizia parte de sal común molida y se rocía con vinagre, de manera que esté húmedo el polvo del ladrillo con la sal. Y hecho FUNDACION »ÄJANELO TURRIANO


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el oro (que se huviere de cimentar) chapillas o granalla, se toma vna olla nueva y se pone en el orden de ella vn lecho de aquel ladrillo muy apretado y encima se pone otro lecho de las chapillas o granalla de oro, la qual ha de estar mojada en vinagre en que se aya desatado vn poco de almojater, luego se echa otro lecho de polvo y encima otro de oro de la mesma forma, y otro de polvo y otro de oro, hasta hinchir la olla. Después que está llena, se cubre con vn tapador de varrò, y se embarra alrededor de manera que no pueda resollar. Y deste arte se asienta vn ornillo donde se cubre por encima con cascos de tejas, puestas a caso flojamente, porque tenga el humo por donde respirar. El hornillo ha de tener el suelo al medio de su alto y con algunos agugeros para que pueda la llama dar en la olla, porque se le da el fuego por abaxo con retama y con astillas muy mansamente y igual, de manera que esté la olla recocida y no más, porque no se hunda el oro con mucho fiiego, ni dexe de obrar el cimiento por poco, sino que se ha de ir poniendo lefia poco a poco y mirando. Y desta manera se le da fiiego 24 horas poco más, dando en la olla sola la llama por los agujeros del suelo del horno. Pasadas las 24 horas se saca la holla y se apaga en agua; después defríase aparta el oro de latierray metido al ensaye vn tomín, si después de salido y pesado no le falta nada, será el oro de 24 quilates, que es lo perfecto; y si faltare algo del tomín, no estáfinoy hase de tornar al cimiento otras 24 horas, sin tornarlo a hundir, sino así espongioso como queda. Y si quando saliere de segundo cimiento y ensayado no le faltare nada del tomín, entonces estará en toda su perfedón y es fiierga que lo llamemos de 24 quilates, porque si así nofijeseno abría flmdamento en los demás quilates baxos, que cierto es que echando a vn marco de oro fino otro marco de plata y cobre, que es lo que llamamos 12 quilates, no serían perfectos 12 si no procedieran de 24 y así de las otras leyes que quisieren hazer.

30 Instrucciones para el ensayo alfuego de la plata, c. 1580 Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madrid, 1623, ff 28r-36v. [28r] Hecho el dineral, se han de hazer vnas copelas, do se ha de afinar la plata: copela es una mixtura que se ha de hazer de tuétanos [28v] de los güesos que cría el carnero en la cabera, y de los 36o

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güesos del ganado de cerda, y de otros rebueltos, muy bien quemados, que estén blancos, y molellos, y cernedos con vn cedacillo espeso, de manera que salga el poluo delgado, y tomar vn poco de agua, y echade vn pedazo de xabón, y de adncar quemado, y molido a discreción, conforme la cantidad que se quisiere hazer de copelas, y si no vn poco del cal biua echada en el agua, y de vna de estas aguas se echará a los poluos, hasta en cantidad que se asgan vnos con otros, y en vn molde de metal, en proporción y tamaño de vna pesa de dos onças del marco desolada, y de vn dedo de alto, que es la hembra: y a de auer vn macho en proporción de la boca de vna mano de almirez, de altor de seis v siete dedos, que encaje la hembra do se han de apretar las cenizas masadas para hazer las copelas: y esta copela ha de quedar vn poco embutida por la parte de arriba, a do se tenga la cantidad de plata que se huuiere de afinar [29r] en ella, y hase de apretar las ceniças masadas dentro de la hembra con el macho, y dar tres o quatro golpes con vn martillo, y todas las que hizieren, se han de apretar igualmente, y quando se van apretando echársele an encima de otras ceniças de los güesos de pie de puerco, y de otras más preparadas, a fin de que no se pegue la horrura de la copela a la plata que se afinare. El hornillo donde se ha de afinar, ha de ser redondo y güeco, en proporción de vn alnafe, de media bara de alto y de vna quarta de güeco, y en el medio por de dentro ha de auer vna rexa de hierro, que apenas quepan las yemas de los dedos por la rexa, y en la rexa ha de cargar vna media olla, que llaman mufla, con su suelo debaxo a la traça de vn horno. La mufla ha de tener vnos agujeros, hasta ocho V diez, por la parte de abaxo, y este hornillo ha de tener vna boca en el medio, arqueada, que responda a la mufla del hornillo, que apenas quepan quatro dedos antes menos que más, y con [29v] barro pegar la boca de la mufla a la boca del hornillo. Esta mufla ha de ser la vna mitad de vn puchero de barro por bedriar, que quepa en él media azumbre poco menos, y después de asentada la mufla, los agujeros que se hizieren, son a fin de que respire el ayre y haga el fiiego los efetos que se pretenden, para que afine lo que se pretendiere. El plomo con que se ha de afinar esta plata del ensaye, ha de ser sacado del almártaga: y ay otro plomo de Ingalaterra {sic), que es muy bueno. Estas dos suertes de plomo son las mejores, y que tienen menos plata, y la que acertare a tener, poneda por contrapeso al ensaye, y pocas vezes es necesario siendo el plomo bueno. B FUNDACION JUANELO TURRIANO


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Hechos estos instrumentos se toma de la plata o metal que se quisiere saber la ley, o valor que tiene, y pesase otro tanto como la pesa del dineral de doze dineros, y embueluese en vn papel, de manera que se pueda asir con los muelles, y pesar de plomo canddad de cinco tomines, y esta cantidad ha de ser [30r] para la plata de marcar, y si hiere de barra, se le ha de dar diferente plomo, como adelante se dirá, y de que esté el hornillo bien encendido con lumbre de carbón de brezo, no menudo, poner las copelas que fueren menester en el hornillo, hasta que estén bien calientes y recochas: y en estándolo, echar el plomo primero en la copela, y dexado que derretido dé dos o tres bueltas, y en dándolas, echarle la plata encima, y en el inter que se afina, se verá andar por encima del ensaye, vnas aguas que parecen que se encubren hazia la orilla del grano, y de que se quiere acabar de afinar, se ve dar vna buelta, y tomar vn color algo escuro, y torna a hazer vnas aguas entre azul y roxa, y de alli a poquito se ha de yr sacando hazia la boca del hornillo a vn lado, y de que está fino, se conoce que queda con vn color mate claro, y se le pondrá vna asqua de lumbre delante de la copela para abrigade, a fin de que con el ayre no galle y se pierda algo del ensaye [30v] y de a poco, sacar la copela, y con vnas tenacillas arrancar el pailón de la plata, dándole algunos soplos para que se arranque bien de la copela: y sacado, dade con vn martillo sobre vn tas, en vn lado del pailón, dos o tres golpes, de manera que salte dél alguna horrura que se le pegó de la copela, y vaya bien fimpio al peso, y sedearle el suelo, y pesarle con las pesas del dineral, y los dineros, y granos, y medios que pesare esos terná de ley [35v] Esto se ha de hazer afinando con vna cantidad de plomo diferente, quatro o seis ensayes: y esto es buscar la buena razón para el caso, porque si es verdad que el poco plomo no purga la liga, también el mucho, purgará liga y plata, por ser cierto que por los poros de la copela, o cendradas, se entra alguna plata, pues se sabe que de ellas se sacan metales, plata, cobre, y plomo [36r] y lo que se entiende riguroso es que el ensaye, en dando la buelta, y mostrando el color rutilante, que es la señal y muestra que dá de estar fino, no se saque tan súbitamente de el lugar donde estaua, vsando de alguna dilación al sacallo al lado del hornillo, y haziendo estas diligen- [36v] cias, el fuego con que se ha de afinar no es dañoso sea muy fuerte, antes es necesario lo sea para el despacho de los mercaderes, para que hagan sus efetos los metales: esto es en quanto a la plata.

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31 Ensayo del oro por aguafuerte, c. 1580 Juan Fernández del Castillo, Tratado de ensayadores, Madnd, 1628, pp. 30-31. Cuando se saca [el oro] se forja en largo y ancho, poniéndolo delgado dándole tres o cuatro caldas, recociéndole a cada calda y que esté delgado en buena forma [...] luego se ha de aderezar el aguafuerte para apartar la plata del oro y que quede el oro limpio sin otro metal. Hase de buscar el agua muy fuerte y no siéndolo no se ensaya el oro bien ni declara su fineza, y si es floja no afina el oro ni lo pone en su perfeción. Sabido que el agua es buena se toman tres hbras o lo que se quisiere en vna redoma, y se echan cuatro ochavas de plata para descalcinado, y de que tenga la plata dentro se calienta vn poco la redoma y se dexa estar vno o dos días para que se asiente el cacín, y de que estuviere bien asentado se pasa a otra redoma poco a poco, sin que caiga ningún cacín, y el agua se reparte en tres redomas. Y a de haber unas redomas pequeñas el cóncavo de un huevo y en vna de estas redomas pequeñas se ha de echar el pailón de oro que se afinó y forjó y arrolló y echade cuatro o cinco gotas de agua dulce dentro en la redoma y de aguafiierte, que se llama primera agua, se ha de echar en cantidad de vn dedo de ancho poco más. Y en vno que se llama apartador, a la traça de vna cazuela de cobre, que es do se ha de poner esta redomilla o muchas si hubiere muchos ensayes, y en vna lumbre mansa poner el apartador con la redomilla encima, y al punto que empiece a hervir ahumando y haciendo varios colores el aguafuerte y de que esta agua se ha afloxado y no dene fuerza para comer más plata, luego da muestra, aclarando aquellos humos de colores, y en acabado se ha de quitar la lumbre y tomar la redomilla y aquella agua tornada a echar en la misma redoma de donde salió. Y luego de la segunda redoma del aguafiierte se ha de echar en la redomilla, otra tanto como la primera, y poneda al fiiego como se puso la primera vez, y de que aquella agua sea floxa, haze señal como la primera agua y se quita de la lumbre y se vierte el agua en la otra redomilla de donde salió. Y de la tercera redoma echar otro tanto, y poneda a la lumbre y empieza a hervir y afinarse de todo punto, y de que está el oro fino sin ningún otro metal haze señal, dando vnos saltillos como castañetas, y entonces está fino el oro, y se ha de quitar de la lumbre y volver al agua a la redoma. FUNDACION »ÄJANELO TURRIANO


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Y tener vna poca de agua dulce caliente y echar en la redomilla vn poco para labar el ensaye del oro y se ha de labar con seis aguas y a la vltima agua dexar vn poco en la redomilla y tapar la boca della con el dedo y boluerla hazia abaxo para que no quede algún oro en la barriga de la redoma, por si acaso desgranó. Y echar el oro afinado en vna salserilla de plata y recocerlo en ella y llevado al peso, y lo que faltare de la pesa de 24 quilates tendrá menos de ley.

4,00

FUNDACJDN JUANELO, TURRIAÍI


FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Documentación de arctiivo ACA

Archivo de la Corona de Aragón

RP

Real Patrimonio

MR

Maestre Racional

AGS

Archivo General de Simancas

EMR

Escribanía Mayor de Rentas

CG

Contadurías Generales

DC

Diversos de Castilla

AHN

Archivo Histórico Nacional

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FUNDACI^ JUANELP TUE



Durante los últímos siglos de la Edad Media, nuevos y variados factores históricos determinaron un amplio desarrollo del conocimiento científico y técnico ligado a diversos sectores laborales que no estuvo causado por el interés teórico o filosófico, sino por las necesidades y actividades prácticas, y que estuvo encaminado a la fijación, difusión y transmisión de los saberes y habilidades necesarios a los distintos oficios cotidianos. El trabajo de la moneda fiie una de las labores manuales más exigentes, desde el punto de vista científicotécnico, de cuantas se realizaron en época medieval. El control que debía establecerse en el uso de los metales preciosos y en la ley y peso de las piezas, la vigilancia sobre los fraudes y robos, la exactitud en las mediciones o las diversas combinaciones matemáticas con que debían ser hechas las aleaciones, todo ello unido a la ya de por sí compleja técnica de las actividades metalúrgicas, determinó que en los procesos de fabricación de moneda se alcanzaran unas cotas de desarrollo técnico y de conocimiento científico superiores a las de otros muchos sectores industriales. Esta obra es un estudio de conjunto sobre el trabajo de la moneda, articulada en torno a tres grandes apartados o capítulos. En el primero de ellos, se expone el carácter de la documentación utilizada, pasándose en el segundo capítulo a la organización de las casas de moneda, los sistemas de gestión y control del trabajo y el papel de los distintos oficiales que trabajaban en su interior. Por último, en el tercer capítulo, se aborda el mundo de los procesos industriales desarrollados en el interior de las casas de moneda desde la recepción del metal en la ceca hasta los sistemas empleados para el ensayo de los metales preciosos. El conocimiento de estas técnicas y procesos tiene, pues, una importancia evidente, y no sólo como operaciones realizadas para la fabricación de moneda, sino como procedimientos que sirvieron para hacer progresar, desde la exigencia de las labores prácticas, disciplinas científicas como las matemáticas o la química. En suma, el mundo del trabajo de la moneda reviste un extraordinario interés en los siglos bajomedievales y constituye un magnífico ejemplo de lo que era entonces una actividad industrial altamente desarrollada, tanto desde el punto de vista de la gestión y organización de la producción, como desde el del empleo de unas técnicas y operaciones, no siempre nuevas, pero sin duda situadas a la proa de los logros científicos y técnicos de la Europa premoderna. Este trabajo fue galardonado ex aequo con el Premio Internacional García-Diego de Historia de la Técnica, convocado por la Fundación Juanelo Turriano, en su III edición.

FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO


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