La "marcha retórica" hacia el poder: notas sobre militarismo y análisis social en América Latina

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La “marcha retórica” hacia el poder: notas sobre militarismo y análisis social en América Latina

Con el inicio del nuevo siglo, en América Latina han surgido gobiernos de corte nacionalista en lo económico y fuertemente presidencialistas, que a través de mayorías legislativas o bien por decreto, estatizan recursos naturales, industrias y energía, a la vez que se proponen rechazar la influencia de los Estados Unidos en el hemisferio. Ejemplos de ello son los gobiernos de Bolivia y Venezuela –a los que se puede sumar Ecuador, y que son acompañados por Cuba. Estos gobiernos se nutren de algunas herramientas analíticas que reeditan el antiimperialismo, critican a la democracia representativa, se guían por un reduccionismo de la economía –aunque no de base marxista–, exaltan el culto a la personalidad y admiran la vida militar. Rasgos de este tipo de análisis social se encuentran muy presentes en el programa del presidente venezolano Hugo Chávez, quien en 1999 asumió el poder después de una radical pero poco estudiada descomposición del sistema de partidos venezolano, impulsando su Revolución Bolivariana dirigida a implantar el “socialismo del siglo xxi”. Mediante sucesivos procesos electorales y plebiscitarios ha ido concentrando poder, expresado en la creación, en diciembre de 2006, del Partido Socialista Unido de Venezuela y, en enero de 2007, en la facultad delegada por el legislativo para gobernar por decreto. En el presente ensayo se plantean algunas notas sobre el análisis social que acompaña al proyecto de Chávez; en particular, queremos detenernos sobre las ideas de dos asesores no venezolanos del proyecto chavista quienes recurren, a la vez que son parte, de una vieja tradición intelectual que le otorga una exagerada importancia a los factores estructurales externos y a las teorías de la conspiración para explicar el subdesarrollo, desdeñando los procesos

de mercado y con una marcada visión estado-céntrica de la realidad.

Un museo de explicaciones Desde la década de 1980 las reformas económicas de tipo neoliberal, si bien debilitaron las tareas del Estado, también presentaron grandes vulnerabilidades en la distribución del ingreso y pobreza, crecimiento económico inestable, pérdida de respaldo político así como inseguridad en el empleo.1 Ello acompañó la democratización que tuvo lugar en la década de 1990, en un ambiente en el cual se desvanecieron las otrora definidas fronteras entre izquierda y derecha, entre capitalismo y comunismo de la Guerra Fría. La llegada de gobiernos neopopulistas y la delegación de poderes al ejecutivo para enfrentar las presiones de la crisis económica generaron dudas sobre la consolidación de los procesos democráticos;2 también se planteó, como antaño, que los estados fuertes no son inherentemente malos sino que su papel depende de cómo sean usados. Lo anterior desembocó en un ciclo de inestabilidad, que se inició en Ecuador en el año 2000 con movilizaciones populares y militares que derrocaron al gobierno de Jamil Mahuad, reemplazado por una efímera Junta de Salvación Nacional; en el Perú se impidió la reelección para un tercer mandato del presidente Alberto Fujimori, y en Argentina la presión social obligó a renunciar al presidente De la Rúa a fines del 2001.3 Para el año 2004 ya se contaba con más de una docena de presidencias interrumpidas por fallas de gobierno y de presidentes carentes de una lógica de cooperación, reforzándose un nuevo personalismo dañino para las instituciones democráticas.4 Para el 2006 la

Bird y Helwege, “Can”, 1997, pp. 54-55; Rodrik, “¿Por qué?”, 2001, pp. 8-9, 13.   Ducatenzeiler y Oxhorn, “Democracia”, 1994; Panizza, “Beyond”, 2000. 3   Guajardo, “Focos”, 2002, pp. 39-62. 4   Valenzuela, “Latin”, 2004, pp. 12-13; Zovatto y Burdman, “América”, 2003, pp. 102-103, 105. 1 2

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reacción fue un abanico de nuevos presidentes que se han identificado como de izquierda. A pesar de los enormes cambios dados en el sistema internacional y en las ciencias sociales, se mantienen vigentes las tradicionales visiones histórico-sociales que le otorgan gran importancia a los factores “estructurales” de la inserción internacional. Las explicaciones desde esa óptica indican que las reformas económicas y la democratización son fenómenos dominados por la acción conspirativa de las transnacionales,5 destacan el papel de la “mano visible” del Banco Mundial que actuaría como partido político y herramienta imperial de los Estados Unidos,6 a la vez que señalan que los tratados de integración económica y/o de libre comercio estarían dirigidos a crear nuevas periferias para viejos Centros.7 Ejemplos de esa visiones son las que se emplean para entender el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (alca), iniciativa hemisférica adoptada en la Primera Cumbre de las Américas de Miami en 1994, que debía firmarse en el año 2005 pero que no se llevó a cabo por las asimetrías entre los 34 países involucrados, la inicial lentitud, la falta de interés de los gobiernos y el tema de los subsidios agrícolas de los Estados Unidos y Brasil, que compiten en dicho mercado.8 Incluso en 2004, el National Intelligence Council de los Estados Unidos en su prospectiva al 2020 indicó que el alca no sería tema en la futura agenda regional.9 Sin embargo, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales ha desarrollado líneas de análisis sobre los “peligros” del alca, y publicaciones del 2005 –es decir en una

fecha en que ya estaba claro el balance– indicaban que el mismo perseguía la dominación continental por estar bajo la “batuta hegemónica mundial” de los Estados Unidos.10 Tomando teorías conspirativas de las relaciones internacionales, algunos autores han elaborado visiones apocalípticas sobre los negocios y los cambios tecnológicos, enfatizando en los intereses de seguridad para entender los conflictos por agua y petróleo que serían parte de un continuo histórico de dominación, devastación planetaria y desnacionalización.11 Este tipo de análisis falla al ignorar que históricamente ninguna economía y sociedad ha podido llevar a cabo sus cambios sin vincularse dinámicamente con el sistema internacional, ya que desarrollar países es una práctica internacional.12 No obstante, se encuentra presente en las contribuciones de los intelectuales de movimientos antiglobales y nacionalistas, que se han inspirado en el populismo latinoamericano y en movimientos nacionalistas de otras regiones.

La razón Tercerista Hugo Chávez, presidente de Venezuela, desde su primer mandato iniciado en 1999, levantó un programa contrapuesto a la globalización y los mercados libres, dirigido a conducir la integración continental contra el poder de los Estados Unidos, y a lograr la definitiva emancipación política y económica de la región.13 Su sello militar y patriótico refleja la peculiar politización de los militares venezolanos durante gobiernos democráticos y la experiencia

Dos Santos, Imperialismo, 1973; Dos Santos, Imperialismo, 1978.   Saxe-Fernández y Delgado, Imperialismo, 2005; Saxe-Fernandez y Delgado, Banco, 2003. 7   Algunos grupos de investigación consideran los tratados de libre comercio como construcción de nuevas periferias, un caso es la Red de Estudios de la Economía Mundial (redem), a cargo de la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap), México, que en el 2004 llevó a cabo un seminario sobre “Nuevos centros y nuevas periferias en la economía mundial del siglo xxi”. 8   Bouzas, “Nuevo”, 2005, pp. 7-18. 9   National Intelligence Council, “Latin” 2004. 10   Estay y Sánchez, alca, 2005. En su presentación se destaca que el alca “forma parte del proceso de imposición de los intereses del capital transnacional, que pisotea la soberanía de los pueblos y profundiza la enorme desigualdad económica y social existente en nuestros países”. Otro libro que expone las ideas de una generación que renueva el tema de la hegemonía y del peligro del libre comercio hemisférico es: Borón, Nueva, 2004, Borón destaca que “La naturaleza predatoria del capitalismo […] lo ha conducido a privar de sus medios de vida a las tres cuartas partes de la humanidad y a la destrucción del medio ambiente. Una civilización que en nombre de la eficiencia, la racionalidad y el progreso practica el más grande genocidio conocido en la historia de la humanidad”. 11   Villegas Dávalos, Devastación, 2004; Saxe-Fernandez, Compra-venta, 2002; Saxe-Fernandez y Delgado, Globalización, 2002; Chomsky, Año, 1993. 12   Gore, “Rise”, 2000, p. 789. 13   Roberts, “Social”, 2003, pp. 35-57; Ferrero, Chávez, 2002; Trinkunas, “Crisis”, 2002, pp. 41-76; Gott, Shadow, 2000. 5 6


que desde los primeros años del gobierno de Chávez, y especialmente después del mercurial golpe de estado en su contra en abril del 2002 (en el llamado “Fuerte Tiuna”, gigantesco complejo militar ubicado a los pies de las Cumbres de Curumo, al oeste de Caracas), se ha ido conformando la maqueta de la sociedad y cultura que quiere proyectar el bolivarianismo fusionando movimiento popular, nación, antiimperialismo y militarismo. De Tiuna provino el apoyo militar que abortó el golpe del 2002: ahí se ubican los comandos de la fuerza armada, los cuarteles de las unidades más poderosas y leales que sostienen al gobierno. También bajo condiciones controladas y dirigidas, se diseña un tipo de Nueva Atlántida de educación bolivariana, adoctrinamiento político, planes de vivienda y salud que se exhiben a las visitas extranjeras, trabajan asesores cubanos, se ubica la Escuela Ecológica Bolivariana del Ejército “Simón Rodríguez”, y se llevan a cabo actividades como el “xvi Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes” para defender a los jóvenes del mundo contra la ofensiva ideológica del imperialismo y neocolonialismo, entre otros. Carlos Vilas, al analizar y explicar algunas de las características del gobierno de Chávez dentro de otras experiencias de gobiernos de izquierda en la región, anotó en el 2005 que dichos gobiernos se caracterizarían por programas que han renunciado al cambio sistémico y que en casos como los de Chile, Uruguay y Argentina plantearían un “capitalismo más equilibrado”, más gradualista y pragmático sin definiciones ideológicas “duras”. Su inspiración ideológica estaría en la historia nacional y en la Nación, para incluir un amplio marco de sujetos por encima de su pertenencia a sectores o clases, sorteando al mismo tiempo la atomización individualista del concepto liberal del ciudadano.18 Nutriéndose así del ideario de figuras patrióticas como Simón Bolívar, que remozarían una tradición de vincularse con la Revolución Francesa.19 Dicho análisis puede ser erróneo en el sentido de que Chávez no

Ibid., pp. 38, 40. Gabriel García Márquez en 1999 señaló el mesianismo de Chávez y el enigma político que constituye, véase García Márquez, “Enigma”, 1999. 15   Harnecker, “Venezuela”, 2003; Norden, “Democracy”, 1998, pp. 143-165; Burggraaff, Venezuelan, 1972. 16   Irwin y Buttó, “Reflexiones”, 2005, p. 13. 17   Berrotarán, “Planificación”, 2004; Halperin, “Lugar”, 1993. 18   Vilas, “Izquierda”, 2005, p. 94. 19   cepal, Inversión 2004, 2005, pp. 22, 64-65. 14

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de la contrainsurgencia. La primera politización de Chávez se dio al combatir a la guerrilla de “Bandera Roja” en la década de 1970, para luego crear logias militares –como el Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela y el Movimiento Boliviariano Revolucionario 200– frente a la corrupción e ineficacia de la dirigencia civil. Esto le permitió a Chávez levantarse como Némesis de la dirigencia política al capitalizar y acelerar la descomposición del viejo orden, mediante su participación en el golpe de Estado en 1992 contra Carlos Andrés Pérez, ganar la elección presidencial de 1998, tener la suficiente legitimidad en 2002 como para lograr uno de los pocos contragolpes de estado y retomar el gobierno,14 así como también reelegirse en el 2006 con un horizonte de perpetuidad. Su base se encuentra en el ideario de Simón Bolívar, que le sirve para contraponer la integración latinoamericana al poder de los Estados Unidos, rescatando la emancipación social y la fuerte centralización política en un caudillo conductor. Además existe una particularidad venezolana que permite fusionar esos elementos: la histórica vinculación de grupos de izquierda con los militares, que generó un militarismo de contenidos desarrollistas que exigía anteponer una lectura nacional (bolivariana) a las propuestas de revolución.15 Los primeros esbozos de dicha particularidad se encuentran en el gobierno del general Eleazar López Contreras (1936-1941), quien elaboró un tipo de doctrina oficial que procuraba avanzar en el proceso de modernización para superar la larga dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-35); para López Contreras: “los ideales bolivarianos constituyen la norma que inspira al gobierno en todos sus actos”.16 Ello en los momentos en que otros gobiernos militares y populares empezaban a crear sus doctrinas de dirección y reforma, como la que en Argentina conformó el coronel Juan Domingo Perón –el justicialismo–, desde una inicial doctrina social de estado mayor.17 Sobre esta impronta militarista debe destacarse

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busca regulación ni gradualismo sino un socialismo peculiar, sostenido en exportaciones petroleras que financian una amplia red de subsidios y becas. Además, si se buscaran otros tipos de capitalismo, habría que considerar ejemplos como el de la escuela regulacionista francesa o el “Rhine model” alemán de economía de mercados coordinados,20 que emplean un Estado sofisticado de altas capacidades, que no es ni el venerado Estado Benefactor ni el desastroso estatismo cubano.21 De fondo se tiende a ignorar el componente “tercerista” entre socialismo y capitalismo, el cual ya estuvo presente en las décadas de 1960 y 1970 en programas como el de Omar Torrijos en Panamá, en el Perú con Juan Velasco Alvarado, en Ecuador con el general Rodríguez Lara y en Bolivia con Juan José Torres. En muchos de ellos influyeron las ideas de Gamal Abdel Nasser (1918-1970), presidente de Egipto entre 1954 y 1970, sobre la necesidad de una acción política autónoma del Tercer Mundo mediante un Estado fuerte y desarrollista y unas fuerzas militares poderosas con un proyecto de autonomía nacionalista.22 Actualmente parte de ese ideario es retomado por movimientos que rechazan la globalización económica, plantean la autarquía industrial y la lucha contra los Estados Unidos por representar éstos una ideología mercantil, burguesa e individualista. Rescatan formas tradicionales de vida frente al gran capital y veneran un panteón de referentes diversos como Perón, Nasser, el Che Guevara y el terrorista venezolano “Carlos”.23 Análisis como el de Vilas eluden, a su vez, el perfil populista de gobiernos como el de Chávez. En ese sentido, más útil es destacar la consideración hecha por Ernesto Laclau en La razón populista sobre las dificultades de las ciencias sociales para definir al populismo, en particular para incorporar lo no-racional, pasional y afectivo que también es parte de la política. Para Laclau, el populismo establece una frontera política entre el

campo del poder y el campo popular, que se ordena sobre la base de una relación antagónica entre el pueblo (amigos) y sus enemigos para lo cual debe construir una identidad del pueblo.24 Para los proyectos denominados populares que aspiran a representar la totalidad de lo social –como el bolivarianismo–, ello sería una tarea imposible por la diversidad social empírica y la ausencia de una conceptualización que le dé unicidad.

Los intelectuales de la Nueva Atlántida del Fuerte Tiuna Para esta tarea de construir lo no-racional, pasional y afectivo como también la relación antagónica entre el pueblo (amigos) y sus enemigos, Chávez ha ido recurriendo a un aparato de intelectuales, en su mayoría no venezolanos, para darle una base “científica” a su revolución,25 y crear un empaque coherente a los variopintos referentes chapistas. Destacan en esa tarea la psicóloga de origen chileno Marta Harnecker quien, después de estudiar en la Universidad Católica de Chile y participar en la Acción Católica en los sesenta, transitó hacia el comunismo y escribió un reeditado manual de materialismo histórico. Ahora reside en Venezuela y explica el bolivarianismo como la fusión de elementos militaristas, leninistas y guevaristas. Otro aporte proviene de México, de Heinz Dieterich, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana en su sede de Xochimilco, activo defensor de Chávez,26 con una destacada tendencia a entrevistar militares nacionalistas como el comandante ecuatoriano Lucio Gutiérrez y en el Fuerte Tiuna al ministro de defensa venezolano, el general Raúl Baduel.27 Dieterich se ha propuesto construir “verdades científicas” o bien “una teoría científica” sobre la dirección salvadora de la Revolución Bolivariana como primera

Para una lectura sobre los capitalismos regulados y coordinados pero de mercado al fin y al cabo, véanse: Boyer, “How”, 2005; Labrousse y Weisz, Institutional, 2001. 21   Para un análisis crítico sobre la conducción económica en Cuba: Mesa-Lago, “Problemas”, 2005, pp. 183-205. 22   Trimberger, Revolution, 1978; Guevara Mann, Panamanian, 1996; Mikdadi, Gamal, 1991. 23   Bastow, “Neo-Fascist”, 2002, pp. 355-364. 24   Laclau, Razón, 2005. 25   Ramos Jiménez, “Algunas”, 2003, pp. 113-115. 26   Dieterich, Hugo, 2004. 27   Dieterich, Cuarta, 2001. 20


de un poder central absoluto que él mismo encabezaría como dictador, idea que no fue aceptada por sus contemporáneos.31 En todo caso la deformación de la historia es funcional para un proyecto de integración latinoamericano que enfrentaría la hegemonía de Europa y de los Estados Unidos y que para Harnecker constituye un “núcleo ideológico democrático, que reivindica la soberanía nacional, antiimperialista y antioligárquico”.32 Lo anterior sería posible porque los militares venezolanos no se formaron en la Escuela de las Américas (ea), sino en la Academia Militar venezolana, establecieron contacto con estudiantes universitarios, estudiaron a Clausewitz, a los estrategas asiáticos y a Mao Tse Tung.33 Pero ello es un débil argumento de interpretación porque a Clausewitz también lo enseñó el dictador Augusto Pinochet cuando fue profesor de la academia de guerra del Ejército de Chile en la década de 1960, en tanto que figuras como el general Juan Velasco Alvarado –admirado por Chávez– se entrenaron en la ea, mientras que Pinochet no, aunque sí lo hicieron algunos de los oficiales que se mantuvieron fieles al presidente socialista Salvador Allende. Incluso uno de sus principales aliados en las fuerzas armadas venezolanas, el general Raúl Baduel jefe del ejército y ministro de defensa (entrevistado por la propia Harnecker y también por Dieterich en el Fuerte Tiuna)34 fue profesor de Fort Benning. Por lo demás ignora la admiración y tributos de Chávez al ex dictador Marcos Pérez Jiménez quien en la década de 1950 llevó a cabo políticas nacionalistas y antioligárquicas,35 de similar factura aunque sin pretensiones continentales. En el caso de Dieterich, en el bolivarianismo del “héroe-libertador Hugo Chávez” representa el paso “del Libertador vivo al Icono de Liberación” como guía de las fuerzas antiimperialistas a nivel mundial,36 y latinoamericanas hacia su emancipación.37 Al igual que Harnecker, Dieterich indica que plantear una vi-

Dieterich, “Siete”, 2005.   Harnecker, “Hugo”, 2002; Harnecker, “Venezuela” [1], 2003. 30   Véanse Harnecker, “Venezuela” [2], 2003, más los trabajos antes citados de la autora. 31   Wiarda, “Historical”, 1998, p. 36. 32   Harnecker, “Venezuela” [2], 2003. 33   Ibid. 34   Dieterich, “Habla”, 2004; Harnecker, “Venezuela” [1], 2003. 35   Avendaño, Militarismo, 1982; Blanco, Conspiración, 1981. 36   Dieterich, “Revolución”, 2005. 37   Dieterich, “¿Fracasará?”, 2005. 28 29

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fase del Nuevo Proyecto Histórico de Chávez, cuya fase final sería el socialismo del siglo xxi.28 En la producción de ambos es redundante el lenguaje de aspiración científica y la condena a los detractores tanto de Chávez como de sus análisis. Sin embargo emplean como base empírica la entrevista a ministros, autoridades y altos oficiales militares, así como el ensayo y el artículo periodístico. Sus escritos, intervenciones y asesorías tienen una importancia no desdeñable por su difusión e impacto sobre la dirección de un gobierno que maneja las mayores reservas de petróleo de la región y una de las mayores del planeta, sostiene económicamente a Cuba, y ejerce una no despreciable influencia política dentro y fuera de la región. También muestra los niveles de análisis e ideas que emanan del Fuerte Tiuna y del Palacio de Miraflores hacia el resto de la región. Según Harnecker, el intento de golpe de Estado de 1992 contra Carlos Andrés Pérez (un presidente impopular aunque legítimo), en el que Chávez participó –que no encabezó ni lideró–, se define como “vía insurreccional que no es lo mismo que golpe militar”, en la medida que tuvo “en la mira” (es decir, consideró) la participación popular. Fenómeno que si se interpreta desde la historia y la teoría política para llegar a conclusiones distintas, para la autora ello significa adherir a una versión “deformada” “por los grandes medios de comunicación y muy poco comprendido por la izquierda, porque rompe todos los esquemas”.29 Con respecto a la base ideológica del bolivarianismo éste al parecer se movería sin precisiones históricas: para Harnecker, si bien Bolívar no hablaba de lucha de clases sí lo hacía de la abolición de la esclavitud y de la necesidad de tener presentes a los sectores populares, como también concebía la democracia como el sistema político que daría la máxima felicidad al pueblo.30 Sin embargo, para autores como Wiarda y otros, Bolívar flirteó con la idea de una monarquía local y la restauración

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sión distinta es adherir a una versión “deformada” como parte de la incesante ofensiva “antibolivariana de Washington en todo el subcontinente y a nivel mundial”.38 Si el programa encuentra obstáculos a la hora de avanzar es por una conspiración internacional que enfría “la ‘magma revolucionaria’ que el volcán de la Revolución Venezolana había empezado a desparramar por toda América Latina”. Los factores serían, entre otros, “la escasa obra científica sobre el carácter político-económico de la Revolución que permite un desproporcional dominio de discursos superficiales” y un amplio panteón de enemigos entre los que destaca al “Departamento de Estado estadounidense, a la gtz de Alemania, al programa de Biocomercio de la onu, a la aeci y el cyted españoles, al gef del Banco Mundial, a las varias agencias de vigilancia satelital de la ue, a Francia y a través de ella a la omc, a la Bayer, la Novartys, entre otras transnacionales”.39 Sin dejar de mencionar a “traidores” como los presidentes Luis Ignacio Lula da Silva de Brasil, Néstor Kirchner de Argentina, el ex presidente Ricardo Lagos de Chile entre otros, e incluso la sede académica flacso en

Ecuador, sin olvidar el alca, un hecho consumado para el autor.40 La debilidad de los argumentos de Dieterich se manifiesta en la distancia que existe entre la retórica nacionalista y las relaciones económicas internacionales, ya que el petro-socialismo de Chávez tiene como puntal las mayores reservas de petróleo y gas en América Latina.

Conclusión Los ejemplos anteriores son interesantes por lo que Yrayma Camejo llama la “marcha retórica hacia la conquista del poder político” de Chávez,41 que se acompaña de un tipo de análisis social que reinterpreta la historia, el sistema internacional, construye contraposiciones y fusiona la personalización del poder (el “héroe-libertador”) con lo externo y estatal-soberano (“la soberanía nacional, antiimperialista y antioligárquico”). Debe indicarse que los acentuados rasgos nacionalistas, de culto a la personalidad y de admiración por la vida militar, eran rasgos antaño negativos para la izquierda intelectual de la región.

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Notas sobre política y sociedad en Venezuela Isabel Licha No resulta nada fácil escribir estas notas sobre la llamada “revolución bolivariana” o proceso bolivariano. Por mucha distancia que intentamos tener frente al mismo para lograr un análisis más o menos imparcial y equilibrado que ayude a comprender su naturaleza y fines, estamos frente a un proceso inédito que ha polarizado a la sociedad en dos bandos aparentemente irreconciliables: revolucionarios y opositores. El proceso genera a su paso situaciones difíciles que involucran y movilizan intensamente a ambos polos. Trataré de caracterizar brevemente este reciente proceso, identificando sus hitos fundamentales, para llegar a unas rápidas conclusiones que más bien son expectativas y reflexiones abiertas.

Del Caracazo al proceso bolivariano: entendiendo los orígenes del chavismo Venezuela vivió la crisis del modelo de sustitución de importaciones a partir de la década de los años ochenta con múltiples y dramáticas regresiones en los principales indicadores sociales y económicos. La crisis social de los años ochenta continuó en los noventa y se tradujo en un aumento significativo de la tasa de desempleo, altos índices de inflación, déficit fiscal, deterioro de los servicios públicos, crecimiento de la informalidad, éxodo del campo a la ciudad, achicamiento del Estado, entre otros.


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