London MMXII

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JUAN CARLOS M. CANCELA



LONDRES MMXII


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Y

a en la preparación de este pequeño viaje, Londres me empezó a parecer una ciudad demasiado grande para mi escala de medir. Sobre el terreno se me reforzó esa sensación de ciudad excesiva. Nada más volver creo saqué algunas conclusiones precipitadas. Londres me pareció una ciudad no sólo demasiado grande, también demasiado ansiosa y demasiado cara. Casi dos meses después, cuando comienzo la preparación de este libro, me he reconciliado bastante con ella. Nadie vive en una ciudad demasiado grande porque todos separamos nuestro entorno en pequeños trozos y vivimos en el que más nos gusta o en el que nos dejan. Si me pareció una ciudad demasiado ansiosa quizá fue porque la observe a través de mi propia ansiedad (cuatro días han sido muy poco tiempo para tantas pretensiones). Cara sí pero, como en casi todo, depende para quién. Suponiendo que las ciudades tengan esencia, todos tratamos de capturarla y llevárnosla en el recuerdo y en nuestras fotos. Mucho hemos visto en esta visita y mucho más hemos dejado sin ver. Sólo el intenso cansancio que nos invadía cada noche corregía la distorsión en el tiempo. Mientras nos movíamos teníamos la sensación de que, o las 24 horas de cada día eran pocas o daban poco de sí. Ahora no me arrepiento del esfuerzo. Lo visto, lo anali­ zado y lo fotografiado han dado, como poco, para crear este libro.

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Agitación. Acción

Un organismo es la agrupación de muchas células con diferentes especializaciones ¿No es, de la misma manera, una ciudad la agrupación de muchos organismos también con diferentes especializaciones? Me hago varias veces esta pregunta durante mi visita a Londres. Estoy en una estación de Metro, en una hora punta de un día laborable. Hago un esfuerzo para construir mentalmente la red completa de galerías y de unidades de tren cargadas hasta arriba de personas circulando por ellas. Observo el frenético movimiento de esas personas en la estación. Vienen de, van a. Tienen un cometido que realizar o vuelven de realizarlo. Relaciono esta visión con nuestro torrente sanguíneo. Salgo a la superficie y lo que veo refuerza mi teoría. Los organismos­célula están aquí arriba más oxigenados. Circulan por carreteras en autobuses. Rojos. Suerte que yo también soy una de esas células y me muevo más o menos al ritmo de todas las demás. Has de pensarlo bien y protegerte si decides parar. Puedes ser arrastrado y golpeado sin compasión por la corriente.

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A pesar de que por el centro de Londres practicamente no circulan automóviles privados, algunas calles se atascan a veces con vehículos de servicio público.

Interior de uno de los vagones de las líneas nuevas del metro. Con forma casi de torpedo para adaptarse a las galerías circulares por las que circula. La foto no está tomada evidentemente en hora punta.

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Una marca comercial tratando de sorprender a los transeuntes haciendo un despliegue de glamour. In Oxford Street. Of course.

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Sobre cada palmo de acera de esta ciudad encontrarรกs diversidad y cosmopolitismo. Salida de Metro en Marble Arch. Quizรก la entrada mรกs famosa a Hyde Park.


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En Buckingham Palace, durante el cambio de guardia, prĂĄcticamente todos somos turistas. Puedes escuchar aquĂ­ infinidad de lenguas de todo el mundo.

En Oxford Street, el centro comercial por excelencia, se mezclan londinenses y turistas. 15


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Barrido fotogrรกfico a un clรกsico taxi negro londinense con la catedral de Saint Paul como fondo

La bicicleta es un medio de transporte muy presente sobre el asfalto de Londres. Otro barrido fotogrรกfico con la cรกlida luz del atardecer. El fondo en este caso son los jardines de acceso al Palacio de Westminster.

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Avanza el dĂ­a. Desciende la luz y se va notando como aumenta el flujo de personas....

O hacia los pubs como este de la foto junto a Coventa Garden.

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...hacia los restaurantes como todos los que hay en Chinatown.


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Cae la noche pero no hay descanso en Picadilly. Abren las discotecas. Cambia el tipo de personas que pueblan las aceras pero no disminuye el nĂşmero.

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Relajación. Descanso

Las ciudades laten, tienen pulso. Hay por tanto picos en los que bombean energía y valles en los que descansan para salir disparadas en el siguiente impulso. En Londres este proceso se produce también pero de forma muy compleja. No toda la ciudad late al unísono. Puedes encontrar los par­ ques con mucha gente descansando a cualquier hora o triángulos como el formado por Picadilly, Leicester Square y Chinatown en los que el frenesí es permanente independientemente de que sea de día o de noche. Puedes también observar a los londinenses y admirar su capacidad para aislarse de ese ambiente electrizante que les rodea. En los vagones de metro atestados, en los mercados, en las calles satura­ das. Cuestión de supervivencia supongo. A los turistas no nos resulta tan fácil. Si nuestras visitas fueran largas tendríamos que aprender. En una de cuatro días podemos estar permanentemente en estado de excitación. Es en el avión de vuelta donde te empiezas a derrumbar. 22


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Moverse en bicicleta es más rápido que hacerlo a pie. También requiere un mayor esfuerzo de atención. Quizá por eso un semáforo cerrado es un buen momento para relajarse un rato. 24


Hacia un mundo privado en medio de un espacio público. A través de la lec­ tura o escuchando música. Cualquier momento es bueno para desconectar. Hasta parece que la mujer este levi­ tando ligeramente. No tengo concien­ cia de que fuera así. De lo que sí estoy seguro es de que, a la foto, no se le ha aplicado ningún truco de procesado para amplificar el efecto.


Colocando todo en su sitio a primera hora de la maĂąana en Camden Market. Sin pausa pero sin prisa.

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Es posible que la protagonista de esta foto pase un buen rato de cada dĂ­a en un vagĂłn de metro. Su actitud es la del que se aisla en la ruta mil veces recorrida.


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Agotadora la maĂąana de compras. Se acabaron las prisas. Ahora toca esperar al autobĂşs.

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No todas las salas de la Torre de Londres tienen colecciones interesantes. Algunas como esta son una invitaciĂłn a pararse y descansar.


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Las dos fotos de esta pรกgina son de Hyde Park. Mucha superficie con รกrboles, hierba bien cortada y agua. Ingredientes de calidad para procurarse el descanso o el deporte saludable.

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Jardines, canales y fuentes en un espacio en memoria de Lady Di. Territorio de juego para los ni単os y de tranquilidad para los padres.

Trocito de hierba cerca de la Torre de Londres. Cualquier lugar es bueno para comer algo y reponer fuerzas.

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Conjuntos Vacíos

En todas las ciudades (y más en las grandes y antiguas) los espacios han sido intensamente interve­ nidos por la acción permanente de sus pobladores. Es seguro que no queda nada en Londres de la ciudad originaria pero se pueden observar aún hoy materiales y estilos de épocas muy diferentes. La diversidad de los objetos, los contrastes entre ellos, sus diferentes edades. Los materiales, sus for­ mas, sus colores, sus texturas. De eso va este capítulo. El recorrido se plantea desde lo cercano, lo que a veces cuesta ver porque obliga a cerrar el foco (difícil en una ciudad tan plena de estímulos visua­ les) hasta lo más lejano, lo que no siempre se puede recoger con una sóla mirada.

Una forma indirecta de fotografiar a los humanos. Sacándoles lo más posible de los encuadres para que sus figuras no nos distraigan y nos podamos concentrar mejor en la observación de su capacidad transformadora. 35


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Este capítulo no sólo se plantea como un recorrido desde el primer plano hacia la panorámica. También camina desde el sub­ suelo hacia la superficie. Tiene el metro de Londres un atractivo especial. Lo he utilizado bastante y no he dejado de verlo co­ mo un gigantesco hormiguero. Más de una vez me he preguntado dónde estará la cámara secreta que alberga a la hormiga reina. Me refiero a la reina de verdad. Tiene que haber una que seguro no es la que ocupa el Palacio de Buckingham. No soy capaz de recordar en qué estación está tomada la foto de la izquierda. Lo que sí recuerdo es que la de arriba y la que presenta este capítulo en la página anterior son de Baker Street. Un lugar muy recomendable para fotografiar.

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Subimos hacia la calle por los túneles de la estación de Oxford Circus.

Puente del Jubileo sobre el Támesis. El original se construyó únicamente para una vía de tren. Ahora, a su derecha e izquierda corren paralelas dos modernas plataformas peatonales.

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De izquierda a derecha:

­ Reloj en el pórtico de entrada a Kingly Street. ­ Otro reloj. Este mucho más emblemático ya que es el que está colocado en el obsevatorio de Greenwich.Con un patrón asociado de medidas de longitud. ­ Tronera en la Torre de Londres.

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Desde lo más elaborado y con una fúnción exclusivamente estética hasta lo más simple con otra eminentemente práctica. Mi formación técnica hace que se me vayan los ojos hacia este segundo tipo de objetos. Izquierda: Una de las puertas de entrada a Buckingham Palace. Arriba: Carro de transporte todavía en uso en Camden Market.

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ÂżAlguien da mĂĄs en lo que a contrastes se refiere? Izquierda: Tienda de ropa en la selecta Savile Row. Arriba: Restaurante chino en Chinatown. 45


Hierro y ladrillo rojo. Dos materiales habituales por las calles de Londres. Arriba:Thurloe Place. Derecha: Una calle en Waterloo

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Siempre apuntando al cielo.

Tratando de superar las nubes como en la foto de la izquierda (torre Shard). Construyendo aparatos para sondear el firmamento como en la foto superior (observatorio de Greenwich).

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Una parte de la City desde la Torre de Londres observada con la luz del mediodĂ­a.

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El sol de la tarde perfora una gruesa capa de nubes y derrama esa luz espectral sobre el TĂĄmesis y el Belfast, navĂ­o de guerra utilizado en la II guerra mundial. Hoy convertido en museo.


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Va cayendo la tarde y contemplamos el panorama desde el mi­ rador junto al Observatorio de Greenwich. El gran espacio verde entre nuestra posición y la Escuela de la Marina ha sido ocupa­ do por ese gigantesco escenario para las pruebas de hípica de los Juegos Olímpicos de 2012.

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Calles Ocupadas

No hay modo de saber la procedencia de las personas que pueblan las calles de Londres. La forma de vestir, la raza o cualquier aspecto externo no te ayudan a ubicar a nadie como autóctono o foraneo. Eso es algo maravilloso. Supongo que también aquí existirán bolsas de segregación pero intuyo que alguna ventaja nos llevan a sociedades menos abiertas a la emigración y más dadas a los prejuicios . No es raro tampoco que desde esta ciudad se envíen señales de modernidad hacia todo el mundo. Si pretendes llamar la atención con tu aspecto has de tomarte el asunto muy en serio porque la diversi­ dad de tendencias es tan grande que la diferencia se percibe aquí como la normalidad. 54


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Por las edades podrĂ­an ser padre, madre e hija. Cuesta imaginar a una familia espaĂąola, por rara que sea, con ese atuendo. En Camden Market.

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Posando para el reportaje de boda. En Greenwich Park.


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Una ciudad tan enorme como Londres necesita un ejĂŠrcito de trabajadores para mantenerse en funcionamiento. Dedico unas pocas pĂĄginas a las hormigas obreras. Cocinera preparando la comida a la vista de los transeuntes en un restaurante de Chinatown y un empleado de limpieza en los jardines de la Torre de Londres.

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Empleado controlando el andĂŠn del ferrocarril que une el aeropuerto de Heathrow con el centro de Londres.

A este joven camarero le ha tocado sacar brillo a la barandilla de una cafeterĂ­a de postĂ­n.

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Habría que saber inglés para seguir con todo detalle la historia que cuentan estos actores mientras convierten todos los alrededores de la Torre de Londres en un escenario itinerante. Aún no entendiendo exactamente lo que dicen, el espectáculo resulta muy divertido. Para los niños y los no tan niños.

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Un grupo de moteros exhibiendose en los alrededores de Picadilly.

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MĂşsicos en Covent Garden.


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Del pĂłngase usted encima lo que le apetezca pasamos a los uniformes. AsĂ­ es Londres, una ciudad en permanente contraste. La foto de los niĂąos estĂĄ tomada en la Torre de Londres y la de las adolescentes en la entrada al museo de historia natural.

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Y para ceremonia de los uniformes, el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham, la residencia de la reina. Un ritual que tendrรก su razรณn de ser pero parece mรกs bien un espectรกculo para atraer turistas.

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Qué menos que dedicar una doble página a los otros pobladores de Londres. Como estos gansos en Hyde Park o una simpática ardilla en Greenwich Park.

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Realidad Clasificada

Impresionan los museos de esta ciudad. He paseado a la carrera por alguno de ellos pero se necesi­ tarían mucho más de cuatro días para visitarlos todos con un mínimo de rigor. Alojados en enormes y emblemáticos edificios, con cuidadas colecciones y, la mayoría de ellos (los más interesantes), con entrada gratuita.

Esa es la cara de la moneda. La cruz son los métodos que en ocasiones se han utilizado para traer hasta aquí muchas de las piezas que guardan. Quizá algunas se hubieran perdido en sus paises de origen pero eso no es una disculpa suficiente. 75


Museo de Historia Natural. Dentro de un bell铆simo edificio. Impresiona la b贸veda que cubre el atrio central presidido por la estatua de un mito de la ciencia: Charles Darwin.

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Galería de los Mamíferos

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Monos ascendiendo hacia la cumbre de la bóveda por esa especie de escalera que recuerda a una columna vertebral.


Escalera de acceso a la parte del museo que explica la actividad interna de la Tierra. Volcanes, terremotos,...

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No está organizado así el Museo de Historia Natural pero es mi pequeño homenaje a una teoría científica que revolucionó el conocimiento. La de la evolución de las especies.

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British Museum. Su vestĂ­bulo es la mayor plaza cubierta de todo Londres. Dentro, las huellas de su paso por el planeta de todas las grandes civilizaciones.

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Piezas mezcladas en los museos. El discóbolo de la izquierda es una es­ cultura moderna pero se encuentra en el British Museum. La armadura de la derecha es antigua y está expuesta en la Torre de Londres. En la misma Torre, visten también de armadura a un dragón mecánico. 84


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Museo de Cera de Madame Tussaud. Este es privado y no precisamente barato. A pesar de ello es una atracciĂłn turĂ­stica muy visitada. Un acierto jugar con nuestra mitomanĂ­a. Nos gusta sacarnos fotos al lado de los famosos. Aunque sean de mentira.

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Iconos

Si los londinenses han conseguido convertir en icono una foto sencilla (los Beatles cruzando Abbey Road), es fácil de imaginar el tamaño de la lista de objetos icónicos con los que cuenta esta ciudad. Edificios, el metro, soldados, carteles, autobuses de dos pisos, taxis, el bombín, la bandera. Todo vale para atraernos, horda de turistas con cámaras fotográficas, hacia los centro de interés y hacia las tiendas en las que estos iconos se han convertido en objetos de consumo. He dejado este capítulo para el final porque, si lo hubiera puesto al principio, estoy convencido que el resto del libro perdería el atractivo para muchos. Los descubrimientos siempre han sido cosas de gente un poco pirada. A la mayoría, nos gusta pisar terreno firme y reconocer lo ya conocido. 88


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El Big Ben. El top de los iconos londinenses


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Londres es rojo. Este color viste muchos de sus iconos. Como las típicas cabinas telefónicas o los clásicos buzones de correos.

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Mås rojo. En los uniformes de los soldados como el que monta guardia en la Torre de Londres. Y en los autobuses como estos antiguos que han pasado a compaùías privadas y se alquilan para eventos.

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Conjunto formado por la Torre de Londres y el Puente de la Torre. A lo largo de su historia ha sido, castillo, residencia y prisiĂłn. Hoy es el museo de la corona y un sĂ­mbolo de la monarquĂ­a.

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Habitantes permanentes de la Torre de Londres. Por la cuenta que les tiene. Dice la leyenda que, el día que la abandonen, desaparecerá la monarquía.

Cuesta creer que Sherlock Holmes sea un personaje de ficción. Muchos detalles de las vidas de personajes reales no han trascendido tanto.

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Monumento Victoria. Junto a Buckingham Palace

Catedral de Saint Paul. En la City


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Todo es susceptible de alcanzar la condición de icono en Londres. Si es antiguo con más fácilidad, pero lo moderno también les vale. El London Eye, esta gigantesca noria situada en una de las orillas del Tamesis. Se inauguró en el año 2000 y es hoy un símbolo re­ levante de la ciudad.

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Los tradicionales taxis londinenses y la circulaciĂłn por la izquierda. Para todos los que circulamos por la derecha es sorprendente y peligroso que los vehĂ­culos vengan por donde no los esperas.

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Todo evoluciona. No todos los taxis son ya negros. Los hay de otros colores y, algunos como este, se han convertido en carteles publicitarios. Un antiguo autobus tambiĂŠn ha sido repintado (ventanas incluidas). Dentro se celebran fiestas nocturnas.


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L

as dos fotos con las que termino están tomadas en la re­ cogida de equipajes a nuestra llegada al aeropuerto y en el despegue de regreso. Los datos de cámara dicen que entre las dos hay un intervalo casi exacto de 100 horas. Veo que este libro va a sobrepasar también por muy poco las 100 páginas. No he buscado esta coincidencia. O mejor dicho, no la he buscado del todo pero, una vez descubierta, la aprove­ charé. Una hora por página. Qué injusticia para una ciudad como Londres. Hubiera merecido más.

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E

spero haber sido capaz de condensar en esta secuencia de fotografías la visión de un turista permanentemente impresionado. Tengo ya una edad pero he observado Lon­ dres con la mirada de un niño. Suerte que no me han hecho muchas fotos a mí porque estoy convencido de que, en unas cuantas, habría salido con los ojos abiertos como platos por las continuas sorpresas. La vida es corta y hay muchos luga­ res que me gustaría visitar. Londres es uno de esos que dejan buen sabor. A los que te gustaría volver.

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Índice Página 7

Introducción Agitación. Acción

Página 8 a 21

Relajación. Descanso

Página 22 a 33

Conjuntos Vacíos

Página 34 a 53

Calles Ocupadas

Página 54 a 73

Página 74 a 87

Página 88 a 105

Página 106 a 107

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Realidad Clasificada

Iconos

Despedida


Fotografías, Textos y Maquetación: JUAN CARLOS M. CANCELA

Todas las fotos fueron tomadas en Londres entre los días 27 de Junio y 1 de Julio de 2012

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