Cuaresma - Camino hacia la Pascua

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Jaime Quispe Palomino, Pbro.

Cuaresma -camino hacia la Pascua-

OCTAVA ESTACIÓN: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén Lectura del Evangelio según San Lucas 23,27-31

Cuando iban llevando a Jesús para crucificarlo, le seguía mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de tristeza por él. Pero Jesús las miró y les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque van a venir días en que se dirá: ¡Felices las que pueden tener hijos, los vientres que nunca concibieron y los pechos que no dieron de mamar! Entonces comenzará la gente a decir a los cerros: ¡Caigan sobre nosotros! Y dirán a las montañas: ¡Escóndannos! Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el árbol seco? Meditación: Tanto era el sufrimiento de Jesucristo y de aquellos que lo habían visto curar a los enfermos, devolver la alegría al oprimido y hasta resucitar a los muertos. La injusta humillación despertó en aquellos que lo habían conocido la reacción de piedad, lágrimas y gritos; especialmente, de algunas mujeres que no soportaron la indiferencia a tan grande sufrimiento del Hijo de Dios. En el camino, no respondió con insultos, agresiones y escupitajos, no abrió la boca para lamentarse del castigo injusto, pero, sí habló para dar palabras de aliento a aquellas mujeres que lloraban desconsoladamente. Jesucristo no quiso pasar de largo, a pesar de su pasión, ante el clamor de aquellas valientes mujeres que arriesgaban sus vidas estirando el brazo para tocar el rostro de Dios, descuidando el reproche de la gente.

Desde aquél momento, las palabras del Hijo de Dios comenzaron a resonar en los corazones desgarrados por la injusticia y la indignación de los hombres que, por el anunció de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, se convirtieron en palabra de vida eterna. “No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio. El Señor mismo, como en los tiempos del profeta Amós, suscita entre los hombres nueva hambre y nueva sed de las palabras del Señor (cf. Am 8,11). Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia”139.

En estas circunstancias, “no se trata de anunciar una palabra sólo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva”140. [139] Verbum Domini, N° 91 [140] Verbum Domini, N° 93

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