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HOY • LOS ÁNGELES Viernes 7 de diciembre del 2012

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SOUDI JIMÉNEZ 213.237.4584/LOS ÁNGELES

l viaje que representaba un motivo de alegría para Carlos Enrique Mendoza se convirtió en suplicio para su familia en Los Ángeles, que desconoce su paradero desde que llegó a Tamaulipas, México. Han sido ya 37 días de angustia para Zulma Mendoza y sus hijas, desde que Carlos tuvo comunicación telefónica por última vez con ellas. Este inmigrante iba rumbo a El Salvador, en donde se encuentra su padre padeciendo de la enfermedad de Parkinson. “Estuvo mucho tiempo planeando el viaje, tenía la ‘van’ parada y se la iba dejar a su familia para que la trabajaran allá. Pidió dos semanas de permiso en el trabajo y pensaba regresarse en avión el 12 de noviembre”, dice Mendoza. Carlos llevaba una compresora para lavar carros, una computadora, sillas de ruedas y varias maletas de ropa, que familiares le pidieron que entregara en Paraíso de Osorio, La Paz. “Yo no le dije nada, pero sentía [algo] en mi corazón, por tan peligroso que está México. Él me decía: ‘Pero no es en todas partes’”, sostiene Marta Elena Santos, madre de Carlos. “Le eché la bendición y los ojos se me llenaron de lágrimas”, rememora Santos sobre la despedida de su hijo. “No estaba tan de acuerdo que fuera; se fue sin preguntar y sólo acepté su decisión”, agrega su esposa. Anteriormente, Carlos había visitado Belice junto a otro amigo y cruzó el territorio mexicano manejando, algo que disfrutaba. En esta oportunidad, salió de Los Indios, Texas, el 30 de octubre, dos días después de haber dejado su hogar en Los Ángeles. “Esa noche me mencionó que iba en caravana con otras seis personas”, asegura Mendoza, madre de dos niñas: Kelly Juliana (10 años) y Klarissa (7). El 31 de octubre, a eso de las 2:30 de la tarde, Mendoza recibió

EL DATO

E

CARLOS ENRIQUE MENDOZA SANTOS Edad: 42 años Estatura: 1.70 mts Piel: Clara Desaparición:

FOTOS: HOY/SOUDI JIMÉNEZ

Aldama, Tamaulipas Fecha: 31 de octubre de 2012

EN ORACIÓN. Un altar en la casa del viajero ruega a Dios para que esté bien y regrese luego de desaparecer en México.

RUTA PELIGROSA Salvadoreño desaparece en México, durante un viaje por automóvil rumbo a su propio país una llamada de su esposo, en donde le explicó que había tenido un accidente en Aldama, Tamaulipas, y los afectados le pedían 5 mil dólares para cubrir los daños. “Luego volvió a llamar y me dijo: ‘Te van a dar un número de cuenta para que pongas el dinero. Trata de ponerlo lo más pronto posible; si no, no me dejan ir’”, cuenta Mendoza, sobre lo que ella cree se trató en un secuestro. Mendoza apenas contaba con 3

mil dólares, los que intentó enviar por una agencia local, pero no logró su cometido, porque los fondos fueron bloqueados. Sin embargo, hasta el 4 de noviembre se registraron retiros de dinero con la tarjeta de débito de su esposo, aunque no volvió a recibir llamada alguna de él. “Todos los retiros y transacciones se realizaron en Aldama; todavía el 6 de noviembre trataron de sacar más dinero, pero ya

habían restringido la cuenta para que no la usaran”, manifiesta. Ante la desesperación, acudió al consulado salvadoreño en Los Ángeles para pedir ayuda; dicha entidad se puso en contacto con su similar de Monterrey, México, a fin de tener respuesta de las autoridades mexicanas sobre esta desaparición. “Activamos todos los mecanismos de la Cancillería, para que se pida de gobierno a gobierno reali-

zar las instrucciones pertinentes, ya sea a través de la policía federal o el ministerio público mexicano”, dice el cónsul salvadoreño en Los Ángeles, Walter Durán. Carlos cuenta con la ciudadanía estadounidense, por lo que su esposa ha buscado apoyo con la policía local para denunciar la extorsión y ante el Departamento de Estado de Estados Unidos, a fin de alertar a los consulados de este país. Dichas agencias le han dicho que están investigando el caso. “A Dios le pido que esté vivo y que un día lo podamos tener aquí en la casa”, afirma Santos acerca de su hijo, quien hace menos de un año obtuvo su diploma universitario en administración de negocios del Colegio Ort. Mendoza, de 42 años, trabajaba en un restaurante de pizzas; sin embargo, con sus estudios esperaba conseguir un mejor empleo, para hacer realidad el sueño de tener una casa propia. “Quisiera ser como él, porque podía llevar estudios y trabajo a la vez. Lo admiro por su fe; no piensa en sí mismo, sino en los demás. Lo poquito que tiene lo quiere compartir”, señala su esposa. Esta mujer ha dejado de trabajar mientras sigue en la búsqueda de su esposo. A pesar de exponerse a otras posibles extorsiones, no ha cambiado su número de teléfono, porque tiene la esperanza de que él la llame. “A veces una está nerviosa; pienso tantas cosas, pero trato de ser fuerte y que mis hijas no me vean triste. Sólo por Dios podremos obtener ese milagro; quizá no va a ser hoy, tal vez en un mes”, dice.


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