Historias de vida
María Teresa Garzón Savid, una artista dorada Medalla de oro en piano y canto, asiste al coro del Hogar siguiendo su gran pasión desde muy chica: la música.
La autorrealización, un principio básico Promovida por las Naciones Unidas (ONU) la autorrealización es uno de los cinco principios elementales junto a de independencia, participación, dignidad y cuidado que se debe garantizar a las personas mayores. Refiere a que el adulto mayor tenga la posibilidad de desarrollar plenamente su potencial y acceda a educación, cultura, recreación y a todas las actividades de la sociedad. Además, es tomado como uno de los elementos básicos para lo que se pretende sea una Declaración de los Derechos de las Personas Mayores a nivel mundial.
Septiembre 2012
"V
enir al Hogar significa retomar mi carrera de soprano. Soy medalla de oro en canto y piano”, cuenta María Teresa Garzón Savid. De pelo negro y corte carré, que no siempre fue carré, participa en el coro María Elena Walsh que representa al Hogar. Esa participación no es casual. Desde muy chica sintió el llamado del arte, que la llevó a cautivar con sus notas de soprano y su habilidad en el piano al público de Córdoba y el mundo. Nació el 10 de agosto de 1935 en una casa ubicada en donde actualmente está el edificio del Correo Argentino. A los 5 años ya declamaba frente a su tía monja, una carmelita descalza hermana de su mamá. Luego, comenzó a estudiar piano en el Conservatorio de Música y en su primer concierto tocó la balada de Burgmüller. “¡Tenía 9 años!”, enfatiza. A los 15 años tocó el piano en el conocido Chateau Frontenac en Mar del Plata y, con el paso del tiempo, actuó en la Catedral de Córdoba cantando el Ave María junto a Eduardo Gasparrini, primer conductor de la Orquesta Sinfónica de Córdoba. “Estaba dedicada a la música, es la pasión de toda mi vida. ¡It´s my life!”. Su trayectoria y carrera en el Conservatorio la llevaron a ganar, por concurso público en 1957, una medalla de oro de piano otorgada por el Rotary Club Córdoba. Luego, recibió otra medalla de oro por canto de la Sociedad de Beneficencia de Damas Jujeñas en los 60´. Es que en aquella década, esta mujer de espíritu inquieto, realizó sola una gira por el norte argentino y Paraguay durante más de dos años. “Soy pionera. Inauguré con
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conciertos la Radio Nacional de La Quiaca. Además, me invitaron a hacer presentaciones en el teatro principal de Paraguay, Ignacio A. Pane, con la Orquesta sinfónica del país”, recuerda con una sonrisa. Mientras trabajaba en ese país recibió dos telegramas que cambiaron su destino. El primero fue una felicitación por su cumpleaños de parte de Raúl Ramos. “Me encantó. Juré que cuando volviera me casaba”, recuerda. El otro fue de su padre pidiéndole que regresara. “Yo me estaba por ir a Brasil y una monja me frenó”. Así, volvió, se casó y se embarcó a Europa. “Fue todo muy rápido. No tuve noviazgo, nada”, agrega. Debido a sus conocimientos de francés, italiano y alemán tuvo la oportunidad de presentarse en Roma, Austria y Alemania; además grabó conciertos en la Radio Nacional de España. Como todo espíritu aventurero, quería quedarse a conquistar el Viejo Continente, pero tuvo que volver. “Mi marido no quería que cantara. Me acababan de ofrecer una cátedra, nada más ni nada menos, que en el Mozarteum de Salzburgo de Austria. Al final tuve que volver”, lamenta. Cuando regresó a la Argentina, realizó tres años de perfeccionamiento con la reconocida soprano francesa radicada en Córdoba, Mady Dietry. “Me enseño parte de coloratura, la colocación de las notas”, dice. Además, hizo escribir los cinco valses que compuso de chica y que les dedicó a sus tres hijos: Raúl, Julio e Ivonne. Y, más adelante, compuso música y realizó recitales en la Alianza Francesa junto a Teresa Harche Beltrán, a quien recuerda con mucho cariño. “Esquivé muchas veces esta entrevista porque la gente que me ha querido y que me ha ayudado se ha ido, no está”.●